Tres variaciones audiovisuales de Alexandr Petrov en \"El sueño de un hombre ridículo\" de Dostoevskij

May 19, 2017 | Autor: J. Garcia-Noblejas | Categoría: Literature and cinema, Adaptation (Film Studies)
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Descripción



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Tres variaciones audiovisuales de Alexandr Petrov sobre "El sueño de un hombre ridículo" de Dostoevskij (--TEXTO PROVISIONAL) Juan José García-Noblejas Para hablar de "El sueño de un hombre ridículo" de Dostoevskij en la versión audiovisual de Alexandr Petrov, es conveniente recordar un mínimo de datos acerca del texto original y de esta versión audiovisual. El relato de Dostoevskij es un texto breve: según las traducciones, tiene unas 8.400 palabras en castellano, 8.600 en inglés, 9.300 en francés y 6.900 en italiano, con un tiempo de lectura mental en torno a la media hora. Ha sido públicamente leído y también representado con éxito como monólogo en muchos teatros de todo el mundo. Fue publicado en 1877, dos años antes de Los hermanos Karamazov y cuatro antes de la muerte de Dostoevskij en 1881. Se considera una obra de madurez, representativa de los temas de su mundo literario: la inocencia de los niños, la soberbia y el pecado, la vergüenza, la rebelión contra Dios, la tragedia de la indiferencia y de la desesperación, el demonio y las tentaciones, el suicidio como protesta ante un mundo sin sentido, etc. La versión audiovisual de “El sueño de un hombre ridículo” de Alexander Petrov (1992)1, tiene la peculiaridad de haber sido pintada según su arte peculiar: al óleo, utilizando los dedos, las manos, algún pincel pequeño y otros instrumentos ocasionales, sobre un cristal, utilizando cuatro o cinco colores primarios. Debajo del cristal hay una fuente de luz y por encima se sitúa la cámara que filma fotograma a fotograma las imágenes pintadas. El método de Petrov implica que cuando ha pintado y fotografiado una imagen, ésta desaparece parcialmente al pintar sobre ella los trazos de la imagen siguiente, que luego dará movimiento a la escena. Un cortometraje de unos 17 o 20 minutos (como éste o el más complejo “El viejo y el mar”, que ganó el Oscar en 2000), supone pintar y fotografiar casi 30.000 imágenes. Es un proceso creativo que dura dos años.

La adaptación de Petrov, con sus imágenes, músicas, voces y efectos, es de hecho una interpretación del texto de Dostoevskij, con un estilo realista que recuerda a Manet y a Goya. Petrov respeta y destaca el contenido temático original con algunas variaciones o aportaciones expresivas, de las que quisiera mencionar tres, a medida que yo mismo también interpreto y resumo el relato de Dostoevskij.

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Hay otra adaptación, The Dream, hecha por Murray Watts para la BBC en 1989, con Jeremy Irons como protagonista. También se pueden encontrar varios ejemplos, completos o parciales de lecturas y adaptaciones teatrales en YouTube.



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Mientras que el texto original consiste en un monólogo más o menos abstracto, en pantalla nos encontramos con el rostro, la vestimenta y los gestos del mismo protagonista, pero encarnado en un viajero en un tren que observa a una niña y otros pasajeros dormidos en un banco y que cuenta sin éxito la historia de su sueño a un compañero de viaje que se va. Esa historia que ya ha contado es la que vamos a ver y escuchar. Se puede decir que el protagonista (en el texto y en la imagen) es un envejecido habitante del subsuelo, coherente con la idea de Dostoevskij de que el subsuelo es un lugar de paso2, en quien su orgullo y egoísmo “han ido cediendo paso paulatinamente a la comprensión de su ridiculez” 3. En el presente de su relato, el hombre ridículo está a punto de suicidarse y supone que el mundo desaparecerá en cuanto deje de pensar y hablar: “el mundo me parecía creado exclusivamente para mí: en cuanto me pegase un tiro, el mundo dejaría de existir, al menos para mí”4. Por eso desprecia la petición de ayuda de una niña que encuentra por la calle, junto a una farola: “si iba a matarme al cabo de dos horas, pongamos, ¿qué se me daba a mí esa niña?”. Ya en su apartamento cae en un sueño en el que –tras un viaje sideral- se encuentra en una playa donde una niña hace castillos en la arena. Es un mundo físicamente como el nuestro, y a la vez un paraíso en el que la gente es feliz e inocente, no hay pecado original y reina el amor de unos para con otros. El pecado en el paraíso En el texto literario de Dostoevskij (parte V) encontramos al hombre ridículo diciendo que –no sabe cómo (luego veremos que en las imágenes de Petrov las cosas son de otro modo)- él introdujo el pecado en ese mundo: “aprendieron a mentir y les gustó, hasta ver belleza en ello”, dice. Y nació la lujuria, y luego los celos y luego la crueldad y pronto apareció la sangre. Y se crearon alianzas de unos contra otros. Se hicieron criminales e inventaron la justicia. Se reían de su pasada felicidad, diciendo que era un sueño. Conocieron la vergüenza y la convirtieron en virtud. Y le dicen a nuestro protagonista: “sabemos que somos falsos, malos e injustos, pero lo sabemos y lloramos por ello… Tenemos la ciencia y por medio de ella buscaremos nuevamente la verdad… El conocimiento está por encima del sentimiento, la conciencia de la vida por encima de la vida misma”. Insiste el protagonista en decirles que “les había llevado la perversión, el contagio y la mentira” (…) Pero –dice- ellos se limitaban a burlarse de mí y a tomarme por un chiflado. Me disculpaban, diciendo que recibieron aquello que ellos mismos habían deseado”. Y ante su insistencia, dijeron que “si no me callaba, me encerrarían en un psiquiátrico. Entonces el dolor penetró con tanta fuerza en mi alma que mi corazón se estremeció y me sentí morir; en ese instante… bueno en ese instante, me desperté (…) ¡Ahora sólo quería vivir y vivir! Alcé las manos y clamé por la Verdad eterna (…) Decidí dedicarme a la predicación en aquel mismo instante (…) ¿Y qué iba a predicar?

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Cfr. René Girard, Dostoievskij, dal doppio all’unità, SE, Milano, 1987, p. 112. Cfr. Reinhard Lauth, “He visto la verdad”. La filosofía de Dostoievski en una exposición sistemática, Ed. Thémata, Sevilla, 2014, p. 315. Esa ridiculez tiene que ver directamente con el orgullo del subterráneo, que es colectivo, y como dice René Girard (Dostoievskij, dal doppio..., cit., p.39) “el sufrimiento más vivo nace del hecho de que el personaje no consigue distinguirse de los demás hombres que le rodean (…) Todos los individuos del subsuelo creen ser más ‘únicos’ en la medida en que, de hecho, son más comunes”. 4 Cfr. Reinhard Lauth, “He visto…”, cit., p. 316. 3



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¡Pues la Verdad, ya que la había visto con mis propios ojos y había descubierto toda su gloria!”. El caso es que no tiene éxito en su empeño de predicar la verdad del amor entre los hombres y es tomado por los demás por un loco5, porque –como dice el hombre ridículo en el texto literario- “ignoro cómo se construye el paraíso, porque no sé transmitirlo con palabras. Después de mi sueño, perdí las palabras. O al menos los vocablos más importantes, los más necesarios”.

Si volvemos a las imágenes de Petrov, al momento en que el protagonista introduce el pecado en aquel mundo paradisíaco, nos encontramos con que el hombre ridículo sabe muy bien las circunstancias en que lo hizo. Con esta variante narrativa sabemos que – jugando con una máscara carnavalesca- incita quizá involuntariamente a una joven a ponérsela y ésta danza alocadamente y genera con placer los celos entre dos jóvenes, que terminarán peleándose entre sí y matando uno al otro. Y detrás vendrán, con tonos goyescos, las demás pérdidas: la inocencia se muda en lujuria, se construyen muros que separan unos de otros, se apedrea a muerte a un loco energúmeno como si fuera un chivo expiatorio, etc. La pirámide de la ciencia Vemos luego cómo el protagonista –siguiendo de nuevo los razonamientos presentes en el texto de Dostoevskij- es consciente del desastre desatado y pretende frenarlo. Pretende convencer a aquellos habitantes del paraíso perdido de que dejen de comportarse de modo salvaje, egoísta y depravado, buscando cada uno cómo humillar a los demás. Pero no tiene éxito: le contestan que ya saben lo que hacen y quieren seguir así. Les gusta el sufrimiento, porque es la misma belleza y ésta es lo único que tiene sentido y dedican canciones a sus sufrimientos. Y así surgió la esclavitud, incluso voluntaria. Petrov ofrece una interpretación visual de aquellos hombres que rechazan volver a su situación original, porque ya tienen la ciencia y con ella buscarán de nuevo la verdad. Petrov nos muestra una increíble e inestable pirámide de seres humanos, unos sobre los hombros de los otros, más o menos activos o petrificados, y en la cúspide un jugador de ajedrez con un tablero en el que se reduplican las peleas y la pirámide coronada por la ciencia, mientras declama con impostación el inicio de ese mismo discurso literario:

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Es interesante comprobar cómo este aspecto es destacado en algunas representaciones teatrales del texto. El protagonista aparece desde el comienzo vestido con una camisa de fuerza. Así lo interpretó Gabrielle Lavia en el Teatro della Pergola de Florencia (5-8 mayo 2015).



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“Sabemos que somos falsos, malos e injustos, y lloramos por ello (...) la conciencia de la vida está por encima de la vida misma. La ciencia nos proporcionará sabiduría, y ésta nos descubrirá leyes, y el conocimiento de las leyes, la felicidad que está por encima de la felicidad”. Mientras esto sucede, en la base de la pirámide alguien golpea con el pie una piedra –no parece claro si de modo voluntario o involuntario- y toda la pirámide se derrumba.

El final del relato La tercera variación expresiva de Petrov, que sigue manteniendo el contenido temático original de la historia contada por Dostoevskij, la encontramos justamente en la presentación del punto final del relato. Mientras que el texto literario sigue la abstracción discursiva del monólogo recordando que en nuestro mundo “la conciencia de la vida está por encima de la vida misma”, etc., y que el hombre ridículo luchará contra eso… Entonces, de modo abrupto sorprendente y sin solución de continuidad, termina diciendo en la última línea: “Por fin encontré aquella pequeña… ¡Y seguiré adelante, seguiré!”. Punto final. Petrov, sin embargo, es muy gráfico al hacer una rápida conexión visual desde la niña que hacía castillos de arena en la playa de aquel mundo que ya se ha vuelto agobiante y aterrador, con olas de arena y agua que destruyen esos catillos. Un viaje sideral de vuelta, hace que aquel mundo alejado coincida con una farola vista desde el tren en que viaja nuestro narrador. La imagen muestra la niña que estaba al principio dormida en el banco del tren, que ahora está despierta y –mientras el viajero se pregunta si la vida no es solo un sueño de una vida nueva y mejor- la niña le abraza y comienza a oírse de nuevo el tema musical. Sigue la imagen del comienzo de la historia, con el “hombre ridículo” que ya ha dejado de serlo y que da la mano a la niña que le pedía ayuda en la calle, junto a la misma farola, y –tras ver en el cielo una estrella que refulge y otra fugaz- se vuelven y caminan hasta desvanecerse fuera del círculo de luz de la farola. Fin.











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Dos observaciones académicas Volvamos por un momento al instante en que el “hombre ridículo” habla acerca de la Verdad, con mayúscula, que había visto con sus ojos. Sin especiales aproximaciones filológicas, conviene saber que esta verdad no es la tradicional “pravda (правда)” rusa, sino que se trata de la “istina (истина)”, una verdad que en ruso es una especie de “verdad verdadera o revelada”. Esta precisión ayuda a comprender mejor el cambio que se produce en el “hombre ridículo”, al dejar de serlo. A mi modo de entender, hablar de “istina”, de una verdad diversa a la intelectual “pravda” del lenguaje ordinario o el científico, es una noción que se encuentra en la órbita de lo que el filósofo español Leonardo Polo expresa conjugando el neologismo “verdadear”. Lo que está en juego con “istina” es una realidad muy cercana a lo que se expresa con verdadear, como una vivencia de la verdad que tiene lugar en la voluntad cuando –por ejemplo- el amado, o la amada, es afirmado o afirmada por la voluntad del amante. Una acción de este tipo puede entenderse en lo que dice el protagonista de Dostoevskij acerca de la verdad que vio y del propósito de dedicar su vida a predicarla. Porque “vivir verdadeando” significa la actividad de vivir “entendiendo”, no sólo como algo intelectual, sino como algo personal, que acontece “haciendo entrar en nuestro mundo el valor trascendental de la verdad” 6. De este modo, el propio yo, el propio ser personal, va más allá de sí mismo y se manifiesta como algo efusivo, como amor dirigido al otro, queriendo el bien del otro o de lo otro. Entiendo que los expertos en Dostoevskij7 insisten mucho en su “voluntad de vivir”, que es lo que le pasa al “hombre ridículo” cuando –tras vivir o soñar la aventura que nos cuenta- deja precisamente de ser ridículo. Porque entonces ya sabe “vivir verdadeando” y toma de la mano a la niña junto a la farola, haciéndose cargo de su situación y de sus ruegos, y juntos embocan de frente a la vida. La segunda observación académica tiene que ver con un rasgo del carácter de la ficción en el contexto de la realidad8, y en concreto la relación de Dostoevskij respecto de los personajes de su historia y también el papel del lector o espectador ante ellos. A veces se comenta que el orgullo o la indiferencia y la desesperación que llevan al suicidio9, son manifestaciones de tendencias vitales del autor. También se insiste en que Dostoevskij, al ofrecer una lúcida presencia del mal demoníaco10 genera no pocas incomodidades en el lector, que muchas veces pretende esperar de un autor cristiano “distinciones muy netas entre buenos y malos, un arte ‘religioso’ en el sentido ideológico del término, y se encuentra con que el arte del último Dostoevskij resulta ambiguo según los dualismos estériles que circulan en el mundo, dado que es tremendamente claro desde el punto de vista espiritual”11. Desde esta perspectiva insiste René Girard en destacar el carácter propio del novelista: “Dostoevskij no es un filósofo, sino un novelista; no ha creado el personaje de Stavrogin porque ha formulado intelectualmente la unidad de todos los

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Cfr. Leonardo Polo, La voluntad y sus actos (I), Cuadernos del Anuario Filosófico, Vol. L, Pamplona, 1991, pp. 1-84. Cfr., por ejemplo, Reinhard Lauth, “He visto...”, cit., entre otras obras de este autor sobre Dostoevskij. 8 Cfr. Sobre este punto Juan José García-Noblejas, “Practical philosophy and television drama. Ethical and anthropological remarks on some European television series (2015), Church, Communication and Culture, Vol. 2., Iss. 1, 2017, pp. 41-62. 9 Reinhard Lauth, “He visto...”, cit., pp. 314-321. 10 Cfr., por ejemplo, René Girard, Dostoievskij, dal doppio all’unità, SE, Milano, 1987. 11 Ibid, p. 109. 7



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fenómenos subterráneos; más bien es al revés: llega a esta unidad porque ha creado el personaje de Stavrogin”12. Volviendo a nuestro “hombre ridículo”, resulta que la versión de Petrov añade, con la presencia de la máscara, una alusión implícita al padre de la mentira, que –como hace ver Girard al hablar del doble en Dostoevskij- es al tiempo “el seductor y el adversario; obstaculiza los mismos deseos que sugiere y si ocasionalmente los satisface, sólo es para seguir engañándonos”13. No es que con la máscara en las imágenes de Petrov el hombre ridículo se convierta en un demonio tentador, sino que con ella Petrov nos muestra lo que Dostoevskij propone con su relato. Que, entre otras cosas, es alejarse de aquel hipotético “arte cristiano” que para algunos sería la expresión positiva y directa de la fe pero que sería un arte y una fe más bien pobres, y adentrarse en el “arte de la extrema negación” que, como dice Girard, en vez de ofrecernos sermones, nos hace conscientes de la idolatría universal circundante y desde luego del amor y la fuerza providente y misteriosa de Dios14. Estas tres variaciones audiovisuales de Petrov, no sólo insisten en los temas fuertes de Dostoevskij, sino que –a mi entender- los iluminan y enriquecen de modo fuertemente catártico15. Las peripecias y reconocimientos (anagnórisis) del protagonista en el mundo soñado y en torno al pecado trágico (hamartía), hacen que ese hombre ridículo deje de serlo, y que –como es lógico- sea tenido por loco por los demás. --- Juan José García-Noblejas "Dostoevskij: abitare il mistero" VII Convegno di «Poetica & Cristianesimo» Roma, 27-28 de abril, 2017

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Ibid, p. 70. Ibid., p. 105. 14 Como dice el starec Zosima, transparentando la experiencia religiosa de Dostoievskij, “en el momento en que veréis con espanto que, a pesar de vuestros esfuerzos, no sólo no os habéis aproximado a vuestro objetivo, sino que además os habéis alejado, en ese momento, os lo digo yo, conseguiréis el objetivo y veréis por encima de vosotros la fuerza misteriosa del Señor, que –sin que os dierais cuenta- os habrá guiado con amor” (Cfr. Ibid., p. 110). 15 Cfr. Juan José García-Noblejas, “Pensar hoy un sentido trascendente para la catarsis aristotélica”, en Faro, Giorgio (Ed.). Lavoro e vita quotidiana, vol. IV, Roma, Edizioni Università della Santa Croce (2003), pp. 265-292. 13



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