Un cambio de dirección en el estudio de los tarascos. De la arqueología a las fuentes históricas (2011)

June 29, 2017 | Autor: Claudia Espejel | Categoría: Mesoamerican Ethnohistory, Tarascan
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Descripción

MESOAMÉRICA D

e b a t e s y p e r s p e c t iv a s

Eduardo Williams, Magdalena García Sánchez, Phil C. Weigand y Manuel Gándara Editores

El Colegio de Michoacán

930.172 MES

Mesoamérica: debates y perspectivas / Eduardo Williams ... \et al.]—Zamora, Mich.: El Colegio de Michoacán, 2011. 395 p .: il.; 28 cm. —(Colección Debates) ISBN 978-607-7764-80-9 1. Etnoarqueología 2. Arqueología 3. Mesoamérica - Historia I. Williams Martínez, Eduardo, ed. II. García Sánchez, Magdalena, ed. III. Weigand, Phil C., ed. IV. Gándara, Manuel, ed.

Imagen de portada: Fragmento de una vasija maya del periodo Clásico (ca. 250-900 d.C.). Fotografía © Justin Kerr.

© D. R. El Colegio de Michoacán, A. C., 2011 Centro Público de Investigación Conacyt Martínez de Navarrete 505 Las Fuentes 59699 Zamora, Michoacán [email protected] Impreso y hecho en México Printed and made in México ISBN 978-607-7764-80-9

U N C A M B IO D E D IR E C C IÓ N E N E L E S T U D IO D E L O S T A R A SC O S D e l a a r q u e o lo g ía a la s fu e n te s h istó ric a s

Claudia Espejel E l Colegio de Michoacán

In t r o d u c c i ó n

El periodo prehispánico de la historia de México se ha estudiado a partir de dos fuentes fundamen­ tales de información: los restos arqueológicos por un lado, y por otro los documentos escritos durante la Colonia que contienen datos sobre la época anterior a la conquista española. D e hecho, durante mucho tiempo estos escritos fueron la única fuente de datos para reconstruir la historia y la cultura de las sociedades prehispánicas y, por lo menos para aquéllas del periodo Postclásico, y especialmente para los etnohistoriadores e historiadores, todavía lo siguen siendo. Incluso la definición de Mesoamérica, tal como la planteó Paul Kirchhoff (1943), está basada en la distribución de ciertos rasgos culturales registrados en las fuentes escritas del siglo XVI, rasgos que hasta cierto punto siguen siendo la pauta para determinar qué regiones pertenecen o no a Mesoamérica y para trazar la historia de esta área cultural. Además, la información escrita durante la Colonia también se ha utilizado para interpretar los restos arqueológicos. En particular los del periodo Postclásico tardío, pero no únicamente, pues en la medida en que lo conocido de esa etapa influye en la visión general que nos hemos ido formando de toda la época prehispánica, se puede decir que las interpretaciones arqueológicas siempre tienen, de manera directa o indirecta, algún atributo procedente de las fuentes históricas. Por lo menos en el caso de los estudios acerca de los tarascos se puede afirmar que los documentos históricos, y muy particularmente la Relación de Michoacán, han sido la fuente primordial de datos sobre el pasado pre­ hispánico y sin duda una base fundamental para interpretar el registro arqueológico. Lo que propongo aquí es que la relación entre las fuentes documentales y la arqueología puede invertirse. Que conviene dar la vuelta y empezar a recorrer el camino en sentido contrario; es decir, que también sería bueno, e incluso necesario, utilizar la información arqueológica para interpretar los escritos coloniales. Por lo menos para el caso particular de los tarascos creo que conviene invertir la relación entre los datos arqueológicos y la Relación de Michoacán.

Anteceden tes

La Relación de Michoacán es un documento en el cual se describen las costumbres que los indios de M ichoacán tenían antes de la conquista española. Fue escrito hacia 1540, a petición del virrey Antonio de Mendoza, por un fraile franciscano -m uy probablemente fray Jerónimo de Alcalá como

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ha demostrado Benedict Warren (1971)—con la información que le proporcionaron viejos sacerdotes indígenas. Por ser un documento muy temprano, muy completo y el único en su tipo, se ha conver­ tido, desde que se publicó por primera vez en 1869,' en la principal fuente de información utilizada en los estudios acerca de los tarascos (véase por ejemplo León 1904; Seler 2000; Bravo Ugarte 1962; Castro Leal et al. 1989; Beltrán 1994; Gorenstein y Pollard 1983; Pollard 1993). En los últimos años, como tesis de doctorado, realicé un análisis detallado de la Relación de Michoacán (Espejel 2004 y 2008) del cual se desprende, entre otras, la conclusión planteada en este artículo. En retrospectiva, sin embargo, puedo remontar el razonamiento que lleva a tal conclusión a mis primeras incursiones en la arqueología michoacana, particularmente al estudio que realicé como tesis de licenciatura en arqueología (Espejel 1992), porque fue a raíz de ciertas preguntas sobre los sitios arqueológicos tarascos que describí en ese estudio que surgió mi interés por la Relación de Michoacán. Concretamente me interesaba explicar por qué en Tzintzuntzan hay cinco yácatas de planta mixta (Fig. l) y dos rectangulares,2 en Ihuatzio tres de planta mixta y dos rectangulares (Fig. 2), en Jujucato sólo dos de planta mixta (una enfrente de la otra), en Cótiro una de planta mixta frente a dos rectangulares, en Itziparámucu sólo una de planta mixta y en Uricho únicamente una de planta rec­ tangular (Fig. 3). Debido a la imposibilidad de hacer investigaciones arqueológicas en ese momento, pensé que tal vez podría encontrar información en la Relación de Michoacán sobre los grupos o linajes que habían ocupado esos sitios, acerca de los dioses asociados a cada uno de ellos, sobre su posible temporalidad o cualquier otro dato que permitiera explicar la variabilidad arquitectónica. El primer problema al que me enfrenté fue la dificultad de vincular de manera directa los sitios arqueológicos con los lugares mencionados en la Relación, y al mismo tiempo me di cuenta de que el documento contenía mucha información sobre ciertos lugares en los cuales no se había registrado todavía la exis­ tencia de restos arqueológicos (por ejemplo Curinguaro) o cuya ubicación ni siquiera se conocía (por ejemplo Tañaran). Entonces me propuse tratar de identificar, primero, la mayor cantidad posible de los más de 300 lugares mencionados en la Relación de Michoacán. Durante varios años, casi como un juego y de modo intermitente, fui identificando algunos lugares (basándome en la toponimia actual y en el contexto narrativo de la Relación de Michoacán) y luego, como proyecto de tesis para el doctorado en historia, me propuse hacerlo de manera sistemática. Para entonces, además, ya me había dado cuenta de que la información arqueológica era indispensa­ ble para entender las historias, en gran medida míticas, que se cuentan en la Relación de Michoacán. Aunque muy pronto tuve que modificar el objetivo inicial de la tesis, al terminarla había identificado más o menos la mitad de los lugares mencionados en el documento, los cuales muy probablemente son casi todos los que se pueden identificar, y después, gracias a una beca de la Fundación para el Avance de los Estudios Mesoamericanos (FAMSl), recopilé de manera sistemática la información que existe actualmente sobre los sitios arqueológicos que se pueden asociar a esos lugares (Espejel 2007) (Fig. 4). C om o se ve, desde el inicio llegué a la Relación de Michoacán a partir de la arqueología; en un primer momento, con la esperanza de encontrar en ella los datos que explicaran el registro arqueológico; pero luego, dando el giro que estoy proponiendo, con la convicción de qüe también 1. 2.

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El único manuscrito conocido de la Relación, probablemente el original, se encuentra en la Real Biblioteca de El Escorial. Ha sido publicado varias veces entre 1869 y 2001, tres de ellas con la versión facsimilar (1956, 1977 y 2001). Las “yácatas” son los basamentos piramidales de los asentamientos tarascos (es decir del postclásico tardío) cuya característica principal es la combi­ nación de un cuerpo circular adosado a uno rectangular, pero por extensión se le llama yácata a cualquier tipo de basamento piramidal.

UayarntoA L. d%¡Páécu0ro a Sauinan Pacandag- 1 * Mechuacan Erongariquaro. , _

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A H¡riquaro

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1. Xanecho. 2. Xaraquaro. 3. Aterio. 4. Slpixo 103°W

Lugares en donde se han registrado sitios arqueológicos

102°w

iorw

Lugares en donde no se han registrado sitios arqueológicos

Figura 4. Los sitios mencionados en la Relación de Michoacán que han sido identificados.

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L a s S ie t e P a r t id a s y l a R e l a c ió n

de

M

ic h o a c á n

El hecho que me obligó a cambiar el enfoque inicial de la tesis doctoral fue el hallazgo, hasta cierto punto casual, de ciertas similitudes entre la Relación de Michoacán y las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio. Siguiendo la recomendación de Rafael Diego Fernández, tras una descripción breve que yo había hecho de la Relación, le eché un vistazo a las Siete Partidas y de inmediato el lenguaje de éstas me pareció familiar y algunos pasajes me recordaron varios de éstos de la Relación de Michoacán. N o voy a mencionar aquí la gran cantidad de preguntas que me hice, las respuestas provisionales formu­ ladas, las múltiples lecturas que debí realizar ni la variedad de cosas que hube de aprender a raíz de este hallazgo, pero sí voy a describir con cierto detalle en qué consisten las similitudes entre ambos documentos y algunas de sus consecuencias. Las leyes de las Siete Partidas, una de las obras cumbres de la Edad Media, fueron compiladas hacia 1250, durante el reinado de Alfonso X el Sabio, rey de Castilla, pero no fueron promulgadas hasta 1348 por su nieto Alfonso XI, cuando estableció el orden de prelación de los distintos cuerpos legales castellanos en la ley 1 del título 28 del Ordenamiento de Alcalá. Posteriormente, en 1505, los Reyes Católicos las ratificaron al incluir la ley del Ordenamiento de Alcalá como ley primera de las Leyes de Toro, la cual se repitió después en la Recopilación de leyes castellanas de 1567 y en la Novísima Recopilación de 1805. Com o parte de la legislación castellana, las Siete Partidas se aplicaron en América desde la conquista y tuvieron vigencia durante toda la época colonial e incluso un poco después de las independencias (Barrientos 1993: 11-37). Las Siete Partidas fueron publicadas por primera vez en 1491, con glosas de Alfonso Díaz de Montalvo y para la época en que se elaboró la Relación de Michoacán se habían editado ya cuatro veces. En 1555 se publicó una nueva edición en Salamanca con glosas de Gregorio López la cual se reprodujo varias veces en los tres siglos siguientes (Craddok 1986). Varios oidores y obispos de la Nueva España tuvieron ejemplares de ella en sus bibliotecas (Barrientos 1993). Por su carácter enciclopédico y didáctico, la influencia de las Partidas se extendió más allá del ámbito jurídico y para “ los más diversos escritores... fue durante siglos obra de obligada lectura y consulta” (Tomás y Valiente 1996: 24l). En ellas se recogieron preceptos de autores clásicos como Aristóteles, Cicerón y Séneca, de los Padres de la Iglesia, de Santo Tomás, del Derecho Canónico, del Derecho Romano y de sus comentaristas Azzio, Accursio, Godofredo y Tancredo, entre otros. Las Partidas no sólo condensan el conocimiento jurídico de su época, sino que son también una muestra monumental de la cosmogonía bajomedieval cuyos principios generales pervivían aún en el siglo XVIII. Se les llama las Siete Partidas por los siete libros o partes que las componen, cada uno de los cuales está dedicado a un tema, y es aquí en donde encontramos la primera coincidencia entre ambos documentos, pues los temas que el autor de la Relación de Michoacán trató son básicamente los mismos que los de las Partidas y prácticamente están descritos en el mismo orden. La Primera Partida aborda todo lo relacionado con la religión católica y con la organización eclesiástica (sobre los obispos y demás categorías clericales, por ejemplo), tema que equivale a lo que se trataba en la primera parte de la Relación de Michoacán, actualmente perdida, donde se describían los dioses tarascos y las fiestas que se hacían en su honor, y al tema del segundo capítulo de la tercera parte donde se detallan los distintos tipos de sacerdotes tarascos. La Segunda Partida trata del gobierno temporal (lo que ahora llamaríamos civil) y en ella se explican, entre otras muchas cosas, las funciones del rey, de los grandes señores (marqueses, duques, condes, vizcondes, etc.) y de los oficiales reales,

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varios asuntos relacionados con la reina y con los hijos del rey (por ejemplo cómo debían ser educados) y sus últimos títulos están dedicados a la guerra y a los caballeros. Todos estos temas están abordados, casi en el mismo orden, en los capítulos 1, 3, 4, 5, 6 y 7 de la tercera parte de la Relación. La Tercera Partida trata de la justicia, tema del capítulo 8 de la Relación en donde se describe la justicia que hacía el cazonci (el máximo gobernante tarasco). La Cuarta Partida aborda el matrimonio, tema de los capítulos 10 a 15 de la Relación. La Quinta Partida versa sobre los contratos (compra, venta, préstamos, etc.) y la Sexta sobre las herencias, asuntos que no son tratados en la Relación. La Séptima Partida trata sobre los delitos, tema que está al inicio de la segunda parte de la Relación, donde se describe la justicia general que hacía el petam uti o sacerdote mayor, y también en el capítulo 8 de la tercera parte (Cuadro l). Además del orden temático, cuya importancia explicaré más adelante, también son notables las similitudes entre las características del rey, de los señores y de los oficiales, tal como se les describe en las Partidas, con las características que el autor de la Relación les adjudicó al cazonci y a los miem­ bros de su corte. Por ejemplo, del rey castellano se dice que estaba en lugar de Dios para hacer justicia y del cazonci se afirma que se hallaba en lugar del dios Curicaveri para hacer que la gente llevara leña a los templos. Los caciques tarascos, cuatro señores que estaban en las fronteras y los llamados achaecha equivalen, por sus funciones, a los grandes señores de vasallos castellanos (específicamente a los condes, marqueses y duques) y los llamados “valientes hombres”, quangariecha en tarasco, explíci­ tamente se equiparan a los caballeros. Asimismo, muchos de los oficiales mencionados en la Relación son iguales, por su función y a veces por el nombre, a los oficiales del rey descritos en el título 9 de la Segunda Partida , como los mayordomos que administraban las rentas, los alférez que portaban las banderas en la guerra, los mensajeros que llevaban cartas y mensajes o los médicos. Además, las muje­ res que guardaban las mantas, las sandalias y las joyas del cazonci son equivalentes al camarero del rey castellano, las que se hacían cargo de la sal y otros alimentos realizaban la misma función que el repostero castellano y tanto el rey castellano como el cazonci tenían gente que les servían la comida y les daban de beber (mujeres en el caso del cazonci). Por otra parte, el sacerdote mayor tarasco o peta­ muti es equivalente al papa, a otros sacerdotes importantes se les llama obispos y los que guardaban a los dioses o pazariecha se equiparan a los sacristanes (Cuadro 2). Q ue los españoles se refirieron a los gobernantes, funcionarios y sacerdotes indígenas con nombres castellanos es algo que varios autores han hecho notar (Weckmann 1984; M uriá 1992, entre otros), pero quizá no se ha destacado lo suficiente que, al llamarlos así, los españoles estaban clasifi­ cando y en consecuencia jerarquizando sus funciones, lo cual supone un tipo particular de relaciones y, por lo tanto, describe una determinada estructura social.3 En el caso específico de la Relación de Michoacán sucede que la estructura social implícitamente descrita por el autor del documento, debido a las equiparaciones mencionadas, resulta ser en esencia igual a la estructura social castellana tal como se describe en las Siete Partidas. En ambos esquemas el rey y su equivalente tarasco, el cazonci, están en lugar de Dios (Curicaveri en el caso del cazonci); los dos nombran a sus oficiales, hacen justicia, convocan a la guerra y reciben rentas o tributos; en ambos casos hay una serie de grandes señores que son sus vasallos; las cortes de los dos están formadas por estos grandes señores y por el conjunto de oficiales que, como ya vimos, realizan funciones similares; los sacerdotes están jerarquizados aproxi­

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Para un planteamiento breve y claro de este problema con más referencias bibliográficas véase Muriá 1992.

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madamente de la misma manera y en ambos esquemas la administración civil (el gobierno temporal) está separada de la administración religiosa (el gobierno espiritual). Si tomamos en cuenta que el desarrollo tecnológico de los tarascos era diferente del de los españoles, vivían en un ambiente físico distinto al de España y explotaban otros recursos, tenían otra historia y otra religión, hablaban otra lengua y antes de la conquista no habían tenido ningún contacto con los europeos, es muy difícil imaginar que hubieran creado una organización social tan parecida a la castellana. M ás difícil de imaginar aún si consideramos la serie de ideas que explican el esquema castellano, tal como se expresan en las Siete Partidas. En términos muy generales, la organización de las leyes en las Partidas parte de la idea básica de que Dios creó el mundo con un determinado orden, uno que los hombres están obligados a m an­ tener. Para lograrlo éstos deben, en primer lugar, estar bien con Dios; es decir creer en los dogm as fundamentales de la religión católica y recibir los sacramentos, para lo cual están los obispos, encabe­ zados por el papa, y los demás clérigos cuya función principal es predicar esos dogmas y administrar los sacramentos. Pero además, para mantener el orden del mundo, los hombres también deben vivir en paz unos con otros, por lo cual Dios puso a los reyes en la tierra con la función principal de solucionar los conflictos dando a cada quien lo que le corresponde. Es decir, haciendo justicia. Por eso la Primera Partida trata de la religión católica, de la organización eclesiástica y explica cuáles son y cómo deben administrarse los sacramentos; la Segunda Partida explica cómo deben actuar el rey y todos los que lo ayudan a gobernar y la Tercera Partida establece cómo se debe administrar la justicia. Puesto que la relación primordial entre los hombres (y por lo tanto una causa fundamental de conflictos) se establece por medio del matrimonio, la Cuarta Partida está dedicada a este sacramento. Las compras, los préstamos y otros tipos de contratos, así como las herencias, son también motivo de conflicto y por eso la Quinta y la Sexta Partidas se refieren a ello. Aparte están los delitos graves (tam­ bién llamados pecados), es decir las acciones que en distintos grados alteran el orden creado por Dios, y por eso en la Séptima Partida se describen los castigos que merecen quienes cometen esos delitos. El esquema de las Partidas expresa además una serie de dicotomías propias del pensamiento cristiano en el cual se contraponen el alma y el cuerpo, la fe y la razón, la vida eterna y la vida tem­ poral, el cielo y la tierra, lo encubierto y lo manifiesto, la relación del hombre con Dios y la de los hombres entre sí. Esto explica que haya dos poderes, uno espiritual (el del papa) y otro temporal (el del rey); dos leyes, una en pro de las almas y otra en favor de los cuerpos; y dos justicias, la que castiga los pecados que se hacen encubiertamente y la que castiga los delitos manifiestos: “Et estas son las dos espadas por que el mundo se mantiene -dice el prólogo de la Segunda Partida—la una espiritual et la otra temporal, ca la espiritual taya los males ascondudos, et la temporal los manifiestos... Et por ende estos dos poderes se ayuntan en la fe de nuestro señor Jesu Cristo por dar justicia complidamente al alma et al cuerpo”. Estas ideas, y quizá sería mejor decir esta cosmovisión, están expresadas de manera implícita en la selección y el orden de los temas tratados por el autor de la Relación de Michoacdn, en la dis­ tinción que hizo entre los gobernantes civiles (el cazonci, los señores y los oficiales) por un lado y los sacerdotes por otro, una referencia implícita al poder temporal y al poder espiritual y por lo tanto a los pares cielo-tierra, alma-cuerpo, etc.; lo cual se refuerza además por la descripción, en dos lugares distintos del documento, de la justicia que hacía el sacerdote mayor (en la segunda parte de la Relación) y de aquélla que hacía el cazonci (capítulo 8 de la tercera parte).

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Por otra parte, las ceremonias descritas en la Relación de Michoacán tienen varios rasgos esen­ ciales de ceremonias análogas castellanas y en consecuencia expresan también, implícitamente, ideas similares. La ceremonia mediante la cual un nuevo cazonci ocupaba el cargo, descrita en los capítulos 17 y 18 de la tecera parte, es equivalente a aquélla de “ordenación” de los reyes medievales europeos (Sánchez Albornoz 1965), cuyo ritual era consecuente con el tipo de pacto que el rey establecía con su pueblo y con el fundamento ideológico e histórico de tal acuerdo. Los caciques tarascos eran nombra­ dos mediante una ceremonia (descrita en el capítulo 9 de la tercera parte) similar a la investidura de los señores feudales, con la cual adquirían las mismas obligaciones que éstos, específicamente la de acudir a la guerra cuando el cazonci lo mandaba (Título 26 de la Cuarta Partida).4 Los elementos del proceso mediante el cual el petamuti y el cazonci juzgaban a los delincuentes remiten a nociones muy particu­ lares acerca del papel del juez y su legitimidad para determinar la culpabilidad o no del procesado, del valor de las pruebas, de quién debe castigar, cómo y sobre quién debe recaer el castigo (y, por lo tanto, quién es el responsable del daño causado). Además los delitos que el petamuti y el cazonci juzgaban (la traición, el robo, el adulterio, el pecado contra natura, la hechicería) son básicamente los mismos que se mencionan en la Séptima Partida, lo cual supone que el sistema de valores de los tarascos era seme­ jante al de los cristianos.5 También las ceremonias matrimoniales descritas en la Relación comprenden las etapas esenciales del matrimonio cristiano (el compromiso, el consentimiento mutuo y la cópula) y rituales equivalentes (el traslado de la novia a la casa del novio, la manifestación del consentimiento mutuo en presencia de un sacerdote, entre otros) cuya función está íntimamente relacionada con el concepto del matrimonio cristiano, tal como se concebía en el siglo X V I , y con ideas muy particulares acerca de la sexualidad (Brundage 2000).

Un

p r in c ip io

d e o r d en

d if e r e n t e

N o obstante las profundas semejanzas —reveladas gracias a las Siete Partidas—entre las costumbres castellanas (o cristianas en general) y las costumbres tarascas, tal como se describen en la Relación de Michoacán, sería erróneo suponer que la sociedad retratada en ella es idéntica a la castellana. D e hecho, hay múltiples diferencias, muchas de ellas señaladas explícitamente por el autor de la Relación y otras muchas perceptibles cuando se examina con cuidado el contenido de las Partidas o cuando se comparan puntualmente con las costumbres castellanas. Por mencionar algunas de las diferencias más evidentes, recordemos que: los tarascos tenían muchos dioses, hacían sacrificios humanos, el cazonci y los señores tenían varias mujeres y los sacerdotes podían casarse. Yendo un poco más al detalle podemos destacar, en relación con el proceso judicial por ejemplo, que las pruebas presentadas en los juicios tarascos (las mantas de los adúlteros, un dedo de la persona muerta por un hechicero, el maíz robado) eran muy distintas a lo que se consideraba prueba en Castilla; que la pena de muerte se ejecutaba de maneras diferentes de las castellanas y que era un delito no llevar leña para los templos o dejar perder las sementeras. Sin embargo, aunque estas y otras muchas diferencias evidencian sin duda los rasgos característicos de las costumbres tarascas, por estar inscritos en la estructura impuesta por 4. 5.

Sobre el origen de las relaciones vasalláticas en Europa y todo lo que implican véase Bloch (2002). Acerca de la historia, las características y las implicaciones de la justicia real española y el proceso penal véase Tomás y Valiente 1997 y Alonso Romero (1982). Sobre los valores transgredidos con los delitos graves véase Clavero (1990).

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el autor de la Relación no dejan de ser contrastes de forma que en el fondo siguen teniendo el mismo significado que sus contrapartes castellanas. Es decir, si retomamos el ejemplo anterior, el maíz robado o las mantas de los adúlteros siguen siendo las pruebas que el ju ez valoraba para determinar la culpa­ bilidad del delincuente y castigarlo con la pena correspondiente; todo lo cual sigue siendo, en última instancia, hacerjusticia. Lo que revelan estos contrastes es, sobre todo, el procedimiento que el autor de la Relación de Michoacán siguió para valorar las costumbres que los indios tenían antes de la conquista española. Al equipararlas con las prácticas castellanas pudo destacar las similitudes y las diferencias para que, como él mismo expresó en el prólogo de su obra, el virrey beneficiara a los indios “rigiéndolos por lo bueno que en su tiempo tenían y apartándoles lo malo que tenían”. Posiblemente el documento cumplió su finalidad, pero ¿proporciona una imagen de la sociedad prehispánica lo suficientemente confiable como para basar en ella nuestras interpretaciones de la cultura tarasca y para interpretar los restos arqueológicos? A pesar de la enorme influencia que los conceptos y las ideas del autor de la Relación de Michoacán tuvieron sobre la imagen de la sociedad tarasca, la información recopilada en el docu­ mento proporciona ciertos indicios de un principio de orden radicalmente diferente del castellano, con el cual las prácticas descritas adquieren un nuevo significado más cercano, quizá, al que tenían para los indios. Para empezar, consideremos el hecho de que el cazonci no estaba en lugar del Dios cristiano, sino del dios Curicaveri, ni estaba en su lugar para hacer justicia sino para hacer que la gente llevara leña a los templos. El cazonci mandaba que se llevara ésta a los templos principalmente antes de con­ vocar a la guerra y, de hecho, esa era la manera de convocar a ésta. La leña recolectada se apilaba y se encendía frente a los templos con lo cual comenzaba una ceremonia cuya finalidad principal era pedir al dios del fuego que permitiera capturar muchos enemigos en las batallas. Las guerras, en efecto, se hacían sobre todo con el objetivo de capturar hombres en los pueblos enemigos, los cuales eran lleva­ dos después a Tzintzuntzan y a otros pueblos para sacrificarlos en las distintas fiestas que se realizaban durante todo el año. El propósito de los sacrificios era dar de comer a los dioses, algo importantísimo porque si éstos tenían hambre causaban desórdenes naturales, sequías, hambrunas y la derrota en la guerra, entre otras cosas. Las principales actividades del cazonci eran entonces, y así lo dice el autor de la Relación al final del capítulo 3 de la tercera parte, hacer que la gente llevara leña a los templos, organizar las guerras y ocuparse de las fiestas y los sacrificios. Por otro lado, ciertos datos en la descripción de los distintos personajes (que antes parecían tener poco significado) señalan que toda la sociedad estaba organizada en torno de estas actividades. El petamuti, por ejemplo, era el encargado de la leña para el dios del fuego, los curitiecha iban por los pueblos para ordenar a la gente que llevara leña a los templos y la principal obligación de los caciques era hacer, primero, que esto se cumpliera y, después, la de ir a la guerra con la gente de sus respecti­ vos pueblos. Varios sacerdotes participaban en la ceremonia de la guerra y algunos de ellos también estaban presentes en las batallas. En éstas participaba prácticamente toda la gente, al igual que en las fiestas. Finalmente, los señores y varios sacerdotes se ocupaban de ejecutar los sacrificios humanos, es decir, de alimentar a los dioses, gracias a lo cual éstos les daban mujeres, joyas, esclavos, alimentos y, en general, permitían que siguieran siendo señores (Cuadro 3). El examen detallado de cada uno de los cargos y oficios tarascos revela además que la “corte” del cazonci era menos numerosa y menos

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especializada de lo que parecía ser siguiendo la clasificación del autor de la Relación y, sobre todo, que la división entre el “poder temporal” y el “poder espiritual” era inexistente. D e hecho, el cazonci y los caciques pertenecían a la categoría de los sacerdotes llamados axamencha o sacrificadores y, en la medida en que servían de intermediarios entre los hombres y los dioses, sus principales funciones eran fundamentalmente religiosas. En resumen, la idea de que los hombres debían alimentar a los dioses mediante los sacrificios humanos para recibir sus favores y evitar su ira - y no la de que la justicia era el medio para mantener el orden creado por D io s- parece haber sido el fundamento de las funciones de los gobernantes tarascos y de las obligaciones de los gobernados; el factor determinante de la organización social; lo que explica la razón de ser y la forma de las ceremonias, de los ritos y su parafernalia, así como de un sinfín de elementos más que, en el esquema del autor de la Relación, parecían ser variaciones inocuas, detalles curiosos, de prácticas e instituciones aparentemente universales (la justicia, la guerra, el matrimonio, etc.). La estructura social que se desprende de este nuevo ordenamiento no sólo muestra con mayor claridad hasta qué punto la imagen de los tarascos descrita en el documento puede ser una imagen distorsionada, sino que revela también con mayor claridad el proceso mediante el cual el autor de la Relación de Michoacán interpretó las prácticas indígenas. D e cómo cambió el posible significado original de esas prácticas al ordenarlas y clasificarlas de acuerdo con su idea del mundo, al nombrar­ las y equipararlas con los nombres y las categorías de su propia sociedad. D e cómo convirtió ciertas acciones en un juicio, al petamuti y al cazonci en jueces; a los que hacían la ceremonia de la guerra, en sacerdotes; a los que sabían las historias de los dioses, en predicadores y por lo tanto en una especie de obispos, etcétera.

C

o n c l u s io n e s

H asta ahora, sin embargo, no hemos salido de la Relación de Michoacán y este segundo esquema sigue estando ligado a lo que el fraile franciscano describió. Tendríamos que averiguar si se puede inferir lo mismo a partir de otros documentos, de preferencia de aquéllos escritos en tarasco e, idealmente, de documentos prehispánicos. Por supuesto encontrar escritos en tarasco de la época prehispánica es imposible y ni siquiera contamos con material pictográfico o iconográfico. Pero lo que sí tenemos son las huellas materiales de las acciones que realizaron los tarascos antes de la conquista (por lo menos algunas huellas y al menos de algunas acciones), es decir el lenguaje que justamente la arqueología se encarga de descifrar. Por lo tanto, lo que esta última pueda decir de las antiguas prácticas indígenas y de su probable significado, aun con sus limitaciones, sus sesgos y su carga interpretativa, sería muy útil para captar al menos el alcance de la transformación que operó el autor de la Relación con su interpretación. Pero además hay que recordar que el propósito del fraile era cambiar las prácticas y costum­ bres indígenas para volverlos cristianos (o como él dijo, “para hacerlos hombres de razón después de D ios”) y que, de hecho - y hasta cierto punto independientemente de lo que él haya escrito o interpretado-, los españoles transformaron de manera efectiva las antiguas prácticas. Por lo tanto, lo

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que la arqueología pueda decir sobre esas prácticas también es necesario para entender los cambios introducidos después de la conquista española. Lo que estoy proponiendo, entonces, no es solamente que los datos arqueológicos pueden ser útiles para comprender mejor la Relación de Michoacán o, generalizando, que los datos arqueológicos pueden servir para entender los documentos escritos durante la Colonia, particularmente aquellos que hablan del pasado prehispánico; sino también que la información arqueológica es mucho más importante para entender la historia posterior a la conquista de lo que hasta ahora se ha considerado. Esto no significa, por supuesto, que la arqueología sea la panacea que dará respuesta a todas nuestras preguntas, ni que el conocimiento producido por la arqueología sea mejor o más fidedigno que el obtenido a partir de las fuentes escritas, ni mucho menos que debamos desechar la información de los documentos históricos. Pero estoy segura de que con el cambio de dirección que propongo, como en cualquier cam ino de vuelta, el paisaje ya conocido, o que creíamos conocer, se verá muy diferente.

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Cuadro 1. Orden de los temas de las Partidas y los de la Relación de Michoacán Tit.

Siete Partidas

Cap.

Primera parte

Primera Partida 3 4 5

6

Dioses Fiestas

De la Santa Trinidad De los sacramentos De los perlados de santa eglesia que han de mostrar la fe et dar los sacramentos De los clérigos et de las cosas que les pertenescen hacer

2 (3a) En los cúes había estos sacerdotes siguientes

Tercera parte (gobierno)

Segunda Partida (gobierno) 1 9

Que fabla de los emperadores et de los reyes et de los grandes señores. Qual debe el rey ser a sus oficiales...

1 3

7

De las entradas que hacían en los pueblos de sus enemigos Como destruían o combatían los pueblos Cuando metían alguna población a fuego y sangre De los que morían en la guerra

8

De la justicia que hacía el cazonci

4 De la guerra et de las cosas necesarias que pertenescen a ella

Tercera Partida (justicia)

5 6

(matrimonio)

Cuarta Partida (matrimonio)

2 4 3

10

De los casamientos Del casamiento de los siervos De las desposajas et de los casamientos que se facen en encobierto Del departimiento de los casamientos

De la gobernación que tenía y tiene esta gente entre sí De los oficios de dentro de su casa del cazonci (guerra)

(guerra)

23

Relación de Michoacán

14 15

De la manera que se casaban los señores Los señores entre sí se casaban de esta manera De la manera que se casaba la gente baja Síguese más del casamiento de estos infieles en su tiempo De los que se casaban por amores Del repudio

1(2“) 8 (3a)

..de la justicia general que se hacía De la justicia que hacía el cazonci

10 11 12 13

Quinta Partida (contratos) Sexta Partida (sucesión) Séptima Partida (delitos y penas)

Cuadro 2. Estructura social castellana (según las Partidas) y tarasca (de acuerdo con la Relación de Michoacán) Siete Partidas

Relación de Michoacán Gobierno espiritual

Papa Obispos

Petamuti Curitiecha. Como predicadores Sacerdotes mayores. Como obispos

Clérigos

Oficiales de los cúes (templos) Gobierno temporal

Rey En lugar de Dios para hacer justicia

Cazonci En lugar de Curicaveri para hacer traer leña a los cúes

Gobierno, justicia, guerra, hacienda

Gobierno, justicia, guerra, tributos Grandes señores

Duques Condes Marqueses

Gobernador (gobierno) Capitán general (guerra) Diputado sobre los ocanbecha (tributos) Caciques Achaecha Señores principales en las cuatro fronteras Oficiales

Consejeros

Consejeros

Físicos

Diputado sobre los médicos

Cocinera, mujeres que hacían salsas y mazamorras para Oficiales que sirven de comer y beber el cazonci, paje de copa (atari) y maestresala o mujer que le servía la comida Repostero. Guarda la sal, la fruta, los Mujeres a cargo de guardar la sal, recibir el pescado y las cuchillos y otras cosas de comer semillas Camarero. Guarda el lecho, los paños, las arcas, etc. del rey

Camarera, mujeres a cargo de guardar las joyas, los sartales, el calzado, las mantas delgadas, los jubones y las mantas grandes del cazonci

Porteros

Portero

Alférez. Lleva señas del rey en la guerra

Alférez mayor. Lleva banderas en las guerras

Mayordomos a cargo de las sementeras, de los oficiales de Mayordomo. Toma la cuenta a todos hacer casas, de los canteros y pedreros, del ají, de bledos, los oficiales frijoles y otras semillas, de la miel, del maíz, de mantas y algodón Jueces. Oye pleitos Mandaderos. Llevan mensajes y cartas

Principal que sabía las sementeras y oía los pleitos sobre tierras Vaxanoti. Diputado sobre los mensajeros y correos

Cuadro 3. Estructura social tarasca según un nuevo principio de orden Dios Curicaveri Cazonci Hacer llevar leña a los templos, ocuparse de las guerras y de las fiestas Recolección de leña Petamuti (sacerdote mayor). Encargado de la leña para el dios del fuego. Curitiecha (sacerdotes). Iban por la provincia para hacer que la gente llevara leña para los templos. Caciques. Hacían que la gente de sus respectivos pueblos llevara leña para los templos. Gente común. Llevaba leña a los templos. Ceremonia de la guerra Vaxanocha (mensajeros). Iban a los pueblos con el mensaje del cazonci para que se prepararan para la guerra Tiuimencha (sacerdotes). Hacían las pelotillas de olores, esperaban la salida de una estrella para dar inicio a la ceremonia. Hiripati (sacerdote). Decía las oraciones para el dios del fuego. Cuiripecha (sacerdotes). Echaban incienso en los braseros. Sacrificadores y curitiecha (sacerdotes). Echaban las pelotillas de olores en los fogones. Guerra Capitán general. Encabezaba a los ejércitos, especialmente en las guerras de conquista. Señores de las cuatro partes de la provincia. Defendían las fronteras. Caciques. Capitaneaban a la gente de sus respectivos pueblos. Ocanbecha. Iban a la guerra al mando de la gente de sus respectivos barrios. Alférez. Llevaban las banderas. Espías. Reconocían el campo del enemigo y ponían hechizos en los pueblos que se iban a atacar. Corredores. Hacían que la gente saliera de sus pueblos para capturarla. Gente común. Combatía en la guerra. Fiestas Hatapatiecha (sacerdotes). Cantaban delante de los cautivos. Curitiecha y opitiecha (sacerdotes). Recibían a los cautivos que traían de la guerra. Atapacha y pungacucha (sacerdotes). Tocaban los tambores, bocinas y cornetas. Cazonci. Bailaba con sus mujeres. Mayordomos. Guardaban los diferentes productos que se usaban y consumían en las fiestas. Sacrificios humanos (alimentación de los dioses) Sacrificadores (cazonci y señores). Sacrificaban a los esclavos. Opitiecha (sacerdotes). Detenían a la víctima durante el sacrificio. Quiquiecha (sacerdotes). Llevaban el cuerpo de los sacrificados hacia los varales donde se ponían sus cabezas. Hauiripicipecha (sacerdotes). Cortaban el cabello a la gente después de los sacrificios y bailaba con las pieles de los sacrificados. Caciques. Se vestían y bailaban con la piel de los sacrificados.

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