Un Doctor Jesuita y Tres Misticos Carmelitas: La influencia vital de los santos carmelitas sobre Pierre Rousselot

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Descripción

Francisco Antonio MORENO QUINTAS, “Un doctor jesuita y tres místicos carmelitas: La influencia vital de los santos carmelitas sobre Pierre Rousselot”, en Teresianum 58 (2007) 237-346.

UN DOCTOR JESUITA Y TRES MÍSTICOS CARMELITAS La influencia vital de los santos carmelitas sobre Pierre Rousselot 1 EN MEMORIA DEL R. P. JESÚS CASTELLANO CERVERA, OCD

«Un amor extraordinario en una vida ordinaria» (célebre respuesta de Madre Inés a la pregunta indiscreta de la cocinera en ocasión del encomio de su pequeña hermana), ha cualificado la existencia de «la santa más grande de los tiempos modernos» (expresión de San Pío X ya antes de iniciar el proceso de su beatificación), S. Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz O. C. D. (*1973 Alençon - †1897 Lisieux), que cumplió su «carrera de gigante» en sólo 24 años (¡nada en comparación con los 73 del santo Cura de Ars!), y la de su contemporáneo, tal vez el teólogo más grande de los tiempos modernos, el R. P. Pierre Rousselot S. I. (*1878 Nantes - †1915 Eparges), que culminó su carrera de profesor en sólo cuatro años (¡nada en comparación con los 58 del R. P. Garrigou-Lagrange O. P.!) 2. En su momento, Nédoncelle había juzgado: «Los célebres artículos sobre Los ojos de la fe han sido, sin lugar a dudas, el trabajo más estimulante de la primera mitad del siglo XX»; y más recientemente von Balthasar reconocía: «Su influjo fue decisivo»; apoyándose en el análisis histórico de Aubert: «Que uno adhiera o no a sus tesis, nadie puede negar que su intervención marca una etapa capital en la historia de la discusión contemporánea sobre el acto de fe 3». 1

Para una biografía del R. P. Pierre Rousselot, se pude confrontar: BERGER, D., «Rousselot, Pierre», Kirchenlexikon. Biographisch-Bibliographische, 21.09.2003, http://www.bautz.de/bbkl/r/rousselot _p.shtml; BROU, P., Les Jésuites morts pour la France, Tours 1921, 57-58; DE GRANDMAISON, L., «Pierre Rousselot» en P. ROUSSELOT, L’Intellectualisme de Saint Thomas, Paris 19363, V-XL; GARREAU A., «Pierre Rousselot», La Pensée Catholique 123 (1969) 56-78; LEBRETON, J., «Rousselot Pierre», Dictionnaire de Théologie Catholique, 14, París 1903-1970, 139-138; MARTY, E., Le témoignage de Pierre Rousselot (s.j., 1878-1915): d’après ses écrits et sa correspondance, Paris 1940; RIMAUD, J., «Caritate Fraternitatis Invicem Diligentes», en Mémorial Pierre Rousselot 1875-1915, Recherches de Sciences Religieuse 3 (1965) 343-353; TILLIETTE, X., « Le Père Pierre Rousselot », Messager du Cœur de Jésus 117 (1942) 264-272; DE TONQUEDEC, J., «Pierre Rousselot», Revue critique des Idées et des Livres 26 (1919) 603-606. 2 Profesor del Institut Catholique de París desde el 1909 hasta el 1914, cuando se fue para la guerra, tomando en cuenta que un curso entero (1912-1913) lo dedicó a los ejercicios espirituales del «tercer año», cf L. DE GRANDMAISON, «Pierre Rousselot», XXIV. «Cuatro años solamente: en la historia bien dos veces milenaria de la teología, la duración de un destello, pero suficiente para iluminar, por el resto de sus vidas, a muchos de los que tuvieron la visión», P. HUBY, «Préface» en P. ROUSSELOT, Quaestiones de conscientia, París 1937, 7; citado en E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 303. 3 Cf M. NEDONCELLE, «L’influence de Newman sur “Les yeux de la foi” de Rousselot», Revue des Sciences Religieuses 27 (1953) 321-332. 322; H. U. VON BALTHASAR, Gloria. Una estética teológica. I. La percepción de la forma, Madrid 1985, 163. R. AUBERT, Le problème de l’acte de foi. Données traditionnelles et résultats des controverses récentes, Louvain 19693, 451-511; 451. Otros lugares en los que Balthasar cita a Rousselot: al interno de la Trilogía, cf H. U. VON BALTHASAR, Gloria. Una estética teológica. I. La percepción de la forma, Madrid 1985, 139. 161-163, 264; ÍD., Gloria. Una estética teológica. V. Metafísica. Edad Moderna, Madrid 1988, 124; ÍD., Teodramática. III. Las personas del drama: el hombre en Dios, Madrid 1993, 67; en otros escritos varios: ÍD., «Arte cristiano y predicación», en J. FEINER – M. LÖHRER, ed., Mysterium Salutis, I, Madrid 1969-1984, 778; ÍD., «El camino de acceso a la realidad de Dios», MySal, II, 45 = «Movimento hacia Dios», en Spiritus Creator. Ensayos Teológicos, III, Madrid 2004, 37; ÍD., «Gli occhi di Pascal», en Homo creatus est. Saggi Teologici, V, Brescia 19912, 67. 69. 76. 78-81. 84; ÍD., Sólo el amor es digno de fe, Salamanca 1999, 53-54.

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Ambos se distinguieron por un eminente genio religioso, caracterizado por el deseo de cielo o eternidad, destinado a ejercitar un significativo influjo en la historia de la Iglesia y de la teología, pasando por el Concilio Vaticano II 4 y llegando hasta nuestros días, en una relectura de sus textos que se revela siempre actual y preñada de intuición (insight) 5. Así Teresita «canta el cielo que quiere cantar», pero que no siente ya, en su bella poesía «Mi cielo a mí», ella que de niña le deseaba la muerte a su madre para que pudiera ser feliz en el cielo y de grande promete cumplir su cielo en la tierra donando rosas de gracias a las almas. Por parte de Rousselot, escribe su primer biógrafo De Grandmaison en su introducción biográfica: «La aspiración al eterno, fue la nota característica de la vida espiritual de P. Rousselot»; y resuena significativa la última frase de su cuaderno de estudiante: «Yo amo el cielo 6». También el sentirse muy franceses los unía, un fuerte amor a la patria querida y a las tradiciones católicas de la hija primogénita de la Iglesia (Juana de Arco, el Sagrado Corazón, etc.). Siendo verdad que la manera de morir revela el estilo de una vida y que por tanto ninguno puede ser declarado bienaventurado antes de su muerte, podemos inferir que el ejercicio de ambos fue «vivir de amor» (sugestivo título de otra magnifica poesía de Teresita) porque es la única condición para poder «morir de amor», según una doctrina muy querida de San Juan de la Cruz, maestro común de vida espiritual bien conocido y reinterpretado modernamente (como el agregado de Teresa de Lisieux a la famosa petición del Santo a Cristo aparecido que le ofrece lo que quiera: «Morir y ser despreciado por amor»). Según esta doctrina de la Llama de amor viva, el santo muere siempre de amor. A los ojos de la gente parece que muere de enfermedad, o por accidente, o violentamente… pero el santo muere de amor. Así se interpreta la muerte de Cristo, que murió «entregando el Espíritu», pero también la de Santa Teresa que murió por un flujo de sangre que «rompió finalmente la tela de tan dulce encuentro», así la muerte del Santo mismo por algo tan banal como una herida infectada y mal curada que lo llevo a «cantar maitenes en el cielo».

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Baste como ejemplo la Dei Verbum: el nº 5 por lo que se refiere al influjo visible de la teoría de los ojos de la fe; el nº 22 por lo que se refiere al vivo deseo de Teresita de un acceso renovado de todo el Pueblo de Dios a la Sagrada Escritura (¡ella la recibía de contrabando a través de la grada!). Cf además: B. POTTIER, «Les yeux de la foi après Vatican II», Nouvelle Revue Théologique 106,2 (1984) 177-203. 5 Del genio prodigioso de Rousselot hay que decir que a cuatro años sabía leer, como también Teresita, y devoraba todo lo que le pasaba entre las manos (con un interés del todo peculiar por la política según testimonio de Grandmaison), mientras que durante el noviciado le servía un cuarto del tiempo normal que dedicaban sus compañeros al estudio (así lo sostiene su profesor Lebreton), y se cuenta que preparó sus dos tesis doctorales en letras en los momentos de solaz, mientras cursaba teología, sin nunca solicitar ni permisos especiales ni tiempos libres excepcionales, cf L. DE GRANDMAISON, «Pierre Rousselot», XV; A. GARREAU, «Pierre Rousselot», 59; E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 36-37. 51. 6 Cf L. DE GRANDMAISON, «Pierre Rousselot», XIII. E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 26. 34. Proponemos a continuación algunos testimonios, selectos extractos de la correspondencia con su familia: «Nuestra vida no significa nada, ni tiene sentido ni interés, sino en vista de las cosas eternas» (07/01/1901), Ibíd., 68-69. «A mí me parece necesario, aquí abajo, para tener paz, establecerse de una buena vez en el sufrimiento […] Sin esto, yo no veo que paz se pueda tener. Con esto, puede ser que Dios nos lo haga gustar alguna pequeña participación de esa cosa extraña que tenían los santos, el amor de los sufrimientos, el gusto de los sufrimientos […] Pero oremos al Señor para que nos lo haga sentir interiormente. La oración, la oración importuna, imprudente, como dice nuestro Señor en el Evangelio, es siempre el primero y el último movimiento de la vida espiritual, porque sin la gracia nosotros no podemos nada. ¡Cómo me alegra este pensamiento!» (13/02/1908), Ibíd., 75-77. «Intentemos de llegar todos a la bienaventuranza eterna; el pensamiento del Cielo eterno es mejor y más consolante que cantidad de devociones particulares; él ha santificado muchas almas; ¡pueda él santificarnos!» (30/12/1912), Ibíd., 85.

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Los dos murieron jóvenes. Las últimas palabras de Teresita, trasformada después de mirar su crucifijo, extática el tiempo de un Credo, ella que se había sentado largos años a la mesa de los pecadores, fueron: «¡Oh! ¡Yo lo amo!… Mi Dios… ¡Yo os amo!». Rousselot, ante el desconcierto general originado por la orden desesperada del oficial superior, salir a pactar con los alemanes que los tenían acorralados, dijo: «¡Yo obedezco!»; y a sus compañeros que trasportaban la camilla donde yacía acribillado por la ráfaga de metralleta que lo acogió, con dos balas en el pecho y una espalda rota: «Mis amigos, yo voy a morir; es inútil continuar más lejos… Voy a donarles mi bendición 7». No nos cabe duda que morir por obediencia es morir por amor, porque sólo el que ama obedece. Un padre del desierto un día pregunto quién había vendido a José, y ante la respuesta banal «sus hermanos», él rebatió: «a José lo vendió la humildad, porque le hubiera bastado decir que era hermano de ellos para no ser vendido, pero la humildad se lo impidió». Análogamente, salvando las distancias con la exégesis propuesta, podemos decir que al Padre Rousselot lo mato la obediencia, como a Teresa de Lisieux que tuberculosa lava las escaleras mojadas en invierno, porque pudiendo rechazar una orden probablemente absurda, prefirió practicar la obediencia ignaciana. Por otra parte, tenemos testimonios en los que se revela como el padre jesuita llegó rápidamente al estado de unión y a la oración de quietud de la monja carmelita, contemplación mística en que reside toda perfección cristiana. También a él, en su oración pasiva, le bastaba decir ante el Santísimo, como a ella, sin adelantar más: «Padre nuestro 8». 7

Sobre la muerte del Padre Rousselot podemos aún agregar estas líneas, casi proféticas, escritas algunos años antes: «Los rumores de guerra tan pronto reinician como pronto cesan y, a veces, imagino mi cuerpo, dentro de algunos meses, flotando sobre la Moselle con una bala en medio del corazón. ¡Que reposo en la muerte, si Dios nos hace misericordia!» (carta a sus padres del 27/02/1906). De hecho, sus biógrafos insinúan como éste único sacrificio fue el medio de obtener conjuntamente, en un solo acto, el deseado morir por la patria (combatientes fueron su bisabuelo, su padre y su tío) y la anhelada gloria de la visión beatífica. Su cuerpo nunca fue encontrado. Cf P. BROU, Les Jésuites morts pour la France, 57-58; A. GARREAU, «Pierre Rousselot», 71. 74. 77; L. DE GRANDMAISON, «Pierre Rousselot», XII-XIII. XXXVIII-XXXIX; J. LEBRETON, «Rousselot Pierre», 134; E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 303-343; J. DE TONQUEDEC, «Pierre Rousselot», 603-606. Una última distinción se impone, la Santa Carmelita no podía ni escuchar las lecciones ni leer los artículos del Profesor de París, pero él si que pudo, según el testimonio de su correspondencia, amarla e invocarla «como religiosa contemporánea que ha tendido a la verdadera santidad… Dios, que no tiene las mismas preferencias de los hombres, a fuerza de milagros, manifiesta la gloria de aquello que le gusta… Rezo muy frecuentemente a Sor Teresa que me ha favorecido, creo yo, con algunos pequeños beneficios», cf E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 88. 110. 112. 8 Cf A. GARREAU, «Pierre Rousselot», 60-61; E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 46. 53-57. Otro rasgo espiritualmente relevante de Pierre Rousselot fue su admirable cambio de carácter al entrar en la Compañía: de orgulloso y colérico (con «tendencia a la infalibilidad», según afirmación de su padre) a humilde y desapegado, cf A. GARREAU, «Pierre Rousselot», 57-59; E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 12-13. 14. 16-17. 19. 26-28: «En una de sus visitas al Carmelo, mucho más tarde, su hermana le decía: “¡Qué esfuerzos habrás tenido que hacer para vencer tu orgullo!” “¡No! Es Dios quien ha hecho todo”, le respondió él. Y como su hermana insistía: “No, te lo aseguro, es más bien por la unión con Dios que por un trabajo personal y opinable que se hace la trasformación”». En este sentido, queremos evocar su doctrina pneumatológica, paralela a la de Teresita y manifiesta en cartas a su familia, de la santidad en la vida ordinaria: «La santidad está más cerca de nosotros de lo que pensamos» (16/01/1907). Ibíd., 72. «Tanto ignoramos como la gracia trabaja […] Como por las acciones más ordinarias… por los medios a los cuales nosotros menos habremos pensado, Dios nos habrá, poco a poco, desapegado de nuestro egoísmo natural y llenado de su amor. Es el pensamiento de esta operación secreta de la gracia lo que me consuela» (26/06/1907). Ibíd., 72-73. «De lo que se trata, para todos los cristianos, es de penetrar de espíritu interior las acciones ordinarias, es decir, hacerlas con intención pura y en la presencia de Dios, según la medida de gracia que comunica el Espíritu Santo. Es la oración constante que nos manda el Evangelio. No se llega de una, pero creamos firmemente que la gracia hace posibles inmensos progresos a

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De Grandmaison, profesor, superior y amigo, comentando «ese aburrimiento de la vida presente que conocen, a grados diferentes, todos los corazones profundos», en nota agrega: «Este rasgo es extremamente visible en la vida de esa santa que el Padre Rousselot, sin lugar a dudas, mejor comprendió y más amó, Santa Teresa». Además, anota con precisión como una de las últimas Misas celebradas por el Padre Rousselot fue precisamente «la de su querida Santa Teresa». El Profesor de París nutría gran admiración por la santa reformadora católica, como se puede comprobar gracias al maravilloso elogio que le dedicó en su presentación de la Religión Cristiana, aún si ya, en una deliciosa secuencia en su honor del 1902 o 1903, comparaba a Santa Teresa con la luna, el astro más brillante que ilumina la noche 9: Es tal vez entre todas las santas de la Iglesia la más humana al mismo tiempo que la más divina, asombrosa por la fusión completa del sentido práctico, del heroísmo y de la contemplación más sublime 10 […] Pues bien; esta admirable santa, además de su inquebrantable adhesión a la fe católica, tiene con San Ignacio un rasgo en común: es la estima sincera y la admiración por los talentos y dones naturales de los hombres […] También ella había recibido el don de explicar y comunicar a otros su ciencia; que por eso es la gran Doctora Mística, en cuya materia gozan sus escritos mayor autoridad que los de San Alfonso en cuestiones de moral, y que los de Santo Tomás en la teología […] Latina y castellana hasta lo íntimo de su ser, tenía una sensibilidad totalmente católica. Todo le agrada en la Iglesia. Ella que goza casi a la continua de la visión de la Trinidad beatísima, tiene verdadera veneración por el agua bendita […] La más insignificante de las verdades católicas vale para ella más que la propia vida y renunciaría a todas las gracias tan sorprendentes que recibe, si contradijeran a la más mínima letra de la Escritura Sagrada […] Tal vez en toda la historia de la Iglesia no se recuerde, después de San Ireneo, figura de más perfecto catolicismo que la de Teresa de Jesús. Lea sus obras quien quiera conocer el las almas de buena voluntad, creamos que Dios es mucho más poderoso para hacernos santos» (03/05/1908). Ibíd., 78. «Supliquemos al Espíritu Santo de vivificar todo lo que hacemos: sea el banco, el hogar o la teología, somos siempre igualmente incapaces, por nosotros mismos, de transformarlas en obras fecundas para la salvación» (19/11/1908), Ibíd., 80. 9 Cf L. DE GRANDMAISON, «Pierre Rousselot», XII. XXXIII; E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 47. 308. Un ejemplo, entre otros muchos recogidos en su correspondencia, sobre el influjo doctrinal teresiano en su doctrina espiritual: «Gracias por el señalibro de Santa Teresa; yo siempre amé esas sentencias […] El obrar bien es a la medida de la santidad, de la unión con Dios; todo el resto, de por sí, no significa nada» (22/12/1902), Ibíd., 88. «Yo tengo siempre esta impresión… el tiempo es corto, es necesario apresurarnos en hacernos, sobre todo por la santidad y la oración, miembros útiles de la Iglesia de Dios, en nuestra pequeña medida […] Podamos comprender en el fondo de nosotros mismos, que todo, sobre todo en el orden de la santidad, nos viene de Dios, que el único medio para que nosotros podamos ser puros, fervientes, unidos a Él, es si Él nos hace la gracia. Los Santos, la misma Santa Virgen, no estaban, en cuanto a esto, en mejor condición que nosotros; he aquí lo que ensancha el alma, dona una gran paz, y hace despreciar los esfuerzos inquietos, turbios, mezquinos, donde, a veces, el alma se pierde. He aquí también lo que hace tan natural el acuerdo entre esta humildad con la ambición tan alta que Santa Teresa quería ver en todas sus discípulas… El medio grande, el único, para hacer el bien, es ser santos. Intentemos de no poner obstáculos a la gracia divina siempre lista para actuar en nosotros» (29/12/1907), Ibíd., 102-103. «El medio para llegar a ser santos es la oración. Depende más de Dios que de nosotros» (28/05/1908), Ibíd., 104-105. 10 «La esencia de todos los estados místicos consiste en un conocimiento de Dios recibido en el alma pasivamente, al modo del conocimiento experimental, y diferente no sólo en grado sino en especie de los que pueden adquirirse por el ejercicio natural del entendimiento, y, además acompañado de una adhesión afectiva y amorosa distinta también totalmente de la que se experimenta en la oración ordinaria […] Lo esencial es aquel conocimiento cuasi-experimental, y el amor», cf P. ROUSSELOT, «La religión cristiana» en J. HUBY, ed., Christus: manual de historia de las religiones, Barcelona 1929, 1061. «La Vida contemplativa es la libertad del alma», por eso ir a contemplar es el signo más grande del amor, cf E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 58.

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espíritu verdadero del catolicismo: pero aun puede hacer otra cosa mejor, ya que su familia no ha desaparecido. Una conversación ante las rejas de un monasterio del Carmelo enseña, mejor que muchos libros alemanes, cuál es la esencia del cristianismo 11.

El padre Rousselot, jesuita por profesión 12, se sentía «carmelita de corazón 13». Habiendo predicado sobre Santa Teresa al Carmelo de Granville en Jersey, al final la priora le agradece diciéndole que le había parecido escuchar a un hijo de Santa Teresa: «Yo le respondí que seguramente lo era de corazón. Gracias también a los Avisos insuperables de San Juan de la Cruz». Porque entre los santos que más habían 11

Cf P. ROUSSELOT, «La religión cristiana», 1060-1963; E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 58-60. Rousselot aconsejaba lo que él practicaba visitando a su hermana carmelita, cuya profesión definía «una vida todo corazón y amor por Él, en lo que consiste la verdadera vida del alma», Ibíd., 87. Además, encontramos en su epistolario una afirmación desconcertante en boca de un jesuita francés: «Hay que estar bien persuadido de que uno no se mortifica por mortificarse, sino por amar a Dios con perfección y poseerle más plenamente. Éste es el verdadero objetivo; el sufrimiento no es más que un medio. En éste sentido escribía (Santa Teresa): “Las religiosas no son esclavas; el único objetivo de la mortificación es procurar el progreso del alma”… Por eso yo prefiero el espíritu de Santa Teresa al de las santas de la Visitación, Santa Chantal e incluso de la admirable Beata Margarita María» (01/07/1903), Ibíd., 90-91. Rousselot incluso entrevé una cierta dependencia, más grande de lo que se admite comúnmente, de la mística visitandina y salesiana ante la mística teresiana, cf Ibíd., 116. De hecho, ya desde los tiempos del estudiantado (1900-1905), recomendaba la lectura de Santa Teresa, y afirmaba, en sintonía con Teresita tal vez sin saberlo, que «el mundo se hace ideas falsas sobre la acción, metiendo la hospitalera por encima de la carmelita: “No es la acción, ni siquiera el sufrimiento, la medida esencial de los valores morales, es la caridad”», cf E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 50; A. GARREAU, «Pierre Rousselot», 60. 12 Aún si el influjo jesuítico en su vida espiritual (desde la primera comunión hasta la profesión religiosa) y académica (desde el colegio hasta la enseñanza) fue determinante (confesores, directores, profesores, amigos…), Rousselot, cuando era chico, quería hacerse capuchino (sobretodo después de una fuerte impresión por la muerte de una prima), fascinado como estaba de la figura de San Francisco: «Las cosas de los franciscanos me han siempre impresionado, y puede ser que ésta impresión no sea sin influencia en mi existencia»; y por un cierto agere contra los cálculos humanos: «Yo voy a ser capuchino. Mis padres harían contentos su sacrificio si yo me hiciera jesuita. Estoy seguro de que el buen Dios me quiere precisamente allá para desarreglar los cálculos humano». Una vez, a los quince años, monto un berrinche ante su confesor habitual, revolviéndose por tierra y gritando: «No, yo os lo digo, no seré jamás jesuita». Por mucho tiempo deseó dejarlo todo para hacerse cartujo. Pero, al final, tan impregnado estaba del espíritu del Monte Carmelo, que en sus últimos días sus compañeros atrincherados le parecían «tener el aire de carmelitas; el fusil erguido como un cirio completaba la ilusión», cf A. GARREAU, «Pierre Rousselot», 58-60; E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 19. 20. 22-23. 29-31. 56-57. 94. 314; L. DE GRANDMAISON, «Pierre Rousselot», XXXIII-XXXIV. Con estas líneas proponemos nuestra visión de la espiritualidad cristiana como un viaje al centro de la tierra. Más se va en profundidad en lo propio, ahondando en lo específico, más se encuentra la unidad con lo distinto, aunando en lo común. Porque mientras más se avanza hacia el centro real más se armonizan los polos aparentemente contrapuestos, al ser mayor la cercanía en la mayor unión vital con el único centro fundamental, la única luz y calor del único Cristo eterno, reflejada en sus variados destellos infinitos: «Mientras más santos, más comunicables» (Santa Teresa de Ávila). Allí se tocan, por ejemplo, el método de oración teresiano (Vida) y la composición del lugar ignaciano (Ejercicios), concentrándose en la humanidad de Cristo y sirviéndose de la facultad de la imaginación. 13 «Admiraba a la gran Santa Teresa, de la que se decía hijo […] Él es hijo de Santa Teresa. También lo es, por supuesto, de San Ignacio», cf A. GARREAU, «Pierre Rousselot», 60. 62. Rousselot cita explícitamente en una carta a ambos unánimes por lo que se refiere a la necesidad de la Iglesia de almas verdaderamente santas, pero también varias veces reúne en una misma carta alusiones a las doctrinas de uno y de otro, cf E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 102. Curiosamente, para entrar bien dispuesto en los Ejercicios del «tercer año», el Padre Rousselot pide a Santa Teresa de obtenerle «algo de su generosidad en servir a Nuestro Señor». Fue dirigido por el Padre De Maumigny, «gran amigo de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, que él proclama los “príncipes” de la mística». Éste recomendaba con gusto «el acto de amor de confianza […] El acto más perfecto de puro amor», cf E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 117. 119-120.

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influenciado en su vida, además de su padre San Ignacio, San Agustín, Santo Tomás, San Bernardo, San Francisco y Santa Catalina de Génova, destacaban Santa Teresa, de la cuál decía que dilataba el alma, y San Juan de la Cruz, del que le gustaba mucho la lógica despiadada de la Subida del Monte Carmelo, del Cántico Espiritual y de la Llama de amor viva. Reconocía abiertamente que «San Juan de la Cruz es el tipo superior del intelectual… El intelectual más decidido será el más desprendido contemplativo». De hecho, Mons. Marty concluye: «Si uno quiere resumir en dos palabras el sentido general de esta vida espiritual, es necesario escribir: fe pura y caridad perfecta. El gran doctor místico, San Juan de la Cruz, reconocería aquí a uno de sus discípulos más fieles 14». Estas noticias, y muchas otras confidencias íntimas, las sabemos gracias a su correspondencia con su hermana carmelita (desde 1902), a la que su biógrafo consagra un apartado del título: «El maestro de vida espiritual», integrándola con las cartas a su familia. A continuación, proponemos una composición de fragmentos epistolares, en orden cronológico, relativos a su doctrina sobre la oración, escogidos fatigosamente con sacrificio electivo. La primera serie está dirigida a su hermana, la Madre Juana Teresa del Espíritu Santo, mientras que la segunda lo está a su familia. En ellos nos parece vislumbrar diseminadas algunas enseñanzas asimiladas de San Juan de la Cruz en su dirección espiritual 15: «Nunca se debe dejar la oración, por más grande que sea la inutilidad aparente, por mayor que sea el disgusto. ¡El mundo sobrenatural es tan distinto de nuestro mundo visible! […] La bienaventuranza que uno encuentra en el servicio de Nuestro Señor es totalmente diferente de lo que uno se imaginaba. Al menos para mí, es mucho más real, más intima, más profunda, más dura 16 […] ¡Es el amor de nuestro Señor el que nos prepara la santidad del Cielo!» (08/02/1903). «Cuando estamos totalmente vacíos de nosotros mismos es cuando Dios empieza a actuar de una manera más bella pero distinta de lo que nos hubiéramos soñado. En esto justamente consiste el amor: no reservarse nada, ni siquiera sus impresiones y sus razonamientos […] A veces es una última cosilla insignificante la que impide al alma de estar plenamente abandonada y al Espíritu Santo de ser plenamente libre» (24/12/1905). «Dios quiere donarnos mucho más de lo que podemos soñar […] Dios se quiere comunicar a nosotros muy íntimamente, hacernos enteramente vivir por la gracia […] El medio de perfección de comunicación de sí, elegido por Dios, es generalmente todo lo contrario de lo que nuestra imaginación natural, abandonada a sí misma, hubiera soñado» (16/10/1908).

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Cf E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 94; 50. 57. 113; 123: Donde el biógrafo sulpiciano emocionado parece insinuar su canonización: «en la esperanza de verlo en la gloria». Comentando brevemente la experiencia de sus últimos días en la trinchera: «Ésta vida persuade a atenerse a lo que dicen Santa Catalina de Génova y San Juan de la Cruz. ¡Prontamente la vida eterna!» (03/01/1915). El Padre Lebreton recuerda: «Cuantas veces él nos lo dijo: ¡Prontamente la muerte! ¡Prontamente el cielo!», Ibíd., 44-45. 317. ¡Cuán carmelita, teresiano y sanjuanista, este deseo de morir para poder ver a Dios! En fin, conmueve el vivo testimonio epistolar de como «sufría por amor» el Padre Rousselot las fatigas, los tormentos y los peligros de la guerra, cf Ibíd., 303-343. 15 Cf E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 65-87. 87-123. 310. Una alusión, entre tantas otras en su correspondencia, a la doctrina sanjuanista del director espiritual y sobre el desasimiento y las afecciones: «A veces, uno lo siente frecuentemente, por el modo en que Nuestro Señor nos trata interiormente, Él desaprueba una tal manera de actuar o, por el contrario, nos impulsa: pero, naturalmente, estas inspiraciones deben de someterse al juicio de la obediencia» (20/01/1907), Ibíd., 100-101. 16 Solía repetir: «¡La vida religiosa no es lo que uno se imaginaba, pero es mucho más bella que todo lo que uno hubiera podido imaginar!», cf E. MARTY, Le témoignage de Pierre Rousselot, 89n.

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«Guardemos siempre y sobre todo el hábito de la oración sincera y verdadera, que pone el alma desnuda en la presencia de Dios sólo» (17/07/1903). «Vivamos unidos a Dios, es posible por doquier, un acto de amor a Nuestro Señor es lo mejor que podemos hacer y se hace en un santiamén» (10/04/1908). «La vida es corta y la verdadera vida viene después. En eso nos damos cuenta de que aquí abajo la vida interior es la que cuenta. Ella no consiste en recitar oraciones, sino en abrirse sinceramente a Dios para todo lo que ocupa el corazón» (24/12/1908). «Yo te invito de nuevo a orar lo mejor posible, es decir, encontrarte a ti mismo de vez en cuando delante de Dios in simplicitate cordis tuoi, abriéndote a Él, mostrándote a Él, viéndote en Él, con sinceridad y candor perfecto, como un amigo habla con su amigo y más todavía. Algunos instantes de tal oración valen más que diez decenas del rosario recitadas maquinalmente» (13/02/1909). «Vivid siempre y aún más, no solamente en la resignación, sino en su amor y de su amor, que debe ser para nosotros los cristianos, sea cual sea nuestra vocación, la principal ocupación del alma sobre la tierra, antes de que el nos llene de una gloria indecible por toda la eternidad» (15/11/1914).

Riassunto: L’articolo si propone di stabilire una relazione esistenziale fra il Carmelo e la Compagnia di Gesù (spagnoli) tramite la presentazione di un parallelismo vitale tra S. Teresa di Lisieux e Pierre Rousselot (francesi), la riproduzione del commentario eccellente che della madre S. Teresa d’Avila fece pieno di ammirazione questo figlio «carmelitano di cuore» e la constatazione dell’influsso notabile di S. Giovanni della Croce sulla sua dottrina spirituale. Il tutto ripercorrendo la morte e la vita, le opere e la corrispondenza di Pierre Rousselot, dottore di Parigi, con l’aiuto dei sui biografi, abbinando a questo contributo originale una rilettura della dottrina e dalla prassi dei Santi del Carmelo. In fine, come suggerisce il titolo per contrasto di figure, Un dottore gesuita e tre mistici carmelitani, si vuole rivalutare la figura dei tre santi carmelitani come dottori e del gesuita come mistico.

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