UCR: \"El 4 de junio y el triunfo de Perón\" (12 de abril de 1946)

July 14, 2017 | Autor: Alan Pavón | Categoría: History, Elections, Peronismo, Radical Party
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Descripción

Estimamos que el país pasa por la más grave crisis política de su historia.
El movimiento militar del 4 de junio implantó un régimen dictatorial. El
hecho desalojó del gobierno a las fuerzas conservador que durante más de
una década habían oficializado el fraude y anulado por completo el
ejercicio digno de la ciudadanía. Los jefes revolucionarios expresaron que
la era del fraudulenta había terminado para siempre; prometieron la más
severa moralización administrativa; se declararon fieles a nuestra
tradición democrática y aseguraron el afianzamiento del respeto a nuestra
soberanía y su prestigio internacional.

Los nuevos gobernantes juraron solemnemente por su honor de soldados
respetar la Constitución, lo que dio base al reconocimiento por la Suprema
Corte de Justicia Nacional. El gobierno de facto desvirtúo totalmente el
sentido de las proclamas iniciales. Prescindimos de considerar en este
documento la acción de la dictadura en la esfera administrativa
caracterizada por el desorden, desenfreno financiero de que ha hecho gala,
el manejo incontrolado de los dineros públicos y su empleo ilimitado con
finalidades políticas, porque el juicio publico ya esta formado sobre esas
cuestiones y porque los poderes constitucionales al constituirse
seguramente han de promover las investigaciones que correspondan.

En el orden internacional la asociación nazifascista de la camarilla
militar gobernante condujo al país al aislamiento. Si logramos recuperar la
honrosa posición que el país ocupó siempre entre las naciones civilizadas
del mundo se deberá exclusivamente a la conocida e indiscutible vocación
democrática de nuestro pueblo, que la deplorable aventura dictatorial no
logrará destruir por mucho que haga para conseguirlo.

En lo político, la dictadura ha excedido a todos los vicios y malas
prácticas de los tiempos de mayor regresión, dedicada al propósito unido de
preparar la maquina electoral y el continuismo del régimen militar por
intermedio de la persona que mas decisiva influencia ha tenido en el
desarrollo de los acontecimientos.

No la detuvo en esta tarea el menor escrúpulo. Todos los resortes del
Estado, administrativos, económicos y financieros y los Ministerios,
reparticiones nacionales, intervenciones federales, comunas, etc…
convertidos en comités políticos, fueron puestos al servicio del candidato
oficial. Toda la forma de propaganda, empezando por la radio monopolizada y
la prensa venal, fueron utilizadas sin medida. Todos los medios fueron
lícitos; la presión, la extorsión, las promesas, la dadiva, el engaño, la
demagogia oficial más desenfrenada; la captación de los gremios obreros por
los procedimientos y recursos calcados de los regimenes totalitarios fueron
desde el primer momento objetivos preferentes de la dictadura y del
continuismo. Y mientras se organizaba con los recursos y la influencia del
Estado la más colosal e importante empresa de propaganda y de coerción que
es imaginable concebir, se pretendía silenciar a todas las manifestaciones
publicas de la opinión democrática independiente. En tanto a los partidos
políticos les fueron clausurados sus locales y requisados sus libros y
documentos, perseguidos y encarcelados y exilados muchos de sus dirigentes;
fueron clausurados las universidades, exonerados sus profesores, agredidos
y presos centenares de maestros y estudiantes; desconocidos los sindicatos
de obreros libres y encarcelados sus lideres mas prestigiosos; disueltas
todas las asociaciones democráticas y perseguidos sus hombres mas
representativos; amordazada la prensa, clausurados los órganos de
publicidad al menor asomo de critica independiente y detenidos sus
redactores; la radio bajo rigurosa censura y los domicilios privados
violados y a merced de la delación organizada. Quedaron así suprimidas
todas las garantías constitucionales y ahogadas todas las voces que podían
esclarecer la conciencia pública. Al mismo tiempo, desde las esferas
oficiales se desató sistemáticamente una campaña de calumniosa contra los
hombres democráticos, impedidos de defenderse.

Fue así mediante coacciones morales y presiones físicas copiadas de los
modelos nazifascistas, que la dictadura deformó el juicio y perturbó la
conciencia de gran parte del pueblo argentino.

No puede pues, decirse que los ciudadanos hayan podido ejercitar sus
derechos electorales con libertad de conciencia y serenidad de juicio.
Cuando se inició el proceso electoral y los partidos políticos pudieron
organizarse con las dificultades derivadas de dos años de forzada
inactividad y perturbados por reglamentaciones restrictivas y capciosas, el
panorama político no se modificó sino para empeorarse. Bajo la vigencia del
estado de sitio aplicado con parcialidad desleal, con censura
radiotelefónica y de prensa, restringido el derecho de reunión y todas las
formas de acción y de propaganda publica, el gobierno continuo
desarrollando y ampliando su plan de perpetuación con el empleo ilimitado
de los recursos del Estado y el desarrollo de una acción oficial
demagógica, tendiente a conquistar la voluntad de los núcleos populares mas
numerosos y a despertar el odio entre los distintos sectores de la
sociedad.

Dentro del plan del continuismo no se descuidó ni la confección de los
padrones, instrumentos básicos del comicios, que se realizo sin el control
de los partidos contrariando las disposiciones legales y para completar
este cuadro desastroso del país, una ola de violencia organizada que no se
detuvo ni ante el crimen. La policía consintió los más graves desmanes,
protegió a los ejecutores materiales y no desdeño en ocasiones atacar al
mismo pueblo inerme.

En presencia de ese ambiente de presión, de fraude, de violencia y de
demagogia oficial, cuya gravedad a nadie se ocultaba, las fuerzas
democráticas argentinas vinieron a la Unión Cívica Radical reconociéndole
su jerarquía y responsabilidad de partido mayoritario. Solo le ofrecieron
su apoyo sin pedir nada. Aceptaron votar los candidatos que el radicalismo
proclamara y acordaron un programa que respetaba su tradición y sus
principios.

La convención nacional de la Unión Cívica Radical aceptó y consagró esta
conjunción de esfuerzos patrióticos para la lucha contra el continuismo de
la dictadura militar y ella se realizó en una forma alta, generosa, sin
especulaciones electorales subalternas como no lo había presenciado antes
el país. Alrededor del radicalismo, los partidos políticos socialistas,
demócrata progresista y comunista; núcleos estudiantiles, obreros
independientes, intelectuales, artistas, profesionales, representantes del
comercio, de la industria, de los productores rurales y de todas las
actividades del país, movilizaron la ciudadanía argentina en un noble
intento de esclarecer la conciencia publica tan profundamente perturbada
por casi tres años de dictadura militar.

Este movimiento que al radicalismo encabezó consciente de la extraordinaria
gravedad de la hora y de su inexcusable responsabilidad, quedara registrado
en la historia política argentina como un acontecimiento memorable. Y
cualquiera sea el juicio que en definitiva merezca el acierto y la
capacidad de quienes tuvimos que dirigirlo, no podrá desconocerse que fue
un generoso y resuelto impulso y el mas noble y desinteresado sentimiento
patriótico.

En estas condiciones el radicalismo acepto la lucha que sabia desigual.
Nada podía apartarlo del deber claramente señalado y menos que nada las
dificultades que debió vencer, los sacrificios que le exigían y el temor a
la adversidad. Afrontó la lucha con serenidad y con entereza y logró
superar las persecuciones los desmanes y las agresiones que el oficialismo
irresponsable y las hordas organizadas e impunes desataron sobre la
ciudadanía argentina. El camino ha quedado jalonado por innumerables
victimas, preferentemente elegidas en la fervorosa vanguardia formada por
la juventud. Debemos rendir un homenaje a esta brillante generación del 45,
en cuyo espíritu idealista, altivo, resuelto y valeroso debe cifrar el
radicalismo y el pueblo argentino la esperanza y la certeza de un porvenir.

Los resultados numéricos del comicios son conocidos. La maquinación
preelectoral y el espejismo de la demagogia obrerista se han impuesto. Los
partido democráticos en solo dos meses de acción y de propaganda bajo el
estado de sitio y sometidos a restricciones de todo orden no han podido
esclarecer las conciencias y disipar confusiones.

El radicalismo ha demostrado ser el único partido orgánico nacional. A
pesar de las anormalidades señaladas, el escrutinio arroja cerca de 800.000
voluntades argentinas que han constituido su avanzada y de 44 legisladores
nacionales y auténticos portavoces de la democracia en el nuevo orden
institucional. Los organismos superiores del partido y todos sus hombres
responsables tienen en este momento el deber primordial de analizar
desapasionadamente este periodo para establecer sin acrimonias y sin
prevenciones los errores en que sin duda hemos incurrido para subsanarlos
en el futuro. Pero cualesquiera sean los errores cometidos, creemos que hay
muchas cosas sobre los cuales no deben existir divergencias, que han
servido en el pasado y servirán en el futuro para mantener la unidad
partidaria a pesar de los distintos criterios circunstanciales y de
diversos enfoques de los sucesos.

El radicalismo es un partido de principios políticos, económicos y sociales
que en una accidentada y combativa acción semisecular ha formado una
orientación y una personalidad; principios, orientación y personalidad que
se hallan sometidos a un proceso de evolución impuesto por la
transformaciones profundas y permanentes de la sociedad porque esa es la
ley de la vida y de la supervivencia, pero que no pueden cambiar el azar ni
sentimientos circunstanciales y pasajeros como son una campaña electoral y
un comicios.

Partido esencialmente popular por su origen y por la savia vital que lo ha
nutrido siempre, frente al veredicto comicial adverso, su primer movimiento
se de la reafirmación de su fe democrática, su confianza en el pueblo y su
adhesión invariable a los principios de libertad justicia y derecho.
Creemos que el pueblo sincero, confiado y desprevenido ha sido perturbado
por una propaganda engañosa cayendo en el error trágico de confiar sus
destinos a quienes han sido y son incapaces de interpretar el sentido
democrático de nuestra historia. Pero no incurriremos, no tenemos el
derecho de incurrir otra vez en el error de tildarlo de incapaz para
dirigir su propio destino. Si nosotros mismos que hemos creído habilitados
para dirigir el partido y el movimiento democrático nacional, estamos
revisando nuestros actos para comprobar los errores en que hemos incurrido
y quizá mañana lo desconozcamos por un nuevo error de apreciación o de
concepto ¿Cómo no hemos de comprender el error en que ha caído el pueblo
perturbado por una propaganda engañosa?

Como partido popular, el radicalismo ha vivido permanentemente todas las
inquietudes del pueblo, sus aspiraciones y sus necesidades. Fue el primero
partido político argentino el que incorporó a su programa los principios de
una política social que la dictadura y el continuismo han pretendido
vanamente arrebatarle; propugnó siempre el logro de las mas avanzadas
conquistas obreras, pero las quiso dentro de la ley y en un ambiente de
armonía social, porque entiende que todos los sectores y los grupos que
forman la sociedad son solidarios en el mismo destino; que ninguno puede
buscar su provecho ni su bienestar fuera del progreso y del bienestar
general, que la lucha y los odios de clase conducen directamente a la
disolución y a la anarquía social.

Toda la legislación obrera y social fundamental que existe en el país y que
la dictadura no ha hecho avanzar un paso a pesar de sus esténtores
propaganda, ha contado con el auspicio y el apoyo decidido del radicalismo
y de sus representantes en el Congreso Nacional. Los anales parlamentarios
lo prueban. El descanso hebdomadario y el de 36 horas corridas semanales,
la jornada de 8 horas, las indemnizaciones por accidentes de trabajo para
los obreros de la industria y su extensión a los obreros rurales, la
indemnización de las enfermedades profesionales, la protección en los
trabajos insalubres, la reglamentación del trabajo de las mujeres y de los
jóvenes, la legislación del trabajo a domicilio las vacaciones anuales
pagadas, la protección a la madre y al niño, el régimen de jubilaciones
para numerosos gremios y muchas otras relacionadas directamente con los
problemas del trabajo y la protección del obrero, fueron materia de leyes
sancionadas por el Congreso argentino y en las que el radicalismo tuvo la
iniciativa o las apoyó decididamente.

En este terreno el radicalismo sabe que las conquistas logradas, sea cual
sea su origen, deben ser afianzadas y que el ritmo de los nuevos tiempos
impide detenerse en este camino. Muchos pasos adelante pueden y deben darse
aun, pero sabe también que para que ese progreso social sea firme y
represente una verdadera conquista y un beneficio para la clases
trabajadoras, que tienen como finalidad primordial, no es posible encarar
esos problema aisladamente sino vinculados con los problemas económicos,
étnicos y sociales que lo condicionan.

El radicalismo no ha hecho nunca de los problemas obreros y sociales una
cuestión de especulación electoral o ha llegado a caer en la demagogia. Así
ha procedido durante la ultima contienda porque otra conducta no hubiera
sido leal para con el pueblo ni digna de si mismo. El radicalismo debe
encarar de inmediato la nueva etapa política que se abre ante él.

Y ya sus cuerpos directivos superiores consideran necesario adaptar su
programa de acción a las nuevas modalidades y exigencias de la época. Pero
nuestra experiencia nos indica que antes que todo y como tarea previa debe
perfeccionar su organización y mejorar sus prácticas internas sin lo cual
no podremos aspirar a hacernos intérpretes auténticos del pueblo argentino.

Consideramos que existen dos cuestiones que es necesario y urgente
realizar; la organización de la juventud y el movimiento femenino, sectores
en los que es indispensable dar acceso a todos los organismos partidarios.
No es solo un acto de justicia; es necesario y vital para el partido. La
juventud y la mujer argentina han demostrado ya que han adquirido un grado
de madurez cívica tal que su incorporación orgánica a los cuerpos
directivos partidarios ha de dar a estos un nuevo espíritu de lucha y una
nueva tónica moral. Con todo la contienda no ha sido fértil. El 24 de
febrero es solo el fin de una etapa y el comienzo de otra en la lucha
permanente por la democracia y la libertad. El radicalismo es el fiel
reflejo de nuestra nacionalidad e interprete de sus angustias, de sus
anhelos y de sus esperanzas. Tiene una misión histórica que cumplir debe
cumplirla colocándose sobre la persecución y la adversidad. Seguirá siendo
custodia de los intereses legítimos del anhelo de los trabajadores, de su
reclamo de una mejor justicia social e interprete del afianzamiento de
nuestra soberanía y de su prestigio internacional, que ha de basarse
íntegramente en la realización del espíritu democrático de nuestras
instituciones y eternamente en el sentido humanitario y profundo de la
fraternidad con el sacrificio y con el dolor de las naciones civilizadas
del mundo.

Eduardo Laurencena, Presidente; David Michel Torino, Vicepresidente
Primero; Carlos Cisneros, Vicepresidente segundo; Raúl Rodríguez de la
Torre, Tesorero; Carlos Luna Valdez, Protesorero; Eduardo Araujo, Guillermo
Acosta, Leopoldo Zara y Carmelo Piedrabuena, secretarios.

















Fuente: Declaración de la Mesa Directiva del Comité Nacional de la Unión
Cívica Radical sobre el actual momento político tras las elecciones del 24
de febrero de 1946.
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