Tumbas de la II Edad del Hierro de la necrópolis de El Jardal (Herrera del Duque, Badajoz)

June 8, 2017 | Autor: J. JimÉnez Ávila | Categoría: Archaeology, Iron Age Iberian Peninsula (Archaeology), 1st Millennium BC (Archaeology)
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Descripción

19. Tumbas de la II Edad del Hierro de la necrópolis de El Jardal (Herrera del Duque, Badajoz) Javier Jiménez Ávila Junta de Extremadura

Resumen La necrópolis protohistórica de El Jardal (Herrera del Duque, Badajoz) es conocida por la intervención arqueológica de urgencia realizada en 1994. En ella se descubrieron tumbas de cremación en lóculos ovales, cubiertas en algunos casos por encachados tumulares y con cuentas de vidrio por todo ajuar, que recordaban a las sepulturas alentejanas de finales de la I Edad del Hierro. Su descubrimiento, sin embargo, se produjo como consecuencia de una serie de saqueos previos en los que aparecieron materiales correspondientes a una fase algo más reciente, fechable en la Segunda Edad del Hierro, que actualmente se encuentran en el Museo Arqueológico de Badajoz. Se presentan ahora, por primera vez en su conjunto, estos materiales, consistentes en urnas a torno de variada tipología, cuencos y vasos cerámicos, adornos de bronce, armas de hierro, etc. que ponen de manifiesto un horizonte típicamente prerromano que arrancaría ya en el siglo IV a.C. Con esta comunicación se pretende, además, conmemorar los 20 años de los Encuentros de Arqueología del Suroeste Peninsular ya que el descubrimiento de la necrópolis se produjo en 1993, justo cuando se iniciaban estas reuniones transfronterizas. Abstract The Iron Age necropolis of El Jardal (Herrera del Duque, Spain) is known by the archaeological intervention made in 1994, whose results have been already published. In this excavation some incineration tombs in oval loculi with glass beads as burial goods were discovered, reminding some Alentejan similar Early Iron graves. However, the site was primarily discovered as a result of a series of previous looting in which appeared some archaeological remains corresponding to a more recent phase which can be dated to the Late Iron Age. These findings are preserved today in the Archaeological Museum of Badajoz and they are presented here together for the first time. The findings consist of wheel made pottery urns of varied typology, bowls and vases, bronze ornaments, iron weapons, etc. that reveal a typically pre-Roman necropolis that would begin around the 4th century BC. This paper is intended to, in addition to commemorate the 20 years of the Encuentros de Arqueología del Suroeste Peninsular (Archaeological Meetings of the Southwestern Iberia), since the discovery of this site occurred in 1993, just when these conferences were initiated.

1. INTRODUCCIÓN

La presentación de estas tumbas prerromanas de la necrópolis de El Jardal (Herrera del Duque, Badajoz), está relacionada con el carácter conmemorativo de esta VII edición de los Encuentros de Arqueología del Suroeste. Y es que si, por un lado, los resultados de la breve excavación de urgencia que realizamos en esta necrópolis en el año 1994 fue el tema de mi primera aportación a estos encuentros (concretamente a su segunda edición, celebrada en Faro en 1996) (Jiménez Ávila 2001; 2004) por otro, fue precisamente en 1993, anualidad que ahora conmemoramos como el inicio de estas reuniones científicas hispano-portuguesas, cuando por primera vez tuve conocimiento y contacto con dicho yacimiento. Efectivamente, fue durante mi visita a la Colección Alhonoz, en el verano de 1993, con motivo de la realización de mi tesis doctoral, cuando su posesor, D. Ricardo Marsal, me mostró el conjunto de materiales que es objeto de este estudio y que acababa de recibir como procedente de un expolio realizado en una necrópolis situada en el pantano de García Sola. Las urnas aún se mostraban mojadas y cubiertas de barro, pues su reciente descubrimiento se había producido como consecuencia de la bajada de las aguas del pantano, consecuencia, a su vez, de la sequía que asoló buena parte de la Península Ibérica por aquellos años. El material fue entregado algo después para su depósito en el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz (donde desde entonces se custodia), conjuntamente con un croquis de situación del lugar del hallazgo que permitía, sin muchas dificultades, localizar la procedencia del mismo. Con este croquis y en compañía de Guillermo Kurtz, director del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, y Beatriz de Griñó, visitamos el sitio en ese mismo año, verificando la existencia del hasta entonces desconocido yacimiento, compuesto por un pequeño cerro –el Castro de

Figura 1. Montaje fotográfico con una vista general del yacimiento de El Jardal (poblado y necrópolis) en el Pantano de García Sola. Foto de 1993 378

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la Duquesa– que se podía identificar como un lugar de hábitat típico de la Segunda Edad del Hierro, y de una suave loma adyacente, normalmente cubierta por las aguas del pantano (Fig. 1), en la que eran aún evidentes las huellas del expolio. La presencia de numerosos agujeros rellenos con tierra removida, en algunos de los cuales se podían observar cenizas y esquirlas de huesos quemados (Fig. 2), permitía verificar que nos hallábamos ante los restos de una necrópolis de cremación, algo en todo coincidente con el tipo de material que se había rescatado. La posibilidad de que la necrópolis fuera recubierta por las aguas con las lluvias del cercano otoño y la conveniencia de documentar la incidencia de las actividades ilegales que se habían perpetrado en el yacimiento, nos hicieron poner en conocimiento de la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Junta de Extremadura el saqueo al que habían sido sometidas las tumbas junto con una solicitud para realizar una excavación de urgencia en el sitio. La campaña, convenientemente autorizada y financiada por la Junta de Extremadura, tuvo lugar en el verano de 1994 y permitió documentar varias sepulturas de la Edad del Hierro, si bien, correspondientes a unas tipologías bastante distintas de las que habíamos previsto encontrar. Concretamente, y como ha quedado expuesto en los trabajos que se han publicado, en lugar de las cremaciones en urnas acompañadas de su ajuar que hacía presagiar el material previamente recogido, se localizaron varias tumbas de cremación en lóculo oval provistas de distintos sistemas de cubrición que, como único mobiliario, contenían –no siempre– conjuntos de cuentas de vidrio y ámbar (Jiménez Ávila 2001; 2004). Puesto que los pormenores de estas tumbas registradas durante la excavación, así como la descripción general del yacimiento y su situación,

Figura 2. Evidencias del saqueo de la necrópolis de El Jardal en el verano de 1993 VII ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE PENINSULAR - TUMBAS DE LA II EDAD DEL HIERRO DE LA NECRÓPOLIS DE EL JARDAL (HERRERA DEL DUQUE, BADAJOZ) - JAVIER JIMÉNEZ ÁVILA

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aparecen referidos en esos trabajos, me centraré aquí en presentar los materiales recogidos en las actividades clandestinas que provocaron el conocimiento de la necrópolis y el inicio de su investigación. 2. ESTUDIO DEL MATERIAL

El material objeto de este estudio procede en su integridad de un saqueo perpetrado en el verano de 1993 en la necrópolis protohistórica de El Jardal (Herrera del Duque, Badajoz), situada en el pantano de García Sola, junto al curso del río Guadiana. Los materiales procedentes de este expolio fueron inicialmente depositados en la Colección Alhonoz (Herrera, Sevilla) y, una vez verificada la procedencia de los mismos, ya

Figura 3. Materiales prerromanos de El Jardal. Conjuntos 1 a 6 (dibujos Y. Picado) 380

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Figura 4. Materiales prerromanos de El Jardal. Conjuntos 7 a 11 (dibujos Y. Picado)

definitivamente, en el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, donde se conservan desde octubre de 1994. Las evidencias de este expolio fueron documentadas tanto en fotografías como en un plano que se realizó durante la campaña de excavaciones de 1994, donde se situaron los puntos de saqueo, que definían un espacio de unos 1000 m2 en torno a la parte central de la suave elevación en la que se instala la necrópolis. El conjunto está integrado por un numeroso lote de objetos cerámicos y metálicos asimilables, grosso modo, con una necrópolis de cremación de la Segunda Edad del Hierro, donde destacan las urnas realizadas a torno, algunos objetos de adorno personal fundidos en bronce y armas y otros utensilios de hierro. Los materiales aparecían reunidos en “conjuntos” o agrupaciones separadas que inicialmente podrían haber correspondido con sepulturas VII ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE PENINSULAR - TUMBAS DE LA II EDAD DEL HIERRO DE LA NECRÓPOLIS DE EL JARDAL (HERRERA DEL DUQUE, BADAJOZ) - JAVIER JIMÉNEZ ÁVILA

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Figura 5. Materiales prerromanos de El Jardal, conjuntos 12, 13, 15 y 16 y materiales cerámicos sin asociar a conjuntos (dibujos Y. Picado)

individualizadas (Figs. 3 a 5). Sin embargo, hay una buena parte de objetos que no se relaciona con ninguno de estos conjuntos, a lo que hay que sumar las propias condiciones de la recogida, por lo que, a pesar de que se ha respetado la agrupación originaria, hay que mantener las máximas reservas a la hora de equiparar estas subdivisiones con sepulturas originales. 2.1. CERÁMICA

Sin ser el material más abundante, pues los hierros, completos o fragmentarios, superan numéricamente a los recipientes de arcilla, la cerámica resulta el más expresivo desde el punto de vista cronológico y cultural. 382

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La cerámica está mayoritariamente realizada a torno sobre fuegos oxidantes y se puede considerar, prácticamente en su totalidad, como de producción local-regional. Sólo escapan a estas consideraciones un par de vasos elaborados a mano, posiblemente utilizados como acompañamiento funerario, y una patera de barniz negro de producción ática correspondiente a una forma Lamboglia 21 o cuenco de paredes entrantes que ya ha sido dada a conocer con anterioridad (Jiménez y Ortega 2004: 56, fig. 15; 2006: 111, fig. 9; Jiménez Ávila 2007: 271, fig. 6.9). Este vaso es también el único de toda la serie que presenta decoración (en este caso impresa y estampillada), pues todos los demás recipientes cerámicos repertoriados se presentan completamente lisos. La gama tipológica representada por las vasijas cerámicas es muy restringida y se reduce básicamente a dos grupos, urnas y cuencos o platos, con algunas presencias, muy escasas, de otras formas, como ungüentarios, quemadores o vasos, todos ellos representados de forma individual.

Figura 6. Tabla tipológica de las urnas de El Jardal

2.1.1. URNAS.

Se han repertoriado 16 urnas que, en su mayor parte, permiten reconstruir el perfil completo de las vasijas. Como la mayoría de la cerámica recuperada, se trata de producciones a torno, cocidas en atmósferas oxidantes, que en ningún caso presentan decoración alguna. Sus tamaños se pueden considerar medianos y pequeños, oscilando entre los 26,5 cm de altura para los ejemplares de mayor dimensión y los 16 de los de más reducidas proporciones. Desde el punto de vista tipológico pueden reconocerse seis agrupaciones con muy desigual incidencia numérica de cada una de ellas (Fig. 6). Las más frecuentes son las globulares (Tipo I), de cuerpo de tendencia esférica, borde vuelto y bases planas o, más comúnmente, cóncavas. Admiten dos variantes según tengan (Ia) o no (Ib) el cuello indicado. Las de tipo Ia, de cuello indicado, están presentes en algunas necrópolis de la provincia de Cáceres, como la de La Coraja, en Aldeacentenera o El Mercadillo, en Botija (Esteban 1993: fig. 13: Hernández y Galán 1996: fig. 16) y constituyen la forma habitual en otros enclaves funerarios prerromanos del Valle del Guadiana, como la necrópolis de Hornachuelos, en Ribera del Fresno (Rodríguez y Jiménez 1987-88: fig. 7; Rodríguez y Enríquez, 1992: fig. 7), lo que podría VII ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE PENINSULAR - TUMBAS DE LA II EDAD DEL HIERRO DE LA NECRÓPOLIS DE EL JARDAL (HERRERA DEL DUQUE, BADAJOZ) - JAVIER JIMÉNEZ ÁVILA

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constituir un cierto indicador cronológico. También se reconocen entre el escaso material publicado de la necrópolis alentejana de Fonte Santa, lo que si bien no resulta significativo por el escaso conocimiento que tenemos de esta fase de la necrópolis portuguesa, adquiere mayor relevancia al reproducirse entre ambos cementerios la secuencia de una primera fase de enterramientos en lóculos y túmulos con collares de vidrio y otra fase de urnas (VVAA 1996: 219). Las que aquí presentamos “conviven” con fíbulas anulares hispánicas (conjuntos 1 y 4), con cuencos de casquete esférico y con otras formas como platitos de pequeño tamaño. Las urnas globulares sin cuello indicado están representadas por dos ejemplares de diferente formato. Son formas simples, de perfil en S, con el cuello más o menos desarrollado, y su presencia es común entre las tablas tipológicas de las necrópolis de la Edad del Hierro peninsular, como evidencia su aparición en algunos de los escasos cementerios extremeños conocidos para esta época, como los ya citados de La Coraja, Botija u Hornachuelos (Esteban 1993: fig. 16: Hernández y Galán 1996: fig. 48; Rodríguez y Jiménez 1987-88: fig. 7). El segundo tipo de urnas (Tipo II) está constituido por las ovoides (conjuntos 2 y 10) de tendencia más estilizada que las anteriores y caracterizadas por sus perfiles fusiformes rematados en bordes vueltos. Presentan el interés de estar vinculadas a la única importación que tenemos en el conjunto, la patera de barniz negro ático, lo que podría constituir un indicador de tipo cronológico, aunque no está de más reiterar las reservas que se deben proyectar sobre la validez de las agrupaciones realizadas sobre este material fruto de un expolio. En cualquier caso, vemos que este tipo de urnas aparece en algunos otros conjuntos significativos, como el ya citado de Fonte Santa, lo que, de nuevo, resulta interesante de cara a valorar las similitudes de esta necrópolis con conjuntos en los que aparece una fase previa de enterramientos en lóculos, algo que podría contribuir a constatar su antigüedad dentro del grupo de El Jardal. Igualmente, a efectos cronológicos, resulta significativa su presencia en la necrópolis de El Castillejo de la Orden Alcántara, donde hay elementos del siglo V, y su ausencia en cementerios más recientes, como el de Hornachuelos, siempre en función del material hasta ahora conocido (Esteban et al. 1988: fig. 9; Rodríguez y Jiménez 1987-88; Rodríguez y Enríquez 1992). 384

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Otro tipo que podría presentar cronologías igualmente antiguas dentro del grupo de materiales repertoriados es el de las urnas bicónicas (Tipo III), representado por dos ejemplares correspondientes a los conjuntos 12 y 13. Tanto por su perfil general, como por los bordes rematados en formas que se aproximan al característico pico de ánade, recuerdan elementos formales típicos de la Cultura Ibérica, donde ostentan cronologías de los siglos V y IV, aunque nuestros ejemplares estén desprovistos de decoración pintada, como es propio de estos vasos en el área suroriental y altoandaluza (Pereira 1988). En el caso del conjunto 12, la urna convive con un cuenco que presenta también rasgos de cierto arcaísmo con respecto al resto de la serie recuperada, como un perfil de tendencia recta y un ligero engrosamiento del labio (Fig. 5.12). Sin embargo, y aún a riesgo de resultar reiterativos, la composición de este mismo conjunto nos obliga a relativizar la validez de las agrupaciones realizadas, pues junto a la urna, al cuenco y a unos puentes de fíbula de bronce, que pueden guardar una cierta coherencia contextual, este grupo acoge varios elementos extraños a la propia cronología de la necrópolis, destacando un mango de trulla de bronce, único elemento de cronología romana de todo el lote (Fig. 5.12; cfr. infra). El Tipo IV se corresponde con urnas de perfil aristado y está integrado por dos ejemplares de muy variada morfología que se incorporan a los conjuntos 15 y 16. Destaca la de este último conjunto, que presenta en el tercio superior del cuerpo una pestaña que la circunda por completo. Estos aditamentos aparecen en algunas urnas cinerarias de tradición orientalizante del área ibérica (Blázquez 1975: fig. 6) y también en vasijas localizadas en zonas de hábitat y necrópolis de la segunda Edad del Hierro, algunos en la propia región extremeña (Esteban 1993: fig. 9; Esteban et al. 1988: fig. 5). Sus paralelos etnográficos relacionan estos objetos con recipientes destinados a conservar productos (miel, tocino…) que pueden ser atacados por algunas especies de insectos, hormigas en particular. Al llenar el canal resultante con agua u otro líquido se impide que las hormigas accedan al interior de la urna y a su contenido. Este dato puede resultar significativo, pues estas pestañas carecerían de utilidad en un contexto de necrópolis, con lo cual estaríamos, probablemente, ante productos que han tenido un uso previo en la vida cotidiana y no ante recipientes torneados con una orientación en origen funeraria. VII ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE PENINSULAR - TUMBAS DE LA II EDAD DEL HIERRO DE LA NECRÓPOLIS DE EL JARDAL (HERRERA DEL DUQUE, BADAJOZ) - JAVIER JIMÉNEZ ÁVILA

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La segunda urna de este tipo aristado ha perdido el borde, y responde a una forma menos usual en los repertorios del Hierro de las necrópolis más cercanas, lo que se une a algunas peculiaridades de su presunto ajuar, que incluye el único ungüentario del grupo, una fíbula de tipología inusual y el único elemento de oro recogido, objetos todos ellos a los que después me referiré. No obstante, hay que señalar que en cuanto a su factura y formato esta urna se mantiene dentro de los estándares del resto del grupo, exhibiendo una cocción oxidante muy regular, que le otorga unas superficies anaranjadas desprovistas de cualquier tipo de decoración. Los tipos V y VI están representados por un único ejemplar cada uno. El tipo V está integrado por las urnas de pie elevado y perfil tulipiforme, correspondiente al conjunto 11. Este tipo también es conocido en algunas necrópolis extremeñas, aunque con bastantes modificaciones sobre el modelo que aquí se nos presenta (Esteban 1993: figs. 12 y 15; Esteban et al. 1988: fig. 28; Hernández y Galán 1996: fig. 48). Aunque se ha recogido solo un ejemplar, entre el escaso material fragmentario aparece una base que podría corresponder a otro vaso de la misma tipología (Fig. 5 s/n) El tipo VI corresponde a una vasija abierta de perfil hemisférico y pie indicado. Este tipo de recipientes abiertos también es usual como contenedor cinerario en algunas necrópolis extremeñas, desde las que reproducen los vasos a mano decorados típicos del área vetona, como las de Pajares, en Villanueva de la Vera (Celestino 1999: fig. 25), hasta las que incorporan vasos elaborados a torno que, en algunos casos, parecen tener ya una cronología más tardía, como sucede en Botija, donde aparecen en la necrópolis más reciente de El Romazal (Hernández y Galán 1996). No obstante, las características de la urna del conjunto 7 de El Jardal difieren ampliamente de las de los ejemplares referidos, por lo que no es posible realizar inferencias cronológicas a partir de un estudio comparativo con estos sitios. A grandes rasgos, las urnas de El Jardal presentan un perfil de una cierta austeridad tanto en lo formal como en lo decorativo que contrasta con lo que conocemos para otras necrópolis prerromanas de áreas vecinas, a pesar de la escasez de evidencias que padecemos en este ámbito. De este modo, cementerios como los 386

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que se conocen de la provincia de Cáceres (los de Botija o La Coraja) o los algo más alejados de Castilla - La Mancha, como el de Palomar de Pintado, en la provincia de Toledo (Pereira et al. 2001), presentan un elenco tipológico y sobre todo, decorativo, notablemente más desarrollado, dando cabida a numerosas muestras de cerámicas pintadas o estampilladas, que están ausentes en nuestro repertorio. En esta línea, resulta más fácil establecer analogías con los contenedores cinerarios de otros cementerios de entorno del Guadiana Medio o del Sur de Portugal, como los de Hornachuelos o Fonte Santa, a pesar de la exigüidad de los registros publicados de estas necrópolis, en particular de la segunda. 2.1.2. CUENCOS Y PLATOS

Tan abundantes como las urnas son los cuencos y los platos, que responden a las mismas características técnicas y decorativas que aquéllas, al estar elaborados mayoritariamente a torno y en atmósferas oxidantes y al no presentar decoración alguna. El hecho de que el número de cuencos y el de urnas sea equivalente y el de que muchos de los conjuntos individualizados agrupen un contenedor y uno de estos vasos abiertos, sugiere la posibilidad de que los cuencos fueran empleados como tapadera, tal y como acaece en muchas sepulturas de cremación de esta época. Otros detalles adicionales pueden contribuir a pensar así, como la ausencia del típico plato en alguno de los conjuntos donde la urna no conserva la parte superior (como el 9 o el 15), lo que podría indicar que esta parte de la sepultura se ha perdido (aunque, esto no sucede en todos los casos, como evidencia el conjunto 3); o el tamaño similar que tienen los cuencos con respecto al diámetro de las bocas de las urnas. Desde el punto de vista formal se han agrupado en tres tipos básicos atendiendo a sus perfiles: cuencos de casquete esférico, que agrupan la práctica totalidad del repertorio; pequeños platitos y platos de borde vuelto y perfil carenado (Fig. 7). Se han recogido 14 ejemplares de cuencos de perfil hemisférico (Tipo I), en su mayoría completos, que responden a características similares: pared curvada y pie circular desarrollado. Sus dimensiones oscilan entre los 14,5 y los 24 cm de diámetro. Aunque la forma es muy monótona admite una subdivisión en dos variantes según el perfil del vaso sea propiamente en forma de casquete esférico o curvado VII ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE PENINSULAR - TUMBAS DE LA II EDAD DEL HIERRO DE LA NECRÓPOLIS DE EL JARDAL (HERRERA DEL DUQUE, BADAJOZ) - JAVIER JIMÉNEZ ÁVILA

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Figura 7. Tabla tipológica de los platos y cuencos de El Jardal

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(Ia) o bien sea de tendencia recta (Ib). La variante Ia, mayoritaria, acoge vasos con base en forma de arandela y borde simple. La variante Ib solo está representada por dos cuencos con base de galleta rehundida (no constituyen verdaderas arandelas) y que, en un caso, presentan el borde ligeramente engrosado. Estos rasgos pueden indicar una mayor antigüedad de esta variante, pues son aún características propias de los cuencos de la I Edad del Hierro en la zona, algo que no contradice la morfología de algunos de los objetos a los que aparecen asociados en los conjuntos de El Jardal, en particular en el conjunto 12, donde aparece una urna bicónica con pico de ánade (Fig. 5). No obstante, ya he señalado con anterioridad la prudencia que hay que adoptar a la hora de conferir carta de naturaleza a la sincronía de estas asociaciones. Teniendo en cuenta esta apreciación, se puede señalar que la ratio que se establece entre estos cuencos y los conjuntos establecidos es, salvo escasas excepciones, de 1 a 1. Ello, sumado a su tamaño sugiere, como ya se ha indicado, un posible uso como tapadera de las urnas. Sólo uno de estos vasos (conjunto 7) presenta perforaciones pareadas en la zona del labio, rasgo característico de los cuencos de la I Edad del Hierro. La forma, a fuer de simple, resulta tan abundante y extendida que se puede obviar un corolario detallado de paralelos, pudiendo señalarse, no obstante, su presencia en todas y cada una de las necrópolis de la II Edad del Hierro hasta ahora excavadas en Extremadura, donde se adscriben a las funciones de cobertura o componentes de ajuar. El Tipo II está compuesto por platitos de pequeño tamaño que, en líneas generales, reproducen la forma anterior, si bien, sus propias dimensiones obligan a generar un perfil mucho más compacto donde no se diferencia de manera tan clara la base y el cuerpo. Un único platito de pastas claras, asociado al conjunto 7, se vincula a esta agrupación tipológica. Aunque, debido a su reducido tamaño, es probable que esté elaborado a mano, presenta las características técnicas y de tratamiento propios de las cerámicas torneadas. Al igual que la forma anterior, su presencia es recurrente en poblados y, sobre todo, necrópolis de la II Edad del Hierro (Esteban 1993: fig. 17).

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Finalmente, el Tipo III está formado por platos de borde vuelto y perfil carenado, forma que está también únicamente representada por un único individuo de pequeño formato (10 cm de diámetro) asociado al conjunto 1 (Fig. 3.1). Se trata de un ejemplar trabajado sobre pasta gris con vestigios de un recubrimiento rojizo que, más que engobe, cabe atribuir a los restos de la capa externa de una incipiente cocción oxidante que solo afectó a la epidermis del vaso y que se conserva en estado muy precario. Esta forma, muy usual en la I Edad del Hierro, sobre todo en cerámicas grises, empieza a ser mucho menos frecuente en la segunda, aunque, de manera episódica, pueden encontrarse elementos muy próximos al nuestro en otras necrópolis prerromanas de Extremadura, tal y como aparece entre los repertorios de las Botija desarrollando perfiles evolucionados (Hernández y Galán 1996: fig. 48). Más explicable, por su anterior cronología, es su hallazgo también entre las tumbas del Castillejo de la Orden de Alcántara (Esteban et al. 1988: fig. 9).

Figura 8. Tabla tipológica de las formas cerámicas varias de El Jardal

2.1.3. OTRAS FORMAS DE CERÁMICA COMÚN

El resto del elenco formal del conjunto cerámico que se ha recuperado de esta incursión en la necrópolis de El Jardal está compuesto por tres tipos distintos, representados únicamente por un ejemplar cada uno. Es en este grupo donde se concentran las pocas cerámicas a mano que se han repertoriado. Las formas reconocibles son tres: olla de base ensanchada, quemador y ungüentario (Fig. 8). 1) Olla de borde entrante y base ensanchada: Esta forma está representada por un vaso que no se encuentra asociado a ningún grupo, no siendo descartable que hubiera podido actuar per se como receptáculo oso-cinerario, a pesar de sus reducidas dimensiones (12 cm de altura) que lo sitúan muy por debajo del estándar de capacidad del resto de las urnas del conjunto. La forma es frecuente en los repertorios de las cerámicas a mano de los poblados prerromanos de la Baeturia Céltica, donde aparece relacionada con ollas similares de cuello indicado que frecuentemente aparecen decoradas con incisiones, constituyendo algunos de los elementos más definitorios de este complejo cultural (Berrocal 1992: fig. 69). Su aparición en el sitio de La VII ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE PENINSULAR - TUMBAS DE LA II EDAD DEL HIERRO DE LA NECRÓPOLIS DE EL JARDAL (HERRERA DEL DUQUE, BADAJOZ) - JAVIER JIMÉNEZ ÁVILA

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Figura 9. Cuenco de paredes entrantes de barniz negro ático de El Jardal (dibujo Y. Picado)

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Pepina (Fregenal de la Sierra) parece verificar que fueron también objeto de uso funerario (Rodríguez y Berrocal 1988). A pesar de estas similitudes, el vaso de El Jardal está trabajado sobre pastas muy depuradas y ha sido objeto de una cocción oxidante que le confiere una tonalidad amarillenta uniforme en toda su superficie que lo aparta destacadamente del aspecto común de estas cerámicas a mano del entorno céltico. Por tanto, es muy probable que se trate de un producto local relacionado con las tradiciones alfareras de las zonas próximas del Bajo Guadiana. 2) En la misma línea de entronque cultural que la forma anterior se encuentran los quemadores, caracterizados por sus paredes perforadas. En este caso es un pequeño fragmento de borde, recogido en el conjunto 3, lo que posibilita incluir esta típica forma en el repertorio tipológico de El Jardal, sin que sea posible recomponer su perfil completo. Los quemadores son frecuentes también en el área céltica, donde constituyen otro de los elementos característicos de esta región en época prerromana, como evidencia su abundante aparición en el depósito de Capote y en otros poblados de la zona (Berrocal 1992). Sin embargo, también es perceptible su presencia en varias tumbas excavadas en las necrópolis cacereñas de Botija y, especialmente, en La Coraja, sobrepasando con creces el área de demarcación propia de los célticos (Hernández y Galán 1996: fig. 18; Esteban 1993: fig. 13). Su aparición en El Jardal, aparte de fragmentaria, es puramente testimonial, si bien, por la representatividad de la forma, conviene reseñarla. 3) Ungüentario: un pequeño vaso de forma cerrada cuerpo panzudo y borde vuelto se recuperó en el conjunto 15, constituyendo la única evidencia de este tipo entre el muestreo recogido en El Jardal. Las características técnicas son similares al resto de las vasijas del grupo: cocción oxidante, superficies alisadas y ausencia de decoración. Por su función de contenedor de ungüentos y bálsamos, este tipo de vasos es muy frecuente en ambientes funerarios, como evidencia su presencia en algunas de las necrópolis que, por su proximidad cronológica y geográfica, con más insistencia se han venido refiriendo, como las de Botija y La Coraja, estando también presentes en Hornachuelos y el Castro de la Orden de Alcántara, en menor cantidad.

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2.1.4. CERÁMICA GRIEGA

Incluido en el conjunto 2 se encuentra un cuenco de paredes entrantes de barniz negro ático coincidente con la llamada forma Lamboglia-21, aunque sea ésta una terminología en desuso. Constituye la única importación griega del lote rescatado de El Jardal y la única pieza cerámica que presenta decoración, realizada en este caso con doble técnica de impresión e incisión en el fondo interno del recipiente. Los motivos representados son una cadeneta de ovas en disposición circular situada en el centro del tondo, cuatro palmetas incisas, dispuestas en cruz y un roleo circundante trazado a ruedecilla que lo rodea todo (Fig. 9). Esta combinación decorativa es de gran interés de cara a determinar la cronología del vaso, pues la convivencia de ovas (técnica antigua) y ruedecilla (más reciente) solo se produce durante unos pocos años, a finales del primer cuarto del siglo IV a.C., momento a partir del cual las ovas desaparecen. Su presencia en El Jardal contribuye, por tanto, a situar un momento de ocupación de la necrópolis en fechas tempranas del siglo IV. Este vaso ha sido estudiado ya en los trabajos dedicados a la presencia de cerámica griega en Extremadura (Jiménez y Ortega 2004: 56, fig. 15; 2006: 111, fig. 9; Jiménez Ávila 2007: 271, fig. 6.9). 2.1.5. FUSAYOLAS

Entre el material cerámico no vascular solo hay que referir una fusayola contenida en el conjunto 2. Se trata de una pieza bicónica de pequeño formato y carente de decoración (Fig. 3.2). La presencia de estos útiles relacionados con el proceso de hilado es frecuente en las tumbas de las necrópolis prerromanas de la Península, en las distintas áreas en que se han excavado, incluida la región extremeña. 2.2. OBJETOS METÁLICOS

Junto con los objetos cerámicos se recogen en este conjunto de El Jardal un voluminoso muestreo de objetos metálicos, principalmente adornos de bronce y armas de hierro. Algunos de ellos (los menos) aparecen relacionados con conjuntos individualizados, pero la mayoría se entregaron en bloque, sin separar ni individualizar en agrupaciones diferenciadas. VII ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE PENINSULAR - TUMBAS DE LA II EDAD DEL HIERRO DE LA NECRÓPOLIS DE EL JARDAL (HERRERA DEL DUQUE, BADAJOZ) - JAVIER JIMÉNEZ ÁVILA

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Figura 10. Materiales de bronce de El Jardal: fíbulas y broches de cinturón. El fragmento de broche ibérico del conjunto 4 en comparación con una placa incompleta de Alcacer do Sal (dibujos Y. Picado)

2.2.1. BRONCES

Los objetos de bronce recuperados entran mayoritariamente en la categoría del adorno personal, así las fíbulas y los broches de cinturón. Los pocos elementos que escapan a estos grupos funcionales pueden considerarse intromisiones, pues también se apartan en lo cronológico del resto del grupo. Las fíbulas suman un número de 10 ejemplares. La mayor parte de ellas (seis seguras y dos probables) pertenecen al tipo de fíbula anular hispánica, correspondiendo siempre a ejemplares de pequeño tamaño. Aunque su conservación en la mayor parte de las ocasiones es precaria, permiten reconocer una cierta variedad tipológica y formal, que se refiere tanto al sistema de cierre (de muelle y de charnela) como a la 392

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sección y al acabado de los puentes, que presentan distintas soluciones (Fig. 10). Los ejemplares mejor conservados son los que se incorporan a los conjuntos 1 y 4, donde se asocian con urnas globulares de cuello indicado. En el conjunto 12 aparecen dos puentes que quizá correspondan a este tipo anular, asociados a una urna bicónica. El resto de las unidades se entregaron sin referir a conjunto alguno. Las fíbulas anulares de El Jardal aparecen sin evidencias de haber sido quemadas. Contrastando con esta apreciación aparece la única fíbula de La Tène que se conserva en el lote, ya que presenta toda la parte posterior semiderretida por el fuego. Corresponde a un imperdible del tipo La Tène I y aparece sin asociar a ninguno de los conjuntos aislados. Es un ejemplar de reducidas dimensiones con el pie rematado en forma de balaustre. A pesar de las alteraciones sufridas por el calor, conserva parte de la aguja (Fig. 10). Finalmente, y en relación con las fíbulas de La Tène, por su condición de alfiler de pie vuelto, hay que reseñar la aparición de una fíbula de tipología inusual asociada al conjunto 15. Presenta un perfil en forma de cinta de anchura decreciente desde la zona de unión con el resorte hasta el pie, que se vuelve en doble curvatura generando un perfil que recuerda la cabeza de una anátida. A ello contribuye también la configuración del extremo distal en una silueta circular, con una depresión central, que remata en una pequeña lengüeta a modo de pico de pato. El resorte, perdido, se arrolla sobre una ancha barra horizontal de hierro que, a su vez, remata en sendas esferas de bronce por sus dos extremos. Esta fíbula puede relacionarse con algunos broches aparecidos en necrópolis del área celtibérica, donde se reconocen como de pie zoomorfo (Cabré y Morán 1975: figs. 3.1 y 4 nº 8-13) o de pie vuelto y cabujón (Aranda 1991a: 139; 1991b: 145, fig. 2.2) y para las que en algunos contextos se han propuesto cronologías bastante antiguas. En términos tipológicos, y con la excepción que marca esta fíbula de esferas, el comportamiento general de las fíbulas recogidas en El Jardal coincide con lo que viene siendo habitual en las necrópolis prerromanas con más tumbas excavadas de la región extremeña, constatándose la presencia conjunta de broches anulares y de La Tène (Esteban 1993: fig. 19; Hernández y Galán 1996). Sin embargo, en términos cuantitativos se da una especial incidencia de los primeros que, en algunos casos, podría coincidir con tumbas de cronología antigua, lo que tal vez VII ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE PENINSULAR - TUMBAS DE LA II EDAD DEL HIERRO DE LA NECRÓPOLIS DE EL JARDAL (HERRERA DEL DUQUE, BADAJOZ) - JAVIER JIMÉNEZ ÁVILA

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pueda leerse en parámetros de comportamiento cronológico. La presencia de fíbulas anulares en la necrópolis de Alcántara, donde no aparecen ejemplares de pie vuelto, podría contribuir a pensar así, aunque el número de tumbas allí conocidas es muy limitado (Esteban et al. 1988). Junto a las abundantes fíbulas se ha documentado una leve presencia de broches de cinturón, evidenciada por un fragmento de lámina de bronce decorada con incisiones que corresponde a una placa de hebilla de tipo ibérico. La decoración, conservada de manera muy fragmentaria, se conforma a partir de un marco de ovas que encuadra una temática de inspiración fitomorfa y aspecto clásico (Fig. 10). Esta decoración, que podemos considerar de tradición mediterránea, es muy similar a la que aparece en una placa de cinturón de la misma clase procedente de antiguas excavaciones de Alcacer do Sal, apartándose de otros patrones más claramente meseteños, como los que suelen darse en las necrópolis de las zonas del Tajo y del Duero (Correia 1925: fig. 2; Schüle 1969: fig. 88.3). La placa aparece asociada al conjunto 4, junto a una urna de cuello indicado, y una fíbula anular. Este tipo de aditamentos es mucho menos frecuente en las necrópolis extremeñas que las fíbulas, aunque su presencia está registrada a través de algún ejemplar inédito procedente de las necrópolis de Botija (expuesto en el Museo Provincial de Cáceres). Por lo que se refiere a la provincia de Badajoz, es el primer ejemplar de broche de este tipo ibérico, sea de poblado o sea de necrópolis, que se ha documentado hasta la fecha. No obstante, en el Guadiana Medio, en tumbas más antiguas, eran ya conocidos los broches tartésicos y los de placa romboidal (Almagro-Gorbea 2008). Una segunda placa de bronce con decoración incisa aparece vinculada al conjunto 13 (Fig. 5.13), pero en este caso no es posible determinar claramente que se trate de los restos de una hebilla. Al margen de los objetos de adorno personal, el capítulo de los bronces se complementa con el mango de una trulla de época imperial romana (Fig. 5.12). Su adscripción al conjunto 12, junto con un grupo de objetos de cronología heterogénea, hace pensar que se trate de una intromisión, no solo dentro de esta supuesta agrupación sepulcral (que parece una de las más antiguas), sino también dentro del propio lote general de la necrópolis, ya que es el único elemento de cronología romana que se incluye en el mismo. No que se han detectado restos 394

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de ocupación de esta época en superficie ni en la zona de los enterramientos ni en el propio poblado. Sin embargo, en las proximidades de la necrópolis, a orillas del pantano, sí hay yacimientos rurales romanos, de los que podría proceder este objeto. En este mismo conjunto se incluyen una anilla de bronce y una especie de remache cilíndrico de difícil adscripción (Fig. 5.12). 2.2.3. HIERROS

Una nutrida colección de hierros forma parte del lote procedente de El Jardal depositado en 1994 en el Museo de Badajoz. Está integrada fundamentalmente por armas que, salvo excepciones, no se asocian a ninguno de los conjuntos establecidos. A la mala conservación general del hierro antiguo y a las condiciones del hallazgo, hay que añadir, como factor de deterioro que ha incidido negativamente en el conjunto, el hecho de que la necrópolis se encuentre en la cubeta de inundación del pantano, lo que genera unas condiciones de humedad que afectan de manera especialmente grave a este tipo de material. El armamento recogido es relativamente abundante y relativamente variado, y abarca elementos ofensivos y defensivos (Fig. 11). Dentro del primer grupo, destacan por su abundancia las moharras (ocho unidades) y los regatones (tres). Las puntas de lanza presentan una gran variedad de formas y tamaños, desde las más largas, de 35 cm hasta las más reducidas, de tan solo 12. Algunos ejemplares se conservan

Figura 11. Armamento de hierro de El Jardal. Lanzas, regatones, soliferreum y espadas. Materiales no asociados a conjuntos (dibujos Y. Picado) VII ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE PENINSULAR - TUMBAS DE LA II EDAD DEL HIERRO DE LA NECRÓPOLIS DE EL JARDAL (HERRERA DEL DUQUE, BADAJOZ) - JAVIER JIMÉNEZ ÁVILA

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en estado fragmentario, por lo que no es imposible (aunque sí bastante improbable) que correspondan a ejemplares de mayor tamaño, como los que caracterizan los momentos finales del Hierro Antiguo. Las hojas pueden presentar sección lenticular (en origen a 4 mesas) o nervadura central, aproximándose alguna de éstas al denominado tipo Alcacer do Sal. La mayoría se han recogido sin asociar a grupo alguno, pero tres de ellas se vinculan al conjunto 11, unidas a un regatón y a otros elementos de hierro. En relación con este tipo de armas arrojadizas hay que señalar la inclusión de los restos muy deteriorados de un soliferreum, que aparece en varios tramos, doblado sobre sí mismo, como suele ser habitual para esta clase de venablos cuando se depositan en las tumbas (Quesada 1997). Las armas cortas son mucho menos abundantes como, por otra parte, suele ser habitual en los conjuntos armamentísticos de las necrópolis prerromanas. Se reconocen las hojas fuertemente nervadas de dos espadas rectas. Una de ellas presenta la espiga del enmangue, que se ha perdido, por lo que no es posible precisar su tipología más allá de su señalada condición de espadas de hoja recta. Son las primeras evidencias de este tipo de espadas cortas que aparecen en la Edad del Hierro del Guadiana Medio, si bien es necesario mencionar el hallazgo de una vaina destinada a guarecer armas de estas características en las primeras excavaciones de Cancho Roano, que ostentaría una cronología algo anterior (Maluquer 1981: fig. 44). Se han repertoriado también algunos fragmentos laminares provistos de filo. Pero a la vista de los mismos, la posibilidad de que pertenezcan a falcatas es muy reducida, por no decir nula. Las armas defensivas, por su parte, aparecen representadas por dos manillas de escudo, muy fragmentariamente conservadas, incluidas en los conjuntos 11 y 13, donde aparecen vinculadas a otros restos de armas (Figs. 4 y 5). Ambas corresponden al tipo fabricado sobre lámina metálica arrollada por la parte de la empuñadura (tipos I a III de Quesada). En el caso del ejemplar del conjunto 11 la conservación es demasiado precaria como para precisar más su adscripción tipológica, aunque es más probable que se adhiera a los tipos II o III que al I. El fragmento del conjunto 13, por su parte, presenta el arranque de una aleta triangular, lo que nos 396

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situaría con mayores garantías ante una manilla de tipo III, con las implicaciones cronológicas que ello acarrea (Quesada 1997: 497ss). Al igual que sucede con las espadas, son las primeras evidencias de este tipo de armamento constatadas en la provincia de Badajoz, salvedad hecha de algunas anillas unidas a remaches aparecidas en Cancho Roano que podrían haber pertenecido a un escudo de este u otro tipo (Maluquer 1981: fig. 44). Del mismo modo, también algunas de las anillas sueltas incluidas en el lote podrían haber correspondido a sujeciones de escudos, en particular, la que aparece en el conjunto 13, unida a una presilla y vinculada a una de las dos manillas reconocidas (Fig. 5). A medio camino entre el armamento y los objetos de uso cotidiano habría que referir los cuchillos, de los que también se han recogido varios ejemplares. Dos de ellos corresponden al tipo afalcatado, y se encuentran asociados a los conjuntos 3 y 4. Un fragmento de hoja recta aparece vinculado al conjunto 7. Algunas hojas con filo que se encuentran entre el resto del material podrían corresponder a este tipo de utensilios. Junto al material armamentístico aparecen otros objetos de hierro de difícil clasificación funcional, destacando las anillas (Fig. 12), que podrían en algunos casos vincularse a él, bien sea como sujeciones de escudo o bien como elementos de suspensión de armas cortas al cuerpo, aunque no se han reconocido restos de fundas. Otra posibilidad sería asociar estas anillas a arreos ecuestres, aunque faltan elementos que puedan confirmar estos usos con mayor precisión, como bocados, etc. Tan solo un fragmento de barra con ensanche central perforado, asociado al conjunto 11, podría vincularse, lejanamente, con instrumentos de atalaje (Fig. 4.11). En relación con la temática ecuestre, hay que señalar la recogida de algunos fragmentos de herradura, que a priori, cabe interpretar como intromisiones de época moderna o contemporánea debidas a la frecuentación de la zona por parte de bestias herradas. Sin embargo, este hecho parece haberse repetido en otras necrópolis prerromanas peninsulares (Álvarez Rico 2003), por lo que conviene, al menos, mencionarlo, aunque, obviamente, ni las condiciones de este hallazgo fruto de un expolio, ni tampoco las características de este trabajo, permiten ir más allá del mero apunte.

Figura 12. Anillas de hierro de El Jardal. Materiales no asociados a conjuntos (dibujos Y. Picado)

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En general, los hierros de este lote de El Jardal destacan por la abundancia de armas (un NMI de 14 ofensivas y dos defensivas) en un conjunto de poco más de 15 sepulturas. Claro está que, el hecho de que se hayan excavado con detector de metales, establece un sesgo selectivo en este conjunto. Sin embargo, y aún hecha esta salvedad, esta presencia de armas, comparada con lo que conocemos de las necrópolis prerromanas extremeñas, también puede ser leída en términos de relativa antigüedad, pues la presencia o abundancia de armas parece una característica más propia de los conjuntos que se aproximan al siglo IV que no de los más recientes. Así parece evidenciarlo, por ejemplo, el cementerio del castro de La Orden de Alcántara, que recogía las únicas evidencias de espadas de hoja recta hasta ahora localizadas en Extremadura junto a varias lanzas y escudos, mientras que en las necrópolis fechadas a partir de esta centuria, el armamento ser rarifica considerablemente. 2.2.4. OTROS METALES

Como ya he anticipado, un fragmento de joya de oro formado por un pequeño cuerpo cilíndrico con un minúsculo anillo de sujeción lateral se suma al inventario del conjunto 15, constituyendo la única evidencia de orfebrería de la necrópolis (Fig. 5.15). La escasez de elementos áureos es una de las características de los cementerios de la segunda Edad del Hierro. Otros elementos metálicos recuperados son más arduamente vinculables con la ocupación del Hierro II. Así sucede con una esfera de plomo incluida en el conjunto 12 y que parece corresponder a una bala de arcabuz de época moderna. Hay que recordar que en este conjunto se incluyó también el mango de un cazo de bronce de época romana, y que contiene un botón, quizá de latón, también de tipología moderna, por lo que este conjunto parece haber actuado como un verdadero cajón de sastre en la agrupación de los materiales expoliados. Por último, un pequeño lingotito prismático de un metal plateado (plata o estaño?) se entregó junto con el material aislado, sin que tampoco sea evidente (pero tampoco descartable) su cronología prerromana.

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3. CONCLUSIONES

En este trabajo se ha presentado un lote de materiales procedentes de un expolio perpetrado en la necrópolis de El Jardal (Herrera del Duque) en el verano de 1993. La localización de estos materiales, hoy conservados en el Museo Arqueológico de Badajoz, permitió conocer este yacimiento y realizar al año siguiente una intervención de urgencia cuyos resultados ya han sido publicados. Este nuevo repertorio permite verificar la existencia de una fase propiamente prerromana en la necrópolis, que marcaría la continuidad en la ocupación del sitio respecto de las tumbas documentadas en la intervención de 1994, que parecen corresponder al los últimos momentos de la I Edad del Hierro, y que, por tanto, pueden fecharse a finales del siglo V a.C. Así, si las tumbas localizadas en la excavación consistían en cremaciones en lóculos ovales acompañadas de cuentas de pasta vítrea y cubiertas con lajas de pizarra o encachados tumulares, los materiales ahora presentados, aún con las limitaciones que impone su procedencia, parecen evidenciar enterramientos de cremación en urnas a las que se agregan modestos mobiliarios funerarios, en los que intervienen los adornos de bronce y las armas de hierro como elementos más destacables. Este hecho reviste cierta significación, pues lo común en los sitios con ocupación del siglo V es que sean abandonados a finales de esta centuria, coincidiendo con los desajustes y transformaciones que experimentan las sociedades del Guadiana Medio en las postrimerías del Período Post-orientalizante. En este sentido, El Jardal constituye una excepción tal vez debida a su posición extrema en el entorno geográfico que ocupa el yacimiento, como ya ha sido señalado (Jiménez Ávila 2008). La elección de unas formas de hábitat poco habituales en la época de esplendor de los complejos monumentales de tipo Cancho Roano, caracterizadas por la ocupación del llano, y más próximas a las formas castreñas propias ya de la II Edad del Hierro (el propio topónimo del poblado hace alusión a ellas), también deben tenerse en cuenta a la hora de explicar estas asimétricas tendencias de tradición e innovación. Desde el punto de vista cronológico estas tumbas pueden fecharse desde inicios del siglo IV a.C., como evidencia la inclusión en el lote de un cuenco de barniz VII ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE PENINSULAR - TUMBAS DE LA II EDAD DEL HIERRO DE LA NECRÓPOLIS DE EL JARDAL (HERRERA DEL DUQUE, BADAJOZ) - JAVIER JIMÉNEZ ÁVILA

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negro ático de paredes entrantes que combina decoración de ovas con ruedecilla. Algunas cerámicas comunes, tanto urnas como platos, presentan perfiles que podrían corresponder a estas cronologías iniciales del Hierro II y que, incluso, conservan trazos de tradiciones más antiguas, como es el caso de un plato de borde engrosado. El conjunto de materiales aboga también por fechas relativamente antiguas dentro de lo que viene siendo habitual en los conjuntos funerarios del Hierro II extremeño, sin que parezca que trasciendan el siglo III a.C. Así, por ejemplo, parece indicarlo la ausencia de perfiles de tipo kalathos, presentes en las tablas de formas de las necrópolis con horizontes más recientes. En la misma línea parecen apuntar los metales, donde se detecta una relativa abundancia de armamento de hierro. O la fisionomía de las fíbulas, con una mayor presencia de las anulares sobre las de pie vuelto, que apenas están representadas. No obstante, a la hora de hacer todas estas valoraciones se deben tener en cuenta los métodos de extracción del material y los sesgos que éstos pueden haber ocasionado en la percepción global del conjunto. Algunos tipos incluidos en el lote hacen acto de presencia por vez primera en la ergología de las poblaciones prerromanas de la Baja Extremadura, como los broches de cinturón de tipo ibérico, las manillas de escudo de aletas o las espadas de hoja recta, lo que acrecienta el interés del conjunto. Desde el punto de vista cultural los materiales se caracterizan por su sobriedad formal y decorativa, estando ausentes de manera destacada los ornatos pintados, (tan abundantes en las necrópolis excavadas en la provincia de Cáceres o en las de las vecinas provincias manchegas) y los de cualquier otro tipo, como los estampillados o incisos, etc. usuales también en otras tumbas extremeñas de esta generación. En esto parecen seguir una pauta que se detecta en otros conjuntos funerarios del Guadiana Medio y del Sur de Portugal, como los ya referidos de Hornachuelos (Ribera del Fresno) o Fonte Santa (Ourique), con los que comparten otros elementos históricos y culturales, a pesar de la limitada información que poseemos de algunos de estos sitios. 400

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No obstante, en el aún exiguo registro funerario del mundo prerromano del Guadiana Medio existen algunos elementos que impiden personalizar en términos de uniformidad las costumbres funerarias de las poblaciones prerromanas de una amplia zona. En este sentido, se pueden señalar hallazgos aislados, como los restos de La Pepina (Fregenal de la Sierra), compuestos por vasos de ambiente céltico (Rodríguez y Berrocal 1988); los restos de una tumba descubierta hace algunos años en Lobón, compuesta por una urna y un plato, ambos provistos de decoración pintada (Jiménez Ávila y Ortega 2004: fig. 51); o los resultados de las excavaciones de la calle Madre de Dios de Badajoz (Walid y Fernández 2007), que se apartan tipológica y culturalmente de todo lo hasta ahora conocido. Se trata, en suma, de un panorama demasiado disperso y fragmentario como para permitir aún una visión de conjunto, aunque se hayan realizado algunos ensayos a este respecto (Rodríguez y Enríquez 1992). No obstante, la propia presencia de un mundo funerario cada vez más amplio y complejo, permite ir dibujando un entorno cultural diferente del de otras áreas próximas, como, por ejemplo, el Bajo Guadalquivir, donde es precisamente la ausencia de registro funerario uno de los elementos más característicos de la identidad cultural de las poblaciones prerromanas. En este sentido, y a pesar de las limitaciones impuestas por su procedencia, los materiales de El Jardal constituyen una aportación importante al conocimiento del mundo funerario de estas poblaciones prerromanas asentadas Suroeste peninsular. AGRADECIMIENTOS

Deseo expresar mi agradecimiento a D. Ricardo Marsal, que donó los materiales de El Jardal para el Museo Arqueológico de Badajoz hace ahora 20 años. A Guillermo Kurtz, director de esta institución, y a Beatriz de Griñó, por su colaboración en los primeros trabajos para la localización de la necrópolis y por su apoyo para facilitar las primeras actividades de investigación en el sitio. A Yolanda Picado por la realización de los dibujos de todo el material.

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