Transferencia y acompañamiento espiritual

June 9, 2017 | Autor: Marcelo Lamas | Categoría: Pastoral Care and Counselling, Teologia, Pastoral Counseling, Psicoanálisis
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Transferencia y acompañamiento espiritual Marcelo Lamas Morales1

1. Introducción En mi experiencia como sacerdote, mi vida ha estado dedicada, en parte, al acompañamiento espiritual2 de jóvenes y adultos que desean crecer como personas, integrando su dimensión de fe. Las personas solicitan ser escuchadas, porque necesitan enfrentar: conflictos, crisis personales o requieren tomar decisiones vitales. El acompañamiento espiritual, desde mi perspectiva, tiene como objetivo otorgar un espacio para que el acompañado se conozca y se comprenda a sí mismo, pueda enfrentar de mejor manera su conflictiva interna y relacional, y descubra el origen histórico de tales conflictos. El acompañamiento espiritual puede permitir al acompañado tomar conciencia de su mundo interno: sus deseos, impulsos, pensamientos y sentimientos que están impactando y afectando su propia identidad; su modo de relacionarse con los demás; y la manera que asume su condición humana, llena de potencialidades, fuerzas inconscientes, límites y fragilidades. Mi compresión de lo espiritual es en primer lugar en sentido amplio. Cuando en el ser humano surge la pregunta por el sentido, cuando él comienza a explorar lo que él es en su mundo interior, cuando comienza a escuchar, a pensar, a interpretar y, por consiguiente, a decidir cómo quiere vivir, en todas las dimensiones de su vida, entonces se inicia en él la vida espiritual. En cambio, la vida espiritual cristiana no pertenece a todos, sino sólo a los que “se dejan guiar por el Espíritu de Jesús de Nazaret”. Por lo tanto, el acompañado, habiendo realizado una opción libre y voluntaria por la vivencia de los valores del evangelio, como camino que ilumina el sentido de su vida, está invitado a discernir la vivencia de este proyecto, confrontando la interpretación personal que hace de esta enseñanza con su praxis cotidiana. Dicho lo anterior, debemos recordar que en la corriente humanista la transferencia no es considerada como en el psicoanálisis, el lugar de la cura, sino como un elemento importante que surge en la relación y que se debe tener en cuenta para favorecer la ayuda. No tiene el mismo estatuto que en el psicoanálisis.

1 Magister en Teología, Universidad Pontificia de Comillas. Magister en Acompañamiento Psico-Espiritual, Universidad Alberto Hurtado. Magister © en Psicoanálisis, Universidad Adolfo Ibáñez. 2 Este tipo de relación de ayuda se enmarca en lo que se llamaba Dirección Espiritual. En el ambiente en cual trabajo, lo denominamos hoy Acompañamiento Espiritual. En Estados Unidos se sigue llamando Spiritual Direction, aunque ha derivado a lo que se denomina Spiritual o Pastoral Counseling. En el ámbito francés se usa Accompagnement spirituel y en italiano, se utiliza el concepto de Direzione Spirituale. El acompañamiento espiritual es una tradición muy antigua en la Iglesia, y se remonta a la relación de un maestro con un discípulo, y que logra ser sistematizada a partir del siglo IV con la fundación de los primeros monasterios. Era una relación de corte más educativa en donde el maestro escuchaba las búsquedas y problemáticas de un discípulo, que deseaba ser mejor persona y cristiano. La tendencia histórica ha sido que se comprenda como un proceso más directivo, donde hay alguien que puede guiar a otro. Con la psicología moderna, la dirección o acompañamiento espiritual, tomó un rumbo menos directivo, intentando integrar los postulados de diversas corrientes psicologías, especialmente desde el psicoanálisis y la corriente humanista. Esta última ha tenido más acogida en diversos ambientes cristianos.



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Por lo tanto, este trabajo pretende profundizar en la realidad de la transferencia, desde la perspectiva freudiana y relacionarla con el trabajo que se realiza en el ámbito del acompañamiento espiritual. Para ello, me he basado en los siguientes artículos para desarrollar este tema: “Sobre la dinámica de la transferencia” y “Recordar, elaborar e interpretar elaborar”.

2. “Sobre la dinámica de la transferencia” (1912) Freud ha establecido que la transferencia es un fenómeno que se puede dar en cualquier relación humana significativa; por ejemplo, en el ámbito médico, educativo o pastoral. Como lo hemos dicho anteriormente, la transferencia es una realidad que otras corrientes psicoterapéuticas también tienen en cuenta, pero no se encuentra en el lugar central que ocupa en el psicoanálisis. La transferencia es un elemento clave en la cura psicoanalítica. Es un proceso, en donde los deseos inconscientes del paciente concernientes a objetos exteriores se repiten en el contexto de la relación analítica, con la persona del analista, colocándolo en la posición de esos variados objetos. En el texto estudiado, Freud afirma que por su herencia y por la educación recibida, la persona adquiere elementos –que conforman un clisé- que le permitirán relacionarse desde el amor con otras personas y que marcará la forma de satisfacer sus pulsiones y cómo fijará las metas. Dice Freud (1912) que sólo un sector de estas mociones ha recorrido un pleno desarrollo psíquico; ese sector está vuelto hacia la realidad objetiva, disponible para la personalidad consciente. En cambio otra parte de esas mociones libidinosas está apartada de la personalidad consiente y solo pudo desplegarse en la fantasía o bien permanecer en lo inconsciente. Si la necesidad de amor no está satisfecha, está obligado a volcarse con unas representaciones expectativas libidinosas hacia cada persona que aparezca, participando probablemente las dos porciones de su libido: la consciente y la inconsciente. Dicho de otro modo insertará - como dice Freud- al médico en una de las series psíquicas (clisé) que el paciente ha formado hasta ese momento. Freud comenzó a asegurar en sus descubrimientos que los sentimientos inconscientes del paciente respecto del analista son manifestaciones de una relación reprimida con las imagos parentales y también posible con las imagos fraternales. Freud distinguió la transferencia, positiva, hecha de ternura y amor, y la transferencia negativa, expresión de sentimientos hostiles y agresivos. La transferencia positiva puede ser amistosa y tierna, y esta permite que la cura pueda ser bien encauzada, y es portadora de éxito, pero también puede ser de carácter erótico e inconsciente, obstaculizando el proceso analítico.



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A ellas también habría que añadir las transferencias mixtas, que reproducían los sentimientos ambivalentes del niño respecto de los padres. Dice Freud, “Una ambivalencia así de los sentimientos parece ser normal hasta cierto punto, pero un grado más alto de ella es sin duda una marca particular de las personas neuróticas.” (Freud, 1912, 104). Freud afirma en este artículo que hay dos puntualizaciones importantes que realizar. La primera es que la transferencia no es más intensa en personas neuróticas que en otras, ni se marcan diferencias entre aquellas que se analizan o no. Por eso, que es válido que en nuestro trabajo podamos analizar la transferencia que se produce en un acompañamiento espiritual como lo hemos definido. La segunda, es que considerando la transferencia como el espacio de la cura, es también el lugar donde se da mayor resistencia al tratamiento. Es un problema que la más poderosa palanca de éxito se mude al medio más potente de resistencia. Por eso afirma Freud: “que la trasferencia sobre el médico sólo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es una trasferencia negativa, o una positiva de mociones eróticas reprimidas.” (Freud, 1912, 98) Es muy interesante cuando Freud destaca que: “todos nuestros vínculos de sentimiento, simpatía, amistad, confianza y similares, que valorizamos en la vida, se enlazan genéticamente con la sexualidad y se han desarrollado por debilitamiento de la meta sexual a partir de unos apetitos puramente sexuales, por más puros y no sensuales que se presenten ellos ante nuestra autopercepción conciente. En el origen sólo tuvimos noticia de objetos sexuales; y el psicoanálisis nos muestra que las personas de nuestra realidad objetiva meramente estimadas o admiradas pueden seguir siendo objetos sexuales para lo inconciente en nosotros”. (Freud, 1912, 103) Dicho esto, en el trabajo analítico será absolutamente necesario que el analista sepa detectar esas antiguas demandas de amor, de odio, de culpa o de exculpación, evitando a toda costa responder a tales demandas, precisamente para que ellas puedan llegar a objetivarse y modificarse. Ello supone un trabajo muy delicado por parte del analista, porque, evidentemente, sus propias temáticas personales pueden muy bien entrar en juego confundiéndose con las del paciente. Se toca de este modo una cuestión fundamental de la técnica psicoanalítica, la llamada "contratransferencia", o sea, el conjunto de reacciones transferenciales también despertadas en el analista a través de la personalidad y de las demandas del analizante. La obligatoriedad y necesidad de que el terapeuta haya pasado previamente por la experiencia de un largo "análisis" se pone de relieve desde esta delicada problemática que consideramos. Reconociendo la importancia de los aspectos contratransferenciales no los abordaremos por razones de extensión en este trabajo.



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3. Recordar, repetir y reelaborar (1914) Freud plantea en este artículo que la transferencia es una pieza de repetición y esta repetición es la transferencia del pasado olvidado; pero no solamente sobre el médico sino que también sobre otros ámbitos de la vida presente. El concepto de “repetición” está implícito en el de trasferencia, en cuanto algo vuelve del pasado y opera en el presente. Freud contrapone en este artículo “recuerdo” a “repetición” y no hay que perder de vista que si se da la repetición es porque no está el recuerdo, ya que este es el antídoto de la repetición. Vale la pena señalar entonces que, en 1914, Freud utiliza el concepto de repetición con un criterio preciso, porque lo contrapone a recuerdo. Hasta 1912 esta diferencia conceptual no es tan definida. En el trabajo de este año, la dinámica de la trasferencia se entiende por la resistencia al recuerdo; pero en 1914 el recuerdo reprimido se repite en la trasferencia. Freud propone que el analista debe permitir que el analizado se entregue a la compulsión de repetir, que reemplaza al impulso de recordar. (Freud, 1914, 153) Posteriormente, cuando la transferencia se hace viable, el tratamiento logra impedir al paciente las acciones de repetición más significativas y utiliza el propósito de ellas como un material para el trabajo analítico. Finalmente, en el manejo de la transferencia reside el recurso para domeñar la compulsión de repetición, y convertirla en un motivo para el recuerdo. Siguiendo con el estudio de este artículo, Freud introduce el concepto de “neurosis de transferencia”. Tiene este concepto una doble importancia. Señala que al comienzo del análisis, en la primera etapa, se produce una calma que se traduce en una disminución y hasta una desaparición de los síntomas, que no equivale a la curación. Lo que ha sucedido es una especie de trasposición del fenómeno patológico, que ha empezado a darse a nivel de tratamiento mismo. Lo que antes era neurosis en la vida cotidiana de la persona se convierte en una neurosis que tiene como punto de partida y de llegada el análisis y el analista. A este proceso, que se da espontáneamente al comienzo del tratamiento, lo llama Freud neurosis de trasferencia y lo adscribe a un mecanismo ya mencionado en 1905 y sobre todo en 1912, la repetición. Al establecer el concepto de neurosis de trasferencia, Freud señala que los fenómenos patológicos que antes se daban en la vida del paciente empiezan ahora a operar en esa zona intermedia entre la enfermedad y la vida que es la trasferencia, con lo que asienta un concepto técnico.



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Freud afirma que con el comienzo del tratamiento, la enfermedad sufre un viraje notable que la hace cristalizar en la cura. Dice Freud: (Freud, 1914, 153) Freud concibe la neurosis de trasferencia como un efecto especial de la iniciación de la cura psicoanalítica en que cesa la producción de nuevos síntomas y surgen en su reemplazo otros nuevos que convergen hacia el analista y su entorno.

4. Transferencia y acompañamiento espiritual De modo particular, todo lo que el psicoanálisis como técnica psicoterapéutica ha puesto de manifiesto sobre el fenómeno transferencial, puede elucidar importantes dimensiones en el ámbito interpersonal y en nuestro caso, en las relaciones que se dan en una comunidad de fe y especialmente en el acompañamiento espiritual. En esta relación de ayuda, que se realiza dentro de un encuadre, semejante a la alianza terapéutica, pero con menos periodicidad en los encuentros 3 y desde otro enfoque, se encuentran implicadas siempre una serie de tendencias ocultas y latentes: las que suponen el fenómeno transferencial. Junto con ello, hay que afirmar que el dispositivo analítico no es, desde un cierto punto de vista, igualable a la relación que se establece en el acompañamiento espiritual. El psicoanálisis en cuanto conjunto de técnicas tales como: regla de asociación libre, neutralidad del analista, interpretación de los contenidos inconscientes y la atención parejamente flotante, no parece, a primera vista adaptable a los objetivos de ese tipo de acompañamiento. Todo dependerá del planteamiento del propio acompañante, de la formación psicoanalítica que haya recibido y de su propia experiencia de análisis. A partir de mi experiencia de este último tiempo, considero que es posible acercarse a los planteamientos del psicoanálisis e ir incorporándolos a la práctica del acompañamiento4.

En la práctica actual, normalmente los encuentros se realizan una vez al mes. Personalmente, he propuesto a los acompañados realizar encuentros más frecuentes. Algunos han accedido, en cambio, otros no. Sin duda que la resistencia está actuando permanentemente. Cuando se ha establecido una transferencia positiva, los acompañados han estado más dispuestos a trabajar semanal o quincenalmente. 4 Quiero destacar que el psicoanálisis hizo su aporte también en este campo, aunque fue rechazado en sus orígenes por la institucionalidad eclesial. Con el paso del tiempo, ha habido una mayor valoración del psicoanálisis en el ámbito del acompañamiento, de la formación a la vida religiosa y de la pastoral. No se puede desconocer los prejuicios actuales en ambos campos, aunque hay intentos valiosos de integración entre psicoanálisis y teología. Interesante es el aporte de: C. Vaca, Psicoanálisis y Dirección Espiritual, Religión y Cultura, Madrid, 1952. Otras obras donde se realiza un diálogo interesante entre 3



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Permitir que el acompañado se sienta libre de poder hablar de lo que viene a su mente, sin censuras, es posible en la medida que, el acompañante, sea capaz de escuchar todos esos contenidos, sin juicios ni traspasando su propio pensamiento y visión del mundo, es decir, manteniendo la neutralidad. Unos de los aspectos que claramente puede brindar el psicoanálisis, es la posibilidad de cuestionar en el acompañamiento espiritual aquello que, desde la perspectiva del deseo, se encuentra implicado en esa praxis y todo lo que el acompañante y acompañado pone en juego con su inconsciente, su estructura de personalidad, sus creencias y su ética. También el psicoanálisis nos ayudaría a revelar en esta instancia de relación de ayuda, los idealismos y resistencias; por eso nos invita a reconocer que en cualquier tipo de relación humana, hay implicadas una serie de tendencias inconscientes. Es por eso que la dificultad no viene dada por la intervención de nuestro mundo pulsional sino por la forma no consciente, perversa o neurótica de satisfacerlo. No cabe duda entonces, que el acompañamiento espiritual, tanto por el carácter especialmente confidencial y cotidiano que posee, como por la cualidad de los contenidos íntimos que generalmente maneja, se presta al desarrollo de situaciones transferenciales. En la práctica se puede constatar, que no tenemos otro lugar desde donde relacionarnos que el de nuestra propia historia y biografía, con todas las huellas que en ella han ido dejando nuestros anteriores encuentros y relaciones. El verdadero problema no se sitúa en relación a la posible intervención de ansiedades primitivas o de los deseos y temores relativos a la situación edípica o a otras situaciones infantiles; tampoco en relación con el grado de intensidad con que se presente el fenómeno transferencial; la dificultad no está en la intervención de funciones inconscientes, sino en el desconocimiento y en el no-reconocimiento de esta intervención, en la defensa sistematizada que pretende ignorar la presencia de esas funciones inconscientes. Por otra parte, no es poco habitual, que en este tipo de relación de ayuda espiritual, el acompañante, por desconocimiento o por el deseo de la propia gratificación narcisista, responda a las demandas del acompañado. Es por eso que la actitud abstinente y neutral, es uno de los aspectos que los acompañantes deberían incorporar en su práctica, pues favorecería un verdadero trabajo de sanación, facilitando que los acompañados puedan conocerse e integrar las experiencias vividas y decidir desde sí mismo cómo desean vivir. El aporte del psicoanálisis nos llama a tener en cuenta en fenómeno transferencial, a sostenerla y reconocerla como eje del mismo trabajo terapéutico. Considerarla sólo Cristianismo y Psicoanálisis son: D. Black (eds), Psicoanálisis y Religión en el siglo XXI, Herder, Barcelona, 2011; C. Domínguez, Creer después de Freud, Paulinas, Madrid, 1992; Psicoanálisis y Religión: dialogo interminable. Sigmund Freud y Oskar Pfister, Trotta, Madrid, 2000; Experiencia cristiana y psicoanálisis, Sal Terrae, Santander, 2006; E. Drewermann, Psicoanálisis y teología moral, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1996.



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como un estorbo, pretender cerrar los ojos ante ella, supone inevitablemente situarla en contra.

5. Conclusiones. En primera instancia podemos concluir que todo lo que el psicoanálisis puede hacer, lo hace precisamente a través de este camino de la transferencia. Por eso no puede dejar de sorprender esa escasez de información al respecto, -a diferencia de otros conceptos- en la obra del fundador del psicoanálisis. Sin embargo, el hecho mismo de esta precariedad teórica viene a revelar algo sumamente importante sobre lo que la misma transferencia es y significa: algo que, en su esencia, se resiste a toda teorización y que sólo es posible captar teóricamente a posteriori. Así pues, la transferencia supone una actualización de los antiguos amores y odios que no llegaron a concientizarse. Son, pues, como unas especies de "clisés" que se van constituyendo a lo largo de nuestra vida a partir, sobre todo de las primeras relaciones que marcaron nuestro encuentro con la existencia. El analista cuenta con la transferencia, la despierta para trabajar con ella. Trata de ver lo que se esconde tras la defensa. La analiza e interpreta para hacer tomar conciencia de los componentes sexuales y agresivos que esconde. El acompañamiento espiritual, supone una relación de tipo asimétrico. En él, una persona, acude a otra persona que es vista como “sacerdote", "padre", "consejero" o "guía espiritual" con una demanda. El acompañante estará respondiendo a esa demanda, desde la perspectiva antropológica y psicológica que haya optado consciente o inconscientemente. En el desarrollo de este trabajo, he querido preguntarme si es posible que la transferencia sea uno de los ejes del trabajo que se realiza en el contexto del acompañamiento espiritual. He analizado esta relación pensando en cualquier acompañante que realice este servicio y he dejado entre paréntesis, “la figura o imagen sacerdotal” que pudiera influir en la instalación de la transferencia. La poca conciencia del sacerdote del lugar que puede ocupar en la vida del acompañado y sus necesidades narcisistas no resueltas pueden favorecer relaciones de abuso, dependencia y de sumisión. Sin duda, que será motivo de un próximo trabajo. Finalmente, considero que en el acompañamiento espiritual será posible trabajar con la transferencia, como un eje del proceso, en la medida que: el acompañante la considere como fundamental para el trabajo, exista una demanda explícita del acompañado, establezca una periodicidad aún mayor en los encuentros, se mantenga neutral y abstinente y favorezca que el acompañado pueda hablar y asociar libremente. Es por eso que necesitamos en la Iglesia, los que ejercemos diversos tipos de servicios, una nueva manera de ejercer el acompañamiento a grupos y personas. Este



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cambio pasa por haber vivido, como acompañante, un proceso personal donde se ha ido asumiendo la verdad de la propia vida y se desencadene así, una mayor conciencia de sí mismo. Esto ayudará a estar más atento para descubrir las dinámicas inconscientes que están presentes en toda relación humana, especialmente en los fenómenos transferenciales y contratransferenciale 6. Bibliografía -

Domínguez, C. (2006). Experiencia cristiana y psicoanálisis, Santander: Sal Terrae Freud, S. (1893-1895). Estudios sobre la histeria, En J. Strachey (ed.), Obras Completas Sigmund Freud vol. II. Buenos Aires: Amorrortu, 1992. Freud, S. (1912). Sobre la dinámica de la trasferencia, En J. Strachey (ed.), Obras Completas Sigmund Freud vol. XII. Buenos Aires: Amorrortu, 1992. Freud, S. (1914). Recordar, repetir y reelaborar, En J. Strachey (ed.), Obras Completas Sigmund Freud vol. XII. Buenos Aires: Amorrortu, 1992. Imoda, F., (1994). Esercizi spirituali e psicologia. L'altezza, la larghezza e la profondità. Roma: PUG Kahn, M., (2003). Psicoanálisis para el siglo XXI, Buenos Aires: Emece. Laplanche, J. & Pontalis, B. (2004). Transferencia. Barcelona: 439-446. Nasio, J. (1999). El placer de leer a Freud. Barcelona: Gedisa. Szentmártoni, M. (2003). Manual de psicología pastoral. Salamanca: Sígueme.

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