Trabajadoras migrantes textiles

June 29, 2017 | Autor: Marcos Schiavi | Categoría: Migration, Historia De Las Mujeres, Peronismo
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Descripción

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Trabajadoras migrantes textiles por Marcos Schiavi Marcos Schiavi (1979) es Doctor en Historia (Universidad de Buenos Aires – Universitè Paris 8). Es docente e investigador UBA. Es autor del libro La resistencia antes de la Resistencia. La huelga metalúrgica y las luchas obreras de 1954 y de diversos artículos publicados en libros y revistas científicas

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Introducción Concepción llegó a la Argentina en noviembre de 1950. Migró desde Italia, desde Sicilia, de un pueblo llamado San Biagio Platani, en la provincia de Agrigento, que por entonces tenía cerca de dos mil quinientos habitantes y que hoy tiene apenas la mitad. Cuando llegó tenía veinte años. Sus padres ya estaban asentados en Quilmes, provincia de Buenos Aires, desde hacia algo más de un año. Por entonces, la zona donde vivían sus padres estaba parcialmente descampada. Recién comenzaba a urbanizarse. Viajó sola, durante dieciocho días y estaba embarazada de ocho meses al llegar al puerto de Buenos Aires. Por un mal entendido, cuando arribó el barco, no había nadie esperándola. No tenía dinero, no sabía la dirección de la casa de sus padres, ni hablar el idioma. Dos semanas después nació su primera hija y un mes después entró a trabajar a La Bernalesa, una de las empresas textiles más grandes del país.

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Antonietta llegó tres años después, también desde el sur de Italia. Vino de un pueblo llamado Muro Lucano en Potenza junto con su madre y sus hermanas. Tenía dieciocho años y a los pocos días comenzó también a trabajar en La Bernalesa. Ambas vivían a menos de quince cuadras de la fábrica, en un barrio en construcción, en gran medida de migrantes europeos recientes, muchos de ellos trabajadores textiles. Ambas son exponentes de una migración silenciosa, y muy poco considerada en los estudios del movimiento obrero en Argentina: la migración europea durante el primer peronismo. Generalmente, cuando se piensa el mundo del trabajo durante el peronismo se considera como un factor clave la gran migración interna de las décadas de 1930 y 1940; el camino que muchos argentinos realizaron desde el campo a las ciudadas más importantes del litoral del país. No cabe duda que la misma modificó sustancialmente las grandes urbes argentinas, sobre todo y especialmente, la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. También que, a partir de la misma, la composición de la clase trabajadora urbana se modificó. Cuánto influyó esto en el surgimiento del peronismo es un debate de larga data en el cual este texto no se propone profundizar. Lo que aquí se intenta es realizar un primer aporte a la visualización del impacto de otra migración, de la migración europea de pos guerra. De esa migración fueron protagonistas fundamentales los italianos y su destino principal el conurbano bonaerense. Este texto reconstruye la historia de dos mujeres italianas llegadas a comienzos de la década de 1950 y asentadas en Quilmes en base a sendas entrevistas y fuentes primarias. Su objetivo principal es dar voz a los que hasta ahora no fueron escuchados: voz a las mujeres, a las migrantes, a las trabajadoras. Migración y trabajo textil A comienzos de 1945 la Unión Industrial Argentina mostraba cierta preocupación por la escasez de mano de obra. En un artículo publicado en marzo de ese año denunciaba el estancamiento de la población y planteaba la necesidad de imponer un cambio en la política inmigratoria restrictiva seguida por el país en los últimos años. Debía ser modificado, continuaba el texto, el régimen impuesto desde la aprobación del decreto del 14 de septiembre de 1941 en base al cual se había instituido el Consejo de Inmigración, organismo que gozaba de amplias facultades para autorizar la admisión o el rechazo al país de toda persona. La propuesta era volver a un criterio de fomento de la inmigración. El gobierno militar ya había comenzado a transformar ciertas políticas migratorias. Al crearse en octubre de 1943 la Secretaría de Trabajo y

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Previsión (STyP) se incluyó a la Dirección de Inmigración bajo su órbita. La luego nombrada Dirección General de Migraciones dependió de la STyP hasta febrero de 1949 cuando se creó la Dirección Nacional de Migraciones dependiente de la Secretaría Técnica de la Presidencia. Según Miguel Galante, los militares consideraban a la población migrante como un potencial recurso para el desarrollo económico-social del país y, en función de ello, impulsaban su fomento. El gobierno peronista profundizaría esta línea. En ese sentido hubo tres decisiones claves que constituyeron los «pilares» de la promoción migratoria, dos de ellas realizadas en diciembre de 1946: la institución de la Delegación Argentina de Inmigración en Europa y la Comisión de Recepción y Encauzamiento de Inmigrantes. La tercera, fue la firma de convenios bilaterales con Italia y España. El flujo migratorio fue en aumento entre 1948 y 1949 y disminuyó a partir de 1950 aunque los volúmenes continuaron siendo altos por unos años más. En 1944 llegaron de Europa solo 4.200 migrantes; en 1947, 38.300; en 1948, 116.100; en 1949, 148.300; en 1950, 133.100; en 1951, 103.900; y en 1952, 74.300. El porcentaje de italianos y españoles sobre el total es abrumador. Entre 1946 y 1957 sobre 891.300 europeos llegados a la Argentina, 494.900 fueron italianos y 231.400 españoles. Sin duda, fueron importantes para ambas migraciones los factores económicos, de expulsión de posguerra, y la envergadura de sus comunidades en Argentina y sus redes. Lo gran parte de esta inmigración se radicó en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Para 1947 la Capital Federal tenia casi tres millones de habitantes y el Gran Buenos Aires superaba el millón setecientos mil. Allí se encontraba la mayor parte del potencial industrial argentino: en 1948, el 60% de establecimientos y el 72% de los obreros. Dentro de esta zona los partidos más importantes eran: Avellaneda, San Martín, Lanús, Lomas de Zamora, Morón, Vicente López y Quilmes. Dentro del pujante desarrollo industrial argentino pos crisis de 1930, la textil era una de las ramas más importantes, sobre todo en personal ocupado. A comienzos del gobierno peronista había 117.110 trabajadores textiles, de los cuales más de un 20% eran extranjeros. Nueve años después ese número había aumentado a 145.228. Esta, a su vez, era la industria que más mujeres ocupaba. Tanto la rama del tabaco como la de confecciones tenían un mayor porcentaje de mujeres trabajando, pero textiles era la que más mano de obra femenina utilizaba. En 1954 en Quilmes había algo más de treinta mil obreros industriales. Era el cuarto partido del GBA en importancia. De estos, un importante número era textil. Quilmes era por entonces una zona con gran implantación de la industria textil. Rhodiaseta SA – subsidiaria del grupo francés RhônePoulenc- había inaugurado en 1935 una planta para la producción de hilado

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de rayón al acetato. Dos años mas tarde, se había instalado Ducilo SA, que producía el mismo material pero con distinto tipo de procedimiento. También estaban asentadas en la zona las hilanderías y tejedurías de algodón Compañía Fabril Financiera y La Bernalesa. Según los datos aportados en el 6° Congreso Nacional Obrero Textil, Quilmes era, a finales del gobierno peronista, junto con San Martín, la seccional con más cotizaciones realizadas a la Asociación Obrera Textil. Inserción laboral Considerando los puntos anteriores sobre implantación geográfica y mercado de trabajo, no resulta sorprendente que tanto Antonietta como Concepción, dos migrantes agrícolas, hayan ingresado a trabajar en la fuertemente sindicalizada industria textil. Más aún, teniendo en cuenta el nivel de capacitación que la misma necesitaba; Antonietta explica así, los motivos de su ingreso a la fábrica: Yo llegué acá y tenía que comer, tenía que trabajar para poder vivir, porque allá trabajábamos en el campo y teníamos cosecha, y uno con la cosecha vivía, pero acá no, teníamos que comprar todo.

A partir de la migración, su familia sufre la perdida de los medios de producción y se debe proletarizar. Cómo influye en la conciencia del trabajador su origen rural ha sido pensado largamente en la historiografía argentina sobre todo en función de la migración interna y el peronismo. En este caso, la extrañeza es doble: por un lado, el viaje del campo a la ciudad y por otro, el paso de un idioma a otro, de una nación a otra, en una sociedad que ya no era todo lo cosmopolita que había sido medio siglo atrás. Por su parte, Concepción describe así su llegada, el impacto de la industria y el problema del idioma: Asombrada, todo te asombraba, aparte que lo que me pasó a mí, le pasó a muchos, y yo nunca había salido de mi pueblo, no sabía nada de nada, lo que se dice nada, así. Era como que me hubiera criado en una selva sola, así. La mayoría éramos así ignorantes. […] Entendía lo que podía… y… me da ganas de llorar… no entendía nada, cuando vos llegás te están diciendo algo extraño, […] cuando hacía eso de barrer que no paraba nunca, no podía más a veces, y yo era medio tarada, no entendía nada, me dicen pavota. No sabía qué quería decir.

El paso del campo a la ciudad y todos sus problemas de adaptación; la majestuosidad de una fábrica que ocupaba algo así como doce hectáreas; los ritmos de trabajo, la cadencia ajena a uno: esa era la situación con la que se encontraron estas jóvenes mujeres recién llegadas. Cual era, si la había, la política de integración activa que el Estado llevaba a cabo es un punto a investigar. Otro es cual era el papel de los enormes sindicatos peronistas en esta integración.

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Ambas tuvieron su primer trabajo en La Bernalesa. Era el establecimiento industrial que más personal tomaba en la zona. La mayoría de los recién llegados terminaban trabajando allí. Obviamente no era donde mejor se cobraba y había una alta rotación de personal. El marido de Concepción, Salvador, ingresó también apenas llegado y en unos meses cambió de trabajo al ingresar a la Cervecería y Maltería Quilmes, que era el mejor destino posible para un migrante reciente, incluso mejor que la metalurgia donde los sueldos eran más altos que los textiles. En palabras de Concepción la fábrica: Era como te diría, como un basurero, la cosa más baja que había, la gente que llegó acá lo primero que entraba era a La Bernalesa, así como entraban salía la gente, entraban y salían continuamente porque conseguían trabajos mejores. Así que siempre había trabajo, por lo general…

La poca estabilidad de la mano de obra era un problema para los industriales textiles puesto que no podían conformar grupos de trabajo permanentes. Se daba lo que los industriales llamaba golondrineo. Los bajos jornales y las condiciones de trabajo de esta industria comparados con los de otras actividades era uno de los motivos principales del éxodo de personal. Esta era la situación a comienzos de la década de 1950 cuando estas dos mujeres italianas ingresaron a La Bernalesa. Una alta rotación, malos salarios, poca calificación y, sobre todo, problemas de integración. El trabajo en la fábrica Ambas tuvieron su primer trabajo en la fábrica como barrenderas. Concepción no llegó a ser efectiva, y un año y medio después de ingresar renunció. De las dos, Antonietta fue la que más perduró, estuvo en ella hasta su cierre definitivo en la década de 1980. Luego de una primera etapa barriendo, fue designada como ayudante de maquinista, y después, cuando faltaba alguna maquinista como suplente. En seguido, le asignaron un puesto en una máquina efectiva. La Bernalesa era hilandería y tejeduría. El algodón se trabajaba completamente hasta llegar a productos textiles listos para el consumidor. Cuenta Antonietta que entraba el algodón sucio del Chaco, en camiones, que luego se cardaba, pasaba al mechero y después a la sección donde trabajaron ambas mujeres: la sección continuas. La máquina que manejaba en un primer momento tenía cuatrocientos doce husos: Esa máquina se paraba nada más para sacar la mugre, cuando estaba llena, o cuando se rompía algo, si no, no se paraba nunca. […] No podía parar la máquina, es verdad eso. Y sí, y comíamos dos mordiscones, y volvíamos a trabajar, y así. Así que no podíamos parar, y con toda la pelusa, con toda la cara sucia, y muchas veces no se podía comer.

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A diferencia de otras secciones, en continuas el trabajo no podía cesar, eso y que el ritmo de trabajo le era ajeno al trabajador eran sus características principales. También las malas condiciones ambientales y la pelusa en el aire. Sin duda, gran parte de los problemas diarios de un trabajador pasan por las condiciones de trabajo. En las fábricas textiles las reivindicaciones en este sentido eran permanentes. En las hilanderías de algodón, la pelusa era omnipresente. Concepción cuenta como: “te llevabas un sándwich y lo comías con la pelusa de la cosa, del algodón”. Las cañerías que colocaban en los techos y desprendían humedad, “como una agüita finita”, mientras las obreras trabajaban, las empapaban lentamente provocando, seguramente, la artrosis que hoy tiene Antonietta. Además estaba el calor, hasta 45º en el verano. La maquinaria estaba siempre caliente: “cuando era invierno estaba lindo, pero en verano era jodido”. Pelusa fue el nombre que se le dio al periódico de la fábrica La Bernalesa editado por sus propios trabajadores. En las dos páginas de su número uno aparecen temas generales como el congreso textil, la conferencia nacional obrera por la paz, la solidaridad con los azucareros en lucha y temas más específicos de la rama y de la propia planta. La problemática del trabajo a destajo y la discriminación salarial femenina que sufría más de la mitad del personal de la planta eran algunos de esos temas. Uno de los mayores problemas femeninos, junto con el ritmo de trabajo, era la diferencia de salario. Las mujeres cobraban cerca de un 20% menos que los hombres realizando el mismo trabajo. En toda la década peronista, y pese a ser una bandera del sindicato no se logró imponer en los convenios colectivos igual salario por igual trabajo. Es necesario en este sentido tener en cuenta el problema de representación. Pese a su volumen dentro de los planteles fabriles, las mujeres casi no tenían representación en el sindicato. Algunas estaban en comisiones internas, pero eran rotunda minoría. A las condiciones de trabajo, se sumaban las presiones patronales por aumentar la intensidad del trabajo. Las reivindicaciones de los empresarios industriales argentinos en pos de aumentar la productividad comenzaron a hacerse mas fuertes a comienzos de la década de 1950. Ese incremento del ritmo de trabajo fue una de las transformaciones que más resaltó Antonietta en su relato: “primero teníamos una máquina, que fue cuando entré yo, después una máquina y media, después me dieron tres máquinas, y pusieron una que limpiaba. Después la sacaron, así que la limpieza la teníamos que hacer todo nosotros.”

Además, cada vez le daban más velocidad a la máquina ya que el ritmo le

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era ajeno al operador en continuas. Ergo, más máquinas, a mayor velocidad, con menor personal. La Bernalesa, a fines del gobierno peronista tenía más de cuatro mil obreros, veinte años después apenas llegaban a los mil. Tensiones migrantes

PARA SEGUIR LEYENDO

Belini, C. (2009). La industria peronista: 19461955, políticas públicas y cambio estructural. Buenos Aires, Edhasa. DOYON, L. M. (2006). Perón y los trabajadores: Los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-1955. Buenos Aires, Siglo XXI. Editora Iberoamericana. LOBATO, M. Z. (2007). Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960). Buenos Aires, Edhasa.

Hay un punto que se tiende a visualizar poco cuando se analiza la década peronista y los años posteriores: las tensiones al interior de la clase trabajadora, entre extranjeros y argentinos. Con esto no se quiere generar una dicotomía, construyendo dos bandos que en la realidad no existían pero si resaltar que las relaciones no eran idílicas ni la clase completamente homogénea. Los recién llegados, sobre todo los italianos, tendían a ser reacios a acatar las decisiones sindicales sobre medidas de fuerza. Usualmente eran los que concurrían a la fábrica y trabajan cuando los sindicatos decidían otra cosa. Así lo cuenta Concepción: “…los demás te decían que no trabajaras, y no trabajabas, pero…los extranjeros, que veníamos así, pobrecitos, tratábamos de trabajar igual, porque si no perdías el premio, porque tenías el premio a la asistencia, incluso si llegabas cinco minutos tarde te sacaban el premio. Y eso era por asistencia, por no faltar nunca, y si estabas medio enferma ibas igual… Por lo general la gente extranjera no paraba, alguna sí, pero por lo general no. Te decían que eras un boludo, que era no sé cómo te decían, no sé cómo, no sé mirá, cosas que traté de borrar.”

Los incentivos salariales por producción existentes en textiles jugaban aquí un papel importante. Sin embargo, la cuestión va más allá. Por lo menos en este período los migrantes europeos recientes parecían estar fuera del movimiento sindical. No se habían creado aún vínculos que los integraran.

MURMIS, M., & PORTANTIERO, J. C. (2011). Estudios sobre los orígenes del peronismo. Buenos Aires, Siglo XXI Editores.

A mediados de mayo de 1951 se realizó una asamblea de la sección tejedores de la empresa Teubal de Versalles. En esta asamblea de casi cien trabajadores se designó a una comisión para gestionar ante la empresa la suspensión de ciertas medidas que propiciaban un aumento del ritmo de trabajo; pero también para hablar sobre la situación con varios obreros italianos que en principio la habían apoyado. A partir de esto no queremos desprender afirmaciones generales. Si, en cambio, llamar la atención sobre el punto, sobre las tensiones existentes al interior de la clase con los extranjeros.

TORRE, J. C. (2012). Ensayos sobre movimiento obrero y peronismo. Buenos Aires, Siglo XXI Editores.

Por ejemplo, en uno de los proyectos de convenio colectivo presentados por la Unión Obrera Metalúrgica se había buscado imponer un porcentaje límite de obreros extranjeros en las plantas. En 1952, en un carta dirigida al presidente Juan Domingo Perón, en el marco de los proyectos para el Segundo Plan Quinquenal, la comisión interna de la fábrica metalúrgica

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“Industrias Martinelli SA” llamaba la atención sobre este punto. Esta comisión interna proponía que se promulgase una ley que determinara una cantidad determinada de obreros extranjeros dentro de cada fábrica. Es cierto que la coyuntura 1950-1952 fue la de mayor crisis económica y en la que el pleno empleo peronista tuvo mayores grietas; sin embargo resulta bastante complicado pensar que estas limitaciones se vinculaban con el aumento de la desocupación. Más parece tener que ver con lo que implicaba un mayor plantel extranjero en relación a la fortaleza sindical. Sea como fuera, es un punto interesante a seguir investigando. Lo que el relato de nuestras entrevistas muestra es que más allá de la cuestión sindical había tensiones que se relacionaban con su origen italiano y sus hábitos; y que superaron la coyuntura peronista. Es llamativo como el Mundial de Fútbol de Argentina 1978 fue recordado por ambas. La victoria del equipo italiano sobre el argentino expuso indirectamente esas tensiones existentes en el barrio y la fábrica. Cuenta Antonietta: Todos me cargaban. Ché, vos vas por Italia, ¿no?, y claro que iba por Italia. Pero no lo podía decir. Les decía: sí, yo quiero que gane Argentina, saben qué pasa, yo tengo mis hijos en Argentina, yo sé que mis hijos sufren, quiero que gane la Argentina, cómo me voy a poner en contra, y yo estoy viviendo acá. Les dije, pero, de acá, pensaba ojalá que pierda. Ello decían: qué van a ganar los italianos que comen verdura, que comen pasta, no, qué van a ganar… pero yo me llevé bien con todos, porque si yo hacía la contra, uhh, cómo te cargan después.

Se observa en el relato cierto menosprecio. Veremos como una y otra vez las dos mujeres resaltan los prejuicios con que sus compañeros de trabajo las trataban por ser italianas, pero sobre todo por su vínculo con el trabajo y la acumulación familiar: Había cada una ahí, venía alguna trastornada, cada santafecina, ¡ay!, alguna tucumanas, ¡que brutas!, que empezaban a decir “claro, los tanos vienen acá, y a los dos o tres años ya tiene la casa… […] comen pan y cebolla, pan y tomate… y vos te tenías que callar, porque si no qué tenías que hacer, y vos si te peleabas ya te rajaban a la miércoles, y muchos pasaron así, y yo me callaba la boca, y pensaba qué desgraciada… […] tenían mucha envidia, muchos celos, cómo estos pueden hacer las cosas y nosotros no. Es que es una cultura, porque vinimos con esa idea nosotros, entonces hacíamos todo el sacrificio.

En ambas entrevistas, la primera reacción al ser consultadas sobre los conflictos con los compañeros fue negarlos. Las dos dijeron que se llevaban muy bien, que no había problemas. Con el correr de la entrevista fueron apareciendo estas afirmaciones en donde se notaban emocionadas y llegaban hasta las lagrimas incluso. El recuerdo de esta discriminación, del menosprecio de lo que ellas consideraban sus fortalezas, aún hoy sesenta años después se siente:

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A veces hasta se agarraban a piñas, que nosotros no comíamos, que comíamos pan y cebolla, que comíamos pan y tomate, por eso nos hacíamos la casa… Y con desprecio te decían “tano muerto de hambre”. […] Sí, tanos muertos de hambre nos llamaban, y yo a veces les contestaba. Mirá, yo quise que vinieran a mi casa, y van a ver un plato, y te sale más caro un plato de fideos al uso nuestro, como lo hacemos, con un pedazo de carne… hoy para hacer un plato de fideos, bah, siempre, para que el plato quede como la gente, poner un queso como hay que ponerle, un tuco que hay que ponerle carne también, una buena salsa, te sale más caro que el asado. Te sale más caro. Porque algunos dicen, “si, el asado”. Pero nosotros estamos acostumbrados, mis nietos están acostumbrados que les hago pasta casera, plato de fideos, con mucho queso rallado y les gusta.

Hubo en las entrevistas una reivindicación de los que las mujeres denominaron “una cultura del trabajo” frente a un otro mayoritario. Una mirada que cuando las entrevistas se deslizaron a temas de actualidad también se observa.

A modo de cierre La migración italiana de posguerra tuvo un impacto enorme en el conurbano bonaerense, y particularmente en sus fábricas. Una parte importante del casi medio millón de italianos que arribaron a la Argentina entre 1946 y 1957 fueron obreros industriales. Cuánto influyó la tensión entre italianos y argentinos al interior del mundo de trabajo y de la clase trabajadora es difícil de mensurar a partir de dos entrevistas y ciertos datos aislados. Sin duda se debería recortar un periodo amplio, realizar nuevas entrevistas y estudiar con más detenimientos fuentes escritas. Lo que no podemos no considerar es que había allí una conflicto, micro enfrentamientos ligados a la actitud de grupos particulares en el lugar de trabajo y a sus hábitos. Ambas mujeres siguen hablando como si hubieran llegado hace apenas unos años de Italia. Ambas tienen ochenta años, sesenta en Argentina, pero a la hora de expresar sus emociones y enojos utilizan su dialecto, ni siquiera el idioma italiano que mal conocen. Fueron parte de una migración en gran medida agraria que se proletarizó con el viaje. Siguen viviendo en el mismo barrio, un barrio que ya no se mueve al ritmo de las fábricas, desde hace ya mucho. Lo que era Crefin, una enorme industria metalúrgica, hoy es un supermercado. Lo que era Fabril Financiera es utilizada en parte como una escuela. La Bernalesa, cerrada hace treinta años, se mantiene como un montón de escombros de lo que fue una fábrica enorme. En estos años se mantuvo abandonada, dominando el barrio de casas bajas que construyeron una inmensa mayoría de migrantes en los

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cincuenta y sesenta. El barrio no es lo que era. Cuenta Antonietta: yo por un tiempo pasaba por allá y me ponía a llorar, digo, no puedo creer, […] y te lo juro que yo pasaba por ahí con el colectivo, a veces, que iba a caminar, me salía la lágrima, digo, cómo pudo haber quedado esta empresa así, con todo lo que había.

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Bibliografía

Belini, C. (2009). La industria peronista: 1946-1955, políticas públicas y cambio estructural. Buenos Aires, Edhasa. De Ipola, I. E. (1989). Ruptura y continuidad. Claves parciales para un balance de las interpretaciones del peronismo. Desarrollo Económico, 29, 115. Di Tella, T. S. (2003). Perón y los sindicatos: El inicio de una relación conflictiva. Buenos Aires, Ariel. Dorfman, A. (1970). Historia de la industria argentina. Buenos Aires, Solar/ Hachette. Doyon, L. M. (2006). Perón y los trabajadores: Los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-1955. Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editora Iberoamericana. Galante, M. A. (2005) “La construcción de políticas migratorias en tiempos de transición y consolidación del primer peronismo: del nacionalismo racista a la planificación económico – social y la promoción de la inmigración.” en Ciclos en la historia, la economía y la sociedad, Vol. XV, Nº 30. Germani, G. (1962). Política y sociedad en una época de transición: De la sociedad tradicional a la sociedad de masas. Buenos Aires, Editorial Paidos. Lobato, M. Z. (2007). Historia de las trabajadoras en la Argentina (18691960). Buenos Aires, Edhasa. Murmis, M., & Portantiero, J. C. (1972). Estudios sobre los orígenes del peronismo. Buenos Aires, Siglo Vientiuno Editores. Torre, J. C. (1990). La vieja guardia sindical y Perón: Sobre los orígenes del peronismo. Buenos Aires, Sudamericana.

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