Turismo, desarrollo y sustentabilidad: sendas paralelas sin convergencia

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Descripción

UABC / UACJ / UdG

EXAMEN DE TENDENCIAS DEL TURISMO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI • Omaira Martínez Moreno • Tomás Cuevas Contreras • Rodrigo Espinoza Sánchez

CAC-UABC-146 “LAS ORGANIZACIONES Y SU ENTORNO” CAC- UACJ-31 “ESTUDIOS SOBRE TURISMO Y TIEMPO LIBRE” CAC-UDG-443 “ANÁLISIS REGIONAL Y TURISMO” 7/1/2016

Es una línea editorial de Competitive Press, S.A. de C.V. Presidente del Consejo Editorial C.P. Hugo Gasca Bretón Directora General Lic. Marcela Gasca Serrano Coordinación de Edición: Felipe Ávila Reyes Diseño de portada: Julio César Quiroz Cruz Coordinación de estilo: José Reséndiz González Coordinación de formación: Hugo Armando Lazos Ramírez dr © 2016 Omaira Martínez Moreno, Tomás Cuevas Contreras y Rodrigo Espinoza Sánchez Las características de la presente edición son propiedad de: © 2016 Competitive Press, S.A. de C.V. Montecito núm. 38, piso 39, ofna. 34, Col. Nápoles, Delegación Benito Juárez, C.P. 03810, México, D.F. Tel.: (55) 5242-8900 Primera edición: 2016 ISBN: 978-607-9429-63-8 Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial. Registro No. 3745 Impreso en México - Printed in Mexico.

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo y por escrito de esta casa editorial. Competitive Press, S.A. de C.V., ha diseñado y producido las características editoriales de esta obra. El autor es el responsable del contenido, desarrollo y fidelidad literal de la misma.

COMITÉ CIENTÍFICO EVALUADOR Investigadores

Institución Árbitros

Dra. Omaira Cecilia Martínez Moreno

Universidad Autónoma de Baja California

Dr. José Gabriel Ruiz Andrade Mtro. Ricardo Verján Quiñones Mtra. Elsa Aranda Pastrana

Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

Dr. Francisco Bribiescas Silva Dr. Tomás J. Cuevas Contreras Dra. Ercilia Loera Anchondo Dra. Isabel Zizaldra Hernández Dr. Jesús Urrutia De la Garza Dr. Rodrigo Espinoza Sánchez

Universidad de Guadalajara

Dr. José Luis Cornejo Ortega Dr. Edmundo Andrade Romo Dra. Rosa María Chávez Dagostino

Libro Dr. Miguel Mujica

Universidada de Carabobo (Venezuela)

Dr. Carlos Mario Amaya Molinar

Universidad de Colima

Universidad Autónoma de Baja California Juan Manuel Ocegueda H. Rector Alfonso Vega López Secretario General Patricia Moctezuma Hernández Coordinadora de Posgrado e Investigación

Cuerpo Académico 31. Estudios sobre Turismo y Tiempo Libre Tomás Cuevas Contreras Representante del caec 31 Ercilia Loera Anchondo Francisco Bribiescas Silva Isabel Zizaldra Hernández Jesús Alberto Urrutia de la Garza Miembros

Ricardo Verján Quiñones Director de la Facultad de Turismo y Mercadotecnia

Universidad de Guadalajara Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla Rector General Cuerpo Académico 146. Las Organizaciones y su entorno José Gabriel Ruiz Andrade Representante del CA 146 Omaira C. Martínez Moreno Ricardo Verján Quiñones Miembros

Miguel Ángel Navarro Navarro Vicerrector ejecutivo José Alfredo Peña Ramos Secretario general Centro Universitario de la Costa Marco Antonio Cortés Guardado Rector Remberto Castro Castañeda Secretario Académico

Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

Yudith Araceli Saldate Márquez Secretaria Administrativa

Ricardo Duarte Jáquez Rector David Ramírez Perea Secretario General Ramón Chavira Chavira Director General de Difusión Cultural y Divulgación Científica Juan Ignacio Camargo Nassar Director del Instituto de Ciencias Sociales y Administración

Cuerpo Académico. Análisis Regional y Turismo (art) Rodrigo Espinoza Sánchez Representante del udg-ca-443 Rosa María Chávez Dagostino Edmundo Andrade Romo Miembros

Contenido

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

IX

Sergio Molina

Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XIII Alba E. Gámez

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Omaira Cecilia Martínez Moreno Tomás Cuevas Contreras Rodrigo Espinoza Sánchez

XV

Sección I Marketing y redes en turismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

1

CAPÍTULO 1 Avances y retos para el marketing turístico en la era de la web 2.0. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

3

CAPÍTULO 2 Estudio empírico del uso de las redes sociales como herramienta de marketing online en los hoteles españoles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

17

Judith Cavazos Arroyo

Jimena García Giménez Marival Segarra Oña Ángel Peiró Signes

V

VI

Examen de tendencias del turismo en el umbral del siglo XXI

CAPÍTULO 3 Redes internas y comunicación como estrategia de competitividad en empresas con actividad turística en Colombia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

51

CAPÍTULO 4 El sector turístico cubano en los albores del descongelamiento de las relaciones con Estados Unidos: Sus retos y perspectivas . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

71

Tomás Cuevas Contreras Francisco Bribiescas Silva Patricia Jiménez Terrazas

Emmanuel Francisco García Uribe Patricia Ramos Rubio

Sección II Turismo enológico y gastronómico . . . . . . . . . . . . . . . . .

85

CAPÍTULO 5 Importancia del enoturismo en el desarrollo regional de Valle de Guadalupe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

87

Robert Efraín Zárate Cornejo Reyna Virginia Barragan Quintero

CAPÍTULO 6 Del dicho al hecho: Análisis de las acciones de política pública que inciden en el turismo enológico en el Valle de Guadalupe, Ensenada, Baja California . . . . . . . 103 Marisa Reyes Orta Julio César Montiel Flores Omar Leonardo Valladares Icedo

CAPÍTULO 7 "Efecto Roca": El impacto del restaurante Celler de Can Roca en el turismo gastronómico de Cataluña . . . . 119 Sara Forgas Serra Dani Blasco Saida Palou

CAPÍTULO 8 La raicilla en San Sebastián del Oeste, Jalisco, su producción e interés como patrimonio cultural de uso turístico en un “pueblo mágico” . . . . . . . . . . . . . . 131 Oscar Alberto Maldonado Ibarra Damián Cruz González Daniela Giovana Ortiz López

Contenido

VII

Sección III Turismo y desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145 CAPÍTULO 9 Turismo, desarrollo y sustentabilidad: Sendas paralelas sin convergencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147 Alejandro Palafox Muñoz María Guadalupe Martínez Perezchica Julia Sderis Anaya Ortiz

CAPÍTULO 10 Comercio informal en el desarrollo turístico en la región de Puerto Vallarta y Bahía de Banderas . . 167 Edmundo Andrade Romo José Luis Cornejo Ortega Rodrigo Espinoza Sánchez

CAPÍTULO 11 Los hábitos de consumo de los servicios culturales. Punto de partida para el desarrollo de un turismo cultural diverso e incluyente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179 Claudia Karina García Vargas Omaira Cecilia Martínez Moreno José Gabriel Ruiz Andrade

Sección IV Tendencias turísticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195 CAPÍTULO 12 La construcción social de los animales en el marco del turismo y el entretenimiento en Colombia . . . . . . . . 197 Leonardo Garavito González Natalia del Pilar Camargo Ovalle

CAPÍTULO 13 El buceo libre en el Parque Nacional Islas Marietas. . . 215 Rita Marcela Preciado Pinedo Rosa María Chávez Dagostino Myrna Leticia Bravo Olivas

CAPÍTULO 14 Innovación del turismo de salud y bienestar. Exploración en la triada de San Luis Río Colorado, Sonora, Los Algodones y Mexicali, Baja California . . . . 231 Sonia Guadalupe Zermeño Flores Tomás Cuevas Contreras Isabel Zizaldra Hernández

Capítulo 9

Turismo, desarrollo y sustentabilidad: Sendas paralelas sin convergencia Alejandro Palafox Muñoz1 María Guadalupe Martínez Perezchica2 Julia Sderis Anaya Ortiz3

Introducción Hablar de desarrollo se ha convertido en uno de los temas más dominantes en la literatura de las ciencias sociales en la actualidad, pero también de los más controvertidos y de mayor complejidad, principalmente por tres cuestiones: 1. Ha estado estrechamente vinculado con el crecimiento económico y el progreso. 2. Ha estado determinada por los intereses y actores dominantes en los diversos momentos históricos. 3. Incluye variables que van más allá de indicadores económicos o monetarios, y que por consiguiente son difícilmente medibles. En este sentido, el desarrollo ha consistido en una idea de colonización que se legitimó en el mundo en el contexto de la posguerra y cuyas estrategias van encaminadas a prolongar la dominación económica, política, social y cultural de los países considerados como subdesarrollados. Aunque existe gran cantidad de interpretaciones en cuanto al término de desarrollo, cabe señalar que este documento enfoca su análisis desde el contexto de los países latinoamericanos, cuya premisa es la evidente ineficiencia que tuvieron las políticas de ayuda al desarrollo repercutiendo en la 1 2 3

Doctor en ciencias ambientales. Profesor investigador de tiempo completo. Universidad de Quintana Roo. División de Desarrollo Sustentable. [email protected] Maestra en gestión sustentable del turismo. Profesora de asignatura. Universidad Tecnológica de Calvillo. [email protected] Maestra en turismo y dirección hotelera. Profesora investigadora de tiempo completo. Universidad de Quintana Roo. [email protected]

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actual crisis civilizatoria, así como el surgimiento de variadas estrategias para superarla, entre ellas, el turismo y la sustentabilidad. Asimismo, es necesario reconocer que su naturaleza ha sido esencialmente política y con ese objetivo, los siguientes párrafos exponen el producto de la revisión documental y análisis crítico a través de una perspectiva histórica y estratégica, sobre la noción del desarrollo, la cual es marcada por los diversos momentos históricos de mayor relevancia desde mediados del siglo xx, y para ello se divide en tres fases: a) ayuda al desarrollo; b) desarrollo sustentable; y c) posdesarrollo. Desde una perspectiva crítica, se analizan las propuestas del desarrollo sustentable y el posdesarrollo, considerándolas como etapas en la transformación de la noción de desarrollo visto desde los enfoques sistémico y antisistémico, respectivamente. En esta última, se hace referencia especial a la filosofía del Buen Vivir, considerada como la aportación más importante de reflexión antisistémica desde Latinoamérica en los últimos años.

Análisis histórico de la noción de desarrollo La noción de desarrollo siempre ha existido en el transcurrir histórico de la humanidad, manifestada principalmente por el grado de evolución de que se goza hoy en día, sin embargo su abordaje teórico data de inicios del siglo xx, en tanto que su aplicación práctica a mediados del mismo está vinculada estrechamente con los términos de crecimiento económico, modernización y progreso. Aunado a lo anterior, han surgido también adjetivos que se ligan al desarrollo, que van desde los ámbitos geográficos, hasta los funcionales y de género, lo cual favorece su ambigüedad conceptual (Boisier, 2001); no obstante, el desarrollo es diferente al crecimiento económico, ya que implica una serie de variables cualitativas que buscan el bienestar humano y el mejoramiento de la calidad de vida (Sen, 1998) entre las que destacan la importancia de los valores, la libertad, la seguridad, la capacidad de ser y hacer, el respeto, la dignidad, la felicidad, etc. En suma, poner énfasis en las cuestiones éticas, espirituales y sensibilidades (Bebbington, 1999 cit. en Ivanova y Ángeles, 2014). La premisa que sustenta la noción de desarrollo y progreso que rige la lógica del modo de producción capitalista, surgió desde la economía clásica en el siglo xviii y fue afianzada en el siglo xix con la Revolución Industrial, en donde la transformación estructural va de lo rural hacia lo urbano, de lo agrícola a lo industrial, de lo atrasado a lo moderno (Pérez, 2001). En su abordaje teórico, el primer concepto de crecimiento o desenvolvimiento económico fue propuesto por Joseph A. Schumpeter a inicios del siglo xx, en el cual se consideraba al empresario como el principal agente de desarrollo, mediante la generación de empleos y transacciones de compra-venta, así

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como la incorporación de innovaciones al modo de producción (Ornelas, 2012); sin embargo, no fue sino hasta mediados del mismo siglo que la concepción del desarrollo está asociado al crecimiento económico basada en el subdesarrollo y que dicha ideología ha prevalecido hasta la actualidad. Esto es, un estado ideal (occidental) al que todas las naciones deben aspirar y para lo cual sólo hay una única vía lineal y ascendente: seguir el mismo camino que recorrieron los países imperialistas (Rist, 2002; Gligo, 2006). Dicha vía fue propuesta por Rostow (1960) que incluye: a) sociedad tradicional; b) condiciones previas al impulso inicial; c) impulso inicial; d) marcha hacia la madurez; y e) la sociedad de consumo (citado en Herrera, 2012). En este contexto, la posguerra juega un papel medular en cuanto a la evolución teórica y praxis del desarrollo. Por un lado, se tiene la acelerada reconstrucción e industrialización de los países occidentales (desarrollados) a través del Plan Marshall teniendo por características predominantes la producción a gran escala y la generación de riqueza, es decir el crecimiento económico como factor determinante del desarrollo y la modernización, priorizándose la acumulación de trabajo y de capital (Rist, 2002); no obstante, en los países subdesarrollados se impulsaron un conjunto de políticas de cooperación mejor conocidas como de ayuda al desarrollo instituidas por las grandes potencias vencedoras del conf licto bélico a través de los Organismos Internacionales, cuyos ejes eran la cooperación técnica y la transferencia de capital (Escribano, 2003). Ornelas (2012) afirma que la aplicación de dichas políticas dio origen a varias etapas, en el marco de la política económica de los países periféricos, como: 1. Era del volumen (1949-1969): conocida como “big push”, la cual es caracterizada por una fuerte inversión en estructura pesada y priorización del sector industrial; sustitución de importaciones; incremento en el precio de las materias primas; asistencia del Estado, este periodo es conocido como Estado de bienestar. 2. Era de las necesidades básicas (1970-1979): se da impulso al sector agrícola (revolución verde) y prioriza los sectores de educación y salud. 3. Era de las políticas de austeridad y de ajustes estructurales (1980-1989): representada principalmente por la caída de precios; encarecimiento de la deuda; intervención de los Organismos Financieros Internacionales en el funcionamiento de los Estados a través de las políticas y ajuste estructural (privatización de las empresas públicas, promoción de las exportaciones, liberación de los mercados, reducción del gasto público, globalización y desregulación).

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4. Década perdida para el desarrollo (1982-1992): se comprime la demanda interna; reestructuración del sector productivo; pérdida de la soberanía de los países; se dicta el Consenso de Washington (1989).4 Lo anterior, hizo evidente el propósito de los países desarrollados, el cual consistió sólo en un instrumento de política internacional que buscaba lograr la hegemonía mundial de la civilización occidental y se convirtió en una nueva forma de dominación y colonización mediante la cual las antiguas colonias pasaron a ser consideradas periferias. De esta manera quedó claro que el desarrollo es una idea colonial en su sentido más preciso (PortoGonçalves, 2009). Tal afirmación se fundamenta en la primera propuesta en contra del desarrollo, realizada por investigadores latinoamericanos miembros de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal) en la década de los 60, la cual se conoce como Teoría de la Dependencia. Con base en los conceptos marxistas que plantean al capitalismo como inherentemente explotador, la Teoría de la Dependencia establece la existencia de una relación de conveniencia por parte de los países del norte hacia los del sur mediante una organización productiva y política desigual, es decir, afirma que el desarrollo es en esencia un proceso hacia la desigualdad (Herrera, 2012). De esta forma, el subdesarrollo se convierte en parte integral del modo de producción capitalista global y no una etapa por superar, este sometimiento es a su vez comercial, cultural, política e ideológica hegemónica con el propósito de convertir el modo de producción capitalista en un modo de vida. A pesar de los grandes esfuerzos y recursos aplicados para combatir el subdesarrollo basado en el crecimiento económico, el progreso y la industrialización como la única vía para alcanzarlo durante varias décadas, no fueron suficientes y, por el contrario, se ha causado un daño sin precedentes a los sistemas ecológicos, se agudizaron las condiciones de pobreza, y se acrecentó la brecha de desigualdad entre las naciones y hacia el interior de las mismas, dando cuenta de la incapacidad del sistema dominante para lograr el desarrollo (Rist, 2002; Harvey, 2007). En esta línea de pensamiento, la crisis es el resultado del “agotamiento de un estilo de desarrollo que se ha revelado ecológicamente depredador, socialmente perverso y políticamente injusto, tanto nacional como internacional” (Guimarães, 1994). Por lo anterior, actualmente se habla de una crisis civilizatoria, por su amplitud planetaria, así como por la rapidez con 4

Documento con 10 prescripciones de ajuste a la política económica para las economías emergentes, impulsadas desde el Fondo Monetario Internacional (fmi), el Banco Mundial y el Banco de la Reserva Federal y el Tesoro de Estados Unidos. Dichas recomendaciones se convirtieron en la agenda neoliberal que rige el modo de producción capitalista (Herrera, 2012).

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que están ocurriendo los fenómenos socioambientales, como: pérdida de biodiversidad, cambio climático, pobreza extrema, exclusión, contaminación, desigualdad en la distribución, depresión económica, etcétera. Márquez (2009) la define desde un punto de vista más sistémico y de carácter neoliberal, y señala que es convergencia de varias crisis5 al afirmar que: “...se trata de una compleja crisis civilizatoria con rostro multidimensional que expone los límites de la valorización mundial del capital por cuanto atenta en contra de los fundamentos de la riqueza: el ser humano y la naturaleza, y porque pone en predicamento el sistema de vida en la Tierra, es decir, el metabolismo social” (p. 193). Ante la ineficiencia de las políticas impuestas desde los órdenes centrales para lograr el desarrollo de las periferias, los síntomas relativos a la crisis se agudizaron sobre todo en el ámbito ecológico, y en respuesta han surgido gran cantidad de iniciativas para mitigarla. Con este propósito se han organizado dos grandes polos: uno sistémico o mejor conocido como desarrollo sustentable (ds) y otro antisistémico o posdesarrollo, que incluye una gran variedad de alternativas que van más allá de la lógica del modo de producción capitalista, y que dan prioridad a la organización de base comunitaria priorizando las manifestaciones culturales propias de cada pueblo. El paradigma del ds ha sido la de mayor aceptación y legitimación a nivel mundial, su auge derivado por la promoción de los organismos internacionales con la finalidad de dar continuidad al modo de producción capitalista (Palafox, 2013); no obstante, en los últimos años está cobrando relevancia la corriente del posdesarrollo. En este sentido, la iniciativa privada se ha desarrollado y conformado conglomerados de capital que se han distribuido principalmente en los territorios de las economías emergentes (Clancy, 1998; Clancy, 2008; Clancy, 2009; Palafox et al., 2010; Buades, 2011 y Palafox, 2013), ya que “el producto turístico por sí mismo es el resultado de varios procesos, productos e insumos. Finalmente, bajo el contexto del turismo global se desarrollan un sinnúmero de nichos turístico desde el ecoturismo, turismo médico, turismo de aventura, entre otros” (Clancy, 2009); no obstante la diversificación de la oferta, los medios de producción siguen siendo los mismos, y la “monopolización de la propiedad en el capitalismo provoca que la clase dominante ejerza control en la división del trabajo en el contexto de la producción” (Harman 1998), es decir, el monopolio empresarial decide qué, cuánto y cómo producir. En este sentido, Bianchi (2009) argumenta que el capital extranjero 5

Véase Márquez Covarrubias, Humberto (2009), “Diez rostros de la crisis civilizatoria del sistema capitalista mundial”, Problemas del desarrollo 40 (159): 191-210.

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ha destruido y reorganizado las economías del tercer mundo para su servicio, por lo que las economías desarrolladas sustentan su progreso a través de la plusvalía generada en los Estados emergentes.

Desarrollo sustentable: la alternativa del sistema a la crisis El análisis crítico al ds requiere previamente de un abordaje histórico contextual, en ese sentido, Pierri (2005) enfatiza particularmente en aquellos acontecimientos relacionados con los ámbitos político y económico con la finalidad de vincularlo con los principios del neoliberalismo. De esta manera, es posible evidenciar que este paradigma fue propuesto como la solución a la crisis, al igual que las corrientes que le precedieron; sin embargo, el interés del mismo era la legitimación del poder de clase y el dominio de las esferas financieras internacionales, así como de los gobiernos de los países con un capitalismo avanzado sobre la soberanía de las economías emergentes mediante la desregulación, la liberalización del comercio, la inversión extranjera y la pérdida de los medios de producción (Casilda, 2004) provocaron el detrimento de las condiciones de vida de la mayoría del planeta, toda vez que los resultados desalentadores en el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, redistribución del ingreso y deterioro de las condiciones sociales son evidentes. El ds tiene sus antecedentes desde la década de los 70, cuando la comunidad científica comenzaba a aportar información sobre el deterioro ecológico ocasionado por la industrialización y la expansión del capitalismo hacia los países considerados emergentes, generando el nacimiento de una conciencia ambiental. Cabe señalar que entre 1949 y 1972, los temas ecológicos fueron abordados por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (unesco), auspiciando un programa de estudios interdisciplinarios sobre las consecuencias de las actividades humanas en el medio ambiente y de los cuales se desprendió el programa El Hombre y la Biósfera, el cual trataba de proteger los espacios y las especies del planeta, tanto para fines de investigación científica como por su valor natural y cultural para la humanidad. Por otro lado, las condiciones geopolíticas mundiales que imperaban en ese periodo y que a su vez daban lugar a una serie de concepciones de alarma ambiental entre los países del norte con respecto a los del sur, las cuales eran por demás diferentes. Por un lado, la preocupación de los países centrales estaba dirigida hacia los aspectos ambientales que se exponían en las publicaciones científicas, como: la contaminación, el cambio climático y la pérdida de los recursos naturales. Por su parte, en los Estados emergentes se entendía que los problemas reales y más importantes eran: la pobreza y las enfermedades que padecían la mayor parte de la población mundial. Por

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ello, el debate ambientalista impulsado a finales de la década de los 60 y principios de los años 70, dio origen a tres posturas principales: 1. La corriente ecologista conservacionista. 2. El ambientalismo moderado. 3. La corriente humanista crítica (Pierri, 2005). La corriente ecologista conservacionista fue impulsada a partir de la publicación del Primer Informe del Club de Roma en 1972, intitulado Los límites del crecimiento o también conocido como Informe Meadows. Dicho documento fue el de mayor difusión y repercusión, contribuyendo a establecer el debate sobre lo ambiental e instalarlo en el ámbito político mundial (Ramos, 2002 y Pierri, 2005). Esta postura defiende que el planeta tiene límites físicos absolutos y mediante una proyección a 100 años, propone que la solución a un potencial colapso mundial es el crecimiento cero. Además, plantea que existe una contradicción entre sociedad y naturaleza, entre crecimiento y conservación; en suma, entre economía y ecología. Por su parte, el ambientalismo moderado asume lo ambiental en un sentido más amplio, ya que integra los objetivos tradicionales del desarrollo con la conservación del medio ambiente. Los principios que rigen este pensamiento provienen de la Organización de las Naciones Unidas (onu) y se encuentran plasmados en la Declaración sobre Medio Humano, realizada en Estocolmo en 1972. A partir de una visión antropocentrista, la conservación de los recursos naturales no es un fin en sí mismo, sino un medio para favorecer el desarrollo. Asimismo, se considera a la pobreza como la causa de los problemas ecológicos mundiales y a los pobres como una amenaza ambiental, por lo que el crecimiento económico es necesario para superar la pobreza y la crisis ecológica, razón por la cual esta corriente es considerada como el primer antecedente del ds. Por otro lado, también se reconoce el derecho de todo: Toda la literatura reconoce a la Conferencia Mundial sobre el Medio Humano, como un antes y un después en la problematización política del tema… fue el primer intento de conciliar los objetivos tradicionales del desarrollo con la protección de la naturaleza y de contemplar los diferentes intereses de los países de la comunidad internacional… el tema se jerarquizó mediante la creación del Programa Para las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (pnuma) con sede en Nairobi. Se recomendó declarar el 5 de junio, Día Mundial del Medio Humano y se hizo una condena expresa a las armas nucleares (Idem: 10). Contraria a las posturas anteriores emanadas de los países del norte, la corriente humanística crítica tuvo su origen en los países del sur como una

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respuesta al Informe del Club de Roma, y estuvo integrada por dos propuestas principales: a) el ecodesarrollo, impulsada por los países que integran el llamado Tercer Mundo, y b) el Modelo Mundial Latinoamericano, elaborado por la Fundación Bariloche. El ecodesarrollo es promovido por los países no alineados, quienes proponían la creación de un nuevo orden económico internacional, planteando la propuesta de las diferentes regiones con base en las capacidades propias de cada pueblo. La idea medular era compatibilizar la economía con la ecología, pero con base en modelos alternativos, autodeterminados y autocentrados, desde la óptica de los países dominados, y que atendieran condiciones más sociales, culturales y políticas que ambientales, como la pobreza, la migración, etcétera. Concretamente, se amplía la concepción de los problemas ambientales a sus aspectos, causas y consecuencias sociales, critica el concepto imperante de desarrollo, y propone el uso de los recursos y sistemas productivos con moderación, en contradicción con los patrones establecidos por los países occidentales de alto consumo. Asimismo, parte de una visión antitecnocrática mediante la gestión racional de los ecosistemas locales y la revalorización de los saberes y creatividad de las comunidades. Dicha postura tiene su sustento teórico en el Informe Founex (1971) y es avalado por la Asamblea General de la onu en 1974, en la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados, misma que ratificaba el derecho de los pueblos del Tercer Mundo a obtener el control de sus recursos económicos. El Modelo Mundial Latinoamericano cuestiona las bases económicas y políticas del orden actual y propone alternativas para una sociedad diferente, sustentado en principios totalmente contrarios a la noción dominante del desarrollo. Por un lado, rechaza la tesis de que los límites físicos del planeta para el desarrollo son absolutos, y agrega que éstos son antes que nada sociopolíticos. Esta postura crítica manifiesta que la crisis no está en el futuro, sino en el presente, momento crucial en el que la humanidad está sumida en la pobreza y la miseria, por tanto, se requiere un cambio radical e inmediato en la organización social internacional, para que el uso económico de los recursos naturales se subordine a los objetivos sociales. De esta manera, el término ds fue utilizado por primera vez en la Estrategia Mundial de Conservación (emc)6 presentada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (uicn) en 1980, aunque anunciándolo como un objetivo a ser logrado mediante la conservación de los recursos naturales (Lélé, 1991, cit. en Pierri, 2005). En dicho documento, por primera vez se proponía al desarrollo como el mayor medio para lograr la conservación, estableciendo una compatibilidad inevitable entre estos dos 6

La emc fue preparada por la uicn con fondos del pnuma y el WoldWildlifeFund, publicada en 1980 y presentada a la fao y la unesco (Pierri, 2005).

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términos y uniéndolos con el elemento clave de la sustentabilidad. La emc es considerada como la puerta de entrada hacia la proliferación del término ds en los objetivos de los Estados (idem). Como resultado de estos acontecimientos, la propuesta del ds es planteada oficialmente por el Informe Brundtland en 1987, en un documento denominado “Nuestro futuro común”, mismo que se origina y asume desde la Asamblea General de la onu. Ha sido la propuesta de mayor aceptación y difusión en los ámbitos político y académico, convirtiéndose en el objetivo hacia el que se volcaron los esfuerzos internacionales desde inicio de la década de los 90. Dicha postura se legitimó en la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en el año 1992 y establece que debe existir un equilibrio en las dimensiones económica, ambiental y social. La concepción más aceptada es: “aquel que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” (Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo, 1992). La principal aportación de dicho documento es la idea central de que el desarrollo y el medio ambiente no pueden estar separados, es decir, el desarrollo no se mantiene si la base de los recursos naturales se deteriora, y por el contrario, el medio ambiente no puede ser protegido si el crecimiento no toma en cuenta las consecuencias de la destrucción ambiental. Asimismo, se atribuye a la pobreza la razón principal del deterioro ambiental, por lo que su principal objetivo es disminuirla mediante el crecimiento económico (Ivanova y Ángeles, 2014). De este modo, la visión de la sustentabilidad se distancia del ecocentrismo que había imperado en décadas anteriores y adopta una óptica antropocentrista en su proposición por evitar que el deterioro ambiental limite el desarrollo humano (Pierri, 2005), en definitiva se plantea volver sustentable el desarrollo. A partir de este pequeño bosquejo histórico es posible identificar algunas causas que favorecieron la pronta legitimación del término ds, principalmente porque no es coincidencia que surja en medio de una serie de acontecimientos ambientales y económicos enmarcados por una progresiva neoliberalización mundial. Por un lado, los elementos que propone se ubican en el contexto económico y político de la noción de desarrollo imperante en el ámbito internacional. Asimismo, considera que los límites para el crecimiento no son sólo físicos sino también sociales y técnicos, pero que es posible superarlos, asignándole un papel primordial a la cooperación internacional. Al proponer como objetivo principal el crecimiento económico, no se contrapone con la lógica del sistema capitalista, por el contrario, la sustenta (idem) y, en consecuencia, lo legitima y se convierte en discurso y lógica imperante en la política económica de los Estados capitalistas emergentes y desarrollados emanada desde los Acuerdos de Bretton Woods en 1944 y confirmados en el Consenso de Washington en 1989 (Casilda, 2004 y Martínez y Soto, 2012).

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Por lo anterior, es elemental destacar que el neoliberalismo es: “una teoría de prácticas político-económicas que afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser humano, consiste en no restringir el libre desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo, dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de comercio. El papel del Estado es crear y preservar el marco institucional apropiado para el desarrollo de estas prácticas (Harvey, 2007: 8). La práctica de libre mercado se comenzó a impulsar a finales de la década de 1970, bajo la conducción de los gobiernos de Gran Bretaña y los Estados Unidos, y logró su articulación con el Consenso de Washington. Sus principales características son: la privatización de los bienes y servicios públicos, el adelgazamiento del papel del Estado, el desmantelamiento de las organizaciones sociales, la acumulación de capital y la restauración del poder en una sola élite económica, la confianza plena en los mecanismos del mercado, el individualismo por sobre las relaciones de sociedad, la competencia, y la creación de estructuras internacionales en los ámbitos financieros con dominio sobre los países a través de la deuda externa. Estas políticas están diseñadas para dar a los que ya son ricos, más ingresos disponibles, es decir, trasladar la riqueza desde el fondo de la sociedad hacia la cumbre, sin importar el bienestar de la mayoría de la población ni el deterioro de los recursos naturales que esta acumulación resulte a su paso (George, 1999, Casilda; 2004 y Martínez y Soto; 2012). En este orden de ideas, Guimarães (1994) señala que el ds asume importancia en el momento mismo en que los centros de poder mundial declaran el desatino del Estado como motor de desarrollo y proponen su reemplazo por el mercado; instituye a uno de los pilares del modelo actual (Banco Mundial) como su principal promotor financiero; se fundamenta en los mismos principios económicos del sistema dominante y facilita la posibilidad de atribuirle un precio a la naturaleza para convertirla en mercancía viable de comercializarla en la esfera global. En resumen, la lógica del ds obedece a la ideología promovida por el modo de producción capitalista en su etapa neoliberal. De acuerdo con Leff (1999), se considera a la naturaleza como un capital natural y a la sociedad como un capital humano, por lo que la lucha es por la reapropiación social de la naturaleza. Asimismo, Gligo (2006) afirma que las contradicciones expresadas en relación al concepto de desarrollo, han llevado a utilizar en forma dominante el ds como un concepto difuso y contradictorio, ya que el planteamiento de la búsqueda del equilibrio entre lo ambiental, lo económico y lo social, no existe. Desde este enfoque, el medio ambiente no es una dimensión que

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potencie y enriquezca la concepción de desarrollo, sino que se convierte en una reserva de recursos que serán utilizados para cumplir con los objetivos del crecimiento económico. De esta manera, “el desarrollo sustentable es sinónimo de desarrollismo, pretende el crecimiento asintótico de la economía en un ecosistema planetario con recursos energéticos y materiales limitados” (Olivier, 1995). Por tanto, se culpa a los pobres del deterioro de los recursos naturales, por lo que es imperativo combatir la pobreza, es decir, se considera a los pobres, en su mayoría pobladores rurales, como la amenaza del sistema actual y los causantes del deterioro ambiental. Aunque por un lado, el discurso propone como objetivos principales disminuir la pobreza y generar bienestar social a través de los cambios estructurales producidos por el mercado, por el otro, la desigualdad –entre naciones, regiones, comunidades e individuos– es una consecuencia intrínseca del modelo y esa brecha se ha visto ampliada con las políticas desarrollistas. “Los enfoques y modelos convencionales heredados del Norte no han resuelto los problemas de la vasta mayoría de la población del mundo, la cual vive hoy en las condiciones de mayor pobreza de la historia reciente de la humanidad” (Barkin, 1998: 5). Se ha convertido en una gran ironía y cinismo, cuando el análisis oficial culpa a las víctimas por los problemas que enfrentan y les suma críticas devastadoras de las instituciones gubernamentales creadas para sostener entre las clases inferiores, la visión de que el mercado libre produce un uso más eficiente de los recursos y una tasa mayor de crecimiento económico; no obstante, se reconoce que si los pobres son forzados a contribuir al deterioro ambiental, lo hacen para sobrevivir ante la falta de alternativas. La consecuencia lógica de una propuesta para volver sustentable el mismo estilo de desarrollo causante de la crisis que se pretendía combatir, es simplemente la falla total e inapelable en el logro de los principios y la agudización de los impactos negativos económicos, sociales, ambientales, políticos y culturales a escala planetaria. Para Guimarães (1994), todos concuerdan en el agotamiento del estilo actual que es insustentable, pero no se aceptan las medidas indispensables para la transformación de las instituciones económicas, sociales y políticas, sólo se tiende a enverdecer el estilo actual. Los discursos de los gobernantes y organismos internacionales, así como las estrategias de crecimiento económico y bienestar social, no han podido superar las condiciones de crisis actual, pues significaría un cuestionamiento al sistema dominante. El ds no es una alternativa de solución, aunque inicialmente así se presenta en el discurso, dado que el capitalismo no puede ser sustentable,

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sólo consistió “en una manipulación de la opinión pública basada en el bombardeo de palabras sin casi sentido real” (Gligo, 2006). La tesis de los límites del crecimiento planteada desde la década de los 60, sigue estando vigente, y por tal razón, no se pueden generalizar los planteamientos del ds que sigue promoviendo el estilo de vida de los países capitalistas desarrollados. Esos niveles de consumo no pueden sostenerse, es imperativo un cambio radical de paradigma contrario al modelo actual (Harvey, 2007; Esteva, 2009; Barkin, 1998 y Wallerstein, 2006), y es precisamente donde el término del posdesarrollo cobra relevancia. De la misma manera, Mujica (2012) propone la adopción de una perspectiva antisistémica al referir que el problema de la crisis civilizatoria no es ecológico, sino político. Por lo tanto, es el mismo modelo de mercado que produce una sociedad de consumo que requiere de un mayor número de recursos naturales para la producción de bienes y servicios afectando la vida en el planeta. Asimismo, Harvey (2007) plantea el desarrollo de investigaciones teórico-políticas que permitan reconocer las condiciones existentes y crear alternativas por medio del análisis crítico, al poner de relieve las contradicciones del modelo neoliberal y neoconservador. “la idea de de que el mercado se rige por las reglas de la competencia y la paridad se ve cada vez más desmentida por el hecho de la extraordinaria monopolización, centralización e internacionalización que caracterizan al poder financiero y corporativo. El crecimiento de las desigualdades de clase […] tanto de los Estados como a escala internacional” (idem: 222). En este sentido, la actividad turística entró en una fase desarrollista impulsada directamente por los organismos internacionales (oi), con el propósito de diversificar la oferta turística, por lo que en 2014 se tuvo un movimiento de 1,135 millones de turistas alrededor del mundo con una derrama económica de 1.5 trillones de dólares (omt, 2015). Los datos permiten inferir que la masificación del turismo continua como política en los países capitalistas, y que la diversificación de la actividad en las diversas modalidades de turismo vinculadas a la naturaleza, la cultura y los espacios costeros ha tenido un incremento aproximadamente de 30% con respecto al año anterior. El modelo capitalista neoliberal ha hecho de la actividad turística un nuevo eje de acumulación, por lo que “la experiencia ha demostrado que la movilización intensiva de los factores productivos induce al uso predador de los recursos ambientales y tiende a reproducir, librada a las fuerzas del mercado, las condiciones sociales pre-existentes” (Guimarães, 2010).

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Posdesarrollo: la transición del paradigma de la conservación al paradigma de la sustentabilidad Los párrafos anteriores detallan la evolución de la noción dominante del desarrollo desde 1949 hasta nuestros días, y revelan una “realidad que ha sido moral y políticamente intolerable” (Wallerstein, 2006) para las mayorías, por lo que una estructura diferente debe reemplazarlos. De acuerdo con Esteva (2009), las décadas desarrollistas fueron un experimento gigantesco e irresponsable que ha fracasado y por lo cual es momento de reconocer su malignidad en tanto que amenaza la supervivencia de la vida del planeta. A mediados de la década de los 90, el neoliberalismo es impulsado por los países capitalistas y la doctrina del ds empieza a dar muestras de desgaste, seguido de una búsqueda de nuevas estrategias antisistémicas a lo largo del planeta (Wallerstein, 2006). Las comunidades rurales tienen en su territorio una gran diversidad natural y cultural que está siendo aprovechada para generar recursos económicos para su subsistencia, ello le ha permitido al sector rural incorporarse a las nuevas dinámicas de mercado y mejorar sus condiciones de vida; sin embargo, a diferencia de lo establecido por la política social emanada del Estado, es que ésta última privilegia el crecimiento económico, marginando dichos espacios de los beneficios de la actividad turística, a este fenómeno se le conoce como nueva ruralidad, la cual puede tener dos connotaciones: institucional o comunitaria (Monterroso y Zizumbo, 2009; icca, 2010; Rosas, 2013; Martínez, Anaya y Palafox, 2014). De esta manera, la llegada del nuevo milenio se ha caracterizado por el inicio de un proceso de descolonización, de desmitificación y de agonía de la noción de desarrollo de corte neoliberal, que exige una ruptura sustancial con el sistema, con sus instituciones políticas y económicas, así como con sus efectos negativos (Esteva, 2009). Como resultado de los efectos adversos del modelo neoliberal, la confianza en los partidos políticos y el gobierno ha ido menguando, propi ciando la generación de alternativas y movimiento sociales, que Toledo (2009) afirma se agrupan en dos grandes tipos: las antisistémicas, y los proyectos territorializados orientados por el nuevo paradigma de la sustentabilidad. Especialmente en Latinoamérica, la mayor parte de las alternativas encaminadas a reconstruir el poder social han surgido en las poblaciones rurales y campesinas poseedoras de los recursos naturales y son las que han sufrido los mayores embates por los procesos desarrollistas y globalizadores, “desde la perspectiva de los pueblos indígenas, la globalización es un proyecto de muerte y una de sus principales armas es el desarrollo, al menos como está convencionalmente concebido” (Escobar, 2009). De acuerdo con Agostino (2009), los ejes centrales del discurso del desarrollo en su concepción convencional incluyen: a) la idea de un subdesarrollo

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que debe ser abatido; b) la negación de la diversidad en tanto que las otras formas de hacer las cosas no son percibidas como válidas; c) la legitimación de la intervención de los países del norte y de los organismos internacionales en la gestión pública de los países del sur, y d) la centralidad del crecimiento económico, que privilegia la explotación de los recursos naturales, la lógica del mercado y la satisfacción material e individual. En esta misma línea de ideas, Escobar (2009) señala cuatro principios del desarrollo y la modernidad, como la separación de la naturaleza y la cultura, la economía distanciada de las dimensiones social y natural, el individuo racional que no está atado a ningún lugar ni comunidad, así como la primacía del conocimiento experto por encima de cualquier otro saber. La crisis civilizatoria ha creado una mayor conciencia de la necesidad de un cambio significativo de modelo. Las alternativas antisistémicas se han englobado en el concepto del posdesarrollo, precisamente porque buscan ir más allá de las ideas convencionales del desarrollo, en donde las diferencias culturales no sólo son reconocidas y aceptadas, sino celebradas, hacia la construcción de un mundo nuevo, revalorizando la dignidad humana y las relaciones con la naturaleza, pero desafiando los sistemas políticos y económicos existentes (Esteva, 2009; Escobar, 2009). Por su parte, las alternativas territorializadas desde los ámbitos locales priorizan la autogestión, la democracia participativa de base y el manejo adecuado de los recursos de la naturaleza en el marco de la sustentabilidad (Toledo, 2009), por tanto, “al cambiar la estructura política general, han cambiado los paradigmas en los que se basa la búsqueda del desarrollo” (Zizumbo, 2010). En este sentido, existe consenso de que una estrategia para promover la sustentabilidad debe enfocarse en la participación local y en la revisión de la forma de vida y trabajo de las comunidades locales (Barkin, 1998). Los principios del posdesarrollo ofrecen argumentos que cuestionan la universalidad del modelo y convocan a identificar y promover otras maneras de hacer las cosas, es decir, promueve la sustentabilidad de la vida y la naturaleza, no la del desarrollo y sus consecuencias (Agostino, 2009). A este respecto, Gudynas (2009) aporta ideas a la concepción del posdesarrollo, al indicar que no hay una receta única, sino que los caminos son múltiples y hay que respetar la pluralidad de valores, culturas y ambientes; que estas nuevas miradas no pueden anular la diversidad cultural en América Latina. Puntualiza en la necesaria incorporación de los aspectos ambientales, al igual que la imperante regulación de las dinámicas de los mercados (no sólo uno; sino incluir las cooperativas solidarias, los mercados campesinos, etcétera) con base en una amplia participación ciudadana, y el rol del Estado debe estar sujeto a esa misma regulación social. Por su parte, Escobar (2009) define los principios del posdesarrollo desde dos niveles: a) el de los imaginarios, y b) el afirmativo. El primero de ellos

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apunta a la creación de un espacio/tiempo colectivo donde el desarrollo deje de ser el principio central que organiza la vida económica y social. El segundo implica reconocer la multiplicidad de definiciones e intereses alrededor de las relaciones sociales y las prácticas económicas y ecológicas, el diseño de las políticas atendiendo a estas cosmovisiones con base en el establecimiento de diálogos interculturales y proponer formas de integración regional a partir de los criterios ecológicos y de desarrollo autocentrado. Las ideas del posdesarrollo han generado gran cantidad de alternativas teóricas y prácticas desde distintas filosofías y regiones, como las basadas en la territorialidad, las teorías del decrecimiento, la epistemología decolonial, el buen gobierno, el buen vivir, entre otras, cuya premisa común es el cuestionamiento al desarrollo y que se generan como alternativas al mismo. El Buen Vivir (bv) es considerado como la aportación más importante de reflexión antisistémica desde América Latina en los últimos años, ya que de acuerdo con Acosta (2008) constituye una categoría central de la filosofía de vida de las sociedades indígenas, que invita a asumir otros saberes y otras prácticas, como el reconocimiento social y cultural, los códigos de conductas éticas y espirituales en las relaciones con la sociedad y la naturaleza, los valores humanos y la dignidad de la vida, la visión del futuro, entre otras. Por otra parte, Gudynas (2011) profundiza en esta concepción al destacar la pluralidad inherente a este concepto, ya que agrupa diversas posturas, cada cual con su propia especificidad, pero que coinciden en cuestionar el desarrollo actual y buscar cambios sustanciales apelando a otras relaciones entre las personas y la naturaleza. En este sentido, los componentes comunes a las expresiones del bv se pueden detallar de la siguiente manera: • Se abandona la pretensión del desarrollo como un proceso lineal, de secuencias históricas que deben repetirse. • Se defiende otra relación con la naturaleza, reconociéndola como sujeto de derechos y se postulan diversas formas de continuidad relacional con el ambiente. • No se economizan las relaciones, ni se reducen todas las cosas a bienes y servicios susceptibles de mercantilizar. • Reconceptualiza la calidad de vida o bienestar en formas que no dependen solamente de la posesión de bienes materiales o niveles de ingreso. • No se reduce a una postura materialista, sino que se convive con otras sensibilidades y espiritualidades (idem). El bv “va más allá de la mera satisfacción de necesidades y acceso a bienes y servicios […] apunta a una ética de lo suficiente para la comunidad, no sólo para el individuo” (Vicencio y Bringas, 2014). Su filosofía, es una

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vinculación de distintas cosmovisiones, que otorgan primacía a la ética, identifica valores intrínsecos en lo no humano, alude a cuestiones sobre nosotros mismos como personas, nuestras formas de interacción con lo que nos rodea, con una mirada puesta en un futuro utópico. Por lo tanto, más allá de simples correcciones y ajustes, implica una ruptura definitiva con el sistema actual, a través de una suerte de cambios profundos y radicales en las ideas, los discursos y las prácticas sobre el desarrollo (Gudynas, 2011). En este mismo orden de ideas, la nueva ruralidad son acciones que los actores sociales del territorio agrícola vienen desempeñando desde épocas ancestrales (Monterroso, 2010); sin embargo, cuando el Estado interviene para establecer las estrategias de qué y cómo debe ser el desarrollo, ya que busca únicamente refuncionalizar el campo para la economía de mercado, por ello, el paradigma deberá ir en función de establecer políticas que contribuyan a mejorar las condiciones de vida de los habitantes de los espacios rurales, de esta manera cada comunidad, con base en sus potencialidades puede organizar sus actividades productivas sin necesidad de que el turismo sustituya sus actividades tradicionales. En este sentido, la nueva ruralidad comunitaria ha demostrado favorecer la sustentabilidad social de las localidades, y la actividad turística ha contribuido a fortalecer la cohesión social e integración de los actores y hacer frente en la defensa del territorio, el cual está siendo penetrado por el Estado mediante la apropiación del espacio despojando a las localidades de los medios de producción para establecer una actividad económica rentable; sin embargo, el ámbito rural lucha por conservar sus formas de organización y participación, por lo que el turismo se presenta como una opción de desarrollo sin la dependencia económica (Palafox et al., 2006).

Conclusiones El modelo económico actual es un generador de pobreza, desigualdad y deterioro ambiental, por la sobreexplotación de los recursos naturales, lo que ha impactado drásticamente en los indicadores de biodiversidad, ya que en los últimos 40 años Latinoamérica ha perdido 83% de la población de peces, aves, mamíferos y anfibios, así como 52% de la vida silvestre (wff, 2015). Así, el neoliberalismo establecido mediante el intercambio de excesivo de bienes y servicios ha llevado al desgaste de los ecosistemas, toda vez que la naturaleza desde la óptica del Estado es una mercancía, por ello se ha encargado de establecer los mecanismos en materia de política económica que emanaron desde el Consenso de Washington (1989). Por lo tanto, y desde una postura crítica, analítica e histórica se ha demostrado que el desarrollo en su noción convencional es una falacia promovida por los países occidentales y los organismos internacionales que los

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representan, y que se afianzó en el contexto de la posguerra para mantener bajo su dominio político, económico, ideológico y cultural a los economías emergentes con el propósito de afianzar un modo de vida; sin embargo, los Estados subdesarrollados han sido etiquetados por tener una cultura e ideología diferente a la hegemónica, en adición los diversos recursos naturales para su futuro consumo, por ello las iniciativas de creación de Áreas Naturales Protegidas (anp) que forman parte de un nuevo tipo de turismo masificado: el ecoturismo. Estas ideas colonialistas se legitiman desde el ámbito político en los principios del desarrollo sustentable para dar apertura a la lógica hegemónica del modelo neoliberal. La idea central del análisis consistió en presentar la otra cara del desarrollo en general y del desarrollo sustentable en particular, a la que convencionalmente se aborda en los trabajos de investigación académica, y cómo el turismo como actividad económica bajo el discurso de prosperidad está alineado a las estrategias colonialistas establecidas por el modo de producción capitalista. Asimismo, se plasma la evidencia latente de que se están generando alternativas antisistémicas desde los territorios latinoamericanos para romper con ese yugo de dominación occidental, a través del bv, la comunalidad, la economía social o la nueva ruralidad, movimientos latinoamericanos que están permeando en los espacios rurales. Los acontecimientos nacionales e internacionales actuales dan cuenta de que una nueva conciencia se está encendiendo, impulsada por Latinoamérica y promovida principalmente a través de los medios electrónicos, que hacen posible presenciar un cambio de época y posiblemente hasta de modo de producción. La sentida realidad de la mayoría de los pobladores a escala global clama con urgencia por este cambio radical de paradigma, camino que no será fácil, pero que ya ha iniciado desde lo local.

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