Un recuento de Señorita Maquiladora

July 7, 2017 | Autor: Rosina Conde | Categoría: Performance Art, Poetics, Body in Performance
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Descripción

UN RECUENTO DE SEÑORITA MAQUILADORA Rosina Conde

En los 16 años que llevo haciendo performance (1992-2008), Señorita Maquiladora es el que más transformaciones ha experimentado, no en su guión, pero sí en su texto, a pesar de las pocas presentaciones que ha tenido.1 Como todos sabemos, el performance es un género transdisciplinario muy reciente,2 en constante definición y transformación, que se manifiesta de diversas formas y se adapta al espacio y público al que va dirigido. Para el performer o artista, no es lo mismo presentarse en una sala de conferencias, que en un cabaret, un auditorio, una explanada pública o un teatro, así se rija por el mismo guión. Tampoco es lo mismo dirigirse a un público académico, que a uno artístico, adolescente o general, y, a diferencia del teatro, el performance no se representa, sino que se ejecuta, en el sentido de que el o la performer no actúa un personaje, sino que es él o ella misma. En relación con este aspecto, algunos dramaturgos y teóricos del teatro, al cuestionarme sobre la validez, trascendencia o pertinencia del performance, me han argumentado que no hay diferencia entre un performer y un actor, ya que afirman, como Mayakowski, que los actores no deben actuar, sino “vivir” el personaje, y que, para representarlo, deben experimentarlo como algo real en el momento de su ejecución; en este sentido, los ensayos no son, sino una vía para conocerlo y compenetrarse en él para poder accionarlo y “vivirlo”. Sin embargo, este tipo de actor, por muy propositivo y distinto que sea de un actor tradicional, sigue representando a un personaje creado como algo fijo; ha sido dirigido 1

Por ejemplo, entre los años 2000 y 2008, he presentado más de 20 veces Those were the days (ensayo autobiográfico), y entre 1996 y el 2008, sólo he presentado cuatro veces Señorita Maquiladora. 2 El performance surge como tal en los años sesenta del siglo pasado, aun cuando sus orígenes se remontan al teatro bufonesco de la Edad Media y los happenings de los artistas dadaístas y surrealistas de principios del siglo XX.

por un director externo a él, y el texto se manifiesta en el escenario dentro de un esquema dialógico que nunca cambia, independientemente del público, y del momento y lugar en que se reproduce la obra. El performer, por el contrario, no representa a un personaje, sino que es él mismo y, por lo tanto, su acto varía dependiendo de su intención, del momento histórico, social y/o político, del estado de ánimo en que se encuentre en el momento de la acción y la respuesta del público. A diferencia de cuando es una persona común y corriente, el performer anuncia que se presentará en público; en consecuencia, en el momento de la ejecución, lo que hace es potenciar su representatividad social y circunscribir sus actos a un tiempo y espacio determinados para tomar registro de ellos. En el caso del actor es diferente, ya que su ideología, personalidad y vida personal están separadas de los personajes que representa, y disocia el momento de la actuación de su vida personal. Otra diferencia importante entre el performer y el actor es que en el momento de la puesta en escena, éste seguirá con su representación independientemente del tamaño de su audiencia, de la aceptación o no del personaje por el público, del lugar y el momento histórico en que se circunscribe la actuación y su estado de ánimo. No matter what, dejará de ser él mismo para ser poseído por Hamlet y declamará el “To be or not to be”, tenga ganas o no. Si se atreviera a eliminar el monólogo por una sola ocasión, sería atacado por el público, la prensa y la historia misma, ya que pasaría por mal actor, olvidadizo, irreverente, mutilador o traidor a Shakespeare, y quedaría en el más profundo de los olvidos. En el caso del performer esto no sucedería, ya que su discurso puede variar dependiendo de su intención y lo que quiere decir en el momento de la ejecución y, por supuesto, de la respuesta del público: éste puede pasar a formar parte del texto; puede retirarse si así lo desea, sin que esto interfiera con la ejecución del performance; puede pasar totalmente

desapercibido y puede, incluso, reaccionar en contra y manifestarse. En cualquiera de los casos, el performer será quien decida si trata de interactuar o no con el público. Señorita Maquiladora nació en 1996, cuando me invitaron a participar en el Primer Encuentro Internacional de Escritores, llevado a cabo en Monterrey, Nuevo León, con motivo de los 400 años de la Ciudad. Aun cuando en 1993 me había ido a vivir a la capital de México, yo iba invitada como escritora tijuanense,3 y se suponía que, como tal, iba a hablar de Tijuana, ya que el tema del encuentro era justamente “la ciudad”. Mi dilema era de qué hablar en un lugar tan sofisticado como Monterrey, que tiene una tradición cultural tan vasta, al ir como representante de una ciudad que apenas había cumplido 100 años. Fue entonces cuando reparé en que mi ciudad era muy joven y que, por lo tanto, podía compararse con una Miss. Pero el tema, aquí, no quedaba resuelto aún, y al ver qué había sucedido recientemente en ambas ciudades, me enteré que en Monterrey acababa de ocurrir el incidente de “El Naranjo”, un fraccionamiento en el que se había presentado un alto porcentaje de problemas en la salud de los residentes, principalmente de cáncer, y que, al hacer las investigaciones, se descubrió que el fraccionamiento había sido construido sobre un cementerio clandestino de desechos industriales; por asociación de ideas, recordé la tesis de maestría de mi amigo Carlos Montalvo en el campo de la economía ambiental,4 que trata sobre el costo ambiental producido por el crecimiento industrial de la maquiladora electrónica en Tijuana y sus repercusiones en la salud. Fue entonces cuando reparé en que iba como representante de una ciudad maquiladora a una ciudad industrial.

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Hago esta observación porque los mexicanos somos muy regionalistas, y cuando uno se va a vivir a otra ciudad, otro estado u otro país, se le considera falto de identidad, traidor o apátrida. 4 Carlos acababa de darme un ejemplar de la edición que hizo la Fundación Friedrich Ebert Stiftung de su tesis de maestría en 1992, la cual yo había revisado en Tijuana, mientras la escribía en El Colegio de la Frontera Norte: Costo ambiental del crecimiento industrial: el caso de la maquiladora electrónica en Tijuana B. C.

Pero, entonces, la cuestión era cómo representar una ciudad maquiladora. Como en mi familia había una larga tradición de reinas, ya que mi madre había sido Reina del Carnaval del puerto de Topolobampo a la edad de 17 años en 1943, y mis tres hermanas lo habían sido del Club Kiwanis de Tijuana5 (Mabel en 1969, quien cedió la corona a Patricia porque se fue a estudiar a la Ciudad de México, y Lucila en 1979), se me ocurrió que yo bien podía representar a Tijuana en la figura de Miss Maquiladora. Entonces le pedí a mi madre que me enviara la capa y la corona de mis hermanas, ya que, como Lucila había sido la última reina del Kiwanis, la corona aún estaba en su poder. Ella, quien siempre ha sido cómplice de mis extravagancias, me dijo que lo haría con la condición de que si, en algún momento, el Kiwanis la reclamaba, yo la regresaría.6 Luego hablé con los organizadores del encuentro de escritores y les pregunté si sería viable presentar un performance. Ellos me dijeron que ya no había espacio dentro de las actividades del encuentro, pero que podría presentarlo extraoficialmente durante la cena que nos ofrecería un grupo de industriales. Todo había caído como anillo al dedo: lo más caro el vestuario ya estaba resuelto y no había nada mejor que ese espacio para presentar Señorita Maquiladora; sólo habría que cubrir los gastos del peinado y las uñas. Me dispuse, pues, a escribir el guión. Hacerlo fue fácil, ya que no era un asunto ajeno a mi experiencia. Por mi familia y otras reinas que conocía, ya que algunas empleadas de la joyería de mis padres lo habían sido de las Fiestas Patrias de Tijuana, sabía que todas, después de ser coronadas, viajan sobre el capote de un auto, sonríen simpáticamente al público, saludan “corto-corto-largo”,7 y después asisten a todos los eventos como

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Asociación civil constituida por empresarios y comerciantes tijuanenses. La corona está hecha totalmente a mano; es de cristal soplado y cortado y data de los años sesenta. 7 Mientras las reinas desfilan sobre el capote del auto, hacen dos saludos cortos hacia el frente y luego hacen uno largo para voltear a ver al público que están dejando atrás. 6

representantes de ese sector social durante un año. ¡Pero no hablan: sólo sonríen!8 Entonces, la cuestión fue: ¿de qué podría hablar Miss Maquiladora, salvo de agradecer a sus patrocinadores? ¿Cuál sería su discurso frente a un público compuesto en su gran mayoría por escritores y periodistas, que ve a las misses como algo obsoleto? ¿Y qué decir frente a los patrocinadores del encuentro, quienes todavía creen en ellas? Y a mí no me interesaba hacer una parodia de las reinas ni ridiculizarlas, a pesar de que así lo han considerado algunos. Sí quería que mi presentación tuviera una carga de ironía para no sonar moralista; pero quería que el performance tuviera que ver, más que nada, con las políticas industriales y ambientales mexicanas.9 Fue así como decidí escribir el “Rap de la maquiladora”,10 con base en la tesis de mi amigo Carlos. Empecé, pues, a escribir el poema; sin embargo, no encontraba la manera de frasearlo, pues los raps que conocía estaban en inglés, y el español no tiene el mismo fraseo ni acentuación ni ritmo, además de que yo estaba más familiarizada con el blues y el jazz. Cuando mi hijo Omar escuchó que yo me lamentaba por ello, me prestó una cinta con raps en italiano que escuché día y noche durante una semana, y fue así como pude, finalmente, escribir mi poema. Luego le pedí a mi amigo Armando Vega-Gil que me ayudara a componer una base de percusiones en su computadora para rapearlo con más holgura, y, además, grabé la marcha de Aída para mi entrada.11 Para finalizar el performance,

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Recuérdese que en México existe la tradición de que las mujeres, “calladitas, son más bonitas”. Debo aclarar que, después de mi presentación en este primer encuentro de escritores, nunca más volvieron a invitarme. 10 El guión de Señorita Maquiladora y el “Rap de la maquiladora” pueden consultarse en: www.rosinaconde.com.mx/performance.htm 11 Desde hace varias décadas, en Tijuana, cuando entran las reinas al salón o desfilan los estudiantes en las graduaciones de secundaria y preparatoria, se acostumbra tocar la Gloria all’Egitto. 9

seleccioné unos poemas que había escrito algunos años atrás, “De preferencia”,12 con la intención de enrollarlos, como si fueran diplomas, y repartirlos entre el público. El día de mi presentación, el performance empezó desde que fui al salón de belleza a peinarme y ponerme las uñas postizas: tanto el peinador como las señoras y jovencitas estaban sumamente emocionados porque se encontraban frente a una reina, al grado de que, cuando saqué la corona de su estuche, al peinador le temblaban las manos por temor a que se le cayera y rompiera mientras me la ponía. Luego, cuando salí del salón y caminé al hotel para recoger mi vestuario y trasladarme al lugar de la cena, los transeúntes también me miraban con admiración y me saludaban, y a pesar de que no había desfilado por la ciudad sobre el capote de un auto, hice el saludo corto-corto-largo. Al llegar al hotel, los recepcionistas y bell boys me atendieron como no lo habían hecho desde mi arribo dos días atrás, y alguno hasta me pidió disculpas por no haberme atendido como me lo merecía, no sin antes reclamarme el que no les hubiera dicho que yo era una reina, ya que si ellos lo hubieran sabido... Una vez en el vestidor del Centro Cultural donde se nos ofreció la cena, me maquillé como calavera, y, cuando me presenté a saludar a los asistentes en traje de baño, banda, corona y capa, a pesar de que me habían anunciado como “Señorita Maquiladora”, muchos no supieron cómo reaccionar. Los escritores, porque no esperaban mi atuendo –es más, ni siquiera se imaginaban qué sería eso del performance–, y los industriales porque no les habían avisado que llegaría una Miss y no tenían preparada ninguna ceremonia ni nada digno para mi recibimiento; sin embargo, una vez que me vieron de cerca y les dije que me habían invitado los residentes de “El Naranjo”, se retiraron sin cenar. A los escritores les parecía todo tan divertido que, antes de que pudiera subir a dar mi discurso, se juntaban en 12

Los poemas “De preferencia” pueden consultarse en: www.rosinaconde.com.mx/mm.htm

grupos para retratarse conmigo. A pesar de que mi discurso y el rap duraron aproximadamente 20 minutos, al día siguiente no se hablaba de otra cosa en el encuentro. La segunda vez que me presenté como Señorita Maquiladora fue en la Universidad de Chapingo en 1998, en donde todos los estudiantes –en su mayoría varones–, son internos dedicados al estudio de carreras relacionadas con el agro y, por lo tanto, poco o nada relacionados (o interesados) con la literatura y el arte. Ahí la reacción del público fue muy distinta porque, en primer lugar, nunca habían recibido la visita de una escritora, sólo escritores varones de traje y corbata que les hablaban de la Alta Poesía y la Alta Literatura, y, en segundo, porque nunca se les dijo que iba a haber un performance (ni siquiera habían oído mencionar la palabra). Y aun cuando les habían dado a leer un libro mío antes de mi presentación y se suponía que ya estaban familiarizados con mi lenguaje, personajes y temas, ellos esperaban la entrada en el auditorio de una señora que les diera una sesuda conferencia. Ya podrán imaginarse, queridos lectores, la reacción de los jóvenes cuando vieron entrar a una Miss en el auditorio: literalmente enloquecieron de gusto. En esa ocasión, mi discurso versó sobre los contaminantes del agro, principalmente pesticidas y fertilizantes, y sus repercusiones en la salud y, antes de cantar el “Rap de la maquiladora”, hice una analogía con los químicos de la industria electrónica y los problemas de salud que experimentan las obreras que son expuestas a ellos, como el cáncer de mama y cervicouterino, los abortos y el nacimiento de niños anancefálicos. Posteriormente, se inició una larga sesión de preguntas y respuestas sobre mi propuesta escritural y escénica, y más de doscientos estudiantes desfilaron para que les autografiara mi libro. Entre 1999 y el 2004 se me propuso varias veces que presentara Señorita Maquiladora; sin embargo los que me hicieron la oferta querían que lo hiciera gratuitamente y que yo sufragara todos los gastos. Desafortunadamente, muchos promotores culturales en México

todavía ven el performance como un hobbie, una extravagancia y un fraude. Como un hobbie porque no consideran que sea redituable; como una extravagancia porque no justifican la inversión en su producción, y como un fraude porque es caro y dura unos cuantos minutos, y, a final de cuentas, generalmente “no sucede nada”, pues no saben que, por muy efímero que sea en términos de su presentación, el performance tarda varias horas y hasta días en surtir efecto en el público. De hecho, en México, hasta la fecha, sólo se han publicado dos trabajos sobre performance, y la mayor parte de las referencias están en inglés o se encuentran en internet. En el año 2005, Inés Martínez de Castro me propuso que presentara Señorita Maquiladora en el Seminario “Cuatro décadas del modelo maquilador en el norte de México”, llevado a cabo en la ciudad de Hermosillo en El Colegio de Sonora. Como se trataba de un evento académico en los rubros de economía, restructuración industrial, antropología social y feminismo, principalmente, aproveché para promover el movimiento de un grupo de mujeres residentes de la colonia Cuauhtémoc de esa ciudad, donde el gobierno local cerró un centro de detección de cáncer cervicouterino y de mama. Ante la indiferencia de las autoridades por el alto índice de cáncer entre las mujeres de la colonia, las residentes decidieron llamar la atención de la ciudadanía, mediante la instalación de cientos de brasieres en la cerca de un parque ecológico de Hermosillo, junto a la carretera. La gente en general, especialmente los hombres, apartaban los brasieres y les gritaban piropos, albures y frases sexuales hirientes, creyendo que se trataba de la promoción de algún centro de table dance. Sin embargo, cuando ellas les explicaban que tal vez sus esposas, madres, hijas o hermanas podrían tener cáncer de mama, su actitud cambiaba radicalmente, al darse cuenta de que los senos, no sólo son un símbolo sexual, sino que tienen un valor incalculable porque son los que dan la vida, el primer alimento de los hijos

y el amor. Posteriormente, las activistas de la colonia Cuauhtémoc se involucraron con otro grupo de mujeres, el grupo RETO, para dar pláticas y exigir que se resolviera el problema de un basurero tóxico que fue clausurado el 19 de noviembre de 1998, pero cuyos desechos siguen ahí hasta la fecha. Desafortunadamente, el gobierno todavía no ha hecho nada al respecto: ni ha reabierto el centro de detección de cáncer, ni le ha dado solución a los desechos del basurero tóxico, y el índice de cáncer sigue en aumento en Sonora.13 En esa ocasión hice algunas transformaciones en mi vestuario, pues unos meses atrás había conseguido unas zapatillas de acrílico de 20 centímetros de altura, que son las que utilizan las bailarinas de table dance, con las que alcanzo el estándar de estatura requerida para concursar en los certámenes de belleza.14 En las presentaciones anteriores ya había tocado el tema de la discriminación racial al hacer la analogía de los patrones de belleza impuestos por los europeos y los certámenes de belleza que excluyen a todas las etnias latinoamericanas, mediante la imposición de la estatura, así que las zapatillas fueron un acicate para hablar del racismo. Seguí utilizando la corona, pero en lugar de traje de baño utilicé un vestido largo de seda para ocultar las zapatillas, con el objetivo de dar el efecto sorpresa al hablar de la estatura. La cuarta vez que presenté Señorita Maquiladora fue en marzo del 2008 en Trinity University, en San Antonio, Texas. Como está muy cerca de la frontera con Chihuahua, me interesaba hablar sobre las muertas de Juárez y los problemas de violencia contra las mujeres. Para ser franca, no sabía cómo iba a abordar el tema, ya que nunca lo había presentado en Estados Unidos y no me sentía muy segura con mi inglés, así que, un día antes de la presentación, fui a la biblioteca de la universidad a consultar un diccionario para 13

El estado de Sonora tiene el índice más alto de cáncer cervicouterino, de mama y de recto en el país. Yo mido 1.53 metros y el mínimo requerido es 1.70 m. Las indígenas mexicanas y guatemaltecas son todavía más pequeñas que yo. 14

buscar palabras que empezaran con “mis” y “miss” con el objetivo de jugar fonéticamente con ellas. De un menú de 25 palabras, seleccioné las que me daban más elementos para armar mi discurso: misunderstood, miscegenation, misogeny, miserability, mistreat, miscarriage, missing person y misbehave. Compré un carrete de listón y elaboré nueve bandas que me puse sobrepuestas, debajo de la banda de Miss Maquiladora. La primera me dio oportunidad para disculparme por mi mal inglés y mi falta de exactitud al hablar y me excusé diciendo que esperaba no ser Miss Understood. La segunda (Miss Cegenation) me permitió, junto con las zapatillas, hablar de la mezcla de razas en México y la discriminación hacia las etnias latinoamericanas; expliqué que, debido a la estatura, las mexicanas no podemos aspirar a ser Miss Universe, a menos que se tenga ascendencia europea, pero que en México tenemos muchas misses, y que las más populares son Miss Ogeny y Miss Erability; las cuales dan lugar a Miss Treat y ésta a Miss Carriage. Comenté que no me gustaría ser ninguna de estas misses, ya que en mi país, tan sólo en el Estado de México, el año pasado se reportaron 500 muertas por violencia intrafamiliar, y que muchas mujeres abortan debido al maltrato, y en el caso de la industria maquiladora de la electrónica, es común que algunas empleadas aborten debido a las sustancias químicas con las que trabajan y las largas jornadas de trabajo. Sin embargo, dije que la peor de todas las misses, la que nunca me gustaría ser, es Miss Ing Person. Aquí, comenté que, tan sólo en Ciudad Juárez, en los últimos diez años, se han reportado alrededor cinco mil mujeres desaparecidas, en su mayoría, adolescentes de 16-18 años, trabajadoras de las maquiladoras. De éstas, sólo se han encontrado 400, pero muertas, con el cuerpo desmembrado y esparcido por el desierto, con sus genitales expuestos. Hice la observación de que, hasta la fecha, sus muertes no han sido resueltas; pero que, después de meterlas en una bolsa de plástico y cerrar el zípper, les ponen el título de Miss Behave, ya que la policía

y la prensa justifican su muerte, argumentando que son mujeres migrantes que dejaron a sus familias para irse al norte por libertinas, madres solteras o prostitutas, y dan a entender que su muerte es un castigo divino por su mal comportamiento. Después se abrió una ronda de preguntas y respuestas sobre mi propuesta escénica. Una de las preguntas que me hicieron fue si Señorita Maquiladora había tenido algún impacto social. Respondí que no creo que lo haya tenido más allá de la impresión que ha provocado en los pocos estudiantes y académicos que lo han presenciado, y que, hasta la fecha, sólo conozco dos trabajos académicos que han abordado el tema de Señorita Maquiladora. Además de agregar las nueve bandas a mi vestuario, en esta ocasión no me maquillé, sino que me unté una mascarilla de naranja en la cara que me hizo ver como jovencita quinceañera. Esta mascarilla forma una delgadísima piel transparente sobre la cara, misma que me fui quitando cuando traté el tema de los problemas de salud de las obreras de la maquiladora, relativos a los abortos, los nacimientos de niños anancefálicos, el cáncer intrauterino, de mama y de piel, provocados por las sustancias con las que trabajan las obreras.

Conclusión

A pesar de que en México, el performance se ha venido promoviendo desde los años noventa, es poco o nada entendido y tiene poco público, y la realidad es que, como comenté líneas atrás, todavía mucha gente lo ve como algo sin sentido. Para que Señorita Maquiladora llegara a tener impacto social, tendría que presentarse con frecuencia en actos públicos, principalmente, de carácter político, tales como manifestaciones o actos de protesta contra del feminicidio y los problemas de salud provocados por los contaminantes

y desechos industriales. Desafortunadamente, Señorita Maquiladora es muy caro, debido a los costos de producción y los gastos de traslado, y para mí resulta difícil autofinanciarlo. Creo que Señorita Maquiladora tiene un gran potencial porque trabaja los temas globales que afectan a las trabajadoras de la industria maquiladora, no sólo en relación con el medio ambiente y su salud, sino con los patrones patriarcales, que las obligan a competir en un ambiente de estructura vertical dominada por los hombres, con todas las desventajas que eso conlleva, sin tomar en cuenta que las mujeres somos las encargadas de la procreación. El feminicidio, los problemas de salud como el cáncer de mama e intrauterino y los nacimientos de niños anancefálicos, mencionados en este trabajo, son sólo algunos de los padecimientos de este grupo de mujeres que, en la actualidad, resulta ser el más vulnerable del sector obrero mexicano.

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