Un problema de posicionamiento: Ciencia, guerra y choque cultural en la América española durante la expedición plurinacional de «los caballeros del punto fijo»

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Descripción

Víctor Pajares Liberal Universidad Complutense de Madrid

Un problema de posicionamiento: Ciencia, guerra y choque cultural en la América española durante la expedición plurinacional de «los caballeros del punto fijo»

El título de los caballeros del punto fijo, tomado de los propios indígenas quiteños que colaboraron con la expedición, encierra un choque de mentalidades nada sencillo. Aquellos extranjeros, incluidos los chapetones Jorge Juan y Antonio de Ulloa, habían llegado de muy lejos con instrumentos incomprensibles, para luego detenerse en un lugar inhóspito y mirar más lejos aún. Compartían la tenacidad absurda de precisar la exactitud de una medida, situar una referencia abstracta mien-

tras oteaban un lugar donde no había nada apreciable para los lugareños. No faltaron entre los indios los que los creyeron locos1, ni los más desconfiados que veían magias ignotas y malvadas en esos artefactos de latón, quizá la voluntad de hacer mapas para llevarse el poco oro aún por descubrir 1. Guillén, Julio F. Los tenientes de navío Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa de la Torre-Guiral y la medición del meridiano. Madrid: Caja de Ahorros de Novelda, 1973. p. 95.

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tras siglos de presencia española2. Hay varias formas de enfocar la increíble experiencia que, a comienzos del siglo XVIII tuvo lugar en el Virreinato del Perú. En principio, fue un acto promovido por las influencias europeas e ilustradas. Éstas pretendían una apropiación intelectual y benéfica del territorio y sus gentes, de lo universal entendido desde el prisma de lo sublime –que no obstante no dejaba de poseer un tinte crecidamente nacionalista y corporativo–, así como del espacio celeste en nombre de la ciencia. La génesis de esta epopeya se encuentra en buena medida en unos ideales difundidos por la Academie des sciences de Paris, en abierta competencia con la Royal Society de Londres; respecto de las cuales la Corona española, inmersa en su revisión de los tratados de Utrecht3, manifestaba un interés por lograr grandeza e influencia en Europa, apoyando la labor 2. Lafuente, Antonio, Mazuecos, Antonio. Los caballeros del punto fijo. Ciencia, política y aventura en la expedición geodésica hispanofrancesa al virreinato del Perú en el siglo XVIII. Madrid: Serbal/CSIC, 1987. p. 11. 3. Álvarez-Ossorio, Antonio, García García, Bernardo J., León Sanz, Virginia (eds.). La pérdida de Europa. La Guerra de Sucesión por la Monarquía de España. Madrid: Fundación Carlos de Amberes, 2007. pp. 693694.

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reformista de ministros como José Patiño, nombrado Intendente General de Marina en 1717. Este jenízaro milanés de raíces españolas, tenía el plan de renovar la flota y el comercio hispánicos en el mar y, con ello en mente, sería el responsable de la creación del Real Cuerpo de Guardiamarinas con su subsecuente Academia de Guardiamarinas de Cádiz, que acabaría dando lugar al Observatorio de Marina en 17534 –tras el previo traslado de la Casa de Contratación de Indias a dicha ciudad desde Sevilla en 17145. Las reformas supusieron una importante inversión en construcción naval, formación técnica de los marinos, adquisición de nueva tecnología y formación de políticos y diplomáticos en estrategia y derecho naval. En las instrucciones del borrador de Patiño de 1717 para la escuela, se puede leer:

4. Pimentel, Juan. Jorge Juan, Mutis, Malaspina, viajeros científicos: tres grandes expediciones al Nuevo Mundo. Madrid: Nivola, 2001. p. 25. 5. González, Francisco J. La marina y la ciencia en la España del siglo XVIII: Jorge Juan, Vicente Tofiño y Alejandro Malaspina. En: García, Manuel-Reyes. La Armada española en el siglo XVIII. Ciencia, hombres y barcos. Madrid: Sílex, 2012. p. 12.

[D]esde el día 1º de abril hasta el día último de marzo… obligación de los Oficiales, Marinos y Guardias Marinas de asistir indispensablemente en los seis meses primeros desde las ocho de la mañana hasta las diez en las salas de las matemáticas a oír las materias que el Catedrático les explicare… por la tarde… acompañados de su oficial de la Academia… los ejercitará una hora en el manejo del fusil y evoluciones militares… terminado el ejercicio del fusil, pasarán a la sala de construcción de bajeles… en donde el maestro les explicará el uso práctico de la construcción y maniobra de las naos… Las horas de estudio y demás ejercicios en unos y otros seis meses deberán ser iguales.6 En el mismo documento, en las instrucciones referentes a los «maestros», se lee como, además de «Maestros de Mathematicas», había «Maestro de Armas», «Maestro Constructor», «Maestro para Maniobra», pero también «Maestro Fabricador de Ins6. «Instruzion para el Govierno Educacion, enseñanza y servicio de los Guarda Marinas, y obligazion de sus Ofiziales y Maestros de facultades». AMN, Ms. 2423, doc. 1, ff. 8v9.

trumentos Matemathicos» y hasta un «Maestro de Danza».7 Como se puede observar, el plan de reforma de la armada implicaba un plan integral de instrucción y formación científica y caballerosa, buscando la formación de nobles ilustrados del mar, con un sentimiento de equiparación a los usos y conocimientos de países rivales, mucho más acordes con el tópico historiográfico de la Ilustración8. De hecho, 7. «Instruccion para el Govierno educación, enseñanza, y servicio de los Guardias marinas, y obligacion de sus oficiales y maestos de facultades». AMN, Ms. 1118, doc. 2, pp. 43-48. 8. Aunque hasta que Kant no se preguntó en un ensayo de 1748 ¿Qué es la Ilustracion?, no quedó fijado el tópico filosófico e historiográfico, la revolución de las ideas y la técnica en que se habían afanado los grandes imperios, monarquías, repúblicas y estados comerciales del occidente Europeo habían convertido en moneda común la referencia a las lumières, aufklärung, illuminismo, enlightenment o las luces para expresar la superación de las supersticiones y el triunfo de la razón como apoteosis del Estado y el buen gobierno, que protege y alecciona a sus súbditos y desafía los límites de la naturaleza; no obstante, con la delantera de Francia y Gran Bretaña, y haciendo gala de las enormes diferencias regionales que muestran la gran diversidad de paradigmas en juego, y que impiden definir un proceso unívoco. Shapin, Steven. La revolución científica. Una interpretación alternativa. Barcelona: Paidós, 2000. pp. 43-51; Outram, Dorinda. The Enlightenment.

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la Corona se vio obligada a recurrir a la contratación de técnicos extranjeros, introduciendo las nuevas disciplinas científicas a través del Ejército y la Marina9. Ello se debe tanto a las acuciantes necesidades defensivas y a la política agresiva de aquellos años en el Mediterráneo10, como a la ausencia de instituciones académicas equiparables a las de Londres o París, estando hasta entonces toda la labor educativa y de las ciencias en manos de la Iglesia. A pesar de que los jesuitas de instituciones como el Colegio Imperial de Madrid, fundado en 1625, ya habían separado de la «filosofía» lo que ellos llamaban «matemáticas mixtas»11, en2ª edición. Cambridge: Cambridge University Press, 2010. pp. 1-6; Pazzis Pi Corrales, Magdalena. Armada y ciencia: el pulso cotidiano de las expediciones científicas. En: García (2012). Op. cit., p. 29. 9. «Es lo que algunos autores han descrito como la militarización de la ciencia». González (2012). Op. Cit., p. 11. 10. Jover, José María. Política mediterránea y política atlántica en la España de Feijoo. Oviedo: Universidad de Oviedo, 1956. pp. 7-11. 11. Y de enseñar la música matemáticamente desarrollada por Francisco de Borja y Antonio Possevino en el siglo XVI; la óptica o perspectiva cuyo estudio iniciara el padre Juan Bautista de Villalpando y ampliara con sus conocimientos de astronomía Christoph Scheiner; la cosmografía desarrollada ampliamente por Cristopher Cla-

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cargadas de explicar los fenómenos del mundo «corruptible»12, sin embargo, salvo notables excepciones, los eclesiásticos españoles –como muchos jesuitas franceses que publicaban las Mémoires de Trévoux13–,bajo el estricvius, Juan de Mariana y otros jesuitas; la estática, antecesora de la física de sólidos y fluidos, estudiada por Giuseppe Biancani, Clavius y Villalpando; o la maquinaria o arquitectura general, que incluía la construcción de edificios, obras de ingeniería, relojes de agua, bombas, norias y molinos Valverde, Nuria. Un equilibrio. Jorge Juan (1713-1773). Madrid: Marcial Pons Historia, 2012. pp. 24-26. 12. Teniendo en cuenta que desde las observaciones de Tycho Brahe, importantes en la génesis del pensamiento de Newton, al descubrir una nueva estrella en Casiopea, acabó con la aceptación general de la cosmología aristotélica, que dividía el universo entre el mundo sublunar, mutable y corruptible y el mundo astral, eterno, puro e inmutable. Moles, Mariano. Claroscuro del Universo. Madrid: CSIC/Catarata, 2008. p. 19. 13. La Compañía de Jesús, con su red de colegios y la publicación periódica de las Mémoires de Trévoux, aun interesada en las ciencias experimentales y encargada de la educación de las elites, incluso con menores dificultades que en España para expresar ciertas ideas, fue un gran obstáculo en todo el continente europeo para la penetración de las ideas de Newton revestidas de un evidente panteísmo anglosajón. Por ello, en Francia fueron defensores durante un tiempo de las tesis cartesianas. No obstante, jesuitas como el padre Burriel, serian mediadores cruciales para esquivar

to control inquisitorial no podían enseñar los nuevos modelos teóricos que criticaban los dogmas de la cosmología escolástica. Ello forzó a la creación de nuevas vías educativas que permitieran la entrada de las nuevas técnicas al servicio del Estado, siendo las instituciones militares las más dispuestas a ello por fuerza de la necesidad política14.

La creación de un proyecto: Newton contra Descartes El proyecto en sí, y la situación que favoreció su realización y las cédulas de Felipe V para llevarlo a cabo, tiene ramificaciones que llevan al gran debate científico y hegemónico del momento en Europa, la diatriba entre cartesianos y newtonianos. Desde que Colbert en 1699 encargase a Jean Picard la tarea aun abstracta de hacer físico el dominio de Luis XIV sobre su Estado, es decir, un nuevo mapa de Francia, la cartografía tomó un nuevo sentido. El empleo de la triangulación, siguiendo los ataques de la Inquisición y permitir la publicación de las obras sobre la expedición en España. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., pp. 48, 56, 226. 14. González (2012). Op. Cit., p. 11.

el análisis cartesiano del plano, confirmó el poder de la medición empírica para ordenar y representar el mundo, aunando razón y naturaleza en la mente de los geógrafos. La mesure de la terre (1671), dio un fin político y un espíritu nacional a la Académie de sciences15. Giovanni Domenico Cassini tomó 15. Juan Pimentel explica la noción de ciencia predominante en España a través de la voz de «física» en la Edad Moderna, que para el polígrafo valenciano Mayans era «el conocimiento del cuerpo sensible por sus afectos y propiedades sensibles». Esta visión de lo sensible se aplicaba indistintamente para estudios del territorio, filosofía natural y demás campos en los que se insistiese en el estudio de lo visible y tangible, tanto en lo orgánico (mutable, corruptible y degenerable) como en lo material (cuantificable y mensurable). Pimentel, Juan. «La física de las cosas de España. Ciencia y representación de la nación que se quería ilustrada». En: Fernández Albadalejo, Pablo. Fénix de España. Modernidad y cultura propia en la España del siglo XVIII (1737-1766). Madrid: Marcial Pons Historia, 2006. pp. 270-271. Igualmente, se puede ver también en Hobbes cómo la multiplicidad de sujetos que la idea de lo corpóreo tenía en la Edad Moderna, está detrás de los sentidos y simbolismos metafóricos que llevan tanto a la concepción de los cuerpos celestes como del corpus de la naturaleza e incluso del conocimiento, el cual no estaba separado de aquél del poder. No sólo una visión mecanicista de la sociedad producía una visión mecanicista de la naturaleza, evidente en Hobbes tanto en su teoría política como en sus estudios

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el relevo de Picard, perfeccionando las técnicas de triangulación con la observación astronómica. De este proyecto y otros, empezaron a proliferar cartapacios de observaciones y mediciones dispersas, que por otro lado, evidenciaban la impericia de los artesanos en alcanzar la exactitud cartesiana requerida en los instrumentos, para lograr la conexión de puntos geodésicos que permitiesen un grado aceptable de verdad. De los errores e incongruencias, sin embargo, surgieron problemas que la imaginación y la práctica experimental solucionaron. Los experimentos de Huygens, Richer y Cassini, permitieron la aparición de conceptos como la paralaje solar, la refracción, la oblicuimatemáticos en De corpore (1665), también, como señala Pimentel, el valenciano Juan Bautista Berni en su Filosofía Racional y Natural (1736), afirmaba que «En nombre de naturaleza se debe entender el compendio de todas las cosas corpóreas y materiales», viéndose la polisemia del concepto de cuerpo y la influencia del orden social y político en la ciencia; Norbert Elias sagazmente, al parafrasear a Auguste Comte identifica las «legalidades, estructuras o interrelaciones funcionales» que conforman el discurso científico y que emanan de otros muchos saberes. Hobbes, Thomas. El tratado sobre el cuerpo. Rodríguez Feo, Joaquín (ed.). Madrid: UNED, 2009. p. 14; Elias, Norbert. Sociología fundamental. 2ª reimpresión. Barcelona: Gedisa, 2008. pp. 44-45.

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dad de la eclíptica terrestre, la fuerza centrífuga o el efecto de cicloide en los movimientos circulares. Fue gracias a estos hallazgos como se establecieron estándares de medidas –la toesa– y patrones de unidad16. Isaac Newton, al tanto de todos los avances, tuvo el privilegio de contar con la mayor obsesión medidora de la historia, a la hora de contrastar los datos para reajustar y al final sustituir por otra nueva las cosmovisiones de Kepler y Descartes, las principales que desafiaron la física aristotélica tras el heliocentrismo de Copérnico. Si bien los Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (1687) de Newton fueron el gran andamiaje teórico de la nueva física gravitatoria, basada en la extrapolación de cálculos infinitesimales capaces de explicar la dinámica de los grandes cuerpos celestes a través de la más detallada observación, el inglés ya había comenzado a com16. Gracias a la constatación de que un péndulo isócrono varía la longitud de su cuerda según cambia la latitud para mantener una oscilación completa de 2’’, se llegó a la conclusión de que la presión, o fuerza o pesanteur que ejercía la tierra sobre los cuerpos no obedecía a la equidistancia de una esfera, obligando a repensar la forma de la Tierra. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., pp. 18-22.

batir a Descartes antes a través del estudio del color y el uso del prisma17. Sus observaciones hacia 1670 sobre las distintas refrangibilidades de los rayos de luz, antecedente del estudio de las longitudes de onda y la amplitud de frecuencia –que en el siglo XX desembocarían en la dualidad corpúsculo-onda de Einstein18–, se basaron tanto en los experimentum crucis de Boyle y la Micrographia de Hooke, como en la obsesión cortesana con los juegos de luces y los prismas, que llevaron al filósofo natural de Cambridge, como Jorge Juan y su afán de hacerse acopio de instrumentos19, a contactar

con los mejores vidrieros de Inglaterra para reproducir una infinidad de experimentos. De estos comportamientos, observando la proyección oblonga de la luz al pasar por un prisma colocado de tal forma que la haz se difractase simétricamente20, extrapoló conclusiones de las dinámicas de los cuerpos y los fluidos, que apoyados en observaciones realizadas por Richer, Halley, Des Hayes, Picard, Couplet o Huygens, no sólo contribuyeron a la teoría de la gravedad, sino a la de la forma de la Tierra que tan encarnizadamente afectó a los cartesianos de la Académie de París.

17. Schaffer, Simon. Trabajos de cristal. Los prismas de Newton y los usos del experimento. En: Schaffer, Simon. Trabajos de cristal. Ensayos de historia de la ciencia, 1650-1900. Pimentel, Juan (ed.). Madrid: Fundación Jorge Juan y Marcial Pons Historia, 2011. pp. 84-85. 18. Publicando en Una nueva determinación de las dimensiones moleculares (1905) su explicación del efecto fotoeléctrico, un largo recorrido desde las primeras conclusiones de Newton pasando por la espectroscopia de Kirchkoff, la demostración de la naturaleza ondulatoria de la luz por Thomas Young y el comportamiento de las ondas electromagnéticas de Maxwell. Tipler, Paul A., Mosca, Gene. Física para la ciencia y la tecnología, Vol. 2. 5ª edición. Barcelona: Reverté, 2005. pp. 927-928. 19. Además de su misión de espionaje político e industrial que referiremos más adelante,

se puede observar en la documentación del Archivo del Museo Naval de Madrid la preocupación del noveldense de por ejemplo, la adquisición de «Los instrumentos y libros que por orden de V.E. de 16 de diciembre de 1752 y 27 de mayo de 1753, mandé venir de Londres y París», AMN, Ms. 812, doc. 9, f. 44. Así como en el magnífico inventario de tiempos de la dirección de la Academia de Cádiz por Vicente Tofiño, de entre los muchos y curiosos objetos, se hace referencia expresa a «Un cuadrante de círculo de 2’’ de arco ordinario sin graduar, que dio el Excmo. Sr. D. Jorge Juan», AMN, Ms. 1181, f. 260. 20. Schaffer, (2011). Op. Cit., pp. 86-89.

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La figura de la Tierra y el lugar de la Corona española en ella Newton alcanzó la hipótesis de que la Tierra debía ser un esferoide oblongo achatado por los polos, debido tanto a las observaciones de Júpiter por el telescopio, como a la inclinación del eje que explica la inclinación de la eclíptica respecto a la ascensión recta del Sol. También, por su teoría de la fuerza centrífuga a la que estaban sometidos los fluidos en rotación, proponiendo la explicación teórica de dos canales de agua imaginarios, uno en dirección a los polos y otra perpendicular al Ecuador. Por la fuerza centrífuga el peso de la masa perpendicular al Ecuador se reduciría, rompiendo el equilibrio hidrostático de ambas conducciones, lo que implica la necesaria mayor longitud del eje que corta el Ecuador. Huygens, que en principio rechazaba la atracción mutua de los cuerpos en que se basaba la gravedad de Newton y la fuerza centrífuga, creía en la pesanteur natural que hace que todo cuerpo tienda hacia un centro. Para el caso, su noción de peso –heredada del connatus cartesiano–, le sirvió para sus mediciones con un péndulo isócrono, dándose cuenta que la reducción de la 406

cuerda necesaria para completar una oscilación de 2’’, variaba según la posición en el meridiano. Por sus mediciones y su teoría de la pesanteur, según su creencia en la presión del éter, éste generaba ese connatus hacia el centro, que era contrarrestado por la vis centrífuga21 del giro, generando una resultante perpendicular a la superficie terrestre que hacía permanecer al giro constante. En resumen, que aceptando la hipótesis de los canales imaginarios, sus fuerzas producían el mismo tipo de equilibrio hidrostático que el propuesto por Newton, concluyendo que 21. Durante el período que duraron las tensiones entre el sistema de Descartes y la aceptación general de la físico-teología newtoniana, ilustres matemáticos como Huygens, ‘s-Gravesande o Musschenbroek, incluso declarándose newtonianos como ‘s-Gravesande, alegaban, junto con Leibniz, que Newton confundía las fuerzas con el movimiento, y defendían la existencia de las forces vives, entendiendo la fuerza como una propiedad inherente a la materia y con ello, declarando la dinámica de fuerzas de Newton errónea. Kant escribiría en 1747 que la conclusión de Leibniz de que la fuerza es proporcional al cuadrado de la velocidad del objeto en movimiento era, esencialmente, falsa. Israel, Jonathan I. Enlightenment Contested. Philosophy, Modernity, and the Emancipation of Man 1670-1752. Oxford: Oxford University Press, 2006. pp. 215-216.

la Tierra debía ser un esferoide22. Por el contrario, la memoria que publicó Mairan de la Académie des sciences de Paris en 1722, aceptando las medidas de Cassini como lo suficientemente fiables –lo que ponían en duda Delisle y muchos otros–, adujo una teoría cartesiana ad hoc sobre las «refracciones» de las capas del interior de la Tierra para cuadrar las medidas de Cassini con las del péndulo, dando como resultado que la tierra era oblonga, pero achatada por el Ecuador. Así se restablecían elementos casi en desuso de la teoría cartesiana como los torbellinos23, con el apoyo del pre22. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., pp. 22-25. Jorge Juan da una completa explicación de los modelos históricos de formas de la Tierra e intentos de medirla, empezando por Eratóstenes e incluyendo, entre otros los modelos de Newton, Huygens y los Cassini, en la introducción de sus «Observaciones». Juan, Jorge, Ulloa, Antonio de. Observaciones astronomicas, y phisicas… En Madrid. Por Juan de Zuñiga, Año M.D.CC.XL.VIII. (1748). BNE, Fondo Antiguo, Gmg 448, Biblioteca Digital Hispánica [recurso electrónico] http://bdh.bne.es/bnesearch/CompleteSearch. do?field=todos&text=Jorge+Juan+observaciones&showYearItems=&exact=on&textH=&advanced=false&completeText=&pageSize=1&pageSizeAbrv=30&pageNumber=2, pp. J-XXVIIJ. 23. Fontenelle escribía en 1729: «El movimiento anual de todos los Planetas, sin

sidente de la Académie Fontenelle y otros ilustres académicos, haciendo gala de una defensa obstinada y previsiblemente política de estas tesis y el cartesianismo –de hecho la Académie des sciences dependía directamente de la Maison du Roi. La crítica a este intento de imponer una versión oficial con unas medidas que, como reflejaba Delambre, ofrecían tal dispersión que entre las varias series de mediciones los errores ascendían a 150 toesas, de tal forma que «esta medida era demasiado imperfecta para poder concluir la figura de la Tierra», no se hizo esperar. El marqués de Poleni publicó en 1733 un artículo en el Journal de la Republique de las Lettres, reflejando la diferencia de 777 toesas entre los cálculos sobre la longitud media del grado de meridiano de Newton y los resultados de Cassini, proponiendo que una nueva campaña de medición con mejores medios y metodología, seguramente ayudaría a corroborar una excepción, siempre dirigido de Occidente a Oriente, es una de las pruebas más sólidas de los torbellinos de Descartes. Nada es más natural, ni más conforme con la razón exacta, que concebir que esta dirección es común a todos los Planetas porque es la de un gran fluido que gira alrededor de un centro y que a todos los arrastra». . Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., p. 37.

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teoría o la otra24. A pesar de los intentos de Cassini de defender su trabajo, el artículo que también en 1733 publica Maupertuis, demostrando una posibilidad algebraica de medir la relación entre los ejes mayor y menor del supuesto esferoide –con precisiones añadidas de Clairaut y Bouguer– dejaba el problema completamente abierto25, y unas inmensas ganas de llevar a cabo un nuevo plan de mediciones. Para cuando Maurepas, Secretario de Estado francés, tomó cartas en el asunto sobre la propuesta de Luis Godin de medir un arco de meridiano en el Ecuador, la rivalidad entre Londres y París también había alcanzado un punto álgido. La conclusión teórica 24. Ibídem, p. 57. 25. En desacuerdo con las tesis de Mairan y ya con conocimientos de las matemáticas de Leibniz y de Newton, siguiendo cálculos de Bernouilli, Maupertuis, por cálculos puramente algebraicos, dio con una fórmula que, independientemente de los valores introducidos, daba una relación entre los ejes terrestres que hacían la Tierra un esferoide achatado por los polos. Así mismo, en su obra llegó a afirmar que, hasta que supiese verdaderamente qué era la fuerza de la atracción, las pruebas que había hasta la fecha eran suficientes como para hacer uso de la teoría gravitatoria de Newton. Terrall, Mary. The Man Who Flattened the Earth. Maupertuis and Sciences in the Enlightenment. Chicago: The Chicago University Press, 2002. pp. 55-57.

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de Newton de que la tierra era un esferoide oblongo, junto con la intransigencia del cada vez mayor número de académicos y pensadores en defender la gravedad, fustigaron la obstinación de los cartesianos parisinos. La obra de Jacques Cassini –hijo y colaborador de Giacomo–, De la grandeur et la figure de la terre (1722), con los resultados en toesas de una gran medición del meridiano entre París y Dunquerque, había terminado de centrar el debate en la figura terrestre. Clairaut, que junto con Maupertuis y La Condamine pronto engrosaría el grupo de los newtonianos más militantes de la Académie26, observó que la adopción 26. Los newtonianos «jóvenes geómetras» de los que dijese d’Alembert fueron «los que han decidido la suerte de las dos filosofías», y que criticaron la exactitud de las mediciones de Cassini y la defensa de las mismas de Fontenelle, presidente perpetuo de la Académie des sciences, fueron figuras como Clairaut, Maupertuis y La Condamine, que a su vez pertenecían al círculo patrocinado por Mme. de Châtelet junto a Voltaire, Algarotti y Koening, hostigando a los medios académicos parisienses. Ibídem, pp. 48-50. Como refiere Pimentel, «desde el equilibrio constitucional de los latitudinarios en la Inglaterra de la Restauración hasta la modernización de la Armada, pasando por las sucesivas campañas volterianas, imperiales o criollas, ser newtoniano significo más, mucho más que abrazar una manera de interpretar y ver la caída de los

de la triangulación sobre el método de las estacas longitudinales, tenía su principal razón de ser en asumir que la tierra no era esférica, ya que en dicho caso las dos formas de medir no eran equivalentes. Ello alteraba completamente los datos de Cassini, que usó ambos métodos, e introducía la teoría del esferoide de Newton como hipótesis de trabajo para dar validez al propio método empírico. Delisle, astrónomo y maestro de Godin, al proponer la medición del paralelo entre Saint Malo y Estrasburgo para compararlo con las mediciones de Cassini –buscando la relación entre los ejes polar y ecuatorial de la tierra– afirmó: «está claro que no es posible concluir de lo que se ha observado, lo que no se ha observado»27. Los errores

típicos de medición, cuya acumulación por la poca precisión de los artefactos desvirtuaban considerablemente la verosimilitud de los resultados, junto con la afirmación anterior, muestran el clima que acabó convirtiendo las expediciones de medición en una ordalía para verificar si la hipótesis newtoniana se podía demostrar. Voltaire, encendido newtoniano en contacto con los «jóvenes geómetras» de la misma filiación en París, escribiría burlonamente: «Los viajes al extremo del mundo, para confirmar una verdad que Newton había demostrado en su gabinete, han dejado dudas sobre la exactitud de las medidas»28. Bajo estas premisas la propuesta de Godin, con el apoyo del aventurero La Condamine29 y el círculo de Mauper-

graves, la descomposición de la luz o la forma de la tierra». Pimentel (2006). Op. cit., p. 269. Jonathan Israel habla de cómo el newtonianismo supuso una revolución a gran escala, no sólo en la física y la astronomía, sino también en la filosofía, la religión y cualquier empresa erudita, atribuyendo sus seguidores al ídolo, un logro sin parangón en su método escrupulosamente inductivo, así como en su aversión al desafortunado «amor por los sistemas» que habría constituido la ruina de Descartes, Spinoza, Mallebranche y Leibniz. Israel (2006). Op. Cit., p. 201. 27. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., pp. 3435.

28. Ibídem, p. 194. 29. Charles-Marie de la Condamine, formado en el Liceo Le Grand de París en humanidades y matemáticas, con gran interés por la química. Ya en 1719, alistado en el Ejército, participó en el asedio de Rosas durante la Guerra de la Cuádruple Alianza contra España. Se vio envuelto con su padre (recaudador real de impuestos) en la burbuja de la Compañía del Misisipi perdiendo la fortuna que amasaron, y recuperándola con la inversión de bonos del Estado emitidos por el banco de John Law en lotería, junto con su amigo Voltaire. Fue admitido en la Académie des sciences en 1730 como químico adjunto, logrando fon-

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tuis, sería atendida. Ya en 1733 se eleva a Maurepas la idea desde la Académie después que Maupertuis, en su memoria «Sur la figure de la Terre y sur les moyens que l’Astronomie et la Geographie fournissent pour la determiner» señalara la conveniencia de medir un arco de meridiano en el Ecuador para luego escribir Godin la memoria definitiva, señalando la idoneidad de Quito30, y que leyó en sesión ante los acados para una campaña en el Mediterráneo junto con el corsario René Duguay-Trouin, que escoltaba buques mercantes franceses. Hasta 1732 se dedicó a hacer mediciones astronómicas y geográficas y a tomar notas de la naturaleza y el paisanaje del Mediterráneo oriental, embarcándose sin dudar en el proyecto de Godin a su vuelta. Luis Godin, con 29 años cuando fue admitido en la Academie, se licenció en leyes antes de ingresar en el Collège Royale para dedicarse a la astronomía, lo que le valió para entrar en la Academie de sciences como una joven promesa. Ferreiro, Larrie. Measure of the Earth. The Enlightenment Expedition that Reshaped Our World. Nueva York: s.e., 2013. pp. 46-49. 30. Señalaba Du Fay en nombre de la Académie que «Después de haber examinado con atención todos los parajes donde puede ponerse en práctica su intento, hallan que ninguno es mejor que América… el paraje que parece más adecuado e inmediato a Europa a este fin son las costas del Amazonas hacia la desembocadura del río de este nombre… que sólo la costa del Perú parece que pueda prometer para el intento referido todas las ventajas y comodidades

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démicos. Fleury y Luis XV le dieron el empujón final disolviendo las dudas en el seno de la institución. En marzo de 1734 el embajador francés en España, Levesque de Champeaux, entregó la solicitud de la Académie des sciences para poder hacer el viaje al Reino de Quito, ofreciendo garantías de no introducir ninguna mercancía ilícita, así como el propósito de cartografiar las rutas por las que transcurriera la misión31. La acogida de Felipe V fue entusiasta, apremiándose en escribir a París que España colaboraría: Con sus caudales y trabajos toda la parte en esta grande obra, que bastase a asegurar su ejecución contra los peligros de la guerra, y contra las contingencias de mar y tierra; y que al mismo tiempo fuese un solemne testimonio de su consideración por la Francia y por la Academia32.

que se pueden desear». Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., pp. 85-86. 31. Juan Santacilia, Jorge, Ulloa, Antonio de. Noticias secretas de América. Ramos Gómez, Luis J. (ed.). Madrid: Dastin Historia, 2002. pp. 7-8. 32. BNE, Ms. 8.428, f. 26. Aparece en: Guillén (1973). Op. Cit., pp. 7-8.

José Patiño remitió el documento de la Académie al Consejo de Indias, donde se elaboró un informe en el que el Cosmógrafo Mayor de Indias, Carlos de la Reguera, ponía como condición esencial el envío de dos españoles «inteligentes en matemáticas y astronomía», tanto para asistencia de las labores científicas como para evitar el comercio ilícito, especificando que debían dar cuenta periódica de sus actividades ante las autoridades de las regiones en las que se establecieran, dando relación de «las noticias adquiridas por los puertos, fortalezas y demás disposiciones de aquellos países»33. Como veremos posteriormente, no fueron muy efectivas las cautelas ni sinceras las promesas francesas, siendo el comercio ilícito parte de la expedición El Consejo de Indias da su aprobación final, aún con quejas sobre los privilegios dados a los franceses, protegidos por un rey con ansias de mecenazgo; así mismo, antes incluso de la aprobación personal de Felipe V, el embajador francés escribía que «ha asegurado (Patiño) que su petición estaba concedida, que no se trataba más que de darle forma a esta disposición»34. 33. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., p. 88. 34. Ídem.

Quedaba por dilucidar entonces quiénes serían los dos españoles elegidos para la misión, lo que causaba inquietud en Francia por las dilaciones. Patiño al final decidió dejar en manos de la Real Audiencia y Casa de Contratación de Indias la selección de dos guardiamarinas de la joven escuela de Cádiz. Jorge Juan y Santacilia35 fue elegido 35. Natural de Novelda, caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén y comendador de Aliaga gracias a su tío fray Cipriano Juan y Canicia, también de la Orden y bailío de Negroponte, comendador de Mirambel y recaudador de la Castellanía de Amposta en la lengua de Aragón. Fue muzzo o paje de la Orden en la isla de Malta, en tiempos del gran maestre portugués António Manoel de Vilhena. AHN, Órdenes Militares-San Juan (pruebas), Leg. 24.454. La formación que la Orden de San Juan daba a sus pajes, en gran medida en manos de jesuitas, no era nada desdeñable, incluso una de las mejores que se podían recibir a comienzos del siglo XVIII, con un significativo adiestramiento tanto matemático y filosófico como físico y mental. Si bien no a la vanguardia científica de Londres o París, debían cumplir servicios de enfermería y «correr caravanas» durante seis meses en una galera o un año en un buque, dedicándose al comercio y a la captura de barcos y prisioneros berberiscos, una formación práctica única en Europa. Cuando terminó su formación en La Valetta a los 16 años, Jorge Juan se dirigió directamente a Cádiz con ansias de ingresar en la Real Escuela de Guardias Marinas. Como guardiamarina haría prácticas en la expedición a Orán de 1732 y en las maniobras en Italia en

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junto a José García del Postigo, quien embarcado en otra misión tuvo que ser sustituido finalmente por Antonio de Ulloa de la Torre-Guiral36, de 18 años –Jorge Juan tenía 21 entonces–, dos prometedores aunque bisoños marinos con conocimientos de matemáticas considerables, sobre todo Jorge Juan, pero lejos del nivel académico francés. 1733, con motivo de la Guerra de Sucesión de Polonia. Soler, Emilio. Viajes de Jorge Juan y Santacilia. Ciencia y política en la España del siglo XVIII. Barcelona: Ediciones B, 2002. pp. 26-27. 36. Sevillano de nacimiento, hijo de un caballero veinticuatro del ayuntamiento de Sevilla y gentilhombre de boca de Su Majestad –dada la estancia en Sevilla de Felipe V–, fue embarcado a los 13 años en el buque insignia San Fernando, experiencia tras la que tramitó su ingreso en la Armada como aventurero, en lugar de sentar plaza con carta-orden en la Escuela de Guardias Marinas al modo de Jorge Juan. En 1730 embarca en el mismo navío en la flota del Marqués de Torre Franca, con destino a Cartagena de Indias, coincidiendo con el maestro de cadetes y alférez de la Escuela de Guardias Marinas, Juan José Navarro. Ya se había formado en la academia de matemáticas del Colegio Mayor de Santo Tomás con el dominico fray Pedro Vázquez Tinoco. Navarro lo acogió como su mentor y en 1733 presentó examen, logrando ingresar en la Academia de Cádiz. Su bautismo de fuego lo recibiría escoltando un convoy de tropas para la campaña de conquista de Nápoles del infante don Carlos, derrotando a fuerzas austríacas. Guillén (1973). Op. Cit. pp. 26-29.

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Ante el ascenso repentino de los dos a tenientes de navío por decisión de la Escuela y Patiño37, La Condamine, que no obstante no era el más sabio de los franceses, escribiría con sarcasmo que, ante su ayuda «como geómetras y astrónomos. No sé qué es lo que se les guarda para su regreso, pero tan pronto fueron escogidos, pasaron de guardiamarinas a tenientes de navío»38. Los mayores avales para semejante expedición serían, a saber, toda una política científica puesta en marcha en Francia para llevar a cabo todas las mediciones posibles; el Tratado de El Escorial entre Francia y España que supuso una alianza defensiva y mayor laxitud a la entrada de franceses en América39; la rivalidad con Ingla37. «Para granjearles una consideración exterior que, en realidad, no hubieran necesitado, y de poco les sirvió, antes de embarcarse rumbo a América, por cédula de 3 de enero de 1735, se les ascendió a tenientes de navío, empleo inmediato inferior al de capitán de fragata o teniente coronel, y que requería el pasar antes, sucesivamente, por los de alférez de fragata, alférez de navío y teniente de fragata». Guillén (1973). Op. Cit., pp. 34-35. 38. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., pp- 9498. 39. España firmó con Francia el Tratado de El Escorial o Primer Pacto de Familia en 1733, siendo nombrado el infante don Carlos general de las tropas españolas en Italia, en

terra tanto científica por parte de los cartesianos, como moral para toda la Académie francesa; y no menos importante, una Corona española acuciada por la rivalidad con la Compañía de los Mares del Sur británica, tras los conflictos sobre el Tratado del Asiento y el Navío de Permiso40, y necesitada el contexto de la Guerra de Sucesión de Polonia. Aunque el final del conflicto provocaría nuevos acuerdos además de la subida de don Carlos al trono de Nápoles, supuso un período de colaboración con Francia en el que Inglaterra se consolidó como la gran rival de los intereses españoles. Béthencourt-Massieu, Antonio. Relaciones de España bajo Felipe V. Del Tratado de Sevilla a la guerra con Inglaterra (1729-1739). Las Palmas: AEHM, 1998. pp. 253-258. 40. Las relaciones con Gran Bretaña eran complicadas por lo que los británicos consideraban malas prácticas de los españoles. Dichos malos usos eran los efectos de las reformas de la Armada hechas por Patiño, logrando un aumento de capturas de barcos ingleses, considerados de contrabando por los españoles, más de 180 navíos entre 1713 y 1731 y en aumento en años posteriores. Los ingleses lo consideraban una obstrucción de su comercio legítimo en América. Cerdá Crespo, Jorge. Conflictos coloniales: la Guerra de los Nueve Años 1739-1748. Alicante: Universidad de Alicante, 2010. pp. 24, 34-35. No obstante, la presa de barcos ingleses y de otras nacionalidades por sospechas de contrabando, a menudo de forma indiscriminada, se convirtió en un negocio lucrativo, revendiéndose luego las mercancías en América, amparados en la política española de mare clausum. El

de evaluar la situación de los puertos de América, su seguridad y el estado de su comercio, además de las ansias políticas y militares de participar en la carrera científica, viéndose como una magnífica ocasión de aprendizaje sobre lo que se hacía en la Académie des sciences de Paris. También, había una voluntad de regeneración institucional respecto a la formación científica, lo que dejó fuera a otros matemáticos españoles más ilustres pero menos versados en las nuevas teorías, además de ser la formación naval considerada como necesaria, dados los amplios horizontes de la misión41. El cardenal mercantilista navarro Jerónimo de Uztáriz sería contrario a la política comercial que apoyaban las reformas de Patiño, por no proteger los productos nacionales en la Carrera de Indias. Delgado Rivas, Josep M. Dinámicas imperiales (1650-1796). Barcelona: Edicions Bellaterra, 2007. pp. 106-137. 41. Había una clara voluntad de mejoría civil, aunque a través de la militarización de la ciencia y con la ausencia de una Academia de Ciencias propiamente –la cual podría haber albergado el edificio de Villanueva que hoy día contiene el Museo del Prado. No obstante, en estos años se fundaron las instituciones científicas que prosperaron con Carlos III, impulsándose la Geografía, la Astronomía, la navegación, la Botánica, la Zoología, la Hidrografía, la Cartografía y la Mineralogía. Pimentel (2006). Op. Cit., pp. 269-270; Pazzis Pi Corrales (2012). Op. Cit., p. 30.

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Fleury, Primer Ministro de Luis XV, se implicaría al modo de Colbert, tomando cuerpo en 1735 el grupo de académicos expedicionarios con Godin a la cabeza. Los objetivos que permitieron la autorización española se expresan en una de las cédulas de Felipe V: [Q]ue siendo necesario hacer debajo del mismo Ecuador algunas observaciones Astronómicas, y medir allí los grados de longitud, por donde fácilmente se inferirá la forma exacta de la Tierra, y justa la medida de los grados del Paralelo, les parece que sólo en la costa del Perú se podrán prometer sin graves inconvenientes para el intento referido todas las ventajas que se puedan desear, proponiéndoos los referidos Astrónomos… harán las prevenciones necesarias para hacer sus observaciones en las cercanías de esa ciudad eligiendo una porción del Ecuador según se lo permita la comodidad del País, y determinarán la posición exacta de la costa del Perú, lo que podrá resultar en grande utilidad a las navegaciones de los Españoles… concluyendo en que tienen por conveniente se incluyan en este viaje uno, o dos inteli414

gentes para buscar Plantas medicinales y a propósito para la cura de los enfermos del País.42 Felipe V también dejaba claramente designados a los miembros de la expedición y su comitiva como se puede ver en sus cédulas, con el añadido de los enviados españoles: [H]e concedido licencia para el despacho de la fecha de este para que pasen a ponerla en práctica a los tres científicos M. Godin, M. Granjean y M. Lacondamini (sic) para hacer las observaciones Astronómicas del Abad de Lagrive, M. Pimodan, y M. Jussieu para la Botánica y Geometría, y así mismo para que puedan llevar en su compañía dos hombres que necesitan para la mecánica de disponer y componer los instrumentos que hayan menester para sus observaciones, y otras cosas de su alivio y también cuatro criados… y así mismo he resuelto se destinen uno o dos sujetos españoles inteligentes en la Matemática y Astronomía (cuya elección quedo en hacer para 42. Real cédula, Sal Ildefonso, 14 de agosto de 1734, AGI, 133, 17, s.f.

que asistan con los mencionados franceses a todas las observaciones que hicieren y apunten las que fueren ejecutando).43 Los acontecimientos se sucedían rápido mientras el público parisino se agitaba44, entusiasmado con toda la parafernalia de la propaganda, las aventuras lejanas y el enardecimiento de sentimientos de superioridad que la ciencia de las lumières suscitaban. Así, a la par que se difunden las noticias de la aventurera expedición a las Indias Occidentales, Maupertuis45, astróno43. Real cédula, Sal Ildefonso, 14 de agosto de 1734, AGI, 133, 17, s.f. 44. En las tertulias parisinas era ya habitual que se hablase de científicos aventureros, de pueblos lejanos y exóticos y de otras formas de vida, en lugar de asuntos bélicos, políticos o galantes. El público se inmiscuyó en la polémica y los textos publicados, como los del propio Maupertuis, «Examen desinteressé des differens ouvrages qui ont été faites pour determiner la figure de la Terre» con el capítulo «Histoire du Livre» dedicado a explicar el éxito de la empresa, se hicieron con el fin de epatar a lectores y tertulianos. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., p. 63; Terrall (2002). Op. Cit., pp. 154-159. 45. Hijo de un destacado comerciante de Saint Malo, se inició en la filosofía cartesiana en la Universidad de París, tomando luego clases de matemáticas con Guesné, protegido de l’Hôpital, y de música con el compositor de corte Bernier, quien formaba

mo de la Académie des sciences y amigo personal del Secretario de Estado Maurepas, logra apoyo para un plan de medir un arco de meridiano en Laponia. A su proyecto se sumarán ilustres como Clairaut, Lemmonier, Camus y Outhier, uniéndoseles en Suecia Celsius, lo que supondrá un empuje para la ciencia de los países nórdicos deseosos de participar en la pugna por la figura terrestre46.

parte del círculo de café del poeta La Motte al que le incluiría, célebre en París y al que también asistía La Condamine. Esta intensa actividad social e intelectual, Maupertuis la compaginaría con un puesto en los mousquetaires gris que le consiguió su padre, una compañía de la guardia personal del rey que le daría acceso a la corte de Fontainebleau. No menos importante, frecuentaría los salones aristocráticos de importantes damas de la corte, como revelan las cartas de Mme. Geoffrin, Mme. Deffand, Mme. De Graffigny, la marquesa de Châtelet y las duquesas de Saint-Pierre y Richelieu. Gracias al café y los otros círculos lograría su admisión en la Académie y el favor de importantes hombres de gobierno como Maurepas. Terrall (2002). Op. Cit., pp. 16-28. 46. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., pp. 7077.

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Medir y sobrevivir: conflictos técnicos, comerciales, políticos y étnicos Con todos estos ingredientes da comienzo el gran viaje, que para los españoles durará hasta 1746, y para otros como Godin alguna década más, no dejando a ninguno de los participantes indemnes. Es de señalar, que se perciben enormes contradicciones en los relatos de sus protagonistas, individuos que, aun representando la grandeza de dos Estados y el supuesto triunfo de la razón sobre los obstáculos de la naturaleza y la barbarie, no dejaban de sentirse dejados a su libre albedrío ante los desafíos que les planteará tanto América como los conflictos humanos, de corte nacional muchos de ellos, relacionadas las dificultades que les irían surgiendo con los mismos motivos que habían motivado la expedición. Lo primero que cabe dilucidar es, en vista a las propias instrucciones del monarca, y las intenciones que guardaba José Patiño desde la fundación de la Academia de Guardias Marinas de Cádiz, qué fines concretos encerraba el envío de los dos españoles con la expedición francesa, y en qué se convirtieron luego. 416

No hay documentos referentes a las instrucciones que, al regreso de la expedición, se darán a los dos tenientes para labores de espionaje en Europa, consecuencia más bien de todo lo que ocurre durante toda la expedición. Sin embargo, la misión si tenía dimensiones estratégicas de largo alcance según la mentalidad de los ministros españoles, como muestran los documentos. En concreto, en las instrucciones que José Patiño entrega a los dos tenientes de navío y en las cartas referentes al envío del material de la expedición, además de «algunas observaciones Astronómicas para perfeccionar la navegación Indias en General y más particularmente la de los españoles»47, Patiño referirá a Juan y Ulloa que entre sus actividades: Levantarán planos de las ciudades y puertos, con sus fortificaciones, donde hicieren asiento, y se informarán de los términos de su provincia y gobernación, de los pueblos o lugares que contiene, y lo fértil o estéril de sus campos, como también de la inclinación, industria 47. «Año de 1736. Testimonio. De las diligencias y executaciones sobre la remisión de Tres Caxones y Un Emboltorio de Instrumentos…», BNE, Ms. 17.619, f. 1.

y habilidad de sus naturales, y la braveza o joviandad de los indios irreductos, y facilidad o dificultad de su reducción.48 Fue, por tanto, una misión con una extraordinaria variedad de facetas y contratiempos. Para empezar, Grandjean, Fouchy, Pimodan y de la Grive se apearon del viaje por miedo a las penalidades, cubriendo sus vacantes Bouguer y Vergin. El navío francés Le Portefaix salió de Rochefort el 16 de mayo de 1735, llegando a la parte francesa de Santo Domingo el 11 de julio tras parar en Martinica; desde allí tardarían 3 meses en encontrar un barco que pudiese cargar con sus 19 baúles, 16 cajones, 21 cajas y 9 barriles, del cual sólo el 45% eran libros e instrumentos. Se encontrarían con los españoles en Cartagena de Indias el 15 de noviembre, quienes estaban allí desde su llegada el 7 de julio a bordo de El Conquistador 48. Luis J. Ramos Gómez afirma que es este documento el único que podría asegurar la teoría de que existió la encomienda de tareas reservadas. Si bien, él cree que Juan y Ulloa en las «Noticias secretas de América» mintieron sobre las instrucciones para justificar su extralimitación con respecto a los planes de la misión, que no obstante fue bien recibida en España por su enorme utilidad. BNE, Ms. 17.619. Aparece en: Juan, Ulloa (2002). Op. Cit., p. 9.

y El Incendio, acompañados del nuevo Virrey del Perú don Antonio Caamaño y Sotomayor, marqués de Villagarcía, y del recién nombrado obispo de Popayán49. Aun antes de establecerse en Quito, después de tardar varios meses en llegar por contratiempos, y después de haber intentado hacer las primeras mediciones cerca de la localidad de Manta sin éxito, «por ser el país sumamente montuoso y pobladas sus montañas, de árboles tan espesos y corpulentos, que sin otro embarazo más que ellos hacían impracticable la empresa»50, esta primera contravención de 49. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., pp. 94-97. Juan y Ulloa aprovecharon la espera para hacer mediciones astronómicas y de declinación magnética que ya habían empezado durante el viaje, para obtener experiencia de cara al encuentro con los franceses. Jorge Juan escribiría diario de estos meses con detalle de todas las declinaciones, latitudes y longitudes, haciendo perfiles geográficos de las islas a su paso y de la bahía de Cartagena, con un mapa de navegación efectuado por Ulloa. «Diario que el Theniente de Navío Dn. Jorge Juan llevó en el viage, que ejecutó el Navío del Rey nombrado el nuevo Conquistador…». BNE, Ms. 17.619, ff. 1-12v, 90-91. 50. Juan, Jorge, Ulloa, Antonio de. Relacion Historica del Viage hecho de orden de S. Mag. a la America Meridional. Primera Parte, Tomo Primero… Impressa de orden del Rey Nuestro Señor en Madrid. Por Antonio Marin, Año de M.DCC.XLVIII (1748). Biblioteca Digital Hispánica [recur-

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los planes establecidos soliviantó los ánimos de un grupo, cuyas conspicuas personalidades acabarían chocando – sobre todo entre los franceses. La Condamine y Bouguer decidieron separarse de Godin y los dos españoles, que se dirigieron a Guayaquil siguiendo la ruta más practicada. La Condamine decidió adentrarse en el oriente de la región, llegando a la ciudad de Esmeralda; es un detalle a citar porque allí conoció a Pedro Vicente Maldonado, un significativo ejemplo de criollo ilustrado de Quito que, aparte de la Geografía, la Filosofía Natural y las Matemáticas, tenía como obsesión abrir la ruta de Esmeralda para lograr que llegase la administración y floreciese el comercio en el Oriente del territorio de la Audiencia de Quito51. Era ésta una zona con abundante so electrónico]http://bdh.bne.es/bnesearch/ CompleteSearch.do?field=todos&text=Jorge+Juan+y+Antonio+de+Ulloa%2c+relacion+historica&showYearItems=&exact=on&textH=&advanced=false&completeText=&pageSize=1&pageSizeAbrv=30&pageNumber=3. Libro IV, Capítulo I, p. 190. 51. Pedro Vicente Maldonado nació en el seno de una influyente familia riobambeña, recibiendo formación científica de su hermano José Maldonado, un fraile lector de Mallebranche según La Condamine. Además de autodidacta y curioso –prototipo de los aislados ejemplos de Ilustración que se daban entre los criollos– sería un utilí-

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población indígena y, aunque en torno al río Amazonas había un frecuente intercambio de bienes, era también un área hostigada por los traficantes de esclavos, haciendo difícil la permanencia de los colonos52. simo colaborador de los expedicionarios. Había hecho también cursus honorum en la Audiencia de Quito, poseyendo el título de gobernador de la provincia de Esmeraldas que con tanto ahínco quería colonizar, intentando trazar un camino que comunicase el Pacífico con Quito. La Condamine lo elogiaría y daría a conocer en Francia, y Humboldt, en justicia, reconocería su mapa como «el mejor hasta la fecha sobre cualquier posesión ultramarina europea». Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., p. 118. 52. El territorio bajo el gobierno de la Audiencia de Quito, cuyas líneas maestras dieron lugar al actual país de Ecuador (aunque incluía amplios territorios del actual Perú y de la Amazonia brasileña), tradicionalmente ha sido tratado por la historiografía desde el punto de vista de una crisis económica secular. Lo cierto, en atención a testimonios de Requena, Espejo, Velasco, Merisalde y otros criollos ilustrados y preocupados por la mejoría del territorio, aparte de una extremada desigualdad social con un acaparamiento de las rentas por aquellos que controlaban el sistema productivo, con trabajos muy mal pagados cuando no en régimen de mita o esclavitud, lo que había acontecido desde el siglo XVI había sido la decadencia de los telares de la zona de la sierra donde se halla Quito, antaño llamado «el telar de América», tanto por la importación de los textiles castellanos de más calidad, como por la progresiva apertura del comercio de Guayaquil,

Continuarían con las mediciones después de la amonestación del aún presidente de la Audiencia de Quito Dionisio Alcedo, a quien intranquilizaba la libertad de movimientos que se tomaban los franceses53, máxime sabiendo las instrucciones recibidas por real cédula sobre que «manda Su Majestad que sean registrados los cajones y cofres que trajeren consigo para obviar cualesquier introducción en el comercio, sin que les sea permitido que conduzcan en ellos más que lo que necesitan, y los instrumentos de Astronomía y Matemática, y a los gobernadollenándose la zona de productos extranjeros, así como sufriendo la hegemonía de los comerciantes de la vecina Lima que se llevaban parte de los impuestos de Guayaquil. A ello se sumaba el pésimo estado de los caminos y la acuciante necesidad de abrir nuevas rutas. Tampoco faltaban acusaciones como las de Requena contra mestizos e indios por su desidia natural y falta de capacidad de trabajo, entrando en juego los prejuicios europeos y los racismos varios de un territorio donde había una verdadera «pigmentocracia». Ponce Leiva, Pilar. Un espacio para la controversia: la Audiencia de Quito en el siglo XVIII. Revista de Indias. Vol. LII, núms. 195/196 (1992). pp. 842-855. 53. Advirtiendo que «sus trabajos no habían de exceder de las observaciones puramente astronómicas… [ni] apartarse del concurso de los dos oficiales españoles». Juan, Ulloa (2002). Op. Cit., p. 16.

res de los Parajes de las Indias a donde apartaren, que celen y asistan con vigilancia así sobre sus procedimientos»54. Las cartas que iban y venían de la Audiencia de Quito nos muestran, de hecho, que las cautelas de Alcedo estaban más que justificadas, especialmente respecto a La Condamine. Cabe decir que, al margen del acreditado carácter aventurero del francés, los problemas económicos acuciaron desde el principio a la expedición, superándose con creces las expectativas económicas de los franceses. Si Maurepas había garantizado la entrega de 4.000 pesos a la expedición y el embajador francés Champeaux había logrado que los comerciantes gaditanos librasen otros 4.000 en cartas de crédito a cobrar en Cartagena de Indias, de ese dinero, llegados a Quito, apenas les quedaban 327 pesos55. Los españoles, sin embargo, con mayor modestia pero amparados por las autoridades virreinales, contaban con la segura asignación de, en el caso de Jorge Juan «el asiento correspondiente con el goce de sueldo… y en su consecuencia fórmese el respectivo asiento de Teniente de Navío Graduado a D. Jorge Juan 54. Auto en San Francisco de Quito, 12 de febrero de 1737, AGI, Quito, 133, nº 17, s.f. 55. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., p. 94.

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contenido con el sueldo de cuarenta escudos»56; y así mismo «el respectivo asiento de Teniente de Navío Graduado a Don Antonio de Ulloa contenido en él con el sueldo de cuarenta escudos señalado a este empleo»57. La ciencia por tanto acabaría chocando con la supervivencia y los usos controvertidos de La Condamine, que por otro lado explican lo abultado del equipaje que llevaba: [Y] en el referido Real despacho ordena y manda Su Majestad que sean registrados los cajones y cofres que trajeren consigo… sobre cuyo cumplimiento se tiene entendido haberse vulnerado por razón de haberse introducido en esta ciudad porción copiosa de ropa y mercerías para uno de los nominados en dicho Real despacho, conviene a saber D. Carlos de Lacondamini (sic), lo cual con propia negocia56. «Al Teniente de Navío Don Jorge Juan. Real Despacho en que S.M. le concede el Grado y sueldo correspondiente a este empleo. El Pardo, 3 de Enero de 1735». AMN, Ms. 2197, doc. 1, ff. 9v-10. 57. Al Teniente de Navío Don Antonio de Ulloa. Real Despacho en que S.M. le concede el Grado y sueldo correspondiente a este empleo. El Pardo, 3 de Enero de 1735». AMN, Ms. 2197, doc. 1, f. 8.

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ción y público comercio, ha expendido por sí mismo y por medio de otras personas de quienes se valió, como de corredores para este efecto, ocasionando a esta República sin el menor recato el escándalo en que se halla y que trae consigo la pública transgresión de las Reales órdenes, y las malas consecuencias que resultan de estos ejemplares particularmente contra los comercios de estos Reinos.58 El comercio ilícito de La Condomine se hizo sin demasiado recato en sus dos celdas del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús en Quito, que hábilmente había logrado hablando sobre la expedición con el rector Hormaegui y el padre Larraín. Muestra del poder de los jesuitas en Quito es que el francés se dedicó a vender prendas y objetos de lujo traídos de Europa en dichas estancias, saltándose cualquier norma de las cédulas reales: [U]no de dichos Franceses Académicos, quien se hospedó en el Colegio Máximo de la Compañía de Jesús de esta ciudad donde en dos 58. Auto en San Francisco de Quito, 12 de febrero de 1737, AGI, Quito, 133, nº 17, s.f.

aposentos que ocupó así el dicho D. Carlos como su criado también francés, sacaron a luz abriendo muchos cofres de ropa y mercaderías de Castilla para venderlas públicamente a todos los que quisieren ir a verla y comprarla, como en efecto la compraron a dicho D. Carlos de Lacondamino (sic), como de facto compró escopeta con un par de pistolas de París que le costaron ciento y ochenta pesos con más unas camisas de Holanda fina…59 Estos eventos coinciden con un conflicto que, si bien en principio no estaba relacionado con la expedición, era una parte inevitable de la América y de la Audiencia de Quito que los expedicionarios estaban condenados a descubrir. La configuración social y religiosa del Virreinato del Perú, desde los tiempos de la conquista por Pizarro, Almagro y Belalcázar, había ido generando numerosas tensiones. Primero raciales; era una sociedad dominada por la pigmentocracia y el mestizaje, donde los blancos se imponían a una mayoría resignada de mestizos o cholos, negros –cuya condición, en su mayor parte esclavos, era sustancialmente peor que 59. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., p. 94.

para los de Nueva España60–, zambos, tercerones, cuarterones y cuantas subdivisiones y clases sociales se quieran considerar en función del color de la piel y los rasgos. Por otro lado, para los blancos, la distancia y la adaptación a una tierra donde irán quedando en el olvido los conquistadores, provocarán un cambio desde la mentalidad indiana de ir a medrar y volver, hacia la 60. Humboldt reflejaría en su viaje a finales de siglo la diferencia en la situación de los esclavos de Nueva España, objetos de un trato más laxo, estando mayoritariamente restringidos al ámbito doméstico; había en todo el Virreinato de Nueva España menos esclavos negros que en la sola colonia británica de Virginia. Por el contrario, los rigores orográficos, climatológicos y la obsesión mineralógica en el Virreinato del Perú, una «quimera del oro» injustificada para el ingeniero criollo Merisalde, y que dominaba los planes económicos de un virreinato, que había estado dando plata y oro durante dos siglos. Ello hacía las labores de los esclavos mucho más duras. Descola, Jean. La vida cotidiana en el Perú en tiempos de los españoles 1710-1820. 1ª edición, Buenos Aires, Librería Hachette, 1962, pp. 33-34; Ponce Leiva (1992). Op. Cit., p. 853. No obstante, sobre los negros en Quito, Antonio de Ulloa refiere que «Esta última (clase) no abunda tanto a proporción como en otros parajes de las Indias; así porque no es tan fácil su conducción, como porque en general son los Indios, los que se emplean en el cultivo de la tierra, y demás ejercicios del campo. Juan, Ulloa (1748), «Relación Historica…». T. I, p, 363.

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mentalidad regnícola de la mejoría de su tierra, cada vez más patria61. Particularmente en el territorio de Quito, el primer modelo económico del siglo XVI, basado en los telares de la sierra trabajados por mano de obra india y la explotación de las minas en relación con el mar a través del comercio monopolístico y el transporte de los metales, había dado paso a una crisis en estos medios de producción y a la concentración económica basada en la relación comercial con Lima y Santa Fe, convirtiéndose Guayaquil en un vértice con mayor entidad, con un régimen de comercio cada vez más liberalizado a lo largo del siglo XVII62. Estos factores hicieron obvios algunos problemas, como el pésimo estado de las comunicaciones por tierra entre las diferentes ciudades de la región, a lo que se sumaba la difícil situación geográfica de la capital, San Francisco de Quito, en el altiplano. Apenas tenía 60.000 habitantes a la llegada de la expedición63 y su origen se remon61. Elliott, John H. Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña en América, 1492-1830. 3ª edición. Madrid: Taurus Historia, Santillana Ediciones, 2011, p. 352. 62. Ponce Leiva (1992). Op. Cit., pp. 850-855. 63. «El vecindario de Gente baja, o común puede dividirse en cuatro clases; que son

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taba a la ciudad de origen incaico, allí construida en territorio de los indios Quitu por motivos defensivos y religiosos; el lugar sería aprovechado para la refundación por unos conquistadores con medios limitados64. En palabras de Ulloa: «Estuvo en otro tiempo mucho más opulenta que lo que ya se halla; pues la disminución del vecindario, y particularmente de los indios, la ha minorado, como lo dan a entender las ruinas, que se ven en barrios casi enteros»65. La crisis del textil hizo aún más evidente un problema nunca resuelto: la no asimilación de la abundante población indígena que, además, a diferencia de lo que ocurrió en México, dadas las grandes distancias entre las poblaciones66, la orografía desigual Españoles, o Blancos; Mestizos; Indios, o Naturales; y Negros con sus descendientes… en estas cuatro clases podrá contener aquella ciudad, según el cómputo más prudente hecho por las que pertenecen a cada parroquia de 50 a 60 mil personas de todas edades, sexos y calidades». Juan, Ulloa (1748), «Relación Historica…», I, pp. 363, 365. 64. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., pp. 102-103. 65. Juan, Ulloa (1748), «Relación Historica…», I, p. 351. 66. «La estructura orográfica del Perú –la alternancia de las altas cimas y de los profundos valles, y los islotes de vegetación que, súbitamente, surgían en el centro de áridas planicies– conferían a la geografía

y cómo se hizo la rápida conquista67, mantuvieron una resistencia indígena

humana el aspecto de un archipiélago de poblaciones, separadas por enormes distancias». Descola (1962). Op. Cit., p. 30. 67. El Imperio de los Incas fue derrumbado con extraordinaria brevedad, a través de las alianzas entre castellanos y grupos étnicos que se sentían avasallados por los señores de Cuzco. Fue no obstante, a diferencia de lo que ocurrió en México con la ocupación y destrucción de Tenochtitlán tras la batalla de Otumba y la desarticulación de todo el Imperio de los Mexicas, una avanzada por regiones, rindiéndose el Tahuatinsuyo pacíficamente, pero teniendo que hacer los castellanos campañas posteriores en Popayán y Quijos. Aunque se hicieron con el control de la mayor parte del territorio rápidamente, quedaron grupos no asimilados de indígenas repartidos por los difíciles relieves, protagonizando varias sublevaciones durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Las más célebres la de Manco Cápac en Cuzco y la de los indios Lita, Quilca y Caguasqui en las primeras décadas de la conquista; en el XVII las protestas del altiplano y los indios de las fronteras selváticas; y en el XVIII con la formación de movimientos subversivos de indígenas más homogéneos, que iniciarán una tradición rebelde que durará hasta la independencia. Moreno Yáñez, Segundo. Sublevaciones indígenas en la Audiencia de Quito. Desde comienzos del siglo XVIII hasta finales de la colonia. 1ª edición, Quito, Centro de Publicaciones. Pontificia Universidad Católica de Ecuador, 1977, pp. 19-20.

más peligrosa y duradera que en Nueva España68. De esta forma, a la distinción de los blancos con respecto a los indios, fuertemente acentuada en el Perú, con la exigencia además de tener que tomar decisiones para la defensa de su comunidad y del orden social no igualitario, se sumaba un cierto sentimiento tanto de aislamiento como de lejanía y abandono desde España, sintiendo que no se entendía desde la península lo que ocurría en América69. Ello fue generando una nueva forma de autodefinición, siendo uno de los ejemplos más claros el apelativo de chapetones que usaban en el Perú para referirse a los peninsulares y, al revés, desde finales del siglo XVI, se empieza a usar desde Europa el término de criollo para esos otros españoles, inicialmente aplicado a esclavos negros nacidos en suelo americano por los blancos naturales de América, siendo que el término de americano no era de uso común. El término criollo adquirió rápidamente connotaciones peyorativas, mientras 68. Elliott (2011). Op. Cit., pp. 361-362. 69. Había un sentimiento generalizado de que la Corona no correspondía a las mercedes y prebendas correspondientes a los naturales por simple desconocimiento. Ponce Leiva (1992). Op. Cit., p. 840.

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que los naturales de los virreinatos que no eran ni mestizos ni negros, se autodenominaban españoles70. Antonio de Ulloa, español peninsular, revela con su descripción en la «Relación», tanto el sentido de español americano y su prejuicio asociado a los mestizos, como el prejuicio de los europeos hacia ambos del que él mismo hace gala: El nombre de Español tiene allí distinta significación que el de Chapetón o Europeo; porque propiamente da a entender Persona, que desciende de Españoles, y no tiene alguna mezcla de Sangre: muchos Mestizos lo parecen en el color, más que aun los legítimos Españoles, por ser blancos, y rubios; y así se consideran como tales, aunque en realidad no lo sean.71 En la abismal desigualdad social que estructuralmente se daba en el Virreinato del Perú, rápidamente este grupo criollo o español, que a su vez se diferenciaba así mismo de los chapetones, empezó a ser consciente del desconocimiento sobre los asuntos propios que los funcionarios enviados 70. Elliott (2011). Op. Cit., p. 352. 71. Juan, Ulloa (1748), «Relación Historica…». T. I, Lib. V, Cap. V, p. 363.

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por la Corona tenían. Especialmente en la Audiencia de Quito donde el sentimiento de abandono dada la progresiva desestructuración económica era mayor, empezó a haber intensas rivalidades y se produjo la conformación de grupos de interés criollo para monopolizar la toma de decisiones en la Audiencia. No obstante, esta administración territorial no tendría verdaderas competencias gubernativas al margen del Virrey hasta bien entrado el siglo XVIII72. Otra peculiaridad, como bien explica Tamar Herzog, era que dado que los territorios americanos estaban sometidos a las mismas leyes que Castilla y, jurídicamente, a pesar de las jurisdicciones virreinales y de las audiencias, formaban parte del mismo reino que la Corona de Castilla peninsular73, el afianzamiento de 72. Hubo enfrentamientos administrativos entre la Audiencia y los virreyes por asuntos que se consideraban usurpación de competencias, traspasándose incluso el gobierno de Quito a Lima y luego a Santa Fe en 1717, anulado en 1722 y vuelto a decretar en 1740, dándose un considerable desconcierto entre las autoridades locales, sobre todo en la costa, donde no se sabía cómo tramitar las órdenes contradictorias que llegaban bien de Lima, de Santa Fe o de Quito en el altiplano. Ponce Leiva (1992). Op. Cit., pp. 846-847. 73. Desde mediados del siglo XVII y particularmente en el siglo XVIII, las demandas

la visión sobre los peninsulares en el virreinato como unos advenedizos o extraños, que no podían ser considerados naturales pues no formaban parte de la vecindad, implicaba sin embargo que tras asentarse y ser aceptados por la comunidad, además de vivir allí más de diez años, sí podían naturalizarse y ser considerados del país, al igual que ocurría en Castilla74. Es obvio que también hubo una competencia por los cargos virreinales entre unos y otros. Los criollos reclamaban ser beneméritos por hecho de vecindad e incluso de conquista para los cargos virreinales y de las audiende los criollos para poder optar a cargos y oficios públicos en la América española fueron acompañadas por la reclamación de la institución del monopolio de oficios, que en la tradición castellana siempre estaba vinculado a la naturalidad territorial, siendo esencial para los criollos reclamar su jurisdicción nativa frente a la condición de extraños de los peninsulares. Herzog, Tamar. Defining Nations: Immigrants and Citizens in Early Modern Spain and Spanish America. New Haven: Yale University Press, 2003. pp. 147-149. 74. La idea de que los europeos eran transeúntes, mientras que los criollos ciudadanos de las comunidades de la América española, condujo a la clasificación de los criollos como «nativos» y de los españoles europeos como «extranjeros» hacia finales del siglo XVIII. Herzog (2003). Op. Cit., pp. 149-151.

cias75; mientras, los peninsulares, imbuidos del problema que encajar esa sociedad lejana de América en sus mentes planteaba, al igual que en el resto de Europa, desconfiaban por razones climáticas y racistas de los criollos, alegando que la vida en América degeneraba a los individuos moral y físicamente por ser parte de la «zona tórrida»76. A ello se sumaba el frecuen75. Este antagonismo se origina en el siglo XVI, y ya los conquistadores reclamaban recompensas económicas, honoríficas y administrativas por los servicios que sus familias habían prestado durante el período de conquista. Ser benemérito significaba haber acumulado «buenos méritos» que requerían un trato preferente sobre los nuevos inmigrantes llegados desde España. Ibídem, p. 147. Además de estos prejuicios contra los peninsulares, las fuentes muestran el nutrido contingente de nacidos en el Perú que entró directamente a servir en la Audiencia de Lima y también en la de Quito, haciéndose caso omiso de las recomendaciones que prevenían en contra de emplear a regnícolas para administrar justicia en su distrito natal, así como el incumplimiento de las normas dictadas desde 1609 para regular el cursus honorum que permitiese llegar a las Audiencias. Lohman Villena, Guillermo. Los ministros de la Audiencia de Lima en el reinado de los Borbones (1700-1821). Esquema de un estudio sobre un núcleo dirigente. Sevilla: Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla (CSIC), 1974. pp. xxxii-xxxiii. 76. Se basaba en la teoría de Aristóteles so-

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te mestizaje, desconfiándose verdadebre la existencia de una zona tórrida, comprendida entre la zona templada y la zona glacial en dirección norte y dirección sur hacia los dos respectivos polos. En el período que sigue a los viajes de Colón y Vespucci al Nuevo Mundo, la zona tórrida se fue transformando de esa zona de los monstruos marinos y tierras ardientes inadecuadas para ser habitadas, a la región conocida como «los trópicos», un territorio del que los europeos podían extraer conocimientos y especímenes materiales. Safier (2008), Op. Cit., pp. 192-193. En la época de Ulloa, y en él particularmente, había un ánimo de medir y hacer científica toda muestra extraída por la vía que fuese de lo que acontecía en esta zona, pero que sin embargo, ejemplos como los de Buffon, Montesquieu o el propio Ulloa, muestran que para el siglo XVIII, si por un lado se quería combatir el tópico de la zona tórrida, se hacía desde la perpetuación del tópico de su diferencia con respecto a Europa y de la influencia del clima, más o menos benigno, igualmente distinto, en el temperamento de la gente. Se hacía incluso una conexión con la fisiognomía de las gentes de América, que servía para, a través de la observación y catalogación exhaustiva y arbitraria de la diferencia, hacer juicios llenos de connotaciones moralistas que asentaron el tópico de la degeneración en América, en palabras de Ponce Leiva, «un conglomerado de teorías políticas, prejuicios raciales, axiomas aristotélicos, leyes zoológicas e intereses colonialistas», que tenía un regusto evidente al determinismo entre el mundo natural y el moral del Renacimiento y el Barroco, parte integrante del pensamiento ilustrado. Ponce Leiva (1992). Op. Cit., pp. 860-862.

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ramente de la pureza de sangre de los españoles de América. El debate y la rivalidad se intensificaron con la tendencia a limitar los nombramientos y las responsabilidades de los criollos en los asuntos virreinales y locales77. Existían además leyes que desde el siglo XVII, prohibían el acceso de los criollos a varios cargos en sus jurisdicciones locales. Según las leyes de Castilla, la idea de que los oficios funcionariales deberían convertirse en monopolio de los naturales tenía sentido, lo que fustigaría aún más los enfrentamientos78. 77. Herzog (2003). Op. Cit., p. 147. 78. Ya en 1604 Baltasar Dorantes Carranza, en su Relación sumaria de las cosas de Nueva España, publicaba una lista de los descendientes de los conquistadores en México, unos 1000, con el fin de concienciar al Virrey de la necesaria benevolencia con los descendientes legítimos de los que hicieron México parte de la Monarquía, y a los que debía reservarse los cargos del reino de la Nueva España. Frente al tópico de la degeneración en las Indias, Dorantes critica a los intrusos llegados de la península, haciendo fortunas sin esfuerzo, mientras se hunden en la miseria los nietos de aquellos que derramaron su sangre por conquistar el reino. En su obra dejó imprecaciones exageradas, pero tan hermosas, apasionadas e irredentas como las que siguen: «¡Oh Indias!... confusión de tropiezos, alcahuete de haraganes… banco donde todos quiebran, depósito de mentiras y engaños, hinchazón de necios, burdel de los buenos, locura de los cuerdos… destrucción de la

Igual que en la península se consideraba a América una tierra extraña aun siendo parte de la Monarquía, los nacidos en América, también españoles, consideraban a los peninsulares que llegaban sólo para una estancia como transeúntes y por tanto, sin derecho a cargo público. Era la monarquía quien mediaba en la diferencia evidente de facto entre los naturales de un lado y otro, en un sistema que actualmente llamaríamos colonial, pero que entonces no estaba regulado legalmente como tal, salvo expresos reales decretos y cédulas79. Las reivindicaciones virtud, confusión de los sabios y discretos, devaneo y fantasía de los simples y que no se conocen. ¡Oh Indias!... compendio de malicias, hinchazón de ricos, presunción de soberbios… ¡Oh Indias!... juguete de vanos, ascensión de livianos y desvergonzados, trujamán de trampas… ¡Oh Indias!... dibujo del infierno, tráfago de behetría». Gruzinski, Serge. Las cuatro partes del mundo. Historia de una mundialización. México: Fondo de Cultura Económica, 2010. pp. 225-226. 79. La España a la que los criollos se vinculaban era un conglomerado de muchas comunidades diferentes, cada una con sus leyes, instituciones y sus habitantes nativos. Todos los españoles estaban ligados al monarca, pero según su concepción de comunidad, eran «extranjeros» entre ellos, independientemente de las leyes civiles. La conclusión, por tanto, era que si la América española era un territorio con sus propias tradiciones e instituciones, implícita-

llegaron a detenerse en precisiones y susceptibilidades como los compromisos numéricos para lograr que la mitad de los cargos fuesen para criollos, triunfando en muchos casos la vía de la venalidad80. A ello se sumaba tammente tenía que tener sus propios nativos, españoles también. Herzog (2003). Op. Cit., p. 151. Igualmente, la visión que propone Felipe Guamán Poma desde Lima en 1615, con su El primer nueva corónica y buen gobierno, muestra una nobleza criolla a la deriva y un pueblo hastiado de la injusticia. La imagen que da, es la de unos indios completamente opuestos a los españoles que habitan los Andes, con curas, encomenderos y otros aprovechados que explotan al indígena ante la lejanía de la figura real, cuyo poder no se logra ejercer como debiera. Sin decirlo, habla del paradigma de la colonia explotada. Esta situación le lleva a la idealización del período prehispánico (también en cierta medida presente en la visión de Antonio de Ulloa) y escribe a Felipe III aludiendo a la responsabilidad española y de la Corona de reformar e impartir justicia, entendiendo la conquista del Imperio Inca como una translatio imperii, y no la derrota de la raza india. Es el tipo de pensamiento que luego llevará a los criollos a identificar la historia de su tierra con el pasado pre-hispánico, creando un nuevo mito de la legitimidad del poder cada vez más ajeno a la península. Gruzinski (2010). Op. Cit., pp.224-225. 80. Como refiere John Lynch, a partir de la década de 1630, a los criollos se les ofreció la oportunidad de tener cargos, no solamente por derecho o mérito de cursus honorum, sino también por compra o en beneficio; en 1633 se empezaron a vender puestos de

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bién, que en la propia dinámica peninsular, naturales de Navarra, Castilla y Aragón en numerosas ocasiones eran nombrados para cargos de las distintas coronas no atendiéndose al lugar de nacimiento81. Herzog sin embargo, oficiales reales, en 1678 corregidores, oidores de las audiencias en 1687 y en 1700 hasta el título de Virrey. Los criollos aprovecharon la coyuntura para librarse de la burocracia real, convirtiéndose además en auténticos mediadores entre las exigencias financieras de la Corona y la resistencia de los contribuyentes, lo que coadyuvó a disolver la autoridad real en los ámbitos locales. Lynch, John. La España del siglo XVIII. 3ª edición. Barcelona: Crítica, 2004. p. 299. 81. Al margen de que no se usase el término colonia como recurso legal ni identitario en América, tampoco se hacía en la diversidad de reinos que habían constituido la Monarquía Hispánica en Europa; menos aún, claro está, con las reformas centralistas borbónicas. Sin embargo, sí se daba la diferenciación de los naturales de cada reino. En América se había establecido, por tanto, en palabras de Lynch, un sistema de ajuste burocrático, con un entendimiento informal entre la Corona y los súbditos americanos, tensando ese entendimiento lo justo para lograr los deseos de las autoridades del gobierno central, y lo que las presiones locales podían tolerar. Los funcionarios enviados por la Corona y los intereses locales nunca llegaron a identificarse totalmente, siendo las quejas, los pleitos y las rivalidades la constante, si bien, la burocracia colonial funcionaba como mediadora entre la colonia y los súbditos, estableciendo un consenso colonial que no tenía una forma escrita o legislativa más

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acierta en referir cómo esta mentalidad regnícola acabó justificándose no en la ley común de Castilla sino en la ley natural, surgiendo a lo largo del siglo XVIII la idea de que los criollos eran españoles pero no castellanos, sino naturales americanos, lo que conllevaba sus propios derechos como vasallos del rey. Con todos estos mimbres, podemos entender la escalada de tensión y el pleito de repentina virulencia que se desató entre Antonio de Ulloa, implicando inevitablemente a su camarada Jorge Juan, y el recién elegido presidente de la Audiencia de Quito, José de Araujo y Río, limeño de nacimiento. Un pleito que sorprende también por verse reflejadas en las actitudes de los protagonistas buena parte de las problemáticas de la realidad americana y de la visión europea de la misma. Esa rivalidad secular entre criollos y chapetones existente en el Virreinato del allá de lo legislado en las insuficientes Leyes de Indias, las plantas institucionales, las leyes de Castilla, las decisiones reales y las decisiones de la Real Audiencia y Casa de Contratación de Indias. Alvarado Dodero, Fausto. Virreinato o colonia. Historia Conceptual. España-Perú. Siglos XVI, XVII y XVIII. 1ª edición, Lima, Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2013, pp. 138138; Lynch (2004). Op. Cit., pp. 298-299.

Perú, sería la causante de un intrincado conflicto local en la Audiencia poco antes de la llegada de los expedicionarios a Quito. Los antecedentes hay que situarlos a comienzos de 1736, cuando el jesuita español Hormaegui fue nombrado rector del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús en Quito; el mismo que dio alojo a La Condamine y permitió su mercadillo particular como ya se ha referido. La situación fue, que en connivencia con el grupo de jesuitas criollos de Quito, el padre provincial, también novohispano, no ratificó el nombramiento del español incurriendo en desacato. Según relata Antonio de Ulloa en la sesión undécima de las «Noticias secretas de América», el general de la orden mandó al español «padre Andrés de Zárate, visitador nombrado por Roma, que había pasado de España para apaciguar algunas inquietudes… halló la provincia de Quito tan decaída de su legítimo ser, que fue menester un sujeto de toda su eficacia y celo para volverla a levantar sin peligro»82. Zárate fue drástico nombrando a Hormaegui y condenando al destierro a los jesuitas rebeldes, lo que en cla82. Juan, Ulloa (2002). Op. cit., Sesión undécima, párrafos 73 bis, 74, pp. 499-500.

ve del conflicto entre peninsulares y criollos83 terminó de envenenar el ambiente, ganándose la animadversión de todo el cabildo de Quito. Las ganas de revancha fueron mayores aún, cuando, esperando la laxitud el Virrey recién jurado, el también español marqués de Villagarcía –el mismo que viajó con Jorge Juan a bordo de El Nuevo Conquistador–, se llevaron en el cabildo la amarga sorpresa de que cumpliría la Ley de Indias no permitiendo la reelección de los dos alcaldes; práctica terminantemente prohibida, si bien suponemos que relativamente habitual.84 Alcedo, que finalizaba su mandato como presidente, contribuyó a la decisión virreinal nombrando dos nuevos alcaldes. La saga de luchas por 83. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., p.113. 84. Ulloa describe el ambiente y el problema con meridiana claridad, pareciendo querer corroborar todo lo dicho hasta ahora: «El Ayuntamiento, o Cuerpo de Ciudad consiste en un Corregidor, dos Alcaldes Ordinarios, que se nombran anualmente, y Regidores. Estos son los que tienen la acción de elegir los Alcaldes: asunto, que causa no pequeño ruido en aquella Ciudad, originado de que toda ella está dividida en dos bandos, formados por la Gente de distinción: el uno lo componen los Criollos, y el otro los Europeos, o Chapetones; con tanta oposición entre sí, que turba la buena correspondencia». Juan, Ulloa (1748). «Relación Historica…». T. I, Lib. V, Cap. IV, p. 359.

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el control del poder local entre regnícolas y chapetones –el asunto político de mayor calado en América pues es desde donde verdaderamente podían ejercer poder los criollos–, lejos de acabar, estalló definitivamente con la elección del criollo Araujo y Río como relevo en la Presidencia, envuelto además en polémica pues logró el título previo pago de 26.000 pesos85. Comercio ilegal, formación de bando contra chapetones, reafirmación del control criollo del poder local, ambigüedad en el cumplimiento de la Ley de Indias y venalidad, todo junto. Como se puede suponer, la llegada de los expedicionarios y especialmente de los dos españoles, no cayó en buena hora. La salida de Alcedo no fue pacífica, cruzándose ambos presidentes acusaciones de comercio ilícito. Parece ser que el presidente entrante tuvo actividades relacionadas con el tráfico ilegal de mercancías del buque de la Armada del Mar del Sur San Fermín, estando envuelto el antiguo Virrey del Perú, marqués de Castelfuerte, además del propio Araujo, quien contaba con un corregidor de Paita, su cuñado Victorino Montero, como encargado para 85. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., p. 114.

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recoger su mercancía sin declarar86. Araujo contestó con la información que le llegó de las actividades ilícitas de La Condamine estando aún Alcedo87. Al margen de este entuerto, Jor86. Juan, Ulloa (2002). Op. Cit., p. 54. 87. Aunque no sea parte de la expedición, podemos referir por los documentos que se publicaron de las pesquisas y otras recopilaciones sobre la Audiencia de Quito, que ambos dos tuvieron que enfrentarse a varios pleitos a lo largo de su vida, y que entre los bandos formados en Quito y Tierra Firme alrededor de sus personas en el poder, fueron recurrentes las denuncias y querellas que se alargaron por muchos años. Por ejemplo, el pleito sobre el comercio ilícito que se inició entre los dos en 1736 duró hasta 1747. Alcedo posteriormente sufrió acusaciones de haber permitido el contrabando tanto en Quito como durante su presidencia de la Audiencia de Panamá, a donde fue destinado en 1742 para, entre otras cosas, levantar sus defensas frente a los ingleses. Aunque agotado, salió indemne de sus pleitos con una indemnización de 12.523 pesos, así como se convirtió en un autor de fama, consultado sobre asuntos de comercio y defensa por el gobierno gracias a su obra «Aviso Histórico, Político y Geográfico con las noticias más particulares del Perú. Tierra Firme, Chile y Nuevo Reino de Granada, en la relación de los sucesos de 205 años, por la Cronología de los Adelantados, Presidentes, Gobernadores y Virreyes de aquel reino meridional, desde el año de 1535 hasta el de 1740». En cuanto a Araujo, aunque Alcedo hubiese ya vuelto a Madrid, uno de su bando, el fiscal de la Audiencia Valparda, se preocupó de seguir con las acusaciones. De tantos cargos se le

ge Juan y Antonio de Ulloa, añadido al incidente de su compañero francés, habían estrechado demasiados lazos con el bando de los peninsulares en Quito, como para salir indemnes de los condicionamientos que tan sólo el sitio imputaron en esta lucha sin cuartel, que en 1743, tras su encarcelamiento, se resolvió cesarle del cargo de presidente, acabando con una pena de destierro a Túmbez. Allí permaneció hasta que se reabrió el caso en 1744, imputándosele 20 delitos distintos, uno de ellos el juego ilegal con cartas –declarando por cierto, que dos de sus compañeros de naipes fueron Alcedo y Valparda en más de una ocasión. Al final salió absuelto con una indemnización de 10.000 pesos a pagar por Alcedo. Ramos Gómez, Luis J. La pugna por el poder local en Quito entre 1737 y 1745 según el proceso contra el Presidente de la Audiencia, José de Araujo y Río. Revista Complutense de Historia de América. Nº18 (1992). pp. 179-196; Ruigómez Gómez, Carmen. Las acusaciones contra José de Araujo, Presidente de la Audiencia de Quito, por permitir juegos prohibidos en su casa (1737-1747). En: Núñez Roldán, Francisco (coord.). Ocio y vida cotidiana en el mundo hispánico en la Edad Moderna. Sevilla: Secretariado de publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2007. pp. 697-712. Ver apéndices y anexo de Alcedo y Herrera, Dionisio. Compendio historico de la provincia, partidos, ciudades, astilleros, rios y puerto de la ciudad de Guayaquil en las costas de la Mar del Sur… En Madrid, por Manuel Fernandez, Impressor de la Reverenda Camara Apostolica, en su Imprenta y Librería, frente la Cruz de Puerta Cerrada. Año de M.DCC.XLI. (1741). Reimpreso en facsímil. Madrid: Tipografía Clásica Española, 1946. pp. 103-113.

donde se está trae consigo. Si algo nos debe quedar claro de lo que llevamos reflexionado hasta ahora, es que la imparcialidad y la asepsia difícilmente forman parte de los actos humanos. Araujo no les tenía simpatía por la situación de bandería tan arraigada en el país. Aun así, el conflicto con los tenientes de navío españoles empezaría por un problema meramente logístico aunque fundamental. Desde que salieron de España, e incluso durante los estudios que realizaron en Cartagena de Indias, los expedicionarios tuvieron que arreglarse con material científico prestado, a la espera de que les llegasen las cajas que con tanta insistencia había mandado empaquetar Patiño con los instrumentos comprados a Du Fay en París. Eran réplicas exactas a los objetos que llevaban los franceses, y que constituían la tecnología punta de la época. Las herramientas, tales como un cuarto de círculo y un semicírculo fabricados en París por Langlois, brújulas de declinación e inclinación de Le Maine, un reloj de péndulo de segundos fabricado por Thiout, un telescopio grande y otro pequeño o «dos Grandes antojos de Largavista»88, sim88. En la Biblioteca Nacional de España se halla el inventario completo de los objetos enviados a Cartagena de Indias en «quatro

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bolizaban tanto la dependencia española de la manufactura y tecnologías extranjeras, como la incomprensión e incluso molestia de la clase dominante criolla, relativamente aislada de las corrientes académicas europeas; es injusto no obstante quedarse sólo con esta actitud, que si bien cierta en muchos casos, contrasta con magnánimas excepciones como Pedro Vicente Maldonado y todo un grupo de ilustrados ávidos de noticias de Europa, que ayudaron todo lo que estuvo en su mano89.

En este punto, resulta interesante por un lado la actitud ceremoniosa de socialites de los franceses, venidos de una cultura en la que se hablaba de ciencia en los cafés y tertulias aristocráticas. Así relatan cuán anecdótico hallazgo era el dar con hombres de este tipo en «un País donde se encuentra más fácilmente una mina de oro que un sabio. El español antiguo es soberanamente ignorante, la diferencia es grande; yo lo reconozco aunque respondo a esto que América es un lugar abierto

caxones grandes de arpillera y sellados» en BNE, Ms. 17.619, ff. 6v-7. 89. Tanto Pedro Vicente como su hermano Ramón Joaquín les prestaron ayuda en sus penosas labores geodésicas, así como les aportaron datos geográficos y valiosísima información etnográfica que sólo los lugareños podían conocer; sin mencionar las habilidades de Pedro Vicente como cartógrafo y su ayuda levantando planos, así como, en su condición de Presidente de Esmeraldas, la importante labor de apertura de rutas de la que se beneficiaron los expedicionarios. Además de la ayuda práctica, les brindaron su amistad personal en largas veladas en sus propiedades, donde hablaban de Europa y leían libros franceses. Llegaron incluso a ser sus avalistas cuando las fuentes de financiación escasearon, especialmente por la parte francesa. Incluso el sobrino de Godin que les acompañaba en la expedición, Godin des Odonnais, contrajo matrimonio con la joven criolla Isabel de Casagrande, hija de un rico comerciante del círculo de los

Maldonado. A ellos se sumó también José Dávalos, cuñado de Pedro Vicente y miembro de una ilustre familia –parientes del ilustre Guzmán Dávalos, marqués de la Mina, que fundó el Regimiento de Dragones de Felipe V, luchó en las campañas de Cerdeña y Sicilia y publicó numerosas obras sobre sus campañas, política y tecnología militar–, interesada por todas las artes y ciencias que en su Parnaso particular y aislado en los Andes, se dedicaban a traducir las memorias de la Académie des sciences de Paris, a pintar al óleo y a tocar música europea. Los franceses, especialmente La Condamine, darían cuenta en sus relatos de cuantos ilustrados conocieron, compartiendo amistad y tertulia con ellos entre Quito y Riobamba donde los Maldonado tenían también propiedades, apareciendo los Magnin, Maroni, Alcedo, o los ya citados Dávalos. en Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., pp. 119-121; ver también «Expedicion de Zerdeña y Sicilia. Por el Excmo. Marques de la Mina». BNE, Ms. 18.021, 3 v. (263, 229, 196 h.).

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en el que, por otra parte, con algunos conocimientos se puede aprender mucho»90. Éste espíritu contrasta con el de los españoles, que además de apenas citar a estos cultos aristócratas en sus publicaciones, incluso los critican en la «Relación» sobre la escasez de conocimientos en la región, en parte por «la poca comunicación que tienen (los de esta elite) con las Personas, que pudieran instruirlos en ellos»91. Juan 90. Así se expresa Jussieu en una carta a su hermano Antoine, Panamá, 15 de febrero de 1736. MHN, Ms. 179. Aparece en: Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., pp. 120121. 91. «La Juventud distinguida de aquel País dedica sus primeros años al Estudio de Filosofía, Teología, y algunos pasan a Leyes, aunque no hayan de hacer profesión de ellas; así son todos capaces en estas Facultades; pero muy cortos en noticias Políticas; en las Históricas; y en las otras Ciencias Naturales, que contribuyen al mayor cultivo de los Entendimientos, o que los ilustran, y conducen a un cierto grado de perfección, a que no pueden llegar cuando carecen de tales luces… lo cual nace de la poca comunicación que tienen con las Personas; que pudieron instruirlos en ellas; pues las que transitan por causa del Comercio por aquellos parajes, no son a propósito para subministrárselas: con que aquellos Entendimientos, aunque con el cultivo de siete, o más años de Escuela, siempre quedan desnudos del conocimiento de las demás Facultades. Son sutiles de Ingenio, y propios para el estudio, porque poseen clara comprensión, y con poco tra-

y especialmente Ulloa, se centraron mucho más en la descripción, análisis y catalogación de los grupos de personas, sus modos de vida y sus instituciones; no se trata sólo de una responsabilidad gubernamental, de la que eran conscientes, sino de una relación más cercana, pero también traumática con el lugar, con sus gentes, con el idioma y con la propia persona, en una tierra extranjera de españoles, pero también, fruto de una tradición cultural distinta a la de los franceses92. bajo se hacen dueños de lo que se les enseña». Juan, Ulloa (1748). «Relacion Historica…». T. I, Lib. V, Cap. V, p. 371. 92. La ciencia estaba relacionada en España con un círculo social y unas prácticas distintas a las de Francia en lo referente al nivel institucional. Con mayor o menor actividad científica, a pesar de la decadencia de la Real Academia Mathematica de Madrid fundada por Juan de Herrera en tiempos de Felipe II, cuyas funciones asumiría el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús en Madrid con otro espíritu, evidentemente sí había academias particulares, sociedades de amigos y seminarios, la mayor parte de ellos integrados por nobles, que se dedicaban a los «monumentos» de las ciencias, aunque no se participase del gran debate de la época entre cartesianos y newtonianos. Influyó la incapacidad de los jesuitas de abrazar ideologías científicas más radicales, en buena parte por el control de la Inquisición, y la implementación pragmática de la enseñanza de las nuevas ciencias en los cuerpos militares con inten-

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Aprendieron mucho los dos tenientes, pero no fueron tanto a medir el grado como a medir su propia capacidad de medirlo. Era para ellos una experiencia plenamente vital, sintiéndose conminados a tomar responsabilidad de lo que ocurría alrededor mucho más que los otros expedicionarios. Son elocuentes las palabras de Ulloa, reconociendo tras las primeras mediciones en Pambamarca y Pichincha, que «sirvieron de noviciado a la vida que después tuvimos»93. No extraña por tanto la actitud de Araujo sobre el envío de los paquetes, imponiendo las cortapiciones belicistas, sin que el Estado hubiese abrazado, o al menos hubiese logrado los apoyos sociales necesarios para una política de socialización científica a través de una gran academia o sociedad al estilo de París o Londres. Hubo proyectos importantes como el Colegio de San Telmo y la Real Sociedad de Medicina y otras Ciencias en Sevilla, pero acabaron marginados con obstáculos institucionales y económicos. Lafuente, Antonio, Peset, José Luis. Militarización de las actividades científicas en la España ilustrada (1726-1754). En: Peset, José Luis (ed.). La ciencia moderna y el Nuevo Mundo. Actas de la I Reunión de Historia de la Ciencia y de la Técnica de los Países Ibéricos e Iberoamericanos (Madrid, 25 a 28 de septiembre de 1984). Madrid: CSIC, Sociedad Latinoamericana de Historia de la Ciencia y la Tecnología, 1984. pp. 127129. 93. Juan, Ulloa (1748). «Relacion Historica…». T. I., Lib. V, Cap. II, p. 315.

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sas en lo que era quizá el asunto más importante para Juan y Ulloa. La antipatía de Araujo y los demás criollos de la Audiencia y el Cabildo ya había salido en el pleito contra Alcedo, relacionando la expedición con prácticas ilegales y sacando a la palestra la instrucción dirigida a las autoridades de todos los reinos, en la acusación contra La Condamine: [P]rotejan y favorezcan empresa tan útil, y para unos y otros estén libres de las sospechas de que los expresados Académicos puedan solicitar alguna introducción en el Comercio, y otras perjudiciales a los intereses de mis Reinos, se sujetan a que luego que lleguen a dicha ciudad de Santo Domingo abrirán, y harán manifiesto de sus cajones y cofres para que se reconozca, que solo llevan en ellos lo que necesitan y los instrumentos de Astronomía y Matemática.94 Ello llevó a cuestionar toda la financiación de la empresa geodésica con un 94. «Real Cédula… Gobernador y Capitán General de las Provincias de Quito, y Presidente de mi Real Audiencia». San Ildefonso, 14 de agosto de 1734. AGI, Quito, 133, nº 27, s.f.

recelo interesado por el bando criollo. En la documentación sobre el asunto que se guarda en el Archivo General de Indias, aparecen todas las cartas del conflicto definitivo. Éste se produjo con la orden de Araujo al tesorero de las Cajas Reales, don Fernando García Aguado, de no pagar el coste del porte de las cajas con los materiales, ya llegadas a las proximidades de Quito y siendo el montante del último traslado tan sólo 20 pesos95. La situación ocurría después del sutil desencuentro cortesano que se produjo entre los dos españoles y el presidente, en la visita de cortesía que hizo la expedición para presentarse. Aparentemente los españoles fueron protocolarios refiriéndose al gobernador como «V.S.», siendo que el dicho Araujo, muy consciente de la importancia de su cargo y quizá, con un talante de cierta circunspección novohispana frente a los chapetones, les bajó la escala protocolaria refiriéndoles de «Vm.»96. Atento al gesto de desdén, el sevillano Ulloa fue rápido en rebajarle al presidente el tratamiento a «Vm.» en cuanto tuvo ocasión, y lo que fue más urticante, también en la posterior correspondencia. El desencuentro 95. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., p. 114. 96. Ibídem, pp. 114-115.

inicial es controvertido; la Academia de Guardiamarinas sin duda se había concebido como una institución de elite para formar verdaderos caballeros del mar97, pero también es cierto que 97. Patiño, en carta al Secretario de Marina Andrés de Peg, le decía sobre la fundación de la Academia de Guardiamarinas: «Viendo la Nobleza de España sin carrera, poco aplicada a seguir ninguna y en una crianza que no la distinguía de la plebe, y conociendo sus genios eran a propósito para cualquiera facultades a que se dirigiesen, se pensó a reducirla a términos en que pudiese aprovecharse la buena disposición de su material… Atendiendo, pues, a la propensión de los Españoles, que se alimentan de Gloria que no es económica, y que al paso que no les conviene mucha libertad sienten con exceso la opresión que no sea moderada y el trato que no sea decente, se discurrió en que de los Establecimientos de aquellas dos extranjeras naciones [Francia e Inglaterra] y de las circunstancias que militan en la nuestra se hiciese un conjunto que, resultando de todas entre sí, fuese un tercero aceptable al genio de los españoles, corrigiendo los defectos que fomenta la naturaleza con un sustituto que por sí mismo la estimulase a adquirir la virtud, las ciencias y la Gloria». La carrera de la Armada estaba destinada con exclusividad a dicha clase privilegiada, y los «caballeros cadetes» como se les llamaba, debían mostrar (y recibir) además de la gracia debida a su condición, una probanza con los antecedentes nobiliarios de su familia hasta sus cuatro abuelos como en las Órdenes Militares. Guillén (1973). Op. Cit., pp. 15-17. Como señala también Pimentel, el desarrollo de la actividad científica te-

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Quito estaba muy lejos de Cádiz. No obstante, Araujo conocía bien la Corte española y era consciente de la condición especial de los dos tenientes de navío, así como del sumo interés y cuidado que la Corona había depositado en la expedición a tenor de las cartas. Parece pues que, si bien la duda sobre el tipo de tratamiento debido pudo jugar un pequeño papel, el presidente hizo una primera declaración de principios con su actitud. La jurisdicción de su cargo sobre su territorio y todos los que se hallaban en él, transeúntes peninsulares incluidos, es lo que estaba poniendo sobre la mesa. Por tanto, la actitud afrentosa venía de las dos partes, y apenas tardó Ulloa en dirigir una carta a Araujo inmiscuyéndose en el asunto de las cajas retenidas: nía mucho que ver con la mejoría civil y la politeness o la politesse. Es muy significativo que mientras que las nuevas teorías de Newton se acogían entre estos militares de elite sin cuestionamiento ideológico dando primacía a su utilidad, las pugnas dentro del estamento militar entre distintos colectivos se daban por apropiarse del prestigio y el poder que el conocimiento científico otorgaba. A comienzos del siglo XVIII los caballeros guardiamarinas, nobles y en un cuerpo de elite, tenían un alto concepto de sí mismos y del trato que se debía darles. Pimentel (2006). Op. Cit., p. 270; Lafuente, Peset (1984). Op. Cit., p. 137.

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Ilmo. Sr. mío, debiéndose satisfacer por las Cajas Reales de esta ciudad, a D. Juan Baptista Piasante, el flete de los cuatro cajones, que contenían los instrumentos que S.M. se dignó concedernos, y pusieron el corregidor y oficiales Reales de Guayaquil al cargo de este caballero para que los hiciese venir con todo resguardo y cuidado a nuestras manos, se lo participamos a Vm. y así mismo remitimos los autos, en que está la copia de la Real Orden en que S.M. manda se satisfagan; los que así mismo nos devolverá, porque en ellos se hallan los reconocimientos que se han hecho, y con diferentes noticias y delaciones, debemos enviar en la primera ocasión a manos de Vm., cuya vida guarde Dios ms. as. de esta su casa, y Enero 30 de 1737: B.L.M. de Vm., su Mayor servidor: Antonio de Ulloa: Señor D. Joseph de Araujo98. La respuesta de Araujo al recibirla, «desde la cama, donde se hallaba algo enfermo» fue cuanto menos destemplada: «toma, y dile a Ulloa, que aprenda a escribir y que tenga estilo, 98. Copia de carta de Antonio de Ulloa a José de Araujo y Río. Quito, 30 de enero de 1737. AGI, Quito, 133, nº 16, s.f.

que a un Presidente como yo no se le habla de Vm. si nos (sic) de V.S.». Aparentemente, como sabemos por la carta que el propio Araujo mandó a San Ildefonso y las sucesivas que mandaron los dos españoles en su defensa, Ulloa montó en cólera cuando le llegó noticia, no soportando un gesto de desprecio más mientras se hallaba parada su misión por no dárseles el material enviado a cargo del propio monarca. Araujo, en carta al propio rey, cuenta, no sin añadir un palpable grado de victimismo y sumisión, que «Hallándome en cama enfermo, y recientemente llegado a esta ciudad» y debido a que «en virtud de licencia y cédula de V.M. y en el referido papel en que me pide que mande le haga pagar de esta Real Caja unos cortos reales, reparé la falta de cortesía con que me hablaba negándome el tratamiento de señoría, que logran los Presidentes hasta de los Virreyes», relata cómo el joven y soberbio Ulloa se saltó todos los protocolos y se plantó en su casa: [V]i entrar en mi cuarto de dormir, abriendo con ímpetu la puerta, y atropellando al paje que estaba de guarda al dicho D. Antonio de Ulloa quien llegándose a mi cama, donde

me hallaba de segundo día de purga, con voces alteradas, y con estilo descompuesto me dijo, que era un impolítico en haberle devuelto el papel, y que entendiese no ser yo su Juez, ni que lo tenía en este Reino por su grado y por su empleo, y por uno y otro, que no debía darme el tratamiento que quería, practicando hasta en el modo de hablarme lo mismo que enunciaba, lo que obligó a mi Mujer a que se le pusiese delante para detenerle el furor con que se llegaba a mi lecho y persona, extrañando el modo de entrar a un cuarto tan privilegiado, y de un enfermo.99 Lo que siguió, además de la grotesca escena de un Araujo protegido por su mujer, que se puso en medio mientras que «Dios entonces con un extraño sosiego, debido a su piedad, quizá porque no perdiese del todo la salud, o porque no se alterase la casa, que con el ruido ocurrió toda, y estaba como se deja entender pendiente de mis labios, que tuvo Dios cerrados para que ella se estuviese quieta», fue que el presidente le mandó «solamente que se fuese a 99. Carta de José de Araujo y Río a Felipe V. Quito, 8 de marzo de 1737. AGI, Quito, 133, nº 16, s.f.

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su casa, y la tuviese por cárcel sin salir de ella, con lo que se fue de la mía diciendo a voces, que se iba a la suya por estar enfermo de una pierna, y no por reputarla por cárcel». Según la carta de Araujo y todos los autos que después se procesaron, Ulloa marchó a la calle vociferando no «darse por preso, porque no era yo su Juez, ni se lo podía mandar, mezclando otras que le dictaba su furor, y cortos años, repitiéndolas todas por la Plaza Mayor delante del Pueblo, que ya había concurrido con la novedad del caso». Ante el escándalo que se le acababa de venir encima, el presidente de la Audiencia cuenta que «hice llamar a su referido compañero D. Jorge Juan con el ánimo de que por su medio se reprimiese el desmedido orgullo de aquel caballero antes que tomase más cuerpo el suceso… y hube menester de oírlo, y ver el mismo descomedimiento y estilo con que me trataba el dicho D. Jorge». Fue entonces cuando lejos de intentar otra solución, consultó con el gobierno de la Audiencia, es decir, los otros criollos, «con vista de las Reales Cédulas que tenían presentadas estos caballeros en las Cajas Reales, por si acaso contenían alguna particular inhibición de las Reales Justicias… convi438

nieron todos ellos Ministros en el dictamen de que no había embargo alguno para que se pudiese proceder por los términos del derecho». Dicho tribunal decidió la prisión de Ulloa. Araujo llevó la situación a un punto muy osado y terriblemente problemático, poniendo en jaque la expedición, lo que arguyó el español y fiscal Valparda, proponiendo que se les dejase continuar con su misión y se mandaran cartas al rey para que se decidiese en España qué hacer con ellos. Por supuesto Araujo no le hizo caso y mandó al alguacil y al alcalde mayores de la ciudad de Quito con el fin de apresar a Ulloa y encarcelarlo por desorden público. Si apresaban a Ulloa, para cuando pudiese llegar una visita y decidirse desde Madrid tomar alguna acción, podían pasar meses o años. Así las cosas, tuvo lugar el hecho más grave que forzó a los dos españoles a refugiarse en el Colegio Máximo de los jesuitas: [E]ncontrándole en la calle del Colegio de la Compañía de Jesús le hicieron saber el que le llevarían, a lo que resistió de improviso echando mano de sus armas contra los Ministros de Justicia quienes se lo embrazaron sujetándole con pron-

titud, pero yendo en su compañía el referido D. Jorge Juan con espada desnuda, que llevaría oculta debajo de la capa, hubo de embestir con ella a los Ministros, y herir al Ayudante de Gobierno Pedro Delgado, a quien se socorrió luego con el Santo Viático puesto en riesgo conocido de la vida, y a otro criado mío de los que iban de escolta, aunque sin lesión tan mortal, y ganando de esta suerte el sagrado de la puerta de dicho Colegio se hubo de mantener en ella con la espada en la mano, y una boca de fuego en la otra, resistiendo a la voz de V.M. que se embocaba, y haciendo frente al Alguacil Mayor que con espada en mano le contenía el disparo de su pistola, lo que dio lugar a que desfalleciendo los Ministros por la sangre que vertían de las heridas recibidas, se desprendiese de sus manos el dicho D. Antonio de Ulloa quien con el expresado D. Jorge Juan, que tenía ganada la puerta, se internaron en dicho Colegio tomando su clausura por sagrado. Como vemos, la lógica de bandos se aplicó a la perfección, con el español Hormaegui dándoles asilo y facilitan-

do la huida de Jorge Juan en secreto para buscar la intercesión del Virrey Villagarcía en Lima100. Previamente había pensado la estrategia con Valparda, a quien escribe Juan refiriendo que «el Sr. Presidente ha querido sujetarnos a su Jurisdicción, estando exentos de ella, y de las Justicias ordinarias, por una de las ordenanzas del año de 28 hechas en favor de los oficiales de Marina y demás tropas, en que S.M. se sirve de mandar que de sus causas, no conozca otro tribunal, sino el Consejo de Guerra»101, y recordando como argumento fundamental que «Demás de ese fundamento tengo yo D. Jorge Juan la excepción de ser de la Orden de San Juan, como tal exento de las Justicias Reales como verdadero Religioso, y esta orden se halla no contenida en la de las Indias, que da el conocimiento de causas criminales a los Jueces Reales contra las demás Órdenes Militares, pero no contra la de San Juan por sus particulares prerrogativas». También se preocuparían por escribir a Patiño 100. Temerosos además de que si se dirigían a él por carta, pudiese el correo ser interceptado por la Audiencia de Quito frustrando su defensa. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., pp. 115-116. 101. Copia de carta de Jorge Juan y Antonio de Ulloa al fiscal Valparda, Quito, 5 de febrero de 1737. AGI, Quito, 133, nº16, s.f.

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con cartas de testigos que apoyasen su inmunidad y buena actitud frente a las extralimitaciones de Araujo, esperando recibir ayuda del Secretario de Estado y del Despacho Universal. Una de ellas fue la de Bouguer, expresando que «Mn. de Ulloa a non seulement agi avec ce zèle que je lui ai vu dans toutes les autres rencontres; mais que j’ai continuellement éprouvé combien la présence d’un Officier de la part de Sa Majesté Catholique était nécessaire pour l’expédition de l’ouvrage, et pour apaiser les diverses difficultés qui se présentent»102. La táctica empleada por Jorge Juan, que coincidió con La Condamine en Lima mientras buscaba fondos y andaba a declarar por el asunto del comercio ilícito, resultó efectiva. Trabado el asunto con el pleito entre Alcedo y Araujo, Jorge Juan obtuvo la orden se suspensión del encarcelamiento de Ulloa y suyo, pesando más para el Virrey las prerrogativas de las cédulas reales referentes a la misión, que la resolución de la Audiencia de Quito, decisión que un año después sería revisada en el Consejo de Indias103. 102. Copia de carta de Pierre Bouguer a José Patiño, Quito, 17 de febrero de 1737. AGI, Quito, 133, nº16, s.f. 103. El 24 de marzo de 1738, el Consejo de Indias elevó un informe al rey desestimando

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Se puede especular con el deseo del presidente de la Audiencia de sentar algún tipo de precedente en favor de la causa regnícola, logrando el apresamiento o algún tipo de condena contra dos enviados expresamente por el rey como un triunfo local de la jurisdicción de los naturales. Lo cierto es que la situación de desquiciamiento por ambas partes tuvo que ser considerable la suspensión de la pena, y recomendando que era «conveniente hacerlos venir a España en la primera ocasión de navío, remitiendo otros [marinos] en su lugar». Dicha resolución no se llevó a trámite por decisión del monarca, manifestando su personal desagrado y ordenando «que se prevenga al Presidente [de Quito] tomar la resolución correspondiente al agravio que hubiere padecido su empleo, y que luego, que hayan vuelto a estos reinos los referidos dos oficiales, y se haya recibido la información hecha por el oidor de Quito, me acuerde el Consejo este suceso para que se proceda contra ellos y se les imponga la pena proporcionada al delito cometido». La información de tal oidor nunca llegó, al haber tomado éste el hábito de los franciscanos cuando le llegó la petición, no viendo ya en asuntos de leyes, y ante la oposición del rey al intento de reapertura del caso por el Consejo de Indias en 1742, alegando el monarca no hallar «que merezca tratarse tan seriamente este negocio, atendidas las circunstancias de estos oficiales». La Corona tenía otros planes para los dos tenientes. Ramos Gómez, Luis J. «Introducción». En: Juan, Ulloa (2002). Op. Cit., pp. 19-21.

para que, a pesar de todas las prebendas otorgadas, un teniente de navío de unos apenas 20 años se atreviese al enfrentamiento directo con un alto oficial de la Corona como Araujo; e igualmente, para que éste quisiera encarcelarlo, mandando al traste todas las instrucciones reales; y más aún, para la folletinesca escapada con cruce de metales y heridos graves que protagonizaron Ulloa y Jorge Juan, y que tuvieron que hacer las delicias de los correspondientes en España, así como los desvelos de más de un funcionario de la Casa de Contratación de Indias. El mundo de principios del siglo XVIII en España y América, era un mundo de poderes locales y jurisdicciones muy diversas, a veces contradictorias, de las que emanaba una multitud de conflictos; y, no menos importante, las jurisdicciones eran la verdadera comunicación entre el poder de un grupo y el territorio al que se adscribían los súbditos como vecinos o naturales104. Eran quizá el 104. Es interesante la conceptualización que hace Carlos Garriga de la «cultura jurisdiccional». A través de percibir el adjetivo «moderno» como una sustantivación que realmente carece de sujeto y atributos más allá del reconocerse como no-medieval y no-contemporáneo, fija su mirada en la dimensión política del Antiguo Régimen, en el que la palabra estado o estamento vie-

elemento más fundamental que garanne de su noción medieval, para ejercer la potestad de un grupo; señaladamente los príncipes y monarcas la usarán en medio de la maraña comunitaria que formaba la sociedad civil, conviviendo las definiciones del individuo como súbdito, vecino, privado y natural. Al margen de la naturalización mecanicista de la diferencia que se establece por el mantenimiento de los estados y se justifica con la religión, que garantizaba el orden, es importante señalar la primacía de lo jurídico en una época en que los sujetos de poder eran fundamentalmente colectivos, implantándose los cambios en un mar de tradiciones que evidencian que los cambios que introdujeron los monarcas fueron usando un «instrumentarium» muy poco innovador, en términos políticos y jurídicos. Una sociedad en que las teorías estaban enormemente supeditadas a los procedimientos. Las innovaciones no surgían de la reflexión distanciada tanto como de la aplicación del derecho en una sociedad plural y fragmentaria. Una sociedad donde la conflictividad era parte del proceso y donde la ley, además era garantista. Se daba un modelo judicial de gobierno, y la potestad regia convivía con, y a sabiendas actuaba en detrimento de otras potestades. La justificación del derecho, del ejercicio del poder, de la identidad de un territorio, del bien y el mal, se hacía a través de la «jurisdiccionalidad» y sus dispositivos institucionales, en un sistema conflictivo, con numerosas resistencias y con una primacía de la potestad regia no siempre entendida, lo que explica el surgir del regalismo. Garriga, Carlos. Orden jurídico y poder político en el Antiguo Régimen. Istor. Historia y Derecho. Historia del Derecho. Año IV, nº16 (2004). pp. 13-44.

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tizaba la integridad política y social del individuo. No obstante, se puede considerar desproporcionada la actitud recalcitrante de Araujo por 20 pesos, llevando al extremo una situación que casi acaba en homicidio, afectando a dos personas que poco tenían que ver en el entramado político de Indias. Resultaría sin embargo una visión demasiado parcial cuando atendemos no sólo al acto furibundo de Ulloa, inapropiado pero comprensible, sino a la descripción de los habitantes del Perú que realiza el sevillano a lo largo de la «Relacion Historica». Una actitud que demuestra que, tanto por parte de Araujo como de Ulloa, había otros condicionantes larvados que tenían mucho más que ver con la intolerancia que con una simple enemistad o un pleito concreto. El relato del teniente sevillano, adscrito en las coordenadas del prejuicio contra lo diferente, puede resultar polémico si hacemos un ejercicio de actualismo inapropiado; sin embargo, lo más interesante es que fue polémico también en su momento de publicación. Habla de los indios como «gentes poseídas totalmente de ignorancia, llenas de rusticidad, y poco apartadas de una inculta Barbarie» o de «la corta comprensión de sus espí442

ritus tan sensiblemente, que apenas se puede concebir de ellos en algunos casos otra idea que la de su semejanza a las Bestias»; también que «son todos agoreros y muy supersticiosos»; o que «los Perros criados por Españoles, o Mestizos tienen tan grande ojeriza a los Indios, que si alguno de ellos va a entrar en Casa, donde no sea muy conocido se le abalanzan»; o sobre sus inquietudes «La tranquilidad de sus espíritus es inmutable a los contratiempos, y no sensible a las felicidades… la autoridad, o dignidad, a que pueden aspirar, de tan poca codicia, que con el mismo semblante admite un Indio el ministerio de Alcalde, cuando se lo dan, como del de Verdugo»; y sigue «Es tal la propensión que tienen a la embriaguez, que no se escapa de incurrir en esta falta, ni el Cacique por su superioridad, ni el Gobernador, o Alcaldes por su carácter… cuando tienen alguna fiesta… todos concurren a ella, y beben igualmente, hasta que depuestos de la razón quedan rendidos a los vapores de la Chicha»105. De los mestizos, que «son los procreados de Españoles e Indios», hace un llamativo excurso fisiognómico que 105. Juan, Ulloa (1748). «Relacion Historica…». T. II, Lib. VI. Cap. VI., pp. 541-558.

muestra hasta qué punto el recreo en la diferencia le parece importante, hablando de que son «tan cerrados de frente, que es muy corto el ámbito que les queda libre de pelo», «es áspero su cabello, lacio grueso y muy renegrido»; «la nariz pequeña, delgada, y con una ligera eminencia en el hueso, desde la cual, aunque sigue puntiaguda, se encorva algo, y queda inclinada la punta hacia el labio superior». Un crítico anónimo publicó una obra contestando a las duras afirmaciones del sevillano en su estudio de los habitantes del Virreinato del Perú bajo el título «Juicio imparcial». Aunque desgraciadamente no se conoce al autor, nos ofrece una perspectiva opuesta y no sin falta de agudeza sobre la posibilidad de Ulloa de estar tomando un partido claramente sesgado sobre la realidad de lo que veía. Posiblemente escrito por un criollo, en cualquier caso pone de manifiesto con sus «reparos» la conciencia sobre la infamia de un extraño que pretende apropiarse de una realidad que no sólo no conoce profundamente, sino que difama con un fin tanto propagandístico como de autoafirmación. Tampoco cabría desdeñar el interés de atraer a un determinado tipo de público europeo deseoso de noticias

exóticas. Al respecto, contiene críticas a la obsesión fisiognómica del sevillano como: [L]os signos que D. Antonio refiere tan abundantemente para distinguir a los mestizos son tan arbitrarios que le llevan a uno a la risa en lugar de ayudar al conocimiento de dicho mestizo. La variedad de narices en los mestizos es semejante a la demás de la gente: hay narices chatas, largas, anchas y aguileñas.106 Ulloa pretendía clasificar a grupos sociales y razas en base a observaciones superficiales y arbitrarias, aplicando un método empírico y físico que no tenía más elaboración que la de verse a sí mismo como un europeo en poder de una razón y dignidad ajena a las gentes que observaba. Había una imagen especular y opuesta a la que transmite Ulloa como representante del ideal investigador ilustrado. Este autor anónimo en su ataque, usa precisamente las armas conceptuales de los españoles, que eran también referencias para los criollos, para marcar esa distancia que separa a los que conviven con lo 106. Safier (2008). Op. Cit. pp. 193-194.

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exótico a ojos del sevillano. Utilizando la metáfora de fray Benito Jerónimo Feijoo sobre la distancia entre los seres humanos de otras geografías, y las recreaciones infundadas sobre los mismos «como si alguna Circe peregrinando por aquellos vastos Países, hubiese transformando todos los hombres en bestias»107, el autor anónimo critica el absurdo de aquellos plebeyos que creen que los indios «se gobiernan por instinto en lugar de razón»108. Tenemos que ser conscientes de las perspectivas paradójicas que encierra el fenómeno de la expedición, en estos años en los que Feijoo titulaba «Mapa intelectual y cotejo de las naciones» en su Teatro crítico universal, a un capítulo dedicado a entender que las naturalezas del hombre varían por causas diversas y medioambientales que se disciernen por la observación. Feijoo, desde la creencia de la necesidad de 107. Feijoo, Benito Jerónimo. Mapa Intelectual y Cotejo de Naciones. En: Feijoo, Benito Jerónimo. «Teatro Critico Universal… Tomo Segundo. Madrid. MDCCLXXIX (1779). Por D. Joachin Ibarra, Impresor de Cámara de S.M…. A costa de la Real Compañía de Impresores, y Libreros». [recurso electrónico]https://play.google.com/books/reader?id=HtMFAAAAQAAJ&printsec=frontcover&output=reader&hl=en Discurso XV, p. 311. 108. Safier (2008). Op. Cit. p. 186.

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participar en las novedades científicas de su tiempo, como en la denuncia de la instrumentalización de las mismas, defendía que la distancia y la mirada que toma el observador a través de sus condiciones, distorsiona la perspectiva humana del otro, al tiempo que ofrece nuevos elementos a la crítica109. En suma, que el conocimiento no es inocuo, y que los fantásticos mapas y mediciones, crean mapas de las ideas y mapas geográficos que encierran a personas de una forma deshumanizada. Es lo que inteligentemente refiere Schaffer como la automatización del pensamiento ilustrado, metáfora usada por Walter Benjamin y Jürgen Habermas y que toma directamente de Kant y de Bentham sobre la «gobernabilidad de la máquina automática» y el diseño de telares automáticos que expresaban ese espíritu que también albergaban los hombres110. Tanto en España como en América, existía un mundo de la diferencia y la desigualdad tácita, donde convivían 109. Ibídem. 185-186. 110. Cita así a William Sewell al decir que «los trabajadores de la Encyclopédie son dóciles autómatas que llevan a cabo sus tareas, científicamente determinadas, con la misma eficacia y la misma falta de alegría que las máquinas». Schaffer (2011). Op. Cit., pp. 228-230.

personas cuyos sentimientos de pertenencia, resignación, decencia, orgullo, identidad y prestigio se construían en base al antagonismo con los otros, tanto o más que a la homologación con los considerados iguales. Esquema mental que sumado a la tradición de los saberes geográficos, que había determinado enormemente la perspectiva científica en el ámbito hispánico, lleva a tratar el análisis de la realidad como la creación de un mapa. Feijoo usa el «mapa intelectual» para llevar del papel a las mentes y almas de los hombres el conocimiento de la realidad; sin embargo, Ulloa marca una distancia analítica y cultural que le engloba en los discursos etnográficos del siglo XVIII, en el que los paralelos, las líneas que separan las zonas climáticas, marcan fronteras etnográficas entre las culturas civilizadas y los salvajes; como él mismo escribe, «que no encontrando en ellos los accidentes de la racionalidad, los creyese dignos de ponerse no muy lejos del Paralelo de los Brutos»111. Franco Farinelli, en su reflexión sobre el efecto en la mentalidad europea que tuvo la perspectiva florentina en la pintura y luego en la arquitectura 111. Juan, Ulloa (1748). «Relación Historica…». T. II, Lib. VI, Cap. VI, p. 543.

–siendo un gran ejemplo la columnata de San Pedro levantada por Brunelleschi–, habla de cómo la cultura visual vence a los apriorismos naturales anteriores, a través de asentar no sólo una técnica –la de la perspectiva rectilínea necesaria, para que dos paralelas se corten en el punto de fuga–, sino de asentar el valor de la perspectiva como alteradora del sentido de la naturaleza, en sus palabras «the compensation of a recovering and correcting (emendating and rectifying) by the polis of the immediate result of the physical and biological processis that had put it into the world»112. La cultura de la ciencia aísla, sitúa, coloca y contrasta con distancia, pero exige así mismo un posicionamiento del observador, cuya posición trata de diferenciar de la del observado a través del instrumento, mental o físico, creando imágenes de lo que observa. Las nociones de «pública salud», de «mejoría civil» o verdad epistemológica, suponen la construcción de una realidad particular, con intenciones que ya venían claramente marcadas, 112. Farinelli, Franco. Subject, Space, Object: The Birth of Modernity. En: De Risi, Vincenzo (ed.). Mathematizing Space. Trends in the History of Science. Cham: Springer International Publishing Switzerland, 2015. p. 150.

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en el caso de los franceses por la defensa o impugnación de las hipótesis cartesianas sobre la tierra; en la de los españoles por la misión patriótica y militar de información, reforma y defensa que desde el principio Patiño les había encomendado, además de la fe en la bondad del empirismo científico –provocando el extrañamiento e incluso conflicto con los criollos y los indígenas, hacia los que no se disimulaba un desdén paternalista. Así como se produciría también, llegado el momento, el abandono de las tareas científicas en favor de las de defensa. La ciencia en el XVIII no estaba separada de las fronteras ni de las rivalidades económicas que, en última instancia, provocaba el apoyo institucional. No obstante, Newton acabó venciendo a Descartes y las mediciones se llevaron a cabo con el mayor celo posible, abriéndose una era de libertad de conocimientos, además compartidos, que no tenía precedentes, y en la que los dos tenientes de navío españoles se llevarían su parte de reconocimiento merced de su esfuerzo magnánimo. Jussieu ya dejó escrito: «Me doy cuenta de que este viaje que no tenía por fin más que un objeto, se transformará fundamentalmente por el nú446

mero de hechos y de conocimientos geográficos, históricos, matemáticos, astronómicos, botánicos, medicinales, quirúrgicos, anatómicos, etc. Recorremos el camino haciendo memorias instructivas, todo esto formará un cuerpo de obras muy curiosas y completas»113. Además de la misión geodésica, el propio Jussieu y La Condamine hicieron importantes descubrimientos sobre la quina de camino por Loja. Aunque ya la usaban los indios, la popularización de la planta y la utilización generalizada de su principio activo –la famosa quinina– como febrífugo en América y Europa, se debe a los dos franceses114. Entre los variados logros científicos de la larga estadía en América, se aña113. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit. p. 90. 114. Como explican Juan y Ulloa en las «Noticias secretas»: «Cosa muy común es que la producción de la cascarilla o quina, se hace en las espesas montañas de la jurisdicción de Loja. Las especies que hay de ella, según las dio a conocer el botánico M. de Jussieu son cuatro o cinco distintas, pero la superior de todas, que es el verdadero febrífugo y específico contra las calenturas… no se trae a España porque los indios (que son los que la cogen) no tienen el cuidado que sería necesario para separarla de las otras especies, ni acertaban ellos a distinguirlas hasta que el mismo botánico la dio a conocer entre ellos, y recomendó que no la mezclasen… También enseñó a sacar el extracto de ella». Juan, Ulloa, (2002). Op. Cit., pp. 535-536.

den el descubrimiento del caucho115; la elaboración del mapa de la Audiencia de Quito116; la delimitación de las 115. Parece ser que fue La Condamine, también durante su estancia en Loja, a quien le llamó la atención cómo los indios de las selvas de las proximidades golpeaban un tipo de árbol autóctono para extraer una sabia resinosa de color blanco, que luego depositaban en pieles de plátano. Cuando se secaba, la sustancia se volvía marrón y elástica y los indígenas la moldeaban para fabricar depósitos irrompibles donde llevar agua y otros líquidos. A su vuelta a Quito después de llegar hasta Cayena, La Condamine seguiría haciendo pruebas con su descubrimiento y mandaría muestras a su amigo Du Fay en Francia, da´ndolo así a conocer en Europa. Igualmente, los expedicionarios usaron el caucho para impermeabilizar agujeros en sus ropas y proteger los instrumentos. Ferreiro (2013). Op. Cit., pp. 110-112. 116. Impreso en Francia, mientras Antonio de Ulloa se recorría Europa para hacer acopio de materiales y copiar técnicas de grabado y cartografía, fundamentalmente de París y Londres. Pedro Vicente Maldonado, que moriría en 1748 en Londres en extrañas circunstancias, fue enviado tanto como cartógrafo experto de Quito, habiendo sido el gran ejecutor del mapa, como cual defensor de los intereses de la Corona española. No obstante, La Condamine y el editor d’Anville acapararon la edición del mismo desoyendo las correcciones de Maldonado, hasta el punto que se publicaron tres versiones, una para España, otra para las sociedades científicas de Europa y otra para consumo de curiosos distribuida con el Journal du voyage de La Condomine, quien marcó sus rutas y sus hallazgos con

fronteras entre España y Portugal en Sacramento; las «Noticias secretas», documento de gobierno esencial por rendir un estudio pormenorizado de todo lo que ocurría allá por donde pasaron, los entresijos de la expedición, datos científicos, económicos, antropológicos, personales, naturales, militares…; el gran estudio etnográfico y antropológico de los pueblos andinos que se publicaría bajo autoría de Ulloa como la «Relacion Historica del Viage hecho de orden de S.M. a la America Meridional» en cuatro tomos; un nuevo tratamiento contra la viruela117 y por supuesto, el motivo fundamental del viaje, las observaciones astronómicas y la medición de la longitud de un grado de meridiano cerca del Ecuador. No en vano, el propio Feijoo abogaba por que en España se siguiesen prioridad a las recomendaciones de Maldonado, lugareño que llevaba toda una vida estudiando el territorio. Como muestran los ejemplos de señalar las fuentes minerales que interesaban a comerciantes y explotadores europeos, hacer un mapa era una labor de creación y reclamo, con una función tan propagandística y política como o más que científica, a pesar de su complejidad técnica. Safier, Neil. Measuring the New World. Enlightenment Science and South America. Chicago: The University of Chicago Press, 2008. pp. 123-162. 117. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., p. 91.

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los pasos de Bacon, Boyle o Newton para alumbrar una ciencia «desnuda de todo artificio» que redundara en nuevas perspectivas, lo cual no deja de ser una afirmación completamente idealista en la línea de la forma de mirar que deforma la naturaleza analizada por Farinelli. Theodore W. Adorno pone brillantemente de relieve este carácter entre idealista y totalitario que muestra la dialéctica ilustrada entre la objetividad cosificada por los instrumentos y la voluntad impositiva de la razón: Pues que la Ilustración es más totalitaria que ningún otro sistema. Su falsedad no radica en lo que sus enemigos románticos siempre le han reprochado: método analítico, reducción a elementos, descomposición por medio de la reflexión, sino en que para ella el proceso está decidido de antemano. Cuando en el procedimiento matemático lo desconocido se convierte en incógnita de una ecuación, con ello queda señalado como conocido aun ante de que se le haya asignado un valor. La naturaleza es, antes y después de la teoría cuántica, aquello que debe concebirse matemáticamente; 448

incluso lo que no se deja reducir, lo insoluble y lo irracional, es invertido por teoremas matemáticos.118 Debemos entender, por tanto, que lo que muchos alabaron en las publicaciones de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, otros lo criticaron, siendo un hecho que los avances técnicos aprendidos y el conocimiento geográfico, político y antropológico adquirido, no redundó en una mejora de las complejas situaciones del mundo colonial hispánico, frente al que los dos españoles se mostraron tan aplicados en su análisis como distantes hacia los debates identitarios latentes. Por otro lado, este afán científico y explorador, que en palabras Voltaire casi se trataba de «un segundo descubrimiento de América», era fruto de una atroz competencia entre las potencias europeas, de un programa de espionaje, de una labor higienista y depuradora desde Madrid hacia sus colonias y en suma, de un conflicto de intereses que se manifestaría en varios ángulos durante la expedición, mucho más allá que los anotados tras las observaciones. 118. Adorno, Theodore W. Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos. Obra completa, 3. 1ª reimpresión. Madrid: Akal, 2013. pp. 39-40.

Ciencia y guerra: un largo camino La misión científica a desarrollar por los españoles era, desde este prisma, un conglomerado de tareas, vivencias y sentimientos que iban mucho más allá del interés científico y político que había llevado a la Académie des sciences a embarcar a estos hombres en semejante aventura. Por un lado, la medición del grado de meridiano fue mucho más costosa de lo que se imaginaba en un principio. Siguiendo el magnífico volumen que escribió Jorge Juan de «Observaciones Phisicas y Astronomicas», se desgranan capítulo a capítulo todas las tareas de medición realizadas, sin privación de detalles técnicos, frente a la labor podríamos decir que etnográfica, geográfica y costumbrista que realizó Ulloa al escribir los otros cuatro tomos de la magna obra que los dos españoles legaron al mundo. Haciendo un viaje a través de sus páginas, encontramos una magnífica explicación de Jorge Juan sobre la historia de la cosmología hasta el estado de la cuestión presente en el año de publicación de la obra, 1748. Posteriormente, el encomiable esfuerzo matemático de sus numerosos capítulos, versa sobre las explicaciones detalladas

de temas tan sofisticados como la medición de la «distancia meridiana del centro del Sol al Zenith»; el estudio de la «disminución de la máxima Oblicuidad de la Ecliptica»; las «observaciones de la Latitud»; descripciones de los instrumentos que se vieron obligados a fabricar durante la expedición por la no llegada o avería de los que trajeron; las «observaciones de la Longitud», de los eclipses de la Luna; otros temas tan complejos como «la correccion que se debe hacer al medio dia, hallado por las alturas correspondientes, producida por la mutacion en la declinación del Sol»; sobre «la dilatación y compresión de los metales»; las «Experiencias del Barometro simple» para calcular la altura de los montes; estudios sobre «la Velocidad del Sonido»119; todas las tareas de triangulación con medidas geométricas desde el llano de Yaruquí hasta la costa para deducir las distan119. Juan, Jorge, Ulloa, Antonio de. «Observaciones Astronomicas, y Phisicas de orden de S. Mag. en los Reynos del Perú… de las quales se deduce la Figura, y Magnitud de la Tierra, y se aplica a la Navegacion. Impresso de orden del Rey Nuestro Señor. En Madrid. Por Juan de Zuñiga, Año M.D.CC. XL.VIII. (1748)». BNE, Fondo antiguo, GMg 448. Biblioteca Digital Hispánica [recurso electrónico] http://bdh-rd.bne.es/ viewer.vm?id=0000000536, Libros I-VI, pp. 1-143.

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cias entre los paralelos de las señales que iban dejando por los cerros desde el altiplano hasta el nivel del mar; los cálculos trigonométricos con los triángulos formados por las señales y notas de observaciones, tomados en distancias de cientos de kilómetros entre Quito, Yaruquí, Cuenca, Tarqui120; las observaciones astronómicas para comparar las mediciones geodésicas con el acimut del Sol y poder establecer las inclinaciones de los triángulos con respecto a la ascensión recta del Sol y la eclíptica, para hallar la línea recta del meridiano; cómo inventaron un instrumento para calcular el arco imaginario entre los puestos de observación de los dos grupos que se formaron, y por extrapolación geométrica aplicarlo a las triangulaciones geodésicas121; «De 120. Juan, Ulloa (1748). «Observaciones…», Lib. VII, pp. 144-312. 121. Para medir los extremos de toda la franja de triangulaciones geodésicas y hallar la amplitud del arco de meridiano, tuvieron que construir el instrumento de pasos, una hazaña considerable. El sector astronómico de 12 pies de radio con que llegaron a Quito estaba considerablemente deteriorado, «no podía cerrar los ojos y disimular la desviación del limbo respecto al plano del meridiano que por las observaciones precedentes sobre el Sol conocía aproximadamente» escribía Bouguer. Con el nuevo instrumento, que la pericia, determinación y capacidad de aclimatación ob-

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las experiencias del péndulo simple»… así, hasta lograr determinar el grado de meridiano y extraer la conclusión sobre la figura de la Tierra. El grueso de las mediciones se hizo entre 1737 y 1739 en torno a la triangulación del meridiano, usando las técnicas de Frisius y Picard entre las planicies de Yaruquí, Caraburu y Oyambaro, con todas las montañas entre medias donde fueron depositando las señales geodésicas. Cada base de comprobación para un fragmento entre los dos extremos finales de la sección a medir, abarcaba 400 km que suponían 3º de latitud triangulados, tras lo cual debían comparar las mediciones hechas por cada uno y calcular los errores, repitiéndolas si estos señalaban resultados demasiado dispares y posiblemente fallos en la medición. Luego se procedía a medir otra base fundamental y se comparaba con la anterior, y así sucesivamente122. Para que las señales fuesen visibles, decidieron colocarlas tenidas en todos los años que llevaban les permitieron hacer, lograban una precisión mucho mayor al ser más grande y pesado, ganando en estabilidad, y al contar con un limbo de mayor amplitud, que no obstante, tenían que fabricar. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., pp. 177-182. 122. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., pp. 170-172.

en cimas de montes, enfrentándose a larguísimas caminatas, lluvias, vientos y todos los rigores característicos de la cordillera andina. Hablando de los Andes, Ulloa refiere que:

El reto más exigente de todo el viaje fue la medición del arco de meridiano y los dos extremos de la línea de triangulación desde el volcán de Chimborazo. Para ello utilizaron un instrumento de pasos que construyeron con mucha maña y paciencia, sin ayuda de artesanos y con tareas tan complejas como

poner el anteojo en el plano del limbo correctamente, colocar el instrumento en el plano del meridiano y, una vez bien situado, tener en cuenta los coeficientes de dilatación de cada material, que también afectaban a las medidas. No tenían capacidad de calcularlos más que a ojo, lo que hacía que las distintas temperaturas afectasen también a las mediciones debido a la referida dilatación; de todos estos factores dependía el éxito de la misión. Terminaron el instrumento a finales de 1739 y durante 1740, debido al exceso de dispersión de las mediciones, Godin, Juan y Ulloa tuvieron que corregir el aparato varias veces hasta logra un nivel de precisión tal, que descubrieron el movimiento relativo de las estrellas. No llegarían sin embargo a ser capaces de descubrir la aberración estelar –que ya había identificado Bradley124–, sino que La Condamine, frustrado por añadir un error de 1’ a todas las observaciones, y asumiendo que Picard, Bradley, Flamsteed o los Cassini no podrían haber obviado algo así, atribuyó esa variación a sus propios fallos al medir. Ajustando con el micrómetro las medidas obtenidas con la plomada

123. Juan, Ulloa. «Relacion Historica…». T. II, Lib. VI, Cap. VII, p. 567.

124. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., pp. 184-185.

[T]ienen un temple correspondiente en lo frío, y un terreno árido; y es a éstos a los que se les da el nombre de páramos: pero aunque todas las cordilleras lo son, hay unos más rígidos que otros; y algunos tales, que con el frío ocasionado de la continua nieve, y hielo, quedan inhabitables… entre todos exceden con tanto extremo algunos, que sus faldas se levantan, y sustentan sobre los empinados copetes de los otros; y toda su monstruosa corpulencia está cubierta de nieve hasta la cumbre.123

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en el limbo, lo consiguieron reducir un poco pero, divididos en los grupos formados por La Condamine y Bouguer por un lado, y Godin, Juan y Ulloa por otro, decidieron finalmente compartir 1’ del grado que habían medido entre los dos grupos, a pesar del recelo mutuo que se tenían en torno a las mediciones. Hallaron la sorpresa de que La Condamine y Bouguer tenían un minuto de 945 toesas y el grupo de Godin de 946. A partir de aquí comenzaron a hacer las últimas medidas de comprobación que les otorgó el convencimiento necesario para aceptar las mediciones y dar por terminado el experimento125. Entre medias de estas observaciones, sin embargo, pasaron muchas cosas, la mayor parte de las cuales dejaron Juan y Ulloa relatadas en las «Noticias secretas de America». La más importante, sin duda, fue la guerra que estalló contra los ingleses en 1739126. 125. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., p. 133. 126. En ello influyó también la Guerra de Sucesión española y los acuerdos con Francia, autorizando su participación en el comercio directo con Europa a través del Cabo de Hornos, lo que permitió un considerable aumento del contrabando francés que perjudicó al inglés. La Guerra de la Cuádruple Alianza no obstante, dio alas a un intento más serio de acabar con el contrabando, llevándose a cabo el plan de mejora de la armada de Patiño, que había quedado da-

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Como ya se ha comentado más arriba, la Corona británica y la española tenían difíciles relaciones en torno al problema del contrabando y los corsarios en el Caribe, ligada a la actividad de la South Sea Company. La compañía inglesa se había visto amenazada considerablemente con el plan de fragatas desarrollado por Patiño, que tuvo gran efectividad en torno a los años 30 con la captura de centenares de barcos ingleses. Lo cierto es que el contrabando, la piratería y las acciones corsarias se habían vuelto prácticas comunes en las Indias Occidentales. El progresivo establecimiento de nuevas colonias europeas cerca de los territorios españoles, el aumento poblacional y con ello de la demanda de productos en América, así como el colapso del sistema de flotas a finales del XVII, llevaron a que, por ñado tras el desastre de Cabo Passaro de 1718 y la caída del poder del cardenal Alberoni. La captura de barcos ingleses hasta 1732 se multiplica, lo que tras las sonoras protestas en Londres, Keene y Patiño llegan a un acuerdo en el marco de los tratados de Viena de 1731, que al margen de tratar de mantener el régimen establecido por Utrecht, supuso el comienzo de la política de indemnizaciones por ambas partes; los ingleses por las acciones ilícitas de la South Sea Company, y los españoles a esta compañía por la caza indiscriminada de sus buques por los guardacostas. Cerdá Crespo (2010). Op. Cit., p.35.

ejemplo, el contrabando se convirtiese en parte de la vida cotidiana de los habitantes de Tierra Firme127. La escalada de conflictividad con los británicos, dejando aparte el reinado de Isabel I en el siglo XVI, se remonta especialmente a la guerra de 1625-1630, relacionada con la entrada de España en la Guerra de los Treinta Años y el compromiso del rey de Inglaterra con la causa protestante y la restitución del Palatinado. Como consecuencia de la misma, con un resultado negativo para los ingleses, ya firmadas las paces de Münster y Osnabrück se acordó finalmente el primer Tratado de Paz, Confederación y Comercio en 1670. Las arduas discusiones sobre su último punto dejaron el acuerdo sobre el comercio americano sin definir, al no mencionarse nada sobre las Indias. Ello dejaba el statu quo del monopolio hispánico de la misma forma, sin ningún acuerdo determinado con los británicos que lo asumieron como un permiso tácito para seguir con las mismas prácticas contrabandistas, desempe127. Cruz Barney, Óscar. El corso marítimo. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Secretaría de Marina. Centro de Estudios Superiores Navales, 2013. pp. 204-207.

ñadas desde el siglo XVI y silenciadas diplomáticamente128. El contrabando estaba generalizado si bien, como escribiría Félix José de Abreu y Bertodano129 en su «Tratado 128. En 1645 Cromwell ordena el ataque a La Española y los ingleses toman Jamaica; entre 1668 y 1670 el bucanero Morgan ataca Portobelo, Cartagena de Indias y Maracaibo, llegando hasta Panamá tras cruzar el istmo. A pesar de los tratados de 1670 y 1680, la situación continuó, siendo utilizados los corsarios como un instrumento de guerra por las potencias en pugna, y cuando no, se les permitió bastante el tránsito y sus rapiñas comerciales salvo temporadas en las que la escalada de pillaje se descontrolaba. Sir Richard White no se cortó al declarar frente al Consejo de Indias en 1671 que la única manera de ganar dinero en el Caribe que tenían los británicos, era robar a los españoles. Sin duda, durante el siglo XVII la avanzadilla de corsarios, filibusteros y bucaneros ingleses, holandeses y franceses, por temporadas contratados por alguna monarquía pero el resto del tiempo acometiendo empresas privadas, fue una garantía de protección para el pujante contrabando del que se beneficiaban los británicos especialmente. Cerdá Crespo (2010). Op. Cit., pp. 29-31. 129. Segundo hijo del marqués de la Regalía y caballero de la Orden de Santiago, experto en derecho de gentes que sería secretario de la embajada de Carvajal en Londres y enviado especial durante la embajada de Ricardo Wall, llegando a ser consejero de Guerra en 1670. Aguilar Piñal, Francisco. Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII. Vol. II. Madrid: Instituto Miguel de Cervantes (CSIC), 1983.

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juridico-politico sobre pressas de mar» de 1746, dicho contrabando podía ser tanto de amigos como de enemigos. Una de las claves del fenómeno del corso al servicio de la Corona española, que también lo hubo, era el régimen de comisos existente desde principios del siglo XVII. Los bajeles que llevasen carga no registrada en Indias la perderían por ley al ser detectada en las visitas portuarias de los oficiales reales, viendo con exclusividad el Consejo de Indias sobre los juicios de contrabando. Así mismo, los corregidores de los puertos tenían acceso a las listas de mercancías prohibidas, pudiendo castigar a quien delinquiese en la mar con independencia de ser súbdito o no del rey de España. Del comiso, descontados los derechos reales y la sexta parte de los jueces, la tercera parte correspp. 175-179; The Biographical Dictionary of the Society for the Diffusion of Knowledge. Vol. I. Londres: Longman, Brown, Greene and Longmans, Paternoster Row, 1842 [recurso electrónico] https://books.google.es/ books?id=f5VUAAAAYAAJ&pg=PA178&lpg=PA178&dq=Felix+Joseph+de+Abreu+y+Bertodano&source=bl&ots=TOHs3PnHq0&sig=6nx_zbQI_EU5a7HzpGf853pNpPM&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjUzMWg6vKAhWJnBoKHSToASAQ6AEISzAL#v=onepage&q=Felix%20Joseph%20 de%20Abreu%20y%20Bertodano&f=false, p. 178.

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pondía al denunciador que además hubiese participado en la aprehensión del contrabando; si no participaba en la captura recibía menos. En la cédula de 1734 relativa a aprehensiones de embarcaciones, se cita como antecedente el apresamiento regular de toda embarcación que encontraban estos corsarios. Se estableció también que toda aquella embarcación fondeada en la costa sin permiso, o vagando en rumbo que fuera sospechoso sería buena presa, y que en caso de conflicto entre partes, y tomando testimonio y careos, se atendería con preferencia a la versión que diesen los corsarios130. Todo ello favoreció enormemente la captura indiscriminada de navíos. El atosigamiento al contrabando inglés y los incumplimientos sucesivos de los acuerdos comerciales ligados al Navío de Permiso y el Asiento de Negros de Utrecht, terminarían por pro130. Órdenes como la que se dio al Virrey de la Nueva España en febrero de 1724 para que no se tolerase la entrada de mercancías de contrabando en jurisdicciones de Indias, así como de que combatiese el comercio ilícito, mezcladas con las ordenanzas sobre el comiso, provocaron el fomento del corso legal al servicio de la Corona, permitiendo que los particulares que participasen de las capturas pudiesen llevarse su botín de las confiscaciones. Cruz Barney (2013). Op. Cit., pp. 209-212.

vocar una nueva guerra131. Se había llegado a firmar el Tratado de El Pardo en 1739, por el que España se comprometía a pagar una indemnización de 95.000 libras por las pérdidas injustificadas de barcos mercantes ingleses. Patiño exigió como contrapartida que la South Sea Company liquidase una deuda de 68.000 libras contraída con la Corona española muchos años atrás. Pero la compañía británica se negaría en redondo a pagarlo132, y Felipe V blo131. Los británicos elevaron sus protestas sobre la obstrucción a lo que ellos consideraban su legítimo comercio mucho más de lo habitual. El gobierno de Walpole, además, hizo público que sólo entre 1713 y 1731, los guardacostas españoles confiscaron ilegalmente más de 180 barcos de pabellón inglés. Hubo una campaña propagandística para soliviantar los ánimos de la opinión pública, a raíz de la comparecencia del capitán Robert Jenkins en el Parlamento, contando que cuando fueron capturados él y su barco Rebecca por los guardacostas y corsarios Fandino y Duret en 1731, le amputaron la oreja siguiendo una práctica reconocida como pirata. Más casos de actos salvajes en el mar serían publicados en medios editoriales británicos, alcanzando la tensión notoriedad pública en 1739. Cerdá Crespo (2010). Op. Cit., pp. 23-24. 132. El conde de Chesterfield diría en sesión parlamentaria: «what our negotiators had already allowed, for what I know, prompted them to set up a most unjust claim of 68,000 l. against our South-Sea Company; and though the Spaniards are, by their own acknowledgement, indebted to our South-Sea Company in a much larg-

quearía el navío de permiso y el asiento. Los ingleses no estaban dispuestos a asumir las pérdidas de la South Sea Company ni a perder un palmo de sus privilegios ganados en la Guerra de Sucesión española frente a los franceses, que además, ahora eran aliados de España en virtud del Tratado de El Escorial de 1733 en contra de Austria133; er sum, yet it was agreed, that this 68,000 l. should be immediately paid by the Company to the King of Spain… 68,000 l. … is to be raised by a tax on our own people, or rather taken by violence from our own South-Sea Company; and the remaining 27,000 l. is to be paid to us by the King of Spain, which is a less sum than he had acknowledge to be due to us… we have not so much as obtained from the Spaniards a suspension of their wonted depredations. Where Spain is to be a gainer by a suspension, there it is expressly stipulated; but where we are to be gainers it is entirely neglected. We have promised to suspend all fortifications and improvements in Georgia and Carolina; but Spain has not promised to suspend searching our ships». The History and Proceedings of the House of Commons: from the Restoration to the Present Time. Vol. XI. «London, Printed for Richard Chandler, and sold at the Ship without Temple-Bar, and at York and Scarborough. 1742». [recurso electrónico] https://play. google.com/books/reader?id=nDNYAAAAYAAJ&printsec=frontcover&output=reader&hl=es&pg=GBS.PP1. Ann. 12, Geo. II, 1738-9, pp. 122-124. 133. Primer Pacto de Familia con Francia y el apoyo de Saboya en la Guerra de Sucesión de Polonia, siendo nombrado el infante don Carlos general de las tropas españolas en Italia. Esta inestable triple alianza

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era una situación que amenazaba con destruir el sistema de equilibrio garantizado por Utrecht y que resultaba vital para el sistema marítimo de defensa y comercio británico. A ello vino a añadirse el fracaso de la feria de Portobelo de 1738134 y la presión del lobby comercial en Westminster, siendo quienes realmente controlaban las decisiones del parlamento británico. Tal situamostró sus diferencias al abandonar las tropas españolas al general francés Villars para dirigirse a la conquista de Nápoles, mientras que Carlos Manuel de Saboya no quería colaborar con los españoles ni defender los territorios del infante don Carlos, y por tanto no apoyó lo suficiente a los franceses, que pretendían evitar la entrada de las tropas imperiales alemanas en Italia. El apoyo de Viena a la causa de Augusto III de Sajonia en Polonia, contravino el equilibrio europeo (atentando contra la política hannoveriana en Alemania de Jorge I de Inglaterra) cuando ya las potencias marítimas habían aceptado la Pragmática Sanción imperial que permitía la sucesión femenina de María Teresa de Austria en el Sacro Imperio. Ochoa Brun, Miguel Ángel. Historia de la diplomacia española. La diplomacia en la era de la Ilustración. I. T. IX. 1ª edición, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, 2012, pp. 227-230; Béthencourt Massieu (1998). Op. Cit., pp. 253-258; Francisco Olmos, José María. Carlos III de Borbón. Conflictivo protagonista de la diplomacia europea (1716-1759). Cuadernos de Investigación Histórica. Nº 27 (2009). pp. 263-268. 134. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., p. 133.

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ción llevó inexorablemente a declarar la guerra, sabiéndose además en superioridad naval frente a los españoles135. Los británicos iniciaron un conflicto punitivo con el fin de hacer el máximo daño posible a las infraestructuras navales y el comercio español, recibiendo el almirante inglés Vernon la instrucción de «cometer toda suerte de hostilidades contra los españoles de la manera que juzgue más apropiada»136. El conflicto comienza el 2 de diciembre con el ataque a Portobelo, arruinando la feria de comercio, destruyendo sus fortificaciones e incendiando la ciudad137. Ello provocó el traslado a Quito 135. Al comenzar el siglo XVIII Inglaterra había desbancado a Holanda como potencia marítima y comercial. Según estudios de A. Pearce Higgins, los británicos pasaron de tener 121 navíos de línea y 105 naves menores en 1721 a 174 navíos de línea y 294 menores en 1783. Francia en su momento de máximo poder naval en el mismo siglo, habría tenido sólo 81 buques de línea, mientras que España, casi sin flota después de la Guerra de Sucesión, a pesar de los esfuerzos de Patiño y luego de Ensenada, en 1737 tendría solamente 37 navíos de línea, 58 en 1774 y 72 hacia final de siglo. Cerdá Crespo (2010). Op. Cit., pp. 32-33. 136. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., p. 133. 137. Los ingleses tomaron con rapidez una ciudad que estaba mal defendida, siendo la única estructura militar de relevancia el castillo de Todo Fierro y los buques Santa

del tesoro de 11.500.000 pesos de los comerciantes del Mar el Sur138, lo que mejoraría la precaria situación de la ciudad en años siguientes por la administración del depósito durante la guerra. El siguiente paso de los ingleses de Vernon fue tomar Chagres, evidenciando la nulidad defensiva española tras el gran impacto que supuso PorBárbara, Santa Rosa, San Pedro y un paquebote. La ciudad verdaderamente poblada en la zona era Panamá. Portobelo existía desde su fundación en 1597 exclusivamente para la celebración de la feria de comercio, si bien toda la región del istmo de Panamá era el núcleo principal de las comunicaciones y del sistema comercial entre el Perú y España, no encontrándose precisamente bien defendido ni con buenas infraestructuras, además de no darse a basto administrativamente desde Lima para todo este territorio. Ello causó el restablecimiento del Virreinato de Nueva Granada en 1739 (tras su creación en 1717 y suspensión por razones financieras en 1723), que incluiría los territorios de la Audiencia de Quito, si bien la defensa de los mismos seguiría en manos del Virrey del Perú en Lima durante el conflicto. Cerdá Crespo (2010). Op. Cit., pp. 95-96; Ramos Gómez (2002), Op. Cit., p. 22. 138. Cifra aclarada por Ramos Gómez. Juan y Ulloa en las «Noticias secretas», relatan que «La armada del Perú salió del puerto de Panamá el día 28 de junio del año 1739, llevaba registrados cosa de nueve millones de pesos, inclusas las cantidades que se remitían a España. Juan, Ulloa (2002). Op. Cit., p. 184.

tobelo139, para luego dirigirse a Cartagena de Indias, puerto caribeño principal y clave para la protección de toda la zona del istmo y Tierra Firme. No sólo era fundamental para el comercio, sino clave para el transporte de metales preciosos y otras materias primas a Europa. Como cuentan Juan y Ulloa en las «Noticias secretas» sobre Cartagena de Indias: «A esta bahía llegan las armadas de galeones y se mantienen en ella hasta que la de El Perú llega a Panamá; con esta noticia pasan a Portobelo y, concluida la feria, se vuelven a Cartagena, donde reciben los víveres que necesitan para su regreso, y sin detenerse mucho se hacen a la vela para La Habana»140. Así se explica el sistema del comercio español en la zona. Cartagena había sufrido, al igual que las ciudades próximas de Tierra Firme 139. Fue un acontecimiento increíble que nunca se había producido anteriormente, y mostró de forma evidente que el camino de los ingleses para llegar a Panamá quedaba abierto si no se tomaban medidas. Fue además una situación favorable al repunte del contrabando en 1740. Ramos Gómez (2002), Op. Cit., p. 23. 140. Juan, Jorge, Ulloa, Antonio de. «Noticias secretas de América… Parte I. Londres. En la imprenta de R. Taylor. 1826». Biblioteca Digital Hispánica [recurso electrónico] http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000093768&page=1 , p. 6.

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y el istmo, una crisis de abastecimiento causada por la progresiva llegada de buques ingleses al Caribe desde el verano de 1739 y el cierre del comercio con los españoles en Jamaica. Blas de Lezo informaba en febrero de la presencia de unos 22 buques británicos y a pesar de la solicitud de ayuda al Virrey de Nueva España, las comunicaciones no funcionaban. En su correspondencia contaba cómo se hallaban «con sólo un mes y medio de bizcocho y sin menestras»141, sin poder además abandonar la ciudad y socorrer a Portobelo por sus malas defensas. A pesar de las dificultades y la falta de medios, gracias a la ingeniosa defensa que organizó Lezo142 aguantaron el ataque 141. Cerdá Crespo (2010). Op. Cit., p. 104. 142. En marzo Lezo refiere el inicio del bombardeo por los barcos de Vernon, con 8 navíos de guerra, 2 paquebotes, 2 bombardas y 2 brulotes, utilizando bombas incendiarias con el fin de arrasar la ciudad (finalmente sólo tres casas). Tras la llegada a Cartagena de refuerzos, el jefe de la Escuadra de Barlovento Benito Antonio Espínola deja en manos de Lezo la organización de la defensa de la ciudad. Se dispusieron a la entrada de la bahía de Cartagena barcos conectados con cables para que vararan los barcos ingleses, la artillería de la andana de los buques se colocó en la costa para hostigar al enemigo desde arriba y se colocaron morteros y bombardas en los castillos de Señor Luyo y San José. En la ensenada de Tierra Bomba se colocó el navío El Dragón junto a un balandra de 8 cañones y se colocaron baterías en la pun-

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inglés, y cuando Vernon recibió por carta secreta del embajador en Madrid Benjamin Keene que se había enviado desde España una flota de 18 navíos, abandonó el asedio y se refugió en Jamaica en agosto143. Por su parte, el almirante George Anson pretendía cruzar el Cabo de Hornos y pasar al Mar del Sur para hostigar la costa del Pacífico desde Valparaíso hasta Panamá, e intentar capturar la Flota de Galeones del Sur. Es entonces, en julio de 1740 cuando el Virrey del Perú requiere a Jorge Juan y a Antonio de Ulloa para que acudan a Guayaquil y preparen las defensas ante un posible ataque inglés. Los dos tenientes se hallaban haciendo mediciones en Cuenca y no llegarían a Guayaquil hasta diciembre. Ante la no llegada de Anson se establecieron en Lima hasta agosto de 1741, realizando observaciones geográficas y más mediciones. También realizaron tareas navales de importancia en El Callao, a donde se les envió para «reconocer tanto las providencias dadas en la fortificación ta de Pasacaballos y Varadero para defender el camino que conducía de Bocachica a Cartagena, mientras que entre San José y Pasacaballos se situaría El Conquistador, desde donde podía batir toda la playa con su artillería. Ibídem, pp. 104-106. 143. Cerdá Crespo (2010). Op. Cit., pp. 106.

para su defensa, cuanto… [en] la construcción de dos galeotas que estaban mandadas fabricar allí»144. Jorge Juan se ocupó de construir una de las galeotas mientras Ulloa levantaba el plano de El Callao145. Tras regresar a Quito en septiembre para continuar las mediciones –teniendo lugar la querella de las pirámides de Yaruquí entonces146–, 144. Juan y Ulloa hablan de la decisión del Virrey de mandarles a El Callao: «determinó hacer unas galeotas, sin prever que las fuerzas de éstas no eran capaces para oponerse a empresa alguna que intentasen los enemigos… hicimos ver claramente el engaño, y que no servirían las galeras para embarazar [el] desembarco en esta costa marítima; pero ya entonces no tenía remedio, porque estaba hecho el desembolso y ellas fabricadas. Juan, Ulloa (2002). Op. Cit., Primer Punto, párrafo 49, p. 592. 145. Ramos Gómez (2002), Op. Cit., p. 33. 146. La disputa más agria que marcaría la enemistad para el resto de la expedición entre el grupo de Godin y de La Condamine, ocurriría con motivo de la construcción de dos pirámides conmemorativas de la expedición en la planicie de Yaruquí en 1740 (ya que no tuvieron fondos hasta entonces). Desde la Academie de belles letres de París se mandó una inscripción para la placa que no contentó a los españoles, apareciendo los dos en latín como asistentibus. El ofrecimiento de La Condamine de que fuesen nombrados auxiliantibus no convenció a Jorge Juan, que además, visiblemente contrariado, le espetó que los nombres de los españoles deberían preceder al de los franceses. Godin se abstuvo de participar en la riña y La Condamine

apenas tres meses después llega la noticia de que Anson había saqueado Paita147. Los dos españoles tuvieron que decidió que se eliminasen los nombres de los españoles. El asunto fundamental es que los académicos franceses no querían reconocer institucionalmente que la labor de los dos tenientes de navío españoles se había hecho en condición de igualdad con ellos; y los españoles, creían que era su misión patriótica, que fuese su labor reconocida mundialmente como científica. El desacuerdo llegó a Madrid y París. En un principio Ensenada pensó en que se derrumbasen las pirámides, pero prevenido del ridículo internacional que se podría derivar y del peligro de que La Condamine en París usase el suceso en contra de los españoles, se aceptó el consejo de los dos tenientes, y con sanción regia, se envió desde Madrid, acordado con París, una inscripción en la que figurando Felipe V y Luis XV por este orden, se reconocía la labor de los académicos Godin, Bouguer y La Condamine junto a Jorge Juan y Antonio de Ulloa, oficiales de la Armada y «Mathematicis Disciplinis Eruditi», lo que les confería el barniz académico y científico por el que luchaban para sí mismos y para la actividad científica española. Jorge Juan y La Condamine, en París, llegarían a un acuerdo sobre cómo contar el suceso en sus respectivas publicaciones. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., pp. 206-212. 147. La captura en septiembre del navío Centurión, al que persiguieron descubriendo la posición de la maltrecha escuadra española el Mar del Sur en Juan Fernández sin ser vistos, le permitió a Anson saber que no se sabía de su presencia en esas aguas y que las posibilidades de defensa de los españoles eran escasas. Tras saber del fracaso

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volver a Guayaquil donde se tuvieron que encargar de la organización de la milicia, a pesar de no lograr el nombramiento de responsables máximos de la defensa148. Anson finalmente no atacaría Guayaquil dirigiéndose al norte, ante lo que Ulloa logró el permiso para volver a Quito, mientras que Juan se tenía que quedar organizando las defensas de la ciudad y dirigiendo la construcción de barcos. Sin embargo, al poco tiempo reciben ambos instrucciones del Virrey para acudir a Lima, tras los estragos de varios temblores sísmicos, antecedentes del más terrible de 1746 que destruiría la ciudad. Es en este período cuando se ponen a la tarea de construir la fortaleza de El Callao y se dedican al armamiento de los mercantes Belén y la Rosa para la guerra. de Vernon en Cartagena, descartó atacar Panamá y, tras una exitosa campaña de pillaje sin ser descubierto, tomó la ciudad de Paita sin apenas oposición. Además, había un considerable botín en forma de dineros que esperaban embarcarse para Panamá y Nueva España. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., p. 35. 148. Protestando Jorge Juan en contra del corregidor «un hombre nada versado en la milicia, menos práctico en las noticias de fortificaciones y defensa de los lugares que se guarnecen, sin el menor crédito y experiencia en las funciones de la guerra y, últimamente, sin práctica ni conducta para el mando». Ibídem, p. 36.

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Al mando de ambos buques partirán a inspeccionar las costas de Chile y las islas de Juan Fernández, lo que les llevó seis meses. Durante todo este tiempo hicieron multitud de anotaciones, llegando a conocer todos los puertos importantes del Pacífico americano y recopilando información sobre administración civil y eclesiástica, costumbres, comercio, defensa, cartografía y planimetría del paisaje y de las ciudades; también fundamental, realizaron trabajos en el arsenal de Guayaquil y el presidio de El Callao149. Además de las galeotas que construyeron en este último lugar, recibieron en Lima la orden de la construcción y armamento de otras ocho, así como el levantamiento de los planos de puertos, relieves y demarcaciones de las costas adyacentes. Los conocimientos que adquirieron en estas misiones cumplieron en parte con los deseos que tuvieron en origen Patiño y luego Ensenada, que contaría especialmente con Jorge Juan por haberse formado tanto en matemáticas como en análisis logístico, industria naval, defensiva y cómo no, espionaje, dado lo variado y controvertido de sus años en el Virreinato del Perú. Lo interesante de ello, es que ya los propios 149. Ibídem, pp. 134-136.

informes de Patiño, pero especialmente las cartas de Ensenada con el ministro Ricardo Wall, muestran el carácter programático de las operaciones en Indias y, desde la Secretaria de Estado y de Marina, el enorme interés en ellas así como de la relación directa entre la rivalidad con los ingleses y el papel que podían jugar los dos tenientes de navío. Como consecuencia de la hoja de servicios que supuso la expedición, años después el marqués de la Ensenada contaría con Jorge Juan para una misión de gran calibre. Hagamos un breve excurso sobre el relato de la expedición para explicar este episodio consecuencia de la misma. El entonces ya Secretario de Estado y del Despacho Universal debatía desde Madrid, junto con Ricardo Wall enviado a Inglaterra150, la posible firma de un tratado 150. Quien afirma, según cuenta el asistente de Ricardo Wall en la embajada de Londres y luego embajador Félix José de Abreu y Bertodano, al Secretario de Estado español José de Carvajal y Lancaster: «Bedford, habiendo dicho que sí… respecto al crédito de la Compañía [de los Mares del Sur]… les había asegurado, diciéndoles en substancia, que desde que la Casa de Borbón reinaba sobre la Monarquía de España, sólo se había ofrecido una vez el tratar entre ella y ésta sin la mediación de Francia, y que se debía aprovechar la ocasión… consiste la

de legalización del comercio de la South Sea Company o, en todo caso, una renegociación del crédito pendiente que había impuesto Inglaterra a España tras el conflicto. Ello desembocaría en el Tratado de Madrid de 1750151. En este contexto, ante la necesidad de alguien con amplios conocimientos y habilidades personales y aventureras, el entonces embajador Wall, con su falta de «genio y salud para usar con ventaja de los medios conducentes y son el mayor dificultad en saber si S.M.B. puede en derecho ceder un crédito de sus vasallos, los cuales, independientemente de la contrata hecha por los dos monarcas en la Paz de Utrecht, han por sí mismos, como principales, tratado directamente con el rey de España sobre el Asiento de negros y Navío de Permiso». Carta de Abreu a Carvajal, Londres, 7 de febrero de 1750, AHN, Estado, Leg. 4263-1, s.f. 151. Como le señala Ensenada a Wall: «Por el artículo 2º del Tratado de ajuste concluido entre esta y esa corona, se ha obligado el Rey a pagar en el término de tres meses contados desde la firma de él en Madrid, o en Londres, cien mil libras esterlinas a la Compañía del Asiento de Negros, y Navío Anual de Permiso en compensación del goce de los cuatro años estipulados en el Tratado de Aquisgrán [1748], cedido por S.M.B. en el artículo 1º del citado Tratado de ajuste… Deseando S.M. observar religiosamente lo contenido en ellos». Carta del marqués de la Ensenada a Ricardo Wall, Madrid, 8 de octubre de 1750, AHN, Estado, Leg. 4263-2, s.f.

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beber con ellos», aconsejó que «utilísimo sería un sujeto de esta ría»152. Jorge Juan ya se encontraba en la «ría»153 del Támesis desde el 1 de maro de 1749, acompañado de dos estudiantes de la Academia de Cádiz elegidos por él, duchos en la navegación y en las matemáticas, con la intención de volver formados como armadores al tanto de las últimas tecnologías de los británicos154. En la instrucción, el Secretario 152. Wall a Ensenada, 24 de abril de 1749, AHN, Estado, Leg. 4.277-2, s.f. Citado en Téllez Alarcia, Diego. El ministerio Wall. La «España discreta» del «ministro olvidado». Madrid: Fundación de Municipios Pablo de Olavide y Marcial Pons Historia, 2012. p. 57. 153. «[Y] aunque D. Jorge Juan hizo toda diligencia de buque para Inglaterra, no lo pudo encontrar hasta el mes de enero de 1749, que se embarcó en la fragata particular inglesa nombrada el primer día de agosto de porte de 16 cañones, y su tripulación un capitán con 14 hombres y saliendo de Cádiz a fines de este mes, entró en la ría de Londres el 1º de marzo siguiente, a los 29 días de navegación». «Resumen historico de lo mas esencial que produjo la comisión dada al Capn. de fragata Dn. Jorge Juan en Octubre del año 1748…», AMN, Ms. 812, doc. 14, f. 72. 154. «Salió de Madrid el Sr. D. Jorge Juan a principios del mes de noviembre y llegó a Cádiz el 18, donde se le mandó eligiese dos subalternos de la mayor instrucción que le acompañasen con utilidad del servicio en tal comisión, y al efecto propuso… a dos brigadieres de la Compañía de Guardias

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de Estado y del Despacho Universal, marqués de la Ensenada, indicaba: [Q]ue su viaje no tiene otro objeto que el de tratar con los individuos de la regia sociedad sobre puntos de matemáticas… Procurará con la maña y secreto, adquirir noticias de los constructores de más fama en la fábrica de navíos de aquella Corona… y aprovechando las ocasiones que facilitan el estudio, o la casualidad, tratará la forma de ganar uno o dos de estos constructores para que vengan a Madrid.155 El papel de Jorge Juan iría mucho más allá, manteniendo un estrecho contacto con Wall y avisando, durante Marinas D. Josef Solano y D. Pedro de Mora, que aunque el primero no fuese tan blanco de rostro como se quisiera… como el segundo, además de haber estudiado todo lo que se enseñaba en la Academia, estaba más que medianamente bien instruido en la construcción de navíos, y podría en aquel viaje perfeccionarse». AMN, Ms. 812, doc. 14, f. 72. 155. «Instruccion reservada de lo que de orden del Rey debe observar el Capitàn de Navio D. Jorge Juan en los encargos de S.M. que se le hacen, y se explicarán aquí, cuyo desempeño se fìa à su inteligencia y conducta», 27 de octubre de 1748, AMN, Ms. 2162, doc. 2, ff. 2-2v.

su inspección de las instalaciones navales, de eventualidades como:

que puede ser haya encargado ahora al gobierno».156

[V]i en el dique de Deptford una fragata del Rey que llaman el Porcupine de puente a la oreja y de 14 cañones en sus entrepuentes muy floreados, la cual estaban renovando. Ésta me dijeron se habilitaba para enviarla a cierto reconocimiento a la mar del Sur… comuniqué estas mis consideraciones a D. Ricardo Wall, quien habiendo parado a ver el Ministro, me dice que no le ha negado el hecho… a esto representó D. Ricardo Wall los daños que de semejante hecho se nos seguirían, y parece que se le quiere dar alguna satisfacción… El motivo de este armamento discurro no es otro que querer reconocer el continente e islas de la mar del Sur, desde el estrecho Magallanes hasta la latitud de 44 grados Sur, pues con la ocasión de haber hallado en 45º15’ Sur el pingue Anna de la escuadra del almirante Anson un puerto muy bueno… discurre este almirante en su obra o viaje libro 2 cap.º 3 que les fuera muy ventajoso un establecimiento en aquellos parajes, y encarga al público su reconocimiento,

Además de su olfato y capacidad de informar de los planes más insospechados después de su experiencia americana, Jorge Juan demostraría una extraordinaria capacidad tanto para observar como para relacionarse. Como fruto de su misión, lograría información de todo tipo de industrias como la de la lana o de los paños, comentando que «yo tengo ya algún principio de que la barrilla de que se sirven para desengrasar los paños, tiene mucha parte en la bondad de ellos; pero sin embargo me informaré todo lo que pudiere sobre este asunto en esta ciudad de Lando (sic)»157, así como del método inglés de transportar el azogue o mercurio envuelto en tres pellejos de carnero uno dentro del otro, «despues de seco se pone dentro de un cañón de juntas machihembradas de 2 pies de largo y uno de ancho y alto, hecho de tabla de 11 pulgadas de grueso, y después de bien tapado y clavado, se 156. Carta de Jorge Juan a Ensenada, Londres, 16 de abril de 1749, AMN, Ms. 812, doc. 14, ff. 73v-74. 157. Carta de Jorge Juan a Ensenada, Londres, 3 de julio de 1749, AGS, Secretaría de Marina, Leg. 712, f. 33.

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refuerza con cantoneras de hierro»158 por poner algunos ejemplos. Lo más importante es que logró el envío a España de los maestros constructores de navíos ingleses Rooth, Mullin, Hewett, Briant y Pepper junto con sus oficiales, eso sí, no sin complicaciones: De esta suerte se ha podido componer su viaje: mañana llegará a Dover, e inmediatamente se embarcará para Bolonia [Boulogne-sur-Mer] en Francia, donde se debe esperar los cuatro que van expresados en la memoria adjunta de gastos… Mullin piensa teniendo ya asegurado a Rooth en Francia, hablar por lo claro al tercero, e inmediatamente marchar sin espera, a causa del riesgo que pudiera haber en su detención una vez declarado: con esto puede estar V.E. seguro que en 4 o 5 días ya estarán estos cuatro sujetos en Francia.159

158. Carta de Jorge Juan a Ensenada, Londres, 28 de abril de 1749, AMN, Ms. 812, doc. 14, f. 78. 159. Carta de Jorge Juan a Ensenada, Londres, 31 de diciembre de 1749, AMN, Ms. 812, doc. 14, f. 84v.

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La obra y su significación La publicación de los resultados de toda la expedición, fue planteada como un triunfo del empirismo español y de sus ciencias y letras. Obtuvo además un gran reconocimiento en toda Europa160. Hubo no obstante un afán de realizarla lo más pronto posible para competir en ser los primeros en dar todos los detalles al mundo, dado que el retorno de los diferentes miembros de la expedición tuvo circunstancias muy diversas. Tras el final de las mediciones, los miembros de la expedición afrontaron suertes distintas. Bouguer y La Condamine dieron por concluidas las mediciones en 1743. El primero en llegar a Europa sería Bouguer, llegando al Caribe a través del río Magdalena y embarcando en Santo Domingo en un navío francés rumbo a Europa. En 1744 leería en París la «Relation abrégée d’un voyage fait dans l’interieur de l’Amérique méridionale», que luego publicaría La Condamine junto con su mapa y descripción del Amazonas; Bouguer fue por tanto el primero en dar las noticias de la expedición161. La Condamine, en cuanto tuvo noticia de 160. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., p. 168. 161. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., pp. 138-139.

la inminente llegada de Bouguer a Europa precipitó la marcha del viaje en el que se había embarcado con el padre Magnin y Pedro Vicente Maldonado, recorriendo el río Marañón y luego el Amazonas, hasta remontar la costa atlántica y embarcarse rumbo a Francia desde la Guayana holandesa. Sirviéndose de los trabajos y el mapa del jesuita Samuel Fritz, que se encontraban en el Colegio Máximo de Quito, elaboraría el ya citado mapa del Amazonas, que lo aupó a una fama casi mítica ante un público francés que le daba casi por descubridor del Amazonas de forma exagerada. Las cartas de Bouguer y La Condamine dejarían a Godin en un lugar controvertido, teniendo además una experiencia mucho más azarosa. Terriblemente endeudado tras un dudoso proyecto en busca de un tesoro162, se vio obligado en 1743 a aceptar la cáte162. Invirtió su dinero en la empresa de desviar el río Pique para desenterrar un supuesto tesoro que estaba en el fondo, suponemos que como vía desesperada por volver a Europa ante la ruina material de los franceses que dejaron de recibir ningún tipo de financiación en 1740. La empresa fracasó y aunque había acordado repartir el tesoro, tuvo que asumir él solo la deuda contraída, lo que le obligó a emplearse como catedrático hasta saldarla. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., pp. 144-145.

dra de Matemáticas de la Universidad de Lima. En su período de estancia le sorprendió el dantesco terremoto que asoló la ciudad en 1746. Durante 24 horas 200 temblores sacudieron la región donde se asienta Lima, a lo que siguieron las erupciones de los cuatro volcanes a su alrededor con avalanchas de lodo, una época de epidemias tras el drama material y humano, y la destrucción de la zona costera y El Callao por las olas gigantes que se generaron163. Godin, además de colaborar en las difíciles tareas de salvamento, por sus conocimientos de Física y Matemáticas fue requerido por el Virrey para diseñar el plan de reconstrucción de la ciudad. Se puso a la tarea con denuedo, haciendo un estudio al detalle de todos los edificios, pensando qué estructuras serían más idóneas para reducir al mínimo los efectos de una catástrofe similar en el futuro. Entre las recomendaciones de su informe, decía que «parece forzoso el reducir los campanarios a la forma de una pared muy escarpada por ambas partes, o de cualquiera otra figura pero de madera, y siempre tenerlos en la menor altura que fuere posible contentándose con que sobrepujen un poco a 163. Ibídem, pp. 143-147.

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los templos inmediatos»; o «Por lo que toca a lo demás de la ciudad, y casas particulares, sería muy útil enanchar las calles hasta doce varas, cuando menos dando sólo cuatro varas de alto a las paredes de las casas, o cercas; porque si se les da cuatro varas y media o cinco, ya cayendo esas paredes hacia la calle, cabalgará la una encima de la otra, y tapando las ruinas a toda la calle, sepultarán a cuantos en ella estuvieren los que no podrán siempre huir a las esquinas»164. Aunque el plan no fue aprobado por los costes, sí se implantaron muchas de sus medidas y también su diseño de fortaleza hexagonal en El Callao. En 1747, Juan y Ulloa lograban convencer a Ensenada y a las autoridades pertinentes para nombrar al académico –aunque emérito al ser expulsado como numerario de la Académie debido a su ausencia– director de la Academia de Guardiamarinas de Cádiz. Además, la Corona española pagó su deuda de 3.796 pesos y los costes de su retorno. Sumamente agradecido, escribiría «Doy las más respetuosas gracias a V.E. [Ensenada] por la alta y benigna protección que se sirve dar a mis cortos talentos, y anhelos que 164. Informe de Luis Godin, Lima, 14 de noviembre de 1748. AGI, Lima, Leg. 511, ff. 1-391.

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tengo de trabajar por mí y por los de esta Academia que más aptos parecieren, a estas operaciones tan propias de Oficiales de Marina destinados a diferentes viajes»165. Los españoles volverían en 1745 en barcos franceses. Ulloa, apresada por los ingleses La Deliverance en la que viajaba, fue conducido a Londres, arrojando al mar parte de sus papeles para evitar que cayesen en poder del enemigo. Sin embargo, a su llegada a Portsmouth sería recibido con todos los honores, pues, en sus propias palabras «la Guerra no tenía qué hacer ni procuraba ofender a las Ciencias o a las Artes, ni a sus Profesores; y que antes bien la Nación Inglesa se gloriaba de protegerlas»166. Sus manuscritos fueron leídos por el presidente de la Royal Society en público, nombrando a Ulloa fellow de la misma y así, logrando con ello reconocimiento internacional antes de volver a España. Jorge Juan no sería apresado en el camino y llegaría a París sano y salvo en octubre de 1745. Para su sorpresa, fue precisamente su rival durante la expedición, La Conda165. Carta de Godin a Ensenada, Cádiz, 13 de noviembre de 1753. AMN, Ms. 2.162, doc. 5, f. 10. 166. Juan, Ulloa (1748). «Relacion Historica…». T. IV, Lib. III, Cap. X, p. 538.

mine, quien lo propuso como miembro correspondiente de la Académie167. Los dos marinos españoles ahora tenían títulos que homologaban su condición de científicos ante la comunidad académica universal. Por ello, para que revirtiese también en la nación, construir el relato fue para la Corona un asunto de Estado de la máxima importancia. Para los dos marinos sería un segundo viaje a través de la letra impresa, una construcción en sí misma que a su vuelta a España estaba en bruto, sin elaborar. Una obra que además necesitaba ser engrandecida. Para ello no se repararía en gastos, desarrollándose una campaña de búsqueda de medios materiales y tecnológicos con el fin de lograr una impresión de la mayor calidad posible. Antonio de Ulloa se encargaría personalmente de comunicarse con uno de los protectores –y censores– en la elaboración de la obra, don Antonio José de Abreu, marqués de la Regalía, y con otros secretarios y ministros para el acopio necesario de material y profesionales. Los problemas técnicos fueron muchos, como por ejemplo:

167. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., pp. 212-214.

Palomino (que es el mejor ministro de Buril que hay en Madrid) para que abriese las 18 Láminas que son menester para demostrar las figuras de la Obra, que ha resuelto S.M. se dé al público, pero que pide un año de tiempo. A vista de ésta dilación, propone que esto se encargue a París, donde cree se concluirá antes de tres meses, y costará menos que en Madrid.168 Al final, ante una obra de tan importante calado para la publicidad y fomento de las ciencias españolas, se decidiría por formar en Madrid a los maestros de buril necesarios, trayéndolos de los lugares que fuese menester, y con un cuidado tan exhaustivo que a uno de ellos, «Fuentes», que «a la fin nos pretende dar el pago que acostumbra pues hace más de seis meses que tiene en su poder cuatro láminas, y recibido a cuenta de siento y cincuenta pesos, sin haber forma, ni por persuasiones ni por amenazas de dar cumplimiento a ello»169, se le me168. Adjunto de carta de Antonio de Ulloa al marqués de la Regalía, Madrid, 13 de diciembre de 1747. AGS, Secretaría de Marina, Leg. 712, f. 38. 169. Carta de Antonio de Ulloa al marqués de la Regalía, Madrid, 13 de diciembre de 1747. AGS, Secretaría de Marina, Leg. 712, f. 37.

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tería en prisión con el fin de que no se distrajese con otros asuntos hasta que diese término a su parte170. Otras sutilezas, como intentar hacerse con la fórmula del compactado de metales que usaban en París para los caracteres de imprenta, aparecerían en una carta del viejo amigo Pedro Vicente Maldonado. Hallándose en París apenas a un año de su muerte, escribía con la «mixión (sic)» de «dos tercios de Plomo, y uno de Régulo de Antimonio Marcial»171, que no obstante no se lograría imitar en España; hasta la forma de hacer el lacre sería tema de investigaciones o incluso el papel, no considerándose lo suficientemente bueno el fabricado al uso español para mapas, tablas e ilustraciones. Así, Ulloa proponía que «se impriman de cuenta del Rey 500 ejemplares de 400 hojas en cuarto cada uno, y que para esto, y las Láminas son menester 2.190 manos de Papel doble de imprenta de Francia»172. El máximo cuidado se puso tanto en la técnica como en la censura, corrección y evaluación de los textos, en una 170. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., p. 222. 171. Carta de Maldonado a Ulloa, París, 17 de enero de 1747, AGS, Secretaría de Marina, Leg. 712, f. 62. 172. Carta de Ulloa al marqués de la Regalía, Madrid 13 de diciembre de 1747. AGS, Secretaría de Marina, Leg. 712, f. 39.

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España donde la Inquisición aun recelaba de Copérnico. El padre jesuita Andrés Marcos Burriel sería fundamental en las labores de negociación con los más recalcitrantes, entre los que para sorpresa de Jorge Juan se encontraría el polifacético don Diego de Torres Villarroel, por aquel entonces catedrático de la exigua cátedra de matemáticas que sobrevivía en Salamanca. En un escrito largo, un tanto alambicado y, todo sea dicho, con mucha menos profundidad matemática y de conocimientos de la que muestra Jorge Juan en el prólogo de las «Observaciones», entre afirmaciones sobre Newton del tipo «amigo de la novedad, y de intención torcida, porque sobrándole penetración, estilo y doctrina para hacerse claro e inteligible, afectó la obscuridad en todas sus obras», o más osado, «el gran defecto de los Newtonianos, es enredarlo todo con una Geometría profunda sin necesidad», Villarroel se atrevería a enmendar la obra y la expedición, cuando incluso la misión de Maupertuis y Clairaut en Laponia ya había ofrecido resultados similares173. 173. Con las medidas de Maupertuis bastaba para apoyar públicamente las teorías de Newton, bastando sus medidas para demostrar la relación de los ejes que determinaban que la tierra era un esferoide acha-

Así criticó que «dijeron (creo que por hacerse singulares por la novedad) que la Tierra era achatada y estrujada hacia los polos… En la lengua de geometría generalmente ha sido despreciada esta invención… ni han podido desbaratar ni falsificar las pruebas que tienen dadas los antiguos de su redondez, ni han podido juntar razones importantes para persuadir su elipsoide»174. Jorge Juan, en una carta al marqués de la Ensenada, no acertaría a decir mucho más que «Con menos gusto que admiración he leído las anotaciones y advertencias de D. Diego Torres… con admiración porque no corresponde la substancia de ellas a el alto juicio que tado por los polos en 1737. No obstante, las duras críticas a las que tuvo que hacer frente en París por parte de los que seguían defendiendo que la diferencia entre los dos ejes y con respecto a las medidas de Picard y los Cassini no era lo suficientemente grande como para descartar mala praxis en las mediciones. En cualquier caso, la misión en el Virreinato del Perú sirvió para ofrecer una gran amplitud de datos que apoyaban también la tesis newtoniana de Maupertuis y la certificación de la necesidad de «geometrizar» la Tierra. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., pp. 186-191. 174. «Prevenciones que le parecen necesarias a D. Diego de Torres necesarias antes de entrar a la narración de las observaciones con que se intenta persuadir que es Elipsoide la figura de la tierra…». AMN, Ms. 812, doc. 1, ff. 2-6.

tengo hecho de D. Diego de Torres, lo cual me hace quedar en duda si son o no del mismo D. Diego»175. Burriel, que era mucho más afecto a las nuevas ciencias176 y se había implicado en la difusión de la obra, publicó un amplio «Informe» favorable como censor, afirmando que «de cualquier género de Literatura, ninguna, por grande que sea, puede ser más propia para extender por toda Europa la gloria de los dos Reyes [Felipe V y Fernando VI] nuestros Señores… pues yo no hallo que se pueda dar prueba más ilustre… de la protección que en ambos reinados han logrado, y logran las Ciencias»177. Con la misma inteligencia y mesura que usaría para esquivar un posible ataque inquisitorial, convenciendo a Jorge Juan de evitar hablar de la aberración de la luz porque era demasiado copernicano, resolvería sobre 175. Carta de Jorge Juan a Ensenada, Madrid, febrero de 1747. AMN, Ms. 812, doc. 1, ff. 1-1v. 176. Parece que Burriel ya era un copernicano convencido a pesar de la cautela que recomienda a los autores por razones más políticas y prácticas que intelectuales, mostrándose maravillado con la obra y los resultados de la expedición. Lafuente, Mazuecos (1987). Op. Cit., p. 228. 177. «Informe del Pe. Burriell y sus reparos y adiciones». AGS, Secretaría de Marina, Leg. 712, ff. 142-150.

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el juicio de Torres en una de sus cartas que «ni creo que haya visto más que el forro colorado del Libro de D. Jorge Juan… la lástima es que él con sus bufonadas y entrometimientos quizá podrá hacerles a Vmds. mucho mal, y en Vmds. a la obra y a la Nación… sería mejor procurarle ganar y hacer ver amigablemente la verdad y abrirle algo los ojos», si bien, tranquiliza a Ulloa afirmando jocosamente «quién no reirá al ver a Torres hacer de serio, quejarse de la ignorancia de la Nación en materia de geometría y demás tratado matemáticos… que él mismo, siendo Maestro de Salamanca y autor de tantos librejos ni entiende aún el abecé de la cuestión… en una palabra, de todo habla como el más idiota»178. A pesar de estas batallas insoslayables en la publicación de una novedad semejante en la historia del conocimiento en España, la difusión de la obra fue de gran importancia, tratándose también como un asunto de política de Estado. De esta forma se mandaron ejemplares a la Academia de Ciencias de Berlín donde era pre178. «Copia de la Carta escrita por el P. Burriel a D. Antonio de Ulloa, sobre el escrito de D. Diego de Torres», Madrid, Seminario Real, 23 de marzo de 1747. AMN, Ms. 812, doc. 2, ff. 7-9v.

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sidente Maupertuis, a la Academia de San Petersburgo, a la Royal Society de Londres, así como 100 ejemplares a París repartidos entre por supuesto Bouguer y La Condamine, pero también para la Académie des sciences y para Mémoires de Trévoux, logrando la publicidad y el visto nuevo de los jesuitas que la difundieron considerablemente179. Un indicador claro del éxito de la empresa lo reflejan las palabras que Voltaire escribió: Pero la misión del Perú, por el vasto programa de observaciones que tuvo el doble mérito de inaugurar y de realizar, ha quedado como un modelo para todas las expediciones científicas que la han seguido… el alcance de sus trabajos fue realmente más amplio y el impulso que imprimieron a los estudios de observaciones más duradero de lo que se cree comúnmente.180

Conclusión De todos estos elementos, podemos deducir una evolución de ambos 179. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., p.223. 180. Lafuente, Mazuecos (1987), Op. Cit., p. 191.

personajes, que de ser dos aprendices pasaron a ser científicos, capitanes de navío y espías entre otros cometidos en su dilatada carrera al servicio de la Corona. Si bien no con todo el alcance que sus ambiciones pudieran desear, iniciaron una nueva corriente epistemológica, existencial, tanto del servicio a la monarquía como del sentimiento de utilidad a la Corona y al país, en un intento de cambiar la relación de éste con Europa. Contemplando tanto las posibilidades como las diferencias, los atrasos con críticas a la judicatura y la Iglesia en América, las distancias y elementos por descubrir de una tierra que parece hay que volver a conquistar con las herramientas nuevas del progreso y, cómo no, con prejuicios insalvables hacia los criollos y viceversa, y especialmente para con los indígenas, se presenta un territorio que constituye un reto en sí mismo al poner el pie en él. La acumulación de mediciones de forma obstinada, cuando en medio de inhóspitos parajes la sensación de aislamiento era total y cualquier misión parecía carente de sentido, se apoyó en un deseo de autoafirmación, más acentuado en los españoles que en los franceses. Mientras unos afrontaban la aventura desde las formas de la prácti-

ca académica, el debate y el distanciamiento, reforzados por su pertenencia a un centro de conocimiento de prestigio mundial, ambos tenientes de navío eran españoles en sus dominios, que sin embargo se les hacían tierra extraña. Al margen de la formación militar, sesgo diferenciador, su presencia en el Virreinato del Perú, su relación con los lugareños, así como las instrucciones que desde un principio llevaban, les cargaba de una consciencia implícita del ejercicio del poder. Medir, situar, delimitar, juzgar e informar, eran acciones que daban sentido a su presencia en aquellos parajes, la fuerza motriz que les permitió sobreponerse a la superioridad académica de sus compañeros de expedición. Pero también, eran un espejo en el que mirar las acciones de la patria a la que se sentían unidos por el vínculo sentimental e institucional, y que les relacionaba, desde su alteridad, con el progreso de la Europa con la que se codeaban, pero con la responsabilidad de sentir que debían reformar todo aquello que demarcaban como suyo. Quizá sea ésta la razón del desprecio que sus escritos muestran sobre las gentes de esa tierra de promisión que les hizo sabios, pero que les apabullaba 471

y daba miedo ante la vastedad de sus deseos, y la crisis de identidad de una nación de naciones, tan dominadora y tan dependiente como aquellos dos híbridos entre ilustrados y conquistadores, militares, escritores y gobernadores que hacían gala de llenar con sus conocimientos las carencias de su propio medio, al tiempo que era fuente de orgullo, de posición y de su lugar en el mundo. Es también la muestra de la defensa obstinada de una superioridad moral, racial, sobre el hecho incontrovertible de la injusticia manifestada en el maltrato, la explotación y el abuso, frente a lo que se impone la máscara racional del análisis y que, como se ha visto en el artículo, enfrentó la crítica de aquellos que conocieron el lugar como modus vivendi, y no como un elemento a catalogar y cartografiar al servicio del poder político. Situarse, medir, criticar, no eran sino una forma negativa de autodefinirse como español a través de la negación y extrañamiento de lo que se poseía, al tiempo que se ponían los medios «modernos» para defenderlo. Quizá por ello también, la inusitada dureza mostrada sobre todo por Ulloa, paternalista como el ánimo reformista e ilustrado de la monarquía, no tenía 472

nada de extraño en la continua necesidad de autodefinirse, de posicionarse. La nueva clase académica española, savants a la par que soldados y servidores políticos de una monarquía crecientemente militarizada, se hallaban en el brete de defender una propiedad ejercida en gran medida desde el desconocimiento durante siglos. O al menos, el conocimiento generado había seguido unos cauces impropios al discurso y la propaganda dominantes desde Londres y París, que ejercían su poder en la forma de los debates académicos y con las armas de la república de las letras, cada vez más de las ciencias, si bien plenamente nacionalistas y sufragadas con el dinero del comercio ilícito, la esclavitud y las armas. Al mismo tiempo, sin embargo, detrás del esfuerzo extremo y de todas las situaciones y peligros a los que se expusieron, mostraron también las contradicciones de un mundo que bajo sus condicionamientos, no es ajeno a la realidad del cambio, en una España en la que Feijoo critica el etnocentrismo a través de su «mapa intelectual», mientras España y América se debaten en una guerra de jurisdicciones, en una guerra comercial, en una guerra entre las condiciones naturales del hombre,

el país soñado del progreso y la verdad material de los límites e inercias que, de una forma que no esperaba y que posiblemente no pretendía, esta expedición sacó a la luz como problema, abriendo fronteras en la mente de aquellos que se animan a saber de ella aún a día de hoy.

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Sumario Una introducción al mar como forma de vida en América ................................. 9 Alberto Hoces-García

¿Cómo abordar los mares? La relevancia de los Repositorios Digitales para la Historia Marítima de América .................................................................................. 39 Dra. Celia Chaín Navarro Catedrática de Documentación La arqueología subacuática: una herramienta para el estudio de Mesoamérica ..... 57 Víctor Barrera Alarcón

Mesoamérica, olas del pasado Tradición de navegación indígena en Mesoamérica: Los casos lacustres mexica y tarasco ...................................................................................................... 97 Alexandra Biar Mariana Favila Vázquez La concepción del mar en la Mesoamérica prehispánica ................................ 125 Rubén B. Morante López El Pacífico en las faldas de los Andes Naylamp: el gobernante que vino por mar. Origen de la comitiva lambayecana desde una perspectiva onomástica .............................................................. 153 Lisardo Pérez Lugones y Adrían Pantoja Ruiz Transformaciones históricas y ritmos de la pesca artesanal en balsilla en la costa norte del Perú ........................................................................................... 185 Nícola Espinosa

Mar y pescadores artesanales del norte del Perú: manejo y disputas por los recursos marítimos en la caleta de Yacila, Piura ........................................................ 201 Diego Alonso Palacios Llaque

Del Ártico al Pacífico, del cayak a la canoa La cosmología inuit tradicional y el protagonismo del mar ........................................... 217 Carlos Moral García Etnoarqueología y el mar en el oeste de Groenlandia: varios apuntes útiles sobre la pesca del bacalao .................................................................................................................. 243 Santiago David Domínguez-Solera Whaling as manifestation of a Nuu-chah-nulth maritime cosmology ............................. 273 Carlos Garrandés Megía Los pueblos y culturas del salmón: diferencias entre modelos de subsistencia marítima y repercusión sociocultural ........................................................................................ 299 Emma Sánchez Montañés

Aspectos transoceánicos, cuestiones coloniales y patrimonio sumergido La hipótesis transpacífica: América y Polinesia, dos espacios encontrados ...................... 335 Lisardo Pérez Lugones El Galeón de Manila y el uso de productos en América .................................................. 375 Rubén Almarza González Un problema de posicionamiento: Ciencia, guerra y choque cultural en la América española durante la expedición plurinacional de «los caballeros del punto fijo» ............................. 399 Víctor Pajares Liberal ¿Salvadores o saqueadores? Empresas cazatesoros en América ...................................... 479 Andrés García Espadas

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