\"Un arte salvaje: Artaud y la etnografía surrealista\" en María García Alonso et al. (eds.), \"Antropología de los sentidos: la vista\", Madrid, Celeste Ediciones, 1996.

June 27, 2017 | Autor: M. García Hernández | Categoría: Surrealism, Antonin Artaud, Anthropology of the Senses, Aby Warburg
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Descripción

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Etlttores N4aría García Alonso, Ana MartínezPétez, Pedro Pitarch Ramón, Penélope Ranera Sánchez Juan Antonio Flores Martos

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Ln Vrsrn Editores

María G arcía Alonso, Ana Mar(tnez P érez, Pedro Pitarch Ramón, Penélope Ranera Sánchez, Juan Antonio Flores Martos

CELESTE EDICIONES

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Maria Garcia Alonso Anrropóloga. Investigadora de la Iacultad de Sociología de la Univemidad Complutense. Directora de pubhcaciorc. dc la fundacron \aücr de \¡las. A¡a Mar¡ínez Pércz. Antropóloga. Miemb¡o Ámdador de1 T¡ller de Artropologia Visual de la misma. Es investigadora del Departamento de Antropología Social, de la Facultad de Sociología, U. Complutense.

Ied¡o Pitarch R¿món. lrofesor

de Hisroria de América en la Univenidad de Salaraanca. Investigadot Asociado de la Unive¡sidad del

Estado de Nueva York en Albany.

Ienélope Ranera Sánchez. A¡tropóloga. Miernbro fundado¡ del Talle¡ de Antropología Visual dc la Universidad Complutense. Investigadora del Departamento dc Antropología Soci¿I, Facultad de Sociología, Juan Antonio Flores Martos. A.nrropó)ogo. lnvestigador del Dcpanamento Sociologia de )a Univenidad Complutense.

Auro¡ls

U Complutense

de Etnografía del Museo de Amédca, y de la

lacultad

de

No PTRTENECTENTES Ar EQUpo EDrroR

Elisenda tudévol Pie¡¿. A¡tropóloga. Pmfesora de Anropologia de la Universidad Autónoma de Ba¡celona P¿olo Chiozzi. Pmfesor de Anropología Cultural en el Instituto de Artropología de llorencia, Italia.

Manuel Ce¡ezo Lasne. Artropólogo. Miemb¡o fundado¡ del Taller de Antropología Visual de la Unive¡sidad Complutense. Investigadora del Depanamento de Arrropología Soci¿l, F¿cultad de Sociología,

U

Complutense

Francisco Ferrá¡diz Martin. AnÚopólogo y realizador Miembro dc] Programa de Anüopología Visual del Departamento de Á¡tropologia de la Universidad de Califomia en Berkeley Miguel Arlgel Garcia Hemándcz. Historiador del a¡te adsc¡ito a la Univenidad Conplutense de Madrid. M" Dolo¡es Lafuente Fernández. Antropóloga. Invesrigadora del Departamento de Antropología Ame¡icana, de la Universidad Complutense de Madrid Sarah Pi* Antropóloga. Master en Antropologia Visual por Granada Centre of Visual Anthropology de Ma¡chesier Profesora de Sociología y Antropología Visu¡len la Universidad de Derby (rnglaterra).

O 1996, Equipo Editor De esta edición:

O

1996, CELESTE

EDICIONES S.A.

Fe¡na¡do VI, 8, 28001 Madrid Tel. I 10 05 99. Fax 310 04 59 Dseño de la colección: Celeste ISB\:8-1-8211-060-8

):rósito

legal: M-5896-1996

rigurosamente p¡ohibidos, sin la esc¡ita de los titulares del -:;'.:;hor. bajo las sanciones -, decía \X/arburg.

El silencioso destino de \X/arburg en Kreuzlingen corre extrañamente paralelo al de Antonin Anaud, aunque propicia también el dest¡o sacrificial del surealismo. La experiencia que \Warburg calla, los surrealistas iba¡ a vocearla por las plazas, En mayo de 1937 -abandonó México en octubre áe 1936,, y durante u¡a confe¡encia en Bruselas en la que tenía que hablar de , Artaud cambió imprevisiblemente de tema y empez6 a disertar sob¡e su estancia enre los Tarahumaras. Los presentes, ansiosos seguramente de encontfafse con una especie de relato sobre etnografía '190

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suffealht.t, quedaron peryletos arite el desarrollo de los acontecimientos. A medida que hablaba, su tono de voz se h acia cada vez más violento hasta que al final, gritando, lanzó al público esta f¡ase: to. Diez años después, el 1J de enero de 1947, y con motivo de una conferencia que se ha hecho célebre en el Vieux-Colombier, Anaud volvería a repetir la escena, Esta vez debía contar al público su vida, un público ávido de volverlo a ver tras su estancia en el psiqüátrico de Rodez: Camus, Gide, Breton, etc. La escena era la misma pero el escenario había cambiado: volvía repueslo del infierno de Rodez, había escriro Nouaelles Rétélations d.e I'Etre, portaba, sobre todo, dos amuletosrt. Sin embargo, la confusión empezó a reinar a sus anchas: se le cayeron los papeles, se arrastraba por el suelo en su busca, ninguna palabra parecía poder salir de su boca. Un espectáculo un tanto excesivo para destinarlo a una confe¡encia. Pero ¿que conferencia no es, a la vez, un teatro de la tueldad? Hablar de 1o privado en lo púbüco, lo público por excelencia, por exceso: el teatro de Artaud. Al día siguiente escribió a Breton: 16. Un orador híbrído, contamÁado: tal parece ser el triste destino final de la vida de Anaud, tanto más triste ya que había luchado contra esta condición toda su vida. No le animaba ya el deseo de lanzar a la cara del mundo > sino que, como reconocería al día siguiente, había tenido miedo ante el uacto de la sala. Pero esto ocuría en 1947, al fi¡al de su vida. Con ella llegó una verdad, reconocida mes y medio después de esribir a Breton: . Había pasado la hora de lo público. Y, ciertamente, querer enfocar el problema de una etnografía surrealista, como intenta construcción de 1o colectivo- como un momento fug¿z, Clifford, supone ver su escritura -su tan ftgaz que parece inepresentable. Se ha hablado del üaje de Artaud a México como un viaje de profundización en el exotismo sur¡ealista, pero quien argumente esto no puede olvidar que ya hace tiempo que Artaud había desistido de vivir y encontrar una norma en cualquier ejemplo moral, en esta felicidad vencida. Su desprecio por la literatura camina parejo de su desprecio o falta de interés en convertirse en voz de los otros. Para Artaud, la Cultura occidental es algo esencialmente príuado, i¡scrito en el domínio del yo, aunque sea -o quizás por eso-, un 1'o improbable. Como perteneciente al ámbíto de lo privado, la cultura pona la marca fatal de la muerte. Encontrar la verdadera cultura es encontrar la ca¡encia del yo, o restituirle a éste otro valor Es la mecánic¿ de rn destino, de un rítual, posiblemente uno de los más imposibles que se hayan cteado en el sflo XX: el Teauo de la Crueldad. En sus escitos sobre el teato se establece que lo colectivo es la ú¡ica función posible, pe¡o su puesta en escena no está hecha para indir,rduos vivos, sino para aquellos que mrnca hayan nacido. Aquellos que nunca hayan dicho;yo, por lo menos hasta que no se hayan

construido un czerpo. No será por tanto una reconstrucción retódca de yoes, como podría pensar Clifford, lo que intentará encontrar Artaud en México. ¿Qué es entonces lo que busca?. Aunque se podría diferir esta pregunta o sustituirla por otra, que nos va a llevar a.l mismo sitio: ¿cuándo, en qué momento y por qué razones podemos suponer que un antropólogo dice fácilamente nosotros (aún cuando se rcfierc aun nosotros diferido av ellos) y cuándo dice yo?. Este es el momento en el que parece s ittsatse la antrc.,pología retóica. Sabemos claramente en que momento Artaud 191

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dice 1o pero también sabemos que no sólo desde la antropología sino desde la historia del arte, se le ha hecho decir en numerosas ocasiones un /losotros que, pese a ser algo querido por Anaud. ha sido r¡aido¡ con su pensamienro.

Artaud había dejado de decir nosotros, de una forma más o menos encubierta, en 1925, cuando se le encarga la redacción del tercer número de L a Réuolution surteáliste,y reafrmatá si yo en 1946, cuando vuelva a ¡eescribir algunos de los textos que aparecieron en esta revistatT.

Entte 1926, fecha de la expulsión del grupo surrealista'8, y 1.946 Anaud vive un aparente interregno de sí mismo, r¡n olvido del yo que es al mismo tiempo un momento de fasci¡ación por los otro¡, es decir, por nosotros. , dirá en la famosa D eclar¿ión dul 27 d" enero de 19i5, hrmada por todo el grupo surrealista pero redactada íntegramente por él y que tuvo un carácter especialmente violento. Pocos surrealistas firmarían años después ertu irur" qr" 1.925 podtia "n pasar desapercibida. En 1927 gran parte de este grupo tras la aáscripción áe sus -y componentes al Partido comunista Francés-, quedaría profundamente atónito si le pidieran que la suscribiera de nuevo. Artaud sabía que ese conocimiento desesperado hacía íempo que forrnaba parte de é1. En carta a Mme. Toulouse, en septiembre de 1924 había dichá: ni{e entablado conocimiento con todos los dadás, que quisieran embarcarme en su última nave surrealista, pero no hay nada que hacer Soy demasiado surrealista para eso. Además lo he sido siempre, y sé muy bien qué es el su*ealismo. Es el sistema del mundo y del pensamiento que me he forjado de antiguo. Se toma buen¿ notarrtt. En A la gtande rcuit ou le bluff surréaliste (1929), sue contestaba a su expulsión en 1926'0, Artaud hablaría de nuevo de manera üolenta del sentido que otorgaba d. no.rolros surrealista: la acción sumealista ,t. Pero A¡taud lo diría más claramente en 19J6, durante su viaje a México, en el que no sólo

tiene oportunidad de visitar a los Tarahumaras sino de saldar cuentas con el surrealismo, anudando, una vez más, dos problemas que para é1 no eran sino r¡¡o sólo. En surrealismo y Reuolución, confe¡encia pronunciada en México, dirá que el surealismo habí¿ nacido de la desesperación y del h-astío y terminaba diciendo que ' en de atte dc uanguadia l90a 1915' GONZÁIEZ, A.; CAIVO SERRAIER, F; MARCHAN FIZ, 5 11979): Esctttos F.,liciones Turne¡. Madrid. HOLLIER, DENIS (eá.) (1982): Et CoLesio Lie Sociología'Tattu,Madnd

NADEAU. MAURICE (1972J. Hlstoria ¿el suttealisma' Ariel,Barcelona

SAIú, FRITZ (1989):
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