un acercamiento a las influencias de Saturnino Herrán

July 13, 2017 | Autor: Fabian Huerta | Categoría: Art History, Artes, Historia del Arte, Porfiriato, Artes Visuais, Arte mexicano siglo xix
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Descripción

Un acercamiento a las influencias de Saturnino Herrán Mtro. Fabián García Huerta Durante la primera mitad del siglo XIX México sufrió la influencia artística europea, sobre todo la francesa, la cual se fue arraigando a través de la caricatura y del gusto de la élite política nacional por el arte europeo, reforzado sobre todo durante la época del segundo imperio y durante el porfiriato, siendo en este último periodo cuando se construyeron espacios tanto públicos como privados con las tendencias arquitectónicas en boga en Europa. Por otro lado la necesidad de crear una identidad cultural nacional, se convirtió en una prioridad para los diferentes gobiernos que se sucedieron a lo largo del siglo XIX, entre la guerra y las invasiones y un territorio diverso en cultura y que se había ido modificando, disminuido por perdidas territoriales, por lo tanto se buscaba crear figuras emblemáticas en todos los ramos: héroes militares, poetas, pintores y arquitectos que siguieran el discurso histórico que se estaba elaborando. Este fue a grandes rasgos el contexto histórico que le tocaría vivir a Saturnino Herrán, nacido un 9 de julio de 1887, en plena época porfiriana, en el afrancesamiento de la alta sociedad pues esa era la tendencia de las grandes cortes europeas, y México imitando lo europeo sentía que se integraba a la modernidad. Pero la herramienta sin duda para mostrar de manera directa esa modernidad, eran las artes, crear edificios y llenar los espacios públicos de esculturas de gusto neoclásico, para lo cual la educación de ellos era de suma importancia y la base fue el dibujo artístico de modelos neoclásicos, la reproducción de las obras de los grandes maestros del renacimiento, de las copias y reproducciones de esculturas griegas y romanas, lo que creo un mercado de estampas y grabados que reproducían dichas obras y que se distribuían o vendían en las academias para ser usadas por los alumnos. De esta manera y enfocados en que las proporciones marcadas por los clásicos y ese tipo de belleza eran el objetivo a lograr, esa belleza ya remarcada por autores como Winkelman, por lo que los maestros se enfocaron en el dibujo como la base de la enseñanza, de manera que “la experiencia académica logro establecer un método seguro para hacer de los discípulos buenos dibujantes, programando el aprendizaje en tres etapas: el dibujo de la estampa, el dibujo del yeso y el dibujo al natural.”1 Estas, a grandes rasgos, eran las características imperantes en la enseñanza artística que le tocarían a Herrán, quién desde pequeño y según los varios autores que han subrayado su talento prematuro para el dibujo, sin embargo también tuvo tropiezos, Fernández Ledesma dijo que “él (Saturnino) como Ramón López Velarde en Literatura, tuvo una R en los exámenes de Dibujo. ¡Broma de los dioses en un mal rato de spleen olímpico!.2 La librería de su padre José Herrán Bolado, la única en Aguascalientes, lo acercaría a la lectura y seguramente a bellas ilustraciones que recrearían la imaginación del niño, quién debido a su “magnifica disposición para el dibujo desde los diez años atrajo el 1

Eduardo Báez Macías, Enseñanza del dibujo en la academia de San Carlos (1783-1910), en Aurelio de los Reyes, La Enseñanza del Dibujo en México, UAA, 2012, p. 18. 2 Enrique Fernández Ledesma, “Saturnino Herrán, memorias de su adolescencia”, citado en Luis Garrido, Saturnino Herrán, CFE, p.10.

interés de su maestro José Inés Tovilla, quien siempre hablaba de sus dotes.”3 Este maestro era el encargado de las clases de dibujo de paisaje y copia al natural. Las pocas noticias que se tienen de José Inés Tovilla es que era originario de san Cristóbal de las casas Chiapas y que fue ex alumno de la escuela Nacional de Bellas Artes por lo que seguía la línea de enseñanza que se había mencionado anteriormente, es decir la copia de yesos y objetos como modelo de enseñanza, Tovilla se había radicado en Aguascalientes a fines del siglo XIX y se había dedicado a la enseñanza del dibujo, posteriormente se trasladarían a la ciudad de México. Igualmente durante este periodo recibió clases de Severo Amador, pintor y escritor zacatecano que también realizará sus estudios en la Ciudad de México y del cual solo se conservan algunas, además de las ilustraciones que realizó para su libro “Himno a Salomé” , por lo que es difícil saber que tanto pudo haber incidido en la vida de Saturnino. Sin embargo en 1903 ocurre un cambio radical en la vida de Saturnino Herrán, ya que según datos del historiador Alejandro Topete del Valle, fallece su padre en la ciudad de México de angina de pecho, por lo que Herrán una vez radicado en la capital va a comenzar a trabajar en telégrafos, y gracias al apoyo de Ezequiel A. Chávez, mismo que sería trascendental para el joven Saturnino, pues gracias a esto conseguiría una pensión para sus estudios, lo que le permitiría continuar con su vocación de pintor, comenzando a tomar clases nocturnas de dibujo inscribiéndose en 1904 en la Escuela Nacional de Bellas Artes, dirigida por Antonio Rivas Mercado, quien “busca instaurar el sistema Pillet, que sigue modelos geométricos para adiestrar al alumno a reconocer una base matemática en cualquier forma”4 Ahí en la Academia, Saturnino Herrán que contaba en la época con 16 años, tuvo como maestros a pintores como Julio Ruelas, Leandro Izaguirre, Carlos Lazo, Mateo Herrera, Emiliano Valadez, Antonio Fabrés, José C. Tovar, Mateo Herrera, entre otros, mientras entre sus compañeros estaban Roberto Montenegro, Diego Rivera, Ángel Zárraga y Antonio Gómez. Rápidamente el joven Herrán se distinguió con varias menciones honorificas en las clases de colorido, dibujo, historia del arte y composición, por lo que desde este momento su carrera y logros fueron en ascenso, pero ¿cuáles fueron las bases iconográficas que fueron guiando a Saturnino Herrán durante su desarrollo artístico?, según Garrido, “el Galileo de Félix Parra y el Suplicio de Cuauhtémoc de Leandro Izaguirre serían motivo de estudio para Herrán, que por entonces, empezó también a admirar a los pintores del Renacimiento, en especial a Leonardo, al igual que al Greco, Tiziano, Goya y Velázquez y a Van Dyck, Memmling y Brueghel.”5 Igualmente menciona Garrido una exposición de 1910 sobre la pintura española, en la cual Herrán estaría en contacto con cuadros de Zuloaga, Sorolla, Benedito y Chícharo6, 3

Luis Garrido, Saturnino Herrán, CFE, p. 9.

4

Saturnino Herrán acompañado por textos de Ramón López Velarde. Fondo editorial de la plástica mexicana, México, 1988, p. 12. 5 Garrido, Luis, Op. Cit., p. 13 6

Ibíd..

semanas después el Dr. Atl organizaría otra exposición en protesta en la cual participaría Herrán con tres cuadros. También debemos de tomar en cuenta el valor que se le daba a los autores de la época novohispana, si seguimos el relato de Couto, la Academia contaba con una rica colección de cuadros, por lo que los artistas se habían educado estudiando los lienzos barrocos y tanto las estampas como las litografías de corte clásico. Pero para entender mejor las influencias de nuestro pintor hay que revisar sus primeros dibujos realizados ya en la academia bajo la dirección de Fabrés, que a decir de Justino Fernández era un pintor con temática religiosa y costumbrista, aunque consultando algunas de sus obras resulta tener más un gusto orientalista, cuadros que tienen por protagonistas generalmente fantasías árabes entre los que destacan el cuadro de la ladrona o el de los borrachos, pero si hay una familiaridad de técnica en los cuadros que se conecta con Herrán. Según datos citados por Justino Fernández de la biografía de José Clemente Orozco, al recordar sus clases con Fabrés, describe a detalle los métodos usados por el maestro catalán, estaban las largas jornadas de copiado al natural, en las cuales los alumnos debían de familiarizarse con cada detalle, cada relieve y cada sombra en esas semanas de dibujar al mismo modelo en la misma posición, comparándolo posteriormente con una foto tomada durante una de las sesiones, así mismo menciona como Fabrés poseía una serie de trajes para vestir a los modelos en las más variadas formas, mientras otra parte importante de la formación era el copiar modelos de yeso. De esta época son conocidos tres dibujos de Herrán que demuestran el dominio que logró en el dibujo bajo la guía de Fabrés, el mosquetero, el hombre con la casulla que ya nos muestra el dominio de la técnica y la capacidad de Herrán de representar la psique del sujeto representado. Mientras que el tercero, junta la habilidad de juntar la psicología con la maestría de las sombras de los objetos representados, el llamado joven con sombrero napoleónico y calentador. Por otro lado los modelos en yeso son esculturas clásicas que tenía la academia, estos dibujos realizados por Herrán son un adonis, un busto griego y el David con ánfora. De las obras realizadas por Fabrés y que pudieran haber influenciado a Herrán, resaltan el cuadro de los borrachos y el de la esclava, que probablemente sea esta última obra la que muestra la mayor influencia plástica que absorbió Herrán, el cuerpo de la mujer recargada contra el muro con el letrero en árabe y las telas que caen de su cuerpo, pero sobre todo la gestualidad en el rostro es lo que demuestra la técnica de Fabrés y su cuidado por el dibujo. Fabrés sin embargo tendría problemas con la dirección de la escuela debido a su metodología por lo que los sustituirían como maestros Leandro Izaguirre y German Gedovius, este último sería de gran influencia para Herrán ya que con él profundizo sus estudios del claroscuro, pero también es cierto que madurando su obra comenzó a darle un carácter personal, en un ambiente en donde los temas nacionalistas resultaban artificiosos y alejados de la realidad, ya con temas indigenistas, como la mencionada de Leandro Izaguirre, el “fray Bartolomé de las Casas” de Félix Parra, el “senado de Tlaxcala” de Rodrigo Gutiérrez o el “descubrimiento del pulque” de José Obregón, pero en todas ellas se observa que no existe en sus autores una búsqueda arqueológica

para darle mayor veracidad histórica a la escena, sino que son reinterpretaciones romantizadas, de hecho los vestuarios indígenas parecieran tomados de las litografías de Claudio Linati más que de la realidad etnográfica del momento o de una investigación histórica. En el caso de la pintura de Leandro Izaguirre (fig. 1), el ambiente es obscuro y prácticamente no se notan las decoraciones internas, mientras que los glifos de los tronos sobre los que descansan los torturados tienen unos relieves carentes de una imagen precisa que nos haga relacionarlos con un relieve real.

1. Leandro Izaguirre, el suplicio de Cuauhtémoc, 1893.

Por su parte las raíces del indigenismo en la obra de Saturnino habría que buscarlas en su puesto de dibujante de la Inspección de Monumentos Arqueológicos, que lo pusieron en contacto con la plástica prehispánica y al dibujar las diferentes piezas, familiarizarse más que muchos de sus contemporáneos con los trazos de las culturas nativas. Esta tarea coordinada por Leopodo Batres y por Manuel Gamio, este último quien invitaría a Herrán, poniéndolo en la posibilidad de explorar el arte mexicano de primera mano copiando los murales teotihuacanos, aunque toda la operación respondía a esa tendencia del régimen de crear un discurso histórico y generar una idea de nación: “Tan importante resultaba asumir esa etapa de la historia mexicana, que no sólo se escribía, esculpía y pintaba con la intención de glorificar al mundo indígena, sino que también se investigaban con bases científicas y positivas los vestigios de las antiguas culturas mesoamericanas. Desde los primeros meses del siglo XX, se comisionó a Leopoldo Batres para explorar e iniciar la restauración de algunos de los monumentos más importantes de la época precolombina. Dichas tareas supusieron la movilización de arqueólogos, historiadores, anticuarios y artistas. La misión de estos últimos consistió en copiar y llevar registro de las piezas, bajorrelieves y murales que se iban descubriendo. Entre 1908 y 1910 las tareas se concentraron en Teotihuacán, donde se practicaron algunas excavaciones a lo largo de la Calzada de los Muertos, que permitieron descubrir unas pinturas murales muy notables: las del Templo de la Agricultura, hoy desaparecidas. El encargado de copiarlas fue Saturnino Herrán, quien a principios de 1904 había iniciado sus estudios de pintura, y desde 1907 intervenía en los programas de

salvamento coordinados por Batres.”7

Esto lo aprovecha en su obra de una manera magistral, el flechador de postura clásica, y poniendo de fondo el relieve de la loza Tepetzintla, Veracruz, la cual representa a Tlaltecuhtli, el señor del inframundo.

2- Saturnino Herrán, el flechador, 1918 3- Tlaltecuhtli, templo mayor

Sin embargo también habría que ver que tanto influyeron las ideas de indigenismo y mestizaje postuladas por Manuel Gamio en la visión artística de Saturnino Herrán en obras como el Quetzal, la leyenda de los volcanes y en sus cuadros de mestizas. Este cambió en la temática de los pintores también obedece a una nueva tendencia de los alumnos de buscar elementos más cercanos a su entorno y plasmarlos en su plástica, parte del movimiento modernista, al respecto Orozco menciona en sus memorias “Los pintores se dieron cuenta cabal del país en donde vivían. Saturnino Herrán pintaba ya criollas que él conocía, en lugar de las manolas de Zuloaga. El Doctor Atl se fue a vivir al Popocatépetl y yo me lancé a explorar los peores barrios de México. En todas las telas aparecía poco a poco, como una aurora, el paisaje mexicano y las formas y colores que nos eran familiares. Primer paso tímido todavía hacia una liberación de la tiranía extranjera.”8

Sin embargo el sincretismo que logra en la imagen central del tríptico (fig. 4), nuestros dioses, crea una simbiosis que se convierte en el icono del mestizaje y de la aceptación de los dos mundos que son la base del México moderno, el indígena y el español, fundidos en la religiosidad y en los cultos ancestrales que quedan ligados de manera icónica en una sola imagen, en la cual se integran ambas visiones. Pero sobre todo esta obra nos muestra la cercanía con Ignacio Zuloaga (fig. 5), con el cual dialoga de una manera magistral, el cristo sumergido en la escultura de la Coatlicue tiene las mismas características del Cristo de la Sangre, solo que su postura es en el sentido opuesto. Igualmente en las figuras que se encuentran alrededor del Cristo descubrimos una cierta influencia sobre las tipologías de Saturnino, rostros del pueblo, 7

Ruiz Naufal, Víctor, Historia e historicidad en la cultura finisecular mexicana, ITAM, http://biblioteca.itam.mx/estudios/60-89/79/VictorRuizNaufalLapinturafinisecular.pdf p. 58 8 Garrido, Op. Cit. P. 15

cansados y marcados por el tiempo, incluso los paisajes de los cuadros de Zuloaga son muy cercanos a Herrán. No obstante la mexicanidad de Saturnino, queda remarcada en los personajes que portan las ofrendas, que se postran delante de la doble divinidad, en los cuales se nota también su dominio del claroscuro y del dibujo, pero también del conocimiento de las vanguardias pictóricas, de la técnica y de captar la psicología de los personajes representados, lo que hace que sus cuadros tengan ese toque de originalidad y más cálidos que los cuadros tradicionales de academia.

4- Saturnino Herrán, nuestros dioses 1914 5- Zuloaga, el Cristo de la Sangre, 1911.

Sin embargo ahí no terminan las influencias de Zuloaga en Herrán, estas se manifiestan en diferentes cuadros de desnudos, en las poses, las mantas y los fondos, si bien Saturnino mantiene siempre una cierta distancia e independencia. Zuloaga es pues una influencia más cercana a la pintura de Herrán, si bien Saturnino toma un estilo propio, nacional, en el cual ira integrando las vanguardias pictóricas, esto se aprecia en los cuadros de las criollas, la de la mantilla (fig. 6) tiene una postura similar a una pintada por Zuloaga (fig. 7) que también tiene una mantilla transparente, pero mientras Zuloaga muestra el cuerpo desnudo sobre un sillón, Herrán lo cubre púdicamente con la mantilla transparente que deja entrever el cuerpo de la modelo. El fondo igualmente es un particular que llama la atención en ambos casos, en el cuadro de Zuloaga son unas casas de pueblo, sobresaliendo pórticos y balcones, mientras en el de Herrán es una cúpula de una iglesia con su linternilla la que se encuentra atrás de la modelo, mientras que un cesto de frutas y flores enmarcan el todo, Zuloaga lo resuelve con una guacamaya azul. Otro de los aspectos de ambos cuadros es el lenguaje de los abanicos, que tanto estuviera en boga en el siglo XIX, a través del cual las mujeres mandaban mensajes en código y si este estaba completamente abierto significaba que le correspondía, en el caso de Zuloaga el abanico aparece cerca de la cara de la modelo, pero para Herrán el

abanico esta hacia abajo y cubierto coquetamente por el brazo de la modelo, lo que subraya una mayor sensualidad en la obra.

6- Saturnino Herrán, la criolla de la mantilla

7- Zuloaga. Modelo con mantilla y abanico

De la misma manera Herrán usa los recursos de Zuloaga, cuadros de modelos con fondos de ciudades o edificios que se difuminan en las espaldas de las figuras principales, en ocasiones encontramos inclusive que Herrán usa colores similares a la paleta de Zuloaga para obtener resultados que se asemejen a los del pintor español, lo cual hace pensar que Herrán no tuvo solo ese contacto mencionado anteriormente con los maestros españoles, si no que conocía la obra de Zuloaga y que continuo buscando las obras de él para poder estudiarlas a conciencia. Por otro lado el dibujo realizado en libros y revistas acusa una influencia del modernismo, del jungstil o art nuveau, tan familiar a Julio Ruelas, por lo que podemos encontrar algunos puntos de convergencia entre ambos, si bien Saturnino Herrán no llegará a adentrarse en el tenebrismo y lo sanguinario de Ruelas. Tal es el caso de la presencia de la muerte, Herrán (fig. 8) realiza un dibujo en el cual un esqueleto con alas de murciélago abraza y besa a un hombre, aunque sin duda más macabra resulta el auto retrato con cráneo (fig. 9), mientras que igualmente Ruelas recurre a los esqueletos en sus ilustraciones, como el ex libris en el cuál un esqueleto saca los ojos al lector (fig.10).

Fig. 8- Saturnino Herrán, el beso de la muerte 1913

Fig. 10 Julio Ruelas, ex libris para Jesús E. Luján.

fig. 9 Herrán, auto retrato

Sin embargo las influencias de Herrán derivan de varias fuentes: Una de las primeras influencias de Herrán fue el pintor inglés Frank Brangwyn, cuyas obras parecen cuidadosamente estudiadas por Saturnino, parecen haber inspirado la obra de Herrán, sobre todo el de los trabajadores, pues en él notamos la similitud que tiene el díptico del trabajo, en el cual se aprecian los torsos desnudos de los obreros y el difuminado de los espacios, mismo que usa Herrán Otro cuadro de Brangwyn que fue estudiado es el que representa una procesión en un río (fig.11), en esta aparecen igualmente ofrendas florales y la técnica tiene un gran parecido con el cuadro “la Ofrenda” (fig. 12) de Saturnino, sin embargo si bien pudiera haberse inspirado en el tema de este cuadro, Herrán lo resuelve de manera magistral, colocando la trajinera en un primer plano.

Fig. 11 Frank Brangwyn

Fig. 12 Saturnino Herrán, la ofrenda, 1913

Por su parte Sorolla deja en nuestro pintor la influencia de la luz, el tratamiento de las vestimentas y de la luminosidad que se refleja en ella, al igual que el manejo del color y de la superficie pictórica, ciertamente las temáticas de Sorolla son muy diferentes, tiene una devoción al mar (fig. 13) y a sus colores, una fascinación por las sombras y reflejos que dejan las olas sobre la arena y los cuerpos húmedos que se iluminan por el sol. Sin embargo se nota un acercamiento de Herrán hacia las pinceladas de Joaquín Sorolla, a esos colores y esa tendencia a pintar gente menuda, del pueblo, Sorolla con sus pescadores, mujeres bajo las sombras de los árboles y sus chicos desnudos bañándose a la orilla del mar, Saturnino con sus mestizas, sus ciegos, viejas y personajes típicos como el gallero (fig. 14) o el de San Luis.

13 Joaquín Sorolla

14 Saturnino Herrán, el gallero

Sin embargo coincido plenamente con Fausto Ramírez que a pesar de nutrirse de varias influencias vanguardistas “no obstante, Herrán no abandona por completo sus ligas con la tradición académica. Hacíamos notar, dentro de los análisis de no escasas obras, la reiteración de determinados procedimientos compositivos (excentricidad de la ubicación de las figuras con respecto al eje central, recurso que es posible hallar en los retratos de Pelegrin Clave, por ejemplo; la búsqueda de equilibrios formales muy cuidadosos; rigurosas contraposiciones y complementaciones de línea- fuerza, figuras geométricas, etcétera), y aun figurativos ( con frecuencia las obras de Herrán acusan el trabajo de “taller”, con sus modelos colocados en estudiadas posturas, bajo calculados efectos de iluminación) que podemos calificar convencionales. A esto se aúnan las observaciones antes especificadas, concernientes a la plasticidad, tridimensionalidad espacial nunca impugnada, etc”9. Por lo tanto podemos concluir este pequeño ensayo que no podría pretender agotar tan vasto tema, diciendo que Saturnino absorbió varias influencias durante su formación y desarrollo, se codeo con grandes maestros, estudiándolos y logrando aventajarlos, 9

Fausto Ramírez, Saturnino Herrán, UNAM, 1976 P 48,

convirtiéndose su obra en referencia obligada para entender el arte de la academia y los ideales artísticos del siglo XIX en México.

Bibliografía - Fernández, Justino, el arte del siglo XIX en México, UNAM, 1967. - Garrido, Luis, Saturnino Herrán, CFE. 1971. -Herrán la pasión y el principio, Grupo BITAL, 1994. - Ramírez, Fausto, Saturnino Herrán, UNAM, 1976. -de los Reyes, Aurelio, La Enseñanza del Dibujo en México, UAA, 2012. -Ruiz Naufal, Víctor, Historia e historicidad en la cultura finisecular mexicana, ITAM, http://biblioteca.itam.mx/estudios/60-89/79/VictorRuizNaufalLapinturafinisecular.pdf - Saturnino Herrán acompañado por textos de Ramón López Velarde, Fondo editorial de la plástica mexicana, México, 1988. -Saturnino Herrán, jornadas de homenaje., UNAM, 1989. -Toussaint, Manuel., Saturnino Herrán y su obra, UNAM, 1990.

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