Un decurso patrimonial por el río Esla, el río que nos lleva

July 10, 2017 | Autor: J. Vidal Encinas | Categoría: Cultural Heritage, Cultural Heritage Management
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Descripción

Un decurso patrimonial por el río Esla, el río que nos lleva

Julio M. Vidal Encinas

El valle del río Esla, en el que se enclava el sitio de “El Pelambre”, a lo largo de los más de 160 km que recorre por la provincia de León, posee un importante patrimonio cultural, histórico y arqueológico, con singulares jalones desde su nacimiento, en el puerto de Tarna, a 1.490 m. de altitud, hasta unos 7 km aguas abajo de Villafer, a unos 700 m. de altitud, en donde entra ya en la provincia de Zamora. Así, en su cabecera, en el valle de Burón, se vienen excavando por el Área de Prehistoria de la Universidad de León desde hace ya varios años, los yacimientos arqueológicos de La Uña y del Espertín, pertenecientes, respectivamente al Aziliense y al Mesolítico, un período de tiempo situado entre el IX y VI milenio antes de Cristo. Se trata, en ambos casos, de investigaciones señeras por su singularidad, habida cuenta de la rareza de tales manifestaciones, no ya en la provincia de León, sino también en el propio ámbito de la Cuenca del Duero (Neira Campos et alii, 2004; idem, 2006; Bernaldo de Quirós y Neira Campos, 1992; idem, 2007). Pero destaca también el río Esla, especialmente en su paso montañoso, por atravesar un territorio caracterizado por unas singulares estelas labradas sobre enormes cantos rodados por el río, denominadas vadinienses, que seguramente tiene, en los yacimientos de la zona atribuibles a época indígena-romana, algunos de sus poblados más característicos. El territorio vadiniense, extendido a un lado y otro de la Cordillera, tendría su cabeza en la ciudad cántabra de Vadinia mencionada por el geógrafo Ptolomeo, cuya ubicación no ha podido por el momento establecerse (Vigil, 1983; Liz Guiral, 1996). Los poblados quizá relacionables con este contexto cultural son sitios en altura, dotados de fortificaciones, fosos y muralla, entre los que podemos destacar, entre otros, los castros de Argovejo, Villayandre (“La Corona” y “El Lutero”), o el castro de Verdiago, todos ellos en el municipio de Crémenes. Aquí, en este tramo, es necesario mencionar también el denominado Camino Real, un itinerario antiguo sobre la margen izquierda del río, probablemente conformado en su estado actual en los dieciochescos tiempos borbónicos, tenido por algunos como romano –seguramente por la equivocada propensión de atribuir a esa época todo camino empedrado–, que presenta un inmejorable tramo entre Las Salas y Valdoré, pleno, en su recorrido, de valores ambientales de todo género1. Ya a la puerta de la Cuenca del Duero el Esla pasa a la altura de Sabero, situada en el valle del río Orcado, un afluente del Esla, al que se vierte después de un corto trayecto de menos de un kilómetro. Esta población posee uno de los monumentos más singulares de España, la Ferrería de San Blas, con restos de la primera siderurgia moderna, derivada de los avances técnicos producidos por la Revolución Industrial, la primera fábrica de hierro ‘a la inglesa’ de España, dotada de altos hornos para la fundición de hierro alimentados con coque (Vidal Encinas y Álvarez Ordás, 2002). Recientemente acaba de inaugurarse (julio de 2008) en la antigua Ferrería el Museo Regional de la Siderurgia y Minería de Castilla y León, una ubicación que hace justicia a la singularidad de este Monumento. Aguas abajo de Cistierna el Esla pasa a la altura de Vidanes en cuyos alrededores tuvo lugar, en 1994, una excavación arqueológica motivada por las obras de mejora de la carretera N-625. Estos trabajos permitieron registrar evidencias de un yacimiento arqueológico, de nombre “Reguero Seco”, antecesor del mundo de Cogotas I, el denominado

1. En 1997, con motivo de sendos proyectos hidráulicos que lo amenazaron, fue objeto de un estudio arqueológico. Vid.: González Fernández, 1997.

El Camino Real, entre Las Salas y Valdoré (Crémenes).

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Bronce Antiguo ‘de tipo Parpantique’, por el momento, muy desconocido en nuestra provincia (Celis Sánchez, 2000-2001), de ahí el interés de estos trabajos en Vidanes (Ortiz del Cueto y Bernaldo de Quirós, 1994).

De izquierda a derecha: Muralla del Castro de Verdiago (Crémenes). Burón. Cueva del Espertín. Siguiente página: Ferrería de San Blas. Interior de la nave de laminación y forja de la primera siderurgia moderna española. Castillo de Villapadierna (Cubillas de Rueda).

Villapadierna, en el municipio de Cubillas de Rueda, posee una fortificación señorial levantada en el siglo XV, relacionada con la Casa de Alba y el Marquesado de Villafranca del Bierzo, que destaca por su imponente torre del homenaje, atestada en primavera, sobre sus arruinados muros, de nidos de cigüeña que se cuentan por decenas. Desde aquí y hasta la altura de Mansilla de las Mulas, poseedora de parte de uno de los pocos recintos amurallados medievales que aún subsisten en la provincia de León y sede del recientemente inaugurado Museo Etnográfico Provincial de León, localidad en la que se produce el paso del Camino de Santiago, itinerario cultural europeo por excelencia, nuestro río pasa a la altura de varios de los monasterios más notables que el imponente dominio territorial del poder eclesiástico levantó por estas tierras: los cistercienses de Santa María de Gradefes (1177) y Santa María de Villaverde de Sandoval (ca 1180), con cabeceras inspiradas en la de Moreruela (Zamora), y San Pedro de Eslonza, a medio camino del valle del río Porma, fundado en el siglo X. El primero aún mantenido por una pequeña comunidad religiosa; el segundo, propiedad de la Administración Autonómica, va paulatinamente saliendo de la ruina, gracias a sucesivas restauraciones. En fin, el último de ellos, Eslonza, completamente arruinado y expoliado por la propia iglesia en el siglo pasado; no en vano, el obispado trasladó su portada a la ciudad de León, para configurar la actual iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva (Morais Vallejo, 2002). Y, entre medias, la singularidad de uno de los más importantes edificios altomedievales españoles, la iglesia de San Miguel de Escalada (910-914), con su Torre y “Panteón de los Abades” (s. XI), asomada en un balcón sobre el valle del Esla, testigo del naciente poder político de la monarquía astur-leonesa y producto del crisol en el que se fundieron las influencias arquitectónicas emanadas de la capital andalusí con las tradiciones de la arquitectura religiosa hispánica (Martínez Tejera, 2005). Desde aquí, en sus inmediaciones, sobre la margen derecha del río, en el municipio de Villasabariego, dejamos el imponente castro de Valle de Mansilla (“El Pico del Horno” o “La Senada”), emparentado con “El Pelambre”, para, muy pocos kilómetros aguas abajo, atisbar el cerro del mismo nombre, en donde se ubica otro importantísimo enclave arqueológico, la ciudad astur-romana de “Lancia”, uno de los yacimientos arqueológicos que goza de la decla-

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ración de Bien de Interés Cultural en nuestra provincia, con la categoría de Zona Arqueológica. Este lugar es objeto de excavaciones por parte del Instituto Leonés de Cultura desde hace más de 10 años y objeto de tentativas de valorización para su exhibición al público (Gutiérrez y Celis, (Coords), 1999; Liz y Celis, 1999; Liz, Gutiérrez y Celis, 2000; Gutiérrez, Liz y Celis, 2002; Celis, Gutiérrez y Liz, 2004-2005; Liz y Celis, 2007). En las proximidades de los sucesivos interfluvios del Esla con el Porma y con el Bernesga conocemos el importante yacimiento protohistórico de Villacelama (“El Castro”) (Villanueva de las Manzanas) –excavado parcialmente en 1990 por causa de su destrucción con motivo del regadío de la zona (Celis Sánchez, 1996)–, un poblado perteneciente a la cultura de la Edad del Hierro más representativa de los valles y campiñas de la Cuenca del Duero, el Soto de Medinilla, con muchos ejemplos en el cuadrante sudoriental de nuestra provincia, entre otros, uno destacado en la villa de Valencia de Don Juan, especialmente debajo del espacio ocupado por su imponente fortaleza señorial, o en el castro de Algadefe próximo (“El Teso de la Mora”). Obligado es también referirse, por su directa relación con el horizonte cultural que representa “El Pelambre”, a otros yacimientos arqueológicos similares, caso, por ejemplo, de Ardón (“El Castro” y “Los Castejones”), con evidencias también de la Edad del Bronce (Cogotas I) (Celis Sánchez, 2002), sitio con el que se ha relacionado un famoso depósito de materiales broncíneos hallado en Valdevimbre. O “Las Vegas”, en Jabares de los Oteros, también del mismo horizonte cultural, excavado a finales de la década de los años noventa del siglo pasado en circunstancias muy similares a las de “El Pelambre” (Rodríguez Marcos et alii, 1999). En fin, otro sitio que seguramente debe relacionarse con éste, por hallazgos análogos o quizá más antiguos, es Villarrabines (“Piedras Blancas”), situado prácticamente en la ribera opuesta al sitio de Villaornate. Pero este tramo del río Esla situado al sur de los interfluvios con el Porma y Bernesga hasta el límite con la provincia de Zamora destaca por la proliferación del establecimiento rural romano por antonomasia en estas tierras, la villa o explotación agropecuaria, residencia, predio y granja de propietarios latifundistas, que escogieron estas feraces tierras bañadas por el Esla. Villae romanas como las de Campo de Villavidel (“Las Labaniegas”) (Blázquez, 1985: nº 151-152,107-124; Mingarro et alii, 1986), Velilla de los Oteros (“Monasteruelo”) (Marcos Contreras, 1995), Cabreros del Río (“El Cueto” o “Santa Marina”) (Alonso Ponga, 1981)2, Fresno de la Vega (“La Vigilia” y “La Arbujal”), San Millán de los Caballeros, Villaquejida o Cimanes de la Vega (“El Piélago”)3, se

2. Una noticia de la pequeña excavación realizada en el sitio en 1986 en: Vidal Encinas, 1990: 263. 3. Sobre estas tres últimas Regueras Grande, 1992 y 1993).

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De izquierda a derecha: Cabecera de la iglesia del Monasterio de Gradefes. Vista aérea del Monasterio de Villaverde de Sandoval (foto cortesía de Ramón Cañas). Siguiente página: Restos de la ciudad romana de Lancia (Villasabariego). San Miguel de Escalada. Pórtico de la iglesia mozárabe y edificio románico (Panteón de Abades) (Gradefes).

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distinguen, especialmente, por sus inmuebles y objetos suntuarios, entre los que destacan, por su vistosidad, entre los primeros, los pavimentos de mosaico con que adornaban los suelos de sus habitaciones. Justamente, los terrenos del valle medio del Esla –especialmente su margen derecha–, comprendidos entre Mansilla de las Mulas y el límite de la provincia de León con Zamora, al sur de Cimanes de la Vega, constituyen, junto con los propios del Valle del Órbigo, las mejores zonas agrícolas de la provincia de León (Regueras, 1996 y 2007). Buena prueba de ello –que quizás puede servir como ejemplo de la realidad existente en otros municipios–, es la distribución de las tierras de cultivo en el mismo Villaornate, en donde, en el año 2000, casi el 80 % de sus terrenos lo eran de cultivos agrícolas, de los que una buena parte además, en condiciones de regadío. La riqueza agrícola de estos terrenos ya fue subrayada por obras de regadío pioneras, coletazos decimonónicos del emprendedor espíritu ilustrado, el mismo que impulsó el Canal de Castilla; no en vano, aquí se construyó a partir de 1860, tomando agua sobre la margen derecha del Esla a la altura de Benamariel/Fresno de la Vega, el Canal del Esla, ‘La Ría’, como es conocida entre las poblaciones que riega en la provincia de León– San Millán de los Caballeros, Villademor de la Vega, Toral de los Guzmanes, Algadefe, Villarrabines, Villamandos, Villaquejida, Cimanes de la Vega, Bariones, y Lordemanos–, hasta su llegada a Benavente, ya en Zamora (Moralejo Mateos, 1994). En fin, ya para terminar este breve periplo por el río Esla, debemos mencionar, al hilo de su patrimonio contemporáneo más relevante, una de las obras de ingeniería más notables que nos ha dejado la extraordinaria arquitectura de puentes de la provincia de León, provincia de ríos, el de Villafer. Se trata del puente más largo en su género en la provincia, a saber, cuatro tramos de tipo ‘Bowstring bridge’, constituidos por otras tantas estructuras metálicas en forma de arco, roblonadas, más 18 tramos metálicos de celosía en cruz de San Andrés, todo ello surgido en Inglaterra a mediados del siglo XIX fruto del perfeccionamiento de la metalurgia del hierro, en pleno fragor de su Revolución Industrial. Este portentoso puente de León, de 400 m. de longitud, merecedor de todos los reconocimientos patrimoniales, se terminó en 1917 (Fernández Ordóñez et alii, 1988: 531-534). La intervención arqueológica en el yacimiento de “El Pelambre” se ha llevado a cabo dentro de los proyectos de “Transformación en Regadío del Sector X de la Subzona del Canal del Porma“ y de los Sectores IX, X y XI de la Subzona del Canal del Porma (margen izquierda, segundo tramo) de la zona regable de Riaño “, ambos coordinados entre el Gobierno de España (Ministerios de Agricultura, Pesca y Alimentación y de Medio Ambiente) y la Comunidad Autónoma de Castilla y León

(Consejería de Agricultura y Ganadería) y realizado por la Empresa Pública TRAGSA (Empresa de Transformación Agraria, Sociedad Anónima). La Declaración de Impacto Ambiental de este proyecto, del año 2001, señalaba textualmente que, con anterioridad al inicio de las obras se realizarán prospecciones arqueológicas bajo la supervisión y colaboración de la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, actividad que fue autorizada por la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural de León en su sesión de 26 de octubre de 2004. Más tarde, el 23 de mayo de 2006, el mismo órgano autorizó la excavación arqueológica de los terrenos en los que se iba a llevar a cabo una explotación de áridos con destino, principalmente, a la pavimentación de caminos que precisaban las obras. La proximidad de tal actividad con el sitio de “El Pelambre” es lo que motivó la intervención arqueológica y el hallazgo consiguiente de este interesante yacimiento arqueológico, precisando o matizando una tímida adscripción prehistórica para alguno de sus materiales cerámicos que se había sugerido en los trabajos para la Carta Arqueológica de la Provincia realizados en 1991 (Campano y Quintana, 1992)4. Esta excavación se ha producido en condiciones que pueden calificarse de paradigmáticas en este tipo de obras públicas, a saber, no dentro de las actividades expresamente definidas en el proyecto, sino en aquellas colaterales que implican, en este caso, la apertura de una gravera necesaria para proporcionar materiales de construcción. El yacimiento de “Las Vegas”, en Jabares de los Oteros, perteneciente a un horizonte cultural similar, expresado también por medio de un ‘campo de hoyos’, se encontró en condiciones idénticas, causadas igualmente por una gravera abierta para las obras de terraplenado de la Autovía León-Sahagún. En ambos casos, también, ha sido la empresa pública promotora o ejecutora de las obras quien ha corrido con los gastos derivados de la publicación, luego difusión, de las actividades arqueológicas que aquellas entrañaron. En estos tiempos que corren, magros en lo que a publicaciones de excavaciones arqueológicas se refiere, debemos saludar con lógico entusiasmo que una de ellas se produzca; no en vano, se trata de un acontecimiento que casi habría que calificar de portentoso, reflejo, quizá, del desdén con el que desde ciertos ámbitos públicos se observa todo lo que tiene que ver con la Arqueología. Más cuando ciertas intervenciones, como es el caso de la que nos ocupa aquí, llamadas a veces de urgencia, realizadas al albur de las obras públicas, son sin duda alguna las hermanas paupérrimas de esa otra Arqueología más vistosa, asentada en sitios emblemáticos,

4. Este trabajo fue adjudicado a un equipo (S.A.R., C.B.) surgido del primer Curso de Formación de Técnicos en Patrimonio Histórico: Prospección e Inventarios Arqueológicos, organizado por la Junta de Castilla v León dentro de los programas del Fondo Social Europeo de la C E E. Tal informe se recogió en la Declaración de Impacto Ambiental a la que se alude supra.

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En esta página: Puente-acueducto del Canal del Esla (foto cortesía de Javier Revilla). Siguiente página: Puente sobre el Esla en Villafer (Villaquejida).

aquellos que, como se suele decir en un lenguaje no exento de cierta obscenidad, venden, especialmente desde el punto de vista propagandístico o promocional de una cierta entelequia de política arqueológica. En efecto, toda excavación arqueológica tiene un componente intelectual o científico que se expresa especialmente en la elaboración del proyecto de intervención; luego, en su dirección técnica en las tareas de campo, y, finalmente, la confección de la memoria final de la misma, la que expone y documenta los resultados obtenidos. En este punto, el estudio serio, riguroso y contrastado –preferiblemente en un marco académico–, de aquellos es lógicamente un aspecto fundamental, que debe desembocar en su publicación, por lo tanto, el auténtico final de la excavación, algo que debería formar parte del protocolo de obligado cumplimiento de cualquier intervención. Eso sí, cuando se proporcionan los medios adecuados para ello, lo que no siempre sucede, de ahí el calificativo de mendicante que bien podría aplicarse a tal Arqueología de urgencia, paradójicamente, sin embargo, la verdadera parte del león de su práctica en nuestro país. Sin embargo, en España, en los últimos 25 años, se han multiplicado hasta el infinito las excavaciones arqueológicas, de las cuales, una gran parte han tenido lugar en el marco de las Obras Públicas, pero, proporcionalmente, sobre seguro que nunca se ha publicado tan poco. Ha existido, no cabe duda, una indudable preocupación por la protección del Patrimonio Arqueológico puesto en peligro por aquellas, pero la mayor parte de las intervenciones arqueológicas han sido un fin en sí mismas –para conjurar el problema arqueológico–, olvidando el tratamiento o estudio, así como la difusión o publicación, del enorme caudal de datos proporcionado por muchas de ellas. Ello es tanto más injustificable cuanto que, en la mayor parte de los casos, las excavaciones llamadas de urgencia no han costado un duro a los presupuestos de los organismos públicos con competencias exclusivas en la materia.

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La provincia de León no cuenta, por el momento, con muchos yacimientos adscribibles a la etapa cultural representada en “El Pelambre”, Cogotas I, al menos si se compara con otras provincias vecinas. Únicamente 5 se registraban en estas tierras en el más completo inventario de estas estaciones (Abarquero Moras, 2005), número netamente matizable en la actualidad, puesto que hallazgos realizados en los últimos 10 años lo elevarían quizá a unos 20, cifra que, en cualquier caso, contrasta con los 49 de Palencia, los 94 de Valladolid o los 36 de Zamora, lo que refleja una densidad muy alejada de la que existe en las zonas centrales del Valle del Duero, en su parte media concretamente. ¿Responde ello a la realidad de la presencia de estas gentes aquí o se trata de una cifra que refleja el escaso conocimiento que tenemos del terreno? Ello por cuanto estos sitios, situados ya sea en altos, ya sea en las llanuras aluviales, tienen, especialmente en este último caso, un carácter muy efímero en las estructuras que deparan –‘campos de hoyos’, de incierto significado o funcionalidad, ¿depósitos para grano?, ¿fosas rituales o simbólicas?– y una escasa visibilidad de los materiales arqueológicos –principalmente, casi exclusivamente, fragmentos cerámicos– lo que los hace muy difíciles de apreciar en superficie. En cualquier caso, curiosamente, en la provincia de León se registran numerosos e importantes hallazgos metálicos que se manufacturaron coincidiendo con esta etapa cultural, riqueza que contrasta con la relativa escasez de las evidencias habitacionales (Delibes de Castro y Fernández Manzano, 1983 y 1999; Fernández Manzano, 1986). Sea como fuere, por suerte, los dos únicos yacimientos que habían sido excavados hasta la aparición de “El Pelambre” –”Las Vegas”, en Jabares de los Oteros (Rodríguez Marcos et alii, 1999) y “Sacaojos” (La Bañeza) (Misiego Tejeda et alii, 1999)–, han sido publicados de forma que permite conocerlos bastante adecuadamente.

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Castillo de Valencia de Don Juan.

Enterramientos humanos sobre el pavimento de la villa romana de Santa Marina (Cabreros del Río). Enterramiento humano en uno de los hoyos del yacimiento de Cogotas I de Las Vegas (Cabreros del Río) (foto cortesía de Strato Gabinete Arqueológico).

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Esta publicación, coordinada por M. Luz González Fernández, directora de la intervención arqueológica en “El Pelambre”, fruto del patrocinio del grupo TRAGSA, como las intervenciones arqueológicas que la han precedido, ha permitido a un grupo de arqueólogos –algunos de ellos los mejores conocedores del horizonte cultural que representa el mundo de Cogotas I y los tiempos de la Tardía Antigüedad–, y otros especialistas en diversas materias –imprescindibles en todas las excavaciones arqueológicas–, además de dar a conocer las características del sitio de “El Pelambre” a partir del acervo de su cultura material, realizar una serie de reflexiones acerca del lugar que ocupa en el contexto, mucho más amplio, de lo que se considera zona medular de la Cultura de Cogotas I, circunscrita territorialmente a la Cuenca del Duero y al Alto Tajo, así como la naturaleza de la pulsión habitacional que el sitio sufrió, después de 1.500/2.000 años, por gentes del mundo romano tardío y visigodo. Todo ello en el marco de un estudio multidisciplinar que pone en evidencia, en lo que a su Prehistoria se refiere, la pertenencia del sitio leonés a la denominada Área Nuclear de Cogotas I y no a una de sus manifestaciones marginales o periféricas; no en vano, la provincia de León, se encuentra geográficamente en la frontera –Cordillera Cantábrica, Montes de León y Sierra Segundera/Cabrera–, que limitó su expansión hacia el Norte y Noroeste. Este sitio, además, parece haberse ocupado de forma reiterada a lo largo de un período de tiempo bastante dilatado, que cubre una parte considerable de todo su desarrollo, incluidos sus primeros balbuceos (la fase denominada formativa o Protocogotas), fruto de unos comportamientos de subsistencia basados en recurrentes actividades agrícola-ganaderas que aparecen asociadas al importante valle fluvial del río Esla, auténtica espina dorsal del Patrimonio Histórico-Arqueológico de la provincia de León.

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