Trentrenfilú, cosmogonía mapuche (El texto completo ha sido publicado por Ediciones Tacitas, Santiago de Chile 2014 y 2016).

July 19, 2017 | Autor: A. Trivero Rivera | Categoría: Mitologia, Mapuche, Arqueología de Patagonia, Cosmogonia
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Descripción

Alberto Trivero

Trentrenfilú

2004

ÍNDICE Presentación Agradecimientos Premisa Trentrenfilú 1. La morada de los espíritus ancestrales 2. La gran batalla entre los pillán 3. La creación 4. Los Peñi Epatún y el tiempo de los llituche 5. La batalla entre el Thrauco y Wedá Küref Wekufe 6. Cuando los hombres se entendían con los animales 7. Linko Nawel y los laftrache 8. La matanza de las mujeres 9. La hija del Thrauco 10. La batalla entre Trentrenfilú y Koykoyfilú 11. El sacrificio de Likarayén y el pacto renovado El mito del diluvio en la cosmogonía mapuche Notas Bibliografía

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PRESENTACIÓN Mari mari lamngen Alberto Trivero! K’melekaimi? Hemos recibido su carta con los textos. Le ganamos algo de mano, pues anteayer nos encontramos de casualidad con su trabajo de Trentren, lo imprimimos y nos repartimos una copia cada uno, pues nos dejó a todos boquiabiertos, sin palabras. Es increible hasta algunos puntos donde Ud. ha llegado: algunas de esas cosas son tan pero tan secretas, que no podíamos creer que lo estuviéramos leyendo en una computadora. No decimos que eso sea malo, decimos que nos sorprendió el lugar y quien lo narraba. Ud. nos confirma en cierto modo una vieja profecía que dio don Clemiro Leviluan. Muchas de estas cosas jamás como murallas pudieron ser atravesadas por los antropólogos winka ni por algunos hermanos nuestros. Pero Ud. ha podido: su piuké debe amar mucho esto. Esa es la única manera para que esto fuera posible. Será italiano de aspecto, pero su am es bien mapuche; en cambio, hay muchos hermanos mapuche por fuera, y que son gringos por adentro. Mucho también nos llamó la atención que un socialista llegara a esas profundidades espirituales, sin que esto sea una descalificación. Muchas veces, gente marxista se ha burlado de nuestras tradiciones espirituales como supersticiones que retrasan el progreso y sirven para mantener parásitos. Preferimos hablar de tradición espiritual y no de religión, la primera es más amplia, la segunda una superestructura, una institución. Muchos machi se han vuelto hoy eso. A nosotros que nos une el haber sido alumnos de don Auka, nadie nos da nada, porque no pedimos nada: hacerlo seria perder nuestra libertad de conciencia. Por esto todo nos cuesta mucho y lo hacemos sólo por amor. Solo queremos que no se pierda el tesoro espiritual por el que murieron defendiendo nuestros viejos: pensamos que entonces todo su sufrimiento no habrá sido en vano. A don Auka gustaba muy poco hablar de él mismo. Decía que la gente siempre termina dando más importancia al werken que al mensaje que lleva. El werken puede ser alto, bajo, gordo o flaco, no entender nada del mensaje, ser un ladrón o un buen hombre, etc., pero cumplir eficientemnete con su misión. El werken es lo que menos importa: lo importante es el mensaje. Y ahora también Ud. es el werken que cuida el mensaje. AukaMapu es el nombre de un sueño: un país mapuche libre e independiente, abierto a todos los amantes de esta tierra, como lo es Ud., pues para nosotros "mapuche" no es un concepto racial sino espiritual. Ud. Para nosotros es mapuche. Me despido con un afectuoso Peukalleal! Kütral Rayen Painequeo Werkén de la Comunidad Aukanaw Neuquén

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AGRADECIMIENTOS Mis sinceros agradecimientos a todos los amigos mapuche que me animaron para realizar este trabajo y recopilar las memorias tradicionales en un relato unitario. Un particolar agradecimiento a la ilustre escritora e historiadora chilena Virginia Vidal por su precisoos trabajo de revisión del texto final. Muchas gracias. Alberto Trivero Rivera

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PREMISA Este libro tiene una larga historia y una gestación igualmente larga. Mi primer encuentro con el mito de Trentrenfilú, el mito cosmogónico fundamental de la cultura mapuche, se dio en 1970, cuando llegué a Chiloé y eché mis raíces en Achao, en aquellos entonces un pequeño pueblo en la isla de Quinchao, al centro de un archipiélago de islas menores donde hay un microclima menos frío y lluvioso. Es por esta razón que en aquellas islas se asentaron los williche1 y es allí donde sobreviven más las tradiciones antiguas y las creencias mitológicas. En aquellos tiempos, aproveché mi estancia en el archipiélago para errar viandante de isla en isla, cruzando playas y bosques, hurgueando entre los matorrales y los roqueríos, aceptando la hospitalidad de campesinos y pescadores – que nunca vino a faltar – compartiendo con ellos una cazuela de mariscos ahumados y de repollos y una fuente de papas, sentado en las tablas que rodean el fogón, donde la llama no se apaga nunca y el humo se levanta perfumado de cientos de aromas para dorar las sartas de navajuelas y la carne de chancho y los robalos destripados con su carne enrojecida. En aquellos tiempos (así como ahora) la gente desconfiaba del forastero. Era muy amable y cortés, pero se negaba a contestar a las preguntas, afirmando de desconocer aquello que conocía, rechazando publicamente las mismas ideas que profesaba escondidamente, acusando de brujería a quienes pensaban como ellos mismo pensaban. Todo esto, por miedo del juicio negativo de quienes, llegando de lejos y nada conociendo de sus tradiciones, no tenían ningún derecho de sentenciar. Pero poco a poco logré ganar la confianza de los ancianos, quienes empezaron a hablarme de muchas cosas, cada día con más franqueza y con menos recelos. Tal vez porque yo no opinaba nunca. Solamente escuchaba, con respeto, sin tratar de entender o interpretar o explicar cuanto me decían: solamente escuchaba. Y paulatinamente aquellos cuentos alcanzaban mis entrañas y se volvían parte de mi ser y de mi creer. Conocí a brujos y machi, castellanos y naturales, niños y ancianos. Dialogué largamente con un anciano lonko ciego y con un sabio machi depositario de las antiguas sabidurías del pueblo williche. Williche, porque desde el primer momento mi interés anduvo sobre todo en esa dirección. Naturalmente había leído lo que se había publicado sobre mitos y tradiciones chilotas: pero lo que leí no me había convencido plenamente. Entreveía en aquellos cuentos una grande sabiduría y experiencia, pero banalizada en cuentos fabulosos y desconectados de un real contexto, unos relatos que sólo se proponían de entretener, sin estimular una reflexión más profunda. Interpretaciones intelectuales muy awinkadas2, formuladas por autores que poco conocían la realidad indígena, y aún ménos trataban de conocerla. Por lo que se refiere a Trentrenfilú, fue para mi fundamental el encuentro con machi Llanquín3 en Metahue, un caserío de la isla Butachauque. Había ido a la isla durante una elección administrativa (yo representaba al achaíno Rafael Vivar que se candidaba para alcalde) y, ya no me acuerdo como ni por que, fui a parar a la casa de machi Llanquín. Pasaron las elecciones y vinieron unos días de tiempo muy malo, con un oleaje que no alcanzaba las playas del estero de Metahue, pero impedía de tomar el mar y regresar a Achao. Entonces pasé largas horas con aquel machi (vivía solo), sentado al lado de la cocina a leña, hablando de mil cosas. Entendí gracias a él que existen poderes que van más allá de lo físico, pero que no por esto son menos reales. Lo acompañé donde un enfermo, un moribundo, y vi desde su comienzo hasta su conclusión como se realiza un machitún (pero de esto no quiero

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hablar) y vi al enfermo mejorarse4. Vi al machi aplicar a mi mismo algunos de sus poderes, tal vez para ponerme a prueba. Pero no tuve nunca miedo, no porque yo sea particularmente animoso, sino porque tenía plena confianza en el poder, en la sabiduría y en el buen sentimiento de aquel machi. Una noche yo salí de su pequeña habitación para ir a la playa, a la casa de su hermano, donde estaba alojando. No había mucha distancia que recorrer, y no había como perderse. Sin embargo no logré alejarme de la casa de machi Llanquín. Al salir me había despedido de él, pero él me preguntó: “estás seguro que te vas?” y “claro que me voy” había contestado yo. Pero él añadió: “no estés tan seguro”. Una vez afuera, yo empecé a dar vueltas y vueltas alrededor de su casa, sin lograr alejarme del lugar, hasta que tue que volver a golpear a su puerta. Estaba allí, esperándome: “¿viste que no te fuiste? Nunca hay que sentirse seguro de nada, mejor dudar siempre es que. Ahora es tarde: quedate acá. Te irás mañana”. Pero aquella noche no nos acostamos: la transcurrimos tomando mate con pisco y me habló de muchas cosas: también de las cuevas (“no existe solamente la cueva de Quicaví5 —me dijo — sino también está la de Chequián”) y de los mitos. Entonces le pregunté por Trentrenfilú (o Tentevilú, como dicen los chilotes) y entonces él empezó a narrar, y lo que me contaba era mucho más rico y profundo de lo que había leído hasta el momento. También me habló de otros mitos: de Likarayén y del Thrauco, de cuando los “dioses” eran puras luces y se pelearon entre ellos, y de cuando la primera mujer creó los bosques y las flores, los peces y las mariposas, los pájaros y las cholgas, “porque la mujer crea la vida – me explicaba machi Llanquín – pues esto es su poder mágico”. Anduve por muchas otras islas y alcancé otras playas de los mares chilotes y tantas otras veces alrededor del fogón o sentados al lado de la cocina escuché los antiguos relatos. También recorrí los montes que rodean el lago Llanquihue y transcurrí las noches escuchando historias similares. Cerca de Osorno, una familia williche me habló de la grande lucha que hubo entre los pillán, antes que el tiempo tuviera su comienzo, y del castigo que les tocó a los pillán derrotados, constreñidos en las entrañas de los volcanes, y también me dijeron mucho más acerca de Likarayén. En Chequián, donde pude visitar la cueva sagrada, me hablaron del Thrauco y del enlace de sangre que lo une a Koykoyfilú (Kaikaivilú para los chilotes). En Tenaún, cerca de la cueva de Quicaví (que sin embargo no pude visitar) me explicaron que es lo que hay por debajo de la creencia chilota del caleuche, un mito muy espurio de elementos occidentales, que encubre una tradición williche mucho más antigua. Y así en Meulín, en Linlín, en Mechuque, en Matao, en Compu6... Si bien cada uno de aquellos relatos era narrado como si fuera algo cumplido y aislado de los otros textos, sin embargo empezé a percebir que siempre había un hilo conductor único, como si todos esos mitos fueran fragmentos de una narración original unitaria muy compleja. A menudo, el personaje que aparecía al final de un relato, era el mismo que daba comienzo a otro, o bien dos relatos, en apariencia independientes, se completaban mutuamente el uno con el otro, y solo unéndolos se volvían plenamente intelegibles. Así cuando en 1990 se realizó en Italia un encuentro intercontinental de chilotes en exilio (al cual me obligó la dictadura de Pinochet) presenté un escrito donde daba forma unitaria a gran parte de los mitos chilotes, hipotizando que en comienzo el mito fuera uno solo y que se fragmentó en época colonial, hasta perder la memoria de su unitariedad original. Christian Diaz, un investigador chilote muy competente y presente al encuentro, no se encontró de acuerdo y consideró que unir todos esos relatos en una narración unitaria

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fuera una arbitrariedad. No cabía duda que para realizar mi intento de unir esos fragmentos en un solo texto, a veces había modificado algunos nombres y adaptado muchos otros elementos. Sin embargo el mismo Christian, unos seis meses más tarde, me envió desde Oslo un par de artículos aparecidos algunos años antes en anales universitarios y que acababa de recibir desde Chile: allí se comentaban algunos textos de comienzos del siglo XVIII en los cuales aparecía una cosmogonía mapuche que reunía muchos elementos míticos en un solo relato unitario: elementos que ahora tienen vida “independiente”. En sus líneas fundamentales, aquel relato resultaba muy parecido al que había escrito yo uniendo todos los mitos que, arbitrariamente, había considerado “fragmentos” de un todo unitario. Entonces me animé a reconsiderar mi trabajo de sincretismo y en 1993 publiqué en Italia “Tentenvilú” que tuvo muy buena acogida de parte de los lectores y se agotó rápidamente. Después da haber publicado ese pequeño librito, por algunos años no me empeñé más en el tema. Sin embargo seguía juntando materiales acerca de aquel mito que para mi no había perdido de ninguna manera su embrujo: pero lo único que podía hacer era reunir unas cuantas publicaciones, pues no tenía la oportunidad de realizar investigaciones en el campo. En los ultimos meses de 1996, volví a empeñarme en el estudio del mito de Trentrenfilú en cuanto algunos amigos me proponían de realizar una segunda edición del libro Tentenvilú: además durante esos tres años había conseguido materiales que me permitían ser mucho más preciso y, sobre todo, distinguir muchos elementos de derivación cristiana (y por lo tanto colonial) de aquellos autenticamente mapuchewilliche. Me puse a la obra, pero – no sé porqué – los dedos no obedecieron a mis comandos y escribieron otras cosas: así que en lugar de reescribir el antiguo mito, la fantasía se inpuso por encima de la razón y nació una novela, Mapu Domo, en la cual el mito de Trentrenfilú es constantemente presente y se entrecruza con la novela misma. En Mapu Domo, mujer de la tierra, describo la vida de una niñita, hija de una violación perpetrada por el Thrauco, y su transformación en machi, hasta que a los quince años ofrece su propia vida para ser una mensajera entre su pueblo y el mundo de los espíritus de los antepasados. Es una “novela antropológica”, en el sentido que la ficción del relato es un instrumento para describir con muchos detalles la cultura y las costumbres de los williche cuando ocuparon el archipiélago de Chiloé, mucho siglos antes de la conquista española, mezclándose con los chono. La escritura de esa novela me empeñó muchísimo, pues me obligó a documentarme sobre rituales y costumbres. Además, para compenetrar más en la mentalidad de aquel pueblo, me empeñé en avanzar en el estudio del mapudungún, el idioma de los mapuche. Terminado el borrador de mi novela, me fui a Chile para encontrarme con mapuche y williche y confrontarme con ellos – y también con numerosos exponentes del mundo académico de las diferentes escuelas de antropología – y así precisar y corregir donde necesario el texto. La origen chilota de mi esposa y también el conocimiento de los elementos fundamentales del mapudungún, me facilitaron grandemente para ser “aceptado” por los mapuche, que también me permitieron participar (participar, no simplemente asistir) a algunos rituales religiosos. Fue también una excelente oportunidad para reunir varias publicaciones y documentos de diferentes naturas acerca del mito de Trentrenfilú (no solamente libros y artículos, sino también tejidos y platería con dibujos referidos a ese relato, fotografías antiguas, textos en mapudungún). Me faltaba documentación relativa a la visión que tenían los

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mapuche del otro lado de la Cordillera andina, los de Neuquén: allí tuve el socorro de una amiga virtual (conocida a través de internet) que me facilitó numerosos relatos recopilados en esa región. Finalmente, al disponer de toda la documentación necesaria, volví a escribir una segunda versión del mito de Trentrenfilú, la presente, mucho más extendida que la primera y, sobre todo, más “depurada” de los elementos foráneos de origen colonial. Un mito cosmogónico, que interpreta el origen del universo, de la vida y de la humanidad. Un mito que demoró miles de años en formarse y que, a través de un tiempo tan largo, seguramente incorporó numerosos elementos de provenienza foránea (tal vez transandina, más probablemente de las etnías canoeras que poblaban la costa sureña de Chile), en cuanto la cultura mapuche se caracteriza por ser fuertemente sincrética. Una origen foránea que parece ser comprobada por algunos aspectos lingüísticos (por ejemplo, el morfema “koy”, relacionado con diferentes “dioses” acuáticos, asume una frecuencia creciente en la medida que desde el corazón del Mapu nos acercamos al área más meridional: Chiloé y el archipiélago chono, como destaca también Isidoro Vásquez de Acuña en 1986). Este texto no es (ni quiere ser) la “trascripción literal y académica” de un conjunto de mitos, tal como han sido grabados en una cassette o recuperados en la literatura. Se trata, al contrario, de una “reescritura muy libre”, aúnque, desde luego, “libre” no significa “fantasiosa”, pues he tratado de mantenerme siempre muy fiel al “sentir” de los textos originarios. Sin embargo no me impuse, y ni siquiera me lo propuse, de ser fiel a la “expresión formal”. Es muy difícil transcribir los textos proprios de pueblos que no poseen un idioma escrito, pues su forma de expresarse es muy diferente de la nuestra. A veces se afirma que un buen escritor “escribe como habla” (desde luego, ¡se supone que hable bien!), pero la verdad es que ocurre extactamente lo contrario: hablamos como escribimos y hablamos en la forma en que lo hacemos justamente porque poseemos la escritura. La escritura nos acostumbró a “describirlo todo” en lugar que “interpretarlo”. Por ejemplo, si estamos narrando un cuento a un niñito, a través de las palabras tratamos de describir, en la forma más completa que nos es posible, lo que queremos relatar. Vamos a decir: “el rey dijo a su ministro con voz grave y dándole un puñete a la mesa con su mano derecha ‘¡traéme al rebelde!’ y entonces el ministro se alejó callado y triste moviendo desconsolado la cabeza”. Un pueblo que no tenga escritura va a interpretar ese mismo trozo de forma muy diferente y, en apariencia, muy pobre, pues lo reduciría a lo esencial: “el rey dijo al ministro ‘¡tráeme al rebelde!’ y el ministro se fue”. Nada más. Esto no sucede porque su idioma sea pobre y no tenga un vocabulario suficientemente vasto como para expresar todos aquellos conceptos. Es porque el narrador no describe, sino “interpreta”. Así que cuando habla del rey, su voz se pondrá grave y él mismo con su propia mano dará un puñete sobre una mesa imaginaria y después se alejará triste y moviendo desconsolado su cabeza, mimando al ministro del rey. En los pueblos que disponen únicamente de una literatura oral, la manera de relatar un cuento, mimando a los personajes, es tan importante cuanto describirlos. Y la forma de mimar no es individual y arbitraria, sino fijada por la tradición. Es decir, es una parte integral del texto que no se expresa con palabras pero que es tan importante y ritual cuanto las palabras. Entonces yo creo que si queremos verdaderamente transcribir un relato de un pueblo antiguo que no posee escritura, no podemos limitarnos al texto formal, sino tenemos que añadir todos aquellos elementos que el relator original mimó con su propio cuerpo y expresión. Eso es lo que traté de hacer yo. Añadí a mi texto la interpretación que el

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narrador le dio al texto y, cuando mi fuente fue literaria, traté de imaginarla. Todo esto es arbitrario, sin dudas, pero también es arbitrario transcribir solamente la parte formal de un texto antiguo, pues se le quita una parte esencial. De esta manera, traté de devolver al relato antiguo cosmogónico mapuche toda su musicalidad y riqueza, usando las palabras en lugar de la mímica, pero evitando por cuanto posible de deformarlo o “reinterpretarlo” según mi visión personal. Como se anticipó en los párrafos precedentes, el presente texto no corresponde a la trascripción de una o más versiones de los diferentes mitos mapuche relativos a la creación del mundo y del hombre, sino tiene su comienzo en el relato de machi Llanquín, recogido en la isla de Butachauque7: sucesivamente ha sido ampliamente integrado con otros relatos recogidos tanto en el campo, sobre todo en el área chilota, cuanto publicados en la literatura académica. En el texto, por lo tanto, se unen muy arbitrariamente elementos diferentes por origen, época y medio de registración, donde por cada tema hay una fuente principal y muchas otras que van a integrarla, en una continua integración de temas variados, despojándolos de todo cuanto era de evidente influencia occidental y adecuándolos constantemente para dar coerencia al texto8. La primera pregunta que surge, muy legítima y espontánea, es si se justifica hacer un “collage” tan arbitrarios de textos diferentes: es decir, si hay alguna prueba que permita sustentar un origen unitario de los mismos. A favor de la unicidad de origen de los mitos cosmogónico mapuche se coloca Hugo Carrasco, quien dedicó toda su vida a su estudio. En “La lógica del mito mapuche” él afirma que “los grupos de mitos no son compartimentos estancos, sino, por el contrario, forman parte de un continuum en el cual cada uno ocupa un lugar determinado en una gradación ascendiente o descendiente, según como se la mire. En este sentido, da la impresión a veces de que se trata sólo de un gran mito, conformado por diversas secuencias correlacionadas y complementarias que constituyen los diversos grupos o tipos de mito, y que se hallan estructuradas a partir de una lógica básica común”. El mismo Autor resume de esta forma su tesis: tiempo

mito

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Rüme fütra kuifi: tiempo de los orígenes

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Doy fütra kuifi: tiempo de destrucciones regeneraciones cósmicas

y Mito del diluvio (Trentren y Kaikai) - Mito de origen

Mito de creación cosmogónico-antropogónico

3

Fütra kuifi: tiempo de la historia humana remota

Mitos de transformación (chon-chón, sumpall, etc.)

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Kuifi: tiempo de la historia humana pasada

Mito de Mankián

Hugo Carrasco concluye que “en la cultura mapuche, al parecer se ha ido perdiendo el comienzo de este gran relato de origen (del cual quedan sólo algunos vestrigios algo dudosos), con lo que ha ido cobrando más importancia una segunda parte, que corresponde al actual mito de Trentren y Kaikai. En otra palabras, el mito de Trentren y Kaikai pertenece a un texto mayor9”. Rubén Fritz y Marcos Contreras se dedicaron a la búsqueda del hipotético mito unitario original y lo hicieron sobre todo examinando los relatos orales del área del Calafquén10. S. Ñ., ngenpín de Chihuaico, nos dona un relato articulado en seis partes secuenciales: 1) la creación del mundo, 2) la creación de la religión, 3) Trentren y Kaikai, 4) Carruhua o Sumpall, 5) Rukakülén y Kalfumalén, 6) Las plagas y un segundo diluvio. Los Autores, sin embargo, notan un importante sincretismo mapuche-cristiano y se orientan hacia un origen posthispánico. Sin embargo hay relatos del área de Neuquén donde aparecen estas mismas secuencias de eventos, o por lo menos, partes de ella.

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Sperata de Saunière en “Cuentos araucanos y chilenos11” relata el testimonio de un informante de apellido Ñanko donde diferentes mitos cosmogónicos aparecen se presentan unitarios y vienen narrados en forma continua12. Queda para aclarar un aspecto fundamental: la arbitrariedad cometida separando de los textos considerados los elementos que parecen ser “cristianos” u “occidentales”. Hay que decir que generalmente es bastante fácil distinguir los elementos foráneos que con el transcurrir del tiempo han sido incorporados en los textos mapuche. Claramente son espurias las referencias al “arca”, a Noé, al primer “fraticida”13, a la culebra tentadora. Sin embargo hay casos donde aparecen elementos que podrían ser espurios, pero también podrían ser simplemente coincidentes. Por lo tanto en la eliminación de los elementos que no parecen ser originales he sido sin dudas muy arbitrario y no siempre estoy en condiciones de justificar plenamente mis decisiones. El aspecto donde la arbitrariedad es particularmente importante en algunos casos, cuando tuve que modificar los nombres de los espíritus: entonces Chaw Dios se convierte en Pu Am, Ngenechén en Elche, Antü en Ngenechén... Una intervención inevitable para que el relato resulte coherente. Sin embargo hay que reconocer que estas mismas desigualdades en las atribuciones de los roles y de las funciones de los espíritus divinos fundamentales se encuentran en los textos originales mapuche, que van desde una formulación totalmente animista, hasta una visión monoteísta e incentrada en Ngenechén (o en Chaw Dios), pasando a través de una fase panteísta. En efectos la concepción cosmogónica y religiosa mapuche es poco coherente en cuanto: • la falta de textos escritos conduce inevitablemente a una multiplicación de las versiones orales, cada una de las cuales pierde algunos detalles y añade otros, así que con el transcurrir de los siglos se transforman en tradiciones con diferencias importantes; • el aislamiento de muchas comunidades mapuche durante el periodo colonial (sobre todo entre mapuche y williche, separadas por esa verdadera espina que fue el fuerte de Valdivia) ha limitado el intercambio cultural entre los linajes, un intercambio que favorecía el mantenimiento de una mayor homogeneidad cultural y religiosa; • la pobreza actual del pueblo mapuche - demasiado empeñado en la lucha cuotidiana para sobrevivir y para impedir que las empresas forestales y los latifundistas, con el amparo de leyes impuestas con las armas de la conquista, sigan arrebatándole sus tierras —impide que se empeñe con igual pasión y fervor para mantener “puras” sus propias tradiciones; • la progresiva cristianización de los mapuche, lo cual conlleva una paralela occidentalización de sus creencias; • el hecho de que las fuentes principales de los relatos tradicionales han sido sobre todo personas “aculturadas” (lo cual a menudo es sinónimo de “awinkadas”), mientras aquellas más ligadas a las tradiciones y al admapu raramente son disponibles para compartir sus creencias con extraños; • la transformación social y religiosa que comporta el prevalecer de la machi en aquellos rituales que antaño correspondían al lonko y al ngenpín14,15. Estas arbitrariedades son los grandes límites de mi obra. Estoy conciente de esto y por lo cual pido venia. Espero que otros investigadores, muchos más preparados que yo (que soy tan solo un antropólogo diletante) y con mayores posibilidades de las mías (que vivo en Italia) para trabajar en el campo, puedan dar un contributo mayor a la reconstrucción

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de un mito que es tan importante y fundamental para la cultura humana, cuanto lo son otros muchos más conocidos y celebrados. ¿Es aceptable o menos esta reconstrucción unitaria de los relatos cosmogónicos mapuche con todas las adaptaciones necesarias para darle unidad y coerencia? No me corresponde a mi contestar esta pregunta. Sin embargo, tuve la ocasión de leer el borrador de este libro a algunos mapuche y ellos me donaron una grandísima satisfacción al decir, al final de mi lectura, “feyürke may: eimi ta mupin ngütramkafé” (es así: tú eres un verdadero narrador de los antiguos mitos).

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TRENTRENFILÚ 1. La morada de los espíritus ancestrales16 Al comienzo de los tiempos17, mucho antes que el tiempo mismo tuviera su comienzo y empezara a fluir, tan sólo había una grandísima obscuridad. La más grande oscuridad era lo que ocupaba todo el espacio que hay arriba18, antes que el tiempo tuviera su comienzo. Pero no era vacío el espacio de arriba. Una fuerza inmensa lo ocupaba enteramente, una fuerza tan inmensa que engendró a todas las demás fuerzas que desde el comienzo del tiempo existen en el espacio de arriba. Tan inmensa era la fuerza, que engendró la vida y todo lo que existe en el espacio de arriba. Nada existe que no sea hijo de esa gran fuerza y todo lo que existe fue engendrado por esa fuerza, antes que el tiempo tuviera su comienzo.19 No solamente había la oscuridad y la fuerza, en el espacio de arriba. También había una pequeña esfera de greda. Y fue así que la fuerza penetró en la bola de greda y ésta creció – ¡oh, cómo creció esa bola de greda que al comienzo era tan pequeña! – y tan grande se volvió hasta abarcar todas las cordilleras que están al este y al sur, y las aguas infinitas del oeste, y los llanos del norte, y las tierras que están detrás de las cordilleras y detrás de los mares. ¡Cómo es grande, ahora, el Mapu! ¡y cómo era pequeña esa esferita de greda que había al comienzo de los tiempos! Creció, creció, creció la bola de greda y pasaba el tiempo y seguía creciendo, pues la fuerza había penetrado en la greda y así nació el Mapu20. Obscuro era el mapu y en ello no había altura alguna. Ningún volcán, ninguna colina, ningún cerro interrumpían la línea lejana del horizonte. Tampoco había ningún lago que lamiera las orillas del mapu. No había ningún océano donde los peces pudieran nadar moviendo sus colas sinuosas. Tampoco habían montañas tapizadas de selvas, ni árboles, ni animales que pudieran encontrar refugio entre sus matorrales. Obscuro era el mapu. Ninguna estrella alumbraba la noche, y tampoco Antü cumplía con su camino, así que el día no tenía luz y era siempre noche. Ninguna luz lograba interrumpir el profundo sueño del mapu y ninguna aurora sobrevenía para dar término a esa noche tan larga. El ankawenu21 era obscuro. Obscuro y vacío era el ankawenu y ninguna nube se balanceaba en él con su vientre lleno de lluvia. Tampoco había mariposas que aletearan en el aire, ni pájaros que lo llenaran con sus cantos. Lejos, pero muy lejos; arriba, pero muy arriba; al este, pero muy al este; mucho más allá del ankawenu que se levantaba por encima de un mapu chato y estéril y mucho antes que el tiempo empezara a fluir lentamente, allá estaba el lugar donde habitaban los espíritus antiguos. En el wenumapu vivían los espíritus antiguos, desde antes que el tiempo tuviera su comienzo. El wenumapu22 es muy luminoso y resplandeciente de luces y de colores, porque la luz y el color son engendrados por los mismos espíritus antiguos23.

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Los el24, espíritus que crean las cosas y los ngen25, espíritus que las gobiernan, están hechos de luz, pasión, intuición, sueño y comprensión, porque Pu-am26 participa de todos ellos y todos ellos son parte de Pu-am. Cuatro son las caras luminosas de cada uno de los espíritus ancestrales. Con su cara de anciano mira al este e con su cara de anciana mira al oeste; con su cara de hombre joven mira al sur y con su cara de doncella mira al norte. Cuatro caras tiene cada espíritu ancestral, porque es uno y es cuatro a un mismo tiempo; y es anciano y tiene la sabiduría de los ancianos y es joven y tiene la fuerza de los jóvenes, y es hombre y también es mujer, y lo es todo a un mismo tiempo. Y cada una de sus cuatro caras resplandece de luces y colores. También los pillán27 y las wangülén28, aúnque no tengan ni forma ni cuerpo, sin embargo resplandecen de luces y colores. Por esta razón es tan luminoso el wenumapu. Sin edad son los pillán y las wangülén ancestrales, y también sin edad son los ngen y los el. Existen desde el comienzo de los tiempos, desde antes que el tiempo tuviera su comienza, engendrados por la inmensa fuerza del espacio de arriba.

2. La grande batalla entre los pillán29 Los abuelos de los abuelos de nuetros abuelos dicen que Antü30 es el más poderoso de los antiguos pillán. Dicen también que Antü es el más antiguo, y también es joven y valiente, porque los pillán no tienen edad y para ellos es como si el tiempo no pasara. Dicen también que Antü es el más sabio, pues él posee grandemente los cuatro elementos de la sabiduría: sensación, intuición, imaginación y conocimiento. Por esto dicen que Antü es el más sabio. Y es Antü mismo quien dice que él es el más luminoso de todos los pillán y que su luz encubre la luz de todos los demás y que cuando él resplandece los demás pillán ya no son visibles. Por esto Antü dice que él es el más poderoso de todos los pillán al ser el más luminoso. Así dice Antü. Pero en el wenumapu viven muchos otros pillán, y también hay muchas wangülén, aunque ellas queden más apartadas, como es justo. Así que el wenumapu es muy luminoso y en él hay luces con todas las formas y con todos los colores. Cuentan los más antiguos que sus abuelos contaban que los abuelos de sus abuelos contaban que al comienzo de los tiempos Antü decidió tomar una mujer y ella iba a ser su esposa principal. Eso fue al comienzo de los tiempos y desde entonces ha transcurrido un tiempo tan largo que nadie puede medirlo31. Muchas wangülén deseaban ser la esposa principal de Antü, pues él es muy resplandeciente, el más respladeciente de los antiguos pillán, y las wangülén son vanidosas, pues todas las mujeres son vanidosas. Pero Antü con su sabiduría eligió a Küyén para que fuera su primera esposa. Eligió bien Antü, pues Küyén es la más antigua y la más joven de las wangülén, y sobre todo es la más luminosa y resplandece por encima de todas las demás. Como el oro es el color de Antü; como la plata es el color de Küyén. 13

Küyén quedó muy feliz porque Antü – el muy poderoso, el muy resplandeciente – la eligió para ser su esposa predilecta. Pero si Küyén ahora era feliz, muchas otras wangülén estaban decepcionadas y descontentas. Muchas wangülén aceptaron la elección de Antü y se conformaron con su voluntad. Pero también las hubo que criticaron con palabras duras y malvadas la elección de Antü. Al comienzo lo hacían hablando despacito y entre ellas; pero con el transcurrir del tiempo y como sus palabras no conseguían ningún efecto, empezaron a murmullar cada vez con más fuerza en contra de Antü, así que su descontento era como un río que crecía y crecía alimentado por las lluvias del invierno y que tanto crece hasta que logra arrasarlo todo. Así hablaban muchas wangülén que se habían picado, pues Antü no las había elegido a ella como windomo. Y si algunas wangülén criticaban a Antü con palabras tan malvadas y duras es porque algunos pillán también lo quisieron y las animaron para que así lo hicieran. Pero tampoco había armonía entre los pillán, pues celos y rivalidades eran muy grandes. Enormes eran los celos y la rivalidad entre los pillán, así que tampoco había armonía en el wenumapu.32 Sobre todo era Peripillán quien creaba más desorden en el wenumapu e impedía que hubiese la armonía necesaria. Peripillán es un espíritu antiguo muy luminoso y poderoso, como todos nosotros lo sabemos muy bien. Así como oro es Antü, rojo es Peripillán, rojo como el fuego que lo incendia todo y que lo transforma en brasas, como la sangre que da la vida. Como el fuego y como la sangre, así es el color de Peripillán, que algunos dicen que es el más poderoso y el más resplandeciente de todos los espíritus antiguos y también es el más sabio33. Tal vez Peripillán estaba envidioso por el color de Antü, porque la llama no logra ennegrecer al oro. Tal vez Antü estaba envidioso por el color de Peripillán, porque en la obscuridad la llama reluce más que el oro. El hecho es que siempre hubo mucha guerra entre Antü y Peripillán y esa lucha comprometía la armonía de luces y colores del wenumapu.34 Ya no había armonía en el wenumapu, pues los pillán y las wangülén rivalizaban entre ellos, así como no hay armonía en el baile cuando los kultrun no tocan al unísono, sino cada machi pretende llevar adelante su propio ritmo. Ya no había armonía en el wenumapu y aquéllo que antes que el tiempo tuviera su comienzo era un arco iris donde cada color tenía su justo lugar, se había convertido ahora en un caleidoscopio de colores sin son ni ton. Esto no estaba conforme con el admapu35, pues antes que el tiempo tuviera su comienzo y que los espíritus más antiguos habitaran en el wenumapu, ya existía el admapu, porque es el admapu el que crea la armonía entre todas las cosas. Antü se enfadó sobremanera por el atrevimiento de Peripillán. Los dos pillán se enfrentaron con todas sus fuerzas, y los demás pillán se unieron a ellos. Por eso en esos tiempos en el wenumapu hubo un grandísimo revuelo y como cada pillán se manifiesta quien con el fuego, quien con el agua, quien con el viento, quien con los rayos, quien con los truenos, ninguna cosa seguía su curso ni cumplía con su razón.

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Los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos cuentan que algunos pillán y muchas wangülén se colocaron al lado de Peripillán en su lucha con Antü. Cuentan también que hubo muchos pillán y algunas wangülén que se desplegaron al lado del espíritu del color del oro y lo apoyaron en la batalla en contra de aquéllo del color de la llama. Muy grande fue aquella lucha, y muy larga, y muy violenta, y fue así que todo el mapu fue sacudido por ella, y también alcanzó la tierras subterráneas, y también los cuatro cielos, y lo revolvió todo. La batalla se combatió durante unos tiempos tan largos, que los hijos de los espíritus antiguos alcanzaron a crecer hasta ser mayores, pues cada espíritu estaba compuesto por el anciano, la anciana, el joven y la doncella. Dijo entonces el joven: “¿Acaso no es hora ya de que entremos nosotros? Viejo es el padre: que me deje su lugar!”. Así habló el joven. Dijo entonces la doncella: “¿Acaso no es hora ya de que entremos nosotras? Vieja es la madre: que me deje su lugar!”. Así habló la doncella. Entonces los hijos lucharon en contra de sus padres y las hijas lucharon en contra de sus madres y grandísimo fue el revuelo que hubo entre los pillán.36 Dicen los mayores que Antü y Peripillán se enfurecieron aún más y agarraron a sus hijos, que eran unos gigantes, del mechón que coronaba sus cabezas. Entonces Antü y Peripillán se airaron aún más y agarraron a sus hijos, que eran unos gigantes, de los largos cabellos del centro de su cráneo. Entonces Antü y Peripillán se enojaron grandemente y zamarrearon varias veces a sus hijos, arrojándolos luego con fuerza abajo, y ambos cayeron por entre densas nubes sobre la pedregosa tierra37 y al caer, los enormes cuerpos de los hijos de los pillán arrancaban tremendos fragmentos de montañas y destruían las cumbres de los cerros y sus macizos cuerpos al tocar tierra generaron grandes montañas y dejaron inmensas huellas en la superficie del mapu. Y Antü escupió y su escupo rellenó las concas producidas por los cuerpos derrumbados de Peripillán y de sus aliados, formando lagos y lagunas. Cuentan los antiguos que finalmente Antü y los pillán que estuvieron a su lado prevalecieron y la lucha terminó. Entonces el castigo para Peripillán y los pillán que estuvieron a su lado fue terrible. Así cuentan los antiguos. Terrible fue Antü y nada pudo mitigar su ira. Ciego fue Antü a todas las lágrimas. Cerró su corazón Antü a todas las súplicas. Sordo fue Antü a todas las palabras de arrempentimiento. Uno a la vez, agarró a los pillán traidores, ahora derrotados, y los arrojó con fuerza sobre la obscura superficie del mapu, así como los pillán los hicieron con aquellos hijos que lucharon con sus propios padres. Luego Antü pisoteó los cuerpos de los pillán derrotados y tendidos sobre la superficie del mapu, hasta que se hundieron en las profundidades de la tierra. Y todavía Antü seguia aplastando a los pillán derrotados, hasta que penetraron en el vientre del mapu. Y siguió Antü empujando sus cuerpos destrozados, hasta que alcanzaron las más grandes profundidades del mapu. Sin embargo la ira de Antü todavía no había cesado. Entonces levantó las piedras, y las rocas, y las montañas, y las echó encima de donde estaban sepultados los cuerpos, así que grandes cadenas de cerros sepultaron los pillán 15

vencidos, y como Peripillán era el más poderoso de todos ellos, más grandes son las rocas que Antü hechó sobre su cuerpo. No bastaron todas las piedras, todas las rocas, todas las montañas y todos los cerros para apagar la luz de Peripillán. Ni tampoco apagó aquélla de los otros pillán. Pero —así dicen los antiguos— ahora sus luces ya no tienen los diez y diez colores de antaño, sino que todas se han convertido en la luz del fuego. Ahora sus cuerpos de vez en cuando se revuelcan en las profundidades del vientre del mapu tratando inútilmente de arrancarse: y entonces el entero mapu se sacude por sus movimientos, los límites de la tierra38, más allá de los cuales no hay nada. También dicen los mayores que de vez en cuando los pillán derrotados tratan de huir de sus prisiones de rocas. Entonces sus cuerpos de llamas atraviesan las montañas hasta alcanzar las cumbres más elevadas, y por allí logran sacar un brazo o una mano y aquéllos se resbalan por los costados del cerro, como unas enormes culebras de fuego. Pero todo es inútil: no hay cómo evitar el castigo de Antü y sus cuerpos, en lugar de convertirse en luz y alcanzar como en un tiempo el wenumapu, se apagan y se convierten en piedra.39 Quiso Antü castigar también a las wangülén que con su envidia habían sido la causa inicial de tanto revuelo. Entonces, dicen los mayores, ellas se pusieron a llorar y a implorar su perdón. Tanto lloraban, que sus lágrimas alcanzaron el mapu y empezaron a deslizarse por las montañas que cubrían los cuerpos de los pillán vencidos como unas largas culebras de plata, hasta reunirse en grandes lagos. Y tan numerosas eran las wangülén que suplicaban el perdón de Antü y tantas eran sus lágrimas, que alcanzaron los límites occidentales del mapu y allí formaron un lago tan grande que nunca se alcanza su fin. Y cuando sus lágrimas cayeron en las cumbres más elevadas de las montañas, el frío las transformó en nieves y en hielos eternos40. Era grande la ira de Antü y él quería que su castigo fuera igualmente grande. Sin embargo no fue sordo frente al arrepentimiento de las wangülén. Así que no quiso castigarlas: pero sí quiso apagar gran parte de su luz, así que ahora su relumbrar es tan pálido y tenue que ya la luz de Küyén no tiene rivales cuando Antü se oculta detrás de aquellos lugares que están más allá de donde termina el mapu y también el grande lago occidental que no tiene término. Lloran las wangülén vencidas al ver tan débil su propia luz: pero sus lágrimas son inútiles, porque no pueden devolverle su antiguo resplandor. Lloran las wangülén vencidas al ver tan pálida su luz: pero sus lágrimas son necesarias, porque alimentan al mapu y le dan la vida. Entre los cuerpos destrozados que se revolcaban en el mapu, también estaban aquéllos de los hijos que se habían puesto en contra de los padres. Entre ellos estaban también los püñéñ de Antü y de Peripillán. Lloró Küyén por el cuerpo de su hijo. Lloró la esposa de Peripillán por el cuerpo de su hijo. Lloraron las madres cuando vieron los cuerpos despedazados de sus hijos, y empezaron a lamentarse y a llorar. Sus lágrimas caían sin cesar y su pena aumentaba al ver que Antü en su furor mandaba abajo rayos de fuego, concluyendo de destruir los despojos de sus hijos. Pero, ¿qué podían hacer las dos madres? Sólo llorar y llenar con sus lágrimas los inmensos huecos y valles sin fondo que así se convirtieron en lagos. 16

Dicen los antiguos que fue así que Pu-am se conmovió por las lágrimas de las madres y quiso que los dos cuerpos volvieran a llenarse de vida, si bien no permitió que recuperaran su forma antigua. Entonces el hijo de Peripillán fue convertido en una inmensa culebra cuyo nombre es Koykoyfilú y fue así que el hijo de Antü fue convertido en una inmensa culebra cuyo nombre es Trentrenfilú.41 Y las dos culebras buscaron refugio en las profundidades del mapu y fueron adversarias, así como fueron adversarios Antü y Peripillán. Y fue así que las dos culebras se convirtieron en el instrumento a través del cual también se cumple la voluntad de los espíritus antiguos.42 Aquella lucha se producía desde las alturas de los cuatro cielos hasta las profundidades de los mundos subterráneos, así que los wekufe43 y los laftrache44, que hasta entonces habían quedado confinados en el minchenmapu, pudieron escaparse y recorrer el mapu en las cuatro direcciones. Todo el wenumapu fue revuelto por la lucha entre los pillán y cesó su armonía y el admapu fue quebrado. Quebrado fue el admapu y sin armonía quedó en universo, pues no hay armonía fuera del admapu. Donde antes había orden, ahora hay tan sólo desorden ya que nada cumple con lo que tiene que cumplir. Grande fue la ira de Antü y de Peripillán, pero mucho más grande fue la ira de Pu-am cuando vio que ahora había tan sólo desorden, donde antes había orden, y que ya nada cumplía con lo que tenía que cumplir. Así cuentan los abuelos de nuestros abuelos. Entonces Pu-am intervino. Intervino Pu-Am y decidió cuanto tenía que decidir ya que nada podía mudar su decisión. Entonces todos los pillán y las wangülén y los ngen y los el, todos sabían lo que Pu-am había decidido y todos participaron de su decisión pues el am45 de cada uno de ello era parte de Pu-am. Entonces Pu-am quiso que los ngen aseguraran el orden y que impidieran que una vez más pudiera producirse un revuelo tan grande. Entonces quiso Pu-am que cada espíritu quedara en su lugar y que Antü cumpliera cada día con su camino en el wenumapu y que Küyén también cumpliera con el suyo, y que cada otro espíritu cumpliera con cuanto el admapu había establecido para él. Por esta razón Antü padece mucho, por no poder alcazar a Küyén, aúnque la persiga sin desfallecimientos haciéndole señas para que se detenga en su loca carrera. Dicen los antiguos que Antü descanza en las cumbres de los cerros, mientras Küyén descanza en las aguas profundas. Es así que cada vez que la esposa de Antü descanza, hace desbordar las aguas y anegar las orillas. Cuando Antü la quiere asir, Küyén retrocede sonriendo y mostrándole su rostro manchado y su ojo amoratado, pues cuentan los mayores que esto fue el fruto de un mal golpe que le propinó su esposo. Si Küyén no tiene voluntad de unirse a su esposo, entonces vuelve negro su rostro y ya nadie la puede ver. Entonces Antü se levanta lleno de ira, pero luego se domina y se trueca en el inflexible espíritu del fuego y como Newi Pillán se queda tieso igual que un mamülche, un simulacro de madera. Todos los mapuche saben que Antü y Küyén se desposaron allá donde termina la tierra y ambos corren eternamente hacia ese lugar, pero sin encontrarse nunca: y así será hasta que Küyén no perdonará a su esposo y ella se reconciliará con él

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solamente cuando las manchas de su rostro y su ojo amoratado hayan desaparecido. Así cuentan los abuelos de los abuelos. Narran también los antiguos que Antü se unió con Küyén y engendraron un hijo. Un hijo salió de la unión entre Antü y Küyén, y tuvo el mapu por morada. Marepuantü46 fue su nombre y Marepuantü fue el primer hombre. También los otros pillán se unieron a las wangülén y tuvieron muchos hijos y todos tuvieron el mapu por morada: algunas eran criaturas grandes y otras pequeñas; algunas tenían un larga cola y vivían en las aguas, otras tenías cortas piernas y vivían entre los matorrales y otras tenían alas o bien podían ser tan livianas como el viento así que éste las podía levantar arriba hacia el cielo. Muchos pillán se unieron a las wangülén y tuvieron hijos: pero sólo Marepuantü fue el primer hombre.

3. La creación47 Los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos cuentan que muchas de las criaturas engendradas por los pillán eran más fuertes o más veloces que los hombres. También cuentan que el fruto del más luminoso de todos los espíritus, Marepuantü, no tenía vida, pues no tenía am. Fue entonces que intervino Elche, el grande creador del hombre, el esplendoroso creador del hombre, quien le dio vida con su proprio aliento. Elche quiso que el hombre existiera para que hubiese quien alabara a los espíritus y celebrara los ngillatún y los recordara en sus palabras. Entonces Antü engendró al primer hombre y Elche lo creó. Así dice la gente antigua. Vio el wekufe que el hombre era diferente y caminaba erguido y pensaba por si mismo y que su alma era tan poderosa, pues tenía conciencia de si misma : entonces sonrió y se llenó de alegría y pensó que Elche lo había hecho vulnerable, y que a través del hombre podía actuar la codicia, la maldad y la muerte, y así dar comienzo a la destrucción de todo le que posee alma. Porque el wekufe no tiene alma y por esto odia a cualquiera forma de vida, y todo lo que vive tiene alma. Grande es el am del bosque, porque grandes y numerosos y variados son los árboles: pero más grande es el alma de los hombres, porque tiene conciencia de sí misma. Dicen los antiguos que Marepuantü se encontraba solo en un inmenso mapu estéril y obscuro, bajo un cielo negro en el cual solamente brillaban las débiles luces de las wangülén. Al primer hombre no le gustó su morada, pero por encima de todo lloró su soledad. Entonces se dirigió a Antü llamándolo padre: “Todos los pillán se acompañan a una wangülén y todas las wangülén se acompañan a un pillán. Y también todas las extrañas criaturas que viven en las tierras, en las aguas o en los aires, cada una tiene su propia compañera. Solamente yo, que he sido el fruto de la creación de Elche, solamente yo que me vuelvo a ti que eres el más grande y el más relumbrante de los pillán y que te llamo padre, ¿solamente yo tengo que sufrir por tanta soledad?”. Así habló el primer hombre cuando se dirigió a Antü, el más 18

esplendoroso y reluciente entre todos los pillán. Pero Antü quedó mudo frente al ruego del primer hombre y no le dio contestación. Al primer hombre no le gustó su morada, pero por encima de todo lloró su soledad. Entonces se dirigió a Küyén, llamándola madre: “Todos los pillán se acompañan a una wangülén y todas las wangülén se acompañan a un pillán. Y también todas las extrañas criaturas que viven en las tierras, en las aguas o en los aires, cada una tiene su propia compañera. Solamente yo, que he sido el fruto de la creación de Elche, solamente yo que me vuelvo a ti que eres la más grande y la más relumbrante de las wangülén y que te llamo madre, ¿solamente yo tengo que sufrir por tanta soledad?”. Así habló el primer hombre cuando se dirigió a Küyén, la más grande y la más relumbrante de las wangülén. Y Küyén escuchó cuanto se le decía su hijo y tuvo piedad por la soledad del primer hombre que la llamaba madre. Dicen los antiguos que entonces Küyén eligió una entre las numerosas wangülén que Antü había castigado quitándole su esplendorosa luz. La elegida era una wangülén muy hermosa y fue enviada al mapu para que se acompañara al primer hombre. Cuentan también los antiguos que Küyén transformó la wangulén en un rayo de luz y este rayo de luz alcanzó la tierra, y así la wangülén cumplió con cuanto se le pidió: vino al mapu estéril y se convirtió en la primera mujer.48,49 Cuando el wekufe vio a la primera mujer, sintió envidia del hombre, pues la mujer era bonita y él ya no se encontraba solo en el mapu. El wekufe hubiera querido para si esa mujer, pero no pudo pedirsela a los espíritus, pues no sabía su nombre. Sólo el hombre conocía el nombre de la mujer, y poreso la consiguió para si mismo. Entonces el wekufe le juró venganza al hombre y desde entonces busca como hacerle daño y trata de adueñarse de su alma. Así cuentan los antiguos50. Altas cadenas montañosas atormentaban la superficie del mapu en aquellos tiempos tan antiguos. Profundos valles donde corrían impetuosos ríos surcaban la superficie del mapu en aquellos tiempos tan antiguos. Y las olas de los grandes lagos y de los mares se quebraban en las playas en aquellos tiempos tan antiguos. Pero en aquellos entonces el mapu era desnudo y estéril. Todavía no conocía el verdor de la hierba, ni tampoco el gris plateado del ciprés, ni tampoco el iris de las corolas de las flores. Tan sólo estaban la roca desnuda y la tierra árida que se extendían bajo un cielo y donde siempre era noche, en aquellos tiempos tan antiguos. Fue entonces que la primera mujer empezó a caminar. Caminó a lo largo de los valles y subió por los costados de los cerros y recorrió las llanuras hasta alcanzar las orillas de todos los mares: y donde la primera mujer apoyaba su pie desnudo, entonces surgía un rayo de luz y la tierra ya no era estéril y en la huella de su pie brotaban hierbas y flores. Así ocurría porque la mujer engendra la vida51. También cuentan los antiguos que entonces la primera mujer rozó con sus dedos los delicados tallos del pasto y de sus dedos surgieron rayos de luz y los tallos crecieron en el acto y se multiplicaron y se convirtieron en robles y en araucarias y en cipreses y en chilcos y en todos los árboles que moran en el mapu. También dicen los mayores que la primera mujer rozó con sus dedos las flores más livianas y de sus dedos surgieron rayos de luz y las flores crecieron y en el 19

acto se convirtieron en pájaros y mariposas, en guanacos y huillines y en todos los animales que moran en el mapu. Fue así que el mapu rebosó de vida y ya no conoció nunca más la esterilidad. Todo estaba oscuro y la primera mujer estaba sentada en un zaguán y tenía muchos deseos de ver a los frutos de su creación, pero no podía, pues no había ninguna luz para alumbrar a su obra. Entonces dirigió su palabra al luminoso Antü color del oro y Antü tuvo curiosidad por cuanto había obrado la primera mujer y para admirarlo abrió un hoyo en el wenumapu para así asomar su rostro y observar la obra de la primera mujer. Tan luminoso es el rostro de Antü, que toda la superficie del mapu se inundó de luz y de colores y de un tibio calor. Tan luminoso es el rostro de Antü, que ciega quien quiere mirarlo pero entibia las flores y los mares y las forestas y las montañas y todos los animales. Entonces Antü se complació por la obra de la primera mujer y tanto la alabó y tanta fue su alegría que también Küyén tuvo la curiosidad de observarla. Pero Antü estaba muy celoso por la belleza del mapu y hubiese querido ser solamente él quien admirase todas las cosas maravillosas engendradas por la primera mujer.52 ¡Pero sabemos bien cuánto diestras y cabezudas pueden ser las mujeres! Küyén no renunció a su deseo. Esperó hasta que su esposo estuviera durmiendo y entonces abrió una abertura en el cielo y a través de aquélla asomó su rostro y admiró al mapu y quedó muy satisfecha. Cuentan los antiguos que desde aquellos tiempos Antü y Küyén se alternaron para admirar al mapu y a sus criaturas a través de las aberturas que ellos mismos hicieron y así permitieron a Marepuantü de admirar el rostro esplendoroso de sus padres, y así lo hicieron los nietos de los nietos de los nietos de Marepuantü. Desde entonces, siempre hay alguna claridad y el hombre y la mujer pueden caminar por la tierra. También a Elche le gustó muchísimo la nueva morada del hombre. Tanto le gustó a Elche la nueva morada del hombre, que decidió que algún día aquélla iba a ser la morada de los espíritus. Entonces llamó al primer hombre y a la primera mujer y les dijo: “Algún día todos los espíritus vendrán a vivir en el mapu. Hasta entonces vosotros seréis sus cuidadores, y así vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos, y así hasta el día cuando a nosotros nos parecerá bien venir a vivir en el mapu. Por lo tanto vosotros seréis los cuidadores del mapu: podréis alimentaros con sus frutos, pero respetaréis a la vida en todas sus formas. Cogeréis cuanto sea necesario para sustentaros, pero nada más, pues el mapu no pertenece a los hombres, sino a los espíritus”. Estas fueron las palabras que Elche dirigió al primer hombre y a la primera mujer. A causa de la ira de Antü y de Peripillán se formaron las montañas y los mares y por la voluntad de Elche vino el primer hombre y por la benevolencia de Küyén hubo la primera mujer y a ella se deben los bosques y los animales y ella engendró la vida en el mapu que antes era estéril, porque la mujer es engendradora de vida y así el mapu se convirtió en una morada hermosa y viva y los hombres recibieron de los espíritus el encargo de ser sus fieles cuidadores.53

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4. Los Peñi Epatun y el tiempo de los llituche54 El primer hombre y la primera mujer vivieron en el mapu y poblaron las llanuras, las montañas y las orillas de los lagos y de los mares. Las montañas, las llanuras y las aguas obedecieron al mandato de los ngen y ofrecieron sus frutos a la primera pareja de hombres: así que ellos pudieron satisfacerse y no padecieron privaciones. Se unieron el primer hombre, creado por Elche, con la primera mujer, la wangülén convertida en su compañera por voluntad de Küyén. Cuatro veces se unieron el primer hombre y la primera mujer y cada vez engendraron cuatro mellizas. Diez y seis fueron las hijas del primer hombre y de la primera mujer — así cuentan los antiguos— y también dicen que aquellas se unieron con los animales más valientes y prestantes para engendrar descendientes. Con el cóndor se unió la primera hija de la primera pareja y Antümañke fue el nombre de su primer hijo. Con el puma se se unió la segunda hija de la primera pareja y Melipangi fue el nombre de su primer hijo. Con el avestruz se unió la tercera hija de la primera pareja y Lefchoike fue el nombre de su primer hijo. Con el jaguar se unió la cuarta hija de la primera pareja y Fuchanawel fue el nombre de su primer hijo. Con el guanaco se unió la quinta hija de la primera pareja y Millalwan fue el nombre de su primer hijo. Con el zorro se unió la sexta hija de la primera pareja y Pailangurü fue el nombre de su primer hijo. Con el águila se unió la septima hija de la primera pareja y Lefñamku fue el nombre de su primer hijo. Col la huala se unió la octava hija de la primera pareja y Likanwala fue el nombre de su primer hijo. Con la gaviota se unió la novena hija de la primera pareja y Antükaw fue el nombre de su primer hijo. Con la langosta se unió la decima hija de la primera pareja y Lafchori fue el nombre de su primer hijo. Con el zorzal se unió la undécima hija de la primera pareja y Katrüwilki fue el nombre de su primer hijo. Con la güiña se unió la duodécima hija de la primera pareja y Millawiña fue el nombre de su primer hijo. Con el ratón se unió la decimotercera hija de la primera pareja y Kurdewü fue el nombre de su primer hijo. Con el lobo marino se unió la decimocuarta hija de la primera pareja y Konlame fue el nombre de su primer hijo. Con el tordo se unió la decimoquinta hija de la primera pareja y Paikerew fue el nombre de su primer hijo.

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Con el murciélago se unió la decimosexta hija de la primera pareja y Punpingüy fue el nombre de su primer hijo. Así se originaron los linajes. 55 Otras veces se unieron el primer hombre y la primera mujer y otras veces engendraron por cuatro veces cuatro hijas: y éstas se unieron con los pillán y todas tuvieron descendencia. Así se originó el linaje de Katrüpil, el de Maripillán, el de Melipillán, el de Nawelpillán, el de Pillanpel, el de Raypillán, el de Ranpillán, el de Rumeypillán, y ocho más. Otras veces se unieron el primer hombre y la primera mujer y otras veces engendraron por cuatro veces cuatro hijas: y éstas se unieron con la neblina y con las piedras, con la lluvia y con los ríos, con la pluma y con las flores, con el cielo y con las rocas, con el sol y con los ríos, con la tierra y con las frutillas, y todas tuvieron descendencia. Así se originaron los linajes de Adyentantü y el de Trayllanka, el de Antilef y el de Remulnkoy, el de Raymapu y el de Millalonko, el de Kallfücoy y el de Kintunllanka, el de Katelikán y el de Peranchiguay, el de Kelüfor y el de Millakew, el de Kallfükura y el de Marilawén, el de Weichipirén y el de Kurüpichúñ. Así cada una de las hijas de la primera pareja pudo tener su propia descendencia. Cada una tuvo hijos e hijas y los unos y las otras tenían aspecto humano, pero también poseían los poderes heredados por el ser que empalmó su madre, y mezclándose la descendencia, también se mezclaban los poderes heredados. Porque ésta era la voluntad de Pu-am: que los hombres tuvieran algo de los poderes de todos los elementos del universo, para que así el ánima del hombre pudiera ser parte del ánima de cada elemento del universo. Así se cunplió la voluntad de Pu-am, y las hijas de Marepuantü se unieron a los elementos que tienen su demora en el Mapu, y sus descendencias se mezclaron y el ánima del hombre participó del Mapu mismo y pudo llamarle madre. Peñi Epatún56, así se llamaban los hijos de las hijas del primer hombre y de la primera mujer, según cuanto cuentan los antiguos. Y los nietos y las nietas del primer hombre y de la primera mujer se unieron también y tuvieron hijos y los hijos de sus hijos crecieron y tuvieron hijos, hasta que el mapu fue poblado por los descendientes de quien fue creado por Elche y de su compañera: y estos fueron los llituche, el pueblo del origen. En paz vivían los llituche, fieles custodios del mapu. Obedecían el mandato de Elche y de los pillán: respetaban a la vida en todas sus formas y cogían solamente lo que era necesario para sus nececidades, sin abusar de cuanto ofrecía la llanura, la montaña y el agua. En paz vivían los llituche en sus refugios de roca en la montaña y cuando el cherufe57 con el cuerpo de fuego se enojaba y llovían piedras y ríos de lava, entonces tenían la proteccón de los espíritus de los antenados, porque en aquellos tiempos los abuelos de los abuelos venían a visitar los nietos de los nietos. Caían del cielo como estrellas, porque los antenados se habían convertidos en pillán luminosos. En paz vivían los llituche. Pero largas y negras eran las noches, y su corazón se llenava de temor cuando el terrible chonchón lanzaba su grito aterrador de mal agüero, y su corazón se llenava de hielo cuando la escarcha recubría las ramas de 22

los árboles en el tiempo del invierno. Entonces rogaban Antü para que les donara una chispa de su luz color del oro para alumbrar la noche y para calentar sus cuerpos y para cocinar sus viandas. Cuentan los antiguos que en aquellos tiepos en una gruta vivía un llituche y que Kalew era su nombre. También cuentan que Kolalla era el nombre de su madre y que Mallén era el nombre de su esposa y que Likán era el nombre de su hija y que una tarde el luminoso abuelo de su abuelo vino a visitar a las tres mujeres: en la montaña estaban las mujeres, recogiendo los frutos de la tierra, cuando vino el abuelo de su abuelo a visitarlas. Llegó con grandes estruendos y la tierra entera se estremeció, así como lo hace cuando el grande pillán de la montaña se enfurece y el cherufe da cuerpo a su enojo. Vino el abuelo de su abuelo convertido en tantas piedras de fuego que caían del cielo e incendiaban el matorral. Aterradas estaban las mujeres, aterrados estaban los niños. Pero Kalew reconoció al abuelo de su abuelo y le rindió respeto. La noche había alejado Antü, pero las llamas del matorral permitieron a Kalew de entender el mensaje del abuelo de su abuelo. Como piedras negras, era el mensaje, pero frotándolas producías luz, pues el abuelo de su abuelo se había vuelto pillán. Como piedras negras era el mensaje, pero frotándolas producían chispas que pronto incendiaban el pasto seco. Entonces Kalew recogió el mensaje del abuelo de su abuelo y llenaron su canasta y lo dieron a conocer a los llituche y también los demás llituche reconocieron el mensaje y aprendieron a aprovecharlo y a encender el fuego cuando les necesitaba y así alumbrar la obscuridad de sus cuevas y entibiar sus cuerpos y cocinar sus carnes y vivir en tranquilidad y paz, porque aquello era un tiempo de paz58. Cuentan también los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos, que el tiempo de los llituche era un tiempo donde la abundancia se alternaba a la hambruna, así como la temporada de los frutos del mapu se alternaba a la temporada de su sueño bajo la blanca nieve. Y era por esto que los llituche rezaban a los espíritus y celebraban los ngillatún en los claros entre los pewen, los grandes árboles sagrados, con sus semillas duras y prohibidas. Sin embargo Ngenechén parecía negarse a escuchar las plegarias y las rogativas: quizás él también estaba adormilado, arrebujado en sus pieles tibias de su lecho divino... Se dice que en aquellos tiempos antiguos llegó una vez un invierno como nunca hubo otro, y cuentan los mayores que hasta las aguas del grande Bío-Bío se volvieron hielo desde su nacimiento hasta su muerte en la grande agua del oeste, donde Antü descanza después de su recorrido diario. Y entonces desapareció el huemül y el choike y el luan, mientras los pájaros emigraban, ahuyentados por el tremendo frío y la tierra parecía encogerse aterida bajo la nieve y, si bien los hombres y las mujeres sanas aún resistían la hambruna, los viejos y los niños pequeños eran condenados a una muerte terrible. Entonces los lonko59 comandaron que los más fuertes y los más valientes entre los jóvenes llituche se encaminaran hacia las cuatro direcciones del mapu, tan lejos cuanto fuera necesario, y que no regresaran sin algún alimento: bulbos de amankay y de ñolkin, frutos de chakai y de ñire y carne de cualquier animal que lograran cazar, así fuera de mara o de kofür, pero que permitiera sobrevivir a los 23

más débiles. Y así salieron los jóvenes más fuertes y valientes, pero que todos regresaron uno tras otro con las manos vacías. Y cuentan los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos que faltaba tan sólo uno de los que habían salidos, y Ñeweñ era su nombre y hacia el este se había encaminado, allá donde las altas cordilleras señalan el lugar donde a cada día Antü renueva su camino. Dicen que Ñeweñ caminó por cuatro lunas enteras, y que cruzó cuatro sierras y cuatro ríos, y que conoció cosas que nunca nadie había conocido, y que dormía en un hoyo que él mismo excababa en la nieve cada día, cuando el resplandor de Antü le cedía el paso al palor de Küyén. Y cuentan que había alcanzado un lugar muy alto en la cordillera, allá donde demoran los Pillán y donde las altas cumbres alcanzan el wenumapu. Y fue en aquellas alturas que Ñeweñ encontró un viejo: tenía una larga barba blanca y su rostro aparentaba ser tan antiguo como antiguo es el mapu y su paso no dejaba huella en la nieve. Dijo Ñeweñ a los mayores que ese viejo de repente estubo a su lado y que surgió quién sabe de dónde y se puso a caminar junto él. Eso contó Ñeweñ a los mayores cuando volvió. Y también les contó que el viejo le preguntó «¿que andas buscando Ñeweñ?» porque el viejo sabía su nombre, aúnque él no se lo hubiera dicho, y entonces él le contestó «los ancianos y los niños se están muriendo de hambre, pues la nieve lo cubrió todo y ya no tenemos nada para comer» y entonces el viejo le dijo «recoje los piñones que abundan en los pewén60» y entonces él le contestó «los machi dicen que no hay que comerlos, pues son muy duros, y son venenosos y son sagrados» y entonces el viejo le dijo «¿cómo va a ser dañino un dono de Ngenechén? Usa el fuego para cocinarlos y ablandarlos y cada vez que los comerás, antes les ofrecerás su parte a los Pillán» y después de haberle hablado así ese viejo de repente ya no estuvo más a su lado y desapareció quién sabe dónde. Entonces Ñeweñ recogió todos los piñones que pudó recoger, volvió a su lof y los entregó a los ancianos y les contó cuanto el viejo le había dicho. Se reunieron los mayores y escucharon las palabras de Ñeweñ y les creyeron y dijeron «Ngenechén ha bajado a la tierra para salvarnos: seguiremos sus consejos y nos alimentaremos con el fruto del árbol sagrado, que sólo a él pertenece— dijeron los ancianos». Entonces ordenaron a las mujeres que hirvieran y luego tostaran los piñones traídos por el guerrero y comieron en abundancia, haciendo una gran fiesta. Y a partir de ese momento, ya no hubo más hambre ni escasez de alimento, ya que los llituche aprendieron muchas formas de preparar los frutos del pewén. Y así, el árbol sagrado se convirtió en la principal fuente de alimento de los pewenches, quienes cada día, a la salida del sol, rezan con un piñón de pewén o una pequeña rama en la mano, diciendo: "A Tí, padre, que no permitiste que muriéramos de hambre; a Tí, que nos concediste la dicha de compartir nuestro alimento; a Tí, Ngenechén, te pedimos que nunca dejes morir al pewén, cuyas ramas se tienden como brazos abiertos para protegernos." ¡Feliz fue el tiempo de los llituche, cuando conocían el lugar donde Antü daba comienzo a su camino y aquello donde le daba término! Feliz fue el tiempo de los 24

llituche, cuando vivían conforme a la voluntad de los espíritus ancestrales y eran parte del Mapu y respetaban la tierra y sus frutos. Fue feliz aquel tiempo antiguo, y sin embargo llegó el día que tuvo su fin. Terminó el tiempo feliz, pues el corazón de los llituche empezó a degradarse, porque ésta es la ley de la naturaleza: todo nace puro y a medida que transcurre el tiempo y se aleja el momento del nacimiento, todo se degrada, se corrompe, se anquilosa y por fin muere61.

5. La batalla entre el Thrauco y Wedá Küref Wekufe62 Cuentan los antiguos que entonces se produjo una grande mortandad entre los llituche. Muy pocos quedaron fuertes y sanos. Los recién nacidos al poco tiempo se tornaban ciegos y los jóvenes morían en gran número porque eran débiles y sin energías y sólo podían vivir en llanuras o valles, pero no en las alturas. Se sentían perdidos porque su vida era muy pobre y solitaria. Dicen los mayores que en aquellos tiempos vino a visitarlos el mismo Ngenechén, porque tuvo piedad viendo los sufrimientos de los llituche y porque quiso ver con sus propios ojos los frutos de su obra. Por esto apareció un día entre los llituche. Apareció como si fuera uno más de ellos, oscuro, cubierto por un cuero y con la cabeza desnuda, y los llituches no lo reconocieron y lo llamaron Al Sol. Al Sol fue un grande maestro, el más grande de los maestros. Y quizo alegrar a la gente enseñándoles cosas útiles: les enseñó a fabricarse enseres para poder cazar y pescar, proveyó de trajes sus cuerpos desnudos, les enseñó a conocer las plantas medicinales y el tratamiento de los enfermos y heridos y a cumplir los trabajos y a respetar el tiempo y el arte de la siembra y de la cosecha y la elección de las semillas y la conservación de los alimentos, y como emplear y conservar al fuego sin que se apagara. Al Sol enseñó a los llituche como agradecer los espíritus por cuanto ellos donaban a los hombres, y les enseñó como realizar los ngillatún, y también les amonestó para que respetaran la voluntad de Ngenemapu y no violaran el mapu y no pretendieran que la tierra diera sus frutos según su voluntad. Al Sol hizo muchas cosas buenas para los llituche y ellos se alegraron por todos las dádivas recibidas. Y es así como Ngenechén ganó otro nombre: Kümewenu63. Porque Al Sol era el mismo Ngenechén que había querido ver con sus propios ojos el fruto de su obra. Sin embargo los llituche cogían los frutos de la tierra y de las aguas sin agradecer por cuanto habían cogido y trascuraban de celebrar los ngillatún. Porque no le hicieron caso los llituche a las palabras de Ngenechén, cuando estuvo entre ellos y le llamaron con el nombre de Al Sol, y entonces quiso castigarlos. Cuentan los antiguos que en aquellos tiempos los llituche albergaban un gran temor a las montañas boscosas y no querían llegar hasta sus entrañas: les parecía que el aspecto de los bosques fuera muy siniestro. Los llituche se sentían expuestos a grandes peligros desconocidos y sólo amaban las aguas de los valles y confiaban en ellas. Los únicos que no tenían miedo a la montaña eran los mawidanche64. Entonces sucedió que el maestro llevó a un grupo de mawidanche 25

a la falda del Chapelko. Allí llevó Al Sol a los mawidanche. Entonces levantó su puño, que era firme y duro, y golpeó una roca muy grande y los mawidanche fueron testigos de cuanto sucedió: con sus propios ojos ellos vieron como Al Sol golpeaba la roca con su puño y con sus propios oídos ellos escucahron las extrañas palabras que pronunció Al sol. Muy extrañas fueron aquéllas palabras, ni había quien pudiera entenderlas. También fueron testigos los mawidanche de cuanto sucedió. Entonces vieron que en el acto la montaña se abrió: se abrió y vieron que sus entrañas ocultaban un abismo negro y profundo, que no tenía fondo. Otra vez Al Sol pronunció unas palabras misteriosas, y entonces grandes masas rocosas cayeron a lo más profundo. Por cuatro días y por cuatro noches cayeron grandes piedras desde la bóveda de la cueva, hasta llenar el profundo abismo que no tenía fondo. Azules eran las piedras que llenaba el abismo sin fondo, así que Kallfütral65 fue el nombre que dieron al abismo. Se llenó el abismo: entre la pared más profunda de la grande cueva y la ladera de la montaña ahora se extendía un pedregal con el color del cielo en lugar del abismo con el color de la noche sin luna. Entonces Al Sol penetró en la cueva, cruzó el pedregal y alcanzó la pared más profunda y otra vez extendió su brazo y golpeó la roca lisa, y la roca lisa se abrió con largas hendiduras y por aquéllas aberturas salieron nuevas gentes. Estaban completamente desnudos aquéllos seres extraños y su aspecto era horrible: eran gigantescos así que fueron llamados füchawitranche66. Desde Chapelko vinieron los füchawitranche y fue por la voluntad de Al Sol que los gigantes conocieron la luz de Antü. Esto es cuanto cuentan los antiguos. También dicen los mayores que los füchawitranche tenían su propio lonko. Bastaba tan sólo verlo para entender que su lonko era mucho más fuerte que todos ellos, aunque su tamaño fuera pequeño, pues era el Thrauco, hijo de Koykoyfilú, hijo de Peripillán, que es señor de las montañas y anda apoyado sobre su bastón de tejo. Así vinieron al mapu los füchawitranche, y con ellos también salieron muchos animales salvajes que nunca nadie había conocido antes de aquel entonces pues eran animales que el wekufe, el espíritu sin ánima, había desfigurado y convertido en imbunches67. Cuentan los antepasados que ellos eran los monstruos de la creación y que como tales los aislaron en los desiertos de piedra de la cordillera. También cuentan que a causa de los füchawitranche sucedieron cosas terribles y que por causa de ellos los animales salvajes y hasta los grandes pájaros del cielo de abajo se atrevían a atacar a los llituche en los valles: los herían para devorarlos después y les raptaban los niños. Al Sol no quizo ejercer algún poder sobre los gigantes y sus animales y permitió que arrasaran con los llituche. Entonces se arrepintieron los llituche y prometieron celebrar los ngillatún y no olvidar ofrecer a los pillán y a los ngen su parte, según cuanto tenía que cumplirse. Cuando los pillán vieron el arrepentimiento de los llituche, exterminaron gran parte de los gigantes y sus huesos se encuentran profundamente enterrados en el suelo. Sólo el Thrauco siguió viviendo y de vez en cuando se le veía balancear su bastón sobre los

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abismos que sostienen las montañas. Su aspecto es muy velludo y tiene una larga barba roja que alcanza hasta sus pies. Pero ocurrió que nuevamente los llituche se olvidaron del mandamiento de Elche y de los pillán. No les rezaban ni los recordaban más. Otra vez se olvidaban de celebrar los ngillatún cuando correspondía celebrarlos. Se comían las karekaré68 sin antes despedazarlas en cuatro partes mirando hacia puelmapu, ni tampoco quemaban las partes destinadas a los pillán. Y se comían todo, también el corazón que es sagrado y que tiene que reservarse para los pillán. Fue entonces que los pillán se resolvieron a castigar nuevamente a los llituche, y esta vez con mucha más severidad que antes, pues habían visto que los anteriores castigos no habían sido suficientes.69 Cuentan los antiguos que algunos pillán que vivían en unas cuevas cerca de las altas cumbres de la Cordillera comenzaron a tirar rocas de fuego. De sus demoras salía un polvo negro que todo lo tapaba y las piedras ardiendo cruzaban los valles: tanto era el ruido y el polvo que había, que nada se podía ver. Los pillán lanzaban rocas y cualquier cosa de un lado para otro: barro, lava, fuego, humo. Así dicen. Y ocurrió entonces que la montaña azul, que era muy alta y estaba cubierta de hielo, empezó a darse vuelta para afuera, y la tierra se partió y por los huecos cayeron ardiendo los animales y los árboles, y las aguas congeladas empezaron a hervir, tronaron los volcanes y los rayos que salían de las cuevas de los pillán iluminaron el cielo y el hielo hirvió, y las rocas chorrearon fuego y lava, y el agua corrió desde abajo hacia arriba y todo cambió de lugar, y unos cerros aplastaron a otros cerros, y la tierra se tragó muchas montañas y donde habían ríos se formaron lagos, y algunas plantas se agarraron de las piedras para sostenerse, y así quedaron, y otras se colgaron de los árboles, y todavía no quieren dejarlos, y los rayos de fuego hacían que fuera día, aúnque estuviera en la noche. Mientras tanto, Antü dormía y el Mapu quedaba sumergido en las tinieblas y los llituche y todos los animales escapaban para cualquier lado y no hallaban dónde guarecerse y por la grande lucha murieron en grande número. Dicen también los antiguos que el Thrauco, cuya sangre es la misma sangre de Koykoyfilú, se subió por encima de una alta montaña y que Ngenmawida, el espíritu de la montaña, estaba también allí. Entonces el descendiente de Koykoyfilú gritó: “voy a bailar sobre las piedras. Voy a tirar con las rocas del volcán”. Vino también Wedá Küref Wekufe: él quería pelear con el Thrauco y entonces hizo que se largara la tormenta con todos los espíritus y comenzó a rugir y aullar y todos los epíritus salieron y comenzaron a pelearse entre ellos. Y así empezó la grande batalla entre el Thrauco y Wedá Küref Wekufe: se pelearon entre ellos, porque fue así que los pillán castigaron a los llituche. Entonces Wedá Küref Wekufe empezó a tambalearse porque su enemigo, el Thrauco, tenía mejor puntería, y después ocurrió que una enorme roca vino despeñándose y rodó hacia el abismo, arrastrando al Wedá Küref Wekufe. Así ya no tenía donde sostenerse y empezó a caer. Estaba solo, sin otros espíritus que le ayudaran. Rodaba y no se podía asir de las rocas de la montaña y sus enormes brazos no se podían agarrar a nada, ni tampoco de las salientes rocosas, pues todo ardía y quemaba. Todo había sido incendiado por él mismo. Ya caía al abismo 27

cuando lo salvó su barba. Era larga, tan larga como la montaña. Mientras se caía, se iba enredando entre los abrojos y las enredaderas: eso fue abajo, donde había poco fuego, mientras más arriba los rayos saltaban entre las nubes. Así que el Thrauco le estaba ganando al Wedá Küref Wekufe, que caía y no hallaba de dónde prenderse. Pero un ñirre, que se había apretado contra una ladera con sus fuertes raíces sujetó su barba: fue así que cuando ya caía el Wedá Küref Wekufe pudo salvarse. Cuentan los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos que después que ocurrió todo esto, el mapu quedó totalmente destrozado y hasta Antü ya no quería salir a iluminar el campo: parecía que lo había olvidado. Entonces se arrepentieron los llituche y prometieron celebrar los ngillatún y no olvidarse de los pillán. Fue así que cuando los pillán vieron el arrepentimiento de los llituche, cesaron su lucha. Otra vez Ngenechén asumió el aspecto del viejo Al Sol y vino para socorrer a los llituche y anduvo en búsqueda de Antü en el wenumapu y lo encontró y le pidió que volviera a recorrer su camino en el cielo. Entonces Antü no fue sordo a las palabras de Al Sol y volvió a recorrer su camino en el cielo, y también el agua de las nubes volvió a dar la vida y también el mapu volvió a producir sus frutos. Y también se levantó un espíritu del viento, Elüngasén era su nombre, y empezó a soplar, y así les enseñó a los llituche como se hace la música. Sopló con fuerza, Elüngasén, y con su soplo contó a los llituche la historia de la creación del mapu. Sopló con fuerza, Elüngasén, y con su soplo les enseñó a los llituche a construir los instrumentos para producir la música, y les dijo cuando se pueden tocar y cuando hay que acallarlos, y cuando el machi batirá el parche del kultrún70, y que sólo los wentru71 soplarán en las pifilka72, que quedarán prohibidas a las domo73, porque la mujer que osará apoyar sus labios a la pifilka se convertirá en simulacro de piedra. Vino Al Sol para socorrer a los llituche y entonces Ngenechén fue llamado Kümewenu y otra vez el tiempo se volvió feliz. Volvió al wenumapu Al Sol después de haber cumplido con su misión: pero antes les enseñó a los llituche como celebrar el ngillatún, y cuando tenían que celebrarlo, y las palabras que habían que recitarse, y los sonidos que tenían que producir los kultrún percutidos por los ágiles dedos de los machi, y los bailes que habían que bailarse, igual que el choike cuando busca a su compañera.

6. Cuando los hombres se entendían con los animales Cuentan los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos que en aquellos tiempos tan antiguos los hombres y los animales hablaban una misma lengua. O tal vez no era una misma lengua, pero sí, se entendían muy bien y se hablaban y los hombres respetaban a los animales y los animales ayudaban a los hombres, y cuando había que sacrificar a un animal, el hombre antes pedía su permiso y se disculpaba por hacerlo y les ofrecía a los pillán su sangre: entonces el ánima del animal alcanzaba el wenumapu y era el werkén74 de los llituche. 28

Fue en aquellos tiempos que los llituche aprendieron a tener en cuenta el transcurrir del tiempo y a distinguir el comienzo y el final del año, y a dividir éste en temporadas, y éstas en meses. Trece son los meses del año75, como trece son las lunas que los componen y trece son los nudos del tupu76 con los cuales los sabios tenían las cuentas del tiempo que iba transcurriendo. En la noche de We Tripantü77, que es la noche más larga de todas las noches, cuando los abuelos cuentan a los nietos las antiguas tradiciones, es entonces que el año tienen su comienzo. «Akuy we tripantü, ka pepatuyiñ we antü∗» gritan al viento los llituche antes de dirigirse al río más cercano para sumergirse en sus aguas purificadoras y así esperar la nueva salida del sol con el cuerpo y espíritu limpios. Pukém78,79, que así llamaron a la primera temporada del año, es el tiempo de la lluvia y la tierra duerme bajo su mantel de blancas nieves. Thor-küyén80 e Inanthor-küyén81, las dos lunas de la espuma, y Win-küyén82, la luna molesta, que así llamaron a los meses del pukém. Pewü83, que así llamaron a la segunda temporada del año, es el tiempo de los brotes, y entonces el bosque se despierta y la sangre blanca vuelve lentamente a recorrer las ramas de los árboles y los animales hacen sus abrazos amorosos y finalmente el mapu se llena de flores y los ríos se vuelven impetuosos y los pájaros deponen sus huevos y las nieves se retiran hacia las altas cordilleras. Pillel-küyén84, el embustero, y Weul-küyén85 e Inanweul-küyén86, las lunas de los trueques, que así llamaron a los meses del Pewü. Walüng87, que así llamaron a la tercera temporada del año, es el tiempo de la abundancia, cuando la frutilla color del sol se asoma entre la hierba y paren las guanacas y las llamas y el bosque se vuelve rico de frutas y de raíces y los días son asoleados y el cauce de los ríos se vuelve pequeño y finalmente las hierbas se vuelven altas y amarillas. Wefun-küyén88, la luna de las frutas nuevas, y Afunküyén89, la luna de las frutas tardías, y Kogi-küyén90, la luna de las cosechas, que así llamaron a los meses del walüng. Chomüngén91, que así llamaron a la cuarta temporada del año, es el tiempo de los rastrojos, cuando la lluvias vuelven copiosas y las noches se alargan y florece el rimu y las lluvias se convierten en nieves y caen las hojas de los árboles y el Mapu se prepara a descanzar. Glor-küyén92, la luna del choclo, y Rimu-küyén93 e Inanrimu-küyén94, las lunas del rimu florecido, y Mariküla-küyén95, la trezava luna, que así llamaron a los meses del chomüngén. ¡Gran cosa fue aprender a contar el transcurrir del tempo!, pues al comienzo tan sólo había un antes y un después, y ahora los ngenpín96 podían determinar cuando era il momento justo para celebrar los ngillatún y los lonko podían fijar citas para encontrarse o para maloquear. Era un tiempo de mucho respeto, el tiempo de los llituche, porque los hombres se atenían a la enseñanza del admapu y respetaban lo que había que respetar97: el Yewem Che, el respeto hacia a los demás, el Yewem Kullín, el respeto hacia a los animales, ∗

Ha llegado un nuevo año, hemos vuelto a ver el nuevo sol.

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el Yewem Ko, el respeto hacia al agua, el Yewem Anumká, el respeto hacia a las plantas, el Yewem Lafkén, el respeto hacia al mar, y el Yewem Filú, el respeto hacia las culebras. Cumplían con los seis mandamientos de la ley del los espíritus ancestrales, los llituche, y por esta razón Ñuke Mapu los ayudaba, los animales del bosque eran amigos del hombre y compartían con él su sabiduría y todos hablaban una misma lengua: la lengua de los antiguos tiempos, que todavía hablan los machi cuando alcanzan el küimín98 y comunican con el ancestro del cual heredaron el filew99. Entoces llegó el cóndor y habló con los llituche y les enseñó su nido y como él mismo entrelazaba delgadas ramas para construir sus redondas paredes y asegurarse un buen refugio. Y los llituche prestaron atención y entendieron la enseñanza del cóndor y entrelazaron ramas y quilas y construyeron sus ruka100 y tuvieron abrigo para el invierno y protección para la lluvia. Entonces llegó una vieja araña –Lalén Kusé era su nombre– y habló con los llituche y les enseñó su tela y como ella misma anudaba los hilos para construirla. Y los llituche prestaron atención y entendieron la enseñanza de la vieja araña e hilaron los vellones de lana que los guanacos perdían cruzando los matorrales y construyeron sus telares y tejieron sus vestes, sus ponchos y sus frazadas101 y aprendieron a criar los guanacos para poder disfrutar siempre y con abundancia de su vellón. Entonces llegó una vieja camarona –Rey Kusé era su nombre– y habló con los llituche y les enseñó como ella modelaba pequeñas esferas de greda. Y los llituche prestaron atención y entendieron la enseñanza de la vieja camarona y aprendieron a modelar a sus vasijas102,103.

7. Linko Nawel y los laftrache104 Cuentan los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos que otra vez los hombres se volvieron malos. Descuidaban de celebrar a los ngillatún, sacrificaban a los animales sin pedirles antes su permiso, se adueñaban de rebaños en mayor cantidad de lo que les era necesario, los lof se volvían recelosos los unos de los otros, hasta combatirse con violencia. Muy malvados se volvieron los hombres cuando ya dejaron de hablar el idioma antiguo y de entenderse con los animales, desconociéndolos como hermanos. En aquellos tiempos, un lof habitaba un ancho valle a los pies del Amun-Kar, la grande montaña donde Antü descansa cuando interrumpe su andar y donde demora un antiguo pillán derrotado, con su cuerpo convertido en fuego. Linko Nawel era el nombre del lonko de aquel lof: valiente y formidable, era su genio, y también feroz e incapaz de perdonar. Tan atrevido era Linko Nawel, y arrogante, que creía de no necesitar de la ayuda de los pillán. A los pies del Amun-Kar vivían los llituche de Linko Nawel. A veces ocurría que el pillán prisionero se extremeciera y tratara de liberarse. Y entonces la montaña se transformaba y la nieve se fundía y lanzaba humo y fuego 30

hasta el cielo, y salían los brazos del pillán desde la cumbre y resbalaban por las laderas y calcinaba bosques y praderas, pero inútilmente, pues quedaba atrapado en las entrañas del Amun-Kar, donde tendrá que quedar prisionero hasta el fin de los tiempos. Y por esto rabiaba y arrojaba rocas incandescentes que parecían tokikura105 de Ngenechén y entonces los llituche le tenían más miedo a la montaña que a la furia de Linko Nawel. Según dicen los antiguos, ocurrió un día que una gran multitud de extraña gente se hizo presente en las tierras donde demoraba el lof de Linko Nawel. Muy extraña era aquella horda de miles y miles de laftrache106, quienes avanzaban por las laderas de la montaña sagrada como para desafiar a los llituche y amenazarlos y humillar el orgullo de su lonko. Desde lejos los llituche vieron a la horda amenazadora e incendiaron fogatas para alarmar al lof entero, que se preparara al peligroso encuentro. Esto cuentan los antiguos. Y también dicen que Lonko Nawel rabió cuando vio las fogatas y escuchó a los ngenpín que lo amonestaron una vez más por su arrogancia y por menospreciar las tradiciones de sus ancestros. Y Lonko Nawel rabió cuando los laftrache penetraron en las tierras del lof sin pedir permiso alguno. Y Lonko Nawel rabió cuando los machi le sugirieron prudencia y respeto. Pero dominó su rabia y quiso ser astuto. Entonces les dijo a los mayores del lof que “vayan a encontrarse con los laftrache, y muestren toda su ira por el atrevimiento de aquellos pequeños seres desconocidos que los habían desafiado entrando sin permiso en el territorio del lof”, así les dijo a los mayores del lof. Y también les dijo “vistanse con cueros de puma y cúbranse con plumas de mañke y pónganse máscaras de negra corteza, para semejar al wekufe y llenar los laftrache de horror y hacer que arranquen gritando y pidiendo piedad. Y entonces los atacaremos entre todos y los destruiremos y no dejaremos ni siquiera la memoria de su ser”, así les dijo a los mayores del lof y así les ordenó Linko Nawel. Y fueron los mayores del lof al encuentro con los laftrache. Se fueron vestidos con cueros de puma, y cubiertos con plumas de mañke, y habiéndose puesto máscaras de negra corteza. Obedecieron los mayores a la orden de Linko Nawel e hicieron cuanto él les había dicho que hicieran y se encontraron con los laftrache. Pero los pequeños seres no se amedrentaron a la vista de los mayores del lof, y se rieron de su cueros de puma, y se rieron de sus plumas de mañke, y se rieron de sus máscaras de negra corteza. Se rieron de los mayores del lof y dijeron: “Nosotros los laftranche somos gente de montañas y acá mismo nos vamos a instalar y acá mismo, en las laderas del Amun-Kar vamos a encender nuestros fuegos. Nostros los laftranche somos gente muy valiente y nos reímos de su lonko y lo vamos a destruir y no dejaremos ni siquiera la memoria de Linko Nawel y de su lof”. Esto dijeron los laftrache a los mayores del lof, y estos volvieron donde su lonko y les dijeron: “Se rieron de nuestros cueros, y de nuestras plumas, y de nuestras máscaras, los laftrache, que son chiquitos como un anchimallén107. Pero no se amedrentaron, y nos amenazaron, y dijeron que nos van a matar a todos hasta que no quedará ni siquiera la memoria de Linko Nawel y de nuestro lof” Así dijeron los mayores cuando volvieron a su lof.

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Y entre tanto los laftrache subían por las laderas del Amun-Kar y se acercaban al lof de Linko Nawel, y cuando lo alcanzaron, lo atacaron con sus hachas de piedra, que cada laftrache poseía una tokikura, y tiraban piedras contra los llituche, y los golpeaban con sus lanzas, y los remataban con sus tokikura. Cuentan los antiguos que aquel día las laderas del Amun-Kar se volvieron rojas por la sangre derramada por los llituche y Linko Nawel lo veía todo, pero su soberbia no cedía y no quiso pedirles a los pillán que lo ayudaran y entonces Ngenechén castigó el orgullo de Linko Nawel y los laftrache fueron el instrumento de su castigo. Y los laftrache hicieron muestra de dejar de combatir y empezaron a correr hacia la cumbre del Amun Kar, y Linko Nawel con sus llituche creyó que quisieran escaparse y que ya estuvieran vencidos. Y quiso seguirlos con sus hombres hacia la cumbre del Amun Kar, y así los llituche se distanciaron los unos de los otros, y los laftrache pudieron cogerlos facilmente y cautivarlos a todos. Esto hicieron los laftrache. Y luego trajinaron todos los llituche prisioneros hasta la cumbre del Amun Kar, donde hay un pozo tan profundo que no tiene fin, y donde siempre hay llamas y donde las rocas se vuelven incandescentes y fluyen como agua, y allí, uno después del otro, los arrojaron en el pozo ardiente, y entonces las garras del pillán prisionero en el Amun-Kar se deslizaron por las laderas del pozo y atraparon a los cuerpos de los llituche y de los laftrache y los encendían igual que si fueran ramas secas de un árbol, hasta que todos murieron y amigos y enemigos se volvieron una misma braza. Y los dos lonko, el de los laftrache y Linko Nawel, quedaron horrorizados en la cumbre de la montaña, viendo como el pillán de fuego destrozaba a sus gentes y entonces Ngenechén los convirtió en piedra y allí quedaron para siempre en la cumbre del Amun Kar. Cuentan que solamente se salvaron las mujeres y los niños. Las mujeres se arrepintieron por el orgullo de Linko Nawel y pidieron la ayuda de los pillán y prometieron a los espíritus antiguos que celebrarían los ngillatún y que volverían a ser fieles al admapu. Ngenechén creyó que su arrepentimiento fuera sincero. Los pillán creyeron en la sinceridad del arrepentimiento de las mujeres. Y entonces los perdonaron y los ayudaron, y las mujeres se desperdieron por las cuatro direcciones y los niños se volvieron adultos y poblaron el Mapu. Sin embargo no tuvo larga duración el arrepentimiento de los llituche. Hombres y mujeres tuvieron la culpa de que así fuera, pues otra vez se olvidaron de los pillán y descuidaron la celebración de los ngillatún. Esto cuentan los antiguos. Y dicen también que entonces vino un hombre anciano y reprochó a los llituche por su ingratitud. Con harapos vestía ese anciano, sucio era su pelo, muy flacos sus brazos, muy débil su paso. Vino el hombre anciano y antes los reprochó y luego les pidió algo para placar su hambre. Se rieron los llituche del anciano, pues era muy haraposo, y se hicieron mofas de sus palabras de reproches y le negaron la comida. Fue así que el viejo regresó de donde había venido: pero antes de irse, pronunció las palabras proféticas que dentro de poco tiempo iban a cumplirse. No escucharon los llituche la voz del profeta y lo menospreciaron porque lo vieron vestido con harapos. Fue así que los llituche decidieron su propio castigo. Fue así

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que los llituche fueron la causa de su daño. Fue así que se cumplió cuanto tenía que cumplirse, porque aquella era la voluntad de los espíritus. Dicen algunos que el mismo Trentrenfilú vino para amonestar los llituche. Pero tampoco les hicieron caso a las palabras sabias de Trentrenfilú.

8. La matanza de las mujeres Cuentan los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos que transcurrieron muchas generaciones y entonces ocurrió que un descendiente de Linko Nawel se volvió igual que su ancestro en cuanto a soberbia, crueldad y menosprecio por las tradiciones. Purén era su nombre108. Y dicen que Purén tenía una hija muy hermosa, a la cual quería muy intensamente, más que a todos sus demás hijos. Karümawida era el nombre de la hija de Purén y grande era su hermosura, y era buena y dulce y lloraba cuando veía a su padre dominado por la soberbia, acometer cruelmente con los demás y menospreciar a los pillán y no participar en los ngillatún. Y cuando Purén se enteró que su hija lloraba por su soberbia, y por su crueldad y por su menosprecio, entonces su cariño se convirtió en rabia y la rabia en odio y acometió con tanta violencia con Karümawida, que la joven tuvo que arrancar y esconderse en la foresta, en la cual siempre había encontrado refugio y cariño y a la cual miraba como si fuera su propria madre109. Aburridos estaban los lof por la crueldad de Purén y por su soberbia, aburridos y temorosos del castigo de los pillán. Entonces se reunieron los lonko: “Tenemos que acabar con la maldad de Purén”, dijeron los lonkos. “Tenemos que acabar con el mismo Purén”, decidieron los lonko. Y luego con sus hombres más valientes asaltaron las rukas de Purén y de sus aliados y los destruyeron y no quedó descendencia alguna de Purén y de su lof. Tan sólo se escapó Karümawida, escondida en la montaña. Desde una altura donde se encontraba, Karümawida vio el humo del incendio de las ruka de su lof, y entendió lo que había pasado, y lloró la muerte de su padre y de sus hermanos. Lloraba su pena y por mientras huía lejos de aquel lugar donde hasta entonces había vivido su joven vida. Lloró su pena y huyó hasta alcanzar una claridad en el bosque, y allá estaba un viejísimo roble. Y cuentan que cuando Karümawida tocó el árbol con su mano, éste se partió en dos y se abrió y de su corazón salió un hombre joven y valiente, y llevaba un trarilonko110 con una pluma de águila, y un ramo de canelo en su mano derecha, y su mirada cautivaba e impedía cualquier intento de fuga. Cautivada quedó Karümawida, e incapaz de huir, y quedó como muerta, con todos sus sentidos apagados, y el joven la poseyó muchas y muchas veces. Transcurrieron nueve lunas y Karümawida quedó dormida tendida por encima de las raíces del viejo roble, y Ñuke Mapu111 la protegía y proveía a sus necesidades. Y cuando nueve lunas terminaron su recorrido en el wenumapu, Karümawida se despertó y a su lado estaba una guagüita y ella sabía que era el fruto de su abrazo amoroso y dijo: “Mariwenu será su nombre”. Recogió la

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guagüita en sus brazos y le cantó con voz tierna para que se durmiera. Luego recogió voqui y varillas e hizo un kupülwe112 y allí colocó su guagua adormecida. Por cuatro veces llegó We Tripantü, y otras cuatro, y otras cuatro, y otras cuatro. Diez y seis veces Antü había cumplido con su ciclo, cuando Mariwenu le dijo a su madre: “Madre, mis hermanos se matan los unos a los otros. Ngenechén me habló y me dijo que fuera entre ellos y que les dijera que vivieran en paz”. Así le habló Mariwenu a Karümawida. Y en seguida bajó y alcanzó las tierras donde vivían los lof. Y dóndequiera llegara, les decía: “Dejad toda pelea y usad vuestras lanzas para que la tierra sea generosa de frutos con vosotros”, así les habló Mariwenu a los mayores de cada lof, y ellos les contestaron: “¿Y cómo va a ser posible que nuestras lanzas vuelvan la tierra generosa de frutos con nosotros?”, así le contestaron los mayores a Mariwenu. Y entonces Mariwenu tomó su propia lanza e hizo un pequeño hoyo en el suelo y le dijo a una anciana: “Deposita allí mismo una semilla y luego tápala con tierra”, y así lo hizo la anciana, y la semilla creció y dio su fruto, porque la mujer tiene el poder de engendrar la vida. Fue así que los lof adquirieron la capacidad de sembrar las semillas y de obligar al Mapu para que les diera sus frutos. Dicen los ancianos que en el wenumapu muchos ngen no quedaron conforme con el proceder de Mariwenu y que no les pareció bien que las mujeres obligaran al Mapu a darles sus frutos sin respetar la voluntad del mismo Mapu y que no era cosa buena lo que las mujeres habían hecho. Y entonces percutieron la tierra y abrieron un abismo allí mismo donde Mariwenu estaba y él precipitó en el abismo, y luego éste se cerró para siempre113. Lloró sangre Karümawida frente a la muerte de su hijo. Lloró lágrimas de sangre, y Ngenmapu tuvo piedad por sus lágrimas y permitió que fertilizaran la tierra y que cuando las mujeres de los lof sembraran sus semillas, el Mapu les donara sus frutos. Así quiso Ngenmapu cuando tuvo pena para las lágrimas de sangre de Karümawida. Sin embargo otros ngen no estaban de acuerdo con Ngenmapu y decían: “No es bueno que en lugar de conformarse con cuanto la tierra les ofrece, las mujeres quieran herir al Mapu, labrando el surco y poniendo en el surco la papa. Quieren las mujeres que la tierra produzca según su voluntad en lugar de ser ellas quienes aceptan la voluntad de la tierra”.114 Así hablaban algunos ngen. Y ocurrió también que las mujeres se volvieron soberbias y abandonaron la devoción que se les debía a los pillán. Abandonaron las mujeres la celebración de los ngillatún sagrados. Prestaron las mujeres mayor atención a la voluntad de Ngenemapu, protector de la tierra y de sus frutos, que a la voluntad de Ngenechén, protector de los hombres. Dicen los antiguos que entonces Ngenechén dio una señal y desde el cielo cayó una tokikura: fue para amonestar a los hombres y para que ellos se acordaran del pacto que los vinculaba a los antiguos espíritus. Muchos vieron caer la tokikura, porque vino de noche y bajó desde el cielo con un sonido como silbido. Era incandescente y su color era el color de Antü y dejaba a su pasar una cola luminosa que pronto se desvanecía. Se precipitó al suelo con grande fragor. Los hombres hallaron el mensaje de Ngenechén, pero se había convertido en una 34

piedra negra y brillante. Pero eso no fue suficiente para que los hombres entendieran. Entonces Ngenechén hizo oír nuevamente su voz y su mensaje llegó desde el cielo con mucho clamor. Llegó hasta el mapu e incendió una foresta. Su mensaje se rompió en diez y diez fragmentos de piedra, el mayor de los cuales tenía la forma de un hombre y por esta razón desde el tiempo antiguo de los llituche fue llamado chelkura115: esto es cuanto relatan los mayores. Muchos vieron la chelkura. Muchos fueron testigos de la ira de Ngenechén. Pero no por eso renunciaron las mujeres a sus insanos propósitos. Al contrario: creció su atrevimiento y ya no se conformaron con herir la tierra para introducir la semilla en su seno y obligarla a producir según su voluntad, sino que la ofendieron cercándola con quinchos y dijeron: “¡esta tierra es mía y me pertenece!”. Al comienzo lo hicieron para que los animales no pisaran las pequeñas plantas y no arrancaran sus frutos, pero luego lo hicieron para que los otros hombres no pudieran gozar libremente de los frutos que la tierra engendraba. Gravísima fue la culpa de las mujeres que pretendieron que la tierra fuera su propiedad, cuando la tierra pertenece a los antiguos espíritus, así como lo estableció el pacto con Elche. Cuentan los mayores que entonces los hombres tuvieron miedo del castigo de Ngenechén y quisieron ellos mismos castigar a sus mujeres. Así que se pusieron de acuerdo entre ellos y durante una noche mataron a todas las mujeres utilizando sus pesadas hacha de piedra y sus cuchillos de obsidiana. Todas las mujeres fueron matadas en aquella terrible noche: solamente se salvaron las más jovencitas, aquéllas que todavía no habían conocido al hombre y tampoco tenían la edad para conocerlo. Tremenda fue la matanza de las mujeres. Horrible fue aquella matanza, cuando se salvaron tan sólo las pichi domo116 que no habían conocido nunca al hombre. En fin crecieron las pichi domo que no habían sido castigadas cuando los hombres mataron a todas las mujeres. Crecieron y se volvieron mujeres, crecieron y parieron hijos, crecieron y sin embargo cada vez se parecieron más a sus madres. Las pichi domo que ahora se habían vuelto mujeres, seguían hiriendo la tierra para poner la semilla en su seno y pretender que la tierra diera frutos según la voluntad de ellas y no según la voluntad del mapu. Y los hombres al comienzo reprocharon con ásperas palabras el comportamiento de sus mujeres. Duras fueron las palabras, pero muy blandos fueron los castigos, así que las mujeres porfiaron y pronto se resignaron resignaron los hombres, y luego se complacieron, porque hallaron que así la vida era más cómoda y había más abundancia. Fue así que también los hombres empezaron a levantar quinchos para cercar a la tierra y para impedir que otros hombres pudieran gozar libremente de sus frutos. fue así que también los hombres decían “¡esta tierra es mía y me pertenece!” y llegaron a matarse entre ellos para tomar posesión de lo que no podía pertenecerles. De esta forma las mujeres dominaron sobre los hombres. Por lo tanto, los pillán decidieron castigar a los llituche.

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9. La hija del Thrauco117 Cuando los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos que cuando los hombres castigaron a las mujeres, una logró escaparse. Dicen los antiguos que si ocurrió eso, es porque así era la voluntad de los espíritus. Aquella mujer vivía a la orilla del lago de Huillinco, tan largo y estrecho, y se salvó porque pudo cruzarlo nadando y así alcanzar la otra orilla y repararse.118 Y dicen que mientras la mujer nadaba en las aguas heladas del lago, una enorme culebra se envolvió alrededor de su cuerpo y la poseyó. Esa serpiente era Koykoyfilú, hijo de Peripillán, el cual vive en las profundidades del mapu, igual que su padre, pero que tiene la posibilidad de salir y de nadar en las aguas profundas de los mares y de los lagos. Fue así que la culebra poseyó a la mujer y ésta recibió su ayuda y por eso pudo ponerse en salvo. La mujer se quedó escondida en la foresta y el tiempo transcurrió. Cuando llegó el momento que tenía que cumplirse, la mujer tuvo mellizos. En el acto mismo en que la mujer vio a las dos criaturas que había parido, tuvo un grande terror, pues los dos recién nacidos no tenían la piel como su madre y su gente, sino que era totalmente blanca. También su cabello era del color de Küyén y los ojos eran igualmente pálidos, sin ninguna traza de color. Su blanca piel era tan transparente que era posible divisar a través de ella la sangre que palpitando recorría las venas. Tuvo mucho terror, esa mujer, porque tan sólo Küyén que es la más luminosa entre todas las wangülén tiene la piel del color de la leche. Así que tuvo miedo la mujer por haber parido dos mellizos cuya piel tenía el mismo color que el de la esposa de Antü. Así que ofreció a Antü sus pichiche y los sacrificó.119 Entonces dicen los antiguos que Koykoyfilú regresó nuevamente y una vez más poseyó a esa mujer. Y cuando se cumplió el tiempo que tenía que cumplirse, la mujer parió, pero esta vez su pichiche tenía la piel muy obscura y los ojos negros y sus piernas era cortas y deformes y sus brazos extraordinariamente largos. Parecía muy frágil ese pichiche, y deforme: sin embargo era fuerte y firme como la roca. Se alegró la mujer por su criatura y Thrauco120 fue el nombre que le pusieron. Fue así que el Thrauco nació y creció escondido en la foresta de Huillinco. Hijo de Koykoyfilú y de la violencia, él también creció violento. Nieto de quien desafió Antü, también el Thrauco creció sin tener respeto alguno por la voluntad de Antü y de los demás pillán. Sin embargo, su desobediencia en realidad fue tal porque aquello era el deseo de los antiguos espíritus: así que el Thrauco fue el instrumento de su voluntad. Violento es el Thrauco, hijo él mismo de la violencia. El Thrauco, hijo de Koykoyfilú, hijo de Peripillán, es pequeño y deforme. Su talla no alcanza el pecho de un hombre y sus pies son deformes: no tienen dedos ni talón y se asemejan a dos muñones que lo obligan a caminar de forma insegura y siempre apoyándose en un bastón nudoso y torcido cuyo nombre es paweldún121. Vive escondido en los bosques, pero no se aleja nunca de las aguas, que son la morada de su padre. Al contrario que los hombres, al Thrauco no le agrada 36

caminar en el suelo: prefiere pasearse entre las ramas más grande de los árboles, que trepa con inesperada agilidad. El Thrauco es muy ágil, pero su agilidad no es nada cuando se la compara con su fuerza. Con su burda hacha de piedra —¡tan mal acabada y tan diferente de las nuestras, que vienen pulidas largamente con la arena hasta que se ponen suaves cuando la yema del pulgar se desliza sobre su superficie!— logra derrumbar cualquier árbol, tanto un elevado ciprés cuanto un poderoso alerce, tanto un roble torcido cuanto un pewén122 perfumado. Viste sólo un corto mantel de wiñi123 y cubre su cabeza, tan grande y desproporcionada cuando se la compara a su cuerpo laftranche, con una capucha terminada en punta. El Thrauco es un grande amador. Escondido entre los matorrales, acecha a las jovencitas y cuando se topa con una mujer que enciende sus deseos, entonces recurre a sus poderes mágicos y aprovecha del sueño de la malén124 para introducirse en aquéllo y le sugiere imágenes amorosas: es así que la muchacha se enciende de un deseo igual y se vuelve fácil presa de sus mañas. El Thrauco logra satisfacer sus deseos, porque, no obstante su torpe figura, resulta poseer un extraordinario atractivo para las mujeres más jovencitas, que de ninguna manera logran resistir sus asedios amorosos. Y si acaso no logra satisfacer su deseo con el arte del encantamiento, entonces lo consigue con su fuerza, pues no hay ni mujer ni hombre que pueda resistirle. Con su paweldún el Thrauco sopla su presa y la deja preñada. Luego de satisfecho su deseo, se olvida de ella y ya no vuelve más a molestarla. Bien diferente se porta el Thrauco con sus enemigos o con quien tiene la desventura de toparse con él. El hijo de Koykoyfilú y nieto de Peripillán, simplemente clava sus ojos en el desdichado y éste a veces muere en el acto, y otras veces queda con su rostro irremediablemente torcido y vuelto hacia su espalda y de todas las maneras se muere en pocos meses. El Thrauco es muy temido. Justamente es muy temido el Thrauco, tanto por las jovencitas, cuanto por todos los seres humanos. Y por esto mismo es frecuente que los pillán recurran al Thrauco para que sus castigos se cumplan. Cuentan los antiguos que un día ocurrió que una jovencita muy hermosa se acercó a la orilla del mar: eso sucedió en la playa de Chequián. La tarde era apacible y tibia y a la niña le entró un enorme deseo de bañarse en el agua. Se metió en las olas que se quebraban entre las piedras y entonces la alcanzó el Thrauco que ya desde buen rato la estaba acechando entre las quilas de la playa. La jovencita trató de resistirle, pero todo resultó inútil. Fue inútil su intento de defenderse, de nada le sirvió gritar, llorar, maldecir. El Thrauco la poseyó hasta que su deseo estuvo satisfecho: entonces se alejó, dejándola tirada encima de la playa arenosa y cuando la malén volvió a su ruka125, ya no estaba en su juicio. En vano sus padres trataron de confortarla. En vano vino el pougtén126. En vano, porque tenía que cumplirse cuanto se cumplió. Y así transcurrieron nueve meses desde aquel día y entonces la joven tuvo una niñita muy hermosa. Jamás se había visto en toda la isla de Quinchao una niña tan hermosa como la hija del Thrauco. Eso es lo que cuentan los antiguos.

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Dicen los antiguos que nunca hubo en la isla de Quinchao una niñita tan hermosa y tan querida por su mamá y por sus abuelos como la hija del Thrauco. Pero también dicen los antiguos que esa niñita era tan bonita que el mismo Koykoyfilú, cuando la vio, quedó tan maravillado por su belleza que deseó en el acto poseerla.127 Ocurrió que de vez en cuando la hija del Thrauco se bañaba en las aguas del canal que separa la playa de Chequián de la isla de Caguach. En una de esas, Kaykoyfilú estaba acechando y la vio y quedó impresionado por la belleza de la niña, que todavía no tenía edad para ser poseída. Pero el tiempo transcurrió y llegó la temporada en que la hija del Thrauco alcanzó la edad para conocer a un hombre, y también había crecido en belleza. Entonces Koykoyfilú la describió a su padre, el ardiente Peripillán, y tan bien describió la dulzura y la hermosura de la niña que el padre suyo, aunque nunca la hubiera visto, sin embargo, la deseó intensamente y quiso poseerla. Cuentan los antiguos que entonces Peripillán envió al Thrauco como werkén128. El Thraco se fue como werkén a la ruka de su hija y en el sueño le habló a su madre: “Un maravilloso hado espera a nuestra hija. Ella será la windomo de Peripillán, el poderoso espíritu del fuego, y se irá con él para viviri juntos en las profundidades de la tierra. Prepara a nuestra hija, porque al cabo del cuarto día desde hoy vendré a buscarla”. Así habló el Thrauco en el sueño a la madre de su hija. Pero ya durante el sueño la madre se desesperó y cuando a la mañana siguiente se despertó, su desesperación creció mucho más, bien comprendiendo el sentido del perimontún y conociendo bien que cuando los pillán quieren algo, lo consiguen siempre. Entonces con su corazón hinchado por el dolor y la desesperación, se dirigió a Ngenmapu y pidió su socorro. Pero Ngenmapu nada podía hacer para oponerse a la voluntad de Peripillán, que reclamaba el fruto de su sangre. Entonces la madre se dirigió a los otros pillán, y también a los ngen, pero inútilmente, pues todos la abandonaron en su dolor. Al fin se dirigió también a Ngenechén, quien dirige los destinos humanos: pero otra vez sus rezos fueron inútiles, porque los pillán habían decidido castigar a los llituche porque ellos se habían olvidado de su pacto con Elche y en lugar de ser los cuidadores del mapu, pretendían adueñarse de aquello. También la mujer pidió la ayuda de Antü, el esplendoroso enemigo de Peripillán cuyo color es el color del oro. Pero tampoco Antü podía oponerse a la voluntad de todos los pillán, pues entre todos habían decidido que el hombre merecía el castigo. Sin embargo el rezo de la mujer no fue del todo inútil, pues Antü envió a su propio hijo, Trentrenfilú, cuyo cuerpo es igual al de Koykoyfilú tanto por su forma cuanto por su tamaño y por su fuerza. Cuentan los mayores que Trentrenfilú se presentó en el sueño a la joven madre y le dijo: “Confía tu niña a mis cuidados y yo aseguraré su salvación. Llévala a la playa y déjala allá. Yo entonces vendré y tomaré tu hija en mi hocico y la llevaré conmigo hasta alcanzar la cumbre de un cerro tan elevado que la luz de Antü lo abrasa todo y que nadie puede resistirse a ella. Pero tu darás a tu hija una lita129 y así ella podrá resguardar su cabeza y entonces Antü no la abrasará”. Así dijo Trentrenfilú a la madre de la hija del Thrauco en el sueño. Y cuando pasó la noche 38

y volvió a aparecere la luz de Antü, la madre hizo cuanto él le dijo: llevó a su niña a la playa de Chequián, la dejó allí con una lita y se alejó. Entonces vino Trentrenfilú y tomó delicadamente en su hocico la jovencita y subió sobre un cerro tan elevado que la luz de Antü lo abrasaba todo, pero la malén resguardó su cabeza con la lita y así no le pasó nada. En la cumbre de ese cerro había una pequeña cueva que era sagrada para los pillán: allí Trentrenfilú depositó a la jovencita, al reparo de Koykoyfilú. Al cabo del cuarto día vino el Thrauco en demanda de su hija para acompañarla a las profundidades del mapu, donde Peripillán tiene su ardiente morada. Perovio que ya no estaba la malén en ninguna parte, y no había dónde hallarla y entonces se enojó grandemente y regresó donde su padre, Koykoyfilú, quien lo había mandado en busca de la jovencita. Terrible es la ira del Thrauco, que destroza hasta los árboles más elevado con la sola fuerza de sus brazos torcidos. Los abuelos, que son entendidos, cuentan que entonces Koykoyfilú, la gran culebra hija de Peripillán, fue donde Trentrenfilú y ordenó con voz tronante que devolviera la malén para que pudiera ser la windomo de su padre, el abrasador. Pero su reclamo quedó sin contestación. Por cuatro veces Koykoyfilú reclamó a la malén, y pidió, y ordenó, y exigió, y amenazó. Pero por cuatro veces su reclamo quedó sin respuesta, porque Trentrenfilú había decidido proteger a la jovencita, aunque de esa manera desafiase a todos los pillán. Entonces, furioso por encima de cuanto alguien pueda describir, Koykoyfilú regresó donde su padre, decidido a dar batalla. Así Trentrenfilú y Koykoyfilú quisieron desafiar a todos los pillán y renovar entre ellos aquella grande batalla que combatieron sus propios padres. Pero en realidad a través de ellos se cumplía la voluntad de los espíritus antiguos.

10. La batalla entre Trentrenfilú y Koykoyfilú Cuentan los mayores que Koykoyfilú regresó a las profundidades del mapu y fue donde su padre, Peripillán el abrasador. Y su padre quiso que él diera batalla. Entonces Koykoyfilú empleó todas sus artes mágicas y las aguas empezaron a crecer. Koykoyfilú empleó todas sus artes mágicas y los mares salieron de sus lechos y comenzaron a subir inundando las playas. Koykoyfilú empleó todas sus artes mágicas y meneó con violencia su enorme cola que no tiene fin y entonces todas las tierras del mapu temblaron violentamente. Por doquiera estuvieran, los hombres y las mujeres abandonaron sus frágiles ruka y apenas lograban caminar a causa de las violentas sacudidas del suelo, y tuvieron terror por cuanto estaba llegando encima de ellos y enorme fue el espanto cuando vieron que las aguas de los mares empezaron a levantarse y a inundar cada cosa.130 Y así se cumplió lo que tenía que cumplirse, conforme a las antiguas palabras: Fey ta kuyfi ta mülerkelu awkan, kiñe füta awkan ta mülerkey kuyfi, feymew triparkey ta lafkén, triparkey ta lafkén: feymew mülerkey ta Koykoyfilú ka Trentrenfilú. Feyti mapuche kuyfike che feypirkey: “Koykoyfilú may wirarüle, afaiñ, kom afaiñ, ngewelayay iney ruma; welu wüñe wirarüle ti Trentrenfilú, fey 39

mongeaiñ, feymew ta mongeaiñ”. Tripapay ta ko, tripapay ta lafkén: feymew adkintulelu triparkey ti lafkén truftrufkey ñi tripan ti lafkén, feymew kuse machi ngillaturkey. Welu tripalarkey ko. Fey wirari ti: “chefilú!”. Triparkey kom wengkolenturkey fütake kom mamüll kaliftufilu: feymew wengkolentulu ti fütake mamüllfilú, fey wirarküley. Fey pu ko tripaparkey chi pu akurkey ti chew chi mülen ti Trentrenfilú fey ti. Pu che fütra wingkul epu fütake wingkul trawülerke: feymew amurkey ti pu che pemealu, kom pürapurkeyngün ka ngillatupurkealu: fey ko puwürkelay feytichi wingkul mew. Fey wüne pichi wirarülu fey ti Koykoyfilú: “Ay! Chumaiñ? Turpu kom filu kulliñ wekufe!”. Kom mülepurkey. Fey mew fey ti pichi wirarürkey ti Koykoyfilú, wüla wirarürkey ti Trentrenfilú, fey mew wirarülu fey pu che kom pu che pingün: “Ay! Pu Ngen mülerkeymi: mangeaiñ!”.131 Los hombres entonces buscaron refugio en los bosques: pero las aguas siguieron elevándose y taparon a los bosques. Los hombres entonces buscaron refugio en las alturas: pero las aguas siguieron elevándose y cubrieron las alturas donde muchos habían encontrado refugio. Cuentan los antiguos que aquellos hombres que más deseaban sobrevivir lo lograron, aúnque las aguas encubrieran las cumbres donde habían buscado refugio, porque Trentrenfilú los transformó en sumpall132. También cuentan los antiguos que muchos hombres quedaron helados por el terror y entonces se transformaron en mankial133. Así tan solo muy pocos llituches lograron salvarse134. Apenas los que alcanzaron el cerro más elevado pudieron sobrevivir: Threngthreng era el nombre del cerro y tres eran sus cumbres135. Pero eran tan elevadas aquellas, que la luz abrasadora de Antü les quemó el pelo a los llituches que encontraron refugio en la montaña tronadora, así que quedaron calvos: pero esto no le ocurrió a aquellos que siguieron el consejo de Trentrenfilú y resguardaron su cabeza con anchos discos de madera. Y siguieron subiendo, las aguas, hasta que alcanzaron la cueva donde la protegida de Trentrenfilú se había refugiado. Entonces Koykoyfilú se adelantó y una vez más con voz tronante ordenó que se le entregara la malén. Pero una vez más su reclamo no tuvo contestación. Entonces las aguas volvieron a subir, pero Trentrenfilú agarró en su hocico a la jovencita y trepó arriba de un cerro más elevado: pero la malén resguardaba su cabeza con la lita, así que la luz de Antü no la abrasaba. Allí Trentrenfilú la dejó, confiando en la protección de Antü. Luego bajó a prepararse para el encuentro con Koykoyfilú. Y aúnque las aguas siguieran subiendo, ellas no podían alcanzar las tres cumbres del cerro Threngthreng, porque en su base se hallaba el mismo Trentrenfilú, así que era como se el cerro flotara por encima de las aguas. Cuentan los antiguos que entonces las dos desmesuradas culebras entrecruzaron sus cuerpos una y otra vez, y una y otra vez más, y cada una trataba de ahogar a la otra apretándola entre sus anillos palpitantes. Se entrecruzaron los desmesurados cuerpos de las dos culebras y levantaron enormes olas de agua que arrasaban con todas las cosa, derribando árboles y levantando hacia el cielo sus raíces, desbaratando los matorrales, aplanando los cerros, creando nuevas alturas.

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Se entrecruzaron los desmesurados cuerpos de las dos culebras y el mapu conoció nuevamente los clamores de la guerra que hubo entre el áureo Antü y el rojo Peripillán, cada uno con sus aliados, así que nuevamente las cuatro fronteras fueron sacudidas hasta el minchenmapu. Se entrecruzaron los desmesurados cuerpos de la dos culebras y los hombres que en ese entonces poblaban el mapu en todos sus rincones conocieron el terror más infinito: pues Koykoyfilú y Trentrenfilú no se limitaban a luchar utilizando toda la fuerza enorme de sus músculos, sino que recurrían también a sus artes mágicas, más poderosas que su misma fuerza tan desmedida. Ahora Koykoyfilú se imponía. Entonces las aguas de los mares salían de sus álveos y se insinuaban en los valles inundándolos. Los llituche que habían logrado reparar en las cumbres de los cerros más elevados escuchando el grito de Koykoyfilú gritaban desesperados: “¡Koykoyfilú gritó primero, así que todos vamos a perecer. Trentrenfilú, sin cesar de luchar contra el hijo de Peripillán, trataba de ayudar de alguna manera a quienes no alcanzaban a ponerse al reparo y se ahogaban en las aguas: así que con sus artes mágicas transformaba sus cuerpos, y en lugar de sus piernas les daba una cola ágil y sinuosa terminada en una larga aleta y hacía que ya pudieran respirar en el agua, así que muchos de aquellos desdichados volvieron a conocer una nueva vida convertidos en kawel136 y así nació el pueblo marino de los kawelche.137 Y ahora era Trentrenfilú quien se imponía. Entonces las aguas de los mares volvían a bajar hacia sus álveos y abandonaban los valles que habían inundado. Entonces los hombres que estaban en las cumbres de los cerros oyendo el grito de Trentrenfilú se animaban y exclamaban: “¡Trentrenfilú gritó más fuerte, así que vamos a sobrevivir!”. Koykoyfilú entonces, sin cesar de luchar contra el hijo de Antü, no pudiendo impedir la obra salvadora de su adversario, trataba sin embargo de oponerse a ella por medio de una enorme piragua que fabricó con el tronco del árbol más grande que jamás existió en el mapu y capturaba a los kawelche y los esclavizaba.138 La lucha entre las dos enormes culebras parecía que nunca iba a tener término. Eterna parecía la lucha entre el hijo de Antü y el hijo de Peripillán, que renovaba la antigua batalla. Vino la temporada de las lluvias, y después aquélla cuando el mapu da sus frutos, y otra vez aquélla del hielo y del viento que viene del norte, y una vez más los árboles se cubrieron de flores y renovaron su belleza. Sin embargo la batalla no cesaba. Amargamente se quejaban los llituche que habían encontrado reparo en las cumbres de los cerros. Se quejaban con grandes gritos y pedían el perdón de los pillán. Decían: “¿Para qué salvarnos de la furia de las aguas, si ahora tenemos que morir lentamente de hambre y de sed en las cumbres de estos cerros que nos ofrecieron un momentáneo refugio? ¿Para qué salvarnos de la furia de las aguas, si ya no podremos volver a recorrer los valles en busca de los frutos que nos da Ngenemapu? ¿Para qué salvarnos de la furia de las aguas, si ahora ya no podemos

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recoger en las playas los frutos del mar y de la benevolencia de la Pincoya?”. Así hablaban los hombres que habían encontrado refugio en la cumbre de los cerros. Pero los pillán no escucharon los llantos de los llituche y la grande batalla entre las dos culebras seguía sin cesar.

11. El sacrificio de Likarayén y el pacto renovado Cuentan los antiguos que la morada de Peripillán se encuentra por debajo del volcán más alto de la cordillera, que tiene el mismo nombre del pillán color del fuego.139 Así este grandísimo volcán encubre en su vientre a aquel pillán cautivo cuyo color es rojo y lo abrasa todo. De vez en cuando el cautivo trata de arrancarse, y entonces todo el mapu es víctima de las sacudidas que causan sus inútiles intentos para eludir su suerte; otras veces logra sacar sus largos brazos, y entonces sus brazos de fuego se deslizan por los costados de la elevada montaña, disolviendo las nieves que siempre arropan su cumbre: pero ni siquiera esto le permite su hado, así que muy pronto sus largos dedos de llamas se enfrían y se vuelven piedras, igual que un mankial.140,141 También dicen los antiguos que entre los llituche que habían sobrevivido en la cumbre de un alto cerro en frente del volcán vivía un anciano lonko que tenía una hija de gran hermosura: ella era delgada como la quila, liviana como el pudú142, ágil como el guanaco, agraciada como una wala143, dulce como la miel. Su voz era fresca y alegre como el agua del arroyo y sus ojos lucían como las wangülén en los cielos lejanos. La llamaban Likarayén, que así era nombrada la malén. Likarayén había sido prometida a Kütralpiuke, hijo mayor del hermano de su madre, la windomo del lonko, y ya estaba fijada la fecha de las nupcias cuando el comienzo de la gran batalla entre Koykoyfilú y Trentrenfilú obligó a postergar la boda. Estaban reunidos aquellos llituche en la falda del grande volcán, morada de Peripillán. Muchos, habían convergido allí, también desde lugares lejanos, pues el lonko era muy conocido y respetado en todas las cuatro direcciones del mapu. Se acercó un machi muy viejo y habló. El más viejo de los machi se encaramó encima de una roca que estaba en el lugar donde todos estaban congregados y habló. Dirigió al lonko sus palabras, pero fueron para todos. Doblado por el peso de los muchos años, con su larga cabellera blanqueada por diez veces diez años, con la voz débil por el tiempo y sin embargo firme y segura, el más viejo de los machi habló y entonces todos los convenidos enmudecieron. Cuentan entonces que el viejo machi habló y dijo: “Ngenechén está muy airado con los llituche pues hemos infringido el pacto que se estableció al comienzo de los tiempos. Ngenemapu está muy airado con los llituche pues hemos infringido el pacto que se estableció al comienzo de los tiempos. Ngenlafkén también está muy airado por lo mismo. Ngenmawida también. Todos los pillán están muy airados con los llituche pues hemos infringido el pacto que se estableció al comienzo de los tiempos”. Así habló el más viejo de los machi y todos escucharon sus palabras con gran respeto. 42

Cuentan también que el viejo machi dijo todavía: “Las mujeres ofendieron a la tierra surcándola para obligarla a dar frutos conforme a la voluntad del hombre en lugar que a la de Ngenemapu. Es así que las mujeres han esclavizado a la tierra. Entonces cuando las mujeres olvidadas de Ngenechén han dirigido a Ngenemapu sus rezos, Ngenemapu quedó mudo y sordo frente a sus palabras, pues está airado porqué teníamos que custodiar a la tierra, y nos adueñamos de ella. Ngenemapu está airado porque levantamos quinchos para impedir que todos pudieran gozar de los frutos de la tierra. Todos los pillán están muy airados y solamente enviando un werkén que demuestre nuestro arrepentimiento y restablezca el pacto de los comienzos, solamente así podremos aplacar su furia”. Así habló el más viejo de los machi y todos escucharon sus palabras con grande miramiento. Cuentan también que el viejo machi dijo todavía: “Entonces tenemos que enviar cuanto antes un mensajero a los pillán para restablecer el antiguo pacto. Y como las mujeres nos llevaron a infringir el pacto, mujer tendrá que ser el werkén”. Así habló el más viejo de los machi y todos escucharon sus palabras con gran miramiento. Cuentan también que el viejo machi dijo todavía: “Hay que enviar a los pillán una werkén. Tendrá que ser una virgen delgada como la quila, liviana como el pudú, ágil como el guanaco, agraciada como una wala, dulce como la miel y su voz deberá ser fresca y alegre como el agua del arroyo y sus ojos deberán lucir como las wangülén en los cielos lejanos”. Así habló el más viejo de los machi y todos escucharon sus palabras con gran consideración. Así habló el más viejo de los machi y el lonko, el más valiente de los llituche, conoció el miedo y el frío de la angustia entró en sus entrañas. Así habló el más viejo de los machi y Likarayén, la más hermosa de las vírgenes, conoció el miedo y el frío de la angustia entró en sus entrañas. Así habló el más viejo de los machi y Kütralpiuke, el más animoso de los guerreros, conoció el miedo y el frío de la angustia entró en sus entrañas. Así habló el más viejo de los machi y todos los convenidos se estremecieron y conocieron el miedo y el frío de la angustia entró en sus entrañas. Calló el más viejo de los machi y el lonko en el acto reunió a los hombres más justos y sabios que allí habían convenido y mandó que se marcharan en busca de aquella malén que fuera tal como el machi había dicho y que pudiera ser la werkén capaz de ser bien acogida por los pillán y de renovar el antiguo pacto. Entonces los más justos y los más sabios se alejaron hacia las cuatro direcciones del mapu y visitaron los valles inundados por el agua y visitaron los cerros convertidos en islas. Por cuatro veces cuatro días los hombres más justos y más sabios anduvieron en busca de la werkén. Entonces regresaron donde el lonko. Ya tenían su respuesta. Cuentan los mayores que los hombres más justos y más sabios del mapu se presentaron al lonko, pero se quedaron callados. Y dicen los antiguos que ni hubo necesidad de hablar, pues el lonko ya conocía la contestación a su pregunta: Likarayén era la werkén que tenía que alcanzar la morada de los pillán y restablecer el antiguo pacto con los espíritus luminosos y resplandecientes. 43

Entonces prepararon un lecho de flores, musgos y callampas para la werkén y todos los machi recogieron los lawén que producen el sueño sin dar la muerte y pusieron los frutos de estos lawén en el lecho de la jovencita, y con estos mismos frutos prepararon también la bebida sagrada. La werkén tomó su bebida y su cuerpo se volvió pesado. Likarayén tomó su bebida y se tendió en su lecho de flores, musgos y callampas. La malén tomó su bebida y todos sus miembros se entorpecieron y se volvieron insensibles144. Se cerraron los ojos de Likarayén, viva y muerta al mismo tiempo, acostada en su lecho perfumado. A su alrededor estaban todos los llituche de las cercanías, y aquéllos que también habían convenido desde muy lejos para estar al lado de la werkén en el momento de su sacrificio. Dicen los antiguos que Kütralpiuke pidió celebrar el solemne y extremo ritual: se acercó al cuerpo desnudo de Likarayén tendido en su lecho de flores, musgos y callampas y con un cuchillo de obsidiana abrió su pecho y extrajo el corazón palpitante de la malén. Entonces las trutruka145 lanzaron hacia el wenumapu su lamento y los kultrún146 palpitaron al unísono con el corazón sangrante de Likarayén. El más viejo de los machi recibió de las manos de Kütralpiuke el corazón de la virgen mensajera y lo puso en un nido de ramas de canelo que en el acto florecieron y se cubrieron de blancas flores. Luego con su paso hecho lento y claudicante por los años se encaminó hacia la cumbre del volcán Calbuco. Todos los que allí habían convenido, formaron una larga hilera detrás del viejo machi y lo siguieron. Por fin, el viejo machi alcanzó la cumbre del volcán con su nido sangrante: allí construyó una pirka de piedras. Sobre su ápice puso una piedra lisa y llana y sobre ésta apoyó el nido de ramas sagradas de canelo con el corazón ensangrentado de Likarayén. Entonces el viejo se postró a los pies de la pirka y se quedó en silenciosa espera. Y cuentan que de la misma manera todos se prostraron en la cumbre del volcán y ellos también se quedaron en silenciosa espera. Hasta que entre las nubes negras de lluvia apareció un rasgón azul y por ese rasgón pasó un cóndor con las alas poderosas y el vuelo majestuoso. El grande cóndor bajó lentamente, hasta alcanzar la cumbre del Calbuco, y entonces con sus garras levantó el nido de canelo con su contenido ensangrentado. Luego se levantó y voló hasta alcanzar la cumbre ardiente y resplandeciente del Peripillán: desde allí resbalaban hacia el valle los largos dedos de llamas del pillán cautivo en sus entrañas. Voló el gran cóndor hasta la cumbre del Peripillán y se detuvo justamente encima de él, allí donde es posible ver el ojo abrasador del pillán, tan resplandeciente que desafió a Antü al comienzo de los tiempos y que ahora paga por su desafío. Entonces el cóndor dejó caer en aquel abismo de llamas el corazón virginal de la werkén, envuelto en las ramas de canelo. Luego que el cóndor hubo soltado el corazón de la joven Likarayén, las ramitas de canelo florecido que lo sostuvieron tan amorosamente se dispersaron en el viento.

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Cuentan los mayores que entonces se produjo un prodigio: los blancos pétalos de canelo empezaron a flotar en el aire como en una danza, y luego se multiplicaron una vez, y otra, y otra, y otra más, hasta que llenaron el cielo entero. Igual que una colcha de nubes livianas, así comenzaron a danzar en el aire los pétalos de canelo, hechos innumerables por voluntad de los pillán. Al fin se volvieron cándidos copos de nieve.147 La temporada en ese entonces era pewü148 y ya los fríos de pukém habían terminados. Los árboles y las praderas, allá donde las aguas no los habían alcanzados, estaban florecidos. Sin embargo los blancos pétalos de canelo se volvieron copos de nieve: así fue la voluntad de los pillán. Lentamente los copos de nieve empezaron a caer, pero seguían flotando los pétalos y así se convertían en más y más copos. Nevó mucho. Se quejaban los dedos ardientes de Peripillán que todavía trataban de resbalar por los costados del volcán hasta alcanzar la llanura al contacto con la helada cubierta blanca y levantaban grandes nubes de vapor. Pero ya nada pudo la rabia de Peripillán, pues los espíritus antiguos habían acogido a la werkén y así habían aceptado el arrepentimiento de los llituche. La nieve apagó los espinos ardientes del pillán de fuego, hasta convertirlos en negras rocas y piedras. Entonces Peripillán cesó de quejarse y quedó inmóvil y el mapu dejó de revolverse. Cuentan los antiguos que entonces terminó también la batalla entre Koykoyfilú y Trentrenfilú y las dos descomunales culebras quedaron inmovilizadas y se hundieron en las aguas más profundas del mapu. Sin embargo los mares que se habían levantado hacia las alturas, no regresaron nunca más a sus lechos, pues los pillán quisieron que los llituche no olvidaran jamás lo ocurrido. Así que donde antes se extendió una vasta planicie fértil y boscosa, ahora se derramaba un mar apacible y rico de vida. Donde antes había cerros y montañas, ahora había tantísimas islas, grandes y chicas, cubiertas por un blanco manto de nieve. Por lo tanto, la nieve fue el último castigo de los pillán, pero también fue su perdón. Castigo, pues cuentan los antiguos que nevó por mucho tiempo, sin distinguir entre la temporada de las lluvias heladas y la de los días de calor. Perdón, pues dicen también los mayores que fue la nieve que inmovilizó Koykoyfilú de manera que los sobrevivientes pudieran alcanzar las nuevas orillas que los mares habían dibujado y allí recomezar una nueva vida, renovando el antiguo pacto y recogiendo los nuevos frutos de un mapu reconciliado con los hombres.

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EL MITO DEL DILUVIO EN LA COMOGONÍA MAPUCHE El mito del diluvio y de la gran lucha entre Trentrenfilú y Koykoyfilú es el más conocido de toda la tradición mapuche. Para los primeros evangelizadores que entraron en contacto con el mundo mapuche, encontrarse con esta memoria -y con la prioridad que tenía en la religiosidad indígena- fue una feliz sorpresa y, al mismo tiempo, una reafirmación de su fe cristiana, en cuanto se vio como la prueba evidente que la revelación bíblica por un lado había ofrecido una oportunidad también a los pueblos indoamericanos para conocer la “verdad”, y por el otro era absolutamente universal. Por esta razón, siempre destacaron las semejanzas entre el relato mapuche y el texto bíblico, y no percibieron a cabalidad algunas diferencias que, sin embargo, son substanciales. En modo particular, hay que tener presente que en el relato bíblico el diluvio es único y no es destinado a repetirse, mientras que en el relato mapuche -como en otros relatos indoamericanos análogos- el diluvio es cíclico y, por lo tanto, se ha producido en diversas ocasiones y todavía tendrá que producirse otras veces. La ciclicidad del diluvio, con la consecuente desaparición de casi toda la especie humana, implica cada vez una verdadera re-creación del hombre y un nuevo nacimiento de la humanidad. Esto explica también muchas de las aparentes incongruencias entre las diferentes versiones que del relato mapuche se tramaron. Existen numerosas versiones, tanto orales cuanto escritas, acerca del diluvio y de la batalla entre Trentrenfilú y Koykoyfilú. La más antigua entre las escritas, es aquella del Padre Diego de Rosales, recogida en la primera mitad del siglo XVII: “Antes que succediesse el dilubio o salida del mar [...] les avisó un hombre, pobre y humilde, y que por serlo, no hizieron caso de el [...]. En la cumbre de cada uno de estos montes altos llamados Tenten, dizen que habita una culebra del mismo nombre [...] y que antes que saliesse el mar les dixo lo que avia de succeder, y que se acogiessen al sagrado de aquel monte, que en él se librarian y el los ampararia. Mas que los Indios no le creyeron, y trataron entre si que si acaso succediesse la inundacion que dezia Tenten, unos se convertirian en vallenas, otros en pege espada, otros en lisas, otros en robalos, otros en atunes, y otros pescados; que el Tenten les faboreceria para eso: para que si saliessen derrepente las aguas y no pudiessen llegar a la cumbre de el monte, se quedassen nadando sobre ella, transformados en pezes [...]. “Avia tambien otra Culebra en la tierra y en los lugares baxos llamada CaicaiVilu, y otros dizenque en esos mismos cerros, y que esta era enemiga de la otra culebra Tenten y assimismo enemiga de los hombres, y para acabarlos hizo salir el mar, y con su inundacion quiso cubrir y anegar el cerro Tenten y a la culebra de su nombre, y assi mismo a los hombres que se acogiessen a su amparo y trepassen a su cumbre. Y compitiendo las dos culebras Tenten y Caicai, esta hazia subir el mar, y aquella hazia levantar el cerro de la tierra y sobrepuxar al mar tanto cuanto se lebantaban sus aguas. “Y lo que sucedió a los Indios, quando el mar comenzó a salir e inundar la tierra, fue que todos a gran priessa se acogieron al Tenten, subiendo a porfia a lo 46

alto y llebando cada uno consigo sus hijos y mugeres y la comida que con la prisa y la turbacion podian cargar. Y a unos les alcanzaba el agua a la raiz de el monte y a otros al medio, siendo mui pocos los que llegaron a salvarse en la cumbre. Y a los que alcanzó el agua les succedió como lo avian trazado, que se convirtieron en Pezes y se conservaron nadando en las aguas, vnos transformados en vallenas, otros en lisas, otros en robalos, otros en atunes, y otros en differentes pezes. Y de estas transformaciones, fingieron algunas en peñas por su voluntad y con ayuda de el Tenten. [...] Y de los que se transformaron en Peces, dizen que passada la inundacion o dilubio, salian de el mar a comunicar con las mugeres que iban a pescar o coger marisco, y particularmente acariciaban a las doncellas, engendrando hixos en ellas; y que de ay roceden los linages que ay entre ellos, de indios que tienen nombre de pezes [...]. “Dizen que los animales tubieron mas instinto que los hombres, y que conociendo mexor los tiempos y las mudanzas [...] se subieron con presteza al Tenten y se escaparon de las aguas en su cumbre, llegando a ella mas presto que los hombres, que por incredulos fueron pocos los que se salvaron en la cumbre de Tenten. Y que de estos murieron los mas abrassados de el sol. Porque [...] Caicai y Tenten, eran enemigas, y Caicai hizo salir las aguas de el mar para que, sobrepuxando a los montes, anegassen a los hombres y al monte Tenten y a su culebra que los faborecia, y que Tenten, para monstrar su poder y que ni el mar le podia inundar ni sobrepuxar con sus aguas, se iba suspendiendo y levantando sobre ellas. Y que en esta competencia, la vna culebra, que era el Demonio, diziendo Cai, cai hazia crecer mas las aguas, y de ay tomó el nombre de Caicai. Y la otra culebra, que era como cosa divina, que amparaba a los hombres y a los animales en lo alto de su monte, diziendo Ten, ten hazia que el monte se suspendiesse sobre las aguas, y con esta porfia subió tanto que llegó hasta el sol. “Los hombres que estaban en el Tenten se abrassaban con sus ardores, y aunque se cubrian con callanas y tiestos, la fuerza de el sol, por estar tan cercanos a el, los quitó a muchos la vida y peló a otros, y de ay dizen que proceden los calvos. Y que últimamente el ambre los apretó de suerte que se comian unos a otros. Y solamente attendieron a conservar algunos animales de cada especie para que multiplicassen, y algunas semillas para sembrar. “Entre el numero de los hombres que se conserbaron en el Dilubio ay entre los Indios de Chile grande variedad [...]. Porque vnos dizen que se conservaron en el Tenten dos hombres y dos mugeres, con sus hixos. Otros, que un hombre solo con una muger, a quienes llaman: Llituche, que quiere dezir en su lengua: Principio de la generacion de los hombres, sean dos, o quatro con sus hijos. A estos les dijo el Tenten que para aplacar su enoxo y el de Caicai, señor del mar, que sacrificassen uno de sus hixos, y descuartizándole en quatro partes, las echassen al mar, para que las comiessen los Reyes de los Pezes y las Sirenas, y se serenasse el mar. Y que haziéndolo assi, se fueron disminuyendo las aguas y volviendo a vaxar el mar. Y al passo que las aguas iban vaxando, a esse paso iba tambien vaxando el monte Tenten, hasta que se asentó en su propio lugar. Y diendo entonces la culebra Ten, ten, quedaron ella y el monte con ese nombre de Tenten, celebre y de grande religion entre los indios”.149 47

La tradición del diluvio con el transcurrir de los siglos de dominación hispánica, ha adquirido una prioridad que, tal vez, no le competía, sobre todo considerando la naturaleza “acuática” del mito, lo que permite suponer un origen canoero del mismo150. Esto en cuanto favorecía el interés del conquistador. En efectos, para los soldados, los autóctonos eran hombres que había que derrotar; para los civiles, que explotar, y para los religiosos, que convertir. A los misioneros, entonces, les aseguraba un elemento muy cómodo para introducir la doctrina bíblica sin entrar de inmediato en conflicto con las tradiciones mapuche; a los militares y los civiles, les proporcionaba la evidencia de que también los mapuche habían tenido la «revelación» cristiana, pero la habían rechazado, siendo por lo tanto apóstatas y merecedores de los mayores castigos y de ser esclavizados. En Chiloé nos encontramos con dos versiones del mito del diluvio que nos parecen poseer muchos elementos originales y muy antiguos, y donde aparecieren elementos cristianos, estos son absolutamente marginales. La primera versión viene del antiguo cacique general de Chiloé, don José Santos Lincomán151 y, por cuanto en nuestro conocimiento, es el sólo relato que citan los chonos: “Contaba mi ñuke y contaban mis abuelos, mis abuelos contaban que mis bis abuelos y más abuelos. Contaban mis tataras abuelos y mis tataras abuelas, contaban mis chonos abuelos. Decían que una vez hubo un gran terremoto, que daba vuelta la tierra y los llevaba al mar con sus gentes y animales, y a otros los sepultaba, y venía el mar que iba sumergiendo la tierra. Después de unos días fue calmando, pero quedaba muy poca gente que empezó a morir de hambre y frío. “Uno de los hombres quedó en una isla sin comida, con su mujer y sus hijitos y el mar no bajaba y estos corrían pidiendo en voz alta que bajara el mar. Cuando ya le quedaba su último hijito, llamó su mujer y le preguntó si estaba dispuesta a matar a su último hijo. La mujer contestó: mátame a mí, mejor. Y así lo hizo, y el niño gritaba y lloraba mamá te llevará el mar. Después de algunos días el hombre estaba triste llorando y el hijo le preguntó ¿por qué lloras? ¡porque te iba a matar! El niño le respondió, mi mamá te dijo que me llevaras al mar y bajaras a la playa. ¡Pero tú te perderás para siempre! No importa, murió mi mamá y murieron mis hermanos y yo también me voy. “El hombre con todo su sentimiento llevó a su hijo, pero el niño le decía: no llores. Cuando llegaron al lugar, gritó el hombre y vino una ola que se llevó al niño y empezó a irse al mar. Quedaron en los ríos, esteros bajos, con distintas clases de peces y mariscos en gran abundancia. Cuando el hombre empezó a condenar, llamaba a su mujer que lo quiso conducir, llamaba a sus hijos, cantaba de alegría, lloraba después, para qué habría matado a sus hijos y a su mujer. La segunda versión ha sido recogida por Constantino Contreras152 de boca de la anciana Loreto Llaito, de Taucolón (islas Chauques). “Contaban mis mayores que fue un castigo que el Señor larnzó. Estos ríos de aquí quedaron no más que tantitos de agua, ve. La gente se privó mariscando y pescando que el pescado quedó amontonado. Bajó todo este larguero; esa isla bajó 48

hasta allá, desde la punta de Voigue hasta la punta de Centinela. Esas dos puntas: una es Voigue y la otra Centinela. Bueno... diz que hasta allí dio el mar... “Cuando vino la venida de mar no hubo escapatoria de nada: vino la mar tapando lo que pudo; tapó lo que pudo de gente. Los qué pudieron pasar por el banco pasaron; los que no, la misma marea que ya venía los iba llevando. Se murió mucha gente decían; le oía decir a la gente antigua. Y así los que pasaron... Y el mar comenzó a correr para arriba; ese alto lo ... a repecharlo. Así... decían que se fueron mujeres, hombres, a gritos, llantos; unos que caían ya no levantaban, porque ya los venía a aplastar el mar; y otros se subían a los palos grandes: hacían marinero. Allí se escapaban y que no se escapaban; lo mismo se largaban de puro susto. “Y así que una mujer, niña, hubo soltera decían que tenía una guagüita. Como mujer joven corrió, corió por... por el camino para arriba. Y así diz que llegó la niña; y había gente en la piedra que le nombran Tentén. Todos los palos llenos de hombres, de mujeres, las que pudieron subir. Se escapaban a nado... ¡Qué! muerte no más. Y así esa niña diz que le dijo una mujer mayor que subió arriba en la Piedra Tentén. Diz que le dijo: «Mira, hijita, aúnque tengas dolor de tu hijito, agárralo y bótalo aquí en este lugar. Y ahí en esa muerte que haya de la gagüita -diz que le dijo- ahí va a paralizar este castigo, Señor...». “Y así la niña quería que no quería le fueron a arrebatar su guagüita y le botaron ahí. La guagüita murió allí mismo. Se ahogó el chiquito. Entonces diz que le dijo la mujer: «Vamos a ver ahora. Este chiquito fue cristiano; dicen que fue huérfanito, pero fue acristianado. Bendito lo que hizo la mano del Señor... ». “Y así comenzó a bajar; y la piedra, mitad que estaba bajando, dio un tranquido y se partió un pedazo por medio. Y la piedra diz que dijo ten, pues. Ten sí que dijo la piedra dos veces. Y así le pusieron la piedra Tentén. Y así bajo, pues, bajó. Los que subieron vivieron; los que no, allí quedaron amontonados, allí mismo. Muerto todo, todo. Lleno de gente muerta. Ya llenó el mar; aquí igual el estero ya llenó de agua. Tan sólo esa punta, allí en esa pampa que se ve de aquí, que lo vemos, esa punta dicen que no alcanzó a darle el agua. Y de aquí uno para ver, parece que esa punta fuera más alta que la de allá de Mechuque. Y dicen los de Mechuque que es más baja ésta. Y porque ésta lo ven de la cordillera —esta islita de aquí arriba- diz que, por eso, es más baja ésa y ésta más alta. Y ahí se escapó gente también, en esa puntita, arriba, se escapó gente... “ “Y la piedra está allí dicen. Mi papá cuando... -por eso que lo converso- mi papá cuando fue a buscar boqui lo halló. Diz que el que es corta vida lo halla pues ve la piedra; pero dicen que está undida de boque... Otro hombre mayor -estábamos allá abajo viviendo nosotros cuando pasó un año- dijo que en su juventud dió, con la piedra también y había un par... un par de patos, dijo. Y yo me fui al boqui -dijo- pero me rendí buscando boqui -dijo ese hombre- y no lo acabé de cargarlo, porque estaba hecho monte el bocal. Esa piedra no lo halla nadie. Eso lo que digo yo: ahora, ¿por qué será?, tanto trajín de gente que hay, no es como antes; pero nadie dice: yo no hallé la piedra Tentén. Porque la piedra dicen que es piuchén153, pues. El que es corta vida lo halla ...”154. Desde la época colonial hasta los días actuales, se ha producido un creciente 49

sincretismo entre el relato mapuche y lo bíblico. Como demostración de esto, reportamos los siguientes testimonios recogidos por Nicolás Gissi Barbieri155 en San Juan de la Costa, y relatados en su tesis. Testimonio de José Aucapán de Pichilafquenmapu: “El Tren Tren fue un morro, cuando pasó el diluvio, que llovió cuarenta días y cuarenta noches, y empezó a llenarse el mundo de agua, en ese tiempo cuando hizo el arca Noé, entonces a ese cerro se fueron los mapuche cuando ya no tenían donde estar ya, y ese cerro empezó a crecer y a crecer parriba, y a cada paso que daba p’arriba se comía un cristiano156 y así topó hasta el cielo, y por el sol llevaban sombreros, el que llevaba artesa se quemaba, el que llevaba de greda se resistía al calor del sol, y así hasta cuando fue bajando el agua, pero cuando ya bajó el agua, el Tren Tren se quebró, se fue como un volcán p’abajo, eso fue por una mujer que se quería comer el Tren Tren, y al gritar la mujer, se derrumbó desde arriba, y los campanarios se fueron pa bajo, están los campanarios redonditos, y ahí bajó, ahí se quedaron los mapuche tranquilos.... eso fue en el tiempo del diluvio, de ahí se salvaron muy pocos, hirvió mucha gente ahí, no sé como pasaban algunos, de una altura a otra altura, sería a nado, o sería en alguna embarcación... eso me conversaba el finao de mi abuelo, mi abuelo murió de ciento veinte años, se llamaba Clodomiro Huenupán Ancahuenu”. Testimonio de Candelaria Huenupán de Pucatrihue: “Putrentren”157 que dicen, ésa es historia de los antiguos cuando pasó el siglo dicen po’, dicen que ése crecía po’ y cuando iba alzando más arriba... decían los antiguos, cuando pasó el diluvio po’, dicen que se fue más arriba una gente, toda, todas subían ahí afligidos, pero como Noé también se hizo el arca, ahí entraron no sé cuántos, como ocho elefantes entraron, de ahí más no abrió la puerta, ahora creció el Tren Tren dicen, mientras que se subía más arriba:¡tren!, decían, subía más arriba y se abría la tierra, se abría así, y le metieron una persona que nació en la mañana, y con esa fe se arrancaba más arriba, lo mandaban a que fuera a pisar ahí, y adonde pasaba a pisar ahí pasaba pa bajo, y subía más arriba, pero llevaban diferentes sabandijas, decían, yo escuchaba po’... dicen que ése se terminó cuando una de las gentes que iban arriba que dijeron: ¡ay, Dios!, se quebró el cerro, en Lafquenmapu ahí están po, ahí están todos los cerros amontonados ahí, esa altura grande se llama Putrentren, de esa altura cayó y acá abajo tiene otro, lo lleva el río, ahí siembran arriba, hay limpia, abajo es pura vega tal como está aquí, pero rodeado de vega, y ese cerro dicen que cayó cuando pasó el mundo, así decían po’, por eso quedó la tierra así, la mitad de la vega y está el volcán ahí po, no alcanza na el agua tampoco ahí... los mapuche se morirían no más po, no ve que ésos eran del diablo los que iban ahí po’... nosotros somos generación de Noé po’, Noé se salvó con su arca, no ve que él predicó el evangelio, que faltaban cien años [decía], pero no le creyeron po, y ahora empezó a salir por ahí que va a pasar el mundo, va a pasar diluvio y guerra, ‘ah, éste está leso’, lo retaban así po, ‘ándate pa tu casa leso -le decían-, que andas disvariando’, y cuando alcanzó el tiempo, él daba un hachazo todos los días, los otros se reían de que daba un hachazo, pero él tenía su poder po’, que Diosito daba un hachazo, pero él ya tenía avanzados los palos, ahí se hizo el arca, y el arca ahora cuando ya cumplió los cien años, ahora los gentiles, los que 50

lo invitaban, trataron de hacer casamiento, cumpleaños, mataban corderos, oveja, vaca, tenían gran cacheteo cuando pasó el mundo, diluvio, ahora llovió cuarenta días y cuarenta noches, y el arca ya estaba hecha ya, ahora cuando Diosito le dijo: Noé, usted los incrédulos no los admita acá adentro, si usted admite algún incrédulo, ya, que quede colgado afuera, que ande no más, no le tenga lástima, ahora como todas las fieras que entran ahí, los leones, caballos, todos silvestres animales, p’adentro, al arca no más... pero dicen que entraban todos de parsito no más po’, no entraron na al abunda no más po’, porque el mismo Dios dictó eso, que entren todos de parsito no más po’, todos entraron, hasta sabandijas, cuántos eran los que habían po’ ... Testimonio de Héctor Punol: “Los mapuche entraron ya, cuando ya se afligieron, ya se llenó todos estos bajos aquí, todos fueron subiendo los cerros, el agua con cuarenta días y cuarenta noches ya tenía que enaltar po, ya se emparejó el mundo de agua po’, cada día más todavía, más, más, más, al final ya fue tapando hasta arriba el cielo, ya se fueron perdiendo las tierras, se llenó de agua el mundo, ahora se colgó el arca, ahora andaba nadando, y la gente ya afligida ahora, empezaron a colgarse del arca, pero ya Noé no los atendió, selló el arca, el mismo Diosito lo selló... ahí no se salvaron ná [los mapuche], tan sólo que se salvó Noé no más con su familia, con sus hijos, su esposa, y las bestias, palomas, sapos... murieron todos, todos... Noé después ya empezó a rendir po’, entre ellos mismos, familia, y ahí fuimos rendidos... tripai158 diluvio decían los viejitos, ahora cuando se recogió el agua, ahora anduvo Dios po’, ay que dijo Dios, todos sus hijos amontonados por ahí, en los riscos, por ahí por dónde sería po, en las quebrás amontonados los mapuche, ay que dijo Dios, voy a pasar a fuego, no voy a ver nadie, ahora fue en agua, ahí quedaron, debajo de los palos estaban otros, así que Noé no más hizo rendir la gente otra vez po’, y Diosito después para que haya más mapuche, hizo gente, juntó a los varos159 y ahí los hizo como gente po’ ...”.

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NOTAS

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Los williche constituyen el grupo meridional del pueblo mapuche (willi=sur, che=gente) y están radicados al sur del río Toltén (en las provincias de Valdivia, Osorno y Llanquihue) y allende los Andes (región de Neuquén y de Bariloche). Si la cultura villiche se diferencia poco de aquella mapunche tradicional, sin embargo aparecen diferencias importantes en las memorias y tradiciones de los williche de Chiloé, los cuales se mezclaron desde los tiempos de su insediamento en el archpiélago con los preexistentes chonos e hicieron propias muchas costumbres y creencias de aquel pueblo canoero, asimilándolas intimamente hasta volverlas indistinguibles por aquel sincretismo que es tan característico de la cultura mapuche. 2 Winka es palabra mapuche que designa genéricamente al extranjero occidental: tal vez venga de inka. 3 Machi: curandero. En el archipiélago son muy numerosos y no es siempre neta la diferenciación con los kalkus, quienes se dedican a las brujerías. 4 Machitún: curación de un enfermo actuada con pociones y con rituales religiosos (rezos, bailes, palabras sagradas, etc.). Machi Llanquín de Metahue (isla Butachauque) me permitió asistir a un machitún que realizó él mismo. 5 La legendaria cueva al centro de la brujería chilota. Puedo garantizar que su existencia es real. 6 Donde pude recolectar otros elementos cosmogónicos en ocasión de mi estadía (enero de 1999) en la casa de una “füchá tünkunoi” (maestra de paz, es decir sacerdotisa, la última que celebró ngillatún en Chiloé): el testimonio de doña Domitila está relatado en mi libro “Inche ta Domitila Kuyul”. También conseguí copia de un texto del poeta José Santos Lincomán Inaicheo, cacique general de Chiloé hasta su muerte (1984), cuando el bastón de mando pasó al sobrino Carlos Lincomán, el actual cacique general. 7 Recolectado en el campo pero sin disponer de una grabadora, sino tan sólo memorizado y transcripto algunas semanas después de haber sido escuchado. 8 Sobre todo por lo que se refiere a los nombres de los espíritus ancestrales, el cuyo sentido original es totalmente comprometido por el sincretismo con el cristianismo actuado al comienzo por los jesuitas, en el siglo XVIII, y sucesivamente por los mismo mapuche. Este sincretismo es máximo en el área williche en generale y sobre todo chilota, donde en la cosmogonía aparecen evidentes elementos bíblicos e importantes referencias noéticas. 9 H. Carrasco, “Trentren y Kaikai: segundo nacimiento en la cultura mapuche”, en Estudios Filológicos, n. 21, Universidad Austral, Valdivia 1986. 10 Rubén Fritz y Mario Contreras, “El Origen del mundo y del hombre en relatos orales de la cultura mapuche” en Actas de Lengua y Literatura mapuche, n. 3, UFRO, Temuco 1989. 11 Citado por H. Carrasco (1986). 12 En síntesis, Ñamko relata lo siguiente: “Al comienzo, entonces, no había nada. Sólo existía un espírfitu poderoso dueño de todos los aires y, junto a él, habitando también en los aires, otros espíritus menores, algunos de los cuales se rebelaron contra él. Para castigarlos, hizo reunirlos, los escupió encima, con lo cual sus cuerpos se endurecieron, luego les puso el pie encima y se abrieron los aires por el mucho peso de todos los espíritus y cayeron; y al caer, dicen, se partió esta gran bola y quedaron los pedazos esparcidos, formando montañas. Otros espíritus no tocados por los escupos, formados de fuego vivo, quedaron dentro de las montañas, en los volcanes: son los pillán. Otros espíritus, no tan malos como los pillán, pudieron salir y están colgados en los aires brillando como luces por el fuego que tienen: son las estrellas. El llanto de estos espíritus arrastró las cenizas y las piedras formando las tierras, se apozaron las aguas y se formaron los mares y los ríos”. “El espíritu grande de los aires tomó a un espíritu hijo suyo y lo envió a la tierra cambiado en hombre de carne, muy hermoso; lo lanzó desde arriba y el joven quedó como dormido. La madre quiso acompañarlo, pero su padre no lo permitió. En cambio tomó una estrella, con su luz formó una mujer y la sopló encima enviándola a acompañar al hombre”. “La mujer completa la creación: para ella nacen el pasto, las flores y los árboles, y ella forma los pájaros y las mariposas. Al despertar el hombre ve a la hermosa mujer y ambos se quieren como hermanos, pasean sin desear volver a los

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aires. Para observarlos, el espíritu que mandaba abrió un portillo redondo en los aires y cuando miraba todo brillaba y hacía calor: el sol. La madre abrió otro portillo y para que se viera su cara, dejaba caer una luz blanca y suave que permitía mirar”. No obstante algunos elementos donde parece notar una influencia bíblica, también el relato posee aspectos originales y, al parecer, muy arcaicos que permiten suponer que pueda conservar elementos originales de supuesto mito unitario primordial. 13 Véase Sperata de Saunière, 1975, “Cuentos populares araucanos y chilenos”. 14 Ngenpín: sacerdote (literalmente, aquel que posee la palabra verdadera). 15 Véase A.M. Bacigalupo, 1994, “Variación del rol de machi dentro de la cultura mapuche: tipología geográfica, adaptiva e iniciática”. 16 Esta primera parte del relato, y en modo particular el concepto de un wenumapu primordial poblado por espíritus luminosos que se distinguen por sus colores, deriva de unas largas conversaciones habidas en 1970 con el machi Llanquín de Metahue (isla de Butachauque). La atribución de colores a los espíritus ancestrales podría ser una idea personal del machi: sin embargo ha sido acogida porque en otras ocasiones nos encontramos con la idea que los pillán se manifiestan a través de luces y colores (el fuego, el relámpago). Hay elementos, en el texto recogido, que parecen muy arcaicos, aúnque la idea de la obscuridad inicial pudiera tener derivación bíblica. Dos confirmaciones, aúnque dudosas, vienen tanto de un relato recogido en Chihuaico, cuanto de aquello presentado por Sperata de Saunière: en el primero los dos testimonios - uno de ellos es el padre del ngenpín de la comunidad local - cuentan que al comienzo “estaba todo oscuro”; en el segundo Ñanko afirma que “al comienzo no había nada”. Sin embargo los dos relatos padecen de evidentes influencias cristianas. En junio de 1998, en Temuco, un erudito mapuche a la pregunta que es lo que había antes que hubiesen los primeros espíritus, me contestó: “El admapu: eso viene antes de que el tiempo y la luz tengan su comienzo”. Por cuanto se refiera a la identidad espíritus-luces coloradas, las palabras del machi de Metahue tampoco tienen rescontros esxplícitos en otras versiones. Sin embargo hay que destacar que don Rosamel Antimilla Punulef, lonko de Coñaripe, afirma que “...así como se dice que hay un solo Dios, pero de varios colores...”, como relata M. Calvo en “Secretos y tradiciones mapuche. Por otras partes, en muchos relatos mapuche los espíritus ancestrales se describen luminosos y colorados. 17 Los mapuche usan la expresión “rüme fuchá kuifi”: mucho más antes que cualquiera cosa. (Rif. Hugo Carrasco, “La lógica del mito mapuche”, en Estudios Filológicos, n. 25, Universidad Austral de Chile, Valdivia 1990. 18 Itrofill ayoñ: el espacio de arriba. En un encuentro intercultural tenido en Tirúa en el junio de 2000 el machi Vícto Caniullan explicó que “Fantenmu nieyiñ ixofill ayoñ pigey, muley ta ayoñ. Muley ta ayoñ wenu, muley ta ayoñ kalfv wenu, muley ta ligarr ayoñ wenu, muley ta wente ayoñ, feymu ixofillmu, ixofill ayoñmu muley ta newen pigey. Ixofill ayoñmu muley ta newen elukelu ta newen. Ixofill ayoñmu muley ta chew ñi tupe-el inchiñ tañi mogewe feymu, tvfachi mogen, tvfachi ayoñ, ka mvley nag-mapu mu mvlelu. Marri epu ayoñ reke mvley chew am mvlerrkelu mogen chew am mvlerkelu mogen, chewam mvlerkelu ixofill fill mogewe, mogewe newen, welu inchiñ pvllu ñi mogewe”. 19 En el citado encuentro de Tirúa, la machi Margarita Albornoz explicó que “Chau dios fey ta elueñmeu ta mapu, chau ta eli feyta inchiñ ta elieyiñmeu ta chau, chau ta eli ta mapu. Feymeu ta mvley ta mapu, chau tañi elenmeu. Feymu ta eleiñ ta mapu, mvlean tañi puche mvlean tañi pu pvñen, pu choyiñ pi ta chau, fey mu ta eli ta mapu, fey mu ta mogeiñ ta inchin, eleyiñmu ta chau dios, fucha chau ta eleyñmu wenu chau ta eleyiñmu, fey mu ta mogeleyiñ ta tvfa ta inche mvlepan ta tvbfa yemegen-mu ta felepan iñche ta machi, inche ta kimlafun ta sugu, fante pu mu inaniefin ta inarrumen, fante mu eleteu mu ta chau azkunueteu ta chau, feymu ta inche ta machi, feymu ta fante mu mvlepan ta tvfa”. 20 Sempre en el citado encuentro de Tirúa, la kimche (sabia) Ercilla Curiche explicó que “Tiechi mapu ta elgey ka... mapu wenu zeumagey mvten fey chimapu amul chem piga kiñe feychi rag feyta zeumagekey, feyta amultieli... Amultieli fey femiechi ta zumagey ta mapu, fey fill ta kom feyta amuy ixokom feyta fey zewi kom fey fenti ta afelgey ñi zeuman feymeu ta feyta rume kvzaugey tañi zemagen, zeumagey tati, zeumagey.” In sintesi, “en la teoría nuestra la Tierra se formó de una

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masa de greda y, esa bola fué creciendo, fué creciendo, se demoró bastante tiempo, para tener el tiempo y mucho trabajo para esa fuerza que hizo la tierra”. 21 Ankawenu: cielo, lugar donde están las nubes y los vientos. 22 Wenumapu: tierra celestial. 23 La interpretación según la cual los espíritus antiguos son luces y colores no es muy frecuente: nosotros la hemos recogido en Metahue. Sin embrago no es aislada. Mayo Calvo (1968) transcribe un coloquio que tuvo con Rosamel Antimilla Punulef, lonko de Coñaripe, un pequeño pueblo a las orillas del lago Calafquén, el cual afirmaba que “...así como se dice que hay un solo Dios, pero de varios colores...”. 24 La religiosidad mapuche distingüe entre los espíritus creadores, definidos “el” o “elkünu”, y los espíritus que aseguran orden al creado, definidos “ngen”. Por lo tanto, para cada elemento del universo se da una pareja de espíritus: “Elchen” y “Ngenechén”, referidos al hombre, “Elmapu” y “Ngenemapu” referidos a la tierra, etc. (Véase también S. Alcamán y J. Araya, 1993). Se trata de un aspecto muy controvertido de la religiosidad mapuche, que contraponen muchos mapuches actuales, quienes sostienen que esiste un único Dios y que los diferentes “el” y “ngen” son simplemente los nombres (y atribuciones) del mismo, con los documentos más antiguos (y también algunos ngenpin pewenche, más tradicionalistas), quienes consideran una pluralidad de divinidades. M.E. Grebe, 1988, identifica una pareja divina creadora, füta chachai y ñuke-papai, y un conjunto jerarquizado de ngen que, subordinado a la pareja creadora, gobierna los diferentes aspectos del universo. M. Alonqueo, 1979, da mucho resalte al monoteismo mapuche y considera que Ngenechén es el único Dios (con su tetralogía), que todos los demás términos ngen- y el- son atributos de Ngenechén y que el Pillán es el nombre de la morada de Dios: sin embargo, la visión de M. Alonqueo, cuyo trabajo es muy valioso, es profundamente condicionada por su propia impostación cristiana y por un intento de dar una visión sincrética entre la religiosidad mapuche y cristiana. Los Autores más antiguos en ocasión de su primer impacto con la cultura mapuche demuestran de haberse encontrado con una pluralidad de “divinidades” mayores y menores, lo cual ha sido puesto en mucha evidencia sobre todo por los jesuitas, más atentos hacia la comprensión de las creencias religiosas. En los sermones de Luis de Valdivia es evidente la reiteración de la condena de una pluralidad de “dioses”. Por esta razón en el presente texto he considerado la presencia de “el” y de “ngen” como espíritus ancestrales diferenciados, cada uno compuesto de las dos parejas anciano-joven, en cuanto me pareció corresponder mejor a una visión mapuche todavía no condicionada por el pensamiento cristiano. En fin, es interesante anotar que también los Tewelche atribuyen el nombre de “El” al espíritu creador (M. Molina, 1976,140): ¿una coincidencia o la supervivencia de una creencia que tiene origen en tiempos extraordinariamente antiguos? 25 Véase la nota precedente. 26 Pu-am: representa al conjunto de todas las ánimas. Pu-am es presente en todo el cosmo y le da un sentido. Para algunos, todo lo que posee vida – animales o plantas – tiene vida en cuanto tiene ánima; para otros, también lo inanimado tiene ánima. 27 Pillán: manifestaciones de las fuerzas de la naturaleza. 28 Wangülén: estrellas. La idea que las estrellas sean espíritus ancestrales, tanto míticos como familiares, es difundida en todo el mundo mapuche. 29 En este capítulo se unen varias fuentes. Algunas, entre las cuales se destaca aquella del machi de Metahue, insisten en atribuir a la pareja Antü-Küyén un rol muy destacado. Otras, sobre todo provenientes del área de Neuquén, destacan la lucha que hubo entre los espíritus ancestrales. Sin embargo, los dos grupos de testimonios no sólo se integran mutuamente, sino también se sobreponen en muchos elementos. En algunas tradiciones de Chiloé sobrevive la memoria de una gran lucha entre Peripillán (el volcán Osorno) y los demás espíritus: a menudo la batalla entre las dos culebras míticas es una componente de esta misma lucha. En las memorias williche de Neuquén y de la Pampa, al contrario, la lucha entre los espíritus es totalmente separada del mito del diluvio. Según el relato transmitido oralmente y recopilado por Sperata de Saunière, no había nada, ni tierra, ni agua, ni plantas, ni árboles. Entonces, en los aires vivía un espíritu poderoso, dueño de

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todos los aires, con él vivían también otros espíritus que no tenían tanto poder y que le obedecían. Luego, algunos espíritus no quisieron obedecer más al espíritu grande y uno dijo “nosotros mandaremos ahora porque somos muchos y el está solo”. Entonces el espíritu grande se enojó y mandó a los demás espíritus buenos que juntaran a todos los malos; ellos no querían, pero él pataleaba y lanzaba fuego por sus ojos. Todos fueron alcanzados, los apilaron en un gran montón, y cuando estuvieron así, el jefe mandó a sus mocetones fieles escupirles encima. “También los escupió él y por todas partes donde caían los escupos, los cuerpos se endurecieron como piedras, como una gran manzana”. Después el espíritu grande les puso el pie encima, se abrieron los aires por el mucho peso de todos los espíritus que cayeron y al hacerlo, se partió esta gran bola, quedando los pedazos esparcidos formando montañas. Pero sucedió que no todos los espíritus eran de piedra, porque a los de adentro del montón no les habían tocado los escupos. Estos espíritus eran de fuego vivo y se encontraron encerrados entre las piedras de los cuerpos de sus hermanos. Ellos querían salir de adentro, empezaron a trabajar, cavaban y hacían hoyos como unos pozos para salir, pero como no podían rabiaban y peleaban entre ellos porque se echaban la culpa de lo que había sucedido. Era tanto el fuego que tenían en el cuerpo que los quemaba, que de repente reventaron las montañas, salieron grandes chorros de cenizas, humo muy negro y llamas. Pero ellos no pudieron salir, porque no los quería el espíritu que mandaba; sólo se volaron con las cenizas y las llamas unos espíritus que no habían sido tan malos como los otros, pero que se habían encontrado en la pelea. A estos últimos, el jefe les permitió salir, pero no los quería recibir entre sus mocetones y los dejó así no más colgados en los aires. Ellos son lo que se ven de noche y que brillan como luces por el fuego que tienen en sus cuerpos, y que llamamos estrellas. Entonces estos espíritus lloraron, lloraron días y noches enteras. Todo el llorar, caía sobre las montañas, arrastraba las cenizas, las piedras, formándose la tierra, se apozaron las aguas, y se formaron los mares y los ríos. Los espíritus malos se quedaron adentro de las montañas y fueron los pillanes que hacen reventar los volcanes de donde sale humo y fuego. El espíritu grande de los aires miró abajo, vio todo esto y dijo: ¿para qué sirve esta tierra sin nada?. Así tomó a un joven espíritu que era hijo suyo y dijo que lo iba a mandar sobre la tierra a ver lo que haría él, lo cambió en hombre de carne muy hermoso. De arriba lo lanzó el espíritu, al caer el joven se quedó aturdido, como muerto. Entonces la madre del joven se lamentaba y pedía que la dejara bajar a ella también para acompañar a su hijo. No quiso el jefe y mirando vio a una estrellita que estaba muy cerca, casi estaba por entrar. Entonces él la pilló: era una luz muy bonita. Con ella formó una mujer y le sopló encima. Ella voló en los aires y él le mandó que se juntara con el hombre. De este modo la mujer bajó y llegó a la tierra, algo distante de donde dormía el hombre. Tuvo que caminar y como las piedras duras le hacían daño a los pies, el espíritu de los aires ordenó que por donde pisara la mujer creciera pasto blando y flores muy hermosas. Ella las cogía y por jugar las deshojaba. Estas hojas que dejaba caer se convirtieron en pájaros, mariposas que volaban. A su paso la hierba crecía tan grande, que formaba árboles con frutas que ella comía. La mujer llegó donde estaba durmiendo el hombre y como estaba cansada se tendió a su lado para dormir. Él despertó y se alegró de ver a una mujer tan bonita. Luego, cuando ella dejó de dormir se fueron caminando por los montes y miraban todo tan bonito, se querían mucho como hermanos y no pensaban volver a los aires, por lo bien que se hallaban. Para ver lo que hacían, el espíritu que mandaba, abrió un portillo redondo en los aires y por allí miraba; todo brillaba y venía un gran calor de arriba. La madre del joven también quería observarlo, escondida del jefe abrió un portillo y cuando él no estaba aprovechaba de mirarlo. Para poder ver bien la cara de su hijo dejaba caer una luz blanca muy suave. Los espíritus pillanes que estaban en los volcanes rabiaban mucho, uno se enamoró de la bonita mujer y no podía salir. El espíritu grande quería que el hombre y la mujer fueran hermanos solamente y ellos no sabían de otra cosa. El Pillán, habló con una mujer espíritu malo como él, que rabiaba de pura envidia. Ella se sacó un pelo largo, largo y estirando el brazo lo tiró fuera del volcán. Apenitas salió vivió el pelo de la mujer y se transformó en una serpiente muy delgada y se fue arrastrando hasta llegar donde dormían los dos hermanos y de deslizó entre ellos. (versión resumida y publicada por Kul-Kul, publicación de la Comunidda Mapuche-lafkenche del Valle de Elicura).

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Otro texto rico de detalles es aquello que ha sido recopilado por Bertha Koessler en 1954: su anónimo relator concluye afirmando que “cuando la Kaikaifilú empiece a revolver las aguas, debes avisarle a la gente que busque refugio y se salve... en cuanto a esto, lo contaré en otra ocasión”. De esta manera, parecería indicar una conección entre los dos relatos, pero también una sucesión temporal. 30 La atribución de una particolar importancia a la pareja Antü-Küyén pudiera ser, tal vez, el resultado de una influencia quechua, tanto anteriormente a la conquista española, cuanto durante la fase inicial de la época colonial, cuando al lado de las tropas castellanas habían numerosos indígenas peruanos. Esta hipótesis parece ser sufragada también por el hecho que ambos nombres son de derivación quichua (Antü [o Anchu] viene de Inti y Küyén de Killa). De vez en cuando, se le atribuye a esta pareja el rol de progenitores de toda la humanidad: todavía éste último concepto parece extraño a la cultura propiamente mapuche y pudiera ser de importación foránea. En su diccionario, Andrés Febres, además del término de derivación quichua “antù”, transcribe también la palabra “pañagh”, en calidad de sinónimos. A favor de un origen foráneo de la divinización de Antü va el hecho que ese rol parece ajustarse mal con una religiosidad y una cultura fundalmentalmente totémicas. De esta opinión es Tomas Guevara en “Historia de Chile – Chile prehispano”, el cual estima que al momento de la Conquista el mundo mapuche estaba viviendo una fase de transición desde una religiosidad totémica a una incentrada en el culto solar, evolución determinada por la influencia incarica. Sin embargo es posible que la figura de Antü, tanto como divinidad, cuanto como origen totémico, venga de un substrato cultural mucho más antiguos y perteneciente a la época de las grandes migraciones que poblaron al continente americano. 31 La idea del matrimonio entre Antü y Küyén no se encuentra difundida de la misma manera entre todos los mapuche: el presente relato se mantiene fiel a la tradición recopilada en la islas Chauques, que en sus líneas más generales coincide con aquella del área de Neuquén. Sin embargo también en muchos epew mapuche de la VIII y IX Región chilena aparece la pareja Antü-Küyén. 32 La idea que en los tiempos más antiguos hubo una grande batalla entre los pillán está muy difundida en todo el mundo mapuche y no parece derivar de influencias cristianas. Sin embargo las razones y las modalidades de la batalla cambian constantemente de área en área y en algunos casos se habla de una pluralidad de enfrentamientos, cuya motivación es muy a menudo aquella de castigar a los hombres por haber infringido al admapu. 33 La tradición según la cual Peripillán se opuso a los otros pillán es propia del área del golfo de Ancud y de Llanquihue, donde se identifica Peripillán con el Volcán Osorno. En la mayoría de las versiones escuchadas, Peripillán se opone a Nguenechén, al cual se le atribuye el rol de verdadero dios mientras a los pillán se le atribuye aquello de espíritus subordinados (ángeles): pero esta imagen nos parece derivada de la influencia de la actividad misionera y de la difusión del relato bíblico entre los mapuche. En los relatos del área de Neuquén, generalmente los pillán se oponen a Antü, al cual se le atribuyen las características propias de Ngenechén y, sobre todo, de Elche (creador de los hombres). 34 La idea según la cual la motivación de la lucha entre Antü y Peripillán fue la envidia por su luminosidad ha sido sugerida por machi Llanquín de Metahue. 35 Admapu: el conjunto de las tradiciones. 36 Bertha Koessler-Ilg (1954). 37 Se vea también en Hugo Carrasco, “Trentren y Kaikai: segundo nacimiento en la cultura mapuche”, en Estudios Filológicos, n. 21, Universidad Austral de Chile, Valdivia 1986. 38 Los límites del mundo corresponden al concepto de Afmapu. 39 Esta parte del relato corresponde a las versiones recogidas en las islas Chauqes, pero es común a numerosas otras escuchadas en el área de Llanquihue. 40 La idea de que los mares y los lagos han sido rellenados con las lágrimas de las madres de algunos espíritus destrozados viene desde Chiloé: sin embargo aparece también en otros relatos, como aquello de Sperata de Saunière, donde por lo general las lágrimas se atribuyen a las wangülén arrepentidas. También Oreste Plath (1995) afirma que las estrellas son espíritus arrepentidos y que en las entrañas de la tierra y de los volcanes están los derrotados pillán rebeldes. 41 Esta es una de las tantas versiones que existen acerca del origen de Trentrefilú y Koykoyfilú.

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En el área de Neuquén es viva la tradición según la cual las dos culebras son hijos de los pillán, aunque en algunos casos se les considera a las dos como hijos de Antü. En las islas Chauques solamente encontré una versión que atribuye a Peripillán la paternidad de Kaikaivilú (nombre williche de Koykoyfilú), sin alguna indicación acerca de la proveniencia de Tentenvilú. También véase el relato recopilado por Bertha Koessler-Ilg (1954). 43 Wekufe o wekufu: espíritu maligno. Probablemente viene de “wekun-fe” (lit. “él que está afuera”) con el sentido de “ser excluído”. Algunos Autores diferentes interpretan ésta exculsión referéndola al ánima y traducen wekufe como “él que no tiene ánima”. 44 Laftrache: enano. 45 Am: ánima. 46 La tradición que ve en Marepuantü (lit. “doce soles”) el primer ser humano, hijo de Antü, es muy antigua, aúnque en en último siglo parece haberse perdido. A Marepuantü se refiere ya el jesuita Luis de Valdivia, a comienzo del siglo XVII, en su Sermón nono: “Gelay ta Mareupuantu, gelay ta Huecuvoe, gelay ta chem chi dúgu rume ta Pillan gealu; ta Mareupuantú gealu, ta Huecovoe gealu cay, antú mogelay, duam gelay. […] Antú mogenolu, vey ta ñi votúm cay (votúm gebule rume ta Mareupuantú mogeabuy? Ta mogenolu cay ta Mareupuantú ta chum gechi mogelabueymnmeu cay, ta coilla dúgu may ta ñi gen ta votúm ta antú. Chumgechi ta gelay ta Mareupuantú, vamchi cay coilla dúgugatu ta ñi gen ta Pillan gechi dúgu”. La insistencia puesta por el padre misionero en negar que Mareupuantu sea hijo del Sol parece indicar que tal creencia fuera muy radicada. Felix de Augusta en “Lecturas Araucanas” (1910, pag. 238-239) afirma: “A nuestro parecer el mito de Mareupuantù, como hijo del sol, cuadraría muy bien en el sistema de la mitología araucana como se ofrece hoy día: El Ng’nechen que es hombre y mujer, tiene hijo que sería el Mareupuantùm que dió la vida á los hombres y á quien se refiriese el sacrificio incruento del maréupu ó marewepull sin que de eso se diesen cuenta los araucanos modernos. Ni estorba el que es hijo supuesto del sol; pues, bien que es cierto que los indios no creen que el sol material sea dios, tampoco puede negarse que sus actos de culto se dirigen hacia el sol, pues el marewepull se lleva procesionalmente hasta la salida del sol, la oreja del cordero victimado se eleva hacia allá, las invocaciones al Ng’nechen se dirigen hacia el mismo lado, los espíritus convertidos en pájaros llevan la denominación de pájaros del sol, porque allí se detienen, cerca del Ng’nechen y desde allí prestan auxilio á los hombres”. 47 Este capítulo corresponde al relato de un machi en Metahue (isla de Butachauque), recopilado personalmente en 1990, pero en nuestra versión Elche ha substituido Ngenechén, que aparecía en la versión original. Esta substitución se hizo necessaria no solamente para devolver coherencia al texto global, sino también para mantener una correspondencia con algunas versiones, al parecer ser muy antigas, presentes en el área de Valdivia-Osorno, dónde el concepto de un “dios que creó a los hombres” se presenta bien diferenciado del “dios que los gobierna”. 48 Una versión parecida ha sido recogida por R. Fritz y M. Contreras en Villarica, como refieren en “El origen del mundo y del hombre en relatos orales de la cultura mapuche”, en Actas de Lengua y Literatura Mapuche, n. 3, Temuco, 1989. Los relatos mapuche donde se afirma que la primera mujer fue una wangulén llevada al Mapu para acmpañar al primer hombre son numerosísimos. 49 Un sacerdote, S. A., y el padre del ngenpín de la comunidad de Chuaico, A. Ñ., relatan que “cayó un rayo que se transformó en mujer llena de luces, y ésta, a través de sus rayos, fue creando el mundo. [...] Estaba todo oscuro, la mujer estaba sentada en un zaguán y para alumbrar pidió traer a Dios la luna, pero todavía estaba oscure y pide las estrellas, más tarde pide el sol y así se hace la claridad y el hombre y la mujer pueden caminar por la tierra” (R. Fritz y M. Contreras, 1989). 50 Acerca del odio del wekufe para el hombre y de su envidia porque solamente a éste los espíritus le dieron la mujer para compañera, Bertha Koessler-Ilg transcrive el relato “Cuando los animales no tenían nombre todavía”, que sin embargo, tiene más características de epew que de nütrám. 51 Cabe destacar que los escasos relatos mapuche que se refieren a la creación de la vida en la tierra, a parte el hombre, casi siempre la atribuyen a la obra de la primera mujer “en cuanto la mujer engendra la vida”. Esta insistencia en una versión que es en contradicción con el texto

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bíblico, tan a menudo absorbido por el nütram mapuche, parecería destacar tanto la originalidad del elemento, cuanto su radicación en el pensamiento indígena. 52 R. Fritz y M. Contreras en Villarica en “El origen del mundo y del hombre en relatos orales de la cultura mapuche” refieren un versión parecida donde es la primera mujer que comanda que vengan la Luna, las estrellas y por fin el sol para alumbrar su creación. En “Monitores Culturas Originarias”, un texto del Mineduc, se propone la siguiente versión (sin indicación de la fuente): “Hace infinidad de lluvias, en el mundo no había más que un espíritu que habitaba en el cielo. Solo él podía hacer la vida. Así decidió comenzar su obra cualquier día. Aburrido un día de tanta quietud decidió crear a una criatura vivaz e imaginativa, la cual llamó "Hijo", porque mucho le quiso desde el comienzo. Luego muy contento lo lanzó a la tierra. Tan entusiasmado estaba que el impulso fue tan fuerte que se golpeó duramente al caer. Su madre desesperada quiso verlo y abrió una ventana en el cielo. Esa ventana es Kuyén, la luna, y desde entonces vigila el sueño de los hombres. El gran espíritu quiso también seguir los primeros pasos de su hijo. Para mirarlo abrió un gran hueco redondo en el cielo. Esa ventana es Antú, el sol y su misión es desde entonces calentar a los hombres y alentar la vida cada día. Así todo ser viviente lo reconoce y saluda con amor y respeto. También es llamado padre sol. Pero en la tierra el hijo del gran espíritu se sentía terriblemente solo. Nada había, nadie con quién conversar. Cada vez más triste miró al cielo y dijo: ¿Padre, porqué he de estar solo? En realidad necesita una compañera dijo Ngnechén, el espíritu progenitor. Pronto le enviaron desde lo alto una mujer de suave cuerpo y muy graciosa, la que cayó sin hacerse daño cerca del primer hombre. Ella estaba desnuda y tuvo mucho frío. Para no morir helada echó a caminar y sucedió que a cada paso suyo crecía la hierba, y cuando cantó, de su boca insectos y mariposas salían a raudales y pronto llegó a Lituche el armónico sonido de la fauna. Cuando uno estuvo frente al otro, dijo ella: - Qué hermoso eres. ¿Cómo he de llamarte?. Yo soy Lituche el hombre del comienzo. Yo soy Domo la mujer, estaremos juntos y haremos florecer la vida amándonos -dijo ella-. Así debe ser, juntos llenaremos el vacío de la tierra -dijo Lituche.” 53 En los tiempos de mis andanzas chilotas, machi Llanquín insistió mucho acerca del hecho que la tierra (con esa palabra entendía los campos, los bosques y las playas) no pertenece a los hombres sino a los “dioses”, los cuales algún día vendrán a vivir en la tierra: “somos custodes y no somos dueños”, solía repetirme. Un concepto similar lo expresó Domitila Cuyul (Chaildad, comuna de Quellón), maestra de paz de la comunidad de Compu. Es difícil definir si aquella insistencia es manifestación de un profundo convencimiento religioso, muy arraigado en su visión ética, o bien consecuencia por haber sufrido profundamente de haber sido desposesados de su campo, viviendo en condiciones de casi indigencia. Sin embargo el concepto que la tierra no puede pertenecer a nadie, y decir que pertenece a los “dioses” viene a ser lo mismo, es coherente con una cultura de recolectores y pastores, cual era la mapuche al momento de la llegada de los castellanos. En el siglo XVI la siembra era una actividad comunitaria y los campos venían abandonados después de muy pocos años de faena. Es decir que aquel concepto es coherente, hasta necesario, con un conjunto mítico elaborado en sus líneas fundamentales en épocas que preceden el desarrollo de la agricultura. 54 El tema fundamental es la descendencia de la primera pareja y del origen de los diferentes lof mapuche (clanes totémicos patrilineales). Se trata por lo tanto de un mito de origen (puede colocarse al comienzo de la creación y también después del diluvio: la situación es idéntica) que trata de explicar el origen de los llituche u hombres antiguos a partir de una sola pareja inicial, evitando soluciones incestuosas, en cuanto la cultura mapuche le tiene horrror al incesto. Ya que el texto bíblico no resuelve el problema, bien se puede afirmar que esta solución es representativa de una tradición original mapuche (o indoamericana) sin influencias occidentales. Hay diferentes versiones sobre el origen de la población humana, las cuales pueden reconducirse a tres arquétipos fundamentales: a) la primera pareja tiene hijos los cuales se unen con los animales (es. el testimonio de Ñanko citado por Sperata de Saunière) y así cada descendencia recibe algunas de las características de la especie animal ancestral, que se convierte en totémica; b) la pareja de niños que sobreve al diluvio viene criada por algunos animales que le dan su propia leche y con aquella reciben sus características (es. Alicia Morel en “Cuentos Araucanos”, sin embargo esta versión no

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resuelve el problema de asegurar un origen no incestuoso); c) cuando suben las aguas, muchos hombres que no logran ponerse en salvo subiendo al cerro Threg-threg se convierten en animales o en rocas y cuando las aguas vuelven a bajar, se unen a los pocos sobrevivientes (se trata de la versión más difundida). El elemento común de todas los testimonios es la unión entre los seres humanos y los animales (o entes inanimados, como las rocas o el viento) para dar origen a los diferentes lof a transmitir a los mismos algunas de las características distintivas de los mismos. En el presente texto, una vez más me mantengo fiel al relato de machi Llanquín, quien me contó que la primera pareja tuvo por cuatro veces sólo “chancletas”; a la pregunta acerca de con quienes se unieron sus hijas contestó: “¿quién sabe? con los animales se habrán unido, ¿con quién más iba a ser?”. Es interesante notar que también en el noto epew del viejo Latrapai (Tratrapai), se habla de la posible unión entre el hombre y diferentes animales, lo cual va a favor de la reminiscencia de una tradición consolidada. 55 A la unión entre las hijas de la primera pareja y los animales se refiere también Hugo Carrasco en “Trentren y Kaikai: segundo nacimiento en la cultura mapuche”, citando Sperata de Saunière. 56 Acerca de los términos “Peñí Epatún” y “llituche” (= pueblo primordial, originario) para los primeros seres humanos, destacamos el testimonio del abate Juan Ignacio Molina, al comienzo de su “Saggio sulla storia civile del Chili”: “I Chilesi chiamano i primi uomini, da’ quali discendono, Pegni-Epatun, vale dire, i fratelli Epatun, ma, eccettuato il nome, non sanno poi altro dell’istoria di questi fratelli loro patriarchi. Li chiamano ancora Glyce, cioè uomini primitivi, o del principio, e nelle loro adunanze gli invocano insieme colle loro Divinità, intuonando ad alta voce: Pom pùm, pum, mari mari Epunamun, Amimalghen, pegni Epatun, ec. I tre primi vocaboli sono al presente d’incerta significazione, e potrebbero prendersi per una sorta d’interjezione, se la voce puon, con che i Cinesi nominano il primo uomo creato, o salvato dalle acque, non c’inducesse a sospettare, che potrebbero avere una nozione analoga.”. 57 Cherufe: ser fantástico y maligno que vive en los cráteres de los volcanes. También puede manifestarse en forma de rocas incandescentes arrojadas por los volcanes. 58 El tema del descubrimiento o dono del fuego es muy difundido y hay numerosas versiones (algunas de las cuales se titulan “Los dioses de la luz”). 59 Lonko: jefe tradicional de un lof (clan). 60 Pewén: araucaria. 61 Es importante este pasaje, donde se esplica que la humanidad poco a poco se vuelve maldadosa, “no por fruto de algún pecado original, sino por simple ley natural”, como escribe Aukanaw en “Pinturas rupestres y pirámides en la Patagonia”. 62 Este capítulo se basa principalmente en las tradiciones williche del área argentina recopiladas por Bertha Koessler-Ilg. Orta Nadal en “Sobre dos aspectos de la mentalidad cuaterna: su probable origen y su presencia en culturas aborígenes de la Argentina” (Anuario n. 9, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe) analizando los relatos recopilados por aquella, distingue entre el tiempo de los llituche, durante el cual se produce la lucha entre las dos culebras, y una sucesiva época de los mawidanche, civilizados por Al Sol. 63 Kümewenu: el bueno del cielo. 64 Mawidanche: pueblo de la montaña. 65 Kallfü: azul. 66 Füchawitranche: gigante. 67 Imbunche: ser monstruoso creado deformando un neonato con artes mágicas. 68 Karekaré: gallináceo del cual se ha perdido memoria. 69 Este paragrafo y los que siguen y que relatan del primer cataclismo que arrasó el mapu se atienen principalmente al relato narrado en 1967 por Rufina Santul de Quila Quila (Neuquén) y citado por Fernández (1995). 70 Kultrún: pequeño tambor. 71 Wentru: hombre. 72 Pifilka: flauta. 73 Domo: mujer. 74 Werkén: mensajero, representante de un clan.

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El investigador Juan Ñanculef Huanquinao explica que el año de los mapuches tiene trece ciclos o meses de 28 días (con 364 días en total) y cuatro estaciones. Las posiciones de la küyen (luna) determinan los meses. Estas son: weküyen (luna nueva), apoküyen (luna llena), nagmenküyen (luna menguante) y pürrakuyen (luna creciente). De esa manera, por ejemplo, epu küyen koni pukem significa el segundo mes del invierno o del tiempo de lluvias. Y kechu kuyen pewü es traducido como el quinto mes de la primavera. Los mapuches usaban a la cintura un tupu o lazo trenzado con trece nudos. Los iban de-satando a medida que transcurrían los meses. La posición del sol y las frecuencias de lluvias determinaban las estaciones del año y éstas no eran simétricas entre ellas. El año mapuche comenzaba con el pukem (tiempo de la lluvia), seguía con el pewü (tiempo del brote), continuaba con el walung (tiempo de la abundancia) y terminaba con el püramwün (tiempo de las cosechas). Antiguamente se agregaba una quinta estación, el rimügeñ (tiempo del descanso de la tierra). 76 Tupu: alfiler. También indica un lazo trenzado con trece nudos que se iban desatando a medida que transcurrían los meses que se colgaba por medio del alfiler (tupu) del cual recibe el nombre por extensión. Es el equivalente del quipu utilizado por los incas. En el área mapuche, recibe también el nombre de püro (lit. nudo, v. Cáceres 1992): se da por supuesto que el uso del tupu sea de influencia quechua, sin embargo no es correcto excluir que corresponda a una expresión cultural original de toda el área andina meridional. 77 Solsticio invernal (21 de junio), que corrisponde al inicio del año solar. Actualmente, We Tripantü se celebra la noche del 24 de junio (noche de San Juan). 78 Los nombres de las temporadas y de los meses son aquellos señalados por Molina (1787). 79 Pukém: inverno. 80 Thor küyén: entre junio y julio. 81 Inanthor-küyén: entre julio y agosto. 82 Win-küyén: entre agosto y septiembre. 83 Pewü: primavera. 84 Pillel-küyén: entre septiembre y octubre. 85 Weul-küyén: entre octubre y noviembre. 86 Inanweul-küyén: entre novembre y diciembre. 87 Walüng: verano. 88 Wefun-küyén: diciembre. 89 Afun-küyén: enero. 90 Kogi-küyén: febrero. 91 Chomüngén: otoño. También se llama püramwün (tiempo de las cosechas). 92 Glor-küyén: marzo. 93 Rimu-küyén: abril. 94 Inanrimu-küyén: mayo. 95 Mariküla-küyén: entre fin de mayo y las dos primeras décadas de junio. 96 Ngenpín: sacerdote (lit. él que posee la palabra para hablar con los espíritus y para entenderlos). 97 Acerca de los seis respetos o mandamientos fundamentales del admapu, véase también César Ancalaf Tragolaf, citado por Castro Venegas (2000). 98 Küimín: estado de trance que se alcanza durante los rituales sagrados, también con la ayuda del sonido rítmico del kultrún y de la ingestión de principios vegetales, entre los cuales no falta nunca el foye (canelo). 99 Filew: destino de ser machi. 100 Ruka: cabaña. 101 A. Willson 1992, M. Osorio 1996, S. Montecino 1997a. 102 S. Montecino 1997b. 103 Es muy significativo el hecho que la enseñanza del arte de la tejeduría y de la alfarería vengan de dos «animales» representados por ancianas mujeres: ancianas, en cuanto la sabiduría es propia de los mayores; mujeres, en cuanto la creatividad, tanto en sentido figurativo cuanto material, es propia de la mujer. Ambas artes son prohibidas a los hombres. En particular, la alfarería supone un espíritu protector «celoso» y que sólo se da con algunas mujeres (S. Montecino 1997b).

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Este capítulo se basa principalmente en las tradiciones williche del área de Neuqén. La versión más amplia de que tengo conocimientos, corresponde a aquella relatada por Abel Kurruhuinca a Berta Koessler-Ilg, y es la que he utilizado como base principal para el presente relato. 105 Tokikura: hacha de pietra. Según la tradición mapuche, no son un artefacto humano, sino una dádiva de los pillán para los hombres que quieren ayudar en alguna empresa. 106 Laftrache: enano. 107 Anchimallén: pequeño duende, generalmente maligno, que asume el aspecto de una llamita que vuela por encima del suelo, a la misma altura de una persona. 108 M.J. Campos Menchaca (1972) ofrece un lindo relato acerca de Purén y Karemawida y del nascimento de la agricoltura: su obra es la principal fuente en esta parte del presente texto. 109 Karümawida (Caremávida en el relato de Campos Menchaca) significa Verde Foresta. 110 Trarilonko: faja que ciñe la frente. 111 Ñuke Mpau: Madre Natura. 112 Kupülwe: cuna que permite llevar a una guagua a los hombros. 113 En esta parte del capítulo se reúnen diferentes temas, todos referidos al olvido de los deberes tradicionales y a la amonestación de los espíritus con el envío de una chelkura. Se trata de un concepto que se repite muchas veces en la tradición mapuche y que por esta razón no puede colocarse en un momento temporal definido: por lo tanto nuestra colocación en esta parte del presente texto es arbitraria. Aparece también el tema del castigo de los hombres, quienes matan a todas las mujeres, salvando unicamente a las niñas. Se trata de un relato muy difundido en el área magallánica y es posible que allí tenga su origen y su difusión en el contexto chilote sea una herencia chono. Sin embargo el tema del exterminio de las mujeres ha sido recogido en los años ‘70 en el sector de Huillinco (Isla Grande de Chiloé) y tiene cierta difusión (o la tenía) en la tradición chilota (véase B. Quintana 1972 y N.García 1989). Además aparece también en algunas tradiciones williche del área neuquina, donde la matanza a veces se produce por obra de los hombres, otras veces a causa de una enfermedad enviada por los espíritus. Es por esta razón que, aún estimando probable que se trate de un tema espurio, lo hemos incluído en el presente texto. En la versión escuchada en Huillinco, que se diferencia de las otras en cuanto una mujer logra salvarse arrancando a nado a través del lago, a veces se cuenta que fue el mismo Koykoyfilú quien la violó, otras veces que fue el Millalobo o bien el Pincoy: personajes que a menudo se sobreponen en los mitos chilotes, sobre todo por lo que se refiere a su procedencia y enlace parental con la grande culebra acuática, y a sus exuberancias amatorias (de hecho, representan siempre una versión chilota del sumpall y hasta el Thrauco, duende de los bosques, sin embargo tiene un nombre que bien pudiera indicar una origen acuática, -ko = agua en mapudungún). También huillincana es la versión según la cual de la segunda violación de aquella mujer se originó el Thrauco. En los relatos neuquinos, el Thrauco aparece en relación a los eventos más antiguos, sin embargo no se da ninguna explicación acerca de sus ancestros o de su origen. 114 En esta parte, el relato corresponde principalmente a la versión recopilada en Metahue (isla de Butachauque). Sin embargo, otros textos similares, por lo meno en los aspectos generales, han sido recopilados en distintos lugares del área williche, sobre todo en el archipiélago chilote. Al contrario, el concepto de cultivo = culpa parece ausente en el área más propriamente mapuche. Esta divergencia puede tener dos explicaciones, sin que éstas tengan que excluírse reciprocamente. La primera es que en el mundo mapuche el concepto de “cultivo” es radicado y plenamente aceptado y, por lo tanto, ya no puede ser vivido como culpa, mientras que en el área chilota el atraso cultural y las condiciones climáticas han mantenido hasta tiempos más recientes la importancia predominante de la recolección sobre cualquiera otra forma de sustentamento. La segunda es que haya habido una influencia importante del mito presente en las poblaciones kawéskar y que trata de la culpa de las mujeres (haber violado un tabú) y del castigo que consiste en la matanza de todas aquellas que tienen edad para engendrar. El presente relato introduce estos elementos por ser muy coherentes con el texto global y por su gran interés antropológico, pues ilustran claramente el conflicto cultural profundo que se produce en una sociedad cuando se pasa de una economía basada en la recolección (con neto predominio del hombre sobre la mujer), a otra

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basada en las actividades agrícolas (donde las mujeres generalmente asumen un rol muy importante). 115 Chelkura: piedra con forma de hombre. 116 Pichi domo: niñita. 117 Este capítulo corresponde a la rielaboración de una tradición bien radicada en Chiloé y, en particular, en la isla de Quinchao. En este caso, sobre todo el texto se atiene sobre todo al testimonio entregado en 1970 por un campesino williche residente en Chequián, quien tiene fama de machi y al cual corresponde velar sobre la cueva que se encuentra cerca de su abitación. Se trata de una cueva que, por importancia “mágica”, se considera segunda solamente a la de Quicaví. Yo pude visitar la cueva de Chequián en 1970, acompañado por su “custode”, en cuanto tuve “autorización” para hacerlo gracias a la intervención de un machi achaíno, Braulio Otey (el cual prevalentemente actuaba como yerbatero, pero de vez en cuando practicaba machitún, aúnque solamente cuando se encontraba con personas bien conocidas, por miedo que lo tacharan de brujo). Braulio Otey estaba constantemente en contacto con alguna organización de machi (tal vez la Mayoría), de la cual no obstante nuestra amistad nunca quiso hablarme. Sin embargo me dijo que es a esta organización que había trasmitido mi demanda de visitar la cueva de Chequián, apoyándola, y que la misma al cabo de algunos tiempos había resuelto de permitírmelo. Amador Cárdenas, conocido folclorista recientemente desaparecido, me acompañó hasta Chequián, donde un machi guardián de la cueva, quien estaba enterado de mi visita y del hecho que tenía autorización para entrar en ella (Amador, sin embargo, no pudo acompañarme para visitarla por no tener permiso): antes de ingresar, el machi me pidió de sacarme de encima cualquier objeto que fuera de metal, también el cinturón de los pantalones, y de empeñarme en no dar nunca ninguna seña que perimitiera encontrar la cueva. Un par de años más tarde conseguí, siempre a través de Otey, permiso para visitar Quicaví, pero cuando estaba por ralizar mi viaje el golpe de Pinochet lo impidió. 118 En esta parte nos atenemos a una versión recogida en Huillinco en los años ’50. Esta tradición hasta los años ‘70 era bastante conocida en todo el ámbito chilote: sin embargo actualmente parece quedar poca memoria de la misma. 119 La memoria de una mujer mítica que tuvo mellizos albinos y que tuvieron que ser sacrificados es presente en todo el mundo mapuche. 120 Existen otras versiones acerca del origen del Thrauco, figura presente en la tradición de toda el área williche, pero que asumió un rol central en la cultura chilota, rol que todavía mantiene y que se extendió a la sociedad mestiza y también hispánica. El término Thrauco (Trauco, Chauco) parece derivar de una memoria muy antigua, que precede a la tradición mapuche, al igual que la de Koykoyfilú y de la Pincoya (originariamente Pincoy, después separado en dos diferentes personajes), todos caracterizados por ser acuáticos y por el morfema "-koy-" (tanto en forma de prefijo cuanto de sufijo) cuyo significado es agua ("ko" en mapudungún). Es posible que sea cuanto sobrevive de una cultura canoera premapuche (los cunco o los chono) presente en todo el área costero entre el río Calle-Calle y el archipiélago de los Chonos. Probablemente se trataba de un personal central de la tradición indigena chilota, como lo demuestra su elevada supervivencia y su grande difusión en todo el archipiélago, difusión extendida también a la sociedad mestiza e hispánica. En cuanto a la omonimía entre el Thrauco chilote y aquello mapuche del área neuquenina (el lonko de los fúchawitranche), ambos considerados hijos de Koykoyfilü, no es claro se se trate de dos figuras homónimas, o de una misma figura. En el presente texto los hemos considerados diferentes únicamente por razones de coherencia temporal en la sucesión de los hechos narrados. 121 Paweldún: que produce hinchazón. 122 Pewén: araucaria. 123 Wiñi: lana. 124 Malén: jovencita. 125 Ruka: cabaña. 126 Pougtén: machi que quita el susto producido por la visión del Thrauco.

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También este capítulo corresponde fielmente a cuanto nos relataron en Chequián (v. nota precedente), pero corresponde rigurosamente a la tradición presente en todo el archipiélago chilote: la única diferencia es relativa a los nombres geográficos, pues son numerosos los lugares donde se sostiene que es allí que había nacido la hija del Thrauco. 128 Werkén: mensajero, ambajador. 129 Lita: bandeja de mimbre. 130 La descripción de la batalla entre Trentrenfilú y Koykoyfilú corresponde a la tradición chilota. 131 Hubo un tiempo muy antiguo, cuando el desorden se impuso, entonces el mar se salió de su álveo, sí, el mar se salió de su álveo: en esos tiempos ya vivían Koykoy y Trentren. Así cuentan los antiguos mapuche: “cuando Koykoy grita, es porque todos vamos a desaparecer; pero si grita más fuerte Trentren, entonces vamos a sobrevivir”. Las aguas salieron de su álveo, el mar salió de su álveo: viendo como subían las aguas y con cuanto ruido se subían, una vieja machi celebró su rogativa. Sin embargo las aguas subían. Entonces hubo un grito: “¡la culebra!”. Se salió y arrancó todo, también los grandes eucaliptus: arrancaba los árboles más grande y no cesaba de rugir. Entonces las aguas subieron y llegaron donde se encontraba Trentren. Alguien buscó refugio en una alta montaña con dos cumbres apareadas; alguien subió y vio que allí podía salvarse, y todos subieron y allí imploraban: entonces las aguas no alcanzaron la cumbre de esa montaña. Sin embargo se oyó despacio el grito de Koykoy: “¡Ay! ¿Qué hacer? Nada, pues esa culebra es un wekufe!”. Todos se acercaron los unos a los otros. Nuevamente gritó despacito Koykoy, pero luego gritó Trentren, y entonces cuando él gritó todos los que estaban dijeron: “¡Ay! por fin tú estás, espíritu universal: ¡sobreviviremos!”. (Pentukun, 5-1996). 132 Sumpall o sumpalwe: ser acuático mitad hombre y mitad pez que vive en los ríos y en las lagunas, generalmente con función protectora. 133 Mankial: ser humano convertido en piedra (a veces, también cumple con la función de proteger el lugar donde se encuentra). 134 En algunas versiones del ngütram se salva una sola pareja y en otras un solo hombre o una sola mujer, que se reproducen uniéndose a los animales. En fin hay otras versiones en la cual se relata que los hombres convertidos en sumpall y en mankian, aúnque no logren recuperar su forma humana, sin embargo logran engravidar la pocas mujeres (o la única) que han sobrevivido al diluvio. Pablo Manquenahuel M. de Temuco afirma que “finalmente se salvaron cuatro personas, una pareja de ancianos, Kuse y Fucha, y una pareja de jóvenes, Ulcha y Weche. Los ancianos transmitieron la sabiduría a los jóvenes y estos, a su vez, a sus hijos pequeños quienes seguirían poblando la tierra”. Esta versión que considera a dos parejas sobrevivientes reafirma el principio tetraédrico mapuche y es compartida por otros sabios mapuche. 135 Juan Ignacio Molina en “Saggio sulla Storia civile del Chili” (Bologna 1787) anota que “non si salvarono se non poche persone sopra un alto monte diviso in tre punte detto Thegtehg, cioé il romoreggiante, o lo scintillante, che aveva la virtù di galleggiare sull’acque”. 136 Kawel: delfín. 137 Tradición recogida en Tenaún, que relacionan la leyenda chilota del Caleuche, de origen colonial, con la memoria de un precedente vivencia del Kawelche. 138 Vedi nota anterior. 139 Se trata del volcán Osorno que, verosímilmente, antiguamente se llamaba Peripillán. 140 Mankial: hombre convertido en piedra por voluntad de los espíritus para castigarlo por alguna afrenta cometida. 141 También éste capítulo es fiel al texto recopilado en Metahue (isla de Butachauque), pero corresponde a la tradición presente en toda el área de Llanquihue y Chiloé: la memoria de Likarayén sigue siendo muy viva, como demuestra la frecuencia con que aparece este nombre en diferentes contextos. 142 Pudú: venado. 143 Wala: pájaro acuático de color negro. 144 El tema del sacrificio de Likarayéri es tan conocido y difundido cuanto aquello de la lucha entre Tenten y Koykoy, y su área de notoriedad coincide con aquella del tema de la lucha entre las dos culebras. Nuestro relato corresponden a una síntesis de diferentes textos, entre los cuales hay

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algunas diferencias. La mayoría de los Autores lo consideran el relato del sacrificio de Likarayén como un epew autónomo y sólamente unos pocos lo ponen en relación al diluvio y a la lucha entre las culebras. En todas las numerosas versiones, coinciden siempre los nombres de los protagonistas, con pequeñas variantes ortográficas: Likarayén, cuyo significado pudiera ser "flor arrojada al Volcán"; Kütralpiuke (o Kitralpike), "corazón ardiente"; Peripillán (o Pirepillán), "pillán nevado", casi siempre identificado con el volcán Osorno. Todas las versiones del relato de Likarayén relacionan su sacrificio a la necesidad de poner término a un período prolongado de cataclismos naturales (terremotos, erupciones, lluvias y nevazones intensas) causado por la rivalidad entre un pillán maligno y un pillán benigno (o el mismo Ngenechén), aúnque solamente en algunos relatos se hace coincidir el cataclismo con el diluvio y la lucha de las dos culebras. En la presente versión, el relato de Likarayén viene puesto a conclusión de la lucha entre Trentrén y Koykoy, así como lo hizo el machi Llanquín (Metahue de Butachauque) cuando me lo narró, en cuanto: todos los relatos coinciden en afirmar que el diluvio tuvo fin con un sacrificio humano; cuando hay memoria del diluvio, también hay memoria del sacrificio de Likarayén, aúnque no vengan narrados en forma secuencial; en las numerosas versiones del relato de Likarayén, al origen del mismo está la contraposición de dos entidades (pillán o espíritus), una que favorece al hombre y otra que lo desfavorece, aún cuando no se hable de las dos culebras; por la constante presencia inicial de un cataclismo destructor que se produce a través de intensas precipitaciones de lluvias o nevosas. En cuanto al cataclismo, su existencia es históricamente cierta y tal vez podría coincidir con la conclusión de la glaciación del Winsconsin en el área del archipiélago (alrededor del 10.000 aC), cuando las temperaturas se vuelven más cálidas, aumenta la temperatura media, se produce un importante inalzamento del nivel marino que causa la separación de Chiloé del continente, y se da una intensa actividad volcánica (¿también sísmicas? es muy verosímil), como lo demuestra la presencia arqueológica de vastas capas de ceniza en todo el archipiélago, una actividad que bien podría haber acelerado el disolvimiento de algún ventisquero que se colocaría como una barrera entre el mar interior de Chiloé y el Atlántico, produciendo un levantamiento rápido y definitivo del nivel marino. Nos encontramos en una época donde el hombre era presente y, por lo tanto, testigo de estos eventos, los cuales se manifestarían bajo la forma de levantamiento del mar en Chiloé, y de grandes lluvias en Llanquihue. Un evento que impresionó profundamente la memoria de aquellos primeros moradores (no es casual que el diluvio se coloca en todos los relatos en una época que es la de los llituche, es decir de los primeros seres humanos), pero con imágenes diferentes en las áreas geográficas de Chiloé y de Llanquihue. 145 Trutruka: trompeta de caña. 146 Kultrún: tamboril. 147 En este capítulo el texto recogido en Metahue ha sido integrado por otras tradiciones propias del área de Osorno. 148 Pewü: primavera. 149 Diego de Rosales, Historia General del Reyno de Chile Flandes Indiano, tomo I, p. 4-6, Ed. El Mercurio, Valparaíso 1877. 150 Véase Vásquez de Acuña 1986 para una discusión sobre una origen no mapuche del mito. 151 Lincomán 1990. 152 Contreras 1966. 153 Piuchén: encantado. 154 Cabe destacar la forma de relatar el acontecimiento como si éste fuera muy cercano y dentro de la memoria de pocas generaciones. 155 Gissi Barberi 1997. 156 El término ‘cristiano’ quiere indicar a una ‘persona’, ser humano, en general , sin distinción de fe. 157 ‘Pu’ es un prefijo que se emplea para formar el plural y también para indicar ‘entre muchos’: ‘Putrentren’ puede traducirse como ‘los Trentren’ o bien con ‘entre muchos Trentren’. 158 Tripai: salida de las aguas (en mapudungún). 159 Varos: varas.

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