Un ilustrado vasco en la España del Antiguo Régimen: Mariano Luis de Urquijo (1769-1817)

July 31, 2017 | Autor: Aleix Romero Peña | Categoría: Basque Studies, Biography, Basque History, Biografías
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Descripción

UN ILUSTRADO VASCO EN LA ESPAÑA DE FINALES DEL ANTIGUO RÉGIMEN: MARIANO LUIS DE URQUIJO (1769-1817) Aleix Romero Peña Universidad de La Rioja

Las últimas décadas del siglo xviii y las iniciales del xix supusieron la génesis del fuerismo, gracias a la destacada labor intelectual de distintos autores, generalmente relacionados con las instituciones forales. Precisamente, fueron también los años en que se desplegó el marco vital de Mariano Luis de Urquijo (1769-1817), el vasco más destacado de la época en el plano político, que llegó a ser secretario de Estado y ministro-secretario de Estado durante los reinados de Carlos IV y José I. Son conocidos sus trabajos para que las Conferencias forales tuvieran una cobertura jurídica y que la Constitución de Bayona reconociera los fueros; sin embargo, aún no se ha profundizado lo suficiente en su relación con el fuerismo. ¿Fue Urquijo un fuerista, de acuerdo con lo antes señalado? ¿O se trató más bien de un centralista inteligente que procuró evitar turbulencias en las provincias vascas y Navarra en unos momentos históricos muy delicados? A lo largo de las siguientes páginas abordaremos una respuesta. Los Urquijo en la Corte española Mariano Luis de Urquijo, nacido en Bilbao el 9 de septiembre de 1769 y bautizado en la parroquia de San Antonio Abad,1 fue el secundogénito de una familia de burócratas vascos. Su padre, Francisco Policarpo, era un alavés de Zuhatza que, tras terminar sus estudios de derecho en la Universidad de Oviedo y conseguir el título de abogado de los Reales Consejos, pasó a Bilbao. Allí se casó con María Ramona de Muga, hija de Domingo de Muga, procurador del tribunal del corregidor del Señorío de Bizkaia. La alianza matrimonial posibilitó a Francisco Policarpo acceder a distintos puestos de la administración municipal y señorial: regidor del Ayuntamiento de Bilbao, consultor del Señorío y diputado del Consulado bilbaíno.2 En 1777 Francisco Policarpo partió junto con su familia rumbo a Madrid. Como tantos coterráneos suyos, pretendió aprovecharse de las reformas administrativas y económicas que estaba implantando el Estado borbónico, y que habían posibilitado la existencia de unas re-

1. AHEB, Libro de bautismos de la parroquia de San Antonio Abad, 1759-1775, f. 164 vº. 2. Aramburuzabala, Yolanda «Grupos de parentesco en la carrera del honor: los caballeros del valle de Ayala en el siglo xviii», Nuevo mundo. Mundos nuevos, Coloquios, 2008, http://nuevomundo.revues.org/29732 [Acceso: 15VI-2012].

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des de patronazgo vinculadas a la familia, las amistades y las comunidades de origen, para un medro profesional y social.3 Durante algunos años intentó publicar una obra donde defendía la instalación de un Consulado General en Madrid,4 a imitación del existente en Bilbao, y no podría dejar de recordar con cierto orgullo, por haber servido en el mismo, que entre sus funciones estaba estudiar en [sic] la especulación de los frutos y géneros de los reinos extranjeros, cálculo y conocimiento geográfico de las distancias, navegaciones y otras cuentas que hay que sacar como he observado en Bilbao, que es el que más ha adelantado principalmente en España.5

Mariano Luis de Urquijo estudió en el Colegio de San Antón regentado por los escolapios y después se trasladó al de Santo Tomás, que lo llevaban los dominicos. Con catorce años se matriculó en la Universidad de Salamanca, donde adquiriría los títulos de bachiller en Filosofía, Leyes y Cánones.6 Fueron unos años complicados desde un punto de vista económico, que le llevaron a tonsurarse para poder acceder a un préstamo eclesiástico con el que poder costearse su carrera, con poco éxito por otro lado; pero también fue la época en que Urquijo entró en contacto con el poeta Juan Meléndez Valdés, catedrático de Prima de Letras Humanas, que era el centro de un selecto e influyente grupo de amigos, entre los que se encontraba el poderoso Eugenio de Llaguno, que llegaría ser secretario de Gracia y Justicia en 1794. En 1791 tradujo una obra de Voltaire, La muerte de César, a la que acompañó de un Discurso sobre el estado actual de nuestros teatros y necesidad de su reforma, donde, preocupado por la decadencia estética y moral de la escena dramática española, vertía agudas críticas contra las compañías de cómicos madrileñas. Pese a que el tópico incide en el pensamiento volteriano de Urquijo, la realidad histórica señala que el libro fue denunciando por un representante de las compañías cómicas y que fue entonces cuando el Tribunal de la Inquisición emprendió una pesquisa donde salió a relucir la impiedad religiosa del traductor.7 Mientras el proceso seguía los cauces acostumbrados, fue elegido oficial noveno de la Secretaría de Estado el 15 de agosto de 1792, siendo avalado por Grandes de España como el conde de Aranda, el duque de Híjar, el de Liria, el marqués de Ariza e incluso la misma reina María Luisa: la Inquisición terminó por imponer a Urquijo una condena muy leve. En unos apuntes manuscritos de Aranda conservados en la Secretaría de Estado, se glosa como razón para su nombramiento la habilidad de Urquijo para extractar expedientes.8 La Secretaría de Estado, el organismo de gobierno más importante de la monarquía bor3. Imízcoz, José María, «Las élites vasco-navarras y la monarquía hispánica: construcciones sociales, políticas y culturales en la Edad Moderna», Cuadernos de Historia Moderna, vol. 33, 2008, pp. 89-119. 4.. Una de las peticiones de Francisco Policarpo sería secamente contestada por el conde de Floridablanca el 2 de octubre de 1790, que comentaba que ya había trabajado sobre la fundación de ese Consulado y sus ordenanzas, y que no quería más dedicatorias. AHN, Estado, leg. 3248/3249. Véase también Aguilar Piñal, Francisco, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, tomo VIII, Madrid, CSIC, 2001, p. 229. 5. Urquijo a Godoy. Madrid, 2-VI-1796. AHN, Estado, leg. 2934. 6. El documento de matriculación nos proporciona la primera descripción física conocida de Urquijo: «De catorce años cumplidos, pelo rojo, ojos castaños» AUSA, Expediente de Mariano de Urquijo, 3911/22. 7. Romero Peña, Aleix, «La forja de un mito historiográfico. Mariano Luis de Urquijo, el Voltaire español», Rúbrica Contemporánea, vol. 1, nº 1, 2012, pp. 140-144. 8. Sobre el nombramiento de Urquijo como oficial de la Secretaría de Estado, véase mi artículo: «“Cuadro de grosería, desunión y chismografía”: conflictos y divisiones internas en la Secretaría de Estado en los últimos años del siglo xviii», Hispania nova. Revista de Historia Contemporánea, nº 10, 2012, http://hispanianova.rediris.es/10/ articulos/10a002.pdf [Acceso: 28-VII-2012].

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bónica, fue la auténtica universidad de Urquijo. Si repasamos minuciosamente su biografía, comprobaremos que su empleo en la administración le marcó en términos sociales y psicológicos. Mariano Luis de Urquijo se identificaba con los intereses grupales de los burócratas, los cuales estaban relacionados con la jerarquización social propia del Antiguo Régimen y el absolutismo,9 por más que, como en el caso de Urquijo, tuvieran amplios conocimientos sobre las nuevas ideas que estaban surgiendo en Europa. En otro campo distinto, lo anterior resulta también válido para las relaciones de Urquijo con el fuerismo: era un representante del poder central, aunque su vinculación emocional con Vasconia fuera lo suficientemente fuerte como para valerse de las contradicciones sistémicas y favorecer los intereses vascos siempre y cuando fuera posible. Como iremos viendo, esta defensa de los fueros, sin dejar de ser válida, no podía tener mucho recorrido con una forma de gobierno que avanzaba hacia un centralismo cada vez más pleno. Las Conferencias forales: valiendo los intereses vascos en el seno de la Monarquía El 13 de agosto de 1798, Mariano Luis de Urquijo se situó al frente de la Secretaría de Estado por indisposición de su titular, Francisco de Saavedra. En principio, el cargo era una simple habilitación, es decir, Urquijo, como oficial mayor de la Secretaría, despachaba los asuntos del ministerio y se entrevistaba con los embajadores extranjeros mientras Saavedra permaneciera de baja. Pero esta descripción no hace justicia al destacado papel que estaba protagonizando Urquijo. Saavedra fue un personaje de salud débil, al que los reyes cargaron con las secretarías de Estado y Hacienda, por lo que el oficial mayor de la de Estado se encargaba de determinar el valor y la dirección de los papeles que llegaban.10 El 21 de febrero de 1799, Urquijo recibiría la interinidad. Reconocido por propios y extraños como bizkaino,11 su llegada a la Secretaría de Estado marcó un punto de inflexión en la dinámica de las relaciones de la Corte con las provincias vascas, que estaban marcadas por el episodio de la Guerra de la Convención (1793-1795). Las instituciones forales vascas fueron acusadas de tibieza, infidencia y escasa solidaridad; si bien Godoy, entonces secretario de Estado, no tomó medida alguna contra ellas, animó la reacción antiforal, que colocó en su punto de mira a las exenciones vascas.12 Por otra parte, la cuestión de los gastos de guerra generó además una enorme controversia. La Diputación bizkaina estimó que en total ascendía a la cantidad de diecinueve millones y medio de reales, que debían ser costeados imponiendo impuestos sobre consumos para su liquidación en diez años.13 Aunque Urquijo vivió todo este ambiente en Madrid, no se dejó contagiar del mismo. Las instituciones forales fortalecieron la unión emocional del secretario de Estado con su tierra de origen a través de una interesante política de honores y nombramientos: el 27 de 9. Elorza, Antonio, La ideología liberal en la Ilustración española, Madrid, Tecnos, 1970, pp. 91y ss. 10.. García de León y Pizarro, José, Memorias, edición de Álvaro Alonso-Castrillo, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998, p. 70. 11.. «Esta es una venganza de villano, y la desprecio como coz de un borrico vizcaíno», Azara a Godoy, Barcelona, 18XII-1799, Azara, José Nicolás de, Epistolario (1784-1804), edición de Gimeno Puyol, María Dolores, Madrid, Castalia, 2010; 802. 12.. F Fernández Sebastián, Javier, La génesis del fuerismo. Prensa e ideas políticas en la crisis del Antiguo Régimen, Madrid, Siglo XXI de España editores, 1991, pp. 95-103. 13.. De Guezala, Luis, Bizkaia por sus fueros. La Zamacolada, Bilbao, Juntas Generales de Bizkaia, 2003, p. 67-71.

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julio de 1798 se le eligió como regidor bienal del Señorío, el 30 de julio de 1799 fue designado socio meritorio de la Real Sociedad Bascongada y el 14 de julio de 1800 fue nombrado diputado general y Padre de Provincia del Señorío de Vizcaya.14 La Diputación bizkaina se mostró además solícita con las necesidades de su compatriota: así, cuando las exigencias navales francesas colocaron a la monarquía de Carlos IV en la obligación de proporcionar barcos, la Diputación se ofreció a armar un navío de 74 cañones con destino a El Ferrol. En fin, a Urquijo sólo le quedaba envanecerse de su bizkainismo y prometer a la Diputación que pagaría sus servicios: La prueba tan señalada del amor del Señorío hacia S. M. en el importante servicio que va a hazer, y en que por mi Empleo y orígenes he intervenido, al paso que le haze acreedor a las beneficencias del Rey, empeña mi entrañable afecto patriótico en promover por quantos medios me sea dable la conservación, aumento, y prosperidad de los leales Vasallos que tiene S. M. en ese Señorío.15

Urquijo se sentía obligado por una deuda no escrita, como solía expresar siempre que tenía ocasión, como cuando escribió que, si hubiera dependido de él, habría sido más fácil de solucionar la remisión de la deuda por gastos de guerra.16 El pago habría de presentarse bien pronto. En 1799 el corregidor gipuzkoano, Alfonso Durán Barazábal, había presentado una denuncia al Consejo de Castilla sobre la convocatoria de unas Juntas Generales por parte de comisionados de Álava y Gipuzkoa, sin que Carlos IV hubiera sido informado. Urquijo sabía que una prohibición de las Juntas Generales perjudicaría a todos, por lo que no dudó en enfrentarse al Consejo de Castilla, que se había inclinado por prohibirlas, y sacó adelante el 16 de julio de 1800 una real orden que decía: En consideración a que desde tiempo inmemorial se han reunido Comisionados de Alaba y Guipúzcoa y el Señorío de Vizcaya a conferir y tratar en asuntos del Real Servicio y de interés común de las tres Comunidades, lo que se ha continuado hasta ahora que el Corregidor de la Provincia de Guipúzcoa ha denunciado al Consejo el último Convenio de dicha Provincia con el de Alaba relativo a que continúen los tratados anualmente por medio de Comisionados de una y otra: ha resuelto S. M. que las tres expresadas Comunidades puedan juntarse en los términos referidos, y como se ha practicado hasta aquí en cualquier ocasión y tiempo que lo estimen conveniente mandando al mismo tiempo al Consejo suspenda todo procedimiento sobre la delación insinuada; y declarando que esta no ha sido capaz de ofender a la inviolable pureza de sentimientos y operaciones de las Provincias de Guipúzcoa y Alaba.17

14.. «Títulos y nombramientos del Exmo. Sr. D. Mariano Luis de Urquijo». BN, mss. 7774, ff. ff. 1-2. Su padre fue nombrado también diputado de las provincias de Bizkaia y de Álava, además de recibir el cargo de Prefecto de la Congregación de San Ignacio, que agrupa a los vascos que residían en Madrid, así como diputado general de Bizkaia y Álava. Bartolomé, Fernando R. Urkixotarrak: burokratak XIX. mendeko hasieran. Los Urquijo: burócratas en los albores del siglo XIX, Vitoria-Gasteiz, Diputación Foral de Álava, 2009, p. 20. 15.. AGB, Administrativo, J-00037/054. 9-V-1799. 16.. «Yo por mi parte doy a V. S. S. las gracias por el esmero con que procuran corresponder a las impresiones de amor y lealtad, que siempre he procurado dar a S. M., de los vizcaínos hacia su Real Familia». Urquijo a la Diputación, 4-VIII-1799. AGB, Administrativo, J-00037/063. 17.. AHN, Consejos, leg. 1978, nº 29. Reproducido en Joseba Agirreazkuenaga (ed.), La articulación políticoinstitucional de Vasconia: Actas de las «Conferencias» firmadas por los representantes de Álava, Bizkaia, Gipuzkoa y eventualmente de Navarra (1775-1936), Bilbao, Diputación Foral de Bizkaia, 1995, t. I, pp. 39-45. Copia de la Real Orden en AGB, Administrativo, J-00038/009.

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No acabaron aquí sus preocupaciones por Vasconia. En 1799, el consultor del Señorío Francisco Antonio de Aranguren y Sobrado elaboró unas rigurosas ordenanzas criminales para atajar el creciente problema del bandolerismo. Urquijo, imbuido de las nuevas concepciones en derecho que habían difundido autores como Beccaria, atemperó los artículos más severos, reduciendo la pena capital a los delitos más graves y eliminando el tormento como prueba procesal.18 La Zamacolada: los frutos de la política mediadora El 13 de diciembre de 1800 Urquijo fue exonerado de la Secretaría de Estado y desterrado en Bilbao, siendo encerrado posteriormente en la ciudadela militar de Pamplona. Por aquella época debía de contar con bastante simpatía y apoyos en las provincias vascas, pues Urquijo escribe que sus enemigos de la Corte intentaron desacreditarle difundiendo las especies de que no había querido admitir ninguna de las fiestas que prepararon a su llegada en Bizkaia y que como secretario de Estado se había destacado por recibir a los representantes de las diputaciones forales con altanería: no niega la primera, señalando que los festejos no le parecían oportunos para alguien que volvía desgraciado y que quería evitar gastos innecesarios; en cuanto a la segunda, no puede resultar más falsa.19 No salió de la prisión hasta el 13 de octubre de 1802, pasando a estar confinado en Bilbao. Aquí residió junto con su padre en una cómoda y amplia casa del Arenal, propiedad de Martín de Epalza, que hacía esquina con Bidebarrieta, frente a la ría.20 Sabemos que, durante su etapa en la Corte, Urquijo había estado ligado a una de las dos facciones en que estuvo dividido el Ayuntamiento de Bilbao durante los últimos años del siglo xviii; se trata de la que estaba capitaneada por José Joaquín Castaños, que había permanecido como alcalde de Bilbao durante la ocupación francesa: contaba también con los apoyos de Simón Bernardo de Zamacola y del corregidor de Bizkaia Luis Marcelino Pereira.21 Durante su confinamiento, Urquijo trató de no volver a participar en las disensiones que sacudían el Señorío, esta vez como consecuencia de la construcción del puerto de la Paz. A quienes acudían a su casa, de uno y otro bando, queriendo recabar su colaboración, los exhortaba a buscar la concordia: al fin y al cabo todos era uno y disensiones como las que se estaban escenificando podrían conducir a Bizkaia a su perdición.22 Cuando en 1803 el Ayuntamiento lo comisionó para que recibiera la elección honorífica de alcalde de Bilbao en sustitución de Godoy,23 Urquijo realizó una 18.. Real orden de 6-XI-1799 y de 18-XII-1799. AGB, Administrativo, J-00037/070. La Diputación acordó tenerlo en cuenta el 24-XII-1799. Véase también Sagarduy, José Luis, «La política criminal y penal en Vizcaya a finales del Antiguo Régimen», Ernaroa: revista de historia de Euskal Herria. Euskal historiako aldizkiria, nº 5, 1988, pp. 137-158. 19.. Urquijo, Mariano Luis, de Apuntes para la memoria sobre mi vida política, persecuciones y trabajos padecidos en ella, edición a cargo de Aleix Romero Peña, Logroño, Siníndice, 2010, pp. 89-90. 20..Villavaso, Camilo de, La cuestión del Puerto de la Paz y la Zamacolada, Bilbao, Juan E. Delmas, 1887, Apéndice I, Murga, p. 49, n. 1. 21.. Esta facción estaba enfrentada a la de quienes huyeron de Bilbao. Las disensiones entre ambas pasaron de lo personal a la batalla política por el control de las corporaciones. Guiard, Teófilo, Historia de la noble villa de Bilbao, Bilbao, La Gran Enciclopedia Vasca, 1971, vol. 4 (1808-1836), pp. 4-5. 22.. «Representación particular del Exmo. sr. Don Mariano Luis de Urquijo». AHN, Consejos, leg. 51535, pieza 12, f. 2. 23.. Bilbao, 13-I-1800. BN, mss. 7774, ff. ff. 34-35.

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alocución predicando la «paz y unión general» y recordando que todos eran hijos del mismo país.24 A finales de 1803 se ratificó la real orden que habilitaba la construcción de un nuevo puerto en Abando; de ese mismo año data el cupo de dos mil hombres, repartidos entre el Señorío, las dos provincias de Álava y Gipuzkoa y el reino de Navarra, que estableció la Secretaría de Guerra para que prestaran el servicio de armas, lo que suponía un contrafuero. La noticia del servicio militar llegó a finales del mes de julio de 1804, cuando se celebraban Juntas Generales en Gernika y se festejaba la futura construcción del puerto de la Paz. Los rumores sobre el plan militar se fueron difundiendo entre los pueblos bizkainos hasta que el 17 de agosto estalló un motín en Begoña. El 18 fue secuestrada la Diputación y llevada presa a la casa consistorial de la anteiglesia de Abando. Urquijo, su padre y su buen amigo el general José Mazarredo tuvieron que marchar con una partida de cien hombres armados para convencer a los vecinos de Abando de que dejaran a los diputados presos a su custodia: sólo pudieron ser sacados después de diversos rifirrafes que pusieron en peligro la integridad de los tres mediadores. Los diputados y el corregidor Pereira permanecieron en casa de Mariano Luis de Urquijo tres días con sus noches, hasta que fueron convocadas unas nuevas Juntas extraordinarias.25 La actuación de Urquijo, tanto durante aquellos días como posteriormente, fue evitar que el Señorío se viera sacudido por un conflicto violento entre zamacolistas y antizamacolistas que alterase la situación vigente; sabía que en un escenario como aquél no sólo estaría en juego su propia cabeza,26 por lo que había que obrar con prudencia. Según manifestó a un matxín: yo no soy zamacolista, ni de partido alguno: Vms. conocen mi dignidad y que me desagradaría alistarme en banderas de nadie; soy un vasallo del rey, favorecido y premiado por S. M.; debo defender su causa y que se respeten sus magistrados: Los que están aquí dentro (señalando el Ayuntamiento) merecen toda consideración y toda obediencia por parte de Vms.; deben obedecerles y conformarse con lo que han mandado; soy un español, soy un vizcaíno y no quiero que el país se pierda por cuatro cabezas infelices [...].27

Por esa razón, Urquijo se mostró favorable a la convocatoria de Juntas extraordinarias, en la convicción de que posibilitarían reconducir el motín desde la legalidad;28 lo cual no impidió, por cierto, que acogiera de buen grado la ocupación militar del Señorío como manera de 24.. Guiard, Teófilo, op. cit., pp. 20-22. 25.. Más detalles de los sucesos de aquellos días en mi artículo Romero Peña, Aleix, «Mariano Luis de Urquijo: testigo y protagonista involuntario de la “Zamacolada” (1804)», Brocar. Revista de investigación histórica, nº 33, 2009, pp. 115-147. 26.. A Diego Antonio de Basaguren, secretario de Justicia del Ayuntamiento de Bilbao y zamacolista, designado para ir con una partida armada a Dima en busca de Zamacola, procuró convencerle de que fuera con ellos —aconsejándole que se adelantara y previniera a Zamacola de lo que ocurría para que pudiera escapar—, advirtiéndole que de lo contrario no solo estaban en juego sus propias cabezas y las de la Diputación, sino mil desastres. «Interrogatorio a Mariano Luis de Urquijo». AHN, Consejos, leg. 51535, pieza 12, ff. 34-35. ¿Qué mayor desastre que la supresión de los fueros? 27.. Ibidem, f. 44. 28.. «Vizcaya no era un pueblo, ni tres, ni cuatro, y que pues por su gobierno tenía su representación general en las Juntas, a ella expusiesen lo que quisiesen y aguardasen sus decisiones respetando a sus magistrados y estando quietos». Ibidem, f. 33.

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sofocar el levantamiento.29 Zamacola, por el contrario, defendió desde su refugio en la localidad navarra de Etxarri-Aranatz el plan militar, argumentando que era una contrapartida a la construcción del puerto de la Paz, enviando diversas cartas a los fieles y alcaldes bizkainos.30 Urquijo estaba siendo un gran obstáculo para sus planes, por lo que llegó a verter amenazas contra su persona.31 En las investigaciones llevadas a cabo por el juez Francisco Javier Durán queda patente esta enemiga con la declaración de Manuel Oleaga, destacado zamacolista, que incriminó a Urquijo en la preparación del motín. Las predicciones de Urquijo no fueron desatinadas: según Luis de Guezala, se intentó cambiar el ordenamiento administrativo del Señorío por vía judicial.32 Pese a demostrarse su inocencia, Urquijo, su padre y Mazarredo se vieron desterrados del Señorío: era una forma de alejarles de unos territorios que les eran adictos y relajar los temores que tenía la Corte sobre ellos. La Constitución de Bayona: los límites de la política emocional En junio y julio de 1808 Urquijo participó en las sesiones de la Junta de Bayona como primer secretario. Entre otros asuntos, salió a relucir el de los fueros. Ya en Vitoria, intentando que Fernando VII no pasara a Bayona, había expresado que «nuestra España era un edificio gótico, compuesto de remiendos, con tantos fueros, privilegios, legislaciones y costumbres casi como provincias».33 En unas reflexiones sobre el texto constitucional fechadas el 5 de junio, Urquijo había propuesto el establecimiento de tribunales provinciales,34 remitiéndose a un ordenamiento judicial del territorio típico del sistema centralista francés. Pero en los mismos apuntes también hizo referencia al estado de felicidad en que vivían las provincias vascas y Navarra porque no entraban dentro de los bienes de manos muertas y poseían privilegios que favorecían la división de la propiedad. Señalando que estos territorios eran «el puerto y la seguridad de España», Urquijo advertía que si se les ponía al nivel de las demás provincias españolas estallarían agitaciones.35 La correspondencia de Juan José Yandiola, representante de la Diputación bizkaina en Bayona, revela que Urquijo inspiró una estrategia para que los fueros vascos y navarros fueran reconocidos, que pasaba por no participar en los debates públicos y acometer la defensa mediante gestiones privadas.36 Urquijo revisó las memorias que los diputados bizkainos, alaveses, gipuzkoanos y navarros pasaron a José I y Napoleón, llegando a rechazar un escrito 29.. Ibidem, ff. 44-45. 30.. De Guezala, Luis, op. cit., pp. 151-153. 31.. «Representación particular del Exmo. sr. Don Mariano Luis de Urquijo». AHN, Consejos, leg. 51535, pieza 12, ff. 4-5. 32.. De Guezala, Luis,op. cit., pp. 186-192. 33.. Mariano Luis de Urquijo a Gregorio La Cuesta. Bilbao, 13-IV-1808. Nellerto: Memorias para la historia de la revolución española, París, Imprenta de M. Plassan, 1814, tomo II, Apéndice XXXIV, p. 98. 34.. «Informe de Mariano Luis de Urquijo al primer proyecto de Constitución de Bayona (remitido el 5 de junio de 1808)», en Fernández Sarasola, Ignacio, La Constitución de Bayona, Madrid, Iustel, 2007, p. 201. 35.. Ibidem, p. 203. 36.. Al margen de los clásicos trabajos de Fidel de Sagarminaga y Ángel Zabala Ocámiz, quien más profusamente ha trabajado esta fuente en los últimos tiempos ha sido Monreal Zia, Gregorio, véase «Los Fueros Vascos en la Junta de Bayona de 1808», Revista Internacional de Estudios Vascos, cuaderno 4, 2009, pp. 255-276. A Catalunya, en cambio, no se le reconoció ninguna naturaleza foral, a pesar de las peticiones expresas del diputado catalán.

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de los representantes navarros sobre el reconocimiento como rey de José I en Navarra por considerarlo poco apropiado. Urquijo anunció a comienzos de julio que estaba trabajando para que se insertara una fórmula de reconocimiento en la Constitución de Bayona,37 y así fue: el artículo 144 de la Constitución de Bayona establecía que los fueros se examinarían en las primeras Cortes. El éxito pregonado por Yandiola fue relativo para el fuerismo. La medida era provisoria, en cuanto el encaje definitivo de los fueros con el ordenamiento constitucional prescrito en el texto de Bayona debía esperar a la celebración de nuevas Cortes.38 Por otra parte, el reconocimiento de la existencia de los fueros no impidió que se cercenara el sistema jurídico particular39. En Bizkaia, la Diputación se quedó con la lectura de que los fueros eran reconocidos y, cuando conoció nombramiento de Urquijo como ministro secretario de Estado con José I, realizó una celebración por todo lo alto que llegó a causar la admiración de nuestro personaje, quien señaló: «nunca me olvidaré de haber nacido entre sus muros y siempre conservaré el afecto de un buen hijo».40 Conclusiones José María Portillo Valdés escribió que entre 1799 y 1808 los ministros de la monarquía difundieron argumentos que les posibilitaran mayor maniobrabilidad con las provincias vascas, especialmente en materia aduanera y fiscal; el principal de ellos era que la fuente de los fueros era exclusivamente la voluntad real. Todo esto no suponía liquidarlos sino, como planteaba Llorente en sus Noticias históricas de las tres provincias vascongadas, plantearlos bajo otros supuestos que, obviamente, permitiría la intromisión real.41 Con el cambio dinástico de 1808, la premisa anterior había desaparecido. La esencia de la Constitución liberal era la extensión de un texto constitucional para toda la nación, es decir, la española, entrando en colisión con la existencia de unas constituciones particulares o provinciales, que tenían su raigambre en el Antiguo Régimen.42 Urquijo nunca fue fuerista en un sentido ideológico. Habiendo vivido desde los ocho años de la Corte, su ámbito de actuación por excelencia era el español; los cargos que ocupó en las instituciones forales tuvieron un carácter honorífico e incluso accidental. Dentro del gobierno de la monarquía, representó las posiciones más cercanas a las novedades políticas provenientes de Francia, que, entre otras cuestiones, defendían una racionalidad administrativa. Por otra parte, sus planteamientos regalistas no podían ser más opuestos a las posturas 37.. Mikelarena Peña, Fernando: «Sobre un documento de descripción de la Constitución de Navarra de 1808. Un intento de marketing temprano político-institucional», Príncipe de Viana, nº 252, 2011, p. 267. 38.. Busaall, Jean-Baptiste: «À propos de l’influence des constitutions françaises depuis 1789 sur les premières constitutions écrites de la monarchie espagnole. L’exemple de l’ordonnancement territorial dans la Constitution de de Bayonne», Iura Vasconiae, nº 8, 2011, p. 30; Fernández Sebastián, Javier: La génesis del fuerismo. Prensa e ideas políticas en la crisis del Antiguo Régimen, Madrid, Siglo XXI de España editores, 1991, p. 127. 39.. José Ramón Urquijo, «Vascos y navarros ante la Constitución: Bayona y Cádiz», en José Pardo de Santayana, José María Ortiz de Orruño, José Ramón Urquijo y Begoña Cava, Vascos en 1808-1813. Años de guerra y de Constitución, Madrid, Biblioteca Nueva, 2010, p. 158. 40. Labayru, Estanislao J. de, Historia general del Señorío de Bizcaya, Bilbao, Casa Editorial La Propaganda, vol. VII, 1895-1903, pp. 129-130. 41.. José María Portillo Valdés, «Francisco de Aranguren y Sobrado: en los orígenes intelectuales del foralismo vasco», Vasconia. Cuadernos de Historia-Geografía, 1986, pp. 70-72. 42.. Coro Rubio Pobes, «El País Vasco ante la reforma liberal o el debate Fueros-Constitución (1808-1876)», Anales de Historia Contemporánea, 20, 2004, pp. 96-100.

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pactistas de foralistas como su contemporáneo el consultor Francisco de Aranguren,43 si bien nunca reveló que sostenía tales divergencias ideológicas con respecto a los defensores de los fueros. Urquijo fue un centralista con la suficiente visión como para no buscar el enfrentamiento; sus intensos vínculos emocionales le llevaron a defender los intereses vascos. Urquijo pretendió insertar la peculiar realidad jurídica de Vasconia en el entramado de la monarquía. Por eso se expresó en la Zamacolada como bizkaino y como español: en el fondo temía que el motín llegara a avivar un conflicto entre dos identidades que él entendía armónicas. Su planteamiento fue conservador, traicionando sus propias ideas. En el reinado de Carlos IV tuvo éxito al adoptar una postura tradicionalista, recurso del que, sin embargo, no pudo valerse durante el reinado siguiente, lo que le obligó a buscar argumentos coyunturales, como la posibilidad de una agitación. Que la política foral de Urquijo, que he calificado de emocional por considerarla opuesta a sus preferencias intelectuales y políticas, terminase siendo superada por los tiempos y los nuevos modos implantados por Napoleón, no hace que esté exenta de méritos. Posibilitó una cobertura jurídica a las Conferencias forales. Además, no solo impidió la derogación de los fueros en la España josefina, sino que, como recuerda Coro Rubio Pobes, la Constitución de Bayona es la única de las que se aprobaron en el siglo xix donde se nombra de forma expresa a los fueros;44 en cualquier caso, los diversos avatares históricos impidieron que este último logro pudiera ser reivindicado. La política emocional de Urquijo legó —o, al menos, así lo pretendió— hitos en el camino de la imposible armonización entre fueros provinciales y un sistema territorial de carácter centralista.

43.. Véanse, por ejemplo, sus críticas históricas a las mercedes enriqueñas, acusando a los grandes magnates de haber usurpado poder y propiedades a los reyes castellanos. Pérez de Guzmán, Juan, «El primer conato de rebelión precursor de la Revolución en España», España Moderna, 1909, CCL, p. 81. 44.. Rubio Pobes, Coro, art. cit., p. 99.

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