Trabajando las diferencias, domesticando a las mujeres. Trabajo doméstico y racismo en Chile

July 23, 2017 | Autor: R. Fernández Ossa... | Categoría: Performance Studies, Chile, Domestic Labour
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VI JORNADAS CARIBEÑ ISTAS RACISMO Y COLONIALISMO EN AMÉ RICA LATINA Y EL CARIBE 26, 27 Y 28 DE NOVIEMBRE DE 2014 UNIVERSIDAD DE CHILE Ñ UÑ OA, SANTIAGO Título: Trabajando las diferencias, domesticando a las mujeres. Trabajo doméstico y racismo en Chile. Rosario Fernández

En esta ponencia propongo presentar el caso de Antonia, mujer peruana morena trabajadora doméstica en Chile, como parte del trabajo de campo de mi proyecto de doctorado cuyo objetivo es comprender cómo el trabajo doméstico –como un sitio performático- produce, reproduce y tensiona ideas sobre la nación y la familia chilena. Mi pretención es entender cómo se reproducen prácticas, dinámicas y valores de las familias chilenas con la incorporación de mujeres inmigrantes, negras, morenas e indígenas y las formas en que dicha inclusión es tensionada por las diferencias sociales entre empleadores y trabajadoras. Planteo que el trabajo doméstico se conforma en un sitio “ideal” para el estudio del racismo en Chile ya que funciona como foco de articulación de la división racial y sexual del trabajo, “manejando” dichas divisiones en prácticas cotidianas y estrategias tanto de los empleadores como de las trabajadoras.

¿Por qué enfocarse en el trabajo doméstico remunerado? El trabajo doméstico y reproductivo tiene la capacidad de actuar como un principio fundacional en las distinciones entre lo público y lo privado, y la división entre labores “femeninas” y “masculinas”. Como señala Pateman (1988), el paradigma moderno en la teoría liberal se funda en dichas divisiones, reforzando la base patriarcal de las sociedades occidentales. En este sentido, estas divisiones fueron utilizados por las teorías liberales para inventar al hombre moderno que pertenecía a la esfera pública y de mercado, como paradigma del Estado – nación moderno, y la mujer dentro del ámbito 1

“privado” basado en un “código doméstico”fundado en las ideas de la decencia y la limpieza. Sin embargo, Pateman (1988) no interroga quién está haciendo el “trabajo sucio”, mientras que las mujeres blancas realizan el “código doméstico” en el ámbito privado. Por tanto, las sirvientas negras, indígenas y pobres se convierten en una figura central para el proyecto moderno del hombre masculino público y de la mujer “blanca” doméstica (McClintock, 2003). De esta forma, el trabajo doméstico pagado se convierte en una “solución” al proyecto moderno marcado por las diferencias de género y clase, que dicen relación con la producción de la familia y la nación. Dicha producción, propongo, se basa en el “manejo” de las diferencias étnico-raciales entre empleadores y trabajadoras.

En nuestro contexto, el manejo de las diferencias da cuenta de una división sexual y racial del trabajo en Chile y América Latina pos conquista, donde son mujeres indígenas, rurales, pobres, esclavas negras e inmigrantes (internas) quienes son “citadas” a realizar labores del hogar en casas patronales, y luego en las capitales. Dichas divisiones sexuales y raciales del trabajo representan las tensiones producto de las diferencias de clase, raciales, étnicas y de género que se configuran en nuestro territorio desde tiempos coloniales pero que son rearticulados con la emergencia del Estado – nación, la consolidación de Santiago, las reformas económicas y la masiva migración campo-ciudad, transformaciones donde reaparece la necesidad de inclusión y cohesión social para producir la “nación chilena”, y al hombre y mujer chileno. Esta “herencia” histórica no constituye una “causa” determinante en el trabajo doméstico actual, pero si un origen “moderno” que marca una rejilla de lo que podemos denominar como una matriz de poder basada en la necesidad de definir a la nación chilena, la familia y las “buenas costumbres”, pero que dichos aparatos ideológicos van a requerir el trabajo doméstico realizado por mujeres indígenas, negras e inmigrantes.

Sin embargo, estos aparatos ideológicos presuponen una idea de familia (heterosexual, monogámica y cristiana) y de nación (blanca mestiza, cristiana) que, al ser una construcción social “ideal”, no alcanza a abarcar la diversidad de formas de experimentar familia y nación de la población y, por tanto, requiere de su constante 2

reafirmación. De esta forma, la repetición y actuación de dichas definiciones tradicionales de familia y nación se vuelven imprescindibles para su reproducción en el tiempo como elementos ordenadores de la sociedad chilena, labor social que el trabajo doméstico –junto con otras prácticas- ayuda a reproducir. Ahora, la importancia de contratar a una trabajadora no se basa sólo en la satisfacción de una necesidad económica, sino también en la reproducción de un status social de los empleadores como mestizos blancos, de clase alta y partes del proyecto moderno del Estado nación. De este modo, podemos pensar que la contratación de una trabajadora de casa particular no sólo permite reproducir a la “familia chilena” sino que también se configura como una figura de distinción que refuerza el estatus de los empleadores en oposición a las trabajadoras.

Pero qué ocurre cuando esa mujer es peruana morena? Cuáles son las distinciones que genera? Cómo se manejan las diferencias entre empleadores y trabajadora? A continuación plantearé algunos puntos de reflexión a partir del caso de Antonia, una mujer peruana morena que vive en Chile hace 18 años y que se ha desempeñado en formato puertas adentro y puertas afuera.

Un primer elemento que quisiera destacar dice relación con la clasificación racial: Antonia se define a si misma como morena color canela. Ella me cuenta que en Perú es definida como “morena” pero que dicha clasificación no siempre “encaja” en Chile. Este cruce de clasificaciones raciales se puede observar en una escena con una compañera de trabajo chilena: R: cómo te defines acá? A: como morena… si pero acá ustedes no sé cómo le llaman ustedes al color… aquí dicen cholo, chola, dicen chola o no sé qué, la otra vez mi compañera. Me dice chola. Yo soy negra, morena. “No” me dijo “tú eres chola”.

Antonia no llega a Chile solamente como “morena” sino que como “chola” morena.De este modo, en sus relatos, Antonia me cuenta cómo tanto sus compañeras de trabajo y 3

sus empleadoras chilenas le han dicho que ella no es simplemente morena, sino que un cierto tipo de morena, una clasificación particular que “cita” una historia que designa a mujeres morenas e indígenas de manera peyorativa, mezclándose distinciones étnico, raciales y de clase que permite construir su opuesto: el mestizo blanco.

Dicha clasificación pareciera estar acompañado de un segundo elemento: una cierta actitud que debiese asumir alguien denominado como “morena-chola”. Antonia me cuenta que desde que llegó a Chile, sus empleadoras le han “enseñado” a ser más calmada y sumisa. A: creo que cuando llegué a Chile, porque en Perú yo era muy explosiva, decía “ahhh” y explotaba y decía las cosas, a veces decía las cosas y después me arrepentía de lo que decía, pero ahora ya no ya. Ahora para nada, yo pienso mucho, pienso antes de decir algo, pienso….

Este cambio de carácter es notado tanto por ella como por su familia en Perú. Cada vez que vuelve a visitarlos ellos le preguntan ¿dónde ha quedado tu carácter? Esta actitud más sumisa se contrapone a las reacciones de algunos de sus empleadores, espcialmente las empleadoras según Antonia, quienes tendrían el “privilegio” de explotar, andar de mal humor, poner malas caras y descargarse con las “nanas”. Así, Antonia me va contando un sin fin de historias donde sus empleadoras llegan grintando, golpeando la mesa, pateando la alfombra. De esta manera, la actitud de sumisión de la “morena – chola” es construida en contraposición a la actitud de “autoridad” y privilegio de sus empleadoras chilenas.

Un tercer aspecto es el rol que Antonia es citada a actuar al interior del hogar donde trabaja: Antonia es “incluida” a la familia aludiendo a su rol materno: A: Cuando el hijo se casó la señora me llamó, “Sofía” “si señora” le digo “se casa mi hijo, se casa nuestro niño” me dijo “nuestro niño”. “Cómo que se casa?” “Si, se nos casa” me

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dijo “tiene que venir al matrimonio”. “Al matrimonio yo voy a ir” le dije “no estoy ni ahí con toda la gente”.

Es una inclusión que “invita” a Antonia a ser parte de la familia en su rol materno y de crianza (“por su niño”) dentro de la “familia chilena”. Sin embargo, ella no lo siente “natural” pues le incomoda las diferencias de clase con sus empleadores. En este sentido, es una “inclusión” forzada al código maternal de la patrona, al modelo de maternidad de la familia de clase alta chilena. Es una técnica que genera tensión, que no se adecúa completamente pero que es funcional para la patrona, para su ideal de familia y su ideal de crianza. Esta “cercanía – distancia”, interpreto, permite que el rol de Antonia sea visto como parte de la reproducción de la familia independiente de la incomodidad de Antonia y las diferencias entre ella y la familia para la cual trabaja.

En cuarto lugar, Antonia es usada por una de sus empleadoras como un fetiche, objeto que le permite lucirse frente a sus invitados. Ella me relata cómo en una ocasión los invitados de su empleadora aplauden su cocina, y su jefa le pide que ella salga a recibir los aplausos. Antonia se niega y se esconde en la cocina pues si bien ella se siente orgullosa de sus dotes culinarios, no se siente cómoda con “exponerse” a plausos de los invitados. Interpreto este acto como una exhibición de su negritud “a la peruana”, un modo de exotizar sus “cualidades” como cocinera exhibiendo su cuerpo y color, como si fuesen ingredientes de su cocina.

En quinto lugar, la sexualidad de Antonia también es objeto de control.Ella me cuenta que en Chile los hombre les gustan mucho las morenas, que cada vez se ven más hombres “blancos” con morenas y que por tanto “la raza va a cambiar”. Antonia me relata cómo hombres en la calle y algunos empleadores la han buscado en un principio por su personalidad pero que rápidamente buscan “otras cosas”. Por ejemplo, en una situación tuvo que renunciar a su trabajo ya que su empleador la acosaba y la empleadora no se daba cuenta. Con el caso de Antonia podemos observar la relevancia del trabajo doméstico en la reproducción del orden social de las familias chilenas pero dónde se debe “lidiar” con 5

diferencias raciales, étnicas y de clase entre trabajadoras y empleadores. en este sentido, la función de las trabajadoras al interior de los hogares es posible sólo bajo ciertas condiciones que permiten manejar su “negritud” y los estereotipos sexuales y el peligro de deseo que ella porta. Interpreto que la “inclusión” de Antonia a los hogares donde ha trabajado es manejada por sus empleadores a través de tres técnicas: “poniéndola en su lugar” a través del ejercicio de la autoridad de la patrona, a través del “llamado materno”, y la fetichización de su cuerpo negro culinario.Primero, se usa un mecanismo que reproduce la autoridad de la mujer chilena frente a una mujer afroperuana quien es “enseñada” a asumir una actitud sumisa. Dicha construcción en oposición es funcional al manejo, clasificación y ordenamiento de las diferencias de clase, raciales y étnicas entre empleadores y trabajadoras. Segundo, las diferencias se manejan a través del “código materno”, como un intento de incluirla al modelo familiar desde su rol maternal como parte de una familia a la cual realmente no pertenece. La incomodidad de Antonia da cuenta de esa tensión, de una inclusión que sólo es posible si ella asume una posición dentro de las familias chilenas. Tercero, la exposición de su cuerpo negro frente a los aplausos de los invitados es una forma de manejar su diferencia racial como objeto de consumo de la empleadora “blanca mestiza”, un objeto que por sus cualidades y su negritud logra ser un “aporte” a la reproducción de ritos familiares alrededor de la cocina. De este modo, interpreto que la actitud sumisa, el rol materno y su fetichización se vuelven modos en que una mujer morena inmigrante es “invitada” a incluirse a la familia chilena, técnicas que permiten reproducir “la familia chilena” a la vez que manejar su diferencia étnico racial en la vida cotidiana de las familias.

Me pregunto si la inclusión de Antonia como “morena – chola”, la exotización de su cocina, la fetichización de su cuerpo culinario, la exigencia que cumpla un rol materno y que asuma una actitud sumisa, son mecanismos para manejar el “peligro de su sexualidad negra” al interior de los hogares. Cabe preguntarnos qué peligros generaría una trabajadora negra rebelde, no maternal y sin “atributos” en la cocina?Cuál es el daño que podría generar un cuerpo negro y sexualsi desbordara el ideal de la familia blanca chilena? 6

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