\"Tradiciones familiares de guerra santa. Linajes aristocráticos y conquista feudal en los siglos XI y XII en Cataluña, Aragón y Castilla\", en R. Córdoba de la Llave, J. L. del Pino García y M. Cabrera Sánchez (coords.), Estudios en homenaje al profesor Emilio Cabrera, Córdoba, 2015, pp. 279-292

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Grupo de Investigación HUM 128 del Plan Andaluz de Investigación

Estudios de Historia y Patrimonio de la Edad Media

ESTUDIOS EN HOMENAJE AL PROFESOR EMILIO CABRERA

CON LA COLABORACIÓN DE

ESTUDIOS EN HOMENAJE AL PROFESOR

EMILIO CABRERA

ESTUDIOS EN HOMENAJE AL PROFESOR

EMILIO CABRERA

Ricardo Córdoba de la Llave José Luis del Pino García Margarita Cabrera Sánchez (Coords.)

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Estudios en homenaje al profesor Emilio Cabrera / Ricardo Córdoba de la Llave, José Luis del Pino García, Margarita Cabrera Sánchez (coords). — Córdoba : Universidad de Córdoba, Servicio de Publicaciones, 2015 616 p. : il. ; 24 cm ISBN 978-84-9927-166-8 (Universidad de Córdoba) ISBN 978-84-7723-965-9 (Universidad de Extremadura) DL CO-86-2015 1. Cabrera, Emilio – Homenajes 2. España – Historia – 0414-1474 (Edad Media) 3. Civilización medieval I. Cabrera, Emilio, homenaj. II. Córdoba de la Llave, Ricardo, coord. III. Pino García, José Luis del, coord. IV. Cabrera Sánchez, Margarita, coord. V. Universidad de Córdoba. Servicio de Publicaciones, ed. VI. Universidad de Extremadura. Servicio de Publicaciones 946.0”0414-1414”:061.75

ESTUDIOS EN HOMENAJE AL PROFESOR EMILIO CABRERA Ricardo Córdoba de la Llave, José Luis del Pino García y Margarita Cabrera Sánchez (coords.) © De los Autores © SERVICIO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA, 2015 Campus de Rabanales. Ctra. Nacional IV, km 396. 14071 CÓRDOBA Tlfno.: 957 21 21 65. Fax: 957 21 81 96 www.uco.es/publicaciones [email protected] Esta obra ha sido editada con la colaboración del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura y con la del Grupo de Investigación HUM 128 del Plan Andaluz de Investigación Meridies Imagen de cubierta: Privilegio emitido en Valladolid, a 5 de febrero de 1258, y conservado en el Archivo Municipal de Córdoba, por el que el monarca Alfonso X permuta con el concejo de Córdoba la villa de Poley por la de Cabra. I.S.B.N.: 978-84-9927-166-8 (Universidad de Córdoba) I.S.B.N.: 978-84-7723-965-9 (Universidad de Extremadura) Depósito Legal: CO-86-2015 Maquetación e impresión: Fotograbados Casares, S.L. Tel. 957 420 271 - www.fotomecanicacasares.com

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.»

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ÍNDICE

PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

11

CURRÍCULUM VÍTAE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

17

CARLOS DE AYALA M ARTÍNEZ El obispo Pedro Suárez de Deza. Política y teología a finales del siglo XII . .

35

MERCEDES BORRERO FERNÁNDEZ Redes familiares y política económica de la oligarquía sevillana: el caso de unos linajes de veinticuatros y jurados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

49

M ARGARITA CABRERA SÁNCHEZ Las fundaciones piadosas de la familia señorial de Fernán Núñez a finales de la Edad Media . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

67

JUAN BAUTISTA CARPIO DUEÑAS Escándalos, alborotos, bandos y parcialidades. Los conflictos políticos de la segunda mitad del siglo XV y su incidencia en el mundo rural cordobés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

79

JUAN CARRASCO PÉREZ Crédito judío, deuda y morosidad en Navarra: cartas tornadas o quenaces (1329-1349) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

93

GREGORIA CAVERO DOMÍNGUEZ Pedro Muñiz, obispo de León (1205-1206) y arzobispo compostelano (1207-1224) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

111

A NTONIO COLLANTES DE TERÁN SÁNCHEZ La fiscalidad concejil sobre el pescado en la Sevilla bajomedieval . . . . . . .

123

R ICARDO CÓRDOBA DE LA LLAVE Técnicas de soldadura de metales según recetarios italianos de los siglos XV y XVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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JOHN EDWARDS Córdoba and Oxford: the life and work of Lorenzo Lucena (1807-1881), priest, teacher and translator . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

151

JOSÉ M ANUEL ESCOBAR CAMACHO La «casa de la Aduana» de Córdoba en los siglos bajomedievales . . . . . . .

161

M ARÍA TERESA FERRER I M ALLOL El comercio entre la Corona catalano-aragonesa y Castilla en tiempos de guerra (1286-1304) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

169

A LFONSO FRANCO SILVA Armas y pertrechos militares de tres fortalezas de los Ponce de León en los umbrales del siglo XVI: Chipiona, Rota y Casares . . . . . . . . . . . . . . . . . .

181

M ANUEL GARCÍA FERNÁNDEZ La organización social de la banda morisca: la villa de Estepa y su espacio fronterizo en tiempos de Alfonso XI, 1312-1350 . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

205

M ARÍA DEL CARMEN GARCÍA HERRERO El banquete de Herodes y Herodías de Pedro García de Benabarre, disimetría visual y sonora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

213

M ARÍA ESTELA GONZÁLEZ DE FAUVE Dolor del cuerpo, dolor del alma. Algunas reflexiones en la España medieval y comienzos de la modernidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

221

M ANUEL GONZÁLEZ JIMÉNEZ San Fernando en Sevilla. La refundación de la ciudad. . . . . . . . . . . . . . .

237

CÉSAR GONZÁLEZ MÍNGUEZ A propósito del itinerario y regesta de Fernando IV de Castilla (1295-1312): consideraciones previas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

249

R ICARDO IZQUIERDO BENITO Los espacios sagrados en las Partidas: iglesias y cementerios . . . . . . . . . .

255

MIGUEL Á NGEL LADERO QUESADA Rafael Altamira: historia y sociedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

269

CARLOS LALIENA CORBERA Tradiciones familiares de guerra santa. Linajes aristocráticos y conquista feudal en los siglos XI y XII en Cataluña, Aragón y Castilla . . . . . . . . . . . .

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JOSÉ ENRIQUE LÓPEZ DE COCA CASTAÑER El «otro» en la crónica de Andrés Bernáldez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

293

GLORIA LORA SERRANO La fundación del monasterio de San Vicente de Plasencia. La tumba del poder . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

307

A NTONIO M ALPICA CUELLO Economía rural y arqueología del paisaje en un territorio fronterizo del reino de Granada. El altiplano de Baza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

329

ISABEL MONTES ROMERO -CAMACHO Poder real y fiscalidad eclesiástica en los orígenes del estado moderno. La contribución de la iglesia sevillana a la hacienda real de Castilla, desde Alfonso X a Pedro I (1252-1369). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

347

A NA MORENO MORENO Documentos medievales del oficio de tejedores de Córdoba . . . . . . . . . . .

367

ENCARNACIÓN MOTOS GUIRAO En torno a la cultura del agua en Constantinopla: aprovisionamiento, funciones y usos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

377

BLANCA NAVARRO GAVILÁN La asistencia sanitaria en la Córdoba bajomedieval: el caso del hospital de San Lázaro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

389

R AFAEL G. PEINADO SANTAELLA El soto de Roma en el paso del dominio nazarí al castellano . . . . . . . . . . .

405

JAVIER PÉREZ-EMBID En el entorno rural de la Córdoba cristiana: el pago de El Tablero de la Arruzafa (siglos XIII-XIX) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

413

JOSÉ LUIS DEL PINO GARCÍA Usurpaciones de bienes realengos en Córdoba durante la segunda mitad del siglo XV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

431

Mª CONCEPCIÓN QUINTANILLA R ASO Expansionismo señorial, conflictos y política regia en los dominios nobiliarios cordobeses bajo los Reyes Católicos . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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M ANUEL ROJAS GABRIEL ¿La amnesia sobre la batalla? Nitardo y el choque campal de Fontenoy (841)

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FRANCISCO RUIZ GÓMEZ Córdoba hace mil años. Cuando el califato de los Banū Omeya de Al-Ándalus llegó a su fin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

501

JOSÉ Mª RUIZ POVEDANO La «ciudad alta» de Antequera: la implantación del modelo de ciudad castellano [1487-1518] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

521

JOSÉ SÁNCHEZ HERRERO Las bibliotecas del Colegio de Santo Tomás de Aquino y del convento de San Pablo de la orden dominica en la ciudad de Sevilla . . . . . . . . . . . . . .

545

R AFAEL SÁNCHEZ SAUS Antigüedad, riqueza y parentesco: criterios de jerarquización de las élites concejiles del siglo XIV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

573

CRISTINA SEGURA GRAIÑO Las ordenanzas de Morón de la Frontera ¿preocupación ecológica en la Edad Media? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

585

Mª ISABEL DEL VAL VALDIVIESO El riego en los fueros castellanos medievales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

593

LUIS R AFAEL VILLEGAS DÍAZ La taberna en la Edad Media: espacio comercial, espacio social . . . . . . . .

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TRADICIONES FAMILIARES DE GUERRA SANTA. LINAJES ARISTOCRÁTICOS Y CONQUISTA FEUDAL EN LOS SIGLOS XI Y XII EN CATALUÑA, ARAGÓN Y CASTILLA

CARLOS LALIENA CORBERA Universidad de Zaragoza

I. Introducción1 Es bien sabido que la noción de reconquista encubre una colosal metanarrativa identitaria, cuyos orígenes son medievales en parte, pero que ha ido acumulando una densidad extraordinaria a lo largo de los siglos, especialmente los dos últimos, en el marco de la construcción de la nación española.2 Como categoría historiográfica, este concepto se halla profundamente influido por el conjunto de significados ideológicos y políticos inherentes a este discurso legitimador, que, en general, son de carácter bastante conservador, y tienen grandes dificultades para desvincularse de él. De este modo, para muchos historiadores esta categoría describe un factor que tiene la virtud de unificar la dinámica medieval peninsular: la exigencia asumida por las elites dirigentes de los principados y estados hispanos desde el siglo IX y, especialmente, a partir del año mil, de recuperar el territorio bajo dominio musulmán, en la convicción de que antaño perteneció a un reino unido de matriz cristiana, el de los visigodos, del cual todas se sentían en mayor o menor medida herederas. Reconquista califica, por consiguiente, un conjunto de referencias ideológicas medievales y un proceso histórico secular, la destrucción de al-Andalus. Para otros, equivale a un planteamiento, mucho más sencillo de expresar, según el cual el enfrentamiento entre las sociedades hispanocristianas feudales y las andalusíes musulmanas abarcado con ese término se integra en el seno de la expansión del occidente latino a partir del año mil. En este caso, sin embargo, parece preferible emplear la expresión «conquista feudal» para evitar confusiones sobre el punto de vista adoptado. Esta fórmula, en principio, tiene la ventaja de disminuir las connotaciones ahistóricas derivadas de esa metanarrativa que envuelven a la expresión «reconquista».3 1

2

3

Una primera versión de este trabajo fue presentada oralmente en la jornada de trabajo titulada Desenvolupaments bèl·lics al segle XII, organizada por Amancio Isla y María Bonet, a quienes agradezco su amabilidad al invitarme a participar en este coloquio. Este trabajo se inscribe en las líneas de investigación del Grupo Consolidado CEMA, financiado por el Gobierno de Aragón. La bibliografía es muy abundante, pero se puede encontrar una selección precisa y un panorama claro en este sentido en RÍOS SALOMA, M. F., «Usos políticos e historiográficos del concepto de reconquista», Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, nº 17 (2011), pp. 41-65. El perfil historiográfico de estas categorías es muy complejo. Pensemos, por ejemplo, en la importancia que conceden a la idea de «frontera» como elemento catalizador de la evolución de las sociedades hispanas numerosos hispanistas, un tema que se vincula con la (re)conquista sin superponerse exactamente en términos ideológicos. En este punto, cualquier indicación bibliográfica tiene que ser selectiva: citaré el trabajo reciente de AYALA MARTÍNEZ, C. DE., «Fernando I y la sacralización de la Reconquista», Anales de la Universidad de

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Es preciso tener en cuenta que (re)conquista es un concepto o conceptos que involucra(n) los de guerra santa y cruzada, que a su vez guardan complejas relaciones historiográficas entre sí. La guerra contra el Islam –y, en sentido amplio, contra los paganos– adquiere ribetes de sacralidad desde el siglo X, cuando menos, en toda Europa y, naturalmente, en el mundo hispánico. La gran diáspora nobiliaria a la que asiste toda la geografía europea y la intensa reforma eclesiástica durante la centuria siguiente hacen que las innovaciones ideológicas destinadas a legitimar el ethos guerrero de una aristocracia profundamente militarizada y extremadamente agresiva se difundan, entremezclen y ofrezcan soluciones locales combinadas con la absorción de los discursos más generales. La emergencia de la cruzada es uno de esos discursos generales con aplicación local, y en algunos trabajos he sostenido que la conexión entre los linajes nobiliarios de las regiones fronterizas con al-Andalus, el papado reformista y los medios sociales de la nobleza franca particularmente proclives a la emigración –de Normandía, Poitou, Champaña–, contribuyó significativamente a desarrollar esta idea, en concreto en relación con la campaña de Barbastro de 1064.4 A pesar de que las dos últimas generaciones de medievalistas españoles han intentado despojar al análisis del proceso de quiebra de al-Andalus de muchas de las excrecencias ideológicas y políticas que se le han sumado desde finales del siglo XVIII, tanto por aquellos que utilizan el concepto de reconquista como quienes prefieren el de conquista feudal, no es menos cierto que esta metanarrativa ha sido profundamente interiorizada incluso por quienes más conscientes son o somos de ella y más precauciones tomamos para establecer algún tipo de distancia con respecto a sus connotaciones actuales. De esta manera, nuestros relatos historiográficos dan excesivamente por descontado que al-Andalus estaba destinado a desaparecer por algún pecado original de las sociedades musulmanas que las hacía débiles e inestables, con instituciones orientales incapaces de repeler el avance feudal o cristiano que, inversamente, era el fruto de instituciones sociales potentes y expansivas. Esto justifica también el recurso a procedimientos narrativos donde cobran un protagonismo especial los reyes que dirigían con clarividencia las expediciones que acababan con la captura de amplios territorios andalusíes, y en los que flotan los conceptos ideológicos mencionados, la reconquista, la guerra santa, la cruzada, que se alzan como elementos organizadores del discurso, estructuras que explican lo que sucedió sin necesidad de ser explicadas.

4

Alicante. Historia Medieval, nº 17 (2011), pp. 67-115, como un ejemplo de la primera perspectiva (esp. p. 68 n. 3), que incluye además una vasta serie de referencias en esta línea. Se trata de un planteamiento coincidente con matices con el promovido por un grupo de historiadores franceses, preocupados principalmente por la vertiente más estrictamente ideológica de este concepto, entre los que se cuentan P. HENRIET, T. DESWARTE Y P. BRONISCH. Respecto a la importancia de la frontera, la obra clásica es la de MACKAY, A., La España de la Edad Media. Desde la frontera hasta el Imperio (1000-1500), Madrid, 1985 (ed. orig. 1977), que ejemplifica perfectamente el potencial de este enfoque. La perspectiva de una conquista integrada en el seno de un amplio movimiento paneuropeo, en BARTLETT, R., La formación de Europa. Conquista, colonización y cambio cultural, 950-1350, Valencia y Granada, 2003 (ed. orig. 1993). LALIENA CORBERA, C., «Encrucijadas ideológicas. Conquista feudal, cruzada y reforma de la Iglesia en el siglo XI hispánico». La reforma gregoriana y su proyección en la cristiandad occidental. Siglos XI-XII. XXXII Semana de Estudios Medievales de Estella, Pamplona, 2006, pp. 289-334 y «Guerra santa y conquista feudal en el noroeste de la Península a mediados del siglo XI: Barbastro, 1064», Cristianos y musulmanes en la Península Ibérica: la guerra, la frontera y la convivencia. XI Congreso de Estudios Medievales, León, 2009, pp. 187-218. En estos trabajos se encontrará una bibliografía amplia sobre estas cuestiones, a la que cabe añadir, PURKIS, W. J., Crusading Spirituality in the Holy Land and Iberia, c. 1095-c. 1187, Woodbridge, 2008.

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El resultado es que la inmensa violencia necesaria para llevar a cabo la aniquilación de los estados taifas andalusíes y, por ende, la desintegración de las sociedades que encuadraban, se difumina, cuando no se justifica implícitamente.5 Este artículo camina en la dirección opuesta. Pretende poner en evidencia que la conquista feudal la llevaron a cabo agentes sociales concretos, personas e instituciones que agrupaban personas, con rostros y estrategias, aunque para designarlos e identificarlos tengamos que manejar en ocasiones un determinado nivel de abstracción. Se trata de dar visibilidad a quienes, con una tenacidad sin límites y una codicia excepcional, zaparon los fundamentos de al-Andalus hasta que se derrumbó lenta pero inexorablemente. Intenta romper la plácida visión de la conquista como una sucesión de hechos de armas, más bien insignificantes, nombres y fechas en un mapa o en un relato, sin drama ni crueldad. Por el contrario, quiero en él afirmar enérgicamente que hubo gente detrás de la conquista que calculó sus posibilidades, calibró sus dificultades, asumió riesgos personales muy considerables y obtuvo beneficios sociales difíciles de imaginar. Además, y muy especialmente, tuvo que diseñar pautas culturales específicas que justificasen y legitimasen el inmenso desgaste individual y de clase que suponía mantener el alto grado de tensión provocado por la guerra contra los musulmanes. Los agentes que participaron en la conquista tienen caracterizaciones variadas y se inscriben en redes sociales complejas.6 Aquí, la falta de espacio limita las posibilidades de trazar itinerarios biográficos amplios, desarrollar estudios prosopográficos de cierto calado y desglosar el aspecto de esas redes, por lo que me ceñiré únicamente a señalar a través de un ejemplo la importancia de la transmisión en el interior de un linaje nobiliario de las obligaciones inherentes a la lucha contra el Islam, es decir, la implicación en la guerra santa como un rasgo de la identidad decisivo en un parentela nobiliaria. La elegida es la de los vizcondes de Ager, en el condado de Urgell, relativamente bien conocida, pero cuya voluntad de guerrear contra los musulmanes tiene matices exhibicionistas plasmados en declaraciones altisonantes que hacen muy visibles los aspectos que nos interesan. A continuación, examinaré algunas de estas proclamas y, paralelamente, la participación en la actividad bélica antiislámica de estos vizcondes, que permitirá comprobar la solidez de su compromiso con la guerra santa, para concluir con una reflexión general sobre el problema básico citado, la circulación de la ideología de la guerra santa en el interior de los linajes aristocráticos de los siglos XI y XII. II. Guerra santa en las marcas a mediados del siglo XI Entre Navarra y Cataluña, la frontera se extendía a mediados del siglo XI a lo largo de las serranías prepirenaicas, unas macizas formaciones montañosas que dejaban en 5

6

No es la intención del autor, pero cabe imaginar que es una lectura posible de la contraposición que establece BARTON, S., «From Tyrants to Soldiers of Christ: the nobility of twelfth-century Leon-Castile and the struggle against Islam», Nottingham Medieval Studies, 44 (2000), pp. 28-48, entre los nobles depredadores según la Historia Compostelana y los combatientes contra los almorávides en la Crónica de Alfonso VII. El contraste depende de las fuentes, y el autor se limita a mostrar las dos imágenes de la nobleza de este periodo, pero la idea de que la lucha contra el Islam es «positiva», mientras la turbulencia interna es «negativa» se encuentra implícita en su texto (como, en general, en la mayoría de quienes analizan este fenómeno europeo desde la perspectiva de la guerra santa). Este trabajo es paralelo a otro en el que analizo el problema de estas redes sociales: LALIENA CORBERA, C., «La formación de redes nobiliarias y grandes propiedades durante la conquista del Valle del Ebro en el siglo XII. El destino ejemplar de Íñigo Galíndez de Alagón (1127-1157)», Aragón en la Edad Media, 22 (2011), pp. 187-212.

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CARLOS LALIENA CORBERA

su interior un intrincado laberinto de pequeñas depresiones aisladas. La mayoría de estas cuencas había sido colonizada por grupos de nobles y campesinos cristianos en el transcurso del siglo X, pero alguna de ellas continuaba estando ocupada por fortificaciones que defendían a comunidades campesinas musulmanas. Esto sucedía sobre todo en Sobrarbe, Ribagorza y Pallars meridionales. Hacia 1030-1040, estos valles se convirtieron en objetivo de los grandes nobles catalanes, los condes de Barcelona y Urgell, pero también sus acólitos, entre los que sobresale Arnau Mir de Tost. Poco antes de 1034, Arnau se apoderó del valle de Ager, que constituyó a partir de entonces el centro de sus posesiones patrimoniales. Esta primera ofensiva fue seguida años después por nuevas expediciones, en las que Arnau figura estrechamente aliado con sus señores, los referidos condes, en las marcas ribagorzanas y urgellesas.7 Las enfáticas declaraciones que encabezan las donaciones que hace a la iglesia de Sant Pere de Ager dejan entrever una interesante alquimia en la que el orgullo por los éxitos militares se une a la expectativa de nuevas conquistas y a la convicción de la eficacia de la ayuda prestada por Dios para culminar esos logros, una amalgama ideológica que muestra la feroz determinación de este noble y de sus caballeros o castellanes. Así, en 1048 concede algunas iglesias a esta institución eclesiástica diciendo que las obtuvo: «por la mediación de Dios omnipotente, que nos confirió tanta gracia que nos las entregó de manos de los sarracenos».

Arnau Mir añade que, con el fin de merecer la salvación eterna, dona a la iglesia de Ager las iglesias con sus diezmos: «de todas las tierras y castillos que podamos adquirir, por concesión de Dios, en las zonas de España situadas entre el río Noguera y el lecho del Cinca».8

Diez años más tarde, Arnau Mir confirma la dotación de Ager diciendo que su donación debe ser: «memorial de cómo la gracia de Dios nos otorgó su misericordia, nos dio el triunfo sobre la gente pagana y puso en nuestras manos [sus] tierras, por lo cual proclamamos alabanzas [a Dios] y compensamos con grandes acciones sus beneficios, puesto que después de muchos peligros y tribulaciones hizo que obtuviéramos castillos y fortalezas de nuestros enemigos».9 7

8

9

Arnau Mir es un personaje bastante conocido aunque insuficientemente estudiado: cf. MIRET Y SANS, J., Investigación histórica sobre el vizcondado de Castellbó, con datos inéditos de los condes de Urgell y de los vizcondes de Ager, Barcelona, 1900, pp. 67-80; BONNASSIE, P., La Catalogne du milieu du Xe à la fin du XIe siècle. Croissance et mutations d’une société, Toulouse, 1975-1976, II, pp. 789-797 y ARAGUAS, PH., «Les chateaux d’Arnau Mir de Tost. Formation d’un grand domaine féodal en Catalogne au milieu du XIe siècle», 106e Congrès national des Sociétés Savantes. Les pays de la Mediterranée Occidentale au Moyen Age, Paris, 1984, pp. 61-76. Tiene cierta utilidad la recopilación documental de FITÉ I LLEVOT, F. Y GONZÁLEZ I MONTARDIT, E., Arnau Mir de Tost. Un senyor de frontera al segle XI, Lleida, 2010. La carrera de este personaje es extraordinariamente rica y está muy bien documentada, pero aquí señalaremos solamente aquellos aspectos que se relacionan con nuestro argumento central. En este sentido, los numerosos castillos de frontera poseídos en alodio o en feudo por Arnau Mir se pueden conocer con facilidad a través de esta bibliografía. CHESÉ LAPEÑA, R., Col·lecció diplomàtica de Sant Pere d’Àger fins 1198, Barcelona, 2011, nº 22 [en adelante, CDSPA.] CDSPA. nº 46 [1160.12.31].

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He citado en diversas ocasiones estas y otras vibrantes arengas de los documentos urgelleses porque me parecen muy sintomáticas de la difusión de una clara noción de guerra santa en las marcas fronterizas de esta amplia región, lo que evita repetir todas las referencias pormenorizadamente.10 Aquí quiero insistir en que muestran la decidida voluntad de Arnau Mir y su círculo vasallático de combatir a los musulmanes sin regatear esfuerzos para conseguir riquezas, nuevas tierras, dominio sobre los castillos erigidos en las fronteras, prestigio en los medios aristocráticos regionales y, al mismo tiempo, escalar posiciones en la jerarquía de los vasallos de su propio señor espiritual, del santo que Arnau Mir había elegido para que fuese su protector en el paraíso. Intentar separar las motivaciones «seculares» de las «espirituales» en la tremenda escalada de tensión bélica que se produce en el transcurso del siglo XI en este ambiente es, simplemente, una ficción historiográfica, producto de una lectura de las fuentes que privilegia las bulas papales y otros textos de carácter normativo, desarrollados dentro de las instituciones eclesiásticas con la finalidad de producir razonamientos doctrinales. Para los nobles que combatían en estas marcas, las recompensas materiales eran la auténtica confirmación del carácter sacral de la guerra que llevaban a cabo, eran la prueba misma de la legitimidad, manifestada por la aprobación divina, de la enorme violencia en la que se veían inmersos, y las generosas concesiones a las iglesias muestran que esta distinción carecía de sentido para ellos.11 Este último aspecto es importante. Arnau se convirtió en el máximo benefactor de la iglesia de Ager, dedicada a san Pedro, del mismo modo que tantos otros linajes nobiliarios escogieron monasterios o prioratos para dotarse de consistencia interna mediante unas relaciones privilegiadas con centros que custodiaban la memoria, gestionaban el patrimonio, garantizaban la liturgia y admitían a los miembros de estas parentelas en su hermandad terrenal y espiritual. Lo interesante de este caso es que Arnau Mir trasladó su fidelidad en este campo a las grandes instituciones europeas que se acogían al patronazgo de san Pedro, Roma y Cluny, mediante sucesivas donaciones de la iglesia de Ager y sus sufragáneas, una larga serie de templos fundados sobre tierras arrebatadas a los musulmanes.12 Esta adhesión a san Pedro era, a mediados del siglo XI, una declaración de principios en favor de la reforma eclesiástica, la primacía romana y la guerra santa,13 10

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LALIENA CORBERA, C., «Guerra santa y conquista feudal en el noroeste de la península a mediados del siglo XI: Barbastro, 1064», en Cristianos y musulmanes en la Península Ibérica: la guerra, la frontera y la convivencia. XI Congreso de Estudios Medievales, León, 2009, pp. 187-218 y, previamente, en Id. «Guerra sagrada y poder real en Aragón y Navarra en el transcurso del siglo XI», en DESWARTE, T. Y SÉNAC, PH., ed. Guerre, pouvoirs et idéologies dans l’Espagne chrétienne aux alentours de l’an mil, Turnhout, 2005, pp. 97-112. Y debería carecer también para nosotros, contra lo que opinan diversos historiadores británicos, como PURKIS, W. J., Crusading Spirituality, pp. 120-184, y BULL, M., Knightly Piety and Lay Response to the First Crusade. The Limousin and Gascony, c. 970-c. 1130, Oxford, 1993. CDSPA, nº 44 [1060.04.15], bula de Nicolás II en la que señala la donación efectuada por Arnau, inimicorum Dei Agarenorum aduersarium et debellatorem, una iglesia y unos bienes arrebatados a los musulmanes: de potestate paganorum et gentilitatis errore diuinitus liberatam (la iglesia de Ager). La donación a Cluny, que pretendía respetar la previamente realizada en favor de San Pedro de Roma, en BERNAD, A. Y BRUEL, A., Recueil des chartes de l’abbaye de Cluny, Paris, 1876-1903, reed. Frankfurt/Main, 1974, nº 3.409 [1066.XI.25]. RILEY-SMITH, J., «The First Crusade and St. Peter», en KEDAR, B. Z, MAYER, H. E. Y SMAIL, R. C., eds. Outremer. Studies in the history of the Crusading Kingdom of Jerusalem, Jerusalem, 1982, pp. 41-63, señala que la importancia de san Pedro como «patrón de la guerra en el nombre de la Iglesia» deja paso tras la convocatoria de la Primera Cruzada a una referencia a Cristo «como el señor a quien era debido el servicio militar», pero es evidente que hay un deslizamiento y que, en el periodo anterior a 1096, san Pedro era un santo central en la consideración de aquellos que deseaban servir con las armas al papa y, en general, a la Iglesia romana.

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pero conviene subrayar que la propensión de Arnau hacia todo ello era incluso anterior, como lo evidencia la cesión de reliquias efectuada por Oliba de Vic para la iglesia de Tost, entre las que se cuentan fragmentos de la Vera Cruz y del Santo Sepulcro, efectuada probablemente a petición de Arnau.14 La evocación jerosolimitana de estas reliquias y su temprana y todavía débil llamada a la guerra santa gana fuerza a partir de los años siguientes, a medida que cristaliza la decisión de Arnau Mir de inmiscuirse en la pugna contra los musulmanes en las marcas fronterizas. Los convenios firmados entre Arnau Mir y los condes de Urgell y Barcelona tienen un aspecto muy diferente. Lejos de enfáticas declaraciones relacionadas con la protección divina, se limitan a plasmar por escrito los acuerdos para combatir o mantener las treguas con los musulmanes y el reparto de los beneficios en forma de parias o castillos que se derivan de estas decisiones con un tono casi comercial.15 Como es lógico, Arnau Mir redistribuía entre sus hombres las riquezas obtenidas, que, en el transcurso de su existencia, fueron excepcionales, bajo forma de numerosos castillos en la frontera ribagorzana y urgellesa, así como diversas fortificaciones en feudo de los condes catalanes y del rey de Aragón. Su testamento de 1072, que detalla pormenorizadamente este enriquecimiento, evidencia también alguna de las formas que revestía la transferencia de estas inmensas ganancias. Señala, por ejemplo, que sus vasallos, que tenían prestados por él sus arreos militares –lorigas, espadas y caballos–, debían continuar disfrutando de ellos ofreciendo su fidelidad a sus nietos. Apenas es necesario añadir nada para valorar lo que suponía esta cesión de armamento pesado en la consolidación de los roles sociales de los componentes de este estrato de caballeros.16 Salvo, tal vez, para subrayar que diversos documentos posteriores indican que, además, les había entregado explotaciones agrarias a cambio de sus servicios armados.17 Este círculo de hierro creó una fortísima red de intereses en torno a la conquista y fijó vínculos vasalláticos que se mantuvieron al menos durante dos o tres generaciones entre los líderes aristocráticos y decenas de combatientes bien armados, tanto en Cataluña como en Aragón. Arnau Mir de Tost murió en 1072 y en sus últimas voluntades dividió sus posesiones entre sus nietos, los descendientes de sus hijas Ledgarda, casada con Pons Guerau, vizconde de Cabrera, y Valencia, que lo estaba con Ramón, conde de Pallars Jussà, una 14

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La carta de Oliba menciona a un Bonfill, probablemente el sacerdote que redacta documentos de Arnau al menos desde 1039 CDSPA. nº 10, 11, 19, etc. El regalo de Oliba debe ser anterior a su fallecimiento, en 1046. La publica PUJOL I TROBAU, P., «El reliquiari de Tost», Miscellania Puig-Cadafalch: recull d’estudis d’arqueología, d’història del art i d’història oferts a Joan Puig i Cadafalch, Barcelona, 1947-1951, p. 347. Cf. FITÉ I LLEVOT, F., «Arnau Mir de Tost i el culte a les relíquies: un exponent pirinec en la promoció dels santuaris», Urgellia, 16 (2006-2007), pp. 511-549. CDSPA, nº 30 [1051.XI.5]: el conde de Barcelona señala que dará la mitad de la paria de Balaguer a Arnau Mir; 39 [1058.VIII.10]: acuerdo semejante con el conde de Urgell; 41 [1059.X.17]; 42 [1059.X.17]: pactos con el conde de Urgell. CDSPA, nº 99: loricas autem supradictas et spatas et equos, quos et quas abeo comendatas, ita abeant mei homines quibus ego comendaui per meos nepotes et per meam filiam qui tenuerint ipsum castrum de Mamagastro et de Ager sicut odie habent per me. En 1051 (CDSPA, nº 30), Ramon Berenguer I cede el castillo de Camarasa como feudo a Arnau Mir, con nueve hostelitatis (casas y explotaciones) que fueron de musulmanes y cada año 430 mancusos de oro per stabliment de cauallarios que stent in ipso castro. Entre otros, cf. los docs. CDSPA, nº 54 [1063.04.2], 58 [antes de 1063.06.7], 59 [antes de 1063], 79 [antes de 1067], 82 [1068.02.22], 97 [1068-1072] y 98 [1068-1072], por citar los referidos a los vasallos de Arnau Mir que le juran fidelidad y reciben donaciones suyas. Destaca la efectuada en 1071, cuando Arnau Pere de Ponts se hace hombre suyo a cambio de mil sueldos o veinte onzas de oro y el compromiso de recibir cada año cien mancusos de oro hasta que Arnau Mir de Tost pudiera darle cien modios de tierra: nº 96.

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herencia que, además, contemplaba la persistencia de los lazos vasalláticos anudados con los condes de Urgell, Pallars y Barcelona y el rey de Aragón. Los dos descendientes de Arnau eran muy jóvenes en esta fecha, de manera que durante los dos decenios siguientes actuaron bajo la tutela de sus respectivos padres. En lo que nos concierne aquí, la recreación de la identidad de linaje por la vía de la memoria asociada a la guerra santa, podemos descartar a los sucesores de Arnau en Pallars, puesto que el poderoso recuerdo de este antepasado y las obligaciones que creaba su estrecha vinculación con san Pedro, como un santo patrono al cual la fidelidad se manifestaba mediante la participación en la lucha contra los musulmanes, se concretó en los vizcondes de Girona, los Cabrera. III. Ruptura genealógica y continuidad en la identidad del linaje vizcondal Amat de Cabrera y sus descendientes, que adoptan enseguida los nombres epónimos de Pons y Guerau, emergen en el medio aristocrático catalán coetáneamente con Arnau Mir, es decir, a principios del siglo XI, y relativamente pronto se asientan en el círculo próximo a los condes de Barcelona, a los que prestan homenaje en varias ocasiones a partir de la década de 1050.18 Dos observaciones cabe hacer en este punto: en primer lugar, tanto Pons Guerau (c. 1050-c. 1095) como Guerau Pons (c. 1095-1131) participan como vizcondes de Girona en las grandes curias de los condes barceloneses y tienen una presencia muy relevante en su entorno; y, en segundo término, nada indica que la guerra santa fuera un aspecto significativo en sus comportamientos de linaje. El espacio social y político en el que se mueven hasta los años 1080 es el de los condados septentrionales y las disputas locales en ese ambiente. Solo después de asumir la herencia de Arnau Mir se comprueba, en particular en lo que atañe a su nieto, Guerau Pons, que la lucha contra el Islam pasa al primer plano de la concepción de sí mismos que tenían los miembros de este linaje, de las exigencias que se autoimponían como parte decisiva de su proyección social. Una donación a la catedral de Roda en julio de 1093, que incluye el castillo de Castillonroy y una almunia, recupera claramente las motivaciones que los documentos de Arnau Mir manifestaban casi medio siglo antes: se trata de una fortificación: «que Dios nos entregó de manos de los paganos y lo adquirí(mos) de su potestad».19

Dos años antes, Guerau Pons había cedido a Santa María de Solsona junto con Ermengol IV de Urgell la iglesia del castillo de Gerb, con sus diezmos y primicias, al igual que tierras y otros bienes, así como la primicia (el trigésimo): «de lo que dan los castillos de (Sant) Llorenç, Castelló y Albesa, y de todos los castillos que ahora dan o en el futuro darán diezmos al castillo de Gerb, [y] que ahora están bajo el dominio de los

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COLL I CASTANYER, J., «Els vescomtes de Girona», Annals del Institut d’Estudis Gironins, 30 (1988-1989), pp. 39-98 ofrece numerosas noticias poco estructuradas, al igual que J. Miret y Sans, Investigación histórica, pp. 81-98. GRAU QUIROGA, N., Roda de Isábena en los siglos X-XIII. La documentación episcopal y del cabildo catedralicio, Zaragoza, 2010, nº 75.

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paganos (...) Y cuando sea la voluntad de Dios que los citados castillos sean entregados al poder de los cristianos» pasarán a poder de la iglesia celsonense todas las iglesias con sus correspondientes rentas.20 En las mismas fechas, mostró su devoción a san Pedro al atribuir a San Pere de Ager iglesias, diezmos y posesiones en algunos lugares cercanos a Tamarite de Litera, en la Ribagorza meridional, dominios de los que dice que le llegaron «por la generosidad del Padre altísimo».21 Es cierto, no obstante, que estos años asisten a un recrudecimiento de las ofensivas feudales, tras un cuarto de siglo de paréntesis consecuencia de la fallida campaña de Barbastro. Estos ataques fueron dirigidos por los reyes de Aragón, Sancho Ramírez y Pedro I, lo que incitó a Guerau Pons a ratificar con ellos los lazos vasalláticos, que se remontaban a la época de su abuelo.22 La apuesta crucial en este momento para aragoneses y catalanes la constituía el asalto definitivo a Balaguer, una pequeña pero bien defendida ciudad andalusí al norte de Lérida, clave para el control de las marcas que se extendían desde Barcelona hasta Barbastro. Así, en enero de 1098, Ermengol IV de Urgell acordó con Guerau Pons, calificado de vizconde de Ager y, por tanto, deliberadamente inserto en el linaje de Arnau Mir con cierta preferencia al de Cabrera, cederle la cuarta parte de Balaguer y los castillos de Gerb y Albesa como alodio y el resto en calidad de feudo «cuando nos la dé Dios», con la mitad de las casas de la Zuda de Balaguer «para que en ellas [Guerau Pons] pueda establecer a sus hombres». El botín previsto incluía las torres, muros, puertas, casas, baños, hornos, mercados, tiendas, lezdas, diezmos, «naves», molinos y alhóndigas, más una cuarta parte de la huerta, de los yermos y de las almunias, con la misma proporción de los derechos judiciales y las rentas que pagasen en el futuro los nuevos pobladores.23 Una promesa excepcional, sin duda. Pocos años después, todavía antes de la conquista efectiva de la ciudad y en previsión de ella, Guerau Pons concede una larga lista de iglesias a San Pere de Ager, entre las que incluye la capilla de la Zuda de Balaguer, repitiendo casi textualmente los exordios de su antepasado en documentos semejantes: «estas iglesias [las] arrebaté a los paganos, junto con otras iglesias que dios me otorgó de los paganos...», de nuevo resuenan los ecos de las victorias «sobre la gente de los sarracenos» y de la gratitud debida a la providencia divina, probablemente cuñas introducidas por los clérigos agerenses que redactaban los textos y tenían a su alcance los pergaminos de Arnau Mir en los que podían inspirarse, pero al mismo tiempo piezas retóricas destinadas a estimular el celo de los miembros de este linaje y sus caballeros. Los acuerdos vasalláticos que ligaban a Guerau Pons con Pedro I se truncan o, al menos, no tienen una clara continuidad, en tiempos de Alfonso el Batallador. La razón no está clara, pero con toda probabilidad es consecuencia de los reajustes de alianzas que se producen en torno a la conquista de Balaguer en junio de 1105. En este periodo 20

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BACH A., ed. «Els documents, del segle XI, de l’Arxiu Capitular de Solsona», Urgellia, 13 (1996-1997), nº 314 [1091.10.29]. En concreto, Guerau Pons dona a la iglesia de Solsona la mitad de los diezmos de su dominicatura, sus propiedades señoriales en esta localidad, y confirma el donativo de su señor, el conde. La donación es más extensa, pero este fragmento es el que nos interesa desde el punto de vista de este trabajo. CDSPA, nº. 148 [1091.02.3]. La condición vasallática de Guerau Pons se comprueba en MIQUEL ROSELL, F., ed. Liber Feudorum Maior, Barcelona, 1945, nº 129 [datable entre 1075-1094, debe estar próximo a esta última fecha]. CDSPA. nº 171 [1098.01.18]. La Zuda era la alcazaba fortificada de la ciudad.

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gobernaba Urgell el conde castellano Pedro Ansúrez, tutor de Ermengol VI, que intentó pactar por separado con Ramón Berenguer III y con Alfonso I sendos convenios que tenían como contrapartida de la ayuda militar la entrega de la Zuda de la ciudad.24 En el caso aragonés, además, Pedro Ansúrez ofrecía la capilla de este núcleo fortificado al obispo de Huesca, un hombre muy cercano a Alfonso el Batallador.25 Sin embargo, en cuestión de semanas o como máximo, meses, este juego a dos bandas, cuyo sentido es difícil de percibir, pero que quizá se explique porque Pedro Ansúrez necesitaba neutralizar a los poderosos vecinos que podían obstaculizar la conquista de Balaguer, se vino abajo, en perjuicio del rey de Aragón. El máximo beneficiario fue Guerau Pons, que participó activamente en el asedio y consiguió la mitad de la ciudad, de modo que en abril de 1106 instalaba o preveía instalar ya a sus hombres en la Zuda.26 Ahora bien, este éxito se tradujo probablemente en la firme enemistad de Alfonso I, con el resultado de la exclusión de Guerau Pons de los beneficios derivados de la ocupación del Valle del Ebro.27 En este sentido, el arrogante planteamiento del vizconde en 1108, cuando dona a Sant Pere de Ager: «todas las iglesias que se hallen en nuestro territorio de conquista (aprisione) en España, desde el Segre hasta el Cinca [...] que nosotros o nuestra descendencia podamos arrancar a la potestad de los sarracenos», devino impracticable desde el momento en que Alfonso se erigió en «emperador de España» y vértice de toda la política peninsular al año siguiente.28 A ello se suma el endurecimiento de la resistencia musulmana por efecto de la presencia almorávide, de manera que únicamente en 1116 Guerau estaba en condiciones de regocijarse con la toma de Os de Balaguer, «un maligno castillo» lleno de los «hijos de los agarenos», «gente malvada» que había sido destruida.29 Pero Os de Balaguer era un pequeño pueblo y su caída no auguraba en modo alguno la continuidad de la expansión a corto plazo en esta zona. En definitiva, la frontera del Ebro se había transformado en una barrera insalvable para este linaje, siempre ansioso de «adquirir [tierras] en las regiones de los sarracenos». La opción alternativa cristalizó un decenio más tarde, cuando Alfonso VII accedió al poder e inició una política de prestigio que, desde 1133, incluyó expediciones contra al-Andalus.30 En noviembre de 1127, el monarca se había casado con Berenguela, hija de Ramón Berenguer III, y, por tanto, había establecido amplios contactos con el

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MIQUEL ROSELL, F., Liber Feudorum Maior, nº 159 [1105.11.5]; LEMA PUEYO, J. A., Colección Diplomática de Alfonso I de Aragón y Pamplona (1104-1134), San Sebastián, 1990, nº 16 [1105-1106]. Sobre la toma de Balaguer: BERTRAN, P., «El comtat d’Urgell i la conquesta de Balaguer», en SABATÉ, F., ed. Balaguer, 1105: cruïlla de civilitzacions, Lleida, 2007, pp. 161-176. DURÁN GUDIOL, A., Colección Diplomática de la Catedral de Huesca, I, Zaragoza, 1965, nº 98 [1106]. El asentamiento de pageses y caualleros, CDSPA, nº 196 [1106.04.13]. La donación de la capilla de la Zuda se hizo efectiva en 1107: CDSPA, nº 200. La capitulación de la ciudad tuvo lugar aparentemente a finales de mayo, según una concesión hecha a Santa María de Solsona: BACH RIU, A., Diplomatari de l’Arxiu Diocesà de Solsona (1101-1200), Barcelona, 2002, nº 47. A finales de 1106, el conde Pedro Ansúrez y su nieto Ermengol hicieron a esta iglesia una donación funeraria por el alma de su yerno y padre respectivo, dándole el castillo de Gerb, entre otras cosas, para que istius puer Ermengaudis minoris, quatenus Orbis Factor tribuat ei victoriam super paganos: BACH RIU, A., Diplomatari nº 50. Guerau Pons no figura entre los beneficiarios de los repartos en Zaragoza o en otros lugares de la región, que sepamos. LEMA PUEYO, J. A., Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134), Gijón, 2008. CDSPA. nº 229. REILLY, B. F., The Kingdom of León-Castilla under the King Alfonso VII, 1126-1157, Philadelphia, 1998.

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ambiente nobiliario catalán.31 No es sorprendente que Pons Guerau, el primogénito del vizconde Guerau Pons (fallecido en 1132), decidiera cambiar de aires y probar suerte en las regiones occidentales.32 IV. Combatir al Islam en Castilla-León La carrera en León de Pons Guerau o Pons de Cabrera es bien conocida, gracias a los estudios de Simon Barton y Bernard F. Reilly, lo que nos evita entrar en detalles, puesto que, en este punto, lo que nos interesa es subrayar que la resolución adoptada por este noble es plenamente congruente con las tradiciones del linaje y que, probablemente, tienen menos que ver con la voluntad de buscar fortuna –Pons recibe el grueso de los dominios familiares, castillos, rentas y tierras, en Girona, Urgell y Ribagorza y, por tanto, estaba lejos de ser un exilado que aspiraba a construirse un señorío a punta de espada–, que con la decidida vocación de intervenir en la guerra contra el Islam.33 Figura por primera vez a finales de 1128, como imperante en Ulver, actualmente Cornatel, un castillo del Bierzo leonés, y reaparece en esta comarca en marzo de 1132, después de haber asistido a los últimos momentos de la vida de su padre y haber participado en los subsiguientes acuerdos hereditarios.34 Entre ellos, merece la pena destacar que el testamento de su padre preveía la tenencia en feudo de varios castillos en nombre de Pons Guerau por parte de su hermano Ferrer, un personaje que, al parecer, alternó su nombre original con el de Guerau, el característico del linaje, en el marco de un arreglo por el cual el primogénito era libre de actuar en Castilla-León mientras el segundón asumía, al menos en parte, los deberes familiares en tierras catalanas.35 Pons Guerau o Pons de Cabrera figura regularmente desde 1135 en la corte leonesa, donde desarrolla con el título condal una exitosa carrera de cerca de treinta años al servicio de Alfonso VII y Fernando II, paralela a la de Ermengol VI de Urgell que, además, fue durante algún tiempo su cuñado.36 La trayectoria de Ermengol se centra alrededor 31 32

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REILLY, B. F., The Kingdom of León-Castilla, p. 20. El testamento de Guerau Pons, en CDSPA, nº 267 [1131.06.4] y su apertura en nº 274 [1132.03.12]. Pons de Cabrera, su hijo, confirma un documento de Ramón Berenguer III en agosto de 1126: BAIGES, I. J, FELIU, G. Y SALRACH, J. M., dirs. Els pergamins de l’Arxiu Comtal de Barcelona, de Ramón Berenguer II a Ramón Berenguer IV, 2, Barcelona, 2010, nº 586. BARTON, S., «Two Catalan magnates in the courts of the kings of León-Castile: the careers of Ponce de Cabrera and Ponce de Minerva re-examined», en Journal of Medieval History, 18 (1992), pp. 233-266; Id. «Comes et maiordomus imperatoris: Más apuntes sobre la vida del conde Ponce Giraldo de Cabrera», en Anales de la Real Academia de Heráldica y Genealogía Matritense, vol. 3, 1994-1995, pp. 9-20; Id. The aristocracy in twelfth-century León and Castile, Cambridge, 1997, pp. 284-285; B. F. Reilly, The Kingdom, esp. pp. 165-166; E. Fernández-Xesta y Vázquez, Un magnate catalán en la corte de Alfonso VII: Comes Poncius de Cabrera, princeps Çemore, Madrid, 1991; P. Martínez Sopena, La Tierra de Campos Occidental. Poblamiento, poder y comunidad del siglo X al XIII, Valladolid, 1985, pp. 389-391. En http://en.wikipedia.org/wiki/Ponce_Giraldo_ de_Cabrera se encuentra una biografía muy precisa y bien documentada que resume la bibliografía anterior (consultado 3.01.2013). Confirma documentos de su padre, habitualmente con su hermano Ferrer Guerau: CDSPA, nº 253 [1124.09.10], 262 [1130.11.23], 264 [antes 1131.05.31], 265 [1131.05.31], 266 [1131.06.1], 267 [1131.06.4], 270 [1131.08.5]. Las noticias sobre su actividad en León, en S. Barton, «Two magnates», pp. 237-238. CDSPA, nº 264 [antes de 1131.05.31] (signum Gerallus, que uocitatur Ferrarius.) La información sobre los Cabrera en Cataluña se debilita en los años centrales del siglo y esta circunstancia obliga a trazar hipótesis sobre la genealogía a partir de unos nombres que, como se puede ver, se repiten constantemente. Cf. BARTON, S., The aristocracy, pp. 231-232; Id. «The Count, the Bishop and the Abbot: Armengol VI of Urgel and the Abbey of Valladolid», English Historical Review, 111 (1996), pp. 85-103. Ermengol estuvo casado con

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de Valladolid, mientras la de Pons disfruta de los honores de Zamora y Salamanca, pero ambos están estrechamente ligados en las décadas de 1130-1140, a juzgar por un pacto que firman en esa fecha por el cual se otorgan mutuamente plena capacidad para intervenir en los dominios patrimoniales del otro, para defender a sus respectivos herederos en los territorios catalanes y, en el caso de que estos fallecieran sin descendencia, para transferir las posesiones del linaje extinto al superviviente.37 Este convenio tiene obviamente múltiples lecturas. Partiendo de dos emigrados, muestra su interés por apoyarse recíprocamente en tierras extrañas y en medios aristocráticos que les eran necesariamente ajenos, al menos en principio, pero también por evitar los conflictos que podían suscitarse en Urgell durante su ausencia o incluso ir más allá a través del pacto de sucesión en lo que afecta a las posesiones ancestrales. Para Pons era particularmente necesario este notable acuerdo para asegurar la posición de su hijo Guerau, que con el título de vizconde, consta en el ámbito de sus señoríos catalanes a partir de la década de 1140.38 Por último, no se puede dejar de señalar que muy posiblemente Ermengol era señor feudal de Pons Guerau por varios de los castillos de la frontera ribagorzana y por la Zuda de Balaguer –desde luego, su padre lo fue, al igual que sus antepasados–, de manera que esta carta de ayuda y seguridad mutuas de características tan equilibradas supone un reconocimiento implícito del estatus que había alcanzado Pons en su doble dimensión de noble catalán y castellano-leonés. Los años de Pons Guerau de Cabrera en Castilla-León son largos e intensos, pero en este contexto nos preocupa, como he dicho, resaltar su extraordinaria vinculación con la guerra santa. En efecto, participó en todas las campañas contra al-Andalus, desde la de Colmenar de Oreja, en la zona de Toledo, de 1139, hasta la virulentísima secuencia de expediciones en Andalucía que desarrolló Alfonso VII durante el último tramo de su reinado.39 Se puede afirmar que fue esta vocación la que con toda probabilidad le permitió ascender en la jerarquía nobiliaria castellano-leonesa, en especial desde la época de la toma de Coria (1142) e instalarse definitivamente en la cúspide tras el asalto a Almería en 1147.40 De hecho, recibió la tenencia de esta ciudad, que ostentó entre esta fecha y 1153,41 un honor que constata que era uno de los magnates involucrados más a fondo en la lucha contra los musulmanes y muestra su disposición a asumir los considerables riesgos personales y de prestigio derivados de defender una plaza muy complicada en un país hostil. No es sorprendente que esta mezcla de sólida fidelidad a Alfonso VII y de fervor por la causa de la guerra santa fuera premiada por

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Arsenda, hermana de Pons Guerau, fallecida entre 1129-1132. El título de conde le fue asignado por Alfonso VII a principios de 1145: REILLY, B. F., The Kingdom, p. 163. BAIGES, I. J, FELIU, G. y SALRACH, J. M., dirs. Els pergamins, nº 686 [1135.03.5]. Pons todavía figura como vizconde en el testamento de uno de sus caballeros, Pere Exabel, en 1145 –CDSPA, nº 292–, pero en 1149 se cita ya a Guerau (o Giraldo, en la bibliografía castellana) como vizconde de Ager –nº 298–. Al año siguiente, Pere Bertrán, un caballero que quiere ir a luchar a España hace testamento y nombra albaceas al «conde» Pons y a su hijo Guerau –nº 301–, lo mismo que hace Ramón Berenguer, otro miembro del séquito vasallático de los Cabrera, en 1158 –nº 339–. El nieto de Pons de Cabrera, también llamado Pons, se hace cargo del vizcondado de Ager y Girona en los primeros años de la década de 1160 –cf. nº 384–. REILLY, B. F., The Kingdom, pp. 97-134 (1147, 1150. 1151-1152, 1152, 1155 y 1157). Sobre Colmenar de Oreja, BARTON, S., «Two Catalan Magnates», p. 243. Para la intervención en el asedio de Coria, BARTON, S., «Two Catalan Magnates», p. 241; para la expedición de Almería, ibid. p. 246 y REILLY, B. F., The Kingdom, pp. 97-100 REILLY, B. F., The Kingdom, p. 174.

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el monarca con la atribución del cargo palatino de mayordomo –desde 1145 y hasta el final del reinado–, una posición de primer plano en la confianza real.42 La percepción contemporánea de esta actitud intensamente ligada a la guerra santa viene reflejada en diversos pasajes de la Chronica Adefonsi Imperatoris, que recogen noticias adicionales sobre Pons Guerau. Así, el anónimo cronista indica que el conde auxilió a los salmantinos, repetidamente derrotados por los musulmanes, de manera que «fueron siempre con el conde Ponce y otros caudillos del emperador al territorio de los moabitas y agarenos, llevaron a cabo muchas batallas, obtuvieron el triunfo y lograron del territorio de aquéllos muchos botines».43 Pons Guerau de Cabrera se distinguió también en una confusa ofensiva ejecutada en 1146, que pretendía restablecer la autoridad de Sayf al-Dawla, un vasallo musulmán del Emperador, en el Alto Guadalquivir. Se trata de una empresa que acabó con un enfrentamiento abierto entre los nobles cristianos que comandaban la hueste y el propio Sayf al-Dawla, que culminó con la muerte de éste, al parecer en contra de los deseos de Alfonso VII y, probablemente, de cualquier razonamiento estratégico válido. Sin embargo, este episodio constituye, en mi opinión, una muestra del enconamiento que estaba adquiriendo el enfrentamiento con los musulmanes, que ya no respetaba ni siquiera a los aliados.44 Finalmente, hay que referirse al Poema de Almería, que le dedica una veintena de laudatorios versos donde le compara con los grandes héroes de la Biblia y la Ilíada, con una serie de tópicos que tienen todo el aspecto de ser convencionales, excepto en los últimos versos de la estrofa, donde el anónimo poeta afirma: «Pontius hic consul fieri gliscit magis exul Tempore bellandi quam linquat ense potiri. Pro merito tali semper placet imperatori: Pro uicis bellis ditatur munere regis Omniaque regna domitat uirtute superna.»45

Es decir, el conde Pons prefiere el exilio a dejar de esgrimir la espada en tiempo de guerra, un servicio que complace siempre al Emperador que le recompensa enriqueciéndole por sus victorias en las guerras, de forma que domina en todos los reinos con máximo valor.46 Aparte de la referencia a las donaciones realizadas por Alfonso VII, me parece interesante la alusión al destierro vinculado al deseo de participar en las contien42 43

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REILLY, B. F., The Kingdom, pp. 162-163. MAYA SÁNCHEZ, A., ed. Chronica Adefonsi Imperatoris, II, 29, en Chronica Hispana Saeculi XII, ed. FALQUE E., GIL, J Y MAYA A., TURNHOUT, 1990, p. 209. La traducción de este fragmento es de PÉREZ GONZÁLEZ, M., Crónica del Emperador Alfonso VII. Introducción, traducción, notas e índices, León, 1997. p. 104. Sobre esta crónica y el Poema de Almería, que se menciona a continuación, véase en su momento la publicación anunciada en e-Spania del Coloquio La Chronica Adefonsi Imperatoris y la Historia Roderici: dos crónicas particulares en el siglo XII, coord. por A. ESCOBAR (a quien agradezco sus indicaciones), A. MONTANER y G. MARTIN. MAYA SÁNCHEZ, A., ed. Chronica Adefonsi Imperatoris, II, 95-98, pp. 241-243; REILLY, B. F., The Kingdom, p. 87. GIL, J., ed. Prefatio de Almaria, en Chronica Hispana Saeculi XII, pp. 253-267, v. 194-198. La traducción que hago no es literal. Pérez González M. traduce: «este gran señor Ponce prefiere más ser desterrado/ que en tiempo de guerra dejar de blandir la espada. / Por tal servicio agrada siempre al emperador: / se enriquece con el favor del rey por las guerras victoriosas/ y domina todos los reinos con supremo valor»: Crónica del Emperador Alfonso VII, p. 137. Véanse los comentarios de BARTON S., «The ‘Discovery of Aristocracy» in Twelfth Century Spain: Portrait of the Secular Élite in the Poem of Almería», Bulletin of Hispanic Studies, 83 (2006), pp. 453-468.

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TRADICIONES FAMILIARES DE GUERRA SANTA

das que implícitamente se entiende que son las que enfrentan a los cristianos con los musulmanes. Destierro no tiene probablemente un sentido técnico, sino emocional, y es una expresión usada para sugerir que el conde había abandonado su hogar para acudir a la llamada de la incandescente guerra contra el Islam en las filas de los vasallos del monarca. Lo mismo sucede con la nota final, la alabanza de la valentía de Pons, que le facilitaba la posibilidad de ser señor en distintos reinos, en la que tal vez haya que ver una velada mención a la preservación de los lazos con los dominios catalanes al mismo tiempo que incrementaba los leoneses. La división del reino a la muerte de Alfonso VII, en 1157, provocó cambios notables en la posición de Pons Guerau, que han sido examinados por Simon Barton y, en lo que atañe a sus descendientes en León, por Pascual Martínez Sopena, sin que sea necesario llevar este análisis más lejos en el tiempo, puesto que la idea central, la existencia de patrones culturales insertos en las tradiciones familiares que propiciaban la dedicación a la guerra santa o guerra contra el Islam, me parece suficientemente probada.47 V. Tradiciones militares Durante más de un siglo, una familia aristocrática catalana dedica un esfuerzo denodado a luchar contra los musulmanes, primero en un escenario relativamente local, la Baja Ribagorza y las marcas de Urgell, y después en un ámbito muy diferente, las inmensas fronteras del Tajo y el corazón de Andalucía. He pretendido subrayar que los miembros de este linaje hicieron suya una tradición forjada en tiempos de Arnau Mir de Tost que les asociaba a la guerra santa. Un Arnau Mir que se mantuvo siempre como un referente esencial en la memoria del linaje, como lo demuestra el hecho de que, en 1116, el vizconde Guerau Pons (I) recordase «todo lo adquirido en las tierras de los sarracenos» por su abuelo, el citado Arnau Mir, mientras confirmaba los extensos beneficios que había otorgado su antecesor a los canónigos agerenses.48 Muchos años después, en 1153, Guerau Pons (II), que se denomina vizconde de Ager en el documento, llega a un acuerdo con Sant Pere de Ager sobre la torre de Cugul, y señala: «que me llegó por donación hecha a mi abuelo, don Pons Guerau, por don Arnau Mir [de Tost], en tiempos de la conquista de los sarracenos».49

Como se puede observar, más allá de la presunta ruptura genealógica derivada de la desaparición de los hijos varones de Arnau Mir y la sustitución al frente de sus dominios de los vizcondes de Girona, los Cabrera –que nunca renunciaron a su nombre ni a su encaje en la esfera de los condes de Barcelona–, es preciso subrayar que asumieron un legado inmaterial juntamente con los castillos y tierras proveniente de su antepasado urgellés. Un legado moral que incluía la exigencia de combatir sin tregua a los musulmanes, un deber inextinguible que se actualizaba generación tras generación, llevando

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Cf. nota 33 con las referencias a los trabajos de S. BARTON y P. MARTÍNEZ SOPENA. CDSPA, nº 232. El documento copia alguna de las fórmulas de las donaciones de la época de Arnau Mir, y puede estar retocado. CDSPA, nº 311.

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incluso a arrostrar un cambio de escenario geográfico, político y social de primera magnitud, como fue el movimiento hacia el mundo castellanoleonés. La guerra santa así entendida formaba parte, si mi hipótesis es correcta, de los valores que eran inculcados a los miembros de esta parentela como una forma de identificar a sus componentes y distinguirla de otras. En efecto, si bien no cabe duda de que la inmensa mayoría de los nobles se veían constreñidos en un momento u otro a participar en expediciones militares en al-Andalus, especialmente cuando eran convocadas por los soberanos y requerían una movilización amplia, no es menos cierto que no todos los linajes nobiliarios experimentaban con la misma exigencia el requerimiento de combatir a los musulmanes. Esta exigencia era patrimonio de un puñado de linajes y sus vasallos, que encontraban allí un soporte decisivo para su integración y cohesión, un recurso fundamental para acaparar capital simbólico en un medio en el que el prestigio y el honor eran factores decisivos para la configuración de las posiciones de clase. Esta idea no es absolutamente original: Jonathan Riley-Smith señaló hace unos años, tras examinar una exhaustiva prosopografía de los primeros cruzados, que muchos de ellos tomaban la cruz espoleados por predicaciones que utilizaban todos los medios para crear una «histeria religiosa». Pero, añade: «un ethos colectivo, condicionado por tradiciones y convenciones internas, puede hallarse incluso tras decisiones espontáneas [...] Muchos primeros cruzados se insertan en ciertos grupos afines. La razón más probable parece ser que algunas familias estaban predispuestas de diversas maneras para responder favorablemente a la llamada para tomar la cruz».50

Estoy convencido de que esta intuición de Jonathan Riley-Smith es sustancialmente correcta y que explica, en el modo que he intentado desarrollar, el comportamiento extraordinariamente agresivo de algunas parentelas nobiliarias, tanto peninsulares como francas,51 durante el periodo en que se concreta la cruzada en tanto que fenómeno social a gran escala en la evolución de las aristocracias europeas. Permite, sobre todo, despejar las generalizaciones macrosociales –«reconquista», «repoblación»– y los actores genéricos –los reyes, en particular– para asignar un nombre y un rostro precisos a los debeladores de al-Andalus.

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RILEY-SMITH, J., The First Crusaders, 1095-1131, Cambridge, 1997, pp. 21-22. Este autor señala que estas decisiones personales entraban a continuación en una lógica colectiva, dominada por el soporte de grupos (familiares) y grupos interrelacionados (vía señores/vasallos). LALIENA CORBERA, C., «Larga stipendia et optima praedia. Les nobles francos en Aragon au service d’Alphonse le Batailleur», Annales du Midi, 230 (2000), pp. 149-169.

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