Un león de carne y hueso

July 9, 2017 | Autor: E. Montes-Bradley | Categoría: Argentina, Literatura Latinoamericana, Filosofía, Literatura argentina, León Rozitchner
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Descripción

Un león de carne y hueso

Sobre un diálogo con León Rozitchner: la muerte y otros vértices del miedo.

por Eduardo Montes-Bradley



La última vez que nos vimos, León dijo que la cremación era el último
recurso del capitalismo frente al cuerpo. Viniendo de un hombre de
izquierda, la idea resultaba desconcertante. Pero llevaba años
acostumbrándome a esa idea de que los preceptos no estaban escritos sobre
la piedra; también al diálogo gentil, a la generosidad intelectual, al
empeño de Rozitchner por desmenuzarlo todo, por volver a pensar lo pensado.
A instancias de su buen al humor, dije que con la defensa de la sepultura
frente a la cremación estaba cumpliendo con el requerimiento de que todo
marxista en el siglo XXI habrá de convertirse en conservador. Como era de
esperarse, Rozitchner refutó: "Ante el embate capitalista que apunta a
destruirlo todo, bien hacemos algunos en conservar lo que se pueda."

Se me ocurre que con la muerte de León, el pensamiento crítico de la
izquierda Argentina pierde una de sus voces más tolerantes, pérdida que
hemos de lamentar en los tiempos que se avecinan. En las infinitas
discusiones no recuerdo haberle oído pronunciar la palabra "enemigo",
tampoco estaba dispuesto a callarse frente a sus aliados ideológicos. En
ese vértice, en ese margen delicado, vivió el León Rozitchner que conocí.
Alguna vez, en respuesta a mi voluntad por encasillarlo en algo, me reclamó
por escrito: "Se ruega aclaración para un pobre lector que no es ni de
izquierda ni de derecha, ni individualista ni colectivista, ni indio ni
cowboy, ni productor de cortos, ni mucho menos de largos".

Estoy seguro que hay otros Rozitchner posibles, y que el bronce lo espera
implacable con su pátina de discursos. Quizá por eso es que prefiera
recordarlo así: lleno de dudas, lúcido y afectuoso, dispuesto al diálogo
hasta las últimas consecuencias. De aquel diálogo rescato aquella
preocupación con el destino: "Y debo confesarte" escribió, "que para mí la
argentina es tierra de paso" dijo, "(de paso a otra tierra) que no es la
Jerusalén prometida. La primera tierra que avizoré en mi vida fue la del
cuerpo caliente, y húmedo, y fragante de mi madre: ese es mi rumbo
imaginario."

En la última conversación telefónica dijo que iban a operarlo, que el tumor
estaba encapsulado, que el médico le había dicho que estaba hecho un toro y
que todo iba a salir bien." León, que había nacido en el 24 se sabía
inmortal y eso nos reconfortaba a todos. Para mí, más que un toro, fue el
león eternamente joven del Génesis, pero no uno que desciende de la reina
de Saba, sino de Ite Mirkin, la esposa de Shulem Motje Rozitchner. Un león
con un abuelo agricultor que se llamaba Naum Mirkin, al que le decían
rabino, y que había introducido el girasol en la Argentina. Busco entre sus
cartas alguna palabra que sirva para despedirme, y ninguna cumple el
propósito. La idea no estaba entre sus infinitas preocupaciones. Quizás, la
que mejor se ajuste sea "Toujours à toi, Leibele".
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