Un mosaico cambiante Notas sobre una geografía histórica de la ganadería en Colombia, 1850-1950

September 10, 2017 | Autor: Shawn Van Ausdal | Categoría: Latin American Studies, Agrarian Studies
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Descripción

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Un mosaico cambiante Notas sobre una geografía histórica de la ganadería en Colombia, 1850-1950*

*

Traducción de Margarita Fajardo, Alberto Flórez, Margarita López y Claudia Leal.

Shawn Van Ausdal1

I. Introducción Entre las actividades económicas más importantes de Colombia, tal vez aquella cuya historia se conoce menos es la ganadería. En ese contexto, este capítulo, que es parte de un trabajo más amplio todavía en desarrollo, es un esfuerzo por esbozar una guía para la construcción de una geografía histórica de la ganadería en Colombia entre 1850 y 1950, una fase de modernización inicial y de expansión importante. Siguiendo mi proposición del capítulo anterior, aquí busco fortalecer la base empírica de la historia de la ganadería para interpretar su legado sin estar atado a una de las dos visiones predominantes: la tradicional, que es excesivamente negativa, y la crítica revisionista, que destaca la ganadería como una actividad racional con bases sociales diversas y fuente de progreso económico. Aunque hay algunas buenas síntesis de la historia de la ganadería en Colombia, a las cuales debo mucho, los vacíos y las diferencias interpretativas hacen necesario reexaminar sus principales ejes2. 1

Candidato a doctor, Universidad de California en Berkeley, Departamento de Geografía.

Véanse Salomón Kalmanovitz, Desarrollo de la agricultura en Colombia (Bogotá: Carlos Valencia, 1978); Economía y nación: Una breve historia de Colombia (Bogotá: CINEP; Universidad Nacional; Siglo XXI, 1985); “El régimen agrario durante el siglo XIX en Colombia”, en Jaime Jaramillo Uribe, Álvaro Tirado Mejía, Jorge Orlando Melo y Jesús Antonio Bejarano (eds.), Nueva Historia de Colombia (Bogotá: Planeta, 1989); Luis Jair Gómez G., “Introducción al desarrollo histórico de la producción pecuaria en Colombia desde la Conquista”, Coyuntura Agropecuaria 14, núm. 7 (1987); Jairo Hernando Arias Puerta, La ganadería en la formación social colombiana: Entre el atraso y la competitividad (Bogotá: Ministerio de Agricultura y Desarrollo, 1999); Fabio Yepes, “Ganadería y transformación de ecosistemas: Un análisis ambiental de la política de apropiación territorial”, en Naturaleza en disputa (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia; Instituto Colombiano de Antropologia e Historia, 2001). Para estudios regionales, que también aportan una vision general, véanse: Eduardo Posada Carbó, El Caribe colombiano: Una historia regional, 1870-1950 (Bogotá: Banco de la República, El Áncora, 1998); “La ganadería en la costa atlántica colombiana, 1870-1950”, Coyuntura Económica 28, núm. 3 (1988), 148; “Ganaderos y empresarios en el Caribe colombiano, 1850-1950”, en Carlos Dávila (ed.), Empresas y empresarios en la historia de Colombia: Siglos XIX-XX (Bogotá: CEPAL; Norma; Uniandes, 2003); Roger Brew, El desarrollo económico de Antioquia desde la Independencia hasta 1920 (Medellín: Clío; Universidad de Antioquia, 2000); Mariano 2

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Este capítulo está dividido en seis secciones, además de la introducción y las conclusiones. En la primera destaco las múltiples formas en que la ganadería ha jugado un papel importante en la historia económica, social y ambiental del país. En la segunda me refiero al aparente aumento en la tasa de crecimiento de los hatos ganaderos desde mediados del siglo XIX y las consecuencias de que los ganaderos expandieran, en varias partes del país, la frontera agrícola. En la tercera sección examino las bases de la revolución tecnológica en la ganadería, que también comenzó a mediados del siglo XIX, y su papel en la expansión de los hatos. Aunque las innovaciones tecnológicas introducidas a finales del siglo XIX y principios del XX fueron importantes, su difusión fue lenta y su impacto, en general, no tan revolucionario. Es más, la manera en que estos cambios influenciaron tasas de crecimiento es más compleja de lo que se suele pensar. En la cuarta sección discuto cómo el ganado ayudó a integrar el país en términos económicos y cómo esa creciente interacción también ayudó a cambiar la geografía de la ganadería. En la quinta sección me enfoco en la estructura social de la ganadería. Presento evidencia sobre la importancia de los pequeños dueños de ganado, pero también muestro que, tal como lo muestra el censo agrícola y ganadero de 1960, los grandes ganaderos dominaban el sector. También ofrezco algunas reflexiones sobre por qué la ganadería tiende a ser una actividad concentrada en pocas manos, que al tiempo deja espacio para que los pequeños productores jueguen un papel importante. En la última sección exploro las fuentes y límites del poder de los ganaderos tanto a nivel local como nacional. Como se puede apreciar, este no será un relato cronológico: tomaré ejemplos de varias regiones y períodos para ilustrar diferentes temas. En conjunto, ellos proveen una visión general del crecimiento y la expansión geográfica de la ganadería, capturan algo de las dinámicas de cambio en el sector y subrayan su diversidad.

II. La importancia del ganado en Colombia El ganado ha sido un componente clave en la economía y en la sociedad colombiana. Incluso aquellos que ven la ganadería como una calamidad para el país, enfatizan su Arango, “El desarrollo de la agricultura”, en Jorge Orlando Melo (ed.), Historia de Antioquia (Medellín: Suramericana de Seguros; Compañía de Cemento Argos; Banco Industrial Colombiano, 1988); Gabriel Poveda R., “Agricultura y ganadería antioqueños en el siglo XIX”, Revista Andi 44 (1979), 99-132; James J. Parsons, Antioqueño Colonization in Western Colombia (Berkeley: University of California Press, 1968), 127-136; Joaquín Viloria de la Hoz, “Ganaderos y comerciantes en Sincelejo, 1880-1920”, Cuadernos de Historia Económica y Empresarial, 8 (2001).

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importancia, aunque de manera negativa. A través de los años, sin embargo, numerosos analistas han resaltado su importancia. En 1905, Henrique Arboleda, jefe de la nueva oficina de estadística, escribió que el ganado fue “el primer elemento de la riqueza nacional”3. En 1921, el representante comercial de Estados Unidos, P. L. Bell escribió: Tomada como un todo y teniendo en cuenta su amplia distribución, el número de cabezas que existen en el país, y su valor en comparación con otros productos, puede decirse que la ganadería forma la principal riqueza de Colombia –excediendo al café como recurso nacional, aunque el café sea el primer producto de exportación del cual depende el país como su base del intercambio comercial para importar mercancías manufacturadas extranjeras4.

Un estimativo burdo del capital invertido en la ganadería, comparado con el de la manufactura, en 1938, indica que el valor del ganado (sin contar la tierra y sus mejoras) era alrededor de tres veces mayor5. En 1952, el analista de la industria ganadera, José J. Cañón, dijo que la economía ganadera ocupaba un “lugar muy destacado, probablemente el primero, dentro de la actividad económica general del país”6. Estimó que el valor de la tierra y la infraestructura ganadera era cuatro veces mayor que toda la producción agrícola. De forma similar, el consultor Cortes Randell afirmó que la producción ganadera anual valía más que las tres cosechas agrícolas más importantes combinadas (maíz, papa y arroz)7. Además, los impuestos de degüello han sido una importante fuente de ingresos, en especial para los departamentos y municipios8. El ganado y sus productos también generaron divisas. En general, las exportaciones de ganado fueron más una promesa que una realidad estable, pero hubo momentos de bonanza. Y los cueros, especialmente desde finales del siglo XIX hasta 1919, fueron 3 Henrique Arboleda C., Estadística General de la República de Colombia (Bogotá: Imprenta Nacional, 1905), 96.

P. L. Bell, Colombia: A Commercial and Industrial Handbook (Washington: Government Printing Office, 1921), 139. Traducción del editor.

4

Kathryn Wylie, The Agriculture of Colombia (Washington: U.S. Department of Agriculture, 1942), 116; Contraloría General de la República, Anuario General de Estadística, 1938 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1939), 44.

5

6 José J. Cañón, Aspectos económicos de la ganadería en Colombia (Bogotá: Ministerio de Agricultura, 1952), iii. 7

Cortes G. Randell, La industria ganadera en Colombia (Washington: [s.n.], 1953), 2.

Ministerio de Hacienda, Informe del Ministerio de Hacienda a la Asamblea Nacional de 1910 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1910), 4; Alejandro López Antioquia: Monografía estadística de este departamento colombiano (Medellín: Imprenta Oficial, 1915), 43, 45; Melo, Vicisitudes, 148, 153. 8

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un renglón destacado de una exportación (Tablas 2.1 y 2.2). Ospina Vásquez argumenta que la expansión de la ganadería fue el motor del desarrollo económico más importante entre la Independencia y la expansión del café a finales del siglo XIX, ya que utilizaba la tierra abandonada después de varios ciclos de agricultura de tumba y quema9. Más aún, el ganado ayudó a integrar a la nación a través de la vinculación de regiones periféricas a los principales circuitos comerciales y políticos. Claramente, mucho capital fue invertido en ganado a través de los años y, para bien o para mal, la ganadería jugó un papel fundamental en el desarrollo del país.

Tabla 2.1 Promedio de exportaciones anuales de ganado vacuno (en miles de cabezas) Año 1878-1883/1884 1884/1885 1885/1886-1889 1891-1897 1898-1906 1907-1914 1915 1916-1917 1918-1919 1920-1921 1922-1925 1926-1930 1931-1935 1936-1941 1942-1947 1948-1953

Exportaciones 23.2 3,7 14,3 3,5 50-60 0 1,3 16,7 45,3 0 18,2 1,3 0 1,3 20,8 9,5

Fuentes: Ocampo, Colombia; Posada Carbó, Caribe; Cañón, Aspectos; Contraloría, Anuario de 1930; Gómez Rueda, Informe; Gabriel Montes y Ricardo Candelo, “La economía ganadera en Colombia”, Revista de Planeacion y Desarrollo 12, núm. 3 (1980).

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Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia, 1810-1930 (Medellín: E.S.F., 1955), 533.

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Tabla 2.2 Exportaciones de cueros Año 1834-1858 1864 -1869/1870 1870-1898 1899-1904 1905-1920 1922-1940

Total de exportaciones 3,9% 1,5% 6,3% s.d. 10,6% 2,7%

Fuentes: Ocampo, Colombia; Wylie, Agriculture.

En distintos sentidos, el país también sobrevivía gracias al consumo de ganado y sus productos. La carne de res era el tipo predominante de proteína animal. Aunque había algunas variaciones regionales, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, tres cuartas partes de la carne que comían los colombianos era de res10. Los autores de los siguientes capítulos desarrollarán más detalles sobre la economía, la política y la cultura del consumo de la carne bovina. Por el momento, se puede señalar que la carne de res era menos costosa que el cerdo, lo cual estaba relacionado con la disponibilidad de pastos y el costo relativamente alto del maíz, que se usaba para engordar los porcinos 11. La carne de res, especialmente de animales criollos magros, también se salaba y secaba bien en el sol, un importante atributo en la era previa a la refrigeración12. Aunque la carne de res era el producto directo más importante que se obtenía del ganado, los productos lácteos también eran significativos. Las vacas criollas no solían ser buenas

Véase la relación entre ganado vacuno y porcino en las estadísticas de degüello desde 1915 en el Anuario de Estadísticas, Contraloría General de la República, y también, Shawn Van Ausdal, “When Beef Was King. Or, Why Do Colombians Eat So Little Pork?”, Revista de Estudios Sociales 29 (2008); Brew, El desarrollo económico, 172-173; Luis Armando Galvis, “La demanda de carnes en Colombia: Un análisis econométrico”, Documentos de Trabajo sobre Economía Regional 13 (2001). Para la importancia de la carne de res dentro de la dieta colombiana de mediados del siglo XX en comparación con el resto de América Latina, véase Lowell S. Jarvis, Livestock Development in Latin America (Washington: World Bank, 1987).

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Van Ausdal, Beef. La carne de res era, sin embargo, más cara que el pescado y, por ende, el costo no era el único factor determinante para su preferencia. Isaac F. Holton, New Granada; Twenty Months in the Andes (Carbondale: Southern Illinois University Press, 1967), 25-26, que viajó por el río Magdalena, dijó: “Se consume mucho pescado aquí pero rara vez en los vapores; es demasiado barato”. 11

12 Para información sobre la preferencia de los saladeros argentinos al final del siglo XIX por ganado criollo y magro, véase Horacio C. E. Giberti, Historia económica de la ganadería argentina (Buenos Aires: Solar Hachette, 1961).

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lecheras. Además, los métodos de producción extensiva característicos de muchas áreas, sumados a las dificultades de transporte, desalentaban una mayor producción lechera. Sin embargo, la leche fresca parece haber sido consumida en las fincas y el queso también fue un artículo significativo de comercio13. La producción lechera también creció bastante en la primera mitad del siglo XX. Para 1950, su valor había alcanzado casi el de la carne de res; los cueros y el sebo constituían el resto (cerca del 20% del valor total de la producción ganadera)14. Sorpresivamente, a principios del siglo, el sebo logró un mayor precio que la carne de res15. Fue utilizado para hacer velas, jabón y diferentes tipos de grasa. Siendo más barato que la manteca de cerdo, también fue usado como grasa de cocina por los pobres16. Los bienes de cuero abundaban: sandalias, ropa, cajas, sacos, camas, asientos, puertas, cuerdas, arneses, sillas de montar, etc. Los relatos de viajeros, especialmente en el siglo XIX, resaltaron hasta qué punto vivía Colombia una Edad de Cuero17. El ganado también proporcionó tracción y transporte, y generaba fertilizante18. Finalmente, están las cuestiones de las relaciones entre el ganado y la tierra. Los pastos ocupan una cantidad desmesurada de tierra en Colombia. Según el Censo Agropecuario de 1960, el 53% de toda la tierra explotada en Colombia estaba cubierta

Fray Juan de Santa Gertrudis Serra, Maravillas de la naturaleza (Bogotá: Biblioteca V Centenario Colcultura, 1994), 122, 131; William L. Scruggs, The Colombian and Venezuelan Republics (Boston: Little, Brown and Co., 1905), 83; Rafael Ospina Pérez, “Elección del ganado vacuno seleccionado para mejorar el antioqueño”, Boletín Agrícola 1, núm. 9 (1918), 341-354; Manuel Gómez Rueda, “Informe del Departamento Nacional de Ganadería al Señor Ministro de la Economía Nacional”, Boletín de Ganadería 1, núm. 7 (1939), 35. 13

14

Cañón, Aspectos, 13.

Kalmanovitz, El régimen, 129; Celso Román, “Revista del mercado de Viotá (30 diciembre de 1906)”, Revista Nacional de Agricultura 1, núm. 18 (1907), 445.

15

Para comienzos del siglo XX los productores de velas importaron sebo procesado más barato desde Estados Unidos: Memoria del Ministerio de Hacienda, 1912, citado en L. Ospina Vásquez, Industria, 450-451; Contraloría, Anuario de 1938, 51-52.

16

Holton, New Granada; Véase la lista de los múltiples usos del cuero, de John P. Hamilton, citado en Alonso Valencia Llanos, Empresarios y políticos en el Estado Soberano del Cauca, 1860-1895 (Cali, Universidad del Valle, 1993), 203: “se les emplea para tapizar mesas, sofás, sillas y camas, lo mismo para fabricar lazos, rejos y petacas [...] botellas para envasar vino, aguardiente y chicha y hasta se consigue fabricar un sistituto aunque inferior, naturalmente de la carretilla metálica, para el transporte de tierra o arena”.

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La ganadería y la producción agrícola no estaban obviamente tan integradas como en Europa, pero es probable, según referencias dispersas, que estuvieran más cerca que la imagen general de separación casi total: véase, por ejemplo, Alejandro Tirado, “Pequeñas y grandes preocupaciones ganaderas”, Ganadería de Bolívar 4, núms. 30-31 (enero-marzo 1936), 905.

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de pasto, comparada con 18% destinado a la agricultura19. Si se enfatiza la predominancia de los grandes ganaderos o de un sector más heterogéneo, el ganado jugó un papel importante en la larga historia de colonización y apropiación de baldíos. Por ende, está ligado, de una manera u otra, a la inequitativa distribución de la tierra en Colombia. El ganado también contribuyó a generar cambios ambientales. El más obvio y probablemente el más importante de ellos es el de la larga historia de deforestación asociada a la ganadería20. Pero también hay otros, como la cambiante composición de especies en las sabanas naturales o la alteración de humedales, ciénagas y playones21. El ganado también puede tener un impacto negativo sobre los pastos cuando son mal manejados. Pero quizás es más significativa la relación indirecta entre el ganado y la erosión agrícola de ladera: la ubicación del ganado en valles fértiles empujó la producción agrícola campesina a laderas más marginales y frágiles22. No importa cómo se lo mire, Colombia es una tierra permeada por el pasto y el ganado.

DANE, Directorio Nacional de Explotaciones Agropecuarias (Censo Agropecuario) 1960: Resumen Nacional (Bogotá: DANE, 1962), 16. Este estimado no incluye las intendencias, lo que aumentaría el porcentaje de tierras destinadas a los pastos: La Guajira, Arauca, Caquetá, Chocó, Putumayo, Guainía, Guaviare y Vichada.

19

20 Shawn Van Ausdal, “Pasture, Profit, and Power: An Environmental History of Cattle Ranching in Colombia, 1850-1950”, Geoforum (en prensa); Yepes, Ganadería; James J. Parsons, “The Scourge of Cows”, Whole Earth Review 58 (1988); J. Cavelier, T. M. Aide, C. Santos, A. M. Eusee y J. M. Dupuy, “The Savannization of Moist Forests in the Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia”, Journal of Biogeography 25 (1998), 901-912; Andrés Etter, Clive McAlpine, Kerrie Wilson, Stuart Phinn y Hugh Possingham, “Regional Patterns of Agricultural Land Use and Deforestation in Colombia”, Agriculture, Ecosystems and Environment 114 (2006), 369-386.

Orlando Fals Borda, Historia doble de la costa 1: Mompox y Loba (Bogotá: Carlos Valencia, 1979), 21-22A, 27. 21

Véase World Bank, The Basis of a Development Program for Colombia (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1950); T. Lynn Smith, Colombia: Social Structure and the Process of Development (Gainesville: University of Florida Press, 1967), 62-63. 22

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III. La expansión de la ganadería A. El surgimiento de la taza de crecimiento Aunque la influencia de la ganadería fue importante durante el período colonial, algunos académicos señalan la mitad del siglo XIX como un momento clave de cambio23. Durante estos años, dicen ellos, hubo un auge de la actividad ganadera. Esta actividad se convirtió en una inversión atractiva, los bosques dieron paso a potreros, especialmente en las tierras bajas, y la tasa de crecimiento de los hatos se incrementó dramáticamente. Los estimativos de las poblaciones de ganado anteriores a 1960 no son muy confiables. Sin embargo, tenemos una idea aceptable para la mitad del siglo XIX, gracias a la Comisión Corográfica, que calculó una población bovina de cerca de 1,38 millones de cabezas24. Sin embargo, esta cifra no incluye las áreas de Ipiales, Pasto y la costa Caribe. Mientras que las dos primeras áreas no tuvieron mucho ganado, la costa sin duda sí lo tuvo. La población bovina de la costa debía ser al menos de 250.000 cabezas, lo que daría una población total de alrededor de 1,6 millones25. Utilizando algunos datos que se remontan a 1915, calculados por Kalmanovitz et ál., podemos

Kalmanovitz, El régimen, 1927-1931; José Antonio Ocampo, Colombia y la economía mundial, 18301910, (México: Siglo XXI, 1984), 369-374; L. Ospina Vásquez, Industria, 235-238, 533; Orlando Fals Borda, Capitalismo, hacienda y poblamiento: su desarrollo en la Costa Atlántica (Bogotá: Punta de Lanza, 1976), 35-46; Historia doble de la costa 3: Resistencia en el San Jorge (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia; Banco de la República; El Áncora, 2002); Brew, El desarrollo económico. 23

La cifra de 900.000 cabezas de ganado es a menudo citada de la Comisión Corográfica. Yo obtuve 1,38 millones sumando las cifras de población de ganado citadas en los distintos trabajos regionales: Agustín Codazzi y Camilo A. Domínguez, Obras completas de la Comisión Corográfica: Geografía física y política de la Confederación Granadina, vols. 1-6 (Bogotá: COAMA-Unión Europea: Fondo José Celestino Mutis, FEN-Colombia; Instituto Geográfico Agustín Codazzi, 1996); Agustín Codazzi, Jeografía Física i Política de las Provincias de la Nueva Granada (Bogotá: Banco de la República, 1957).

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Para esto me baso en algunos cálculos de población de ganado de la costa que datan de mediados del siglo XVIII, asumiendo de manera conservadora una lenta tasa de crecimiento del 0,5% hasta mediados del siglo XIX. En la década de 1760, Arévalo realizó un censo de ganado en la Provincia de Cartagena, estimando un total de 82.400 cabezas –Enrique Marco Dorta, “Cartagena de Indias: Riquezas ganaderas y problemas”, en Tercer Congreso Hispanoamericano de Historia, t. I (Cartagena: Gráficas Mogollón, 1962), 346-351–, pero no incluyó numerosos hatos pequeños pertenecientes a campesinos dispersos o las áreas alrededor de Ayapel y Mompox. Probablemente sea seguro estimar, así, unas 85.000 cabezas para esta provincia. Arévalo tampoco incluyó la Provincia de Santa Marta en su censo. Aquí parecen haber algunos hatos cerca de la costa y un gran número de ganado en el valle del río Cesar, aunque sus

25

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tener una idea general de cómo pudo haber crecido el ganado a nivel nacional desde la mitad del siglo XIX (Tabla 2.3)26.

Tabla 2.3 Crecimiento de la población ganadera Población de ganado

Razón

Año

(millones de cabezas)

Ganado: Personas

crecimiento

Tasa de

c. 1850 1918 1938 1950 1996

1,6 7,1 8,7 10,7 26,2

1 : 1,4 1 : 0,8 1 : 1,0 1 : 1,1 1 : 1,4

1% 2,5% 1% 2% 2%

Período 1800-1850 c.1850-1918 1918-1938 1938-1950 1950-1996

Fuentes: Codazzi y Domínguez, Obras completas; Codazzi, Jeografía; Kalmanovitz, El régimen; Kalmanovitz et ál., Producción; DANE (1996).

números estaban todavía limitados por la continua presencia de los indígenas chimila. Antonio Julián, La perla de la América (Bogotá: Ministerio de Educación Nacional, 1951 [1787]), quien parece un tanto propenso a la exageración, sugirió que tres residentes de Mompox poseían entre 66.000 y 68.000 cabezas en el área desde Riohacha a Valledupar y a Tamalameque. Adelaida Sourdis Najera, en “Estructura de la ganadería en el Caribe colombiano durante el siglo XVIII”, Huellas 47-48 (1996), 47, anota que un reporte del contrabando en esta región indicaba que los residentes locales, sin incluir a los ganaderos ausentes de Mompox o Cartagena, poseían 56.000 cabezas. Es posible, entonces, que la Provincia de Santa Marta también tuviera alrededor de 85.000 cabezas de ganado. Ernesto H. Jaramillo Silva, en “Haciendas y hatos ganaderos de Mompox: Su origen, evolución e importancia en el desarrollo pecuario colombiano”, Boletín Historial: Órgano de la Academia de la Historia de Santa Cruz de Mompox 51, núm. 26 (1993), 170, anota que en 1605 unas 70.000 cabezas de ganado cimarrón debían haber habitado el valle del río Cesar. Esto daría un total de 170.000 cabezas para la costa, hacia 1770. A una tasa lenta de crecimiento anual del 0,5 %, dando campo a un amplio margen de error y a fuertes declinaciones causadas por desastres naturales, plagas o guerra, esta población de ganado habría llegado a 250.000 cabezas para 1850. Salomón Kalmanovitz, Enrique López Enciso y Carmen Astrid Romero B., “La producción agropecuaria colombiana, 1915-1950”, Borradores de Economía 116 (1999), 1-51. 26

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Es importante recordar que estos datos, especialmente aquellos anteriores a 1915, tienen muchos problemas. Si elevaramos la población de ganado a mediados del siglo XIX a dos millones, la tasa de crecimiento en los siguientes sesenta años disminuirá a 2%. Sin embargo, la idea de que la población ganadera creció más rápidamente a partir de mediados del siglo XIX tiene mucho sentido. Durante estos años, la economía empezó a despegar. El sector minero estaba en expansión, especialmente en Antioquia. Las exportaciones de tabaco finalmente vincularon a Colombia con la economía mundial por medio de un producto diferente al oro, y ayudaron a consolidar el servicio de navegación a vapor en el río Magdalena. Tanto los mineros como los trabajadores del tabaco aparentemente comían cantidades considerables de carne de res. Y el tabaco era exportado en zurrones. Hacia la mitad del siglo XIX también empezaron a sentirse las consecuencias de las reformas liberales y surge una nueva generación de comerciantes y empresarios que empezó a buscar otras oportunidades económicas en las tierras bajas poco pobladas. Esta expansión terrateniente y el acelerado ritmo de la distribución de baldíos estuvieron acompañados de un movimiento similar de colonizadores campesinos. Ambos grupos limparon la selva tropical de árboles gigantes para abrir espacio para el maíz, la yuca, la caña de azúcar, el plátano, el arroz y eventualmente el café, pero especialmente el pasto27. Ocampo y Kalmanovitz también corroboran indirectamente este crecimiento al señalar un aumento anual similar en las exportaciones de cueros y probablemente en su consumo28. En síntesis, parece plausible que los hatos ganaderos se expandieran más rápidamente tras el comienzo del crecimiento económico, con un nuevo optimismo, tierras abundantes y baratas y nuevas tecnologías ganaderas.

B. Tala de monte en la frontera agrícola Además, hay evidencia de tal expansión en muchos lugares del país. Medardo Rivas escribió sobre los heroicos esfuerzos de su generación para civilizar las tierras bajas. En 1840, mirando hacía el río Magdalena desde la sabana de Bogotá, describió las laderas como zonas atrasadas y aún pobladas de bosques. Sin embargo, a partir de

Medardo Rivas, Los trabajadores de tierra caliente (Bogotá: Ministerio de Educación, 1946), cap. 12. En línea: http://www.lablaa.org/blaavirtual/modosycostumbres/trabaj/indice.htm; Brew, el desarrollo económico, 173-174; “Curso sobre el cultivo de tobaco”, El agricultor 4, núm. 2 (julio 1882), 96. 27

28

Kalmanovitz, El régimen, 129; Ocampo, Colombia, 371.

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la mitad del siglo, un nuevo grupo de empresarios visionarios se aventuró hacia estas tierras para crear nuevas empresas. Limpiaron la selva para cultivar tabaco, caña de azúcar y criar ganado. El mismo Rivas participó en esta aventura: compró alguna tierra, propició la división legal de la propiedad y contrató un pequeño ejército de antioqueños para despejar los bosques y sembrar pasto para 500 cabezas de ganado29. Otros, como Emiliano Restrepo, hicieron lo mismo hacia los llanos orientales30. En 1880, una nota en El Agricultor estableció que la población ganadera alrededor de Villavicencio se había duplicado recientemente31. No toda la expansión de ganado fue en las tierras vírgenes. Algunos comentaristas criticaban un aparente cambio en las zonas andinas de la agricultura parcelaria a la ganadería32. Y cuando terminó el auge del tabaco en la década de 1870, el ganado llenó el vacío: muchos cultivadores de tabaco transformaron sus tierras en pastizales para engorde33. A comienzos del siglo XIX, José Manuel Restrepo describía la mayor parte de Antioquia como cubierta por una espesa selva. De las 2.200 leguas cuadradas del departamento, él creía que solamente 60 estaban dedicadas a la agricultura y 250 proveían pastos. En ese tiempo, una población de 15.000 a 18.000 cabezas de ganado apenas cubría las necesidades locales34. Para 1875, sin embargo, dicha población había aumentado a 360.000, una tasa de expansión mucho más rápida que la de los mismos antioqueños. Comenzando en la década de 1840, unos comerciantes de Medellín abrieron potreros con nuevos pastos artificiales a lo largo del río Cauca, en el suroeste antioqueño. Inicialmente engordaban el ganado traído del valle del Cauca. Para 1875, el valle del río Cauca había desplazado el viejo centro ganadero antioqueño ubicado en las montañas orientales, cerca de Rionegro, La Ceja y Marinilla35. Hacia 29

Rivas, Trabajadores, caps. 1, 3-4.

Emiliano Restrepo Echavarría, Una excursión al territorio de San Martín (Bogotá: ABC, 1957). Véase también Jane Rausch, The Llanos Frontier in Colombian History, 1830-1930 (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1993), 83-84, 104-113 y 160-163; Miguel García Bustamante, Persistencia y cambio en la frontera oriental de Colombia: El piedemonte de Meta, 1840-1950 (Medellín: EAFIT, 2003), 163-206.

30

31 “Revista de las cosechas: Desde Villavicencio rinde informe el hacendado Sergio Convers”, El Agricultor: Órgano de la Sociedad de Agricultores Colombianos y del Departamento de Agricultura Nacional 2, núm. 19 (1880), 326.

Kalmanovitz, El régimen, 127; William Paul McGreevey, An Economic History of Colombia, 1845-1930 (Cambridge: Cambridge University Press, 1971), 134; Gómez, Introducción, 70.

32

33

Kalmanovitz, Economía, 194.

José Manuel Restrepo, “Ensayo sobre la geografía”, en Francisco José de Caldas (ed.), Semanario del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Minerva, 1942), 253, 261.

34

Brew, El desarrollo económico, 174-79; Juan Carlos Vélez Rendón, Los pueblos allende el río Cauca: La formación del suroeste y la cohesion del espacio en Antioquia, 1830-1877 (Medellín: Clío, Universidad de Antioquia,

35

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mediados de siglo, varias familias de comerciantes mineros también comenzaron a llevar ganado desde Ayapel y las sabanas de Bolívar hacia sus minas en el norte de Antioquia. Después, crearon haciendas a lo largo de la ruta en el norte de Antioquia hacia Medellín. Usaban estas haciendas para traer ganado desde Bolívar hasta la feria de Medellín, donde lo vendían para las operaciones de engorde por el río Cauca (Figuras 2.1 y 2.2). Algunos también engordaban ganado para mercados locales en el norte de Antioquia. Hacia finales del siglo, Bolívar había reemplazado al valle del Cauca como el principal proveedor de ganado flaco para Antioquia36. Al comienzo del siglo XX, los ganaderos se interesaron en el oriente antioqueño. La introducción de nuevos pastos adaptados revivió y expandió la cría de ganado en las empobrecidas montañas del oriente37. Los ganaderos también siguieron la línea del ferrocarril hasta el valle del río Nus y hacia el Magdalena Medio. Hacia finales de la década de 1920, esta área suministraba la mitad del ganado consumido en el departamento38. Hubo un proceso de expansión similar en la costa Caribe durante estos años. Gordon muestra la extensión de los bosques en los valles del Sinú y del San Jorge y aún en las sabanas de Bolívar en los siglos XVIII y XIX, producto de su recolonización después del colapso de la población indígena39. Cuando Striffler buscaba oro en el alto Sinú, en la década de 1840, Montería marcaba el límite del poblamiento: al sur y al oeste se extendían bosques. Striffler también notó que en el borde sur de las sabanas de Bolívar había un ancho cinturón de tierras bajas “cubiertas de selvas frondosas” que se extendían entre los ríos Sinú y San Jorge40. 2002), 59-74, 90-94; Ospina Vásquez, Industria, 237-239; Contraloría General de la República, Geografía Económica de Colombia, t. I, Antioquia (Bogotá: Contraloría General de la República, 1935), 82. Gloria Isabel Ocampo, “Hacienda, parentesco y mentalidad: La colonización antioqueña en el Sinú”, Revista Colombiana de Antropología 26 (1986-1988), 11-12; Ospina Vásquez, Industria, 239; Parsons, Antioqueño, 130-131; Contraloría, Geografía…, Antioquia, 137; Alejandro Reyes Posada, Latifundio y poder político: La hacienda ganadera en Sucre (Bogotá: CINEP, 1978), 56-57.

36

Micay (Axonopus mica), Kentucky bluegrass (Poa pratensis), pero especialmente yaraguá (Melinis minutiflora), el cual se comportaba bien en suelos pobres y empinados: Ospina Vásquez, Industria, 427; Parsons, Antioqueño, 133-136; James J. Parsons, “Spread of African Pasture Grasses to the American Tropics”, Journal of Range Management 25 (1972); Brew, El desarrollo económico, 179-181.

37

Contraloría, Geografía…, Antioquia, 137; Diego Monsalve, Colombia cafetera (Bogotá: Artes Gráficas, 1927); Brew, El desarrollo económico, 181. 38

B. Le Roy Gordon, Human Geography and Ecology in the Sinú Country of Colombia (Berkeley: University of California Press, 1957). También véase Antonio de la Torre y Miranda, “Noticia individual”, Boletín Historial: Órgano de la Academia de la Historia de Cartagena de Indias 5, núms. 49-51 (1926), quien por ejemplo abrió un camino de Corozal a San Benito Abad.

39

Luis Striffler, El río Sinú. Historia del primer establecimiento para extracción de oro en 1844 (Cereté: Lino Editores Sinú, 1980 [1875]), capítulo 21. En línea: http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/ riosin/indice.htm.

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A pesar de la extensión de los bosques, las sabanas naturales a lo largo del río San Jorge formaba el asentamiento de una importante industria ganadera, para la mitad del siglo XIX ya la principal fuente de riqueza de Bolívar41. Con el decaimiento de Cartagena después de la independencia, varias familias de comerciantes comenzaron a migrar hacia el interior para buscar nuevas oportunidades y algunas de ellas empezaron a invertir en ganado. Además, comerciantes exitosos de pequeños pueblos, algunos vinculados al comercio de tabaco, empezaron a diversificar su portafolio comprando tierra y ganado42. A partir de la mitad del siglo, probablemente debido al crecimiento de la demanda de ganado del interior y al aumento de las exportaciones en el último cuarto del siglo, una combinación de nuevos y viejos ganaderos sabaneros aumentaron el ritmo de expansión hacia los bosques que rodeaban estos pastales, y comenzaron a ejercer aún mayor control sobre la tierra y el trabajo43. Striffler comentó que, desde Striffler, Río Sinú. Para información sobre las sabanas naturales de la costa, véase Jorge Hernández y Heliodoro Sánchez, “Sabanas de Colombia”, en Jorge Hernández Camacho (ed.), Sabanas naturales de Colombia (Bogotá: Banco de Occidente, 1994). 41

Viloria, Ganaderos; María Teresa Ripoll de Lemaitre, “La actividad empresarial de Diego Martínez Camargo, 1890-1937”, Cuadernos de Historia Económica y Empresarial 2 (1999); Adolfo Meisel Roca y Joaquín Viloria de la Hoz, “Los alemanes en el Caribe colombiano: El caso de Adolfo Held, 18801927”, Cuadernos de Historia Económica y Empresarial 1 (1999); Orlando Fals Borda, Historia doble de la costa 4: Retorno a la tierra (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia; Banco de la República; El Áncora, 2002), 78-89. 42

Fals Borda, Resistencia, retorno; Reyes, Latifundio; Striffler, San Jorge. Fals Borda, Capitalismo, 38-39, Retorno, 119A, 124B, y, entre otros, Reyes, Latifundio, 6, 62-63; Víctor Negrete, Origen de las luchas agrarias en Córdoba (Montería: Fundación del Caribe, 1981), notan cómo el monopolio de la tierra por los grandes ganaderos les permitió organizar un método barato para tumbar bosques y crear potreros: proveían a los campesinos de tierra cubierta de monte a cambio de que después de unos pocos años la devolvieran sembrada de pasto. Esta caracterización ha ayudado a formar la idea de que las relaciones sociales de la ganadería diferían regionalmente. Ocampo, Colombia, 370, por ejemplo, dice que “Mientras en los valles del Cauca y del Magdalena la apertura de potreros se hacía con cuadrillas de trabajadores asalariados, en la Costa Atlántica se desarrolló un sistema de aparcería para ampliar la frontera ganadera”. Mientras que podría haber algo de verdad en esas generalizaciones, no había divisiones absolutas. En la costa, Striffler, San Jorge, 103, da la impresión de que los ganaderos del siglo XIX dependían de trabajadores asalariados para tumbar monte y sembrar potreros. Igualmente, en la primera mitad del siglo XX, parece que un buen número de ganaderos de esta región también pagaban por la transformación de sus tierras en pasto: Van Ausdal, Environmental History; Gloria Isabel Ocampo, “Hacienda y campesinos en el Sinú: Formas de vida y formas de trabajo en ‘Marta Magdalena’ (1912-1954)”, Museo del Oro 20 (1988); Archivo Pedro Nel Ospina y Cía (APNOyC) (en FAES), 200, f206-207, Marco A. Salazar a César Salazar, 30 junio 1915. Pedro Nel Ospina y Cía. también compró algunas tierras ya despejadas por colonos. Por contraste, en Antioquia, Pedro Nel Ospina y Cía. algunas veces sí intercambió tierra por pastos (APNOyC, 160, Pedro Nel Ospina a Marco A. Salazar, 31 dic. 1914). Y en el suroeste antioqueño, terratenientes también atrajeron colonos proveyéndolos con acceso libre a la tierra a cambio de que la despejaran y sembraran con pasto, en Vélez, Pueblos, 91. 43

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mediados del siglo, “la condición del agricultor se hace cada vez más penosa, por el aumento de los potreros que se llenan de ganado vacuno, en el centro de los bosques”, y con la introducción de pastos africanos, los ganaderos de las sabanas empezaron a “invadir la inmensa selva del sur” del río San Jorge y del valle del Sinú44. Estas presiones expansivas también motivaron una ola de campesinos independientes que penetraron en los bosques del San Jorge y del Sinú45. El resultado de esta expansión de la ganadería, para mediados del siglo XX, fue el cambio dramático de un paisaje boscoso a un “verde lago colosal” de pasto46. Para 1950, Gordan nota cómo los residentes de Ciénaga de Oro y Sahagún, que Striffler había llamado “montañeros”, ya se conocían como “sabaneros”47.

IV. La revolución tecnológica en la ganadería A. El impacto de inovaciones tecnológicas ¿Cuál puede ser la explicación del aparente salto en la tasa de crecimiento de los hatos hacia la mitad del siglo XIX? Ciertos académicos han señalado la introducción de nuevas tecnologías ganaderas. José Antonio Ocampo, por ejemplo, dice que “gracias a la introducción de los pastos artificiales en la primera mitad del siglo y del alambre de púas en la década del setenta, al creciente consumo de sal y a la implantación en pequeña escala de nuevas razas, la ganadería colombiana tuvo un crecimiento notable en la segunda mitad del siglo XIX”48. Fals Borda incluso sugiere que estas nuevas tec44

Striffler, San Jorge, 93, 103.

Según Fals Borda, Capitalismo, 41-43, ganaderos medianos y latifundistas los siguieron y consolidaron los desmontes de los campesinos en predios cada vez más grandes gracias a su posición económica y política dominante, así como al engaño y la intimidación: la “ley de tres pasos” o la “ley del más fuerte”. 45

Dimas Badel, Diccionario Histórico-Geográfico de Bolívar (Barranquilla: Gobernación de Bolívar; Instituto Internacional de Estudios del Caribe; Caralos Valencia, 1999 [1943]), 507. También véase Contraloría General de la República, Geografía Económica de Colombia, t. V, Bolívar (Bogotá: Contraloría General de la República, 1942), 85; Gordan, Human Geography, 66, 70.

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Gordon, Human Geography, 62.

Ocampo, Colombia, 369-370. También véase Catherine LeGrand, “Agrarian Antecedents of the Violence”, en Charles Bergquist, Ricardo Peñaranda y Gonzalo Sánchez (eds.), Violence in Colombia: The Contemporary Crisis in Historical Perspective (Wilmington, Delaware: Scholaly Resources, 1992), 32; David Bushnell, The Making of Modern Colombia: A Nation in Spite of Itself (Berkeley: University

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nologías sentaron la base para una revolución en la ganadería: “La introducción del pasto de Pará o Admirable constituyó una revolución porque permitió a los hacendados racionalizar la producción ganadera, levantar cercas de alambre de púa para consolidar la posesión individual y liberarse de la trashumancia tradicional”49. Una de las innovaciones clave fue la difusión de los nuevos pastos artificiales, particularmente el pará (Brachiaria mutica) y el guinea (Panicum maximum) en las décadas de 1840 y 1850, y el yaraguá (Melinis minutiflora) a comienzos del siglo XX. Estos pastos, de origen africano, eran “artificiales” en el sentido de que eran sembrados en vez de crecer espontáneamente50 (Figura 2.3). Antes de su llegada, buena parte del ganado colombiano pastaba en sabanas preexistentes (formadas por causas naturales o humanas), tales como las de los valles del alto Magdalena y el Cauca, los llanos, o en las sabanas de Bolívar o de Bogotá. Había también pequeñas áreas de pastos (gramalotes y pajonales) en colinas y valles, algunas naturales y otras formadas en zonas agrícolas agotadas. Adicionalmente, el ganado se alimentaba en los barbechos y de los pastos que los colonizaban. Algunos de estos pastos seguramente fueron bastante nutritivos y sirvieron para engordar el ganado, pero en general los pastos nativos no eran tan propicios para la ganadería51. Un indicador de esto es la talla aparentemente pequeña del ganado sacrificado durante el período colonial52. Otro es el entusiasmo por los nuevos pastos y su rápida expansión. Rivas afirmó que “el que trajo a estas regiones el pasto de guinea merece una estatua levantada en el cerro de Guacaná, tan alta como la de la Libertad de Nueva York, y que, iluminada por la noche, sea contemplada en toda la extensión del territorio que él hizo productivo, desarrollando

of California Press, 1993), 133; Frank Safford y Marco Palacios, Colombia: Fragmented Land, Divided Society (New York: Oxford University Press, 2002), 274. 49

Fals Borda, Capitalismo, 35-38.

Parsons, en Spread, mostró que estos pastos pronto se naturalizaron e incluso se volvieron invasores. Para saber más sobre las propiedades invasivas de los pastos africanos en las Américas, véase David G. Williams y Zdravko Baruch, “African Grass Invasions in the Americas: Ecosystem Consequences and the Role of Ecophysiology”, Biological Invasions 2 (2000); 123-140. Los potreros artificiales, sin embargo, necesitan un mantenimiento continuo pues pueden ser invadidos por malezas, por la regeneración del bosque o incluso por pastos nativos: Van Ausdal, Environmental History. 50

Tulio Ospina Vásquez, Agricultura colombiana. Notas de un curso dictado en la Universidad de Antioquia (Medellín: la Familia Cristiana, 1913), 44; Julián, Perla, 103; Eloy Valenzuela, “Noticia de una especie de la grama útil para potreros, o prados artificiales”, Francisco José de Caldas (ed.), Semanario del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Minerva, 1942); John Potter Hamilton, Viajes por el interior de las provincias de Colombia (Bogotá: Biblioteca V Centenario Colcutura, 1993), 135. 51

Dorta, Riquezas, 352. Véase también Salvador Camacho Roldán, Memorias (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946), 124-25.

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una inmensa riqueza”53. A comienzos de la década del veinte, Bernardo Ospina trabajó duro para prevenir la invasión de gramalote en el área de pastos artificiales de la hacienda Apabí, en el bajo Cauca, pero sus esfuerzos fueron en vano54. Esta evidencia anecdótica sugiere que los pastos africanos eran más nutritivos que los nativos55. Estos nuevos pastos fueron muy utilizados para el engorde, especialmente el pará: las vacas que comían ese pasto engordaban demasiado y sus tasas de fertilidad disminuían; así mismo, el ambiente húmedo que requiere era malsano para las crías (Figura 2.4). El pasto guinea, que también se usaba para engordar, era bueno para la etapa de crianza puesto que se adaptaba mejor a ambientes más secos. Su habilidad para resistir las largas temporadas de sequía pudo haber sido una de sus principales ventajas en la costa. Su uso en la crianza pudo ayudar a aumentar la tasa de crecimiento de los hatos: una mejor nutrición aumenta las tasas de fertilidad de las vacas y también aumenta su producción de leche, lo que puede disminuir la tasa de mortalidad de las crías y aumentar sus tasas de crecimiento56. De manera similar, el uso tanto de guinea como de pará en la etapa de levante podía disminuir el tiempo requerido para producir un animal listo para comenzar la etapa de engorde. Estos pastos también podían acortar esta última etapa y aumentar el peso promedio de los animales. Rivas señala una interpretación alternativa de la rápida diseminación del pasto guinea. ¡Verdadero milagro el del pasto guinea! Antes se rozaba el monte, se quemaba la roza y se sembraba el maíz; y [...] al cogerlo ya el monte le disputaba el campo al cultivador y la tierra quedaba como antes. Ahora se riega la semilla misteriosa al mismo tiempo que se siembra el maíz, y cuando la mazorca está en sazón ya una verde pradera esmalta el suelo; y poco a poco esta pradera se extiende y cubre toda la tierra caliente57. 53

Rivas, Trabajadores, cap. 2.

Archivo Bernardo Ospina Vásquez (ABOV, en FAES), Correspondencía recibida (1920-1922, Eduardo Villa a Bernardo Ospina, 25 marzo 1922; APNOyCía, Correspondencía (enero 1920), f385, Bernardo Ospina a Ignacio Posada M., 22 febrero 1921; APNOyCía/Correspondencia (1923-1925), f14-18, Pedro Nel Ospina Vásquez a Bernardo Ospina, [s.f.] feb. 1923; ibídem, f234, Pedro Nel Ospina Vásquez a Bernardo Ospina, 23 feb. 1924.

54

55 Parsons, Antioqueño, 133; Brew, Desarrollo económico, 186-187; Ricardo Garza Treviño, “Beef Production in the Humid Tropics of Mexico”, en P. A. Sánchez y L. E. Tergas (eds.), Pasture Production in Acid Soils of the Tropics: Proceedings of a Seminar Held at CIAT, April 17-21,1978 (Cali: CIAT, 1979), 289-299. También resistierán mejor el impacto de los herbívoros que las gramíneas nativas (Williams y Baruch, African Grass). Para más discusión de la difusión de pastos africanos en Colombia, véase Van Ausdal, Environmental History. 56

Striffler, San Jorge, 102-103.

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Rivas, Trabajadores, cap. 2.

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En lugar de apuntar a su contribución al aumento de la productividad, la exaltación de Rivas enfatiza sus características ecológicas, las cuales, dice él, permitieron la conquista de los bosques de tierras bajas o al menos hicieron el trabajo más fácil y menos costoso. La difusión del alambre de púas, las razas importadas y las prácticas de administración mejoradas también contribuyeron a esta revolución. Se ha sugerido en ocasiones que, antes del arribo del alambre de púas, el ganado pastaba libremente en pastizales sin cercas. Sin embargo, hubo varias formas tradicionales de construir cercas con tapia pisada, piedras, bambú, madera, plantas vivas y zanjas o chambas (Figura 2.5)58. Aunque muchas de estas cercas eran utilizadas para mantener el ganado por fuera de algo que se quería proteger, también se usaban a veces para encerrarlo. El alambre de púas, patentado en Estados Unidos en 1874, era más barato que las cercas tradicionales y alentó la expansión del cercado59. Esto, a su vez, permitió ejercer un mayor control sobre el manejo de la hacienda: los potreros podían ser más pequeños, rotarse y cuidarse mejor; los ganaderos podían ser más selectivos al tiempo de criar; los animales podían estar separados por edad y tipo; todo esto facilitó prestar más atención a la salud y las necesidades de los animales. De la misma manera, a comienzos del siglo XX hay evidencia creciente del interés por la nutrición y el cuidado de la salud animal. La práctica de dar sal al ganado, así como el precio de la sal y su calidad, se convirtieron en un punto de discordia entre los ganaderos y el Estado hasta mediados del siglo XX60. En la segunda y tercera década, al menos en algunas áreas, empezó a volverse frecuente la vacunación voluntaria preventiva. Hacia la década de 1930, el uso de tanques bañaderos contra garrapatas empezó a expandirse, apoyado por subsidios para su construcción, así como de regulaciones para los tratamientos requeridos antes de sacar a los animales de su municipio61. Estas nuevas prácticas permitieron y estimularon la propagación de razas europeas y los cruces de estas razas con las criollas. Las importaciones comenzaron lentamente en los años cincuenta del siglo Rivas, Trabajadores, cap. 4; Parsons, Antioqueño, 132; Antolín Díaz, Sinú, pasión y vida del trópico (Bogotá: Editorial Santafé, 1937), 152-153; Ministerio de Agricultura y Comercio, Memoria del Ministro de Agricultura y Comercio al Congreso de 1915 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1915), 33.

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Ospina Vásquez, Industria, 297; Díaz, Sinú, 152-153.

Véase, por ejemplo, las repetidas críticas sobre la carencia y cualidad de la sal en las revistas Ganadería de Bolívar (1935-1939) y El Ganado (1947-1949).

60

Alberto Herrán, “Informe de la Seccion de Ganaderia”, Memoria del Ministerio de Agricultura y Comercio al Congreso Nacional en sus Sesiones Ordinarias de 1934 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1934); Gómez Rueda, Informe, 19; Jorge Gartner, Informe del Ministerio de la Economía Nacional, 1939 (Bogotá: Imprenta Nacional 1939), 43; “Sección de Ganadería”, Boletín de Agricultura 5-6 (1932), 409-410; Manuel Gómez Rueda, Informe de las Labores del Departamento Nacional de Ganadería, 1942 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1942), 10-12.

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XIX, repuntaron en los setenta y de nuevo en la segunda década del siglo XX. De esta manera los ganaderos aprovecharon animales desarrollados para crecer más rápdio, alcanzar mayores tamaños, lograr mejor conformación, mejor calidad de la carne y mayor producción lechera.

B. Una “revolucion” lenta y desigual Aunque estas innovaciones produjeron algunos resultados importantes, en términos generales su influencia dependió del momento de introducción y su grado de difusión62. Es difícil encontrar información precisa sobre la difusión de estas tecnologías, pero la que hay disponible sugiere que fue bastante desigual. En algunas áreas, la expansión de los nuevos pastos fue rápida. Ese es el caso de la expansión del pará a lo largo del río Cauca, en Antioquia, en la década de 1850; la del guinea en las laderas de la cordillera Oriental, por los mimos años, y la del yaraguá en las montañas antioqueñas a comienzos del siglo XX63. Pero aun en estos casos hubo factores ecológicos que limitaron la expansión. La relativa escasez de vegas en el Cauca antioqueño, por ejemplo, limitó la difusión de pará en esa región. Otros límites pueden haber tenido más que ver con costos o con la existencia de alternativas razonables. En las haciendas del Valle del Cauca se cultivó pará a lo largo de las vegas del río desde 1860, pero las llanuras onduladas situadas por encima de la zona de inundación fueron dejadas con pastos naturales. La hacienda ganadera Santo Domingo, en el Tolima, que fue comprada por el gobierno nacional en 1916 para convertirla en una estación de investigación agrícola, tenía sembrado pará en las vegas del río, y guinea y paja de burro en las colinas más secas64. El engorde se hacía invariablemente con pastos artificiales, pero la cría y en especial el levante solían realizarse con pastos baratos y naturales65. Sin embargo, a comienzos de los años cuarenta del siglo XX, la Contraloría estimó que la extensión de pastos artificiales en Bolívar era del 80%66. Hacia 1930, Magdalena 62

Posada Carbó, Caribe, 149-150.

Brew, Desarrollo Económico, 176-181; Ospina Vásquez, Industria; Parsons, Antioqueño, 132-136; Parsons, Spread; Rivas, Trabajadores, cap. 2.

63

Ministerio de Agricultura y Comercio, Memoria del Ministerio de Agricultura y Comercio al Congreso de 1918 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1918), 40; Ministerio de Agricultura y Comercio, Memoria del Ministro de Agricultura y Comercio al Congreso de 1918 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1918), 40.

64

N. Garcés L., “Informe”, Boletín de la Secretaría de Agricultura y Ganadería del Valle 94 (1953), 4; Ministerio de Agricultura y Comercio, Memoria de 1918, 40.

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Contraloría, Geografía…, Bolívar, 299.

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parecía tener mayoritariamente pastos naturales. Y cerca del 90% de los llanos aún estaban cubiertos de pastos naturales, a mediados de la década del sesenta67. La difusión del alambre de púas probablemente fue similar a la expansión desigual de los nuevos pastos. Aunque parece que las cercas estaban ampliamente diseminadas en el Sinú, en la década de 1930, en otras áreas, como el Magdalena, los llanos y el valle del Patía, fueron escasas68. En los llanos, dada la mala calidad de los pastos, cada animal requería un área bastante extensa para pastar. Así, cercar resultaba demasiado costoso, además de aumentar los costos de vigilancia. En los años cuarenta, por ejemplo, los ganaderos en los llanos trataron de conseguir una exención de la ley que requería que el ganado fuera bañado contra las garrapatas, debido a los excesivos costos. Argumentaban que, debido a la dispersión del ganado, reunirlo y construir numerosos tanques representaba una carga injusta para ellos69. En el Patía y en el Magdalena, las formas comunales de la tenencia de la tierra entorpecieron el proceso de cercar70, e incluso en Bolívar parece que hubo áreas importantes –tierras comunales, sabanas, playones, ciénagas– donde el cercado incursionó tarde, al menos hasta la expansión terrateniente de los años cuarenta y cincuenta, que concluyó un proceso de largo plazo de apropiación y privatización de tierras71. La sugerencia de Fals Borda de que los nuevos pastos africanos y el alambre de púas racionalizaron la ganadería y disminuyeron la tradición de transhumancia es una exageración72. La resistencia del pasto guinea a los largos veranos de la costa, y la habilidad para cercar tierras y reservarlas para alimento en los meses de verano, pudieron haber ayudado en dicho proceso. Pero la transhumancia continuó hasta bien entrado el siglo XX73. La difusión de nuevas razas también fue bastante limitada hasta la década de 194074. La importación de razas europeas empezó a tener alguna influencia a finales Dieter Brunnschweiler, The Llanos Frontier of Colombia; Environment and Changing Land Use in Meta (East Lansing: Michigan State University, Latin American Studies Center, 1972), 45. 67

68

Gómez Rueda, Informe, 10, 19-20.

Maceo Jiménez, “El agua y la garrapata en los Llanos Orientales”, La Vida Rural 2, núm. 17 (dic. 1940), 2. 69

70 Gómez Rueda, Informe, 9 y 18; Luis Marulanda Caicedo, “Breves apuntes sobre la ganadería caucana”, El Agricultor Caucano: Órgano de la Sociedad de Agricultores del Cauca 3, núms. 38-40 (nov. 1938), 896. Para conocer los problemas con las tierras comunales en las sabanas de Túquerres, véase “La ganadería en Nariño”, La Vida Rural 4, núm. 46 (1943). 71

Reyes, Latifundio, 29, 72-75; Fals Borda, Mompox y Loba, 70A-71A; Retorno, 27A, 161A.

72

Fals Borda, Capitalismo, 38. Véase Reyes, Latifundio, 105.

Randell, Industria Ganadera, 9-12; Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero, Departamento de Investigaciones Económicas, El ganado vacuno en Colombia (Bogotá: Caja de Crédito Agrario, 1971), 10. 73

Herrán, Informe, 330; Phanor James Eder, Colombia (New York: Charles Scribner’s Sons, 1913), 141; Contraloría General de la República y Mario Galán Gómez, Geografía Económica de Colombia, t. 74

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del siglo XIX, pero en su mayoría estuvo circunscrita a la sabana de Bogotá y quizás a los valles fértiles altoandinos de Cundinamarca y Boyacá, como Ubaté y Chiquinquirá. El ganado nativo de esta región había sido absorbido por las olas sucesivas de importaciones: Durham (Shorthorn), Hereford, Red Polled, Normando, Holstein y otros. Tales introducciones demuestran que el interés inicial de los ganaderos de tierras altas por ganado de carne o doble propósito fue cambiando hacia un interés exclusivo por la ganadería de leche. El carácter rústico del Normando le permitió tener un impacto mayor, incluso se diseminó hacia las tierras templadas75. La sangre Angus aparentemente contribuyó a la formación, en el valle del Sinú, de la raza más importante desarrollada en Colombia, el romosinuano76. Pero, generalmente, las razas europeas estuvieron limitadas a las áreas de tierra alta de Colombia, donde podían evitar el calor tropical, las pestes y los pastos pobres77. Estas razas tuvieron un impacto importante en la industria lechera, especialmente al comienzo del siglo XX con la difusión de nuevos pastos adaptados a climas fríos y cuando las mejoras en transporte permitieron que las áreas urbanas se surtieran de zonas rurales más amplias. Pero fue el cebú la raza que tuvo el impacto más dramático en el hato ganadero colombiano, comenzando en las décadas de 1920 y 1930, pero sobre todo a partir de la década de 1940, cuando se levantó la prohibición de importaciones del período de 1931 a 193978.

VIII, Santander (Bucaramanga: Imprenta Departamental; Contraloría General de la República, 1947), 435. Con el propósito de comparar, entre 1860 y 1914 y entre 1923 y 1925, menos de 300 cabezas de animales de reproducción fueron importadas en Colombia –NARA, Record Group (RG) 166 (19041939), Colombia, William Boaz, “Cattle Industry in Colombia”, 18 dic. 1925, 1–; y entre 1937 y 1951, esta cifra se convierte en 6.098 cabezas (J. J. Cañón. Cálculo de la población de ganado vacuno. Bogotá: Ministerio de Agricultura, Sección de Economía Rural, 1952, 96). En contraste, en México, durante el porfiriato, unas 160.000 cabezas de ganado fueron importadas, muchas de las cuales estaban destinadas a los llanos del norte del país –José Gonzalo Ríos y Luis Carlos Fierro, “El ganado criollo en Chihuahua”, en Lucina Hernández (ed.), Historia ambiental de la ganadería mexicana (Xalapa: Instituto de Ecología, A.C.; L’Institut de Recherche pour le Développement, Francia, 2001), 77. Manuel Roa Rosas, “Aspectos zoótecnico de la 4ª. zona: Departamento de Caldas”, Boletín de Ganadería 1, núm. 2 (1939), 24; Fidel Ochoa, “Más sobre el ganado cebú”, Boletín de Agricultura 4, núms. 9-12 (1931), 550.

75

Washington Bernal, “La granja de selección de ganado criollo en Montería y su orientación”, Boletín de Ganadería 1, núm. 3 (1939), 22-32. 76

Gómez Rueda, Informe, 11-13; NARA, RG 166 (1904-1939), Colombia, Lester Schnare, “Improvements in livestock in the Cartagena consular district”, 8 sept. 1926; Gartner, Informe 1939, 44; Heliodoro Bonilla Guzmán, Informe de las labores del Departamento Nacional de Ganadería, 1943 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1943), 12. 77

Para la difusión del cebú en 1950, véase Randell, Industria ganadera; Stefanía Gallini, “El Atila del Ganges en la ganadería colombiana”, Nómadas 22 (2005), 186-197; Emigdio Pinzón Martínez, “La historia de la ganadería bovina en Colombia”, Carta Ganadera (Suplemento Ganadero) 4, núm. 1 (1984).

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Aunque la difusión de estas tecnologías fue lenta y desigual, hay evidencia de que muchos ganaderos empezaron a preocuparse por proporcionar mejores cuidados a sus animales y aumentar su productividad. Sin embargo, también recibieron críticas por no estar haciendo todo lo que podían. Ellos pudieron haber construido cercas, pero las divisiones eran todavía demasiado grandes y los pastos no eran usados de manera eficiente; había poca variedad de pastos y algunas leguminosas valiosas eran arrancadas como si fueron malezas; los esfuerzos para seleccionar estaban mal orientados o eran mal ejecutados; no se prestaba suficiente cuidado a los animales, sobre todo a los terneros, y predominaba una visión de corto plazo y autodestructiva evidente en el degüello excesivo de hembras y novillos jóvenes79.

C. Causas de expansión Aunque muchas de estas críticas probablemente eran justificadas, también es posible que ciertas recomendaciones no fueran prácticas o factibles. Por ejemplo, los ganaderos explicaron que el gran tamaño de los potreros se debía a la poca disponibilidad de agua (relacionada, a su vez, con la falta de inversión en pozos). Una investigación hecha en los llanos en la década de 1970 indicó que, a pesar de todas las recomendaciones de sembrar nuevos pastos, la práctica tradicional de quemar la sabana nativa era uno de los métodos disponibles más productivos, especialmente al tener en cuenta los costos y riesgos de sembrar pastos nuevos80. Los problemas que Currie enfrentó al tratar de incrementar la productividad de su finca lechera proporcionan un excelente ejemplo de las dificultades asociadas con la modernización. Aunque él logró hacer de su finca lechera una de las más productivas del país, no logró recuperar los costos de inversión y tuvo que venderla. El nuevo propietario, cuenta el propio Currie, posiblemente vendió el nuevo equipo y regresó a un estilo de ganadería más tradicional y más rentable. De la misma forma, dice Currie, resultaba difícil invertir para aumentar la productividad del ganado de carne debido a la existencia de demasiados productores extensivos con

79 Herrán, Informe, 1934; Raul Varela Martínez, “Giro agrícola por las cordilleras de las sabanas de Bolívar”, Boletín de Agricultura 6, núms. 3-5 (1933), 310-314; Luis Marulanda Caicedo, “Sanidad pecuaria en las zonas templadas del departamento del Cauca”, Boletín de Ganadería 1, núm. 2 (1939), 8-14.

Osvaldo Paladines y Jorge A. Leal, “Pasture Management and Productivity in the Llanos of Colombia”, en Pasture Production in Acid Soils of the Tropics, Pedro A. Sánchez y Luis Tergas E. (eds.) (Cali: CIAT, 1978), 321.

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bajos costos81. Currie, por lo tanto, enfatiza la base racional para la baja difusión de una ganadería más intensiva. ¿Hasta qué punto, entonces, hubo una “revolución tecnológica” en la ganadería y cómo contribuyó a la expansión de los hatos ganaderos a partir de mediados del siglo XIX? En ciertos sitios, y en momentos específicos, la introducción de estas innovaciones técnicas puede haber tenido efectos revolucionarios. Sin embargo, en términos generales, el cambio tendió a ser fragmentado y espacialmente desigual. Si las revoluciones son períodos de profundo cambio en momentos relativamente condensados de tiempo, entonces es difícil argumentar que la ganadería colombiana experimentó una revolución a comienzos de la década de 1850. Pero es importante reconocer que ocurrieron cambios importantes y que la ganadería se tornó más productiva, aunque de manera lenta82.

81 Lauchlin B. Currie, “La industria ganadera”, Sociedad de Agricultores y Ganaderos del Valle del Cauca y Fondo Ganadero el Valle del Cauca (eds.), La ganadería de carne en Colombia (Bogotá: La Presencia, 1981), 8, 16.

Es difícil encontrar evidencia de la creciente productividad por la escasez de registros o al menos de la supervivencia de estos registros. El mejor medio que tenemos son las crecientes cifras de producción de carne y sebo de ganado entre mediados del siglo XVIII y mediados del siglo XX. Arévalo registró el promedio de producción del ganado costeño en la década de 1760 en 12 arrobas o 150 kilos, en Dorta, Riqueza, 353. Camacho Roldán, Memorias, 124-125, dijo que a fines del siglo XIX el promedio de producción era de 13,5 arrobas y que este era un tercio más alto de lo que el ganado proveyó a mediados del siglo XIX (o sea, nueve arrobas). Para la segunda mitad de la década de 1910, el promedio de producción de los novillos costeños en la feria de Medellín era de 18 arrobas y para vacas, de 15; para el ganado criollo de Antioquia (el blanco-orejinegro) era de 14 arrobas para machos y de 9 para hembras. En 1939, razas pequeñas de ganado, tales como el indio o tolimense, todavía producían sólo 14,4 arrobas. En contraste, la raza romosinuano de la costa estaba produciendo 22 arrobas, con un porcentaje de producción de 60% en comparación con el promedio de 50% para el ganado costeño o el 45-50% para otros ganados criollos (Constantino Villegas, “Industria pecuaria en Antioquia, Bolívar y Magdalena”, Boletín Agrícola 1, núm. 11 (junio 1919), 456-484; Rafael Ospina Pérez, “La actual crisis mundial ganadera y su influencia sobre la ganadería antioqueña”, Boletín Agrícola 1, núm. 8 (julio 1918), 281-287; O. Archila, “Consideraciones sobre la deficiencia económica de la pecuaria colombiana...”,Ganadería de Bolívar 6, núm. 60 (dic. 1939), 35-43; Santiago Mejía, “El ganado romosinuano”, La Vida Rural 2, núm. 15 (oct. 1940), 8; APNOyC, 232, f267, Marco A. Salazar a Pablo Emilio Villegas, 7 nov. 1918; José Velasquez Q., “La ganadería de Bolívar”, Boletín Agrícola 5, núms. 8-9 (ago.-sept. 1932), 769). Esto evidencia el crecimiento del peso del ganado durante el siglo XIX y la primera mitad del XX: probablemente de 300-340 a 410-460 kilos. Existen también algunas sugerencias del crecimiento productivo entre algunas razas. Este crecimiento refleja una mejor alimentación y mejoras genéticas debido a la mejor selección y cruzamiento. El talón de aquiles de la ganadería colombiana, sin embargo, era la lenta tasa de crecimiento del ganado. En la segunda mitad de la década de 1910, era común sacrificar el ganado entre la edad de 5 y 6 años. En Argentina, por contraste, razas mejoradas y mejor alimentación y manejo habían reducido esto a 3 años, en José Velasquez Q., “El problema ganadero en Colombia”, Revista Agrícola y Ganadera 2, núm. 17 (oct. 1938), 1-22. Pero hay alguna evidencia de que la edad de sacrificio empezó a disminuir durante la

82

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Un mosaico cambiante

El hecho de que la tasa de crecimiento de la población de ganado aparentemente diera un salto en la mitad del siglo XIX, cuando estas innovaciones comenzaron a expandirse, sugiere que hay una relación causal entre estos fenómenos. Aunque el incremento en la productividad probablemente jugó su papel, no deberíamos considerlo como la única causa posible. Una de las razones es que estas innovaciones se expandieron lentamente. Es además curioso que en la década de 1920, cuando muchas de ellas empezaron a tener un mayor impacto, la expansión se desacelera (Tabla 2.3). Sin contar las importaciones, la población de ganado depende del crecimiento vegetativo de los hatos. Los hatos pueden crecer de dos maneras: los ganaderos dejan de enviar algunos animales al mercado y los utilizan para incrementar sus hatos o la tasa de reproducción de sus ganados se incrementa. En el caso de Colombia, estos dos escenarios fueron posibles. Como he sugerido, hay varias maneras en que estas innovaciones pudieron aumentar las tasas de reproducción. Los nuevos pastos artificiales pueden haber proveído mejor nutrición a las vacas, incremetado la tasa de fertilidad y disminuído la mortalidad de las crías. También es posible que una expansión general de los potreros (a una tasa mayor que la del crecimiento del ganado) haya mejorado la disponibilidad del forraje y, por lo tanto, las dietas, aunque es menos probable que esto haya sucedido. La otra forma de aumentar los hatos es disminuir las tasas de extracción. En el corto plazo los precios elevados tienden a estimular a los ganaderos a mantener a los animales fuera del mercado buscando aumentar la cría (o incrementar su peso) para extraer una mayor ganancia de los buenos precios. No sabemos mucho sobre los ciclos ganaderos en el siglo XIX y comienzos del XX, pero es posible que en el largo plazo el aumento secular del precio haya contribuído a un mayor crecimiento de los hatos. Adicionalmente, el crecimiento de la productividad puede haber incrementado la rentabilidad de la ganadería y atraído mayor inversión, y

primera mitad del siglo XX: Kalmanovitz et ál., Agricultura; Archivo del Congreso (en Bogotá), 1915, t. 6, Leyes, Ley 82 de 1915 (nov. 30), Manuel Dávila Flórez, “Segundo Informe”; El Agricultor 6, núm. 2 (julio 1884), 348; APNOyC, 232, f267, Marco A. Salazar a Pablo Emilio Villegas, 7 nov. 1918. Parte de esta reducción es probablemente el resultado de mejoras genéticas: la introducción de razas europeas en ciertas áreas o de híbridos con cebú en las tierras bajas o el desarrollo del romosinuano en el Sinú en el primer cuarto del siglo XX, cuya tasa de crecimiento diario era casi el doble que la del ganado criollo: véase Mejía, Romosinuano; también El Agricultor, 6, núm. 2 (1884), 348. Esto se debía probablemente también al mejor manejo (terneros a los que se les daba más leche y mejor tratamiento de salud) y mejor alimentación. Para información sobre el desarrollo de la castración de hembras, véase Ricardo de la Torre, “Importante carta de un experto sobre la castración de las vacas”, Boletín Agrícola 1, núm. 10 (nov. 1918), 442-43. Información sobre las tasas de nacimiento y mortalidad antes de 1950 son difíciles de encontrar y yo todavía estoy buscando algunas para el siglo XIX. Para alguna información sobre el crecimiento en la producción en las décadas de 1930 y 1940, véase Heliodoro Bonilla Guzmán, Informe del Departamento Nacional de Ganadería, 1945 (Bogotá: Ministerio de la Economía Nacional, ABC, 1945), 3-4.

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la misma expansión de los potreros pudo haber estimulado a los ganaderos a fortalecer los inventarios reteniendo los animales fuera del mercado83. Por lo tanto, lo que puede parecer una causa obvia para la expansión de las tasas de crecimiento del ganado a partir de la mitad del siglo XIX no lo es tanto cuando se mira más de cerca. Todavía no es enteramente claro lo que orientó esta expansión. Una combinación de diferentes factores debió estar en juego: la difusión del aumento en la productividad probablemente fue lenta, pero aún así tuvo un impacto; los nuevos pastos pueden haber hecho más facil la conversión de bosques a potreros; y la creciente demanda –tanto de consumidores como de productores– pudo haber estimulado a los ganaderos a hacer crecer sus hatos.

V. La cambiante geografía de la ganadería y la creciente integración económica Los cambios en la geografía de la producción ganadera son más fáciles de determinar que las causas de la expansión de la población de ganado. Una de las ventajas del trabajo de la Comisión Corográfica es que estimó las poblaciones ganaderas en las parroquias. Esto permite establecer una regionalización de la ganadería con buen nivel de detalle. Comparar estos datos con aquellos del Censo Agropecuario de 1960 da una idea de cómo la geografía de la ganadería cambió a través del siglo84. Este ejercicio muestra un desplazamiento importante de los Andes orientales y el alto Cauca y el alto Magdalena hacia las tierras bajas, especialmente Antioquia la Grande y la costa Caribe (Tabla 2.4; Figura 2.5). Estas últimas áreas duplicaron su participación en el hato ganadero nacional a lo largo del siglo, mientras que la participación de Cundinamarca, Boyacá y los valles del Magdalena y Cauca cayó 50%. Sin embargo, estos cambios son relativos. La población ganadera de los Andes orientales y los valles mencionados continuó aumentando, sólo que más lentamente que la de Antioquia y la costa. Así, el hato de Cundinamarca era más de tres veces mayor en 1960 que en 1850, mientras que el de Antioquia la Grande era 14 veces mayor en el mismo lapso.

Estas ideas sobre la forma en que los nuevos pastos pudieron aumentar la taza de crecimiento se basan en textos técnicos sobre el manejo de la ganadería. Al respeto, véase Harold F. Heady y Eleanor B. Heady, Range and Wildlife Management in the Tropics (London: Longman, 1982); Jerry L. Holechek, Rex Pieper y Carlton Herbel, Range Management: Principles and Practices (Upper Saddle River, NJ: Prentice Hall, 2001); Jarvis, Livestock.

83

84

Codazzi y Domínguez, Obras Completas; Codazzi, Jeografía; DANE, Directorio: Resumen Nacional.

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Tabla 2.4 La cambiante geografía del hato nacional Área

Departamento o región

Antioquia la Grande y la costa

Altos valles de los ríos interandinos

Llanos

Tasa de crecimiento

23

50

2,7

16

33

2,7

7

17

2,7

28

21

1,5

Cundinamarca Boyacá

15 7

7 5

1,1 1,5

Los Santanderes

7

9

2,1

36

18

1,1

El Magdalena

18

8

1

El Cauca

18

10

1,2

Meta Casanare

11 2 9

11 3 8

1,9 24 1,7

Costa Caribe Antioquia la Grande Departamentos orientales

(% del hato nacional) c. 1850 1960

Colombia

19

La costa: Bolívar, Córdoba, Atlántico, Magdalena. Antioquia la Grande: Antioquia y el Viejo Caldas. Alto valle del río Magdalena: Tolima y Huila. Alto valle del río Cauca: Valle del Cauca, Cauca y Nariño.

19

Fuentes: Codazzi y Domínguez, Obras completas; Codazzi, Jeografía; DANE, Censo 1960: Resumen.

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Mapa 1

¿Qué puede explicar este crecimiento desigual? Primero, que el terreno quebrado de la vertiente occidental de los Andes cundiboyacenses pudo haber limitado la expansión en esta zona, mientras que el terreno más plano y la menor densidad poblacional de la costa y los valles ondulados y planos de Antioqia facilitaron la expansión en estas regiones. También es posible que los hatos de los Santanderes crecieran más que los de los otros departamentos de la cordillera oriental, debido a que desde la década de 1940 comenzaron a expandirse hacia las tierras disponibles del Magdalena Medio85. Véase Contraloría y Galán, Geografía Santander, 45-54, 68-70, 426-430; Carlos Alberto Rojas Maldonado, “Estado actual de la ganadería de Santander y sus perspectivas” (Tesis de Veterinaria, Universidad Nacional, 1938), 19; NARA, RG 166 (1942-1945), Colombia, Caja 178, John A. Hopkins y Douglass H. Forman, “Fieldnotes on a visit to the Department of Santander”, junio 1944.

85

74

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De la misma manera, es probable que mucha de la ganadería desarrollada durante el período colonial haya aprovechado la existencia de sabanas, particularmente en los altos valles de los ríos Cauca y Magdalena. Aunque en estas áreas había espacio para expansiones posteriores, no era comparable con las tierras disponibles en Antioquia y en la costa. Además, es posible que el cultivo del café en Cundinamarca haya limitado una mayor inversión en ganado86. Pero la cambiante geografía de la ganadería también reflejó una creciente división del trabajo. La caída en la participación de los altos valles de los ríos Cauca y Magdalena en el hato nacional, registrada en el censo de 1960, se explica en parte por la expansión de la agricultura capitalista en esas zonas, en los años cincuenta. Estos valles fértiles, cercanos a los principales centros poblacionales, y distribuidos ya en grandes propiedades, encontraron usos alternativos de la tierra para competir con el ganado. Y la valorización de la tierra desplazó a la ganadería extensiva (especialmente, a la cría sin producción lechera) hacia tierras marginales o hacia otras regiones. Aquellas que permanecieron tendieron a concentrarse en funciones más intensivas, como el engorde, la producción de lácteos y la cría o selección de animales de pura sangre. (Aunque no calcular los costos de oportunidad de la tierra heredada podría hacer más lenta esta transición.) Áreas como la costa y los llanos, donde los costos de producción eran menores y los usos alternativos de la tierra eran más limitados, se convirtieron en centros para la producción relativamente barata de ganado para engordar. Dado que no tenemos estimativos confiables de la población de ganado antes de 1960, es difícil juzgar desde cuándo se venían produciendo estos cambios. El censo de ganado de 1934, aunque no muy confiable en términos numéricos, provee un buen estimativo de los tamaños relativos de la población de ganado entre regiones. Podemos pensar entonces que hacia 1930 la agricultura estaba desplazando al ganado en los valles del Magdalena y del Cauca87. Las mejoras en el transporte contribuyeron a esta geografía cambiante, así como a aumentar el comercio entre regiones. La construcción de caminos y carreteras abrió nuevas áreas e integró otras. El camino nacional de Bogotá a Villavicencio, construido a comienzos de la década de 1880, estimuló la inversión ganadera en el Meta. El “camino padrero”, abierto entre Ayapel y Cáceres en la década de 1840 por Julián Vásquez y el padre José Pío Miranda Campuzano, permitió que Antioquia empezara a recurrir a la costa para satisfacer sus necesidades de consumo de carne88. El desarrollo del transporte fluvial y ferroviario integró aún más las regiones productoras con las regiones

86

Kalmanovitz, El régimen, 127 (citando a Ospina Vásquez, 1955).

87

Herrán, Informe, 350.

88

Fals Borda, Resistencia, 81A; Berrocal, Colonización, 80.

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consumidoras. En 1915 se transportaron cerca de 25.000 cabezas de ganado por el río Magdalena hasta Puerto Berrío y La Dorada89. La mayor parte de aquellas provenientes de Bolívar fueron embarcadas en Yati, cerca de Magangué. Los planchones halados por barcos de vapor que llevaban el ganado fueron eventualmente reemplazados por embarcaciones especializadas (Figura 2.7). Cuando el Ferrocarril de Antioquia bajó sus tarifas para el transporte de ganado, en 1911, el número de cabezas transportadas aumentó de manera impresionante90. Para 1915, más de 16.000 cabezas viajaron por la División del Nus, desde Puerto Berrío, y más de 40.000, por la División del Porce, hacia Medellín91. El mismo año, cerca de 90.000 cabezas viajaron por ferrocarril a través del país92. El costo de transportar ganado por barco y ferrocarril era más alto que por vía terrrestre, pero las elevadas pérdidas de peso, la reducción de la calidad, las heridas y las muertes que ocurrían al arriar el ganado por largas distancias a menudo hacían que las alternativas más costosas valieran la pena93. Las mejoras en las redes de transporte también fomentaron cambios en la organización espacial de la industria. La reducción en las pérdidas de peso a causa del transporte, por ejemplo, estimuló el engorde de animales en zonas más alejadas de los mercados. La reducción en los costos para llevar ganado en el Ferrocarril de Antioquia preocupó a los cebadores del río Cauca, pues temían que el mercado de Medellín se inundara con ganado engordado en Bolívar. Solicitaron sin éxito ante la junta del ferrocarril que mantuviera los anteriores costos de transporte y después amenazaron con boicotear a los intermediarios que trajeran ganado engordado en la costa94. La expansión de la red de carreteras y el desarrollo de transporte en camiones profundizaron estas tendencias en los años cuarenta y cincuenta. Pero aun con estas mejoras las pérdidas de peso podían ser sustanciales. Por eso, en los años cuarenta, se realizaron intentos por establecer frigoríficos cerca de los centros de producción (Planeta Rica y Villavicencio). Así se esperaba también recoger las ganancias que prometía un trans-

89

Anuario Estadístico 1915.

90

González Cardona, Desarrollo Ganadero, 70-88.

Anuario Estadístico 1915.92 Un poco más del 60% de este tráfico se concentró en Antioquia (cerca de 14.000 viajaron en la línea de Amagá); cerca de 20.000 cabezas se transportaron hacia o dentro de la sabana de Bogotá, alrededor de 10.000 cabezas en la línea La Dorada; y otras cuantas miles en las líneas de Santa Marta, Cúcuta, Tolima y el Pacífico (Anuario Estadístico 1915).

91

93

Parsons, Antioqueño, 131.

APNOyC, 160, f346, Marco A. Salazar a Roberto Salazar, 14 feb. 1913; González Cardona, Desarrollo ganadero.

94

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porte más eficiente de carnes (en avión, en el caso de Planeta Rica), aunque ninguno de estos sitios fue exitoso95. El mercado interregional de ganado no fue una novedad de este período. Aún durante la Colonia, el ganado ayudó a integrar el país por medio de una división regional del trabajo. El ganado en el valle del alto Magdalena abasteció a Bogotá, Popayán, las haciendas azucareras de Cauca y sus minas, y algunas veces a Quito96. El ganado proveniente de Casanare, transportado a través de pasos a 3.000 metros de altura, ayudó a aprovisionar el altiplano cundiboyacense y Santander97. Y los excedentes de la costa suplieron la demanda generada por el tráfico marítimo y, tal vez, por las minas del norte de Antioquia, y con el contrabando de finales del siglo XVIII incluso se desarrollaron mercados de exportación en las Antillas98. Sin embargo, desde mediados del siglo XIX, el nivel de integración aumentó considerablemente y los patrones de comercio comenzaron a cambiar. Antioquia cambió su fuente de abastecimiento del Valle del Cauca a la costa. Los excedentes del Valle, a su vez, pasaron a satisfacer la creciente demanda de la rápida colonización del Quindío. Una vez que la economía cafetera despegó en la Cordillera Central, comienza a demandar aún más ganado de la costa, el Valle del Cauca y el Tolima. El valle del río Magdalena, que había surtido a Cundinamarca con ganado, se volvió hacia mercados en el occidente; y Bogotá pasó a depender más del Meta. Santander continuó impor-

James J. Parsons, “The Settlement of the Sinú Valley of Colombia”, en William M. Denevan (ed.), Hispanic Lands and Peoples: Selected Writings of James J. Parsons (Boulder: Westview Press, 1989), 72; Posada Carbó, Caribe, 191-192; García Bustamante, Persistencia, 192-197; NARA, RG 166 (19421945), Colombia, Caja 178, Rosa Novak Frankel, “Plan for the transportation of fresh meat from the Departments of Bolívar and Antioquia”, 20 sept. 1945; NARA, RG 166 (1942-1945), Colombia, Caja 178, Anne Sundelin Floyd, “Projected plans for slaughter and transport of cattle – Colombia”, 17 julio 1945; NARA RG 166 (1942-1945), Colombia, Caja 178, Elinor F. Paine, “Proposed slaughterhouse in Villavicencio, Colombia”, 20 nov. 1944. 95

96 Robert C. West, Colonial Placer Mining in Colombia (Baton Rouge: Lousiana State University, 1952), 113; Germán Colmenares, Cali: Terratenientes, mineros y comerciantes (Bogotá: Universidad del Valle, Biblioteca Banco Popular, 1983), 63; Renée Soulodre-LaFrance, Región e imperio: El Tolima grande y las reformas borbónicas en el siglo XVIII (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2004), 50-60.

Rausch, Llanos, 36-37, 58; Valenzuela, Noticia, 213; Maurice P. Brungardt, “Tithe Production and Patterns of Economic Change in Central Colombia, 1764-1833” (Tesis de doctorado, Departamento de Historia, Universidad de Texas, Austin, 1974).

97

Fabio Zambrano Pantoja, “Aspectos de la agricultura colombiana a comienzos del siglo XIX”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 10 (1982), 139-192; Sourdis, Estructura, 44-47; Hermes Tovar Pinzón, Grandes empresas agrícolas y ganaderas (Bogotá: Cooperativa de Profesores de la Universidad Nacional de Colombia, 1980), 101.

98

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tando ganado del Casanare, a través de Boyacá, pero pasó a hacer mayores compras en la costa. Norte de Santander, que tenía relaciones cercanas con los proveedores de ganado venezolanos, también se convirtió en comprador de ganado costeño en 1912, cuando la imposición de impuestos de exportación al ganado cerró temporalmente dicha oferta. Hasta 1906, la costa dividió la mayoría de sus excedentes entre Antioquia y las exportaciones. Ese año, sin embargo, Cuba aumentó su arancel a la importación de ganado, poniendo fin a las exportaciones colombianas a esa isla. Esto permitió que los hatos costeños crecieran, después de las enormes ventas realizadas entre 1898 y 1906, y que las ventas de la región se orientaran hacia los crecientes mercados internos. Marco A. Salazar, socio de Pedro Nel Ospina y gerente de sus haciendas ganaderas, estimaba que hasta 1911 la costa envió entre 38.000 y 40.000 cabezas por año hacia el interior, pero que a partir de 1912 esos números saltaron a 70.000 u 80.000: Antioquia recibió 40.000 y Tolima y Santander 18.000 cada uno99. La ganadería mantuvo su importancia en todo el país, pero con una división clara entre regiones importadoras y exportadoras. Hacia 1940, sólo la costa, los llanos, Cauca y Nariño producían excedentes; los demás departamentos importaban en promedio el 50% del ganado que consumían (los Santanderes importaban el mayor porcentaje de sus necesidades y el valle del río Magdalena el menor). La rápida expansión de la ganadería en la costa, particularmente en relación con su población, la convirtió en la principal productora de excedentes. Hubo además una creciente especialización dentro de las regiones ganaderas. Mientras que la costa se convirtió en el centro de la producción ganadera del país y la ganadería fue su principal actividad económica, esta no fue predominante en todas partes: el tabaco predominó en Carmen de Bolívar; el arroz, alrededor de Magangué y la caña, en Sincerín100. Hubo además diferencias subregionales de acuerdo con las distintas etapas de la producción ganadera. En el Valle del Cauca, la ceba estuvo concentrada en los potreros de pasto pará de las vegas del río Cauca y sus afluentes, dejando la cría y el levante en los pastos naturales de los terrenos más secos, que se extendían hacia la cordillera. Pero aún dentro de estas divisiones subregionales hubo diferencias más sutiles: las tierras más fértiles alrededor de Palmira fueron dejadas con pastos naturales, mientras que más al norte fue necesario limpiar la tierra y sembrar pastos artificiales101. Las secas y onduladas sabanas de Bolívar, así como las 99

APNOyC, 200, [s.n.], Marco A. Salazar a General Pedro Nel Ospina, 16 nov. 1915.

DANE, Síntesis Geo-Económica del departamento de Bolívar (Bogotá: DANE, 1953). También véanse las estimaciones sobre las poblaciones de ganado por municipio en Contraloría, Geografía…, Bolívar, 323-234; y P. L. Bell, “Cattle Raising Leading Industry in Bolívar, Colombia”, Commerce Reports 3 (1919), 20-25. 100

101

Randell, Industria ganadera, 31.

78

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partes altas del valle del Sinú, se convirtieron en importantes áreas de cría; mientras que los terrenos más fértiles y húmedos de las planicies del valle del Sinú, como el área alrededor de Toluviejo y San Marcos, en el valle del río San Jorge, eran regiones importantes de ceba. Pero aun dentro de terrenos planos del Sinú también había diferencias: en la década de 1950, el área alrededor de Montería estaba dividida entre ceba, levante y cría, mientras que casi todos los ganaderos de Cereté eran criadores102. La ganadería del altiplano cundiboyacense, que se modernizó más temprano y rápido que la del resto del país, también mostraba una gran heterogeneidad. Los ganaderos cercanos al mercado de leche fresca de Bogotá tendían a ser sofisticados y a tener una alta productividad: ordeñaban vacas lecheras de razas europeas o altamente cruzadas; también adoptaban técnicas especializadas como la venta inmediata de terneros; y sus animales disfrutaban de cuidados especiales, sales minerales y forrajes suplementarios, y hasta usaban establos. Pero tan sólo unas 16.000 vacas, ubicadas en los terrenos más cercanos de la cuidad, suplían las necesidades de este mercado a finales de la década de 1930. Más allá, las fincas lecheras producían queso y mantequilla, y mientras algunas eras muy modernas otras eran bastante rudimentarias103. Estas divisiones regionales, sin embargo, no eran ni fijas ni enteramente naturales. Cuando el transporte de Bolívar a Antioquia mejoró, como se mencionó anteriormente, más ganaderos costeños se dedicaron al engorde de ganado para su venta directa en Medellín. La adquisición de vagones refrigerados para el Ferrocarril de Antioquia estimuló el desarrollo de fincas lecheras en el área que rodea al valle del Nus para surtir a Medellín104. De manera similar se desarrollaron fincas lecheras en el Canal del Dique para vender leche fresca a Cartagena, vía el ferrocarril de Calamar. De igual forma, cuando las investigaciones confirmaron la viabilidad del pasto yaraguá alrededor de Villavicencio, el Meta se dividió entre el engorde en el piedemonte y la cría llano adentro105. Con el descubrimiento, hacia 1930, de que los pastos de tierra fría recientemente introducidos en el Cauca eran muy productivos para el engorde, la geografía local de la ganadería cambió: las tierras altas marginales se volvieron zonas de engorde importantes, dejando el valle del Patía como centro de cría. Así, la variedad de factores que influyeron en las divisiones que se presentaron a escalas mayores –suelos, agua, costos de la tierra, patrones de tenencia de la tierra, transporte, tecnología disponible, mercados, crédito, mano de obra– se repitieron en ámbitos más locales, formando un mosaico diverso de la producción ganadera en Colombia.

102

Randell, Industria ganadera, 6.

103

Gómez Rueda, Informe, 20.

104

Arango, Desarrollo, 242.

105

Brunnschweiler, Llanos, 36; Rausch, Llanos, 255; García Bustamente, Persistencia, 204.

79

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El ganado ayudó entonces a articular el país económicamente. Por medio de su expansión o desplazamiento hacia la frontera agrícola, la producción de ganado estableció lazos entre las regiones marginales y el resto de la nación. Y con esta creciente integración y división del trabajo la economía ganadera también ayudó a desarrollar un mercado nacional. Se necesitan más investigaciones para determinar cuándo empezaron a converger los precios, con diferencias regionales, determinadas en gran medida por los costos variables del transporte. Hay algunos indicios de tal convergencia para la década del treinta. Medellín se convirtió en el referente para la fijación de precios en el país, dado el volumen de sus transacciones y sus lazos cercanos con Bolívar, el mayor productor de ganado106. Dado que una gran cantidad del ganado producido en la costa se trasportó a través del río Magdalena, pudo ser despachado a cada mercado de acuerdo con las diferencias en precios: Santander (vía Puerto Wilches), Antioquia (vía Puerto Berrío), y Caldas, Tolima y Cundinamarca (vía La Dorada). Esta consolidación del mercado nacional no siempre funcionó idealmente. Los flujos de información desigual y los importantes problemas de transporte que aún persistían dificultaron su buen funcionamiento. Los ganaderos, sin embargo, se mantenían al tanto de las condiciones del mercado; y puedo imaginar que los intermediarios estaban aún más enterados de las fluctuaciones de los precios107. Las exportaciones del ganado costeño pudieron causar considerable debate político por temor al aumento de los precios domésticos108. Y la importación del ganado venezolano causó pánico entre los ganaderos en Bolívar, Antioquia y Caldas, que se preocuparon por una eventual baja de los precios que los desplazaría de los mercados109.

Hernán Londoño R., Origen y evolución de la Feria de Ganados de Medellín (Medellín: Empresas Varias Municipales, 1956).

106

107 Véanse los innumerables telegramas en los que se transmiten precios y condiciones de mercado entre Medellín y las haciendas ganaderas en el norte de Antioquia y la costa, localizados en carpetas en FAES: APNOyC, ABOV, Archivo Pedro Nel Ospina hijo (APNO). 108 Noel Ramírez, “El problema de la sal desnaturalizada”, Ganadería de Bolívar 4, núms. 30-31 (eneromarzo 1936), 862-864; “El retorno a la tierra”, Ganadería de Bolívar 6, núm. 59 (1939), 9; Posada Carbó, Caribe, 191; NARA, RG 166 (1942-1945), Colombia, Caja 178, Anne Sundelin Floyd, “Summary of current meat price controversy, Bogotá, Colombia”, 23 mayo 1945. 109

Véanse los documentos en ABOV, Tratado de Venezuela.

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VI. La estructura social de la ganadería A. La ganadería a pequeña escala Esto nos trae al tema de la estructura social de la ganadería. La perspectiva tradicional sostiene que fue una actividad principalmente de los ricos y poderosos. Fals Borda, por ejemplo, dice que “Mientras que los ‘señores’ aportaron y controlaron el ganado mayor, las clases explotadas sólo pudieron gozar del ganado menor”110. Pero como Posada Carbó ha señalado, hay bastantes referencias a pequeños criadores de ganado, algunas de las cuales sugieren que ellos constituían un componente significativo de la industria. En 1906, en el despertar de la formación del monopolio nacional de cueros, el cónsul estadounidense en Bogotá escribió sobre las dificultades y las protestas de los miles de campesinos que criaban algún ganado para producir cueros y leche111. En 1909, un funcionario consular inglés escribió que en el Tolima muchos campesinos criaban una cantidad importante de ganado que luego vendían a ganaderos dedicados al levante y al engorde112. En 1917, Pedro Nel Ospina comentó que, debido a su simplicidad y facilidad, la ganadería era una de las pocas actividades que practicaban tanto pobres como ricos113. Este comentario, hecho por uno de los más importantes ganaderos de Colombia de la época, podría ser leído como una apología a una actividad que no era tan democrática. De igual forma podría entenderse la afirmación de Diego Martínez, hecha en México en 1925, según la cual la mayoría de los de Bolívar eran pequeños ganaderos (sobre todo, dado que buscaba convencer al gobierno mexicano posrevolucionario de eliminar las restricciones sanitarias sobre la importación de ganado colombiano)114. Pero Martínez también hizo comentarios semejantes en una reunión de ganaderos colombianos donde tal retórica no era necesaria. Sus afirmaciones coinciden con las observaciones hechas en 1942 por una investigadora agrícola del

110 Orlando Fals Borda, Historia de la cuestión agraria en Colombia (Bogotá: Punta de Lanza, 1979), 72-73. 111

NARA, RG 84, Consulate Records, Colombia, 1906, John Barrett a Elihu Root, 5 ene. 1906.

PRO, Foreign Office (FO), 1909, 368.281, 8326, Francis Stronge, “Agriculture in Colombia”, 3 marzo 1909. 112

Pedro Nel Ospina, “La industria pecuaria”, La Epoca (Cartagena), 18 enero 1917. El recorte está ubicado en NARA, RG 84, Consulate Records, Colombia, 1917, f650, American Consul [?] a Perry Belden, 20 feb. 1917.

113

Diego Martínez C., “La ganadería en Colombia”, Revista Nacional de Agricultura 20, núms. 249-250 (1925).

114

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gobierno de Estados Unidos, según la cual el número de grandes ganaderos en Bolívar era muy reducido, mientras que predominaban los pequeños dueños de menos de 100 cabezas115. Randell también enfatizó, a comienzos de los años cincuenta, la importancia de los pequeños y medianos ganaderos en el Sinú y en otras partes de la costa116. Estas afirmaciones, así como muchas otras por el estilo, proporcionan suficiente evidencia de que había un grupo de ganaderos pequeños. Pero tales referencias no nos dicen qué tan importante fue este grupo en general. Uno de los recuentos más significativos de los pequeños criadores de ganado lo hizo Rafael Ospina en un artículo, publicado en 1918, sobre la producción ganadera de Antioquia117. Un tema común entre los antioqueños era el excesivo “tributo” que ellos pagaban a Bolívar por importar la mayoría del ganado que consumían. A propósito de esta continua queja, Ospina escribió que, a pesar de la importancia de las importaciones, cerca de la mitad del ganado consumido en Antioquia se criaba localmente. Por lo tanto, al departamento le convenía encontrar la raza europea adecuada para cruzar con el blanco-orejinegro, e incrementar su productividad y así disminuir la dependencia que Antioquia tenía de Bolívar. Lo que resulta significativo es la afirmación de Ospina de que el 75% del ganado producido localmente era criado por campesinos como actividad complementaria a la agricultura. La función principal de las pocas vacas que tenían estas familias era proporcionar leche para el hogar o para convertirla en queso para el comercio y como una fuente constante de ingreso entre las cosechas. Los bueyes eran utilizados para tracción, pero los terneros machos eran en su mayoría vendidos a negociantes de ganado itinerantes, quienes compraban de a uno o dos terneros hasta formar lotes que podían vender a los ganaderos en mercados más grandes. Es muy probable que la presencia de estos campesinos productores de ganado fuera mayor en Antioquia, donde la tierra estaba mejor distribuida. Pero hay pistas de la existencia de un patrón similar en otras áreas. La Geografía económica de Santander, por ejemplo, afirma que:

115 Wylie, Agriculture, 119. Contrario a lo que dice Bejarano en Despegue, 185, y Yepes en Ganadería, 151, sobre la existencia de varias manadas en la costa con más de 60.000 cabezas, sólo había una: la Colombian Products Company, una empresa conformada por varios de los más grandes ganaderos de la costa, y la International Products Company de los EE.UU., que se unieron para construir una planta para empacar carne en Coveñas en 1918.

Randell, Industria Ganadera, 7. El notó, en particular, el área de Fundación a Aracataca; la región alrededor de Camarones y Dibulla en el Magdalena, y las tierras al norte del río San Juan, en el Cesar.

116

117

Ospina Pérez, Elección.

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Un mosaico cambiante

La ganadería, a pesar de que por su naturaleza es más extensiva, también se adelanta en predios muy limitados. Es predominante la finca ganadera inferior a 50 hectáreas para la ganadería de ceba, y en la de cría, el tipo es aun más reducido. Los cebadores de más de 500 cabezas son contados y, en cambio, muy numerosos los que ceban menos de 100 cabezas al año118.

Bell sugiere que en la zona templada la ganadería era sobre todo de pequeña escala119. Gómez Rueda reiteró esta idea en 1939 cuando señaló que la tendencia a la parcelización de estas tierras, así como el tamaño más pequeño de los hatos, impulsó a los ganaderos de estas zonas a cuidar mejor a sus animales120. Los ganaderos de Caldas, por ejemplo, tenían fama de ser unos de los más progresistas del país y de haber logrado alcanzar unas de las más bajas tazas de mortalidad. Existe entonces evidencia suficiente de la importancia de los ganaderos pequeños, especialmente en las zonas templadas (Figuras 2.8 y 2.9). El ganado blanco-orejinegro, la raza predominante en esta área, era pequeña, sin mayor vocación lechera, a pesar de su uso para este fin, y no producía un porcentaje alto de carne121. Pero tenía otras cualidades que lo hacían indispensable en la zona. Sobre todo era resistente al dañoso nuche, que limitaba la introducción de otras razas. Su pequeño tamaño le permitía subir y bajar los terrenos pendientes entre el pasto y el agua. También se adaptaba bien a los pastos pobres y engordaba bien. La combinación de tierras quebradas, la baja productividad de la única raza resistente a las características de esta zona y el legado de una mayor división de la propiedad contribuyeron, al parecer, a que esta zona fuera un bastión de cría de ganada a pequeña escala122. En contraste, si miramos hacia el valle cálido del río Cauca en Antioquia, hay evidencia de que las grandes ganaderías predominaron. En 1914, López y Rodríguez listaron las capacidades de las haciendas de engorde en este valle: 36 tenían una capacidad de más de 500 cabezas de ganado (61% de la capacidad total de la región); 41 otras podían cebar más de 300 (29% del total) y solo dos tenían una capacidad de menos de 100 cabezas123. 118

Contraloría y Galán, Geografía…, Santander, 282.

119

Bell, Colombia, 142.

120

Gómez Rueda, Informe, 20.

El chino santandereano era otra raza local importante en la zona templada de los santanderes. Era una mejora lechera, pero no parece haber sido ampliamente distribuida. 121

122 Sin embargo, debemos ser cuidadosos de no asumir que esta preponderancia de pequeños ganaderos en las zonas templadas ocurría únicamente por razones naturales. En la montañosa y templada zona del Cauca, por ejemplo, los hatos ganaderos podían ser muy grandes (al menos en área).

Alejandro López y Jorge Rodríguez L, Estadísticas de Antioquia (Medellín: Imprenta de “Gaceta Antioqueña”, 1914). 123

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B. El retrato del censo agropecuario de 1960 1. La estructura social de la ganadería La mayoría de la evidencia acerca de la importancia de los pequeños propietarios dentro de la economía ganadera es anecdótica. Desafortunadamente, las primeras estadísticas confiables sobre la estructura social de la ganadería son del censo agropecuario de 1960. Aunque este censo no permite ver procesos de cambio, sí provee un buen retrato del final del período de estudio. Si miramos la distribución de los hatos de ganado según su tamaño, como Lafaurie sugiere, el sector parece “muy lejos de ser concentrado”124. En 1960, alrededor del 92% de los propietarios de ganado poseían menos de 50 cabezas y 84% de las explotaciones ganaderas tenían menos de 100 hectáreas de tierra. Por lo tanto, la mayoría de los dueños de ganado no eran grandes ganaderos. Pero tales estadísticas pueden llevar a engaños, porque no tocan el tema de la concentración de la tierra. Al tener en cuenta la distribución de tierra dentro del sector ganadero, se observa que el 84% de las fincas con menos de 100 hectáreas sólo controlaba alrededor del 16% de la tierra dedicada principalmente a la ganadería. En contraste, los ganaderos que poseían más de 500 hectáreas eran dueños de cerca del 58% de la tierra ganadera y 712 ganaderos controlaban cerca del 30% de toda la tierra dedicada al ganado. Entonces, una de las características que revela el censo es el grado considerable de concentración de la tierra dedicada a la ganadería. Un examen de la propiedad de los animales, en lugar del de la propiedad de la tierra, arroja un panorama un tanto diferente. Desafortunadamente, los datos del censo de 1960 no permiten calcular la distribución del ganado por tamaño de los hatos (pues sólo aparece el número de explotaciones). Pero provee información sobre propiedad del ganado por tamaño de las fincas, lo que constituye un buen sustituto. La información muestra de nuevo un alto grado de desigualdad. Los propietarios de más de 100 hectáreas de tierra (7,8% del total) controlaban cerca del 60% del ganado y los dueños de al menos 500 hectáreas (1,4% del total) poseían cerca de un tercio de todo el ganado. Sin embargo, las fincas con menos de 100 hectáreas controlaban casi el 40% del hato nacional y aquellas que tenían entre 10 y 99 hectáreas (que sospecho que fueron pequeños criadores en lugar de campesinos con unas pocas cabezas) poseían el 28% (Tabla 2.5)125. José Félix Lafurie Rivera, El Pensamiento económico y social de Fedegán, 2005-2005 (Bogotá: Fedegán, 2005), 273. 124

125 No es no es fácil determinar lo que separa a campesinos que crían ganado de pequeños ganaderos, y a estos últimos de los medianos y grandes ganaderos. Analistas de la industria ganadera han tendido a considerar a los poseedores de ganado con menos de 100 cabezas como pequeños, y los que tienen más de

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Por lo tanto, en términos de la propiedad de los animales, el sector ganadero permanecía altamente concentrado con una minoría que poseía la mayoría de los recursos, pero la diferencia no es tan severa como las estadísticas de la propiedad de la tierra lo sugieren. Aquí, por lo menos, tenemos una buena evidencia acerca de la importancia de los pequeños propietarios en el sector ganadero. No es el sector democrático que Lafaurie sugiere, pero, en contraste con la imagen típica, la ganadería no es una actividad exclusiva de los ricos.

Tabla 2.5 Distribución de la tierra y ganado Tamaño de finca (ha) hasta 10 10 a 99 100 a 499 500 +

% de fincas ganaderas

% de tierra ganadera

% de propietarios de ganado

% del hato nacional

44,2% 39,8% 12,7% 3,3%

1,4% 14,1% 26,3% 58,2%

57,7% 34,4% 6,4% 1,4%

11,2% 28,3% 28,9% 31,7%

Fuente: DANE, Censo 1960: Resumen.

El censo de 1960 nos dice también que el ganado estaba presente en buena parte del sector rural, aunque no en todo. El 14% de las explotaciones recibía la mayoría de su ingreso de la ganadería (principalmente, pero no exclusivamente, ganado bovino). Incluyendo las explotaciones mixtas (aquellas que ganaban cantidades similares de la agricultura y la ganadería), la cifra aumenta a 20%. La propiedad del ganado en sí misma, sin embargo, era un poco más difundida: más del 36% de todas las fincas tenían algún ganado. Los agricultores que criaban ganado como complemento a sus actividades agrícolas, aquellos que Ospina mencionó cuarenta años atrás, explican la diferencia entre esos datos. Con más de uno entre tres agricultores propietarios de ganado, tenían una amplia distribución en el sector agrario. En todo caso, las reses no eran tan comunes como los cerdos o los pollos (46% de todas las fincas tenían cerdos y 79% mantenían pollos). Al fin de cuentas se necesita dinero y tierra para tener el ganado126. 500 cabezas como grandes. Los campesinos a menudo tenían sólo unas pocas cabezas. Pero los campesinos ricos podían poseer grandes números. Por ejemplo, uno de los informantes de Nina de Friedemann, Ma Ngombe, 97, en San Basilio de Palenque en la década de 1970 poseía más de 300 cabezas. DANE, Directorio Nacional de Explotaciones Agropecuarias (Censo Agropecuario), 1960: Resumen Nacional, vol. 2 (Bogotá: DANE, 1964), 54-55. 126

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2. La geografía de hatos grandes y pequeños El censo de 1960 también contiene información sobre la geografía de la estructura social de la ganadería (Tablas 2.6 y 2.7). Primero que todo, muestra la concentración de grandes hatos en las tierras bajas, especialmente en la costa, los llanos y el valle del Cauca. Mientras que los llanos sólo tenían el 2% del número total de fincas con ganado, contenían el 17% de aquellas con más de 500 cabezas. De manera similar, el 11% de todos los propietarios de ganado eran de la costa caribeña, pero esta área contaba con el 40% de todos los hatos con más de 100 cabezas. Por el contrario, los departamentos de la cordillera oriental, con 50% de todos los propietarios de ganado, tenían solamente el 16% de fincas con entre 100 y 199 cabezas, y el 8% de las fincas con más de 500 cabezas. En parte, el alto porcentaje de fincas con ganado en estos departamentos se debió al gran número de agricultores que tenían. Pero la proporción de fincas con ganado en estos departamentos también era considerablemente más alta que en otros sitios: cerca del 50%. En la costa, esta cifra estaba cerca de un cuarto. Esto sugiere que en los departamentos orientales la propiedad del ganado estaba ampliamente distribuida y menos concentrada que en la mayoría de las tierras bajas. Antioquia, Caldas y los valles altos de los ríos Magdalena y Cauca se encontraban en el medio. En estas áreas, el porcentaje de grandes fincas ganaderas era más proporcional a su participación en el total de fincas con ganado. Pero aquí también vemos una concentración de grandes hatos en las tierras bajas. Caldas, por ejemplo, tenía 112 fincas ganaderas con más de 500 cabezas (mientras que Cundinamarca sólo tenía 47). Un tercio de estas estaban localizadas en sólo dos municipios del valle del Magdalena –La Dorada y Victoria–. Y Pereira, con tierras que descienden hacia el río Cauca, tenía otro 12%. Es difícil saber si el resto del ganado estaba ubicado en tierras altas o bajas, debido a que otros municipios se extendían a lo largo de distintas zonas altitudinales. Pero cerca del 25% de todas las fincas de ganado en La Virginia y Balboa, dos municipios con la mayoría de su tierra situada alrededor del río Cauca, tenían más de 500 cabezas. En Cundinamarca, el 50% de los hatos de más de 500 cabezas estaba localizado en las tierras bajas, en su mayoría concentrados en tres municipios del valle del río Magdalena: Puerto Salgar, Caparrapí y Guaduas. Otro tercio, sin embargo, se encontraba en dos áreas de las tierras altas: el límite norte de Cundinamarca alrededor de Ubaté y la sabana de Bogotá, especialmente en su borde occidental, alrededor de Madrid127.

127 DANE, Directorio Nacional de Explotaciones Agropecuarias (Censo Agropecuario), 1960, vol. I: Departamento de Cundinamarca (Bogotá: DANE, 1962), 110-113. Entre los municipios del norte están: Ubaté, Simijacá, Susa, Fúquene y Guachetá, y entre los de la sabana: Madrid, Facatativa, Mosquera, Soacha, La Calera y Sopo.

86

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Tabla 2.6 Distribución del hato nacional por región y número de ganado en la finca % de todos los Región

propietarios de ganado

Menos de 10 a 99 10

100 a 499

500+

La costa

10%

5%

20%

39%

42%

Antioquia la Grande

16%

15%

19%

19%

16%

Departamentos orientales

50%

58%

33%

16%

8%

Alto valle del río Magdalena

7%

5%

10%

9%

6%

Alto valle del río Cauca

3%

2%

4%

7%

8%

Cauca y Nariño

12%

13%

9%

3%

3%

Los llanos

2%

1%

4%

7%

17%

100%

100%

100%

100%

100%

Total

Fuentes: DANE, Censo 1960; Base de datos (1972).

Tabla 2.7 Distribución de hatos regionales por número de ganado en la finca Propietarios de

Fincas

ganado como

ganaderas como

% de todos los

% de todas las

agricultores

fincas

La costa

25%

26%

36%

49%

15%

Antioquia la Grande

28%

11%

66%

29%

4%

50%

12%

82%

17%

1%

28%

14%

57%

38%

5%

27%

10%

55%

35%

9%

31%

9%

78%

20%

1%

Los llanos

43%

27%

40%

45%

15%

Promedio nacional

36%

14%

71%

25%

4%

Región

Departamentos orientales Alto valle del río Magdalena Alto valle del río Cauca Cauca y Nariño

Menos 10 a 99 100 + de 10

Fuentes: DANE, Censo 1960; Base de datos (1972). 87

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La predominancia de fincas grandes en las tierras bajas es algo que muchos analistas han señalado. Pero no ha sucedido lo mismo con las diferencias entre los departamentos de la cordillera oriental y Antioquia la Grande. Históricamente, la propiedad de la tierra en Cundinamarca estuvo más concentrada que en Antioquia. Esto dio origen al clásico contraste entre dos modos regionales de producción cafetera existentes a comienzos del siglo XX: la producción hacendetaria en Cundinamarca y la producción campesina en la cordillera central. Sin embargo, hacia 1960 Cundinamarca muestra una distribución más equitativa de los recursos ganaderos que Antioquia. Aunque las unidades de medida no son las mismas (ganado versus tierra), están interrelacionadas. La subdivisión de la propiedad en Cundinamarca y la continua colonización de las tierras bajas en Antioquia probablemente explican estas diferencias. A comienzos de la década de 1930, las grandes haciendas cafeteras en las laderas occidentales de Cundinamarca empezaron a fragmentarse y la valorización de la tierra pronto fomentó el desarrollo de una producción más intensiva en las tierras altas. Aunque una tendencia similar hacia una mayor producción de lácteos ocurrió en las tierras altas de Antioquia, grandes extensiones de tierras bajas en el Magdalena medio y el bajo Cauca estaban todavía en proceso de colonización. Estas diferencias pueden verse también en el mayor crecimiento de las poblaciones de ganado en Antioquia.

C. Hacia una teoría del carácter social de la ganadería 1. Factores que favorecen la concentración Aunque los pequeños productores tuvieron un lugar significativo dentro de la industria ganadera, ¿qué explica la concentración de cerca del 60% de la producción en las manos de sólo el 8% de los productores? Una razón es la falta de más productores campesinos. Varios factores limitaban la propiedad campesina de ganado: el alto costo relativo del ganado y los riesgos asociados con la alta inversión en animales; las mayores demandas de trabajo en comparación con la cría de cerdos y gallinas; y los requerimientos de pastos y espacio. Más aún, mientras que el ganado estaba más integrado a la agricultura que lo que a menudo se ha sugerido, no era fundamental para ella128.

Tirado, Pequeñas, 905; Hamilton, Viajes, 61; [s.n.], “Noticia de la caña solera”, en Francisco José de Caldas (ed.), Semanario del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Minerva, 1942), 223. 128

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Un mosaico cambiante

Otra razón tiene que ver con las divisiones dentro de la industria ganadera. Mientras que es posible que algunos campesinos engordaran ganado, la mayor parte de los cebadores no eran campesinos. Varios factores explican este fenómeno. El engorde requería pastos apropiados. Comprar animales para engorde seguramente costaba más de lo que muchos campesinos podían o estaban dispuestos a invertir. Los campesinos podían comprar animales más jóvenes para criar, que eran más baratos que el ganado listo para engordar (empostado). Pero aún aquí, el capital requerido, las necesidades de espacio y los riesgos financieros eran probablemente muy grandes. Por lo tanto, la mayor parte de los campesinos se concentró en la cría de ganado. Pero mantener animales, especialmente novillos, durante los cinco o más años requeridos para levantarlos y engordarlos habría congelado el capital por un tiempo demasiado largo. Había, por lo tanto, incentivos para que los campesinos y pequeños ganaderos criaran animales y los vendieran para que otros se encargaran del levante y el engorde. Y esas divisiones dentro de la industria, así como la valorización del ganado a través del tiempo, reforzaron la tendencia a que los que poseían más capital para invertir controlaran una porción más grande de la industria, especialmente la etapa del engorde. Adicionalmente, la ganadería es una de las pocas actividades rurales no mecanizadas que cuenta con economías de escala129. El mayor ahorro está en la mano de obra. Es casi tan fácil para una persona a caballo cuidar veinte cabezas de ganado como doscientos. Hay de todas formas asuntos de supervisión necesarios para asegurar la calidad de la producción, pero ellos no son tan críticos como en la agricultura. La ganadería difiere de la agricultura en estas economías de escala y por ello es más probable que se emprenda a gran escala. Más aún, la industria ganadera es una de las pocas actividades en las cuales los precios suben con el aumento en el volumen. Esta peculiaridad se origina en la biología del animal. Dado que el ganado no se produce en una fábrica, sino que se cría repartido en el espacio, juntar grupos de animales genera costos adicionales. Pero la importancia de tales costos está vinculada a un proceso de producción difícil de estandarizar. Mientras que la agricultura enfrenta problemas similares, el grado de variación dentro del ganado es mucho mayor130. Por lo menos en el caso colombiano, el ciclo de producción no era uniforme: las vacas daban a luz a lo largo del año, produciendo animales de diferentes edades. El costo de las mejoras genéticas es más alto que en la agricultura y mejorar un hato es un proceso mucho más lento que en

Mariano Lugari, “Informe del ingeniero agronomo de las secciones del norte y oriente...”, El Agricultor Caucano 3, núms. 23-26 (junio-sept. 1935), 644. Lugari menciona también que es más fácil para los grandes ganaderos adquirir buenos toros y mejorar las manadas, por contar con más animales.

129

Sobre los aspectos biológicos de la agricultura, véase Susan Mann, Agrarian Capitalism in Theory and Practice (Chapel Hill: University of North Carolina, 1990). 130

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la agricultura. Esto lleva a una gran variedad en la calidad de los animales. El largo proceso de producción (entre cuatro y seis años) y las múltiples variables que influyen en el crecimiento durante ese tiempo también crean variaciones significativas en el desarrollo, talla y calidad de los animales. Finalmente, dado que el número de cabezas es limitado, si se lo compara con la cantidad de casi cualquier producto agrícola importante, estas diferencias cualitativas se hacen aún más pronunciadas. Todos estos factores crean gran variabilidad dentro del ganado, y la tarea de formar lotes uniformes por su nivel de madurez, talla, calidad, sexo y tipo exige esfuerzo y dinero131. Por lo tanto, los lotes grandes de ganado relativamente uniforme cuestan más que individuos o lotes pequeños o mixtos. Y los ganaderos que gracias al tamaño de sus hatos son capaces de formar dichos lotes se benefician de la diferencia de precios. La orden que Bernardo Ospina le dio a su mayordomo de comprar todo el ganado que pudiera de los campesinos que rodeaban su hacienda es un ejemplo de cómo los grandes ganaderos no sólo se beneficiaron en términos de producción, sino también de su papel como intermediarios. Comprar ganado a precios de “descuento” del campesinado vecino limitaba los costos de recolección, y con hatos grandes podían integrar más fácilmente este ganado a los varios lotes que habían formado que alguien que tuviera menos animales. Podría objetarse que Ospina estaba realmente (o adicionalmente) sacando ventaja de su poder. Algo de cierto hay en ello, pero el hecho de que en este caso él quisiera hacer las compras rápidamente antes que los campesinos se dieran cuenta de que los precios habían subido muestra que su poder sobre los precio a los que compraba el ganado era limitado. De lo que él quería sacar provecho, aparte de los precios de “descuento” del ganado campesino, era de la mejor información que poseía sobre el mercado. La rentabilidad y la relativa facilidad de la ganadería también contribuyeron a concentrar la producción. Aunque no tenemos mucha información precisa sobre qué tan rentable era la ganadería, mucha evidencia anecdótica sugiere que las ganancias potenciales la hacían una inversión atractiva132. También fue una actividad

131 El incentivo para formar lotes uniformes es económico: se venden a mejores precios. Las razones para ello yacen seguramente en que es más fácil juzgar el valor general y el potencial de crecimiento de lotes uniformes y son más fáciles de manejar (eventualmente, se envían al matadero al mismo tiempo).

Hay gran cantidad de evidencia anecdótica respecto de las utilidades de la ganadería: Eder, Colombia, 143; J. D. Powles, New Granada: Its Internal Resources (London: A.H. Baily and Co., James Ridgway, 1863); Posada Carbó, Caribe, 157-159; PRO, FO, 1908, 368.177, 11851, “Report of Agriculture in Colombia for the Year 1907”, 6 abril 1908. Entre 1912 y 1915, las operaciones ganaderas de Pedro Nel Ospina & Cía. tenían en promedio un 25 por ciento de ganancias: APNOyC, 230, f167-168, Marco A. Salazar a Pedro Nel Ospina, 4 abril 1917. Pero las ganancias también fluctuaban ampliamente. En los primeros años de la década de 1920, ellos perdieron dinero con la caída en los precios del ganado.

132

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que, comparada con la producción agrícola, era probablemente más fácil de manejar a distancia, incrementando su atractivo para las élites urbanas. Por supuesto que la ganadería también implicaba riesgos: la muerte o enfermedad de los animales, robos, sequías e inundaciones, pestes y plagas de los pastos, fluctuaciones del mercado. Pero, en general, el ganado era bastante resistente y los pastos soportaban más que los cultivos la langosta, riesgo común en la época; y el crecimiento vegetativo del ganado lo hacía menos susceptible a las fuertes variaciones de precios que sufrían los productos agrícolas. Todas estas razones hacían de la ganadería una inversión atractiva para las élites (aunque hay otros motivos posibles –la especulación de la tierra, el poder político local o el estatus que otorgaba ser dueño de tierras–). Con el capital fluyendo hacia la ganadería y las ventajas económicas de la producción a gran escala, no es sorprendente que buena parte del sector estuviera concentrado en relativamente pocas manos. La racionalidad económica que sustenta un sector ganadero concentrado también sugiere algunas explicaciones adicionales o alternativas para la alta concentración de la propiedad en Colombia. De nuevo, no descarto las razones tradicionales señaladas en la literatura –el poder de los más grandes para apropiarse de las tierras y recursos de los más débiles–. Pero la mayoría de los estudios sobre los ganaderos colombianos se apresuran a enfatizar tales mecanismos extraeconómicos sin explorar los factores económicos subyacentes que podrían también haber contribuido a este proceso. Si el poder de apropiación era lo único que estaba en juego, ¿por qué vemos una tendencia de las fincas ganaderas a ser más grandes en las tierras bajas? Yo sospecho que la ganadería era más productiva y más rentable en las tierras bajas que en las zonas templadas. Esto debido a que el ganado de tierra caliente era más grande y producía un porcentaje de carne más alto que las razas de zonas templadas; las tierras eran más planas y por lo tanto más eficientes para criar ganado; la topografía permitía una supervisión más fácil; el ambiente de tierras bajas, a pesar del calor, parece haber sido más saludable para el ganado que el de las zonas templadas (había menos nuches y garrapatas); y, finalmente, como las tierras eran más baratas y menos pobladas, la formación de haciendas ganaderas grandes era más fácil. Es cierto que en la frontera agraria la mínima presencia del Estado puede haber permitido a los ganaderos ser poco ortodoxos en sus formas de apropiación de la tierra y el trabajo, pero las economías campesinas en dichas fronteras también eran más vulnerables, y no necesariamente sólo frente a los jefes políticos locales. Las dificultades y costos para producir cosechas para el mercado pudieron forzar a los colonos a vender sin que hubiera necesidad de “conVéase tambíen NARA, RG 166 (1942-1945), Caja 178, Kenneth Oakley, “Cattle raising and related industries in Departament of Bolívar, Colombia”, 31 julio 1944, 6, 26-29, Apéndice E; NARA, RG 166 (1942-1945), Caja 178, Kenneth Oakley, “Observations regarding livestock industry in parts of the Department of Magdalena”, 20 ago. 1942, 3-4.

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vencerlos” de que era lo mejor para ellos (obtenían así ganancias por la limpieza de tierras más que por la producción agrícola)133. Esto no significa que los ganaderos que les compraron no se beneficiaron de su sudor o que no los presionaron para que vendieran sus predios; sólo que otras explicaciones diferentes a la de “sangre y fuego” seguramente también jugaron un papel significativo en la consolidación de la desigual estructura de tenencia de la tierra en Colombia.

2. Factores que permiten la producción a pequeña escala Si la producción a gran escala tenía tantas ventajas, ¿por qué los grandes ganaderos no dominaron aún más la industria del ganado? Una razón es que muchos campesinos y aun los pequeños ganaderos no tenían que obtener las mismas tasas de ganancia que los grandes ganaderos para mantenerse en el sector. Esto es particularmente cierto para los campesinos que criaban unos pocos animales como complemento de sus actividades agrícolas o que querían tomar ventaja de productos tales como los residuos de la cosecha que no tenían otro uso. Y los ganaderos más pequeños, en la medida en que eran bastante autosuficientes, podían probablemente sobrevivir también con bajos márgenes de ganancia. (Esto resulta más cierto para los criadores que para los que compraban ganado para levantar o engordar, sobre todo con dinero prestado.) Además, muchos pueden haber sido capaces de arreglárselas a pesar de la falta de economías de escala. Muchos de estos pequeños productores parecen haber estado concentrados más cerca de los mayores mercados del interior. Por lo tanto, sus animales estaban sujetos a menos pérdidas a causa del transporte que los de los productores más grandes y más alejados. Como tenían menos animales para cuidar, pueden haber incrementado la productividad de sus hatos para compensar la falta de economías de escala o haberse involucrado más en la lechería. Pero hay una razón adicional para la persistencia de los pequeños criadores de ganado: quienes tenían capital para invertir en ganado pueden haberse enfocado desproporcionadamente en el levante y aún más en el engorde, dejando que los pequeños criaran un buen porcentaje del hato nacional. Al fin y al cabo, criar implicaba mayores riesgos y adolecía de mayor variabilidad, dada la posibilidad de tener una alta mortalidad y una tasa baja de nacimientos de terneros. Una vez destetado el ternero, su probabilidad de morir se reducía sustancialmente.

O incluso tomando la alta productividad durante los primeros años que seguían al desmonte y yéndose a colonizar otra zona, lo que ha sido anotado por Fals Borda (Capitalismo, 41). Sobre los problemas de transporte y mercadeo detrás de las protestas campesinas en la década de 1970, véase Leon Zamosc, The Agrarian Question and the Peasant Movement in Colombia (Cambridge: Cambridge University Press, 1986). 133

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Además, tomaba mucho tiempo consolidar una operación de cría rentable, mientras que los resultados del engorde eran mucho más rápidos y era más fácil entrar y salir según las condiciones del mercado134. Seguramente por estas razones, a comienzos de los años cincuenta los grandes ganaderos de las sabanas de Bolívar estaban abandonando la cría y pasando al levante, y los del Sinú financiaban a los pequeños para que los proveyeran con ganado para el levante y el engorde135. Después de la Gran Depresión, la hacienda Marta Magdalena pasó de combinar la cría con el engorde a concentrarse sobre todo en el engorde, y de esta manera incrementó sus ganancias por varias décadas136.

D. La escala redux ¿Qué conclusiones podemos obtener de esta pesquisa sobre la estructura social de la ganadería colombiana? Primero, aunque las cifras del censo agropecuario de 1960 proveen buena información, dejan mucho sin explicar. No nos ofrecen pistas sobre la organización de la ganadería en la finca o a lo largo de la cadena de producción. La visión que presenta el censo es estática: no nos muestra cómo la tenencia de tierras o la posesión de ganado cambiaron a través del tiempo. Segundo, los datos del censo respaldan las dos posiciones del debate sobre la estructura social de la ganadería. La tenencia de tierra era sin duda concentrada. El ganado también lo era, pues tan solo 1% de los dueños controlaban un tercio de los animales. Sin embargo, los pequeños propietarios de ganado eran una parte importante de la industria: controlaban el 40% de los animales y uno de cada tres agricultores tenía ganado. La ganadería pudo haber estado dominada por élites, pero no era una actividad exclusiva de ellas. Más

134 Sin embargo, no había una división fuerte y rápida, al menos para ganaderos con capital. Muchos ganaderos grandes también criaban ganado. Su elección estaba dictada a menudo por las tierras que ocupaban. Puede haber sido igualmente una elección: existía una cierta cantidad de prestigio dentro del mundo ganadero para los hatos con buena conformación; y hay críticas periódicas a los cebadores vistos como inversionistas urbanos que conocían poco de las habilidades genuinas de la ganadería. Pero esta división fue además motivada por razones económicas: cambios en el transporte, condiciones de mercado, políticas gubernamentales, costos de la tierra y de la producción, etc. Así, la división entre pequeños criadores y grandes ganaderos que Posada Carbó señaló debe ser contextualizada histórica y geográficamente.

Randell, Industria Ganadera, 7 y 9. Aunque la relativa rentabilidad del levante versus el engorde podría alterar esto: alrededor de Cartago, por la época, los ganaderos grandes cambiaron del engorde al levante.

135

136

Ocampo, Parentesco, 23.

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aún, deberíamos prestar más atención a las divisiones dentro de la élite ganadera. En contraste con un campesino que apenas poseía unas pocas reses, un ganadero con 50 o 100 podía parecer grande. Pero, ¿podemos considerar a uno de estos ganaderos como parte de la clase latifundista, como lo han hecho algunos?137 ¿Cómo comparar entre un ganadero con 100 cabezas y uno con 500, 1.500 o 15.000? ¿Son todos del mismo tipo? Por último, esta discusión apunta a mostrar cómo diferentes autores pueden interpretar el mismo fenómeno de maneras distintas. Proponentes de la visión tradicional de la ganadería, tales como Kalmanovitz, Reyes o Fals Borda, señalan la concentración de tierra y ganado por parte de un pequeño grupo de grandes ganaderos para enfatizar su visión de la política y el poder en la sociedad colombiana. En contraste, los revisionistas, especialmente Posada Carbó y Lafaurie, miran al otro extremo del espectro para resaltar la importancia de los criadores de ganado más pequeños y campesinos dentro del conjunto de la economía ganadera. Estas perspectivas divergentes demuestran el poder de la política para orientar la investigación académica. A los marxistas, la concentración de la tierra y el poder no les permite examinar la posibilidad de que la cría de ganado fuera más diversa de lo que ellos creían, y que factores diferentes de la política pueden haber jugado un papel en la concentración de recursos en el sector rural. Y aunque Posada Carbó no niega la importancia de los grandes hacendados, sí reduce su importancia al alejar su análisis de consideraciones de clase e incorporar determinantes ambientales y económicos para explicar el desarrollo del Caribe colombiano. Mi punto es que ambas perspectivas capturan aspectos importantes de la historia de la ganadería y el desarrollo del campo colombiano. Pero ambos enfatizan los extremos: el resultado es predominantemente político o “natural”. Es decir, los grandes hacendados son los grandes culpables o quedan eximidos de toda culpa. Tales visiones, casi opuestas, distorsionan una historia más compleja en la que ambas perspectivas están en juego de diferentes maneras a través del tiempo y el espacio.

A. Eugene Havens, L. Eduardo Montero y Michel Romieux, Cereté: Un área de latifundio (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Sociología, 1965). 137

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VII. Ganadería y política A. Poder local 1. Fuentes de poder Por último, quisiera examinar brevemente el poder que los ganaderos ejercieron a nivel tanto local como nacional. En la sección previa sugería que hay formas complementarias de las tradicionales explicaciones extraeconómicas para entender la concentración de la propiedad. Mi deseo aquí, de nuevo, no es negar el poder de los ganaderos. Por el contrario, deseo examinar ese poder en diferentes ámbitos para así entender mejor su dinámica. Aunque estas son solamente reflexiones preliminares sobre el tema, me gustaría advertir que en los estudios sobre la ganadería hay una tendencia que sobresimplica los lazos entre los ganaderos y el Estado y les reconoce mayor poder del que tienen. Tal como se ha señalado, las divisiones entre diferentes niveles de gobierno y entre las élites, y los límites de la autoridad estatal, hacen más complejas las maneras en que los ganaderos como grupo ejercieron poder. Al nivel local, abundan las historias sobre las diferentes formas en que los ganaderos usaron su influencia y fuerza en las luchas contra los campesinos por la tierra y otros recursos. Soltaban su ganado en los cultivos campesinos para presionarlos a abandonar sus peticiones sobre tierras baldías. Levantaban cercas en tierras comunales para privatizar los recursos o limitar el acceso a ellos y movían las cercas para agrandar sus propiedades. Utilizaban documentos falsos para expulsar a los campesinos de tierras que los ganaderos consideraban propias. Presionaban a los campesinos para vender sus tierras, algunas veces a precios por debajo de los del mercado. Por medio del engaño y la fuerza, los ganaderos consolidaban propiedades campesinas empujando a sus dueños hacia la frontera agraria, donde el proceso se repetía. Cuando los campesinos protestaban, las conexiones de los ganaderos con los jueces locales les ayudaban a ganar las demandas, y a menudo contaban con la policía para expulsar o encarcelar a los supuestos invasores. También podían operar por fuera de los canales legítimos contratando sus propios hombres para intimidar a los campesinos y ejercer una autoridad de facto. Fals Borda, por ejemplo, afirma que: “los trucos, presiones, exacciones, engaños y muertes que esta `ley´ [de tres pasos] implica, han saturado la historia de la lucha por la tierra en toda la región [de la costa]”138. En la costa, esta larga historia de usurpaciones y conflicto animó un movimiento político en la década de 1970. Pero estas

138

Fals Borda, Capitalismo, 41.

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luchas tienen una historia muy larga139. De hecho, para Orlando Fals Borda toda la historia de la costa se caracteriza por ser una lucha continua entre el campesinado y la élite agraria por el acceso a la tierra y los recursos naturales, lucha que los campesinos comenzaron a perder en la mitad del siglo XIX140. Tales relatos indican que los ganaderos derivaban su poder de tres fuentes principales. Primero y sobre todo, de sus lazos fuertes con el Estado. La legislatura los proveyó de leyes favorables, tales como la famosa Ley de Matrícula, que aseguró los mecanismos extraeconómicos de los ganaderos para obtener y controlar la mano de obra. Los jueces fallaban en su favor. La policía imponía su voluntad. En 1924, Bernardo Ospina se quejó ante su tío, el presidente Pedro Nel Ospina, acerca de la corrupción, los abusos y el poder de las élites locales en Ayapel. Bernardo había vivido en el área por varios años, manejando las haciendas ganaderas de su tío en la costa y en el bajo Cauca, cuando escribió: Usted mejor que nadie conoce que en esta tierra bolivarense los ricos y pudientes defraudan y gozan de completa garantía hasta para amparar sus fechorías y en cambio los pobres, son víctimas de los primeros que abusan de ellos a su gusto y les sacan hasta la última gota de su sudor. El principal motivo de este mal, consiste en que los gamonales son los que influyen para los nombramientos de empleados públicos y como la honorabilidad aquí es un mito, resulta que los empleados actuales, casi en su mayor parte son instrumentos de los pudientes que juegan con ellos a su antojo y les hacen exigencias que éstos tienen que cumplir so pena de perder su puesto. Acabo de saber que quitaban el alcalde de Ayapel porque cometió el crimen de cumplir con su deber sin distinguir entre gamonales y proletarios141.

Reyes, Latifundio, documenta la ofensiva de los terratenientes en las sabanas de Bolívar que ocurrió bajo la fachada de La Violencia en la tardía década de 1940 y la de 1950, expropiando gran parte de los recursos y de las tierras comunales restantes. En 1921, los ganaderos de Montería, con el apoyo estatal, atacaron un temprano movimiento campesino en el valle del Sinú, quitándole a la fuerza a muchos de estos las tierras que habían colonizado y organizado en comunidades (Negrete, Historia política; Origen; LeGrand, Frontier; Fals Borda, Retorno). Fals Borda, Resistencia, hace un recuento de las incursiones y apropiaciones tempranas del resguardo de Jegua durante el temprano siglo XIX por ganaderos de las sabanas que buscaban pastos y agua para el verano, o incluso hacia atrás, hasta mediados del siglo XVIII.

139

140

Fals Borda, Mompox y Loba; Resistencia; Retorno.

141

AGPNO (en FAES), 77, f121, Bernardo Ospina a General Pedro Nel Ospina, 8 Mayo 1924.

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La segunda fuente de poder de los ganaderos era la falta de una autoridad estatal efectiva. Algunas veces el Estado sancionaba el uso privado de la fuerza y la disciplina, tal como el uso del cepo en las haciendas. Otras veces simplemente lo ignoraba. Pero el poder de los ganaderos también surgió en los vacíos geográficos y temporales de la propia autoridad estatal; el alcance limitado de un Estado pobre y débil permitía y a veces estimulaba que los ganaderos lo suplantaran142. El gobernador de Magdalena le escribió a Pedro Nel Ospina refiriéndose a las dificultades que encontraba tratando de gobernar el departamento frente al poder arraigado de las élites locales. Con relación a las sinecuras distribuidas por la Asamblea Departamental, le decía: “Se necesita remedio radical y enérgico; pero ello tiene que partir de las asambleas y mientras éstas estén controladas por jefes de círculos, muy difícil conseguirlo... Es más fácil gobernar aquí sirviendo los intereses de esas aparcerías que manteniéndose alejado de todas ellas sin que se les hostilice en forma alguna, y de ahí mis mayores dificultades”143. Y, por último, las relaciones sociales, culturales y clientelistas sirvieron como una fuente adicional del poder ganadero. En el siglo XIX, la habilidad de los hacendados para evitar que sus trabajadores residentes fueran reclutados por el ejército les otorgó un buen grado de influencia sobre estos trabajadores. La habilidad de otorgar favores, asistencia y proveer acceso a recursos (personales o actuando como intermediarios del Estado) también les permitió ejercer gran influencia144. Los ganaderos no sólo usaron la fuerza, sino que también desplegaron incentivos para lograr sus objetivos.

2. Los límites del poder Aunque no hay duda de que el poder operaba de las variadas maneras señaladas, los relatos tradicionales sobre los ganaderos plantean una relación demasiado estrecha con el Estado. De hecho, sugieren que el Estado y los ganaderos (y otras élites) eran esencialmente la misma cosa. Fals Borda, por ejemplo, afirma que en Colombia “la burguesía y los terratenientes tendieron a ser los mismos, y entre ambos construyeron el Estado: éste no ha sido otra cosa que su apéndice”145. Esta visión del Estado, común dentro de una tendencia del marxismo, ha sido criticada por ser simplista. Aunque los lazos entre los ganaderos y algunos funcionarios gubernamentales podrían ser muy cercanos, también existían importantes fracturas dentro del Estado y entre las élites y el Estado. 142

Díaz, Sinú, 79-81, 87-92.

143

AGPNO, 79, f19-22, Gobernación de Magdalena a General Pedro Nel Ospina, 12 sept. 1924.

144

Kalmanovitz, El régimen, 114; Reyes, Latifundio, 114-115, 120-123.

145

Fals Borda, Resistencia, 79B.

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El Estado central a menudo actuaba para favorecer las élites, pero no fue simplemente su apéndice. Había tensiones importantes entre los diferentes niveles del Estado. Bogotá envió funcionarios para sanear las oficinas públicas de Ayapel, aunque no es claro qué tanto lograron. Al fin y al cabo, Bernardo Ospina notaba que aún la gobernación en Cartagena tenía poca influencia en este respecto: “Aquí no se acatan las leyes ni las ordenanzas”146. Pero los empeños de Bogotá por supervisar y las quejas de la gobernación de Magdalena demuestran los esfuerzos del Estado central para ejercer su autoridad sobre los funcionarios locales, aunque ello no siempre fue exitoso. Los intereses del Estado local, regional y nacional no siempre coincidían. Y el Estado nacional no estuvo siempre a disposición de las élites locales. Pasó legislación para proteger los intereses de los campesinos en sus luchas contra los acaparadores de tierras147. Las élites locales no podían siempre contar con la complicidad de tribunales. De Friedemann relata los problemas que los palenqueros tuvieron con los ganaderos locales por las tierras comunales, pero también que la comunidad ganó una demanda importante en contra de ellos, en 1884, y cómo esa victoria sirvió para proteger esas tierras al menos hasta la década de 1970148. El problema que los campesinos enfrentaban era que los ganaderos y otras élites a menudo tenían más recursos y aguante: podían buscar funcionarios públicos más dispuestos a ayudar y apoyarlos y continuar ejerciendo presión extralegal sobre los campesinos para someterlos o simplemente expulsarlos por la fuerza. Los casos en los que el Estado apoyó a los campesinos en contra de las élites locales pueden ser pocos en comparación con los opuestos, pero asumir que los intereses de la élite y los del Estado son los mismos oculta importantes tensiones entre ellos. Solamente prestando atención a estas tensiones podemos entender los esfuerzos de reforma agraria de las décadas de 1930 y 1960. Estos fueron limitados y de corta duración, lo que demuestra la continuidad del poder de las élites agrarias y las alianzas que lograron establecer. Pero obviar dichas fracturas lleva a no comprender las dinámicas de la política en Colombia. El ejemplo de los esfuerzos frustrados de Bernardo Ospina para intervenir en asuntos locales en Ayapel también señala las fracturas entre las élites y demuestra que, a nivel local, los propietarios más grandes no fueron siempre los más fuertes. Él no era simplemente uno de los más importantes ganaderos del área, sino que también tenía sólidas conexiones políticas con el poder central en Colombia. Los funcionarios locales, probablemente para engraciarse con Pedro Nel Ospina, le habían ofrecido el

146 APNOyC, Hacienda Cáceres (1923-24), f362, Bernardo Ospina a General Pedro Nel Ospina, 23 julio 1923. 147

LeGrand, Frontier, 14-15, 65-66, 84-85, 96-102.

148

De Friedmann, Ma Ngombe, 90.

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estatus de residente local a sus fincas ganaderas, lo que le daría privilegios para que su ganado pastara en tierras comunales en las sabanas y la ciénaga de Ayapel. Resulta curioso que Bernardo y Pedro Nel Ospina tuvieran dificultades para hacer que ellos respetaran ese ofrecimiento149. Esa falta de voluntad probablemente era un esfuerzo por mantener a raya a los foráneos poderosos. Y aunque la Junta de Terrenos Comunales finalmente dio su aprobación, los Ospina no tuvieron nunca verdadera confianza en el ejercicio de estos derechos. Al final, prefirieron buscar otras zonas donde el ganado pudiera pastar en lugar de arriesgarse a depender de un acceso incierto a los recursos comunales. A pesar de su poder económico y de sus conexiones políticas, la influencia local de Ospina fue limitada. Cuando le escribió al gobernador de Bolívar para que reformara el gobierno local, el gobernador pensó que sus intereses surgían básicamente de la disputa que tenía con la Junta de Terrenos Comunales de Ayapel, y no quiso intervenir150. Ospina podía ofrecer caballos como regalo a los gamonales locales para asegurar así sus favores, pero no era obvio cómo podía crear sus propias redes clientelistas para ganar una base local de poder. Él era un extranjero: un paisa entre costeños. Tal diferencia pudo verse reforzada por la resistencia de los antioqueños a asumir como propias las formas de vida costeña (los sirio-libaneses, por el contrario, se integraron bien a la región y a su política). Tal actitud puede haberles impedido, tanto a él como a otros antioqueños, desarrollar sus propias bases de poder local. Dado su débil influencia sobre el gobierno local, Ospina tenía una capacidad limitada para otorgar acceso a recursos, dar trabajos y conceder favores, medios con los cuales se constituían las redes clientelistas. Los contactos políticos de Ospina pueden haber sido demasiado distantes y de alto nivel para darle una influencia real sobre los asuntos locales, especialmente porque el poder del Estado central era relativamente débil. Además, él estaba muy ocupado administrando varias haciendas para desarrollar su propia base de poder local. En una situación diferente, pero con sus paralelos, Michael Jiménez resaltó la importancia de examinar la manera en que estas redes de poder se formaban y operaban, antes de asumir que, dada su posición, las élites automáticamente detentaron poder local. Jiménez demuestra la manera como la élite liberal cafetera de Cundinamarca perdió su lucha contra los arrendatarios en parte porque no había desarrollado unas redes políticas y clientelistas en las áreas de influencia de sus haciendas. Eran liberales en una era de hegemonía conservadora y, por lo tanto, carecían de acceso a muchos de los recursos políticos y financieros necesarios para crear tales redes. Además, pasa-

149 APNOyCía, Hacienda Cáceres (1923-24), f34, Bernardo Ospina a Sr. Presidente de la Junta Administrativa de los Terrenos de la Comunidad de Ayapel, 11 feb. 1923. 150

APNOyC, Hacienda Cáceres (1923-24), f187, Bernardo Ospina a Fernardo Losada, 24 mayo 1923.

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ban buena parte de su tiempo en Bogotá atendiendo otros negocios y ocupaciones, lo que limitó su poder para desarrollar fuertes bases de apoyo local151. De manera similar, Mary Roldán muesta que los grandes ganaderos conservadores de la periferia antioqueña fueron incapaces de controlar la violencia promovida por los seguidores de Laureano Gómez que buscaban extender su control sobre estas áreas tradicionalmente liberales152. No podemos simplemente asumir que las élites ejercían todo tipo de poder por ser élites: su éxito dependía en buena parte de su posición dentro de redes más amplias de poder y recursos. Más aún, si queremos entender el ejercicio de poder en el campo colombiano, no podemos ignorar la persistencia de los conflictos entre las mismas élites locales. Es importante enfatizar la larga historia de luchas entre campesinos y terratenientes, pero esta no fue la única fuente de conflicto: ni los campesinos ni las élites agrarias se identificaban únicamente con sus intereses de clase. Buena parte de la tensión en el campo surgió entre las élites mismas153. Sin reconocer tales fracturas internas en la élite no podemos explicar la larga historia de los conflictos partidistas y de guerras civiles. Los Ospina tuvieron algunos problemas con los colonos, pero es sorprendente lo poco que tales conflictos aparecen en su correspondencia. Por el contrario, sus preocupaciones estaban más centradas en los largos conflictos judiciales con otras élites154. Claro que es posible que los colonos no tuvieran el poder para crearles muchos problemas, mientras las otras élites sí. Pero ese, en parte, es el punto: el conflicto entre élites era bastante real. Los Ospina tuvieron que lidiar con los Villegas, ganaderos con quienes tenían negocios, y derribar sus cercas; instruyeron a sus mayordomos para que estuvieron alertas no sólo frente a los colonos invasores sino también frente a las incursiones de los hacendados vecinos; se enfrentaron a otros que trataban de apropriarse de baldíos que ellos habían comprado; y adelantaron numerosos pleitos relativos a los límites de 151 Michael F. Jiménez, “At the Banquet of Civilization: The Limits of Planter Hegemony in Early-Twentieth-Century Colombia”, en William Roseberry, Lowell Gudmundson y Mario Samper Kutschbach (eds.), Coffee, Society, and Power in Latin America (Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1995).

Mary Roldán, Blood and Fire: La Violencia in Antioquia, Colombia, 1946-1953 (Durham: Duke University Press, 2002), 149-167.

152

153

Véase Fals Borda, Resistencia, 146A, 141B-142B, 146B-149B, 162B, 175A-177A; Retorno, 100-101.

ABOV, Correspondencia recibida (1920-1922), Eduardo Villa a Bernardo Ospina, 25 marzo 1922; APNOyC, 160, f386, Marco A. Salazar a César Salazar, 12 marzo 1913; APNOyC, 160, f461-464, Marco A. Salazar a César Salazar, 17 1bril 1913; APNOyC, 180, [s.n.], Benjamín Gómez Peláez a Marco A. Salazar, 8 marzo 1915; APNOyC, Correspondencia recibida (1915), [s.n.], Benjamín Gómez Peláez a Marco A. Salazar, 20 nov. 1915; /c/200/1915-16: Marco A. Salazar to Luis Vásquez de Greiff (Bogotá), 14 marzo 1915; APNOyC, Correspondencia recibida (1915-16), [s.n.], César Salazar a Marco A. Salazar, 29 enero 1916; APNOyC, 232, f310, Marco A. Salazar a Horacio Henao, 7 dic. 1918; APNOyC, Hacienda Cáceres (1923-24), f788, Bernardo Ospina a Francisco Pineda, 21 marzo 1924. 154

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sus propiedades. Además, fueron celosos en mantener sus negocios tan secretos como les fue posible. Esta competencia intensa fue fuente de conflicto y de calumnias155. Estas divisiones dentro de las élites explican buena parte de la política partidista en Colombia, además que crearon espacios para que los campesinos hicieran alianzas con algunas élites156. Roldán señala que durante La Violencia el abigeato en el norte de Antioquia fue llevado a cabo principalmente entre los mismos ganaderos157. Para entender el poder en el campo colombiano, por lo tanto, es importante mirar más allá de las relaciones entre la élite y el campesinado.

3. Una reinterpretación de la Ley de Matrícula Finalmente, debemos reconocer que el poder de las élites locales no sólo estaba fraccionado de diferentes formas, sino que también tenía sus límites. La presunción de que el Estado y la élite eran una sola cosa ha hecho que varios historiadores lean casi cualquier acción del Estado como la expresión del poder de las élites. Pero hay casos en los que tal presunción lleva a conclusiones cuestionables. Un ejemplo es la interpretación habitual de la famosa Ley de Matrícula de Bolívar. Esta ley, aprobada en 1892, supuestamente consolidó una institución de trabajo forzado. Según Kalmanovitz, con esta ley “los campesinos [...] tenían que inscribirse ante los alcaldes de cada localidad, y cuando los propietarios necesitaban mano de obra los mandaban a llamar, les pagaban un salario fijado arbitrariamente y les daban la alimentación”158. Fals Borda afirma que fue la formalización de prácticas que se remontaban a la manumisión. Por esta razón, él y Víctor Negrete la describen como una nueva versión de la esclavitud. En 1908, el gobernador José Torralbo promulgó el Decreto 34, que ha sido caracterizado como la extensión de la Matrícula en el nuevo departamento de Sincelejo. El decreto comenzaba de la siguiente manera: 1. Que existe verdadera anarquía en las costumbres establecidas para los trabajos de toda índole, pues en algunos lugares los peones trabajan con sistemas distintos de los de otras poblaciones, pero en todos con perjuicio de los industriales y hacendados;

APNOyC, 200, f185, Marco A. Salazar a León Ángel Muñóz, 24 junio 1915; APNOyC, 200, f206207, Marco A. Salazar a César Salazar, 30 junio 1915. 155

156

LeGrand, Frontier, 69-77. Véase también Fals Borda, Resistencia, 100-101, 115-131.

157

Roldán, Blood, 200-226.

158

Kalmanovitz, El régimen, 126.

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2. Que son raros los individuos en la mayor parte de las regiones de este departamento que tienen idea de sus deberes en lo que respecta a sus compromisos; 3. Que la generalidad de los peones de ese departamento son enteramente indiferentes [a] los perjuicios que su informalidad origina a los hacendados; 4. Que se hace indispensable una disposición que unifique hasta donde sea posible los hábitos de trabajo, a fin de que la autoridad pueda hacer sentir su autoridad con eficacia...159.

Aunque lo que el gobernador buscaba beneficiaba a los hacendados y otros empleadores, este decreto no suena como la simple formalización de una larga dominación de la élite sobre la fuerza laboral. Su sentido de frustración y su urgencia sorprenden, porque el decreto aparece 16 años después de la imposición de la Matrícula en Bolívar. El departamento de Sincelejo había sido parte de Bolívar, y si la matrícula era una herramienta de coerción tan poderosa, ¿cómo se explica el sentido de urgencia y frustración? Los artículos no dejan claro de qué manera este decreto forzaría a la gente a trabajar, como lo sugiere Kalmanovitz. Parecería, más bien, que su propósito era hacer cumplir los contratos laborales. El decreto establece las razones por las cuales un trabajador podía romper un contrato: enfermedades serias o muertes en la familia cercana o una amenaza significativa a la propiedad personal (incendio, inundación, robo) u otra calamidad similar. Sin embargo, en todos los demás casos el incumplimiento de un contrato podía resultar en una multa de hasta cincuenta pesos o el tiempo equivalente en la cárcel. Las personas que abandonaran su trabajo eran también responsables por cualquier daño que ello pudiera ocasionar. Esto sólo se aplicaba a los trabajadores que habían recibido avances de más de diez pesos. Aquellos que recibían menos enfrentaban hasta diez días en la cárcel, mientras que los trabajadores que no recibían avances podían perder sólo los salarios que hubieran ganado y sus contratos permanecían vigentes. La ley también requería que los empleadores dieran cartas de paz y salvo a los trabajadores que cumplían sus contratos. Esto tampoco pretendía beneficiar al trabajador, parecía un esfuerzo para crear un mecanismo de control y una cultura de cooperación entre los empleadores. Si a los trabajadores se les solicitaba presentar tales cartas al buscar trabajo en otro sitio, eso evitaría que los hacendados contrataran trabajadores comprometidos en otra hacienda. El decreto establecía $10 pesos de multa para empleadores que no otorgaran los paz y salvos y multas de $10 a $100 pesos por contratar trabajadores que no los tuvieran. No es muy claro si este aspecto de la ley tuvo el efecto Citado en Víctor Negrete B., Historia política de Montería, 1844-1950 (Montería: Universidad Nacional de Córdoba, 1975), 11.

159

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deseado. En la década de 1910, Pedro Nel Opsina y Cía. exigió a sus mayordomos en Bolívar no contratar ningún trabajador sin primero asegurarse de que no debía trabajo en algún otro sitio. Para ellos fue más un asunto práctico que un asunto legal: lo hicieron con la esperanza de que otros hacendados hicieran lo mismo por ellos. La ley también trataba de controlar a los trabajadores que intentaban escapar de los municipios sin haber terminado sus contratos. Si los encontraban en alguna otra parte, los jefes de policía local debían entregarlos a la policía de la municipalidad en donde existieran reclamos por abandono del trabajo. El hecho de que estos jefes de policía local enfrentaran de $10 a $200 pesos de multa si no entregaban a los trabajadores fugitivos sugiere que dicha cooperación no siempre se ofrecía160. La Matrícula, por lo tanto, parece haber sido principalmente un mecanismo diseñado por las élites para lidiar con el problema de los trabajadores que no venían a trabajar a pesar de que se les habían avanzado salarios161. La matrícula muy seguramente fortaleció su control sobre la fuerza de trabajo. Pero la necesidad de una ley, y la sugerencia del gobernador de Sincelejo de que no fue completamente efectiva, muestran algunas de las limitaciones del poder de los terratenientes. Dadas la escasez de mano de obra, la poca dependencia de algunos trabajadores de sus salarios, la práctica de dar avances para atraer trabajadores, la existencia de una frontera agraria abierta y un vasto territorio con limitada presencia policial, y la competencia potencial por la fuerza laboral, la dominación de los hacendados costeños sobre la fuerza de trabajo no fue para nada completa162. Es posible que las relaciones paternalistas, así como las demostraciones culturales de poder y el ejercicio de la violencia, surgieran como respuestas a este control limitado. En 1918, Marco A. Salazar (socio de Pedro Nel Ospina) le dijo a uno de sus mayordomos que podía dar avances para conseguir trabajadores, si así lo consideraba, pero que debía cuidar a quién se los daba: “Por allá hay la costumbre de los anticipos por trabajo y no podemos pretender salirnos de tal costumbre, porque nos quedaríamos sin gente, pero hay que procurar que al hacer avances sean a personas conocidas como buenas, no dándole el dinero a todo el que se pone sombrero”163. De Manuel Dávila Flórez (ed.), Código de policía del departamento de Bolívar (Cartagena: Tipografía Mogollon, 1912). De extractos encontrados en el Archivo de Orlando Fals Borda (AOFB), Legislación Agraria. 160

161 La actual matrícula viene del hecho de que una copia de estos contratos de trabajo debía ser llenada con la policía.

El Gobernador de Magdalena resaltó la limitada de autoridad que el Estado podía ejercer en la gran área de El Paso, ya que sólo podía costear seis policías: AGPNO, 79, f19-22, Gobernación de Magdalena a General Pedro Nel Ospina, 12 sept. 1924. 162

163

APNOyC, 232, f294, Marco A. Salazar a Peoncio Pérez, 25 nov.1918. También véase: APNOyC,

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B. Poder nacional El poder de los ganaderos a nivel nacional parece más limitado que a nivel local. Los hacendados tenían dificultades para lograr que pasara legislación favorable a su sector y luchaban contra lo que consideraban serias amenazas. Reconocían algunos esfuerzos del gobierno: su apoyo para desarrollar un frigorífico en la costa, que incluía disposiciones para proveerlos con préstamos de largo plazo; el fortalecimiento de las leyes sanitarias y la provisión de subsidios para desarrollar tanques bañaderos contra garrapatas; el ofrecimiento de incentivos para importar animales de pura sangre. Pero sentían que, en comparación con la asistencia prestada a otros sectores, el gobierno hacía poco para fomentar la ganadería164. Es más, periódicamente pasaba legislación que amenazaba con debilitar la industria. Uno de los momentos clave, que ayudó a articular el activismo político de los ganaderos, fue el tratado de 1933 con Venezuela, que amenazó con abrir las fronteras a la libre importación del ganado venezolano165. Esta fue una de las concesiones que el gobierno colombiano tuvo que hacer para que Venezuela permitiera que los bienes colombianos (especialmente el café de Santander) fueran exportados a través del Golfo de Maracaibo. Los ganaderos temieron que, después de los años difíciles de la Depresión, el ganado barato venezolano inundara a Colombia causando una caída de los precios y tomando una buena parte de su mercado. Los ganaderos de Bolívar se organizaron rápidamente y encontraron un fuerte apoyo en los ganaderos antioqueños y caldenses. A través de publicidad en los periódicos, una campaña de cartas y telegramas dirigidos a funcionarios públicos y, presumiblemente, exigencias personales, los ganaderos colombianos lograron que se restringiera el número de cabezas de ganado venezolano que podían importarse a

200, f206-207, Marco A. Salazar a César Salazar, 30 junio 1915; APNOyC, 210, f277-278, Marco A. Salazar a Francisco Puerta U., 4 ago. 1916; APNOyC, Correspondencia (enero 1920), [s.n.], Bernardo Ospina a José Vásquez, 9 ago. 1920; Ocampo, Campesinos. 164 “Editorial: Ante un nuevo impuesto”, Ganadería de Bolívar 3, núms. 26-27 (julio-agosto 1935), 766767: “La industria ganadera ha sido siempre mirada con absoluta indiferencia por los poderes oficiales”. Véase también “Carta para los senadores y representantes de Bolívar”, Ganadería de Bolívar 3, núms. 26-27 (julio-agosto 1935), 770-773; H. Támara López, “Estación agropecuaria”, Ganadería de Bolívar 3, núms. 28-29 (sept.-oct. 1935), 822-23; “Informe que rinde la Juna Directiva de la Federación de Ganaderos de Bolívar a la Quinta Asamblea General de Ganaderos”, Ganadería de Bolívar 4, núms. 30-31 (enero-marzo 1936), 1875: “en la ciudad capital reina la más glacial indiferencia ante los asuntos de la ganadería”.

“Acta Inagural de la Asamblea de Ganaderos de Bolívar”, Ganadería de Bolívar 3, núm. 22 (marzo 1935), 673-678; “Informe que rinde la junta directiva de la Federación de Ganaderos de Bolívar a la Asamblea de Ganaderos de Bolívar”, Ganadería de Bolívar 3, núm. 22 (marzo 1935), 680. Véase también ABOV, Venezuela Tratado, 1933.

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25.000 por año, una restricción mucho menos fuerte que la buscaban166. Los ganaderos se sintieron ofendidos cuando vieron que el café, la minería y la industria bananera recibían exenciones de los nuevos gravámenes sobre ganancias impuestos a comienzos de la década de 1930167. Y su amargura se exacerbó todavía más con la manera como el gobierno propuso el cálculo de las ganancias (cobrando el impuesto sobre el incremento anual del valor de los animales, aun antes de que la ganancia fuera obtenida a través de la venta), pues temían que los valores calculados en un año asumieran precios constantes (algo que, sabían muy bien, estaba lejos de la realidad)168. Sus continuos esfuerzos por lograr que el gobierno produjera una sal más barata para el ganado, con lo cual se podría expandir sus usos y aumentar la productividad, fueron vanos hasta la mitad de la década de 1940169. Además, durante años los ganaderos (y otras élites rurales) no pudieron lograr que los gobiernos (departamentales o nacionales) crearan una policía rural para lidiar con la inseguridad y el abigeato. Parece que solamente durante la segunda administración de López, Pedro Castro Monsalvo, ex gobernador de Magdalena y ministro de Agricultura, logró sacar adelante la legislación para crear tal fuerza170.

“Informe que rinde la Junta Directiva de la Federación de Ganaderos de Bolívar a la Asamblea de Ganaderos de Bolívar”, 680. 166

“Carta para los senadores y representantes de Bolívar”, 770-73; “Ante un nuevo impuesto”, 766-67; “Informe que rinde la junta directiva de la Federación de Ganaderos de Bolívar a la Quinta Asamblea General de Ganaderos”, 871. 167

“Editorial: Importante carta de la Federación de Ganaderos”, Ganadería de Bolívar 6, núms. 51-52 (marzo-abril 1938), 1477; “Acta inagural de la Asambea de Ganaderos de Bolívar”, Ganadería de Bolívar 6, núm. 57 (feb. 1939), 17; “Memorial a su Excelencia Sr. Presidente de la República”, Ganadería de Bolívar 6, núm. 58 (junio 1939), 126; “La legislación ganadera”, El Ganado 1, núm. 5 (dic. 1947), 16-17. 168

169 “Acta inagural (1935)”, 673-78; Noel Ramírez, “El problema de la sal desnaturalizada”, Ganadería de Bolívar 4, núms. 30-31 (1936), 863; “Informe… a la Quinta Asamblea ”, 871; “La Sociedad de Ganaderos del Llano”, El Ganado 1, núm. 1 (abril 1947), 18-21; “La Legislación ganadera”, 22.

“Informe de la junta directiva...”, Ganadería de Bolívar 6, núm. 57 (feb. 1939), 5-12; “Editorial: Policía rural”, AGRUM 1, núm. 2 (31 ago. 1937), 6; “Actas sesión ordinaria del día 27 de septiembre de 1937”, AGRUM 1, núm. 4 (31 oct. 1937), 62; José Velásquez, Problema ganadero, 11; Antonio Moncaleano, “Informe del Sr. presidente de la Sociedad de Agricultores del Valle del Cauca”, Revista Agrícola y Ganadera 2, núm. 18 (nov. 1938), 35; “Importante medida para reprimir el robo de ganado en el Valle del Cauca”, Revista Agrícola y Ganadera 2, núm. 19 (dic. 1938), 4-9; Jorge Pradilla, “Conclusiones de los agricultores y ganaderos en la reunion del 1 de abril: Copia del acta número 123”, Revista Agrícola y Ganadera 3, núm. 35 (abril 1940), 16-18; “Informe del presidente de la Sociedad...”, Revista Agrícola y Ganadera 10, núm. 103 (ene. -feb. 1948), 26-32; Nicolás Mora Dávila, “Guardaría rural colombiana”, Revista Agrícola y Ganadera 10, núm. 105 (abr.-mayo 1948), 5; “Abiegato”, Revista Agrícola y Ganadera 10, núm. 106 (junio-julio 1948), 28; “La Sociedad de Ganaderos del Llano”, 18-21; “Reportaje con el señor presidente de la República”, El Ganado 1, núm. 3 (ago. 1947), 55-57. 170

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¿Si la ganadería fue un componente tan importante de la economía y muchos miembros de la élite del país poseían ganado, por qué tuvieron tanto problema para ejercer influencia sobre el gobierno nacional? Uno de los problemas que tuvieron los ganaderos fue que el ganado no era una fuente importante de divisas. Hubo exportaciones significativas a finales del siglo XIX y comienzos del XX (Tabla 2.1), pero los frigoríficos que el gobierno trató de desarrollar en la década de 1910 fracasaron171. Dado que la ganadería en la costa no se convirtió en una industria de exportación importante, los legisladores pueden haber perdido el interés en ella. O, más bien, muchos empezaron a ver a los ganaderos como un grupo retrógrado, incapaz de modernizarse. Un legislador que trató de promover la industria explicaba que era casi imposible buscar reducciones en el precio de la sal: muchos congresitas veían a los ganaderos como un grupo privilegiado que no merecía la ayuda gubernamental172. Más aún, para finales de la década del veinte, los consumidores urbanos se habían convertido en un bloque político importante, y los legisladores se preocupaban por el precio de la carne. Aprobaron fuertes medidas para tratar de limitar el excesivo sacrificio de reses hembras –cuyas estipulaciones los ganaderos consideraban contraproducentes para la producción– y limitaron las exportaciones. Con el tiempo hubo mayor apoyo gubernamental, y aunque muchos políticos continuaban creyendo que los ganaderos eran “primitivos”, consideraban que la asistencia gubernamental era necesaria para modernizar el sector y bajar los costos de la carne para la creciente población173. Además, la influencia nacional de los ganaderos estaba limitada por las divisiones dentro de las élites mismas. Las divisiones que académicos como Bejarano y Machado han mostrado entre las élites industriales y las agrarias también influenciaron la posición de los ganaderos. Pero también hubo divisiones dentro de la industria: entre los criadores costeños, los intermediarios, los cebadores del interior y los carniceros. Cada uno señalaba al otro como el causante del ascenso de los precios desde finales de la década de 1930174. Finalmente, los ganaderos tuvieron dificultades para organizarse. Los pocos que tomaron la iniciativa se quejaban de la falta de apoyo de los demás. En momentos de crisis, podían unirse, aunque incluso en estos casos había límites175. Se 171 Adalberto Machado Amador, “La exportacion de carne y el Packing House de Coveñas, 1918-1938” (Tesis de grado, Facultad de Economía, Corporacion Tecnológica de Bolívar, Cartagena, 1989); Posada Carbó, Caribe, 186-191; Ripoll, Actividad, 47-55.

Ramírez, El problema, 862. También véase Memoria del ministro de Industrias al Congreso... 1930 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1930), xli.

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173

United Nations, Livestock, 3-5.

NARA, RG 166 (1942-1945), Caja 178, Anne Sundelin Floyd, “Summary of current meat price controversy, Bogotá, Colombia”, 23 mayo 1945. 174

175

“Ante un nuevo impuesto”, 766-767; “Informe … a la Quinta Asamblea”, 871-875; “Por la solidari-

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demoraron en prestar el apoyo necesario para crear una organización política nacional fuerte, capaz de promover una agenda ganadera y proveer asistencia para el progreso de la industria. A pesar de los límites del poder ganadero a nivel nacional en términos de la legislación lograda, no debemos asumir que no tenían ninguna influencia. Quizás formaron alianzas con otras élites para promover temas más generales que escapaban a una agenda exclusivamente ganadera. Todavía falta investigar el papel de los ganaderos en los esfuerzos frustrados por introducir reformas agrarias, en las dificultades para imponer impuestos a la propiedad y para desarrollar legislación laboral. Mi punto, como he enfatizado repetidamente, no es exonerar a los ganaderos, sino examinarlos más cuidadosamente.

Viii. Conclusiones La forma más prometedora para entender la historia de la ganadería en Colombia es trascender las dos interpretaciones principales, la visión tradicional y la crítica revisionista, y moverse hacia a un terreno medio. Cada una de estas perspectivas tiende a enfocarse en características opuestas. Aquellos autores que ayudaron a consolidar la imagen tradicional de la ganadería se enfocaron en un pequeño número de grandes hacendados que controlaban una enorme cantidad de tierra. A ellos les parecía obvio que muchos de los problemas del país, particularmente la aguda concentración de la propiedad, la pobreza y la violencia, tienen sus raíces en la expansión de la hacienda ganadera a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Equipararon ganaderos con latifundistas y describieron la ganadería en términos negativos. Los revisionistas, por el contrario, señalaron que muchos de los supuestos acerca de los ganaderos y la ganadería eran erróneos. Argumentaron que hubo un componente importante de pequeños y medianos criadores de ganado, que la actividad ha sido más diversa y compleja de lo que generalmente se reconoce y que fue un esfuerzo racional con legados económicos positivos. El énfasis de los revisionistas en ciertas falencias de la interpretación tradicional de la ganadería es apropiado. Además, ellos no niegan todas las características mencionadas por el grupo anterior. Muchos de sus estudios se enfocan en grandes ganaderos: Diego Martínez, Adolfo Held, los Ospina Vásquez y los Burgos. Sin embargo, en general, sus estudios tienen una tendencia a invertir la dad”, Revista Agrícola y Ganadera 10, núm. 103 (ene.-feb. 1948), 2; “Discurso del presidente de la junta directiva...”, El Ganado 1, núm. 5 (dic. 1947), 25-26.

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visión tradicional de la ganadería. Hay tres ejes dominantes alrededor de los cuales giran las interpretaciones sobre la ganadería colombiana. El primero es el tamaño de las explotaciones ganaderas. El segundo es el carácter negativo o positivo que se le asigna a la ganadería. Y el tercero se relaciona con el grado de poder que se les reconoce a los ganaderos. Así, mientras que la visión tradicional enfatiza un lado del espectro, los revisionistas tienden a ubicarse en el lado opuesto. Los revisionistas han hecho una importante contribución al estudio de la ganadería, pero es tiempo de alejarse de este debate y evaluar dónde nos encontramos. Pienso que, para entender mejor la historia y el legado de la ganadería en Colombia, debemos ubicarnos en un punto intermedio entre de estas dos posiciones. Parece que la ganadería no era un mundo exclusivo de grandes hacendados y que el papel de los pequeños criadores fue importante. Pero el peso de los grandes ganaderos fue considerable, tanto en términos de tierra como de ganado. Además, aunque los ganaderos eran más racionales en lo económico de lo que se suele pensar, no eran los empresarios más progresistas. Por tanto, reconociendo las críticas hechas a la interpretación tradicional de la ganadería, debemos tomar en serio muchas de sus preocupaciones principales, en particular aquellas relacionadas con el poder, las relaciones sociales y el desarrollo económico. Es en este sentido que propongo que busquemos un terreno intermedio. No propongo que lleguemos a un punto medio; por el contrario, busco reconocer el amplio espectro y la diversidad de la ganadería en Colombia y que nos enfoquemos en algunas de las preguntas clave relativas a su historia. El segundo punto es reconocer que reconstruir la ganadería de la hacienda puede ser difícil. No es que el tema sea particularmente complejo, sino que hasta hace muy poco empezamos a recoger una base sólida de fuentes primarias sobre las cuales trabajar y todavía gran parte de nuestra información sigue siendo vaga y algunas veces incluso sospechosa. Es por supuesto importante que en el proceso de elaboración de esta historia se establezca un punto de vista y se obtengan conclusiones generales. Pero debemos permanecer conscientes de los límites de nuestra información. También debo señalar que es frecuente que nuestros supuestos o intereses políticos o académicos determinen nuestra interpretación de las fuentes y las conclusiones que obtenemos. Y aunque pienso que la ganadería no es particularmente difícil de entender, considero que para reconstruir su historia debemos prestar mucha atención a sus procesos materiales. Aunque tal vez la ganadería es una actividad más sencilla que la agricultura, no es simple. Aún hoy, muchas de las dinámicas ecológicas de la ganadería siguen siendo pobremente entendidas176. Además, ser un ganadero exitoso requiere más que

Holechek et ál., Range Management; Nathan F. Sayre, Ranching, Endangered Species, and Urbanization in the Southwest: Species of Capital (Tucson: University of Arizona Press, 2002). 176

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simplemente echar el ganado a pastar. La historia de la ganadería, por ende, requiere que prestemos atención a la ecología y las técnicas ganaderas. Quizás la comprensión limitada que tienen los mismos ganaderos colombianos de estos procesos ayuda a explicar su baja productividad. Pero también debemos verlos bajo una perspectiva comparada: ¿qué tanto más eficientes fueron los ganaderos de otros países tropicales? Por último, espero que esta investigación haya mostrado que la historia y la práctica de la ganadería en Colombia son más ricas y diversas de lo que comúnmente se piensa. En términos geográficos, el ganado habita desde el páramo hasta la Guajira, desde los pastos de tierra fría hasta el recientemente desmontado bosque tropical, desde las agudas pendientes hasta las amplias sabanas naturales. En términos sociales, también parece haber gran diversidad: hay pequeños hogares campesinos con una o dos vacas, un campesinado rico con hatos de 50 a 100 cabezas, inversionistas urbanos que tienen desde pequeños hatos hasta miles de reses, y una variedad de personas que se consideran ganaderos y tienen propriedades de diferentes tamaños. También ha existido una diversidad de estilos de ganadería: de cría, levante y engorde; de producción de carne, lechera, doble propósito y reproducción selectiva o de raza pura. Los animales han sido criados para tracción, producción de abono, como forma de ahorro e incluso para acaparar tierras. Y ha habido una variedad de razas locales e importadas, al menos hasta los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Además, la administración de los hatos podía ser relativamente sofisticada o bastante primitiva. Hay ganado en todas partes, y la historia y el carácter del país están de muchas formas vinculados con la ganadería. Para entender mejor el legado de este sector en el país, debemos reconocer esta variedad y ubicuidad.

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Figura 2.1 Terrenos para la ceba de ganado en el río Cauca, Antioquia. Vista hacia Jericó

Fuente: Parsons (1948).

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Figura 2.2 Ganado flaco de Ayapel llegando a los terrenos de ceba en el río Cauca, Antioquia. Municipio de Fredonia

Fuente: Parsons (1948).

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Figura 2.3 Peones preparando el terreno para la siembra de pasto artificial. Finca La Loma, Venecia

Fuente: Parsons (1948).

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Figura 2.4 Ganado blanco-orejinero gordo en pasto pará, Yolombó

Fuente: Parsons (1948).

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Figura 2.5 Zanja que sirve como cerca. Ubicada cerca de Sonsón, tiene casi tres metros

Fuente: Parsons (1948).

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Figura 2.6 Barco para el transporte de ganado, río Magdalena

Fuente: Acevedo (1981), 29.

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Figura 2.7 Terminación del mercado de ganado en Santa Rosa de Osos

Fuente: Parsons (1948).

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Figura 2.8 Mercado de ganado, valle de Tenza

Fuente: G. Varela (1952).

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