Un aporte occidental a la forma de vida indígena

June 14, 2017 | Autor: Norberto Levinton | Categoría: Spatial Analysis, Architecture, Ethnicity, Etnohistoria, Antropología cultural, Etnologia
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Descripción

HISTORIA Y TERRITORIO
Un aporte occidental a la forma de vida indígena
El concepto de espacio ruralurbano en las reducciones de indios cochimíes y en las reducciones de indios guaraníes.
NORBERTO LEVINTON
Al Padre Rafael Carbonell de Masy SJ

Estudio comparativo entre las Misiones Jesuíticas de Baja California (Nueva España) y las Misiones Jesuíticas de la Provincia del Paraguay

Definimos como espacio ruralurbano al área correspondiente a cada asentamiento de indígenas fundado por la Compañía de Jesús en toda la extensión americana.Cada pueblo no se representaba a sí mismo como una planta urbana sino que comprendía también su campaña, la superficie donde tenían el ganado y los cultivos. ¿Cuál era la idea de espacio ruralurbano para los indios cochimíes de la Baja California y para los indios guaraníes del Paraguay?
La península de California se trata de una superficie que si bien está conectada con el continente, por su extensión y la compartimentación de los grupos humanos, funcionaba como una isla. Este efecto era generado por las cadenas montañosas existentes que conformaban obstáculos para el paso de un sector a otro. De cualquier manera todos los grupos indígenas eran nómades . Una de las posibles formas de movilización consistía en la navegación a través del mar. Pero los indios no contaban con la tecnología necesaria para ir muy lejos, salvo pequeñas embarcaciones, piraguas o balsas, que por su endeblez limitaban los desplazamientos. El acceso al mar era condicionado para los cochimíes; tenían asentamientos mediterráneos en zonas montañosas, debían negociar con los grupos playeros para acceder a la pesca o a la recolección de moluscos. Del agua salada se extraía la alimentación básica, los arqueólogos encontraron innumerables formaciones de "concheros", en una región que solo tenía lugares muy puntuales para organizar cultivos. Hay muy poca agua dulce . El suelo peninsular está surcado de infinidad de lechos arenosos. El suelo es predominantemente estéril salvo en los llamados "oasis" . La escasez de ríos, arroyos o lagunas implicaba la necesidad de recurrir a otro tipo de fuentes como los manantiales subterráneos, la formación de depósitos de agua por las lluvias (pozas ) o a la propia vegetación, como las cactáceas, que eran capaces de conservar el agua en su estructura. El medio proveía de ciertos tipos de animales de escaso rango, como la rata de campo, el conejo, la liebre o el venado; y la rala vegetación en las zonas altas era proclive a la recolección de semillas o de frutos, como los de pinos piñoneros. Como agravante, había largos períodos de sequías, plagas y epidemias que diezmaban a la población . Los indios creían que los buenos, cuando se morían, iban hacia el norte donde las tierras eran buenas y los malos se quedaban en el sur, donde eran yermas .
En el caso de los indios guaraníes, las fuentes de agua dulce eran múltiples y éstas proveían no solo la bebida sino también la alimentación por pesca, el baño -elemento fundamental para la conservación de la salud física- y la extracción de los desechos humanos. Los asentamientos indígenas se ubicaban a la vera de los grandes ríos o entre dos arroyos. La profusión de agua traía la coexistencia de gran variedad de animales y de una diversa vegetación que aportaba suculentos frutos. Pero también cultivaban y hasta llegaban a tener algunos animales domésticos. Sus ríos y arroyos facilitaban el desplazamiento por medio de canoas o de troncos integrados, atados con lianas, conformando balsas. La posibilidad de desplazamiento a través de grandes distancias facilitaba el comercio o intercambio por trueque de los productos regionales o de la propia elaboración artesanal de los indígenas. Esta sociabilidad, que en cualquier momento podía transformarse en una alianza para la guerra contra un enemigo externo o para un enfrentamiento entre parcialidades, tenía otros ingredientes, como el intercambio de mujeres y eso favorecía el mestizaje
Es decir, se trataba de dos medios naturales totalmente diferentes. Casi se podría decir, opuestos. Uno, el de los cochimíes, donde la habitabilidad reducida conducía a la integración de grupos pequeños con limitadas alternativas de supervivencia y otro, de los guaraníes, cuya única restricción era el escaso desarrollo tecnológico o el desconocimiento de técnicas agrícolas alternativas de la quema previa al cultivo, que desgastaba la tierra negra.
En el caso de los indios cochimíes, su evangelización comenzó a fines del siglo XVII, cuando la Compañía de Jesús ya había alcanzado un notable desarrollo de sus emprendimientos alrededor de la ciudad de Tenochtitlan-Mexico. La cuestión era cruzar el llamado Mar de Hernán Cortés. Seguramente existió algún aprendizaje previo de la lengua, basado en los contactos mantenidos por exploradores españoles .
En cuanto a los indios guaraníes, la experiencia previa a la formación de asentamientos fue bastante larga. Se debe considerar el aprendizaje de la lengua y de sus costumbres desde los primeros contactos de los jesuitas y otras órdenes religiosas al servicio de Portugal como también a partir del trato y la convivencia de los españoles con los indios en puntos clave, como Asunción del Paraguay desde mediados del siglo XVI, y aún antes. Asimismo la comunicación de los jesuitas con los indios se profundizó a través de misiones volantes o sea, temporarias. Es decir, los sacerdotes sabían bien con quiénes trataban.
Entre los cochimíes estaban dadas todas las condiciones para que fracasara cualquier intento de evangelización; en cambio, con los guaraníes estaba casi asegurado el éxito del esfuerzo.
Pero veamos que hubo también ciertos aspectos que nos podrían ayudar a compatibilizar una experiencia con la otra. En ambos casos, tanto en la Península de California como en el Paraguay, los indios fueron tildados de salvajes por no tener normas sociales similares a las españolas: especialmente la extrañeza del lenguaje, la falta de cultivos o la escasez, la desnudez y la vivienda precaria (de carácter transitoria por el nomadismo o seminomadismo). En el caso de los cochimíes, lo más aberrante para los españoles, aparte de su vida sexual y de las prácticas mágico-religiosas, era que se lavaran la cara con orines o que recogieran del excremento humano las semillas no digeridas para tostarlas y volverlas a comer . Por parte, lo más rechazante de los guaraníes, además de la hechicería, era el canibalismo ritual y las casas colectivas donde convivían más de 100 familias . En ambos casos la sensación de extrañeza de los sacerdotes era común.
Sin embargo, había otras cuestiones que acercaban a los religiosos con los indios. La relación con las imágenes religiosas tenía varias similitudes entre los cochimíes y los guaraníes. Era común ver a un indio rozar con su cara a una virgen. Fundamentalmente porque necesitaban la experiencia del contacto físico. Los cochimíes, a los jesuitas les tocaban la cabeza, la barba o la ropa . En el caso de los guaraníes, conocemos el relato de un jesuita sobre una india que quiso imitar la sensación de una virgen dolorosa, clavándose un cuchillo en el pecho. También, en su extrema sensibilidad, en el indígena era frecuente la asociación de una parte con el todo, un madero con una cruz completa. Los jesuitas sentían que, lejos de tener ambiciones materialistas como la población europea, los indios eran verdaderamente religiosos.
En ambos casos, entre los cochimíes y los guaraníes, hubo un proceso de ida y vuelta entre los indios y los jesuitas. En ambos lugares hubo comunicación. Tanto en una tierra tan agresiva y con indios tan primitivos, como los de Baja California, así como en una tierra tan pródiga y con indios ya bastante evolucionados, como los de Paraguay. En ambos casos fue posible plantear una similar concepción del espacio ruralurbano para los asentamientos.
¿Cuál fue el principal aporte de los jesuitas para concretar su tipológico proyecto espacial?
Sostenemos que la causa principal de la conformación del proyecto de espacio ruralurbano en San Javier Viggé o Biaundó , de indios cochimíes, así como en pueblos como San Ignacio Miní, de indios guaraníes, fue la implementación de técnicas, tecnologías y estrategias de desarrollo rural.
En la Baja California la clave era el líquido elemento. La supervivencia dependía de dar respuesta al permanente problema de buscar agua y de tener cerca de ella tierras aprovechables para la labranza. ¿Cómo solucionarlo? Era más posible en las alturas. Pero eran áreas que tenían grandes piedras a nivel superficial. Si se trataba de un manantial, lo que debían hacer los sacerdotes era tallar las piedras, o usar barrenos y pólvora, para convertirlas en canaletas o símiles de tuberías. En el caso de un arroyo, se construían represas para direccionarlo. Esta variante permitía controlar la cantidad de agua que accedía al sistema. En los pueblos se instalaban cisternas que recogían el agua de noche, mientras la gente dormía, para regar a la mañana. En la alternativa de tener un sector de planicie inundable se aportaba tierra acarreada a lomo de mula de lugares a veces distantes. Este procedimiento se denominaba "hacer de nuevo" el suelo.
Entre los guaraníes el agua debía ser guiada para regar los cultivos, darle de beber al ganado, para los desagües cloacales o albañales e inclusive para lavar la ropa. Se construían acequias y suponemos que en algunos pueblos había aceñas . Es decir, se había llegado a un nivel que incluso superaba a la propia ciudad de Buenos Aires, que se manejaba con agua de lluvia, por potencialmente contaminadas perforaciones en las napas más cercanas a la superficie o por el servicio de aguateros.
Los indios de Baja California, según relata Del Barco, nada cultivaban y sólo se sustentaban de los frutos o semillas que el monte facilitaba. Los jesuitas llevaron trigo, maíz y árboles frutales, como las parras de uvas . La caza fue sustituida en lo posible por ganado vacuno. También hubo ovejas para abrigarse.
Para los guaraníes, que sí cultivaban maíz, también hubo trigo. Pero además de los tubérculos tradicionales, como la mandioca, se incorporaron otras verduras, algunas tan exóticas para los indios como la remolacha. Tenían la tradicional yerba mate. También hubo variedad de frutales, mayormente cítricos, algunos de los cuales, por ser originarios, solo debieron ser manejados para plantarlos en los lugares adecuados. Hubo caña de azúcar. La tierra era muy fértil. En cuanto a la carne vacuna, ésta reemplazó a la caza pero produjo un acostumbramiento tal que los sacerdotes debieron extremar su cuidado. Hubo casos de indios que se comían el toro que tenían asignado para trabajar la tierra.
Desde mi punto de vista, los cambios en la comida constituyeron una revolución social, más para los cochimíes que para los guaraníes. Pero lo que realmente me parece un cambio sustancial para los indios fue la posibilidad de conseguir lo nuevo por sí mismos. Ellos aprendieron la técnica para utilizar la tecnología. Los indios se formaron en técnicas agrícola-ganaderas y en artes mecánicas. Los jesuitas, por medio del hierro, aportaron cuñas, palas y azadas. Los sacerdotes trajeron, fundamentalmente, el caballo, aunque los cochimíes se comieron algunos, y las mulas. Estos animales permitieron el transporte de lo que abastecían los barcos a los asentamientos. Dieron movilidad a los jesuitas para recorrer grandes distancias. Pero además los sacerdotes transmitieron los principios conceptuales para los cultivos. En Baja California, sembrando trigo en octubre se recogía la cosecha en mayo. Quemado el rastrojo, se echaba estiércol y se araba la tierra. Luego de regar se sembraba el maíz que requiere tiempo de calor. Su fruto se alzaba en septiembre y una vez recogido volvía el ciclo del trigo. Ser labrador era la previa disposición para ser cristiano. A los guaraníes se les señalaban seis meses en que araban, sembraban, escardillaban y recogían la cosecha de trigo y maíz. Con cuatro semanas de trabajo exhaustivo tenían bastante para lograr el sustento para todo el año. Los sembradíos de algodón, materia prima para la producción de lienzos, podían llegar a durar de 30 a 40 años. El aprendizaje de su manejo era complejo, tuvieron que usar peines de hierro, pero fue uno de los principales productos de los pueblos misioneros . Entre los jesuitas, Miguel Del Barco (1706-1790), entre los cochimíes; y José Cardiel (1704-1781), con los guaraníes, se destacaron como personajes fuera de lo común. Desde lograr el manejo de varias lenguas indígenas hasta componer mapas de alto nivel de precisión. Ambos relatan sus experiencias con los indios y describen cómo era el espacio ruralurbano de cada asentamiento. En cada pueblo, la construcción más significativa y ordenadora del espacio era la iglesia. Del Barco describe la construcción de la hermosa iglesia, la casa de Dios, de bóvedas de aristas que todavía se encuentra hoy. Los indios se apropiaban de la misma a través de la ornamentación. La fachada tiene dibujos geométricos de alto contenido metafórico. Al lado de la iglesia estaba el Colegio o residencia de los sacerdotes jesuitas. Esto era normativa de la orden religiosa y por lo tanto había una disposición similar en Baja California como en el Paraguay. Las viviendas de los cochimíes eran redondas. Por lo tanto la disposición en torno a la iglesia era tendiente a lo circular con respecto a una plaza que servía de espacio precedente a la iglesia. Allí se realizaban las procesiones. En las plazas había cruces o capillas posas que hacían de estaciones para los procesionantes. En cambio, entre los guaraníes la vivienda era alargada. Rodeaban la plaza en función de dos ejes axonométricos. También había cruces y capillas que organizaban los recorridos. Generalmente, a un costado, también había una Capilla de Nuestra Señora de Loreto. Era para los procesionantes de la congregación laurentana. En San Javier Biaundó de Baja California todavía atrás de la iglesia se puede encontrar la canalización de agua que proviene de un manantial. Aun funciona y a través de una prolongación más moderna, riega los campos de cultivo que se encuentran en las cercanías. Hay un árbol de grandes proporciones que seguramente fue testigo de otros tiempos y detrás de él se aprecia el recorrido del agua. Hay exquisitos frutales, como limas, recién sacados del árbol tienen un gusto especial, y otros cultivos como las arvejas. Me explican que cerca del pueblo está la cantera de donde sacaron la piedra para construir la iglesia.Un representante del pueblo le consulta a Joaquín Muñoz, Director del Museo de Loreto y responsable del área de conservación de San Javier, hasta dónde les corresponde abarcar en sus tareas: éste les señala el área límite del espacio ruralurbano.
En algunos planos de los pueblos de indios guaraníes, inmediatamente de la iglesia y las viviendas, se puede visualizar los jardines perimetrales al casco urbano. En algunos pueblos hay fuentes o piletas. Árboles frutales, flores e incluso verduras plantadas tan cerca de las viviendas, seguramente como reaseguro en caso de un conflicto. También, muy próximos se encuentran los corrales para guardar los animales de uso del pueblo. Están los bueyes destinados a cada grupo cacical para el trabajo del roturamiento del campo. En otro corral están los caballos destinados al transporte o al cuidado de la ganadería. Por un lado se encuentran los campos privativos de los diferentes grupos cacicales. Cada uno tiene su huerta. Por el otro, están los campos comunitarios, que según la ubicación del asentamiento, pueden tener algodón, maíz, caña de azúcar, tabaco u otros. En las estancias hay ganado cimarrón, lecheras, cabras, ovejas, cerdos y sectores para crías de mulas. El pueblo de Yapeyú, ubicado en la Mesopotamia entre los ríos Paraná y Uruguay (hoy Provincia de Corrientes, Argentina), le vendía mulas a los comerciantes de la plata en Potosí (hoy Bolivia) . Los jesuitas encontraron la forma de crear sus propios plantíos de yerba mate. Así se evitarían los grandes traslados a los yerbales silvestres. Fue famosa la yerba caaminí del pueblo de Loreto (en la actual Provincia de Misiones, Argentina). Es decir, no había solución de continuidad entre el espacio rural y el urbano. Inclusive, en cada sector del campo, adonde se llegaba a través de caminos conformados por los jesuitas y los indios, había prolongaciones del espacio urbano. Una capilla estaba inserta en una construcción que tenía dependencias para pernoctar, las que eran usadas por los sacerdotes. Alrededor se ubicaban los ranchos de los indios encargados del cuidado de las estancias y los campos. También, había puertos en los ríos, con sus correspondientes depósitos. Allí se cargaban las balsas o bergantines que llevaban la carga a las ciudades de Buenos Aires y Santa Fe.
En conclusión: en Baja California, con indios supuestamente menos evolucionados que los del Paraguay, se armó una estructura similar a la que se creó entre los guaraníes. Ciertamente, con una gran diferencia de escala entre una y otra. Pero en ambos casos, con el sustrato de los mismos principios. Los jesuitas, en ambas regiones, continuaron relacionándose con los indios no evangelizados. En Baja California, acuciados éstos por la falta de comida y en el Paraguay, por el interés hacia el intercambio de productos que podía tener un asentamiento, venidos de algún pueblo misionero lejano . Desde mi punto de vista éste fue el mayor aporte de occidente ante el choque cultural.

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