Un llamado a reformar El Sistema para su adaptación a nivel mundial

June 13, 2017 | Autor: Lawrence Scripp | Categoría: Music, Music Education, Education, Venezuela, Venezuelan Politics
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Descripción

Un llamado a reformar El Sistema para su adaptación a nivel mundial Una entrevista de Lawrence Scripp con Luigi Mazzocchi Con la colaboración de Josh Gilbert Introducción El Sistema en Venezuela es famoso por la calidad de las presentaciones de su orquesta juvenil, el supuesto valor social de su entrenamiento orquestal y su promoción como un milagro de la educación musical por parte de famosos músicos clásicos alrededor del mundo. No obstante, estudios recientes demuestran que la retórica de El Sistema puede que contradiga la realidad de sus prácticas y su cultura organizacional. Para explorar esta aparente contradicción, entrevisté al violinista venezolano Luigi Mazzocchi, el concertino de la Orquesta del Ballet de Pensilvania y concertino asociado de la Sinfónica de Delaware, quien estudió en El Sistema durante quince años y llegó a formar parte de una de sus más importantes orquestas y convertirse en solista en Venezuela. Luego de dejar el programa veinte años atrás, se mudó a los Estados Unidos, en donde ha tenido una exitosa carrera como violista profesional y educador. En este resumido artículo en formato de entrevista,1 Mazzocchi habla sobre los defectos de El Sistema, tal como se describen en detalle en el libro de Geoffrey Baker de 2014, El Sistema: Orquestando a la Juventud Venezolana, y la importancia de una reforma en Venezuela en aras de apoyar la investigación y el desarrollo continuo de iniciativas inspiradas en El Sistema alrededor del mundo. Luego de leer el testimonio de Baker, el cual desafía la idealizada imagen de El Sistema como un motor para el cambio social positivo, Mazzocchi sintió la necesidad de dar testimonio de sus propias experiencias en Venezuela. Corrobora las afirmaciones de Baker, describiendo como las demostraciones de excelencia en las interpretaciones musicales se ven eclipsadas por una cultura de miedo y autoritarismo, una visión limitada de la educación musical y una falta de transparencia y responsabilidad. Pese a su gratitud por el entrenamiento musical que le proveyó, asegura que, sin embargo, el sistema venezolano necesita reformar sus condiciones laborales, modelo de liderazgo y cultura organizacional para poder lograr un impacto social positivo y servir como modelo para la educación musical en un futuro. Aunque se mostró muy apenado que el programa no había corregido las prácticas erróneas que él había experimentado años atrás, hoy en día Mazzocchi tiene la esperanza de que los ideales de la retórica de El Sistema sobre la “acción social por la música” echen raíces fuera de Venezuela sin muchos de los defectos del modelo original. * * * Antecedentes y punto de vista del autor Fue en el Conservatorio de Nueva Inglaterra (NEC), en donde fundé el programa Music-in-Education (Música en la Educación) y el Center for Music-in-Education, que se me presentó a El Sistema en 2007 como un cambio radical en el alcance y enfoque del desarrollo internacional de la orquesta juvenil. Aunque quedé impresionado en un principio, descubrí que la evidencia sobre el impacto de El Sistema 1

Para el reporte completo véase, “The Need to Testify” de Lawrence Scripp. Disponible solo en inglés en: https://www.researchgate.net/publication/285598399.



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no se había recolectado de manera sistemática ni se había verificado de manera empírica. Me pregunté, ¿cómo es posible que un sistema nacional de gran escala de formación de orquestas juveniles extremadamente intensivo y ajeno al programa escolar podía proveer, al mismo tiempo, instrucción gratuita o a bajo costo, instrumentos y núcleos comunitarios abiertos a todos los niños, sacar a familias de la pobreza y a comunidades enteras de la adicción a las drogas y la violencia de pandillas, y producir las interpretaciones más exquisitas y apasionadas imaginables de las obras más difíciles del repertorio clásico? En algún momento estos supuestos “milagros” requieren de algo más que retórica y lenguaje romántico para respaldarlas. Como investigador independiente, me sentí decepcionado con la falta de evidencia de la validez de El Sistema como un modelo para educación musical en el siglo 21 en servicio de objetivos sociales más amplios. Como educador musical, me costaba entender cómo era posible que un sistema de formación de orquestas juveniles nacionalizado, enfocado solamente en la música clásica y que presta un servicio a tan solo un grupo selecto de entre 6 y 8% de los jóvenes venezolanos podía proveer una educación musical exhaustiva para todos. Simplemente no tenía sentido. La publicación del estudio etnográfico de Baker, el primero en su tipo en enfocarse en el testimonio de los practicantes que no estaban involucrados de manera directa en la promoción de El Sistema, solo profundizó mis preocupaciones y dudas. Las fuentes a las que entrevistó, quienes solo acordaron hablar si se mantenían anónimas, revelaron una imagen de El Sistema como una organización hermética y autocrática que no se ha hecho responsable de su administración o por el maltrato hacia sus profesores y estudiantes, y que tampoco se ha visto obligada a recolectar evidencia sobre su impacto social más allá de anécdotas y conciertos. Decidido a conocer en detalle las realidades de El Sistema, me puse en contacto con Luigi Mazzocchi, un ex miembro de El Sistema que actualmente ejerce su carrera musical en los Estados Unidos. Mazzocchi, por casualidad, recién había terminado de leer el libro de Baker, el cual él cree presenta una imagen “muy acertada” de El Sistema según su experiencia. No me quedaron dudas que el escudriñamiento de las prácticas de El Sistema realizado por Baker le permitió a Mazzocchi reevaluar sus experiencias e ir más allá de los eslóganes que el programa ha construido tan cuidadosamente. Eventualmente, aceptó ser el objeto de una serie de cinco entrevistas, cuyo objetivo es el de crear un diálogo entre sus experiencias, el libro de Baker y mi propio análisis como investigador de la educación musical. Durante el proceso de las entrevistas, las memorias y sentimientos de Mazzocchi sobre las experiencias en su niñez y juventud salieron a la superficie de una forma que le hizo darse cuenta, veinte años después y de manera sorpresiva, que, pese a que tenía mucho que agradecer a El Sistema por su formación orquestal, el programa contaba con serios defectos. Él tiene la esperanza de que estas fallas serán corregidas en Venezuela y no serán un impedimento para que los programas inspirados en El Sistema busquen alcanzar el ideal del estudio intensivo de la música como un medio para el bien social. El resultado es, a mi parecer, el primer relato crítico de El Sistema por un miembro no anónimo del programa. El reporte original y esta versión resumida sirven como un importante correctivo a los anuncios de relaciones públicas que emanan del liderazgo de El Sistema y sus seguidores internacionales, y de los relatos color de rosa de periodistas, los cuales han ahogado a las voces y las complejas experiencias de músicos comunes.



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De la adoración a la excomulgación: La experiencia de crecer en El Sistema de Luigi Mazzocchi Luigi Mazzocchi se dedicó de manera intensiva a El Sistema desde sus nueve hasta sus veinticinco años de edad, llegando al máximo nivel del programa, la Orquesta Juvenil Simón Bolívar, y siente que está en deuda con el programa por su vida en el mundo de la música. Al asistir a ensayos diarios y experimentar el creciente entusiasmo proveniente de llevar a cabo interpretaciones musicales para entusiastas padres y otros miembros de la comunidad local, comenzó a llevar una rutina que mantendría durante los quince años de su experiencia tanto amateur como profesional en la orquesta juvenil. A medida que fue subiendo peldaños, llegó a conocer cada vez más de cerca a las figuras más importantes de El Sistema – tales como José Antonio Abreu, Igor Lanz, Pedro Álvarez, y muchos otros – al mismo tiempo que creció en él un sentimiento de orgullo y empoderamiento gracias a su duro trabajo. Luego de ganar la competición que le permitió ingresar a la Orquesta Simón Bolívar, Mazzocchi pidió que se le diera un tiempo libre para tocar más como solista y prepararse para otras competiciones, pero su solicitud fue rechazada. Al contrario, se le dijo que debía adaptar sus presentaciones como solista a su participación en la orquesta, ya que El Sistema “siempre había sido la prioridad en su vida”. En ese momento Mazzocchi se comenzó a dar cuenta repentinamente que “no era posible perseguir mis metas musicales personales en El Sistema”. De hecho, llegó a la conclusión de que “yo no era tan importante para El Sistema, como El Sistema lo era para mí”. Cuando se dio cuenta de las limitaciones de la educación que estaba recibiendo, comenzó a tener ambiciones de estudiar en el exterior, aunque deseaba regresar a Venezuela y a El Sistema más adelante. Sin embargo, cuando comentó esta idea a José Antonio Abreu, el fundador y director del programa, Abreu hizo todo lo posible para disuadirlo, diciéndole finalmente: “Si te vas ahora, será como si nunca hubieses existido”. Abreu le dio la espalda abruptamente y nunca más volvieron a hablar. En las palabras de Mazzocchi, fue “excomulgado del programa”. Reconciliación con El Sistema veinte años después Luego de mudarse a los Estados Unidos, Mazzocchi reprimió en gran medida sus propias experiencias hasta que se encontró con el libro de Baker, el cual desenterró memorias desconcertantes. Quedé sorprendido al leer este libro [de Geoff Baker] porque este libro habla sobre muchos problemas o muchas cosas que la mayoría de las personas no saben que suceden detrás de escenas en El Sistema. Debido a que todas estas cosas de las que habla el libro yo las había visto en El Sistema en Venezuela veinte años atrás, y porque El Sistema tiene un enorme aparato propagandístico por detrás, yo pensaba que todas esas historias no eran algo concreto, porque cuando era niño, había visto estas cosas y siempre me decían que era lo normal, que esas cosas pasaban en todos lados. Pensé que esas cosas eran normales [porque] yo creía en la propaganda de El Sistema.



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El Sistema es sinónimo de formación orquestal extrema, no un programa de educación musical exhaustivo Mirando hacia atrás, Mazzocchi cree que hoy en día entiende mucho mejor a El Sistema que cuando era parte de él. Por ejemplo, ahora sostiene que el programa de formación orquestal de El Sistema no puede ser considerado como un programa de educación musical progresista o exhaustivo. Su currículo era muy limitado, enfocado casi por completo en el aprendizaje de partes orquestales por repetición, y los estudiantes no aprendían muchas habilidades musicales esenciales, o lo hacían tan solo de manera superficial. En ocasiones, se disuadía a los estudiantes de expandir sus horizontes musicales. Algunos líderes o administradores de El Sistema nos decían que no ingresemos a cierta orquesta o conservatorio o incluso que no asistamos a la escuela primaria. Nos decían, “¿por qué lo estás haciendo? Estás perdiendo el tiempo” Pero yo sí tomé solfeo e historia de la música, los cuales no eran ofrecidos por El Sistema, al menos no en ese entonces. La instrucción en El Sistema estaba caracterizada por una enorme cantidad de ensayos y largas horas de aprendizaje por repetición. Es por esto que, en las francas palabras de Mazzocchi, “no se trata de un sistema educacional, porque… si haces algo 22 o más horas por semana, en algún momento te volverás bueno en ello, eso es todo”. Las condiciones extremas de trabajo eran la norma,2 y, para Mazzocchi, la base de los logros musicales de El Sistema. Me contó sobre seminarios (cursos intensivos de varios días o incluso semanas) en los cuales los estudiantes ensayaban desde las 9am hasta la medianoche. Cuando se preparaba para una gira, la Orquesta Simón Bolívar trabajaba sin cesar, a veces hasta que se producían lesiones: Se encerraban todo el día para ensayar hasta el punto en que los estudiantes jóvenes no iban a la escuela o tenían que perderse varios días de clases, porque preparaban estos grandes repertorios para viajar por por toda Venezuela, por por todos lados, tú sabes, América, Europa, donde sea. Así que trabajan muy, pero muy largas horas. Y tengo entendido ahora que la Orquesta Simón Bolívar B tiene horas de trabajo incluso mucho más fuertes. Algunas veces en seminarios nos lesionábamos, también por tocar demasiado, y teníamos que descansar. En algunas ocasiones, El Sistema tenía que tener a un doctor o un estudiante de medicina en el lugar para que nos atendiera. O enviaban a alguien a comprar medicinas, por lo general para dolores musculares. Siempre pensé que eso era lo que teníamos que hacer. Era el riesgo que debíamos tomar para superar el siguiente desafío. Era una cultura de trabajo excesivo, en donde constantemente se le exigía a niños y profesionales jóvenes romper las barreras normales del balance entre el trabajo y la vida privada y la salud personal. La ética de trabajo también ponía en peligro las posibilidades de una buena educación fuera del campo de la música, ejemplificado en el cuestionamiento del valor de la escuela por parte de un líder de El Sistema: 2

22 horas a la semana se convierten en aproximadamente 1100 horas al año (50 semanas x 22 horas), lo que se traduce en 27.500 a lo largo de 15 años para Mazzocchi, sin contar las largas horas de práctica personal y seminarios de días completos en preparación para las giras, etc.



5 Solía decir, “¿para que se molestan con ir a la escuela? Lo que necesitan es esto [El Sistema]. ¿Para qué asistir al cuarto o quinto grado o tratar de ir a la secundaria y obtener su diploma? ¿Qué van a hacer con eso? Solo lo van a colgar en su pared y listo. ¿Para qué necesitan un diploma de una escuela primaria o secundaria, cuando lo único necesario es tocar nuestros instrumentos?”

Las falsas afirmaciones sobre los beneficios sociales positivos de El Sistema en una cultura de inequidad, autoritarismo y miedo Desde el punto de vista de Mazzocchi, la opresiva carga de trabajo de El Sistema sí produjo beneficios: él disfrutó enormemente de los lazos sociales y desafíos musicales que trajo consigo. El Sistema y su cultura de arduo trabajo le permitió imaginar nuevos y emocionantes niveles de interpretación musical que podían ser alcanzados luego de años de dedicación al programa. Los seminarios de verano no solo ofrecían pequeños vistazos de como las orquestas juveniles mayores tocaban sinfonías más complejas y emocionalmente poderosas, algo que lo inspiró a ascender dentro del programa, sino que también proveían muchas oportunidades para jugar y socializar. La gran cantidad de ensayos y presentaciones (por ejemplo, para cuando cumplió 25 años, ya había tocado la 5ª Sinfonía de Tchaikovsky como 85 veces) terminaron siendo una sólida base para su carrera futura. No obstante, los relatos de Mazzocchi son profundamente ambivalentes. Describe a sus años en El Sistema como una experiencia maravillosa, pero estuvieron manchados por una cultura caracterizada por un liderazgo autocrático, inequidad y miedo. Cuando era niño, era demasiado inocente para pensar que existía algo fuera de lo normal con El Sistema, pero a medida que fue creciendo, comenzó a darse cuenta de la existencia de restricciones y políticas arbitrarias provenientes de un liderazgo autoritario, el comportamiento aberrante de algunos de los profesores y directores y un código de silencio que permeaba a toda la institución. Hoy en día cree que los éxitos de El Sistema pueden atribuirse a varios aspectos de su cultura organizacional, tales como la forma en la que la imposición de prácticamente un número ilimitado de horas de ensayo en los concertistas crea excelencia, o como los mensajes altamente controlados crean una impresión positiva del éxito del programa. Sin embargo, se mantiene firme en su creencia que, sin una reforma, los lados negativos de estas características destruirán la buena voluntad de los participantes y justificarán un escepticismo considerable por parte de los observadores externos – algo que sostiene no debiera pasar en programas en el exterior inspirados en El Sistema que son más transparentes y responsables. Aunque sus pares a menudo se referían a Abreu como “el Führer” y a la cúpula directiva de El Sistema como “la mafia” en tono de broma, un elemento real de miedo permeó la experiencia orquestal de Mazzocchi debido a que, al tratarse de líderes autoritarios, estos podían aparecer en cualquier momento y contradecir o llamar la atención a cualquier miembro de la orquesta juvenil: “Cuando Abreu entraba a la sala, todos temblaban y decían, sí, ‘El Führer viene mañana’, así que prepárense”. Siempre había una sensación de terror cuando la presencia de Abreu era inminente. Decían que Abreu estaba de visita en la ciudad y que vendría al ensayo, y luego cada vez que la



6 puerta se abría durante el mismo, todos dejaban de tocar y miraban hacia la puerta para ver si era Abreu. Era como un miedo total.

Ahora se da cuenta que las exigencias irracionales y las amenazas de castigo eran parte del defectuoso tejido de la organización en su conjunto. Aquellos que no estaban alineados con los líderes, como fue su caso, eran “excomulgados” o puestos en la lista negra. Sus crímenes a menudo eran simplemente querer estudiar en el exterior o criticar al programa. Cuando Mazzocchi aceptó realizar estas entrevistas, otros músicos venezolanos le urgieron que lo haga de forma anónima. “Todos me dicen, ‘Si tenías esperanzas de hacer cualquier tipo de trabajo musical en Venezuela en un futuro, te puedes olvidar de ello si le das tu nombre [al entrevistador]”. Mazzocchi describe a El Sistema como jerárquico y competitivo, pero también plagado de decisiones arbitrarias y favoritismo. Constante miedo y ansiedad eran parte de las prácticas orquestales. Cuando un pasaje no estaba yendo bien, el conductor decía, okey, eso es todo. Esto no está funcionando, escuchémoslos uno por uno. Y luego pedía a cualquiera de nosotros que toque en frente de todo el grupo. Y todos temblaban cuando se les pedía que toquen. Siempre teníamos miedo. Esa era la principal razón por la cual seguíamos ensayando, porque no queríamos que nos pongan en esa situación difícil. Cuando las “audiciones” uno por uno resultaban en cambios en las posiciones en la orquesta, esto a menudo producía sentimientos de júbilo en el vencedor y humillación en el perdedor. Aunque esto pareciera ser una meritocracia, los ascensos también se veían influenciados por el tener un profesor o patrocinador influyente, o adular (o ‘jalar bolas’) a alguien que había alcanzado un puesto de poder, un grupo de personas conocido como “la mafia”. El Sistema fue caracterizado por Mazzocchi como un “caos controlado” – horarios de trabajo y fechas de pagos extremadamente impredecibles que obligaban a muchos músicos de El Sistema a abandonar compromisos fuera de la orquesta y, por lo tanto, renunciar de manera significativa al control sobre sus vidas. El caos se veía agravado por una cultura de secretismo: “La información siempre era el privilegio de unos cuantos a la cabeza. Así que era difícil preparase. Era difícil saber lo que estaba sucediendo”. Según Mazzocchi, esta combinación era experimentada como un sentimiento de hostigamiento y manipulación. No se trataba solo de las decisiones sobre el repertorio, sino que también sobre quién iba a tocar y donde iba a ir la orquesta, o si a alguien se le había asignado una nueva posición o lo que sea, siempre era como un secreto. Y en muchas ocasiones, especialmente en Barquisimeto y el interior, nos avisaban que estaríamos viajando, que saldríamos de gira, y no sabíamos en que fechas. Era o ese mes o el mes siguiente. Y por lo general no nos enterábamos hasta el último minuto; entonces las cosas no salían bien. Se programaban nuevos ensayos para cualquier momento. Tenías que estar disponible. Generalmente ensayábamos en las noches y nos decían, “Bueno, mañana tenemos que estar aquí a las 2:00 y luego haremos un ensayo doble”. Así que tenías que cancelar cualquier otra cosa que hayas tenido planeada. Cuando se trataba de una orquesta juvenil, esto era incluso más duro, mucho peor. Si tenías que prepárate para un concierto importante, ni siquiera una gira, sino un concierto importante que implicaba recibir más fondos de una empresa o del



7 gobierno, entonces podía durar todo un día o todo un fin de semana. En ocasiones teníamos que ausentarnos en el colegio sin previo aviso para prepararnos para un concierto, porque ese era el objetivo máximo. Siempre era más importante que cualquier otra cosa, algo que tenía muy preocupados a los padres casi todo el tiempo.

El Sistema utilizó la profesionalización de las orquestas juveniles para hacer cumplir la lealtad a un sistema que exigía un compromiso de silencio. El pagar sueldos sustanciales a artistas jóvenes hizo que El Sistema se convierta en un trabajo que hacía que jóvenes músicos y profesores se comprometan de lleno a la orquesta, a menudo en detrimento de la exploración de otras oportunidades musicales y educacionales. Aun así, a los participantes jóvenes también se les hacía recuerdo que no debían decir a nadie que se les estaba pagando, por temor de que se vuelva evidente que El Sistema funciona más como un sistema de entrenamiento profesional que como un programa educativo. Llegó un momento que, aunque los salarios de los chicos que tocaban en mi orquesta eran más altos que los de profesores profesionales e ingenieros en Venezuela, debíamos mantenerlo relativamente en secreto. Creo que en alguna ocasión nos dijeron, “no hablen mucho de sus pagos, de cuanto se les está pagando. No mencionen fuera de estas paredes cuanto se les está pagando”. Así fue que Mazzocchi terminó desilusionándose de las prácticas organizacionales de El Sistema, sintiendo que el sistema había violado su misión social hacia los estudiantes dentro de la orquesta al restringir sus poderes de decisión dentro de las orquestas y sus oportunidades fuera del programa. No es cierto que el verdadero propósito del sistema es crear mejores ciudadanos. Quieren crear buenos músicos orquestales sin importar lo que quiera el estudiante. Si eres un buen músico tienes que continuar y no puedes pensar en nada más. Y viceversa, si no te consideran buen músico o si tienes muchos deseos de estudiar una carrera secundaria, te hacen a un costado o tus oportunidades de participación se ven limitadas considerablemente. Dudosas afirmaciones sobre valores sociales Una buena parte de la reputación de El Sistema está basada en su supuesta priorización de la inclusión y la acción social, pero Mazzocchi disputa estas afirmaciones, las cuales considera son “falsas”. “Lo único que importa es que suene bien”, dijo; “todo lo demás es secundario”. Sin lugar a dudas, la creación de lazos sociales y la socialización en general surgen de manera natural entre los jóvenes prácticamente en cualquier programa juvenil en el que pasan largas horas juntos, pero esto no es suficiente para un compromiso genuino con la acción o la justicia social. Para Mazzocchi, El Sistema no ha logrado ejemplificar un enfoque intencional en los valores sociales, y no cuenta con la sinceridad e integridad necesaria para dar fe de las afirmaciones sobre su valor social positivo para la juventud. Mazzocchi asegura que había una representación desproporcionadamente pequeña de niños de clase baja, y prácticamente no había ninguna estudiante, profesora o administradora durante los primeros años de El Sistema.



8 En mi caso, mi orquesta no era principalmente de clase baja. Noté que los miembros principales de la orquesta, los primeros instrumentistas que se sentaban en los primeros lugares, todos ellos eran de clase media.

Con el paso del tiempo un número de niñas y minorías ingresaron a la orquesta, pero por lo general las niñas se sentaban en la parte de atrás, las mujeres tenían trabajos de escritorio de bajo nivel administrativo y el sistema continuó en gran parte sin presencia femenina en el profesorado (Incluso hoy en día, según lo que observó Baker, la orquesta Simón Bolívar está compuesta en un 80% por hombres, casi ninguna mujer llega a ser primer instrumentista y no hay ninguna de ellas entre el grupo de directores de élite). Es así que, según Mazzocchi, dos medidas estándar de idealismo social – igualdad de clase y género – no estaban presentes de manera consistente durante sus años en El Sistema. La misión de la acción no fue enfatizada para nada en los primeros años, pero más adelante se elevó su importancia. Debido al repentino énfasis en resultados sociales en los discursos de Abreu y otros materiales publicitarios, los miembros de las orquestas se dieron cuenta que su programa había sido reenfocado como una forma de acción social diseñada para el beneficio de los pobres. Para Mazzocchi, la realidad de su experiencia no encajaba con la nueva retórica: No recuerdo que haya habido mucho énfasis en su aspecto social. Simplemente no era algo que se buscaba mucho cuando yo estaba allí; solo se trataba de hacer que los chicos sean mejores musicalmente y se enseñe música, pero en realidad no era para ayudar a la sociedad, a los pobres, [o] rescatar a las clases más bajas de la sociedad. Sé que ha habido casos de chicos que han sido rescatados de pandillas y cosas así, pero en mi experiencia hubo muy pocos de estos. No obstante, y no es de sorprender, estos casos han sido mencionados hasta el cansancio. Se les pedía explícitamente a los miembros de la orquesta que no contradigan, ni siquiera discutan, estos temas fuera de El Sistema. La persona que presentaba el concierto de la Orquesta Simón Bolívar decía, “¡Esto es increíble! Esta orquesta está conformada completamente por niños de los barrios más pobres de Venezuela. Y ahora están aquí en nuestro escenario tocando excelente música. ¡Qué gran logro!”. Pero yo estaba seguro que esos muchachos no eran de barrios pobres porque yo conocía a algunos de ellos. Y como Baker menciona en su libro, y por lo que he esuchado acerca del estatus económico de la mayoría de los miembros de la orquesta, estoy convencido que muchos de ellos odian ser presentados de esa manera o que la gente les diga, “¡Guau!, ¡vienes de un barrio pobre y ahora estas aquí y eres un gran músico!” Y… nosotros también odiábamos que el gobierno y la audiencia no tuvieran una percepción justa de quienes eramos y lo que hacíamos, pero nos decían que no dijeramos nada: “solo sonrían, no respondan”. Porque lo mismo pasaba cuando era niño. Nos decían, “No digas nada. No hables de tu dinero, tus horas, nada”. Es así que los beneficios financieros y profesionales terminaban en manos de estudiantes de clase media y clase alta, y no así en las de los pobres, y en niños en lugar de niñas. Mazzocchi considera



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que las afirmaciones de El Sistema sobre su impacto social en los estudiantes menos privilegiados no es más que una mentirosa propaganda, resultado de una búsqueda de mayor financiamiento. Mientras la misión de la orquesta se define a sí misma como un programa dedicado a la “salvación ética de los niños y jóvenes” a través de la música, Mazzocchi sostiene que el sistema ha fracasado rotundamente en ese aspecto. La excelencia musical, por ejemplo, era valorada más que un carácter o comportamiento ejemplar. Desde un principio, sabíamos que la cosa más importante [en El Sistema] era la música, tocar música, sonar bien por encima de todo, y todo lo demás siempre era secundario. No era común ver a alguien que no demostraba mucha moral o estándares éticos altos. Si eras un gran músico podías llegar tarde a los ensayos. La gente podía saber que estabas teniendo una aventura con alguna estudiante o cosas por el estilo, pero luego te perdonaban, porque estabas teniendo éxito en la parte más importante para El Sistema. Además, aunque El Sistema habla sobre su dedicación a la protección de los “grupos más vulnerables en el país”, Mazzocchi también habló sobre el controversial tema de las inapropiadas relaciones sexuales entre los profesores y las estudiantes, en un contexto en el que hombres mayores se encontraban en posiciones de poder por encima de mujeres jóvenes. Él considera que El Sistema no ha sido lo suficientemente sincero sobre este serio problema, comprometiendo de esta manera sus aseveraciones de ser un cambio social positivo para la juventud. Es esencial para una sociedad ética que este tipo de actos no sean encubiertos y que los perpetradores se enfrenten a las consecuencias. No obstante, Mazzocchi asegura que en El Sistema los casos de abuso sexual han sido escondidos por un código de silencio. Nunca vi que haya habido consecuencias por los abusos sexuales en El Sistema. La gente sabía que estaban sucediendo cosas – tal y como lo menciona Geoff en su libro – todos hablaban de ello, pero nadie lo reportaba. Las palabras de Mazzocchi hacen eco a un epígrafe del libro de Baker, una frase de “Juanito Alimaña” de Héctor Lavoe: “Todos lo comentan, nadie lo delata”. Desde entonces, Mazzocchi ha descubierto que las transgresiones sexuales son tan ampliamente conocidas que parecen ser toleradas, lo cual es una señal de una cultura de permisividad o abuso sexual que continúa existiendo hasta el día de hoy. La experiencia personal de Mazzocchi y las conversaciones con sus amigos revelan que existe un alto nivel de complicidad con la “normalidad” de que los profesores tengan relaciones sexuales con sus alumnas: Era la norma… Algunos de los hombres, algunos de los profesores, incluso lo decían en voz alta: “Hago esto [tener relaciones sexuales] con mis alumnas porque creo que en realidad las estamos ayudando a convertirse en mejores músicos, mejores violinistas”. Así que, sí existía una cultura de ese tipo… Yo tuve una novia en la orquesta por muchos años, pero el hecho de que no me aprovechaba de las alumnas más jóvenes que tenía bajo mi supervisión hacía pensar a mis amigos que era una señal de, no sé, falta de hombría, [o] algo así. Además, Mazzocchi se ha dado cuenta que desde que dejó Venezuela las historias sobre comportamientos predatorios aún son muy comunes.



10 De hecho, he escuchado que cosas aún más descabelladas que me han contado mis amigos en Venezuela, como que un director embarazó no a una, sino a dos chicas de la orquesta y aún sigue en su puesto. Según mis amigos, tuvo que irse por un tiempo y los niños tuvieron que ser llevados a otro lugar y alguien como que se encargó de arreglar la situación. Pero ahí está, continúa enseñando, continúa dirigiendo, sigue allí.

Puede que exista un poco de vergüenza y la ocasional reubicación de empleados por parte los líderes de El Sistema, pero conocidos depredadores aún son parte de un sistema en el que jóvenes miembros de la orquesta se encuentran vulnerables ante aquellos que son mayores y más poderosos que ellas, y por lo tanto corren el riesgo de ser abusadas sexualmente. Para Mazzocchi, el hecho que estos casos de acoso sexual y abuso ocurran sin consecuencias invalida la elevación de El Sistema como un modelo para la paridad social, inclusión o justicia, sin importar los niveles de excelencia musical o los recursos que se entreguen a los pobres. Afirmaciones vacías sobre la ejemplificación de principios democráticos Como otra prueba de su falta de respeto hacia la igualdad en una sociedad democrática, Mazzocchi también afirma que El Sistema está plagado de inequidades dramáticas en la distribución de recursos, los cuales están concentrados en Caracas y en las orquestas de escaparate que dan giras por otros países. Este tipo de inequidades son, en su opinión, incompatibles con los valores democráticos. Lo que descubrí recientemente es que mi orquesta, la gente de mi edad, en mi estado, prácticamente han tirado la toalla porque no tienen suficiente dinero para continuar tocando. No se les paga hace mucho tiempo. Hace cuatro meses que no se les paga y han dejado de programar conciertos. Incluso dentro de El Sistema, existen una gran gama de niveles económicos. No se puede confiar en un sistema que permite a unos muchachos pasar todo un mes en Milán porque fueron invitados a abrir y cerrar un festival de un mes. Se quedaron allí sin hacer nada, de vacaciones, en una de las ciudades más caras del mundo, cuando al mismo tiempo tenemos a una orquesta regional que ha dejado de trabajar por falta de dinero. Mazzocchi añade que las disparidades tanto en los recursos y como en el respeto eran endémicas y proporcionales a la distancia que se tenía del sistema centralizado que emanaba de Caracas. El Sistema ha creado, en efecto, una sociedad de clases en miniatura. Siempre hay una jerarquía. Si eres de la Orquesta Simón Bolívar, entonces estás en la cúspide, y las personas te tratan con mucho más respeto en las áreas más pobres del interior de Venezuela cuando vas a tocar o enseñar allí. En lo que se refiere a la política, Mazzocchi sostiene que una orquesta es una organización inherentemente antidemocrática y que por eso mismo no puede ser utilizada para el avance de principios democráticos: “Siempre nos decían que tocar, que no tocar, que aprender y eso era todo. Una orquesta sinfónica no es una democracia”.



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Para Mazzocchi, las prácticas herméticas y centralizadas de El Sistema relacionadas a la cultura de la orquesta ignoraron la necesidad de una notificación sobre horarios, repertorios o distribución de asientos con anticipación, más aún los procesos democráticos como la representación igualitaria o la votación. También recordó que había órdenes de la cúpula de El Sistema sobre cómo debían votar en las elecciones. Me acuerdo de la primera elección en la que iba a participar cuando cumplí 18 años; Me dijeron por quién debía votar. En ese momento pensé que eso era lo que se esperaba de mí, porque aseguraría así que mi programa, y tal vez yo mismo, tuviera más fondos. Años más tarde me dijeron que vote por la persona que había estado en contra del presidente que había nombrado a Abreu como Ministro de Cultura y que había financiado la creación de El Sistema [Carlos Andrés Pérez]. Pese a esto, los músicos más cercanos a Abreu nos dijeron que deberíamos votar por esa otra persona esta vez. Eso me demostró que los principios de El Sistema eran muy frágiles, muy maleables, que dependían de dónde venían los recursos. Probablemente es por eso que no existe una doctrina refinada sobre lo que realmente significa El Sistema. Solamente vamos con quien esté dispuesto a darnos dinero. No obstante, cree que las cosas han empeorado. Cuando era parte de El Sistema, sentía que era mi deber ir a votar, tal vez, por la persona que me decían debía hacerlo. Pero, ahora que Venezuela se está convirtiendo en un gobierno totalitario, se les prohíbe a todos los chicos ir a cualquier tipo de manifestación. Si van, pueden ser expulsados de la orquesta. Ahora que todo se está volviendo tan volátil, que se están perdiendo vidas simplemente por estar en desacuerdo, me doy cuenta que se ha trazado una línea entre los valores democráticos y un gobierno antidemocrático, pero los dirigentes de El Sistema no lo ven de esa manera. Dudamel, por lo menos, no lo ve así. La gente justifica su silencio diciendo que de esa manera está protegiendo a los niños. Pero no está protegiendo a los niños que pueden morir en cualquier momento al simplemente pasar por una manifestación, sin siquiera ser parte de ella; tal vez lo que está protegiendo son los fondos que pagan por el costo de El Sistema. Según un reporte en El Nacional, los líderes de El Sistema supuestamente presionaron a los directores de las escuelas de músicas locales para que movilicen a sus empleados para que voten por el partido socialista oficialista en las elecciones parlamentarias en Venezuela del 6 de diciembre de 2015.3 Este tipo de enfoque, el cual es consistente con lo que Mazzocchi experimentó más de dos décadas atrás, no podría estar más alejado del ideal de la educación musical como formación ciudadana. Un llamado a la reforma de El Sistema en Venezuela y el apoyo a las iniciativas inspiradas por El Sistema en todo el mundo En conclusión, Mazzocchi no considera que su testimonio o la obra de Baker sean un ataque a El Sistema, sino más bien se trata de un llamado a su evolución por encima de su estricto enfoque en 3 “Denuncian hostigamiento político en Sistema Nacional de Orquestas.” El Nacional, 5 de diciembre 2015. http://www.el-nacional.com/tu_decides_2015/orquestas-sistema_nacional-hostigamiento_0_751124924.html.



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la formación orquestal y sus métodos pedagógicos autoritarios y didácticos hacia un sistema de educación musical más exhaustivo y progresista que se enfoque fuertemente en la acción social. Recomiendo a todos que lean este libro porque no se trata de un libro crítico para destruir a El Sistema, sino que simplemente busca resaltar los cosas que El Sistema podría mejorar en Venezuela y que los programas basados en El Sistema en otros países podrían tratar de evitar o aprender de él. Aunque los métodos de El Sistema eventualmente resultaron en la excelencia musical para aquellos niños que lograron lidiar con las exigencias requeridas para su participación, Mazzocchi cree que los defectos de la administración del programa eventualmente llevaron a una perturbadora indiferencia ante sus supuestos valores sociales al crear una cultura de miedo, inequidad y políticas autoritarias que se encuentran en conflicto con la alegría y la intensa experiencia estética producida por la interpretación de poderosas piezas sinfónicas. No le caben dudas que El Sistema ha proveído un modelo sorprendente de logros musicales; pero su testimonio corrobora los descubrimientos del análisis crítico de El Sistema de Baker, el cual sugiere que la experiencia de crecer bajo la influencia del control autocrático y los métodos extremos de El Sistema para alcanzar el éxito musical puede que contradiga los objetivos sociales expresos de llegar a ser un ejemplo de los valores democráticos de la equidad, la igualdad de oportunidades y la libertad. El combinar las visiones de Mazzocchi y Baker provee un mapa para aquellos que deseen ir más allá del programa venezolano y enfocarse más en ofrecer un programa de educación musical exhaustivo y progresista en un ambiente de aprendizaje seguro y colaborativo. El propósito principal de Mazzocchi es el de imaginar las formas en las que los programas inspirados por El Sistema pueden tomar los mensajes exagerados y no consumados del mismo y llevarlos a la práctica en programas musicales a menor escala, exhaustivos, igualitarios y que empoderen a sus miembros, guiados por profesores altamente calificados que ejemplifiquen y transmitan los más altos estándares de creación musical y comportamiento social. El conseguir este sueño, cree Mazzocchi, le dará una especie de reconciliación en su “profunda ambivalencia” hacia El Sistema y servirá de una gran esperanza para los programas inspirados en El Sistema que ya están proliferando fuera de Venezuela. Además, el redescubrimiento de sus atribuladas memorias provee una base para comprender y corregir la cultura de El Sistema, y de esta manera desarrollar una organización educativa que sea realmente consistente con principios y valores democráticos y digna de su diseminación a nivel mundial. Lawrence Scripp es el Presidente Fundador del Departamento de Educación Musical del Conservatorio de New England, el Director Fundador del Center for Music-in-Education, Inc. y el Fundador y ex Co-Director del Conservatory Lab Charter School.

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