TRABAJADORES Y EMPRESARIOS EN LA ARGENTINA DEL SIGLO XX

June 8, 2017 | Autor: P. Ediciones | Categoría: Historia Social, Historia, Historia de Empresas y Empresarios, Trabajadores
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Descripción

Trabajadores y empresarios en la Argentina del siglo XX: indagaciones desde la historia social Daniel Dicósimo Silvia Simonassi compiladores

Rosario, 2011

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ÍNDICE Presentación Daniel Dicósimo y Silvia Simonassi ......................................................................... 11 PRIMERA PARTE ORGANIZACIÓN SINDICAL, PODER Y REPRESENTACIÓN Introducción Mónica Gordillo ....................................................................................................... 17 Control a bordo: la Federación Obrera Marítima, 1916-1921 Laura Gabriela Caruso .............................................................................................. 21 La estructuración de una estrategia gremial dominante en SOMISA (1960-1976). Los procesos sindicales y las relaciones de hegemonía/subalternidad María Julia Soul ........................................................................................................ 35 La lucha por el poder sindical en el interior de la provincia de Buenos Aires durante los años 1970. Política obrera, representación y orden productivo Daniel Dicósimo ....................................................................................................... 49 SEGUNDA PARTE CONFLICTIVIDAD Y CONSENTIMIENTO EN SECTORES INDUSTRIALES Y DE SERVICIOS Introducción Juan Suriano ............................................................................................................. 67 La constitución de una “gran familia”: trabajadores e identidades sociolaborales en las empresas extractivas estatales de la Patagonia Austral Daniel Cabral Marques ............................................................................................. 71 La importancia de las fuentes judiciales para el análisis del conflicto y la disciplina en la industria del cemento Griselda Lemiez ........................................................................................................ 89

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El personal de la administración pública nacional y sus proyecciones político-sindicales durante el primer gobierno peronista (1946-1955) Gustavo Nicolás Contreras ..................................................................................... 105 Conflictividad obrera durante la última dictadura militar en Rosario y el “Cordón Norte del Gran Rosario”. El otoño caliente de junio de 1977 Andrés Carminati .................................................................................................... 121 TERCERA PARTE LAS RELACIONES LABORALES DESDE LA MIRADA EMPRESARIA Introducción Mirta Zaida Lobato ................................................................................................. 139 La familia ferroviaria a principios del siglo XX: bienestar y lealtades de hierro en el Ferrocarril Central Argentino Laura Badaloni ........................................................................................................ 143 Educar el cerebro o pensar con las manos: los industriales rosarinos y la formación técnica para el trabajo en los albores del peronismo Silvia Simonassi ....................................................................................................... 159 Algunas consideraciones sobre poder, productividad y trabajadores en el primer peronismo: la mirada de los industriales metalúrgicos (1946-1955) Marcos Schiavi ....................................................................................................... 175 Los autores y las autoras ......................................................................................... 191

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Siglas y abreviaturas más utilizadas AHMO AMPSF AOEE AT ATE CAIM CCA CGT CIM CNAOP CNT CPCN DNT FAIM FCCA FGCIR FOM FORA LADEP LECN OIT PC SOMISA SPTL STSA UF UOM UPCN YPF

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Archivo Histórico Municipal de Olavarría Archivo de la Memoria de la Provincia de Santa Fe Asociación de Obreros y Empleados del Estado Asociación del Trabajo Asociación de Trabajadores del Estado Cámara Argentina de Industrias Metalúrgicas Centro de Cabotaje Argentino Confederación General del Trabajo Cámara de Industriales Metalúrgicos Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional Centro de Navegación Transatlántica Confederación del Personal Civil de la Nación Departamento Nacional del Trabajo Federación Argentina de la Industria Metalúrgica Ferrocarril Central Argentino Federación Gremial del Comercio y la Industria de Rosario Federación Obrera Marítima Federación Obrera Regional Argentina Liga Argentina de Empleados Públicos Liga de Empleados Civiles Nacionales Organización Internacional del Trabajo Partido Comunista Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina Sociedad Protectora del Trabajo Libre Sindicato de Trabajadores Siderúrgicos de Argentina Unión Ferroviaria Unión Obrera Metalúrgica Unión del Personal Civil de la Nación Yacimientos Petrolíferos Fiscales

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Presentación Daniel Dicósimo Silvia Simonassi

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ómo abordar las relaciones entre obreros y patrones, entre organizaciones sindicales y empresarias? ¿Cómo poner en tensión las estrategias obreras y patronales en coyunturas de conflictividad? ¿Es posible configurar un objeto de análisis que procure dar cuenta de las tramas de vínculos que se construyen entre empresarios y trabajadores? ¿Cómo aproximarnos a la relación entre bases obreras y dirigentes sindicales? ¿Es posible entrecruzar de manera compleja experiencias regionales con la dinámica nacional? ¿Desde qué anclajes teóricos y a partir de qué reservorios documentales se hace factible reflexionar sobre experiencias laborales territorialmente situadas? ¿De qué manera “correr el velo” para estudiar dimensiones de la experiencia obrera para las cuales no existen registros escritos? ¿Cuáles son las posibilidades y los límites para pensar el comportamiento de la clase obrera en periodos de censura y trauma? Este libro reúne un conjunto de artículos destinados a reflexionar acerca de temas de historia de los trabajadores e historia empresaria, procurando traspasar las fronteras que tradicionalmente han distanciado a ambos campos disciplinares. Se analizan problemas derivados de la construcción de relaciones sociales centradas en el trabajo, forjadas en comunidades urbanas articuladas alrededor de ramas de producción, sectores de servicios o empresas específicas, contemplando las tensiones y conflictos producidos históricamente en torno a las organizaciones sindicales y empresarias así también como la cotidianidad de los lugares de trabajo, en distintos momentos paradigmáticos del siglo XX argentino. La búsqueda de relaciones entre estos campos se intenta, como si ese desafío fuera poco, desde perspectivas teóricas y metodológicas que no provienen exclusivamente de la historia cultural.1 Asumiendo el riesgo de resultar poco seductores para los jóvenes académicos, como lo asumiera John Womack Jr., los autores aquí compilados no adoptan como sus temas solo la subjetividad, la experiencia o la cultura obrera den1

Las reflexiones en torno al predominio de la historia cultural en los estudios del trabajo no son nuevas, han sido señaladas por ejemplo por VIOTTI DA COSTA, Emilia “Nuevos públicos, nuevas políticas, nuevas historias. Del reduccionismo económico al reduccionismo cultural: en busca de la dialéctica”, en Entrepasados, núm. 16, principios de 1999. Desde una perspectiva más general, GEOFF ELEY ha abogado por un diálogo entre tradiciones en “¿El mundo es un texto? De la historia social a la historia de la sociedad dos décadas después”, en Entrepasados, núm. 17, fines de 1999; más recientemente en Una línea torcida. De la historia cultural a la historia de la sociedad, Universitat de Valencia, 2008 y el debate publicado en Entrepasados, núm. 35, comienzos de 2009.

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Trabajadores y empresarios en la Argentina del siglo XX

tro y fuera del trabajo, que han sido tópicos de la corriente principal de la historia de los trabajadores de los últimos 25 años, sino que recuperan temas y enfoques considerados clásicos y marginados por tradicionales, como la historia político-institucional de los sindicatos, las ideas gramscianas sobre hegemonía en las relaciones laborales, el control obrero, los mercados internos de trabajo, entre otras. Esta compilación se propone revitalizar el estudio del trabajo, explorando las dimensiones del conflicto, el consenso y las estrategias empresarias, porque, siguiendo a Womack,2 “…el trabajo es intrínseca e infinitamente un objeto del interés, es decir, no un signo o una práctica o un instinto, sino una acción encaminada a producir cosas útiles, algo consciente, aprendido, serio, intencional, honesto, concienzudo, fascinante, algo como la cultura, pero también particular, fastidioso, absorbente, arduo, frustrante, quizá agotador y de una importancia generalizada, fundamental y urgente, y el trabajo industrial está dividido y divide, pero aun así es colectivo”. De modo que, asumiendo la centralidad del trabajo en la vida social y el retorno del interés por producir investigaciones históricas que aborden dicha temática, este libro recoge algunas de las apropiaciones de los recientes debates producidos en el interior de la disciplina en términos de problemas, dimensiones espaciales y fuentes. Una de las tramas que recorren transversalmente los artículos, las relaciones laborales, está moldeada a partir de la consideración de los vínculos recíprocos que se instituyen entre los trabajadores y los empresarios (o las empresas), abordadas en términos de prácticas gerenciales o empresarias y estrategias gremiales, sindicales u obreras. Pero esas relaciones son pensadas también en términos de interacciones entre trabajadores, tanto las más horizontales, como las construidas entre aquellos que disputan el poder de las organizaciones sindicales y esa inmensa mayoría de trabajadores “de base”. Relaciones que a lo largo de todo el siglo XX aparecen fuertemente mediadas, constituidas, reguladas por la dimensión estatal. Si las relaciones entre empresarios, trabajadores y Estado están presentes en todos los artículos de esta compilación, uno de los problemas que se deriva de allí corresponde al carácter de esas relaciones, pensadas en clave de conflicto y consentimiento, de donde se desprende con gran claridad el desafío de debatir el viejo concepto de paternalismo –obrero o industrial– a la luz de los nuevos casos analizados. Son visibles además, aunque más sugeridos que desarrollados, aquellos nuevos desafíos para la historia del trabajo –la consideración de la variable étnica como constitutiva de las relaciones laborales, por ejemplo– que informan sobre la coexistencia de otras identidades y la necesidad de avanzar en este camino.3 2 3

WOMACK JR., John Posición estratégica y fuerza obrera. Hacia una nueva historia de los movimientos obreros, FCE, México, 2007, p. 34. LOBATO, Mirta Zaida “Niveles y dimensiones de análisis en el mundo del trabajo: notas a partir de una experiencia de investigación”, en Anuario IEHS, núm. 22, 2007. Para los entrecruzamientos

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Presentación

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En lo referente a las distintas articulaciones espaciales, el trabajo da cuenta de los avances producidos en torno a las historias locales y regionales. Si bien no están ausentes los enfoques que subrayan dimensiones nacionales, otros tantos centran su mirada en espacios regionales diversos, tanto Capital Federal como otros del amplio interior: Rosario, San Nicolás, Patagonia Austral, el centro y sudeste de la provincia de Buenos Aires. Esta reducción de la lente es fruto de los desarrollos historiográficos producidos en distintas universidades durante las últimas décadas, donde la historia regional se construyó como aproximación analítica a lo específico de las sociedades de pertenencia, es decir, como historias no encerradas en sus particularismos sino en diálogo crítico con los procesos nacionales. Las distintas contribuciones dan cuenta también de la variedad de fuentes que confluyen en la renovación de los estudios sobre las relaciones laborales: fuentes judiciales y de organismos de inteligencia del Estado, actas y publicaciones de empresas y de asociaciones empresarias, periódicos y folletos producidos por organizaciones políticas de izquierda y prensa local. Esta diversidad descubre la potencialidad de los reservorios locales y los archivos privados, para iluminar aspectos poco explorados de las relaciones laborales. Los trabajos aquí reunidos permiten visualizar la pertinencia de cruzar fuentes tradicionalmente aceptadas en el propio campo disciplinar pero desaprovechadas en otros, tan claramente ilustrada por la compulsa entre fuentes obreras y patronales desplegada en algunos artículos de esta compilación. El libro está dividido en tres secciones, prologadas cada una de ellas por investigadores que exhiben una importante trayectoria en temas de historia del trabajo, a partir de la que hacen visibles núcleos problemáticos comunes inscriptos en tradiciones previas, temas y problemas novedosos y senderos posibles de recorrer que pueden ser pensados a modo de agenda. La primera de estas partes, introducida por Mónica Gordillo, articula contribuciones que exploran experiencias sindicales colocadas en tensión con las políticas estatales y gerenciales. El artículo de Laura Gabriela Caruso aborda las luchas por el control sindical en la contratación de obreros marítimos entre 1916 y 1921; María Julia Soul investiga la estructuración de una estrategia gremial en la planta de la empresa estatal SOMISA en San Nicolás desde su instalación hasta 1976; y Daniel Dicósimo estudia los problemas de organización y representación en sindicatos del interior de la provincia de Buenos Aires en los primeros años 1970. La segunda sección, presentada por Juan Suriano, integra trabajos que discuten la conflictividad y el consenso en las relaciones laborales en distintos planos y expresiones. Daniel Cabral Marques trabaja las identidades sociolaborales construidas a partir del trabajo en torno a las empresas estatales extractivas de la Patagonia Austral; Griselda Lemiez explora la potencialidad de las fuentes judiciales para el trabajo de entre género y clase, son particularmente sugerentes de la misma autora, las reflexiones contenidas en “Historia del trabajo: género y clase”, en CERNADAS, Jorge y LVOVICH, Daniel –editores– Historia ¿para qué? Revisitas a una vieja pregunta, Prometeo, Buenos Aires, 2010.

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Trabajadores y empresarios en la Argentina del siglo XX

la disciplina laboral y extra laboral en la minería del centro de la provincia de Buenos Aires; Gustavo Nicolás Contreras revisa las concepciones dominantes sobre las relaciones entre sindicatos y peronismo, a través de una reconstrucción del devenir de las organizaciones sindicales nacionales de los empleados públicos entre 1945 y 1955; y Andrés Carminati, por último, analiza los alcances, motivaciones y causales de la ola de conflictos gremiales de junio de 1977 en Rosario y el cordón norte del Gran Rosario, en un intento por comprender mejor la conflictividad general de los primeros dos años de la última dictadura militar. La tercera sección, reseñada por Mirta Zaida Lobato, reúne artículos que se detienen en la perspectiva empresaria sobre diferentes dimensiones de las relaciones laborales. Laura Badaloni explora la configuración de representaciones sobre la “gran familia ferroviaria” a principios del siglo XX a partir de la publicación de la empresa Central Argentino, Silvia Simonassi indaga en los discursos y las prácticas desplegadas por los industriales rosarinos en torno a la formación de trabajadores jóvenes y Marcos Schiavi estudia las preocupaciones de los industriales metalúrgicos de Buenos Aires sobre el trabajo y los trabajadores, a través del periódico de la Cámara Argentina de Industriales Metalúrgicos. Por último, queremos indicar que este libro es fruto de la dinámica de trabajo del I Workshop “Conflictividad y consentimiento en las relaciones laborales. Las prácticas obreras y empresarias en la Argentina del siglo XX”, realizado en la ciudad de Tandil durante el mes de abril de 2010 y organizado por el Instituto de Estudios Histórico Sociales de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNCPBA y el nodo CESOR de la Unidad Ejecutora en Red de Conicet ISHIR-UNR. El encuentro permitió la confluencia reflexiva entre historiadores experimentados y jóvenes investigadores en formación, provenientes del ámbito universitario y del CONICET. Los distintos artículos aquí presentados recogen los aportes realizados por los participantes en aquellos días de fecundos intercambios. Los introductores de las diferentes secciones en que se divide esta compilación, Mónica Gordillo, Juan Suriano y Mirta Zaida Lobato, actuaron en esa oportunidad como agudos comentaristas de los respectivos trabajos. A todos ellos les expresamos nuestro profundo agradecimiento y respeto académico; también reconocemos el aporte económico de la Universidad Nacional de Rosario y el Instituto de Estudios Histórico Sociales de la UNCPBA, sin el que esta publicación no hubiera sido posible. Tandil y Rosario, marzo de 2011

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PRIMERA PARTE Organización sindical, poder y representación

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Introducción Mónica Gordillo

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lgunos ejes comunes atraviesan los tres trabajos que se presentan a continuación, lo que hace posible trascender lo analizado en cada uno de ellos y reflexionar acerca del proceso de constitución de la ciudadanía laboral a lo largo del siglo XX, así como sobre sus características hasta mediados de los años 1970, momento en que se iniciaría su crisis. Dos de esos ejes o temas principales, íntimamente relacionados entre sí, son el proceso de institucionalización de una legalidad industrial que prescribe la intervención del Estado como garante de la misma, y los límites y alcances del poder obrero y sindical en ese proceso. Ligado con lo anterior, se plantea también el problema de las bases de ese poder en el “suelo de fábrica” (Soul) y el referido a los lazos de representación/representatividad construidos como estrategias sindicales dominantes; así como el de los márgenes y contenidos que adoptan la no subordinación u oposición a esas estrategias (Soul y Dicósimo). Comencemos el recorrido por los momentos y casos planteados en los trabajos. Los tres estudian actores que ocuparon posiciones estratégicas dentro de los diferentes regímenes de acumulación predominantes. El periodo analizado por Laura Caruso (1916-1921) es clave en el avance institucionalizador del Estado, proceso que aunque no se inició con la presidencia de Yrigoyen encontró en ella concreciones importantes. En efecto, en el conflicto de los trabajadores marítimos planteado en este texto, aparece la figura de un Estado actuando para definir mecanismos que garanticen la reproducción del orden capitalista. Ese conflicto muestra un triángulo donde si bien el contrincante principal es la poderosa empresa naviera Mihanovich y sus aliados, la disputa muestra también la intención de consolidar la intervención y presencia estatal en el ámbito de un servicio público esencial para el mantenimiento del modelo agroexportador. De este modo, los decretos de Oficialización de 1919 –que establecieron la obligatoriedad de un registro a cargo exclusivamente del Estado para la contratación de personal– que fueron presentados como un triunfo obrero, aparecen también como un avance en las prerrogativas del Estado, más allá de que por circunstancias coyunturales derivadas de un ciclo ascendente de protesta obrera no se pudiera todavía ejercer totalmente esa potestad y se debiera compartir con el sindicato el poder decisorio sobre la contratación. A su vez podría pensarse que esa decisión resultó funcional a los intereses estatales, como una medida para terminar con el lock out patronal impuesto, ganándose al mismo tiempo el apoyo obrero. En este sentido, la posición del Estado no parece ambigua o diferente de la que tomará en 1921, al intervenir nuevamente en

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el conflicto, aunque sí cambien las estrategias para imponer ese control estatal –para entonces de manera coactiva– en un contexto de declinación y crisis de la protesta obrera. En consecuencia, no se trataría de un Estado capturado por las presiones del trabajo o del capital sino de uno que va sentando posiciones en el ámbito de las relaciones laborales, con cierta autonomía de las demandas corporativas pero, a su vez, orientado a la defensa y reproducción del régimen de acumulación capitalista. En ese marco, también el avance en el reconocimiento institucional del sindicato, que aparece como una consecuencia del conflicto, puede pensarse como un paso hacia su integración dentro del mecanismo de la negociación colectiva y como un instrumento para limitar la incertidumbre derivada del conflicto capital-trabajo; así como para frenar la potencialidad disruptiva del control de la producción bajo otros términos. De este modo, el control de la contratación –nudo principal del conflicto que describe Caruso– si bien aparece como un avance obrero, debiera pensarse más bien como el reconocimiento institucional al sindicato, sin consecuencias al parecer en lo referido al control obrero sobre la producción. Podría considerarse como un primer paso en la definición de un proceso de trabajo pautado sobre la base del acuerdo entre capital y trabajo, garantizado por el Estado, que se materializará más adelante en el establecimiento de los convenios colectivos. El nudo presente aquí es, entonces, el reconocimiento de la función interventora del Estado y el papel del sindicato como institución capaz de garantizar –bajo condiciones pautadas– la reproducción consensuada del orden capitalista. Sin duda, esto no será un proceso lineal y sin tensiones: tanto las respuestas sindicales como las patronales lo pusieron en evidencia. De todos modos es necesario destacar que esa cuestión pudo plantearse por el proceso previo de consolidación y de fortalecimiento sindical con una orientación determinada, que se venía operando en el gremio marítimo desde 1910. Otro tema queda planteado a partir del trabajo de Caruso, y se hará presente en los otros dos: ¿puede asimilarse el control sindical al control obrero?, ¿se disputaba en este conflicto el control del sindicato sobre la contratación, es decir, sobre el ingreso al mercado de trabajo, o el control obrero sobre el proceso de trabajo en tanto productores y no meramente asalariados?, ¿estaban presentes estas dos dimensiones de la condición obrera que se plantean en el trabajo de Soul siguiendo a Gramsci? El artículo de Caruso no avanza sobre esta cuestión pero aparecen indicios de que no podría fácilmente asimilarse la demanda de control sindical esbozada en el conflicto con la de control obrero, en el sentido planteado por Gramsci; en todo caso, sí lo haría desde una perspectiva más parecida a la cogestión de algunos términos de la relación salarial. Sobre estos tópicos volveremos más adelante. Los artículos de María Julia Soul y Daniel Dicósimo se refieren a otro momento importante dentro del proceso que estamos presentando. El caso de los trabajadores siderúrgicos de la empresa SOMISA, analizado por Soul, arranca en 1960 y culmina en 1976; el abordado por Dicósimo se centra en los trabajadores metalúrgicos de Tan-

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Introducción

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dil entre finales de los años 1960 y comienzos de los 1970. Se trata de una etapa donde se encuentra ya instituida plenamente una legalidad industrial y un tipo de ciudadanía laboral basadas en los parámetros del pacto fordista, presente en las sociedades industriales de los países centrales. Éste establece un tipo de relación salarial1 que garantiza la actividad sindical como reproductora del orden, contraria a toda transformación o disrupción de él y que, además, en el caso argentino terminó cristalizando en un modelo de representación sindical sumamente centralizado y verticalista en su conducción. En ese contexto, ¿qué espacios quedaban para las prácticas de no subordinación? En términos de Soul, cristalizarían en “transacciones sociales”, en acciones intersticiales en los lugares de trabajo o en intentos de control del proceso productivo que no implicarían “control obrero” en un sentido emancipador o, según plantea, sin que esa potencialidad adquiriera relevancia o incidencia política. Sin embargo, más allá de las prácticas de no subordinación que pudieran encontrarse en los lugares de trabajo y que no aparecen como el núcleo de este artículo, centrado en la construcción de la estrategia sindical dominante, podría pensarse que las acciones desarrolladas por la conducción inicial del sindicato así como los intentos de creación de un sindicato siderúrgico por fuera del encuadramiento sindical en la UOM, aparecerían no sólo como una disputa por un tipo de organización sindical sino, también, por el control del proceso de producción –entendido en el sentido planteado más arriba de poder incidir en el mismo– al propiciar el reconocimiento de las tareas específicas del oficio que no eran incluidas en el convenio del sector metalúrgico, sin que esto significara cuestionar las bases de la legalidad industrial establecida sino la representación de las tareas propias de la rama en ella. Esta primera etapa que la autora acertadamente conceptualiza como de “movilización”, caracterizada por la auto-organización, por la definición de objetivos y metas y que se diferenciaría de la de “participación” posterior –cuando los trabajadores quedan alineados bajo la disciplina centralizante de la UOM– podría pensarse también como propia de un momento de constitución e institución de la especificidad de un sector nuevo y dinámico como lo era el siderúrgico dentro de esa legalidad industrial, caso similar a lo ocurrido en otras industrias de punta como la automotriz, por ejemplo, que habilitó también un momento inicial de intensa “movilización” para establecer las reglas del trabajo específico y diferenciarse de las pautas impuestas por la UOM. ¿Era la UOM, como sindicato de rama, representativo de las especificidades del trabajo siderúrgico? Como se verá, esa tensión se manifestó en dos intentos de creación de un sindicato siderúrgico –en 1965 y en 1971– que, aunque fueron desarticulados, seguramente deben haber incidido en la incorporación de un apartado especial para este sector en el convenio colectivo de 1975. Por otro lado y recurrentemente, en el trabajo aparece también el tema de la representatividad, como 1

En el sentido planteado por la teoría de la regulación que reconoce en ella distintas dimensiones: proceso de trabajo; división social y técnica del trabajo; formas y grados de movilización de la fuerza de trabajo; formas de determinación de los ingresos; modalidades y pautas de consumo obrero.

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la contracara de la consolidación de una estrategia sindical dominante, que se resolvería combinando coacción y consenso. El problema de la representación/representatividad y el de las bases sobre las que se asentaba el poder sindical, es el tema central del artículo de Dicósimo. Muestra la disputa por el poder de conducción del gremio en un contexto donde la verticalidad y la burocratización, asociadas a la impronta de la línea vandorista dentro del sindicalismo peronista, comenzaron a ser cuestionadas por movimientos disruptivos de base. Pero, ¿cuál fue el alcance de la disrupción en el sindicato metalúrgico de Tandil? El ciclo de protesta abierto con posterioridad al cordobazo habría servido de marco para un discurso y prácticas que canalizaran el descontento obrero, basado tanto en el modo de conducción local poco transparente, como en las consecuencias sobre los trabajadores de la expansión en la industria que llevó a las empresas a no respetar pautas convencionales. Al parecer, sobre esa defensa se montó la oposición, es decir, sosteniendo como una de las demandas principales la defensa de la legalidad industrial que las empresas –en especial la más importante de ellas, Metalúrgica Tandil– no garantizaban al no respetar lo establecido en los convenios. Esto servía para cuestionar, a su vez, las bases del poder sindical imperante y su propia representatividad, dado que había dejado de garantizar el “orden productivo” en el cual se habían socializado los trabajadores metalúrgicos. Por lo tanto, no se trataba sólo de no permitir la democracia interna sino, fundamentalmente, de no hacer respetar la ciudadanía laboral. De todos modos, luego de ese momento expansivo tanto social como económicamente, la disciplina volvería a imponerse en esas plantas. Los trabajos representan un importante aporte para pensar los mecanismos a partir de los cuales se fueron construyendo posiciones hegemónicas dentro del mundo laboral, construidas dialécticamente en un proceso donde interactuaron el Estado, el capital y el trabajo para establecer una legalidad industrial que se convirtió en cierto “orden natural”, y que redujo el poder obrero a poder sindical. Las líneas abiertas por otros trabajos pioneros, abonan también a plantear las relaciones complejas de consentimiento/no subordinación/insubordinación entre los dirigentes y sus bases que dejan márgenes para la subjetividad obrera. Los trabajos presentados se basan en fuentes poco trabajadas y aportan interesantes perspectivas para pensar las especificidades sectoriales y epocales en el largo proceso de institucionalización de las relaciones y de una ciudadanía laborales.

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Control a bordo:

la Federación Obrera Marítima, 1916-1921 Laura Gabriela Caruso

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urante las primeras décadas del siglo XX los obreros marítimos fueron sujeto destacado de importantes movimientos huelguísticos y del desarrollo de la organización sindical en la Argentina. Encargados de una actividad central en la estructura agroexportadora como el transporte, estos trabajadores de ríos y costas tuvieron una posición estratégica en la economía nacional. El desarrollo de una infraestructura de transporte que permitiera la exportación y comercialización de la producción nacional incluyó, junto al tendido de la red ferroviaria, la constitución de una flota mercante, a cargo de empresas privadas de diversa índole, y cuya configuración se fue alterando con el correr de los años a partir de un marcado proceso de concentración y centralización del capital, protagonizado por la Compañía de Navegación Nicolás Mihanovich. En 1910 se creó un sindicato que agrupaba las diversas categorías de trabajadores embarcados. Surgió así la Federación Obrera Marítima (FOM), uno de los primeros gremios por actividad de carácter nacional, que nucleaba a marineros, foguistas, mozos y otros trabajadores embarcados de sala de máquinas, cubierta y cocina. La FOM, al frente de la cual se encontraban militantes del sindicalismo revolucionario vernáculo, llegó a ser una de las organizaciones sindicales más importantes de las primeras décadas del siglo XX, así como también uno de los pilares de la Federación Obrera Regional Argentina del Noveno Congreso (FORA IX), la principal central gremial dirigida por la misma corriente. El hecho de constituir uno de los engranajes claves de la actividad económica potenció las acciones y demandas de los obreros marítimos frente a las empresas del sector y a los sucesivos gobiernos. Sumado al desarrollo de una organización sindical nacional que reunía a diversas secciones y categorías, constituyeron elementos esenciales para el éxito de sus acciones de lucha y el establecimiento del control del ingreso y las condiciones de contratación, trabajo y permanencia por parte del sindicato, a mediados de la década de 1910. Este control ejercido por la FOM fue construido en el mediano plazo mediante la organización sindical y las luchas sostenidas durante aquellos años. Desde la huelga marítima de fines de 1916 hasta la huelga general convocada contra los actos de violencia patronal a mediados de 1921, gran cantidad de paros parciales y generales, boicots en solidaridad y demás formas de lucha fueron impulsados por la Federación, para desarrollar así el control sindical del trabajo a bordo.

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Junto a la posición estructural estratégica y al desarrollo de su organización sindical, otro elemento esencial para el control sindical fue la acción conjunta con los gremios de oficiales, y la solidaridad y coordinación con otros gremios de la FORA IX, así como con los obreros embarcados de los países limítrofes Uruguay y Paraguay. El posicionamiento patronal, sus niveles de organización y acuerdo fueron también claves en este proceso. A pesar de su intransigencia inicial, las empresas debieron acceder a la negociación forzadas por la acción sindical y por la política del gobierno radical, el cual tendió a favorecer al sindicato marítimo con la mediación y la inacción de las fuerzas represivas del Estado en determinadas coyunturas. Sin embargo, en el quinquenio aquí estudiado, las grandes empresas de navegación dieron renovado impulso a sus organizaciones corporativas, el Centro de Cabotaje Argentino (CCA), la Asociación del Trabajo (AT) y la Liga Patriótica, mediante las cuales se posicionaron favorablemente tanto para presionar al gobierno como para desarrollar una acción directa en detrimento del poder sindical. Huelgas marítimas: la construcción del control sindical Las embarcaciones mercantes que iban hacia Corumbá, Asunción, Montevideo, el Litoral y la Patagonia, junto a cantidad de otros barcos menores que operaban dentro de los puertos para el trasbordo de mercaderías, pasajeros y tripulantes, fueron el escenario específico del trabajo marítimo y espacio de disputa entre el sindicato y las empresas, en el cual la FOM logró ejercer su control entre 1916 y 1921. El propio sentido de la actividad marítima hizo del trabajo a bordo y sus formas características una experiencia regional.1 En similares embarcaciones y condiciones transcurrían las faenas diarias de obreros uruguayos, paraguayos, brasileños, argentinos, chilenos, junto a los miles de inmigrantes que conformaban las tripulaciones del pabellón argentino. A principios del siglo XX tuvieron predominancia los inmigrantes italianos, españoles y croatas, entre muchos otros, aunque en los años posteriores a la Ley de Cabotaje de 1910 aumentó el número de argentinos, nativos o naturalizados.2 La estacionalidad de la actividad agropecuaria y del transporte de su producción se impuso en la lucha obrera: la mayoría de las huelgas se desarrollaron en la época de cosecha, durante los meses de verano, cuando la coyuntura era propicia para plantear acciones y reclamos diversos, con mayor capacidad de presión. El periodo comprendido entre los últimos años de la Primera Guerra Mundial y la inmediata posguerra estuvo caracterizado por el conflicto ascendente y la moviliza1 2

DE OLIVEIRA, Vitor Wagner Neto Entre o Prata e Mato Gresso: uma viagem pelo mundo do trabalho marítimo de 1910 a 1930 (Buenos Aires, Montevidéu, Assunção e Corumbá), UNICAMP, Campinas, 2006. La Ley de Cabotaje 7049 reservaba a las embarcaciones de bandera nacional –que no pagaban derechos de entrada, faro, balizas, sanidad y visa consular en puertos nacionales y de algunos países limítrofes– la navegación fluvial o de cabotaje entre puertos interiores. En estos debía haber obligatoriamente un capitán o patrón y la cuarta parte de la tripulación argentinos.

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ción obrera. Desde 1916 la FOM impulsó una serie de huelgas generales y parciales, acciones que hicieron posible el control sindical sobre las condiciones de trabajo a bordo. Junto a paros menores y otras formas de lucha, los movimientos huelguísticos más importantes fueron del sector marítimo en su totalidad y algunos parciales contra algunas empresas. Las huelgas más importantes fueron las de diciembre de 1916, enero de 1919 (impulsada antes de la Semana Trágica y sostenida luego de la finalización de la huelga general) y fines de mayo de 1921, junto a las parciales que afectaron sobre todo a la empresa Mihanovich, en abril de 1917 y durante todo 1920. En este periodo el ascenso del conflicto no fue privativo de nuestro país; muy por el contrario, se expresó en las luchas obreras en ascenso en diversos países americanos y europeos, reimpulsadas por la acción de los movimientos revolucionarios triunfantes en Rusia, y otros que no lo fueron, como los de Alemania e Italia. En Argentina durante el quinquenio abierto con la huelga general marítima de 1916 se produjeron importantes paros como los impulsados por otros gremios, como las del sector de municipales, en marzo de 1917, ferroviarios y frigoríficos, entre junio de 1917 y mayo de 1918, junto a las del Litoral, la huelga general y los hechos conocidos como la Semana Trágica. La huelga general marítima de 1916 inició el movimiento ascendente de luchas en el periodo. Declarada el 1 de diciembre, esta fue la primera acción sindical en nuestro país ocurrida en una coyuntura de depresión económica durante la Gran Guerra, y que poco tiempo después comenzaría a recuperarse. Las asambleas de foguistas y marineros de Buenos Aires confeccionaron un pliego de reivindicaciones, al que se sumarían los mozos y cocineros, patrones y conductores. Junto al planteo de cuestiones salariales, las demandas efectuadas por los marítimos estaban relacionadas con los constantes cambios en la base técnica del proceso de trabajo de a bordo, los que apuntaban a incrementar la productividad del trabajo y a desplazar trabajadores, afectando la composición, calificación y cantidad de mano de obra empleada en las embarcaciones.3 La falta de apoyo gubernamental a las empresas y de intervención de las fuerzas represivas fue clave para el triunfo sindical en este conflicto. En huelgas anteriores, como ocurrió a fines de 1911, la ayuda proporcionada por las dependencias del Estado que actuaban en el puerto había hecho posible sostener la regularidad de los servicios, al proporcionar embarcaciones y personal a la compañía Mihanovich.4 La protesta finalizó el 4 de enero de 1917, con la mediación del Jefe de Policía nombrado por el Poder Ejecutivo Nacional y la firma de un laudo arbitral que establecía, entre otras cláusulas, la limitación de la jornada y de las tareas correspondientes a cada categoría de a bordo. Sin embargo, no incluyó el reconocimiento formal del control sindical sobre la contratación, aunque en los hechos y a partir de la huelga fueron sus miembros los únicos habilitados para trabajar a bordo de las embarcaciones del pabellón nacional. Este control fue impuesto por la acción directa de la FOM, en 3 4

CARUSO, Laura “La huelga general marítima del Puerto de Buenos Aires, diciembre 1916”, en Revista de Estudios Marítimos y Sociales, Año 1, núm. 1, Mar del Plata, 2008. Acta Directorio Argentino Empresa Mihanovich, núm. 95, 9 de enero de 1912.

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alianza con los capitanes y oficiales, quienes eran los responsables legales y operativos de la confección del rol o listado de tripulación. El incumplimiento de lo acordado llevó a un nuevo paro, esta vez parcial, en marzo de 1917, contra la Mihanovich. La empresa, creada en 1898 por el croata Nicolás Mihanovich y transformada en 1909 en una compañía de capitales mixtos ingleses y argentinos, llegó a ser la mayor compañía de navegación en el país. El intento por parte de ésta de revitalizar un sindicato pro-patronal, la Sociedad Protectora del Trabajo Libre (SPTL), creado en 1905, fue uno de los motivos principales de conflicto, ya que atentaba directamente contra la contratación exclusiva de personal por la FOM. Al frente de esta Sociedad estaba Juan Colmeyro, dirigente de la Liga Obrera Naval, asesinado en una balacera en el puerto a los pocos días de iniciada la huelga.5 En las primeras semanas ocurrieron reiterados enfrentamientos entre la FOM y la SPTL.6 Algunas de las características fundamentales de la huelga parcial de 1917, en función de la construcción del poder sindical a bordo, las constituyeron la variedad de prácticas patronales implementadas, como la reorganización del sindicato patronal y la declaración del lock out por parte del CCA. Al paro contra la empresa Mihanovich adhirieron las organizaciones sindicales de otras secciones y categorías de trabajadores, como los Contramaestres, Patrones y Conductores de remolcadores, el recién formado Centro de Comisarios Marítimos y Fluviales, los Prácticos, y la oficialidad, capitanes y comisarios de a bordo y el Centro de Maquinistas Navales. La totalidad de la tripulación de la empresa, incluida la oficialidad, conformaron un Comité de Huelga, coordinando acciones y la organización de la lucha. Esta acción unitaria del personal embarcado y el aporte de los embarcados de otras flotas, entregando un porcentaje de sus salarios para los huelguistas, posibilitaron y fortalecieron las posiciones del sindicato en el conflicto. Una nueva mediación del Jefe de Policía levantó el lock out y la huelga, dispuso el cierre de la SPTL, la reincorporación de la totalidad de los despedidos y la contratación de los tripulantes en forma conjunta por la FOM y las empresas, representadas por el capitán, cuya organización gremial era afín a la FOM, con la aprobación de Prefectura y Aduana. El acuerdo, firmado por el CCA, la FORA IX, la FOM, los gremios de oficiales, capitanes y patrones, prácticos y comisarios, sancionó la autoridad del capitán en la confección del listado de tripulación, sin que las empresas puedan tener injerencia directa, lo cual, en tanto la organización gremial de la oficialidad era aliada a la FOM, reafirmaba el poder de esta federación en el acceso al trabajo. También incluyó un aumento salarial, el cumplimiento de la jornada

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Boletín del Departamento Nacional del Trabajo (BDNT), núm. 37, marzo de 1918. El CCA, fue creado en 1905 como CC Nacional, cambiando su nombre en 1910 tras una reorganización interna. Éste agrupaba a las empresas del transporte de cabotaje, siendo el representante colectivo de la patronal fluvial y marítima de bandera argentina. Durante este periodo fue su presidente Alberto Dodero, gerente de la Mihanovich. La Organización Obrera, 1 de mayo de 1917, septiembre de 1917.

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laboral y los turnos a bordo, así como de las condiciones de habitabilidad, higiene y alimentación, asuntos sobre los que el sindicato logró tener injerencia.7 La alianza político sindical de la FOM con los gremios de oficiales y capitanes fue uno de los elementos claves en el éxito de sus acciones. La Federación logró establecer su control en la contratación y en ciertos aspectos del trabajo. El capitán armaba y presentaba el listado de la tripulación ante las autoridades estatales, siendo una pieza clave en el mecanismo de contratación. Sin embargo, fueron las acciones de lucha sistemáticas emprendidas por la Federación las que lograron concretar y consolidar el control sindical a bordo. Sostener este poder ganado por el gremio requirió de la acción cotidiana, en cada confección del listado de la tripulación, en las giras por el puerto y el control de cada barco a la hora de zarpar, en las actividades de propaganda y sindicalización, por mencionar algunos de los múltiples escenarios de construcción de este control por parte del gremio, esenciales en el conflicto entre el capital y el trabajo por el control del trabajo a bordo. Tanto el poder gremial sobre el acceso al trabajo como la especial atención que el gobierno radical tuvo para con la FOM fueron temas de preocupación y denuncia durante las reuniones de directorio local de la Mihanovich. Se reconocía lo perjudicial que resultaba el acuerdo entre maquinistas, oficiales, marineros y foguistas, ya que dificultaba conseguir personal no agremiado y aumentaba los salarios. Además, con clara conciencia de sus falencias y necesidades, se mencionaba con preocupación la necesidad de ceder a las exigencias obreras y realizar concesiones para no hacer evidente la falta de unión y organización existente entre los armadores.8 La FOM pasó de 2.000 miembros en 1916 a 12.336 dos años después, de los cuales 9.100 trabajaban en el puerto porteño. Las secciones que la conformaban entonces se multiplicaron, sumándose las de Campana, Zárate, Rosario, San Fernando, Santa Fe, Concordia, Concepción del Uruguay y Posadas, y otras en la costa patagónica.9 Su capacidad de organización sindical y de presión ante el gobierno y la patronal colocó a la Federación en un lugar privilegiado en el movimiento obrero de la época. En tanto que la propia existencia del sindicato, su legitimidad como representante de los trabajadores embarcados y su control sobre las condiciones de contratación y trabajo a bordo no habían logrado algún tipo de legalidad o sanción formal, la lucha por el control sindical a bordo se mantuvo vigente, expresándose en nuevas acciones desarrolladas en los años siguientes por el sindicato. Entre el 8 de enero y el 1 de febrero de 1919 se declaró una nueva huelga general. Por segunda vez, se sumaron todas las secciones de a bordo, incluyendo oficiales, maquinistas, mozos, marineros, foguistas y demás tripulantes, para exigir la formalización del control sindical sobre la

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BDNT, núm. 37, marzo de 1918. Acta Directorio Argentino Empresa Mihanovich, núm. 191, 10 de abril de 1917; núm. 218, 9 de abril de 1918; núm. 194, 9 de mayo de 1917. BDNT, núm. 41, abril de 1919.

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selección de tripulantes y la disciplina a bordo y el derecho a la realización de boicots como medida de solidaridad con otros gremios, entre otras reivindicaciones. La actitud de la patronal marítima se torno más intransigente a medida que logró un mayor nivel de coordinación y de acción. El CCA actuó en conjunto, no sin disidencias, con el Centro de Navegación Transatlántica (CNT), organización impulsada por las empresas de navegación transatlántica junto a la diplomacia estadounidense y británica.10 En las acciones desplegadas contra la movilización obrera es posible observar los fuertes vínculos entre la formación de la Liga Patriótica y la Marina, la que organizó milicias y coordinó la acción de civiles armados y jóvenes oficiales en la zona del puerto desde el Centro Naval. Allí mismo se realizó posteriormente la primera reunión de la Liga. En paralelo, la AT –creada en mayo de 1918 y de la cual formaban parte el CCA y el CNT junto con la Sociedad Rural, la Bolsa de Comercio, las empresas ferroviarias, los exportadores de cereales, entre otros– publicó y difundió un manifiesto acusando a la FOM de ser “el soviet del puerto de Buenos Aires”. El objetivo de esta campaña era la destrucción de la fuerte organización sindical, a través de su desmoralización y desmovilización mediante diversos dispositivos: violencia callejera, rompehuelgas, organizaciones para-policiales.11 A la vez, buscaron presionar al gobierno nacional mediante el lock out. El gobierno radical sostuvo una política ambigua en apariencia. Por un lado, una fuerte represión para con algunos grupos obreros y en determinadas coyunturas, por ejemplo durante la huelga iniciada en los talleres Vasena en enero de 1919, frente a la cual el gobierno de Yrigoyen dispuso la militarización de la ciudad, clausuró locales y detuvo a dirigentes obreros, de manera contrastante. Por otro, el caso de la huelga marítima, contemporánea a dichos sucesos, en la cual el PEN dispuso la mediación y accedió a negociar con la FOM y los centros de la patronal, a partir de la confección, interpretación e implementación de los decretos de oficialización, los cuales serán el eje del conflicto en dos años siguientes. Sin duda uno de los elementos más novedosos en este conflicto fue el desarrollo de una estrategia patronal con un mayor grado de organización y organicidad, la cual se estructuró discursivamente en torno a la defensa del trabajo libre, en oposición al control sindical. A los veinte días de huelga se acordó la mediación gubernamental del Estado nacional. A partir de los decretos de oficialización emitidos el 22 de febrero, 15 y 28 de marzo y 26 de mayo de 1919, garantizó la libertad de conformar las tripulaciones, pero impidió a las empresas dejar fuera activistas, delegados y adherentes a la FOM.12 A pesar de la oposición del CNT y de la AT –que argumentaron que la libertad de tra10 BDNT, num. 37, marzo de 1918. 11 MCGEE DEUTSCH, Sandra Contrarrevolución en la Argentina. 1900-1932. La Liga Patriótica Argentina, UNQ, Buenos Aires, 2003; BILSKY, Edgardo La Semana Trágica, CEAL, Buenos Aires, 1984, p. 136; RAPALO, M. Ester “Los empresarios y la reacción conservadora en la Argentina: las publicaciones de la Asociación del Trabajo, 1919-1922”, en Anuario IEHS, num. 12, Tandil, 1997. 12 Crónica del DNT (CDNT), núm. 15, marzo de 1919.

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bajo no había quedado garantizada– las empresas nucleadas en el CCA levantaron el lock out.13 El conjunto de decretos autorizó a la Aduana y Prefectura a proveer estibadores y tripulantes al producirse un conflicto y estableció la formación obligatoria de un registro de personal a cargo del Estado.14 Sin embargo, en los hechos dicho registro fue controlado por la FOM. La selección de los tripulantes, la administración de la contratación, permanencia y antigüedad de los trabajadores marítimos estuvo bajo la injerencia del sindicato, el cual impuso a sus federados como la única mano de obra autorizada a trabajar a bordo. La disputa por el control del trabajo a bordo giró, a partir de 1919, en torno al significado de la ya mencionada oficialización estatal, sancionada por los decretos cuyo texto fuertemente ambiguo permitía implementar y justificar tanto la libre contratación en el puerto garantizada por el Estado y defendida por las empresas, como la contratación exclusiva de personal sindicalizado. La oficialización constituía una forma legal cuyo contenido real era determinado por las relaciones de fuerza en cada coyuntura.15 De hecho el control sindical se mantuvo hasta junio de 1921; la lucha sistemática y unificada impuso cierta interpretación de los decretos favorable al gremio. La oficialización sancionada por el gobierno fue su recurso para garantizar la continuidad del transporte marítimo, con base en el apoyo al sindicato en estos años. La mayor presión internacional y la creciente organización patronal de las empresas nacionales dejaron al gobierno un acotado margen de acción, el cual procedió a la militarización del puerto a mediados de 1921. En febrero de 1920 la FOM declaró nuevamente una huelga parcial que duró más de un año, contra la empresa Mihanovich. Esta fue una de las huelgas más prolongadas en la historia argentina, y paradójicamente, una de las menos estudiadas.16 La contundencia de la medida, la imposibilidad de lograr una pronta mediación favorable a los objetivos del sindicato, como había ocurrido en oportunidades anteriores, y la posición intransigente de las empresas y sus organizaciones, cuya capacidad de presión y acción se habían visto ampliamente acrecentadas en esos años, resultaron determinantes en la prolongación de huelga. Ésta se oponía a la práctica patronal de Mihanovich de incorporar trabajadores no sindicalizados del Uruguay o Paraguay por medio del cambio de bandera de sus embarcaciones. En un intento de confrontar la injerencia directa de la FOM en su flota, la patronal utilizó esta táctica, por entonces 13 ADELMAN, Jeremy “State and labour in Argentina. The port workers of Buenos Aires”, en JLAS, Cambridge University Press, Vol. 25, 1993, pp. 73-102. 14 CDNT, núm. 14, febrero de 1919; CDNT, núm. 15, marzo de 1919; CDNT, núm. 16, abril de 1919. 15 CATERINA, Luis María “La regulación del trabajo portuario: trabajo libre, trabajo federado y oficialización (1916-1930)”, en Revista Historia del Derecho, núm. 25, IIHD, Buenos Aires, 1997. 16 CARUSO, Laura “La huelga parcial marítima en el Puerto de Buenos Aires, febrero 1920-marzo 1921. El respeto al derecho sindical contra la defensa del trabajo libre”, en VII Jornadas de Investigadores del Departamento de Historia, UNMdP, 2008; LUCENA, Alberto y VILLENA, César “La primera burocracia sindical. La Federación Obrera Marítima y la gran huelga de 1920-21”, en Anuario CEICS, Año 2, núm. 2, Buenos Aires, 2008.

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incipiente, de cambiar la pertenencia a determinado pabellón nacional según las leyes y normativas vigentes. El cambio de bandera posibilitaba al armador quedar bajo una legislación más permisiva en cuanto a protección del trabajo, régimen salarial, condiciones de contratación, capacitación, controles de seguridad y habilitación, régimen impositivo, y sobre todo, permitía evitar el poder gremial en las cuestiones de a bordo. Aunque esta práctica no fue privativa de la “M” ni de las empresas marítimas argentinas, fue esta compañía quien la impulsó tempranamente con relación a los armadores de otros países a principios del siglo XX. Le permitía al propietario disminuir costos a partir de contratar mano de obra barata, pagar salarios mínimos, eludir ciertas reglamentaciones del trabajo a bordo y, en este caso, evitar la acción de la FOM.17 La empresa desembarcó tripulantes sindicalizados argentinos y los reemplazó por otros de países limítrofes, maniobra que fue contrarrestada por el apoyo de los sindicatos marítimos de Uruguay y Paraguay y, fundamentalmente, por la solidaridad entre la tripulación y los oficiales en el sector marítimo. En los primeros días del mes de julio el gremio estableció un sistema de turnos, mediante el cual las tripulaciones de las empresas no afectadas por la huelga cedían su puesto a los que a esa altura llevaban seis meses en conflicto, rotación que fue organizada por el Consejo Federal de la FOM. Los turnos, en los que participaron al menos 4.000 obreros, no incluyeron a la oficialidad y al personal técnico, quienes debían contribuir con un monto mensual al fondo de huelga para asegurar el salario de los huelguistas.18 Mihanovich instrumentó diversas acciones, desde reparto de panfletos en el puerto con automóviles provistos por la AT, en los que se acusaba de soborno a la dirección de la FOM, de corrupción, falta de transparencia en la rendición de cuentas de la Federación y de la FORA IX, hasta la contratación de rompehuelgas, organizada por la AT. Al mismo tiempo, el CNT repudió públicamente la huelga en una solicitada en la prensa argentina, solidarizándose con la empresa Mihanovich y planteando la posibilidad de un lock out internacional al Puerto de Buenos Aires.19 Ante la persistente negativa patronal, recién en marzo de 1921 y con la mediación del Ministro de Obras Públicas se llegó a un acuerdo, por el cual la empresa reconoció por primera vez al sindicato como representante de los trabajadores, y le concedió la contratación exclusiva de sus afiliados en todas sus embarcaciones de bandera argentina. A pesar del triunfo obrero, en la primera mitad de 1921 los trabajadores quedaron en una posición debilitada tras un año de conflicto, en un contexto de depresión económica, sumado a las disputas internas entre diversas corrientes políticas. Como 17 Esta práctica, conocida hoy como bandera de conveniencia, se convirtió en una estrategia habitual de las empresas marítimas a nivel mundial a partir de la Segunda Guerra Mundial. También conocida como banderas de refugio, banderas baratas o registros abiertos, es definida como aquellos buques en los que ya no existe vínculo directo entre el pabellón del buque y la sede comercial del mismo, es decir, donde el pabellón o bandera de la embarcación es de un país diferente al de su propietario o armador. 18 La Organización Obrera, 24 de julio de 1920. 19 La Organización Obrera, 26 de junio de 1920.

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contraparte, la patronal marítima estaba fortalecida, con un mayor poder de presión y de organización, logrando cambiar el contenido de la oficialización decretada, tornándola un recurso para garantizar la continuidad del transporte en beneficio propio. El Estado permitió a las empresas contratar personal no agremiado, hecho que sólo pudo llevarse a cabo ante la ruptura de la alianza entre tripulantes y oficiales, instigada por la patronal a través de amenazas directas e indirectas hacia capitanes y oficiales, que operaban sobre diferencias existentes entre la oficialidad y la tripulación a partir de las propias características del trabajo a bordo. Desde entonces, la Liga Patriótica y la AT, a través de las brigadas, obligaron a los capitanes y oficiales a utilizar sólo obreros no federados en la conformación de las tripulaciones. Aquellos que se rehusaban eran hostigados por inspectores de la Liga. La oficialización pasó a ser la forma de garantizar el transporte y cargamento de los buques para la exportación por parte del gobierno en favor de los capitales marítimos, los que habían visto obstaculizado el proceso de acumulación a lo largo de esos años de intenso conflicto. Ante este hecho, la política estatal perdió toda ambigüedad; la mayor presión internacional, en manos del CNT, y la creciente organización y efectiva gestión del CCA llevaron al gobierno radical a determinar la apertura del puerto y la normalización de los servicios de navegación, en función de los intereses generales del país, afectados por la huelga. Una nueva correlación de fuerzas se expresó en la huelga general declarada a finales de mayo de 1921, contra los ataques de la Liga Patriótica en Buenos Aires y el Litoral, la avanzada de las empresas y la permisividad del gobierno frente a estos hechos. El gobierno nacional determinó el cierre del puerto, su militarización y la habilitación de la contratación de obreros no sindicalizados. Con estas disposiciones se eliminaron de plano las condiciones para el ejercicio del control gremial del trabajo a bordo, contenidas en el acuerdo firmado meses antes. La libre contratación en el puerto que anulaba el poder del sindicato en estas cuestiones fue avalada y garantizada por el Estado: la caballería, la infantería y la policía ocuparon el puerto y sus alrededores, y se dejó en libertad de acción a grupos paramilitares y rompehuelgas organizados por la AT y la Liga Patriótica. La normalización del trabajo portuario y marítimo, ordenada el 24 de mayo, significó la aplicación de la libre contratación de trabajadores no sindicalizados. Tras varios choques, una semana después la FOM declaró la huelga general, a lo cual el gobierno respondió enviando al ejército para garantizar el acceso de rompehuelgas, al mando de José F. Uriburu, presidente de facto en 1930. La sistemática represión en la zona de La Boca y Barracas fue acompañada de la clausura de la sede de la FOM y el encarcelamiento de sus dirigentes.20 La acción represiva del gobierno logró desarticular la organización y el control sindical, aquello que gestiones, presiones y la organización patronal habían procurado concretar durante más de dos años. En la coyuntura de 1921 la política abiertamente represiva adoptada por el Estado nacional para con los marítimos fue un elemento novedoso; desde 1916 y 20 ADELMAN, Jeremy “State and labour…” cit.

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hasta ese momento, el gobierno radical había tenido una actitud más bien prescindente hacia las acciones emprendidas por la FOM. Dicha prescindencia puede explicarse en primer término por la política de alianza impulsada por el gobierno de Yrigoyen hacia ciertos grupos obreros, en particular los marítimos.21 Existieron además otras formas de acción estatal en el conflicto marítimo: junto a la prescindencia y la represión, hubo instancias de negociación y mediación, intentos de regular el trabajo e institucionalizar ciertas normas a través de la confección y actualización de reglamentos y la sanción de leyes. En todas estas iniciativas el DNT desarrolló intensas gestiones y acciones que lo constituyeron en un actor estatal fundamental de la política laboral estatal del periodo.22 Las prácticas patronales impulsadas fueron múltiples: el lock out, cambio de bandera, la reorganización del sindicato pro patronal, el lobby, la violencia directa. Otras, como la presión diplomática ante el gobierno argentino, requirieron una mayor organización y solidaridad internacional, concretadas con la aparición de la AT, la acción creciente del CCA y el apoyo del CNT. Solo cuando la situación ya no presentaba otra salida, los grandes armadores accedieron a negociar, a diferencia de las empresas marítimas menores, las que en varias oportunidades contemplaron las exigencias de los huelguistas en forma casi inmediata. No todas las acciones de las empresas tuvieron este manto de legalidad. Desde 1919 fue cada vez más frecuente el accionar de bandas armadas, brigadas del trabajo libre, impulsadas y financiadas por la AT y la Liga Patriótica, organizaciones que recibían financiamiento y apoyo del CCA. En conjunto, todas estas acciones expresaban una estrategia antisindical de la patronal marítima, y emblemática de la Mihanovich. El control sindical o el trabajo libre “La gran lucha por imponer el respeto al derecho sindical”, así titulaba el periódico de la FORA IX en julio de 1920 su nota central sobre la huelga en curso.23 El sentido adjudicado a esa lucha la ubicaba como una acción bisagra en las relaciones laborales, 21 Sobre la relación Estado-clase obrera en el primer gobierno radical ver ROCK, David El Radicalismo argentino (1890-1930), Amorrortu, Buenos Aires, 1992; FALCÓN, Ricardo y MONSERRAT, Alejandra “Estado, empresas, trabajadores y sindicatos”, en Nueva Historia Argentina, Tomo VI, FALCÓN, Ricardo –director– Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), Sudamericana, Buenos Aires, 2000; FALCÓN, Ricardo y MONSERRAT, Alejandra “Políticas laborales y relación Estado-sindicatos en el gobierno de Hipólito Yrigoyen (1916-1922)”, en SURIANO, Juan –compilador– La cuestión social en Argentina, 1870-1943, La Colmena, Buenos Aires, 2000; GARGUIN, Enrique “Relaciones entre Estado y sindicatos durante los gobiernos radicales, 1916-1930”, en PANETTIERI, José –compilador– Argentina: trabajadores entre dos guerras, Eudeba, Buenos Aires, 2000; SURIANO, Juan “La política laboral durante el primer gobierno de Hipólito Yrigoyen: entre continuidades y rupturas, el rol del Departamento Nacional de Trabajo”, mimeo. 22 CARUSO, Laura “Estado y trabajo marítimo: el Departamento Nacional del Trabajo y su acción en Puerto de Buenos Aires, 1907-1921”, en Revista de Estudios Marítimos y Sociales, Año 2, núm. 2, Mar del Plata, 2009. 23 La Organización Obrera, 10 de julio de 1920.

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un momento clave en la defensa y consolidación del control sindical a bordo y de la propia organización. Las acciones de la FOM se abocaron a controlar las condiciones de la propia actividad a través de la organización sindical, y desafiaron el poder patronal sobre el proceso de trabajo, la selección de la mano de obra y las condiciones laborales. Si bien esta lucha forma parte del horizonte de toda organización gremial, el control del lugar de trabajo y sus condiciones tuvo un lugar privilegiado en la política impulsada por los sindicalistas revolucionarios, quienes dirigían la Federación desde su creación. Tópico central del planteo teórico-político sostenido por esta corriente, el control del trabajo fue sostenido fuertemente por los militantes sindicalistas en su práctica gremial. Aunque escasos, algunos trabajos recientes y otros no tanto sobre el sindicalismo revolucionario permiten conocer sus características y parte de su historia.24 El sindicalismo argentino se constituyó en corriente autónoma al ser expulsado del Partido Socialista en 1906, por su cuestionamiento al parlamentarismo y al escaso arraigo sindical del partido. De un fuerte anti-intelectualismo, el sindicalismo revolucionario se autodefinió como apolítico, reivindicó la acción directa y la autoeducación obrera en la experiencia de la lucha sindical. Para éste, el sindicato era la única organización genuinamente obrera, la forma privilegiada de organización, en detrimento del partido político. “No soy contrario a que la organización obrera tenga sus libros, pero si niego que sea el vínculo revolucionario para transformar el régimen capitalista. Conquistarán las fabricas, talleres y minas los obreros que tengan potentes organizaciones obreras, procediendo a eliminar del camino de la producción toda autoridad estatal y capitalista…”, expresaba Eduardo Pereyra en 1919, con un claro tono anti intelectual, una definición de la tarea militante en torno al control del lugar de trabajo, reafirmando el rol revolucionario de la tarea sindical.25 El ámbito de la producción era la expresión más clara de la lucha social, en cuyo marco la puja por el control y la organización del trabajo cobraba vital importancia. El obrero era entendido e interpelado como productor. En una de las muchas obras de propaganda de Julio Arraga, se apelaba al pueblo de los productores como sujeto que ha de concluir con intermediarios y representantes.26 La conquista del taller, o del barco, constituyó la acción revolucionaria fundamental para los sindicalistas; imponer las condiciones de trabajo al patrón era la tarea revolucionaria. El sujeto era la clase organizada en sindicatos: 24 KERSFFELD, Daniel George Sorel: apóstol de la violencia, Signo, Buenos Aires, 2005; BELKIN, Alejandro Sobre los orígenes del sindicalismo revolucionario en Argentina, CCC, Buenos Aires, 2007; BERTOLO, Maricel Una propuesta gremial alternativa: el Sindicalismo Revolucionario (1904-1916), CEAL, Buenos Aires, 1993; DEL CAMPO, Hugo El sindicalismo revolucionario (1905-1940), CEAL, Buenos Aires, 1986. 25 La Unión del Marino, núm. 60, febrero de 1920, “Acción y lirismo”; agosto de 1919, “Acción Revolucionaria”. 26 ARRAGA, Julio Capítulos sobre Sindicalismo, Biblioteca La Acción Obrera, Buenos Aires, 1918, p. 12.

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“Ha sido la organización de la producción a base patronal que, al introducir en el trabajo social el principio de autoridad y jerarquía, ha dado origen a las dos clases: directores y dirigidos, capitalistas y asalariados. Y la sociedad, que es hecha a la imagen del taller, reproduce las dos clases, en gobernantes y gobernados. El sindicato, al resumir en el las atribuciones del patrón, al organizar el trabajo con productores exclusivamente, habrá quitado su razón de ser al Estado para seguir mandando a la sociedad. La fábrica libre significa también la sociedad libre […] Esa absoluta ruptura con el pasado implica realizar la soberanía del trabajo…”.27 Era entonces imprescindible el reemplazo de la institución patronal dentro del taller por la dirección sindical del trabajo, única forma en que la clase obrera podía resolver sus problemas y realizar sus objetivos. Las posturas sindicalistas no fueron inmutables, tampoco sus prácticas sindicales y políticas. De hecho, éstas fueron cada vez más cercanas a planteos corporativoeconomicistas, centrados en la defensa incondicional de la herramienta gremial, el sindicato, y consolidando posiciones cuyo pragmatismo propició la negociación, en el camino del abandono progresivo de la confrontación y la declaración de la huelga general. El éxito de las acciones impulsadas por la FOM en estos años fue una experiencia de importancia para la consolidación de los sindicalistas en la dirección del sindicato y a la vez, la cristalización de una actitud negociadora. Éstas hicieron a la conducción sindical marítima cada vez más proclive a la concreción de logros económico-corporativos, en detrimento de su independencia política con relación al gobierno nacional. Su retórica formalmente revolucionaria dio paso, en el procesamiento de estas experiencias, a nuevos posicionamientos del sindicalismo y de los gremios que dirigía. La intensa lucha en torno al control sindical sobre el mercado de trabajo, la contratación, permanencia y condiciones de trabajo a bordo impulsada entre 1916 y 1921 no fue expresión de un proceso de radicalización política; tampoco implicó una dimensión conflictiva más amplia a nivel de la política nacional, en la cual se plantearan elementos de oposición al poder gubernamental. En plena huelga de 1920, la patronal representada por la AT mostraba sobrada preocupación por el poder adquirido por la FOM y la anuencia del Estado.28 Su defensa de la libertad de trabajo expresaba una política tendiente al debilitamiento y desestructuración del sindicato, para la imposición de condiciones de trabajo a bordo más rentables. El trabajo libre, en tanto principio justo y defensa de la individualidad de la contratación, era vulnerado por la huelga de la FOM que, “utiliza la coacción contra la libertad de trabajo sin amparo ninguno […] ya no puede aplicarse aquella jurisprudencia individualista que supone que en caso de huelga parcial el patrón puede buscar 27 ARRAGA, Julio Capítulos sobre Sindicalismo, cit., p. 15. 28 Boletín de la Asociación del Trabajo, núm. 15, 5 de septiembre de 1920, p. 5.

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obreros en otra parte, pues todos están afiliados a un sindicato único”.29 El secretario de la AT, Atilio Dell’Oro Maini denunciaba la amplia libertad dada a las Sociedades de Resistencia y otras entidades subversivas y las exigencias inadmisibles de la FOM “que alteran esencialmente la disciplina de a bordo”, y que obligaron a las empresas “a amarrar sus buques porque no han conseguido de parte de las autoridades la acción enérgica que tan importante y grave situación merecía; ni saciar las exigencias de los soviets (que tales son las federaciones obreras)”.30 La acción de la FOM era caracterizada como un alzamiento que, “…por sobre la total paralización de las actividades portuarias […] por sobre la total supresión de las operaciones de cabotaje que su actuación dificulta hasta tal punto […] por sobre la conocida serie de anormalidades en beneficio de los dirigentes y vividores del soviet portuario, por sobre todo ello resalta el nuevo abuso realizado, porque mediante el se ha consumado una evidente rebelión, un notorio alzamiento contra el orden constituido”.31 ¿Cómo definir la política de oficialización, centro del conflicto entre la FOM y la patronal, entre 1919 y 1921, expresada en los decretos? ¿Fue la garantía estatal del control sindical o la posibilidad legal de liberar el trabajo a bordo de este control? En gran medida funcionó en ambos sentidos, en tanto en esos dos años cambiaron las relaciones de fuerza. El aumento de la presión y de la capacidad de acción del CNT y el CCA, la AT y la Liga, hicieron que en mayo de 1921 el gobierno radical dispusiera la militarización del puerto y estableciera la “normalización” de las actividades, bajo la misma denominación de oficialización, que se impuso así como un recurso para garantizar la continuidad del transporte en beneficio de las empresas navieras, permitiéndoles la libre contratación de personal no agremiado. Reflexiones finales Uno de los problemas centrales en torno a la construcción del control sindical del trabajo marítimo entre 1916 y 1919 es la relación establecida entre los trabajadores marítimos y el Estado nacional, en la cual se enmarca la acción permisiva del gobierno entre 1916 y 1921. La función económica estratégica de estos obreros, el traslado de la producción de exportación hacia los puertos y el manejo de remolcadores y lanchas, requeridos para las maniobras de grandes transatlánticos en puertos artificiales como el de Buenos Aires, constituye un primer elemento, necesario pero no suficiente, en su explicación. El gobierno nacional expresó una especial preocupación por regular las condiciones del trabajo a bordo, la cual se manifestó en la confección de reglamentos, proyectos legislativos, incluido el proyecto de Código de Trabajo de 1921, y 29 Boletín de la Asociación del Trabajo, núm. 8, 20 de mayo de 1920, p. 7. 30 Boletín de la Asociación del Trabajo, núm. 1, 5 de febrero de 1920. 31 Boletín de la Asociación del Trabajo, núm. 14, 20 de agosto de 1920, p. 6.

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en la participación en las Conferencias de la OIT, en particular la de 1920 dedicada exclusivamente al trabajo marítimo. La acción impulsada por el gobierno nacional implicó un reconocimiento tácito de la FOM como interlocutora y representante válida de los trabajadores marítimos, en el marco de la estrategia política del primer gobierno radical de establecer una alianza con sectores obreros en la construcción de una mayor legitimidad y la ampliación de sus bases sociales.32 En un contexto institucional carente de mecanismos formales de conciliación y arbitraje, el reconocimiento al sindicato marítimo se expresó en la mediación estatal ante el conflicto marítimo, viabilizada a través del presidente mismo o de otras instancias del Poder Ejecutivo (Ministerios de Obras Públicas, Hacienda, Interior, Policía de la ciudad o el DNT). Con el cambio de coyuntura, tras la huelga marítima de 1920, los límites de esta política se hicieron evidentes. Otro elemento atendible en cuanto al control sindical fue la alianza entre la tripulación y la oficialidad, que permitió hacerlo efectivo. La acción conjunta de sus gremios logró que el capitán, con múltiples atribuciones, derechos y responsabilidades a bordo en cuanto a la conformación de la tripulación, las condiciones y normas, actúe en solidaridad con la Federación. Esta unidad contradecía de alguna manera la disciplina jerárquica a bordo y la fuerte diferenciación existente entre la tripulación y la oficialidad, apreciable tanto en las tareas diarias, en los saberes requeridos y en su organización gremial, siendo estos elementos específicos del trabajo marítimo y de su organización laboral. Esta era la cotidianeidad en las tareas a bordo: oficiales y tripulantes habitaban y trabajaban en espacios diferenciados, comían y dormían en lugares distintos. Incluso a pesar de estar dentro de la misma embarcación, un maquinista podía no ver al jefe de máquinas durante varios turnos; lo mismo un marinero u otro tripulante con el capitán. Además de los contrastes entre tripulación y oficialidad, existían diferencias en el interior de cada sección, dando como resultado una organización del trabajo a bordo fuertemente jerárquica y disciplinaria, la cual era cuestionada por la alianza del personal embarcado, contradiciendo la disciplina basada en la aplicación y respeto de las jerarquías, invocada por las empresas y sancionada por la reglamentación existente. Entre 1916 y 1921 la FOM impulsó diversas acciones de lucha por medio de las cuales logró el control del trabajo a bordo en las flotas de la navegación de cabotaje. Si bien esta disputa no implicó la oposición del gobierno, resultó, en cambio, en una reconfiguración de las relaciones de fuerza entre la patronal marítima y el sindicato, desafiando el poder patronal sobre el proceso de trabajo, la selección de la mano de obra y las condiciones laborales. La construcción gremial de una estrategia de control del espacio laboral y sus prácticas hicieron de los obreros marítimos un grupo cohesionado, aunque esto no implicó necesariamente un proceso de radicalización política, sino por el contrario, habilitó la negociación y la apelación al Estado. 32 FALCÓN, Ricardo “Políticas laborales y…”, cit.

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