TRATA DE ESCLAVOS, COMERCIO “LEGÍTIMO” Y COLONIALISMO CASAMANCE EN EL SIGLO XIX (1800-1880)

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TRATA DE ESCLAVOS, COMERCIO “LEGÍTIMO” Y COLONIALISMO CASAMANCE EN EL SIGLO XIX (1800-1880)

Eric García Moral Máster en Historia del Mundo Trabajo Final de Investigación Tutorizado por Josep M. Fradera

ÍNDICE

Lista de mapas ...................................................................................... pág. 2 Resumen ................................................................................................ pág. 3 Nota sobre la transcripción de los nombres ....................................... pág. 3

1. Introducción ...................................................................................... pág. 4

2. Debates historiográficos en torno al s.XIX en África Occidental ............................................................................................. pág. 9 2.1 El final de la trata, el desarollo del comercio legítimo y la conquista colonial ..................................................................... pág. 9

2.2 Las revoluciones musulmanas del siglo XIX ..................... pág. 22

3. Casamance en el siglo XIX............................................................... pág. 25 3.1 Los principales habitantes de Casamance .......................... pág. 26

3.2 Casamance durante la trata de esclavos atlántica ............... pág. 30

3.3 Casamance en la primera mitad del siglo XIX ................... pág. 39

3.4 Casamance en la segunda mitad del siglo XIX .................. pág. 58

4. Conclusiones ...................................................................................... pág. 94 4.1 Balance de la primera mitad del siglo XIX ........................ pág. 94

4.2 Balance de la segunda mitad del siglo XIX ....................... pág. 97

4.3 Posibilidades y herramientas para la investigación histórica de la temática................................................................................ pág. 100

5. Bibliografía y fuentes ....................................................................... pág. 103

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MAPAS

Mapa 1. La región de Casamance en Senegal .................................... pág. 5

Mapa 2. Vista satélite de la Baja Casamance ..................................... pág. 7

Mapa 3. Las etnias de Casamance hacia 1850 ................................... pág. 26

Mapa 4. La Baja Casamance ............................................................... pág. 31

Mapa 5. Extensión aproximada de Gabou ......................................... pág. 36

Mapa 6. Principio de la presencia francesa en Casamance .............. pág. 39

Mapa 7. La Media Casamance ............................................................ pág. 44

Mapa 8. I. Guerras entre Fouta Djallon y Gabou/ II. Las guerras en la Media Casamance ........................................................................ pág. 48

Mapa 9. Zona diola ............................................................................... pág. 58

Mapa 10. Expediciones contra Tionk y Hilor (1860)......................... pág. 67

Mapa 11. Pueblos diolas y pueblos de extranjeros ............................ pág. 76

Mapa 12. Ofensivas foulas contra Gabou (1867) ............................... pág. 81

Mapa 13. Zona malinké. Alrededores de Sédhiou ............................. pág. 81

Mapa 14. Expedición de Pinet-Laprade en la Media Casamance .... pág. 83

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Palabras clave: Senegal, Casamance, esclavitud, comercio, colonialismo, sociedad, diola, mandinga.

Resumen: El siglo XIX africano ha sido objeto de grandes debates historiográficos. Entre ellos destacan los referidos al final de la trata de esclavos atlántica, el desarrollo del llamado comercio “legítimo”, las revoluciones musulmanas y la conquista colonial. La región de Casamance (sur de Senegal) ha sido poco estudiada en términos históricos, sobre todo el período anterior al siglo XX. En este trabajo se pretende dar cuenta del estado actual del conocimiento sobre el período que va de 1800 a los años 1880, y apuntar algunas reflexiones que permitan encarar una futura investigación doctoral. La diversidad y complejidad de la región dibuja un panorama socio-político dinámico que presenta algunas similitudes con otros estudios de caso del África occidental (en el caso de la zona mandinga de la Media Casamance) pero también multitud de diferencias o particularidades (especialmente en la Baja Casamance, habitada en gran parte por población diola). En la primera tuvo lugar la sustitución de la antigua élite guerrera de religión tradicional, cuya prosperidad descansaba en el comercio de esclavos, por nuevos poderes musulmanes, mientras que en la segunda la inexistencia de una élite de ese tipo y el rechazo a comerciar directamente con los europeos produjo una evolución histórica muy distinta. En conclusión, la trata de esclavos, el desarrollo del comercio “legítimo” en productos agrícolas (cacahuete y arroz), y la presencia colonial tuvieron una gran relevancia a lo largo del siglo XIX. En este trabajo se discutirá cómo afectaron estos tres elementos a las estructuras socio-políticas de Casamance.

Nota sobre la transcripción de los nombres La ortografía de los nombres propios y términos de origen africano está mal fijada. Aquí se ha realizado un esfuerzo para uniformar y simplificar esta ortografía utilizando el “código francés” en la medida de lo posible.

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1. INTRODUCCIÓN Este trabajo de fin de máster pretende ser una preparación para una futura investigación más exhaustiva en el marco de una tesis doctoral. Se trata de una antesala, de una primera aproximación a una problemática histórica concreta que pretende señalar nuevas vías para investigaciones posteriores. Esta naturaleza preparatoria y aproximativa parece la más lógica para alcanzar un conocimiento básico sin tener que recurrir a un amplio abanico de fuentes primarias. La limitación en cuanto a fuentes con las que trabajar en estos momentos se debe a una simple razón geográfica: los archivos a consultar se encuentran en Dakar, la capital de Senegal, y en Aix-en-Provence, Francia. El verano del presente año tenía planeado realizar una estancia en Senegal de dos meses en los que buscaba acceder a los archivos. Sin embargo, un desafortunado accidente a los siete días de estar en el país africano me obligó a volver y me impidió empezar mi investigación archivística. Es por esta razón que las fuentes citadas en las siguientes páginas serán de dos tipos: las que aparecen en la bibliografía sobre el tema y las que he podido recopilar gracias a la digitalización de algunos valiosos documentos en internet. De estas segundas destacan los textos de Emmanuel Bertrand-Bocandé, escritos entre 1849 y 1856 y de un valor histórico incuestionable. Por lo tanto, este trabajo constituye un estado de la cuestión, aderezado con la utilización de las fuentes que he podido consultar, y acompañado de algunas reflexiones personales, cuyo objetivo es el de apuntar algunas vías de futuro para avanzar en el estudio de las cuestiones aquí tratadas.

La Historia del siglo XIX en África ha sido objeto de multitud de debates historiográficos (véase el punto 2). Estos debates se han centrado en cuatro aspectos: el final de la trata de esclavos atlántica y su impacto en África; el desarrollo del llamado comercio “legítimo” y sus efectos en África; las revoluciones musulmanas; y la penetración colonial. Cada uno de ellos ha generado posturas contrapuestas que aún hoy siguen en plena discusión, si bien es cierto que en determinados casos se ha llegado a algún tipo de consenso. En el caso del África Occidental, muchas de sus regiones han sido objeto de este debate y han servido de escenario para probar, descartar o discutir hipótesis. Las regiones más estudiadas han sido la del Golfo de Benin (los actuales países de Nigeria, Benín y Togo), la Costa de Oro (República de Ghana), la Costa de los Esclavos (Costa de Marfil) y, por último, Senegambia (Senegal, Gambia, Guinea -4-

Bissau). La región de Casamance, objeto de nuestro estudio, se inserta en esta última zona, los trabajos sobre la cual han tendido a generalizar a partir de las dinámicas de alrededores del río Gambia y del norte de Senegal.

Mapa 1. La región de Casamance en Senegal. Fuente: Roche, Histoire de la Casamance…, p. 16

La temática que pretende analizarse es la de los efectos que la trata de esclavos, el comercio “legítimo” y la presencia colonial generaron en Casamance (sur de Senegal) durante un período concreto del siglo XIX (1800-1880). Se trata de una región periférica dentro de la antigua colonia de Senegal y también dentro del engranaje de la trata de esclavos deplegada desde el África occidental hacia el océano Atlántico. Además, es una parte particular y conflictiva del Senegal contemporáneo. Particular por su situación geográfica, al estar separada del norte debido a los territorios gambianos, y por estar habitada por un amplio número de pueblos o etnias con culturas marcadamente diferenciadas de las de los pueblos más septentrionales. Conflictiva porque desde 1982 se ha desarrollado un conflicto armado de tipo secesionista, que actualmente ha sido etiquetado de baja intensidad y se encuentra en vías de resolución diplomática. En los últimos treinta años, los principales estudios históricos han girado en torno al conflicto bélico.1 El resto de estudios han tendido a ser de corte antropológico o etnográfico. En

1

Véase por ejemplo: Ferran Iniesta, “Jacobins Contra Casamance: A Propòsit de La Teoría Política Deixada per França a Senegal,” en Étnia i Nació als mons africans, ed. Alfred Bosch (Barcelona: L’Avenç, 1995); Claude Marut, Le Conflit de Casamance: Ce Que Disent Les Armes (Paris: Karthala, 2010); Jordi

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definitiva, la historia de Casamance ha sido vagamente estudiada, sobre todo la anterior al siglo XX. De hecho, casi podríamos contar con los dedos de una mano los libros consagrados al desarrollo histórico de la región.2 Por lo que se refiere al siglo XIX, ningún autor ha tratado los debates antes citados para la región que nos ocupa. Roche estudió la resistencia a la penetración francesa, Linares realizó una investigación próxima a la antropología, Girard trató la región desde un estudio arqueológico, Baum se centró en el tema religioso, Mark en el arquitectónico y, por último, Méguelle trató los problemas a los que se enfrentaron la estructuras coloniales francesas al querer establecerse en Casamance. Por lo tanto, las dinámicas surgidas tras el final de la trata atlántica y el desarrollo del comercio “legítimo” si bien pueden haber sido tratadas tangencialmente, no han sido evaluadas en profundidad. Como veremos, al insertar Casamance en los debates historiográficos de gran alcance vemos que presenta algunas similitudes con las grandes hipótesis pero también grandes divergencias debido a su fuerte particularidad. Resulta complicado, sin embargo, formular hipótesis basándose éstas en la literatura académica. Una investigación exhaustiva de las fuentes y una inmersión en la historia oral de la región se antojan fundamentales para poder progresar en el conocimiento de su historia. Al hablar de Casamance hay que distinguir entre la Baja y la Media/Alta Casamance.3 La primera, en la fachada atlántica, se encuentra habitada por multitud de pueblos entre los que son mayoría los diolas. Históricamente, los diola no han formado grandes estados. De hecho, su vida en comunidad se regía por autoridades de tipo religioso (los llamados reyes-sacerdotes) o por consejos de sabios que se ocupaban de su propio pueblo o familia. Por lo tanto, podríamos convenir que la Baja Casamance era un mosaico de comunidades diferenciadas y políticamente independientes los unos de los otros. Por otra parte, como veremos en el apartado 3, los diolas no participaron Tomàs, “Casamance: El Particularismo Inquietante,” en Secesionismo en África, ed. Jordi Tomàs (Barcelona: Bellaterra, 2010). 2 Esta podría ser una relación de la principal producción historiogràfica sobre la Casamance “precolonial”: Christian Roche, Histoire de La Casamance: Conquête et Résistance: 1850-1920 (Paris: Karthala, 1985); Olga F. Linares, Power, Prayer and Production. The Jola of Casamance, Senegal (Cambridge University Press, 1992); Jean Girard, L’Ord Du Bambouk. Une Dynamique de Civilisation Ouest-Africaine. Du Royaume de Gabou À La Casamance (Georg Éditeur, 1992); Robert M. Baum, Shrines of The Slave Trade. Diola Religion and Society in Precolonial Senegambia (Oxford University Press, 1999); Peter Mark, “Portuguese” Style and Luso-African Identity. Precolonial Senegambia, Sixteenth-Nineteenth Centuries (Indiana University Press, 2002); Philippe Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola: Les Difficultés de La Politique Indigène de La France En Basse-Casamance (Sénégal), 1828-1923 (Paris: L’Harmattan, 2012). 3 A lo largo del trabajo se acompañarán los textos con mapas que permitan situar las explicaciones de manera precisa.

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directamente en la trata de esclavos con los europeos (salvo alguna excepción). La Media Casamance, por su parte, está habitada en su mayoría por mandingas, mientras que en la Alta predominan los foulas. Los primeros dispusieron de un gran estado o reino confederal, dividido en diversas provincias: Gabou. En este estado existía una élite de origen mítico o legendario a quienes se atribuía poder espiritual o mágico y que conformaban la aristocracia guerrera del país, que participó de lleno en la dinámica de la trata con los europeos. Otro aspecto a tener en cuenta es el de la geografía física de la región. La región recibe el nombre del río que la surca y baña sus tierras. Dicho río cuenta con multitud de afluentes y está rodeado de marismas, pantanos y pequeños cursos de agua. La imagen de una tierra fértil, verde y húmeda se corresponde sobre todo a la Baja y a parte de la Media Casamance. La Alta, por su parte, es una zona más árida parecida a las sábanas del norte del país. Estas características físicas hacen de la subregión un lugar de difícil acceso y de posibilidades agrícolas innegables. Por ejemplo, en la desembocadura del río destaca la presencia de grandes arrozales que, por otra parte, también se encuentran diseminados a lo largo de toda la zona de la Baja Casamance.

Mapa 2. Vista satélite de la Baja Casamance. Fuente: Google maps.

En definitiva, se disciernen dos escenarios muy distintos dentro de la región de Casamance. Cada subregión debe tratarse por separado sin por ello olvidar los lazos que pudieron establecerse entre ellas. El caso de la Media Casamance ofrece elementos comparables a algunas zonas estudiadas por la historiografía. En el siguiente apartado se apuntará que una de las principales discusiones entre los historiadores africanistas es si las élites africanas sufrieron una crisis de adaptación al nuevo comercio “legítimo”. El -7-

caso de Gabou presenta, como se verá, aspectos interesantes que añadir a la problemática.

La estructura del trabajo es simple y está dividida en cinco grandes apartados: 1. Introducción; 2. Debates historiográficos sobre el siglo XX en África Occidental; 3. Casamance en el siglo XIX; 4. Conclusiones; y 5. Bibliografía y Fuentes. Cada uno de ellos puede estar dividido en diversos epígrafes cuyo objetivo es conseguir un discurso más claro y ordenado. En el segundo apartado se presentan las principales discusiones historiográficas de los últimos 30 años referentes al siglo XIX en África Occidental. Se prestará especial atención a las hipótesis referentes a Senegambia, zona en la que se inserta la región a estudiar. En el tercer apartado hablaremos de Casamance. En cada uno de los epígrafes (Casamance durante la trata de esclavos atlántica, Casamance en la primera mitad del siglo XIX y Casamance en la segunda mitad del siglo XIX) se hará otra distinción entre Baja Casamance y Media/Alta Casamance, cuya lógica se encuentra en las diferentes dinámicas que experimentaron ambas subregiones durante el período. Este apartado será en su mayoría un estado de la cuestión pero también se aportarán nuevas ideas apoyadas en las fuentes primarias con las que he podido trabajar o preguntas que susciten cierto interés. En el cuarto apartado, se sintetizarán los principales resultados de mis análisis, se apuntaran algunas de las carencias o “huecos” historiográficos por llenar y se presentaran algunas vías de futuro para avanzar en el estudio de la temática. Esto último, además, irá acompañado de una breve explicación de las fuentes históricas con las que contar en investigaciones venideras. Por último, es necesaria una justificación sobre el por qué del límite cronológico del trabajo. Se han establecido los primeros años de la década de 1880 como límite cronológico del trabajo debido a dos motivos. El primero es el espacio. En un trabajo de estas características se hacía imposible alargar la cronología hasta más allá de esa fecha. De haberlo hecho se corría el riesgo de querer abarcar demasiado y, por lo tanto, de realizar unos análisis menos meditados y profundos. La segunda razón obedece a una lógica más histórica. En esta década se inició realmente la conquista y la penetración francesa en Casamance. Desde entonces, muchos de los cambios acaecidos estuvieron supeditados a este hecho. Además, a partir de los años 1880 surgieron una serie de líderes musulmanes cuyas acciones alteraron en gran medida el paisaje político-social -8-

de algunas zonas de la región. En cambio, los años anteriores a 1880 presentan una serie de dinámicas previas tanto a los grandes movimientos musulmanes como a la penetración colonial y a la nueva dinámica de pactos y enfrentamientos que esto conllevó. De hecho, las décadas anteriores constituyen el caldo de cultivo que llevó a la situación desarrollada a partir de 1880. Los cambios socio-políticos que se intuyen y se apuntan en este trabajo sirven para comprender mejor el escenario en el que se proyectó la penetración colonial. Por todo ello creo que, debido al propósito de esta primera aproximación y a los motivos recién expuestos, la limitación cronológica es la adecuada para este trabajo.

2. DEBATES HISTORIOGRÁFICOS EN TORNO AL SIGLO XIX EN ÁFRICA OCCIDENTAL

El análisis historiográfico sobre las consecuencias del final de la trata de esclavos atlántica y su substitución por el llamado comercio “legítimo” ha centrado gran parte de los debates historiográficos en torno al África Occidental durante el siglo XIX.4 Ambos elementos, final de la trata y desarrollo del nuevo comercio en productos agrícolas, han sido también relacionados de un modo u otro con la posterior conquista colonial. En las siguientes líneas se pretende dar muestra de las diversas opiniones expresadas por los historiadores. Para ello, se acudirá a explicaciones aplicadas a zonas concretas del África Occidental, con especial atención a las referentes a Senegambia, zona en la que se encuentra Casamance.

2.1 El final de la trata, el desarrollo del comercio legítimo y la conquista colonial El historiador británico Robin Law ha sido quien ha escrito más profusamente sobre las tradiciones historiográficas que nos ocupan5. El presente análisis seguirá en 4

El término “legítimo” está claramente abierto a objeción. Por una parte, resulta eurocéntrico ya que aunque la trata de esclavos se tornara ilegal para los europeos continuaba siendo “legítima” en las sociedades africanas. Por otra parte, el término tiende a ocultar el hecho de que otros productos (como los productos agrícolas tales como el aceite de palma), además de los esclavos, eran exportados desde África antes de la abolición de la trata atlántica. Sin embargo, el término está tan arraigado en la literatura académica que es difícil evitar su utilización. 5 Robin Law, ed., From Slave Trade to “Legitimate” Commerce. The Commercial Transition in Nineteenth Century West Africa (Cambridge University Press, 1995); Robin Law, “The Transition from Slave Trade to ‘Legitimate’ Commerce,” in From Chains to Bonds, ed. by Doudou Diène (Berghahn Books, UNESCO Publishing, 2001).

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gran medida los patrones dibujados por Law, aunque incidiremos más en los aspectos de la discusión que conciernen a la región senegambiana. En términos generales, el debate se originó a partir de los años 1960s. Basil Davidson fue uno de los primeros historiadores en pronunciarse en una obra publicada originalmente en 1961 y dedicada al impacto de la trata de esclavos6. Davidson consideraba que la trata atlántica había tenido un impacto destructivo en las sociedades africanas. Así, pese a que el final de la trata podría podría ser visto como algo positivo, considera que la abolición del tráfico de esclavos fue igualmente negativa y disruptiva para las sociedades africanas:

«The ending of the trade was of tremendous significance for Africans and Europeans on the Guinea Coast. It upset the trading habits of four full centuries, undermined systems of government, disrupted social customs and opened the way for European intervention».7

En síntesis, el final de la trata produjo, en opinión del historiador británico, una crisis económica en las sociedades africanas que condujo a convulsiones políticas y que, ulteriormente, provocaría la intervención imperialista y la anexión colonial. La tesis de Davidson queda bien reflejada en la siguiente frase:

«La trata de esclavos, la crisis de su abolición y la invasión colonial fueron aspectos de un proceso continuo. Así, el antiguo consorcio costero […] allanó el camino para el sistema colonial.»8

Cuando Davidson publicó su trabajo había, sin embargo, muy pocos estudios sobre la temática. Tal y como indica Law, el historiador británico estaba generalizando a partir de un caso de estudio particular y concreto: la monografía pionera sobre los estados del delta del Níger de Kenneth Dike, publicada en 1956.9 En ella, el historiador nigeriano argumentaba que el cambio de esclavos a aceite de palma había provocado efectos sociales y políticos disruptivos en las comunidades de la región. El cambio en el comercio, según Dike, debilitó la autoridad de la élite gobernante y posibilitó que 6

Basil Davidson, Black Mother. Africa, The Years of Trial (London, 1961). Citado en Law, From Slave Trade to “Legitimate” Commerce…, p. 1. 8 Basil Davidson, Madre Negra (Barcelona: Luis de Caralt, 1965), p. 288. 9 K. O. Dike, Trade and Politics in the Niger Delta 1830-1885 (Oxford University Press, 1956). 7

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hombres de origen esclavo adquirieran riqueza con la que acrecentar su poder político. Esto condujo a tensiones, que el historiador definió como guerras civiles. El ejemplo de Davidson y Dike nos sirve para observar la tendencia que señala Law en los primeros momentos del debate. Dicha tendencia fue la de extender geográficamente el alcance del argumento de Dike, identificando procesos más o menos análogos de trastornos sociales y políticos entre otras sociedades del África occidental. Para Law, la extensión del argumento de los estados intermediarios (middleman states), estudiados por Dike, a sociedades del hinterland, que estaban envueltas en la producción y marketing de bienes de exportación, fue especialmente crítica. En 1968, el historiador británico A.G Hopkins publicó su estudio sobre Yorubaland.10 En él relacionó las guerras endémicas del siglo XIX con el cambio comercial en las exportaciones de esclavos a aceite de palma. La transición comercial habría socavado la riqueza y el poder de las élites dirigentes, provocando que éstas reaccionaran mediante la guerra y el saqueo con el objetivo de mantener sus ingresos, hasta ese momento largamente dependiente de la trata de esclavos. Estos conflictos provocarían, ulteriormente, la anexión británica. De este modo, la presión de la transición comercial contribuyó, siguiendo el razonamiento de Hopkins, a la partición de África. Fue en este estudio cuando el historiador británico acuñó el concepto de “crisis de adaptación” para referirse a los problemas de las antiguas élites dirigentes para adaptarse a la transición comercial post-trata atlántica de esclavos. En 1972, Martin A. Klein analizó de manera similar el desarrollo de las exportaciones de cacahuete para la zona de Senegambia.11 Como Hopkins, el historiador canadiense argumentó que la transición comercial contribuyó al derrocamiento del orden político existente y a la explosión de las revoluciones musulmanas a partir de los años 1860 (véase 2.2). Además, ambos autores argumentaron que los jefes militares que controlaban el tráfico de esclavos tuvieron menos facilidad para controlar el nuevo comercio en productos agrícolas, ya que éste estaba abierto a pequeños comerciantes y agricultores. Es algo que Klein expresó de manera diáfana:

10

A. G. Hopkins, “Economic Imperialism in West Africa: Lagos, 1880-92,” Economic History Review, 21 (1968), 580–606. 11 Martin A. Klein, “Social and Economic Factors in the Muslim Revolutions in Senegambia,” Journal of African History, 13 (1972), 419–41.

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«Whereas the slave trade strengthened the élite, the peanut trade put money, and thus guns, in the hands of peasants.»12 En 1973, Hopkins reafirmó su opinión sobre la “crisis de adaptación” y su relevancia respecto al imperialismo europeo y generalizó el argumento a toda la costa del África occidental13. Esta visión, evidentemente, fue contestada por otros historiadores. La postura de los autores citados hasta ahora respondía, en gran parte, a sus opiniones respecto del impacto de la trata en las sociedades africanas. Todos ellos coincidían en que el tráfico de esclavos en el Atlántico había favorecido la aparición de estados más pequeños respecto a los imperios de la sabana de la época clásica. Estos nuevos estados habían adquirido una nueva naturaleza, más militarizada y coercitiva. Las élites guerreras pasaron a controlar tanto el comercio como la producción de esclavos, extendiendo un nuevo orden social, político y económico. Klein lo resumió así:

«[The slave trade] strengthened the state. It provided weapons, trade goods to reward those who served the state, and the slave warriors who did most of the fighting. […] The slave trade shaped a particularly predatory kind of state. […] Slavers neither produced any value nor gave anything to the societies from whom the slaves were taken. In essence, they exploited the societies they victimized by expropriating persons and converting them to commodities.»14

Estos cambios socio-políticos en las sociedades africanas han sido también señalados por otros autores.15 Esta visión sobre el impacto causado tanto por la trata como por su final ha sido contestada de dos maneras diferentes que pueden ser, por otro lado, compatibles y complementarias. La primera respuesta vino de aquel sector de historiadores que consideraban que la trata de esclavos sólo había tenido un impacto marginal en las sociedades africanas y, por lo tanto, la transformación del carácter del 12

Ibídem, p. 424. A. G. Hopkins, An Economic History of West Africa (London: Longman, 1973). 14 Martin A. Klein, Slavery and Colonial Rule in French West Africa (Cambridge University Press, 1998), p. 39. 15 Por ejemplo: Boubacar Barry, La Sénégambie du XVe au XIX siècle: traite négrière, Islam et conquête coloniale (Paris: L’Harmattan, 1988); Paul Lovejoy, “The Impact of the Atlantic Slave Trade on Africa : A Review of the Literature Author ( S ),” The Journal of African History, 30 (1989), 365–394; Patrick Manning, Slavery and African Life: Occidental, Oriental and African Slave Trades (University of Wisconsin Press, 1990); Ferran Iniesta, Kuma. Historia Del África Negra. (Barcelona: Bellaterra, 2007). 13

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comercio en el siglo XIX tuvo a su vez un efecto cuestionable o pequeño. El máximo exponente de estas tesis es el historiador David Eltis.16 El otro gran defensor de esta postura es el norteamericano Phillip Curtin, del cual se hablará más tarde al referirse al caso concreto de Senegambia.17 Alternativamente a esta posición historiográfica (o de manera adicional), existe otra que argumenta que, de hecho, las élites existentes fueron capaces de dominar el nuevo comercio tal y como habían hecho con el antiguo. Entre quienes defienden esta postura destaca el historiador Ralph Austen.18 Defiende en sus obras que las estructuras político-sociales de África occidental no sufrieron ningún daño tras la abolición de la trata, sino que permanecieron intactas hasta ser destruidas por la conquista imperialista a finales de siglo. Por esta razón, arguye que la ruptura de las estructuras locales fue una consecuencia más que una causa de la repartición de África por las potencias europeas. Además, según Law, aunque muchos aspectos del debate siguen contestados, hay un cierto consenso en al menos un punto: la necesidad de distinguir entre las condiciones en los estados intermediarios de la costa (coastal middleman states) y las sociedades del hinterland que producían esclavos. La aportación clave en este sentido fue el estudio de John Latham sobre Old Calabar (Nigeria) publicado en 1973.19 En este caso, el autor demostraba que la élite había sido capaz de mantener el dominio sobre el nuevo comercio en aceite de palma. Esto no impidió, sin embargo, que algunos exesclavos se convirtieran en mercaderes. Latham argumenta que estos mercaderes de origen esclavo aumentaron su poder bajo el amparo del patronaje de sus antiguos señores más que en competencia con ellos. Así, lo que Latham señala es que en Old Calabar no hubo derrocamiento de las antiguas élites dirigentes. Lo cual indica que el argumento desplegado por Dike sobre el incremento del poder político de los exesclavos en el Delta del Níger debido al cambio en el comercio es hoy en día insostenible. 16

David Eltis, Economic Growth and the Ending of the Transatlantic Slave Trade (New York, 1987); David Eltis and Lawrence C. Jennings, “Trade between Western Africa and the Atlantic World in the PreColonial Era,” American History Review, XLIII (1988), 936–959. Los argumentos de Eltis fueron contestados ampliamente por Paul Lovejoy: Lovejoy, “The Impact of the Atlantic Slave Trade on Africa…” 17 Phillip D. Curtin, “The Abolition of the Slave Trade from Senegambia,” in The Abolition of the Atlantic Slave Trade. Origins and Effects in Europe, Africa and the Americas, ed. David Eltis and James Walvin (Madison: The University of Wisconsin Press, 1981), pp. 83–97. 18 Ralph A. Austen, “The Abolition of the Overseas Slave Trade: A Distorted Theme in West African History,” Journal of Historical Society of Nigeria, 5 (1970), 257–74.Ralph A. Austen, African Economic History (London, 1987). 19 A. J. H. Latham, Old Calabar 1600-1891: The Impact of the International Economy upon a Traditional Society (Oxford University Press, 1973).

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Continuando el hilo de reflexiones historiográficas de Law, mientras actualmente se acepta de manera general que no se materializó una “crisis de adaptación” (o que ésta al menos fue superada) en las coastal middleman communities, la subsiguiente extensión del argumento a áreas de producción de aceite de palma y de cacahuete, localizadas en el hinterland, realizada por Hopkins y Klein, pese a ser criticada, no ha sido totalmente refutada20. Es más, esta última tendencia ha sido respaldada por algunos autores durante los años 1990.21 En definitiva, parece claro que hay que distinguir entre períodos dentro del siglo XIX, así como entre sociedades diferentes localizadas en distintos puntos de la geografía del África occidental. Por ejemplo, en 1986 el historiador norteamericano Patrick Manning apeló a esta necesidad de periodizar el desarrollo del comercio “legítimo” para comprender su impacto en las estructuras sociales y políticas. En su opinión, las condiciones a principios del siglo, cuando el tráfico de esclavos declinaba y el comercio “legítimo” permanecía limitado, favorecieron a los monarcas poderosos y a los mercaderes de esclavos ricos; las décadas centrales, cuando el volumen y el precio de las exportaciones de aceite se incrementaron, estuvieron marcadas por una oscilación hacia la competencia libre y una inusual movilidad social; y a finales del siglo, cuando el comercio se estancó (debido al colapso de los precios del aceite) de nuevo hubo una tendencia de consolidación de poder político y económico.22 El debate historiográfico no solamente ha sido fecundo en sí mismo, sino que ha conllevado un conjunto de problemáticas que también han sido discutidas frecuentemente. Entre estos temas destacan los siguientes: esclavitud en África tras el final del tráfico atlántico; la relación entre final de la trata y desarrollo del comercio “legítimo”; la crisis de adaptación de los dirigentes africanos, ya mencionada en referencia a los trabajos de Hopkins y Klein; la estructura familiar durante esta época; y, finalmente, la cuestión del imperialismo.

2.1.1 Esclavitud en África occidental tras el final de la trata negrera Según el historiador Paul Lovejoy, la expansión del comercio “legítimo” aumentó la demanda de mano de obra esclava dentro de África occidental. Los esclavos, que habían 20

Law, From Slave Trade to “Legitimate” Commerce..., p. 5 Mamadou Diouf, Le Kajoor Au XIXe Siècle: Pouvoir Ceddo et Conquête Coloniale (Paris: Karthala, 1990). 22 Patrick Manning, “Slave Trade, ‘Legitimate’ Trade, and Imperialism Revisited: The Control of Wealth in the Bights of Benin and Biafra,” in Africans in Bondage: Studies in Slavery and the Slave Trade (Madison, 1986), pp. 203–33. 21

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sido fundamentales en su condición de “producto” pasaron a ser, de manera mucho más marcada que en siglos precedentes, productores: «Many of the “legitimate” goods destined to world markets were grown or transported by slaves, for slavery had become an integral part of the African economy. The end of the external slave trade did not mean collapse of the internal slave trade. The transition from exporting slaves to exporting other commodities resulted in the increased use of slaves in Africa.»23

Dentro del debate sobre el crecimiento de la esclavitud en el siglo XIX, hay quienes discuten si dicho aumento se debió a la disponibilidad de mano de obra debido a la disminución de las exportaciones atlánticas o a factores locales. En este sentido, tuvo lugar una caída de los precios de los esclavos (limitada en tiempo y alcance) que pudo haber favorecido su extensión en los mercados africanos. No obstante, dicha caída en los precios debería haber reducido los beneficios de la captura de esclavos y de su venta posterior, afectando de esta manera a los ingresos de quienes estaban envueltos en estos procesos. ¿Cuáles habrían sido las consecuencias de esta caída? Como dice Law, el sentido común nos llevaría a pensar que los precios más bajos, al hacer la guerra menos provechosa, habrían disminuido la incidencia de la guerra. Esto es lo que argumentó Ivor Wilks en 1975 en su estudio sobre Asante, en el que sugiere que las élites políticas tendieron a buscar una alternativa comercial a la antigua dinámica bélica.24 Frente a esto, Claude Meillassoux, para la zona del Sudán Occidental, argumentó que el efecto fue el contrario. El descenso de los precios aumentó las actividades bélicas, ya que las élites militares tenían que compensar el cambio en los precios con un mayor número de ventas.25 Como señala Law, quizás ambas explicaciones no son contradictorias sino que se trata de casos diferentes. La respuesta dependió del grado en que otras alternativas viables estuvieran disponibles. Así, retirarse del tráfico de esclavos era una opción racional para quienes tenían la alternativa, mientras que el aumento en la producción de esclavos era más lógico para quienes no la tenían.26 23

Paul Lovejoy, Transformations in Slavery. A History of Slavery in Africa (Cambridge, 1983), p. 136. Ivor Wilks, Asante in the Nineteenth Century (Cambridge University Press, 1975). 25 Claude Meillassoux, Anthropologie de L’esclavage: Le Ventre de Fer et D'argent (Paris: Presses universitaries de France, 1986). 26 Law, “The Transition...”, p. 27. 24

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2.1.2 La relación entre el final de la trata atlántica y el comercio “legítimo” En la primera mitad del siglo XIX la rentabilidad relativa del comercio de esclavos, en

comparación

con

las

alternativas

“legítimas”,

estaba,

presumiblemente,

disminuyendo. En este contexto, Lovejoy y David Richardson, argumentaron que pudo ser más rentable para los propietarios de esclavos emplear a éstos en la producción que destinarlos a la venta en el mercado.27 La cuestión que surge es si generalmente y a largo plazo, el comercio legítimo era un substituto adecuado, en término económicos, para el tráfico de esclavos. Según Hopkins, cualquier forma de comercio “legítimo” tendió a ser menos remunerativa que las exportaciones de esclavos.28 De hecho, la rentabilidad del nuevo comercio debía ser menor debido al alto coste del transporte en el África precolonial. Estos costes hacían que las sociedades del interior se vieran claramente limitadas a la hora de envolverse en la nueva dinámica comercial. Robin Law lo señala de manera diáfana: «Slaves presented relative few of transport because they were self-transporting […]. Produce, on the other hand, required transportation, either by water or […] by human porterage, carried on people’s heads. The quantity of produces that need to be moved in the new trade, moreover, were very considerable: in the mid-nineteenth century, the coastal price of a single slave was roughly equivalent to that of a ton of palm oil, which would require about 60 porters to carry. In these circumstances, it was simply not profitable to produce palm oil or groundnuts for export unless the producing area was close to the coast, or at least to a navigable river […]. Societies in the interior, therefore, were simply unable to participate directly in the new trade in agricultural produce. For them, there was not so much a “transition” from the slave trade to the “legitimate” trade as a decline in their involvement in the overseas commerce.»29

Actualmente hay un cierto consenso en que el tráfico de esclavos y el comercio “legítimo” eran compatibles. Las conexiones entre ellos parecen también difíciles de 27

Paul Lovejoy and David Richardson, “The Initial ‘Crisis of Adaptation’: The Impact of British Abolition on the Atlantic Slave Trade in West Africa, 1808-1820,” in From Slave Trade to Legitimate Commerce (Cambridge University Press, 1995), pp. 32–56. 28 Hopkins, An Economic History of West Africa, p. 142. 29 Law, “The Transition...”, p. 24.

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soslayar pese a que su relación es difícil de discernir. Al aumentar la demanda de mano de obra esclava, el comercio “legítimo” estaba así ayudando a la prolongación de las actividades militares y violentas para capturar esclavos. 2.1.3 La “crisis de adaptación de las élites tradicionales” Es oportuno volver sobre este tema para comprender el estado actual de la discusión. El elemento central de la tesis de Hopkins sobre la “crisis de adaptación” era que el tráfico de esclavos había sido monopolizado por un pequeño grupo, jefes políticos y militares de las sociedades del África occidental, mientras que el nuevo comercio en productos agrícolas estaba abierto al resto de población. Como ya se ha señalado, el argumento fue compartido por Klein en el caso de Senegambia. Según Hopkins, los ingresos de los dirigentes y, por ende, su poder efectivo, fue minado por la combinación de una menor rentabilidad del nuevo comercio y por su poca participación en el mismo. Además, se enfrentaban a la competencia de campesinos ordinarios y de pequeños comerciantes. Mientras el comercio en esclavos dependía de la violencia y favorecía la dominación de los jefes que controlaban las fuerzas militares, el nuevo comercio “legítimo” en productos agrícolas no ofrecía estas ventajas a las élites guerreras. Es más, dio la posibilidad a individuos privados, como comerciantes, de adquirir riqueza y fortalecer su posición al extender su actividad a exportaciones a gran escala. Las élites tradicionales pudieron tratar de controlar el nuevo comercio imponiendo tasas a las actividades comerciales. Sin embargo, el comercio “legítimo” era más disperso que el de esclavos y, por lo tanto, más difícil de controlar y tasar. Por otra parte, estos intentos de imponer impuestos probablemente encontraron resistencia y provocaron problemas por sí mismos.30 Por esta razón, Law advierte que en la cuestión de la “crisis de adaptación” hay que tener precaución a la hora de generalizar, tal y como muestran los estudios de Latham, Elisée Soumonni o Gareth Austin.31 En palabras de Law:

30

Law, From Slave Trade to “Legitimate” Commerce..., p. 19. Latham, Old Calabar 1600-1891…; Gareth Austin, “Between Abolition and Jihad: The Asante Response to the Ending of the Atlantic Slave Trade, 1807-1896,” en From Slave Trade to Legitimate Commerce…, pp. 93–118; Elisée Soumonni, “The Compatibility of the Slave and Palm Oil Trade in Dahomey, 18181858,” en From Slave Trade to Legitimate Commerce…, pp. 78–92. 31

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«It also seems clear that the outcome of these tensions and difficulties varied from case to case, with ruling groups in different societies more or less successful in defending the political status quo in the face of economic change. Such different outcomes presumably reflected, in part, the differing character of the societies involved, with stronger and more centralized states […] likely to be better able to contain the strains of the transition than those which were weaker or more decentralized. The precise outcome was presumably also affected by other factors (such as Islam in Senegambia, or European imperialist intervention in many coastal societies), which interacted with and modified the impact of the commercial transition.»32

2.1.4 Imperialismo Hopkins conectó la dinámica africana a la posterior conquista europea. Law comenta que las conexiones entre la situación tras el final de la trata atlántica y la penetración europea pueden ser concebidas a dos niveles. En el primero, el proyecto de suprimir la trata de esclavos y promover el comercio “legítimo” tendió a llevar a los europeos a interferir políticamente. Así, los gobiernos europeos buscaron imponer un cambio en las estructuras económicas a los dirigentes africanos, que en muchas ocasiones no estaban dispuestos a aceptar, y lo hicieron mediante la presión diplomática y militar. La transición comercial fue, por lo tanto, inherentemente imperialista, no porque condujera a la anexión en sí misma, sino en el sentido de involucrarse en el ejercicio de poder político para promover determinadas formas de desarrollo comercial (lo que podría llamarse imperialismo informal).33 En el segundo nivel, se encuentra el paso de un “imperialismo informal” a la anexión formal (el reparto de África). Hopkins también señaló que este cambio en la política europea se relacionaba con la “crisis de adaptación” africana. Argumentó que esto se debió en parte a la ineficacia de los métodos informales y en parte a las dificultades que la transición comercial presentó a los dirigentes africanos, que a su vez obstruyó la buena marcha del comercio europeo.34 En opinión de Law, no era necesario para la “crisis de adaptación” haber ocasionado desorden a escala local que obstruyera el comercio. Incluso respuestas exitosas a la crisis presentaron una amenaza a los intereses comerciales europeos (como 32

Law, “The Transition...”, p. 30. Law, From Slave Trade to “Legitimate” Commerce..., p. 24 34 Hopkins, An Economic History of West Africa, p. 143 33

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el aumento de los impuestos o el control monopolístico que algunos dirigentes llevaron a cabo). Así, con la conquista, los europeos pretendían imponer el libre comercio y acabar con los monopolios y con las cargas impuestas por los dirigentes africanos. Por su parte, estos dirigentes, al responder a la transición comercial imponiendo monopolios en el comercio, aumentando las tasas y con el mayor uso de esclavos, estaban a su vez reforzando las mismas prácticas cuya abolición perseguiría el capitalismo europeo. En palabras de Law, «African states […] could not win».35 En síntesis, donde la transición comercial tuvo efectos desintegradores en las estructuras políticas, los intereses comerciales europeos acabarían reclamando la intervención para imponer orden; donde los estados locales mantuvieron el control sobre el comercio, la intervención se haría en virtud de los intereses del libre comercio. Como apunta Law, las respuestas exitosas a la transición debieron tener una duración limitada:

«Even if successful in the short run, the ways in which African rulers responded to the “crisis of adaptation”, therefore, brought down upon them in the end the greater crisis of colonial conquest.»36

2.1.5 Martin A. Klein vs Phillip Curtin: el caso de Senegambia Klein señaló cuatro procesos clave de cambio social y económico en la Senegambia del siglo XIX: 1) El final de la trata de esclavos atlántica y la consiguiente debilitación de las estructuras dependientes del comercio. 2) El aumento del comercio “legítimo” en goma y cacahuete, que conllevó la penetración de las sociedades senegambianas por nuevos sistemas comerciales y sus agentes, y la transformación de los agricultores de subsistencia en campesinos. 3) La incorporación de los sistemas políticos africanos en las esferas de influencia europeas y la polarización de lo que había sido un sistema internacional multidireccional. Dicha polarización condujo a la conquista colonial y a un orden político enteramente nuevo.

35 36

Law, From Slave Trade to “Legitimate” Commerce..., p. 24 Law, “The Transition from Slave Trade to...”, p. 33

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4) La erupción de tensiones y conflictos, que existían desde hacía tiempo, en revueltas musulmanas lideradas por una serie de líderes religiosos carismáticos durante la última parte del siglo.37 El historiador canadiense considera que el tráfico de esclavos afectó profundamente a las sociedades africanas y a sus estructuras políticas. Proveía de riqueza y armas a aquellos que controlaban el poder militar y podían esclavizar a otras personas. Contribuyó a la diferenciación entre una élite de guerreros y nobles y una gran masa de campesinos, conllevando el ascenso de la clase social de los tyeddo (soldados esclavos de las coronas).38 Así, las élites monopolizaron el tráfico de esclavos asegurándose de este modo la provisión de armas y caballos que necesitaban para dominar a la sociedad. El resto de ingresos los dedicaban a bienes de lujo, sobre todo licores. El resultado de todo esto fue la creación por parte de estas élites de un conjunto de valores radicalmente diferentes de los de la masa de campesinos, ganaderos y pescadores. Klein realiza la siguiente definición sobre los tyeddo:

«French and British observers in the nineteenth century did not distinguish between tyeddo and noble, and generally used the word tyeddo to refer to the military elite [...] From one point of view, the tyeddo was the samba linguer, a brave, generous, and extravagant warrior. From another, he was a hard-drinking hedonist, colourfully garbed, scornful of labour, and frequently cruel. Both French and British observers frequently referred to the tyeddo as thieves living by pillage.»39

No resulta sorprendente, por lo tanto, el surgimiento de tensiones entre estas élites guerreras y los agricultores que a menudo victimizaban. Además, Klein argumenta que los ingresos producidos por la trata de esclavos servían a los monarcas o soberanos africanos para manejar dichas tensiones, para tratar tanto con los tyeddo como con los jefes provinciales, así como con las élites mercantiles musulmanas con las que convivían.40 En definitiva, en un mundo dependiente de la trata, la abolición de ésta debió originar consecuencias de alcance. Como hemos mencionado con anterioridad, Klein 37

Klein, “Social and Economic Factors...”, p. 419. También escrito “ceddo”. 39 Klein, “Social and Economic Factors...”, p. 422. 40 Ibídem, p. 423 38

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destaca que el nuevo comercio en productos agrícolas, especialmente el cacahuete en la zona del Gambia, provocó cambios evidentes. Las antiguas élites vieron su principal fuente de ingresos desaparecer, entrando en un período de crisis que intentarían superar mediante más opresión a la masa de población campesina. Por otra parte, los pequeños agricultores que disponían de un acceso cercano a los mercados pudieron dedicarse al cultivo de un producto que les permitió participar en el comercio y procurarse ingresos con los que fortalecer su posición. Klein vio en estas tensiones entre élites y agricultores el principal motivo de la adhesión popular a los líderes musulmanes que jalonaron con sus revoluciones la segunda mitad de siglo en la región (véase 2.2). Curtin, por su parte, contestó ampliamente las tesis de Klein. Su posición, como la del historiador canadiense, se fundamenta principalmente en lo que el autor concibe como el impacto de la trata en las sociedades africanas. Para Curtin, el final de la trata atlántica de esclavos no fue demasiado importante. No causó el comercio “legítimo”, sino que fue simultáneo e independiente, ya que en el período del nuevo comercio la trata de esclavos siguió su curso dentro de África. Declara también que el final de la trata no causó un cambio amplio en los ingresos de las sociedades senegambianas. Y acaba aseverando que ni el final de la trata ni el crecimiento del comercio “legítimo” tuvo influencia en las yihads de la segunda mitad de siglo. Curtin señala Senegambia como una región particular que no se vio tan afectada por la trata como sí lo fueron otras partes del África occidental.41 La interpretación de Curtin se basa en que, según su parecer, las tensiones entre musulmanes y élites dirigentes se remontaban al siglo XVI. Sin embargo, dichas tensiones pueden ser discutidas, en mi opinión, por otros estudios que evidencian la importancia de los musulmanes en las cortes de los reyes tradicionales, así como su importante papel en el desarrollo del comercio. De hecho, las élites tradicionales y los comerciantes musulmanes eran dos caras de una misma moneda. Opuestos, si se quiere, que se necesitaban los unos a los otros para prosperar en sus respectivas actividades. Por esta razón, el Islam del África negra no presentó signos de proselitismo, salvo contadas excepciones, hasta bien entrado el siglo XIX.42 En conclusión, en el caso de Senegambia el debate sobre la trata de esclavos ha presentado dos posturas muy contrapuestas que han marcado también la interpretación 41

Curtin, “The abolition…”, p. 96. Djibril Tamsir Niane, Histoire Des Mandingues de l’Ouest: Le Royaume Du Gabou (Paris: Karthala, 1989); Yves Person, Samori: Une Révolution Dyula, vol.I, (Dakar: IFAN, 1968); Ferran Iniesta, ed., El Islam Del África Negra (Barcelona: Bellaterra, 2009). 42

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de las revoluciones musulmanas de la segunda mitad de siglo. En mi opinión, lo ocurrido en la Media Casamance (véase 3), presenta algunos rasgos característicos de la dinámica descrita por Klein. Según el historiador senegalés Boubacar Barry, el final de la trata de esclavos provocó una crisis comercial en zonas de Senegambia, sobre todo en la parte septentrional. Allí las antiguas aristocracias tuvieron problemas para adaptarse al nuevo comercio, al igual que sucedió a los comerciantes de Saint-Louis y Gorée. Ambas factorías entraron en una crisis que perduró hasta la segunda mitad de siglo. Mientras la primera acabó centrando su actividad en el comercio de la goma arábiga, la segunda centró su atención en la búsqueda de nuevas oportunidades comerciales al sur del Gambia. Fue aquí, en la Senegambia meridional, donde se desarrolló al principio el cultivo del cacahuete, que más tarde sería clave en la expansión y conquista colonial del norte de Senegal.43

2.2 Las revoluciones musulmanas del siglo XIX El tema de las revoluciones musulmanas es otro de los grandes focos de atención historiográfica del siglo XIX africano. Existen diversas interpretaciones, algunas contrapuestas, otras complementarias, que dibujan los contornos de un tema candente por resolver. Martin Klein distinguió tres tipos generales de violencia anteriores a los años 1860s: conflictos por la sucesión, ataques para obtener esclavos y el pillaje de los agricultores o comerciantes por parte de los ceddo:

«In all three cases, destruction of the enemy or the victim was dysfunctional. Violence was only rarely used for revolutionary ends, and generally unsuccessfully until the I860s, when tensions between agriculturalists and the warrior elite erupted in a series of revolutionary conflicts as an assertive Muslim minority sought to overthrow traditional leadership.»44

Para este autor, las élites tradicionales se diferenciaban de las minorías lideradas por marabús en su pluralismo religioso, en su rechazo a la ley islámica y en su rechazo al estilo de vida austero y puritano que caracterizaba a los musulmanes. En este sentido, las bebidas alcohólicas tomaron un rol simbólico importante que diferenciaba 43 44

Barry, La Sénégambie..., pp. 187-189. Klein, “Social and Economic Factors…”, p. 426.

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visiblemente a los dos grupos. Los pueblos de musulmanes, a menudo separados del resto de la población pero no en conflicto, miraron hacia los marabús tanto por su guía religiosa como por su liderazgo político. Las familias de marabús fueron conformando una especie de contra-élite que, sin embargo, a menudo servía a los líderes tradicionales proveyéndoles de escribas y de saberes mágicos (confección de amuletos: “gris gris”). Entre los marabús el factor hereditario era llamativo: la mayoría de marabús eran hijos de marabús. Además, las familias estaban unidas entre sí ya fuera por alianzas matrimoniales o por relaciones de alumnos-maestros en las escuelas coránicas.45 Por esta razón, incluso donde las comunidades musulmanas permanecieron leales a las élites tradicionales, el individuo musulmán, que además conformaba el grueso de los mercaderes de la región, participaba de un red de conexiones que transcendía las fronteras de los estados y de un conjunto de valores que progresivamente fueron poniendo en cuestión a dichos estados. Como apunta Klein, la oposición entre élites tradicionales y las comunidades musulmanes tiene un reflejo elocuente en el lenguaje:

«Throughout Senegambia the marabout-led communities were referred to as 'the marabouts' (in Wolof, serignes). In Wolof areas, the traditionalist faction was referred to as the tyeddo, and tyeddo has come to mean pagan in modern Wolof. In the Mandinka states, the traditionalist faction was called the 'soninkes' from the Mandinka word for those who give libations, and the wars are called the marabout-soninke wars.»46

La primera colisión entre musulmanes y élites tradicionales se remonta a 1673, en la revolución impulsada por Nasir al-Din en la zona de Mauritania, Fouta Toro y algunos estados wólof. Sin embargo, tras su muerte en 1674 el status quo fue restablecido. No obstante, su derrota fue seguida por el desarrollo de la acción del Islam contra el poder ceddo y las consecuencias desastrosas de la trata de esclavos.47 A finales del siglo XVII Malik Sy fundaba el estado teocrático de Bondou. Poco después, a principios del XVIII otro estado teocrático era instaurado en Fouta Djallon.

45

Ibídem, p. 427. Ibídem, p. 428. 47 Barry, La Sénégambie..., p. 142. 46

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Las revueltas musulmanas se dieron a lo largo y ancho de Senegambia. En Cayor tuvieron lugar entre 1790 y 1809, repitiéndose en 1859. En Waalo ocurrió lo mismo en 1830, en una revuelta contra el orden social existente que fue aplacada gracias a la colaboración francesa con las élites tradicionales. Las zonas mandingas del Gambia no fueron ajenas a este fenómeno.48 Mungo Park, a finales del siglo XVIII, fue testigo de las tensiones entre musulmanes y “paganos” en el estado de Ouli.49 En Combo, el estado más próximo a Bathurst, se dio una guerra civil entre 1849 y 1855 que acabó con el apoyo británico a la parte soninké. Sin embargo, el poder musulmán no pudo ser rechazado totalmente en los territorios gambianos. No obstante, una figura se alza como la más dominante entre las revoluciones musulmanas. Se trata de el Hadj Omar Tall, quién inició su jihad en 1852. Recorrió Senegambia varias veces desde su zona original en el norte, en Fouta Toro. Las tradiciones orales suelen relacionar a los líderes musulmanes con Omar para legitimar sus proyectos de reforma. No obstante, Omar fue repelido por Faidherbe en 1861 y su imperio se acabó extendiendo hacia el este, acabando con los estados de Kaarta y Segu, antiguos productores de esclavos en la sabana. La otra gran figura que trató de unir el Islam en Senegambia contra las élites tradicionales y los europeos fue Maaba. Su yihad se produjo entre 1861 y 1867, cuando fue derrotado por las tropas de élites tradicionales aliadas con los franceses. Su acción abrió, sin embargo, una generación de conflictos religiosos en Senegambia que acabaron sólo con la conquista francesa y británica. Creó un amplio movimiento que reunió a hombres que serían figuras clave: Fodé Kaba, el gran líder musulmán en la Baja y Media Casamance; Momar M’Backé, padre de Amadu Bamba, fundador de los Muridas, la cofradía musulmana más poderosa en Senegal hasta nuestros días; y Lat Dior, el líder militar que presentó una resistencia más efectiva a las acometidas francesas en Cayor. Según Klein, Maaba y Lat Dior representaban los dos tipos de liderazgo dominantes en las revoluciones musulmanas. El primero era «a man of God pushed to violence and revolution by a sense of mission», mientras que el segundo fue «a man of state convinced of his right to rule and determined to use Islam to reinforce his

48

Klein, “Social and Economic Factors...” , pp. 429-431. Mungo Park, Viajes a Las Regiones Interiores de África (La Coruña: Ediciones del Viento, 2008), pp. 4356. 49

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power».50 A estos últimos Klein los llama líderes pragmáticos. Maaba, por su parte, representaba una figura profética y carismática, y en su movimiento destacaba la ausencia de una estructura formal a parte de su persona y sus discípulos. Según Klein, la transformación de estos líderes musulmanes en jefes militares y guerreros se dio por su victoria y por las condiciones económicas de la época. En este sentido, algunos de estos líderes, necesitados de armas y caballos con los que expandir su yihad, se involucraron en el nuevo comercio en productos agrícolas. Esto los llevó a la explotación de mano de obra servil cultivadora de cacahuete. Curtin considera que estas revoluciones de 1860, al ser lejanas en el tiempo respecto a la abolición de la trata de esclavos, no guardan relación con ésta. Considera que se debieron únicamente a factores internos ajenos a la trata de esclavos.51 Sin embargo, creo que cuesta aceptar que los sucesos a escala africana, tras siglos de comercio atlántico, estuvieran desligados de las dinámicas exteriores. Como se señalará en el apartado 3, la trata de esclavos con los europeos perduró en Casamance hasta finales de la primera mitad del siglo XIX. En efecto, fue precisamente en la década de 1840 cuando se documentan los primeros enfrentamientos entre musulmanes y la antigua élite de religión tradicional. Estas tensiones perduraron hasta el final de siglo. Se tiene constancia de líderes carismáticos a partir de 1870 y en las dos décadas siguientes (véase 3.1.2). Todos ellos participaron de las tensiones precedentes: Fodé Kaba, Fodé Sylla, Mousa Molo e Ibrahima N’Diaye fueron los más destacados. Hacia 1880, la mayor parte de Senegambia (incluyendo Casamance) estaba en manos de musulmanes.

3. CASAMANCE EN EL SIGLO XIX Antes de analizar lo que expone la bibliografía sobre el tema, así como de recurrir a las principales fuentes a nuestro alcance, es adecuado introducir dos epígrafes que se presentan como necesarios para un correcto entendimiento tanto de la dinámica histórica de la región como de los habitantes que protagonizaron los procesos. El primero (3.1) se detiene en estos últimos, mientras que el segundo (3.2) analiza la época anterior al siglo XIX.

50 51

Klein, “Social and Economic Factors...”, p. 431. Curtin, “The abolition…”, p. 94.

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3.1 Los principales habitantes de Casamance Tres grandes etnias o pueblos predominan en Casamance desde el siglo XIX: los diolas, los malinkés y los peuls o foulas. A estos se añaden una multitud de pueblos menos numerosos. La Baja Casamance, en el siglo XIX, estaba habitada básicamente por diolas y bainouks. La Media Casamance era la zona de los malinkés, los balantas y un pequeño grupo de toucoulors. La Alta Casamance estaba habitada en su mayoría por foulas, sometidos en la época a los malinkés del estado de Gabou. Pese a que este no es un trabajo antropológico o etnográfico, resulta esencial entender el funcionamiento de estas sociedades para comprender sus interacciones con los europeos y los cambios que se producirían durante el siglo XIX. Trataremos brevemente el caso de las tres etnias mayoritarias de Casamance.

Mapa 3. Las etnias de Casamance hacia 1850. Fuente: Roche, Histoire de la Casamance…, p. 22

3.1.1 Los diolas Pararse a observar el plano político diola puede ayudar a comprender, o al menos a conocer, las peculiaridades que los diferencian de las otras dos grandes etnias de la zona. En el siglo XIX el mundo diola aún era ajeno al cristianismo y al Islam. Se dividían en multitud de subgrupos, basados en lo que Roche llama “la gran familia de tipo africano”: personas ligadas entre sí por vínculos de parentesco, que vivían en un lugar concreto, en un conjunto de casas, con un antepasado común y que compartían la propiedad de la tierra. Roche se refiere a estas unidades familiares como barrios (quartiers).52 52

Roche, Histoire de La Casamance…, pp. 32-34.

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La originalidad de los diolas de esta época venía de su religión tradicional, ligada al culto a los boekin, que puede designar a la vez a un santuario, un altar o una divinidad (los europeos los designaron peyorativamente como “fetiches”).53 El antropólogo catalán Jordi Tomàs definió de esta manera el concepto de boekin o báciin (en plural uciin):

«[La religión diola] se basa en el sistema de los uciin (singular báciin), los mal llamados fetiches o altares, que organizan la sociedad en base a sus necesidades o, como lo define lúcidamente Robert Baum, “las tareas de interés general”. En este sentido, hay uciin dedicados a la iniciación masculina, la maternidad, la guerra, los delitos de sangre, y así hasta más de cien altares. También hay altares familiares y de linaje […] en los que se gestionan las necesidades familiares y las ceremonias del ciclo vital, como los nacimientos, las bodas y las defunciones. Cada báciin tiene su sacerdote, con un consejo restringido, y, en los altares más importantes de la región, con una estructura piramidal en la que en cada segmento, cada vez más amplio, hay más gente representada con sus deberes y sus derechos, vinculados al báciin. Pero, de hecho, en la mayoría de uciin, esta estructura es limitada y sólo incumbe a los miembros del linaje. Cada altar, además, tiene su propia normativa, sus propias leyes.»54

Respecto a la organización política diola, los europeos que conocieron a estos pueblos hablaban de su anarquía y era habitual leer a los administradores franceses apreciaciones del tipo: «habitants au tempérament impulsif avec une violente répulsion à tout principe d’autorité»55. Roche habla de que a nivel de “barrios” o de pueblos, tan habituales eran las alianzas como los enfrentamientos. Sin embargo, parece claro que no existía una unión de todos los pueblos diolas de la Baja Casamance. Así, la autoridad estaba dividida entre los diferentes jefes de cada unidad familiar o de cada pueblo aunque podían reunirse en caso de necesidad. Por otra parte, en algunos pueblos, principalmente los de la orilla sur del río Casamance, existían reyes que más bien eran figuras religiosas. Se trataban de intermediarios entre la gente y los boekin, eran un personaje indispensable para el buen funcionamiento de la sociedad tal y como los 53

Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, p. 42. Jordi Tomàs, “¿Un Rey Sagrado En El Siglo XXI? La Realeza Diola de Oussouye Revisitada,” Cadernos de Estudos Africanos, 16/17 (2008). 55 Roche, Histoire de La Casamance…, p. 34 54

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diolas entendían el mundo. Sin embargo, la autoridad de estos “reyes” estaba altamente limitada por normas rigurosas que definían su modo de vida desde que eran investidos. Así, los consejos de ancianos escogían a estos monarcas entre los miembros de la comunidad. Ser rey entre los diolas no suponía los mismos privilegios que serlo en Europa. Las desgracias de la comunidad serían atribuidas a su mal hacer; un rey no podía salir de su reino, vivía clausurado en el bosque sagrado, no podía beber ni comer en público…56 En síntesis, la organización política diola en el siglo XIX era más bien una yuxtaposición de comunidades autónomas. Además, la sociedad diola se distinguía de la malinké o la foula por la ausencia de la institución de la esclavitud. Los cautivos que capturaban, en caso de no ser rescatados por sus familiares, eran vendidos, pero no se quedaban en la sociedad. También los diferenciaba la ausencia de castas. Por el contrario, destacaban las asociaciones de trabajo y la división en clases de edad (generaciones) que solían realizar tareas en virtud del bien comunitario. En palabras de Roche:

«Les Diola avaient par conséquent une société originale qui associait la liberté et le désir farouche d’indépendance aux vertus traditionnelles de la solidarité africaine. Hostiles à toute autorité extérieur, ils opposèrent une vive résistance active ou passive aux tentatives de domination étrangère.»57

3.1.2 Los malinkés Pese a que se hablará más en profundidad sobre este grupo en el apartado siguiente al tratar el estado de Gabou, ahora se esbozarán algunas de las principales características de la sociedad malinké. En la primera mitad del siglo XIX no todos los malinkés estaban islamizados. De hecho, la mayoría de la población era de religión tradicional, mientras que los mercaderes y algunas élites intelectuales eran musulmanes. Los malinkés “paganos” se organizaban en torno al concepto de mansaya, que era la autoridad legítima aceptada por el pueblo y que se concentraba en la figura del mansa. Los estados gobernados por un mansa dominaban una extensión limitada, de poco más de unas decenas de pueblos. Los musulmanes llamaban a estos malinkés paganos 56

La historiografía suele referirse a este tipo de autoridades como reyes-sacerdotes aunque quizás sería más adecuado hablar de reyes-dioses. Véase Ferran Iniesta, "El rey-dios o la monarquía dual", en Emitai: Estudios de Historia Africana (Barcelona: Bellaterra, 2000), pp. 97-127. 57 Roche, Histoire de la Casamance…, p. 36.

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“soninké”. La figura del mansa soninké era la de un rey sagrado. Como explicó Sékéne Mody Cissoko: «Son nom propre ne se prononçait plus après l’investiture. Il avait le pouvoir d’entrer en communication avec les êtres invisibles de la nature. Ainsi, le jour de son investiture, aussitôt proclamé roi et devenu un autre Etre, «il dâli», il présidait comme un devin les grands événements qui devaient se produire sous son règne : la prospérité ou la famine, etc. Ce terme « dâli » ne s’appliquait qu’à Dieu et montrait l’importance que l’imaginaire populaire attachait à la royauté.»58

Por lo tanto, el rey cumplía una doble función, social y religiosa, y era el encargado y el máximo responsable de la buena marcha de la sociedad. La mansaya no era hereditaria en los malinkés occidentales, sino que el mansa era escogido de entre los miembros de linajes diferentes. Por otra parte, la “nobleza” sí que era hereditaria, pero sólo por línea materna, como en el caso de Gabou. A principios del siglo XIX Roche indica que había unos catorce reinos de este tipo en los bordes del Gambia. Algunos de estos estados se habían liberado recientemente de la tutela de Gabou, que se encontraba en plena decadencia. Hacia 1850, estos reinos soninkés de la Media Casamance habían desaparecido casi en su totalidad. La antigua autoridad de la mansaya fue ocupada por marabús guerreros de religión musulmana. Los nuevos líderes musulmanes recibieron en muchos casos el apelativo de kanda, cuyo significado distaba mucho de la legitimidad de la mansaya. De hecho, kanda quiere decir “aquel que se ha impuesto mediante la fuerza”.59 Además, la sociedad malinké contaba con una serie de castas que debían respetar la endogamia. Cada grupo familiar pertenecía a un linaje y vivía en una concesión llamada korda. La autoridad de cada pueblo correspondía al hombre más anciano del linaje fundador de la comunidad. Era llamado alkali y en la sociedad soninké representaba al pueblo y al rey ante los extranjeros. Su autoridad, sin embargo, estaba supeditada y limitada por un consejo de notables. La llegada del Islam añadió una segunda autoridad, de tipo religioso, el almani. La sociedad, además, estaba dividida en 58

Sekéné Mody Cissoko, La royauté chez les Mandingues occidentaux, d’après leurs traditions orales, Bulletin de l’I.F.A.N., t. XXXI, série B, nº2, 1969, p. 332. Citado en Roche, Histoire de La Casamance…, p. 55. 59 Ibídem, pp. 55-58.

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cuatro grupos de edad a quienes se les encargaban las tareas relacionados con, por ejemplo, la construcción de obras comunitarias. Por último, la sociedad malinké poseía esclavos de diferentes tipos. Los domésticos estaban integrados en la estructura familiar y no podían ser vendidos. En la segunda mitad de siglo, bajo el mando de líderes musulmanes, los malinkés realizaron razias y esclavizaran a diolas y bainouks de la Baja Casamance.

3.1.3 Los foulas La sociedad foula se dividía en dos grupos sociales: los foula-foro y los fouladion. Los primeros eran hombres libres y conformaban la aristocracia de ganaderos muy vinculados a la tradición y a sus privilegios. Los segundos eran aquellas personas de origen esclavo. En su mayoría eran extranjeros. Sin embargo, con el tiempo fueron siendo liberados y se integraron e incorporaron en la sociedad foula. Eran cultivadores de los campos de mijo y algodón, y era su trabajo el que aseguraba la subsistencia de los foula-foro. Por otra parte, la organización social era de tipo clánico y reposaba en el gallé, a la vez unidad de producción y unidad de consumo. El gallé reunía a todos los miembros de una familia bajo la autoridad del hombre más anciano. Los campos eran comunitarios, así como los graneros. Los trabajos comunitarios eran asignados a los cuatro grupos de edad (yirde). Un pueblo agrupaba a varios gallé, que estaban dirigidos por un jefe que solía ser el más anciano del gallé más antiguo. Dicho jefe estaba asistido por un consejo de notables. La mayoría de la sociedad foula a principios de siglo era pagana y vivía bajo la soberanía del reino de Gabou. A mediados de siglo se vieron envueltos en el conflicto que enfrentaba a este reino con el estado teocrático de Fouta Djallon (cuya élite era foula).

3.2 Casamance durante la trata de esclavos atlántica Para poder señalar los cambios acaecidos a lo largo del siglo XIX es necesario remontarse a la época inmediatamente anterior, la de la trata de esclavos atlántica, para ver cómo ésta afectó a las sociedades de Casamance. Como se ha visto en el apartado 2, el diagnóstico del impacto del final de la trata y del desarrollo del comercio “legítimo” sobre las sociedades africanas depende en gran medida del impacto que la propia trata tuvo antes sobre esas mismas comunidades.

3.2.1 La Baja Casamance -30-

Mapa 4. La Baja Casamance. Fuente: Roche, Histoire de la Casamance…, p. 101

La antropóloga Olga F. Linares y el especialista en religiones africanas Robert M. Baum han arrojado algo de luz a los siglos XVII-XVIII en la Baja Casamance.60 Mientras la primera se centra en el análisis de la evolución del comercio de esclavos entre los diolas, el segundo trata el impacto que tuvo dicho comercio sobre los boekin, los altares de la religión tradicional (véase 3.1.1); en la sociedad diola, política y religión iban de la mano. En los siglos XVI y XVII, las sociedades diolas (llamadas en aquel momento Felupos o Floup por los viajeros europeos) principalmente se procuraban dos tipos de cautivos: prisioneros de guerra y ladrones de ganado (en el ganado -bueyes principalmente- se basaba la riqueza de las comunidades debido a sus funciones simbólicas). No obstante, estos cautivos no se vendían. De hecho, durante estos siglos los diolas se mostraron reacios a comerciar con los europeos, tanto en esclavos como en otros productos. Lo que se buscaba era obtener un rescate, en forma de ganado, pagado por las familias de los cautivos.61

60

Olga F. Linares, “Deferring to Trade in Slaves: The Jola of Casamance, Senegal in Historical Perspective,” History in Africa, 14 (1987), 113–139; Baum, Shrines of the Slave Trade… 61 Linares, “Deferring to Trade in Slaves…”, p. 114; Baum, Shrines of The Slave Trade…, p. 108.

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Los portugueses frecuentaban la zona desde mediados del siglo XVI en busca de cera, marfil y esclavos. En 1606 fundaron la factoría de Cacheo a unos 38 kilómetros de la desembocadura del río. En 1641 Gonçalo Gamboa Ayala fue nombrado capitán de la factoría y construyó dos nuevas factorías: una en Farim (Alto Cacheo) y otra en Ziguinchor (en la Baja Casamance, a 80 kilómetros del océano). De esta manera, se fue extendiendo la comunidad de luso-africanos en Casamance. Ziguinchor estaba habitada por población mulata o africana, sin presencia de ningún portugués de la metrópolis. La familia a cargo de la factoría eran los Carvalho Alvarenga, que pagaban anualmente al jefe bainouk de la zona para poder establecerse en el lugar. Profesaban la religión cristiana, pero impregnada de tradiciones africanas. Comerciaban principalmente con los mercaderes mandingas, pero no tenían problema en hacerlo también con franceses e ingleses. La factoría fue soslayada por Lisboa, hecho que quedó patente en la primera mitad del siglo XIX y que acabó con su venta a los franceses.62 Sin embargo, a partir de mediados del siglo XVII y sobre todo a principios del XVIII, la situación cambió. Finalmente los diolas se vieron envueltos en el sistema de trata atlántica pero lo hicieron de un modo indirecto. Comerciaban sus productos (arroz, miel y esclavos) a través de intermediarios africanos (mandingas) o luso-africanos.63 Por esta razón, es imposible cuantificar la trata de esclavos diola. En la Baja Casamance, sin embargo, la trata no conllevó la aparición de nuevas élites guerreras que monopolizaran el comercio de esclavos. De hecho, quienes capturaban personas lo hacían con herramientas cotidianas, al alcance de todo el mundo. No era necesario disponer de unas armas específicas, que tuviesen que comprarse, para ejercer estas actividades. Por lo tanto, en una situación en la que cualquiera podía capturar a otras personas, no se produjo el ascenso de una aristocracia guerrera que monopolizara dicha actividad.64 Además, la entrada de los diolas en el sistema de la trata de esclavos se produjo en un contexto en el que las comunidades no eran gobernadas por un centro político concreto, sino que estaban dispersas en numerosas unidades familiares y político-religiosas. En palabras de Baum:

62

Roche, Histoire de La Casamance…, pp. 67-69. Ibídem. 64 Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, p. 51. 63

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«There were no government officials […] to enforce trade regulations and no warrior class to forge alliances with external slave-trading groups.»65

Como toda actividad en el mundo diola, la trata de esclavos pasó a estar “normalizada” con la creación o adaptación de algunos de los altares existentes. Baum ha documentado la aparición de estos nuevos boekin en el grupo conocido como Essoulalou. Así, la actividad pasó a estar regularizada. No obstante, los cautivos no se destinaban directamente a su venta, si no que se seguía pidiendo un rescate por ellos. Sólo eran vendidos en el caso de que nadie los reclamara (los diolas no retuvieron esclavos en su sociedad hasta bien entrado el siglo XIX).66 Port lo tanto, los altares reforzaban las normas que regían el comercio, definían cómo debían ser tratados los cautivos (no podía hacérseles daño, puesto que ello conllevaría la reacción de los boekin del linaje de la víctima) y ofrecían protección a quienes se hacían con los cautivos. Las reglas más importantes, no obstante, eran las que definían quienes podían ser víctimas y quiénes no. Aquellos cautivos que eran vendidos a los intermediarios africanos o lusoafricanos no podían ser miembros de la misma comunidad de la que eran vendidos. La venta de miembros de la comunidad se veía como una actividad prohibida, que conllevaba el castigo de los espíritus encarnados en los altares. No obstante, con los años acabaron desarrollándose subterfugios espirituales que permitían estas actividades. Mientras vender personas que no eran reclamadas por sus familias era visto como un comercio de esclavos “legítimo”, éste no era el caso para niños de las comunidades diolas, el rapto y venta de los cuales se efectuaba en secreto y era visto por la sociedad como algo deleznable y punible. Quienes lo hacían crearon un nuevo altar para protegerse.67 El comercio de cautivos ofreció una nueva y rápida manera de obtener riqueza. Como indica Baum:

«A successful raider could acquire large numbers of cattle through ransoms. Through the sale of slaves, he could acquire livestock, guns, iron and cloth. With

65

Baum, Shrines of The Slave Trade…, p. 110. Ibídem, pp. 114-115; Linares, “Deferring to Trade in Slaves…”, pp. 113-139. 67 Baum, Shrines of The Slave Trade…, p. 124. 66

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access to guns and gunpowder, he could extend his hunting and raiding activities.»68

No obstante, la ganancia más importante de esta actividad continuaba siendo el ganado, tanto por su rol económico como por su rol religioso:

«Cattle were needed for ritual sacrifice to honor the dead, to become a priest of certain shrines, or to atone for a grievous sin. Cattle also served vital economic functions. They could be used to ransom a relative who had been seized. Cattle were the only commodity accepted for the purchase of rice paddies.»69

Así, el ganado que obtenían aquellos que capturaban personas los convertía en un grupo muy influyente, capaces de asumir responsabilidades rituales, honrar a los muertos, proteger a sus familiares y expandir sus tierras. Esto repercutió en cambios en los consejos de notables y en las autoridades político-religiosas. Se empezó a considerar la riqueza como esencial. El lugar en la comunidad que antaño se granjeaba mediante la muestra de aptitudes de liderazgo o simbólicas, pasó a ocuparse a través de la riqueza. Quienes la detentaban pasaron a ocupar los consejos y los cargos rituales, modificándose de esta manera los criterios de selección tradicionales.70 No surgieron élites guerreras y no había un estado que monopolizara la actividad comercial pero la división entre comunidades se acentuó. Por otra parte, la dependencia de los diolas en un complejo sistema de altares para regular aspectos de la vida económica y social condicionó sus respuestas a la creciente importancia del comercio de esclavos atlántico. Empezando por el modesto nivel de pedir rescates y vender a prisioneros de guerra y ladrones de ganado, la trata de esclavos acabó deviniendo una fuente significativa de riqueza. Pese a la voluntad de mantenerse ajenos a los contactos directos con los europeos, el truculento sistema de la trata de esclavos acabó repercutiendo profundamente en las sociedades de la Baja Casamance. Mientras algunos grupos empezaban a acumular riqueza en forma de ganado, las tensiones fueron en aumento. Se adoptaron hábitos más protectores y recelosos.

68

Ibídem. Ibídem. 70 Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, p. 56. 69

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Además, pese a que no se desplegó ninguna élite militar, sí que se dio un proceso de diferenciación:

«The wealth generated by the slave trade began a process of class formation in which the slave-trading elite gained greater access to rice paddies and livestock and was able to invest in the ritual offices that provided access to community leadership and helped to legitimate its growing economic power.»71

Por otra parte, esta nueva élite que se imponía en el ámbito político-religioso y económico, empezó a ser temida por la sociedad al asociarse la riqueza excesiva con acusaciones de brujería. Tenían que ir con pies de plomo a la hora de mostrar su riqueza o de ejercer su poder. A su vez, a medida que la riqueza se imponía como criterio para seleccionar puestos rituales o en los consejos, dichos poderes empezaron a considerarse menos importantes. «With increasing frequency, priests of theses shrines became mere “technicians of the sacred”, masters of ritual technique without charismatic authority.»72

En síntesis, la trata de esclavos introdujo cambios en todos los niveles, desde económicos hasta religiosos. Hubo un cambio en los criterios para acceder a los puestos de poder, ahora dependientes de la riqueza. A los conflictos de antaño se añadieron las disputas cada vez más frecuentes para obtener cautivos. Y todo ello produjo tensiones e inestabilidad en un momento en el que los europeos volvían a las costas de Casamance. La figura del rey-sacerdote, al sur del río, siguió siendo respetada pero también sufrió cambios relacionados con las nuevas tensiones. Un descendiente de uno de estos reyes declaró lo siguiente sobre la época:

«Men did not think well. They thought only of cattle. They committed sins against the spirit shrines and the spirit shrines destroyed the country. They

71 72

Baum, Shrines of The Slave Trade…, p. 127. Ibídem, p. 128.

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brought in diseases that wiped out families; diseases that not even shots could cure.»73 3.2.2 La Media y Alta Casamance Durante los siglos XVII y XVIII parte de la zona fue dominio del estado de Gabou, antigua provincia del Imperio de Mali. El historiador guineano D.T Niane señaló el período comprendido entre 1650 y 1790 como el de su apogeo. A partir de entonces se produciría un progresivo declinar que acabaría con la caída de la capital, Kansala, en 1867 ante las tropas de Fouta Djallon.74

Mapa 5. Extensión aproximada de Gabou. Fuente: Toby Green, The Rise of the Trans-Atlantic Slave Trade in Western Africa, 1300-1589 (Cambridge University Press, 2012), p. 47

Para entender el funcionamiento de Gabou en esta época hay que detenerse a considerar su religión, íntimamente ligada a la vida política del país. La religión se basaba en el culto a los dialan, genios o fuerzas sobrenaturales que sostenían toda la vida social, política e incluso económica de Gabou. De hecho, actuaba como elemento cohesionador.75 Niane aportó una definición más concisa de los dialan:

73

Entrevista con Siliungimagne Diatta, Kadjinol-Kandiaka, 07/11/1975. Citado en Baum, Shrines of The Slave Trade…, p. 129. 74 Niane, Histoire Des Mandingues…, p.11. 75 Ibídem, p. 90.

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«Le dialan est une forcé surnaturelle qui se loge dans un objet ou bien s’incarne en un animal, force consciente qui s’exprime dans un langage obscur que le prêtre seul peut décoder. Le dialan peut être un arbre, une forêt, une mare, un rocher; il peut se loger aussi dans un serpent, un crocodile. Il exige que périodiquement des sacrifices lui soient offerts; […]; mais à chaque grande épreuve que connaît la communauté, on consulte le dialan et on lui sacrifie.»76

El mito fundacional de Gabou hace referencia a tres hijas de un dialan, a las que se llamó nianthio (hijas de dialan) y que fueron esposadas con tres príncipes. Los dominios de esos príncipes constituyeron las tres primeras provincias de Gabou: Djimara, Pathiana y Sama. Este mito explica el origen de la transmisión del poder mediante la sucesión matrilineal; sólo los hijos de mujer nianthio podían heredar la excepcionalidad que ello conllevaba. Así fue como los nianthio se convirtieron en la alta nobleza de Gabou. De hecho, el Mansa-ba (el rey o jefe de estado) era elegido rotativamente entre las familias fundadoras de estas tres provincias.77 La segunda categoría de la nobleza era la de los koring, vasallos de los nianthios, cuyas provincias eran Kantor, Toumanna y Manna. En definitiva, Gabou se constituyó como una especie de confederación de provincias (de 30 a 47 durante la etapa de apogeo) con capital en Kansala, en la única provincia gobernada directamente por el Mansa-ba.78 Dentro de cada provincia, la unidad político-social más pequeña era la familia clánica o dembeya, cuyo jefe (keba) formaba parte del consejo de ancianos del pueblo al que pertenecían. Diversas dembeya daban forma a una comunidad más grande, llamada sate. Estas comunidades solían fortificarse y rodearse de murallas. Las capitales de provincia que así lo hicieron se denominaban kelo sansan. Cada kelo sansan estaba gobernado por un jefe militar de una familia local o, en su defecto, por un gobernador (mansa o kantamansa) designado desde Kansala. Alrededor del mansa o kanta-masa se constituía un consejo. Gracias a las guerras de expansión, ciertos clanes de koring o nianthio fueron imponiéndose e incorporando a los vencidos, hecho que conllevó la detentación del poder económico y militar por parte de grandes familias. A nivel estatal, los gobernadores de las provincias se reunían en consejo en Kansala alrededor del Mansa-

76

Ibídem, p. 103. Ibídem, p. 41. 78 Ibídem, p. 54. 77

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ba. Éste último lo convocaba como mínimo una vez al año para discutir las campañas militares que pretendía llevar a cabo o para resolver conflictos entre las provincias. De esta forma, la sociedad gabounké se dividía entre una aristocracia guerrera (nianthio y koring) y una masa de campesinos que trabajaban la tierra. Según Niane, esta aristocracia prosperó gracias a la trata de esclavos, con la que se proveían de armas de fuego y bienes de lujo. El poder se legitimaba por la fuerza militar, pero también por la religiosidad de la sociedad. El Mansa-ba era el Gran Nianthio, y su figura era respetada y venerada de forma similar a la de los reyes-sacerdotes de la Baja Casamance. Niane define de la siguiente manera a la nobleza gabounké: «La raison d’être du nianthio, c’est la bravoure; guerrier impavide, il ne doit à aucun moment manifester de signes de faiblesse. Le nianthio n’a pas peur de la mort; il est prêt à mourir pour défendre le Gabou, dont il est le gardien. Il préfère la mort à l’esclavage, aussi le suicide est-il pratique courante chez les nianthio; il ne supporte ni le déshonneur, ni l’asservissement. On croit qu’une force surnaturelle protège le nianthio, et que c’est grâce à cette force qu’il échappe au danger. […] Le nianthio ne trouve de plaisir qu’à la guerre.»79

La aristocracia no sólo estaba inmersa en la dinámica del tráfico de esclavos, sino que los territorios mismos de Gabou estaban surcados por las rutas caravaneras que, desde el interior, se dirigían hacia el río Gambia y los ríos de la actual Guinea Bissau y Casamance. En África Occidental, los comerciantes más activos eran los dyula, malinkés islamizados que se dedicaban al comercio. Pese a que la élite y el grueso de la población eran de religión tradicional africana, los musulmanes no tuvieron problemas para actuar en Gabou. Fueron creando nuevos pueblos a lo largo de las rutas caravaneras, llamados morocounda. En las capitales, tenían barrios separados del resto de la población. No obstante, eran tolerados y aceptados. Incluso en las cortes, los marabús hacían la función de adivinos y proveían tanto a nobles como a campesinos de amuletos religiosos. Su poder mágico se plasmaba en su capacidad para escribir.80 Por su parte, los pastores foula fueron abandonando su forma de vida nómada y creando pueblos llamados foulacounda. Musulmanes y foula jugaron un rol determinante en la caída de Gabou en el siglo XIX. 79 80

Ibídem, pp. 86-88. Ibídem, pp. 12-13.

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En resumen, Gabou presentaba una neta división entre aristocracia guerrera y campesinado. Los primeros detentaban el poder político y económico, sostenido en gran parte por la trata de esclavos. En los orígenes las actividades militares se realizaron en los confines del estado, capturando prisioneros de estados vecinos. Sin embargo, a lo largo del siglo XVIII las acometidas y saqueos también se empezaron a dar dentro de las fronteras gabounkés. Esto aumentó el recelo del campesinado, generando un caldo de cultivo favorable para la desestabilización de Gabou instigada por la teocracia musulmana del Fouta Djallon en el siglo XIX.

3.3 Casamance en la primera mitad del siglo XIX

3.3.1 La Baja Casamance

Mapa 6. Principio de la presencia francesa en Casamance. Fuente: Roche, Histoire de la Casamance…, p. 73

En 1778, el administrador general de las posesiones francesas en la costa de África, J.A Le Brasseur, realizó un informe con el que pretendía atraer la atención del gobierno francés sobre los recursos de la costa occidental africana y las posibilidades que ofrecía para la expansión comercial. Las líneas consagradas a la región de Casamance revelaban que si bien Francia se desinteresaba por la zona, sus marineros la frecuentaban y eran buenos conocedores de ella.81 Le Brasseur escribió sobre un pueblo llamado Itou, en el que el comercio en arroz era abundante, así como el de esclavos, marfil y cera. Por ello, establecer una posición sólida en la zona podría resultar ventajoso. Sin embargo, lamentaba que tales posibilidades no fueran explotadas.82 En 81 82

Roche, Histoire de La Casamance…, p. 72-73. Ibídem.

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1783, el Ministerio mandó obtener información sobre los territorios al sur del Gambia. Las instrucciones que se dieron a los encargados de inspeccionar la zona les prohibía levantar ningún establecimiento que pudiera ocasionar reclamaciones por parte de portugueses o ingleses.83 Más tarde, la Revolución Francesa y las posteriores guerras napoleónicas, relegaron la expansión territorial en África a un segundo plano. Establecido el régimen de la Restauración y recuperadas sus posesiones en Senegal, se retomó la política de expansión. Según Barry, la abolición de la trata de esclavos en 1818 produjo una grave crisis comercial en el norte de Senegal que coincidió con el paso del mercantilismo comercial al capitalismo industrial en Europa. Así, a África se le asignaba una nueva función: la de proveer materias primas y productos agrícolas que podían utilizarse en la metrópolis. Mientras Saint-Louis superó la crisis mediante su implicación plena en el comercio de la goma arábiga, Gorée centró su atención en la búsqueda de nuevas oportunidades comerciales al sur del río Gambia.84 Por lo tanto, podríamos argüir que el final de la trata atlántica impulsó el interés definitivo por parte de los franceses en la región de Casamance. En 1826, ante las peticiones de los comerciantes de Gorée y Saint-Louis, el gobernador de Senegal, el Baron Roger, mandó visitar el río Casamance en el mes de mayo para evaluar la importancia del tráfico comercial y las oportunidades de su desarrollo en la zona.85 En su informe enfatizaba en la riqueza agrícola de la región, en su relevancia en relación al creciente control británico en el río Gambia y en la importancia del tráfico de esclavos. Creía que una mayor presencia comercial en Casamance permitiría a los franceses abandonar el puesto comercial de Albreda, en el río Gambia, limitado por los controles británicos. Estos últimos estaban al tanto del potencial para la trata de esclavos que ofrecía la región de Casamance:

«Not withstanding this restriction, however, a very considerable Slave Trade is carried on by the French factors of Albreda throughout the whole length of the river Gambia. For, although the authorities at Bathurst do not permit any vessel with slaves on board to pass that settlement, yet they are carried in canoes to the

83

Ibídem, p. 74. Barry, La Sénégambie..., pp. 187-189. 85 Roche, Histoire de La Casamance…, p. 74. 84

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left bank of the river, and thence conveyed by land to Cacho or Casamens, whence they are shipped for the West Indies.»86

Roger, en su informe, incidía también en que la navegación del río no era peligrosa y que la concurrencia portuguesa en Ziguinchor no suponía un riesgo para los intereses comerciales franceses. Propuso la creación de un simple almacén en Brin, a 10 kilómetros de Ziguinchor, dejando para más adelante, si el comercio prosperaba, la creación de un establecimiento más importante.87 El Ministerio aprobó el proyecto pero fue mal acogido por los comerciantes de Gorée y Saint-Louis al considerarlo poco ambicioso. Este descontento conllevó el aplazamiento del proyecto.88 Ante la persistencia de ambos puestos comerciales, en 1828 otra misión fue enviada a Casamance bajo la dirección de Jean Clément Victor Dangles, nombrado Residente en la Costa de África. Sus instrucciones eran precisas: elegir el emplazamiento del futuro comptoir (puesto comercial o factoría) y negociar con la población diola la cesión del territorio escogido.89 En primer lugar, los oficiales franceses se dirigieron a la orilla sur del río, donde negociaron los derechos para establecer un puesto comercial en Brin. Tras firmar un tratado el 29 de marzo de 1828, se dirigieron a la orilla norte donde también negociaron un tratado con el pueblo de Itou, que controlaba la entrada norte al río Casamance. En este último tratado se aceptaba la cesión de terreno para el establecimiento de un comptoir francés y el compromiso de no dejar a ninguna nación extranjera establecerse en la zona.90 En ambos casos los tratados fueron firmados sólo tras las pertinentes consultas con las asambleas y consejos locales. Del tratado con Itou destaca la garantía de liberad religiosa:

«Article 8: His majesty promises to have anyone severely punished who proceeds to insult Couloubousse [the priest king] or his subjects or attempts to abuse their religion or customs of the country.»91

86

“Fifteenth Report of the African Institute”, 1821, citado en Baum, Shrines of The Slave Trade…, p. 132 Roche, Histoire de La Casamance…, p. 74. 88 Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, p. 66. 89 Roche, Histoire de La Casamance…, p. 75. 90 Ibídem. 91 Citado en Baum, Shrines of The Slave Trade…, p. 132. 87

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Según Baum, esto indica la prudencia de Itou ante la interferencia en la vida comunitaria que podía acarrear la relación con los europeos y también que los franceses, en ese momento, estaban más interesados en establecer su presencia comercial, excluyendo de esta manera al resto de europeos, que de interferir en los asuntos diolas92. Dangles dejó en el lugar a dos representantes franceses y volvió a Saint-Louis. En agosto llegaron noticias desde Casamance. Los dos hombres que había dejado para mantener la bandera francesa habían fallecido. Inmediatamente se inició una investigación de lo ocurrido. Dangles se informó sobre cierta oposición a sus agentes y que éstos habían sido invitados varias veces a Ziguinchor por los notables del lugar, por lo que sospechó que habían sido envenenados por los afro-portugueses.93 Los franceses fueron sucedidos por dos mestizos de Gorée: John Newton y Pierre Baudin, destinado a residir en Brin en calidad de agente comercial94. Este último, en el mismo año de las negociaciones en Brin e Itou, había liderado junto a su familia a un pequeño grupo de mestizos de Gorée que se establecieron en la isla de Carabane, en la desembocadura del río, isla que “pertenecía” a su vez a Kagnout. En su segunda visita, Dangles eligió la punta de Diogue para establecer el futuro comptoir, ya que le permitiría asegurarse el control de la navegación en el río. Su siguiente movimiento fue negociar la cesión de la punta de Diembéring, en la orilla sur. En su viaje de vuelta hacia Gorée, Dangles y su tripulación fueron víctimas de una epidemia que los diezmó y acabó con la vida del primero.95 Tras su muerte, el gobierno quiso enviar a un residente francés, blanco, a Casamance. Sin embargo, las recientes defunciones de los funcionarios que habían ido a la zona hizo que recibieran la negativa de quién había sido propuesto para ocupar el puesto. Se vieron obligados, por lo tanto, a dejar en el lugar a los mestizos Newton y Baudin para no perder las ventajas adquiridas. Librados a su suerte, estos hombres debieron enfrentarse al rechazo de los diolas a venderles provisiones y tuvieron que rechazar un ataque por parte de la gente de Itou. 96 En definitiva, las dificultades a las que se enfrentaron los franceses tras los tratados se derivan de la creencia de Dangles en que los jefes con quienes negoció eran propietarios tanto de los pueblos como de los territorios que los rodeaban y que un simple acuerdo con ellos sería suficiente para implantar establecimientos franceses y 92

Ibídem. Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, p. 69. 94 Ibídem, pp.69-70. 95 Ibídem; Roche, Histoire de La Casamance…, p. 75. 96 Ibídem, p. 76. 93

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proteger a sus agentes contra las intrigas de las potencias vecinas. A pesar del poco valor de estos tratados, Francia había establecido una presencia que iba a ser de gran ayuda para su establecimiento definitivo en el río.97 No fue hasta 1836 cuando la administración francesa volvió a Casamance. Gorée seguía buscando nuevas salidas comerciales y Saint Louis se preocupaba por competir con los comerciantes de la isla. El encargado de volver a estudiar las posibilidades comerciales y las condiciones necesarias para establecer un comptoir fue el Comandante Particular de Gorée, el lugarteniente Malavois. Visitó Itou y se encontró negociando con un jefe que no era el mismo con quien había tratado Dangles años antes. Ante la negativa de vender el terreno de la punta de Diogue, Malavois decidió visitar la orilla sur del río. Allí pactó con el “jefe” de Kagnout (en realidad era el rey-sacerdote Guindal98) la compra de la mitad de la isla de Carabane, donde la familia Baudin se había establecido. La venta se hizo oficial el día 22 de enero de 1836. Los diolas de Kagnout insistieron en sus derechos de explotar un palmeral del que extraían el vino de palma, así como una pequeña porción de la isla situada al noreste y llamada Djibamouh. El bosque que ahí había era considerado por los habitantes de Kagnout como sagrado porque contenía un poderoso altar. A cambio de la cesión de Carabane, Kagnout recibía una renta anual de treinta y nueve barras de hierro, que correspondía al valor de 196 francos de la época.99 Las razias de los Djougouttes (diolas de la orilla norte) y de los habitantes de Diembéring habían creado tal clima de inseguridad en los campesinos de la zona que los ancianos de Kagnout aceptaron esta alianza con los comerciantes franceses como sistema de protección.100 Este tratado era, por lo tanto, otra consecuencia del período de la trata, que seguía activo en Casamance. La compra de Carabane produjo críticas debido a la insalubridad de la isla. De este modo, con la decisión de establecer un comptoir en Carabane siendo discutida, las autoridades francesas decidieron enviar una nueva comisión de exploración, dirigida por Dagorne, nuevo Comandante Particular de Gorée, que se saldaría con el establecimiento del comptoir de Sédhiou en 1837. Este fue el puesto comercial más importante de la primera mitad de siglo, en detrimento de Carabane, que fue desatendida y siguió siendo explotada por la familia Baudin.101 En su retorno a la Baja Casamance, Dagorne paró en 97

Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, p. 71. Ibídem, p. 72. 99 Ibídem. 100 Baum, Shrines of The Slave Trade…, p. 132. 101 Roche, Histoire de La Casamance…, p. 78. 98

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Diembéring donde pactó con algunos notables del lugar la cesión de la punta homónima en la que los franceses habían proyectado construir un fuerte.102 La familia Baudin cultivaba en Carabane, mediante trabajo esclavo, arrozales cuya cosecha era vendida a los afro-portugueses de Ziguinchor y también a los ingleses de Gambia.103 A François Baudin le sucedió su hermano Jean, quien en 1841 reclamó al Comandante Superior armas y munición para combatir a los diolas de Kagnout, sospechosos de querer atacar Carabane. Las informaciones que llegaron a Gorée revelaron que el descontento de las poblaciones diolas venía de la costumbre de la familia Baudin de comprar objetos que provenían del pillaje entre pueblos.104 En 1847, François Baudin cometió un acto de piratería contra un barco inglés que conllevó una investigación en la que se acusó a su hermano Jean de no haber hecho nada para impedir la expedición de François. Jean Baudin fue en consecuencia relevado de sus funciones como Residente en Carabane el 1 de marzo de 1848.105 Un agente comercial europeo establecido en Gorée, Dufour, fue designado para reemplazarle. A su llegada a Carabane fue mal acogido por la familia Baudin y no supo tratar con las poblaciones diolas de los alrededores. Dimitió en septiembre de 1849 y fue reemplazado por Emmanuel Bertrand-Bocandé, con quien la presencia francesa en la Baja Casamance tomaría un nuevo impulso.

3.3.2 La Media y Alta Casamance

Mapa 7. La Media Casamance. Fuente: Roche, Histoire de la Casamance…, p. 52 102

Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, pp. 72-73. Ibídem, p. 73. 104 Ibídem, p. 74. 105 Ibídem, p. 75; Roche, Histoire de La Casamance…, p. 82. 103

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La comisión Dagorne pasó por Ziguinchor e hizo oídos sordos a las protestas de los afro-portugueses del lugar ante la voluntad francesa de seguir avanzando por el río en busca de un lugar adecuado para establecer un nuevo comptoir. Finalmente llegaron a Sédhiou, pueblo bien situado en una meseta que dominaba el curso fluvial. Según Roche, Sédhiou pertenecía a un rey bainouk malinkizado llamado Bojan Dofa, que era soberano del pequeño reino de la orilla izquierda conocido como Boudhié.106 Desde el siglo XVII los portugueses remontaban el curso del Casamance para comerciar en la zona en busca de cera y esclavos de Fogny, que eran enviados a Cacheo. Si Carabane había despertado cierto recelo, la elección de Sédhiou llegó a entusiasmar al lugarteniente Vallon que, en 1862, escribió:

«Les ressources de Séju, pour la vie, ne sauraient être comparées à celles de Karabane. Elles sont considerables. […] Des jardins produisent des légumes et des fruits, il y a partout des fontaines d’eau vive ; le giblier abonde sur les collines du voisinage ; le fleuve est poissonneaux […] enfin le climat y est très supportable pour un Européen.»107

La comisión decidió que Sédhiou era un buen lugar para establecer el comptoir tanto por la costumbre de los habitantes de comerciar con europeos como por su situación geográfica, que debía asegurar la prospección de la riqueza de la zona. El 24 de marzo de 1837 se firmó un tratado por el cual se cedía a Francia un terreno a lo largo del río de 250 metros de largo por 100 metros de ancho para establecer el comptoir a través de un pago anual de 39 barras de hierro, el equivalente a 96 francos de la época.108 Un año después, el 25 de marzo de 1838, Dagorne volvió al lugar acompañado del lugarteniente Dalen, nombrado como primer comandante de los establecimientos franceses en Casamance. Al llegar a Sédhiou advirtieron que el jefe con el que habían firmado el tratado acababa de morir. Su sucesor, junto al alkali de Sédhiou, rechazaron el desembarco del material destino a construir el comptoir.109 Según Roche, el alkali tenía lazos con los comerciantes británicos del Gambia. Por ello se mostró exigente y 106

Citado en Roche, Historie de la Casamance…, p. 78. Ibídem. 108 Ibídem. 109 Según Quinn, el alkali era el nombre dado al líder del pueblo, normalmente era el hombre de más edad del linaje que descendía directamente del fundador o primer ocupante de la comunidad. Charlotte A. Quinn, Mandingo Kingdoms of the Senegambia. Traditionalism, Islam and European Expansion (Evanston: Northwestern University Press, 1972), p.13. 107

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solicitó un nuevo tratado. Dagorne consiguió que se firmara algo similar al del año anterior y llegaron a un acuerdo el 3 de abril de 1838. Los franceses conservarían el terreno a cambio de 39 barras (30 para el mansa, 5 para el alkali, 3 para el enviado del rey y 1 para el enviado del alkali).110 Dagorne comprendió que debía negociar con el alkali que era, según su opinión, el verdadero jefe de Sédhiou: «Le gens de Sedhiou sont eux-mêmes en grand nombre pour nous. Le roi l’est lui-même mais il n’ose pas déplaire l’alkali… Si le roi mourait, le chef de Patiabor [pueblo vecino] qui est son successeur légal, et aussi inepte pour le moins, serait à notre disposition. Son amitié est entretenue par sa soif d’eau-devie que l’on satisfait à chaque visite…Encore une fois, notre querelle n’est qu’entre l’alkali et ses amis d’un côté et nous de l’autre. Sa famille, comme la plus nombreuse le maintient en place; mais si nous étions forts et menaçants, ses propres parents l’abandonneraient pour lui substituer un autre parent.»111

Dagorne volvió a Gorée el 11 de abril, dejando a Dalen instrucciones precisas: proteger el comercio francés, favorecer su extensión y tomar contacto con las poblaciones vecinas pero observando una estricta neutralidad política.112 En 1849, Bertrand Bocandé escribía que en la zona del comptoir francés habían dos pueblos: Seyou mauracunda y Seyou francescunda. Los franceses pagaban, según sus textos, tanto al “jefe” del reino de Boudhié, como al alkali de Seyou mauracunda.113 Así, vemos que este último pueblo era dominio musulmán. ¿Desde cuándo Sédhiou había devenido morocounda? ¿Ya lo era en el momento del primer tratado o era resultado de los enfrentamientos de los años 1840? Estas cuestiones, que no han sido tratadas por ningún historiador, podrían revelar el grado de cambios socio-políticos que ocurrieron en la Media Casamance en esta época. Finalmente, la construcción se terminó del comptoir en 1844. Entre 1838 y 1854, Sédhiou tuvo 22 comandantes diferentes debido al azote del paludismo y de diversas enfermedades intestinales. La administración limitó el puesto a seis meses para intentar preservar la salud de sus administradores. Además, los efectivos establecidos en el lugar 110

Roche, Historie de la Casamance…, p. 78. Citado en Ibídem, p. 79. 112 Ibídem. 113 Emmanuel Bertrand-Bocandé, “Notes sur la Guinée portugaise, ou Sénégambie méridionale”, Bulletin de la Société de Géographie, mai-juin 1849, ser. 3, t. XI, nº65-66, p. 307. 111

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se redujeron a lo estrictamente necesario. En 1854 había 5 europeos y 39 indígenas, la mayoría, llegados de otros puntos de Senegal, acababan casándose con mujeres locales.114

Para comprender los cambios socio-políticos que se iniciaron en la Media Casamance en la década de 1840 hay que incidir en la importancia del cultivo del cacahuete, que fue utilizado por los franceses como lubricante en su industria en plena expansión. Tenía la misma función que el aceite de palma para los británicos. Desde 1838, con la implantación de la presencia francesa, el cacahuete pasó a engrosar las listas de productos exportados desde Casamance. Según Niane, la reestructuración del comercio tuvo profundas repercusiones sobre la economía local, perjudicando a los antiguos beneficiarios de la trata (aristocracia guerrera) en provecho de grupos bien situados para sacar partido de la nueva producción.115 El comptoir de Sédhiou rápidamente adquirió una importancia renovada. Las zonas de Boudhié, Souna y Balmadou, provincias de Gabou, fueron el escenario de una afluencia de población malinké y sarakollé venida del este, de la zona de Bakel, para cultivar cacahuete y algodón. La mayoría de estos recién llegados eran musulmanes.116 Niane comenta que multitud de aldeas agrícolas aparecieron en Boudhié: en los alrededores de Sédhiou, Bakoum, Patiabor y Badiari. En el norte, en Pakao, un proceso similar también acabó atrayendo población musulmana. Por otra parte, la presencia musulmana en estas provincias occidentales de Gabou venía de lejos y, en muchos casos, los comerciantes musulmanes habían precedido a las poblaciones de religión tradicional. Así, Pakao, Djassi, Balmadou y Boudhié eran las provincias más tocadas por el Islam y, hacia 1840, eran las más pobladas y prósperas de Gabou gracias al comercio con los europeos y a la riqueza de los cultivos.117 Desde principios del siglo XIX, los musulmanes eran, según Niane, mayoritarios en estas provincias occidentales. Los conflictos aparecieron cuando los mansas de Boudhié, que habían firmado el tratado con los franceses, empezaron a ver con malos ojos los frutos que los musulmanes sacaban de la presencia francesa. Estos mansas empezaron a exigir nuevas tasas a los recién llegados. El fin de la trata había debilitado a la aristocracia

114

Roche, Histoire de la Casamance…, pp. 80-81. Niane, Histoire Des Mandingues…, p. 117. 116 Ibídem, p. 118. 117 Ibídem, p. 121. 115

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dependiente de la guerra. No habían sabido adaptarse a la nueva situación y optaron por el pillaje de las aldeas agrícolas que cultivaban el cacahuete y el algodón.118 3.3.2.1 Las guerras intestinas

Mapa 8. I. Guerras entre Fouta Djallon y Gabou/ II. Las guerras en la Media Casamance. Fuente: Roche, Histoire de la Casamance…, p. 93

En la década de 1840, la Media/Alta Casamance fue el escenario de violentos enfrentamientos entre sectores de la población. Es lo que la historiografía anglosajona, en el caso del río Gambia, llamó las guerras de marabús contra soninkés. Quinn aportó una explicación lúcida sobre ambos grupos sociales:

«In a ritual context Soninke was used as a synonym for the Arabic kafir (unbeliever), a term for animists or Muslims who failed to observe Islamic practices. Marabout, meaning cleric or teacher, was a term associated with the saint cults of North Africa. In the Senegambia it referred to all who accepted a 118

Ibídem, p. 122.

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purified form of Islam. The symbol of the differences between the two groups was highly individual and particularized: if a man drank alcoholic beverages he was considered a “Soninke” [el acto de beber alcohol estaba asociado a los cultos de religión tradicional]; if not, he was a “Marabout”. Politically these terms represented a division of the population into two sharply opposed factions which cut across ethnic and traditional political groupings. Soninke popularly defined the ruling party of aristocratic families and their followers, while Marabout referred to all those excluded from land ownership and the highest offices of the state.»119 Pese a que Roche señala las guerras como conflictos de “religión”, en mi opinión el componente social marcó en gran medida las revueltas de las poblaciones musulmanas. Con el final de la trata de esclavos, las élites mandingas habían establecido nuevos impuestos sobre las poblaciones, especialmente a aquellos sectores recién llegados por la atracción del comercio francés. Se presionó sustancialmente a las aldeas agrícolas próximas a Sédhiou. La nueva presión tributaria llevó a las poblaciones musulmanas y campesinas a emprender la fortificación de sus pueblos, hasta entonces prohibida por las élites tradicionales, que aceptaban la presencia de comerciantes musulmanes pero no estaban dispuestos a concederles poder político o militar120. Las fricciones con los franceses se hicieron más frecuentes. Además, las noticias que llegaban al comptoir hablaban de problemas que inquietaban profundamente al capitán de la guarnición, Pellitier. Su rol era el de favorecer y proteger el comercio francés pero disponía de pocos recursos y debía observar una estricta neutralidad política y no inmiscuirse en los asuntos de los habitantes del lugar.121 En febrero de 1843, tuvo lugar el arresto de un soldado de la guarnición de Sédhiou por la gente del pueblo de Patiabor. El motivo de esta acción no ha sido explicado por ningún historiador. Hubo riñas violentas entre soldados y la población. El comptoir llegó a verse asediado y el capitán Pellitier tuvo que reclamar la ayuda de Gorée. Dagorne fue el encargado de responder a la llamada. Llegó con un destacamento de cincuenta hombres de infantería y un pequeño destacamento de artillería, que impresionó a la población local. No obstante, la intervención militar no acabó de 119

Quinn, Mandingo Kingdoms of the Senegambia…, p. 53. Emmanuel Bertrand-Bocandé, “Notes sur la Guinée portugaise, ou Sénégambie méridionale”, Bulletin de la Société de Géographie, juillet-aout, 1849, ser. 3, t. XII, nº65-66, p. 57. 121 Roche, Historie de la Casamance…, p. 91. 120

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materializarse porque al llegar los refuerzos la situación ya se había calmado. Dagorne aprovechó su presencia en Sédhiou para reunir a los jefes de Boudhié, desde Sandiniéri hasta Jengabar. Firmaron un tratado en 1843 por el que se comprometían a acatar la convención de 1838.122 Roche habla de este tratado sin profundizar en su contenido. Podríamos formular diversas preguntas en torno al mismo: ¿Por qué se llamó a todos los “jefes” de Boudhié cuando en 1838 se había pactado únicamente con el mansa y con el alkali de Sédhiou? ¿Por qué el resto de alkalis (si eran éstos a los que Roche se refiere como “jefes”) aceptaron un tratado que en principio sólo afectaba a Sédhiou? Las respuestas a estas preguntas sólo podrán ser contestadas con trabajo en los archivos y en la misma zona de la Media Casamance. No obstante, una posible hipótesis podría ser que los jefes tradicionales, viendo el creciente clima de tensión con las masas campesinas y musulmanas, y tras la demostración de fuerza de Dagorne, decidieron que era una buena idea granjearse la colaboración de los franceses. Dagorne no había llegado todavía a Gorée cuando los musulmanes de Pakao, apoyados por las fuerzas del Fouta Djallon, se levantaron contra los jefes soninké. El 9 de abril de 1843, el capitán Pellitier escribió: «Les Soninké ne sont plus rien aujourd’hui, les marabouts en ont massacré une grande partie et le peu qui reste a accepté leur domination…Le roi du Boudhié n’est plus rien ainsi que le Sounaba de Sandiniéry. Ce dernier s’est fait marabout.»123

En los meses de junio y julio cesaron los combates, la derrota de los jefes tradicionales, según Niane, fue completa. Los vencedores ocuparon las tierras de los soninkés, sometidos o exiliados. Algunos buscaron refugio en Sédhiou y solicitaron la protección a la guarnición francesa, poniendo al capitán en una posición delicada: no podía rechazar a los soninkés con quienes habían firmado pactos pero los intereses comerciales imponían la necesidad de un acuerdo con los nuevos dueños del lugar, que estaban dispuestos a entenderse con los franceses. El comercio se había visto afectado por los conflictos y los administradores habían recibido las quejas de los comerciantes.124 En agosto de 1844, el capitán Cathernault, sucesor de Pellitier, se 122

Ibídem, p. 93. Citado en Ibídem. 124 Ibídem, pp. 93-94; Niane, Histoire Des Mandingues…, p. 123. 123

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enteró de que los foulas del Fouta Djallon, aliados con los foulas de Gabou y con sectores musulmanes, iban a atacar a los soninkés de Gambia y, después, marchar hacia Boudhié, donde todavía había resistencia a los nuevos poderes. Esto lo llevó a firmar con Mody Seydou, emisario del Fouta Djallon, una convención de neutralidad ante la guerra que oponía a los foulas contra los soninkés. Además, se comprometía a no dar asilo a los soninkés y a comerciar con los mercaderes venidos desde el sur. No obstante, el tratado fue desaprobado por sus superiores, que se limitaron a prohibir a los comerciantes establecer relaciones y personal más allá de Sédhiou.125 Todos estos problemas se dieron en un contexto muy concreto e importante para la historia de Gabou: una crisis en la sucesión agravada por los ataques del Fouta Djallon. Resulta conveniente, por lo tanto, repasar los hechos que enmarcan la problemática concreta de Casamance. 3.3.2.2 Gabou y el Fouta Djallon: el inicio de los enfrentamientos El estado teocrático del Fouta Djallon se creó en 1725 en lo que hoy en día es el interior oriental de Guinea Conacry. El nuevo poder surgido de la revolución musulmana relegó a los antiguos dueños del país a la esclavitud, confinándolos en pueblos llamados rounde en los que cultivaban para la aristocracia. Los jefes religiosos pasaron a ser jefes de provincias, ocupando el lugar que correspondía a las autoridades tradicionales. El primer líder del estado teocrático fue Karamoko Alfa, que adoptó el título de Almani y situó la capital en Timbo, su ciudad.126 La organización política del estado era la de un tipo de confederación de provincias autónomas. La sociedad estaba profundamente jerarquizada. El estado lo dominaba una aristocracia guerrera y de maestros del Islam (marabús). En cada provincia (diwal), las missidé, lugar en el que habitaban los nobles alrededor de la mezquita, dominaban un número variable de rounde y foulasso, el equivalente al foulacounda gabounké (pueblo de foula, etnia a la que pertenecía la aristocracia). No obstante, los vencidos conformaban tres cuartas partes de la población y no tenían ningún derecho político. Entre 1799 y 1870, el estado contó con una gran estabilidad, aunque tuvieron algunos problemas internos, sobre todo en el sur, que hicieron que giraran su mirada hacia el norte, a la zona de Gabou.

125 126

Ibídem. Niane, Histoire Des Mandingues…, pp. 126-27.

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El Almani, en Timbo, era elegido por un consejo de letrados y jefes de guerra. Era el jefe religioso y temporal de la confederación. Dos clanes se alternavan en el acceso a esta autoridad: los Alfaya y los Soriya.127 En cuanto a la economía, el ganado, el grano, el algodón, la miel y los esclavos suponían una gran atracción para los europeos. Este interés por los productos del Fouta Djallon, incrementado tras la abolición de la trata atlántica, generó una dura competencia entre franceses y británicos por el acceso a las rutas que llevaban el comercio de la zona. Los franceses, por ejemplo, enviaron una misión, encabezada por Mollien, que debía pedir al Almani «d’engager ses sujets à donner plus d’activité à leurs relations avec notre colonie [Senegal] où toutes les marchandises abondent».128 Las revueltas de los musulmanes de Gabou dieron al Fouta Djallon la oportunidad perfecta para intervenir y asegurarse el acceso directo a los intercambios con los europeos. La provincia de Labé fue la más importante en la actividad contra Gabou. A partir de 1820 practicó una guerra sistemática. En 1830 la frontera entre ambos estados estaba situada en el río Corubal. Por su parte, Gabou entró en una crisis sucesoria en 1840. Este era el momento en el que el comptoir de Sédhiou llamaba la atención del Fouta Djallon como una nueva salida para sus productos que ahorraría a las caravanas remontar hasta el río Gambia. Por esta razón, se intensificaron las actividades militares para controlar las rutas comerciales que atravesaban Gabou. En este contexto, Niane comenta que el éxito de los musulmanes de Pakao y de Boudhié galvanizó al resto de sectores islamizados del país. El peligro para los nianthios tenía, así, dos dimensiones: una exterior (Fouta Djallon, Bondou) y otra interior (musulmanes y sectores descontentos).129 La crisis de sucesión se solucionó con la convocatoria de una Gran Asamblea en la que los tres clanes nianthios olvidaron las querellas que habían provocado la crisis. Hubo unanimidad en elegir a un candidato de la provincia de Pathiana, Dianké Walli, que gobernó desde 1845 hasta 1867 aproximadamente.130 En su coronación fue bendecido por un musulmán, lo cual puede confirmar mi hipótesis de que el conflicto que se desarrolló desde 1840 no fue una guerra de religión, no al menos en sus orígenes. De su coronación sería interesante averiguar qué mansas y kanta-mansas, qué korings y nianthios, acudieron al evento para dar cuenta de la composición de Gabou en aquel 127

Ibídem, pp. 130-31. Citado en Ibídem, p. 134. 129 Ibídem, p. 139. 130 Ibídem, p. 140. 128

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momento y de la autoridad del Mansa-ba frente a las provincias que constituían su estado. En las predicciones que el nuevo Mansa-ba hizo durante su coronación, Dianké Walli predijo, según las fuentes orales, que él sería el último rey de Gabou.131 Pese a llegar en un momento de debilidad estatal, Walli redefinió la estructura de mansas y kanta-mansas provinciales. La mayoría de guarniciones militares recibieron nuevos kanta-mansas. Mientras que el poder de los mansas, que podríamos definir como gobernadores provinciales, era hereditario, Kansala se reservaba el derecho de nombrar a los kanta-mansas o jefes de guarniciones militares, que de facto también ejercían un poder hereditario e independiente difícil de controlar desde la capital. Es por ello que la decisión de los nuevos nombramientos alimentó el descontentó de algunos de los sectores aristocráticos contra el nuevo Mansa-ba. Uno de los nombramientos que más peso tuvo en los primeros años del reinado de Dianké Walli fue el de Galain Sonko, un koring, como preceptor de impuestos. Sonko se había labrado una gran reputación de rectitud y obediencia. Encargado de asegurar el pago de los impuestos en las provincias, construyó una milicia temible que lo acompañó en sus actividades. Sonko recorrió Gabou; Niane defiende que consiguió reafirmar la autoridad del Mansa-ba hasta Fogny, zona entre el río Casamance y el Gambia.132 Esta afirmación categórica debería cotejarse con las fuentes orales de la zona de Brassou, Boudhié o Pakao. Resulta complicado creer que en estos lugares periféricos en los que los musulmanes habían derrotado a los antiguos dueños de la tierra, los soninké, la autoridad del Mansa-ba continuara siendo efectiva. Galain Sonko fue especialmente duro con los morocounda, pueblos que junto a los foulacounda eran los más ricos del país. Niane comenta que los pesados impuestos sobre estas comunidades empujaron a musulmanes y foulas a emigrar hacia Gambia y Sédhiou, pero esta afirmación también debería ser contrastada con otras fuentes.133 En definitiva, Sonko consiguió restablecer la autoridad en un lapso de unos dos años. Sin embargo, en 1847 tuvo lugar un hecho que alteraría estos primeros años del reinado de Dianké Walli, definidos por Niane como el estado de gracia de Gabou.134 Ese año una partida de comerciantes gabounkés, de religión tradicional, visitaron el pueblo comercial de Manda, en territorio perteneciente al Fouta Djallon. Llegaron un 131

Ibídem. Ibídem, p. 144. 133 Ibídem. 134 Ibídem, p. 143. 132

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viernes mientras la población realizaba la plegaria. La historia cuenta el choque de los comerciantes con la población al negarse a convertirse al Islam y al hacer gala de su propia religión. El enfrentamiento se saldó con la ejecución de los gabounkés. Se perdonó la vida a dos de ellos para que comunicaran a Dianké Walli cuál era la suerte que corrían los paganos al adentrarse en esos territorios. Cuando los emisarios llegaron a Kansala, Walli convocó una asamblea de urgencia en la que se declaró la guerra a Manda. Tres mil guerreros gabounkés se encargaron del asedio a la ciudad, que duró un único día. La victoria contra Manda alimentó más si cabe la gloria y reputación de Galain Sonko, uno de los jefes de la expedición. Su actuación hizo que un nianthio le ofreciera a su hija, también nianthio, en matrimonio. Este hecho, el casamiento de un koring con una mujer nianthio, enfureció a muchos nobles de Gabou cuya inquina por Sonko y su implacabilidad con los impuestos no hizo más que aumentar. Manda fue destruido y en el camino de vuelta hacia Kansala las tropas gabounkés saquearon foulassos del Fouta Djallon. Estas acciones llegaron rápidamente a oídos de Timbo y Labé.135 Las actividades de Sonko alimentaron el descontento de los sectores musulmanes, de los foulas, y de los mansas y kanta-mansas que no veían con buenos ojos el hecho de volver a la disciplina de antaño. Los impuestos reducían su riqueza, escasa tras la abolición de la trata atlántica. Es por ello que fueron sectores de nianthios y korings, es decir, la aristocracia, quienes primero hicieron frente al preceptor de impuestos. Tras Boudhié y Pakao, las revueltas musulmanas se extendieron también a Balmadou. Cada vez más morocoundas se fortificaban, en lo que suponía una declaración indirecta de guerra. Un hecho clave fue la llegada al poder en 1849 del Almani Omar en el Fouta Djallon. Los foutankés estaban al corriente de que la autoridad del Mansa-ba era más nominal que real y que Sonko se había ganado los recelos de la aristocracia. Omar inició una movilización sin precedentes. Envió cartas a todos los missidé de Fouta Djallon proclamando la guerra santa contra Gabou. Las fuentes escritas africanas, los tarikh, señalan diversas causas: intereses estratégicos comerciales y concurrencia, guerra santa contra los paganos y protección de los foula y de los mandingas musulmanes que vivían en Gabou. Las fuentes inciden mucho en la economía de pillaje de la aristocracia gabounké e incluso hablan de oportunismo al referirse a la conversión de amplios sectores de la población al Islam para obtener la

135

Ibídem, pp. 146-47.

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ayuda del Fouta Djallon. El Ta:rikh Mandinka habla también de una solidaridad étnica que llevó a los foutankés a ayudar a sus parientes foulas que vivían oprimidos en Gabou. Esta solidaridad étnica ha sido la justificación estereotipada de la yihad contra Gabou, no sólo en el Ta:rikh Mandinka sino también en el resto de textos transmitidos en la región.136 No obstante, pese al pillaje cometido por la aristocracia gabounké contra campesinos y ganaderos, musulmanes y foulas, la verdadera razón del ataque contra Gabou era, según mi parecer, la necesidad de procurarse el acceso a los mercados internacionales de Gambia y Sédhiou. En poco tiempo Omar consiguió reunir un ejército de unos seis mil hombres, tres mil de los cuales iban a caballo. El primer enfrentamiento se dio en Kadé, en la frontera con Gabou. Desde ahí se emprendió el ataque contra Bérékolon, la capital del clan Sonko. Los gabounkés dirigidos por Galain Sonko sólo disponían de mil soldados a caballo y fueron derrotados. En los primeros cinco días de batalla murieron más de dos mil personas, entre las cuales se encontraba el mismo Galain Sonko y también el Alfa de Labé. Al sexto día, con su líder caído, los asediados capitularon. Niane vio en esta batalla el preludio del exterminio de los jefes gabounkés.137 No obstante, el Almani de Timbo no pudo explotar su victoria y tuvo que volver al Fouta Djallon con sus tropas severamente dañadas y reducidas en efectivos. La caída de Bérékolon generó estupor en Kansala. El Mansa-ba quiso movilizar a sus tropas y salir de su capital, violando de esta manera la tradición que le prohibía salir de sus dominios. Sin embargo, su llamada no fue atendida. Desde Kansala no se entendía cómo otros kanta-mansas no habían perseguido a las tropas foutankés cuando estas se retiraban diezmadas. La pasividad gabounké hizo posible que un ejército enemigo entrara tranquilamente en sus territorios. ¿Acaso los kanta-mansas de las provincias por las que pasaron se habían puesto del lado del Fouta Djallon? Niane arguye que los nianthios habían cerrado los ojos voluntariamente sabiendo que el objetivo de las tropas enemigas era Bérékolon, el pueblo de Galain Sonko. Los mansa y kanta-mansas se sintieron poco concernidos y de hecho veían con buenos ojos la derrota de aquel que los presionaba con sus impuestos. Así, cuando Dianké Walli supo de esta traición velada emprendió la marcha hacia Bérékolon. No obstante, las noticias de la

136

Cornelia Giesing and Valentin Vydrine, Tarikh Mandinka de Bijini (Guinée-Bisau): La Mémoire Des Mandinka et Des Sòoninkee Du Kaabu. African Sources for African History (Leiden-Boston: Brill, 2007), p. 192. 137 Niane, Histoire Des Mandingues…, p. 152.

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derrota llegaron antes de que pudiera alcanzar el lugar de los hechos. La decadencia de Gabou era ya un hecho consumado y la autoridad del Mansa-ba pendía de un hilo. 3.3.2.3 Sédhiou En mayo de 1849, el capitán Roger, sucesor de Cathernault, estaba cansado de la actitud hostil de los soninkés de Sédhiou que, pese a las revueltas musulmanas, seguían en pie. Roger fue testigo de actos de piratería y pillaje de los soninkés y sólo pudo protestar frente al alkali. La gota que colmó el vaso fue el robo de los corderos de la guarnición francesa. Esto llevó a Roger a tomar la decisión de aliarse con los foulas, a quienes ofreció su ayuda para atacar Sédhiou y Bakoum. El ataque combinado francés y foula conllevó la huida de los soninkés. Roger autorizó a los musulmanes a tomar las tierras de Boudhié y designó a un nuevo alkali para reconstruir el pueblo.138 Tal y como se ha mencionado en líneas anteriores, el hecho de que Bocandé se refiera a Sédhiou como morocounda hace que los hechos anteriores resulten complejos y difíciles de interpretar. ¿El alkali de Sédhiou no era musulmán? En tal caso, ¿cómo se explica que en el pueblo continuaran viviendo soninkés? ¿Al designar un nuevo alkali, se estaba sustituyendo a un alkali legítimo, de religión tradicional, o a uno musulmán? En este último caso, el alkali podría ser de dos tipos: la autoridad legítima que simplemente se había convertido al Islam debido a la agitada situación política o una autoridad nueva que había ocupado el puesto de alkali como resultado del conflicto. Este hecho no es baladí. Encontrar la respuesta a los interrogantes anteriores podría ayudar a comprender mejor el proceso histórico que se desarrolló en los alrededores del comptoir francés. El nuevo alkali designado por Roger fue Ndura Kamara, originario del Alto Pakao, musulmán y, según Roche, pariente del jefe soninké de Boudhié. Ndura se había establecido en Sédhiou como maestro de escuela coránica y se había dedicado a arbitrar conflictos entre soninkés y comerciantes. Cuando se produjo el ataque contra los soninkés, pese a ser musulmán, se refugió en la guarnición de Sédhiou. Ante la huida del anterior alkali, aceptó el puesto y firmó un tratado con los franceses.139 El acuerdo fue firmado el 25 de mayo de 1849. El artículo 1 reconocía a Ndura como jefe del pueblo. En el artículo 2, el nuevo alkali reconocía estar «sur le territoire de la France, le

138 139

Roche, Historie de la Casamance…, p. 94. Ibídem.

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Boudhié étant devenu sa propiété depuis le 6 mai».140 Se comprometía además a no recibir soninkés ni en Sédhiou ni en los pueblos que se construirían en adelante y en los que él mismo sería el jefe. Este tratado suponía un verdadero golpe a la tradición que situaba la legitimidad del alkali en su ascendencia como el más anciano del primer linaje que habitó el lugar (en caso de que el anterior alkali fuera de este tipo y no del tipo de Ndura). Sin embargo, la conducta del capitán Roger, que actuó unilateralmente, fue criticada en Saint Louis y Gorée. Aumont, el Comandante Particular de Gorée, le escribió el 1 de junio de 1849:

«Je souhaite que vous ayez bien mûrement pesé toutes les conséquences que pouvaient entraîner la décision que vous venez de prendre et les actes qui l’ont suivie.»141

Finalmente Roger fue reemplazado por el capitán Teissier. Por su parte, el Gobernador rechazó ratificar el tratado con Ndura ya que la anexión podía conllevar las protestas de los comerciantes extranjeros y de sus gobernantes. Más adelante, el 4 de febrero de 1850, se firmó un tratado entre la República de Francia y la “República” de Boudhié. Tessier representaba a la primera y los jefes soninkés de Sédhiou, Patiabor, Bajari y Bounou a la segunda. Ndura cedió su puesto a un nuevo alkali, Alai-Sanu. Francia prometía olvidar el pasado y permitir a los soninké volver a ocupar sus tierras. Se establecía que todos los pueblos destruidos debían reconstruirse en el mismo sitio, excepto Bakoum que lo haría un kilómetro más al sur. Además, los habitantes de Boudhié ponían sus propiedades y sus personas bajo autoridad francesa. Los franceses, además, podían disponer de los territorios que creyeran necesarios para construir establecimientos, incluso podían talar árboles para pasturas. Por otra parte, el artículo 5 daba a la nación francesa el derecho exclusivo del comercio. Así, a la anexión le siguió el protectorado y el olvido del pasado estaba supeditado a multitud de concesiones.142 En obstante, este último artículo fue rechazado por el Gobernador por los mismos motivos que el tratado con Ndura. Para Roche la guerra en Boudhié se acabó con la victoria de los franceses, hábiles para aprovecharse de los problemas entre malinkés. Pese al tratado, la mayoría de soninkés decidieron no volver a sus antiguas tierras, 140

Citado en Ibídem. Ibídem, p. 95. 142 Ibídem. 141

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largamente habitadas por musulmanes. Ndura, por su parte, aprovechó la indiferencia del capitán Guéneau (sucesor de Tessier) para retomar los antiguos derechos de los mansas de Boudhié. Ndura estaba, de nuevo, vulnerando la tradición. En 1850 la calma estaba lejos de alcanzarse. Los ataques del Fouta Djallon y sus aliados continuaban percutiendo contra los alrededores de Sédhiou. Los pueblos balantas que habitaban a orillas del río se dedicaban al pillaje de las piraguas comerciales malinké: las aguas del Casamance eran peligrosas para los comerciantes. La inseguridad provocó una caída paulatina de los negocios desde 1847. El único lugar seguro era el fuerte francés en Sédhiou, desde donde los capitanes franceses reclamaban constantemente ayuda militar para establecer la paz en la región. El gobernador de Senegal, Protet, escribió al ministro de Marina el 1 de febrero de 1851:

«Nos comptoirs de Casamance réclament une protection que je ne puis, sans vives inquiétudes, leur donner. Le commandant de Sédhiou m’informe que les populations voisines de son comptoir deviennent de jour en jour plus voleuses et insolentes et m’assure qu’une expédition de deux cents soldats suffirait à la tranquillité de plusieurs années.» 143

3.4. Casamance en la segunda mitad del siglo XIX

3.4.1 La baja Casamance

Mapa 9. Zona diola. Fuente: Roche, Histoire de la Casamance…, p. 183 143

Citado en Ibídem, p. 96.

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3.4.1.1 La acción de Emmanuel Bertrand-Bocandé Tras la renuncia de Dufour en 1849, el comptoir de Carabane necesitaba un nuevo Residente. El cargo fue concedido a Emmanuel Bertrand-Bocandé. Nacido en Nantes en 1812, tras ser condenado por la justicia francesa tuvo que exiliarse, recalando en África Occidental. Llegó a Casamance en el año 1837 y aprendió el criollo portugués y la lengua malinké. Bocandé era conocido por las autoridades de Senegal debido a sus escritos en los que quedaba patente su alto grado de conocimiento sobre el lugar y sus habitantes, así como de su fauna y flora. En octubre de 1849 ya ejercía como Residente con el objetivo de hacer de Carabane un comptoir dinámico que superase a Ziguinchor y Cacheo.144 A su llegada emprendió diversas medidas como la construcción de un muelle que permitiese a grandes barcos detenerse en la isla, un gran embarcadero y un raíl para transportar las mercancías del interior hasta las embarcaciones.145 Con sus acciones Bocandé quiso servir a los intereses de Francia sin olvidar los suyos propios. Su gran objetivo era extender la influencia francesa para descartar definitivamente la concurrencia británica y portuguesa. Adoptó, además, un rol de mediador en los conflictos que oponían a los pueblos diolas de los alrededores. De hecho, la figura de Bocandé es recordada hoy en día por haber extendido de manera pacífica la influencia francesa en la Baja Casamance, sobre todo en contraste con lo que ocurrió en la misma época en la Media Casamance (véase 3.4.2).146 En un principio, los superiores de Bocandé le aconsejaron que se limitara a mantener la harmonía entre los comerciantes y los pueblos locales e impedir tanto a unos como a otros alterar el clima en perjuicio del comercio francés. Pero Bocandé llevaba diez años viviendo en Casamance, había tomado contacto con las poblaciones y conocía las costumbres del lugar, las cuales explotó hábilmente para conseguir sus objetivos. Sus escritos se alimentaban de las tradiciones orales y de sus observaciones personales, pero también de la lectura de viajeros portugueses del pasado. Aunque en ocasiones las interpretaciones de Bocandé son erróneas o no totalmente fieles a la realidad socio-política de las poblaciones de Casamance, la verdad es que su conocimiento sobre las mismas era notable. Por ejemplo, era plenamente consciente de la diversidad de formas de organización política que existía en el seno de las comunidades diolas:

144

Ibídem, p. 82. Ibídem, p. 83. 146 Ibídem, p. 99; Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, p. 77. 145

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«J’aurais aimé à décrire avec quelque étendue les usages de ces peuples, qui, rapprochés dans un si petit espace, sont si différents les uns des autres de langage, de coutumes, de constitution politique […]. Une démocratie anarchique règne chez les Jigouches, le despotisme chez les Bijagots (Bissagots). Les Floups-Aiamats

vivent

en

république

démocratique,

laquelle

devient

monarchique à Bolol et oligarchique à Jémbéring. Les Floups de Vacas, en état de guerre permanent, ont un gouvernement de chef militaire ; celui des Banjars est pontifical […].»147

Bocandé escribía para un público europeo ajeno al funcionamiento de las instituciones africanas, seguramente por esta razón optó por utilizar etiquetas como las que acabamos de ver sobre formas de organización políticas europeas. No obstante, su conocimiento era más profundo que lo que el párrafo reproducido pueda mostrar. Hecquard, en la relación de su breve viaje por Casamance en 1850, utilizó muchas de las descripciones que Bocandé escribió un año antes. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en el siguiente párrafo en el que se muestra el funcionamiento, aunque de manera superficial, de los reyes-sacerdotes que habitaban en la orilla sur del río Casamance:

«Ils sont gouvernés [los diola de Bandial] par un chef qui est à la fois roi et grand-prêtre; il a de très grands privilèges [...]. Ces sujets croient qu’il a le pouvoir de prévenir les malheurs qui les menacent […]. Tant que le temps est favorable ils le vénèrent et le comblent de présents: si la sécheresse menace leurs moissons, si les pluies sont trop abondantes, ils ont encore recours aux cadeaux ; mais si ce moyen ne réussit pas, ils l’accablent d’injures et le frappent jusqu’à ce que le temps change. L’on m’a assuré que plusieurs sont ainsi morts victimes de cette superstition […].»148

Respecto a la orilla norte, tanto Bocandé como Hecquart hablaron de una especie de república federativa en la que cada pueblo tenía a su jefe que, a su vez, estaba limitado en sus funciones por un consejo de notables que debía aprobar sus acciones. 147

Emmanuel Bertrand-Bocandé, “Notes sur la Guinée portugaise, ou Sénégambie méridionale”, Bulletin de la Société de Géographie, mai-juin 1849, ser. 3, t. XI, nº65-66, p. 266. 148 Hyacinthe Hecquard, “Rapport sur un voyage dans la Casamanze, Sédhiou, 24 août 1850”, Revue coloniale, mars 1852, pp. 417-418.

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Las descripciones de este tipo son abundantes en los escritos de Bocandé. Pese a algunos errores de apreciación como por ejemplo el hecho de hablar de regalos en un sentido materialista respecto a la figura de los reyes-sacerdotes (en realidad se trataba de las libaciones dadas al altar del rey), Bocandé demuestra un alto conocimiento del entorno en el que vivía. Este conocimiento resulta esencial a la hora de comprender las dotes diplomáticas del residente francés. La primera ocasión en la que Bocandé demostró su gran capacidad de maniobra política fue a raíz de un conflicto con los diolas Djougoutte de Tionk-Essil en 1850 por la captura de una mujer residente en Carabane. Se dirigió a los notables más influyentes y trató en todo momento de actuar en un marco diplomático comprensible para sus interlocutores. De hecho, pidió audiencia con el rey-sacerdote del lugar y dejó una descripción muy completa de su figura que nos ayuda a comprender mejor su papel en la sociedad: «Ce chef est plutôt un grand-prêtre qu’une espèce de Roi; il est pour son peuple un objet sacré; aucun de ses sujets, s’il n’est de sa famille, n’ose entrer chez lui, encore moins s’asseoir en sa présence; ses biens, ses femmes sont scrupuleusement respectés par cette peuplade de voleurs qui ne s’épargnent pas les uns les autres: c’est que sa personne, tout ce qui lui appartient est entouré d’une sort de prestige, on le croit environné d’esprits invisibles qui donneraient la mort et qu’il sait invoquer au besoin, en faisant des sacrifices et des libations pour le salut du pays. […]. Le Chef de Kion [Tionk], malgré ces témoignages de vénération et ces tributs n’a que bien peu d’influence dans les conseils de sa république, où il ne se présente pas en personne pour donner son avis. Chacun, en se soumettant à ce qui intéresse la sureté et le bien commun se gouverne à sa guise, vit comme il lui plait et se tient en garde contre ses voisins. Le chef ne peut rien décider seul.»149

Bocandé actuó como un habitante del lugar, siguiendo los pasos que marcaba la tradición. El rey-sacerdote intercedió en su favor y pudo reunirse con quienes habían capturado a la mujer de Carabane. Surgieron diferencias y las negociaciones llegaron a un punto de tensión en el que Bocandé volvió a servirse de su experiencia en la región.

149

Citado en Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, pp. 81-82

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Ante la negativa de los habitantes de Tionk de devolver a la mujer, Bocandé les dijo que dicha negativa sería considerada como una declaración de guerra a los franceses y que éstos actuarían en consecuencia. Era consciente de que un ataque diola sobre Carabane supondría el final del comptoir, desprovisto de tropas y recursos suficientes. Sin embargo, utilizó un argumento revestido de oralidad africana, de la tradición metafórica del lugar; habló en un lenguaje figurado fácilmente comprensible para sus interlocutores: «Quand vous marchez dans la prairie, si vous apercevez l’extrémité de la queue d’un serpent dont le corps est caché sous les herbes vous évitez de la fouler aux pieds, vous fuyez, car vous savez que son corps vous enlacerait et que sa tête a des dents armées d’un venin qui donne la mort, ne nous méprisez pas, car nous sommes aussi nous la queue d’un serpent dont le corps est bien long et la tête bien puissante.»150

Finalmente Bocandé cumplió su objetivo y la mujer fue liberada. Su éxito, acompañado de la carta que envió a Gorée explicando sus maniobras políticas, le granjeó la admiración de las autoridades francesas en Senegal. Dicho éxito se debió a sus dotes diplomáticas y negociadoras, a su inteligencia, pero sobre todo a su profundo conocimiento de las sociedades con las que trataba. Poco después de la expedición a Tionk, diversos comerciantes presentaron sus quejas al Residente de Carabane al ser continuamente víctimas de robos de arroz por parte de la población de Kagnout. Bocandé decidió aprovechar “las ideas supersticiosas” de los diolas para resolver este tema. Él mismo compró arroz en Kagnout y se dejó robar por quienes transportaban las mercancías hacia el embarcadero. Esta vez actuó de manera similar a su anterior expedición y se dirigió al jefe religioso de la zona, a quién hizo ofrendas. El rey-sacerdote sacrificó una cabra e hizo libaciones a su altar y acabó lanzando imprecaciones y anatemas contra los ladrones de Bocandé, apelando a la muerte para ellos y sus familias si el arroz no era devuelto. Durante la noche, los ladrones dejaron las cestas de arroz que habían robado, con más cantidad de la que habían sustraído.151

150 151

Citado en Ibídem, p. 83. Ibídem, p. 85.

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No obstante, la política de diplomacia de Bocandé y su voluntad de actuar en el marco tradicional de la Baja Casamance tenía un precio. Su sueldo de Residente apenas le servía para cubrir los gastos de los regalos que hacía a líderes religiosos y políticos para ganarse su amistad o beneficiarse de su apoyo en caso de dificultad. El Residente aprovechó una breve estancia en Gorée para pedir un aumento en sus honorarios y un incremento de los recursos del comptoir. Le fueron concedidas algunas de sus peticiones. A pesar de ello, al volver a Carabane vio que los robos habían vuelto a ser recurrentes. Él mismo fue víctima del robo de dos de sus bueyes por parte de un hombre de Kagnout. Bocandé visitó el pueblo y cuando sus bueyes le fueron retornados creyó que el castigo era insuficiente. Apeló a la justicia local que obligaba a los ladrones a vender sus arrozales a la víctima como indemnización. Efectivamente, esta sanción era impuesta por los ancianos del houtendokaye, el altar que reglamentaba la vida comunitaria de los diola Essoulalou.152 Sin embargo, no concernía a los pillajes cometidos contra miembros de otros pueblos. Así, las reivindicaciones de Bocandé fueron vistas como ilegítimas por la población de Kagnout y el Residente francés tuvo noticia de un ataque inminente de éstos contra Carabane. El 21 de marzo de 1850, cuatro navíos de guerra llegados desde Gorée, cargados de 135 soldados y reforzados con tropas de la guarnición de Sédhiou, bombardearon Kagnout. El pueblo fue incendiado y los franceses obtuvieron 120 cabezas de ganado.153 El 25 de marzo del año siguiente los notables de Kagnout (el rey-sacerdote Badicoméa, acompañado del encargado del altar de Djibamouh, Atabougaye, y de dos notables llamados Awa y Foumben) presentaron su sumisión en el pueblo vecino de Elinkine154. Estos cuatro hombres, presentados por Roche como los “jefes de Kagnout”, fueron impelidos a firmar un tratado que reconocía a Francia «la propiété tout entière, sans réserve aucune, de l’île de Karabane et leur suzeraineté sur tout le territoire de Kañut et de Samatite».155 Este tratado suponía la pérdida por parte de los habitantes de Kagnout del bosque sagrado de Carabane, Djibamouh, la posesión del cual se habían reservado en el tratado de 1836. Para garantizar el cumplimiento de las clausulas de este tratado Bocandé volvió a actuar con pericia al pedir a los diolas sancionar el pacto según los ritos apropiados. Se hicieron libaciones en un altar de Elinkine, así como en el altar del 152

Baum, Shrines of The Slave Trade…, p. 144. Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, pp. 86-87 ; Roche, Historie de la Casamance…, p. 99. 154 Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, p. 87. 155 Citado en Roche, Historie de la Casamance…, p. 99. 153

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rey-sacerdote de Kagnout a quien el residente francés había retornado parte del botín acumulado en el ataque a su pueblo.156 Además, Bocandé firmó un segundo tratado con los “jefes” de Samatite, quienes le habían ayudado contra Kagnout, en el cual éstos reconocían a su vez la soberanía francesa sobre sus territorios. Para Méguelle, el término soberanía (suzeraineté), que aparecía por primera vez en los tratados efectuados en la Baja Casamance, marcó el inicio de una nueva etapa de la presencia francesa en la región. Ésta ya no se reducía a simples establecimientos comerciales creados con el consentimiento de la población local sino que se traducía en una voluntad de situar a estas poblaciones bajo la dependencia de Francia.157 La expedición militar contra Kagnout impresionó a los pueblos de los alrededores y reforzó la influencia de Bocandé, que quiso abandonar su rol de mediador para tener una participación activa en la expansión francesa en la región. Sus relaciones privilegiadas con los “principales” o notables del lugar favorecieron, de nuevo, sus actividades. El 1 de junio de 1851 firmó un tratado, esta vez en la orilla norte, con los “jefes” de Itou y de la isla de Diogue, que renunciaron a percibir los impuestos que Francia se había comprometido a pagar tras la adquisición de la isla, que de ahora en adelante pasaba a ser propiedad plena de Francia.158 Este tratado fue posible debido a la enemistad que los diolas de Itou tenían con los de Tionk-Essil. Al conocer el contacto que éstos últimos habían establecido con Bocandé se dirigieron a él para pedir que les defendiera frente a sus enemigos. Por lo tanto, a cambio del reconocimiento de la soberanía francesa, Bocandé se comprometía a defender a los habitantes de Itou. Se entregó un buey a cada uno de los nueve “jefes” del pueblo que participaron en el pacto con el fin de sacrificarlos y consagrar y perpetuar en las familias la nueva alianza con Francia. No obstante, la enemistad entre Tionk-Essil e Itou no acabó hasta la firma de un nuevo tratado de paz el 9 de junio de 1853. El acuerdo se selló con el sacrificio de un buey y libaciones de vino de palma en la propia Carabane.159 El 27 de junio de 1852 Bocandé firmó otro tratado con los “jefes” de Cap Roxo con el objetivo de extender los derechos de Francia sobre toda la zona litoral comprendida entre Diembéring y la desembocadura del río Cacheo. El propio Gobernador de Senegal ratificó el acuerdo.160 El éxito político de Bocandé fue acompañado del desarrollo de sus asuntos comerciales. 156

Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, p. 87. Ibídem. 158 Roche, Historie de la Casamance…, p. 99. 159 Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, p. 88-89. 160 Ibídem, p. 89; Roche, Historie de la Casamance…, p. 100. 157

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La buena acogida que recibían sus iniciativas por parte de las autoridades hizo que pronto la envidia aflorara entre sus compatriotas. Según Méguelle, las dificultades empezaron cuando Bocandé decidió, por su cuenta, tomar posesión de territorios designando a los jefes según su conveniencia.161 Los ataques más virulentos contra él llegaron a raíz de su relación con Wari Diaw, un ex-esclavo wólof escapado de Gorée y que inició su carrera comercial en las posesiones inglesas del Gambia. Hacia 1840, acompañado de comerciantes serer y akou (descendientes de esclavos liberados en Sierra Leona), pactó con los diolas de Samatite la cesión de un territorio en el que establecerse, Élinkine, a cambio de protección contra el pillaje de la gente de Tionk-Essil. En un conflicto que enfrentó a estos últimos con Wari Diaw, éste reclamó la intervención de Bocandé, que intercedió a su favor y consiguió calmar la situación. Asimismo, en otro conflicto que enfrentó a Wari Diaw con un comerciante francés con pretensiones anexionistas Bocandé volvió a interferir en favor del primero. Esta ayuda del Residente francés no era más que una estrategia para asegurarse el apoyo del representante de los comerciantes ingleses en vistas de la toma en posesión oficial de su territorio por Francia.162 En septiembre de 1855, se autorizó al Residente de Carabane a enarbolar la bandera francesa en el pueblo de Élinkine. En virtud del tratado firmado en aquel momento, Diaw pasaba a desempeñar la función de policía del pueblo y tenía que notificar de todos los sucesos acaecidos al Residente de Carabane. Pero el acuerdo no fue aprobado en Gorée, desde donde se veía a Diaw como un aliado de los ingleses. Era la primera vez que Bocandé se enfrentaba al rechazo de sus superiores. Además, las relaciones con Diaw iban degradándose y tuvieron lugar algunos sucesos que aumentaron la crispación entre ambos.163 Cada vez eran más frecuentes los permisos que recibía Bocandé para ausentarse de Carabane durante períodos determinados. El Residente interino Bourdens era contrario a la política diplomática de Bocandé y veía en Diaw a un aliado de este, por lo que su política intransigente se dirigió en gran parte hacia Élinkine. Presionó y urdió estratagemas que desembocaron en el abandondo de Casamance por parte del comerciante wólof. Bourdens aprovechó este hecho para levantar la bandera francesa en Élinkine de manera unilateral. Esto provocó una dura reprimenda por parte del Comandante Particular de Gorée, que le instó a abandonar el juego político y a dedicarse a sus tareas 161

Ibídem. Ibídem, pp. 90-91. 163 Ibídem, p. 91. 162

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administrativas. El Comandante se mostró más transigente cuando Bocandé, de vuelta en Casamance, adquirió el territorio de la Pointe Saint-Georges.164 En definitiva, a partir de 1855 tuvo lugar un incremento de los robos, pillaje y raptos a orillas del río Casamance. Al volver de una estancia de varios meses en Francia, Bocandé constató una degradación en su relación con algunos pueblos que antes tenía ganados para su causa. Por ejemplo, hubo tensión con los diolas de Cap Roxo. El propio Bocandé atribuyó el cambio de actitud a intrigas contra su persona por parte de ingleses y de comerciantes franceses envidiosos de sus éxitos. Además, su autoridad no sólo estaba debilitándose respecto a la población africana, sino también en el seno de la administración francesa. El 1 de noviembre de 1854, Gorée y sus dependencias al sur del río Gambia fueron separadas de Saint-Louis y puestas bajo el mando del jefe de la estación naval de la costa occidental de África. En Carabane, el Residente debía desde entonces responder directamente ante el comandante de Sédhiou y rendir cuentas de todos los hechos que se producían. Los tratados con los jefes de la zona ya no podrían llevarse a cabo sin obtener antes autorización desde Sédhiou y a su vez debían ser aprobados por el jefe de la estación naval en Gorée. Bocandé, que siempre había querido presentarse como el representante de Francia en Casamance, había visto cómo su autoridad quedaba seriamente menguada.165 Otro factor que ayudó a complicar la situación fue la fuerte dispersión de comerciantes franceses a lo largo de la desembocadura del río. Esta creciente presencia extrangera no gustó a los pueblos que no habían firmado pactos y alimentó los conflictos entre comunidades de la zona. Los ataques piratas se multiplicaron y en muchos casos se atacó directamente a los franceses. De hecho, la propia familia de Bocandé fue víctima del rapto de muchos de sus miembros. Las antiguas actividades de captura con el fin de pedir un rescate volvieron con fuerza y se rompió el pacto que Bocandé había sellado con los diolas de Tionk. En definitiva, la instalación descontrolada del comercio a orillas del Casamance había provocado la hostilidad de las poblaciones locales contra los comerciantes y había creado nuevas tensiones entre pueblos aliados a los franceses y comunidades que se oponían a la presencia extranjera. El deterioro de la situación política en Casamance serviría de pretexto al Comandante

164 165

Ibídem, pp. 91-93; Roche, Historie de la Casamance…, p. 102. Ibídem, p. 96.

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Superior de Gorée para intervenir militarmente e imponer la soberanía francesa a todos los pueblos de la región.166

3.4.1.2 Intervención militar y soberanía francesa

Mapa 10. Expediciones contra Tionk y Hilor (1860). Fuente: Roche, Histoire de la Casamance…, p. 108

La intervención directa de las autoridades militares de Gorée para asegurar el monopolio comercial en la región de Casamance conllevó un endurecimiento de las políticas llevadas a cabo al sur del Gambia. La expansión pacífica de la influencia francesa dio paso a la represión armada; a los acuerdos de “amistad” con notables locales les siguieron los tratados de soberanía impuestos por la fuerza. En 1859, Émile Pinet-Laprade fue nombrado Comandante Particular de Gorée. Ese mismo año, Gorée y sus dependencias (todos los territorios al sur del Gambia), separados administrativamente de la colonia de Senegal desde hacía cinco años, volvieron a ponerse bajo el gobierno de ésta.167 La llegada en 1854 de Louis Faidherbe como Gobernador de Senegal inauguró una nueva política de expansión cuyo objetivo era expandir y proteger el comercio francés acabando con los pagos que Francia debía 166 167

Ibídem, pp. 96-101; Roche, Historie de la Casamance…, p. 103. Ibídem, p. 102; Ibídem.

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realizar a las autoridades africanas.168 Hoy en día Faidherbe es visto como el verdadero impulsor de la conquista de Senegal y creador del espacio colonial. Según Méguelle, la expansión francesa se apoyó en dos ejes principales. Por un lado, la creación en 1857 por parte de Faidherbe de las tropas de tirailleurs senegaleses, que posibilitó el reclutamiento de tropas autóctonas que compusieron el grueso de los destacamentos militares durante la conquista del interior. Por otro, los jefes autóctonos devinieron igualmente instrumentos de la expansión francesa a través de la política de tratados que buscaba legitimar la conquista territorial. Esta era una política que reducía, a ojos franceses, a los representantes de la autoridad tradicional en meros “protegidos” y colaboradores de la potencia colonial.169 La política activa de Pinet-Laprade quería sustentarse en la red de alianzas que los franceses habían conseguido hilvanar en la zona. Por ello, ordenó realizar informes sobre los pueblos diolas “amigos” de los franceses y de sus principales jefes. La administración rápidamente dividió a los pueblos diola en dos categorías: “amigos” y “enemigos”.170 Informó de sus intenciones de atacar Tionk-Essil y a los pueblos Karone de la orilla norte, protagonistas de los principales actos de piratería en la Baja Casamance, y consiguió el apoyo de diversos pueblos y jefes víctimas de los primeros. Así, cuando en marzo de 1860 Pinet-Laprade dirigió una expedición militar contra los Karone y contra Tionk, compuesta por 800 hombres, ésta se vio favorecida por el apoyo logístico de otros diolas, esencial para superar los obstáculos geográficos de un lugar repleto de marismas y zonas de difícil acceso.171 La expedición destruyó Tionk y el pueblo de Hilol, el más grande entre los diolas Karone. Hubo muchas bajas entre los africanos a quienes además les fueron substraídos centenares de bueyes, cabras e incluso grandes cantidades de arroz, básicos para la supervivencia de la población. Con su población diezmada y destruida, fue cuestión de poco tiempo que los “jefes” de las zonas atacadas firmaran la paz con los franceses y reconocieran la soberanía de éstos sobre sus territorios. Estos sucesos avivaron el miedo de las poblaciones vecinas y los tratados se extendieron a numerosos pueblos de la zona que acabaron por reconocer la soberanía francesa: Mlomp, Bandial y los pueblos Djougoutte de la orilla norte firmaron entre abril de 1860 y febrero de 1861.172 Por último, un incidente ocurrido en 168

Klein, Slavery and Colonial Rule…, pp. 28-29. Méguelle, Chefferie Coloniale et Égalitarisme Diola…, p. 103. 170 Ibídem, p. 104. 171 Íbidem, pp. 106-107. 172 Ibídem, pp. 108-109. 169

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Diembéring provocó una nueva intervención de Pinet-Laprade que acabó teniendo eco en la Media Casamance, pues los portugueses de Ziguinchor dieron su protección a diversos pueblos de la zona, temerosos de la presencia francesa. La acción portuguesa llevó a los franceses a firmar tratados con los pueblos diolas que habitaban a orillas del Soungrougou. El tratado con Diembéring, firmado en abril de 1865, acabó la colección de tratados realizados con los pueblos diolas.173 El primer objetivo de esta sucesión de tratados era la extensión de la influencia francesa y la búsqueda de la prosperidad comercial. No obstante, Bocandé también los veía como un medio para acabar con la inestabilidad política de la zona:

«Par les traités que nous passons avec les villages de la Basse-Casamance, les populations que s’unissent à nous forment une sorte de confédération de villages que doivent vivre entr’eux en bonnes relations, en s’occupant des travaux de culture et de commerce. Ces villages placés sous la protection de la France cessent d’être inquiétés par les peuplades voisines.»174

Sin embargo, esta nueva organización política que los administradores franceses veían en las poblaciones diolas era igual de ilusoria que el valor de los tratados sobre los que reposaban. Tal y como argumenta Méguelle, la mayoría de tratados se hicieron bajo coacción y amenazas de nuevas represalias militares o con la entrega de diversos regalos. Por lo tanto, la adhesión de los “jefes” firmantes a las convenciones con los franceses era dudosa. Por ejemplo, cuando un oficial francés fue enviado al pueblo de Holil para recordar a los firmantes del tratado que debían efectuar el pago (en ganado y arroz) acordado meses atrás, se sorprendió al comprobar la actitud del rey-sacerdote de los Karone, Guibénor, al que consideraba un “amigo” de los franceses: «Le Roi de ce pays, Guibénor, me paraît nous craindre beaucoup plus qu’il nous aime; à son indolence affectée pendant le conseil, il joignait certains regards assez dédaigneux et presque menaçants, il ne fit rien qui puisse prouver qu’il y avait chez lui la moindre sympathie pour nous.»175

173

Ibídem, pp. 109-110; Roche, Historie de la Casamance…, p. 113. Citado en Ibídem, pp. 110-111. 175 Citado en Ibídem, p. 111. 174

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La actitud de Guibénor no debe extrañar si tenemos en cuenta que un hijo suyo murió durante el ataque de Pinet-Laprade en 1860 y que las provisiones de su pueblo fueron saqueadas por las mismas personas que ahora le exigían un pago imposible de realizar en ganado y arroz. Por otra parte, respecto a la política de regalos, ésta tenía sus límites. De hecho, los escasos recursos de los administradores de Carabane supusieron un verdadero escollo a la hora de perpetuar algunos acuerdos. En definitiva, los pagos efectuados por las poblaciones diolas, que los franceses veían como la aceptación de su soberanía, no era para ellos más que una contribución forzada. Además, como destaca Méguelle, es muy probable que los notables diolas que firmaban con una cruz los tratados no comprendieran el verdadero significado del término “suzeraineté”.176 El reconocimiento de la soberanía iba formalmente acompañado del compromiso francés de proteger a las poblaciones ante eventuales ataques exteriores. Por otro lado, una cláusula presente en la mayoría de tratados estipulaba que los jefes tenían que remitirse a la autoridad francesa para resolver toda diferencia surgida entre poblaciones situadas bajo su soberanía.177 Tras Bocandé todos los administradores establecidos en Carabane tenían el rango de lugartenientes. Durante un tiempo estos militares se beneficiaron del recuerdo nefasto que habían dejado las expediciones de Laprade.

En agosto de 1861, el Gobernador Faidherbe había impulsado un decreto que establecía un impuesto de capitación por valor de 1,50 francos en todos los pueblos bajo autoridad francesa. En el caso de Casamance, Pinet-Laprade propuso substituir el pago en moneda, desconocido por los diolas, por una cantidad determinada de bueyes o de arroz que cada jefe de pueblo tendría que recaudar entre sus administrados para llevarlo después al puesto de Carabane. Por lo tanto, el pago de esta tasa estaba sujeto a la colaboración de los jefes. Además, una circular del mes de septiembre obligaba a los jefes a hacer censar su población con el fin de establecer el impuesto.178 No obstante, esta voluntad de la naciente administración colonial ignoraba la situación política de los diolas de la Baja Casamance, donde la existencia de “jefes de pueblo” era una ficción. Hasta el establecimiento de los europeos en la zona, los diolas no estaban sometidos a la autoridad de ningún jefe titular y no reconocían más que el poder colegial de sus ancianos y la influencia religiosa-espiritual de los reyes-sacerdotes. Esta situación ha 176

Ibídem, p. 113. Ibídem. 178 Ibídem, p. 115. 177

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llevado a Méguelle a argumentar que el “jefe diola” fue inventado por los franceses en el momento en que éstos últimos necesitaron disponer de interlocutores para negociar cesiones de territorio o tratados de paz.179 Reunieron bajo el título de “jefe” a personas que ocupaban posiciones muy diferentes en el seno de la sociedad diola: reyessacerdotes, miembros de los consejos de ancianos, notables ricos, encargados de los altares o simples portavoces empleados ante los extranjeros. Aunque estos hombres gozaran de cierto grado de influencia, lo cierto es que no disponían de ninguna autoridad política. La utilización del término “rey”, por ejemplo, se hacía de manera deliberada para conferir a las actas firmadas con los diolas un valor político que en realidad no tenían.

3.4.1.3 La inadaptación de la política indígena de Faidherbe Pinet-Laprade creyó poder aplicar a los diolas la misma política indígena que el Gobernador Faidherbe comenzaba a aplicar en el norte de Senegal y que bebía en gran parte del modelo desarrollado en Argelia. Esta política consistía en transformar a los soberanos africanos y sus descendientes en colaboradores de la administración, sobre todo para asegurar la percepción de los impuestos que debían financiar la empresa colonial. Por un decreto del 16 de julio de 1863 la colonia de Senegal fue dividida en tres distritos (arrondissements): Saint-Louis, Gorée y Bakel, dirigidos cada uno por un comandante superior que tenía autoridad sobre cuatro círculos (cercles). Así, el Comandante de Gorée era a su vez el superior del comandante del círculo de Casamance, establecido en Sédhiou.180 Con el objetivo de ejercer un control efectivo sobre las poblaciones, Faidherbe concibió un sistema que transformaba a los “reyes” en jefes de círculo, convirtiéndose de esa manera en intermediarios entre franceses y la población. En la Senegambia septentrional esta política tuvo cierto éxito porque las estructuras políticas tendían a agrupar bajo el mando de un líder reconocible a un número elevado de población. Sin embargo, en la Baja Casamance los diolas no disponían de este tipo de estructuras amplias. La composición misma de la sociedad diola hacía que la política indígena ideada por Faidherbe estuviera abocada al fracaso. De hecho, Méguelle argumenta que hasta mediados del siglo XIX el pueblo diola no existía en tanto que colectividad. La vida social se limitaba, la mayoría de las veces, al 179 180

Ibídem. Ibídem, p. 118.

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espacio clánico o familiar. El espíritu comunitario sólo aparecía en ocasión de grandes eventos religiosos o festivos, durante los trabajos de interés colectivo o a la hora de combatir a un enemigo común. El reagrupamiento de “barrios” (quartiers) bajo un mismo nombre de pueblo fue, por ende, obra de los franceses. Los pueblos creados de esta manera en ocasiones agrupaban en su seno a población que compartía lengua y cultura pero no una misma autoridad política. Es por ello que las autoridades coloniales debían dirigirse a varios notables a la hora de establecer convenciones con estos pueblos. Con el fin de de dotar al pueblo diola del representante que les faltaba, los franceses instauraron el cargo de jefe de pueblo.181 Las historias orales de la Baja Casamance recogidas por Baum, Linares o Méguelle dan cuenta de la elección, casi azarosa, de estos jefes de pueblo. En el caso de Kagnout la historia oral cuenta que los franceses se toparon con un habitante del lugar al que le encargaron la tarea de ser su interlocutor. Este tipo de historias de un “blanco” que encuentra a un diola a orillas del río están muy extendidas en la región. Sin embargo, el elemento azaroso de los relatos no parece serlo tanto si observamos a los jefes que surgieron de estos encuentros. De hecho, Méguelle demuestra que todos ellos eran personas influyentes en su comunidad. La mayoría de los “jefes” de pueblo elegidos por los franceses eran personas ricas en ganado y que habían participado activamente en las actividades de captura y venta, o liberación a cambio de un rescate, de personas. Ya se ha señalado que la trata de esclavos favoreció el criterio de riqueza como esencial a la hora de acceder a cargos religiosos o en los consejos de ancianos. La actividad francesa continuó ese modelo basado en la riqueza. Seguramente Bocandé conocía bien con quién tratar en cada lugar y qué personas estarían dispuestas a aceptar ese rol. No obstante, estos nuevos jefes siguieron siendo vistos por sus comunidades de la misma manera. Su influencia o poder político se limitaba al entorno clánico o familiar. Así, la unidad del pueblo pretendida por los franceses no descansaba sobre supuestos reales. Los barrios, a menudo alejados unos de otros, restaron independientes y las viejas querellas continuaron existiendo.182 A estos jefes se les encargaron tareas administrativas, como censar a su población y percibir impuestos, para las que no estaban preparados. Fue esta falta de formación de los jefes africanos que debían actuar como la “mano indígena” de los 181

Ibídem, p. 119. Méguelle da varios ejemplos de este hecho. Por ejemplo, el pueblo de Kabrousse agrupa hoy en día a tres comunidades que antaño estaban enfrentadas. Los portugueses llamaron al lugar “Cap Roxo”, los franceses lo adaptaron a “Cap Rouge” y esto llevó a la deformación “Kabrousse”. 182 Ibídem, p. 121.

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franceses lo que llevó a Faidherbe, en 1855, a crear la École des otages de SaintLouis183. Esta institución debía formar a los hijos de los jefes a la vez que estos servían de rehenes. Pinet-Laprade quiso llevar a niños-rehenes de la Baja Casamance a la escuela, sin embargo, su enrolamiento fue problemático. Pese a las continuas peticiones desde Gorée, en el curso 1863-1864 ningún diola figuraba todavía entre los estudiantes de la escuela de Saint-Louis; el primer intérprete de Casamance que salió de la escuela en 1865 no era diola, sino un joven de Carabane. Méguelle explica el rechazo de los diolas a mandar a sus hijos a esta escuela por el arraigo que tenían a la tierra: los campesinos no podían dejar partir lejos a sus hijos porque de esa manera se arriesgaban al abandono de los arrozales familiares. A ello habría que añadir la desconfianza y temor que suscitaba los franceses en una época marcada por los ataques devastadores a Tionk y a los Karone.184 Ningún hijo de “jefe” diola aparece en los archivos hasta el año 1869. Fruto de una campaña propagandística ideada por el gobernador de Senegal en las regiones de Casamance, Río Nuñez y Río Pongo, Belissala, notable de Diembéring, envió a su hijo Cohane a la escuela. No obstante, en 1871, la escuela de Saint-Louis, debido a problemas presupuestarios, tuvo que reducir sus efectivos y en el mes de enero Cohane y otro joven balanta fueron devueltos a sus familias en Casamance.185 La política indígena sufrió otro gran fracaso en el intento de instaurar en la región el impuesto de capitación mencionado anteriormente. En 1870 la percepción del impuesto en la Baja Casamance se limitaba a la escala de Carabane y a algunos pueblos de extranjeros formados en los alrededores del comptoir por comerciantes venidos del norte.186 Fueron estos comerciantes los que en esta etapa actuaban como verdaderos intermediarios de los franceses. Sin embargo, como ya se ha comentado, el aumento de la presencia de comerciantes extranjeros a lo largo del río Casamance acabó generando conflicto entre africanos y europeos pero también entre comunidades diolas.

En 1869, el comandante de la Baja Casamance, Jauréguiberry, recibió la misión de retomar la política de intervención abandonada por sus predecesores con el fin de restaurar los lazos con los jefes y la población de la región. Sin embargo, esta iniciativa se vio truncada en poco tiempo. En los años 1870-1871 las guerras en Europa, así como 183

Ibídem, p. 122. El año 1863 la escuela fue renombrada como “École des fils de chefs et des interprètes”, p. 124 nota 396. 184 Ibídem, p. 123. 185 Ibídem, p. 125. 186 Ibídem, p. 126.

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las críticas desde la metrópolis a la actividad de Faidherbe y Pinet-Laprade, marcaron una interrupción en la expansión francesa en África. La escuela de Saint-Louis fue suprimida en enero de 1872. En Carabane, el comandante de la Baja Casamance fue substituido por un lugarteniente o sargento con funciones que no iban más allá de las de un simple jefe de puesto. El pequeño destacamento militar tenía por finalidad la defensa de Carabane y no podía salir de los límites de la isla, dejando que los africanos resolviesen sus propios asuntos. En 1873, se ordenó al jefe del puesto que sólo percibiese el impuesto en Carabane. Además, no podían hacer regalos a los jefes de la región con el dinero destinado a los asuntos políticos. En adelante se financiarían a través del comercio. La aplicación de estas nuevas medidas consagró la ruptura entre Carabane y los pueblos de la Baja Casamance. Los diolas, nos dice Méguelle, sintiéndose libres de cualquier interferencia extranjera, alcanzaron de nuevo su independencia política. Para algunas poblaciones, el alejamiento de los franceses les permitió restablecer los derechos de hacer cautivos de guerra y del pillaje de los barcos encallados en sus costas. En efecto, en 1877 los diola de Diembéring se hicieron con todo el cargamento de un barco naufragado. El Gobernador encargó a su director de asuntos políticos, Boilève, ir a Casamance para estudiar los medios para obtener satisfacción de esas poblaciones y de ejercer contra ellas eventuales represalias. Boilève se cercioró de que cada uno de los siete barrios de Diembéring tenía un jefe independiente de los otros. Así, las autoridades de Dakar se toparon con las incoherencias de medio siglo de política indígena en la Baja Casamance. La incomprensión de las autoridades coloniales respecto a la población diola y su organización política tomó un giro dramático en 1886. En el mes de agosto, el comandante del círculo de Casamance en Sédhiou decidió realizar una expedición punitiva contra el pueblo de Seleki que se saldó con su propia muerte y la de muchos hombres de su guarnición. Las noticias de la muerte del comandante llegaron pronto a Saint-Louis. Por primera vez, los habitantes de Casamance mataban a un alto representante de la autoridad francesa.187 En adelante, la diplomacia con los “principales” del país sería abandonada y las nuevas autoridades militares y administrativas encargadas de la “pacificación” del país diola no estaban ya dispuestas a contentar a las instituciones tradicionales y religiosas locales. La incapacidad de la autoridad colonial para establecer su control directo sobre los diolas y

187

Ibídem, p. 131-33.

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su tendencia creciente a querer imponer arbitrariamente jefes a sus pueblos llevó a la política, adjetivaba por Méguelle como desastrosa, de los intermediarios extranjeros.188 A medida que el distanciamiento entre población diola y administración francesa se iba haciendo más grande, éstos últimos optaron por confiar diversas tareas a senegaleses venidos del norte y establecidos en el estuario del río Casamance en los llamados pueblos de extranjeros. De jefes de dichos pueblos pasaron a controlar cantones enteros. La generalización de este proceso llevó al mencionado sistema de los intermediarios extranjeros.189 A la primera ola de inmigrantes norteños, caracterizada por ser protagonizada por personas en busca de prosperidad comercial, le siguió una inmigración que podría cualificarse como de “exiliados políticos”. Eran antiguos guerreros cuyos soberanos africanos habían sido derrotados frente a las tropas coloniales.190 Los extranjeros se establecían en Casamance con el beneplácito de los diolas, quienes les cedían terrenos en los que instalarse. Estos terrenos se encontraban a menudo a lo largo de las vías de agua frecuentadas por los piratas. Así, se esperaba que los extranjeros instalados en las proximidades de poblaciones diolas, comerciantes en su mayoría, brindaran armas y refuerzos en caso de ser atacados por sus vecinos. Por otra parte, la mayoría de extranjeros eran musulmanes. Esto fue motivo de inquietud cuando llegaron a la orilla sur las noticias de las acciones guerreras de diversos marabús en la orilla norte. Temieron que estas poblaciones musulmanas actuaran de igual manera y pudieran atacarles en lugar de defenderles. Un ejemplo de este sistema lo encontramos en la isla de Carabane donde se nombró jefe del pueblo a diversos extranjeros. El más notable entre ellos fue Biram Gueye (wólof) bajo el título oficial de “jefe del pueblo de Carabane”. Gueye aparecía como la mano ejecutora de los militares franceses que se servían de él principalmente como el encargado de pedir el ganado a los pueblos de los alrededores y asegurar así el reavituallamiento de sus guarniciones. De esta forma, a los jefes extranjeros se les fueron asignando las tareas que los franceses no podían realizar: negociaciones con la población diola, recaudación de impuestos, exigencia de multas…Todo ello favoreció el empoderamiento de diversas personas, como el propio Biram Gueye o como Dominga López, luso-africana y compañera (concubina) de Bocandé, que se instaló en la Point

188

Ibídem, p. 134. Ibídem, p. 144. 190 Ibídem, p. 145. 189

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Saint-Georges y durante la segunda mitad del siglo fue una de las grandes interlocutoras de las autoridades francesas en Casamance.191

Mapa 11. Pueblos diolas y pueblos de extranjeros. Fuente: Méguelle, Chefferie coloniale et égalitarisme diola…, p. 147

3.4.1.4 La aparición de la esclavitud doméstica entre los diolas Uno de los cambios sociales más relevantes y llamativos sufridos por las sociedades diolas durante el siglo XIX fue la aparición y aumento progresivo de la esclavitud doméstica. Olga Linares analizó este hecho y lo relacionó directamente con el desarrollo de un nuevo comercio en la Baja Casamance. Se trataba del comercio de arroz en la desembocadura del río descrito por Bocandé ya en el año 1849:

«Les petites embarcations de Gorée et de Gambie viennent [a Carabane] y acheter du riz chez les floups.»192 Este comercio era conducido por los llamados “grumetes”, luso-africanos de Ziguinchor que iban a los pueblos diolas a intercambiar ganado, ropa y algodón por arroz, que era ulteriormente vendido a los franceses. De nuevo, los diolas evitaban comerciar directamente con los europeos. Según Linares, sólo quienes vivían

191 192

Ibídem, p. 157. Bocandé, “Notes…”, p. 281.

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relativamente cerca de Ziguinchor viajaban regularmente hasta allí para vender sus productos; el resto utilizaba intermediarios.193 Las primeras referencias de población diola quedándose cautivos para su uso doméstico las dieron Bocandé y Hecquard. El primero menciona la existencia de un habitante en Diembéring que poseía 300 bueyes y 100 esclavos.194 Además, en sus textos se encuentran referencias de este tipo:

«Aussi voyons-nous les Mandingues qui se livrent au commerce, les Floups [diola] du littoral, qui doivent leurs richesses à l’agriculture, mettre toute leur fortune à acquérir des esclaves, et des troupeaux qui peuvent servir aussi à acquérir des esclaves.»195

Este párrafo ilustra la tendencia del siglo XIX, remarcada por autores como Manning o Lovejoy, del desarrollo exponencial de una trata de esclavos interafricana. Por otra parte, de los escritos de Bocandé se desprende que eran los habitantes de Diembéring y de sus alrededores los que poseían esclavos. Esta era la zona en la que hubo un mayor volumen del comercio de arroz. Los diolas del norte, que no participaron en este comercio, siguieron vendiendo esclavos a los mandingas en lugar de quedárselos para uso doméstico.196 Linares defiende que la aparición de la esclavitud doméstica entre los diolas estuvo ligada a este nuevo comercio en arroz. De hecho, dice que el proceso es similar al de otros africanos, como los mandingas, que encontraron en la producción de cultivos comerciales la solución ante el fin de la trata de esclavos con los europeos y ello estimuló el aumento de la esclavitud a escala interior por la consiguiente demanda de esclavos. Así, la necesidad de recuperar tierras de los manglares para el cultivo del arroz y la ulterior aceptación de la esclavitud doméstica serían fenómenos relacionados. No obstante, durante el siglo XIX Linares aporta testimonios que hablan de grupos diolas que ni vendían ni poseían esclavos. Los grupos que sí mantenían esclavos estaban localizados principalmente en la desembocadura del río Casamance, donde eran utilizados como mano de obra en un tipo especial de terreno. Linares arguye que el

193

Linares, “Deferring to Trade in Slaves…”, p. 122. Bocandé, “Notes…”, p. 327. 195 Bocandé, “Notes…”, p. 91. 196 Linares, “Deferring to Trade in Slaves…”, p. 125. 194

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desarrollo de esta esclavitud se dio a partir de la conexión con la comercialización del arroz en dos puestos europeos: Carabane y Ziguinchor.197 Los testimonios orales recogidos por la antropóloga panameña explican que a los esclavos se les daba pequeñas cantidades de tierra para trabajar y que, además, estaban autorizados a quedarse al menos una parte de la cosecha. Sin embargo, había dos factores que limitaban las ganancias de estas personas. En primer lugar, el tamaño de sus tierras. En segundo lugar, que éstas eran también las más pobres. Se les daba las más difíciles de trabajar pero a la vez las que podían llegar a ser más productivas para aumentar y mejorar las propiedades familiares de los dueños. Una vez mejorada la tierra, los esclavos eran destinados a otra con el mismo objetivo.198 Las mismas historias orales recuerdan que en Diembéring el trato dado a los esclavos era especialmente duro. Hoy en día existe en este pueblo un distrito endogámico cuyos habitantes son descendientes de esclavos. Así, el pueblo está aún hoy dividido por algo surgido en el siglo XIX: descendientes de esclavos (kumiikel) y hombres libres (hubook).199 Sin embargo, Linares advierte que Diembéring es un caso particular entre los diolas (ya de por sí extremadamente complejos). Sus habitantes hablan una lengua, llamada kwaatay, que es bastante diferente al resto de lenguas del grupo diola. Además, la estructura social de este pueblo era más jerarquizada que la de la mayoría de pueblos de la región.200 En el norte, como ya se ha mencionado, la ausencia del comercio de arroz hizo que la esclavitud no apareciera y que se continuara la tendencia de los siglos de trata: la venta a los mandingas de cautivos que ulteriormente serían utilizados para trabajar los campos de cacahuete (consecuencia a su vez del final de la trata de esclavos). Cuando en la segunda mitad del siglo XIX el comercio de arroz cayó por las importaciones francesas de arroz indochino, los diolas pasaron a comerciar almendras de palma y goma roja a cambio de ropa, hierro y armas.201 Pese a que el comercio de arroz estimuló la aparición de un tipo concreto de esclavitud en los pueblos de la desembocadura como Diembéring y Kabrousse, éste nunca alcanzó la importancia que el cacahuete tuvo para los mandingas y que derivó en el uso extensivo de mano de obra esclava.202

197

Ibídem. Ibídem, p. 126-27. 199 Ibídem, p. 127. 200 Ibídem, p. 129. 201 Ibídem. 202 Ibídem, p. 131. 198

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3.4.2 La Media y Alta Casamance

3.4.2.1 Hacia el final de Gabou (1850-1867) Hacia 1850 las provincias occidentales de Gabou situadas en Casamance y territorios colindantes (Brassou, Boudhié, Firdou, Pakao, Souna) eran netamente independientes de Kansala.203 Tras las revueltas de los musulmanes a principios de la década de 1840, los morocounda de Pakao, Balmadou, Souna y Boudhié se habían fortificado según muestra el testimonio de Bocandé:

«Les Mahométans du Pakao, devenus plus nombreux que les Sonniqués, ont secoué le joug: depuis 1843, ils ont entouré leurs villages de palissades.»204

Niane habla de la persistencia de doce provincias de Gabou a mitades de siglo pero recalca la debilidad de Kansala y las luchas internas: conflictos entre la propia aristocracia y enfrentamientos entre soninkés y musulmanes. En 1850 Kansala no suscitaba ningún interés para los europeos, éste era copado por el Fouta Djallon. Por otra parte, la pérdida del control de las rutas caravaneras, sobre todo las orientales, privó a Kansala de percibir tasas e impuestos. Además, ya no estaba Galain Sonko para imponer la ley del Mansa-ba. El edificio social de Gabou estaba destruyéndose. Los musulmanes eran cada vez más numerosos. Los esclavos huían de los nianthios para establecerse en las tierras de los morocounda para cultivar el cacahuete y el algodón. Estos esclavos acababan convirtiéndose al Islam y pasaban a ser carne de cañón en las guerras que más tarde llevarían a cabo los marabús carismáticos. Por otra parte, las fortificaciones de los pueblos musulmanes se hicieron más frecuentes, cosa que indica el aumento de su poder frente a las antiguas élites que hasta entonces les habían prohibido rodear sus pueblos de murallas. Además, poco a poco también fueron extendiendo su voz en los consejos de los pueblos de los nianthios y korings.205 Estos últimos (la nobleza), privados de su principal fuente de ingresos (la venta de esclavos) se transformaron en saqueadores y asaltantes de caminos. Además, llevaron a cabo una gran explotación de campesinos y pastores foulas. Las provincias empezaron a dividirse. Cada jefe se otorgaba el título de mansa o kanta-mansa y trataba de imponer 203

Niane, Histoire Des Mandingues…, p.155. Bocandé, “Notes…”, p. 57. 205 Niane, Histoire Des Mandingues…, p.159. 204

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su fuerza sobre la población. El guerrero noble de Gabou pasó a ser temido por su arbitrariedad y codicia. Las masas campesinas y ganaderas se alejaron de la nobleza y encontraron aliados en el bando musulmán. Según Niane, en esta época tanto en los pueblos soninkés como en los morocoundas y los foulacoundas, un jefe rodeado de un consejo administraba los asuntos de la comunidad. Pero en período turbulento, el pueblo se ponía bajo la guía de un jefe de guerra, a menudo elegido para una sola campaña pero que confiscaba el poder. En los morocoundas este jefe tomaba el título de alcati.206 Los mansas y kanta-mansas de provincias cercanas al comptoir francés tenían los ojos puestos en Sédhiou por la atracción que ejercía sobre las caravanas de Gabou y de Fouta. Los campesinos de la zona, muchos de ellos extranjeros, cultivaban el cacahuete bajo la protección francesa. Para los comerciantes franceses el enemigo era el gabounké animista (además de los balanta) y tras deshacerse en un primer momento de los mansas de Sédhiou, Patiabor y Bakoum, dieron apoyo al resto de musulmanes. Todas las provincias de Gabou vecinas de Sédhiou (Yasin, Brassou, Balmadou, Pakao) dirigían sus caravanas hacia ahí. Tras la caída de Bérékolon las conversiones al Islam entre la población foula de Gabou se multiplicaron. Especialmente en Firdou, provincia de la Alta Casamance, donde la población foula era la más numerosa.207 En ese momento, los foulacoundas eran los pueblos más prósperos. Eran ellos y los musulmanes quienes tenían el poder económico, mientras el poder político de los nianthios estaba vacío de contenido.208 De 1854 a 1861 hubo una tregua en la que el Fouta Djallon no atacó a Gabou.209 En 1861 volvieron los ataques. En los primeros años de la década de 1860 se produjo en los territorios de Gabou lo que Niane llamó la “segunda revuelta de los musulmanes”. Esta situación convulsa fue de nuevo aprovechada por el Fouta Djallon. En 1865, la Media Casamance escapaba completamente al control de los gabounkés y la Alta Casamance era un hervidero en el que la mayoría foula empezaba a ganar posiciones frente a las antiguas élites del país. El ataque definitivo del Fouta Djallon llegó en 1867 con el asedio a Kansala. Dianké Walli y los pocos que aún le dieron su apoyo murieron en batalla. De hecho, el Mansa-ba, viendo que la derrota era inevitable, prendió fuego a las reservas de pólvora de la capital de Gabou y una gran explosión acabó con todos. Los mandingas dieron a 206

Ibídem, p. 163. Ibídem, p. 176. 208 Ibídem, p. 177. 209 Ibídem, p. 181. 207

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esta batalla el nombre de tourouban kéloo (guerra de exterminio). Suponía el triunfo del Islam frente a la antigua religión tradicional, pero también era la victoria de un determinado modo de vida que iba a alterar el paisaje social de toda la región. Hubo más batallas con sectores resistentes, pero la guerra ya había terminado tras la destrucción de la capital.

Mapa 12. Ofensivas foulas contra Gabou (1867). Fuente: Niane, Histoire des Mandingues de l’Ouest, p. 166

3.4.2.2 Sédhiou: turbulencias políticas y enfrentamientos constantes

Mapa 13. Zona malinké. Alrededores de Sédhiou. Fuente: Roche, Histoire de la Casamance…, p. 166

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Al inicio de la segunda mitad del siglo, en los alrededores de Sédhiou la población balanta llevó a cabo diversos actos de piratería que motivaron la reacción de las autoridades de Gorée. Hasta ese momento los franceses habían sido neutrales (el Gobernador había deplorado la ayuda dada por el Comandante de Sédhiou a los foulas contra los soninkés en 1849). En 1851, Aumont, Comandante Particular de Gorée, definió la política a seguir en Sédhiou:

«Notre établissement à Sédhiou ayant pour seul but la protection du commerce, nous devons évidemment employer tous les moyens possibles pour le rendre facile et en favoriser l’extension. De tous les moyens, le meilleur et le plus nécessaire, c’est d’être en paix avec les habitants du pays où nous trafiquons. C’est donc à conserver la paix que doivent tendre tous vos efforts, chaque fois que des difficultés survenues entre les différents tribus Foulas, Balantes, Floups ou Mandingues et les Soninquets ou les marabouts avec lesquels nous avons passé traités, rendront votre intervention nécessaire.»210

Se exigía, por lo tanto, neutralidad en los conflictos y predisposición para solucionarlos de manera pacífica con el fin de preservar la estabilidad comercial. No obstante, el comandante de la guarnición de Sédhiou asistía impotente a la turbulenta situación que lo rodeaba. En 1855, Ropert, nuevo Comandante Particular de Gorée, autorizó al capitán de Sédhiou, Coulon, a intervenir en favor de los habitantes de Boudhié. «[…] Si les Balant se permettaient quelques méfaits envers nos traitants ou sur le pays qui couvre notre pavillon, vous auriez à agir de représailles et toujours à l’improviste.»211

La guarnición preservó la calma durante cierto tiempo. Sin embargo, la situación era difícil más allá de Sédhiou. En Souna, por ejemplo, hubo multitud de conflictos respecto a las tasas que los comerciantes debían pagar al pasar por el territorio. En 1857 un decreto prohibió sobrepasar una línea imaginaria que unía el comptoir francés con el

210 211

Citado en Roche, Historie de la Casamance…, pp. 103-104. Ibídem, p. 104.

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pueblo de Sandinieri. Esta prohibición no detuvo el comercio; los franceses pasaron a utilizar intermediarios malinkés para seguir comerciando río arriba.212 Los conflictos con los balanta continuaron hasta que llegó la acción de PinetLaprade. En 1861, los representantes de las casas de comercio de Sédhiou le pidieron una expedición análoga a la que había realizado en la Baja Casamance contra los pueblos de Tionk y los Karone. Pinet-Laprade anunció su intención de intervenir. El 9 de febrero, sus tropas atacaron Sandinieri e incendiaron el pueblo. Por el lado francés hubo cuatro heridos, por el malinké veinte muertos y se hicieron treinta prisioneros, incluyendo el jefe del pueblo. Ese mismo día llegaron rumores a oídos de Pinet-Laprade de que Yasin, estado vecino, se estaba preparando para atacar Sédhiou el día siguiente, por lo que decidió volver para defender el puesto.213

Mapa 14. Expedición de Pinet-Laprade en la Media Casamance. Fuente: Roche, Histoire de la Casamance…, p. 105

Con Sédhiou protegido, las tropas francesas se dirigieron hacia otros pueblos problemáticos: Bambajon y Karantaba. Sin embargo, representantes de sendos pueblos pidieron la paz antes de que se produjera el ataque. No tuvieron la misma suerte Jubudu y Niagabar, que sí fueron atacados. Pinet-Laprade se reunió con los jefes de Bambajon y Karantaba pero finalmente decidió atacar e incendiar ambos pueblos. Dos días después 212 213

Ibídem, p. 105. Ibídem, pp. 111-112.

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los jefes de Karantaba, Guidenki, Sandinieri y Bambajon volvieron a pedir la paz.214 Finalmente ésta fue acordada con los jefes de Souna el 14 de febrero. Debían aceptar la soberanía francesa y rembolsar el valor de todos los pillajes cometidos desde 1856. Además, debían pagar una multa de 5000 francos y dejar en Sédhiou en condición de rehenes a cuatro hijos de los principales jefes para garantizar la ejecución del tratado.215 Los jefes de Pakao y Yasin, por su parte, rechazaron firmar nuevos tratados con los franceses.

Por otro lado, en la década de 1850 el cacahuete ya era el principal producto exportado desde Sédhiou. Los franceses favorecieron la venida de extranjeros para cultivar los campos. Principalmente se trataba de Sarakollés de Bakel que se instalaron en Boudhié. Entre 1855 y 1867, el volumen del comercio de cacahuete se dobló. En 1862, 2390 hectáreas eran consagradas a su cultivo.216 Bocandé escribió en 1856 que la progresión de este comercio se había visto interrumpida por los problemas políticos de la zona. Sin embargo, ofrece las siguientes cifras para los años anteriores: en 1852 se exportaron desde Sédhiou 30.000 boisseaux de cacahuete (Bocandé informa de que un boisseau equivale a 13 kilogramos, equivalencia que se debería contrastar); en 1853 fueron 80.000; en 1854, 150.000; y en 1855, 250.000.217 Cuando los franceses intentaron imponer el impuesto personal se toparon con el rechazo de las poblaciones circundantes. Finalmente, sólo se obligó a pagar dicho impuesto a los habitantes procedentes de Saint-Louis o Gorée y a los comerciantes extranjeros. Por otra parte, los conflictos con los malinkés no hicieron más que aumentar. Surgieron problemas en referencia a los precios de las mercancías y a las relaciones comerciales entre franceses y africanos. Pero no sólo los malinkés fueron motivo de preocupación. En 1869, los mismos Sarakollés cuya instalación había sido favorecida por los franceses, protagonizaron una revuelta motivada por razones económicas alrededor de los precios de los productos que cultivaban. Según Roche, esta revuelta fue la primera gran manifestación de resentimiento de los africanos respecto a los europeos y dejaba entrever que dificultades más serias estaban por llegar.218

214

Ibídem, p. 112. Ibídem. 216 Ibídem, p. 120. 217 Ibídem, pp. 411-412. 218 Roche, Historie de la Casamance…, pp.122-123. 215

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En 1863, bandas diolas alcanzaron el Soungrougou para atacar pueblos de bainouks malinkizados de Yasin. Esto empujó a los jefes del lugar a solicitar protección al capitán de Sédhiou, Mailhetard. Propusieron ceder su territorio a Francia a cambio de una ayuda eficaz para repeler a los diolas. Estos últimos avanzaron y tomaron las tierras que los bainouks de Yasin dejaban libres en su huída. Sin embargo, mostraron recelo a la hora de seguir avanzando hacia el norte por temor a un ataque de los malinkés de Pakao. En la época no sólo Casamance vivía turbulencias, sino que en Gambia la guerra era constante. Los rumores anunciaban la llegada inminente de un marabú que luchaba contra los soninkés en el río Gambia: Maaba. Sus acciones guerreras fueron pronto conocidas en Casamance y muchos jóvenes de Pakao partieron para unirse a sus fuerzas musulmanas. En julio de 1863, se instaló en Kiang, al norte de Fogny, y numerosos refugiados afluyeron hacia Boudhié. Antes de retomar los combates, envió diversos emisarios a las zonas malinkés para reclutar voluntarios y obtener pólvora y armas. El 29 de noviembre, enviados del marabú llegados para sondear a los jefes malinkés fueron detenidos en Sédhiou como agitadores. No obstante, los marabús de Casamance acogieron favorablemente las demandas de Maaba y la familia de Ndura no fue la última en hacer acto de alianza y prometerle apoyo. Finalmente, Maaba fue vencido en batalla y tuvo que volver a su tierra de origen, Rip. Sin embargo, su influencia y su presencia momentánea al sur del Gambia tuvieron en Casamance consecuencias inmediatas. Los jefes malinkés, exhortados por los enviados del marabú de Rip, entraron en lucha con los bainouks para convertirlos al Islam.219 En 1864, los malinkés de Pakao dirigidos por Kemo Maja, jefe del pueblo de Njama, atacaron con sus correligionarios de Yasin los últimos pueblos bainouks independientes. En 1866, Maaba retornó al sur del Gambia y los rumores volvieron a expandirse anunciando la llegada del ahora proclamado Almani a Casamance. Se decía que su intención era pasar por la Alta Casamance para convertir a los soninkés de Brassou. No obstante, finalmente decidió retomar su ofensiva contra el norte de Senegal.220 En Yasin, los diolas que habían vencido a los bainouks se opusieron a los malinkés que proseguían su guerra. Los combates violentos a orillas de Soungrougou dañaron el comercio que se hacía en ese afluente. Finalmente se acordó una tregua. Los jefes diolas se comprometieron a no volver a invadir a mano armada los pueblos de Yasin. En contrapartida, los jefes de

219 220

Íbidem, pp. 154-155. Ibídem, p. 155.

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Yasin aceptaron recibir a los diolas que llegaran pacíficamente a habitar su país bajo la condición de someterse a los jefes de cada pueblo.221 La situación problemática en la Media Casamance, jalonada de períodos de enfrentamientos con pequeñas treguas y tiempos de paz, queda patente en lo que escribió el capitán de Sédhiou, Pardailhan, en 1867:

«Il est difficile de définir la situation politique des populations car pas une ne subit l’impulsion d’un chef naturel. Chaque chef de village est maître chez lui et encore ne l’est-il que jusqu’à un certain point car il est souvent obligé d’en passer par ce que font ou veulent les jeunes ou quelque habitant influent; ce qui fait que ce qui paraît être la vérité aujourd’hui peut être l’erreur demain. De là les vols, les arrestations des traitants, la séquestration des voyageurs qui sont presque toujours faits contre la volonté des chefs; de là aussi l’impossibilité des mêmes chefs à réparer ou de faire réparer le mal que leurs gens on fait.»222

Lo escrito por Pardailhan muestra de nuevo las dificultades que se encontraron los franceses a la hora de pactar con jefes cuya influencia real era muy limitada. No obstante, en sus palabras vemos algo poco habitual y que puede ser una muestra de los tiempos de cambio que se vivieron en la segunda mitad de siglo. Al hablar de la influencia que los jóvenes ejercían sobre los jefes, el capitán de Sédhiou nos está dando la imagen de una sociedad en la que los valores gerontocráticos están siendo subvertidos. Sin embargo, sus palabras no nos dejan apreciar a qué tipo de jefe se refiere. Si en las zonas circundantes de Sédhiou se dio el mismo proceso que en el comptoir francés, con la supuesta substitución del alkali tradicional por uno nuevo cuya legitimidad no descansaba sobre la tradición y que, además, era de una religión extraña (la musulmana), podríamos entender mejor la poca autoridad que estos nuevos jefes, nacidos del conflicto entre musulmanes y soninkés, podían ejercer sobre la masa de la población. ¿Acaso las revueltas de los musulmanes no habían contado con el apoyo popular? Si es así, ¿porqué los nuevos jefes tenían tan poca autoridad sobre sus gobernados? Estas preguntas son imposibles de contestar a partir de la obra de Roche, quien a menudo no especifica de qué tipo de jefes está hablando y si estos eran musulmanes o soninkés. De hecho, resulta sorprendente y bastante confuso que el autor 221 222

Ibídem, p. 156. Citado en Ibídem, p. 156.

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no explique con detenimiento la naturaleza de las poblaciones malinkés enfrentadas a los franceses. Es por ello que el análisis de los cambios socio-políticos en la Media Casamance en estos primeros años de la segunda mitad de siglo son extremadamente difíciles de apuntar y se hace necesaria una investigación archivística y de campo más profunda, que arroje luz sobre tantos interrogantes. La influencia de Maaba seguía haciéndose sentir y, de nuevo, los malinkés anunciaron su marcha hacia Fogny. Dos mensajeros del marabú llegaron el 25 de marzo de 1867 a Morikounda (el Sédhiou moricounda mencionado por Bocandé) para hacer una visita a Sunkari, el hijo pequeño de Ndura, antiguo jefe de Sédhiou. Su sueño era devenir el jefe incontestado de Boudhié y seguir los pasos de Maaba. Sin embargo, no tenía la paciencia y flexibilidad de su padre, y los franceses lo miraban con desconfianza y antipatía. El comandante lo vigilaba estrechamente y había prevenido a Gorée de que se trataba de un hombre que podía crear grandes molestias.223 La noticia de la muerte de Maaba el 17 de julio de 1867 produjo consternación entre sus fieles. Un conjunto de enfrentamientos se dieron en la Media y Alta Casamance. Bandas de jóvenes penetraron para atacar a los diolas del Alto Soungrougou pero fueron repelidos. Los malinkés de Souna atacaron dos foulacounda de Brassou que rechazaban pagarles impuestos. Los foulas se hicieron con la victoria. A principios de 1868, ante el fracaso de los combates, los malinkés abandonaron la lucha y prefirieron ayudar a sus compatriotas de Yasin en su lucha contra los diolas.224 Cuando en 1869 una epidemia de cólera asoló Senegal. El médico de Sédhiou hizo incendiar los barrios africanos del pueblo y Morikounda. Sunkari tuvo que refugiarse con su familia en Sandinieri. En octubre, los habitantes de Sandinieri realizaron un gran robo de mercancías y se negaron a devolverlas.225 Dos años más tarde, la noticia de la derrota francesa en Europa era conocida por todos los malinkés. Los jefes de Sandinieri aprovecharon la situación para llamar a la revuelta. En 1872, Fodé Jombo, jefe del pueblo de Basaf en Yasin, invitó al resto de pueblos malinkés a unirse a él para atacar Sédhiou.226 Finalmente fueron los habitantes de Morikounda, dirigidos por Sunkari, quienes asediaron el comptoir francés. El capitán Reygasse envió el 13 de octubre un mensajero a Njama, hogar de Kemo Maja, principal jefe de Yasin, creyendo que su autoridad era 223

Ibídem, p. 157. Ibídem. 225 Ibídem, p. 158. 226 Ibídem, p. 159. 224

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respetada por todos los malinkés de la región. Maja contestó que no se inmiscuiría en la querella. En la madrugada del día 15, Sédhiou fue rodeada de nuevo por numerosos malinkés. Éstos fueron repelidos pero, reagrupados en Bakoum, intentaron un nuevo asalto que obligó a la gente de Sédhiou a replegarse sobre el puesto militar y las casas de comercio. Cuatro días más tarde, mensajeros de Kemo Maja llegaron al puesto para anunciar que su jefe había ido a Bakoum y conseguido persuadir a Sunkari y Fodé Jombo de retirarse con él a Basaf. El capitán de Sédhiou respondió que estaba listo para olvidar la guerra a condición de que se le entregaran los dos instigadores. Maja consideró esa exigencia inaceptable y volvió a Njama. De todas maneras, el ataque a Sédhiou había fracasado. A pesar de ello, Sunkari siguió intentando tomar el puesto francés con escaso éxito. En noviembre, el Comandante de Sédhiou, Reygasse, recibió emisarios de los balantas y de los foulas de la Alta Casamance que le propusieron una alianza eventual en una acción de represalias contra los malinkés. Los foulas de Fouladou estaban en rebelión desde hacía tiempo y dirigidos por Alfa Molo, ayudado por el Alfa de Labé, estaban a punto de invadir Souna.227 Pese al cese de los ataques, la tensión persistía en Sandinieri, Bakoum y Morikounda. Fodé Jombo quería continuar la guerra. Reygasse, Comandante de Sédhiou, entró en contacto con Alfa Molo, que había llegado a Brassou. El jefe foula prometió su ayuda para atacar Sandinieri. Además, los franceses obtuvieron el apoyo de dos pueblos balanta. Así, con la alianza de los foula, de los balanta de Kuniara y de los Sarakollé de Buno, el ataque a Sandinieri fue planeado con las embarcaciones prestadas por los comerciantes.228 El día 29, tras diversos ataques de esta coalición, tuvo lugar en Sédhiou una reunión entre el almani (jefe religioso) de Sandinieri, el hijo del alkali de Kunayan, el jefe de Bakoum, un notable de Morikounda y un representante de Fodé Maja. Reygasse exigió una multa de 300 bueyes a cada pueblo malinké y la presencia en Sédhiou de sus hijos como rehenes. Los jefes se retiraron para dar a conocer las condiciones impuestas. Para ellos la paz era urgente ya que los guerreros de Alfa Molo avanzaban quemando pueblos enteros. Sólo los franceses podían detener su avance. Cuando Canard, Comandante de Gorée, llegó a Sédhiou el 13 de enero de 1873, tuvo largas discusiones con los jefes malinkés que concluyeron con la firma de un nuevo tratado seis días después. Dicho pacto consagraba la soberanía de Francia sobre todo el 227 228

Ibídem, p. 161. Ibídem, p. 162.

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territorio de Souna, Pakao, Boudhié y Yasin. Sunkari, que reprendería las armas diez años más tarde, fue uno de los firmantes junto a Fodé Maja y el resto de principales jefes malinkés.

229

A partir de este tratado, dos veces por mes, y en caso de necesidad,

debía reunirse una comisión de los ocho principales comerciantes de Sédhiou para hablar de las cuestiones políticas que concernían al comercio. De nuevo, el Comandante tenía instrucciones de mantener buenas relaciones con toda la población y de observar una estricta neutralidad política. En definitiva, la aventura de Sunkari había terminado provocando un refuerzo de la presencia francesa en la Media Casamance. La proximidad inquietante de Alfa Molo había determinado el final de los combates. La influencia moderadora de Fodé Maja en favor de la paz se debía al hecho de que el marabú vivía lejos de Sédhiou y no creía conveniente un conflicto con los franceses, mejor organizados y equipados. La lucha contra los bainouks y los diolas parecía menos arriesgada. Al mismo tiempo, era urgente hacer frente al peligro foula. Fue en este momento cuando la atención se centró en los éxitos guerreros del líder musulmán Fodé Kaba, todavía poco conocido en Casamance, que se oponía a Alfa Molo y, más tarde, a su hijo Mousa. A finales de 1873, se encargó a Boilève realizar una inspección de la situación en Casamance. Tras examinar el caso de Sunkari y reunirse con él, brindándole diversos regalos, hizo lo propio con Fodé Maja, quien aseguró su determinación de mantener la paz en la región.230 Con la calma formalmente restaurada, el comercio se restableció y las previsiones de la cosecha de 1874 fueron alentadoras. No obstante, ese mismo año los comerciantes franceses volvieron a generar descontento entre los habitantes que habían protagonizado los conflictos unos años antes. Los precios propuestos por los primeros alimentaron el descontento de los campesinos. Sunkari aprovechó esta nueva situación de tensión para llamar a Fodé Kaba, que en esos momentos hostigaba a las poblaciones de Balmadou y desorganizaba el comercio en la zona. Las autoridades francesas empezaron a inquietarse de manera evidente. El nuevo Gobernador, Brière de l’Isle, envió un barco con el objetivo de remontar el río hasta Sédhiou para vigilar los desplazamientos de las bandas de Fodé Kaba. Sin embargo, el marabú dejó Casamance para dirigirse más al norte, cosa que irritó a Sunkari. La situación siguió agravándose y uno de los motivos fue la rivalidad entre potencias europeas. Tras el fracaso de las negociaciones entre franceses y británicos 229 230

Ibídem, p. 163. Ibídem, p. 165.

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para el intercambio de la colonia del Gambia, éstos últimos empezaron a difundir rumores que hablaban de la debilidad francesa tras su derrota en Europa. Dichos rumores encontraron un terreno fértil en la región malinké. El capitán de Sédhiou, Martin, en 1876, confirmó las aprehensiones del Gobernador Brière de l’Isle, que creía que Francia debía reforzar su presencia en Casamance: «L’esprit des Mandingues nous est hostile. Ils n’ont aucun projet d’attaque, mais ils sont devenus inhospitaliers et insolents vis-à-vis des gens de Sedhiou.»231

Esto llevó al nuevo Comandante de Sédhiou, Prévot, a establecer buenas relaciones con Alfa Molo, rival acérrimo de los malinkés y enemigo personal de Fodé Kaba. Se buscaba así ganar un aliado poderoso que permitiera a los franceses liberarse de las molestias ocasionadas por los malinkés y devolver la estabilidad al comercio en la zona. La alianza entre franceses y Alfa Molo molestó a un Sunkari cuyas aspiraciones continuaban intactas. Su descontentó se hizo patente en mayo de 1881, cuando anunció su intención de partir en guerra contra los balantas (que habían luchado junto a los franceses años atrás). Consiguió el apoyo de algunos jefes malinkés como Fodé Lende, jefe de Yasin. El primer choque entre malinkés y balantas se saldó con la victoria de estos últimos. La derrota le costó cara a Sunkari, que perdió una gran cantidad de hombres y caballos. Los enfrentamientos volvieron a encender la inquietud de los comerciantes de Sédhiou, que enviaron una petición al Gobernador Le Lanneau para llamar su atención sobre la gravedad de la situación.232 Poco después, Sunkari, mermado tras la reciente derrota, visitó junto a su hermano Karim al capitán de Sédhiou, Gelpy. Esta vez sus intenciones habían cambiado y solicitó la ayuda francesa contra los balantas. Roche afirma que en ese momento Sunkari ya no confiaba en otros jefes malinkés puesto que diversos no le había apoyado el día de su derrota. Gelpy exhortó a sus visitantes a hacer la paz y confirmó la protección francesa de Morikounda. A pesar de todo, Gelpy aceptó enviar una carta de Sunkari al Gobernador, escrita en árabe y cuya traducción al francés es la que sigue:

«Sunkari Kamara, fils de Ndura Kamara, au commandant de Seju et au governeur. 231 232

Citado en Ibídem, p. 167. Ibídem, p. 168.

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Je viens par la présente vous demander pardon. Je sais, ce que j’ai fait est sans raison. Vous, commandant de Seju et le gouverneur, je vous tiens pour mon père et ma mère et je vous demande beaucoup pardon. Je vais continuer à faire la guerre aux Balant. Quand cette guerre sera finie, je ne la ferai plus à personne et mon armée mettra ses fusils de côté. Je n’écouterai que la parole mandant des Français. Si vous vouliez faire la guerre et que vous me le commandiez, je le ferai avec vous et tout ce que vous me commanderez. Je désire que le commandant de Seju et le gouverneur m’aident. Je fais la guerre aux Balant parce qu’ils tuent des gens qui ne leur font rien et qu’ils volent nos bœufs. Dès que cette guerre sera finie, je romprai avec Fodé Kaba, Fodé Lende et le Pakao pour ne m’occuper que des Français et du Buje. Commandant de Seju et Gouverneur, je vous considère comme père et mère.»233

En la carta destaca que Sunkari en ningún momento hace referencia a la religión. Sus ambiciones no superaban los límites de Boudhié. Por todo esto, se puede apreciar que la situación política en la Media Casamance era realmente compleja. En períodos de pocos años el juego de alianzas cambiaba completamente. Sunkari pasó de asediar Sédhiou a solicitar su ayuda y amparo; mientras que los franceses trataban de equilibrar su balanza política en un contexto que no dejaba lugar para la neutralidad. Sin embargo, la visita de Sunkari no fue la única que recibió el Comandante de Sédhiou. Fodé Lende, que no había ayudado a Sunkari el día de su derrota, también se entrevistó con Gelpy y éste le aconsejó a su vez la paz con los balantas. Sus esfuerzos fueron en vano y en los meses de julio y agosto de 1881 las fuerzas mandingas atacaron los pueblos balantas de la Media Casamance. Finalmente, Gelpy ordenó la evacuación de Balantakunda, país de los balantas, antes del 1 de noviembre. Roche explica que Fodé Kaba y Fodé Lende se retiraron del conflicto y Sunkari volvió a quedarse sólo, y terminó por replegarse a Morikounda. En este momento, la orientación política de Sunkari tomó un nuevo giro, esta vez más radical y desesperado. A principios del mes de diciembre los diolas de Sédhiou se quejaron de que los guerreros de Sunkari los habían molestado al exigir un pago en vino de palma. Se encargó al intérprete de Sédhiou ir a Morikounda a pedir explicaciones. Fue muy mal recibido por Sunkari, cuyo

233

Citado en Ibídem.

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discurso había cambiado completamente respecto al de la carta anterior tal y como puede apreciarse a continuación: «Tu diras au commandant que je suis le chef du Buje, de tout le Buje et que lui n’a que le commandement de Sédhiou. On a dit que j’étais l’ami des Français, mais cela n’a jamais été vrai et plus maintenant que jamais. Je suis l’ennemi des Français parce que Seju n’a jamais cessé de recevoir des Balant, Joola et autres qui sont venus s’y refugier pendant qu’on leur faisait la guerre. Je ne veux plus recevoir à partir d’aujourd’hui quiconque viendra à Morikunda me parler de la part du commandant. Je ne sui pas l’ami des Français et ce que le commandant a de mieux à faire, c’est d’écrire au gouverneur d’envoyer tout de suite un bateau à vapeur, car Seju ne tardera pas à être attaqué.»234

Las amenazas de Sunkari y su necesidad de reafirmar su poder en Boudhié sitúan su autoridad en un hilo muy fino. Podemos apreciar que el orden tradicional había sido substituido por otro tipo de orden, uno cuya preponderancia no proviene de la legitimidad que confería la tradición, sino de la habilidad del “jefe” para reafirmarse frente a la población. La fragmentación política parece evidente. Cada jefe malinké buscaba afirmar su propia autoridad. Las alianzas que surgieron no debieron responder en ningún caso a una “solidaridad” entre malinkés. Finalmente, ante las amenazas de Sunkari, las casas comerciales de Sédhiou organizaron su defensa y la guarnición fue puesta en estado de alerta. Sunkari trató de recular desacreditando al intérprete y acusándolo de mentir sobre sus palabras. No obstante, esta vez el Comandante de Sédhiou hizo oídos sordos. Decididos a no dejarse intimidar por los franceses, Sunkari y Fodé Lende, de nuevo aliados, convocaron a todos los jefes más influyentes de Balmadou, Souna, Pakao, Yasin y Boudhié para reunirse en Sandinieri bajo la presidencia del primero. La asamblea decidió que los cacahuetes sólo serían vendidos a comerciantes aceptados por Sunkari o por alguno de sus representantes. Por primera vez los malinkés intentaban hacer frente común ante los comerciantes. Estos últimos, impresionados por su determinación, acabaron proponiendo una reunión para llegar a un acuerdo. Los malinkés aceptaron negociar el 8 de enero de 1882 en Sandinieri. Más de 400 personas

234

Citado en Ibídem, p. 170.

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fueron reunidas, pero entre ellas no se hallaba Sunkari. Finalmente se llegó a un acuerdo sobre precios y medidas, y no hubo derramamiento de sangre.235 Sin embargo, Sunkari siguió su lucha y en enero de 1882 volvió a asediar Sédhiou. Estallaron fuertes enfrentamientos a lo largo del mes de febrero hasta que llegaron los refuerzos franceses y Sunkari, de nuevo, quedó solo ante su adversario. Las tropas francesas arrasaron Morikounda, su pueblo. Bakoum siguió la misma suerte. Muchos pueblos decidieron someterse ante la llegada de las tropas. Sandinieri, Karantaba y Jaring pidieron la paz. Entre el 21 y el 23 de febrero los jefes más importantes de Souna y algunos pueblos favorables a Sunkari también presentaron su sumisión. Por último, el pueblo de Fodé Lende, Basaf, quedó reducido a cenizas y el jefe de Yasin se vio obligado a aceptar duras condiciones de paz.236 Las expediciones se remprendieron en marzo contra Pakao y Balmadou. Sus jefes, junto a los de Souna, prometieron darse cita en Sédhiou el 5 de abril para la conclusión de los tratados de paz. Según Roche, a excepción de Boudhié, considerado “territorio francés”, todos los países malinkés de la Media Casamance quedaron bajo soberanía francesa. Los malinkés sólo conservaban el derecho de administrarse según sus costumbres y la paz con sus vecinos les fue impuesta.237 Otra consecuencia de las operaciones dirigidas contra los malinkés, según apunta Roche, fue la huída de sus esclavos diolas y balantas, que escaparon en todas direcciones. 238 No obstante, el historiador francés no precisa qué efectos tuvo esta huída masiva. ¿Quién reemplazó a los esclavos fugitivos en los campos? ¿Tuvo lugar un incremento de las partidas en busca de nuevos cautivos? ¿Adónde se dirigieron los fugitivos? ¿Cómo fueron recibidos en las sociedades que los recibieron? De nuevo, los interrogantes se amontonan a la espera de futuras investigaciones.

235

Ibídem. Ibídem, p. 174. 237 Ibídem, p. 177. 238 Ibídem, p. 175. 236

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4. CONCLUSIONES

4.1 Balance de la primera mitad del siglo XIX Los efectos producidos por el final de la trata atlántica, el desarrollo del comercio “legítimo” y las primeras etapas de la presencia colonial sobre las comunidades diolas han sido poco estudiados. Normalmente han sido señalados de manera tangencial o somera. Christian Roche, en su estudio pionero sobre la historia de Casamance, aporta de forma explícita muy poco al respecto. Robert Baum centra su estudio en los diolas essoulalou y en su religión. Olga Linares se centra en el tema de la esclavitud. Por último, Phillipe Méguelle observa con detenimiento la relación entre la administración francesa y la población de la región. Sin embargo, ninguno de ellos se detiene a analizar en profundidad los cambios que la dinámica del momento produjo en las estructuras sociales de Casamance. En primer lugar, tal y como apuntó Barry, el efecto inmediato de la abolición de la trata de esclavos atlántica fue que el renovado interés de los comerciantes de Gorée y Saint Louis (en menor medida) por la regiones al sur del río Gambia.239 Por lo tanto, el final de la trata de esclavos atlántica explica en parte el establecimiento de los comptoirs comerciales en Casamance como una búsqueda de nuevas oportunidades comerciales. En el caso de la Baja Casamance, la trata de esclavos tuvo efectos notorios en la sociedad y en los sistemas político-religiosos. Quienes participaron en la dinámica de la trata ganaron una riqueza en forma de ganado que pasó a ser fundamental a la hora de ocupar puestos de autoridad política y religiosa. La realidad es que las fuentes mencionan a menudo que el comercio de esclavos siguió en la zona hasta mediados de siglo. Por lo tanto, podríamos suponer que los mecanismos activados por la trata continuaron vigentes hasta al menos 1850. En la Media y Alta Casamance los efectos del final de la trata tuvieron más repercusión sobre las sociedades de la zona si aceptamos las tesis de Niane, muy similares a las de Hopkins y Klein. Hacia 1840, con la llegada del cultivo del cacahuete a la zona de Sédhiou, ya se percibe la creciente debilidad de la élite tradicional frente a la masa de campesinos y ganaderos. Si aplicamos las explicaciones que Klein ofrece para Senegambia, podríamos suponer que el nuevo comercio favoreció a estas masas sociales a la hora de obtener herramientas y armas con las que enfrentarse a la

239

Barry, La Sénégambie..., p. 187.

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aristocracia guerrera que detentaba hasta entonces detentaba el poder militar. Por otra parte, las provincias occidentales de Gabou relacionadas con la zona de Casamance eran las que contaban con una población musulmana más amplia debido a la atracción del comercio con los europeos. Fue precisamente en Casamance donde se iniciaron lo que la historiografía anglófona ha llamado las guerras de los marabús contra los soninkés.240 La literatura académica consultada para este trabajo no ahonda en las causas de las revueltas musulmanas pero hay indicios para pensar que éstas no fueron motivadas por el factor religioso. O, al menos, que éste no fue el elemento más determinante en las agitaciones sociales de la época .Según mi parecer, el choque entre las élites de religión tradicional y la masa de campesinos no debe leerse en clave religiosa. Incluso en la coronación de Dianké Walli, último Mansa-ba de Gabou, tuvieron los letrados musulmanes un papel importante. Parece que lo que ocurrió fue más bien un choque entre formas de vida diferentes, entre una élite agonizante y que presionaba a las masas populares y unas masas agotadas y recelosas, a las que las dinámicas engendradas en la época les abrió un nuevo horizonte. En este contexto, el Islam ofreció las herramientas necesarias para cambiar el orden social. Primero fueron los musulmanes de las provincias occidentales, más numerosos, que con la ayuda del Fouta Djallon desbancaron a la antigua élite y tomaron contacto con los franceses, quienes pactaron con ellos en busca de beneficios comerciales. El caso de Sédhiou es paradigmático de este hecho. Cuando Ndura, antiguo miembro de la élite tradicional de Pakao, convertido en musulmán y refugiado en Sédhiou, decidió aceptar el puesto de alkali estaba rompiendo con el orden social malinké y sentando un precedente que amenazaba la supervivencia de las antiguas concepciones tradicionales. No obstante, es necesaria una investigación exhaustiva de este hecho para confirmar que Ndura sustituyó a una autoridad tradicional legítima y no a una musulmana de nuevo cuño. En 1849, Bocandé escribió que en Sédhiou habían dos pueblos: francescounda y morocounda. No debemos descartar, por lo tanto, la hipótesis de que al llegar al lugar los franceses ya encontraron un panorama político cambiado. En el estado actual de conocimiento es algo que no puede decirse con seguridad. Por otra parte, los soninkés, mandingas de religión tradicional, huyeron de Boudhié según relatan las fuentes. No obstante, el análisis que de éstas hizo Roche no señala hacia dónde huyeron ni qué respuesta hubo por parte de quienes permanecieron en el lugar ante el nuevo orden instaurado por los 240

Quinn, Mandingo Kingdoms of the Senegambia…; Harry A. Gailey, A History of the Gambia (London: Routledge & Kegan Paul, 1964).

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musulmanes. De nuevo, un vacío historiográfico remarcable y de una capital importancia para entender los cambios que tuvieron lugar en la época. Sin embargo, los testimonios de los que disponemos, tal vez por una mera voluntad de clasificar de manera sencilla lo que sucedía a su alrededor, recurrieron constantemente al factor religioso para explicar los enfrentamientos que se daban en el interior. Bertrand-Bocandé escribía en 1851: «Une guerre de religion s’était élevée au haut de la Cazamance depuis 1840. Les Fouta-Djalons ou Fouta-Foulahs en avaient été les promoteurs. Convoqués pars les Mandingues mahométans, que l’on nomme aussi Marabouts ou Maures, ils ont subjugué les Mandingues idolâtres ou Sonniquès (ce nom est affecté à tous ceux qui boivent des boissons fermentées).»241

El mismo Bocandé incide mucho en sus textos en la presencia de población musulmana y foula en los reinos o zonas mandingas. Incluso es exhaustivo a la hora de señalar el número de morocounda que existían en cada uno de los lugares que describió en 1849 para la Sociedad de Geografía francesa.242 Dicha relación de pueblos puede resultar muy útil a la hora de definir futuras investigaciones. En mi opinión, los comerciantes musulmanes de los alrededores de Sédhiou fueron capaces de adaptarse al nuevo comercio “legítimo” mientras que la élite guerrera, muy aferrada a su ethos marcial y de desdén a las actividades agropecuarias, no supo o no quiso adaptarse a la nueva situación tal y como ocurrió en el caso de Dahomey.243 Esto derivó en un periodo de “crisis de adaptación” en el que la élite tradicional fue perdiendo fuerza ante el empuje musulmán, acabando estos últimos por hacerse con el poder en casi la totalidad de la región. Por otro lado, el comptoir de Sédhiou no sólo atrajo a comerciantes y personas de las zonas colindantes, sino que fue un gran foco de atracción de un buen número de extranjeros venidos del norte de Senegal. Podemos suponer que llegada de extranjeros a la zona generó un conjunto de interacciones que conllevaron ulteriormente cambios sociales de cierta importancia.

241

“Extrait d'une lettre de M. Bertrand Bocandé, résident français à Karabanne (Cazamance) à M. Ferdinand-Denis le 2 février 1851”, Bulletin de la Société de Géographie, 1851, ser. 4, p. 414 242 Bertrand-Bocandé, “Notes…”, pp.357-368. 243 Law, “The Transition...”, p. 24.

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En conclusión, ya en la primera mitad del siglo vemos que Casamance fue escenario de cambios importantes que han sido objeto de debate en otros puntos del oeste africano. La introducción del cacahuete, es decir, del llamado comercio “legítimo”, pudo derivar en un debilitamiento de las antiguas élites guerreras cuyo sustento económico descansaba poderosamente en la trata atlántica. Además, su cultivo pudo aumentar la demanda de mano de obra esclava. Por lo tanto, no sería extraño pensar que en Casamance también se produjo un aumento de la esclavitud como sucedió en el resto del África occidental. En tal caso, ¿los diolas siguieron vendiendo esclavos a los mandingas? Esta pregunta muestra otro vacío que sólo futuras investigaciones podrán rellenar. De la literatura académica se desprende que el final de la trata no afectó directamente a la dinámica de captura y venta de cautivos en la Baja Casamance, ya que los diolas no comerciaban directamente con los europeos. Así, las ventas de cautivos a mandingas o luso-africanos debieron continuar hasta los años 1880.

4.2 Balance de la segunda mitad del siglo XIX En el momento de estudiar los cambios del siglo XIX habría que detenerse a analizar quiénes eran las personas con las que los franceses firmaron sus tratados. Normalmente eran notables de las comunidades diolas con una influencia limitada sobre el conjunto de la población. Lo que los franceses llamaron “jefe” eran en realidad un conglomerado de personas que detentaban cargos, si lo hacían, diversos: rey-sacerdote, miembros del consejo de ancianos, personas ricas en ganado o portavoces de la comunidad. En los primeros años del contacto entre franceses y diolas la figura de Bocandé actuó como eje principal de esta relación. El residente de Carabane maniobró políticamente conociendo las tradiciones del lugar y usándolas para intentar sacar ventaja. Su estrategia funcionó durante un tiempo pero los administradores que le siguieron no supieron, o no quisieron, actuar como su predecesor. En definitiva, los tratados sobre los que descansaban los acuerdos eran de una validez escasa y en muchos casos de duración efímera. Los firmantes rara vez tenían influencia política más allá de sus núcleos familiares o clánicos. Pero los franceses necesitaban interlocutores que pudieran presentar como legítimos en sus tratados y por ello acabaron inventándose la figura del “jefe de pueblo”. La elección de este personaje fue en algunos casos azarosa. Sin embargo, muy probablemente se trataba de personas con una cierta influencia y que disponían de riqueza en ganado. De esta manera, se estaba perpetuando la elección de los acaudalados como principales candidatos a los -97-

cargos de la comunidad. No obstante, esta nueva figura introducida por los franceses no era vista como legítima por los pueblos diolas, que nunca habían reconocido a una autoridad titular que comandase políticamente a todo el pueblo. De hecho, en muchos casos, el pueblo mismo fue un invento de los franceses tal y como hemos explicado en el caso de Kabrousse (véase nota 181). Es por esta razón que cuando intentaban negociar con los pueblos se encontraban con diversas personas que detentaban una cierta autoridad en sectores diferentes de la comunidad. En definitiva, el cargo ficticio creado por los franceses no arraigó en la población antes de los años 1880. Otro gran tema de interés es la llegada de extranjeros del norte, sobre todo comerciantes, a la zona de la desembocadura del río Casamance. Estos inmigrantes se instalaron en territorios cedidos por los propios diolas que terminaron deviniendo pueblos de extranjeros. Los diolas pretendían ganar protección frente a sus enemigos y por ello aceptaron ceder parte de sus tierras. No obstante, la presencia de estos comerciantes acabó resultando en la aparición de nuevos conflictos entre las comunidades diolas y/o en la intensificación de antiguos enfrentamientos. Los administradores franceses, por su parte, acabaron reclutando a estos extranjeros como intermediarios y en algunos casos se los utilizó para tareas que iban más allá del cargo que nominalmente desempeñaban. Además, muchos de estos “norteños” llegados a Casamance acabaron por fundar nuevos pueblos y casándose con mujeres de las poblaciones locales. Lo que es más importante, al acompañar a los franceses en su avance por la región, su presencia ha acabado teniendo eco en las reivindicaciones independentistas contemporáneas de la región: los “norteños” llegaron de la mano del colonizador. Por otra parte, el desarrollo del comercio legítimo en Casamance tuvo una fuerte incidencia en algunas comunidades. En el apartado 2 se ha hablado de la repercusión que tuvo este comercio en diversas zonas de África Occidental, donde la producción para el mercado aumentó la demanda de mano de obra esclava. En la Baja Casamance parece haberse producido un fenómeno análogo que fue señalado por Olga Linares, aunque no ha sido objeto de posteriores investigaciones. No obstante, este comercio no tuvo el volumen ni la importancia del cacahuete o del aceite de palma. A pesar de ello, tuvo efectos relevantes en las sociedades que participaron en él. El comercio de arroz, llevado a cabo a través de intermediarios, aumentó la necesidad de las familias diolas de procurarse más tierras para el cultivo. Estas tierras, que debían ser trabajadas para poder cultivar en ellas, fueron entregadas a esclavos que tenían por misión hacerlas -98-

productivas. Así, el comercio del arroz explicaría la aparición de la esclavitud doméstica, hasta entonces inexistente en las comunidades diolas, en los pueblos envueltos en este comercio: los localizados en la desembocadura del río, sobre todo Diembéring. Por último, el hecho de que entre los diolas no existiese una élite militar dominante hizo que la dinámica vista en otros lugares de África de campesinos enfrentados a la élite guerrera no se diera. Esta es una gran diferencia respecto a lo que ocurrió en la Media y Alta Casamance, donde ya en los años 1840 los musulmanes se habían hecho con el poder casi de manera definitiva. Respecto a esta última zona, la obra de Roche muestra que a lo largo de las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XIX, los alrededores de Sédhiou fueron un hervidero de actividad. El autor francés menciona los últimos coletazos del enfrentamiento entre soninkés y musulmanes pero no los analiza en profundidad. ¿Qué ocurrió con la población soninké? ¿Fueron exterminados, expulsados o tan sólo asimilados? ¿Cómo era el nuevo orden social? De los textos de Roche se desprende que los jefes musulmanes precisaban de un activismo guerrero constante para reafirmar su posición. Además, también se menciona que sectores juveniles gozaban de una importancia significativa en la época. En definitiva, lo más evidente es que a lo largo de esos años tuvieron lugar una multitud de pactos y de alianzas en todos los sentidos. Un análisis detenido de los documentos en los que se plasmaron los acuerdos puede ayudar a esclarecer quiénes eran esos “jefes” con los que pactaron los europeos. En principio, de las explicaciones de Roche se puede deducir que estas autoridades eran musulmanas y, por lo tanto, eran el reflejo de los cambios socio-políticos que ocurrieron en la época. No obstante, la situación política en la Media y Alta Casamance se presenta como un gran rompecabezas difícil de resolver en el estado actual de las investigaciones. El panorama político, repleto de alianzas, enfrentamientos, contraofensivas, intercambios de misivas y conflictos de todo tipo, acabó por adquirir un cierto orden a partir de los años 1880. Esa década y la siguiente estuvieron dominadas en la Media y Alta Casamance por las acciones militares de dos líderes musulmanes, Fodé Kaba y Mousa Molo, que acabaron dominando gran parte de la región. Estuvieron enfrentados entre ellos, cosa que motivó alianzas con los europeos en contra de sus enemigos. Fodé Kaba actuó sobretodo en la Media Casamance y en la zona diola de Fogny, mientras el escenario de Molo se estableció más allá de Sédhiou. Ambos líderes empezaron siendo los principales interlocutores de los europeos para convertirse finalmente en grandes -99-

figuras de la resistencia ante la conquista colonial. Puede intuirse que la presencia de líderes de este tipo, capaces de aglutinar a grandes masas de población y de someter a otras tantas, supuso grandes cambios socio-políticos en la región de Casamance. Cambios que, sin embargo, hundían sus raíces en las cuestiones discutidas en este trabajo. Mousa Molo, por ejemplo, era hijo de Alfa Molo, marabú foula residente en una de las provincias de Gabou, que había colaborado con el Fouta Djallon en la derrota definitiva de Kansala y que desempeñó un papel importancia en los acontecimientos de la década de 1870. De esta forma, a los cambios mencionados en este trabajo y a los que simplemente se han señalado como una posibilidad, habría que añadir a partir de los años 1880 cambios profundos derivados de la penetración colonial y, en el caso de la Baja Casamance, de la explotación de la goma roja, que marcó el verdadero inicio de los enfrentamientos directos entre poblaciones diolas y franceses. El final de la trata de esclavos atlántica y el desarrollo del comercio legítimo tuvo efectos diversos en la región de Casamance. La complejidad de la zona y la diversidad de sus habitantes hacen del estudio del siglo XIX un terreno fértil para la investigación historiográfica. Terreno escasamente explorado y repleto de vacíos por rellenar.

4.3 Posibilidades y herramientas para la investigación histórica de la temática La investigación sobre el siglo XIX en la región de Casamance puede sustentarse en un amplio abanico de fuentes. A continuación se sintetizarán las herramientas de las que el historiador puede servirse para una futura investigación.244 En primer lugar, existen ciertas fuentes documentales que resultan muy interesantes y diversas. A lo largo de este trabajo se ha citado continuamente los escritos de Emmanuel Bertrand-Bocandé, cuyos textos podrían considerarse como la fuente documental más valiosa para el estudio del período. También resultaría provechoso consultar el informe realizado por Hyacinthe Hecquard, viajero francés, al pasar por la región. Otro texto de una importancia insoslayable es el escrito por el capitán Brosselard-Faidherbe, yerno de Louis Faidherbe, a finales del siglo XIX, donde realizó una descripción de Casamance, de su actividad comercial y política y de sus posibilidades en el contexto colonial francés. Por otra parte, sería necesario un vaciado 244

Las referencias concretas se encuentran debidamente citadas en el apartado 5 de este trabajo. Se ha querido dejar constancia de la amplitud de fuentes disponibles. Por esta razón, a las fuentes consultadas durante la realización de este trabajo se han añadido las que podrían consultarse en investigaciones posteriores.

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completo del inventario de la Revue Coloniale y del Bulletin de la Société de Géographie. En definitiva, son diversos los documentos que pueden utilizarse para la investigación. Afortunadamente, la mayoría de ellos se encuentran digitalizados por la Bibliothèque Nationale de France en la red Gallica. En segundo lugar, las fuentes archivísticas. El grueso de la investigación deberá desarrollarse en los Archives Nationales du Sénégal, situados en Dakar. El fondo de este archivo es realmente inmenso y sus posibilidades son estimulantes. La información aportada por los diversos autores que han realizado sus investigaciones en él deja patente la riqueza que alberga el fondo senegalés. Otro archivo de importancia en el que trabajar es el situado en la ciudad francesa de Aix en Provence, los Archives Nationales d’Outre Mer. El tercer archivo en el que indagar es el de la Congrégation du SaintEsprit, situado en Chevilly-Larue, cerca de París. Pese a que la presencia de misioneros de esta congregación en el período aquí estudiado era ínfima, no lo fue tanto a partir de las últimas décadas del siglo. Lo interesante es que en los textos redactados por estos misioneros se explican las prácticas sociales y religiosas de los “animistas”. Por lo tanto, constatar qué prácticas seguían en pie a finales de siglo nos ayudaría a ver qué cambios se produjeron durante el período. A estos tres se podría sumar los Archives Diplomatiques de Francia, en los que consultar temas relacionados con las rivalidades imperialistas en la zona de estudio. Por último, una investigación completa de Casamance, región fronteriza con colonias inglesas y portuguesas, requeriría añadir a esta lista los archivos británicos, portugueses, gambianos y bissauguineanos. En último lugar, otra de las fuentes a consultar en este caso serían las orales. Durante los años 60 y 70 los historiadores africanos realizaron una gran tarea de compilación y transcripción de archivos sonoros que pueden resultar muy útiles en una investigación como la que aquí se propone. Hay archivos de este tipo tanto en los archivos nacionales como en el IFAN (Institut Fonamental d’Afrique Noire). Las fuentes orales representan una herramienta clave para cotejar datos o sucesos y para entender procesos o circunstancias cuya explicación no se encuentra en las fríos documentos del pasado. Es por ello que una investigación de campo que persiga obtener información relativa a la historia oral, sobre todo en el ámbito mandinga, donde la figura del griot ha preservado la historia durante siglos, resultaría interesante y enriquecedora. Por el momento, hay varias tradiciones orales de Gabou traducidas y publicadas recientemente, como por ejemplo la editada por Cornelia Giesing y Valentin

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Vydrine o la editada por Sana Camara.245 Resultaría fundamental recurrir a las tradiciones orales de la Media Casamance. En conclusión, existe un amplio abanico de fuentes sobre las que sustentar una futura investigación histórica de la región de Casamance en el siglo XIX. Fuentes suficientes para poder indagar sobre los efectos que la trata de esclavos, el comercio “legítimo” y la presencia colonial tuvieron en las sociedades de la región.

245

Giesing y Vydrine, Tarikh Mandinka de Bijini...; Sirifo Camara, The Epic of Kelefaa Saane, ed. Sana Camara (Indiana University Press, 2010).

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5. BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES

Bibliothèque National de France Bertrand Bocandé, Emmanuel, « Notes sur la Guinée portugaise, ou Sénégambe méridional », Bulletin de la Société de Géographie, Troisième Série, t. XI, Paris, 1849, pp. 265-350 --- « Notes sur la Guinée portugaise, ou Sénégambe méridional », Bulletin de la Société de Géographie, Troisième Série, t. XII, Paris, 1849, pp. 57-93 --- « Extrait d'une dépêche de S. O'Connor au Colonial office, en date du 26 octobre 1855 », Nouvelles Annales des Voyages, de la Géographie, de l’Histoire et de l’Archéologie, Ge.FF 5995, vol. 152, Sixième série, t. 4, Paris, 1856, p. 103-104 --- « Extrait d'une lettre de M. Bertrand Bocandé, résident français à Karabanne (Cazamance) à M. Ferdinand-Denis le 2 février 1851 », Bulletin de la Société de Géographie, 1851, série 4, 414-418 --- Carabane et Sedhiou. Des ressources que présentent dans leur état actuel les comptoirs français établis sur les bords de la Casamance, Revue coloniale, t. XVI, juillet-décembre 1856.

Brosselard-Faidherbe, Henri, Casamance et Mellacorée, pénétration au Soudan, Paris, 1855-1893.

Hecquard, Hyacinthe, « Rapport sur un voyage dans la Cazamance, Sédhiou, 24 août 1850 », Revue Coloniale, mars 1852, pp. 409-432 ---, Rapport sur un voyage d'exploration dans l'interieur d'Afrique, Imprimerie de Bénard et Cie, Paris, 1853 Madrolle, Cl., Trois voyages dans l’Afrique Occidentale. Sénégal-Gambie-CasamanceGabon-Ogooué, Librarie Hachette, Paris, 1879 ---, Notes d’un voyage en Afrique Occidentale. De la Casamance en Guinées par le Fouta Diallo, Conférence faite a la Société de Géographie Commerciale, Novembre 1893. Warenhorst, Georges, La Casamance (côte occidentale d’Afrique), Librairie Furne, 1891 -103-

Archives Nationales du Sénégal – Fonds AOF246 Série B : Correspondance générale (1779-1959) Sous-série 2B : Correspondance-départ du gouverneur du Sénégal au ministre (18161896) Sous-série 3B : Correspondance-départ du gouverneur du Sénégal à toutes personnes autres que le ministre (1788-1893) Sous-série 4B : Correspondance-départ du commandant particulier de Gorée, du commandant supérieur du 2e arrondisement, du lieutenant-gouverneur et du délégué de l’Interieur à Dakar (1816-1896)

Série D : Affaires militaires (1763-1959) Sous-série 1D : Opérations militaires (1823-1934) Sous-série 5D : Défense et organisation militaire

Série E : Conseils et Assamblés Sous-série 3 E : Conseil privé du Sénégal

Série F : Affaires étrangères (1809-1957) Sous-série 1 F : Gambie (1820-1955) Sous-série 2F : Guinée Portugaise, Portugal et Iles du Cap-Vert (1820-1855)

Série G : Politique et administration générale (1782-1958) Sous-série 1G : Études générales : missions, notices et monographies (1818-1978) Sous-série 2G : Rapports périodiques (1895-1960) Sous-série 7G : Guinée. Fouta Djallon. Sous-série 13 G : Affaires politiques, administratives et musulmanes (1782-1959) Sous-série 15G : Correspondance avec les chefs indigènes Sous-série 22G : Statistiques (1818-1920)

Série J : Enseignement (1802-1920)

Série L : Concessions de terrains en Casamance 246

Las series señaladas en los archivos que siguen contienen todas ellas informaciones referentes a la región de Casamance.

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Série Q :Affaires économiques

Archives Nationales du Sénégal- Fonds Sénégal Série D : Affaires politiques et administratives Sous-série 10D : Administration générale Sous-série 11 D 1 : Administration territoriale Archives Nationales d’Outre Mer Sénégal et Dépendances Gorée et Dépendances A.O.F

Archives Générales de la Congrégation du Saint-Esprit I : Afrique de l’Ouest 2 I : Les « colonies » du Sénégal (anterieur à 1850) 3 I : Les « Deux Guinées », la Sénégambie, le Sénégal

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