“Tormenta perfecta. La rebelión jordanista en Entre Ríos y los efectos del ciclo económico 1864-1873” en Daniel Santilli, Jorge Gelman y Raúl Fradkin (comps.) Rebeldes con causa. Conflicto y movilización popular en la Argentina del siglo XIX. Buenos Aires, Prometeo, 2013. pp. 169-196

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Descripción

Tormenta perfecta. La rebelión jordanista en Entre Ríos y los efectos del ciclo económico 1864-1873 Por Julio Djenderedjian (Instituto Ravignani, UBA – CONICET)

Introducción En julio de 1870, Laurentien Forgues se encontraba en Paraná con el fin de llevar a cabo una delicada misión: cargar en un saladero cercano unos ocho mil cueros y llevarlos a Buenos Aires. El problema era que el saladero se ubicaba en una zona controlada por los insurgentes que seguían al caudillo Ricardo López Jordán, como ocurría con casi toda la campaña entrerriana, mientras que varias ciudades, y entre ellas Paraná, ya en principio algo refractarias, habían sido además ocupadas por las fuerzas nacionales destinadas a aplastar aquella rebelión. Bon vivant además de comerciante, Forgues se encaminó a su destino en un pequeño barquichuelo, presumiendo de estar contento al poder observar de cerca “el atuendo pintoresco” de los rebeldes, “sus sombreros de bandas blancas, su fiero aspecto de bandidos… [todo ello] singularmente atractivo para un espectador un poco artista”. Allí, sosteniendo sin embargo por precaución una mano sobre la pistola que guardaba bajo el poncho, fue cortésmente recibido por el jefe insurgente, con quien entabló conversación en un rancho del saladero. En el curso de la misma, Forgues sacó su pipa y comenzó a llenarla; su interlocutor fijó ávidamente su mirada sobre el fino tabaco que se escurría por los dedos del francés. Habiéndolo notado, Forgues le preguntó: “¿consigue usted fácilmente tabaco en la campaña?”; “hace más de dos meses que no veo ni una hoja”, fue la resignada respuesta del jefe, mientras trataba de desviar la mirada a fin de conservar algo de dignidad. Sabiendo lo indispensable de un cigarro para un gaucho, Forgues regaló todo su tabaco al jefe y a sus hombres, que lo recibieron como si se tratara de objetos preciosos. Las efusivas gracias se interrumpieron al grito de “¡llegan los colorados!”, que hizo que todos montaran sus caballos, y Forgues su barco1. La anécdota describe la situación de extrema penuria que afectaba a los rebeldes entrerrianos de 1870; el retrato es al menos más amigable que lo que puede encontrarse en los libros de historia, que hablan de patéticas tropas en harapos, enfrentando armadas sólo con cuchillos a las del gobierno federal, que contaban con ametralladoras y fusiles Remington2. No hay dudas de que ese equipamiento más sofisticado constituyó un factor fundamental en el aplastamiento de los rebeldes. Pero éstos resistieron durante muchos meses, y volvieron a levantarse en dos ocasiones más hasta la derrota definitiva de su caudillo en diciembre de 1876; y aun luego de ese desenlace, durante algunos años la campaña entrerriana siguió siendo un lugar poco seguro3. Para el análisis de la 1

El mote de “colorados” era endilgado por los rebeldes a las fuerzas nacionales, mientras ellos mismos se reconocían como “blancos”, transcribiendo los términos de los partidos en lucha en el Uruguay de la época. Forgues, L[aurentien]. “Le Paraguay. Fragments de journal et de correspondances par M…. 18721873. Texte et dessins inédits” [Paris], Le Tour du Monde, XXVII, 701e. Livraison [1874], pp. 379 y s. 2 Reula, F. Historia de Entre Ríos, Santa Fe, Castellví, 1969-1971, t. II, 30-34. El combate de El Sauce, el 20 de mayo de 1870, fue el primero en toda la historia argentina en que se utilizaron ametralladoras. Salduna, Bernardo La rebelión jordanista. Buenos Aires, Dunken, 2005, p. 364. 3 En ello tuvieron parte los ajustes de cuenta entre los miembros de los bandos que habían disputado. Relatos de constantes atropellos a las vidas y bienes de los entrerrianos en Los Castigos, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1879 a 8 de enero de 1880; también Halperín Dongui, T. El espejo de la historia.

insurgencia son sumamente significativos esos unánimes relatos sobre el penoso mundo material de los rebeldes: es sorprendente hallarlo entre las orgullosas tropas de una provincia cuya riqueza había sido siempre proverbial, y que, en el dinámico contexto rioplatense, sólo cedía por entonces el primer lugar a Buenos Aires4. Esa riqueza además de rural era esencialmente ganadera, y habría de seguir siéndolo durante bastante tiempo: todavía en 1884 los hermanos Mulhall calculaban el ingreso entrerriano en 21.380.000 de pesos oro; de los mismos, los productos pecuarios ocupaban casi el 50%, con 10.280.000. Por contraste, en Santa Fe éstos sólo daban cuenta de menos del 24% del ingreso contra casi el 40% provisto por las actividades agrícolas, mientras que incluso en Buenos Aires la actividad ganadera abarcaba sólo un 30% del ingreso, ocupando el comercio, la banca, los servicios y la manufactura el 42%5. La importancia de la riqueza provincial es todavía más clara cuando descendemos a los casos individuales. El más conspicuo estanciero entrerriano, Justo José de Urquiza, poseía al momento de su asesinato, en 1870, una fortuna evaluada en 5.436.923 pesos bolivianos (o algo más de cuatro millones y medio de pesos fuertes) 6. Si bien se trata de un extremo, muchos otros lo seguían, aunque a prudente distancia. El general Manuel Urdinarrain, por ejemplo, poseía una fortuna de 639.950 pesos fuertes 7. El primer mapa catastral de la provincia, publicado en 1874, registra grandes superficies poseídas por legendarias familias de potentados: los Sáenz Valiente, los Ezeiza, los Millán, Benjamín Victorica, Genaro de Elía, Manuela Puig de Echagüe, Ricardo López Jordán, Gregorio Lezama, Simón Appleyard, Enrique Arbuthnot, Juan Oxandaburu, Mateo García de Zúñiga. El capital promedio por propietario hacia 1870 era también el más alto de las distintas provincias argentinas de entonces, salvo Buenos Aires8. Es cierto que esa riqueza estaba muy concentrada: los índices de Gini de los años 18601870 oscilan entre el 0.7 si consideramos sólo a los propietarios, y el 0.9 si incluimos al total de la población susceptible de poseer riquezas. No son, sin embargo, excesivamente diferentes de los usuales en otras provincias para esa misma época 9. Más importante quizá es señalar el hecho de que esa riqueza se volcaba casi exclusivamente en tierras o en ganado, con raros correlatos en capital comercial o en metálico. Alrededor del 84% de los bienes de Urdinarrain estaban constituidos por sus tierras, chacras y animales; sólo el 16% eran inversiones financieras y efectivo. Algo similar puede decirse de Urquiza, quien contaba apenas con un 20% de su patrimonio en títulos, acciones y dinero. Cifras que pueden no parecer sorprendentes en un contexto en el que Buenos Aires, Sudamericana, 1987, p. 236. El contraste con la férrea policía anterior a 1870 era muy claro; ver Diaz, C. Memorias del general oriental César Díaz, Buenos Aires, La Tribuna, 1878, pp 200201. Una biografía del caudillo en Newton, Jorge Ricardo López Jordán. Ultimo caudillo en armas. Segunda edición. Buenos Aires, Plus Ultra, 1974. 4 Entre muchos otros ver por ejemplo Martin de Moussy, V. Description Géographique et Statistique de la Confédération Argentine. Paris, Firmin Didot, 1860-64, t. III, p. 96. 5 Mulhall, E.G. y E.T., Handbook of the River Plate Republics. Fifth Edition. Buenos Ayres / London, M.G. y E.T. Mulahll, 1885, pp. 268 y 409. 6 Su testamentaria en Archivo Histórico y Administrativo de Entre Ríos (en adelante AHAER), Gobierno, Serie II, Testamentaria del General Justo José de Urquiza, 1871-1872. 7 Su testamentaria en Archivo General de la Nación, Buenos Aires (en adelante AGN), Sucesiones 8584. 8 Ver el mapa catastral elaborado por Melitón González, Carta topográfica de la Provincia de Entre Ríos con la demarcación de terrenos de particulares, Buenos Aires, 1874. La comparación regional en Gelman, J. “Introducción. Desequilibrios regionales, desigualdades sociales. Las economías argentinas en el siglo XIX en Gelman, J. (comp.) El mapa de la desigualdad en la Argentina del siglo XIX, Buenos Aires, Prometeo, 2011, p. 20 9 Djenderedjian, J. y Schmit, R. “La distribución de la riqueza en Entre Ríos, 1840-1880: cambios en la inversión rural en un contexto difícil”, en Gelman, J. (comp.) El mapa… cit., pp. 139 y ss.

la inversión rural era la norma; más aún, podrían incluso considerarse una conducta muy racional, toda vez que así se obtenían buenas ganancias 10. Pero ello se desdibuja si consideramos los factores de riesgo: en un esquema escasamente diversificado, los precios del ganado podían derrumbarse si sobrevenía una crisis de mercado, arrastrando con ellos no sólo las ganancias sino incluso el capital. Los precios de la tierra, en tanto, se encontraban determinados no sólo por su productividad real sino por el carácter aún extensivo de la ganadería entrerriana, y la inexistencia de una frontera abierta; por ello, resultaban muy altos en comparación con los de Buenos Aires o Santa Fe, y por tanto la inversión que representaban, y los costos de su mantenimiento, podían constituir un peso excesivo en una coyuntura crítica. Tengamos además en cuenta el altísimo costo del dinero: aun en la rica Buenos Aires, en esos años las tasas oscilaban entre el 12 y el 15% anual por préstamos de corto plazo en moneda dura, pudiendo llegar incluso a tenerse que pagar el 18 ó 25% anual. Lo mismo ocurría en Santa Fe11. Ello en todo caso potenciaba los problemas a la hora de encarar transformaciones cualitativas en un momento de cambio técnico muy rápido. El vacuno criollo alzado tradicional estaba dejando paso al vacuno manso, y éste al animal con cruza, primero empírica y luego sistemática; un proceso aún más intenso venía ocurriendo desde antes en torno al lanar12. De modo que el respaldo financiero, o el acceso al efectivo, se constituían en factores cruciales para evitar la pérdida de competitividad: y para hacer frente a coyunturas de crisis, así como para solventar las pérdidas y estrategias erróneas, por desgracia frecuentes en un momento en que los cambios genéticos y productivos eran todavía cuestiones experimentales. El tema se vuelve más alarmante a medida que descendemos la escala: en una muestra de 120 inventarios post mortem correspondientes a los años que corren entre 1860 y 1870, con bienes individuales totales que van desde apenas 70 a más de 35.000 pesos bolivianos, sólo un 10% de esos bienes estaba en promedio en efectivo o depósitos bancarios, proporción que por otra parte había descendido desde la década anterior, y descenderá aún más en la siguiente13. 10

Sólo por poner algunos ejemplos bonaerenses, la fortuna de Saturnino Unzué, fallecido en 1853, incluía además de sus estancias y propiedades urbanas, alrededor del 21% en mercancías, dinero en efectivo, acciones y depósitos; la de Samuel Hale, en 1879, sobre unos cuatro millones y medio de pesos oro, poseía 2 millones en acciones, bonos y valores. Sabato, H. Capitalismo y ganadería en Buenos Aires: la fiebre del lanar, 1850-1890. Buenos Aires, Sudamericana, 1989, pp. 171-2. 11 Si bien las tasas del Banco de la Provincia de Buenos Aires oscilan entre un 8 y un 12%, con un máximo de 15% anual en enero de 1865, por tratarse de un banco oficial monopólico sus tasas eran bastante menores a las de plaza. Garrigós, O. El banco de la Provincia. Buenos Aires, Imprenta de Pablo E. Coni, 1873. En los tratos entre particulares, podía llegarse a pagar hasta el 1.5% mensual, como aparece frecuentemente en los avisos de los periódicos. Un colono suizo en Baradero afirmaba en noviembre de 1867: “Se puede colocar dinero fácil y con solidez, es decir, sobre primera hipoteca, al 1 1/2% por mes, lo que hace 18% al año, sin contar los intereses. En los negociantes… se puede colocar dinero al 25% al año, con garantías suficientes y sin riesgo de pérdidas. En cuanto a nosotros, lo que pudimos ahorrar hasta hoy, lo prestamos al 12 y 15% al año, porque no tuvimos el coraje de pedir más…” Transcripto en Djenderedjian, J., Bearzotti, S. y Martirén, J. Historia del capitalismo agrario pampeano, tomo VI. Expansión agrícola y colonización en la segunda mitad del siglo XIX, Buenos Aires, Teseo, vol. 2, apéndices. Las tasas de interés activas cobradas por los bancos en Rosario, Santa Fe, en los años 186775, oscilaban entre el 10 y el 15%, habiendo años como 1874 en que no se bajó nunca del 12% y se llegó incluso al 18%. Martirén, Juan Luis, comunicación personal a partir de datos del diario La Capital, Rosario. 12 Sobre el tema puede verse Barsky, J. y Djenderedjian, J. Historia del capitalismo agrario pampeano, tomo I. La expansión ganadera hasta 1895. Buenos Aires, Siglo XXI, 2003. 13 Muestra de inventarios post mortem en el AHAER, que luego se utilizará más extensamente. El peso boliviano, de plata, equivalía en 1865 aproximadamente a 0.79 peso fuerte (nominados en oro desde el año anterior); más tarde el boliviano iría perdiendo parte de su valor, en tanto la plata lo perdía asimismo frente al oro.

Existen así indicios de que los productores rurales entrerrianos durante el tránsito entre las décadas de 1860 y 70 se encontraban estructuralmente expuestos a graves riesgos de contingencia. Los efectos de una crisis en sus mercados de exportación se podían fácilmente traducir en simultáneos derrumbes en las ganancias, el valor de su capital y su respaldo financiero, por lo que probablemente quedarían entrampados en la imposibilidad de implementar, continuar o profundizar cambios en sus explotaciones a fin de obtener mejoras cualitativas del producto y hacer así frente a los tiempos borrascosos. Aun más difícil debía ser encarar en esas condiciones modificaciones de envergadura ordenadas a optimizar su inserción comercial, ingresando en rubros de mayor valor agregado. A ello deben añadirse otros procesos de más larga data. Luego de un siglo en el que la tenencia de la tierra sólo se había regido por difusas pautas consuetudinarias, por permisos verbales de un caudillo o, cuando más, por pobres papeles firmados por autoridades locales, durante la década de 1860 Entre Ríos quiso dotarse de una estructura inmobiliaria ordenada. A fin de suplantar los impuestos aduaneros delegados en el Tesoro nacional, los líderes provinciales buscaron construir un catastro y esclarecer los títulos existentes, para conocer con certeza la propiedad pública y venderla, o cobrar por ella cánones de uso. Caducaba así el tradicional otorgamiento de permisos de población en tierras baldías como recompensa a los soldados meritorios; y lo hacía a la vez el viejo liderazgo político y militar, su necesario complemento. Las consecuentes tensiones sociales no tardaron en manifestarse: y sin duda, sólo habría de bastar una coyuntura crítica para que salieran por completo de cauce. Todo esto es especialmente importante para el tema que nos interesa aquí: plantear una reinterpretación de la dura crisis política, social e institucional que sacudió a la provincia durante la llamada rebelión jordanista de 1870-76. La misma, como es sabido, comenzó con el asesinato de Justo José de Urquiza por partidarios de Ricardo López Jordán, quien lideraría la rebelión hasta su aplastamiento. Las interpretaciones tradicionales han dado peso excluyente al supuesto disgusto de la población entrerriana ante la participación de sus soldados en la Guerra de la Triple Alianza y el manejo discrecional, autoritario y arbitrario de la administración local por parte de Urquiza, ya fuera por sí o por interpósitas personas14. Pero esas razones puramente políticas, que sin duda tuvieron su papel, no explican por completo la violencia y duración del enfrentamiento, ni abarcan todas sus causas. Aquí aumentamos el censo de las mismas con el peso de la economía, esta vez por los efectos de una crisis simultánea y sin precedentes en los mercados de las exportaciones entrerrianas, que trató con dureza a los productores rurales, probablemente mucho más a los de dimensión pequeña o mediana, y que culminó de manera abrupta un ciclo de expansión previo en el peor de los momentos posibles15. Prestaremos por tanto especial atención a dos variables: el precio de la tierra y los del ganado, factores fundamentales de la producción rural, y ambos resúmenes de los dos mayores horizontes problemáticos de entonces: los cambios en la tenencia de la propiedad inmueble y la tasa de ganancia de los estancieros. Si bien no contamos con todos los elementos necesarios para evaluar segmentadamente el impacto de la coyuntura, los costos de los productores, la 14

Por ejemplo Salduna, B. La rebelión jordanista..., cit., o la clásica obra de Reula, F. Historia de Entre Ríos…, cit., 15 Hemos tratado los efectos de la política de tierras de la década de 1860 en Djenderedjian, Bearzotti y Martirén, Expansión agrícola… cit.

progresión de los problemas y las alternativas encaradas para superarlos, además de que, como es lógico, nadie podría pretender que la crisis económica fuera causa excluyente de la conflictividad política, sí creemos que es necesario tener a la misma en cuenta para explicarla. La amplia participación popular en la rebelión está fuera de dudas: según distintos testimonios, los ejércitos revolucionarios movilizaron desde más de 6.000 hasta 14.000 soldados, lo cual, si consideramos que en 1869 sólo existían en la provincia 28.844 varones de 15 a 40 años, incluyendo en ellos tanto población urbana como rural, podremos concluir que el impacto de la movilización fue en cualquier caso un fenómeno realmente impresionante16. Esa amplia participación, así, busca explicaciones más allá de los atendibles motivos políticos: más aún cuando, como veremos, el contexto económico de la época sufrió problemas de gran envergadura, sin duda ligados o influidos por las crisis desarrolladas en la región y en el mercado internacional en 1866/67 y 1873; pero que de todos modos tienen un fortísimo componente local, al punto que se gestó o al menos se puso en evidencia justamente en esa época el retraso que la provincia comenzó a sufrir con respecto a sus vecinas, y que habría de hacerle perder su destacada posición en la riqueza nacional, a manos de Santa Fe primero y Córdoba luego. Más aún: si bien la coyuntura 1864-1873 definió claramente un momento de quiebre, como veremos a continuación los elementos de la crisis tenían larga data, y su influencia habría asimismo de durar. Es cierto que aun las estadísticas de finales del siglo continúan destacando las potencialidades entrerrianas, los avances en su agricultura, su dinámica población, su amplio censo ganadero; pero todo ello palidece cuando, más allá de las exageraciones, advertimos que esas potencialidades se adaptaban mal a los requerimientos de la agricultura moderna, que la tasa de crecimiento demográfico era por entonces menor que la de sus vecinas, habiendo sido antes superior, y que ese stock animal sólo en medida mínima había sido afectado por la mestización con razas de mayor rendimiento y calidad. Por tanto, más que frente a una dura rebelión aplastada con esfuerzo pero al fin y al cabo exorcizada, estamos ante un momento a partir del cual muchas cosas habrán cambiado para siempre. La provincia de Entre Ríos en el contexto rioplatense de la segunda mitad del siglo XIX Dentro del ámbito rioplatense, Entre Ríos resulta un caso paradigmático: se trata, en primer lugar, de una porción significativa de la región pampeana, es decir, el corazón agrario de Argentina. No es raro así que su importancia en la generación de la riqueza del país haya sido alguna vez muy grande. Si bien en el siglo XIX sus tierras no eran las de mejor calidad agronómica para la agricultura (por la composición del suelo, la alta humedad ambiente y la presencia devastadora de plagas de langosta), en la producción 16

Sobre los participantes ver Reula, F. Historia..., t. II, p. 32; Gianello, L. Historia de la provincia de Entre Ríos. Paraná, Imprenta de la Provincia, 1951, p. 459, que probablemente exageraran; en todo caso, es muy difícil estimar la dimensión de ejércitos como los de López Jordán, dado que variaba de continuo. Pero un testigo privilegiado, el general Conesa, evaluaba sus tropas al inicio de la rebelión en 400 hombres de infantería y de 5 a 6.000 de caballería, agregando además que “…en todas sus excursiones ha aumentado su infantería y remontado su ejército, no sólo con los hombres que á centenares se le han presentado, sino también con los que ha arreado, y con los que, defeccionando de nuestras filas han pasado á las suyas por partidas enteras, montados, armados y uniformados…” Emilio Conesa a Mariano Varela, Suburbios del Paraná, 26 de Julio de 1870, fs. 1 v., en colección privada. Sobre la población masculina adulta ver De la Fuente, Diego G. (dir.), Primer censo de la República Argentina verificado en los días 15, 16 y 17 de septiembre de 1869. Buenos Aires, Imprenta del Porvenir, 1872, pp. 148-9. A partir de los datos publicados del censo no es posible separar por edades la población masculina rural y urbana; pero esta última constituía alrededor del 40%.

ganadera vacuna criolla, a campo abierto y con animales rústicos, no tenía rival. En segundo lugar, se trata de un área de muy tardía ocupación, situada sin embargo en una inmejorable posición geográfica para entrar en contacto con el mercado mundial. No es extraño así que desde el último cuarto del siglo XVIII ocurriera allí una fuerte expansión de la ganadería bovina, centrada en grandes estancias, en las que mediante pautas de producción muy extensivas, la conformación de planteles de esclavos y una especialización en torno a ciertos rubros de punta, se compensaron los factores adversos como la escasez y carestía del trabajo. En buena parte de esas unidades productivas se incorporaron, asimismo, las pautas más avanzadas de gestión de la época. Pero en la primera mitad del siglo XIX esa riqueza ganadera fue destruida y vuelta a crear en el curso de las guerras de independencia, y luego civiles, que ensangrentaron la región, y que tuvieron un campo de batalla privilegiado en el territorio entrerriano. En ese contexto, los productores intentaron continuar generando negocios en medio del caos, logrando un notable éxito, patente sobre todo desde las décadas de 1830 y 1840. Un éxito tanto más sorprendente cuanto que el gran problema de esa economía, la escasez de mano de obra y de capital, se vio incluso agravado con el fin de la esclavitud y el reclutamiento de buena parte de los varones para servir en los ejércitos en marcha. Esta situación fue resuelta mediante la implementación de técnicas aún más extensivas de manejo del ganado, que compensaban la escasez de aquellos factores con la abundancia de tierras; y, sobre todo, con un cuidadoso y complejo sistema de disposición de la mano de obra, la cual fue disciplinada por el Estado a través del esfuerzo de guerra, haciéndola partícipe al mismo tiempo de un ethos colectivo mediante el cual, por un lado, se afirmaba un vigoroso sentimiento de pertenencia a la “comunidad” de los habitantes de la provincia, y, por otro, se distribuían premios y castigos por la participación en el conflicto bélico, los primeros, en especial, dosificando los permisos para acudir a la labor rural y otorgando autorizaciones para disponer del usufructo de parcelas de tierra a los soldados meritorios 17. De esta forma, durante esas décadas convulsas la prosperidad no estuvo ausente de la economía entrerriana; hacia 1850 ésta ya poseía la suficiente solidez como para pretender un lugar de privilegio en la constelación rioplatense, cediendo el primero sólo a Buenos Aires. Las décadas de 1840, 1850 y 1860 fueron para Entre Ríos un período de constantes transformaciones. En principio, se experimentó el paso de una estructura productiva ganadera muy extensiva centrada en la explotación del vacuno alzado (es decir, no sometido a rodeo), a otra basada en una producción ganadera vacuna y ovina de rodeo que, posteriormente, comenzaría con bastante timidez a incorporar mejoras genéticas. Se expandieron asimismo los saladeros, manufacturas que posibilitaban un aprovechamiento más intensivo del ganado, ya que de él se obtenían allí no sólo cueros sino también carne salada, ceniza que servía como abono, huesos, sebo, aceite y otros diversos productos. Los saladeros aumentaron en dimensión y en niveles de inversión, tornándose en empresas que empleaban a cientos de trabajadores18. Se intensificó también la ocupación en las tierras de la frontera rural, sobre todo en el interior provincial, área cubierta todavía por densos matorrales que, en general, poseía peores características agroecológicas que las zonas de antigua ocupación, y estaba más 17

Schmit, R. Ruina y Resurrección en tiempos de guerra. Sociedad, Economía y Poder en el Oriente entrerriano posrevolucionario, 1810-1852. Buenos Aires, Prometeo, 2004; Djenderedjian, J. “Expansión agrícola y colonización en Entre Ríos, 1850-1890”, en Desarrollo Económico, nro. 188, enero-marzo 2008, Buenos Aires, IDES, pp. 577-606. 18 Un ejemplo en Macchi, Manuel, Urquiza el saladerista, Buenos Aires, Macchi, 1971.

lejos de los mercados y de las vías de comunicación. Es de destacar, en todo caso, la inexistencia de una frontera indígena, por lo que el proceso de ocupación de esas nuevas tierras, de carácter incruento, abarcó a la vez un arco de tiempo más extenso y fue pautado por ritmos de intensidad desiguales. La expansión demográfica alcanzó su punto más alto entre 1856 y 1869, con una tasa anual de crecimiento aproximada del 4,2%. Así, la población de la provincia pasó de 79.284 a 134.271 habitantes, aunque luego esa tasa se ralentizaría 19. La proporción de extranjeros aumentó también debido al desarrollo comercial de las ciudades y a la puesta en marcha de las primeras experiencias de colonización agrícola. Pero este fenómeno, que transformó radicalmente a las provincias vecinas, tuvo en Entre Ríos un impacto menor, por diversos problemas estructurales. Mientras entre 1870 y 1879 se fundaron en Entre Ríos 14 colonias; en la vecina Santa Fe se organizaron nada menos que 41; ello explica también que, para 1895, los cultivos sólo cubrieran 430.596 hectáreas, el 5% de la superficie entrerriana, frente a 1.684.937 en Santa Fe, el 13% de su territorio20. Finalmente, se encararon transformaciones en la infraestructura provincial, mejorando los caminos interiores e iniciándose la construcción de ferrocarriles. Sin embargo, por varias décadas el tráfico fluvial, que en el ámbito rioplatense había dado preeminencia a la provincia antes del desarrollo ferroviario, continuó organizando prioritariamente el traslado de bienes y personas, favoreciendo así la continuidad de la importancia de las zonas costeras en detrimento de las interiores. Entre Ríos, excelentemente dotada de vías fluviales, apostó durante décadas a ellas debido a sus ventajas comparativas con respecto a los fletes por tierra mediante tracción a sangre, más lentos y caros; pero una vez que, hacia la década de 1870, los ferrocarriles cambiaron la ecuación de costos en favor del transporte terrestre, la provincia se encontró con que diversos obstáculos de orden natural, como la abundante presencia de cursos de agua y los a veces fuertes desniveles del terreno, volvían su construcción más costosa. Así, no sorprende que el desarrollo del ferrocarril fuera allí bastante tardío, marginal y complicado: su rentabilidad nunca alcanzó cotas comparables a las logradas en otras. Hacia 1876, de los 2.287 kilómetros de líneas ferroviarias en servicio o en construcción en toda la Argentina, sólo 164 correspondían a Entre Ríos, mucho menos que a cualquier otra provincia de su magnitud21. El retraso posteriormente se afianzó; si en 1876 Entre Ríos poseía más del 7% del total de la longitud de las líneas férreas del país, en 1895, con 717,8 kilómetros sobre 14.799, su participación proporcional había bajado a menos del 5%22. Los cambios en la ganadería entrerriana y el valor relativo de la tierra

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En 1883, un nuevo censo provincial situaba el número de habitantes en 204.000, cifra que implicaba una tasa anual de crecimiento de alrededor del 3 por 100 desde 1869. La misma se mantuvo hasta 1895, en que el censo nacional arrojó para la provincia la cifra de 295.379 habitantes. De todos modos, la población rural parece haber crecido más que la total, pasando de 78.891 a 194.141 habitantes entre 1869 y 1895, esto es, alrededor del 3,5 por 100 anual. (Vazquez de la Morena, M. “Condiciones económicas de la provincia de Entre Ríos” artículo en Boletín del Departamento Nacional de Agricultura, Buenos Aires, 1886, t. 10, p. 636; De la Fuente, Primer censo…, cit; De la Fuente, Carrasco y Martinez, Segundo censo de la República Argentina. Mayo 10 de 1895. Buenos Aires, Taller Tipográfico de la Penitenciaría Nacional, 1898, t II. 20 Djenderedjian, J. “Expansión agrícola…”, cit. 21 Djenderedjian, J. y Schmit, R. “La distribución de la riqueza…”, cit. pp. 139-170. 22 Djenderedjian, Bearzotti y Martirén, Expansión agrícola… cit.

El marco contradictorio que hemos reseñado en el apartado anterior sugiere que las peculiares características que a la provincia le habían permitido crecer estuvieron asimismo luego entre los escollos que retrasaron la puesta a punto de su economía a los dictados de la nueva época que se abrió a partir de mediados del siglo XIX. Un dato nos introducirá en el problema: para 1887, sólo el 0.42% de su rebaño vacuno era mestizo o fino, contra el 36% en Buenos Aires23. Ese retraso sintetiza la pérdida de posiciones de la ganadería entrerriana: mientras hasta 1850 había generado fortunas y competido eficazmente con su similar bonaerense, tan sólo cuatro décadas más tarde esas ventajas se habían esfumado. Pero a la vez, el valor relativo de la tierra había experimentado un cambio estructural. Con la nueva Constitución de 1853 y el nacimiento del Estado nacional argentino, las rentas aduaneras que manejaba cada provincia y de las que hacían su ingreso fiscal principal fueron transferidas a la Nación. Ello implicó la búsqueda de nuevas fuentes de ingreso e imposición. La más a mano y lógica era la tierra, ya que existían grandes superficies cuyo dudoso status legal podía derivar en su reclamo por parte del fisco provincial; y, por otro lado, conociendo, midiendo y tasando en forma efectiva las propiedades particulares, podría conformarse una base tributaria sobre la cual ejercer presión recaudatoria. Pero eso implicaba un cambio radical en los derechos de propiedad, hasta entonces apenas respaldados por diversos instrumentos formales e informales, así como por prácticas consuetudinarias y acuerdos de palabra, tanto entre particulares como entre éstos y el estado. Los instrumentos formales constituían fundamentalmente permisos precarios otorgados por autoridades locales incluso desde la época colonial, por lo que su validez jurídica podía ser cuestionada 24. Los acuerdos informales eran aún menos seguros, dado que a menudo sólo se trataba de autorizaciones de palabra dadas por comandantes de milicias a sus soldados. En tanto, los acuerdos entre particulares no habían sido en general protocolizados 25. La prolongación durante décadas de esa situación había derivado en que muy pocos dominios fueran jurídicamente incuestionables; de todos modos, muchos ocupantes consideraban sus derechos como algo adquirido, luego de décadas de tranquila posesión.

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El proceso de mestización del ganado vacuno criollo comenzó ya en la década de 1820, con la introducción desde Inglaterra del primer reproductor Shorthorn (raza entonces llamada Durham). Pero recién adquirió entidad después de 1857, en manos de una vanguardia de productores bonaerenses que experimentaron en torno a diversos problemas ligados a ello, en esencia la adaptabilidad al ambiente pampeano, el cambio de la base de pasturas, las estrategias para manejar las cruzas, la formación de mano de obra especializada y la construcción de infraestructuras. Ver al respecto Sesto, C. Historia del capitalismo agrario pampeano. Tomo II. La vanguardia ganadera bonaerense. Buenos Aires, Siglo XXI, 2005. 24 Los expedientes formados para probar derechos de propiedad son muy ilustrativos al respecto. Ver por ejemplo los conservados en AHAER, Gobierno, Serie VIII, caja 2, leg. 18. De los 38 expedientes de denuncias efectuadas ante las autoridades virreinales que se guardan en AHAER, Gobierno, VIII, sólo uno (José Elías Peñalba) logra llegar a la instancia de libramiento de título de propiedad. Ver Gobierno VIII, Carpeta 1, Legajo 32. Otros casos llegan a la mensura, y uno más al pregón, pero ninguno de ellos alcanzó el título de propiedad definitivo en la época colonial, ni, por lo que parece, continuaron las actuaciones posteriormente. 25 Los protocolos notariales anteriores a 1860 no se encuentran en el AHAER, salvo algunos libros sueltos; en todo caso, los mismos muestran que la mayor parte de las transacciones registradas son de carácter urbano, lo cual sugiere el peso de los acuerdos informales en lo que respecta a la tierra rural, algo que a su vez es confirmado por la escasa presencia de copias de instrumentos jurídicos formales en los expedientes destinados a probar dominio que se comenzaron a recopilar luego de ese año.

Pero ya desde 1860 el dictado de leyes tendientes a ordenar la propiedad rural bajo pautas formales y jurídicamente seguras se hace más intenso. En 5 y 6 de octubre de ese año se sancionan dos leyes muy significativas: la primera, de clasificación, procedimiento y destino que debía darse a los “vagos”, personas sin trabajo fijo ni propiedad conocida; la segunda, sobre puesta en arrendamiento de tierras públicas, tanto las de quienes tuvieran títulos precarios como las de los meros ocupantes 26. Se comenzó asimismo a exigir a los poseedores que presentaran ante las autoridades los títulos que tuvieran, o que levantaran informes de testigos sobre sus años y derechos de ocupación, a fin de resolver sobre la validez de éstos. Los últimos no parecen haber sido universalmente aceptados, a juzgar por las crecientes quejas de soldados que creían poseer sus tierras a perpetuidad en pago de servicios prestados, así como denuncias sobre problemas de los ocupantes para demostrar sus derechos 27. Así, el estado se hizo de la propiedad eminente de grandes superficies, las cuales arrendó a sus ocupantes, quienes de todos modos tampoco se avinieron fácilmente a pagar sus cánones. Posteriormente se pusieron en venta cantidades crecientes de esas superficies fiscales, con un precio mínimo de tres mil pesos oro por legua cuadrada, a pagar a un máximo de dos años; aumentado en 1866 a 3.150 pesos, de todos modos condiciones muy onerosas para una buena parte de los ocupantes. Por vía de ejemplo, en el departamento de Paraná para 1862-63, el promedio de la riqueza rural individual declarada sólo alcanzaba a unos 1.000 pesos bolivianos, o sea alrededor de 700 pesos fuertes oro, moneda en que se habían establecido los ya aludidos precios de la tierra fiscal 28. En 1862 se creó el registro de títulos y se reglamentó la tramitación de los expedientes de venta y arrendamiento, y al año siguiente se autorizaron mensuras sobre campos de pastoreo. Estas últimas parecen haber suscitado fuertes tensiones: en 1866 se expidió una circular en la que se reconocía que los derechos de los poseedores de campos eran repetidamente atropellados por las mensuras que se efectuaban 29. Por fin, la resistencia al pago de los arrendamientos, establecidos para los ocupantes de tierras públicas desde octubre de 1860, parece haber sido generalizada: en septiembre de 1865, se debió intimar fuertemente a los deudores morosos, lo cual constituye asimismo una nueva muestra de cuánto habían cambiado las cosas con respecto a las viejas pautas de uso gratuito de los recursos30. En resumen, el período 1860-1869 está jalonado por el dictado de más de treinta normas legales relativas a la tierra, contra sólo tres en la 26

Argentina. Provincia de Entre Ríos. Recopilación de leyes, decretos y acuerdos de la Provincia de Entre Ríos [Concepción del] Uruguay, La Voz del Pueblo 1875 y ss., t. 7, pp. 202-215. 27 Un pedido de prórroga del plazo otorgado por la ley para registro de títulos a causa de esos inconvenientes en Reinaldo Sillar a los Ministros Generales, Gualeguaychú, 8 de agosto de 1862, AHAER, Gobierno, VIII, caja 5 (A), leg. 17; y allí también, otra nota del mismo a los mismos fechada el 18 de octubre, insistiendo en las dificultades de las personas pobres para acreditar y registrar sus títulos. El legajo 19 incluye notas de otro departamento por los mismos asuntos, y los ejemplos podrían multiplicarse. La correspondencia del gobernador Justo J. de Urquiza con diversos funcionarios y comandantes registra también muchas situaciones similares. Ver por ejemplo los casos citados en Schmit, R. y Alabart, M. “Control y prácticas sociales en tiempos de transformación institucional, Entre Ríos 1860-1878”, ponencia en las XII Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia, Universidad Nacional del Comahue, Bariloche, 2009. 28 Ver Djenderedjian, J. y Schmit, R. (2005) “Sombras detrás de un discreto crecimiento económico. La distribución de la riqueza en Entre Ríos, 1860-1880” ponencia presentada en reunión de la Red de Estudios Rurales, Buenos Aires, diciembre 2005. Para comparar, digamos que por la misma época se había fijado en 1.000 pesos fuertes el valor mínimo de la legua cuadrada de tierra fiscal en Santa Fe. Napp, Ricardo La República Argentina. Buenos Aires, Sociedad Anónima, 1876, p. 429. 29 Ruiz Moreno, Martín La provincia de Entre Ríos y sus leyes sobre tierras. Paraná, Tipografía Guttemberg, 1896/7, t. I, pp. 134 y ss.; especialmente p. 158. En 1864 se había resuelto reservar los sobrantes de las mensuras para ser adjudicados a los ocupantes de terrenos particulares, lo que constituye otra muestra de la conflictiva situación de éstos. Ibid., t. I, p. 153.

década anterior; y, mucho más importante, esas normas fueron por primera vez aplicadas, a la inversa de lo que había ocurrido anteriormente con otros intentos de regularizar los catastros31. Las consecuencias pueden incluso sorprender: para 1888 el precio promedio de la hectárea en Entre Ríos era largamente superior al de todas las demás provincias pampeanas, siendo sólo superado (y no mucho) por Buenos Aires 32. Es así evidente que el costo de la tierra había crecido mucho más que la rentabilidad esperada de la misma. Es importante destacar que otros fenómenos aumentaban la presión en torno a la tierra en esos años. La difusión del alambrado contribuía a delimitar eficazmente los campos más extensos, volviendo innecesaria y aun contraproducente la instalación de puesteros y agregados de favor en los lindes de las estancias para asegurar el repunte de los animales33. El crecimiento de los rebaños y la cada vez mayor presencia de ovinos motivaban dura lucha por los pastos; en la segunda mitad de la década de 1860 algunos grandes propietarios rurales del centro sur provincial parecen haberse visto asediados por intrusos que, una vez instalados, estaban incluso dispuestos a pagar arriendo, pero no a irse, pretextando las importantes pérdidas en sus rebaños que tal cambio provocaría34. Retengamos todo esto para comprender el creciente peso de la tierra como costo de producción. La tierra en los inventarios entrerrianos Lo concreto es que, por primera vez, la tierra comenzó a convertirse en un elemento importante en el inventario de los productores rurales. Luego de tanto tiempo en que había sido considerada un factor de escaso o nulo valor de cambio, mediante el cual se compensaba el alto costo de los demás, su relación con éstos estaba comenzando a invertirse. No contamos con series de precios de la tierra, porque los protocolos 30

La ley fijaba un arrendamiento anual de 50 pesos por legua cuadrada en campos de pastoreo, tanto para los poseedores con título legal como para los meros ocupantes de tierras públicas en la provincia, hasta tanto se dictara la ley del ramo; y no implicaba reconocimiento de derechos posesorios. Era en cierto modo una medida influenciada por la reciente ley de arrendamientos dictada en la provincia de Buenos Aires. Argentina. Provincia de Entre Ríos. Recopilación…, cit., t. 7, pp. 209 y s.; decreto reglamentario en p. 292; t. 8, p. 356. Sobre el arrendamiento en Buenos Aires ver Valencia, M. Tierras públicas, tierras privadas. Buenos Aires 1852-1876. La Plata, Editorial de la Universidad de La Plata, 2005. En 1871, con el sistema funcionando hacía ya una década, los ingresos por arrendamiento de tierras públicas alcanzaban al 15% del total, una cifra más bien baja. Argentina. Provincia de Entre Ríos. Memoria del Ministerio General de la provincia de Entre Ríos, Año 1871, Buenos Aires, Imprenta del Porvenir, 1872, pp. 122-126. 31 Ruiz Moreno, La provincia… cit., passim. 32 Según relevamientos que incluyeron precios de mercado, la hectárea valía en Entre Ríos 20 pesos moneda nacional; en Buenos Aires 30, mientras que en Santa Fe y Córdoba 7.66 y 6.5 respectivamente. Latzina, Francisco, L'agriculture et l'élevage dans la République Argentine d'après le Recensement de la première quinzaine d'octobre de 1888. Paris, P. Mouillot, 1889, p. 80. 33 Los puesteros eran familias de pastores o labradores pobres, que a cambio del permiso de residir en los lindes de una estancia y utilizar productivamente la tierra, prestaban servicios al propietario principal, en especial evitando que el ganado se extraviara o abandonara los límites de la propiedad, pudiendo ser apropiado subrepticiamente por otros. 34 Al menos eso es lo que ocurrió en la estancia de Mateo García de Zúñiga, cercana a Gualeguaychú. Ver al respecto abundantes ejemplos en la correspondencia pasiva de éste y su esposa en el Archivo del Instituto del Profesorado “Osvaldo Magnasco”, Gualeguaychú (en adelante AIPOM) en especial legajos 8 y 9. Esta presión puede estar relacionada también con la creciente carga ganadera de los campos bonaerenses por efecto de la rápida expansión ovina y la retracción de la frontera, en medio del descenso de la presión militar por efecto de la Guerra del Paraguay.

notariales como hemos dicho no están completos, y sólo se conserva parte de los expedientes de la sección de tierras que fueron construidos a partir de las leyes ya mencionadas. De modo que hemos optado por utilizar los inventarios post mortem; dado que en una alta proporción los mismos no ofrecen las medidas de las parcelas, no puede obtenerse un precio por hectárea; pero como sí existe el valor total, puede calcularse qué proporción del inventario productivo constituía la tierra en los diferentes momentos históricos. Hemos seleccionado 240 inventarios de explotaciones rurales fechados entre 1832 y 1879. Se trata de todos los casos con inventarios útiles descubiertos hasta ahora y librados a consulta pública, pero como los expedientes continúan aún en proceso de clasificación, es probable que luego podamos agregar más. Es menester asimismo aclarar que, por razones administrativas, contamos con mayor cantidad de casos para la mitad occidental de la provincia que para la oriental. De todos modos, la variedad de ambientes y situaciones retratados en los mismos compensa en buena parte esa falencia; y es muy probable que los resultados sean incluso confirmados si lográramos una representatividad mayor del área oriental, ya que ésta tenía en general un perfil más ganadero que la occidental35. Sólo hemos utilizado inventarios con valuación de los activos incluidos, y consideramos todo el conjunto de bienes, así como las deudas activas y pasivas. Para los cálculos que siguen, no hemos considerado los casos en los que no existía tierra, porque la misma era alquilada u ocupada. Cuadro I. Distribución de la inversión rural, Entre Ríos, 1832-1879 (en porcentajes sobre el valor total)

1832-49 1850-59 1860-69 1870-79

Inmuebles

Ganado

Mejoras

11 11 27 45

71 77 62 42

7 4 7 11

Resto activos rurales 10 8 4 3

Fuente: inventarios post mortem, AHAER.

En el período 1832-1859, la tierra sólo dio cuenta del 11% del valor total de los inventarios entrerrianos. Ese guarismo resulta muy similar (e incluso menor) al que tradicionalmente había existido en las explotaciones agrarias, tanto de Entre Ríos como de Buenos Aires, antes de 181036. Pero en los años siguientes las cosas comenzarán a cambiar. En la década de 1860 la inversión en tierras sube en promedio al 27% del valor 35

La administración de justicia estaba separada en dos jurisdicciones, la occidental, con sede en Paraná, y la oriental, con sede en Concepción del Uruguay. Los expedientes correspondientes a la parte occidental son los que han pasado en fecha reciente al AHAER y están siendo clasificados; son por lo tanto muy accesibles. Los de la parte occidental se encuentran en el Palacio de los Tribunales de Concepción del Uruguay, pero el relevamiento y clasificación de los expedientes anteriores a 1917 está aún por hacerse, por lo que no pudieron ser incorporados al análisis. La parte occidental de la provincia comprendía los departamentos de Paraná, Diamante, Victoria, Gualeguay, Rosario del Tala, Nogoyá, La Paz y Feliciano; la oriental correspondía a Gualeguaychú, Villaguay, Concordia, Colón, Uruguay y Federación, según las jurisdicciones administrativas existentes antes de la reforma de 1883. Los casos con que contamos para la parte occidental suman 216, siendo 28 los de la oriental. Debe advertirse que en la parte occidental radicaba todavía en 1869 el 56% de la población.

total de los inventarios; mientras que en la de 1870 ya es el 45% 37. De modo que en poco tiempo se quebró la antigua ecuación en la que la tierra compensaba el alto costo laboral mediante aumentos en la escala productiva. Esto implicó un cambio radical en las formas de producir, y en la sustentabilidad de los emprendimientos. Y, sobre todo, potenció los factores de riesgo frente a las coyunturas críticas. Los mercados de exportación y los precios de los productos ganaderos Es importante destacar que los productores entrerrianos buscaron hacer frente a ese difícil desafío del aumento de sus costos. Dijimos que para 1887 la ganadería vacuna entrerriana se había retrasado sensiblemente con respecto a sus competidoras, al no lograr “subirse al tren” del cambio de razas. Ello podría hacernos presumir en principio que los estancieros entrerrianos no habían invertido lo suficiente o eran reacios a tomar riesgos, cosa que podría deducirse de la baja tasa de refinamiento del ganado vacuno de ese año, en comparación con sus vecinos de Buenos Aires. Sin embargo, como veremos, hay elementos que ofrecen base para una explicación alternativa. En primer lugar, las señales de los mercados en esas décadas que siguieron a la mitad del siglo no necesariamente tendían a impulsar el cambio de razas. Es menester destacar aquí dos cosas: en principio, los empresarios entrerrianos tenían un buen mercado en el tasajo, o carne salada, que vendían al exterior, sobre todo a Brasil y Cuba, con destino a los esclavos y trabajadores pobres de las plantaciones. Desde inicios de la década de 1850, el producto había ido mejorando en calidad; se hizo frente a los costos mediante cambios en el lay out de los establecimientos y aumentos en la escala, de modo que las ganancias parecen haberse mantenido relativamente altas38. Aun cuando era previsible el fin progresivo de la esclavitud, en los tempranos años 1860 la actividad iba viento en popa39. Para la producción de tasajo los animales refinados no eran útiles; si bien el volumen de carne a obtener era mayor, los gastos que esos animales significaban no se compensaban, al no traducirse esa más alta calidad en mayor precio del producto final. Por el contrario, sólo el mercado de matadero de Buenos Aires compensaba crecientemente los mayores costos, pero el proceso era lento: como se ve con bastante claridad por los precios informados en los diarios, las diferencias de valores entre el ganado de cría manso y el destinado a matadero se van ampliando progresivamente, desde índices de alrededor de 1.5 hacia mediados de junio de 1857 a 2.2 en abril de 1862. Pero el acceso a ese selectivo mercado consumidor era muy difícil para el ganado en pie de los productores entrerrianos, separados de aquél por largos y complejos pasos fluviales40. 36

Ver por ejemplo Garavaglia, J. “Un siglo de estancias en la campaña de Buenos Aires: 1751 a 1853”, en Hispanic American Historical Review, Vol. 79, num. 4, Duke University Press, 1999, quien calcula un 13% hasta 1815 en Buenos Aires. 37 Como veremos luego, en ello tuvo parte el descenso del precio del ganado para la década de 1870; pero en la anterior esta circunstancia no impacta de la misma forma. 38 Ver por ejemplo Barsky y Djenderedjian La expansión ganadera…, cit., Macchi, Urquiza…, cit.; también Djenderedjian, J. y Schmit, R. “La empresa rural en el largo plazo. Cambios en la explotación de una gran estancia rioplatense entre el orden colonial y el nacimiento del capitalismo, 1780-1870”, en Boletín del Instituto Ravignani, núm. 29, 2006. 39 Recordemos que el final de la esclavitud en Brasil recién llegaría en 1889. Las exportaciones de tasajo continuaron incrementándose durante todo el siglo XIX; sus volúmenes máximos se alcanzaron en 1895, con 55.000 toneladas. Barsky y Djenderedjian, La expansión ganadera…, cit., pp. 157-62 40 Ver datos de precios de las haciendas publicados quincenalmente en El Nacional, Buenos Aires, en los años 1857-1862.

De todos modos, es muy probable que la aptitud carnicera de los animales entrerrianos se incrementara con la introducción de algunos mestizos o mestizones Shorthorn obtenidos por cruzas no sistemáticas (en especial Tarquinos). Pero lo concreto es que la ganadería entrerriana continuó en una situación bifronte que le daba varias ventajas: vendía ganado en pie para los saladeros del Uruguay y el Brasil, cuya cercanía disminuía costos de transporte; tasajo, por vía marítima; y cueros y lana en Buenos Aires, diversificando así sus mercados y aprovechando en forma racional sus posibilidades. La evolución de los precios del ganado ilustra hasta qué punto esa situación constituía una ventaja, y muestra las rigideces que generó. Gráfico I Precios del ganado ovino en Entre Ríos (onzas de oro por cabeza, eje derecho) y de la lana en Buenos Aires ($ oro por kilogramo, eje izquierdo), 1854-1875

Fuente: para Entre Ríos, inventarios post mortem, AHAER; para Buenos Aires, Frank, Rodolfo [base de datos on line, series históricas de precios de productos agropecuarios (mensual)]. En http://www.anav.org.ar/sites_personales/5/, acceso julio 2007 a enero 2009. Nota: para los ovinos entrerrianos, valor promedio de los animales vacunos informados en los inventarios de las testamentarias, en general cuatro o cinco por cada año. Las fuentes originales de Frank son los boletines de la Bolsa y las series de Alvarez, J. Temas de historia económica argentina. Buenos Aires, El Ateneo, 1929, así como información comunicada por Hilda Sabato, correspondiente a precios publicados en el diario La Tribuna.

Gráfico II Precios del cuero vacuno en Buenos Aires (en $ oro cada 100 kilogramos, eje izquierdo) y del vacuno en Entre Ríos (onzas de oro por cabeza, eje derecho), 18541875)

Fuente: para Entre Ríos, inventarios post mortem, AHAER; para Buenos Aires, años 1863-75, Frank, R. base de datos citada, y para los años 1854 a 1863, precios corrientes quincenales informados por los diarios El Orden, El Nacional; La Crónica, y La Tribuna, de Buenos Aires, estos últimos provenientes de los boletines de varios operadores de la Bolsa de Comercio. Los precios de la serie de Frank corresponden a cueros de tipo exportación, es decir los de más alto precio. En nuestro caso, tomamos los correspondientes a “cuero vacuno angosto desgarrado”, y en parte del año 1854 a “cueros de novillo salados”. Estos últimos son informados en pesadas de 60 libras, mientras que los cueros de Alvarez (datos originales de Frank) lo fueron en pesadas de 35 libras. Por tanto debimos convertir los datos de los años anteriores. Dado que la serie de Frank comienza en diciembre de 1862, transcribimos los datos de los diarios hasta marzo de 1863, de manera de corroborar si nuestra serie se empalmaba correctamente con la de Frank, lo que así ocurrió, aunque con muy pequeñas diferencias. Nota: para los vacunos entrerrianos, valor promedio de los animales informados en los inventarios, según lo dicho en nota del gráfico I. Para los cueros de Buenos Aires se trata del promedio de los distintos precios informados dentro de cada mes, a partir de los resúmenes de las transacciones efectuadas en diferentes días del mismo, por lo general entre dos y cinco, usualmente repartidas cada siete días. A su vez, de esos promedios mensuales se obtuvo un promedio anual. Pero previamente se habían efectuado las conversiones a moneda dura desde las cotizaciones en pesos papel.

La solidaridad de ambas curvas, la porteña y la entrerriana, es marcada, pero mucho más en el gráfico de los cueros y animales vacunos. Si bien lo ideal hubiera sido contar además con series de precios del tasajo, las mismas no existen hasta donde sabemos. Por ello hemos utilizado al precio del cuero de alta calidad como un proxy, ya que aparece correlacionado con el de los animales para saladero 41. No contamos tampoco con series de precios del ganado o del cuero en Brasil, pero sabemos por la bibliografía cómo fue la situación de los mercados allí. Como vemos en los gráficos I y II, se trató al parecer de una sucesión de dos clásicos ciclos de Juglar, con un período de crecimiento y auge seguido de un rápido declive, hasta niveles de resistencia que en el caso de los ovinos entrerrianos resultaron similares 41

No sólo por tratarse de dos productos de un mismo establecimiento, en tanto los saladeros también producen y exportan cueros; sino porque los valores publicados en los diarios muestran variaciones similares entre cueros de alta calidad y animales para saladero.

en los dos períodos de máxima contracción (1856-57 y 1869-70). Pero, en el caso del vacuno, el retroceso de Fibonacci que aparece en los años 1858-62, es seguido, luego de un rebote, por un quiebre de los niveles de resistencia allí alcanzados, que lleva finalmente a nuevos mínimos situados, entre 1864 y 1871, en el orden del 65% de los anteriores. Una verdadera catástrofe, a la que se agrega otro problema, patente en la divergencia cada vez mayor de las curvas del vacuno entrerriano y el cuero bonaerense, evidente ya en 1869 pero que se potencia más aún a partir de 1873: al parecer, los vacunos entrerrianos se adaptan cada vez peor a un mercado del cuero que se va haciendo más selectivo; en cualquier caso, no parecen disfrutar de la misma forma que antaño de los períodos de alza de precios del cuero bonaerense. En síntesis, si durante el período 1854-1865 los precios de ovinos y los vacunos en Entre Ríos son bastante solidarios con los de la lana y el cuero en Buenos Aires, los de los ovinos siguen siéndolo unos años más, antes de comenzar a marcar diferencias sustanciales en los años 70, mientras que los de los vacunos ya en el final de la década del 60 comienzan a desprenderse de la curva del cuero bonaerense. Esto muestra claramente, entre otras cosas, que el alza en el valor de la tierra en los años ‘60 estaba justificada, no sólo por la presión del gobierno en la imposición de nuevos derechos de propiedad, sino por expectativas razonables de rentabilidad dadas por los precios de mercado, condiciones que sin embargo pronto habrían de cambiar. En efecto, esa prosperidad indujo a un análisis de inversión que luego habría de mostrarse errado: hasta 1865, todo parecía justificar una ampliación extensiva de los rebaños vacunos, más que una inversión intensiva en el cambio de razas de los mismos. Téngase en cuenta que, incluso a pesar de la expansión creciente del área ocupada hacia el interior provincial, quedaba aún tierra disponible. El problema era que esa tierra, si bien apta para vacunos criollos, no lo era para animales refinados, como veremos luego. ¿Por qué el precio de la tierra no se adecuó a esas nuevas condiciones de rentabilidad luego de 1870? En síntesis, porque no existió tiempo material suficiente para lograr un cambio sustantivo en las formas de producir. La ganadería vacuna extensiva tradicional debió continuar siendo la norma ante la imposibilidad de captar los capitales necesarios para su transformación cualitativa. Por tanto, la presión sobre la tierra continuó. Es de destacar que, a la vez, quedaba todavía bastante margen para intensificar la inversión en ovinos, pero para ello era menester contar también con el ambiente apropiado, ya que no todos lo eran. Los empresarios rurales entrerrianos tomaron nota de ello, como puede verse aquí: Gráfico III Presencia de ovinos en inventarios (dispersión). Líneas de tendencia logarítmicas. Entre Ríos, 1832-1882

Fuente: inventarios post mortem, AHAER.

En efecto, la tendencia a la ovinización es bastante clara en el largo plazo; pero si analizamos los datos nominales y no sólo sus logaritmos captaremos al menos cuatro momentos: el primero, entre 1832 y 1855, de descenso pronunciado del vacuno; el segundo, entre 1855 y 1865, de estancamiento en el rango de un 40-60% del rebaño; el tercero, un nuevo estancamiento en un escalón más bajo entre 1866 y 1874, que va desde un 25 a un 50% del rebaño; y el cuarto, donde la dispersión parece indicar sin embargo una recuperación relativa42. En todo caso, lo que es concreto es que al menos desde la década de 1840 los productores entrerrianos buscaron diversificar sus tenencias; pero esos procesos fueron ralentizados, primero por las buenas perspectivas del vacuno entre 1855 y 1865 y, en el período siguiente, probablemente por la crisis del ovino de 1866 (algunos de cuyos detalles veremos luego), que debió incentivar la liquidación de stocks a través de las graserías, fenómeno presente en Buenos Aires43. El por qué de esos momentos de estancamiento aparece claro si miramos los precios del vacuno. Aun cuando en baja desde el altísimo pico de 1856, lo cierto es que hasta 1864 la rentabilidad del vacuno hace fuerte competencia a la del ovino. Es de destacar que ese es justamente el mejor momento del mercado del vacuno en Brasil: una época de oro, según los ganaderos de Rio Grande do Sul44. Es probable que, en la medida en que se avanzaba hacia el interior provincial, parte de las mejores tierras costeras fueran destinadas al ovino. Vemos allí sin embargo dos problemas: el primero es que en esas áreas, por su alta humedad relativa, la pérdida y mortandad del rebaño lanar era muy grande; no servían las razas criadas en Buenos Aires, centradas en el Merino sajón, en algunos casos cruzado con Southdown, a fin de obtener más cuerpo y fortaleza; pero en todo caso se trataba de animales no aptos para ambientes húmedos, donde desarrollaban enfermedades y morían45. La solución, en esos años, estaba aún en etapa experimental: 42

No reproducimos los gráficos por razones de espacio. Ver Barsky, O. y Djenderedjian, J. La expansión ganadera…, cit. 44 Farinatti, Luís Augusto, Confins meridionais. Famílias de elite e sociedade agrária na fronteira sul do Brasil (1825-1865). Santa María, Editora UFSM, 2010, p. 109; Corsetti, Berenice, Estudo da charqueada esclavista gaúcha no século XIX. Disertación de maestría en Historia, Universidade Federal Fluminense, Niterói, 1983; Bell Bell, Stephen, “Early industrialization in the South Atlantic: political influences on the charqueadas of Rio Grande do Sul before 1860” Journal of Historical Geography, vol. 19, nro. 4, 1993, pp. 399-411. 45 Barsky y Djenderedjian, La expansión ganadera…, cit.; este tema es recurrente en las obras de época, por ejemplo Harrat, Juan, D. Estudios practicos sobre la cria y refinamiento del ganado lanar. Buenos 43

la estancia de Diego Black, en Gualeguaychú, el sur provincial, incorporaba razas de mayor vigor y rusticidad, mucho mejor adaptadas a campos húmedos, como la Romney Marsh, aunque productoras de lana de menor calidad; en cambio, al mismo tiempo, estancieros de más al norte continuaban introduciendo delicados merinos, comprándolos incluso con gran costo directamente en Europa, y haciéndolos arribar acompañados con sus propios cuidadores franceses, todo lo cual habría de mostrarse a la postre fútil, por las dificultades de adaptación de esos animales al ambiente local 46. Es decir, aun en las zonas más valiosas y más conocidas, la inversión en ovinos entrañaba todavía fuertes riesgos y probables fracasos; si pensamos en las condiciones ambientales del área del interior, aún incógnitas, los problemas se potenciaban. El segundo problema fue que en 1865-1866 el mercado del tasajo en Brasil comenzó a experimentar dificultades, culminando en una severísima crisis luego de 1868. Los precios se derrumbaron; los volúmenes también 47. Estos hechos estaban ligados a diversos factores, entre los que se contaba la sobreproducción, la disminución del trabajo esclavo y el aumento del costo laboral, la concurrencia de varias regiones productoras, y la propia crisis financiera de 1866-67, imprevista en tanto se originó en el mercado internacional, pero que tuvo un gran impacto en la región. La coyuntura se complicó aún más porque los precios del ovino también se derrumbaron, a causa de sobreproducción, caída de las inversiones, y, en el caso particular del Río de la Plata, por una nueva tarifa aduanera norteamericana para las lanas de ese origen. Los precios de éstas en Buenos Aires bajaron de 3.14 pesos oro los 10 kg. en 1864 a 2.65 en 1867, alcanzando dos años más tarde su punto más bajo para todo el período 1855-1890, con 2.19 pesos oro48. El impacto de esa coyuntura crítica y del cambio brutal de condiciones que implicó para los estancieros entrerrianos puede también apreciarse si estudiamos sus costos de producción. Hemos visto ya las consecuencias del aumento en los precios de la tierra; no contamos todavía con una serie del valor de los salarios, que permitiría saber cómo evolucionó el otro, y principal, componente del costo de producción. Pero hemos tomado aquí otro proxy, en este caso el valor de los equinos, elemento fundamental para el control del ganado en estos años, y que en las condiciones productivas de mediados del siglo XIX a menudo eran provistos por los propios prestadores del servicio, conformando un conjunto que era facturado con el servicio mismo49. Aires, Establecimiento Tipográfico de “La Pampa”, 1885, pp. 101 y ss., pero en la década de 1860 no existía investigación al respecto sobre Entre Ríos; los tratados están dirigidos a los ganaderos de Buenos Aires, área afectada más por sequías y falta de agua que por su abundancia, como ocurría en el caso entrerriano. Ver Perez Mendoza, Daniel, Tratado del ganado lanar. Buenos Aires, Librería de la Victoria, 1858. 46 Sobre el proceso ver Djenderedjian y Schmit, “La empresa rural…”, cit., pp. 36-7. También Macchi Macchi, Manuel. (1974) El ovino en la Argentina. Acción de Urquiza. Buenos Aires, Ediciones Macchi, 1974. 47 Ver al respecto Farinatti, Confins meridionais…, cit., p. 109; Bell, Stephen, Campanha Gaúcha. A brazilian Ranching System, 1850-1920. Stanford, Stanford University Press, 1998, esp. pp. 136 y ss. 48 Sabato, H. Capitalismo y ganadería…, cit., p. 41. 49 Si bien en las estancias existía una dotación regular de peones, una de las maneras de reducir la incertidumbre provocada por la alta movilidad laboral era la tercerización de las tareas en peones individuales o grupos que trabajaban con sus propios caballos. Esta práctica también se reforzaba por el papel de los “agregados”, o puesteros. Fue al parecer declinando con el transcurso de la segunda mitad del siglo, pero podemos pensar que todavía hacia finales de la década de 1870 tenía peso significativo, toda vez que aún en 1887 el alambrado, eficaz forma de eliminar la necesidad de puesteros y racionalizar el trabajo al interior de las estancias, sólo cubría el 28% de las superficies rurales. Datos en Argentina.

Gráfico IV Índice combinado de precios vacuno / ovino versus índice de precios de equinos. Entre Ríos, 1853-1875 (base 1869= 100)

Fuente: Inventarios post mortem, AHAER. Hemos elegido el año 1869 como base por ser el que marca una tasa de intercambio de 0.57, la más aproximada a la media del período (0.53).

Como puede verse, la etapa de auge de 1854-1865 pareciera estar también marcada por un peso menor, aunque creciente, de los costos de producción; mientras que en la posterior a 1866 los precios de los equinos siguen de cerca y aun superan el de los vacunos, lo que indicaría una progresión también creciente de los costos, o al menos la llegada a un punto de indiferenciación en el que las ventajas de la etapa anterior habían desaparecido y no pudieron ser recreadas. Se trataba así de la “tormenta perfecta”: las ganancias, como es evidente, se derrumbaron en muy poco tiempo, no sólo por los problemas de la demanda y la crisis de precios, sino por el aumento de los costos internos, entre ellos la tierra, pero aparentemente también los operativos. De modo que no resulta extraño que en ese ya tormentoso contexto sucediera lo peor: una guerra civil de grandes proporciones, la llamada rebelión jordanista. Ese duro conflicto, durante cuya etapa más álgida las autoridades provinciales desaparecieron, el servicio público se vio completamente desquiciado y la percepción de las contribuciones fiscales fue prácticamente abandonada, tuvo además un enorme costo económico, calculado en la pérdida de alrededor del 35% del rebaño 50. Luego de lo que hemos ido reseñando, es evidente que su disparador político, el asesinato de Urquiza en 1870, no constituyó sino un episodio, bien cruento por cierto, en una larga sucesión de problemas. Si, como dijimos antes, no necesariamente esos problemas explican la totalidad de la rebelión abierta, de todos modos no debieron constituir parte desdeñable de los motivos de la misma. Es evidente que las fuertes modificaciones en los derechos Provincia de Entre Ríos. Resúmenes generales y preliminares en cifras absolutas del censo agrícola y ganadero levantado a fines de 1887 y principios de 1888, Paraná, Tip. Lit. Nacional á Vapor, 1888. 50 Benigno T. Martinez, basándose en documentos oficiales, consignaba una disminución del rebaño entre 1870 y 1875 de ese tenor para los vacunos, que pasaron de 1.978.979 a 1.288.385; de un 37% para los ovinos (de 3.606.788 a 2.254.809) y de un 14% para los equinos. Benigno T. Martínez a don Julio Victorica, [Concepción del] Uruguay, julio 31 de 1879, en “Correspondencia del Paraná – Riqueza pastoril comparada”, Boletín Mensual del Departamento Nacional de Agricultura, t. III, p. 270.

de acceso a la tierra, que hemos apenas reseñado, introdujeron una larvada tensión social, manifiesta además en la resistencia al pago de los arrendamientos y en la pérdida de legitimidad y liderazgo de las autoridades. Además, esas reformas contribuyeron a incrementar los costos operativos, al inducir aumentos más pronunciados en el precio de la tierra, y distrayendo en ella capital muy necesario para la inversión en la tecnología que hubiera ayudado a modificar las pautas extensivas de la explotación rural, e impidiendo así una mejor adecuación de la renta al capital inmovilizado en inmuebles. A todo ello se superpuso una grave crisis de precios, generando un callejón sin salida o, como gustan decir los economistas, una tormenta perfecta cuyas consecuencias seguirían todavía resonando hacia el final del siglo. En efecto, al terminar la década de 1860 e iniciarse la siguiente los productores rurales entrerrianos se encontraron no sólo con un cúmulo de problemas, sino con que las alternativas para superarlos o al menos mitigarlos eran pocas o ningunas, y menos aún en el contexto de un duro conflicto político. Durante el mismo, es lógico suponer que el capital de inversión huyó de la provincia; pero cuando esa conflictividad se aplacó, las cosas no fueron necesariamente más fáciles. En principio, como dijimos, la puesta en marcha de una producción agraria moderna exigía un largo período de experimentación, a fin de encontrar las fórmulas más adecuadas para las características ambientales entrerrianas; el proceso de refinamiento del ganado y modernización del equipamiento, así como la expansión de la agricultura extensiva, requerían tiempo y dinero para materializarse. Ambas cosas faltaban: en primer lugar, porque existían otras áreas competidoras que habían ya logrado especializarse en rubros dinámicos de exportación (Buenos Aires con las lanas, Santa Fe con el trigo) y que por eso mismo absorbían el escaso capital disponible en el circuito financiero, ejerciendo un efecto de crowding out sobre la economía entrerriana. Es singular que los empresarios rurales entrerrianos de las décadas de los años 1870 y tempranos 1880 exacerbaran la impresión de que eran ricos en tierras pero pobres en dinero; la correspondencia de uno de ellos, dueño de muchos miles de hectáreas, es bastante patética en lo que respecta al efectivo, incluso en lo que se refiere a gastos poco importantes51. La escasez de crédito y los problemas de rentabilidad no significaron necesariamente un descenso de los precios de la tierra: dado que la actividad principal siguió siendo, por necesidad antes que por elección, la ganadería criolla extensiva, y ésta necesitaba grandes superficies de pastos, la demanda por la tierra continuó, espoleada asimismo por el rápido aumento poblacional. Pero esto no fue todo. La ganadería moderna consistía, esencialmente, en incorporación de reproductores finos y mejoras en la base de la alimentación, con provisión de forrajes o de pastos cultivados, en esencia alfalfa 52. Esto último podría haberse encarado con un costo relativamente menos grave que el cambio de razas animales, obteniendo así beneficios en el peso antes que en la calidad carnicera; una vía más lenta e incompleta, pero también menos costosa a la modernización53. Además, por esos años, miles de inmigrantes extranjeros llegaban a las pampas con el fin de participar en su producción agrícola, dirigiéndose 51

Ver la correspondencia de R. López Jordan a su hijo, por ejemplo Caja 6, f. 141, en Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, Fondo Ricardo López Jordan. 52 La alfalfa bonaerense (medicago sativa L.) resultó, luego del consiguiente (y largo) período de prueba y error, el pasto cultivado más útil y versátil de los productores ganaderos pampeanos; como es natural, se hizo necesario continuar experimentando otros pastos a fin de encontrar los mejores para las distintas áreas. Lorenzetti (1913); un útil catálogo del saber acumulado a inicios del siglo XX en Reichert, Federico; Trelles, Rogelio A.; Parodi, Lorenzo R.; Hauman, L. Las plantas forrajeras indígenas y cultivadas de la República Argentina. Primera contribución. Buenos Aires, Jacobo Peuser, 1923.

fundamentalmente a las colonias que en las décadas de 1870 y 1880 surgían sobre todo en las provincias de Santa Fe y Córdoba, totalizando en cada una varios centenares al culminar el siglo. Esos agricultores podían encargarse de alfalfar los campos, ya fuera con contrato a término o mediante la producción independiente. El proceso de colonización agrícola había sido enormemente exitoso en Santa Fe, logrando en poco tiempo cambiar el mundo rural de la provincia. Entre Ríos había entrado en él casi al mismo tiempo, ya que la primera colonia agrícola allí data de 1858, mientras que la primera en Santa Fe es de 185654. Pero la evolución en ambas provincias fue muy distinta: en Entre Ríos el fenómeno no logró, antes de 1870, emular el santafesino, tanto por la competencia de la ganadería, que a corto plazo parecía ofrecer mejores ganancias, como por constricciones ambientales y por un limitado aprovechamiento de las oportunidades comerciales ofrecidas por el abasto a los ejércitos en guerra en el Paraguay durante la conflagración de 1865-70. Luego de la rebelión jordanista, la progresión de las fundaciones de colonias apenas pudo sostenerse por una decidida acción gubernamental, y de todos modos el saldo resultante indica emprendimientos mucho más débiles en extensión y en capital que los santafesinos55. Es menester aquí detenerse con algo de detalle. Uno de los factores más dinámicos del desarrollo agrícola pampeano (y no sólo de él) fue la extensión del arrendamiento agrícola; mediante el mismo, diversos actores lograban ampliar su escala productiva y mejorar su capacidad de producción al no tener que distraer una significativa proporción de sus fondos en la compra de tierras. Por lo demás, a menudo se trataba de un estadio transitorio en la carrera del colono, quien a la vez que aprendía las sutilezas del oficio, acumulaba capital y recursos en un período de duración limitada en el cual sólo arrendaba su tierra; más tarde podía comprarla, considerando incluso la posibilidad de arrendar otros lotes para ampliar más versátilmente su explotación. La plena integración de la agricultura pampeana en la economía mundial tuvo sin dudas efectos muy concretos en el creciente predominio de formas más eficientes de manejo de los recursos y de planeamiento de la empresa rural; de este modo, al mismo tiempo que se ampliaba la superficie de las explotaciones, a fin de que la mayor escala constituyera un factor de competitividad internacional, comenzó a perder peso la antigua tendencia hacia la adquisición de la tierra en propiedad por parte de los colonos, que había sido una característica en los inicios del proceso; en su reemplazo, ganaban terreno nuevas formas de arrendamiento agrícola, a fin de evitar grandes desembolsos de capital (destinándolo así a la adquisición de maquinaria o insumos), e imprimiendo mayor dinamismo a la actividad, ya que un colono podía trasladarse de uno a otro lado en busca de mejores condiciones de contrato. No es ninguna casualidad, por otra parte, que ocurriera entonces algo muy similar en regiones de agricultura extensiva tan distantes como las praderas australianas y las del oeste norteamericano56. 53

Algunas sugerencias al respecto en tratados de la época, por ejemplo Hernández, José Instrucción del estanciero. [1882]. Edición facsimilar, Buenos Aires, Sopena, 1940; Lima, Miguel A. El hacendado del porvenir. Buenos Aires, Imprenta y litografía de J.H. Kidd y Ca., 1885. 54 Djenderedjian, Bearzotti y Martirén, Expansión agrícola…, cit.. 55 Djenderedjian, “Expansión agrícola…”, cit.. 56 Ver Fogarty, John; Ezequiel Gallo y Héctor Dieguez, Argentina y Australia. Buenos Aires, Instituto Torcuato Di Tella, 1979, p. 101. Sobre el papel del arrendamiento agrario y una discusión de la visión tradicional acerca del mismo ver Barsky, O. y Djenderedjian, J. Historia..., cit. Sobre el papel del arrendamiento en la pampa ver Kaerger, K. La agricultura y la colonización en hispanoamérica. Los estados del Plata. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2004, pp. 434 y ss.; Zeberio, B. “La situación de los chacareros arrendatarios en la pampa húmeda. Una discusión inacabada”, en Mandrini, R. y A. Reguera (comps.) Huellas en la tierra. Tandil, IEHS, 1993.

Pero en Entre Ríos estas formas de tenencia más versátiles sólo pudieron expandirse en forma limitada. Karl Kaerger efectuaba algunas agudas consideraciones al respecto, cuando en 1897 afirmaba que una de las diferencias entre la colonización santafesina o cordobesa y la entrerriana era que en esta última no había tenido lugar la colonización “preparatoria” que consistía en establecer arrendatarios o medieros en tierras de estancia con contratos que duraran de tres a cinco años y con la obligación de sembrar alfalfa luego del último trigo. Mientras que esta circunstancia contribuía a hacer descender el precio de la tierra dado que a cambio de encontrar gente que aceptara esos contratos los estancieros estaban dispuestos a ofrecerles las condiciones más favorables, a los ganaderos entrerrianos no les resultaba útil sembrar alfalfa puesto que al cabo de algunos años ésta se perdía, necesitando la tierra ser abonada en forma. Las consecuencias eran, primero, que la tierra era cedida en condiciones más gravosas; y, segundo, que no existían grandes extensiones disponibles para el arriendo, redundando en límites a la capacidad de los agricultores para ampliar su escala productiva, o incluso para acumular capital e independizarse57. Por lo cual, los colonos trataban de arrendar o comprar tierras cercanas a las que ya poseían, lo cual presionaba sobre la demanda en las áreas proporcionalmente más colonizadas o más ricas, aumentando así aún más los precios. No puede sorprender, en esa situación, que los rebaños entrerrianos no hubieran logrado un índice de mestización comparable al de sus similares bonaerenses, y que los problemas de larga data que arrastraba la economía productiva entrerriana no lograran una solución integral. Ello, según hemos visto, se debió a un cúmulo de factores adversos y a una evaluación en su momento racional de las opciones de inversión existentes, que conllevó a decisiones que sólo en el largo plazo habrían de mostrarse erróneas. Conclusiones Hemos intentado demostrar que la dura guerra civil que asoló a Entre Ríos entre 1870 y 1876 no puede analizarse, como se ha hecho, tan sólo desde la política. Es menester tener presente muchos otros elementos, y sin duda algunos de los principales al respecto son el proceso de transformación de los derechos sobre la tierra en los años previos, que afectó los precios de la misma, y el impacto de los ciclos económicos que conmocionaron a la producción ganadera provincial en las décadas de 1860 y 70. Según hemos visto, por una particular combinación de factores, los productores rurales entrerrianos se encontraban expuestos a crecientes riesgos de contingencia, en tanto sus inventarios no contaban con un grado de diversificación muy alto, y su acceso al crédito no parece haber sido tampoco muy amplio. La exigencia de invertir mucho dinero en el saneamiento de títulos o en el acceso a la tierra derivó en la imposibilidad de trascender una ganadería extensiva que comenzaba a agotarse. En esas circunstancias, la diversificación de mercados, en vez de convertirse en factor de minimización de riesgos, constituyó en cambio durante mucho tiempo un placebo que potenció las expectativas favorables, e incentivó la desinversión en rubros que luego resultarían los más dinámicos. Así, cuando de improviso se desató la tormenta económica, los productores rurales entrerrianos se encontraron con que sus ganancias se derrumbaban y su capital se había reducido, no dejándoles posibilidades para encarar con relativa facilidad cambios estructurales. A la par, los costos de producción aumentaban: en primer lugar, por efecto de una política de manejo de la tierra que buscaba reordenar las tenencias, ajustar y clarificar los títulos, definir las propiedades fiscales y cobrar sobre ellas un 57

Kaerger, Karl La agricultura y la colonización en hispanoamérica. Los estados del Plata. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2004, pp. 434-436.

canon. Ello, la inexistencia de una frontera abierta, las aparentemente favorables perspectivas de la actividad pecuaria, y la persistente característica extensiva de la producción ganadera entrerriana, determinaron un contexto de progresivo aumento de los precios de la tierra, que fue poniendo en duro trance la competitividad de la producción entrerriana vis à vis la de las provincias vecinas. De hecho, mientras éstas avanzaban (Santa Fe volcándose hacia la agricultura comercial; Buenos Aires al ovino refinado) los productores de Entre Ríos, atados a mercados del vacuno de corte tradicional, encontraron con que al llegar la crisis ese nicho que habían pretendido preservar se derrumbaba aun más rápidamente que el de los rubros en los cuales habían ensayado ingresar pero no habían podido avanzar lo suficiente por problemas de adaptación tecnológica a su ambiente o por falta de capital disponible. Así, no parece ser casualidad que el momento de mayores problemas en la producción rural, los años 1867-69, preceda inmediatamente al de la más álgida conflictividad política. Los menesterosos ejércitos de los rebeldes, según hemos sugerido, se alimentaron de ese modo del descontento y de la miseria que se abatían sobre los sufridos ganaderos entrerrianos. No sabemos nada aún sobre el impacto diferencial de la crisis sobre los diferentes segmentos de productores, pero es difícil pensar que aquél haya sido menor para los pequeños o medianos. En todo caso, no caben dudas de que ese impacto tuvo cardinal importancia en la tensión social de los años 1870-76. Y también en otro aspecto es bastante visible el efecto del ciclo crítico de la segunda mitad de los años 1860: los productos de la ganadería entrerriana ingresarían en peores condiciones a los mercados que le habían sido antaño hospitalarios. Si bien quizá las lanas lograrían en algún momento recuperar buena parte de sus márgenes, los vacunos no parecen haber podido hacerlo, ante la creciente competencia de los animales refinados. Así, el retraso provocado por la crisis, y agravado por la conflictividad política y social subsiguiente, terminó amentando la brecha de competitividad que separaba a los productores entrerrianos de sus similares del área rioplatense: y ese hiato, con mucho esfuerzo, sólo podría ir cerrándose lentamente en las décadas de 1880 y 1890, a través de un consistente accionar de los niveles gubernamentales (nacional, provincial y municipal) promoviendo el cambio productivo y técnico, a la vez que social, mediante la colonización. Y ni siquiera en forma completa.58

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Sobre el tema ver Djenderedjian, J. “Expansión agrícola…”, cit.

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