Trabajo de final de Máster. Consideración del término Sucro a la luz de la arqueología: Una introducción. S. Gallego Prieto. Universidad de Valencia 2013.

July 22, 2017 | Autor: S. Gallego Prieto | Categoría: Pre Roman Archaeology/Iberian Culture, Roman Archaeology
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Descripción

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Trabajo de final de Máster:

CONSIDERACIÓN DEL TÉRMINO SUCRO A LA LUZ DE LA ARQUEOLOGÍA.

UNA INTRODUCCIÓN.

Sandra Gallego Prieto.

Dirección:

Dra. Carmen Aranegui Gascó. Curso: 2012-2013

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I. INTRODUCCIÓN. Nos encontramos en la cuenca occidental del Mar Mediterráneo, en la zona meridional de la costa valenciana, en la Península Ibérica. Mi trabajo versará en torno a la revisión arqueológica de las dos poblaciones que aguardan mayores posibilidades para imponerse como el lugar bajo los cimientos del cual, se hallan los restos de la antigua Sucro. En la desembocadura del río Júcar, en la comarca de la Ribera.

Vista del Mar Mediterráneo, a la izquierda la Península Ibérica y remarcada el área valenciana.

Nuestra investigación no quiere presentarse como un estudio de carácter local, sino como un trabajo que se encuadra de manera más amplia dentro de un proyecto de estudios de los pueblos prerromanos comprendidos en la Contestania ibérica y su proyección marítima tras la Segunda Guerra Púnica (218 a. C. a 202 a. C.), en la que Carthago pierde la batalla contra Roma, y su influencia y frecuentación en estas costas se ve mermada. I.II. Contextualización geográfica: La primera población sobre la cuál vamos a exponer una

pequeña

contextualización geográfica, es Albalat de la Ribera. Territorio apto sobre el cual establecerse en la Antigüedad.

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N

S

Vista en un mapa físico del Golfo de Valencia, el Sucronensis Sinus de Pomponio Mela, 2, 92.

Numerosos investigadores contemporáneos creen ver en ella la Sucro ibero-romana. Para ello, se apoyan en los hallazgos arqueológicos extraídos hasta el momento, sondeos, excavaciones de urgencia… han sacado a la luz numerosos materiales en los que podría encontrarse la clave para confirmar si se trata de dicha ciudad antigua citada por las fuentes (Estr. III, 4, 6; Plin. Nat. III, 20). Nos hallamos ante un espacio de interior con salida al mar por medio del curso del río Júcar, encontrándose a unos 10 km de su desembocadura y sobre la llamada plana aluvial del Júcar, caracterizada por el aporte vertical de los sedimentos

que

proporcionan las crecidas de dicho río, formando pequeños altozanos que distan del terreno circundante varios metros.

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N

S

Topografía de la llanura aluvial del río Júcar, a su paso por la comarca de la Ribera. Fuente: Pablo Sañudo, José Enrique López y Carlos Verdasco, en:

Enterramientos

tardoantiguos y primeras ocupaciones islámicas en el Sequer de San Bernat. El yacimiento arqueológico del sequer de Sant Bernat. 2013.

Este fenómeno ha hecho que los posibles yacimientos hayan sido sepultados

bajo

metros de potentes sedimentos (Carmona, Pérez 2011). Y es que a lo largo del tiempo, los continuos desbordamientos del río Júcar han ido reconfigurando su cauce y esta llanura aluvial donde se halla Albalat, en medio de un valle franqueado por la Sierra de Corbera y de la Murta, por el S. El río le concede a la población de Albalat una situación estratégica que tendría una muy buena comunicación con la costa a través del curso fluvial para el consecuente transporte de mercancías, además de poseer suelos fértiles en sus márgenes aprovechables para el cultivo y la explotación de otros recursos agrícolas. Además un elemento clave a su favor es la posición que la ubica en un altozano que dista del terreno circundante unos metros, lo que permitiría tener bajo control el paso por el río y vías o caminos interiores.

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Albalat

Vista aérea actual de Albalat de la Ribera en el margen izquierdo del río Júcar.

La siguiente localidad candidata a ser la antigua Sucro, dado el gran potencial arqueológico que albergan casi todos los rincones de su ciudad es Cullera. En una bahía protegida por un imponente cabo que surge al mar, un emplazamiento que posee de manera natural características estratégicas para la frecuentación comercial marítima y el consiguiente asentamiento. Llama la atención la singularidad geomorfológica del cabo, formado por acantilados que rompen con la estética de sus amplias playas de arena, así como su indudable condición como puerto natural y contenedor de pequeñas áreas aptas para el fondeo. En las proximidades de dicho municipio reside todavía hoy, por el NO, uno de los probables reductos de la antigua extensión de la Albufera de Valencia, la Bassa de Sant Llorenç, esta Albufera se extendería seguramente hacia el sur topándose con los pies de la montaña que corona dicha ciudad. Por lo que en este espacio, predominaría en la Antigüedad un ambiente semipantanoso y húmedo, donde durante alguna de las transgresiones marinas hacia el 5000 y 3000 a. C. con la Albufera de Valencia por el norte, y el mar por el este, habrían hecho de este emplazamiento una pequeña isla (Aparicio, His 1977). Esto ha sido contrastado por sondeos realizados en el casco urbano de la ciudad y otros lugares del entorno, hallando aportes fluviales y también, marinos (Monraval, et al 1991).

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N

S

Vista aérea actual de la desembocadura del río Júcar, la montaña y el cabo de Cullera.

La desembocadura del río Júcar, se alza como un bastión fundamental de nuestro trabajo, pues, se trata del límite fronterizo establecido entre la Edetania y la Contestania, límite que se construye físicamente ante la barrera natural que ofrece el curso fluvial. Heredando posteriormente, en época romana este límite fronterizo, por sus características naturales, separando los Conventos Jurídicos de la Tarraconense y Cartaginense (Plinio en III, 24-25). Cauce fluvial por el que se navegó hasta Alzira al menos hasta el s. XV (Peris 2003; Rosselló 2005). La desembocadura del río Júcar, sería uno de los factores que influiría a la hora de establecer en los entornos de Cullera una población de manera continuada. Además cabe destacar que sus playas están formadas por la llanura aluvial vertida a lo largo de milenios por este río, que ahora vierte al mar, a unos 4 km del cabo, al S del emplazamiento costero del municipio. Estas características, le otorgan al emplazamiento de Cullera un carácter especial, ubicada cerca de una desembocadura, la llamada por Claudio Ptolomeo (Geog. 2, 6, 14) en el s. II d. C., Sucronis Potamoy Ekbolai. Y en medio de ambos accidentes geográficos, la montaña que se separa actualmente, a unos 700 m de la actual línea de costa y se levanta aproximadamente a 232 m s.n.m. Otro elemento, que también debió de jugar un papel importante en la decisión de establecer un núcleo poblacional de cierta entidad, es el cerro, desde donde se tendría

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total control sobre el curso del río, así como de las vías que llevarían hacia el interior. Además de la comunicación visual que otorga el establecerse en un punto alto, en relación con el mar.

ILERCAVONES

CONVENTUS TARRACONENSIS

EDETANOS RIO JÚCAR

RIO JÚCAR

CONTESTANOS CONVENTUS CARTHAGINENSIS

Mapa ilustrativo de los pueblos ibéricos establecidos en nuestra área de estudio.

Mapa donde se establecen los límites territoriales durante el Alto Imperio Romano.

I.III. Contextualización cronológica: Estas aguas que hoy bañan las playas de Cullera, y que se adentran hacia el interior a través del curso fluvial, llegando a Albalat de la Ribera, fueron surcadas en la Antigüedad temprana por multiplicidad de culturas que compartían cuanto menos, el espíritu de expandirse política y económicamente ante las inmensas posibilidades que ofrecía la Península Ibérica. La comarca de la Ribera, a medio camino entre la cuenca N y S del Mediterráneo Occidental, fue frecuentada para establecer los pertinentes contactos comerciales. Griegos, fenicios, cartagineses, púnicos, todos ellos

se

adentraron al mar, llegando a la mítica Iberia, descrita físicamente por autores clásicos,

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como Rufo Festo Avieno, en su Ora Marítima (456-575) o, siglos antes ya lo hiciera en su Geographia, Estrabón (Lib., III). Al N de esta cuenca del Mediterráneo Occidental, se estableció Massalia el 600 a. C. fundación griega en la Provenza francesa, que a su vez, y con miras a la expansión fundó dos colonias griegas al norte del territorio perteneciente a Iberia, Emporion y Rhode (Estr. IV, 1, 5). Mientras que al S, se situó, Carthago el 810 a. C. en el NE africano, a la cual se atribuye la fundación de Qart Hadast, la que en época romana fuera Carthago Nova, al SE de la península, también, con miras a la expansión. Al frente de estas costas se sitúan las Islas Baleares que en su seno albergaron, población púnica, y que también se integraron en el círculo de estos contactos comerciales y culturales, con centro en Ebusus, la actual Ibiza.

Mapa del Mediterráneo occidental y las afluencias foráneas en Iberia entre los ss. VIII y III a. C.

Este mosaico cultural contribuyó a que en el levante valenciano, junto con el sustrato indígena existente, los íberos, se desarrollara gran variedad de modelos

de

asentamientos que albergaron tratos comerciales derivados del tráfico marítimo y fluvial, como asentamientos de hábitat concentrados, organizados en los llamados oppida y regidos por las denominadas jefaturas ibéricas (Aranegui 2011) y que interactuaron con estas potencias coloniales. Generando un panorama ampliamente rico.

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Como por ejemplo, el enclave de tipo comercial fenicio que se integró en territorio ibérico como el yacimiento de la Illeta dels Banyets, en El Campello (Alicante), donde encontramos que sus espacios estaban regulados para el tráfico de carros, se construyeron edificios de tipo público destinados al almacenaje, y donde había zonas de lagar y talleres alfareros. O, en Guardamar del Segura (Alicante), donde se encuentran los yacimientos también fenicios de La Fonteta y El Oral, el primero abandonado y reubicado en el segundo, con casas complejas y concebidas a la forma colonial, con ejes de circulación y construcciones para la defensa. La Hemeroskopeion de Estrabón (III, 4, 6), la actual Denia, donde se sitúa un santuario dedicado a la divinidad de Artemis Efesia griega, arqueológicamente una zona geográfica donde se repite la ocultación de tesoros, como por ejemplo en el Montgó o Xàbia, en este último aparece orfebrería griega de tipo ibérico (Aranegui, 2012). Estos son solo algunos de los yacimientos que ejemplifican la pluralidad de las gentes prerromanas establecidas en el E peninsular, pluralidad que entendemos como motor para la evolución de las sociedades estructuradas ibéricas. En este panorama tan sumamente enriquecido por todo tipo de contactos, se encuentra Albalat de la Ribera y Cullera, este último asociado al emplazamiento donde se ubicó el Portus Sucronem. Un puerto natural a través del cual, por vía marítima, las potencias coloniales negociaron con los indígenas. Formando parte de una red de puertos secundarios (Aranegui, 2005), y seguramente semejante en infraestructuras portuarias y de almacenamiento al establecido en el Portus Ilicitanus (Santa Pola), en Xàbia, o Denia, teniendo en común el establecimiento de fábricas de salazón, siendo las instalaciones del Portus Sucronem, las documentadas hasta ahora más al N del litoral valenciano (Rosselló 2005). En resumen, nos encontramos ante una comarca, que domina el curso bajo del río Júcar y que se insertó al igual que otras áreas peninsulares, en el área de influencia de las potencias coloniales, participando activamente, a juzgar por las

evidencias

arqueológicas obtenidas. Estas culturas, interactuaron con el sustrato indígena originario, en torno a los siglos VII al IV a. C., sin mayores confrontaciones, y establecieron un modelo híbrido no excluyente en nuestras costas, beneficiando el desarrollo socioeconómico de los grupos íberos concentrados en los oppida que regían

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su territorio, tales ejemplos como Edeta y Arse, en la Edetania, o Saiti y Sucro en la Contestania. Por lo que desde fechas tempranas se tienen toda una serie de patrones y modelos de asentamientos diversos, que convivieron a lo largo del tiempo, hasta la llegada del Imperio Romano. Y es aquí, donde debemos dar cabida a la ciudad de Sucro en torno a este territorio descrito y poner el punto de partida a la evolución de nuestro trabajo. I.IV. Introducción en torno a la problemática del término -Sucro- : No se puede, todavía hoy, afirmar fehacientemente la ubicación de la llamada por los autores clásicos, como ciudad de Sucro, y aunque existen numerosos indicios en el municipio de Cullera y su íntima asociación con la desembocadura del río Júcar la convierte en un posible enclave donde situar a la antigua ciudad ibero-romana, es una cuestión, que queda sin confirmar ante la ausencia de epigrafía en el entorno de esta población, y otras cuestiones motivos por los cuales se hace difícil resolver el enigma de manera tan sencilla. Además debemos señalar que al municipio de Cullera debemos añadirle, el otro entorno valenciano sobre el que actualmente las últimas investigaciones, ha venido revelándose como la posible, Sucro. Albalat de la Ribera, un pequeño municipio enclavado en uno de los meandros del río Júcar, a unos 10 km hacia el interior desde su desembocadura. Este municipio ha suscitado gran interés, y a pesar de que no ha habido publicaciones de las excavaciones efectuadas a mediados de la década de los 90’s, todos los indicios apuntan a que Albalat de la Ribera, sería sensiblemente un ambiente propicio para el establecimiento continuo en uno de los altozanos que presenta a orillas de la ribera del río, en el yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena. A pesar de no haber salido a la luz ningún estudio del que nos podamos guiar para este trabajo, sobre los materiales hallados en esta población, vamos a presentar aquí, los indicios que se poseen, para situar a Albalat de la Ribera como posible merecedora de sus últimas consideraciones.

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N

El cauce actual del río Júcar a su paso por la comarca de la Ribera. Vista de Albalat en el interior, y Cullera en la costa.

La discusión existente en torno a la ubicación de la ciudad ibero-romana se remonta a finales de época moderna (Gregori i Mayans 1779) y los primeros siglos de la edad contemporánea, con la clásica obra de Andrés Piles “Historia de Cullera” (1893) en la que defiende la ubicación de Sucro en Cullera, descartando otras poblaciones que por aquel entonces y todavía durante el s. XX se postularon como las sucesoras de la ciudad de Sucro. Es el caso de Alzira, Sueca o Algemesí. En la actualidad, estas poblaciones han quedado descartadas, siendo Albalat de la Ribera y Cullera, los únicos emplazamientos que cumplen las características que debía poseer un entorno para albergar una población antigua de entidad y mantener su subsistencia. Y si el río Júcar es uno de los pilares fundamentales de este trabajo, es por el hecho de que para ambos municipios lo fue en la Antigüedad. Derivando de ello, la ubicación de la ciudad de Sucro: 

En el caso de Cullera, la clave para la ubicación de la ciudad ibérica, es el yacimiento del Alt del Fort, en el cerro de la montaña, por su estratégica posición de control en altura y visibilidad sobre la desembocadura del Júcar, sus zonas aptas para el fondeo y un puerto natural, hacen de este lugar un

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emplazamiento que las potencias coloniales debieron frecuentar e interactuar con la población indígena establecida en el Alt del Fort. Hecho que debió motivar su integración en una red portuaria de pequeña escala que funcionaría a lo largo de todo el SE peninsular, convirtiéndose en un centro cuya función debió ser la de la distribución de los productos que llegaban a su costa hacia el interior, por medio del curso del río y las vías terrestres. 

Para Albalat de la Ribera, la base sobre la que se argumenta que sea en este emplazamiento y no otro, donde se ubicó Sucro, es el paso de la Vía Heraklea y posterior Vía Augusta, camino que a su paso por la Península Ibérica, desde Arse y Valentia hacia la Contestania se va progresivamente separando de la línea de costa, debido a la extensión de la Albufera y que llegaría por el interior al yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena (inédito, pero citado en trabajos). Los condicionantes que reúne este yacimiento para que

varios sea

considerado como tal por la investigación contemporánea, es el estar situado en un altozano en los márgenes del río Júcar a pocos kilómetros de su desembocadura, y poseer materiales con una cronología anterior a época ibérica, con un poblamiento continuado desde el Bronce Final (Pérez Ballester et al. 2008; Iborra 2004) argumento que juega a su favor, y en contra de la ubicación de Sucro en Cullera, debido a que en suelo cullerota no se han hallado todavía estructuras que acrediten un establecimiento anterior al s. IV a. C. Aunque sí en forma de hallazgos subacuáticos, como por ejemplo uno de los más importantes, la urna de tipo Cruz del Negro datada en el s. VII a. C. (Aranegui 1980) que únicamente puede confirmar la frecuentación marítima de gentes fenicias en las costas de Cullera, pero no un establecimiento. Mientras que en el Alter de la Vint-i-huitena, sí se hallan materiales variados fenicios como, cerámicas de barniz rojo que pueden ser el resultado de la importación comercial a partir del emplazamiento portuario establecido en Cullera, y de un establecimiento poblacional aquí, que se demuestra anterior al desarrollo de las sociedades ibéricas. Como vienen confirmando las últimas excavaciones, en los oppida ibéricos de Arse (Sagunto) y Saiti (Xàtiva) donde florecen bajo suelos ibéricos niveles fenicios (Pérez Ballester et al. 2008) con materiales pertenecientes a importaciones de tipo fenicio occidental que vienen a

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demostrar un poblamiento continuado en centros de cierta entidad desde la Antigüedad. A esta problemática debemos destacar lo complicado del término Sucro, el cual es un hidrónimo, un topónimo, un puerto y un golfo usado en la Antigüedad para designar diversas categorías todas ellas ligadas entre sí, por el río Júcar, hidrónimo que separa físicamente los territorios ibéricos de la Edetania y la Contestania. Y un golfo, el de Valencia, el Sinus Sucronensis que describe P. Mela en su Chorografia (2, 92), el cuál recibió el nombre del río y de su ciudad. En este golfo desembocan los ríos Sorobin, Turiam y Sucro como menciona Mela. El Sinus Sucronensis para los antiguos comprendió desde la desembocadura del río Ebro hasta el actual Cabo de la Nao del que también nos da su nombre, Promontorium Ferrarium. Sucro es un topónimo que en la antigüedad clásica define una posta, una mansio, un castrum o campamento militar, y una ciudad. Además de un puerto, que actualmente se sostiene se estableció en Cullera, en el yacimiento de Punta de l’Illa. Otra cuestión importante es el desdoblamiento del topónimo (Aranegui 2005), Sucro – Portus Sucronem, característica compartida con Ilici – Portum Ilicitanus, la ciudad romana de Ilici se halla unos kilómetros al interior y el enclave de tipo comercial marítimo ubicado en la desembocadura del Segura (Sánchez 1989). I.V. Metodología empleada y objetivos de trabajo: A lo largo de este, nos encargamos de presentar el panorama arqueológico que ofrecen ambos municipios, Albalat de la Ribera y Cullera. Este trabajo no pretende ni tiene el objetivo, de hallar la ubicación de la ciudad de Sucro, sino que presenta una compilación y revisión crítica de los estudios de investigación, memorias

de

excavación, artículos publicados y otros datos de interés existentes hasta el momento referentes a este tema de trabajo. Lo que si pretendemos abiertamente con este estudio es que tras él, y en un futuro próximo queden resueltos los interrogantes que vamos a plantear. Y es que, ante la ausencia de estudios publicados al respecto de los hallazgos de Albalat, unos estudios que no llegan y creemos clave para el conocimiento de las características del poblamiento, la organización territorial y política en vísperas a la romanización, para esta comarca.

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A pesar de ello, hemos intentado aportar claridad al asunto, por medio de otros elementos, que también, creemos imprescindibles y sobre los cuáles abordaremos la problemática. Tales como, la toponimia residual que encontramos en ambos entornos, y en las poblaciones próximas que pueden estar atestiguando un uso o nombre determinado desde la Antigüedad. Las fuentes escritas de época clásica, que

se

ocuparon de la descripción geográfica de Iberia, la caracterización de sus pueblos y sus nombres, así como su aproximada localización y sus accidentes geográficos, haciendo hincapié en la revisión de las obras originales, pero también con ayuda de análisis efectuados por autores actuales a las obras clásicas. Otro elemento clave, la posición del camino que vertebró todo territorio del Imperio Romano, la Vía Augusta a su paso desde la Edetania hacia territorio contestano, donde el papel del accidente lagunar de la Albufera de Valencia juega un papel crucial en el establecimiento del camino por el interior. Crucial también en este trabajo, es la exposición de cada uno de los yacimientos de ambos municipios, todo hallazgo material arqueológico fruto de prospecciones y de manera fortuita, así como, de tipo subacuático en las playas de Cullera. Aquí nos apoyaremos en las evidencias materiales para confirmar o por el contrario, deshechar hipótesis actuales que se tienen hoy, al respecto. Sin embargo, nos faltará una parte que creemos muy importante, el estudio exhaustivo de los materiales hallados en el yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena, así como la profundización en Cullera en el estudio del yacimiento del Alt del Fort, por medio de nuevas excavaciones, y prospecciones. Estos vacíos pueden estar difuminando una más que probable, valiosa información y vital para el entendimiento de la organización real al norte del territorio contestano.

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II.

EL

MEDIO

FÍSICO,

EL

POBLAMIENTO

Y

LAS

VÍAS

DE

COMUNICACIÓN. II.I. Geomorfología y paisaje, condicionantes del poblamiento: El medio físico que define los entornos inmediatos a Cullera y Albalat de la Ribera, fue la Albufera de Valencia, definida por amplios espacios de marjal, alimentados por el cauce del río Júcar, cuya plana aluvial de inundación discurría en su extremo final en forma de delta, además

de

poseer

desembocaduras

varias

(Aranegui,

1995). Este delta, fue originado por los grandes

aportes

sedimentarios

arrastrados a lo largo del curso fluvial y vertidos finalmente en su desembocadura (Carmona et al. 2011) al S más inmediato, de la montaña del municipio de Cullera. Extensión actual de la Albufera

La extensión de la Albufera de Valencia por el SE, limitaba con los pies del NO de la montaña de Cullera llegando hasta la plana aluvial de inundación del río Túria, por el N. Testimonio físico de su antigua extensión, es la Bassa de Sant Llorenç, reducto

lagunar que ha quedado fosilizado en el extremo NO de la montaña. Este ambiente deltaico por el S y lagunar por el N debió motivar en Cullera el establecimiento de población en lo alto del cerro, en el yacimiento del Alt del Fort, y el consecuente desplazamiento en época romana a lo largo de la ladera SE (el barrio de la Rápita y el Castillo) único reducto de terreno pisable hasta al menos época islámica (Carmona et al. 2011).

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Mapa Geomorfológico durante la época ibérica y romana del golfo de Valencia. Vista de la antigua extensión de la Albufera y los puntos de población para estas fechas que tratamos. Fuente: P. Carmona, J. Pérez Ballester, en: Geomorphology, geoarchaeology and ancient settlement in the Valencian Gulf (Spain). Méditerranée nº 117. 2011.

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Mientras que en el entorno de Albalat de la Ribera, el modelo de ocupación resultante de estas condiciones físicas es el establecimiento en una pequeña loma, en la misma plana aluvial del río Júcar y a escasos kilómetros de la extensión SO de la antigua Albufera. Sobre un altozano en el margen izquierdo del río de tan solo tres m.s.n.m., en el yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena. Un yacimiento ligado a un paso vadeable histórico, al que hace referencia la actual partida de El Gual, y el paso de un camino. Por lo que el poblamiento vendría condicionado por el dominio y control del paso fluvial y un camino terrestre, la Vía Heraklea y posterior Vía Augusta que se dirige hacia la Saetabi romana. Poblamiento que se debió de aprovechar de los recursos que ofrecían las amplias riberas del Júcar. Por lo tanto, tenemos un núcleo de población establecido en un cerro, en el Alt del Fort, que dominaría desde la altura la desembocadura y la vía fluvial del Júcar hacia el interior, y a aproximadamente unos 10 km, el Alter de la Vint-i-huitena, ambos núcleos, de distinta cronología, y condicionados por el medio físico. II.II. Las vías de comunicación: La documentación escrita referente a las vías romanas del Imperio la encontramos en itinerarios y miliarios (información referida para la zona valenciana: Arasa 1990) relacionados con el cursus publicus (servicio público de transporte organizado por el emperador Augusto). La infraestructura relacionada con el cursus publicus era en primer lugar, las mutationes (red de estaciones de posta para el cambio de caballos) ubicadas entre 12 y 14 km de distancia una de otra. Y en segundo lugar, las mansiones u hospitia, estas dedicadas a la manutención y descanso de los funcionarios de la administración romana, la distancia aproximada entre ellas era de entre 30 y 36 km. La Vía Augusta, fue el eje viario más importante de la Península Ibérica y el de mayor longitud con un total de 1.005 millas, que al cambio son aproximadamente unos 1.500 km. Durante el ibérico antiguo entre los ss. VI y la primera mitad del V a.C. aparecen las sociedades estructuradas ibéricas, el poblamiento se regirá por la aparición de

los

oppida que de manera jerárquica dirigen una región amplia (Mata, Bonet 2001). Estos oppida pudieron tratarse de núcleos que con anterioridad poseían una cierta entidad como es el caso de Arse o, como también sucede en la Solana del Castell en Xàtiva.

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Convirtiéndose en época ibérica en centros de importancia. Aunque también se dan de nueva planta como el caso de la Bastida de les Alcusses. Sobre estos dos modelos se vertebró el territorio, pues en época ibérica plena se tiene constancia de que los límites fronterizos estaban establecidos de manera real sobre nuestra geografía a partir de la segunda mitad del s. V. a. C. (Plin. Nat. 3, 20; Pérez Ballester 2008). Y sin duda, anterior a la construcción en época augustea del gran eje de comunicación que enlazó cada rincón del territorio imperial, existía ya un camino prerromano, la llamada Vía Heraklea (Schulten 1920), sobre el que avanzaron las legiones del ejército romano a su llegada a Iberia, para disputar Sagunto a Cartago, durante la II Guerra Púnica.

Detalle del área ibérica contestana y el Sinus Sucronensis. Fuente: David Rumsey Map Collection. Autor: Philip Smith, Univ. Coll., Londres. 1838

Reconocer un antiguo vado de la Vía Heraklea a la altura de Albalat, es clave para el conocimiento de la red viaria existente para época ibero-romana en la comarca de la Ribera. Puesto que los yacimientos del Alter de la Vint-i-huitena y del Alt del Fort debieron de estar comunicados entre sí y con su entorno necesariamente. Los materiales griegos, sobre todo cerámicas de barniz negro, y cerámicas ibéricas antiguas halladas en el asentamiento del cerro de Cullera, se han datado sobre el s. V y el IV a. C. lo que permiten deducir que una red portuaria marítima estaba activa en este

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momento en este lugar, en donde existe actividad comercial con importaciones griegas. Mientras que para el asentamiento del Alter de la Vint-i-huitena, predominan las importaciones de tipo fenicio occidental, y parece que en este momento en el que se están consolidando los oppida ibéricos, su funcionalidad decae (Pérez Ballester et al. 2013). La

actividad

comercial

que

dirigiría el asentamiento del

Alt

del Fort, se confirma para

el

ibérico antiguo y también, durante el ibérico pleno entre la segunda mitad de los ss. V y III a.C., por medio de restos de importaciones anfóricas

púnicas

del

ámbito

gaditano y las procedentes de la misma Cartago, así como otras ebusitanas (Pérez Ballester, et al. 2013). Siendo a partir del s. III a.C. cuando se constata la mayor presencia

romana

sobre

estas

costas, puesto que en Cullera se hallan importaciones de ánforas vinarias griegas, procedentes en su mayoría de Sicilia y la Magna Grecia (Pérez Ballester, et al. 2013) derivadas del aumento del contacto comercial con estas áreas del Mediterráneo debido a Segunda Guerra Púnica.

la

El paso más aceptado de la Vía Augusta a lo largo del área valenciana. Fuente: F. Arasa, V.M. Rosselló (1999).

Estos materiales vienen a confirmar que el asentamiento del Alt del Fort y su traslado a lo largo de la ladera SE de la montaña (en el Castillo y en el Barrio de la Rápita situado a los pies de la montaña en época romano-republicana), participó de las transacciones

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comerciales efectuadas con las potencias coloniales que trajeron

consigo estos

productos para su comercialización y difusión entre los indígenas, siendo la distribución de los mismos efectuada a través del Júcar hacia el interior que debía constituir una vía de comunicación fundamental debido al terreno dinámico y en constante cambio de la plana aluvial del río. Es probable que en la desembocadura del Júcar contaran con algún tipo de infraestructura en la que los barcos traspasaran sus productos a embarcaciones de menor cabotaje aptos para transporte fluvial.

Mapa con la localización de los yacimientos ibéricos. Eje de comunicación Albalat - Alzira - Xàtiva: 9. Alter de la Vintihuitena, 10. La Granja (Polinyà del Xúquer), 14. Escoles Píes (Alzira), 15. Font del Botet (Carcaixent), 16. Corpus Christi (Carcaixent), 3. Alt del Valiente (Manuel), 2. La Solana (Játiva), y las probables vías de comunicación entre ellos. Eje Albalat – Torís: 2. Alter de la Vintivuitena, 4. Pardines (Algemesí), siguiendo el curso fluvial del Magro hasta Kili. Fuente: J. Pérez Ballester en: El yacimiento arqueológico del Sequer de Sant Bernat. Ayuntamiento de Alzira. 2013.

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Ejemplos de esta distribución a partir de Cullera, llegando a través de la navegación fluvial al asentamiento del Alter de la Vint-i-huitena, desde donde se seguiría una ruta hacia el interior por el Magro (afluente del Júcar) que llevaría hacia el yacimiento de La Carència de Torís la ciudad ibérica de Kili. Llegando incluso hasta el oppidum ibérico de Kelin, en la actual comarca de Utiel-Requena (Los Villares de Caudete). Donde a 100 km de la costa también se hallan importaciones (Mata, Bonet 2001). Hacia el S, en Saiti/Saetabi las importaciones griegas antiguas llegarían también por la ruta indicada. A partir del vado del Alter de la Vint-i-huitena que cruza el río hacia el margen izquierdo del mismo, la comunicación se efectuaría en torno al eje viario que se corresponde con la mayor densidad ocupacional que han dado los yacimientos documentados hasta el momento, (Arasa, Pérez Ballester 2010), el primero, La Granja en el actual término del municipio de Polinyà del Xúquer, un yacimiento de características desconocidas con hallazgos diversos de cerámicas ibéricas y situado enfrente al vado del Alter de la Vint-i-huitena, seguidamente llegarían a Les Cases de Montcada yacimiento situado en la confluencia entre el Júcar y su afluente el Magro. Y paralelos al río seguirían hacia el actual término municipal de Alzira donde hallamos para época ibero-romana los yacimientos de les Cases de Xixerà, o les Escoles Píes, pasando a Carcaixent con el yacimiento de la Font del Botet, y el Corpus Christi, siguiendo hasta Manuel con el yacimiento del Alt del Valiente y L’Ènova donde se halla una de las villas rurales de época alto-imperial romana mejor conocidas de este territorio (Albiach, Madaria 2006), y así, cruzando el río Albaida y el Cànyoles hasta llegar a Xàtiva. Al N del Júcar, los ejes viarios se vertebraron en torno a la Albufera, la red viaria terrestre que procedía de Arse adosada al litoral hasta vadear el Turia por el punto donde se fundó Valentia en el 138 a.C., se adentraría hacia el interior intentando franquear la Albufera de Valencia, hasta su llegada al Alter de la Vint-i-huitena (Arasa, Rosselló 1999). Y es que la Albufera, tuvo un papel fundamental en la ubicación de las vías que comunicarían la zona ibérica edetana con la contestana. La vida del Alter de la Vint-i-huitena se alarga en cronología hasta el s. II a. C. con presencia de cerámicas de época tardo-republicana, al igual que en el Barrio de la Rápita en Cullera, lo que demuestra que en el primero sigue prevaleciendo su función y relación con el camino. Y en el segundo, que el carácter comercial que empezó durante

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el ibérico antiguo con el Alt del Fort sigue activo. Además de que la relación y comunicación entre sí, a través del Júcar no se habría perdido.

Mapa con la localización de los yacimientos romanos. Eje de comunicación Albalat - Alzira – Xàtiva: 2. Alter de la Vintivuitena, 3. La Granja (Polinyà del Xúquer), 9. La Alquerieta (Alzira), 12. Escoles Píes (Alzira), 13. El molí de Fus (Alzira, 16. La Font del Botet (Carcaixent), 17. Corpus Christi (Carcaixent), 19. Ternils (Carcaixent), 22. Les Foies (Manuel). Eje Albalat – Turís: 2. Alter de la Vintivuitena, 4. Pardines (Algemesí), siguiendo el curso fluvial del Magro hasta Kili. Fuente: F. Arasa en: El yacimiento arqueológico del Sequer de Sant Bernat. Ayuntamiento de Alzira. 2013

Cabe destacar que para principios de época alto-imperial se produce un cambio en los modelos de asentamientos tardo-ibéricos (Arasa et al. 2013) en el que se genera un abandono de los antiguos oppida y reubicación de la población en núcleos

más

dispersos y pequeños en llano y cercanos a las vías de comunicación. Se produce el desarrollo de las villae rurales de época alto-imperial, teniendo noticias de una de ellas (Granell 1905; Gómez Serrano 1927: Carmona, Ruiz 2001) a mitad de camino entre

el

22

yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena y de Cullera. En la partida actual de la Torreta, en el margen derecho del río Júcar y perteneciente al actual término municipal de Sueca. Los sondeos efectuados allí por P. Carmona, y J.M. Ruiz (2001) han puesto de manifiesto restos de una villa donde destacan materiales constructivos sobre la superficie de los campos agrícolas actuales. Este poblamiento rural vendría condicionado por su cercanía al cauce del río, y como señalan estos autores debido a que la superficie aluvial entre Albalat de la Ribera y Cullera ya estaría consolidada para estas fechas. Por lo que lleva a plantearse si existiría a parte de la vía fluvial, un camino secundario que comunicara por tierra ambos yacimientos tan importantes, para época romana. Lo que podría indicar que a partir del Alter de la Vint-i-huitena, se abriría un ramal terrestre distinto al de la Vía Heraklea o Augusta que se dirigiría de nuevo hacia la costa, dejando a un lado la vía interior que llevaría a Saiti/Saetabi. Y poniendo dirección al Portus Sucronem en Cullera, camino litoral a partir del cuál se comunicaría con Dianium (Llobregat 1983), hasta llegar incluso a Ilici (Roldán 1973; Arasa, Rosselló 1995).

III. EL TÉRMINO SUCRO. De manera reiterada es mencionado el término Sucro en las fuentes clásicas e itinerarios romanos, utilizado para designar diferentes elementos que tuvieron cabida en nuestra geografía. Un río y su desembocadura, una ciudad, un golfo, un castrum, una batalla, una mansio o posta y un puerto. Por lo que aquí, voy a exponer algunas de las citas más representativas que aluden a cada una de sus acepciones. III.I. Las fuentes clásicas: En el s. I antes de nuestra era, Estrabón (63 a.C. – 21 d.C.) autor griego nacido en Amasia, hizo una gran labor compiladora de todos los conocimientos existentes hasta su tiempo de la geografía de los territorios que el Imperio Romano unió a su área de influencia. El libro tercero de su Geographikà, está dedicado a la descripción de la Península Ibérica, aunque se tiene constancia de que nunca pisó Iberia. Éste, nos dejó plasmada en su obra la imagen de la recién nacida Hispania entre los ss. II y I a. C.

23

Durante los momentos claves que acontecen al fenómeno de la romanización durante Augusto, protagonista de la conciliadora política de la pax augustea en las tierras conquistadas. En III, 4, 6, Estrabón escribe: “…El litoral desde allí hasta el Ebro tiene en medio el río Sucro y su boca y una ciudad del mismo nombre […] el Sucro se puede vadear a pie y corre casi paralelo al Ebro,

siendo

distante algo menos de Cartago que del Ebro…”. Y continúa en, III, 5, 1: “…Las islas Baliarídes se hallan situadas frente a

la

comprendida entre Tarraco y Sucro…” Sin embargo, en cuanto llega al capítulo en el que habla sobre la antigua Vía Heraklea, recién reformada por Augusto, no se menciona Sucro. Sólo alude a un dato, cuanto menos que interesante, y es que entre Saguntum y Saetabis se separa dicha calzada gradualmente de la línea de costa. Para el s. I d. C., la obra Chorographia compuesta por Pomponio Mela, geógrafo nacido en la Bética y natural de Tingentera (Algeciras), y que fue contemporáneo del emperador Claudio (41 - 54 d. C.). En su obra se sirvió de fuentes como Heródoto (484 - 426 a.C.), o Cornelio Nepote (s. I a. C.). En la cita 2, 92, de su Chorographia señala: “…a Dertosa desde aquí el mar se adentra en las tierras y extendido primeramente con gran fuerza, luego está dividido en dos golfos por un cabo al que llaman Ferraria, el primero llamado Sucronense, el mayor y el receptor del mar a través de una gran boca y más estrecho a medida que más se va adentrando, recibe ríos no muy grandes: el Sorobe, el Turia, y el Sucro, rodeando a las ciudades diferentes pero famosísimas de Valencia y aquella de Sagunto, insignie por su lealtad y fortunio. El siguiente golfo el Ilicitano…”. Pomponio Mela hace sobretodo hincapié en la descripción del Sinus Sucronense, aunque en la cita 2, 25, también habla de una ciudad con el mismo nombre que el río.

24

Plinio El viejo (23 - 79 d. C.), escritor latino que también alude a Sucro, en su obra Historia Natural. Siendo en su libro tercero, en el cuál se encarga de la descripción de las provincias hispanas. En la cita 3, 20, Plinio indica: “…Seguidamente Lucento, de los latinos, Denia tributaria, el río Júcar antes también ciudad, y el límite de la Contestanía…”. Y continua en 3, 76: “…Las dos baleares y frente el río Júcar, Columbraria…”. Este menciona al igual que Estrabón y Mela una ciudad del mismo nombre que el río, en cambio se entiende en su cita 3, 20 que en su tiempo ésta, ya ha desaparecido. Añade también otro dato, el del límite fronterizo que se reduce a Sucro como hidrónimo, que pone fin a territorio ibérico contestano: “Sucro fluvius et quondam oppidum Contestaniae fines”. Límite que ya fue apuntado por Tito Livio (59 a. C. – 17 d. C.) en 21, 6, entre los Tartesios y los Iberos. Éste en sus escritos hace referencia a un castrum y al levantamiento del mismo establecido sobre el río Júcar en 28, 24: “…Escipión estaba involucrado en una enfermedad grave […] otra discordia se levantó entre los romanos del campamento del Júcar […] establecidos ocho mil soldados…” 28, 26: “…siete tribunos fueron enviados para calmar el motín del ejército de Sucro…” Y continúa en 28, 34: “…Sobre el establecimiento de una guarnición en el río Sucro…” Para el s. II d. C. la obra de Ptolomeo, geógrafo griego que vivió en Alejandría. Éste llevó a cabo un mapa valiéndose de material procedente de escritores prerromanos, donde dibujó con gran precisión la costa O y E de Hispania, a él se le atribuye el descubrimiento del ángulo SE peninsular. En su obra Cosmographia alude a

la

25

desembocadura del río Júcar (2, 6, 14) como Sucronis Potamoy Ekbolay. De su obra geográfica existe una réplica perteneciente al s. XV de Donnus Nicolaus Germanus.

La Hispania de Ptolomeo, realizado a tinta y color sobre pergamino, de Nicolaus Germanus, fechado en 1467. Fuente: Biblioteca Nacional de Polonia (Varsovia).

Rufo Festo Avieno, nacido a fines del s. IV de nuestra era, le fue concedido dos veces el proconsulado probablemente en Asia y en la Bética. De su obra, la Ora Marítima es el libro primero el único que ha llegado hasta la actualidad, para su composición, aunque él mismo indica que sigue a autores como Tucídides (460 – 390 a. C.), o Hecateo (550 – 476 a.C.), para Schulten y Bosch Gimpera (1922) realmente se basó en un periplo anterior a estos, en el que un viajero marsellés del 530 a. C. realizó toda la descripción de la costa desde Tartessos a Massalia, y del Oceáno occidental. Aunque sostienen que éste no fue usado directamente por Avieno. Entre otros, uno de los argumentos al que aluden es la antigüedad de los nombres que se recogen en la obra de Avieno, como el término Sicano (469), para el río Júcar. En su obra, cita en 475 - 479: “…Hemeroscopium quoque habita(ta) pridem hic civitas […] atollit inde se Sicana civitas…”.

26

También emplea el término Sicana para la ciudad que se identifica con la Sucro iberoromana. Los sicanos son nombrados también por Tucídides (6, 1) el cuál indica que los sicanos emigraron desde el río Sicano hasta llegar a Sicilia (Chofre 2002). III.II. Itineraria Romana: Para época imperial se cuenta

con

otras

fuentes que obedecen a un modelo tipo guía práctica o

itinerario

que fueron utilizados por

militares

funcionarios

del

mundo

los

romano,

llamados Itinerario del Vaso I de Vicarello. Fuente: grabado de Giussepe Marchi en; La stipe tributata alle divinità delle Acque Apollinari. Roma, 1852.

y

itineraria

adnonata (escritos) y picta

(en

formato

cartográfico).

Los Vasos de Vicarello, o Apollinares datados en torno a los reinados de Augusto (27 – 14 a. C.) y Tiberio (14 a. C. – 37 d. C.). Se tratan de cuatro vasos realizados en plata donde se halla la guía de mansiones, establecidas en torno al eje viario que parte de Gades hacia Roma. Aquí se indican las distancias en millas romanas (una milla romana equivale a 1481 m) entre cada estación (estas estaciones hacen referencia igualmente a villas, postas y ciudades). Por lo que respecta a Sucro, se alude a él en sus dos variantes Sucronem (Apoll. I, II, III) y Sucrone (Apoll. IV) estableciendo que de

Sucrone/Sucronem

a

Valentia/Valentiam la distancia es de XX millas romanas. Y de Sucrone/Sucronem a Saetabi/Saetabim entre XVII y XVI millas. Otro itinerario, el de Antonino, compuesto originalmente por 20 manuscritos se mantiene que redactados a fines del s. III d. C., y ampliado en reiteradas ocasiones a lo

27

largo de los siglos. También contiene la relación de mansiones y la distancia entre ellas, en millas romanas.

Mansiones

Distancia en millas romanas

399. 4 Dertosa

m.p. XVII

5 Intibili

m.p. XXVII

6 Ildum

m.p. XXIIII

400. 1 Sebelaci

m.p. XXIIII

2 Saguntum

m.p. XXII

3 Valentia

m.p. XVI

4 Sucronem

m.p. XX

5 Ad Statuas

m.p. XXXII

6 Ad Turres

m.p. VIIII

401. 1 Adello

m.p. XXIIII

2 Aspis

m.p. XXIIII

3 Ilici

m.p. XXIIII

Mansio Sucronem 400, 4, del Itinerario de Antonino (Parthey-Pinter, Cuntz 1929)

El Anónimo de Ravenna, único documento que alude a un puerto, se mantiene que fue compuesto en el s. III d. C. con añadidos del s. VIII d.C. Itinerario, que siguiendo el análisis de E. Llobregat (1983), refleja la ordenación territorial y administrativa de época visigoda. El Portus Sucronem, aparece mencionado por el Anónimo de Ravenna en V 3 (342, 15) y IV 42 (304, 7). El Portus Sucronem es mejor conocido durante la Antigüedad tardía, cuando tras la crisis del Imperio sufre una reactivación económica. Periodo durante el cuál se constata en otros pequeños enclaves litorales del levante una reactivación de la actividad comercial.

28

IV, 42; pp. 303

V, 3 – 4; pp. 342

13 Tarsagona

5 Tarraconem

14 Saguntum

6 Saltum

15 Pinos

7 Pinon

1 Orea Capita

pp. 304

8 Trea Capita

2 Dertusa

9 Dertosa

3 Rubricatum

10 Lubricatum

4 Hildum

11 Hildum

5 Saguntum

12 Intibili

6 Valentia

13 Saguntum

7 Portum Sucrune

14 Valentia

8 Asterum

15 Sucrone/Portum Sucrone

9 Setavum

16 Dio

10 Turres

17 Alternum

11 Eloe

1 Setabi

12 Celeret

2 Turres

13 Dionio

3 Edelle

14 Lucentes

4 Celeri

15 Leones

5 Lucentes

16 Allon

6 Ad Leones

17 Hilice

7 Ilice

pp. 343

Las dos versiones del itinerario trazado en los libros IV y V del Anónimo de Ravenna, que afectan a nuestra área de estudio. (Llobregat 1983)

Otro documento de gran interés científico es la Tabula Peutingeriana (se mantiene que compuesto alrededor de los ss. II y IV d. C.) el original, desaparecido. La copia más antigua que ha llegado hasta la actualidad es aproximadamente del s. XIII (Arasa, Rosselló 1995) ésta, estuvo compuesta por 12 segmentos donde se exponen de manera gráfica todos los ejes viarios del Imperio Romano (el N africano, el O asiático la India,

29

Europa oriental y occidental), la parte que corresponde a Hispania es la primera, la cuál está perdida. III.III. La investigación contemporánea. 

Deducciones de un topónimo que afecta a un río, una ciudad, una mansio, un portus y un campamento militar: Fue sobre todo a partir del s. XIX cuando se abrió un amplio debate en torno a la

ubicación de la ciudad ibero-romana de Sucro. Estudiosos que dedicaron algunas de sus obras al estudio de este tema, cada cuál expuso sus teorías e hipótesis sobre la ubicación de la mítica Sicana y la posterior Sucro. Algunos se decantaron por poblaciones que no son las que tratamos aquí, sino otras como Algemesí, Alzira o Sueca. Estas tres primeras, junto con Cullera y Albalat, son poblaciones pertenecientes a la comarca de la Ribera. En la actualidad destacan por ser cabezas de partido Alzira y Sueca (capitales respectivamente de la Ribera Alta y la Ribera Baixa), a su vez, ambas localizaciones, junto con Algemesí han ido perdiendo fuerza de manera definitiva, a partir de los hallazgos sacados a la luz en el yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena en Albalat. Sin embargo, vamos a exponer aquí un breve resumen de algunos de los autores más representativos que defendieron una localización u otra: Para principios del siglo XX, autores como A. Blázquez (1925), o Gómez Serrano (1927), este último erudito suecano que publicaba en el año 1957 una obra llamada, “Contribución al estudio de la protohistoria

mítica

de

los

ibero-sicanos”,

defendieron la ubicación de Sucro en Algemesí. Al igual que Morote (1979) que argumenta que la Mansio Sucronem se correspondía con el yacimiento ibero-romano de Pardines (cerca de Algemesí) donde se cruzaría el río Júcar hacia Xàtiva, punto desde el cuál se partiría hacia loca marítima, pasando por Albalat de la Ribera hacia Itinerario del Ravennate según E. Llobregat (1983) y la ubicación de Sucro en Alzira.

Cullera.

Este, por contra, identifica el yacimiento del Alter

30

de la Vint-i-huitena de Albalat como la mansio de Asterum/Alterum del Anónimo de Ravenna (IV, 42; pp. 303, 8 y V, 3 – 4; pp. 342, 15). Por último, Sillières (1990), traza la vía desde Sucro hacia el S, la cuál relaciona también con el municipio de Algemesí. E. Llobregat (1983) es el máximo representante y defensor de la localización de Sucro en Alzira, vio en ella la mansio sucronense, basándose para ello, en su importancia en época islámica, medieval y moderna, ya en 1835, M. Cortés lo sugiere (Arasa, Rosselló 1999), y para mediados del s. XX también Schulten (1952). Sueca, para la que existían argumentos de tipo filológico, Escolano (1560 -1619) ya se fija en el parecido etimológico del término Sueca – Sucro, sin embargo concluye que Sueca no es un término de raíz latina, sino árabe, que provenía de Çueyquia que significa acequia, con motivo de una gran acequia que desaguaba en la Albufera. Sin embargo, en 1852, en el Atlas Histórico Universal de Geografía, elaborado por Dufour y Duvotenay se identifica Sucro con Sueca. Y en 1905 J. B. Granell natural de esta población, publica su obra Historia de Sueca, en la que argumenta la localización de Sucro en su ciudad natal. Por el contrario, en esta población no existen restos arqueológicos de calado que permitan ligar su origen con la Sucro antigua. Las razones de tipo etimológico que alegaban los defensores de esta teoría, quedan desmontadas en la Carta Puebla de 1245 de esta población en la que se encuentra ya el topónimo de Sueca, como Suecha. Actualmente se sostiene que Sueca proviene de Suwáyqa, un topónimo árabe que significa mercado (Furió 1995). Por el contrario, Cullera es la única población que ha permanecido desde el principio de la discusión asociándose con la sede sucronense, ya Escolano en 1610, se decantó por ella y a partir de que A. Piles publicara su Historia de Cullera en 1893, diversos autores a lo largo del tiempo han defendido esta postura. M. L. Chofre (2002) argumenta en su tesis doctoral, que la mítica Sicana y la Sucro romana se localizan en el yacimiento del Alt del Fort, en el cerro de su montaña, y concluye que el yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena se trata de la Mansio Sucronem indicada en los itinerarios altoimperiales, siendo el yacimiento de Punta de l’Illa (en el Cabo de Cullera) donde se ubicó el Portus Sucronem de los itinerarios tardíos. Recientemente, E. Portell i Sapiña y E. Portell Gimeno (2011), hacen un planteamiento nuevo en torno a la argumentación en favor de Cullera a partir del análisis de los itinerarios romanos de época imperial y tardía. Su novedad reside en el punto de bifurcación de la Vía Augusta a la altura del

31

actual municipio de Almussafes, que se dirige hacia la vía litoral, con sitio en Sucro, establecida en Cullera, identifican este camino costero como la antigua Vía Heraklea, concluyendo que la vía interior se trataría de la calzada augustea. Albalat de la Ribera, fue la última en sumarse a esta disputa a raíz de las excavaciones y prospecciones realizadas en los últimos años del s. XX, aunque con anterioridad ya se tenía constancia de la importancia del yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena y de los hallazgos fortuitos bajo el casco urbano (Fletcher 1961). Han sido las excavaciones de los años 1995 y 1996 las que levantaron las mayores expectativas ante la probable ubicación de la ciudad ibero-romana aquí. Fueron X. Vidal y C. Martínez autores de la excavación en el núcleo urbano del municipio y en

el

yacimiento del Alter de la Vint-ihuitena, donde respectivamente se tiene noticia del hallazgo de restos de

viviendas

con

hogares

y

materiales cerámicos de importación fenicia del s. VIII a. C. (Mata 2001), con una cronología temprana sin antecedentes en esta comarca. Autores como Schulten (1955), que cambiaron

su

propuesta

de

identificación de Sucro con Alzira para proponer por primera vez a Albalat de la Ribera como posible sede sucronense, también lo hizo Morote (1979; 2002) que propuso El trazado de la Vía Augusta y la identificación de Sucro en Albalat de la Ribera propuesto por F. Arasa (2009).

recientemente, el yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena como el asentamiento más idóneo ubicar la ciudad ibero-romana.

para

32

En torno ha esta discusión, han sido los trabajos de investigación más recientes, los que aclaran y ponen de manifiesto que Albalat y Cullera son los emplazamientos que reúnen las necesarias características físicas para albergar un poblamiento continuado en la antigüedad y con apoyo arqueológico de calado. Siguiendo los estudios de F. Arasa y V. M. Rosselló (1999), se presenta la llegada de la calzada augustea desde Valentia a la actual comarca de la Ribera, a través de la Porta Sucronensis, citada en una inscripción (actualmente perdida) donde se indica la reconstrucción de un acueducto. Estos autores la localizan en la C/Avellanes, en dirección, C/San Vicent de Valencia, desde donde partiría la vía hacia Sucro y la Contestania. Una vez llegado el camino a Sucro en Albalat de la Ribera, partiría rumbo al litoral hacia el Portus Sucronem, establecido en Cullera. La clave por la que la vía se adentra hacia el interior a partir de Valentia es la necesidad de esquivar la Albufera. Esta inscripción también fue recogida por A. Piles (1893), (éste advierte que lo copia de un libro) y cita textualmente que ésta, estaba en la pared de la puerta del Convento de la Trinidad de la ciudad de Valencia, e indica que su fuente recoge algunas de las palabras que contenía dicha inscripción (Corpus Inscriptionum Latinorum II²/14,33): …..EMPTO LOCO……… ….…………..VM QUI AQUAM TRAH M. A PORTA SUCRONENS……………... L. M. P. TUM. V. KAL. MAJ. A……….. De esta inscripción, también hace mención en su tesis doctoral A. Ribera (1993). Este autor, añade que en diversos escritos de Valerio Máximo figura un Tribuno Popular del año 90 a.C., llamado Quintus Varius Severus Hybrida, señala que popularmente era conocido con el sobrenombre de “el sucronensis”. Este autor, pone en conexión el castrum, que según las fuentes se encontraba en las cercanías de la ciudad de Sucro, durante la Segunda Guerra Púnica (Liv. 28, 24), con el campamento militar que se cita para época de las Guerras Sertorianas, cuando tuvo lugar la Batalla de Sucro el año 75 a.C, en la que se enfrentaron los ejércitos de Sertorio y Pompeyo.

33



Sucro entre la Segunda Guerra Púnica y las Guerras Sertorianas:

Antes de continuar, me gustaría resumir brevemente cómo el ámbito valenciano se ve envuelto en el estallido de la Segunda Guerra Púnica y en las posteriores Guerras Sertorianas, para así comprender el porqué de un establecimiento militar en el río Júcar: En torno a la mitad del s. III a.C. la política de los bárquidas se inclinó hacia una política de corte imperialista y dirigieron sus esfuerzos hacia la gradual ocupación de Iberia, territorio que hasta ese momento quedaba fuera del ámbito de influencias de Roma. Primero con Amílcar, que inició las incursiones en territorio peninsular en el 237 a.C., y luego continuaría la empresa su yerno Asdrúbal con la fundación de su centro vital de operaciones en Qart Hadast. Sus atenciones se centraron en las áreas mineras de Cástulo y el control sobre el SE de la península. Roma, ante la creciente ocupación en territorio de Iberia por el imperio cartaginés, se inquietó y envió una embajada a Asdrúbal para negociar los límites de su imparable expansión. Lo que se tradujo en el llamado Tratado del Ebro (226 a. C.) lo que suponía la frontera que no debían traspasar las pretensiones imperialistas de ninguna de las dos potencias. Dicha frontera se situó en el río Ebro. Tras el asesinato de Asdrúbal (221 a.C.), le sucedió el hijo de Amílcar, Aníbal que volvió a la política belicista, llevando a cabo campañas militares centradas en el levante peninsular. En 218 Aníbal tomó Sagunto, ciudad que aunque se encuentra al S del Ebro desató la ira de Roma

y

alegando tratados de amistad con esta, el asedio cartaginés se convirtió en el detonante de que estallara la Segunda Guerra Púnica (218 a. C. a 202 a. C.). El levante peninsular se convertiría en el escenario de guerra de las dos potencias emergentes más grandes del momento, Cartago y Roma. En el 217 a. C. se produjo la derrota naval cartaginesa en la desembocadura del Ebro y tras las batallas de Hibera y de Intibilis en el 216, y 215 respectivamente, los combates se fueron desplazando hacia el S peninsular, es probable que el ejército romano tomara Sagunto hacia el 212 a. C. y que dada la cercanía e importancia de la cuenca del Júcar se adentraran por medio de esta hacia el SE, estableciendo en el entorno próximo al río Júcar una guarnición militar. Permitiéndoles un avance militar por etapas (Noguera Guillén 2008). Es en este momento cuando debió de establecerse el campamento militar en el río Sucro, el mencionado por Tito Livio (28, 34) y resultado del avance de los combates hacia el S de la península.

34

En 211 a. C. murieron ambos hermanos dirigentes de las legiones romanas en Iberia, Publio y Cneo Cornelio Escipión pero en el 209 desembarcó en el Ebro el hijo del primero, Publio Cornelio Escipión, con más tropas y refuerzos, de los que se obtuvo como resultado la conquista de Carthago Nova (la anteriormente fenicio-púnica Qart Hadast) ese mismo año. Finalmente tras las victorias romanas de Baecula (208 a.C.) e Ilipa (207 a.C.) los cartagineses abandonaron la península en el año 205. Trasladándose la lucha a territorio del N africano. Se tiene referencia a este castrum y a una rebelión acaecida en el mismo, el 206 a.C. por medio de los escritos de Tito Livio (28, 24). Dicha rebelión se debió al retraso de las pagas a los soldados y la inminente noticia de que Escipión hijo estaba enfermo de gravedad o quizás había muerto, lo que caldeó el ambiente de protesta. Una revuelta que para A. Ribera (1993) pone en entredicho la exclusividad romana de la composición de las legiones establecidas en el campamento de Sucro. Silio Itálico (26 d.C. – 101 d.C.), cónsul romano a la muerte de Nerón, asegura en sus escritos (lib. III, V, 372) que soldados sucronenses y setabenses acompañaron a Aníbal en su lucha contra Roma. Por lo que, es probable que lo mismo debiera suceder con el reclutamiento romano. En la actualidad, no existen estudios dedicados exclusivamente a la localización del campamento de Sucro, ni tampoco se encuentra en vías de investigación. En cambio, sí existen en otros ámbitos como el murciano, con la investigación sobre los establecimientos militares relacionados con la batalla de Baecula del 208 (Bellón et. al. 2003), también en Soria, con los campamentos numantinos, excavación que en la actualidad se encuentra bajo la dirección de A. Jimeno Martínez, o en el ámbito catalán, donde se halla el estudio del campamento de La Palma establecido en condiciones similares a la guarnición en torno al Sucro, este yacimiento se sitúa en el margen izquierdo del Ebro cerca de su antigua desembocadura en una terraza fluvial, sobreelevada 15 m respecto al río. J. Noguera Guillén (2008) que acomete los estudios sobre este yacimiento, establece las características de los campamentos romanos por medio de los cuáles se efectuó el primer contacto directo con territorio peninsular y sus habitantes durante la Segunda Guerra Púnica. Se destaca en este estudio, la dificultad de rastrear los asentamientos de este tipo, ya que frecuentemente eran temporales y realizados mediante materiales perecederos. Respecto a Sagunto, algunas novedades respecto a su amurallamiento en el curso de la Segunda Guerra Púnica han sido presentadas recientemente (Aranegui 2012, e.p.).

35

En cuanto a las Guerras Sertorianas,

el

área

valenciana

que

nos

ocupa se ve de nuevo envuelto en la contienda que azota a Roma entre optimates y populares a partir del 88 a. C., una crisis devenida en una guerra

civil

traslada

que

de

se

manera

violenta a la Península Ibérica, tras convertirse

Las Guerras Sertorianas del 77 al 76 a.C.

en el refugio de Sertorio, militante popular prepara

aquí

resistencia

contra

que la los

partidarios del dictador Sila, del que tuvo que huir. Sertorio se convirtió en el 83 a.C. en gobernador de la Hispania Citerior y seguramente, se ganó a las tribus indígenas logrando así, sumar a muchos de ellos a su ejército.

Las Guerras Sertorianas del 75 al 72 a.C. Fuente: M. Salinas de Frías, en: Geografía Real y ficticia de la epopeya sertoriana. Actas La invención de una geografía de la Península Ibérica. G. Cruz Andreotti et al. (Eds.)pp. 153174. (2006).

Los generales Marco Perpenna y Herennio se sumaron a Sertorio entre el 80 y 77 a.C., derrotando desde aquí toda legión que se enviase desde Roma para acabar con él. El año 76 se libró la Batalla de Lauro (A. Schulten 1949 la identifica con el Puig, entre

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Valencia y Sagunto; L. Pericot con Llíria 1949, igual que D. Fletcher) ciudad que incendiaron y saquearon las legiones de Sertorio tras su victoria ante el ejército pompeyano. Más tarde, en el 75 tuvo lugar la Batalla de Sucro, mencionada por Cicerón (Balbo, 5) o Salustio (Hist. 2, 98, 6). Próxima a la ciudad de Valentia en el mismo año 75 se combatió de nuevo, y el ejército sertoriano fue derrotado ante las tropas de Pompeyo y Metelo, acto seguido tomaron la ciudad y la arrasaron, torturando y matando a los generales insurrectos del bando sertoriano. Según Bosch Gimpera (1935), Sucro tuvo el mismo final que Lauro, y que posteriormente tendría Valentia, quedando destruidas tras la batalla. Ya en los 80’s es E. Llobregat (1988), quien apoyándose en la cita (Nat. 3, 20) de Plinio, plantea que es el campamento arrasado al que hace referencia el autor clásico y no al oppidum (Chofre 2002). Aunque las investigaciones referentes a la arqueología militar respecto a Sucro están por el momento estancadas en la provincia de Valencia, sí se han realizado estudios de poblamiento rural. Una revisión de este tipo en la comarca de la Ribera del Júcar fue realizada por F. Arasa y J. Pérez Ballester (2010) para la época que nos atañe. En su estudio muestran los resultados de prospecciones efectuadas en yacimientos conocidos y realizan un análisis de la distribución y la densidad de estos, intentando deliberar el camino que seguiría la Vía Augusta a su paso por la Ribera y las comarcas colindantes, teniendo muy presentes los cambios sedimentológicos y estudios geoarqueológicos que atañen a las transformaciones del medio físico por el cauce del río. Ambos citan a Estrabón (III, 4, 6) y se hacen eco de la existencia de un vado situado entre Albalat y Polinyà del Xúquer a la altura de la Partida del Gual. Vado sobre el que el yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena, tendría el control y el cual daría paso al camino que lleva hacia Saetabi. Estos autores, plantean la imposibilidad de un paso del río a la altura de Algemesí, ante el inconveniente de que también sus afluentes el río Magro y el Verd debían ser cruzados. Contradiciendo la hipótesis de Morote (1979). A parte, en su estudio muestran los resultados de densidad de población en torno a este eje Albalat – Alzira, con un total de nueve yacimientos ubicados en torno a la carretera actual CV-41. En base a esta densidad de yacimientos, este sería el eje de comunicación que siguió la calzada a su paso por la Ribera, desde el yacimiento del Alter de la Vint-ihuitena donde se entroncan la vía interior y la litoral, motivo de su importancia.

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Un estudio similar es el publicado por D. Quixal Santos (2012), que se enmarca, como cita el mismo autor, dentro del proyecto de estudio del territorio de Kelin dirigido por C. Mata (UV). Aunque no se trata del valle del Júcar sí de uno de sus afluentes, el Magro, por medio del cuál se tuvo acceso al interior de la Meseta desde el litoral y que sirvió de enlace para la redistribución de las importaciones llegadas a través del

Portus

Sucronem, hacia el interior: Kili (La Carència de Torís) y Kelin (Caudete de las Fuentes), durante época ibérica. En el área de estudio se han prospectado un total de 19 yacimientos de distinta categoría (poblados fortificados, asentamientos de tipo rural, atalayas…) y con cronología comprendida entre los ss. VI – I a.C., documentados entre el establecimiento ibérico de La Carència y el de Kelin. Mediante el análisis procesado por el SIG (Sistema de Información Geográfica) aplicado a la geografía física que conecta ambos yacimientos, se obtuvo como resultado que la ruta de menor coste energético desde Valentia – Kili – Kelin y Portus Sucronem – Kili – Kelin era el corredor del Rebollar, en contraposición a lo que el registro arqueológico demostraba, y es que, es en el Valle del Magro, donde se encuentra según D. Quixal la estructura de población de mayor complejidad y entidad, y no, en el corredor del Rebollar. Lo que concluye que la ruta de conexión principal (al menos hasta la fundación de Valentia en el 138 a.C.) era la formada por el eje de los ríos Júcar – Magro. Necesariamente hasta la fundación de Valentia es el Portus Sucronem el que abastecería, tanto a la comarca litoral de la Ribera y en un marco más amplio al interior del levante valenciano, siguiendo los resultados de este proyecto científico por parte de la Universidad de Valencia. III.IV. La Toponimia: En la actualidad existen diversos trabajos donde se ha tratado la toponimia del territorio ibérico de la Contestania (Membrado 2012; Arasa, Pérez 2010; Curchin 2009; Chofre 2002). Las clasificaciones de distinción entre elementos toponímicos de base prerromana, y latina, incluso árabe ha sido clave, siendo esta última raíz, la que parece tener mayor arraigo en la zona geográfica que estudiamos (Membrado 2012). Aunque en sí misma, la toponimia no es una base argumental fuerte, sí puede plantear nuevas ideas en este ámbito geográfico, en el que la epigrafía hasta el momento se encuentra ausente.

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Nuestra clasificación va a partir de la categorización por topónimos que

hacen

referencia al hidrónimo Sucro. En segundo lugar, expondremos los que se refieren a la orografía y los términos más llamativos que atienden a la geografía caminera que se ha ido dibujando a lo largo de la historia y de la que algunos reductos toponímicos han llegado hasta nosotros. Y por último, los topónimos que designan los municipios sobre los que versa este trabajo. 

Sucro, topónimo e hidrónimo: Dejando a parte la argumentación de Carcopino (Iberos-Júcar, BRAH 148, 1961,

7-12) relativa a la localización del Ebro en el Júcar, Sucro, es el actual Júcar. En toda su cuenca, derivan del río la mayoría de los topónimos de la comarca y ha tenido a lo largo de su historia un papel protagonista en cuanto a la elección en su entorno de asentamientos adecuados para la población que habitaba la Ribera, entre ellos la ciudad ibero-romana del mismo nombre. La historiografía ha relacionado el origen del nombre del río Júcar directamente con otro hidrónimo previo, el río Sicano, y su ciudad Sicana con la Sucro ibero-romana. Siguiendo a Curchin (2009) ambos hidrónimos (Sicano – Sucro) proceden de la raíz derivada del paleoeuropeo ie. En el primer caso, Sicano procedería de s(e)iqu- con significado “desaguar” y para el segundo, Sucro derivaría de seu-, “empapar”. Recientemente, Membrado (2012) ha establecido un interesante

paralelismo

etimológico en torno al término que designaba al río Segre -en la antigüedad Sicoriscon el término prerromano Sicano: éste explica que en Sicoris se identifican dos raíces seikw- que significa “fluir”, “secar” o “verter gota gota” y -or-, que según el autor se podría relacionar con el ibérico y que en vasco se conoce como “ur” que significa “agua”, o bien que proceda de una raíz indoeuropea, debido a que esta, también se encuentra fuera del ámbito peninsular, con significado de “agua”, “corriente” o “río”. La explicación que se da para la derivación de Sicano por Sucro en época romana, es que la -r- de Suc(r)o, sería una contracción de la raíz -or-. En cuanto al cambio de la -ide S(i)cana por la -u- de S(u)cro, el autor considera que la denominación empezó siendo en algún momento sik- (al igual que Sicoris) y que en algún momento se transformó en suk-. Por lo tanto el nombre del actual río Júcar, deriva de un topónimo tautológico prerromano sikor- o sukor- (Membrado 2012), raíz que se conservó y a la

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llegada del Imperio pasó a llamarse (suc)(r)o, posteriormente derivó en xuqr- o xúq(a)r con la conquista musulmana, y hasta la actualidad como río Júcar o Xúquer en valenciano. Cercano Albalat, se encuentra Polinyà del Xúquer una población donde se halla la ya citada Partida de El Gual, en la vertiente derecha del Júcar. Parte de esta partida está ocupada por un inmueble del siglo XV, llamado La Granja, de donde nace un camino de tierra en dirección hacia el río y en sus márgenes se han hallado materiales de época romana, y en las cercanías del cual, tuvo lugar un paso que cruzaba el río Júcar. Este vado es mencionado en la documentación perteneciente a época medieval que encontramos en el Archivo Municipal de Cullera en el pergamino nº 77 con fecha a uno de octubre de 1420 (recogido por Villalmanzo, 1989): “Remontando el río hay que ir aguas arriba para llegar a Albalat de la Ribera o Polinyà del Xúquer. Y en la partida que lleva el significativo nombre del Gual se encuentra el único vado en muchos kilómetros de curso lineal y que era el vado, al parecer, de la Vía Augusta”. Según los estudios de T. Peris (2003) la dificultad de construcción de puentes sobre el lecho del Júcar debido a su violencia de arrastre en las crecidas estuvo latente incluso en épocas más avanzadas como la moderna. La llanura de inundación del río estuvo en constante transformación desde la Antigüedad y de sus características físicas derivaron topónimos referentes a la orografía, y los términos que designan a caminos terrestres establecidos en su entorno. Este río fue un obstáculo para la fluidez en la comunicación entre el N y S peninsular, salvándose mediante vados, puentes de piedra, incluso de madera y también pasos en barca. Y es que durante época medieval solo había dos maneras de cruzar el Júcar, la primera por el vado ya citado entre Albalat y Polinyà, hoy inexistente, pero en uso hasta el 1460 (Peris 2003). Paso al cual deberá probablemente el nombre, fosilizado como la partida del Gual. El segundo paso, se efectuaba en barca en Cullera cerca de la desembocadura, que pasó más tarde a ser un puente de madera que era arrastrado cada vez que se sucedía una crecida violenta, y mientras estaba en reparación utilizaban como medio socorrido las barcas. Es interesante destacar que la navegación por este río tuvo lugar incluso hasta el s. XV, momento en que el Júcar padece un empeoramiento

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de su desembocadura, la cuál llegó a quedar cerrada por la profunda sedimentación producida seguramente por las nuevas políticas hidráulicas impuestas por Ferrán I, con la multiplicación de los molinos fluviales y los espacios irrigados (Membrado 2012). Lo cuál se tradujo en la desaparición del puerto natural de Cullera, y de manera general la transformación de toda la región de la Ribera hasta su versión actual. Por lo que durante la antigüedad, la corriente del río Júcar que permitió la navegación fluvial (Peris 2003; Rosselló 2005) fue la razón por la que en sus riberas emergieran diversos núcleos de población que disfrutaron de las oportunidades de negocio y comercialización que les brindaba este hecho. Aquí en época ibérica y romana debió de destacar según las fuentes clásicas, la ciudad de Sucro citada como una “ciudad próspera”. Este topónimo es protagonista de un gran arraigo en la Ribera, numerosos son los municipios de la comarca que recurren al mismo para darle nombre a sus calles, centros de enseñanza e incluso a locales de restauración, o de medicina animal…Tema a parte y siguiendo de nuevo a Curchin (2009) el topónimo que designa la mítica ciudad Sicana de Avieno y la ciudad ibero-romana Sucro derivan de la misma raíz hidronímica que anteriormente hemos explicado para Sicano – Sucro. Puesto que primero fue el río, y de su relación con él se daría nombre a la ciudad. Otros términos de tipo hidronímico, como ejemplo la Bega al NO de la desembocadura del río, en el casco urbano actual de Cullera, Membrado (2012) plantea para este término, considerar dos posibilidades, que derive de la toponimia local del territorio de habla catalana/valenciana, o bien que proceda del ibérico baika, que deriva de la raíz hidronímica de (i)bai o, bae-. Una segunda Bega, la encontramos también en el término municipal de Sueca entre el Mareny Blau y el Mareny de Barraquetes. Un segundo ejemplo, “illa” es frecuente también en la Ribera, y que designa penínsulas fluviales, en Cullera se encuentra la partida de l’Illa y en ella la playa del mismo nombre, ambas situadas entre el Mar Mediterráneo, el cauce del río y l’Estany (un estanque de agua dulce con salida al mar) al S de la población, en la vertiente izquierda de la desembocadura del Júcar. Y por último la llamada durante el medievo la “isla del Júcar” en Alzira. 

Topónimos que se refieren a la red viaria terrestre:

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La alta densidad demográfica que revela el registro arqueológico y la topografía plana de la cuenca del Júcar favorecieron la aparición de caminos principales y también secundarios que comunicaron el área litoral con el interior, el Portus Sucronem centro a partir del cuál se redirigían los productos comercializables que arribaban a las costas del levante meridional, no sólo a través del curso fluvial, sino también, a través del terrestre, como medio de transporte. La comarca de la Ribera se halla entre dos de las ciudades más importantes del litoral valenciano durante época ibérica y romana, para el primer caso, entre Arse – Saiti y luego con Valentia – Saetabi. Ambas, Arse y Saiti vinculadas durante el periodo ibérico a un camino principal, la Vía Heraklea, que cruzaba de N a S la geografía valenciana, y vinculada Valentia tras su fundación en el 138 a.C. a ella y con la posterior renovación de este camino con Augusto. Es el eje que cruzaba la Ribera de N a S, sobre el que se vertebraron las vías secundarias y auxiliares. Este eje vital para las comunicaciones durante la Antigüedad se dirigía de Valencia a Xàtiva durante época romana y Sucro se encontraba según los itinerarios estudiados a mitad de camino de ambas ciudades, a 20 millas romanas. Esta vía de camino a Sucro debió de evitar la zona lagunar y palustre existente en la Albufera y a su llegada a Albalat se abriría paso a dos caminos diferentes: el primero el que seguía hacia a Xàtiva; el segundo, el que pone rumbo de nuevo a la costa, hacia el Portus Sucronem. Esta explicación es importante, debido a que sin ella no se entienden algunos topónimos que vamos a presentar, como por ejemplo el que Llobregat (1983) relacione el yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena como un “trivium” un lugar de paso donde se indicaba al viajero que la vía se dividía en tres rutas. Del que es representativa la hipótesis que establece Morote (1979) con el topónimo que aparece como la mansio Alterum/ Alternum (Rav. IV, 42; pp. 303, 8; Rav. V, 3 – 4; pp. 342, 15) que identifica con el yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena, puesto que este término Alterum/Alternum significa en latín “otro, alternativo” donde se indica que la ruta de un camino se divide.

Otro topónimo que puede aludir al paso de un camino es el de calzada, documentada en el término municipal de Xeraco unos 12 km al S de Cullera, cerca del margen derecho de la N-332 a su paso por su término. Según Chofre (2002) se documenta otra calzada, que aunque no se especifica orientación exacta, menciona que se halla en una partida de tipo agrícola, entre el cauce del río y los pies de la Serra del Cavall. De tipo similar,

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hallamos caminás, o caminàs dels homes, así se le da nombre a una calle de

la

población de Cullera, de invención contemporánea o no, se encuentra muy cerca del área donde se halla el epicentro comercial del Portus Sucronem de época bajoimperial.

En el actual término municipal de Sueca, se documenta villela, topónimo de origen latino que pudo derivar de un diminutivo de “villa”, lo hallamos en la Partida del mismo nombre, esta partida con anterioridad a la conquista por los musulmanes pertenecía a Cullera, convertida posteriormente en alquería. Esta partida dista de Cullera unos cuatro kilómetros (Chofre 2002). Cercana a ésta última, se halla la partida de la Torreta, donde se ubican los restos de una villa romana altoimperial (Gómez Serrano 1927; Carmona, Ruiz 2001), topónimo de origen latino que debe derivar de algún tipo de construcción vigía para el control del paso por el cauce del río. 

Los términos que designan Albalat de la Ribera y Cullera:

Siguiendo a Llobregat (1983), Albalat de la Ribera proviene de Al-balat, topónimo árabe documentado en 1238, que significa “camino empedrado”. Significado que (Membrado 2012; Arasa, Pérez 2010) indica que este camino se podría tratar de la Vía Augusta que se dirigía de Valencia en dirección Xàtiva y que cruzaba el Júcar a la altura de Albalat en época romana, continuando su uso tras la conquista musulmana e imponiéndole este nombre por ello. Qulyayra, o “montaña” en árabe. Qul.la- derivado del árabe que significa “cima de montaña” junto con el sufijo -ayra un diminutivo de raíz mozárabe (Membrado 2012), la actual Cullera, de este modo y por primera vez fue citada por los geógrafos Al–Udri y Al–Idrisi en los ss. XI y XII.

Al igual que Albalat y Cullera, otros municipios mencionados en este trabajo son también topónimos de origen árabe como Algemesí que proviene de al-jabbasin (los que trabajan el yeso), puesto que cerca estaban en uso unas minas de yeso, o Alzira derivado de Al- Jazira Xuqr o lo que es lo mismo “isla del Júcar” (Llobregat 1983; Membrado 2012), como su nombre indica se trató de una isla enclavada sobre un meandro del río. Y Sueca de Suwayqa que venía a significar zoco o mercado (Furió 1995). A excepción de Xàtiva, Valencia o Polinyà del Xúquer que tienen un origen

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latino. También llama la atención el topónimo que designa la partida de “Pardines”, ubicada entre Albalat y Algemesí y perteneciente al término de este último, interpretado como despoblado de origen también latino, concretamente del término “parietina” que quiere decir “ruinas”.

IV. REVISIÓN ARQUEOLÓGICA. Vamos a pasar hacer un recorrido de los emplazamientos prerromanos

y

romanos establecidos y documentados arqueológicamente por medio de sondeos, prospecciones o excavaciones en el actual término de los municipios de Albalat de la Ribera y Cullera, a este recorrido, también serán añadidos los hallazgos fortuitos y subacuáticos, sin contexto histórico, pero que por sus características, se adhieren a un periodo cronológico u otro. IV.I. Albalat de la Ribera: 

El Alter de la Vint-i-huitena y el casco urbano. En este municipio encontramos el yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena, que

ha proporcionado materiales con cronologías pertenecientes a la cultura de la Edad del Bronce valenciano (Tarradell, 1969) hasta la romanización, demostrando

un

poblamiento continuado en el tiempo. En su entorno inmediato, se hallan pequeños núcleos de población que florecen en época ibérica perdurando hasta la llegada del Imperio, de los cuales tenemos ejemplos en Polinyà del Xúquer (La Granja, o el Altet de la Cova Santa), en Algemesí (Pardines) y otros situados en torno a la carretera comarcal Albalat – Alzira, y en el mismo casco urbano de esta última población (Necrópolis del camino de Albalat, Les Cases de Montcada, de Xixerà…). El yacimiento del Alter, se ubica en un meandro del río, en su vertiente izquierda. Ocupando el extremo NE del municipio, en un altozano de dos a tres metros de altura sobre el terreno circundante (aproximadamente a unos 14 m.s.n.m.), este terreno hoy día, dedicado a la explotación agrícola y fracturado por el paso de la carretera de tipo comarcal que comunica Albalat con Sueca. Este yacimiento fue prospectado en superficie, en 1961 por M. Tarradell, E. Pla Ballester, y D. Fletcher (Fletcher 1965), aunque descubierto ya en 1958 (Sarrió 1958,

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prensa). La cronología que abarca, lleva desde la Edad del Bronce final pasando por la Edad del Hierro, y continúa hasta la romanización. Recogiéndose en el en torno de unas 60 – 70 hectáreas, todo tipo de material arqueológico de época ibérica y romana (Serrano 1987). En ese mismo año, al abrir unas zanjas para el alcantarillado en el casco urbano de la población, aparecieron una serie de restos arqueológicos, por lo que fueron desplazados allí las autoridades del SIP para comprobar y estudiarlos. A lo que indicaron, M. Tarradell, D. Fletcher y E. Pla Ballester, que bajo el pavimento de la calle actual se encontraban restos medievales y modernos revueltos en una misma capa, y que bajo ellos se hallaba a aproximadamente un metro de profundidad un nivel de arcillas con materiales de época romana e ibérica junto con restos de estructuras de habitación (Fletcher 1965). Estos hallazgos se dieron en mayor medida en torno a la C/ Peris Mencheta, que cruza desde el extremo S al N el municipio. Los materiales aquí recuperados fueron, una moneda de época romana (sobre la cuál no se especifica en la memoria), diversos punzones de hueso, cerámica tosca hecha a torno, cerámica ibérica decorada con motivos geométricos y florales, junto con cerámica común, campaniense B, y sigillatas aretinas, un hacha de piedra pulida y terra sigillata sudgálica e hispánica. Fletcher (1965) concluye que estos dos núcleos seguramente formaron parte del mismo yacimiento. A parte de las prospecciones llevadas a cabo por los investigadores del SIP los trabajos de campo fueron abandonados, y no tuvieron continuidad. Serrano (1987) nos da la relación de materiales hallados en el yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena en su catálogo sobre los yacimientos ibéricos y romanos de la comarca de la Ribera. Entre los materiales más representativos que se hallaron fueron, cerámicas de barniz rojo de tipo fenicio de importación, junto con cerámicas ibéricas bicromas, entre las que destaca un fragmento de pátera con decoración consistente en su interior en un filete marrón y otro negro (Aranegui 1974). Fragmentos de kalathos ibérico de cuello estrangulado característico del s. IV a. C. (Serrano 1987). Y también, cerámica gris arcaizante y gris fina, entre otros materiales cerámicos que recuerdan a las cerámicas tipo de Campos de Urnas (Martínez 1983). Así como, cerámicas entre las que destacan, campaniense A y B, sigillatas aretinas, sigillata sudgálica e hispánicas, junto con clara A.

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Siguiendo el catálogo de Serrano (1987) desde este sector de la población en el extremo NE, en dirección a la orilla del río y hacia el cementerio actual (al N del Alter) se recogen en superficie en una extensión total de unas 60 y 70 hectáreas materiales correspondientes a la cultura romana. Recientemente, en la década de los 90, entre 1995 y 1996, se realizaron dos intervenciones de urgencia en el casco urbano de dicho municipio por X. Vidal y C. Martínez, de donde no han llegado todavía hoy, informe alguno sobre el material hallado, ni memoria ni publicación de los resultados al respecto. Se realizaron un total de tres sondeos de reducida extensión. N

S

Sondeos y excavación de 1995 y 1996 en Albalat de la Ribera. 1. Zona NE. Alter de la Vint-i-huitena. 2. Casco urbano. C/ Castell – C/ Sebastià Figueres. Fuente: Imágenes cedidas por C. Mata. Dpto. de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Valencia.

Un estudio publicado al respecto lo realizó en 2004, M.P. Iborra. En este estudio se construye la evolución faunística a partir de las muestras óseas extraídas de los yacimientos con niveles de ocupación desde el Bronce Final hasta la Cultura Ibérica en el ámbito valenciano. A partir de este estudio faunístico, hemos podido extraer mayor información acerca de las características del yacimiento arqueológico de Albalat.

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La fauna estudiada por M.P. Iborra procedía de dos niveles estratigráficos distintos de ocupación, el primero correspondiente a la Edad del Hierro Antiguo, ss. VIII y VII a.C. y un segundo, perteneciente a la cultura del Ibérico Pleno, ss. III y II a.C. Para la Edad del Hierro Antiguo, la autora indica que sobre las muestras se hallan marcas antrópicas de descarnado y despiece para el consumo y para su transformación en instrumentos, además de que todos los restos se tratan de especies domésticas, en los que destacan el bovino, el cerdo, la cabra y la oveja, junto con el caballo. En su valoración final para este primer nivel estratigráfico, la autora concluye que de las muestras analizadas existe una mayor tendencia a la cría del bovino a la que achaca como consecuencia el medio físico en donde se localiza Albalat. Los análisis muestran que la edad de sacrificio de estos se adscribe a la edad adulta, por lo que Iborra plantea que estos fueran utilizados como fuerza de arrastre en las tareas agrícolas o transporte, y como fuente de aprovechamiento lácteo. Otra conclusión de este trabajo, es la ausencia de muestras de otros grupos de edades en los bovinos siendo esta, la especie mejor representada. Lo que podría deberse, a una recogida parcial de los restos, como apunta ella, o bien, a una especialización en la producción ganadera de bovinos, en este yacimiento. Modelo al que según Iborra, se ajustaría al practicado por colonias y asentamientos indígenas en territorio valenciano, entre los ss. VIII y VI a. C., momento en que la ganadería se caracteriza por un dominio de los ovicaprinos, con el bovino como la especie más destacada. En cuanto al Ibérico Pleno, las muestras extraídas son escasas, y solo la mitad de ellas pudo ser determinada taxonómicamente. Al igual que en el primer nivel estratigráfico, se constata la ausencia de especies salvajes, predominando los taxones domésticos del mismo tipo. Y se observa una disminución de restos de bovinos en favor del cerdo, cambio que si seguimos los estudios de Iborra, se atribuye a la transformación del modelo ganadero que se da entre el Hierro Antiguo y el Ibérico Pleno. 

El entorno a Albalat. En el entorno más inmediato a la población de Albalat de la Ribera tenemos

diversos ejemplos de ocupación, pasando al margen derecho del Júcar, hallamos la partida del Gual (Polinyà del Xúquer), en esta partida se encuentra La Granja, un edificio del siglo XV, desde el cual parte un camino de tierra en dirección hacia el río,

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camino en el que en una extensión amplia se recogieron en la superficie material de época romana. Aunque de características desconocidas este yacimiento, a juzgar por el material extraído es fechable entre el s. I y III d.C. El material recogido se trata de terra sigillata sudgálica, de las cuáles las más representativas son la Drag. 29 y 37, y terra sigillata hispánica tardía, además de clara A, y cerámica común. En el mismo municipio de Polinyà del Xúquer, se tiene constancia de que se halla un núcleo de poblamiento continuado desde época ibérica, el yacimiento del Altet de la Cova Santa (Serrano 1987), con material ibérico y romano.

Fuente: A partir de J. Pérez Ballester y F. Arasa i Gil (2010).

También en la carretera comarcal que comunica en la actualidad Albalat con Alzira, se hallan restos de época romana como la llamada Necrópolis del camino de Albalat, situado en la actual partida de Tisneres, donde se practicó una excavación de urgencia en 1982 por la dirección del SIP. Allí se recogió material óseo de tipo animal y restos

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humanos, además de vidrio, y diversidad de cerámicas de los tipos de terra sigillata hispánica y sudgálica, sigillata clara A, junto con fragmentos de lucernas. Se hallaron también tégulas procedentes de las tumbas. El conjunto fue fechado en torno al s. I d. C. a fin del s. III d. C. (Serrano 1987). Llegando al término municipal de Alzira existen yacimientos con continuidad poblacional desde la Cultura Ibérica y posteriormente romanizados, con la llegada del Imperio, ejemplos de ello son, Les Escoles Píes, La Alquerieta, Les Cases de Moncada…El Sequer de Sant Bernat (del que se tiene el estudio más reciente en 2013), o la Partida de Tisneres. IV.II. Cullera: 

El Alt del Fort.

Por orden cronológico, se sitúa a la cabeza el baluarte ibérico por antonomasia y en donde se fecha la antigüedad más temprana documentada por medio de un área de asentamiento excavado. Se trata de un lugar de habitación ubicado en el pico más alto al SE de la montaña. Allí tuvo lugar una excavación en la década de finales de los 60 del s. XX, pero que no tuvo continuidad en el tiempo. Al frente de la excavación se situó M. Gil Mascarell, J. Aparicio Pérez y A. His Catalá en 1968, habiendo, en los años anteriores, efectuado una serie de prospecciones en esta ladera SE.

Alt del Fort

El Castell La Ràpita

En las prospecciones se documentaron una serie de estructuras de muro que posteriormente en 1968, fueron excavadas dando como resultado dos lienzos de muralla formadas por dos hileras de sillares cada una. El primer lienzo, y al que llamaron Muro A, presentó en su parte interior cinco sillares adosados a los que, los investigadores no

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dieron con la resolución sobre su finalidad. Los materiales asociados a esta área de la excavación, comprendieron, en mayor medida cerámica ática de barniz negro y en menor proporción ibérica con decoración de tipo geométrico. Además de una fusayola, un arito de cobre y un punzón, así como también un pendiente de oro. Este muro A, fue localizado a lo largo de 12,50 m. en dirección, NO. Este asentamiento fechado por sus materiales cerámicos precampanienses, campanienses A y B, y cerámica ibérica de decoración figurada, hallados en el interior de unas estructuras de muros, dieron una cronología del s. IV al I a. C.

Extensión del Muro A (NO – SE), con vista de los sillares adosados en el interior.

Fíbulas y arito de cobre, Muro A.

50 Fuente: J. Aparicio, A. His Catalá, en: Las Raices de Cullera: Prehistoria y Protohistoria. El museo arqueológico. SIP, Valencia 1977.

La siguiente área excavada, la llamaron Muro B, que aunque toma otra dirección parece ser que se trataba de la continuación del Muro A (Aparicio, Pérez, J., His Català, A. 1977), éste segundo lienzo no presenta los sillares en el interior que se muestran en el primero, probablemente perdidos. Además, de documentarse en estas excavaciones la posible existencia de un torreón adosado a los muros, este muro B, fue seguido a lo largo de 70 metros de extensión, y en dirección SE. Al S, de este muro B, se hallaron en su interior paquetes de tierra de coloraciones oscuras que contenían restos de material arqueológico, además de restos de sillares. Esto, indujo a los investigadores, a plantear que seguramente se ubicó, en esta área las zonas de habitación del poblado ibérico (Fletcher, D. 1968).

Muro B.

Al contrario que en el muro A, predomina mayoritariamente, en este, la cantidad de restos cerámicos ibéricos con decoración geométrica, y en menor medida ática de barniz negro. Además de dos fíbulas de bronce, siendo una de ellas de tipo La Tène (Fletcher 1968), ambas compuestas de resorte bilateral largo. Además de hallarse un pendiente de oro de aire orientalizante (Aparicio, His 1977). D. Fletcher (1968), nos da algunos detalles descriptivos de dicho pendiente de oro, que indica que es de tipo amorcillado, que contiene múltiples hilos trenzados entre sí, que arrancan desde los extremos del pendiente hasta llegar a los laterales formando un rizo dentro del cual, se dispusieron unas pequeñas esferas, añade este, que en las caras laterales de dicho pendiente se halla, una extensión de hilo que toma dirección en forma

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de meandro, y dentro de cada cuál, se disponen una serie de gránulos a modo de bolitas menudas. No se ha conservado el mecanismo de cierre del pendiente. De manera general, cada muro tenía una anchura aproximada de un metro, alcanzando en altura los 60 cm en algunas de sus partes, mientras que en otras sólo podía observarse prácticamente la cimentación de los mismos. También cabe decir que en el interior de ambos muros no se ha conservado, ningún signo arquitectónico de estructuras de habitación.

Planta y alzado del Muro A. (Memoria de excavación) Fuente: J. Aparicio, A. His Catalá, en: Las Raices de Cullera: Prehistoria y Protohistoria. El museo arqueológico. SIP, Valencia 1977.

Esta área de la montaña, fue frecuentada a lo largo de la historia hasta el siglo XIX, donde se encuentran ruinas de un antiguo fuerte en uso para las guerras carlistas. Por lo que cuando se efectuó dicha excavación en los 60, para tener un mayor y amplio conocimiento del poblado se dispusieron a efectuar catas en estas estructuras contemporáneas. Hallando por debajo de este piso paquetes de tierra con restos de

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diversas épocas, desde medievales a modernos, mezclados entre sí, siendo en el piso inferior a estas, donde se tuvo constancia del nivel ibérico que debería ser coetáneo al de la propia excavación. En este nivel, se hallaron paquetes de tierras con restos orgánicos, junto con fragmentos de vasijas ibéricas y áticas de barniz negro como las del mismo yacimiento. Además de un punzón de cobre (Fletcher 1968). Esta labor no tuvo continuidad en el tiempo, ya que esta excavación por parte del SIP fue motivada por la proximidad con la que iba a construirse una de las carreteras que llevan a lo alto del monte. Al cerciorarse de que este proyecto no haría peligrar el yacimiento, abandonaron las tareas de excavación.

Vista del área donde se efectuaron las catas en 1968.

S

El Montgó

N El Júcar

Vista de la comunicación visual que ofrece el yacimiento del Alt del Fort.



Área del Castillo:

En la misma década de los 60, se llevaron a cabo una serie de excavaciones y prospecciones, con motivo de la construcción de la carretera que sube al Castillo de

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época islámica. Realizadas de nuevo por el SIP, cuya dirección se encargó a E. Pla Ballester. Se analizaron dos zonas próximas al Castillo: 1. La primera zona fue, la situada frente al monasterio, donde se hallaron fragmentos de cerámicas áticas de barniz negro, ibéricas y otros materiales de época medieval, además de restos de muros de esta última época, a los que se asociaban tanto las cerámicas de barniz negro como las ibéricas. Parecía que hubiera sido vertido todo ese material allí, proveniente de otro lugar próximo, y retirado para efectuar la construcción del Monasterio. Estos materiales dieron una cronología que iba desde el s. IV a. C. hasta la primera mitad del s. I a.C.

2. La segunda zona, se trató del área comprendida entre la Torre de Miranda y la Torre del Racó o de Sant Antoni pertenecientes a la antigua muralla medieval (el albacar segon), aquí se hallaron cerámicas romanas y sigillatas del s. I al III d. C. En la década de los 80’s, y con motivo, de efectuar unos abancalamientos en 1984 se llevaron a cabo una serie de prospecciones, en las parcelas posteriores al Castillo. Los niveles inferiores a esta ladera, dieron como resultado restos de cerámica griega, ibérica, y una moneda perteneciente a la época del emperador Adriano (117-138 d. C), asociada esta, a unos muros de piedra irregulares (Monraval et. al. 1991).

Zona alta de la parte posterior del Castillo, en 1914. Fuente: S. Vercher Lletí en: El Castell de Cullera a través dels memorials de l’any 1537. Qulayra, vol. I (2005).

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El casco urbano: El Barrio de La Rápita.

En el casco urbano de la ciudad ubicado en la ladera SE a los pies de la montaña, donde se sitúa el Barrio de la Rápita, se iniciaron dos campañas de excavación, entre el 1984 y 85, respectivamente. Aquí, fueron documentados cinco niveles estratigráficos (Monraval Sapiña, M, González Villaescusa, R, Blasco Nacher, J. 1991), donde solo dos reflejaron actividad ocupacional. En este caso fueron los niveles, IV y II. El primero dio una cronología para antes del cambio de era, mientras que el segundo lo trataremos más adelante ya que poseía unas secuencias cronológicas más tardías, perteneciente a la fase de excavación de La Rápita II. 1. La Rápita I: El Nivel IV de la Rápita I, reflejó en los

materiales

una cronología de en torno a la segunda mitad del s. II a. C., éste contenía material romano-republicano Rápita II

con

una serie de ánforas entre las que destacaron la Mañà C 1/2, fechadas entre el 200/190 y 150 a. C., y el tipo PE-17 de tipología púnica halladas alineadas y

Rápita I

Plano del Castillo, su albacar y la situación del Barrio de la Rápita, a los pies de la montaña. Fuente: A partir de J.M. Climent, T. Ávila en: Recuperación del Castell de Cullera. Qulayra, vol. 2 (2006)

encajadas, que se supone, de manera

intencionada,

(Monraval

Sapiña,

M,

Gonzalez Villaescusa, R, Blasco Nacher, J. 1991), fechadas en torno al 160 y

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140 a. C., éstas tuvieron una duración en el tiempo hasta el s. I d. C. Estos tipos fueron puestos al descubierto asociados a una serie de estructuras que se dataron en la segunda mitad del s. II a.C., habiendo en este contexto también contenidos, otros materiales como ánforas grecoitálicas de tipo Dressel 1A, 1B y 1C, y para el s. I a. C. las ánforas de tipo Mañà C 1/2 y C2b, junto con otros materiales como, cerámica campaniense, y también cerámica ibérica decorada y lisa. Ya en la zona más baja del Barrio de la Rápita, aparecieron una serie de estructuras que no pudieron ser datadas por el carácter geológico de la zona, pero que se podría poner en relación con la cronología de este Nivel IV, ya que apareció asociado un pie de copa de cerámica campaniense A, y una moneda de la ceca de Roma fechada entre el 187 al 55 a.C. (Monraval et. al. 1991). 2. La Rápita II: El segundo nivel que mostró signos de ocupación humana fue el llamado Nivel II, de la Rápita II y que se dató con una cronología tardía, correspondiente a los ss. V y VII d. C. En este nivel estratigráfico fueron halladas, cerámicas de barniz negro, TSH y TSA A, no asociadas a dicho nivel de ocupación, siendo su conservación bastante erosionada y seguramente fuera de su contexto, ya que aparecen junto con cerámica común africana del tipo Hayes 23B, 196 y TSA D con decoración en palmetas. Cabe destacar la aparición de un fragmento de pintura mural en este yacimiento (Monraval et. al. 1991). En las excavaciones de este sector no se detectaron estructuras asociadas a

los

materiales recuperados, ni restos antrópicos. Los materiales que se hallaron en mayor proporción fueron, terra sigillata africana D de los tipos Hayes 104, 105, 99, 94, 92, cerámica lucente (Lamb. 1, 3), cerámica paleocristina naranja, cerámica común de importación norteafricana (Fulford Handmade Fabrir 2.3, 2.4) e itálica (Fulford Handmade Fabrir 1.2, 1.6) y ánforas tipo Keay I, IIIB, XIX, LIV, LXXII, además de cerámica común local y objetos metálicos, como un botón de broche con incrustaciones de pasta vítrea azul junto con otro broche de cinturón de bronce, datados a partir de las importaciones norteafricanas halladas en el mismo contexto, fechados a lo largo del s. VI d. C. (Monraval et. al. 1991).

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En el nivel siguiente, el Nivel I de la Rápita II, se hallan los restos de ocupación medievales y modernos, con presencia de restos de tierra de labor y en el Nivel 0, escombros, y restos contemporáneos. El conjunto de La Rápita, fue un área dominada por abundancia de manantiales de agua dulce, terreno próximo a áreas de marjal y estaría más próxima a la línea de costa que en la actualidad. Concretamente en una de las vías de este barrio urbano, en la C/ Agustí Olivert, lugar donde salió a la luz una gran estructura alargada interpretada como un horreum (Rosselló 2007), o gran almacén presumiblemente portuario, al

que

pertenecían una serie de dependencias anexas que se interpretaron como una posible tabernae, o estructuras de carácter doméstico, a juzgar por los materiales hallados en su interior (Rosselló et. al. 2008).

Plano de la situación de los yacimientos tardorromanos en el Barrio de la Rápita. Fuente: A partir de M. Rosselló Mesquida, en : Un establiment de producció de saladures dels ss. V-VI d.C. en Cullera. Qulayra, vol. I (2005).

Estas estructuras fueron abandonadas de manera precipitada en el s. V d. C. siendo reutilizadas posteriormente en el segundo cuarto del mismo siglo, aprovechando sus brotes de agua. Esta fase de reutilización de las estructuras previas, se usó para la

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construcción de una factoría de salazones que fue, entre 2003 y 2006 excavada, bajo la dirección de M. Rosselló Mesquida, en la que se documentó un gran recinto de planta rectangular subdivido en cuatro habitaciones, tres de ellos excavados. Estas habitaciones o departamentos se tratan de balsas de forma rectangular recubiertas por opus signinum y dispuestas en batería. Que formaron parte del recinto comercial del Portus Sucronem tardío. En el interior de estas estructuras, fueron hallados fragmentos de materiales cerámicos asociados a los mismos, siendo las más representativas las cerámicas documentadas de terra sigillata hispánica tardía, representada por la forma Drag. 37, sigillata clara lucente, con la forma Lamb. 1/3, sigillata paleocristiana gris, con el tipo Rig. 6b, sigillata clara C con los tipos H-53B, sigillata clara D con los tipo H-59B, 61A, 61B, 67, y un fragmento de decoración estampillada, así como también lucernas como la Dressel 30, o ánforas siendo las más representadas las de la Bética y la Lusitania tipo Keay XXIII, Keay XIII, y Keay XIX, propias del s. IV al V d. C., seguidas éstas por las ánforas africanas, representadas por el tipo K-XXV, var. B y C, que data del s. IV al V y que sustituyó, a otro envase anfórico africano, que también aparece en éstas instalaciones, el tipo K-III fechado en torno al s. III al IV d. C (Rosselló 2005). Por encima del depósito de salazones, un nivel de frecuentación esporádica de los depósitos de salazón, momento en el que fueron espoliados materiales que ya no se utilizaban, esto sucedió en el s. VI d. C. En este momento posterior al abandono, fueron depositados materiales varios, como vajilla de mesa, algunos envases anfóricos vinarios procedentes de áreas orientales como el tipo Keay LIII, y otros, procedentes del Egeo y Asia Menor, además de un fragmento de ánfora procedente de la bética, la K-XIX, y ánforas africanas tardías, como el tipo Keay LXII, y cerámica de cocina, representada por materiales procedentes de la Península Ibérica, como, la Bética, la Lusitania, y también el Norte de África y el Mediterráneo Oriental.

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Planta general de las fases de ocupación tardorromana de la Rápita II.

Reconstrucción de las balsas de la fábrica de salazones. Estructuras fechadas en torno a la segunda mitad del s. V d. C. Fuente: M. Rosselló Mesquida, en: Un establiment de producción de saladures dels ss. V-VI d.C. en Cullera. Qulayra, vol. I (2005).

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La Punta de l’Illa: Este yacimiento destaca por su localización estratégica en un antiguo y pequeño

islote que actualmente forma parte del mismo Cabo de Cullera, se trata de La Punta de l’Illa. A pesar de ser descubierto por primera vez en el año 1934, por F. Mateu y Llopis, las campañas de excavación no fueron llevadas a cabo hasta mediados de las décadas de los 50 y los 60, efectuadas por D. Fletcher Valls, P. Pérez, y E. Pla Ballester, respectivamente. Este yacimiento se encuentra enclavado en la actual, Illa dels Pensaments, antiguo islote de roca caliza separado hasta 1864 de tierra firme, que fue uniéndose mediante la formación de un cordón de arena. Caso muy parecido, desde el punto de vista geológico a la Illeta dels Banyets, El Campello, en Alicante. Un yacimiento enclavado en una punta de tierra adentrada al mar unos

200 m,

anteriormente una pequeña isla, que en la actualidad está también unida a la península de manera artificial. (Soler Díaz, ed. 2006)

El Cabo de Cullera, su fondeadero y l’ Illa donde se sitúa el yacimiento. Ilustración fechada en el s. XVIII de autor anónimo. En Museo Naval de Madrid, ref. E-47-7. Fuente: Cortesía de E. Gandía. Museo Municipal de Historia y Arqueología de Cullera.

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Cabo

Punta de l’Illa

Vista actual y urbanizada de l’ Illa dels Pensaments, unida al Cabo de Cullera.

En 1955 se efectuó la primera fase de excavación, poniéndose al descubierto

dos

grandes habitaciones de forma rectangular y a lo largo de las siguientes campañas, se reconoció un recinto de planta también rectangular, además de hallarse, tanto en el interior de estas habitaciones como en las proximidades, gran cantidad de cerámicas, ánforas tardías, lucernas paleocristianas, una estatuilla que representa a Hércules promachos en bronce fechada en torno a los ss. I y II d. C. (Arasa 2005), y dos cruces litúrgicas de bronce datadas en la mitad del s. VI d. C.

Fechado en los ss. I – II d.C. Figurita de bronce macizo del dios y héroe Hércules de 66 cm de altura y un peso de 50’5 gr. Es representado en la edad adulta, con barba y desnudo. Portante en su brazo izquierdo la piel de un león y un garrote descansando sobre su muslo izquierdo. Fuente: F. Arasa i Gil, en: L’Hèrcules de la Punta de l’Illa (Cullera, Ribera Baixa). Qulayra, vol. I (2005).

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Además destaca en este emplazamiento, la gran cantidad de monedas halladas en su interior como en las inmediaciones, dando una variación cronológica desde Nerva (9698 d. C.) hasta el s. VI d. C., con una más que probable perduración hasta fines del s. VII, que vendría confirmada por el hallazgo de una moneda correspondiente al rey visigodo Wamba (672- 680 d. C.), las monedas incrementan su presencia durante la época perteneciente a Constantino (306-377 d. C.), confirmándose la presencia vándala entre el 420 y el 533 d. C., y siendo las cronologías más tardías las que testimonian contactos con el Imperio Bizantino (Mateu Llopis 1949). En las excavaciones efectuadas se reflejaron en l’Illa, dos fases de ocupación, una primera correspondiente al s. V. y otra segunda, de fines del VI e inicios del VII d. C. Siendo la segunda etapa en la que se destacan tres estructuras diferenciadas, una de carácter litúrgico que se asocia a la construcción de un cenobio, o monasterio fundado por el obispo Justiniano de Valencia, y otras dos a las que se les asigna un papel fundamental en lo que sería el almacenaje, un cellarium (Rosselló Mesquida, M., Cotina Villa, F. 2005) que albergaría los productos llegados a través del pequeño puerto enclavado en esta zona del cabo, que vendría confirmado por la existencia de unas estructuras a modo de embarcadero que documentó F. Mateu en 1949. Básicamente se recogieron ánforas para el envase de aceite provenientes de la zona norte africana, y vinarias procedentes del Mediterráneo oriental, como Palestina, Silicia, Síria o el Egeo, predominantes los tipos, Keay LIV, y LXVI. Siendo por último, una tercera zona la puesta al descubierto en las excavaciones, unas estructuras que revelan ser un área de habitación, o celdas (Rosselló Mesquida, Cotina Villa 2005). 

Registro subacuático: Los hallazgos subacuáticos más destacados se sitúan en las playas más próximas

del entorno de Cullera. Estos materiales proceden de prospecciones subacuáticas y de incursiones en el ámbito marino de forma casual. En las ocasiones que se han localizado objetos con valor histórico, se ha procedido a la retirada del mismo,

quedando

registrado en un inventario bajo la dirección del Museo Municipal de Historia y Arqueología de esta población. Así como también en la mayoría de veces se han llevado a cabo prospecciones en el entorno inmediato al área de donde se localiza el material encontrado, pero hasta el momento sin resultados positivos:

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Por orden cronológico, se halla en primer lugar la denominada como Urna del tipo Cruz del Negro (Aranegui 1980) de origen fenicio, a la cuál se le da una cronología de fines del s. VII a la primera mitad del VI a. C., una importación oriental, de época orientalizante. Ésta fue hallada en las proximidades del Cabo, en la actual playa del Dosel o del Faro, hallazgo que vendría a confirmar la frecuentación de esta costa en fechas muy tempranas por mercancías fenicias.

Urna del tipo Cruz del Negro ss. VII-VI, hallada en Cullera. Expuesta en su Museo Municipal. Fuente: Cortesía de E. Gandía. Museo Municipal de Historia y Arqueología de Cullera.

Esta urna fenicia, posee unas medidas máximas de 25 cm de diámetro y 32 cm de altura, se trata de un vaso cerámico realizado a torno y su estado como se puede apreciar en la imagen es buena, hallándose completa a excepción de una pequeña parte del labio y la ausencia de la pintura que seguramente la recubría. Esta urna se corresponde con una importación procedente del ámbito de la Andalucía Oriental. La siguiente pieza destacada como hallazgo casual en el fondo marino, se trata de un ánfora griega vinaria fechada en el s. V a.C. y de tipología massaliota PY 2, su estado es regular y no conserva boca ni cuello y le falta un asa, pese a esto se han establecido sus

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medidas aproximadas de 40 cm de altura y 37 cm de diámetro. Este hallazgo coincide en cronología con el periodo en que las importaciones griegas toman protagonismo entre el mundo indígena del levante valenciano (Monraval et al 1991). De época romana, se han recogido fragmentos de ánforas olearias y vinarias. De las primeras, la más representada es la tipología Dressel 20, entre ellas destaca

un

fragmento que se ha podido fechar en torno al s. II d.C., pese a que su estado de conservación no es bueno, se halla completa, de esta no se ha establecido su procedencia, en cambio los otros fragmentos del mismo tipo si se han podido identificar como importaciones procedentes del ámbito de la Bética. Respecto a las ánforas vinarias, destacan dos fragmentos del tipo Dressel 2/4 y una Haltern 70. No se hallan completas y el estado de conservación de todas ellas es fragmentario. Para el tipo Dressel 2/4 se tratan de importaciones procedentes de la Tarraconense y el tipo Haltern 70 se ha identificado como procedente del ámbito de la Bética. Otras tipologías de época romana extraídas de las aguas de Cullera y que se hallan entre las más representativas, un ánfora romana de pescado tipo Dressel 10/12 con un estado de conservación malo a la que le faltan parte de la panza y el pivote. Procedente de la Bética, con unas medidas de 52cm de altura y 38 de diámetro máximo. A la cuál no se le ha podido adscribir una cronología concreta, en cambio al siguiente tipo, una Dressel 1 sí, se trata de un pivote de ánfora importada desde el área tirrénica y fechada en torno a los ss. II a.C. y I d.C. su hallazgo también se dio de una manera casual y su estado de conservación no es bueno. Para época romana se han recogido a parte de ánforas, también cepos de ancla, de entre los cuáles los más destacados van a ser comentados a continuación: La primera pieza se trata de un cepo de plomo correspondiente a un ancla romana con caña de madera, su estado de conservación es bueno con un peso aproximado de unos 700 kg y una longitud máxima de 2’25 m. La profundidad en la que fue hallada es de unos 22 -26 m en las aguas ubicadas entre el Mareny de S. Llorenç y la playa del Dosel de Cullera.

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Este cepo ha sido fechado en torno a los ss. I a. C. y I d.C., en relación a la cronología que presentan las ánforas de época altoimperial y procedentes de la Bética halladas en la misma zona y Cepo

extraídas con anterioridad. Un segundo cepo hallado en torno a las aguas del Faro de esta población, concretamente en el área de fondeo, se avistó en el 2001 de manera casual, con unas dimensiones de 1’57 m de ancho y 17 cm la altura del cajetín central, con un peso de 177 kg. De nuevo

Dibujo aproximado del ancla de caña de madera al que pertenecería el cepo hallado. SS. I a. C. – I d.C. Fuente: Registro del Museo Municipal de Historia y Arqueología de Cullera.

estamos ante un hallazgo subacuático de época romana altoimperial, un cepo de ancla fabricado en una sola pieza de plomo fechado entre a los ss. II a. C. y II d.C.

En el informe de extracción de este cepo de época romana (realizado por A. Fernández Izquierdo directora, en 2001 del CASCV) se indica que se llevaron a cabo una serie de prospecciones (a cargo de E. Portell) en el entorno de la zona donde se halló la pieza, con un total de 1924 m² en los que no se observó ningún tipo de material arqueológico. La última pieza es representativa debido al lugar donde estaba situada. Un cepo de ancla romana extraído en la zona de la desembocadura del Júcar, en el llamado como Racó de les Tapieres, aunque como los demás, no presenta marcas epigráficas, se indica en el informe de extracción del mismo, que el cajetín central se encuentra fracturado probablemente debido a un tirón de la caña del ancla durante un temporal y no de manera reciente, además de que el suelo sobre el que se halló este, se constituye por 40 – 50 cm de arena fangosa. Por último mencionar que a este cepo se le adscribe una cronología de entre los ss. II a. C. y II d.C., y posee unas dimensiones de 1’93 m de largo por 12 cm de ancho del cajetín central, y un peso de 337 kg.

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Tras este exposición de las piezas extraídas del fondo marino de las playas de Cullera queremos plantear la posibilidad de un más que probable yacimiento subacuático en las inmediaciones del cabo y su zona de fondeo, conclusión que se extrae como consecuencia de los hallazgos de tipo anfórico y en forma de cepos, de época romana. Que aunque no numerosos, si se hallan de manera reiterada. Adscritos estos a una cronología similar (a excepción de la Urna del tipo Cruz del Negro y la ánfora tipo PY2 massaliota) que oscila entre el s. II a.C cuando el levante peninsular es partícipe del fenómeno de la romanización, la mayor presencia del Imperio se refleja con la gradual desaparición de materiales griegos y púnicos, y el periodo altoimperial, anterior a la crisis del s. III d. C. Además se destaca un comercio ligado mayoritariamente con la Bética. En cuanto a los dos hallazgos más destacables de la Antigüedad temprana en esta costa, la Urna fenicia del tipo Cruz del Negro y la ánfora de tipo massaliota, con cronologías anteriores al s. IV a.C. fecha que pone el punto de partida al funcionamiento del oppidum ibérico establecido en el Alt del Fort. Estos dos hallazgos coinciden en que se hallaban sumergidos en la misma área que los hallazgos de época romana, que se concentran en el cabo y su fondeadero, por lo que no se puede descartar que el yacimiento de Punta de l’Illa, un emplazamiento con una posición estratégica respecto del Cabo y que toma mayor protagonismo durante época bajoimperial, hubiera sido frecuentado ya con anterioridad al surgimiento del Ibérico Pleno, y la llegada del Imperio Romano.

V. CONCLUSIONES. En base a las dos unidades geográficas que hemos estado estudiando a lo largo de este trabajo, Albalat de la Ribera y Cullera, así como el análisis de su entorno más inmediato, hemos llegado a unas consideraciones finales que expondremos a continuación. La problemática principal gira en torno a Sucro. En los trabajos recientes de investigación se escapa un elemento que creo más importante que el de establecer la ubicación exacta de cada una de las acepciones que le conciernen, y es el del concepto que implica a Sucro como frontera natural en época ibérica entre dos

entidades

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sociopolíticas la Edetania y la Contestania, lo que llevaría a admitir que el hidrónimo es el elemento original y determinante de los topónimos subsiguientes. Un concepto que nace para darle nombre a un río en el que se construye el límite entre las áreas de influencia de dos entes que aunque, pertenecientes a la misma cultura tenían que asegurar su estabilidad. Con Edeta a la cabeza en la Edetania y Saiti en la Contestania. V.I. Primeras reflexiones: el Alter de la Vint-i-huitena y el Alt del Fort. El punto de partida a nuestras reflexiones surge a partir de dos yacimientos, el Alter de la Vint-i-huitena y el Alt del Fort, ambos de cronologías diferentes. El fin que he podido extraer de este estudio es el siguiente: Respecto al yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena, con una cronología que abarca los ss. VIII - II a.C. y con el estudio de las condiciones geológicas del terreno inmediato analizadas, plantea que este punto se ve inmiscuido en la confluencia de toda una red de vías de comunicación que atañen al medio fluvial y terrestre. Este yacimiento ubicado a los pies del límite con la Albufera por el NE y en una de las lomas generadas por las revenidas del río, cuenta con amplias zonas de tierras fértiles a su alrededor para el provecho agrícola. Las claves de la importancia de este yacimiento

fueron,

principalmente, dos: 

Su existencia se halla ligada a un paso vadeable del río Júcar, confirmado por la arqueología con un poblamiento continuado desde la Edad del Bronce Final Valenciano.



Es un punto en el que confluye un cruce de direcciones en época ibérica, al S hacia Saiti, al N se dirige hacia Arse (y a partir del 138 a.C. hacia Valentia), y al O remontando el río Magro –afluente del Júcar– se dirige hacia la meseta interior peninsular, hacia las ciudades ibéricas de Kili y Kelin, mientras que hacia el E se daba paso al litoral, hacia el puerto natural de la desembocadura del Júcar y los fondeaderos del cabo de Cullera.

En cambio, los problemas que impiden ir más allá sobre su caracterización arqueológica son los puntos que exponemos a continuación: 

La ausencia de los estudios tras las excavaciones de urgencia en la década de los 90. Unos estudios que no llegan y que después de 20 años no parece que vayan a

67

aparecer de la mano de sus excavadores, que tienen rerservados los materiales. Sin esta información se están obviando las características de este núcleo de poblamiento, y no se puede dar solución a las dos cuestiones siguientes. 

No se puede confirmar que el yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena y el casco urbano de Albalat se traten de un mismo yacimiento y por ende se desconoce la extensión total de ambos núcleos o de su totalidad.



La confusión generada a raíz de los hallazgos materiales de tipo fenicio en ambos núcleos. Ya que ante el desconocimiento de las características del hábitat se nos plantean dos hipótesis: Podríamos plantear estar ante un oppidum ibérico surgido a partir de un núcleo preestablecido anterior y de entidad, al igual como ocurrió con Arse y Saiti y, con más datos, en Penya Negra (Crevillente). O que, por el contrario, estemos ante un núcleo de población de tipo colonial fenicio que puede que nos diera las claves para entender la evolución Sicana – Sucro.

Las potencias coloniales que actuaron en la Península Ibérica en torno al periodo en el que está en funcionamiento el yacimiento de del Alter de la Vint-i-huitena, lo hicieron con unas premisas culturales diferentes a las conocidas por Roma. Tanto griegos, como fenicios basaron sus relaciones con las poblaciones indígenas a partir de las transacciones comerciales y no en una colonización territorial propiamente dicha, por este motivo no hubo un rotundo cambio cultural de los habitantes preexistentes, caso que sí ocurriría tras la romanización durante el s. II y I a.C. Y así, hoy por hoy, las mayoría de las ciudades principales prerromanas de esta zona tienen una importante base indígena. Entre el paso del Ibérico Antiguo al Ibérico Pleno (ss. V-IV a.C.) aparece el asentamiento ibérico del Alt del Fort. Es un momento en que aumenta en número los núcleos poblados y se procede a la satelización de las zonas rurales respecto a un oppidum central estable, que podía no estar fortificado, aunque es frecuente que lo esté. Con el surgir de los oppida ibéricos la función del Alter de la Vint-i-huitena como centro redistribuidor de las mercancías llegadas al puerto natural de la desembocadura del Júcar y el área de fondeo del Cabo de Cullera, parece que decae. Pues es, en este momento, cuando el yacimiento que corona el cerro de la montaña parece postularse en la historiografía actual como un oppidum sobre el que se articularán las transacciones

68

comerciales. Pero la explicación de la aparición del yacimiento del Alt del Fort como un oppidum central sobre el que pasa a estructurarse el territorio del N contestano, sin ningún precedente, debe ser cuestionado. Y es que puede que se esté confundiendo en la investigación contemporánea

la

asiduidad con que las fuentes clásicas hablan de un territorio que alberga una ciudad llamada Sucro y las tendencias de tipo localistas que aprovechan esa grandiosidad para abordar la problemática y situarla en un punto determinado. La problemática en torno a este tema va más allá de lo que es situar un núcleo de población en un mapa según al juicio de quien lee las fuentes de época clásica. Y tras nuestro estudio y sin un fin determinado de ubicar nada, he llegado a la conclusión de que el término Sicana - Sucro se debe de entender de un modo más amplio, como un concepto que designó un territorio bañado por las aguas del río que le dio nombre y en torno al cuál se dieron una serie de elementos con finalidades distintas y cercanos entre sí, y que no tienen por qué responder a la grandiosidad con que hablan los textos latinos. Como resumen, se puede plantear que el Alter de la Vint-i-huitena a pesar de no tenerse conocimiento sobre sus características de hábitat, y en base a los puntos fuertes del mismo explicados, se trató de un núcleo de población de entidad, ya que sobre él se vertebraron las vías de comunicación más importantes a lo largo del periodo ibérico y el romano, y si añadimos los importantísimos hallazgos materiales (inéditos) extraídos de su yacimiento y del casco urbano de la población asociados a estructuras constructivas que remontan sus cronologías al s. VIII a.C., estamos casi con toda probabilidad ante un núcleo urbano que continuó habitado con más o menos importancia hasta el s. II a.C., que se fue eclipsando debido a la emergencia de un núcleo costero establecido en Cullera. Es entre los ss. V y IV a.C. parece resentirse la importancia del Alter con la aparición de un establecimiento costero en su área de influencias que pasará a tomar parte en las transacciones comerciales como demuestran las importaciones griegas que se hallan en el yacimiento del Alt del Fort y de los entornos del Castillo. Y hacia el s. IV, ya están más que establecidas las fronteras entre unos territorios y otros (cuando la estructuración del territorio alcanza su punto álgido en torno a las jefaturas ibéricas) así como las vías de comunicación que enlazan los puntos más importantes del territorio, se hallan establecidas. Tras la escasa profundización llevada a cabo tras

las

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excavaciones del Alt del Fort en los 60 y los pocos resultados obtenidos, podemos concluir que la importancia de este yacimiento a partir del s. IV a.C. residió en las siguientes cuestiones: 

Se marcó el límite entre dos poderes sociopolíticos ibéricos, los edetanos y los contestanos. En esta última premisa debemos dar cabida al sentido real que tuvo el yacimiento del Alt del Fort establecido en el punto más alto de la montaña de Cullera y sin un núcleo preexistente de población anterior al s. IV a.C.



Su estratégica posición de vigilancia respecto del mar y la llanura de interior, así como la privilegiada visibilidad que se tiene al establecerse en un punto en alto, desde donde se tendría controlado el curso fluvial del río Júcar en dirección al interior peninsular, además de poseer bajo control su desembocadura.

Lo que queremos plantear para este yacimiento, en base a los dos puntos fuertes que he podido extraer de este estudio, es una función como atalaya, un fortín que controlaba desde la altura el interior de la llanura aluvial del Júcar que cerraba los límites entre contestanos y edetanos así como de las vías de comunicación interior que los comunicaban. Posicionado de manera estratégica con relación no solo hacia el interior, sino con respecto al mar, una conexión visual privilegiada con otros promontorios litorales cercanos, como seria el caso del Montgó de Denia – Xàbia, pero mal articulado con la vía terrestre. En base a estos dos puntos anteriores, se descarta en este trabajo que el Alt del Fort se trate de la Sucro ibero-romana y mucho menos que en el mismo solar se halle la mítica ciudad de Sicana, como han afirmado algunos autores a lo largo de la investigación contemporánea. Voy a presentar a continuación los problemas que presenta este yacimiento, para que le sean adjudicadas tales consideraciones: 

La frecuentación marítima por griegos y fenicios en las costas de Cullera se ven confirmadas ante los hallazgos subacuáticos que datan del s. VII al V a.C., en cambio, la ausencia hasta el momento, en suelo cullerota de indicios de un asentamiento previo al ibérico situado en el Alt del Fort, cuestionan las hipótesis que hacen derivar de Sicana – Sucro con sitio en Cullera. Por el contrario sí se atestigua la incursión hacia el interior hasta el yacimiento del Alter de la Vint-ihuitena, incluso llegando hasta Kelin, de materiales fenicios, confirmado por

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medio de la aparición de importaciones de tipo oriental en estos yacimientos. Al igual que sucede también en Arse y, con datos más seguros, en Saiti. 

Otro problema que plantea su difícil identificación como la mítica Sicana/Sucro ibérica, son los resultados que derivan de los análisis de tipo geológico para los entornos más inmediatos a la montaña entre la Edad del Bronce Final y la emergencia de la Cultura Ibérica; En este sentido al N de dicha montaña, se hallaba la Albufera con una extensión mayor a la actual e imposibilitando cualquier construcción o establecimiento de un camino en dirección a Cullera desde la Arse ibérica. Hacia el O la plataforma aluvial y el llano de inundación del Júcar en formación que limitó las comunicaciones al único medio vigente, el del curso fluvial, es decir, la plataforma aluvial que hoy existe entre el corredor paralelo al río Júcar que comunica Albalat (Alter de la Vint-i-huitena) con Cullera, estaba todavía en formación, su consolidación llegó a partir de época altoimperial (Carmona 2001). Y hacia el S, las zonas pantanosas, cenagosas y de marismas, dificultaron el establecimiento de una red permanente

de

comunicación a lo largo del cordón litoral, hacia Denia. Por lo tanto, el único reducto pisable fue la montaña de dicha ciudad. Por este motivo planteamos que durante el periodo expuesto, la montaña de Cullera estaría en condición de aislamiento respecto a las vías terrestres que atravesaron el ámbito valenciano de N a S. Aunque es probable, que la información que se tiene hasta ahora de las características del yacimiento ibérico del Alt del Fort nos hayan llegado sesgadas debido a la escasa profundización que se llevó a cabo durante sus primeras y únicas campañas de excavación, por lo que la necesidad de nuevas excavaciones es vital para la reconstrucción y la extracción del mayor conocimiento de los parámetros políticos, socioeconómicos y territoriales que ostentó este yacimiento. Pero, también es verdad que, si atendemos a los estudios geomorfológicos, en el periodo comprendido entre el s. VIII a.C. fecha donde se pone el punto de partida al funcionamiento como núcleo “urbano” al yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena- hasta el s. V a.C., se desprende de la lógica, que no sería un lugar idóneo para el asentamiento permanente, porque restaba aislado de las comunicaciones por vía terrestre hacia el interior.

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En conjunto, para época ibérica y romana el territorio que se encuentra entre Albalat y Cullera es escasamente conocido. A partir de Cullera hacia el S son conocidos pocos establecimientos (Moscardó 2008) hasta su llegada a Denia, las rutas de comunicación debieron ser costosas a lo largo del cordón litoral en formación y muy

poco

frecuentadas (Peris 2003). Incluso en época medieval las fuentes advierten de la dificultad de atravesar los marjales y las numerosas zonas cenagosas entre Cullera y Gandia. Este territorio que comprende el N de la Contestania estuvo ligado a un lugar central del que dependerían los núcleos dispersos y rurales, que encontramos concentrados en el entorno de Abalat y Alzira (Arasa, Ballester 2010), por el contrario en las zonas próximas a Cullera no se halla poblamiento de época ibérica hasta el momento, bien por desconocimiento o, bien por la condición geológica de su entorno. Será a partir del Ibérico Pleno (s. IV a.C.) cuando surge el emplazamiento del Alt del Fort, como atalaya que custodia la frontera de dos entes sociopolíticos que necesitan asegurar su estabilidad, y de manera gradual aparece a sus pies un enclave de carácter comercial marítimo que se irá integrando en una red de pequeños puertos secundarios y factorías, establecidos al S del Júcar, en las costas alicantinas de Denia, Calpe, Xàbia, Villajoyosa, La Albufereta, La Fonteta... (Aranegui 2010). Este asentamiento integrado en esta red de pequeña escala marítima durante el Ibérico Pleno no se encuentra en el Alt del Fort, sino en la ladera SE, bajo los cimientos del Castillo de época islámica. Puesto que los materiales hallados en el área del Castillo durante las excavaciones de los años 60 y dirigidas por E. Pla Ballester dieron materiales con la misma variación cronológica que los recogidos en el Alt del Fort. Este material entre el que destaca, de nuevo, las importaciones de cerámica ática e ibérica antigua asociado a paquetes de tierra con materiales medievales y estructuras de habitación de la misma época. Por lo que Pla Ballester advierte en su memoria de excavación que le parecía como si ese material antiguo fuera un relleno constructivo Dato importante si tenemos en cuenta que en los niveles inferiores de la Torre Major de dicho Castillo se han hallado sustratos de época ibérica (estudios inéditos). En resumen, podemos concluir que el yacimiento del Alt del Fort surge como atalaya con la emergencia del punto álgido de la estructuración del territorio llevada a cabo por las jefaturas ibéricas. Esta atalaya tendrá la función de procurar la estabilidad de la frontera establecida de manera física en el cauce del río Júcar, entre los territorios

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ibéricos edetanos con su oppidum central establecido en Edeta (Tossal de St. Miquel de Llíria) y de los contestanos con Saiti (Xàtiva), su actividad continuará en el tiempo hasta los ss. II y I a.C., como herramienta fundamental durante las rebeliones indígenas tras la absorción del territorio a manos de Roma. V.II. El enclave portuario de La Rápita y Punta de L’Illa: El Portus Sucronem. En este sentido, el núcleo establecido a los pies de esta atalaya, y que se halla probablemente bajo el Castillo islámico o en los solares adyacentes en su

parte

posterior, a juzgar por los hallazgos acaecidos con motivo de unos abancalamientos durante la década de los 80, ya citados, aporta sustratos de época ibérica que se descubren en los niveles inferiores de la Torre Major de dicho Castillo. Este poblamiento acabaría descendiendo de manera definitiva a lo largo de este ladera SE, derivado de ello, que se halle en el barrio de La Rápita numerosas estructuras y hallazgos materiales que comprenden una cronología de una primera ocupación (La Rápita I) que tuvo lugar en torno a la segunda mitad del s. II a.C. y en la parte más baja del barrio, donde fueron puestas al descubierto unas estructuras de habitación asociadas a un pie de copa campaniense y una moneda de la ceca de Roma fechada entre el 187 al 55 a.C, junto con estructuras de almacenamiento y ánforas Mañà C 1/2, fechadas entre el 200/190 y 150 a. C., y el tipo PE-17 de tipología púnica halladas alineadas y encajadas, además de ánforas grecoitálicas (Dressel 1A, 1B y 1C) y ánforas de tipo Mañà C2b, junto con otros materiales como, cerámica campaniense, y también cerámica ibérica decorada y lisa. Este yacimiento de época republicana, es el resultado del auge comercial que experimenta el territorio levantino tras la Segunda Guerra Púnica, y su progresiva inclusión en la órbita de Roma. La cronología durante la cual este yacimiento, se halla en conexión con los hallazgos como la estatuilla del dios-héroe Hércules (s. I-II d.C.), o del tipo anfórico y de cepos de anclas romanas concentradas en el área de fondeo y el Cabo de Cullera y sus playas próximas, como la del Faro o Dosel, con una cronología que abarca desde los ss. II a.C. al II d.C. Conexión que también se halla entre las cronologías de época imperial y bajoimperial para los niveles de La Rápita II, y de nuevo el yacimiento portuario existente en Punta de l’Illa, un embarcadero que sigue con vida incluso tras la caída del Imperio. Con la

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construcción de un cenobio que se adueñó del pequeño enclave comercial y factorías de salazón, establecido en La Rápita, junto a la boca del río, caso comparable al de la desembocadura del Segura, en Guardamar. Con el cambio de era, el enclave marítimo de La Rápita y Punta de l’Illa, siguen una evolución similar, en la que se pueden establecer algunos paralelismos con otros yacimientos del levante peninsular como, el Tossal de la Cala (Benidorm) o el Tossal de les Basses (La Albufereta). Por ello podemos concluir para el conjunto de la Rápita las siguientes reflexiones: 

Un pequeño asentamiento fue establecido a los pies del yacimiento ibérico del Alt del Fort, un área periurbana dedicada a actividades artesanales y derivadas del mar, que entre los ss. IV al II a.C. avanza a lo largo de la colina SE de la montaña hasta llegar a la zona más baja. Establecimiento del que se tiene constancia arqueológicamente de dos periodos diferentes, y entre los que existe un vacío cronológico, y que tratamos en los dos puntos siguientes.



La evolución de este enclave ha dejado constancia arqueológicamente,

por

medio de unas estructuras de almacén portuario de en torno al s. II a.C. Clave para aclarar quién o quiénes dirigían este pequeño enclave comercial, han sido para este trabajo, la conexión que hallamos entre los hallazgos efectuados en los 80 entorno a una zona de enterramientos de época tardoantigua, instalada en el mismo barrio de La Rápita. Localizada bajo el actual edificio Torre Miranda, cuando en los 80 al llevar a cabo la cimentación del mismo se tuvo constancia de restos de inhumaciones, fragmentos de tegulae, algunas de ellas completas, restos de ánforas, y reutilizados en las construcciones funerarias llamaron la atención unos ladrillos con forma circular –propios de unas termas romanas que completaban el sistema de hipocaustum de las mismas– puestos en conexión por la dirección de la excavación (Monraval 1988) con el nivel IV de la Rápita I, de época romana. Queremos plantear también que este barrio comercial dedicado al mar, estuvo plenamente conectado con el yacimiento de Punta de l’Illa en estas mismas fechas a juzgar por los hallazgos de tipo material republicano y altoimperial en sus inmediaciones. 

En el nivel estratigráfico II de la Rápita II, se hallaron dos periodos de ocupación; Un primero anterior al s. V d.C. que la dirección de las excavaciones

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de los años 2003-2006 interpretó como un horreum o almacén portuario con dependencias anexas a su alrededor, lo que parecían tabernae o un asentamiento de carácter doméstico. Abandonado parece ser, de manera precipitada en torno al segundo cuarto del s. V. Y en segundo lugar un nivel correspondiente a una ocupación que abarca desde los ss. V al VII d.C. Inmediatamente al abandono del probable almacén portuario y de sus tabernae, fue ubicada en el mismo solar la fábrica de salazones con la reutilización de las mismas estructuras anteriores (Rosselló 2008). Estas dos ocupaciones estuvieron ligadas al embarcadero de época bajoimperial del que se tiene constancia en el yacimiento tardío de Punta de l’Illa, en el que se documentaron también dos ocupaciones coincidentes con La Rápita II, una primera correspondiente al s. V. y otra segunda, de fines del VI e inicios del VII d. C. Para el que destaca un establecimiento de carácter cristiano que se asocia a la construcción de un monasterio fundado por el obispo Justiniano de Valencia, y otras dos a las que se les asigna un papel fundamental en lo que sería el almacenaje, que mantuvieron un fuerte contacto comercial con el Norte de Africa y el Mediterráneo Oriental. Como hemos podido comprobar, existe un vacío cronológico entre el s. II d.C. y el V d.C. Ambos periodos de ocupación. En este yacimiento del Cabo, el funcionamiento de tipo comercial se confirma por la cantidad de hallazgos monetarios con una variación desde los ss. I d.C. al VII d.C. (Mateu LLopis 1949). El problema que existe es que las instalaciones bajoimperiales excavadas en este yacimiento durante los años 60 fueron destruidas debido a la urbanización de esta franja costera, motivo que no permitió una mayor profundización y el descubrimiento de otras probables instalaciones portuarias anteriores. V.III. Últimas consideraciones: Debido a los vacíos de carácter científico existentes en torno al yacimiento del Alter de la Vint-i-huitena, no se permite hacer una mayor precisión del mismo, habrá que esperar a nuevos trabajos de campo y estudios de investigación tras ellos. A pesar de ello, y a raíz de este trabajo se puede ir perfilando la posible evolución del asentamiento de Albalat de la Ribera, que hunde sus raíces incluso hasta la Edad del Bronce Final valenciano. Si prosperan en un futuro nuevas excavaciones, llave que abrirá la puerta a la confirmación de la importancia de este núcleo de probables raíces

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fenicias, ibéricas y transformación romana. Su importancia ya se avista, en el momento en que se trata de un punto donde confluyen las principales vías terrestres que conectan los oppidum de mayor entidad y que rigen dos entes sociopolíticos como la Edetania y la Contestania, y el curso fluvial que da paso a la meseta interior peninsular. Su probable desaparición, en torno al s. II a.C. vendrá marcada por un gradual deterioro con la Segunda Guerra Púnica y las Guerras Sertorianas, estas que pondrán fin a su existencia. Un campamento militar del que se tienen las primeras noticias de su instalación en torno al Júcar para la Segunda Guerra Púnica y que perduró en el tiempo con la Guerra Civil entre Pompeyo y Sertorio, trasladadas al ámbito peninsular a partir del 77 a.C. Tras la Batalla de Sucro, en el 75, esta ciudad al igual que Lauro, o Valentia entre otras, será arrasada. De ahí que Plinio en el s. I d.C., en sus escritos mencione una ciudad llamada con el mismo nombre que el río Sucro, pero que en su tiempo ya no existía. Su vida se prolonga a lo largo de la romanización y el periodo imperial, en función del control del paso vadeable existente en la Partida actual del Gual, y que seguía vertebrando las comunicaciones a lo largo del territorio valenciano. Por este motivo se explica el sentido que tendría la existencia durante época bajoimperial una Mansio Sucronem que mencionan los Itineraria Romana, una mansio establecida en los márgenes de la Vía Augusta a su paso por Albalat de la Ribera. El conjunto de yacimientos establecidos en el término municipal de Cullera, de los que se desprende su caracterización como un enclave surgido por la importancia fronteriza que domina desde su promontorio litoral, a la vez que controla la costa. El establecimiento de una atalaya fortificada, a la que no se puede descartar un uso de tipo cultual, a juzgar por los materiales de prestigio hallados en el interior del recinto mural, como los pendientes de oro de aires orientalizantes y una fíbula de tipo La Tène. A los que, si se le sumara en la actualidad una mayor profundización y al igual que en el Alter, nuevos trabajos de campo, podrían dar como resultado unas dimensiones, políticas o socioeconómicas mayores para este yacimiento. Este fortín ibérico, fechado en torno al s.IV y I a.C. representaría físicamente la acepción del concepto Sucro como frontera, que tras el cambio de era, no prevalece. A sus pies, un enclave de tipo comercial y portuario que durante los ss. II a.C. y II d.C. parece estar regido por el sector rústico de una villae, si ponemos en conexión el nivel estratigráfico IV de La Rápita I tras el cambio de era, cuando el sistema de explotación romano pasa a estructurarse a partir de villae. Y a pesar del vacío cronológico existente entre el s. II y

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V d.C. en este enclave comercial, sigue vigente hasta pasada la caída del Imperio, como puerto también el yacimiento de Punta de l’Illa, superando la cronología de otros puertos, como el del Grau Vell de Sagunto. Por lo tanto, el Portus Sucronem de los itinerarios tardíos, no es consecuentemente el puerto de una ciudad coetánea, llamada Sucro y que existió en su montaña, sino como una escala junto al río del mismo nombre, vía fluvial y frontera de enorme relevancia histórica.

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