Tradición constructiva con tapial en las faldas orientales del Iztaccíhuatl

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Descripción

palapa | issn: 1870-7483 | vol. i i| núm. 1 [15] tercera época | pp. 68-81 | enero-junio de 2014

Tradición constructiva con tapial en las faldas orientales del Iztaccíhuatl Rammed earth built tradition in the east foothills of the Iztaccihuatl Luis Guerrero1

Recibido: 24/12/12| dictaminado: 05/03/13 | aceptado: 02/05/13

Resumen

Abstract1

La edificación con tierra tuvo una amplia difusión en México desde tiempos remotos, predominando el uso del adobe, el bajareque y el barro modelado. Durante la época prehispánica el manejo del sistema de tierra compactada se restringió a la construcción del núcleo de algunos basamentos, pero no se han identificado muros realizados con la técnica conocida como tapial. En este territorio existen templos, conventos, haciendas, cementerios y gran cantidad de viviendas con muros de tierra apisonada, que perviven a pesar de las condiciones sísmicas y climatológicas locales. En este texto se exponen los avances en la caracterización de los materiales y sistemas constructivos de las estructuras patrimoniales de tapial, localizadas específicamente en las faldas orientales de la Sierra Nevada, como base para su valoración y conservación. La investigación incluye datos de inmuebles de diferentes épocas, composición de la materia prima, problemas de deterioro e información etnográfica derivada de entrevistas realizadas a algunos constructores vernáculos.

Earthen architecture was widespread in Mexico since ancient times, with a predominance of the use of the adobe, bajareque and cob. During the Pre-Columbian era compressed earth was restricted to build the core of some basements but walls made with the technique known as rammed earth have not identified. There are temples, convents, haciendas, cemeteries and a huge number of houses with rammed earth walls, which survive, despite the local climatic and seismic conditions in this territory. This article describes some advances in the characterization of materials and construction systems of the patrimonial rammed earth structures, specifically located on the eastern slopes of Sierra Nevada, as a basis for its assessment and conservation. The research includes the registration of buildings from different periods, the raw materials composition, deterioration problems and ethnographic data derived from interviews with some vernacular builders. key words | rammed earth, vernacular architecture, constructive tradition.

palabras clave | tierra compactada, arquitectura vernácula, tradición constructiva.

1 [email protected] revista de investigación científica en arquitectura journal of scientific research in architecture

Departamento de Síntesis Creativa. Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco.

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LUIS GUERRERO || Tradición constructiva con tapial en las faldas orientales del Iztaccíhuatl

Introducción La edificación con tierra cruda tuvo un profundo desarrollo en México desde la época prehispánica; destacó la generación de los sistemas constructivos de bajareque, adobe, barro modelado y tierra apisonada. Sin embargo, esta última técnica se restringió a la elaboración del núcleo de basamentos y plataformas, y aún no se han encontrado en contextos arqueológicos muros de tapial como los que se analizan en el presente artículo. En diversos textos se ha comentado que los destacados edificios que se construyeron en las Casas de los Acantilados de la Sierra de Chihuahua, así como en la zona arqueológica de Paquimé, ambos en el norte de México, fueron hechos con tapial (Calderón, 2009; González, 1995: 54) (www.sitiosolar.com/el%20 adobe%20y%20la%20tapia.htm). Sin embargo, la ausencia de juntas verticales entre los componentes constructivos y el fuerte agrietamiento de los núcleos de los muros son indicios de que el sistema constructivo estuvo basado en el empleo de barro en estado plástico, con piedras de diferentes tamaños, bajo una técnica de modelado directo o «barro anegado» (McHenry, 1996: 124) que se conoce internacionalmente con el nombre de cob. Al respecto Gamboa (2001: 55) dice que las «construcciones del sitio son de barro modelado» y Cano explica que «los muros se construían mediante un sistema de cajones. En moldes de madera se vertía lodo sin material orgánico, que era apisonado por los propios constructores. El exterior se recubría con aplanados de arena, cal y polvo de conchas de ostión, y posteriormente se pintaba con minerales azules, verdes y rosas» (Cano, 2001: 84) (figura 1). Aunque efectivamente es posible que se usaran moldes para la conformación de muros, el nivel de humedad de la tierra no permitía su compactación, por lo que la técnica no corresponde a la lógica constructiva del tapial sino que estaría emparentada con el procedimiento al que en algunos textos (Doat, 1996: 103) se denomina «hormigón de tierra estabilizada (HTE)», que es muy similar al concreto colado pero en vez de

figura 1. Los patrones de fisuración del núcleo de los muros arqueológicos hacen suponer que la tierra que se usó para la construcción estaba muy húmeda, por lo que no corresponde al sistema de tapial. Paquimé, Chihuahua (foto: Luis Guerrero).

utilizar cemento, arena y grava se compone sólo de tierra cruda. A partir de la conquista española, en México prevaleció el empleo de las técnicas del bajareque y el adobe, perfeccionadas gracias a la fusión de las culturas constructivas europeas y los diversos conocimientos locales de las civilizaciones originarias. La arquitectura de tapial presenta diversas interrogantes, sobre todo en lo que se refiere a su nivel de desarrollo tecnológico y difusión territorial. Seguramente los conquistadores introdujeron este sistema constructivo desde el siglo xvi, como sucedió en gran parte de América Latina. Sin embargo, por razones aún no aclaradas, su evolución y expansión estuvieron acotadas técnica y geográficamente (Guerrero, 2002: 153). Sólo se encuentran ejemplos de estructuras históricas de tapial en una franja territorial que va desde la Sierra Nevada hasta el Pico de Orizaba, en el centro del país, en poblados vinculados al Camino Real que unía a la ciudad de México con el puerto de Veracruz. En estos parajes se edificaron capillas, parroquias, conventos, haciendas, cementerios y gran cantidad de viviendas tradicionales, con muros de tapial en uno o dos niveles, que perviven a pesar de las condiciones

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sísmicas y climatológicas que imperan en la región. Empero, aunque se supone que muchas de ellas corresponden a la época virreinal, no se cuenta con información suficiente para su fechamiento. Por otra parte, como se detallará en este texto, los procesos constructivos que se gestaron en la región presentan deficiencias en su dimensionamiento y desempeño estructural, en comparación con edificios de tapial derivados de la cultura constructiva europea (figura 2) y que fue llevada al resto de los dominios españoles. Estas «fallas de origen» limitaron la evolución tecnológica del sistema y en muchos casos han sido causa de problemas de deterioro de los edificios patrimoniales.

esta región, a fin de identificar sus características formales, funcionales y materiales, así como su vulnerabilidad, con el objeto de poder plantear soluciones para su salvaguardia y restauración. Además, la recuperación de los conocimientos de la edificación con tapial y su implementación en la arquitectura contemporánea permitirá resolver de manera sustentable la creciente demanda de vivienda que prevalece en este territorio, al igual que en muchas otras zonas rurales mexicanas. Medio ambiente y arquitectura

El área de estudio se localiza en las laderas orientales del volcán Iztaccíhuatl, en la parte central de la Sierra Nevada de México, en donde se presentan diversas soluciones constructivas con tierra derivadas de múltiples influencias culturales que concurrieron a lo largo de su historia. Entre las evidencias del uso ancestral de la tierra cruda, destaca la zona arqueológica de Cacaxtla, reconocida a nivel internacional por sus invaluables pinturas murales. Asimismo, en la región se localiza la pirámide ! de Cholula, uno de los basamentos más grandes del mundo, cuyo núcleo fue construido totalmente con figura 2. La tradición constructiva europea con tapial emplea adobe. El volcán Iztaccíhuatl con sus 5 mil 286 metros de albloques de desarrollo horizontal que se colocan siguiendo la lógica tura constituye la sexta elevación en América del Norte de traslape de toda mampostería, cimentados sobre zócalos de piey la tercera montaña más alta de la república mexicadra. Vivienda histórica en Dolomieu, Francia (foto: L. Guerrero). na, después del Pico de Orizaba y el Popocatépetl. Su Así, a pesar de los evidentes valores históricos de nombre proviene de la raíz náhuatl iztac, que significa estas estructuras, muchas han sido abandonadas o des«blanco» o «blanca» y cihuatl, «mujer». Su silueta truidas para ser reemplazadas por edificios realizados asemeja el perfil de una mujer dormida. con materiales industrializados, los cuales gozan de Está situado a 64 km de la ciudad de México y a 48 de mayor prestigio y aceptación social. Las comunidades la ciudad de Puebla. Posee una forma alargada con un locales consideran que los inmuebles construidos con desarrollo orientado de norte a sur y separa a los estados tierra cruda son un símbolo de pobreza y atraso, por de México y Puebla en sus laderas oriente y poniente, lo que se están perdiendo a gran velocidad (Guerrero, respectivamente (figura 3). 2011: 10). El impacto de los vientos cálidos provenientes del Por esta razón resulta impostergable el estudio y doGolfo de México, con la extensa longitud del edificio cumentación de la cultura constructiva con tapial en volcánico –cerca de 15 km– ha permitido el desarrollo 70

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de condiciones geográficas de notable diversidad. Arriba de los 4,000 msnm, se presenta un paisaje de tipo alpino con vegetación de páramos de altura (SánchezGonzález, 2003: 48). Entre los 2,900 y 4,000 metros de altitud se localiza la zona de bosque de coníferas y, bajo estas cotas y hasta llegar a los 2,400 msnm, se ubica el área de estudio.

figura 3. A pesar de la ausencia de cimientos y la falta de mantenimiento, la barda de tapial que se observa en primer plano se conserva gracias a la calidad de la materia prima local. Calle de Calpan, Puebla, que remata visualmente con el volcán Iztaccíhuatl (foto: L. Guerrero).

La región se encuentra en una zona de alta sismicidad y es especialmente vulnerable por su cercanía al volcán Popocatépetl, cuya actividad se manifiesta de forma cíclica con explosiones intermitentes, la exhalación de densas fumarolas de vapor y cenizas, además de constantes tremores que normalmente suelen ser de mediana fuerza. Aunque se trata de una región de bosques de pinos, encinos y cipreses, desde hace milenios ha sido ocupada por asentamientos humanos dedicados a actividades agrícolas, por lo que la vegetación nativa ha sido notablemente perturbada. La subsistencia actual de los pobladores se basa en el cultivo de árboles frutales, además del maíz y frijol que

desde tiempos prehispánicos siguen siendo la base de la alimentación de los campesinos, como sucede en el resto de la república mexicana. La red hidrológica cubre toda la zona gracias al deshielo permanente de los volcanes. En la época de lluvias aumentan considerablemente los escurrimientos y se forman innumerables arroyos que atávicamente han sido canalizados para el riego. El clima es templado subhúmedo. La temperatura media anual es de 14°C; enero es el mes más frío con 2.4°C en promedio, aunque durante varios días entre diciembre y febrero se registran temperaturas bajo cero. Los meses más calurosos suelen ser abril y mayo, con 28°C en promedio. La época de lluvias va de mayo a octubre. La precipitación anual aproximada es de 935 milímetros; junio, julio y agosto son los meses más lluviosos con un promedio mensual de hasta 333 mm. En cambio, diciembre, enero y febrero son los meses más secos con un promedio de tan solo 6.7 mm de agua (www.emexico.gob.mx/ work/EMM_1/Puebla). ! Esta información toma relevancia cuando se vincula con los rasgos materiales y formales de la vivienda histórica y vernácula regional. El uso de la tierra, el espesor de los muros, la ocupación del terreno, la escasez de ventanas y las pendientes de las cubiertas, entre otros rasgos tipológicos, obedecen a la necesidad de protección climática. Aunque gran parte del año y durante varias horas del día las condiciones ambientales se encuentran dentro de rangos de confort higrotérmico, a veces las temperaturas resultan extremosas. Sin embargo, gracias al uso de la tierra como material constructivo de muros y pisos, la masividad y el retardo térmico, asociados al intercambio cotidiano de vapor de agua que realizan las arcillas, la temperatura y humedad de los espacios interiores se mantiene estable. Asimismo, las cubiertas de una sola vertiente están recubiertas con tejas que protegen los muros del impacto directo de la lluvia que, aunque no es abundante a lo largo del año, cuando se presenta adquiere condiciones torrenciales y casi siempre está acompañada de granizo (figura 4).

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figura 4. Vista lateral de una vivienda en la que se observa la

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manera en que los tapiales son tallados para darles la inclinación necesaria para recibir la cubierta de teja soportada por vigas de madera (foto: L. Guerrero).

Los techos tienen su pendiente hacia el interior de los predios y cuentan con aleros que generan espacios sombreados de transición entre los patios y las habitaciones. Bajo esos aleros se desarrolla parte importante del trabajo cotidiano, así como las relaciones familiares y sociales de los moradores. Es raro encontrar divisiones interiores en los locales, pero cuando las hay, los muros son de adobe con una altura que normalmente no llega a la cubierta, por lo que no funcionan como apoyos. Como las plantas arquitectónicas son sensiblemente rectangulares, los muros correspondientes a los lados cortos no cargan al techo sino que las vigas se distribuyen de forma regular sobre los muros de los paños largos del rectángulo. Estas vigas se insertan directamente en mechinales que son tallados en los cabezales de los muros de tapial. La arquitectura regional es básicamente introvertida y de un solo nivel. Las fachadas son sumamente sencillas y en raras ocasiones se presentan ventanas que abran a la calle. La iluminación y ventilación de las áreas habitables se genera desde el interior de los predios en los que los patios de labor, que son a la vez huerta y granja, constituyen el núcleo de las manzanas. Los espacios habitables de las viviendas son reduci72

dos y poco iluminados porque los moradores pasan la mayor parte de su vida al aire libre. Por esta razón, un rol muy destacado en la casa lo desarrollan los espacios abiertos, en torno a los cuales se ubican los locales de estancia, recámaras, cocina, lavadero, letrinas, gallinero, granero y corrales. Los escasos vanos que posee esta arquitectura tienen marcos de cantería cuando se trata de edificios más destacados, aunque en la mayor parte de las viviendas se limitan a revoques de cal y arena, decorados en relieve y pintados con motivos geométricos o vegetales. Casi ninguna vivienda vernácula tiene recubrimientos. Pero las casonas de cierta importancia, así como las capillas e iglesias, conservan restos de recubrimientos de cal y arena que les fueron colocados hace décadas, pero que en muy pocas ocasiones han recibido mantenimiento. La sorprendente calidad de la tierra de la región permitió que los paños desnudos de los muros de tapial resistieran los efectos del clima desde su edificación (figura 5). En cambio, los espacios interiores de las viviendas, edificios públicos y templos regularmente están revocados y pintados a la cal con colores claros.

figura 5. Fachada de una vivienda vernácula de tapial. Calpan, Puebla. Los muros que delimitan el espacio no poseen ventanas hacia el exterior y el único vano presente es la puerta del acceso al patio, que constituye el centro de la vida cotidiana (foto: L. Guerrero).

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La construcción de muros de tapial Como se mencionó líneas arriba, para la elaboración de muros de tapial, a diferencia de otros sistemas constructivos de tierra cruda, se requiere de poca cantidad de agua, por lo que para lograr la adecuada cohesión de las arcillas el proceso se fundamenta en la compresión mecánica del material (Easton, 1996: 147). Si la materia prima contiene un exceso de humedad no puede ser compactada adecuadamente, se adhiere al pisón impidiendo el trabajo y se generan deformaciones o fisuras al secar; pero si la tierra está demasiado seca nunca alcanzará a consolidarse por más que se compacte. Se necesita una proporción de agua suficiente para propiciar la acción aglutinante de las arcillas al tiempo que se permite el correcto desplazamiento de los limos, arenas y gravas en el interior (Doat, 1996: 25). Aunque es inapropiado hablar de «recetas» dada la notable diferencia en la composición de las tierras presentes en la naturaleza, se ha visto que un 10% de humedad resulta adecuada para obtener buenos resultados de compactación y cohesión. Se puede hacer una simple prueba durante la marcha, para determinar qué tan lista está una tierra para usarse. Primero se debe ver húmeda pero no empapada. Se debe poder apretar fácilmente, a mano, un puñado de la tierra hasta formar una bola firme. En esta prueba, una tierra con un contenido de humedad demasiado alto se sentirá pegajosa y no formará una bola firme y sólida al apretarla. Por otra parte, si hay poca presencia de humedad, la tierra no se compactará ni permanecerá ligada en absoluto. La bola de tierra exitosamente compacta será firme y sólida, no dura o pegajosa. La tierra compactada a mano se puede dejar caer sobre una superficie firme desde una distancia de aproximadamente un metro. Si la bola se rompe, el contenido de humedad es adecuado, si no, hay demasiada humedad presente (McHenry, 1996: 112).

Es conveniente que los muros se levanten sobre una cimentación de piedra asentada con morteros de barro

o de cal y arena. Esta estructura ha de sobresalir un mínimo de 30 cm el nivel de piso natural, a fin de proteger las partes bajas de los muros de las salpicaduras de la lluvia y de posibles corrientes superficiales de agua. Además, este zócalo o sobrecimiento propicia la evaporación de la humedad freática, con lo que se evita la ascensión capilar que podría debilitar la tierra de los tapiales (figura 6).

figura 6. Inicio de un muro de tapial en un taller comunitario realizado en 2011 en San Pedro Apóstol, Ocotlán, Oaxaca. La primera hilada se desplantó encima de un sobrecimiento de 50 cm de altura (foto: L. Guerrero).

Los operarios entran en la cimbra y reciben baldes o canastas con tierra, la cual extienden con los pies para proceder a compactarla por capas con ayuda de un pisón.

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La diversidad constructiva del tapial se deriva sobre todo del tipo de cimbra que se utilice y de las herramientas de apisonado. Para construir las tapias hay que valerse de un molde compuesto de dos tableros de madera, llamados tapiales, de unos 34 milímetros (dos pulgadas) de grueso, y del largo y alto que hayan de tener los cajones de tierra, cuyos tableros se sujetan a los gruesos que se quieran, por medio de dos aros compuestos cada uno de cuatro piezas; dos de madera serrada ó media alfargía, llamadas costales, colocados verticalmente a lo alto de los tableros, y que sobresalen de éstos por la parte superior, y dos varillas de hierro ó agujas, que atraviesan los costales por arriba y por abajo en sentido del espesor de la tapia. […] Armado el cajón de este modo sobre el terreno en que se trate de ejecutar la tapia, se arroja dentro de él con espuertas, la tierra bien picada y desmenuzada, que debe estar algún tanto húmeda, si bien no en exceso, porque de lo contrario se agrieta al secarse, en tongadas de unos 14 centímetros (6 pulgadas), que se apisonan con fuerza con un pisón de hierro en forma de cuña, dando los golpes cruzados y con los pies de los peones que dentro trabajan, continuando así por tongadas hasta enrasar los cantos superiores de los tableros, en cuyo caso se desarma el molde soltando primero los garrotes, quitando las agujas superiores, los costales, los cabeceros y tapiales y por último, las agujas inferiores, para después volverlo a armar a continuación, e ir formando del mismo modo todos los cajones de esta hilada y luego los de la inmediata superior (Marcos y Bausá, 1879: 171-172).

Es importante que el apisonamiento comience en los bordes del muro, al paño de la cimbra y continúe hacia su centro, pero procurando golpear en todos sentidos para lograr una presión homogénea. Después de repetir esta operación capa sobre capa hasta llenar la cimbra, esta se desarma para colocarla a continuación del bloque recién concluido a fin de conseguir una adecuada unión en las piezas. Se verifica nuevamente el plomo y nivel y se repite la operación 74

de llenado y compactación por capas, hasta cerrar el perímetro de la primera «hilada» de la construcción. En ese momento el secado del material será suficiente como para que soporte el peso de los obreros, la cimbra y la siguiente hilada que se elabora repitiendo el procedimiento, con una nueva serie encima de la anterior, hasta completar la altura final del muro (Ger y Lobez, 1898: 197). Los tapiales en torno al Iztaccíhuatl Existen muchas dudas acerca del desarrollo cronotópico de esta técnica en el área de estudio, así como de los motivos por los que algunas localidades poseen abundantes ejemplos de arquitectura histórica y tradicional de tapial, mientras que en poblados vecinos la arquitectura predominante es de adobe. Hay algunos edificios religiosos de la época virreinal que poseen muros de tapial, como en Calpan y San Salvador el Verde, Puebla, o Calpulapan, Tlaxcala, pero no se cuenta con documentos que detallen la fecha en que estos elementos fueron introducidos, por lo que bien podría tratarse de adecuaciones posteriores. Lo que es un hecho es que para fines del siglo xix esta técnica estaba plenamente difundida y alcanzó un alto desarrollo en varias haciendas agrícolas y ganaderas, donde se utilizó todavía hasta mediados del siglo xx, como lo constatan personas mayores que participaron en su edificación. Los muros de las viviendas presentan sólo dos hiladas de tapiales sobrepuestas. En la hilada inferior los bloques son más largos que en las superiores. Las primeras miden 2.4 m de longitud por 1.45 m de altura, mientras que los tapiales de las hiladas superiores poseen 1.65 m de longitud por 1.8 m de altura en promedio. Llama la atención el hecho de que los tapiales de las hiladas superiores tienen proporciones inusuales para cualquier estructura de mampostería, pues su altura es un poco superior a su longitud, lo que las hace potencialmente inestables (figura 7). Los espesores son bastante regulares y oscilan entre

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figura 7. La proporción de los tapiales de la segunda hilada presenta una altura ligeramente superior a su longitud. Vivienda vernácula en Calpan, Puebla (foto: L. Guerrero).

los 55 y 60 cm, aunque algunos edificios destacados llegaron a tener tapiales de alrededor de 80 cm de ancho. El sistema constructivo de las capillas, edificios públicos y algunas haciendas consiste en tapiales confinados horizontalmente mediante verdugadas y en los costados laterales con machones o «rafas», como se llaman tradicionalmente en España (Marcos y Bausá, 1879: 170). Estos refuerzos se realizaron con mampostería de piedra volcánica y cantos rodados, asentados con morteros de cal y arena. En estos casos los paños de muros se elevan tres y hasta cuatro hiladas de tapiales, puesto que su altura final suele superar los seis o siete metros (figura 8). Las caras laterales de las cimbras tradicionales a las que se denomina «tapiales» se hacían con varios tablones que eran reforzados con «costales» hechos con barrotes de madera, clavados transversalmente a lo alto de los tableros. Las compuertas laterales eran de tablones sencillos. Sin embargo, a diferencia de la tradición constructiva en tapial de la mayor parte del mundo, la cual se caracteriza por el empleo de barras de madera o metal llamadas «agujas», que sirven para mantener unidas paralelamente las placas laterales de la cimbra, en la región de estudio el control de la presión que ejerce la tierra al ser compactada se soportaba desde su cara exterior.

figura 8. Cuatro hiladas de tapiales superpuestas conforman el paño del muro de la capilla de Santa Ana, están confinadas por machones laterales y una verdugada con forma de arco rebajado en la parte superior. El edificio fue reforzado con una estructura exenta de concreto armado a raíz del terremoto de 1999. Calpan, Puebla (foto: L. Guerrero).

En la primera hilada los tapiales eran confinados por medio de postes clavados en el suelo y presionados con cuñas de madera para mantener su verticalidad. La parte alta de los postes era atada con cuerdas para evitar su separación (figura 8). Esta técnica es muy similar a la que se conoce en Francia como el método Bugey (Doat, 1996: 32). En las hiladas superiores los tapiales eran soportados con pies derechos y puntales diagonales con el mismo fin, de modo que no se requería del uso de elementos transversales al muro. Como resultado de este complejo procedimiento, las paredes no presentan las perforaciones características de las agujas que se utilizan comúnmente en casi todo el orbe.

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figura 10. Foto tomada en Calpan, Puebla, en 1956. «Maestros pisoneros»: Cornelio Marcos y Carmen Morales. Terreros de izquierda a derecha: crescencio Torres Marcos, Marcelino Miranda Marcos, Antonio Espinoza Morales, Isabel Victorino Tenorio, Felipe de Castilla Marcos, Toribio Marcos Bermeo, Palemón Torres Castilla. Niñas: Marciala Torres Castilla y María de los Ángeles Torres Espinoza. Fuente: cortesía de don Toribio Marcos.

figura 9. Diagrama esquemático en corte del sistema de apisonamiento adentro de una cimbra apoyada por puntales (Doat, 1996: 33).

El método constructivo local consistía en el llenado del cajón por capas de tierra de quince centímetros, que eran compactadas con pesados pisones de una sola pieza, tallados a mano en la dura madera del árbol de capulín (Prunus virginiana). La tierra se extraía de zonas cercanas a la obra y se utilizaba en su estado de humedad natural sin ningún proceso de estabilización (Hernández, 2007: 137). El material era transportado en grandes canastas conocidas como chiquihuites que los obreros llamados terreros cargaban sobre su cabeza (figura 10). Dentro de los estudios realizados a restos de muros de tapial que fueron demolidos como consecuencia del desarrollo urbano del poblado de Calpan, en el Laboratorio de Materiales de la uam-Xochimilco se midieron resistencias a la compresión simple de 12 a 14 kg/cm2 a 76

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secciones que fueron cortadas y talladas para conformar prismas de 20 por 20 cm de base y 10 cm de altura. También se mandaron hacer estudios al laboratorio Geotecnia y Suelos para caracterizar dos tipos de tierra que se emplearon en muros de tapial demolidos, a través de ensayos de granulometría y límites de Atterberg (tabla 1). Los resultados indicaron que más del 50% de su fracción gruesa pasó la malla No. 4 y más del 12% de sus partículas finas pasó por el tamiz No. 200. Posteriormente se determinaron los límites líquidos y plásticos de la fracción fina, lo que arrojó un índice de plasticidad menor a 4. Con esta información se pudo concluir que ambos suelos corresponden al grupo «sm», es decir, tierras «arenas limosas» dentro del Sistema Unificado de Clasificación de Suelos (sucs) ( Juárez, 2010: 160). Problemas de conservación Como sucede con la mayoría de los sistemas constructivos, las principales causas de deterioro de las estruc-

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tabla 1. Resultados de las pruebas de granulometría y límites de Attergberg. Muestra M1: tapial Barrio Santa Ana

Muestra M2: tapial La Villa

Composición granulométrica

Composición granulométrica

Malla

porcentaje que pasa

Malla

porcentaje que pasa

¼

100

¼

100

No. 4

97

No. 4

98

10

91

10

93

20

84

20

87

40

74

40

74

60

64

60

63

100

44

100

42

200

30

200

28

Humedad

3.4

Humedad

2.2

Límite líquido

19.9

Límite líquido

20.7

Límite plástico

18.2

Límite plástico

17.0

Índice plástico

1.7

Índice plástico

3.7

Clasificación sucs

sm (Arenas limosas)

Clasificación sucs

SM (Arenas limosas)

Fuente: informe del Laboratorio Geotecnia y Suelos.

turas se derivan de la conjunción de tres factores: problemas en el diseño original o la ejecución de las obras, el efecto de los agentes medioambientales y la falta de mantenimiento periódico. En la zona de estudio destaca la inusual geometría de los tapiales que son casi cuadrados o incluso llegan a ser más altos que largos. Como se mencionó líneas arriba, esta irregularidad disminuye la estabilidad de los bloques por su relación de esbeltez y además incide en el inadecuado trabado de su aparejo. Muchos muros presentan fallas por cortante derivadas de la cercanía entre las juntas verticales de los tapiales. El problema se vuelve crítico en las esquinas de los edificios, donde casi siempre se observa la separación de los bloques por el escaso traslape de sus componentes. Otro problema que presenta la tecnología constructiva local se deriva del hecho de que la primera hilada se desplantaba directamente dentro de una zanja o a ras del suelo, sin ningún tipo de cimentación ni zócalo. Esta falla es muy grave ya que casi todos los muros están socavados en sus bases a consecuencia de la absorción capilar de los mantos freáticos, que en casos extremos

ha propiciado su volteo por hundimientos diferenciales o por movimientos sísmicos (figura 11). Otro deterioro que manifiestan frecuentemente los tapiales de la región es la presencia de múltiples perforaciones provocadas por colonias de insectos conocidos localmente como «tlapipilloles». Llama la atención que este fenómeno se localiza principalmente en los paños de muro que están orientados hacia el este y con menor intensidad en las paredes sur. En cambio, los muros norte, de donde provienen los vientos dominantes –generalmente fríos– y que además no reciben asoleamiento no están dañados (figura 11). Aunque el deterioro causado por estas colonias de insectos tenga una actuación superficial, su impacto es muy notable e incide en daños colaterales como el ingreso del agua de lluvia, su congelamiento nocturno y la disgregación final de la tierra. Los constructores locales conservan la creencia ancestral de que estos insectos se introducen en los muros cuando la tierra que se utilizó para su construcción se trabajó durante el periodo al que denominan luna tierna, es decir, en los días que transcurren entre el

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figura 11. La fachada sur de esta vivienda (a la izquierda de la fotografía) no presenta perforaciones de insectos, mientras que el frente oriental está plagado. Obsérvese también el desgaste en la base de los muros derivado de la falta de cimientos y zócalos (foto: L. Guerrero).

cuarto menguante y el creciente del ciclo lunar. Tradicionalmente se acepta que todas las labores en las que se emplean materiales naturales se deben realizar en el periodo de luna recia, o sea, entre el cuarto creciente y el menguante. Se considera que en ese lapso todo es «más fuerte». Como informó durante la investigación don Toribio Marcos, uno de los últimos maestros tapieros de la región, esa misma tradición se aplica en muchas otras actividades vinculadas a la agricultura y la ganadería, incluso a las relaciones sociales de las comunidades. Conclusiones La conservación del patrimonio construido con tierra en México se encuentra en un punto crucial. Por una 78

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parte se hacen notables esfuerzos por preservar destacados sitios históricos en los que se manifiesta la sabiduría con la que las sociedades nativas supieron adaptarse al entorno. Pero por otro lado, las comunidades herederas de esta cultura constructiva tratan a toda costa de deshacerse de ella. Aunque se suelen reconocer las cualidades de habitabilidad que genera la arquitectura térrea, las sociedades tradicionales la consideran un lastre del pasado que les recuerda su pobreza y la sienten como un símbolo de atraso. Los pocos artesanos de la construcción que sobreviven no valoran el trabajo que realizaron hace años y tampoco se preocupan por reparar sus viviendas para prolongar su permanencia y generar condiciones de salud y seguridad. A pesar de la sorprendente calidad de la tierra del área de estudio, la cual ha permitido subsistir por décadas estructuras de tapial con fuertes fallas constructivas desde su origen y sin ningún mantenimiento (figura 12), los pobladores locales prefieren destruirlas para colocar en su lugar edificios ejecutados con materiales y sistemas con mayor «reconocimiento social», como los bloques de cemento y las estructuras de concreto armado. Estos procesos afectan de manera irreversible, tanto al patrimonio edificado al borrarse para siempre sus huellas, como al patrimonio intangible constituido por una sabiduría constructiva ancestral que está a punto de perderse. Afortunadamente en fechas recientes se han ido gestando diversas iniciativas para incidir en este problema. Por una parte algunos organismos no gubernamentales se han dado a la tarea de promover el desarrollo de la bioarquitectura y la permacultura, y han incluido dentro de sus procesos de transferencia tecnológica la edificación en tapial. Aunque de forma todavía incipiente, se han edificado viviendas, escuelas y conjuntos turísticos guiados por los principios de la arquitectura sustentable, en los que la tierra cobra un papel central. Paralelamente, algunos organismos como el Comité de Patrimonio Mundial de la unesco han tomado la iniciativa de organizar y auspiciar reuniones de constructores vernáculos de América Latina, a fin de promo-

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figura 12. Restos de un casco de hacienda camino a Nealtican,

Puebla. Obsérvese que la ventana fue excavada en la segunda hilada de tapiales y que no contaba con dintel, lo que causó el agrietamiento del bloque superior (foto: L. Guerrero).

ver el intercambio de experiencias y de documentar sus vivencias como una forma de recuperación cultural. Con este fin, en abril de 2007 tuvo lugar la primera reunión de este tipo en el conjunto patrimonial de Coro y La Vela, Venezuela; en septiembre de 2009 hubo un segundo encuentro, pero esta vez en la ciudad de Tlaxcala, México, muy cerca de la zona de estudio, motivo del presente texto. Ambos coloquios fueron exitosos porque consiguieron congregar a académicos, arquitectos, personal encargado de la protección del patrimonio, albañiles y constructores tradicionales. De manera previa al de-

sarrollo de ambos encuentros se realizaron entrevistas a los artesanos en sus comunidades, las cuales fueron videograbadas para poder contar con un registro documental de su práctica constructiva. Los dos eventos permitieron la edición de sendos libros2 en los que aparece parte de las entrevistas, estudios sobre arquitectura de tierra en América Latina y el Caribe, acompañados de una serie de reflexiones y propuestas generadas a partir de las mesas de trabajo de los encuentros. Finalmente, en algunas universidades se están llevando a cabo investigaciones de pregrado y posgrado dirigidas hacia la documentación y valoración del patrimonio edificado con tierra en general y de tapial en especial. Se trata de un avance sustancial, pues a la fecha no se tiene ni siquiera un inventario de este patrimonio. Estas actividades académicas son complementadas con procesos de transferencia de tecnología dirigidas a las nuevas generaciones, tanto de estudiantes de arquitectura como de miembros de comunidades rurales, a fin de que valoren esta cultura, ayuden a conservar el patrimonio edificado y estén en posibilidad de desarrollar obras nuevas que recuperen sistemas constructivos que han probado su eficacia y sustentabilidad durante milenios (figura 13). La conservación y restauración de la arquitectura de tapial tiene condicionantes singulares derivadas de su materialidad y sus procesos de edificación. A diferencia del resto de los sistemas constructivos de tierra en los que la materia prima se utiliza con un alto nivel de humedad para facilitar su manejo y reintegración, las estructuras de tapial dependen de procesos de compactación en los que la tecnología constructiva es pieza clave (Guerrero, 2007: 201). Este hecho le confiere un rol preponderante a la tra-

2 Véase Instituto del Patrimonio Cultural (2007). Casas de barro, historias de vida. Caracas: Instituto del Patrimonio Cultural y Guerrero, Luis (coord.) (2009). Artesanos de arquitectura de tierra en América Latina y el Caribe. México: unesco.

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figura 13. Taller de tapial con participación de estudiantes y miembros de la comunidad. Hueyapan, Oaxaca (foto: L. Guerrero).

dición constructiva, por ser depositaria del correcto funcionamiento del sistema en cada localidad en que se desarrolla. Aunque afortunadamente se cuenta con valiosos libros y tratados mediante los que desde hace siglos se han transmitido las bases para la edificación de tapiales, sus posibilidades de aplicación son limitados por su nivel de abstracción y generalidad. Sin embargo, como sucede con todo procedimiento de origen vernáculo, su desarrollo nunca requirió de esos textos puesto que formaba parte de la vida cotidiana de las sociedades tradicionales; estas conocían la materia prima, las fechas propicias para su transformación, los medios de organización del trabajo, la fabricación de las herramientas y los métodos de apisonado. Por eso resulta trascendente el planteamiento de acciones tanto para conservar las evidencias materiales de la arquitectura como para unir todos los eslabones que conforman la cadena de la tradición. Cabe aclarar que no se habla desde una postura romántica que busca un regreso al pasado por considerarlo mejor. Se trata de un genuino interés por el conocimiento pleno de la sabiduría constructiva que hizo posible que sigan entre nosotros estructuras muy antiguas. Actuaciones hasta cierto punto arrogantes, heredadas del pensamiento racionalista del movimiento mo80

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derno, han llevado al desarrollo de obras de restauración o de nuevos edificios realizados con tapial, en los que se han pasado por alto sus principios constructivos básicos. Estas transgresiones, a veces intencionales pero casi siempre derivadas de la ignorancia, han incidido en la ejecución de desafortunadas intervenciones en las que las obras duran poco y en casos más graves afectan al patrimonio. Las técnicas constructivas con tierra no son consecuencia del simple pragmatismo de sociedades que las utilizaron porque «no tenían más remedio». Se trata de una tecnología sumamente depurada y cuya eficiencia ha sido probada por siglos de experiencia. Las aportaciones a la tecnología constructiva han de surgir del saber hacer tradicional cuya posible transgresión debería ser resultado solamente de fallas cometidas en el pasado. Las alteraciones caprichosas o la hibridación de tecnologías derivadas de lógicas constructivas incompatibles pueden hacer que las tradiciones decaigan y se pierdan. De ahí la urgente necesidad de realizar investigaciones en el patrimonio edificado con tierra, a fin de conocer la razón de ser de todos sus componentes, sus formas de interrelación y, sobre todo, los motivos por los que sus constructores los ejecutaron de la forma en que lo hicieron. Esta es la vía más segura para realizar verdaderas aportaciones tecnológicas, tanto para ser aplicadas en la conservación y restauración patrimonial como para generar nuevas soluciones arquitectónicas que permitan elevar la calidad de vida de la sociedad, bajo la óptica del desarrollo sustentable. Bibliografía Calderón, J. (2009). Construcción con tierra. Recuperado de: www.circuloverde.com.mx/es/cont/habitacional/Construcci_n_Sustentable_Caso_de_Estudio.shtml Cano, O. (2001). Paquimé y las casas acantilado. Arqueología Mexicana, ix (51) septiembre-octubre.

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