Trasfondo histórico de la comunidad de emigrantes árabes y sus descendientes recreada en la novela Crónica de una muerte anunciada

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TRASFONDO HISTÓRICO DE LA COMUNIDAD DE EMIGRANTES ÁRABES EN CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

Por Reynier Valdés Piñeiro Maestro en Estudios de Asia África Especialidad Medio Oriente [email protected] Este trabajo se presentó en el VII Simposio Internacional “Impronta de la Cultura Árabe”, Unión Árabe de Cuba, 2009. Es el resultado de una investigación que fue presentada como evaluación final del curso de posgrado Del Medio Oriente al Caribe: Los árabes en Cuba. El análisis histórico y literario de un colectivo de inmigrantes. Este fue organizado por el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana (marzo-mayo, 2009) y fue dirigido por el Dr. Rigoberto Menéndez Paredes, autor del libro Los árabes en Cuba (2007).

INTRODUCCIÓN La narrativa de Gabriel García Márquez ha tenido muy presente el papel significativo de la cultura del emigrante árabe en el desarrollo de la modernidad colombiana. Su obra más universal, Cien años de soledad, da fe de ello. El caso de la novela corta Crónica de una muerte anunciada, del año 1981, ocupa un lugar muy singular en el tratamiento de esta temática por el protagonismo que aquí alcanza. Este trabajo analiza el trasfondo histórico del cual parte el escritor colombiano para conformar la visión de la comunidad árabe recreada en Crónica de una muerte anunciada, a la que pertenece Santiago Nasar, personaje protagónico de la novela. Entre las temáticas fundamentales en él abordadas figuran: el período de conformación de la comunidad, Colombia como destino, las ocupaciones de los árabes de Crónica…; así como los fenómenos de asimilación, integración y discriminación social. Para el establecimiento de estas correspondencias históricas han sido fundamentales los siguientes trabajos: la obra de Louise Fawcett “Libaneses, palestinos y sirios en Colombia” 1

(1991); otro estudio de esta misma autora realizado en conjunto con el historiador Eduardo Posada “Árabes y judíos en el desarrollo del Caribe colombiano, 1850-1950” (1998) y el artículo de la investigadora Isabela Restrepo La migración árabe en Colombia: un encuentro entre dos mundos (2003). En la organización de los elementos a tratar ha resultado de mucha ayuda el libro Los árabes en Cuba (2007), del investigador Rigoberto Menéndez.

Período de conformación de la comunidad de inmigrantes árabes a la que pertenece Santiago Nasar Partiendo de la referencia de que Ibrahim Nasar llegó con los últimos árabes “al término de las guerras civiles” (García Márquez, 2004, p.16), se comprueba que el período de conformación de la comunidad de inmigrantes árabes evocado en Crónica de una muerte anunciada, no corresponde con el modelo general que recoge la historiografía para este tipo de asentamiento en territorio colombiano. Justamente es el padre de la víctima quien marca el cese del flujo migratorio hacia el pueblo de la tragedia. Así se lee, por ejemplo, que Yamil Shaium –consejero hereditario de la familia Nasar– “Era uno de los últimos árabes que llegaron con Ibrahim Nasar” (García Márquez, 2004, p.109). Si la última entrada de árabes al “pueblo extraviado” se efectúa al finalizar las guerras civiles, quiere esto decir que el núcleo al que se hace alusión deja de renovarse después de los primeros años del siglo XX, si se toma en cuenta que el último conflicto interno que asoló a la República de Colombia fue la Guerra de los Mil Días, entre los años 1899 y 1902. Este hecho difiere del esquema epocal establecido para el desarrollo de la 2

inmigración árabe hacia Colombia, que va cobrar un impulso decisivo en las tres primeras décadas del siglo XX. Generalmente este movimiento migratorio se establece entre las los dos últimos decenios del siglo XIX hasta la década de 1930, período que ha sido reconocido por la historiadora Louise Fawcett como “la fase más intensa del fenómeno” (1991, p. 4). Sin embargo, aunque no se explicite, se puede inferir en el relato cierta correspondencia histórica en lo que concierne a los inicios de la migración de personas naturales del territorio correspondiente a la Gran Siria bajo el mandato del Imperio Otomano hacia Colombia. Louise Fawcett, en su rigurosa investigación del año 1991 acerca de la comunidad de libaneses, palestinos y sirios establecidos en este país entre fines del siglo XIX y las tres primeras décadas del siglo XX, apunta al respecto: “Los primeros arribos identificados de inmigrantes sirio-libaneses a Colombia datan de la década de 1880” (1991, p. 11). Esta fecha bien puede corresponderse con la llegada al pueblo de los inmigrantes árabes que precedieron a Ibrahim Nasar y que representan al menos una generación anterior. Es el caso de Suseme Abdala, "la matriarca centenaria" (García Márquez, 2004, p.88), a partir de la cual puede reconstruirse un primer advenimiento en el rango de estas fechas tempranas. En rigor, de acuerdo con las demarcaciones temporales dentro de las cuales se ha conformado la comunidad árabe de Crónica…, se está en presencia de un núcleo de inmigrantes que han llegado desde el territorio de la Gran Siria, subordinado al poder administrativo de Turquía, es decir, bajo el mandato del Imperio Otomano en la zona mesoriental. Consciente de ello, el autor emplea dos únicos gentilicios, muy generales, para referirse a la comunidad: árabe y turco; éste último en menor medida que el primero, y por 3

lo general asociado a una visión desdeñosa de sus miembros. No se encuentran empleadas denominaciones tales como sirios, palestinos o libaneses, aún cuando fuera la región de Monte Líbano, por ejemplo, el mayor foco emisor de inmigrantes que arribaron a la costa atlántica colombiana. Hay en esto un respeto a la situación histórica de que la República del Líbano no se constituye sino hasta 1920; y sobre todo hay un interés por recrear un sentimiento identitario coherente para la fecha en se sitúan los árabes de la novela. Esta cuestión la asume muy bien Rigoberto Menéndez, cuando evoca el sentido de pertenencia de los emigrantes de la zona de Monte Líbano “para ellos Turquía era su estado, el árabe su lengua, Siria la provincia y Monte Líbano su Patria.” (Maalouf en Menéndez Paredes, 2007, p. 59). La demarcación cronológica que se viene tratando, a primera vista caprichosa, al parecer está en función del sentido de aislamiento y de ausencia de renovación en que se halla sumido el pueblo del relato. Todo en él parece detenido o más bien cerrado. Poco importan las referencias a elementos propios de dinámicas modernas como puede serlo el automóvil convertible de Bayardo San Román: una atmósfera decimonónica domina la totalidad de las conductas de los habitantes de ese pueblo olvidado de la mano de Dios. En la cuerda de esta inmovilidad se sitúa el cese de nuevos arribos a la comunidad: los que allí viven parecen sempiternos y olvidados. Pensemos en Suseme Abdala "la matriarca centenaria" (García Márquez, 2004, p. 88), que socorre a los gemelos homicidas. Se trata, pues, de una manipulación del desarrollo histórico de los asentamientos árabes en Colombia, ajustada a la necesidad de recrear un clima de inmovilidad económica y social. Ello porque, si se repara en los motivos dramáticos de la “crónica”, ésta perdería todo

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sustento si no se tiene como escenario la atmósfera de conservadurismo decimonónico; aquí tratado como elemento indispensable para la consecución del pathos de la novela.

Coordenadas geográficas de Crónica…: “el pueblo extraviado” cercano a la costa Caribe Una reconstrucción de las menciones topográficas contenidas en Crónica de una muerte anunciada, permite ubicar los acontecimientos en un pueblo, lo mismo “olvidado” (García Márquez, 2004, p. 12), que “extraviado” (García Márquez, 2004, p. 94); no muy distante de la costa caribeña colombiana. Repárese en lo que podía verse desde la casa del viudo Xius “el paraíso sin límites de las ciénagas…y en los días claros del verano se alcanzaba a ver el horizonte nítido del Caribe, y los transatlánticos de turistas de Cartagena de Indias.” (García Márquez, 2004, p. 41). Estamos pues ante una colonia de inmigrantes que se ha aventurado a través de los ríos hasta regiones interiores del país, pero que no se desentiende por completo de la costa atlántica, al menos en términos de añoranza. He aquí dos de las características fundamentales del asentamiento árabe en el territorio colombiano: la diseminación por los más diversos pueblos y la preferencia por la costa Caribe. Así lo refieren Louise Fawcett y Eduardo Posada en su estudio sobre los árabes y judíos en el desarrollo del Caribe colombiano: […] los sirio-libaneses…llegaron por mar a los puertos de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta….Un considerable número de ellos se estableció de manera permanente en la costa o cerca de ella, aunque su patrón de establecimiento finalmente incluía virtualmente todas las regiones pobladas del país. (1998, p. 20). 5

Colombia como destino Menéndez en su libro Los árabes en Cuba, trae a colación el calificativo de “destino de segunda opción” que emplea Nweihed (Nweihed en Menéndez, 2007, p. 32), para referirse a lo que representaba a los ojos del inmigrante árabe países suramericanos tales como Venezuela, Ecuador y la propia Colombia. Esto que sin dudas es cierto, se debe matizar con el atractivo que ejerció la costa Caribe colombiana –preferida por la inmigración árabe en esta región– y en especial la ciudad de Barranquilla, que hacia fines del siglo XIX figuraba entre las tres primeras zonas portuarias más importantes del país; al tiempo que se había vuelto una ciudad eminentemente cosmopolita. Aquí la emigración proveniente de los territorios mesorientales halló un terrero fértil donde establecerse y desarrollar una próspera actividad económica. Es por ello que Fawcett, sin dejar de reconocer los cantos de sirena que ejercían países como Argentina, Brasil y Chile, reivindica el destino Colombia “como una tierra de oportunidades, un escape de problemas económicos y de presiones demográficas, un refugio contra las persecuciones sociales y religiosas, y una manera de evadir el servicio militar.” (1991, p. 10). En la “crónica” no se maneja esta idea de Colombia como puerto “de segunda opción”, al menos García Márquez no lo insinúa en boca de sus árabes. Pero si pudiéramos sospechar de un asentamiento casual; sin haber sido nunca el territorio colombiano un destino preciso, como les ocurrió a tantos inmigrantes sirios, libaneses y palestinos, abandonados a la suerte de travesías inescrupulosas. Ocupaciones de los árabes de Crónica…: La hacienda El Divino rostro y la tienda de géneros de Yamil Shaium

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Sea la propia novela la que ilustre el ámbito de las labores de la comunidad árabe en ella evocada: “y allí se quedaron vendiendo trapos de colores y baratijas de feria…importaban su trigo, criaban corderos en los patios y cultivaban el orégano y la berenjena” (García Márquez, 2004, p. 87). Llama la atención el hecho de que ninguno de los árabes con mayor o menor protagonismo de la “crónica” se ajuste a alguno de estos perfiles ocupacionales. Esto se debe fundamentalmente a que la novela se mueve en el ámbito de dos familias que gozan de una cómoda posición económica: el linaje Nasar y la estirpe de los Miguel. El mismo Yamil Shaium es dueño de una tienda de géneros y como Nahir Miguel, “el varón sabio de la comunidad” (García Márquez, 2004, p. 117), ocupa una posición respetable entre los inmigrantes árabes allí establecidos. Dicho así, los árabes de Crónica de una muerte anunciada representan una suerte de aristocracia para su comunidad, de ahí que sus actividades ocupacionales no se correspondan con el estereotipo del turco vendedor ambulante. Según se lee, Santiago Nasar ha heredado de su padre la hacienda de ganado El Divino Rostro, la cual “él administraba con muy buen juicio aunque sin mucha fortuna.” (García Márquez, 2004, p. 11). La cría de reses por los inmigrantes árabes en Colombia tiene un sustento histórico, y ello puede comprobarse en las variadas actividades económicas realizadas por éstos: A partir de la primera inmigración de sirio-libaneses, una serie de familias se destacan por su rápida diversificación y por sus intereses más allá del campo del comercio. Los Abuchars y los Meluks, por ejemplo, registraron un éxito temprano en el sector de la agricultura. Ya en 1899 Salomón Abuchar tomó posesión de los

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baldíos…donde comenzó a criar ganado, a cultivar cacao y caucho, y montó un molino de aserrar. (Fawcett y Posada, 1998, p.25). A propósito es importante tomar en consideración aquello que apunta la investigadora Isabela Restrepo, sobre el papel fundamental que tuvo la facilidad para adquirir terrenos donde desarrollar la actividad ganadera, para el establecimiento de las comunidades árabes en la costa Caribe (2003, p.14). La conocida actividad importadora desarrollada por los inmigrantes árabes en Latinoamérica es referida en Crónica… de manera general: “importaban su trigo” (García Márquez, 2004, p. 87); lo mismo que con cierta vaguedad y sentido de frustración: “Ibrahim Nasar lo compró a cualquier precio para poner una tienda de importación que nunca puso.” (García Márquez, 2004, p. 16). En sentido general, aún cuando se advierte que se trata en muchos caso de inmigrantes árabes enriquecidos –recuérdense las reiteradas referencias a la riqueza heredada de Santiago Nasar– la prosperidad económica de esta comunidad parece estancada; lo cual se conecta directamente con la ausencia de entrada de nuevos inmigrantes, en una colonia que se ha cerrado –como se ha venido apuntado– en la primera década del siglo XX. Todo ello, en suma, tributa a ese efecto de aislamiento e inmovilidad económica que persigue García Márquez como sustrato de la tragedia.

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Matrimonios mixtos y endogámicos en Crónica de una muerte anunciada Según el modelo empleado por Menéndez para la clasificación de los matrimonios efectuados por la comunidad árabe de Cuba (Menéndez, 2007, p.131), en Crónica… se observa la referencia a un matrimonio mixto (casamiento del árabe Ibrahim Nasar con la colombiana Plácida Linero) y el proyecto de otro de naturaleza endogámica, representado por el noviazgo de Santiago Nasar y Flora Miguel. Del primero se sabe que se trató de “un matrimonio de conveniencia que no tuvo un solo instante de felicidad” (García Márquez, 2004, p. 13). De manera que es posible reconstruir como, a principios de siglo, ciertos emigrantes árabes han contraído nupcias con criollas nativas. El fenómeno de estos matrimonios mixtos no escapa al análisis ya mencionado de Louise Fawcett y Eduardo Posada, quienes advierten para el año 1928 “cierta tendencia al matrimonio entre distintos grupos étnicos: entre hombres sirio-libaneses y mujeres colombianas de la región.” (1998, p. 21). Del segundo se tiene conocimiento de que se trató de un proyecto acordado entre los padres de Flora Miguel y Santiago Nasar, y que éste último “aceptó el compromiso en plena adolescencia, y estaba resuelto a cumplirlo, tal vez porque tenía del matrimonio la misma concepción utilitaria que su padre.” (García Márquez, 2004, p. 117). Ciertamente no se puede precisar si de haberse efectuado este casamiento estaríamos en presencia de un matrimonio endogámico confesional, es decir, si los novios eran miembros de un mismo colectivo religioso. Ello nos impone la tarea de reconstruir una de las temáticas más imprecisas de la novela, a saber, la fe religiosa que profesan los miembros de la comunidad árabe de Crónica…

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Prácticas religiosas de los árabes de Crónica de una muerte anunciada Entre los escasos datos con que se cuenta para reconstruir este cuestión figura la mención a los altares “con insignias de duelo” (García Márquez, 2004, p. 88), que el coronel Aponte ve en su visita a cada una de las casas de las familias árabes. Esto nos hace descartar la práctica de la fe islámica, que prescinde del altar, y sí valorar la idea de que se está evocando una comunidad de inmigrantes árabes cristianos. Por otra parte, si se considera que Santiago Nasar participa de los preparativos dirigidos por el párroco del pueblo para recibir al obispo: “Había contribuido con varias cargas de leña a las solicitudes públicas del padre Carmen Amador, y además había escogido él mismo los gallos de crestas más apetitosas.” (García Márquez, 2004, pp. 22-23); unido al detalle de la medalla de la Virgen del Carmen que apareció en su cavidad abdominal, es lícito inferir que al menos una parte de ellos profesaban el catolicismo. Sólo queda contrastar esta tentadora propuesta con la información meticulosa que al respecto ofrece el estudio de Fawcett: La mayoría de los inmigrantes sirio-libaneses en Colombia fueron cristianos maronitas, ortodoxos o católicos. Aunque se ha sugerido que el número de musulmanes que emigraron a América fue mayor que el que tradicionalmente se ha aceptado, hay pocos datos acerca de los musulmanes que llegaron a Colombia. Mientras en el interior, especialmente en Bogotá, los inmigrantes maronitas fueron capaces de preservar su fe y prácticas religiosas, en la Costa fue notable la aceptación del catolicismo romano. Esta facilidad de adaptación se explica por la presencia de buen número de católicos provenientes de Belén, particularmente en Barranquilla. Los maronitas y ortodoxos consideraron las iglesias locales como propias aunque algunos observadores notaron la presencia ocasional de un sacerdote sirio (1991, p. 17). 10

Asimilación e integración de Santiago Nasar La asimilación entendida como el proceso mediante el cual “la cultura del emigrante se ha incorporado a la cultura dominante a título de variable y por lo tanto de aporte positivo” (Abou en Restrepo, 2003, p. 17), se reconstruye en Crónica de una muerte anunciada por inferencia. Se deduce que la comunidad árabe ha logrado espacios de legitimación en el pueblo, sobre todo gracias a su desenvolvimiento económico –la hacienda de ganado y la tienda de géneros de Ibrahim Nasar y Yamil Shaium, respectivamente–; y que en general se les respetan sus costumbres y prácticas religiosas, elementos estos últimos, vale aclararlo, apenas tratados en la novela. Sí podría considerarse, como elemento de aportación, el dato fugaz de aquella demostración de altanería que hicieran Santiago e Ibrahim Nasar, en un bazar de caridad, con sus halcones amaestrados (García Márquez, 2004, p. 13). Partiendo del respeto y la buena estima que, en sentido general, se le tienen en el pueblo a Santiago Nasar, éste ha de entenderse como el modelo de asimilación de los descendientes de emigrantes árabes de su comunidad. Téngase en cuenta la afectación del pueblo a raíz de su muerte: “Doce días después del crimen, el instructor del sumario se encontró con un pueblo en carne viva.” (García Márquez, 2004, p. 120). Y no se pase por alto tampoco el primer llanto de desamparo de Hortensia Baute (García Márquez, 2004, p. 68); ni el grito del desconocido que trató de salvarlo en su hora más aciaga: “Por ahí no, turco, por el puerto viejo” (García Márquez, 2004, p. 120). No se trata sólo de asimilación, sino también de integración, en tanto más allá de del espacio de respeto y consideración alcanzado, Santiago Nasar está incorporado a la estructura social del pueblo.

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Esto que se viene tratando bien lo puede resumirse en la pasión de Santiago Nasar por un plato típico de Colombia: “solía invitarlo a desayunar en nuestra casa cuando había caribañolas de yuca, y mi madre las estaba haciendo aquella mañana. Santiago Nasar aceptó entusiasmado.” (García Márquez, 2004, p. 24). Indicadores de discriminación hacia los inmigrantes árabes en Crónica… Pese a las muestras de asimilación e integración anteriormente relacionadas, es oportuno no perder de vista una problemática que se insinúa en la novela: “No todos querían tanto a Santiago Nasar” (García Márquez, 2004, p.108). Refiéranse ciertas posiciones de hostilidad y recelo que sufrieron los inmigrantes árabes y sus descendientes en Colombia, recogidas con admirable acierto en Crónica de una muerte anunciada. El prejuicio que sobre Santiago Nasar tiene Polo Carrillo “Creía que su plata lo hacía intocable” (García Márquez, 2004, p. 108), está ampliamente fundamentado por la historiografía sobre la inmigración árabe en Colombia. Fawcett, por ejemplo, apunta este sentimiento de contrariedad ante la prosperidad económica de las comunidades árabes: “Las actividades económicas de los sirio-libaneses provocaron a veces hostilidad por parte de la población local colombiana en las áreas donde se establecieron. Sus rápidos éxitos en el campo del comercio originaron particular resentimiento.” (1991, p. 21). Restrepo por su parte observa que: “su prosperidad comercial fue causa de envidias, que fueron fácilmente mezcladas con sentimientos xenófobos. El equívoco apelativo de «turcos» llevaba implícito el temor a su predisposición a apoderarse del comercio.” (2003, p. 19). Es oportuno insistir en la carga negativa que encierra el término «turco», pues en Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez la explota con mucha inteligencia. 12

Como se ha señalado, los miembros de la comunidad y sus descendientes son llamados árabes –la mayor de las veces–, o turcos –en menor medida–; y por lo general asociado a una imagen negativa y de sospecha. De las tres veces que se emplea este último, una es ante el temor de los Vicarios de haber sido envenenados: “y no podíamos quitarnos la idea de que eran vainas de los turcos.” (García Márquez, 2004, p. 86); y otra para afirmar la visión de estos inmigrantes y sus descendientes como gente de dos caras: “Como todos los turcos” (García Márquez, 2004, p. 108), diría Fausta López. Esto pone de relieve la maestría con que el escritor colombiano se apropia del sustrato histórico sobre el cual va a fundamentar el relato y cómo lo aprovecha en función de lograr determinadas atmósferas y estados de ánimo, esenciales para el desarrollo de la novela.

Conclusiones A diferencia del esquema general planteado por la historiografía para la conformación de las comunidades árabes en territorio colombiano, el núcleo de inmigrantes que se recrea en Crónica de una muerte anunciada deja de recibir nuevos integrantes en los primeros años del cambio de siglo. Las coordenadas topográficas de la novela se corresponden con el modelo de asentamiento próximo a la costa Caribe. Asimismo el “extravío” del pueblo podría corresponderse con la voluntad de incursión de los árabes hacia zonas intrincadas del territorio colombiano, siempre que estuvieran pobladas. La novela se hace eco de la diversificación económica alcanzada por las comunidades árabes de Colombia. 13

Los perfiles ocupacionales no se corresponden con el arquetipo del “vendedor ambulante”, puesto que los protagonistas representan una élite social y económica dentro de la comunidad de inmigrantes. En Crónica… se presentan dos modelos de matrimonio practicados por la comunidad árabe de Colombia: endogámico y mixto; este último se relaciona con la tendencia, en las primeras tres décadas del siglo XX, al casamiento entre grupos étnicos diferentes. La religión practicada por esta comunidad árabe es de raíz cristiana, probablemente el catolicismo. Ello es coherente con la información de que la mayoría de los inmigrantes sirio-libaneses en Colombia fueron cristianos maronitas, ortodoxos o católicos. La novela presenta a Santiago Nasar como modelo del proceso de asimilación e integración de las culturas provenientes de los territorios mesorientales en el espacio colombiano. También recoge ciertas posturas de hostilidad y recelo, generadas ante la prosperidad económica del inmigrante árabe. Todo ello pone de manifiesto la conciencia histórica que posee Gabriel García Márquez sobre del desarrollo de la inmigración árabe en Colombia para la recreación de la comunidad de inmigrantes en Crónica de una muerte anunciada, donde el sustrato histórico es aprovechado y conscientemente manipulado en función de los reclamos propios del relato.

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