Un breve ensayo de lo vivido

June 14, 2017 | Autor: Ricardo Lopez | Categoría: Filosofia, Philosophy Existenciarius,
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Descripción

Título: Un encuentro con mis propias dudas
Escrito por: Christian Ricardo Montano López

Y esa tarde, no tenía ganas de nada.
El colegio me daba nauseas, la tarde parecía un infierno, el calor, y el
humor de Sebastián Urchua, no me pasaba. Pero sobre todo, nunca me pasaría
la profesora de Nomenclatura. Sabía que todos los días debía seguir la ruta
a mi casa, pues el barrio "Camino abierto" está bien retirado del cole, y
además ya pasadas más de las 7:15 pm, empiezan a parcharse las linternas de
humo, a la orilla del camino y tocaba que pararles. Sin embargo ese día las
cosas sucedieron de otra manera. Apenas el profesor Jaramillo, dio por
terminada la ultima hora, siendo las 6:55pm, todos salimos al atisbo,
evitando que el cucho, nos dejara con el aseo. Son esos segundos donde se
requiere ser muy hábil y astuto para poder, salir sin que se den cuenta, y
ya unos pasos afuera, a gozar, y reír de los lentejas que no pudieron
hacerlo.
En el curso estaba ella, lánguida, delgada, escuálida, de labios pequeños y
ojos grandes. De cabellos caídos, libres y delicados. En sus ojos se
albergada el temblor del instante sin horizonte, fijo y petrificado. Se
llamaba Kamila, y no sé por qué, pero me causaba un leve interés, por no
mencionar el abismo y la incertidumbre.
En los tres meses que llevaba en ese colegio, nunca se lo hice saber. Dicen
por ahí, que lo que es para uno, no es para nadie. Que francamente, creo
sin reparo, que es una completa falsedad. Sin embargo el hecho refutaría mi
tesis. Pues eso lo reconocí aquella noche que salía del colegio. No sé en
qué equilibrio o balanza del tiempo, Kamila salió a la par con los otros
tres de siempre. Pero, aquellos percantas, solo se iban conmigo hasta el
puente que queda a tres cuadras del colegio, y de ahí, seguía mi camino
solo.
De extrañeza, ella siempre andaba con un par de amigas, bastante
antipáticas y tontas. Pero, ellas se creían lo máximo. Súbitamente me di
cuenta que esa noche, al igual que yo, ella saldría sola para su casa.
Entonces lo acepte, lo decidí y enfrenté. Era nuestra oportunidad.
Ella también lo aceptó. Lo mire en sus ojos, en su gesto y su leve sonrisa.
De pronto estaba ahí, en mi sitio de encuentro conmigo mismo, a su lado,
"sin saber que decir". Mi piel estaba erizada, me sudaban las axilas, y
tenía un leve calor que recorría mi garganta, pasaba por mi paladar, hasta
poder sentir la resequedad de mí tráquea, Era un calor tan agudo que
cortaba la piel y se situaba justo detrás de una de mis oídos. Me sentía
insignificante. Esto en verdad me resultaba muy extraño, porque nunca lo
había sentido, y nunca pensé vivirlo. Era absurdo.

En ese eterno instante, sentado a su lado, en ese oscuro apartado del
camino que pasa al lado del rio, y en la superficie fría y dura de la
banca, solo recordé algo. Unas palabras. La clase del profesor Reinaldo
Casas. El tipo, en medio de su acalorada forma para hablar, muchas veces
mudas para mi mp3, dijo algo.
Ese día, ese día, le escuche algo que sin creerlo me llegó de forma
entrecortada e intempestiva a mi recóndito regazo, al lado de mi mismo, al
filo de la nada, del abismo, de la estupidez, del no saber que decir.
El tipo, colocó una frase en el tablero, y habló casi toda una hora sobre
aquel personaje (Wittgenstein. L, 1922). Señalando que: "Die Grenzen meiner
Sprache bedeuten die Grenzen meiner Welt" "Los límites de mi lenguaje son
los límites de mi mundo."[1]
Ese día, cuando plasmó la frase en el pizarrón, al inicio no entendí nada,
absolutamente nada de lo que decía ese viejo loco, pero cuando empezó a
desmenuzar la frase, a reparar en los puentes del lenguaje, y su relación
con la vida y la existencia de cada persona, independientemente de donde
estuviera situada, fue genial.
Creo desde ese día empecé a apagar el mp3 en su clase.


Poco después del corto lapsus, solo se me vino a la mente hablarle kamila
sobre lo que había visto y percibido en la clase.
Desde ese momento, los cortes de calor por mis brazos y mis orejas,
empezaron a bajar. Y poco a poco, volví a recobrar el espacio donde estaba
situado, el frio de la banca y el sereno de pasadas las 8:30 de la noche se
acentuaron poco a poco en mi cuerpo.
Desde ese momento, siempre teníamos algo de qué hablar, sobre todo porque
Kamila, tuvo un leve acercamiento a mi percepción sobre la clase de
Filosofía.
Ahora puedo decir que el lenguaje es nuestro ropaje, nuestro rostro,
nuestro puente y motor en un horizonte de mundo, donde están los demás, los
otros y lo otro. Y solo por medio del lenguaje podemos vencer murallas,
cambiar supersticiones, derrumbar mitos, ampliar caminos, cerrar mentiras y
abrir miradas. El camino, cercanía, compañía, calor y dominio del lenguaje
es lo que nos permite caminar la existencia, nos permite poder comprender
el mundo y sus situaciones, equivocarnos y elegir. Bien y mal en cada
situación.
De lo anterior expresado, se puede mencionar que el lenguaje no es antes de
la existencia humana, y la existencia no es primero que las redes del
lenguaje. Los dos ámbitos son el correlato del hombre que vive en un mundo
de cosas con sentido y significado.
Pero, el lenguaje no es solo la interpretación de signos y estructuras de
remisión y contenido, el lenguaje antes de todo es comprensión de mundo.
Una comprensión humamente afectiva, posible, abierta y libre. El lenguaje
humanamente cercano, habita en el calor de la palabra, en el recorrido por
el acontecer de lo vivido, el lenguaje camina de la mano con nuestra
historia y se hace historia en y desde la mención vivida. De ahí que
podamos decir también, que existimos gracias al lenguaje, donde este tiene
sentido solo en tanto existentemente podemos preguntar y conducirnos en el
mundo.


Bibliografía.
HEIDEGGER, Martín. (1919). La idea de la filosofía y el problema de la
concepción de mundo. Barcelona. España: Herder.
WITTGENSTEIN, L. (1922) Tractatus lógico-philosophicus. Barcelona.
España: Herder.
HEIDEGGER, Martín. (1927). El ser y el tiempo, México D.F. México:
Fondo de Cultura económica. (Trad. Jose Gaos).


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[1] Wittgenstein, L. (1922) Tractatus lógico-philosophicus.
Barcelona.España:Herder.
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