UN ABORDAJE TEOLOGICO PASTORAL A LA PROBLEMATICA DEL ABORTO Y SUS SUPUESTOS QUE LA JUSTIFICAN

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Descripción

Lutheran Theological Seminary (PLTS) Departamento Hispano JORNADA RAZON DE NUESTRA ESPERANZA Exposición 3

Mi embrión vieron tus ojos (Salmos 139:13-16); Un abordaje teológico pastoral a la problemática del aborto y sus supuestos que la justifican Dr. Marco A. Huerta La discusión sobre la eticidad, despenalización y final legalización del aborto, ha estado en la palestra de la discusión social desde muchos años. Sin duda, ha sido uno de los temas sociales generadores de complejos escenarios no sólo legales, sino también psicosociales. Como cristiano estoy definitivamente a favor de la vida humana nacida y la no nacida. Es tan valioso y digno de ser protegido, el derecho a vivir del individuo que vemos y como aquel que esta por nacer. El valor intrínseco de las personas es absoluto y universal. Todos reconocemos que dicho valor se anida sustancialmente en cada ser humano. Pero ¿Este valor connatural también lo posee el ser humano aún no nacido? ¿tiene un valor cualitativamente menor, el que está por nacer? ¿Vale la vida del no nacido? Entendamos que en la raíz del argumento pro-aborto, está la idea de que no se está destruyendo a alguien sino algo. En esencia, dicho reduccionismo esta sobre la base de que el no nacido tiene un valor distinto; en realidad menor e incluso inexistente. Indefectiblemente no hay validez alguna en esta disminución existencial. La mujer es el único nido perfecto donde se puede formar un ser poseedor de un derecho absoluto, universal e inamovible; “el derecho a vivir”. Tertuliano decía “también es un ser humano, el que lo va a ser”. “Quiero tener la soberana libertad de decidir que hago con mi cuerpo”; este es el típico argumento pro-aborto que escuchó a menudo en la retórica activista. Ante dicho alegato, me vienen ciertas preguntas; ¿El ser humano que se forma dentro de una mujer es una parte de su cuerpo, como para tener la plena potestad de dejarlo

formarse o destruirlo? ¿Sería el feto una realidad biológica tan propia de su cuerpo, que podría deshacerse como se deshace de sus amígdalas? Soy teólogo y no biólogo, aunque mis primeros años universitarios los inicie estudiando la carrera de Biología (UCSC, Concepción Chile), estudios que después congele al descubrir que mi vocación estaba inclinada hacia la investigación, docencia y servicio teológico. Por lo tanto, sobre la base de este bagaje interdisciplinario, no podría darle validez ni sentido a la retórica anteriormente expuesta. Tampoco podría ver al feto como un mero sistema biológico, como para imaginarlo sólo como un aditamento del cuerpo de la mujer. No es una célula simple; es más que eso. Es vida formándose dentro de una vida. Es expresión de la providencia de Dios. Un nuevo ser en ella, por ende, son dos seres hallándose unidos en una compleja realidad orgánica. Se debe deconstruir la idea que señala que el aborto es una decisión soberana y que no afectaría a otro ser; si bien es cierto es una decisión, pero nunca con efecto singular, ya que compromete el destino de otro de manera definitoria. La decisión afecta a dos seres y uno de ellos no tiene la mínima oportunidad de objetar dicha medida. Entonces no es cuestión sólo de su cuerpo y una decisión singular; tiene que ver con su cuerpo y lo que se anida existencialmente en ella. En definitiva, el querer la soberana voluntad de decidir que hacer con su cuerpo, es buscar la libertad legal de decidir por dos. Esta idea legitimizadora sobre la soberanía, es animada por el reduccionismo naturalista que considera el embrión como un simple sistema biológico del cuerpo de la madre. Para algunos de ellos un “parasito benigno”, demasiado primitivo para ser considerado un ser humano. Sin embargo, el nuevo ser no es un simple sistema, sino una existencia humana animada desde un perfecto dinamismo de supervivencia. La mujer que aborta no se corta un apéndice, más bien, destruye un ser humano no nacido. Los dos argumentos que priman en la discusión para justificar el aborto, son los casos de violación, incesto y los riesgos de vida. Definitivamente la violación en todas sus formas es un acto reprobable y el peligro de vida por casos como el embarazo ectópico, es una situación muy demoledora. Sin embargo, estos argumentos que siempre salen en el ruedo reflexivo, representan una decima del uno por ciento de los abortos hechos. Todos saben que el porcentaje elevadísimo de abortos, fueron para no arruinar la vida social. Mayormente el aborto ha sido para proteger un estatus público en peligro y en el mínimo de los casos, por violación y riegos de vida. ¿Qué hay del aborto terapéutico? Básicamente el aborto terapéutico es realizado cuando el embarazo pone en peligro la vida y la salud de la mujer. Definitivamente entendemos el peligro de la vida de una mujer ante un embarazo con complicaciones vitales, pero ¿Qué entendemos por peligro de la salud? ¿A que se refiere cuando el aborto terapéutico se debe realizar cuando se pone en peligro la salud de la mujer? ¿A que salud se refiere? Física, emocional, preocupación social, estética, económica o

religiosa. La verdad, es que el aborto terapéutico, por la ambigüedad del termino “salud”, no tiene ni la mas mínima restricción. Por “salud” puede considerarse incluso el stress, como una causa que justifique el aborto. ¿Hay principios taxativos para estimar un valor inherente en el embrión? Me preguntaba una persona al final de mi presentación sobre “Posmodernidad” en Patten University. Le dije; “No porque el cigoto no sea embrión y el embrión feto debe apreciarse con valores menores. Sea cual sea la etapa; cigoto, embrión o feto, debemos reconocer tres principios taxativos; en cualquiera de sus estados es un ser vivo, biológicamente humano y con derecho a existir”. Sin duda que el aborto representa uno de los grandes desafíos pastorales. Si nos transformamos sólo en críticos y acusadores de las políticas despenalizadoras y proaborto, sin tener una acción direccionadora y de creativas propuestas ministeriales, nos transformamos en una realidad irritantemente acusadora, incapaz de mostrar sendas de esperanza. Debe existir habilidad para enfrentar los casos de posaborto. La sabiduría para encaminarlos hacia una horizontal confrontación con su historia y con las causas que la llevaron al aborto; sin duda un proceso difícil pero necesario. También debe estar presente, una notable compasión hacia el dolor y la culpabilidad. Siempre nuestro fin es la sanidad total y el milagro de perdonarse a si misma y perdonar a aquellos que de alguna manera participaron en su infortunio. Ante las personas que han sufrido la devastadora experiencia de la violación, las que cruzan el umbral del miedo por un embarazo del alto riesgo de vida, incluso aquellas que simplemente viven un embarazo no deseado y las que sufren las secuelas de haber optado por el aborto, debemos ser lo suficientemente sensibles para crear, como comunidad de fe, puertas de comprensión, solidaridad y refugio.

Dr. Marco A. Huerta www.marcohuerta.com

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