Un mundo globalizado

June 15, 2017 | Autor: Make Believe | Categoría: Sustentabilidad
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Descripción

Un Mundo "GLOBALIZADO y FRAGMENTADO[1]
Alain Touraine
Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París.


Como decía el viejo Marx hace un siglo y medio, pero en otro sentido, hay
Un fantasma que no es el comunismo ni el capitalismo. Vivimos con la idea,
acertada o errónea, aún no lo sé, de que estamos entrando en un mundo
distinto al de los últimos veinte años.

El mundo que fue dominado por estados nacionales sería ahora un mundo
internacionalizado, unido, en cierta manera, por procesos globales. En
segundo lugar, y esto es más notable, sería un mundo liberal, en el cual la
economía está regulada enteramente por ella misma, por los bancos, por los
bufetes de abogados, por las agencias de rating,... Tenemos la impresión de
vivir en un mundo unificado a través de las comunicaciones, la producción,
el consumismo y, a la vez, diversificado. Un poco como en el metro, o
viendo un programa de televisión donde todo el mundo se encuentra, tal vez
como decía Ritchman hace tiempo, como en una muchedumbre solitaria. Pero un
mundo en el cual las categorías de la organización social, la cultura y la
diferencia por lo fundamentalmente.

Esta representación del mundo ¿es una ideología o es una descripción
aceptable de los hechos?, ¿podemos dar y aceptar una representación global
de este mundo globalizado?, ¿es un modelo de sociedad como la sociedad
feudal o la sociedad industrial? La sociedad moderna ¿será la sociedad
hipermoderna o postmoderna? Quisiera defender aquí una tesis limitada, pero
precisa: esta representación del mundo es una representación ideológica que
crea sistemas de manera artificial. Que incluye fenómenos de índole
distinta en el mismo molde de manera artificial. Y esto es más importante,
quisiera defender la idea de que esta visión del mundo será de corta
duración. La globalización es una construcción ideológica y no la
descripción de un nuevo entorno económico. Constatar el aumento de los
intercambios mundiales, el papel de las nuevas tecnologías y la
multipolarización del sistema de producción es una cosa; decir que
constituye un sistema mundial autorregulado y, por tanto, que la economía
escapa y debe escapar a los controles políticos es otra muy distinta. Se
sustituye una descripción exacta por una interpretación errónea.

Hemos entrado en un período histórico muy distinto al período anterior.
¿Cuál fue el período anterior? El período de posguerra. Fue un período
dominado por el Estado movilizador. Desde los sistemas comunistas hasta la
socialdemocracia de tipo europeo; desde los regímenes que llamamos
nacionalpopulares de América Latina o de la India, hasta los nacionalismos
postcoloniales o los regímenes patrimonialistas de ciertas partes de
África. En todas partes del mundo, incluso hasta cierto punto en los
Estados Unidos de la New Society de Kennedy o Johnson, tuvimos la misma
imagen de un Estado voluntarista, a veces planificador, no siempre
voluntarista movilizador. Creando y llevando a cabo un proyecto a la vez
económico, social y nacional. En este sentido, un proyecto global, pero a
nivel nacional. No podemos entender nada del mundo contemporáneo si no
aceptamos que este período de la historia se terminó durante los años
setenta. A partir de este momento, y muy rápidamente, se derrumbaron todos
los esfuerzos de creación de un Estado movilizador.
A partir del comienzo de los años setenta, se estanca la economía
soviética y empieza la decadencia. En la década de los sesenta comenzó la
decadencia de los sistemas nacional populares latinoamericanos, primero
Argentina y seguidamente Brasil, Chile y Uruguay, todas dictaduras
militares que indican la ruptura, la destrucción, en general violenta, de
estos regímenes de integración, movilización y desarrollo de tipo nacional.
No cabe la menor duda de que no podemos hablar del período actual como de
la continuación o una nueva fase del período anterior. Hay ruptura. Y es
impresionante ver que hoy en día no existe ni un solo país en el mundo, y
en este sentido los defensores de este nuevo modelo tienen una base sólida
de análisis, que rechace el modelo de la economía mundial integral. No hay
ni uno sólo. Hay países más entusiastas que otros. Algunos países se han
demorado. Pero hasta hace un año sólo existía un país que se negaba a
aceptar esta nueva ley: era la dictadura militar de Vietnam, y ahora se ha
acabado gracias al mercado. Algunos países europeos, como Francia, y otros,
como Brasil o la India, se resistieron mucho a esta transformación básica.
En los países latinoamericanos hubo una enorme oposición a esta política de
ajuste, que fue llamada Dictadura del Fondo Monetario. Pero en el momento
actual todo eso se acabó. Casi todos los países han pasado por una fase de
inflación fuerte, o hiperinflación, que fue la fase final de los regímenes
movilizadores, y después hubo ya, como en el momento actual, austeridad.
Las recientes elecciones en la India, por ejemplo, en cierta manera
indicaron una fuerte derrota del Estado nacional-popular, movilizador e
integrador más importante del mundo, por lo menos del mundo democrático: la
India. Se ha producido la ruptura con un modelo, con un período histórico.
Ahora, esto no es suficiente para sacar de inmediato la conclusión de que
se ha creado un fenómeno Quevo, un modelo coherente, integrado y único.


Mi primer esfuerzo está encaminado a distinguir por lo menos cuatro
fenómenos que son parte de esta visión del mundo globalizado. Fenómenos que
son totalmente independientes unos de otros, y no atributos del mismo tipo
social que supuestamente existe.


El primer elemento -primero porque desde un punto de vista histórico o
sociológico es el más interesante, permanente y básico- es la formación
rápida, a nivel mundial, de una sociedad informacional. Es decir, una
sociedad cuyo centro es la producción, difusión y consumo masivo de la
información.


Se ha formado una sociedad, como se dice muchas veces, virtual. En el
sentido de que es un mundo de imágenes, informaciones, mensajes, que se
pueden transformar, que pueden ser creados. Por eso hemos dado una
importancia tan simbólica a la creación de falsos acontecimientos: podemos
imaginar una masacre en Timisoara (hubo masacres en Timisoara, pero no
fueron del tipo que se mostró en las televisiones). Alguien ha escrito un
pequeño librillo, divertido, para demostrar que la Guerra del Golfo no
había existido, y, en cierta manera, es cierto que el aspecto más
importante de la Guerra del Golfo fue el programa permanente de la CNN;
fuera de la CNN, ¿quién sabe algo? Supongamos que la gente de la CNN haya
decidido, un poco como Orson Welles en la radio antes de la guerra, lanzar
la idea de que hubo una Guerra que en realidad no había existido nunca. No
tenemos muchas pruebas porque no supimos nada; es decir, la gente de mass
media no fueron mediadores, sino, de algún modo, productores de la Guerra.
Lo que nos interesa directamente es que las categorías básicas de nuestra
experiencia personal y colectiva han sido transformadas. Los analistas
hablan de la compresión del espacio y del tiempo. Nos encontramos con
personas, con objetos y acontecimientos en nuestra vida cotidiana que
suceden o han sucedido en otros continentes y que en realidad pertenecen a
otros siglos. No solamente al 2001, cuando vamos al cine. Es evidente que
estamos viviendo con gente del siglo X, del siglo XV, del siglo XIX. La
vida internacional no tiene ninguna unidad espacial ni temporal. No digo
que haya personas atrasadas y adelantadas. Es un poco como si en una
familia vivieran juntas diez generaciones.


Así es el mundo de hoy. No hay ni pasado ni futuro, todo está comprimido
en un presente total. Y no hay un mundo lejano y un mundo cercano. Aquí en
Madrid, en un momento dado, se van a ver más imágenes y recibir más
información de Japón que de Extremadura, Barcelona u otra zona de Madrid.
Es decir, que no hay una definición de los acontecimientos históricos, no
hay una misma definición de nuestra personalidad individual y colectiva en
términos de un tiempo, un espacio, de categorías sociales o
administrativas. No sabemos dónde estamos, quiénes somos, porque todo eso
ha cambiado. Solamente una observación: cualquier definición concreta de
una sociedad ha perdido significado. Yo tomo el ejemplo más conocido: la
ciudad. No hay ciudades, es una ilusión, hay gente. Y los sociólogos y los
economistas hablan de la ciudad global, y dicen, con razón, que en el
momento actual hay en Madrid, como en Méjico o en El Cairo y obviamente en
Tokio, Nueva York y Londres, gente que vive en ciertas redes sin
prácticamente ninguna relación con el resto de la población. Si tomamos el
ejemplo de Dakar o Méjico o El Cairo, hay gente que vive en una red
internacional, generalmente fuera de la ciudad, muchas veces empleando otro
idioma diferente al del resto de la ciudad, leyendo otros diarios u
observando otros programas de televisión. La idea de que la ciudad de
Méjico sea una realidad es uña idea que, en mi opinión, no tiene en el
momento actual ninguna razón. Es cierto que hay dieciocho millones de
personas en cierto espacio, pero que formen una colectividad, una sociedad,
yo creo que es básicamente falso. Y un sociólogo no puede entender nada si
parte de la hipótesis errónea de que existe una sociedad urbana que se
llama ciudad de Méjico. Hay personas que pertenecen a una élite mundial,
hay personas que pertenecen a un sistema nacional, hay millones de personas
que padecen la crisis del campo y vienen a buscar trabajo o escapar de la
miseria o de la represión en otros estados. No viven de la misma manera, no
tienen los mismos valores, la misma información, no pertenecen, en
realidad, al mismo sistema político. Por tanto, acepto, sin ninguna
dificultad y con enorme interés, la idea de que se va formando una nueva
civilización técnica, hipertécnica, que llamamos informacional. Esto diría
que es el background, la base de cualquier estudio sobre el mundo
contemporáneo.


Ahora, si intentamos pasar de este nivel a otros aspectos, descubriremos
de inmediato que no hay realmente relación directa entre la formación de
esta civilización y esos otros aspectos. El más importante es que, por
encima de estas redes de información o de las tecnologías modernas, existe
básicamente en el mundo actual un fenómeno que no es nuevo, pero que ha
tomado una importancia muy grande: la formación de un sistema financiero
internacional.


En 1910 se publicó un libro muy conocido de Hilferding, un economista que
acuñó el concepto de imperialismo financiero. A principios de siglo se
llamó imperialismo financiero al predominio del capital financiero
internacional sobre el capital industrial nacional.


Recientemente, diez años atrás más o menos, de nuevo un economista opuso
lo que él llamó el capitalismo renano, básicamente alemán, es decir,
básicamente industrial y nacional, al capitalismo que él llamaba anglosajón
-lo que indica que el economista era francés- básicamente financiero. Desde
entonces, está muy claro que el capitalismo financiero ha alcanzado una
hegemonía total sobre el otro. El intercambio de bienes y servicios es una
actividad muy marginal en el sistema internacional: representa el 2 o 3% de
los movimientos de capitales. Cinco o seis años atrás, Jacques Delors, como
presidente de la CEE, hablaba del 4%, ahora los economistas piensan que ha
bajado al 2 o 3%.

Existen billones de dólares que se mueven instantáneamente, en décimas de
segundo en el mundo. Es decir, que lo que fue la definición de la evolución
económica de fines del siglo pasado, el famoso imperialismo financiero, no
en el sentido básicamente de colonialismo, sino de expansión del capital
financiero, es un fenómeno predominante en el momento actual. A veces
simbolizado, por ejemplo, por la caída de la libra inglesa en un día
señalado, porque el señor Soros especula contra la libra y gana mil
millones de dólares en un día. Pero constantemente, empresas, individuos,
fondos de pensiones, mueven sus capitales y ganan dinero fuera de cualquier
actividad de producción o de comercio. Esto, que en términos sociológicos
puedo definir como la des-socialización de la economía, me parece
fundamental. El mundo actual está globalizado, descansa en parte en la
formación de una economía financiera desvinculada de la economía industrial
comercial o de otro tipo. Y, por supuesto, este mundo financiero está
prácticamente por encima de cualquier tipo de control político.
Concretamente, los conflictos entre firmas o compañías internacionales no
se arreglan a través de la ley. ¿La ley de quién? Si hay una compañía
japonesa que tiene un problema con una compañía alemana, o canadiense, ¿qué
ley van a aceptar? No van a aceptar ninguna ley.

Este sistema financiero se ha creado su sistema de control privado. El
sistema de las lawfirms, de las grandes agencias de abogados, que están
radicadas casi únicamente en Nueva York y en Londres, que aplican, por
supuesto, un derecho que es el derecho de tipo inglés, pero que es una
decisión del mundo de los abogados internacionales.

Otro ejemplo que todos conocemos; el futuro de un banco o de un Gobierno
depende en gran medida del ratíng de dos agencias internacionales, que
ustedes ven mencionadas en todos los diarios constantemente: Moody's y
Standard & Poor's. Si Moody's o Standard & Poor's deciden poner A++, o A+-,
o solamente +, al Gobierno sueco, el Gobierno sueco tiene que cambiar de
política, porque en el mercado mundial de capitales no va a encontrar los
capitales que desea al mismo precio. El precio va a aumentar y toda la
política del Gobierno será cambiada. Tomo este ejemplo porque es lo que ha
sucedido recientemente, precisamente con el Gobierno sueco, que no es
totalmente subdesarrollado.


El tercer elemento, casi opuesto a éste que acabo de mencionar, es la
mundialización del desarrollo, la formación de nuevos países industriales.
Empezó con Japón, después con los cuatro tigres: Corea del Sur, Taiwán,
Hong Kong y Singapur; y después ha habido una serie de dragones en Asia,
pero también Chile, Marruecos, en ciertos momentos Turquía y, finalmente,
China. Hay que decir que esto no es realmente nuevo, porque todos los
historiadores han demostrado que el sistema capitalista no fue nunca un
sistema geográficamente concentrado y estable. Pasamos de la dominación de
España, a la dominación portuguesa-española, a Amsterdam, después a
Londres; después a una oposición, en la segunda mitad del siglo XIX, entre
el desarrollo norteamericano y la formación de la gran industria química
alemana; después la aparición del Japón. Es importante ver que no existe,
en este sentido, un sistema, sino una competencia ampliada entre los viejos
países industriales (los muy viejos, primero, en referencia a Europa
occidental: Inglaterra, Bélgica, Holanda, Francia, algunas partes de
Italia, Alemania Renana y, hasta cierto punto, Cataluña), los nuevos de
finales del siglo XIX, todos estos novísimos y también los nuevos del
mañana, que se van multiplicando rápidamente. Es decir, que tenemos a la
vez la unidad de una civilización, unidad, pero abstracta, des-socializada,
de un sistema financiero; y, de manera radicalmente opuesta, una pluralidad
de centros, pero obviamente con una enorme diversidad de formas sociales y
de regímenes políticos, a través de los cuales se realiza este desarrollo.


Finalmente, para indicar el carácter totalmente heterogéneo de estas
dimensiones, la cuarta dimensión es la americanización. No hay tampoco
globalización ni mundialización en cuanto a la creación de una cultura de
masas. El sistema de cultura y comunicación de masas ha difundido moldes de
consumo, unimaginarios, una visión incluso histórica, que es en un 90% de
los Estados Unidos. Es muy raro ver a niños norteamericanos con un t-shirt
con una bandera japonesa o francesa, pero gran número de niños franceses se
ponen una t-shirt con la bandera norteamericana. Es decir, existe un
fenómeno lingüístico, cultural-en el sentido más amplio del término-, que
no es por definición ni bueno ni malo, pero que es lo que llamamos una
hegemonía. Así que no hay ninguna razón par~ pensar que la formación de
esta civilización nueva -fenómeno de la misma naturaleza que la sociedad
industrial del siglo XIX y comienzos del siglo xx-, que esta
hiperindustrialización, informacionalización del mundo, está necesariamente
relacionada con el triunfo del capitalismo financiero ni con tal o cual
hegemonía ni con una situación u otra del pluralismo creciente de los focos
de modernización y desarrollo.


Me parece que no hay ninguna razón para aceptar la idea de que estos
cuatro elementos sean parte o aspectos del mismo sistema global. No veo
ninguna razón para aceptar una visión global de la globalización. Creo que
es la formación de tipo histórico en un momento dado. Es un poco como la
Reina Victoria: la Reina Victoria manda en la sociedad industrial de la
hegemonía inglesa, cierto tipo de capitalismo industrial; pero, aparte de
la persona de la Reina Victoria, obviamente, la formación de la sociedad
industrial, el capitalismo industrial, la hegemonía inglesa, son fenómenos
distintos. Hubo muchos -por supuesto muchos ingleses- que creyeron que el
capitalismo, la Reina Victoria y el Reino Unido eran el modelo que se iba a
expandir y a generalizar. De modo que los últimos bebedores de café
empezarían a beber té. Lo que no sucedió. Y murió la Reina Victoria, y tal
vez desaparecerá la monarquía inglesa, y nadie piensa ya que Inglaterra sea
el centro del mundo, ni Francia, ni Alemania, ni Japón. Todavía existe una
duda en cuanto al poder hegemónico.


Esta hipótesis es útil si es un punto de partida para observar la
dinámica del mundo actual. Hoy en día, en todas partes del mundo, estamos
saliendo de esta ilusión de la globalización del mundo. No de la sociedad
informacional en la que estamos entrando y vamos a vivir mucho tiempo, y no
veo nada artificial o coyuntural en esta civilización. Hay buenas
perspectivas de trabajo para los sociólogos del futuro. Pero lo que estoy
observando es que ya hemos entrado en un período de reacción contra esta
ilusión de una sociedad autosostenida a través básicamente de los mercados.


Lo que veo, de nuevo resumiendo, es lo siguiente: primero -y primero
porque no es realmente una crítica fundamental al pseudo-modelo- existen al
lado de esta economía mundializada y globalizada, focos de oposición y
resistencia. Culturas interpretadas por élites políticas, que se movilizan
para resistir al modelo y que utilizan el famoso modelo de manera puramente
instrumental. Como, por ejemplo, Jomeini u otros gobiernos -Sadam Husein,
en su tiempo-, que pueden utilizar el petróleo como recurso, utilizando las
técnicas del petróleo como manera de financiar un proyecto político de una
naturaleza totalmente distinta. Es cierto que hay en el Estado, alrededor
de los dirigentes iraníes, una élite técnica formada en excelentes
universidades norteamericanas que juegan un papel esencial, lo mismo que en
Arabia Saudita, pero, obviamente, las metas, por ejemplo del nuevo Rey -o
casi Rey de Arabia Saudita- o de Rafsanyani, no es la globalización del
mundo, es un proyecto político-cultural, o político-ideológico, de otra
índole.


Segundo, y parece lo más visible, ya se habla muchísimo de la formación
de un modelo político-cultural, que a veces se llama asiático, y que en
realidad es algo bastante semejante a lo que fue el modelo de los nuevos
países industriales ciento veinte años atrás. Es decir, el modelo alemán,
japonés y, hasta cierto punto, italiano: la vinculación de un liberalismo
económico con un nacionalismo cultural dentro de un marco político
autoritario. Yo diría incluso que la forma político-social que se
corresponde mejor -mejor no es un juicio de valor moral, ni democrático, ni
político- a los nuevos países industriales es este autoritarismo. Se ve en
Singapur, en Indonesia y se va desarrollando en China. En todos los
estudios se demuestra que en China o en Rusia los dirigentes comunistas se
transforman no en businessman, sino en dirigentes político-económicos
autoritarios y básicamente nacionalistas. Igualmente ocurre en Perú, en
Marruecos, en Túnez ahora o en Egipto antes.


Podría hacer una predicción, que no voy a hacer seriamente por razones
obvias: en el 2050 el mundo será delineado por regímenes autoritarios y
totalitarios y no por el mundo a la Fukuyama. Creo que esta imagen del
mundo no durará más que la imagen del final del siglo XIX. Mencioné el
libro publicado en 1910 por Hilferding: la dominación de capitalismo
financiero. Veinte años antes, en el Pacto de Berlín, los grandes países
europeos se dividen África, con los ferrocarriles y los bancos europeos en
todas partes del mundo. Veinte años después, ¿qué queda?: una guerra
mundial dominada por nacionalismos; una revolución mejicana y una
revolución soviética -no exactamente dirigidas por los grandes banqueros-;
una vuelta de Alemania a una visión muy industrializada, en parte, el mismo
modelo en los Estados Unidos; la formación de la Socialdemocracia, o del
New Deal o del Frente Popular en España o en Francia, veinte o veinticinco
años después. Es decir, esta visión del mundo dominado, del mundo unificado
a través del capitalismo financiero, ha durado, si tomamos como referencia
el libro de Hilferding, cuatro años. En 1911, si recuerdo bien, los
sindicatos checos se reunieron para saber si eran básicamente obreros o
checos. Por supuesto, la conclusión fue que eran primero checos. Es decir,
en el aspecto nacional, la lucha entre imperios, entre modelos de sociedad,
la reaparición de los Estados movilizadores y básicamente autoritarios, no
es un fenómeno del pasado, sino del futuro. Y la gente de los viejos países
democráticos occidentales se equivocan profundamente si piensan que el
futuro pertenece a este modelo de la frontera norteamericana de una
sociedad civil, es decir, económica, sin controles sociales, con
contradicciones, etcétera, pero sin control, sin reintroducción de un
modelo nacional, local, clasista, étnico, religioso.


Mundialización de la economía financiera, por un lado. La revancha de
Dios, de la nación, etnicidad, por el otro. Mencioné, así como por
equivocación, a Fukuyama como uno de los pobres tipos que pensaron después
de la caída del muro que ya se había terminado la historia, que el mundo
entero iba a aceptar el mismo modelo de sociedad liberal -economía de
mercado, democracia parlamentaria y tolerancia cultural-o ¿Quién en
Polonia, Hungría, Rusia o Ucrania piensa eso hoy? Tampoco estoy de acuerdo
con autores como Huntington cuando dicen que el mundo de hoy no es un mundo
dividido por conflictos de clases o por conflictos nacionales, sino que es
un mundo dividido por conflictos mucho más profundos, que son culturales.
Que hay fronteras entre budismo e hinduismo, entre ortodoxos y católicos,
entre católicos y protestantes, un país aparentemente integrado como Gran
Bretaña, que hay conflictos hasta la muerte; la famosa Guerra de los Dioses
de la cual hablaba Max Weber a finales del siglo pasado. Creo que no es ni
una ni otra de estas visiones la acertada. La realidad es la desvinculación
del mundo económico} más y más integrado, y del mundo de la cultura, de las
culturas. ¿Por qué? Por la des-socialización de la economía. Lo que está
pasando es fruto de la crisis de la modernidad, de la modernización. Las
mediaciones sociales y políticas, las normas, las formas de organización de
la sociedad, los procesos sociales y políticos de integración o
normalización, todo eso, se está viniendo abajo. Hay una patente anomía, es
decir, que ya no hay normalidad en muchas cosas. Así, pues, nosotros
pertenecemos, por un lado, a la economía mundial. Veremos en cuanto
pongamos la televisión noticias de Tailandia, o de Irlanda, o de Perú. Y a
la vez nos definimos no por nuestro status social, sino por nuestra
herencia cultural y por nuestro mundo psicológico. Nos definimos más y más
por nuestra lengua, memoria, sexualidad y mundo imaginario.
Estamos inmersos en un proceso de des-socialización. No estamos en un
período de postmodernidad, pero sí en un período de postsocialidad, o de
dessocialización. Me parece --especialmente en el mundo periférico,
dependiente, dominado- que esto significa la movilización en contra de
estas fuerzas. En nombre de una religión, de una etnia, de una nación,
etcétera, hay movilizaciones, raras veces, puramente defensivas de
fundamentalistas --como se denomina, pero es una palabra muy poco acertada-
o En la inmensa mayoría de los casos, se trata de recontrolar la
modernidad, recontrolar la sociedad informacional dentro de valores y,
básicamente, formas de poder, casi siempre autoritarias, que no tienen nada
que ver con el pseudomodelo de la sociedad global, que sería como una
persona de Kansas o Illinois, mundializado.


En nuestro mundo, ¿qué estamos observando? Lo que estamos observando como
forma de des-socialización es lo que todos llamamos, o sentimos o
percibimos, la privatización de lo público. Veinte o treinta años atrás, yo
estaba más interesado en la politización de lo privado. Un movimiento de
mujeres, por ejemplo: eso significa transformar un problema privado en un
tema público y político. Eso era, en cierta manera, clásico, porque mi
trabajo es también una cosa privada. Si yo hago una huelga u organizo un
sindicato es una manera de transformar un problema personal en un problema
político. En el momento actual, lo que estamos observando es más bien lo
contrario.


Tomemos uno o dos ejemplos: el mundo de las instituciones desaparece. Un
caso obvio: en el mundo religioso, las iglesias pierden fuerza, las
instituciones eclesiásticas pierden fuerza para tomar la vieja posición las
sectas -no en un sentido ridículo, ni criminal, aunque existan sectas
criminales-. La sectarización dentro del mundo protestante, católico e
islámico aumenta. Segundo: la comunitarización. No solamente localismo. La
definición a través de una especificidad, de una experiencia privada,
aumenta. La importancia de esto que acabo de mencionar, y que en el mundo
occidental es una parte enorme de nuestra vida cotidiana, se manifiesta,
por ejemplo, en la vida sexual. Enormes debates, tal vez más visibles en
los Estados Unidos que en los países de Europa Occidental, sobre las
orientaciones sexuales, morales de manera más amplia, pero también sobre
comida, o la manera de vestirse, etcétera, llevan todos a la formación de
unidades de tipo privado y a una fuerte ideología en contra de la
intervención de la vida pública, del Estado, de la Ley, dentro de ésta.
¿Cuál es el problema que crea más pasiones, más interés en nuestros países
de Europa occidental y qué asegura el éxito a un programa de televisión?
Son los problemas de bioética. Si ustedes discuten sobre privatización o
nacionalismo, todo el mundo se aburre. Si usted discute sobre métodos de
reproducción, sobre terapia génica, sobre el problema del genoma a nivel
mundial, todo el mundo estará entusiasmado. Es decir, que tenemos un mundo
económico des-socializado, un mundo cultural igualmente des-socializado, y
entre los dos, nada, un hueco. Esto es el mundo actual, muy lejos de estar
unificado dentro de la lógica economicista, utilitaria, que se pretende
hacer predominar.


Vamos a sacar una conclusión. ¿Aceptamos, es decir, consideramos como
inevitable y necesario, lo que estoy indicando: esta desvinculación del
mundo de la razón instrumental y del mundo de las identidades culturales?
¿Aceptamos, entonces, una guerra civil latente a nivel mundial entre los
dioses y los bancos; el Fondo Monetario (el Dios Fondo Monetario) y otros
dioses? ¿Aceptamos, o no, dentro de cada uno de nuestros países, de
nuestras sociedades, esta separación, esta des-historización total, que es
la definición del postmodernismo? La definición del postmodernismo es: sí
hay que aceptar el fin. Para tomar la famosa frase, -el fin de los grandes
metarrelatos., de los grandes cuentos, de las imágenes de la historia:
socialismo, liberalismo, capitalismo, modernización, etcétera.


El postmodernismo dice: todo se acabó, hay una pluralidad de formas
culturales que no tiene nada que ver con una economía desvinculada de todo
lo que es virtual. Si hay un debate central en el mundo actual, es el
siguiente: ¿Aceptamos o no aceptamos este proceso de desvinculación?, ¿lo
consideramos como bueno o tolerable?, ¿o lo consideramos malo? Yo lo
considero malo, ~el!groso e insoportable. Y lo considero así porque esta
separación entre el mundo de la economía y el mundo de las culturas tiene
como consecuencia lógica, necesaria, la transformación de la economía, de
la cultura, en un sistema de poder puro. Las culturas están transformadas
en recursos culturales movilizados por poderes autoritarios. El Islam
desaparece en manos del islamismo, como el cristianismo desapareció en
manos de la Iglesia Católica, de los Papas de la cristiandad, como dice el
historiador Jean de Lumeau. Y, por el otro lado, el mundo de la economía
está destruido por el mundo de las finanzas puras. Las consecuencias son el
desempleo, un aumento brutal de las desigualdades sociales -el país donde
las desigualdades sociales han aumentado más durante estos veinte años, en
un 50%, es, obviamente, los Estados Unidos-. Sin entrar en el análisis del
problema personal que se plantea, y para terminar con un interrogante,
durante dos siglos -los dos siglos más inteligentes, los siglos XVII y
XVIlI-, la modernidad, que fue a la vez subjetivización, conciencia y
ciencia, Renacimiento y Reforma, ofreció como solución la filosofía
política, la creación neoaristotélica del mundo social, del ser social.
Inventamos la idea de sociedad y, en particular, de Estados, yeso culminó
en los textos más importantes de estos dos siglos, las declaraciones de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, de los Estados Unidos y de Francia,
pero que correspondió también a la práctica de los holandeses y a la
Gloriosa Revolución de 1688 en Gran Bretaña. Esto se derrumbó, se
autonomizó, se escapó la economía. La economía industrial, la economía
financiera, la economía virtual, el mundo informacional. Ya no funciona más
ese sistema de control, ese sistema de reorganización de la experiencia
personal y la vida colectiva. Lo repito: el problema básico es que cada uno
se vuelve esquizofrénico, que cada uno de nosotros se vuelve mundializado y
localizado. Los ecologistas dicen: Think Global, Act Local; pero no puedo,
porque la distancia entre lo global y lo local está aumentando cada día
más. Entonces, ¿cómo evitar esta ruptura? La lógica de la asociación, el
núcleo central del análisis de la asociación, no es esta ilusión de la
formación de un modelo global autocontrolado, coherente y racional: no,
estamos frente a un problema moral. Si no hay solución automática, ni
autorregulada, ni económica, si no hay solución institucional para
reivindicar las dos partes, las dos mitades de la experiencia individual y
colectiva, veo un solo principio de reintegración de la experiencia: la
propia voluntad del individuo de mezclar en su historia personal, en su
proyecto de vida personal, en su esfuerzo de individualización, lo que
llamo subjetivación, su esfuerzo para vincular la razón instrumental con la
identidad cultural. De vincular el proyecto con la memoria, el mundo de los
signos con el mundo de los significados, el mundo de la economía con el
mundo de la cultura. Es decir, no hay solución política ni social, pero
esta solución a través del sujeto personal presupone condiciones sociales,
políticas, etcétera.

Hoy no se trata de buscar una solución o efectuar un análisis de nuevas
pautas de reconstrucción social. Lo que es normal. Después de todo, a
finales del siglo XIX, después de un período de globalización -estoy muy
impresionado por el paralelismo y creo que todavía vivimos' con los
conceptos que se crearon a finales del siglo XIX-, después de este período
de la Reina Victoria, hicimos una serie de esfuerzos, buenos y malos,
democráticos y antidemocráticos, para retomar el control de la economía, y
se hizo a través del nacionalismo alemán, de la revolución soviética, de la
democracia industrial inglesa y de otros países de Europa occidental,
etcétera.


Todavía en algunos países -pocos, pero algunos, aquí y en mi propio país-
existe tal vez la ilusión de que hay que deshacer el Estado
intervencionista, que hay que participar en el mundo abierto y liberal que
nace. Todavía se ve el fantasma de la señora Thatcher en algunas ciudades
europeas y del resto del mundo.
El momento de la destrucción de los estados movilizadores no se ha
terminado, pero básicamente nuestra tarea en el momento actual no es cómo
entrar en la transición liberal, es cómo salir de la transición liberal. El
mundo está saliendo de lo que ha sido una transición liberal, más que
consolidando el establecimiento duradero de una sociedad liberal. Está
entrando con dificultades en una era postliberal, porque trata de
reconstruir nuevas fórmulas de control político y social que impidan que la
economía tenga un carácter salvaje. Porque si no hay sistema de control, la
economía no es libre, es salvaje. No hay sociedad sin sistema de control,
no hay economía puramente autorregulada, no hay sociedad sin política y sin
actores sociales. Nuestro problema no es, en mi opinión, describir
objetivamente con muchas comillas la situación mundial actual, sino
observar y analizar los esfuerzos de reconstrucción local, muchas veces
absolutamente contradictorios. Reconstrucción buena o mala, democrática o
autoritaria, del sistema de control de la economía. Nuestra preocupación
central es cómo alcanzar a dar la prioridad a formas y a procesos
democráticos de reconstrucción del control social, y no a la formación de
una nueva ola de regímenes autoritarios y totalitarios. Estamos saliendo de
un siglo que, por lo menos en Europa, fue ampliamente dominado no por el
proceso económico, sino por los regímenes autoritarios y totalitarios. Y
dentro de mil o dos mil años, nuestro siglo XX de Europa estará simbolizado
no por un cohete, sino por un campo de concentración. A la vista de esto,
¿cómo podemos evitar que lo que pasó en Europa en el siglo XX, pase en el
siglo XXI en el mundo entero?
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[1] AaVv., Topografías del Mundo Contemporáneo, Ediciones Encuentro,
Madrid.
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