TRÁNSITO, ENCUENTRO Y AUSENCIAS EN EL ESPACIO PÚBLICO DE PUERTO MADERO

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Descripción

VII Jornadas Santiago Wallace de Investigación en Antropología Social. Sección de Antropología Social. Instituto de Ciencias Antropológicas. Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires, 2013.

TRÁNSITO, ENCUENTRO Y AUSENCIAS EN EL ESPACIO PÚBLICO DE PUERTO MADERO. PRIVITERA SIXTO MAría Rosa. Cita: PRIVITERA SIXTO MAría Rosa (2013). TRÁNSITO, ENCUENTRO Y AUSENCIAS EN EL ESPACIO PÚBLICO DE PUERTO MADERO. VII Jornadas Santiago Wallace de Investigación en Antropología Social. Sección de Antropología Social. Instituto de Ciencias Antropológicas. Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires.

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Privitera Sixto, María Rosa

TRÁNSITO, ENCUENTRO Y AUSENCIAS EN EL ESPACIO PÚBLICO DE PUERTO MADERO Privitera Sixto, María Rosa. UBA [email protected]

Resumen En este trabajo abordaré la producción del Espacio Público de la ciudad de Buenos Aires, más que focalizando en políticas de gestión estatales, haciendo énfasis en los usos y contra-usos que proponen los actores sociales en su recorrida por la ciudad. Partiendo de observaciones y entrevistas en profundidad realizadas entre 2011 y 2012, la atención a la heterogeneidad de representaciones sociales respecto a las categorías de espacio y tiempo articuladas en el accionar social, nos permitirá explicar la conflictiva relación establecida entre ciertos “vecinos” del Parque Mujeres Argentinas -Puerto Madero-, y “usuarios” provenientes de la zona sur de la Ciudad. Asimismo, observaremos tanto el modo en que la organización espacial y temporal tiende a reproducir la estructura social, como la forma en que los sujetos someten las normas sociales a manipulaciones. Finalmente, a partir de la categoría social “andar” describiremos al skateboarding y el longboarding como prácticas sociales que son vehículo de una forma de experimentar la ciudad que no permanece anclada al barrio, así como reflexionaremos acerca del encuentro en la ciudad, con un par, y con un otro.

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Introducción En este trabajo abordaré la problemática de la producción del espacio público urbano en el joven barrio porteño de Puerto Madero, analizando el conflicto que se planteaba entre ciertos usuarios del Parque Mujeres Argentinas, practicantes de skateboarding-longboarding, y algunos vecinos del mismo. Para ello, en un primer apartado nos situaremos en el marco de una discusión más general acerca de las ciudades contemporáneas, ya que las transformaciones que ellas vienen experimentando, han puesto en el centro del debate la materialidad de dicho espacio, en tanto que ideal de la modernidad. Tales transformaciones se vinculan al cambio de paradigma que planteó la aplicación de políticas de corte neoliberal, a partir de lo cual se conformaba un prototipo de intervención urbana caracterizado por la pérdida del peso del Estado, en tanto que regulador y promotor del desarrollo de la ciudad en su conjunto (Girola 2004). Ello impulsará una línea de análisis en los estudios urbanos, que describe una realidad urbana fragmentada socioespacialmente (Svampa 2004; Prevot-Schapira 2008) y presa de un proceso de paulatina desaparición de su espacio público “abierto”-símbolo de la sociedad altamente integrada (Svampa 2005)-. Esto, en tanto el espacio público sería cada vez más experimentado como fuente de peligro, al ser sede de impredecibles encuentros con desconocidos (Cfr. Sennet 2011 [1977]; Giglia 2000; Perahia 2007; Low 2009). Ello daría lugar a una proliferación de enclaves, como los shoppings o comunidades enrejadas, a través de los cuales los grupos dominantes, a la vez que seguirían manteniendo el discurso del espacio público como espacio de formación de ciudadanía y diálogo social, excluirían al resto de los actores sociales del uso de dichos espacios (Hansen 2002). Ahora bien, si el objetivo principal en la constitución del espacio público de Puerto Madero -ejemplo paradigmático de este modelo de gestión urbana que se instala fuertemente en la Ciudad de Buenos Aires (y su área suburbana) durante la década de los ’90- estaría vinculado a objetivos e intereses fundamentalmente económico-inmobiliarios, también es cierto que en su planificación se pretendió constituir un ámbito de encuentro asociado al enriquecimiento de la vida democrática. A esta particularidad debemos agregarle la complejidad de que todo espacio público es también el producto de la permanente tensión entre los objetivos declamados por sus planificadores y las prácticas a las que se ve sometido (Delgado 2004). De manera que si por un lado podemos dar cuenta de las características de este gran emprendimiento de urbanización haciendo referencia a un modo específico de intervenir el espacio urbano, la recualificación, a partir del segundo apartado haré referencia a ciertos usos y contra-usos locales -emergentes no planificados-, realizados por jóvenes residentes de los barrios porteños de Villa Lugano y Villa

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Soldati -áreas relegadas de aquel proceso de producción de valor e iluminación selectiva que constituyó a Puerto Madero-. Esto significa que más que focalizar en las políticas de gestión segregacionistas (Bernand), mi pretensión será indagar acerca de cómo se produce y reproduce el espacio público urbano en las acciones de los actores sociales involucrados. Ello nos permitirá sostener la hipótesis de que aun cuando en la ciudad proliferen estrategias urbanas de recorte e iluminación selectiva, no solo los residentes de las áreas relegadas de aquella revitalización discuten la fragmentación socioespacial, sino que además, al hacerlo, participan de la reproducción del espacio público urbano. A partir de la categoría social “andar”, en consecuencia, describiré al skateboarding y el longboarding como prácticas sociales que son vehículo de una forma de experimentar la ciudad que no permanece anclada al barrio y que permite a algunos residentes de la zona sur de la ciudad, producir circuitos a través de los cuales recorren la misma y asignan sentido a su espacio público, constituyéndolo en verdadero lugar de encuentro. Asimismo, y poniendo el énfasis en la heterogeneidad de representaciones sociales respecto de las categorías de espacio y tiempo involucradas en la conflictiva relación establecida entre aquellos usuarios practicantes de skateboarding-longboarding, y ciertos vecinos del Parque Mujeres Argentinas, observaremos tanto la forma en que los sujetos someten las normas sociales a manipulaciones, como el modo en que la organización espacial y temporal tiende a reproducir la estructura social. Puerto Madero y la Ciudad de Buenos Aires en el mercado global Las transformaciones que se dieron en el modelo dominante de desarrollo económico durante las últimas décadas del siglo XX, produjeron cambios significativos en el sistema urbano y en el carácter de su vida urbana (Portes 2008), lo cual ha puesto en el centro del debate la materialidad del espacio público en tanto que ideal de la modernidad. El paradigma del nuevo prototipo de intervención urbana que surgía a partir de la aplicación de políticas de corte neoliberal, serán metrópolis tales como Miami o Los Angeles, en las que prima un modelo suburbano y descentralizado (Zukin 1996). Este modelo se caracterizará por la progresiva pérdida de peso del Estado como regulador y promotor del desarrollo (Girola 2004). Y si bien los coqueteos de Buenos Aires con las oleadas de influencia norteamericana serían bastante anteriores, ellas no habrían afectado de modo considerable las representaciones sobre la ciudad sino a partir de la década del ’70, durante el régimen dictatorial, cuando las clases medias y altas comenzaron a remplazar “su tradicional burbuja parisina con un norte más contemporáneo, Miami” (Gorelik, 2004:71). Ello estaría vinculado a un

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importante cambio en los hábitos de consumo de capas más amplia de la sociedad, que finalmente habría preparado la entrada del artefacto urbano paradigmático de estas ciudades: el Shopping (Gorelik 2004). A partir de la década de los ’90, entonces, este modelo se instalará fuertemente en la gestión urbanística de la Ciudad de Buenos Aires (y su área suburbana), en el contexto de una profundización de las políticas neoliberales. Ello quedará expresado en el recorte e iluminación selectiva de ciertas áreas de la ciudad, intervenciones gestionadas por alianzas públicoprivadas que se articulaban con la “disminución de inversiones públicas en materia de política habitacional, debilitamiento y cuasi-desaparición de estrategias tendientes a construir ciudad en un sentido social” (Girola, 2005: 1). Así se consolidaba una ciudad fundamentalmente destinada al uso de sectores medios y altos, cuya lógica de producción espacial respondía a las reglas de rentabilidad inmobiliaria del capital privado, siempre con la anuencia estatal correspondientes (Girola 2004). Un ejemplo paradigmático de este tipo de intervenciones urbanas lo constituiría el caso de Puerto Madero, cuya planificación formaba parte de un conjunto de intervenciones que componían el llamado “proyecto de rescate” del centro de la Ciudad de Buenos Aires. Según los impulsores del proyecto, tal y como sucedía en otras ciudades latinoamericanas, a fines de 1989 el centro de la ciudad mostraba signos de deterioro y pérdida de relevancia. Su “rescate” se proponía entonces, como la solución a un modelo de gestión en un importante contexto nacional de recesión e hiperinflación. En consecuencia, y con un marco legislativo de excepción, por la Ley de Emergencia Económica de Reforma del Estado, la Nación y la Municipalidad de Buenos Aires, en calidad de socios igualitarios, firmaron la constitución de una sociedad anónima de propiedad pública, la “Corporación Antiguo Puerto Madero”. Dicha corporación tuvo a su cargo la construcción, distribución y comercialización de unas 170 hectáreas localizadas frente al centro histórico, administrativo, financiero y político de la ciudad, cuya normativa de desarrollo urbano quedaba en manos de la Municipalidad. Alfredo Garay1, uno de los principales impulsores y defensores del proyecto, y por aquel entonces, Secretario de Planeamiento de la Municipalidad, señalaba en 2009: La operación (…) [de “rescate” del centro] supuso cuatro acciones simultáneas y coordinadas: El rescate de la Avenida de Mayo; intervenciones en el Código de Planeamiento Urbano para hacerlo más predecible a los inversores; políticas de vivienda que implicaran también la rehabilitación de edificios históricos como operaciones de vivienda social (como el caso del programa RECUP–BOCA y de la

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Alfredo Garay también se desempeñó como Vicepresidente de la Corporación (en representación de la Ciudad) e integró el equipo de arquitectos que diseñó los parques Mujeres Argentinas y Micaela Bastidas, ya con el barrio en pleno proceso de construcción. En 2008, integra nuevamente el directorio de la Corporación.

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Privitera Sixto, María Rosa manzana franciscana) y por último (…) recuperar Puerto Madero e incorporarlo al centro. ¿Qué ofrecía Puerto Madero? Podía reposicionar la idea de trabajar o vivir, es decir invertir, en el centro de la ciudad, sumaba un montón de espacio público y rehabilitaba la relación con el río, la Costanera Sur y la Reserva Ecológica. (…)El objetivo era que los inversores vuelvan a ver al Centro como un lugar interesante y rentable2.

Se activó así en Puerto Madero, un “nuevo urbanismo” que no solo colocaba al barrio como uno de los más modernos, caros y lujoso al interior de la ciudad, sino que también generaba un nuevo posicionamiento de la Ciudad de Buenos Aires “en el nuevo escenario internacional” (Liernur en Girola y Crovara 2009:8), constituyéndolo en un fuerte atractivo turístico, tanto por sus grandes espacios públicos, como por su conjugación del patrimonio histórico con “lo moderno”. Ahora bien, las áreas urbanas sujetas a este tipo de operativo de recorte e iluminación selectiva no serían elegidas al azar, sino en la medida en que pudieran reforzar la imagen de autenticidad porteña (Lacarrieu 2005). Los nuevos espacios públicos de Puerto Madero, por su parte, podían reforzar la postal de la vuelta a la democracia, donde se celebrara la diversidad, haciendo coexistir el hecho de que fuera un lugar de prestigio (…) pero que a la vez sea un ámbito de lo popular, y así expresar la naturaleza del centro, lugar donde coexisten todos los sectores sociales (Crovara y Girola, 2009. El destacado es mío). Aquella “reforzada identidad cultural urbana” surgiría entonces en continuidad con el proyecto político urbano que viene proyectando e introyectando la imagen de una Buenos Aires culta, bella, higiénica, asociada al progreso, desde el ideal civilizatorio de la generación del ’80, pasando por la idea de merecimiento de la ciudad de la última dictadura y finalmente, por la “utopía del exitismo-progreso” de los ’90 (Lacarrieu 2005). Solo a partir de un reforzamiento de este estilo, la ciudad de Buenos Aires podría simbolizar su potencial capacidad de convertirse en “una confiable ciudadnegocio” (Fiori Arantes, 2000:18). No obstante ello, el urbanismo debe remitirnos no solo a la idea de control social, sino también a los márgenes en los que es posible la transgresión, en tanto es la experiencia vivida en la gran ciudad, de una tremenda indeterminación (Villalobos, 2004), la que lleva al habitante urbano a responder activamente “para dotarse de un entorno propio, significativo, y para trazar vías comunicativas que le permitan encontrar cómo (y con quién) compartirlo. Por eso la ciudad no es solo un terreno de experimentación individual sino sobre todo de permanente emergencia cultural” (Villalobos, 2004:30). Es decir que a pesar de que la utilización a que se ve sometido 2

Disponible en: http://www.nuevopuertomadero.com/?Reportaje_al_Arq._Alfredo_Garay%2C_director_de_la_Corporacion_Pue rto_Madero&page=ampliada&id=142. Consulta: Marzo 2013.

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el espacio público urbano esté “determinada por los elementos ambientales aprehensibles por los sentidos y provistos por el planificador”, aquello que dota a los espacios de su singularidad es “la actitud configurante de sus usuarios” (Delgado, 2007:13) -que implica asignaciones de sentidos proyectadas a través de prácticas sociales (Leite, 2004)-. Esto es por supuesto lo que genera una disputa en la que los actores sociales no poseen los mismos lugares. De Lugano a Puerto Madero La intervención sobre el espacio público de Puerto Madero realizada por jóvenes residentes de los barrios porteños de Villa Lugano y Villa Soldati, nos hablará de la permanente tensión existente entre los objetivos explicitados en las líneas anteriores y las prácticas a las que se ve sometido (Delgado, 2004). Está claro que no eran solo estos jóvenes, de entre diecisiete y treinta años de edad, quienes utilizaban las instalaciones del Parque Mujeres Argentinas, pero mis entrevistas y observaciones se centraron en ellos, pues fue a través de los mismos que tomé conocimiento del conflicto que producían, con sus intervenciones nocturnas. Comencé a interrogarme entonces por los vínculos que había entre, por un lado, la pretensión de que los “abiertos” espacios públicos de Puerto Madero expresaran la naturaleza del centro, lugar donde coexisten todos los sectores sociales, con por otro lado, el hecho de que ciertos habitantes de áreas relegadas del proceso de producción de valor e iluminación selectiva, discutían la fragmentación socioespacial existente en la ciudad de Buenos Aires3. En tal sentido ¿Por qué estos jóvenes elegían movilizarse hasta este otro extremo de la ciudad? El factor determinante a la hora de justificar su específico traslado hasta el Parque Mujeres Argentinas, era el mobiliario con el que contaba. Evidente, más allá de los usos planificados para los espacios públicos, éstos se veían sometidos a proyecciones de sentidos que habilitaban usos no convencionales, como por ejemplo, los vinculados a deportes urbanos “extremos” como lo son el skateboarding y longboarding. Básicamente, estas intervenciones suponen desarrollar maniobras con una patineta (tabla de madera con un par de ruedas en cada extremo). En el caso del skateboarding se trata de saltos y deslizamientos sobre escaleras, bancos, barandas y otros bordes, mientras que en el del longboarding más bien se trata de extensos deslizamientos, a través de sendas/caminos/calles aledañas. Una de las chicas que hacía poco empezaba a “an3

La atención que pongamos a los usos locales realizados por estos jóvenes, nos llevara a alejarnos de la imagen de los residentes de espacios “relegados” como inmovilizados, anclados al territorio de la periferia. Pues, aun cuando es cierto que estos espacios se hallan signados por el deterioro material, el hacinamiento, las deficiencias infraestructurales, el abandono por parte del Estado, etc., por diferentes razones estos sujetos trascienden “el fragmento”, o son capaces de sobreponerse a la “fragmentación” de los lazos sociales -tan pregonada por las miradas posmodernas-, al producir circuitos a través de los cuales recorren la ciudad y asignan sentido al espacio urbano, constituyéndolo en verdadero lugar de encuentro.

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dar”, en una de las conversaciones que tuvimos en el parque me decía: Ésta plaza está hecha para andar, mirá! Escaleras, bajadas, barandas…, invitándome gestualmente a observar un parque que para mí era igual a otros, salvo por la excentricidad de sus cualidades estéticas. Claro que preferían utilizar estas instalaciones por las noches, cuando no hay tanta gente, ya que durante el día y los fines de semana, el parque se volvía escenario de actividades masivas (paseos familiares, románticos, mateadas y otras actividades deportivas) que obstaculizan su desplazamiento. Pero retomando un sentido relacional de lugar (Massey 199; Leite 2004), el traslado hasta el Parque Mujeres Argentinas también se explica por el hecho de que en el barrio de Lugano, la mayor parte de las plazas -como en general el espacio público de toda la ciudad- están enrejadas y limitadas por una franja horaria en la que es legítimo su uso, claro que tampoco para cualquier práctica, por ejemplo, en muchas está prohibido jugar a la pelota, ingresar con animales o andar en bicicleta. Para cumplir con estas disposiciones el Gobierno de la Ciudad había puesto en función en algunas de ellas, un cuerpo de “guardianes de plazas”4 que sin embargo no se sostuvo en el tiempo. Por el contrario en Puerto Madero, si bien en algún momento los vecinos del barrio plantearon a la Corporación homónima, la necesidad de enrejar sus parques –y así evitar el deterioro de sus instalaciones-, hasta el día de hoy ellos no han sido enrejados, y el tema del horario es limitado de otra forma, como veremos más adelante. Por otra parte, no todas las plazas resultaban igualmente atractivas para el tipo de intervenciones que aquellos jóvenes tenías en mente. No basta con que una plaza cuente con buenas condiciones “técnicas” para “andar”5, es necesario además contar con un par que no desvalorice, ni impugne la práctica en sí misma. La presencia de un par es lo que habilita a colonizar nuevas áreas de la ciudad, reconfigurando el mapa urbano que habilita disposiciones acerca de lo que es posible y deseable hacer en el espacio público. Al respecto, un joven de dieciséis años me decía de las plazas de las áreas más relegadas de la zona sur, Ahí… es re feo! son todos rekaqui… (…) hay una plaza, ‘ta buena…pero no me gustaría andar ahí… (…) están todos “los 4

La puesta en funcionamiento de un cuerpo de Guardianes de plazas, luego de más de 30 años de ausencia, desde la perspectiva de los funcionarios de gobierno de la ciudad tenía por fin mejorar el mantenimiento, cuidado y la seguridad de nuestras plazas, siendo sus funciones principales, orientar a los vecinos para que hagan un buen uso y puedan disfrutar de los espacios verdes; Educar sobre las normas básicas de convivencia en el espacio público; Velar por el mantenimiento básico de limpieza y orden de la plaza; Ordenar el cese inmediato de actividades prohibidas y labrar actas en caso de contravenciones; Controlar el correcto funcionamiento de las instalaciones y servicios de las plazas; Actuar como enlace entre los vecinos y el Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires, comunicando en forma permanente sugerencias y novedades. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/51834459/CABA-3-anos-de-gestion-Informe. p: 57. Consulta: Septiembre 2012. 5 Básicamente, los elementos “técnicos” que determinan el valor de algún parque o plaza para “andar” poseen una funcionalidad hegemónica divergente a la asignada por estos chicos y chicas, como las barandas y rampas pensadas para personas con movilidad reducida, que son “voladas” junto a las escaleras o los bancos, cuyos bordes son también untados con cera de vela para deslizarse por ellos con las tablas.

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negros”. Ante su sonrisa tímida le pregunté qué significaba eso, a lo que me respondió, Y que te re vacilan, te descansan, ponele, te caes y se cagan de la risa… (…) si salgo con todos los pibes… me cebo más, y ya está, estoy con todos los pibes que andan, para andar solo es re feo… Todo ello motivaba entonces, su traslado desde el barrio en el que residían hacia otras áreas de la ciudad, en función de lo cual, la elección del parque Mujeres Argentinas quedaba enmarcada en un circuito urbano que era confeccionado a partir de sus entrecortadas experiencias de viaje por el espacio urbano6. Es decir que así como elegían trasladarse a este parque, también lo hacían a otros parques, edificios públicos o skateparks7, generando travesías que resultan ser “formas de apropiación del espacio urbano, y lugares propicios para disparar imaginarios” (G. Canclini, 1999:109 a 113) trazando así “su propio mapa mental de la ciudad” (Delgado, 1998:111). En estos mapas, el tratamiento diferenciado en la limpieza pública, en la iluminación, en el mobiliario, en el diseño del paisaje, en la vigilancia por parte de la Prefectura, resultaban ser indicadores que a estos jóvenes les permitían singularizar no solo Puerto Madero sino también y por contraste, su lugar de pertenencia, de residencia, “el sur de la ciudad”8. Copresencia y representaciones espacio-temporales en el Parque Mujeres Argentinas. Durante mis visitas diurnas al parque, lo que más llamó mi atención fue que las decenas de grupos que estaban “andando” en skate, o en longboard, o en rollers, o en distintos tipos de 6

El siguiente fragmento resulta significativos respeto al hecho de que se interpretan los espacios de la ciudad con aquellas anteojeras que implican la intervención con las tablas de skate, sobre ellos: Yo: ¿Qué plazas te d ía ta to ...? [ e efie o a las o di io es té i as pa a a da o u skate] Eo: Es ue e ealidad o ha UNA plaza ue te ga TANTO… la plaza ue ás podes ap ovechar para andar en skate, y que es mucho mejor, es la ue está… la plaza Houssay… … po ue tie e es ale as, tie e más bordes… igual yo no fui nunca a andar ahí, así ue ta po o te sé de i u ho… pero la conozco a la plaza, pasas con el colectivo, la vez, y ya te das cuenta… 7 Espacio exclusivamente diseñado para la práctica del skateboarding, y que en la mayor parte de sus características materiales simula al mobiliario urbano (escaleras, barandas, rampas de acceso, etc.), moldeadas en microcemento. 8 L: No, A MI e pa e e u a MIERDA… e pa e e u a ie da po ue, sí, les puede olesta el uido…pe o si tanto les molesta…QUE “E JODAN!.. O sea... a í, si o tuvie a u a plaza de esas características para usar en ot o luga …la ve dad ue o i ía a Pue to Made o, po ue o es u luga ue e guste e sí is o… -MR: Por qué? - L: PORQUE NO ME GUSTA TODO EL AMBIENTE QUE HAY, DE MUCHA PLATA [tono mucho más firme, como reafirmando su opinión]… ME GENERA UN POCO DE RECHA)O, O “EA E“ COMO QUE E“TÁ TODO MUY LINDO, E“TA TODO MUY LIMPIO…eh… pe o a e pa e e de asiado… No sé, me parece demasiada plata, y demasiada gente de plata… ue en sí mismo es esa es “U plaza, os deja a osot os usa la … a í eso e molesta… o sea o… o… - MR: Vos que crees que es la plaza? - L: Y la plaza… es u espa io pú li o, is o Pue to Made o…es u a io o st uido e los ove ta… ue, u a vez iba con un amigo caminando, y me dijo algo ue es ve dad… es o o…su p opio… ueve los pue tes pa a uza de u lado pa a el ot o se aísla de todo el resto de la ciudad... o sea hasta ese grado de… divisió … pote ial tie e … Pero esa no deja de ser una plaza pú li a, el pu to es ue…ellos, o lo sé po ue u o de los ve i os se lo dijo a i a igo ue… po e plata pa a uida la plaza, tie e o o pa te de las e pe sas… u a pa te va pa a el a te i ie to de la plaza… en última instancia como espacio públi o puede se usado po todos, de u has fo as… apa te… e pa ti ula … o e olesta jode le a esa gente… - MR: Ah, jajá, es o o u a a titud a de…. Cho ue … - L: NO, ES QUE CUANDO E“TOY ANDANDO NO LO PIEN“O, pe o ua do lo pie so…

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bicicletas, o paseando a sus perros, trotando, bailando breakdance, o realizando algún tipo de celebración, se sucedían a la vez, circulando y esquivándose, “sin molestarse” unos a otros. A mi modo de ver, la disposición corporal de esos actores dentro de aquella dinámica de circulación a primera vista pacífica, hablaba de una eficaz incorporación de normas. Estos cuerpos se volvían expresión de una “manera de estar, de comportarse” (Bourdieu, 1986:184), “adecuada” a las interacciones que debemos sostener en el espacio público urbano. Me refiero a las “reglas de urbanidad” (Giglia, 2000) que constituyen estos códigos de comportamiento, y que incluyen un arduo trabajo “en el sentido goffmaniano de una evitación de señales y expresiones”, una actitud de “desatención cortés” que esquivando la mirada y el tacto, nos permite hacer como que no vemos a los cientos de otros que por allí transiten (Villalobos, 2004:26). Esto es así porque los espacios constituyen esferas de significación social, que “contêm visões de mundo ou eticas particulares (...) que constiuem a própia realidade e que permitem normalizar e moralizar o comportamento por meio de perspectivas própias. (...) Se espera (...) um comportamento diferenciado de acordo como o ponto de vista de cada uma dessas esperas de significação” (Da Matta, 1985:53).

Sin embargo, aun cuando la idea de espacio público supone tal convergencia mínima de sentidos acerca de lo que significa frecuentarlo e integrarlo (Leite, 2004), el mismo podrá ser definido como entrecortado por diferentes representaciones. En el caso del Parque Mujeres Argentinas, podrá definirse para unos como “lugar de tránsito”, para otros “lugar de encuentro”. Estos lugares emergían a partir de los usos que califican al espacio y le atribuyen sentidos, orientando acciones sociales y siendo por éstas delimitado de manera reflexiva, contribuyendo así a una conflictiva construcción práctica del espacio público (Leite 2004). Se trata de un “espacio de y para la acción social”, “de y para el conflicto”, “donde se dirimen batallas por definir de quién es y qué significa”, pero cuya raíz ideológica sigue siendo la de un “ideal republicano de una sociedad de libres e iguales” (Delgado, 2004:3). Ello se veía claramente en la relación que establecieron algunos vecinos del parque, con los practicantes de skateboarding y longboarding, ya que eran los primeros, junto al Estado y los inversores privados, quienes en la reproducción del espacio público de Puerto Madero, definían la legitimidad de los actores sociales y sus apropiaciones. Uno de los oficiales de prefectura con los que conversé me comentó que los vecinos lindantes al parque solían llamar a la línea de la prefectura y que, desde la central, un superior le pedía al oficial más cercano a la zona ruidosa, que corra a los chicos (practicantes de skateboarding/longboarding) de un sector a otro del

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parque9. A continuación señaló un edificio que yo tenía a mis espaldas para indicarme eran los vecinos de aquella torre quienes solían quejarse, y que él se limitaba a explicarles bien a los chicos (quienes por su parte caracterizaban a los oficiales de la prefectura como muy correctos, de un trato diferente al que tiene la Policía Federal) que debían irse a otra parte del parque. Pero no los echo, y bueno, en la otra esquina que se arreglen con el otro oficial. Sonriendo agregó, los vecinos son medio mala onda, el problema no es por la tarde sino por la noche, cuando tienen ganas de descansar. Concretamente, las veintitrés horas solían ser el punto de referencia fijo a partir del cual la prefectura señalaba que los sonidos producidos en el parque se volvían molestos para los vecinos. Por ende, ciertas actividades serían restringidas bajo el argumento de que los vecinos tienen ganas de descansar. Pero no era que a los usuarios del parque se los expulsaba, sino que ciertas prácticas intentaban ser restringidas momentáneamente, hasta el día siguiente. El accionar de la prefectura buscaba con ello resolver la necesidad de coordinar las actividades con el paso de un tiempo abstracto, cosificado y cuantificado a través de las horas del reloj, que es experimentado como si fuera algo real. Sin embargo, tal y como señala Leach “nada existe en el principio de la cosa o de la naturaleza de nuestra experiencia, que sugiera que el tiempo deba necesariamente transcurrir a una velocidad constante (…) De hecho, creamos el tiempo al crear intervalos en la vida social” (1985: 206). Atendamos entonces por un momento al hecho de que, aunque en las sociedades occidentales atravesadas por el capitalismo, la tendencia sea a representarnos el espacio y el tiempo de forma cada vez más individualizados y autonomizados del sistema social del cual son emergentes (Da Matta, 1985), el orden social es un ritmo, y adecuarse a él implica respetar ese tempo (Bourdieu, 2006). Esta temporalidad disciplinada y disciplinante que emerge y se desarrolla de la mano del capitalismo, ya no podrá escapar a su conversión en dinero, que por ende puede ser gastado o malgastado, pero perderlo, un escándalo moral (Thompson, 1984) (Weber, 1993) 10.

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Cabe señalar que no todos los vecinos se mostraron en desacuerdo con la utilización que hacían con las patinetas, llegando algunos a celebrar los usos diversos de que era objeto el parque. Los que si se quejaban, pedían que fueran restringidos los deslizamientos y saltos que realizaban con las patinetas, por la destrucción del mobiliario y la contaminación sonora que generaban, interpelando a la Corporación Puerto Madero y a la Prefectura, a poner en juego la fuerza performativa de su lenguaje. De allí la disputa que aquellos usuarios y ciertos vecinos, sostenían por lo menos una vez a la semana. 10 De hecho, destaca Thompson, “sin disciplinar el tiempo no podríamos tener la insistente energía del hombre industrial” (1984:285). Este tiempo disciplinado al que me refiero, emerge y se desarrolla de la mano del propio proceso de producción y distribución capitalista, tanto de la mano de los mercaderes y artesanos, como de los cambios producidos en las técnicas de manufactura que exigirán una mayor sincronización del trabajo y exactitud en la observancia de las horas a nivel social (Le Goff, 1983) (Thompson, 1984). Este tiempo no pertenece ya a todos, en tanto que donación hecha por Dios, sino que se independiza de éste, pues al racionalizarse, se laiciza (Le Goff, 1983).

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Aquel ocioso que pierda el tiempo, será similar a un animal que no sabe medirlo (Le Goff, 1983). La masividad de la actividad deportiva en el parque Mujeres Argentinas, durante las horas de la tarde de las jornadas semanales, cobra entonces una nueva significación. Esta masividad reflejaba una eficaz incorporación de pautas que no solo habilitan un desarrollo “adecuado” del comportamiento público, también nos disponen a una inversión en capitales simbólicos que permiten transformar el cuerpo, adecuándolo “a la forma considerada legítima” (Bourdieu, 1986:183). Disponer de un tiempo-dinero libre de obligaciones laborales, e invertirlo en actividades deportivas, permite en definitiva, transfigurar un tiempo ocioso para el capital, en tiempo de ocio, en el que es posible no solo consumir, sino también competir por la acumulación de algún capital (Bourdieu, 1999)11. Ahora bien, aquel espacio público “abierto” que durante las jornadas diurnas se volvía sede de masivos encuentros entre pares y entre desconocidos, luego de las veintitrés horas se veía cercado simbólicamente, ya que debía dejar de ser objeto de apropiaciones que implicaran una estadía prolongada en el mismo. A partir de ese momento, se instauraba más fuertemente la representación del espacio público como “lugar de tránsito”. El símbolo numérico abstracto generaba un cambio de disposición en cuanto a lo que resultaba tolerable, y a medida que transcurriera este nuevo tramo, la presencia de los sujetos en el parque levantaría más y más sospechas, viéndose por ende, “legítimamente” sujetos a la vigilancia de las fuerzas de seguridad. Así, las quejas de los propietarios de arriba, de las torres-countries, dirigían de alguna forma los corrimientos que los de abajo, usuarios del parque, debían hacer. Esta desigual inserción socio-espacial de los actores sociales explica que sus decisiones/acciones, ni estuvieran sometidas a las mismas sanciones, ni generarán los mismos efectos. Aquí nos enfrentamos a la existencia de una serie de derechos exclusivos que se erigen para los demás en “prohibiciones de derecho o imposibilidades de hecho” (Bourdieu, 1999:298). El derecho de quienes habitan las torres linderas al parque, a descansar, a solicitar a la prefectura se respete su “tiempo de …”, plantea así, la prohibición de apropiaciones diversas respecto al espacio público. En palabras de Lefebvre, lo que se plantea entonces es un privilegio del valor de cambio de la ciudad (propiedad) por sobre su valor de uso (apropiación) (1979 [1968]) 12. 11

Como veremos más adelante, aquí tenemos una importante clave capaz de explicar la tolerancia de estas presencias en el Parque. 12 Cuando no están dadas las condiciones para una real apropiación del espacio urbano por parte de los todos los actores sociales -sea un grupo o un individuo- lo que se anula, en palabras de Lefebvre, es “el derecho a la ciudad”, pues no están dadas las condiciones para un real “habitar”. El derecho a la ciudad supone el derecho a una “vida urbana donde tiene prioridad el valor de uso” () -más que su valor de cambio-, lo que a su vez supone la superación de la alienación urbana a la que nos constriñe el accionar del Estado y del Mercado, que si no cuenta

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Aun así, los jóvenes con los que trabajé disputaban estas definiciones y significaciones hegemónicas desde su propia rutina cotidiana –es decir, no necesariamente pensada desde la transgresión, sino muchas veces actuada desde la naturalización del orden social (Giddens, 1982) -. Estos actores sociales ponían en juego múltiples tácticas13 tendientes a sostener aquellas prácticas que eran vehículo del “encuentro” entre pares, pero que la fuerza performativa del discurso de la prefectura definiría como “transgresiones”14. Todo ello generaba que en el conflicto nocturno, vecinos y usuarios se hicieran una mutua acusación: la de estar intentando realizar un usufructo privado del parque -mientras el ideal de espacio público sería el de aquel que debe ser de todos a la vez, pero de nadie en particular-. Pero, si como habíamos señalado más arriba, el espacio público de Puerto Madero fue planificado bajo dos ideas rectoras, la de ser ámbito de encuentro asociado al enriquecimiento de la vida democrática, y la de ser un lugar atractivo para los inversores privados, considero entonces que la apropiación que estos jóvenes realizaban no suponía una transgresión dirigida hacia la “postal democrática” de la convivencia. Tomando en cuenta el hecho de que aquellas prácticas eran rechazadas desde un discurso que apelaba a conceptos hegemónicos de belleza, limpieza, orden y seguridad, más bien considero que la imputación era a la transgresión de un espacio público que se pretendía impoluto, neutral, sin marcas de apropiación. Finalmente, y para ir cerrando este apartado, debo decir que la presencia de Puerto Madero en los mapas urbanos de los jóvenes de “zona sur”, permite cuestionar las perspectivas que al subrayar demasiado la fragmentación social y los procesos de repliegue o guettización en ciudades como Buenos Aires, terminan por construir una imagen absolutamente pasiva de los sujetos frente a los procesos sociales, siendo su única experiencia, la del padecimiento. No discuto que los procesos de fragmentación socioespacial existan, más bien planteo que poniéndose el foco en la agencia de los sujetos, podemos matizar aquel postulado teórico. Y tampoco afirmo que “los habitantes de los espacios relegados” (sudoeste de la CABA y Conurbano Bonaerense, con los que trabajé) solo pueden experimentar una superación de las diferencias y desigualdades en los espacios recualificados del centro urbano, pues los sujetos construyen sus propios circuitos, más allá de un modelo de ciudad orientado a la atracción de capitales (Yúdice,

con el consenso necesario, no dudará en imponer mediante coerción física directa, cuál producción, qué medios de producirlo y cuáles productores del espacio público son legítimos, y cuáles no. 13 G. Canclini define las tácticas en oposición a las estrategias, en tanto no tienen por meta gestionar en beneficio de la mayoría las dificultades propias de la vida urbana, sino que suponen pequeños arreglos y transacciones de beneficio personal. (1999: 128) 14 Aquellos jóvenes, sin embargo, no planteaban en todos los parques la misma resistencia respecto al uso horario “legítimo”. De otros elegían retirarse, al ser más vulnerables al menosprecio por parte de otros actores sociales.

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2002) -lo cual no significa que no lo tengan de alguna forma en cuenta15-, constituyendo una experiencia del espacio urbano que desborda las acciones que pueda planificar el Estado, de la mano de otros agentes privados (Leite, 2004). Ausencias Desde otro punto de vista, la contraposición que era fuente de conflicto en el apartado anterior, entre la representación del espacio público como “lugar de tránsito” y como “lugar de encuentro”, se disuelve. Y es que en tanto los jóvenes practicantes de skateboarding y longboarding en algún momento retornan a sus áreas de residencia (como el resto de los usuarios), sus encuentros en el parque eran tolerados, por el hecho de ser “transitorios”. Ahora bien, la visible ausencia de indigentes/“personas en situación de calle” en este parque, nos vuelve a mostrar la imagen de un orden espacial que reproduce la estructura social (Durkheim, 1982 [1912]:11). Según pude recoger en la web, a través de un Sistema Integral de Seguridad, que consta de cámaras inalámbricas que transmiten en tiempo real las imágenes captadas a la Central de Monitoreo, el personal de Prefectura transmite lo que está ocurriendo a los efectivos que patrullan la calle, para que cuenten con información precisa y actualizada, a la hora de definir la estrategia de prevención y represión del delito. Cuando se identifica en la zona a personas menores, indigentes, o con apariencias sospechosas, se las derivada a lugares específicos como centros de rehabilitación, donde los puedan albergar16. Así, para que este espacio sea “de todos y para todos” –como publicitaba una propaganda del gobierno de la ciudad en el parque- parece que se vuelve necesario “derivar” lo que imprime imprevisibilidad a la co-presencia. El discurso de un espacio público “de todos y para todos”, es justamente lo que legitima la vigilancia y el control por parte de las Fuerzas de Seguridad. Está claro que ésta clase de procedimientos no transforma en absoluto las lógicas que 15

EO tiene veintisiete años de edad, desde los quince anda en skate, y hace dos años que practica el longboarding: EO: ada… fui… … lo ue tie e la plaza es o o… a inos en un piso muy liso, y un espacio verde muy grande… o sea es un espacio verde muy grande… o … pasillos de ate ial u liso do de las uedas- (refiere al Parque Mujeres Argenti as … Lo ue tie e es ue… p i e o ue no está enrejada… segu do ue es MUY grande! entonces uno puede patear o la ta la. Ha ot as plazas ue o… o se puede, is o si pe sás e u pa ue g a de o o el Ce te a io , la ve eda… es ás vieja, está ota… ha puestos de fe ia, ue está ue o, pero para andar no te sirve. Ahí enci a lo ue tie e de ue o es ue, ue o…e i vie o ha e u ho f io, pero, en verano es un lugar RE-f es o, está al lado de la osta e a i ula u ho vie to … Está u uidado… hay mucha plata en esa plaza. - MR: Po eso o o… ue te gusta i ahí? - EO: No es que me guste ir a la plaza porque tiene mucha plata encima, sino porque las condiciones que me da para andar con la tabla son mucho mejores. 16 Fuente: http://wwww.observatur.edu.ar/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=269. Consulta: Marzo 2013

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producen las polarizaciones socioeconómicas, y más bien las reproduce. Cuando la gestión Oficial del espacio público intenta volver “predecible el encuentro” (Duhau y Giglia, 2008) en un espacio que es potencialmente “de y para la acción social”, “de y para el conflicto” (Delgado, 2004:) ¿se puede sostener que este espacio pueda ser lugar de encuentro con un otro diferente? Porque además, y en definitiva, ¿Hasta qué punto los usuarios provenientes de la zona sur condensaban una otredad respecto al resto de los usuarios, si tomamos en cuenta el hecho de que no solo compartían las normas de co-presencia acordes al uso del espacio público, sino que además reclamaban para sí, los mismos derechos que posee todo ciudadano en relación a ese espacio? Ya se dijo que las áreas públicas de Puerto Madero han sido hegemónicamente concebidas como lugares de tránsito, y en consecuencia las interacciones que en él se desarrollen deben ser acotadas en el tiempo. Pero más allá de esto, debemos recordar que en una sociedad capitalista madura “hay que consumir, comercializar, utilizar todo el tiempo” (Thompson, 1984:285). De ahí no solo la fuerte valorización que este ritmo de la organización social asigne a la ocupación en un trabajo orientado a la búsqueda de un beneficio monetario (un “deber ser”), sino también el rechazo al “improductivo” 17. Así, considero que la visible ausencia de “indigentes” en los espacios públicos de este barrio expresa la intolerancia a un tiempo ocioso para el capital, no orientado al consumo. Estas personas han quedado ajenas al mundo del trabajo asalariado, soporte que ritma los tiempos de actividad y descanso. Retomando las categorías analíticas propuestas por Bourdieu podríamos decir que los ingentes, vencidos en la lucha simbólica por el “acceso a un ser socialmente reconocido (…) [llevan] la maldición de un capital simbólico negativo” (…) “nula productividad combinada con descaro” (1999:318). El “vagabundo” de estas sociedades atravesadas por el neoliberalismo parece ser similar a aquel sujeto peligroso de los primeros Burgos18. Estos sujetos no tienen derecho a descansar en los espacios públicos de Puerto Madero, en ningún momento, porque en cuanto son captados por alguna cámara de seguridad o por algún efectivo de las Fuerzas Públicas, ellos son derivados a diversas instituciones19.

Diferentes autores reseñan en sus grupos estudiados, una actitud de intolerancia frente a los “inactivos” en relación al trabajo, tanto a nivel de estructuras económicas capitalistas como no capitalistas. (Thompson, E. 1984) (Weber, M. 1993[1905]) (Bourdieu, P. 2006). 18 Dirá Marx en “La llamada acumulación originaria”: “Por otra parte, estos seres que de repente se veían lanzados fuera de su órbita acostumbrada de vida, no podían adaptarse con la misma celeridad a la disciplina de su nuevo estado. Y así, una masa de ellos fueron convirtiéndose en mendigos, salteadores y vagabundos. (…) De ahí que, a fines del siglo XV y durante todo el siglo XVI, se dictasen en toda Europa Occidental una serie de leyes persiguiendo a sangre y fuego al vagabundaje. (…) La legislación los trataba como a delincuentes “voluntarios” (1983: 625). 19 A través de la prensa he tomado conocimiento de que ocasionalmente también se da el caso de que ante la queja de los vecinos, algunos prefectos permiten a algunos “indigentes” descansar en el barrio, pero nunca en los espacios públicos del área residencial, sino cruzando los puentes que separan esta área del resto de la ciudad, en 17

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Palabras finales Como ha sostenido Delgado (2007), considerando la propuesta de la distinción entre “la ciudad” y “lo urbano” propuesta por Lefebvre, si la ciudad es tanto el producto de diversas planificaciones urbanísticas, el espacio urbano se constituye a partir de los usos y contra-usos que proponen los actores sociales en su recorrida por la ciudad. He intentado entonces, abordar el análisis de ciertas prácticas sociales, productoras y reproductoras del orden socioespacial, mostrando que la práctica social del andar propone una apropiación de la ciudad que a su vez posibilita la construcción del espacio público, “fazendo com que o mundo se torne menos indiferente e totalmente significativo” (Da Matta, 1985: 47). A partir de la categoría social andar, podemos pensar al skateboarding y el longboarding como prácticas sociales que son vehículo de una forma de experimentar la ciudad, que no permanece anclada al barrio, sino que existe en la circulación y participa en la conflictiva producción práctica del espacio público, como hemos visto para el referente empírico de Puerto Madero. Sin embargo, los encuentros que ello supone, no se dan per se, en función de la mera intención del urbanista que diseña parques con forma de anfiteatro -como es el caso de este parque-, sino en el marco de un hacer juntos, andando con un par, que no desvalorice su práctica, con el que divertirse, del cual aprender y al cual enseñar, sobre todo, a través de la mirada. Que da lugar a la reproducción social, pero también expresa modos en que los sujetos someten las normas sociales a manipulaciones, entendiendo claro, que hay diferentes niveles en la posibilidad de manipular. Por ello hemos visto también, en qué sentido la organización espacial reproduce la organización social (Durkheim, 1982 [1912]). Así, no todos los agentes poseen la misma capacidad de resistencia. Tanto la soltura o naturalidad con la que algunos usuarios-productores reclaman por sus derechos, y otros resisten a esa imposición de “derechos exclusivos”, amparados ambos en el ideal de “un espacio público de todos y para todos”, contrasta con la notable ausencia de personas en situación de calle, en aquellos lujosos espacios públicos de Puerto Madero. De ello se sigue que, Cuando los poderes están desigualmente repartidos [poderes definidos por el volumen y la estructura de su capital], el mundo económico y social no se presentan como un universo de posibles igualmente accesible a todo sujeto (…) sino más bien, como un universo señalizado, lleno de conminaciones y prohibiciones, de señales de apropiación y exclusión, de direcciones prohibidas o barreras infranqueables. El capital, en sus diferentes especies, constituye un conjunto de derechos preferentes sobre el futuro; garantiza a unos pocos el mono-

uno de los dock que ocupa la UCA. Cfr. http://www.perfil.com/ediciones/sociedad/-20126-689-0033.html. Consulta: 14/07/2013

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Privitera Sixto, María Rosa polio de una serie de posibles, no obstante estar garantizados oficialmente a todos (Bourdieu, 1999: 298).

Finalmente y en término metodológicos, me gustaría dejar en claro que abordar la problemática del espacio público en ciudades “contemporáneas” o “posindustriales” como Buenos Aires, a partir de la elección de un área paradigmática dentro del modelo de gestión urbana hegemónico en ellas, como es el caso de Puerto Madero, no obtura el debate acerca de la herida de muerte que supuestamente pesa sobre el espacio público contemporáneo, sino que en todo caso aporta mayor complejidad al mismo. No permite afirmar la muerte del espacio público, porque sea como “lugar de encuentro” con un par o con desconocidos, o como “lugar de tránsito”, de ellos se sigue esperando que sean capaces de materializar el ideal moderno de construcción de ciudadanía, siendo de todos a la vez, pero de nadie en particular -la disputa generada por las apropiaciones del mismo, nos muestra la vitalidad de la categoría-. Incluso aquel centro renovado de la ciudad, es capaz de interpelar y atraer actores de diferentes sectores sociales, solventando de algún modo las pretensiones de que en, y a partir del espacio público, sea posible superar las diferencias y desiguales. Sin embargo, tampoco se abona el ideal del espacio público como espacio en el que se encuentran todos los sectores sociales, ya que aquellos sujetos que no poseen los recursos simbólicos y económicos para transformar el tiempo ocioso en tiempo de ocio, siguen siendo perseguidos y segregados, lo cual expresa la eterna imposibilidad del régimen capitalista -en cualquiera de sus fases- por materializar el ideal de la esfera pública habermasiana. BIBLIOGRAFIA  Bauman, Z. (2002) “Espacio / tiempo”. En: Modernidad líquida, Argentina, FCE.

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