¿Trascendiendo la Arquitectura o Arquitectura Trascendente?

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Descripción

¿Trascendiendo la arquitectura o arquitectura trascendente? Transcending or Transcendent Architecture?

Julio Bermúdez · The Catholic University of America. School of Architecture and Planning (Washington DC, EEUU).

RESUMEN En esta ponencia se consideran las oportunidades y riesgos de obras arquitectónicas que buscan la trascendencia. Tras una corta discusión sobre cómo lograr la trascendencia a través de un acercamiento ético o estético de la arquitectura, la conversación es dirigida hacia la ambigüedad del término trascender. Esto permite una reflexión sutil y profunda al hacer que nos preguntemos: ¿qué o quién está realizando la trascendencia?; y exactamente, ¿qué es lo que está siendo trascendido? Quizá esta vaguedad no sea sólo algo semántico, sino que se apoye en la realidad (al menos fenomenológica) de las experiencias arquitectónicas trascendentes. Ciertamente, esta línea de estudio prohibe toda conclusión, asegura la humildad y nos anima a encontrar nuevas interpretaciones, incluso de las ya interpretadas. La presente comunicación es una reelaboración del capítulo introductorio al libro Transcending Architecture. Contemporary Views on Sacred Space, editado por el autor y publicado por la CUA Press (Washington DC, 2015).

PALABRAS CLAVE Trascendencia, estética, ética, espacio sagrado, espiritualidad.

ABSTRACT In this paper, the promises and perils of buildings seeking transcendence are evaluated. After a short discussion on the aesthetic and ethical modes of employing architecture to transcend, the conversation moves into the ambiguity of the term transcending. Considering this expression certainly lends itself rather easily for a nuanced and profound discussion. For who or what is doing the transcending? And exactly what is that being transcended? This vagueness is not just a semantic artifact of the word transcending but perhaps born out of the (at least phenomenological) reality of transcendental architectural experiences. For sure, it forbids closure, secures humility, and encourages new interpretations, even of the ones already concocted. This article is a re-elaboration of the chapter introducing the book Transcending Architecture. Contemporary Views on Sacred Space by the author and published by CUA Press (Washington DC, 2015).

KEYWORDS Transcendence, Aesthetics, Ethics, Sacred Space, Spirituality.

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Si nos preguntamos sobre la misión más pura de la arquitectura, la mayoría de nosotros —profesionales y académicos— estará de acuerdo en que la arquitectura está llamada a realizar una tarea mayor que garantizar la salud, la seguridad y el bienestar de sus usuarios. En realidad, diríamos que la verdadera promesa de la arquitectura comienza a encontrar respuesta cuando tales expectativas han sido respondidas y trascendidas. Pero ¿trascendidas en qué? ¿O cómo? ¿Puede una excelente —quizás increíble— solución funcional, económica, sostenible, formal o aún simbólica alcanzar tal trascendencia arquitectónica? A primera vista, cualquiera de estos logros parecería ser suficiente, pero con más reflexión, deberíamos conceder que una arquitectura trascendente insinúa algo mucho más profundo, amplio y cualitativamente diferente. Buscando indicadores de lo que esta trascendencia significa, encontramos una variedad de respuestas que, a pesar de su visión secular o espiritual, tienen muchas cosas en común. Después de todo, hay pocas dudas de que lo que el agnóstico Le Corbusier llama inefable, el muy religioso Rudolph Otto denomina numinoso, y el filósofoarquitecto Louis Kahn califica como no-mensurable: todos ellos están indicando momentos en los que la arquitectura esta siendo trascendida (Le Corbusier 1948; Otto 1970; Twonbly 2003). Las proporciones geométricas de una obra se tornan en escalofríos, las piedras en lágrimas, los rituales en discernimientos, la luz en alegría, el espacio en contemplación, y el tiempo en una intensa sensación de presencia (Fig. 01). Estamos hablando de una arquitectura que ha removido la opacidad que esconde el significado de la vida, de tal manera que podamos obtener una intuición reveladora. Nótese que estas calificaciones se están refiriendo a algo diferente a la arquitectura. Lo que estamos diciendo es que la experiencia de la obra ha excedido la obra, pasando, si se quiere, a través de ella hacia otro plano que desafía las palabras o las mediciones (Pallasmaa 2008)1. La arquitectura trascendente ha trascendido la arquitectura. O, más sencillamente, la arquitectura trascendente trasciende la arquitectura... y, por lo tanto, se experimenta como arquitectura trascendida. Aquí estamos inevitablemente dirigidos hacia las discusiones filosóficas sobre la belleza anteriores al siglo XX2. Pero hay más en la trascendencia arquitectónica que el camino estético, un sendero que muchos consideran estar plagado de errores que llevan a un hedonismo, sub-

Fig. 01. La máxima experiencia estética de la arquitectura puede hacernos acceder a un momento trascendental, pleno de significado existencia y espiritual. El Partenón, en la Acrópolis de Atenas (Grecia), ha sido citado como uno de los lugares donde tales eventos extraordinarios tienen una gran probabilidad de ocurrir.

jetivismo o escapismo irresponsables. En sus escritos, el filósofo de la arquitectura Karsten Harries y el fenomenólogo Alberto Pérez-Gómez nos recuerdan que una arquitectura que trasciende por medio de una práctica ética, aunque más horizontal e inmanente que su hermana la estética, puede ser una elección más sabia (Harries 1997; Perez-Gomez 2006). Reparar un edificio, diseñar una buena distribución espacial que facilite el accionar humano, prestar atención al contexto urbano y cultural, o crear oportunidades sociales y económicas pueden ser empleadas estratégicamente para hacer avanzar la justicia social, la conservación ambiental, la historia o la

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Fig. 02. Se puede considerar que las obras arquitectónicas dedicadas a mejorar la vida humana tienen objetivos trascendentes. Un buen ejemplo de ello es el Maggie’s Centres en Ninewells (Dundee, Reino Unido, 2003), diseñado por Frank Gehry.

cohesión comunitaria, causas morales, enseñanzas espirituales y más. Desde esta perspectiva, hacer el bien a través de la arquitectura no sólo es la forma más directa y misericordiosa de ayudar a la gente, otros seres vivientes, la naturaleza o el mundo, sino que al hacerlo, nos permite acercarnos a Dios y participar en su tarea, como afirma el estudioso Michael Benedikt (2007). La búsqueda ética de la arquitectura nos dirige hacia su trascendencia y hacia la trascendencia en sí misma. Obviamente, la distinción entre lo ético y lo estético es sólo un mecanismo retórico para clarificar nuestra discusión. En realidad, lo ético y lo estético están irrevocablemente entremezclados en la práctica y en la experiencia arquitectónicas, a pesar de que uno u otro pueden asumir el protagonismo. Lo que queda claro es que en ambas formas de trascendencia arquitectónica, la obra en sí desaparece o es consumida en el mismo acto de revelar su significado, liberar el ser, provocar alegría o mejorar las condiciones de vida. Las dos también comparten la renuncia de la arquitectura en pos de algo más grande y superior, un movimiento más allá de la parcialidad disciplinar en aras de lo sagrado o total. Repitiendo lo dicho anteriormente, la arquitectura trascendente demanda que trascendamos la arquitectura, o sea, implica una arquitectura trascendida. En este sentido, un obra trascendente depende de y/o conlleva a la hipótesis —o incluso a la certeza intuitiva— de que hay algo tan

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vasto, profundo, esencial o intencional en la vida que la arquitectura tiene el deber de estudiarlo, buscarlo y servirlo activamente. Ese algo es trascendente. Sin embargo, debemos reconocer cuanto antes que no todo lo sagrado necesita ser institucionalmente definido (ser religioso), ni tampoco estar ligado a lo espiritual, en el sentido tradicional de la palabra (por ejemplo, la adoración a Dios). Como hemos dicho anteriormente, obras arquitectónicas que buscan hacer el bien (léase justicia social, dignidad humana o salud) podrían probablemente ser consideradas sagradas, a pesar de que su finalidad, servicio o desarrollo sean inmanentes. Su virtud sagrada residiría en apoyar la protección y desarrollo de seres vivientes, participando así en una misión que va más allá (o sea, trasciende) de los patrones socioculturales generalmente centrados en fines mezquinos, limitados o miopes (Fig. 02). A pesar de la aparente importancia de lo trascendente en la arquitectura, nuestra disciplina le ha prestado muy poca atención debido al peso ideológico de la Modernidad y la Posmodernidad, visiones con poco o ningún interés en lo trascendente (Benedikt 2008; Britton 2011; Hejduk y Williamson 2011; Bermúdez 2014; Doorly 2007; Crosbie 2012). Además, hay otros factores que hacen que este proyecto encuentre obstáculos. Por ejemplo, la problemática fenomenológica, cultural, teórica y de diseño de arquitecturas que buscan

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lo trascendente es delicada y compleja. En otras palabras, un proyecto que aborda la arquitectura trascendente no puede permitirse el lujo de ser ingenuo. De otra manera caeríamos en la trampa y en los problemas que hicieron que tales esfuerzos sean considerados poco serios o sin valor. Necesitamos reconocer que cualquier estudio o práctica dirigidos a la arquitectura trascendente encontrará serios desafíos. El primero, probablemente, vendrá de nuestra propia disciplina que, como toda organización profesional, considera su área de competencia algo de central importancia, no sólo para ella misma, sino para la sociedad y la cultura a la que sirve. Por lo tanto, la idea de trascender la arquitectura traerá consigo muchos miedos y preguntas. ¿Significa trascender la arquitectura la obsolescencia profesional, o incluso la muerte de la arquitectura? ¿Significa entregar la práctica arquitectónica a los caprichos y deseos de los clientes y de la sociedad? ¿El altruismo profesional o de la obra que supone el trascender la arquitectura implica, acaso, posibles renuncias en el mercado competitivo y en la sociedad de consumo en la que vivimos? ¿Estamos los arquitectos llamados también a ser teólogos, antropólogos, trabajadores sociales, filósofos y políticos? Un segundo frente de oposición será levantado por el astuto intelectual, que criticará la noción misma de trascender cualquier cosa, incluso la arquitectura. Después de todo, ¿no ha demostrado irrefutablemente el post-estructuralismo (de manos de Derrida, Foucault y aún Deleuze) que no hay posibilidad de liberarse (trascender) de nuestro cautiverio cultural y corporal? Desde este punto de vista, la misma sugerencia de que se puede acceder a una esfera metafísica o divina es una acción hipócrita, manipuladora, una regresión a la pre-modernidad; ingenuidad religiosa o tal vez algo aún peor. La tercera fuente de resistencia simplemente explicará que la arquitectura ya ha sido trascendida como plataforma ética para abrazar causas progresistas. Con la masiva migración de actividades culturales y personales al ciberespacio y a la esfera mediática, la obra material tiene poca capacidad de influir en el discurso social contemporáneo. La muerte de la arquitectura (o sea, su trascendencia) que fuera pronosticada por Víctor Hugo en el siglo XIX3, ya ha tenido lugar, aunque no a manos del libro (o book) como él había predicho, sino por Facebook, o sea, a manos de las redes de comunicación

electrónicas omnipresentes del siglo XXI. Y, aunque el reemplazo del espacio arquitectónico por el ciberespacio no va a satisfacer a todo el mundo, es también obvio que toda práctica dirigida a mejorar el mundo o cultivar nuestro espíritu va a encontrar mejores oportunidades de éxito utilizando medios no arquitectónicos, aun en casos en lo que lo inefable sea el objetivo final (Benedikt 1992; Novak 1995a; Novak 1995b). El tiempo, parecería ser, ha dada la razón al filósofo Hegel: la tecnología ha reemplazado a las artes como el principal conductor de la evolución de la conciencia. Nuestro interés por una arquitectura trascendente descubrirá una cuarta objeción, proveniente de ciertos teólogos. Ellos argumentarán que no se necesita a la arquitectura para acceder a un plano trascendental. Por ejemplo —y como explica el teólogo Kevin Seasoltz—, no sólo el origen de nuestras tradiciones abrahámicas sucede en el desierto, sino que los judíos continuaron su relación con Dios prescindiendo de una tradición de siglos después de (y forzados por) la destrucción del Templo de Herodes en Jerusalén (Seasoltz 2005). Los cristianos también hicieron uso de esta estrategia durante los primeros tiempos para poder sobrevivir a las persecuciones romanas. Sólo después de la institucionalización de la fe cristiana en la Roma antigua, la islamización del Medio Oriente y el establecimiento de condiciones relativamente tolerantes para los judíos en Europa, comenzaron a construirse las iglesias, mezquitas y sinagogas. Aún así, como el investigador Lindsay Jones persuasivamente propone, la codificación de la práctica religiosa (rituales y símbolos) en disposiciones físicas concretas (edificios) continúa siendo, hasta hoy en día, un método que generalmente se considera de apoyo o secundario (Jones 2000). En otras palabras: es la práctica religiosa en sí y no la arquitectura lo que genera el fenómeno —o la experiencia— de trascendencia4. No cabe duda de que los cuatro argumentos presentados que cuestionan la capacidad de la arquitectura para dar acceso a lo trascendente son serios. Sin embargo, a nivel personal no comprometen su valor y realidad, debido a que nadie puede —intelectual, social o históricamente— invalidar lo que uno ha experimentado directamente al nivel más profundo de su ser (Jones 2000). Pero esta posición o respuesta subjetiva no es un argumento aceptable para quien nunca ha experimentado lo trascendentalmente bueno, verdadero o bello por sí mismo. De más está decir que tal argu-

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Fig. 03. Esta obra tan bella del arquitecto español Alberto Campo Baeza demuestra que, si bien la arquitectura puede inicialmente ser el centro de atención, también, inmediatamente, puede desaparecer, en el sentido de permitir al visitante vivir, interrogarse y disfrutar algo más allá de la propia obra (y aún de sí mismo). Entre Catedrales, Cádiz (España, 2009).

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mento es aún menos persuasivo para una disciplina comprometida con lo secular, tecnológico y económico. Para ello vamos a necesitar la asistencia de la ciencia y de la retórica, los únicos sistemas aptos para validar afirmaciones e hipótesis aceptados hoy en día. Y un quinto frente, donde un proyecto que investiga la naturaleza trascendente de la arquitectura va a encontrar obstáculos. ¿Pueden métodos lógicos, empíricos y/o hermenéuticos ser utilizados para demostrar, describir y quizás dilucidar eventos tan inmateriales, no-racionales y privados como el experimentar la trascendencia a través de la arquitectura? Si esto suena muy difícil de realizar, debemos saber que no somos los únicos que nos enfrentamos a esta situación. El debate sobre la naturaleza y la realidad de la conciencia y el qualia (el cómo cualitativo de la experiencia subjetiva), así como también sobre las formas técnicas y racionales de explicarlas, ha ido creciendo en la última década en la filosofía y la ciencia (Shear 1999; Chambers 2010). Vale decir que a pesar que la trascendencia arquitectónica puede encontrar apoyo argumentativo y empírico en un amplio número de testimonios de reputada confianza (para encontrar testimonios que enuncian una estética trascendente de la arquitectura, véase Le Corbusier 1984; Holl 1994; Frank O. Gehry 2002; Bernard Tchumi 2002; Predock 2002; y Ando 2002), en encuestas con resultados estadísticos legítimos5 y en algunos libros (Britton 2011; Krinke 2005; Barrie 2010; Barrie 1996; Barrie et al. 2015; Pallasmaa 2008; Jones 2000; Harries 1997; Perez-Gomez 2006; Hejduk y Williamson 2011; Benedikt 2007), estas evidencias todavía no son suficientemente fuertes para convencer a nuestra disciplina o a la sociedad. Estudios de vanguardia en neurociencia están comenzando a ablandar un poco la resistencia lógico-empírica a la arquitectura trascendente. Espero que esta discusión refleje claramente las promesas y peligros que están involucrados en la búsqueda de una arquitectura dirigida a la trascendencia. Estoy seguro de que nos hace darnos cuenta de la ambigüedad implícita en el término arquitectura trascendente. Porque, ¿quien o qué está realizando la trascendencia? Y exactamente, ¿qué es lo que esta siendo trascendido? Hay una aparente incertidumbre en estos términos que, si bien complica la discusión, es a la postre positiva. La vaguedad semántica del concepto arquitectura trascendente prohibe conclusiones, asegura la

humildad y nos alienta a encontrar nuevas interpretaciones, aún de situaciones ya interpretadas (Fig. 03). No puedo concluir estas reflexiones sin reconocer la urgente necesidad de estudiar, pensar y construir arquitecturas trascendentes. Solamente necesitamos mirar a nuestro mundo, obsesionado con la velocidad, el consumismo, la tecnología, el entretenimiento y la economía —junto con su número creciente y abrumador de efectos negativos— para ser llamados a la acción. En este contexto, una arquitectura que trasciende constituye un acto radical, arriesgado y comprometido de amor de origen holístico o espiritual. Al proveernos de una pausa, las obras diseñadas para hacer surgir la trascendencia nos permiten la rara oportunidad de redescubrir nuestra fundación ontológica y, al hacerlo, reorientar nuestra condición existencial en el marco general de la vida y su relación con lo divino. Los efectos de tal acción arquitectónica no pueden ser subestimados, aún cuando sean pocos en número. Y por esta razón, al final, en vez de debilitar el valor de la disciplina, una arquitectura trascendente y trascendida, paradójicamente, revela y restaura la autoridad verdadera e intemporal de la arquitectura. Los arquitectos, mediante su trabajo, pueden crear condiciones que empujen a la gente a que —parafraseando al trascendentalista estadounidense del siglo XIX Henry David Thoreau— despierten a la divinidad del momento presente y, a través de tal experiencia, al significado más profundo y amplio de lo bueno, lo verdadero y lo bello. Después de todo, si ha habido un momento en el que la arquitectura trascendente fue necesaria, ese momento es —indudablemente— hoy en día. NOTAS (1) Conviene referirse también a la definición de «experiencia estética» de John Dewey, quién la considera como tal cuando la experiencia en sí misma se transforma en el foco de la experiencia (Dewey 1934). (2) Me refiero aquí a filosofías en las que la belleza es concebida como un componente central de la vida humana, y comprendida como una experiencia desinteresada y emocional que es inmediatamente accesible por medio de los sentidos perceptivos, y con la capacidad de producir profundos discernimientos y placeres (por ejemplo Platón, Aristóteles, Kant, Schopenhauer, Stolnitz, etc.). Las filosofías modernas y postmodernas consideran a al belleza como estética, un área de

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importancia secundaria entre otras, juzgadas de mucha mayor relevancia (por ejemplo la epistemología, la ciencia, el lenguaje o la ética), y donde la apreciación estética depende del esfuerzo mental y no de facultades sensoriales o emocionales, debido a que es el contenido o significado de la obra (y no su apariencia) lo que importa (cf. por ejemplo, Danto, Foucault, Nehamas o Wittgenstein). (3) En el libro V, capítulo II de Notrê Dame de París (popularmente conocida como El Jorobado de Notre Dame), Víctor Hugo describe el rol central de la arquitectura en la civilización de esta manera: «desde el mismo comienzo de las cosas hasta el siglo XV de la era cristiana, la arquitectura fue el gran libro de la raza humana, el medio principal del hombre para expresar sus diferentes estadios de crecimiento, fueran estos físicos o mentales» (traducción mía). Luego, Hugo diserta sobre cómo la llegada de la imprenta destruirá esta tradición, algo que resume en su famoso pronóstico: «Esto matará aquello. La imprenta matará a la arquitectura» (Hugo 1917). (4) Esto es particularmente claro en las iglesias protestantes donde, a pesar de ser obras bien construidas y respetadas, no buscan ninguna atención hacia ellas mismas, sino que funcionan solamente como telón de fondo (o apoyo) para la liturgia y el ritual religioso. (5) Entre abril de 2007 y abril de 2008 dirigí dos encuestas sobre «Experiencias arquitectónicas extraordinarias». Estas encuestas, una en inglés y otra en español, recibieron casi 2900 respuestas, el mayor número de testimonios de este tipo recogidos hasta el momento. Los análisis estadísticos e interpretativos de los resultados han sido publicados en varios sitios, incluyendo Bermúdez 2013a; Bermúdez 2013b; y Bermúdez 2008. BIBLIOGRAFÍA «Bernard Tchumi». En Studio Talk: Interview with 15 Architects, editado por Yoshio Futagawa, 512-541. Tokyo: A.D.A. EDITA. «Frank O. Gehry». En Studio Talk: Interview with 15 Architects, editado por Yoshio Futagawa, 6-57. Tokyo: A.D.A. EDITA. Ando, Tadao. 2002. «Tadao Ando on Le Corbusier». En Architects on Architects, editado por Susan Gray, 11-17. New York: Mc Graw-Hill. Barrie, Thomas, Julio Bermúdez y Phillip J. Tabb. 2015. Architecture, Culture, and Spirituality. Surrey: Ashgate.

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