Un nuevo reto a la interpretación de las crónicas de la conquista: historizar el concepto de experiencia.

July 19, 2017 | Autor: A. Mendiola Mejía | Categoría: History
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Descripción

La conquista de México
Alfonso Mendiola

El relato histórico de la caída de México-Tenochtilan se ha hecho a partir
de una lectura literal de las crónicas escritas durante los siglos XVI y
XVII. Estas narraciones, hechas por soldados o clérigos, han sido casi
tomados al pie de la letra. Esta reconstrucción, que sigue vigente hasta la
actualidad, tiene su campo de posibilidad, tanto social como
epistemológico, durante la segunda mitad del siglo XIX. Este tipo de
explicación de la conquista se inscribe dentro del proceso de elaboración
de una historia de la nación mexicana que pretende resaltar la reciente
independencia del país (1810-1821). Ese proyecto historiográfico se hace
fuera de toda institucionalización de la ciencia de la historia, pues esta
disciplina propiamente moderna se convertirá en un saber universitario
hasta los años cuarenta del siglo XX. Esta versión de la conquista se hace
desde el campo de batalla de la política. En este campo se debate el tipo
de nación mexicana que se desea crear. Al interior de esa discusión se
decide el lugar que debe tener la conquista dentro del pasado de la nación.
Si tomamos en cuenta el binomio independencia y construcción de una
identidad nacional, esta última producida desde la historia, se hace
comprensible la necesidad que se presentó de volver a los cronistas de la
conquista. Una gran parte de esos relatos van a tener una verdadera
existencia pública durante ese siglo, pues interesa, por un motivo
específico, el editar y hacer circular esas obras. Junto con estas
ediciones o rediciones de las crónicas se determina también el modo de
leerlas, y ese modo es el literal. Esos escritos hechos desde un régimen de
historicidad cristiano-teológico serán leídos como si pertenecieran al
régimen de historicidad moderno. Lo anterior significa que textos que se
hicieron a partir del paralelismo (el uso de analogías propias de la
exégesis medieval y de la revitalización durante el siglo XV y XVI de la
literatura antigua) serán interpretados desde un procedimiento
estrictamente positivista (los paralelismos se convierten en hechos
positivos). Lo que oculto a los historiadores las contradicciones factuales
que se presentaban al convertir un relato básicamente alegórico en un
relato exclusivamente literal fue una gran dosis de racismo. Este racismo
implícito en la lectura de esos textos elimina casi todo cuestionamiento
del acontecimiento de la conquista, pues la superioridad, en todos los
órdenes de la vida social, entre lo europeo –encarnado por lo español- y lo
nativo –encarnado en lo indígena- resulta absoluta. Es importante resaltar
que los dos procedimientos, tanto el positivismo como el racismo,
predominaron hasta la década de los setenta del siglo XX. Será gracias a la
renovación de la antropología llevada a cabo en el mundo europeo que la
historiografía de la conquista empezará, poco a poco, a cambiar. De esa
renovación de la antropología hay dos aspectos que serán centrales en esta
mutación de la interpretación de la conquista: primero, la reflexión sobre
la función social de los saberes sobre el otro, esto es, su lado
colonizador y de legitimación de lo europeo (eurocentrismo) y, segundo, el
desvanecimiento de una concepción evolucionista de las sociedades. A partir
de esa mutación en el pensamiento antropológico empiezan a surgir
cuestionamientos a la explicación establecida de la conquista. Este nueva
posibilidad de interrogarse sobre este evento se desarrolló en dos campos
distintos, por un lado, sobre las cuestiones materiales (por ejemplo, las
armas de fuego que traían los conquistadores eran efectivas) y, por otro,
sobre las cuestiones simbólicas (por ejemplo, las diversas culturas con las
que se enfrentan los españoles fueron incapaces de entender la dinámica que
ellos trataban de imponer). Estas nuevas preguntas han permitido que surjan
trabajos en eso dos campos. Con respecto a lo material estudios sobre la
capacidad bélica de los españoles del siglo XVI y en relación con lo
simbólico estudios sobre la manera en que fueron escritas las crónicas que
nos habla de la conquista. Por último hay que señalar que el efecto de una
epistemología positivista y racista facilitó que cuando se hablaba del
mundo americano fuera posible hacerlo sin el rigor y el cuidado que se
utiliza para referirse al mundo griego y romano. Esta falta de rigor
expresa un imaginario inscrito en la historiografía de los países no
europeos que consiste en lo siguiente: al tratarse de una historia de lo
marginal cualquier exotismo o folclorización está autorizada.

La visión estándar que prevaleció hasta los setenta en la historiografía de
México se estructura de la siguiente forma: 1) el Emperador Moctezuma se
hace consciente, antes del inicio de la conquista en 1519, de una serie de
presagios que anuncia el fin de su reinado; 2) el Emperador solicita a sus
nigromantes que interpreten esos fenómenos, ellos son incapaces de entender
lo que esos eventos anticipan, por lo cual, sólo Moctezuma ve y entiende lo
que está por suceder; 3) esta actitud de Moctezuma se interpreta como miedo
psicológico; 4) los españoles, en su tercera expedición de las Antillas al
continente –están en las antillas desde 1492-, bajo el mando de Hernán
Cortés se darán cuenta de la postura temerosa de Moctezuma, y la
aprovecharán; 5) además del temor profético de Moctezuma (se sostiene que
él asume que se trata del regreso de Quetzalcoatl encarnado el los
españoles), el ejército de Cortés se beneficiará de los pueblos indígenas
que están molestos con el dominio que les impone el Imperio Mexica, de aquí
la presencia de los Tlaxcaltecas junto con la fuerza conquistadora o
civilizatoria. Como si toda la explicación anterior no fuera suficiente
para dar cuenta de la conquista de México, se añade la visión evolucionista
y surge el punto 6) los españoles-europeos se encuentran en un estadio más
avanzado de la civilización que los pobres mexicas; lo anterior se
manifiesta en las armas de fuego, en el uso del hierro, de la rueda y del
caballo. 7) Moctezuma atemorizado, pues sabe que se trata de algo anunciado
por los dioses (no sería mejor decir de una vez, por el Dios cristiano),
recibe de manera hospitalaria a las fuerzas extranjeras. Por último, el
propio Moctezuma será asesinado por su pueblo, pues éste es necio y no
comprende que la civilización viene con la fuerza extranjera, y Cuauhtémoc
será el que haga la defensa de México-Tenochtilan. El 13 de agosto de 1521
el llamado Imperio mexica es derrotado. De la salida de Cortés de la isla
de Cuba en 1519 a la caída de México-Tenochtitlan en 1521 sólo pasaron tres
años. La secuencia presentada aunque esquemática muestra la interpretación
que se hace de la conquista. Si los elementos que componen la explicación
se encuentran en las crónicas no se debe olvidar lo siguiente: la lectura
que se hace de las crónicas es una lectura referencial, es decir, como si
las crónicas fueran relatos periodísticos. Para salir de la explicación
estándar de la conquista habría que hacerse la siguiente pregunta: ¿de qué
realidad nos hablan las crónicas de la conquista de México?

Las obras escritas por los cronistas son usadas, en la investigación
histórica actual, como minas de información. Aún a pesar de que, en la
mayoría de los casos, se acepta que están escritas desde una "mentalidad"
cristiana-medieval, pero casi nunca se extrae ninguna consecuencia de ese
punto de partida. En el mejor de los casos, su origen cristiano-medieval
opera en el investigador para separar lo "verdadero" de lo puramente
"proyectivo". De tal manera, que siempre queda la impresión de que en
ocasiones la "realidad fuerte" se expresa por encima (o al lado quizás) de
su visión teológica. Algo así como lo siguiente: los cronistas comunican la
"realidad" a pesar de ellos mismos. Por supuesto, cuando el autor de la
crónica es indígena, el historiador ya no duda de que nos cuenta la
"verdad", porque –según el historiador- el vencido no tiene necesidad de
legitimar su derrota. Hagámonos la pregunta siguiente: ¿en procesos de
dominación cultural el nacimiento biológico determina la postura y la
visión de la realidad? o ¿la visión de la realidad no está sujeta a
conflictos de poder y a dinámicas complejas de aculturación? Dicho de otra
manera, ¿el indígena que escribe lo hace en tanto que indígena, o en tanto
que desea ser reconocido por lo occidental? Esto no se resuelve a priori,
sino con una investigación minuciosa para cada situación. Pues la rebelión
contra la dominación, en ningún caso, es connatural al dominado.

La información que los historiadores obtiene de ellas se divide en dos
grandes ámbitos de la historia de México. Uno, el de la reconstrucción
histórica de la conquista y la evangelización y, otro, el del estudio de
las culturas prehispánicas. En el segundo caso, nos deberíamos interrogar
por la manera en que los cronistas construyen la imagen del mundo indígena.
Pues no es posible usar los escritos de la conquista para hacer una especie
de trabajo "etnológico". En la actualidad es insostenible el seguir
creyendo que las crónicas hablan de una "realidad histórica" en el sentido
moderno. Esto es, el pensar que los relatos de la conquista escritos en el
siglo XVI pretenden dar cuenta de "las particularidades" de los
acontecimientos. Por lo tanto, no se trata de que estos escritos deformen
la imagen del otro, sino de la imposibilidad para la comunicación del siglo
XVI de exponer la particularidad y la contingencia de los sucesos. Ellos
convierten el hecho singular en hecho ejemplar, es decir, para dotar al
hecho singular de sentido se le debe someter a un modelo general normativo,
o mejor dicho, a convenciones morales que se creen universales. El evento
singular se comunica en su ejemplariedad moral, pues lo singular o
individual sólo se percibe como muestra o ejemplo del bien o el mal.

Esta aproximación metodológica objetiva a las crónicas como comunicaciones,
y entiende a la comunicación desde su receptor. Por eso es necesario
reconstruir el horizonte de expectativas de los lectores, pues la crónica
sólo existe en las concretizaciones de sus lectores. Más que enfocarse al
estudio de la materialidad de la comunicación, esto es, a la forma material
en que las obras llegaron a sus lectores potenciales, se vuelve necesario
reconstruir los procedimientos de interpretación que ponían en práctica las
comunidades de lectores de esa época. El modo dominante de lectura de ese
periodo era el alegórico. Las obras en el siglo XVI, y aún durante el XVII,
eran leídas de manera simbólica y no referencial.

Ahora veamos los cuestionamientos de los puntos presentado en la versión
estándar de la conquista: 1) los presagios son construcciones a posteriori,
y todos ellos entran dentro de la lógica europea; 2) el Moctezuma de las
crónicas es un personaje literario que ayuda a que el relato en su conjunto
funcione. Este Moctezuma de papel es un profeta en el sentido cristiano,
esto es, él sabe que la venida del cristianismo ha llegado, pero no sólo
eso, sino que además ayuda a que esto suceda. 3) No se trata de miedo en el
sentido moderno o psicológico del que nos hablan las crónicas, sino de un
miedo como virtud teológica. 4) El Cortés textual es un nuevo Moisés que va
a liberar a la monarquía indiana del pecado, por eso la articulación de
personajes que se de entre él y Moctezuma. 5) Los mexicas se representan
como un Imperio, dentro del relato, porque la única manera en que entra el
cristianismo es por medio de esa estructura política, basta con pensar en
la cristianización del Imperio romano. 6) En términos de la materialidad de
la guerra hay que pensar lo siguiente: primero, el poder de los arcabuces
es casi nulo en cuanto a las batallas que se pudieron haber dado; segundo,
los caballos cumple una función simbólica más que útil, basta con pensar en
el terreno en que se dieron varias de las batallas entre españoles y
nativos y, tercero, las concepciones de la guerra eran totalmente
distintas, lo que nos permite pensar que en sentido estricto, al seguir
reglas distintas, nunca se enfrentaron, pues jugaban juegos diferentes. 7)
La relación hospitalaria de los mexicas con los españoles se debería de
interpretar a partir de una teoría antropológica renovada del don o la
reciprocidad. 8) El Moctezuma de papel de los cronistas en un nuevo
Anacarsis, esto significa que Moctezuma se construye como una
representación de un salvaje civilizado.

Al situarse en esta nueva problemática de la conquista se puede concluir
con lo siguiente: el relato que nos dan los cronistas del acontecimiento de
la conquista se hace desde un régimen de historicidad escatológico, por
ello debemos leerlo de esa manera. Para reconstruir el hecho de cómo fue la
conquista deberemos trabajar a contrapelo de esos relatos. Dicho de otra
manera, aprender a leer los relatos de los siglos XVI y XVII nos ayudará a
replantear el proceso de la conquista de México más allá del positivismo,
del racismo y de la historia nacional.

Pondría cuatro libros dos que represente la postura estándar y dos la
nueva.
William Prescott
José Rabasa
Guy Rozat
Alfonso Mendiola
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