Un sistema urbano integrado: la Rioja alta en el siglo XVI

May 31, 2017 | Autor: Brumont Francis | Categoría: Historia De España En La Edad Moderna
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Resumen: Un sistema urbano integrado: la Rioja Alta en el siglo XVI
Francis BRUMONT
La Rioja Alta presenta tres espacios conectados los unos con los otros por valles fluviales : el valle del Ebro, el Somontano y la Sierra. Las dos primeras zonas asocian cultivo de los cereales, la vid y la ganadería ovina estante mientras que la Sierra es un espacio dedicado a la cría de ovejas trashumantes y a la pañería. Los mercaderes de las ciudades organizan los vínculos entre estos espacios abasteciendo la Sierra en trigo y vino y vendiendo la lana en el extranjero y los paños a las ferias de Castilla. La riqueza es mayor en la Sierra y se dispersan sus élites en el Reino y en el Imperio donde forman una potente red para garantizar el mantenimiento de su poder y la prosperidad de sus linajes.
Palabras clave: Rioja Alta, siglo XVI, redes familiares, pañería, trashumancia
Résumé: Un système urbain intégré: la Rioja Alta au XVIe siècle
La Rioja Alta présente trois espaces reliés entre eux par des vallées fluviales : la vallée de l'Èbre, le Somontano (collines) et la Sierra (montagnes). Les deux premières associent culture des céréales, de la vigne et élevage ovin tandis que la Sierra est un espace dédié à l'élevage des moutons transhumants et à la draperie. Les marchands des villes assurent les liens entre ces espaces en ravitaillant la montagne en blé et vin et en vendant la laine à l'étranger et les draps aux foires de Castille. La richesse est plus grande dans la montagne et ses élites sont dispersées dans le Royaume et dans l'Empire où elles forment un puissant réseau pour assurer le maintien de leur pouvoir et la prospérité des lignages.
Mots clé : Rioja Alta, XVIe siècle, réseaux familiaux, draperie, transhumance

Abstract: An integrated urban system: the Rioja Alta in Sixteenth Century

The Rioja Alta presents three spaces connected by river valleys: the Valley of the Ebro, Somontano (hills) and Sierra (mountains). The first two combine cereals culture, wine and sheep breeding while the Sierra is a space dedicated to the transhumant sheep breeding and the drapery. Merchants from the cities provision the mountain inhabitants with wheat and wine and sell their wool abroad in France, Flanders and Italy and their clothes at the Castilian fairs. Wealth is greater in the Sierra and its elites are dispersed in the Kingdom and the Empire where they form a powerful network to maintain their power and prosperity of lineages.
Keywords: Rioja Alta, sixteenth century, family networks, drapery, transhumance


Un sistema urbano integrado: la Rioja alta en el siglo XVI

La Rioja alta puede presentar un ejemplo paradigmático de relaciones económicas y humanas entre una zona de sierra y los llanos colindantes; en un territorio de poca extensión, se encuentran tres zonas geográficas distintas: el valle del Ebro, una zona intermedia de colinas y valles (Somontano) y las Sierras de la Demanda y Cameros, zonas unidas por los valles de los ríos afluentes del Ebro, de dirección norte-sur, perpendiculares al eje mayor de la comarca, el camino de Santiago. Esta proximidad, la facilidad de las comunicaciones y la complementariedad de las economías permiten la especialización de cada zona y la circulación de hombres y riquezas, alrededor de unos centros urbanos de mediana importancia, pero que ejercen una fuerte influencia en los pueblos de sus alrededores y que atraen a poblaciones de fuera, bien de la misma zona, bien de fuera de la región, sobre todo del Norte. La zona que estudio no es exactamente lo que se llama hoy Rioja alta ya que incluiré parte de la Rioja media, al oeste del rio Iregua y pues parte de la Sierra de Cameros, zona de intensa industria textil y ganadería trashumante, actividades estas que la relacionan con las ciudades de la llanura donde se abastecen y donde venden sus productos, y más allá, al ancho mundo. Estudiaremos primero la repartición de la población y su articulación alrededor de cada una de las ciudades y en las tres zonas mencionadas más arriba; veremos las diferencias de densidad en relación con los recursos disponibles y, después, las diferentes actividades de cada zona y como las ciudades, centros comerciales de importancia, facilitan las relaciones entre estas zonas.
La población y su repartición
La Rioja es una comarca poblada, con unas densidades de las más altas de Castilla la Vieja en la zona llana, aunque hay algunas variaciones de una zona a otra. Como lo hicimos en trabajos anteriores (Brumont, 1986: 21; Brumont, Lázaro Ruiz y Gurría García,1988: 223-227), hemos dividido la zona estudiada en cuatro partes, tres de ellas en valle y colinas y la otra en monte y hemos añadido el valle del Iregua que combina ambas situaciones . Las fuentes utilizadas son los Expedientes de Hacienda del Archivo de Simancas que nos proporcionan cifras de vecinos para 1561, 1586 y 1597, aunque con bastante lagunas, y el Censo de 1591, que no presenta lagunas, pero cuya calidad deja mucho que desear, siendo las cifras infravalorados alrededor de un 10-15% (Brumont, 1986: 12-15). A pesar de todo, tuvimos que utilizarlo y para compensar algo de la subestimación de dicho censo, hemos calculado la densidad contando 4,5 habitantes por vecino, lo que puede ser un poco más alto que la realidad.
Cuadro I. Densidad de la población (1591)

Superficie (km2)
Vecinos
Densidad (h/km2)
Zona de Haro
449,79
2512
25,2
Zona de Santo Domingo
222,01
1654,5
33,5
Zona de Nájera
441,38
4095,5
41,7
Iregua valle*
230,44
2343,5
45,8
Total Somontano
1343,62
10605,5
35,5
Sierra de la Demanda
892,16
2435
12,3
Iregua sierra
478,99
2145,5
20,2
Total sierra
1371,15
4580,5
15
Total Rioja occidental
2714,77
15186
25,2
*Sin Logroño
Fuente: Brumont, 1986: 21.
Primero, tenemos que insistir en el hecho que estas densidades, las de llanura particularmente, son de las más altas que se pueden encontrar en Castilla la Vieja, por otra parte la provincia más poblada del reino. Si se puede equiparar con el conjunto de la Rioja (25,6 h/km2), la diferencia es notable con la parte central de la provincia de Burgos, de la Bureba a la frontera con Palencia, con un relieve de meseta, sin sierra, que no pasa de 21 h/km2, en 1561, año de máximo en esta zona, y en Palencia, con las merindades que componen la Tierra de Campos, apenás un poco más: 22,7, también en 1561 y alrededor de 25 en 1586 (Brumont, 1986: 20-21). La diferencia es importante, sobre todo con los sectores más centrales de nuestra muestra (Nájera y valle bajo del Iregua) y eso tiene que ver con la repartición del poblamiento.
La comarca najerense es la más ilustrativo en este aspecto ya que, en los alrededores de la ciudad, hay gran cantidad de pueblecitos, con muy poco término pero que albergan una población relativamente alta. Así lo dicen en 1565 los de Nájera en una petición al Consejo Real: la tierra de suyo hera esteril de pan por ser la tierra poca y los lugares muchos. La superficie media es solo de un poco más de 13 km2, pero la mitad de los lugares no pasa de diez, y algunos menos de cinco, de manera que la densidad en algunos alcanza los 80 h/km2 o más (122 para Arenzana de Abajo). Densidades bastante altas también en pueblos de mayor extensión en la zona vitícola del valle del Ebro, aguas arriba de Logroño: 40 en Fuenmayor, 78 en Navarrete. Y hasta en la zona de sierra, tenemos densidades muy parecidas a las de las provincias de Burgos y Tierra de Campos que citábamos más arriba.
La organización del poblamiento no tiene ninguna originalidad y se conforma al modelo de Castilla la Vieja, el de "villa y tierra", donde una ciudad (Logroño, Nájera, Santo Domingo de la Calzada), más o menos importante, tiene jurisdicción sobre los pueblos de su entorno, aunque a nivel fiscal, solo se conocen dos "partidos": la merindad de Rioja y el partido de Logroño. Es de interés notar que estas jurisdicciones abarcan a las tres zonas, ya que el monte no tiene merindad propia. Esta densidad se explica en parte por la presencia de un viñedo bastante extendido, pero también por la vitalidad de las actividades artesanales y comerciales. Pero, en una zona de colinas o de valles más o menos estrechos, pretender calcular la presión demográfica a partir de una cifra de habitantes por km2 es ilusorio: más justo sería poder razonar a partir de superficie cultivada, ya que se puede suponer sin gran riesgo de equivocarse que ésta es muy diminuta en los altos valles y mucho más extensa en la llanura. Las averiguaciones de los Expedientes de Hacienda permiten alcanzar a veces dicha superficie y hasta el tamaño de las explotaciones (Brumont, 1984 b), pero en la Rioja no he encontrado tales averiguaciones y tenemos que conformarnos con las cifras de las cosechas que nos proporcionan las averiguaciones de 1586 (cosechas 1579-1584) y raramente las de 1597 (1590-1595).
Y los resultados son los que cabía esperar: es en la zona más densa, en los alrededores de Nájera donde se encuentran los pueblos más vitícolas, los que producen más de 100 cántaras (16 hl) por vecino y que muchas veces, aunque no todas, coinciden con los de más densidad. En algunos casos, pueblos con una densidad media producen mucho vino, sin duda porque son en una zona particularmente favorable y/o cercana a las ciudades. Y también, encontramos los pueblos más cerealeros en el noroeste de la comarca (zonas de Haro y Santo Domingo), donde pueden cosechar de 20 à 25 hl de trigo por vecino (y más del doble de pan, porque en todas partes el trigo es minoritario) cuando en los pueblos más vitícolas, es menos de la mitad, y a veces muy poco (4 o 5 hl de trigo por vecino). En estas mismas zonas del noroeste, persiste una ganadería ovina estante bastante desarrollada, sobre todo en los pueblos a caballo entre el llano y las primeras estribaciones de la sierra que pueden combinar el cultivo de cereales y viñas con una ganadería destinada a la producción de carne y de lana churra para alimentar una industria pañera difusa.
En la Sierra, la producción agrícola es muy reducida, casi inexistente en algunos pueblos, pero la riqueza mana de otras fuentes: la ganadería de ovejas merinas trashumantes proporciona pingües ingresos a unos pocos "señores de ganado" que pueden mandar a extremo miles de cabezas y la industria pañera que se extiende en todos estos pueblos y hasta en algunos de la llanura.
No hace falta decir que la producción de pan es muy escasa en los pueblos de la sierra, donde algunos, los que están a más de mil metros de altitud, solo cogen una o dos fanegas por vecino, privilegiando, claro está, el trigo. En cuanto a la ganadería, hay que señalar que en los pueblos sitos al limite de la llanura, la ganadería estante coexiste con la trashumante como lo dicen los de Anguiano en la averiguación de alcabalas de 1597:
algunos dellos tienen su ovejuelas como es a diez, veinte y treinta con que hacen paños groseros de sayales… ay otros quatro u seis vezinos que son ganaderos e tienen a ciento y doscientas ovejas que las llaman churras groseras de la tierra… ay en esta dicha villa otros seis o siete vezinos ganaderos que van con sus ovejas a hestremadura, el que más ganado tiene dellos será hasta tres mil cabezas y el otro mil e quinientas y otro menos, los demás a seizientos y quinientos .
A medida que subimos en el valle, el numero de ovejas trashumantes aumenta como aparece en las averiguaciones muy detalladas de algunos pueblos del alto valle del Najerilla y de la sierra de Cameros. Lo que llama la atención primero, es el gran número de cabezas que se crían en estos pueblos: más de 8 000 en Ventrosa, 13 000 en Mansilla y Viniegra de Abajo y 21 000 en Brieva, y es posible que en alguno otro pueblo como Ortigosa haya más. Segundo: que la mayoría de los vecinos no tiene ganado menudo alguno, ya que la proporción de ganaderos varia entre 40 y 50%, pudiendo bajar a 25 % (en Villavelayo) y que, entre los que tienen algún hato, muchos tienen entre 30 y 60 cabezas, o sea pocas. Tercero: que entre los que tienen más de 100, hay algunos ganaderos independientes, labradores que se juntan entre ellos para ir a extremo y criados y pastores de los grandes ganaderos que llevan su rebaño con él de su amo. Y en fin, lo que la documentación llama a veces "señores de ganado", que son unos pocos que poseen más de 1 000 cabezas (para dar una idea), y hasta 8 000 para el que más, Juan Márquez de Mansilla (de Mansilla). Ganaderos que son a la par los labradores más importantes de sus lugares, a veces pañeros y, en todo caso, pertenecientes a unas pocas familias emparentadas entre ellas, como los García de Olalla, de Brieva y Ortigosa, los Fernández de la Plaza de Viniegra de Abajo y de Ortigosa, sin olvidar a Inés García de Olalla, viuda de Pedro Fernández de la Plaza, ni a su homónima (¿y pariente?) María García de Olalla, también de Brieva, "señora de ganado" que posee 5 000 ovejas y 200 cabras. Algunos de estos ganaderos aparecen en los protocolos de Nájera, vendiendo grandes cantidades de lanas a los mercaderes de esta ciudad. Es posible que, en Ortigosa, existieran ganaderos aun más importantes porque los vecinos de esta villa son los Riojanos más presentes en los arriendos de la dehesas cacereñas (Pereira Iglesias, 1983). En lo que toca a los arrendamientos anuales, los Segovianos dominaban claramente, pero en los de los invernaderos, los ganaderos de Hortigosa eran tan numerosos como los de Segovia (25) lo que demuestra su potencia, siendo los de Anguiano (5) y Brieva (2) mucho menos ((Pereira Iglesias, 1983: 133). En todo caso, la Rioja figura en segundo lugar, detrás de Segovia, en estos arrendamientos.
Lo mismo ocurre con la producción lanera donde la zona llamada por Hilario Casado "Ezcaray-Cameros-Demanda" es la segunda en importancia en las compras de pastel a la compañía de los Bernuy, entre 1546-1550 (Casado, 1990 : 532), siendo estos años los de máxima exportación de dicho producto por el puerto de Burdeos que abastece a esta zona (Brumont, 2015). En el conjunto, dicha zona copa el 12,7% del total, frente a los 51,8% de Segovia, pero algunos años, en concreto en 1549 y 1550, esta proporción llega a más de 20% (Casado, 1990 : 532, 544). Hay que añadir que los Bernuy no poseen el monopolio del abastecimiento en pastel de la zona, ya que algunos mercaderes de Torrecilla lo hacen cargar directamente en Burdeos por sus factores para llevarlo a Bilbao, como Juan de Villoslada (150 cargas en 1550) y Juan y Sebastián González de Torrecilla (560 cargas dicho año) cuando en este mismo año de 1550 los Bernuy vendieron 440 cargas en dicha villa (Casado, 1990: 544).
Si entramos en detalles, dos pueblos destacan entre los compradores de pastel: Ezcaray y Torrecilla en Cameros, y no muy lejos, Villoslada y Viguera, estos tres últimos lugares sitos en el valle de Iregua (Casado, 1990: 544). Pero, fuera de estos, una veintena de pueblos están también involucrados en esta producción, una producción muy diversificada ya que en la mayoría de los pueblos se tejen paños docenos, llamados pardos, caseros, fraylengos, secenos con los mismos nombres y también palmilla de colores, hasta 22nos y 24nos, la mejor calidad, siendo velartes en tres o cuatro centros y velartes refinos que solo se producen en Torrecilla y Ezcaray y cuya calidad puede equipararse con la de Segovia (Brumont, 2000: 36-37 y 1986: 51-53). Los paños bajos tienen su salida en los mercados locales y de la zona (hasta Burgos y Vitoria), en las ferias de Medina de Rioseco donde vienen a buscarlos los de Galicia y Asturias (Yun Casalilla, 1987 : 408). Y cuando estos mercados del norte se cierran, los paños se quedan sin salida, como en 1575, año de hambre en Galicia, y así lo escribe Antonio de Heredia, desde Belorado, a su tío Simón Ruiz: en Rioseco, ni por un precio ni por otro pueden vender paño que están en ella solo deste pueblo, más a de tres meses, más de 200 paños y no ay manera de poder salir dellos por la grande anbre que ay en Galicia y así, asta que ay pan nuevo, piensan no los poder vender. Los paños de calidad toman también estas rutas, pero pueden tener otro destino como lo certifican los de Torrecilla en 1561: los paños que en ella se azen los venden los vezinos desta villa en estos Reynos en las ferias francas de Medina del Campo e Ryoseco e Villalón y en las ferias del Andaluzía y lo confirma que, siendo prohibido el introducir aceite, ni vino en la villa, por el monopolio de los obligados a ello, solo lo pueden hacer los que tienen recua sy lo comprasen en el Andaluzia o de la cibdad de Soria… aviendo llevado cargas de yda. En suma, como toda zona de sierra, los vecinos de estos pueblos aprovechan varios tipos de recursos para vivir y sin duda bien vivir, si al menos nos atenemos a varios indicadores proporcionados por la documentación simanquina.
Como, en teoría, las averiguaciones hechas por la administración real y recogidas en los Expedientes de Hacienda de Simancas tenían por finalidad la revalorización del monto de las alcabalas y que estas son, en principio, un gravamen de diez por ciento sobre las transacciones, los averiguadores solían pedir a cada vecino cuánto vendía en un año. Si en la llanura y Somontano, la media es de unos 5 000 maravedíes por vecino, en los pueblos del alto Najerilla sube a 20 000 y a 39 000 en Brieva. Gran diferencia también en el consumo de carne : unos 27 kg al año en el llano y 47 en la Sierra (y aun 42 en Torrecilla, villa como veremos, donde los obreros del textil forman la mayoría de la población). En cuanto al vino, no podemos comparar con los pueblos vitícolas del Somontano, pero con la Bureba vecina donde bebían entre 360 y 400 litros (por vecino y por año) frente a los más de 600 en los pueblos del alto Najerilla (740 en Ventrosa), unos pueblos donde, además, buena parte de los varones estaba ausente durante la mitad del año (Brumont, 1986: 61-62). O sea que hay mucho más dinero en la Sierra, en donde la riqueza consiste en bienes mobiliarios y en sueldos y en donde, a pesar de la desigualdad imperante, cada uno puede beneficiarse de ello en alguna manera.
Villas y ciudades
Esta riqueza, o al menos este flujo de dinero, procede de varias fuentes: beneficios de la agricultura y viticultura, venta de lana churra y merina, de paños bastos o finos, sueldos de jornaleros, pastores y criados de los grandes ganaderos, tejedores y otros oficiales del textil, beneficios de los mercaderes… Parte de la creación y redistribución de esta riqueza se hace en las ciudades del valle que mantienen relaciones comerciales estrechas con los pueblos de la Sierra, proporcionándoles pan y vino y comprándoles lanas y paños.
La lana constituye para los mercaderes de estas ciudades riojanos el gran producto de exportación, pero también un producto de proximidad ya que gran cantidad de ellos se dedica a la compra-venta de lana churra (Brumont, 1984: 318-324). Proceden de Logroño como de Nájera o de Santo Domingo; compras y ventas se hacen en los lugares del alrededor, ya que muchos de estos pueblos combinan ganadería y pañería. El mercado de Logroño es mucho más extendido que él de las demás villas, ya que compran en la Rioja media y baja y también en Navarra, y que la lana se vende en las mismas zonas con la excepción notable de Belorado, en la actual provincia de Burgos (Brumont e Ibáñez Rodríguez, 1994: 139).
Pero mucho más llamativo, y de más provecho sin duda, es el trato de las lanas finas merinas: los datos proporcionados por las cuentas de aduanas de principios del reinado de Felipe II demuestran la participación regular de los mercaderes de cuatro centros riojanos a este gran comercio internacional (Lapeyre, 1981: 261-356). Para el periodo 1561-1571, se puede calcular las cantidades mandadas a los puertos del Cantábrico por los mercaderes de dichos centros. Tres ciudades destacan con una cantidades parecidas: son Nájera, Torrecilla y Logroño y, bastante rezagada, Santo Domingo, y, como vendedores eventuales, vecinos de Ezcaray y Viguera (Brumont e Ibáñez Rodríguez, 1994: 141). Hay muchas variaciones de un año para otro porque estamos en un periodo que conoce muchas dificultades, de la peste de 1564-65 a la revuelta de Flandes. Estas dificultades tiene una consecuencia clara: el retroceso de la venta por los puertos del Cantábrico y el aumento, a partir de principios de los años 70, de las ventas con destino a Italia (Brumont, 1984: 330, n. 55). Eso no impide que las lanas de la Sierra riojana sigan mandándose a Bilbao y Santander como parece por las cuentas de la aduana de Vitoria para varios años entre 1573 y 1581 donde figuran los mismos mercaderes de Logroño, Nájera, Torrecilla y, a veces, Ezcaray, en compañía de los de Burgos, Segovia y otros, mandando a los puertos cantidades parecidas a las de los años anteriores. Los protocolos de Nájera permiten reconstruir el mecanismo de este trato; unos potentes mercaderes compran en grandes cantidades (miles de arrobas) lana fina de la Demanda y Cameros, y hasta de la provincia de Soria (Vinuesa, Yanguas) para después acondicionarla en los lavaderos que tienen en los alrededores de la ciudad y venderla en Ruan, Nantes, Brujas y en Italia.
Todas estas operaciones necesitan una amplia red de criados y factores, tanto en los lugares de compra, como en los puertos y aduanas donde se pagan los derechos al rey y se carga las lanas y en los lugares de destino donde se venden. Hay que organizar el transporte hasta los lavaderos y después de la lana lavada hasta los barcos, en acémilas y carretas y siempre adelantar dinero: el encargo a los arrieros que llevan la lana de la Sierra hasta Nájera se hace en enero o febrero para junio mediante adelanto de parte del flete. Los pagos se hacen en Medina del Campo, en letras de cambio, pero todos estos señalamientos se pagan en dinero de contado y pueden montar grandes sumas: las 1000 arrobas de lana fina que compro Hernán Martínez en agosto de 1568 al cura Juan García y sus consortes de Montenegro le costaron 18 500 reales de plata a pagar la mitad en un mes y el resto antes de la entrega prevista par la San Juan 1569; poco después, el 23 de octubre, el mismo mercader contrataba a un carretero de Luyando para llevar 500 sacas de lana en julio y agosto 1569, mediante 2 000 reales de presente (el tercio del precio del transporte).
Este dinero adelantado a los ganaderos es parte del que necesitan para la trashumancia, pero es dinero contante y sonante cuando los mercaderes cobran en letras de cambio y tienen necesidad de integrarse en el sistema banquero y de las ferias de Medina porque las sumas pueden ser muy importantes: en febrero de 1580, Hernán y Leonis Martínez nombran procuradores para cobrar del banco Juan Ortega de la Torre cuatro letras por una suma global de más de 4 millones de maravedíes (o sea 10 672 ducados). Hay que señalar en fin que, entre los vendedores de lana, encontramos a pañeros de Torrecilla y Ezcaray, los mismos que en estos años obtuvieron una cédula de Felipe II para que se respete una provisión del Emperador (de 1551) que obligaba a reservar para la industria castellana la mitad de la lana destinada a la exportación, lana que ellos mismos exportaban, lo que significa sin duda que ambas eran actividades muy sujetas a variaciones coyunturales.
Los mismos mercaderes, u otros, compran los paños en los pueblos de la Sierra donde se producen, como lo muestra el ejemplo de Belorado. Y es que Belorado, amén de ser una villa industriosa, es también un lugar de concentración del segundo gran objeto del comercio de nuestras villas: los paños de la Sierra que dan a vender a mercaderes de Rioseco con los cuales se asocian en compañía. Vemos en 1585 a Francisco de Belorado comprar paños a un vecino de Mansilla, dar a tejer 64 paños a dos vecinos de Belorado y asociarse con Juan González, de Medina de Rioseco, para venderlos en esta villa y en Villalón. Este mismo año, García de la Vega, otro mercader de Belorado, hace las cuentas de la venta de 88 paños con el mismo Juan González: la suma global no es nada desdeñable, ya que monta a 840 000 maravedíes.
Pero el mejor ejemplo del papel desempeñado por las ciudades lo vamos a encontrar en Torrecilla en Cameros, una villa para la cual tenemos una buena masa de documentación y para empezar una averiguación para las alcabalas de 1561 que contiene un padrón de vecinos precioso, ya que nos permite conocer el oficio de cada uno de ellos si exceptuamos la gran mayoría de las viudas que son 79 en un total de 481 vecinos, lo que no significa que no trabajan porque seguro que hay mucho más hilanderas que la única que se menciona. Quedan 401 vecinos cuyo oficio conocemos, de los cuales 75 son labradores, que cosechan pan y vino, aunque este último se encuentra al límite de sus posibilidades de manera que las ordenanzas estipulan que si es "sano", lo pueden vender en las tabernas y si no, en sus casas, uno después de otro, "quando le viniese la vez". En realidad se abastecen en la Rioja alta y en la mediana y las tabernas venden también vino blanco de Castilla, procedente sin duda de Medina del Campo o de sus alrededores. Pero el cultivo de la tierra no es la actividad principal de la villa, la confección de paños es la que domina ampliamente: 80 cardadores, 38 percheros, 29 tejedores, 21 tundidores y 4 tintoreros son los que censa nuestro padrón o sea 172 oficiales del textil, más del 40% de los vecinos con oficio. Es probable que buena parte son inmigrantes en busca de trabajo como sus apellidos, vascos muchos de ellos, lo certifica así como la misma averiguación: muchos dellos son estrinjeros de Vizcaya y otras partes. Frente a los cuales hay una pequeña oligarquía de pañeros (17) y mercaderes (6) sin que haya gran diferencia entre estas dos categorías.
Esta variedad de actividades y recursos la resume el regimiento de Torrecilla a los averiguadores de este modo:
Otrosy dezimos que por ser la dicha villa del trato de la pañería y porque los paños que en ella se hacen los venden los vezinos desta villa en estos Reynos en las ferias francas de Medina del Campo e Ryoseco e Villalón y en las ferias del Andaluzía y porque también los vezinos labradores de la dicha villa son gentes pobres nezesitadas por ser la dicha tierra serranya y tierra esteril como es notorio y porque tanvién los otros vezinos de la dicha villa son oficiales del dicho trato, trabajantes que no tienen trato ni caudales mas de solamente lo que ganan a jornal y muchos dellos son estringeros de Vizcaya e otras partes y se ban de la dicha villa cada quando quyeren a trabajar a otras partes… es costumbre de mucho tiempo a esta parte de no hacer repartimyentos.

No hacer repartimientos significa que la contribución que tienen que pagar al rey, la cubren lo que llaman los miembros de renta, o sea los monopolios concejiles (taberna, abacería, etc.), de manera que cuando quieren decir que son pobres, confiesen en realidad que son ricos y que podrían pagar mucho más impuestos, mayormente cuando añaden que han edificado de nuevo una casa de ayuntamiento y una alhóndiga, y que pagan 120 ducados a un médico y 50 a un predicador. Y cuando en 1575 se les impondrá una alcabala de 10% sobre sus ventas, pensarán que no podrán nunca más levantar cabeza; así, al menos lo escribe Antonio de Heredia a Simón Ruiz para justificar las dificultades que tiene para vender su añil : la alcabala en Torrecilla nos ha hecho otro buen sabor que a entrado allí y en las comarcas que son del Rey con el de 10 uno y así no se compra ni se bende nada y un poco más tarde añade : y lo otro destas negras de alcabalas que en Torrecilla y toda la serranía braman y así no trabajan la mitad de lo que solían (Brumont, 1986: 56).
Claro que eso no afectó, sino momentáneamente, a los mercaderes y pañeros, que tienen otros recursos y dinero en sus arcas. Como ya hemos señalado, son grandes y regulares exportadores de lana, destacando entre ellos, los González y González de Mendoza (es la misma familia), Juan de la Ribera, padre e hijo y Juan de Villoslada (Lapeyre, 1981: 272-273 y 290-291). Venden paños, tanto en los pueblos vecinos como en las ferias de Castilla y Andalucía y abastecen los tintoreros en colorantes, añil y brasil principalmente. En el primer cuarto del XVII, algunos de ellos tienen compañías con vecinos de Sevilla, oriundos de la villa o de sus alrededores, para hacer la compra y reventa del añil, como el escribano Alonso Diez de Neyla con Diego González de Mendoza (de Sevilla) desde 1624 o Juan González de la Plaza con Juan García de Munilla en 1603.
Y es que vecinos de Torrecilla hay en todas partes del imperio: algunos en la Iglesia, otros en la administración real, otros mercaderes. Hojeando los protocolos encontramos a Diego, Juan y Francisco González de Torrecilla, mercaderes en Logroño en los años 1520-1530, a Francisco de Mendoza, canónigo de Córdoba, al capitán Pedro González de Mendoza, en Lima, hermano del anterior, a Juan González de Mendoza, obispo de Lipari, Chiapas y Popayán, a don Fernando González de Mendoza, obispo de Cuzco, miembro del Consejo Real, Cuzco donde reside también un sobrino suyo llamado Sebastián, a Leonis Ruiz de Villoslada, mercader en Nantes, al doctor Juan Ruiz de Villoslada, deán de Calahorra y después obispo de Catania, a Diego de Vergara Gaviria, tesorero del Consejo de Indias y a otros (Brumont, 2005: 721-725). En la Corte, con el tesorero, está también el jesuita Hernando de Mendoza y sobre todo Juan de Tejada, del Consejo de Castilla, natural de Logroño, y emparentado con las familias más poderosas, primero de dicha ciudad, y después de la región (Miranda, Yanguas, Torrecilla) (Burgos Esteban, 1989: 94-95). El protector, de rancio abolengo, buscaba apoyo en las familias más ricas de la zona, aunque su nobleza fuera reciente, teniendo algunos una origen conversa, y estas familias, al entrar en su clientela, apoyo en la Corte para hacerse con el poder local. Los González de Mendoza reanudaron primero su linaje con la rama de Logroño, que, entretanto, se había aliado con familias de antigua nobleza, al casarse Ana, hermana de Sebastián, con su "primo" Gregorio González Rejón, y después, en 1609, María, hija de Sebastián, con Juan hijo de Gregorio, antes de enlazar su linaje con él de los Tejada al casar su hija Isabel (y de doña María de Rabanera Tejada) con Francisco Barrón Tejada y León que acumulaba en su nombre tres de los linajes dominantes de Logroño (Brumont, 2005: 720 y Burgos Esteban, 1989: 102-103).
Si los mercaderes de la Sierra pueden acceder a posiciones envidiables en el seno de la sociedad urbana y extender su red a través del Reino y de sus posesiones de Ultramar, es que benefician de dos factores favorables: primero, la riqueza y después la nobleza. La riqueza es una riqueza mobiliaria en dineros, letras de cambio, juros, censos, paños, lana, fácilmente convertible y disponible cuando haga falta para dotes, caudales, compra de oficios, préstamos e inversiones. Claro está que en el valle o el Somontano, los mercaderes poseen grandes extensiones de viñedo y bodegas de gran capacidad, riqueza inmovilizada, pero en la Sierra casa, huertas y batanes es lo poco que suelen tener. La nobleza suele ser bastante reciente en estas familias, con algunas excepciones. Pero para muchos, es preciso adquirirla, lo que se puede hacer mediante compra de oficios o con servicios prestados a la Corona. Esta es la vía elegida por los González de Torrecilla para convertirse en González de Mendoza : el 9 de abril de 1555, en Bruselas, el Emperador concedió la nobleza a Martín, Juan, Sebastián, y otro Juan González, primos hermanos, en consideración de los grandes y hexstraordinarios servicios qui hiço el dicho Martin Gonzalez que se refieren en el dicho privilegio y merced. ¿Qué fueron estos servicios? No lo sé, porque, a pesar de mis investigaciones en las secciones Registro General del Sello y Mercedes y Privilegios de Simancas, no pudo encontrar dicha concesión de nobleza. Una nobleza que facilitaba o era necesaria para acceder a ciertas cargas eclesiásticas, militares o en la alta administración: si Sebastián González de Mendoza pide la confirmación de su privilegio en 1609 es sin duda porque su hijo, de mismo nombre, quiere pasar a Indias; poco tiempo antes, en julio, se había hecho las diligencias necesarias para probar que su madre, doña María de Rabanera Tejada, era también noble. Amparados por estos dos pilares, aunque vivan en un valle alejado de todo, no tienen dificultades para enlazar con la mitad del mundo y hacerse fuertes en sus feudos.
Conclusión
El sistema, basado en los flujos de hombres y riquezas entre la llanura, productora de pan y vino, y la Sierra empieza a dar señales de debilidad a partir de los años 1570, cuando la población se estanca, sin poder recuperarse de los pérdidas de la peste de 1564-65, y que la economía pierde dinamismo. La multiplicación de los censos, visible a partir de esta fecha, es un síntoma de esta debilitación: el dinero no se invierte ya en la economía real, sino en papeles, en el aire, como diría Cellorigo treinta años más tarde (Brumont, 1993). Esto significa sin duda que hay problemas en esta economía real, pero a la vez agudiza estos problemas al dejar de invertir en ella. El mercado de la lana conoce dificultades también a partir de esta fecha, cuando la demanda francesa y flamenca se debilita; el precio se estanca, alcanzando sus mínimos hacia 1585, cuando la industria florentina como la segoviana conocen también dificultades (Brumont, 1984: 327 y 330-331). Es más difícil conocer la evolución de la industria textil, pero la "invasión" en las tiendas de las ciudades de paños extranjeros no es una buena señal de su vitalidad. A principios del XVII, parece producirse una concentración de la calidad alrededor de las calidades medianas, con la aparición de paños llamados mezclas, de pardos 18nos y 20nos, cuando antes solo había 14nos y 16nos y la desaparición, al menos en nuestras fuentes, de los velartes refinos hacia 1580 y de los velartes hacia 1600 (Brumont, 1986: 53). Es posible que el mercado tradicional de los textiles riojanos haya padecido de las crisis que se producen en los últimos años del XVI y principios del XVII, años durante los cuales la producción parece conocer fuertes fluctuaciones (Brumont, 2000: 45-46). Es una producción muy sensible a las variaciones de la demanda popular, como lo vimos con la crisis de 1575, y además afectada por la caída repentina de la población después de la peste finisecular, lo que puede explicar estos altibajos como las migraciones de los oficiales del ramo que señalaba el expediente de 1561.
¿ Significa el final del periodo expansivo la disociación o desaparición de este sistema urbano? Lo que es cierto, es que con la baja de su población, los centros urbanos se centraron cada vez más sobre su entorno rural en detrimento de las relaciones lejanas, pero es probable también que la dificultades económicas no aparecieron de un golpe y que, por otra parte, algunas zonas o grupos sociales fueron favorecidos por la reorientación de la economía hacia el campo en detrimento de las actividades artesanales, pero son simples hipótesis.

Bibliografía citada:
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Archivo General de Simancas (AGS), Registro General del Sello (RGS), mayo 1565, n° 275.
AGS, Expedientes de Hacienda (EH), legajos 149, 150 y 163.
AGS, EH, leg° 149, exp. 27.
Pueblos que pertenecían a la merindad de Santo Domingo de Silos (AGS, EH, leg° 163, exp. 5, 14, 15, 18, 19 y 20 (1586).
Archives Départementales de la Gironde, 3E 4751, f°104 (17-VI-1550).
Id., 3E 4750, f° 364 (13-III-1550), 3E 4751, f° 104 (17-VI-1550), 303 y 303 va (10-XI-1550).
AGS, EH, leg° 150, Exp. 23 (Fresneda de la Sierra), 71 (Matute), 72 (Pedroso).
Archivo Histórico Provincial de Valladolid, Simón Ruiz, Caja 24, n° 39 (29-IV-1575); el mismo F° de Belorado hace cuenta de paños vendidos en Rioseco con un vecino de Ezcaray (-d°-, leg° 3269, f° 204 (28-VIII-1587).
AGS, EH, leg° 188, exp. 8.
Archivo Histórico Provincial de Vitoria, Protocolos, leg° 6245, f° 518-671 (1573), leg° 6888, f° 902-1002va (1576), leg° 6239, f° 1136-1315 (1581).
Archivo Histórico Nacional, Clero, Libros 5948 (1568), 5944 (1573), 6154 (1575), 6081 (1578) entre otros (protocolos de Nájera).
AHN, Clero, Libro 5944.
Id., Libro 5948.
Id., Libro 6075.
AGS, RGS, abril 1555, n° 146, mayo 1555, n° 467 (Torrecilla), marzo 1566, n° 738 y marzo 1568, n° 478 (Ezcaray).
Archivo Histórico Provincial de Burgos, Protocolos, leg° 3268/1, f° 118, 176, 206.
Ibid., f° 208 (15-X-1585).
AGS, EH, leg° 188, n° 10.
Ibid.
Archivo Histórico Provincial de Logroño (AHPLo), leg° 7244.
Id., leg° 7236, f° 36, 197 y 203.
Ibid., f° 70 y 79.
AHPLo, Protocolos, leg° 7236, f° 185 : poder de Sebastián González de Mendoza para hacerse confirmar dicho privilegio (14-XI-1609).
Ibid., f° 162

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