Tragedia en la bóveda celeste.

June 19, 2017 | Autor: M. Bustamante San... | Categoría: Poetry, Simbolism, Arthur Rimbaud
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Descripción

Tragedia en la bóveda celeste.

Cierro los ojos y escucho el claro susurro de una bóveda celeste, que entre mareas expectantes se ornan con réquiem. El desánimo florece y hacia mi mente me inclino, las ondinas aparecen en el elixir rojo del sostén.

Esconden la ceniza mientras el miedo comienza a fundirse y yo floto entre los párpados que custodian tus gemas. Las aureolas luminosas se ven rodeadas de cristales y embelesada veo reflejos erráticos entre los cirios taciturnos.

Mi bien y mi mal, todo se envanece y sólo queda lo puro, cruzo el sinfín de mis pesares y llego hacia ti. Sin mancilla logro atravesar el firmamento, desafiando el crujir de una neblina funesta.

Me alejo de la condena del estado vital, de ese que dura un suspiro pero deja el estigma. Entre amores alados me encuentro sublime, ángeles dorados en una quimera excelsa.

¿No sabes mi dilecto? estoy loca de amores, sostuve mis afectos, preciosa sombra, ¿y dónde habitan? en el templo, el que erigí por tus arcos, tan cautiva, sumisa.

Habitas en el espacio, en medio de las brumas, con la estatua de ópalo y una vela celosa. Numen de aquella obra donde los versos se forman, Pero que en grietas del desdén envanece el encanto.

Rostro celestial, despliega tu figura en el lecho de plumas, para que baje el elixir níveo por mis mejillas frescas. Suspiro en la emoción y encuentro lo bello de la aleación, pues se irradia el entorno con los sentidos agudos.

Adormecida, logro escuchar la melodía de un gimoteo insulso que en medio del dolor reconforta la naturaleza del averno. El perfume se riega en los miembros que pernoctan, y el celeste aparece en el umbral de mi locura.

¿De qué sirve un cielo estrellado si no podemos verlo?, Deleitarnos con el coqueteo cósmico de un genio benigno. Apartados de los que murmuran hasta el punto de la censura, tan lejos de aquel artificio que tanto odiabas presenciar.

La gruta sideral está rebosante de éter, materia improbable pero que plasma movimiento. La escarcha divina en el cimiento de ébano, cómo te complacía el corpúsculo estelar.

Las caricias se volvían arte con el cortejo de los astros Y el sentido benévolo venía del polvo, tu polvo cósmico. Veía versos inocuos en tu pupila estelar, pero ¿de qué sirven las enmiendas al perturbar el tiempo?

¿Acaso no lo sabes?, ¿no logras darte cuenta? Tú haces que me mueva, que enseñoreé mi pluma, que describa las miles de formas que tengo para amarte y no me canso, no, imposible es para mí desmayar.

Acuno tu imagen entre el vergel de las nubes mientras congojada quiebro mis alas para vivir el duelo. Lo que ven mis ojos marchitos son destellos de una mísera tristeza, que sin medida endulza un cielo consumido.

Tu brazo me envuelve en pavorosas cadenas, Pero en mi mente abres aquella bóveda celeste, donde trenzas en el perturbable vals del suspiro un hálito fresco que para mí es la gloria.

El dolor hace presencia de forma siniestra y la tragedia ejecuta su obra magna: ¿Cuánto necesito del sinsentido para tener algo de existencia? Sutilmente me domina una trampa maligna y caprichosa, ¡Oh cruel destino el de éste pobre corazón condenado al olvido!

Pretendo volar sin confines en tu algaba ensortijada, despojar cada bucle y suscitar una dicha. Pero el sueño finaliza en tórridas centellas y las lágrimas brotan luego del espejismo.

Deambulo una línea crasa con temor a perderme y la entereza huye sin compasión alguna. Habitas en mis recuerdos, ¡reminiscencia bendita! dolorosos son los designios cuando mi espíritu se eleva.

- Fragmento de Cosmogonía I por Margarethe Bendeck (Margarita Rocío Bustamante S.)

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