Toledo. La violencia en la ciudad durante el siglo XV

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Descripción

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SUMARIO 6 Norrcms 8 Acnxoa toMnncaoos tr CocrNe

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14 CoNcuRso: ras 7 MARAvTLLAS 16 GsNnerocÍe

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OnrsEAs coNSTRUCTTvAs

LAS CATEDRALES CÓTTCES 3() INTOLERANCIA RELIGIOSA ASESINOS DE NTÑOS Y PROFANADORES DE HOSTIAS. ACUSACIONES A JUDÍOS DURANTE T-A BAJA EDAD MEDIA.

4o Frnsras Y cELEBRACToNEs rTSo ANIVERSARIO DELMARTIRIO DE SAN FRUCTUOSO. aÑO JUBII-AR TARRACONENSE 48 Prnrrrrs EL EXCELENTE REY DOZENO: ALFONSO DE TRASTÁMARA O EL PRÍNCIPE QUE NO PUDO SER

FELIZ.

58 AnrE I-AS SAGRADAS ESCRITURAS EN LOS FRESCOS DE LA CATEDRAL DE GALTELLi (CERDEÑA)

.VIOLENCIA

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68 DSRECHo E rNsTrrucroNEs MANDACIONES 78 RnnvTERPRETACTóN on FUBNTEs JERJEZ, LOS OnÍCnNnS DE UNA CIUDAD ISLÁMICA

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I-AVIOLBNCIA EN LA CIUDAD DE TOLEDO DURANTE EL SIGLO XV

NUEVOS TEMAS

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A FINALES DE LA EDAD MEDIA ToLEDO TE,NÍA FAMA DE POSEER LINA POBLACIÓN NPrtr ToDo DEESAACTITUD FUE LAVIOLENTEI LA -ENFIjRECIA. SE T.A TODO sI SI str -- - - ^r --3TIGO BELDE, C APAZ DE crA CRUEL QUE to*.g5Tp]Y *_1{lErECUro EN QuENEjtiT" su DESGRACIA, FUERON CONSIDERADOS ENEMIGOS DEL PUEBLO

Óscan LópezGórvrez Docron eru HrsroRn

manecía el jueves z3 de julio de t467. El cadáver desnudo de un hombre colgaba, ahorcado, de las campanas de la iglesia parroquial de Santa Leocadia, una de las más antiguas de Toledo. Pronto el letargo de 1a noche dejó paso al estupor entre los vecinos de ia urbe que, atónitos, miraban hacia lo alto del campanario de su iglesia, incrédulos ante el siniestro espectáculo que tenían ante sí. Los rumores no tárdaron en extenderse por toda la ciudad, y muchas personas -niños, ancianos, pobres solemnes, rufi anes,

caballeros y gente curiosa- empezaron a arrirnarse en torno a la torre de la iglesia. Con la üsta puesta en el campanario cada cual daba su parecer ante 1o ocurrido, aunque, para 86 rqeueoroc;il,

HrsroRrAY \{AJES soBRu ltl N{uNDo N1IIDIEVAL

asombro del observador contemporáneo, la mayoría de las personas que miraban a aquel hombre, ahorcado y desnudo, decían que.tal ahorcamiento era necesario, preciso y beneficioso para la mayor parte de las personas que habitaban en el barrio de Santa Leocadia. En aquel verano de t467 1a ciudad de Toledo "estaba alborotada", en expresión de los documentos de la época. Por entonces la urbe contabá con una población de cerca de 22.ooo habitantes, que vivían en las roo hectáreas que ocupa lo que hoy se conoce como el casco antiguo del núcleo urbano, rodeado en dos terceras partes por e1río Tajo, como si de una península se tratara. Dentro de las ciudades del Occidente medieval Toledo era, a fines del siglo XV,

una urbe de tamaño medio, si bien exhibía un crecimiento demográfico notable, que se iba a ir acentuando poco a poco, según se avanzaba hacia él año r5oo. Hasta tal punto que la ciudad llegó a estar excesivamente poblada. En los albores del siglo XVI ya no había viüendas de una planta én la urbe, ni jardines, y hasta algunos sótanos estaban habitados. Sin embargo, la presión demográfica no alteró en exceso ni la fisonomía de las casas ni la configuración urbanística, que mantuüeron, en esencia, sutraza musulmana. A la altura de 1467 en las empinadas, oscuras y estrechas calles de Toledo, entre el polvo o el lodo (dependiendo de la época del año), y en medio de un cúmulo de desperdicios solo paliado por las cañerías subterrá-

neas, caminaban y conüvían cada vez

más personas. Lo cual, sin duda, beneficiaba a los delincuentes. Las calles laberínticas, las continuas bajadas y subidas del terreno, los adarves lóbregos, las plazas con poca visibilidad y, por si no fuera bastante, los edificios obligadamente altos (a menudo de dos o tres plantas) por culpa de la presión demográfica que sufría la urbe, hacían

de Toledo un espacio muy propicio para la comisión de delitos, con una cierta seguridad para los malhechores. Si la defensa del orden público era dificil en cualquier población, en una con una trazado urbano casi caótico podía resultar un problema serio; no solo a la hora de combatir a la delincuencia

cotidiana, común (los malhechores podían escapar fácilmente, escabulléndose por las calles sinuosas), sino de producirse una rer,.uelta. Algo sobre Io que advirtió un cronista de los monarcas, Fernando del Pulgar, para quien la ciudad de Toledo no tenía lugar fuerte ni defendible al pueblo della, porque toda erafortaleza, e el pueblo della era el alcaide, e quando el pueblo era conforme a la rebelión ning una defensa podía au er en p arte de la gibdat.

X-{VI§L§NCTA I)¡1t-4. CO&{U}{X§Am El asesinato de Fernando de la Torre durante Ia noche del zz al z3 de julio de t467, yla posterior exhibición de su cadáver, colgándolo sin ropas del campanario de la iglesia de Santa Leocadia, supondría el culmen de una rer,'uelta grave, pero en modo alguno poco común. Durante la Edad Media, sobre todo desde mediados del siglo XIV hasta comienzos del siglo XVI, la población de Toledo se perfilaría comouna delas másproblemáticas de

otra bajo el control de los Ayala. Por otra parte, existía un odio hacia los judíos muypoco disimulado, que con el tiempo también iba a afectar a los judeoconversos, es decir, a losjudíos convertidos al Cristianismo, e incluso como salamandra en elfueg o, recog e a los descendientes de estos. Tal odio en sí el pábulo de las riualidades, y se debía, en parte, a que en Toledo no sabe uiuir si no se alimenta con habían viüdo en tiempos pretéritos el ueneno de las discordias... Diego judíos acaudalados (como por ejemde Valera, por su parte, era menos plo Samuel Leví, tesorero de Pedro explícito: Que bien como biue la sala- I), y a que algunos judeoconversos mandra en elfuego, así enla discor- ostentaban una fortuna muy notable, diabiuen algunos; los quales, de sus gracias a sus negocios mercantiles. propias pasiones tenidos, de diuersas Los cristianos üejos, apodados linguisas son tormentado s, sin cono scer dos, daban su favor a la parcialidad de los Ayala, y los judeoconversos, también llamados cristianos nuevos Castilla. Cronistas comoAlonso de Palencia comparaban a la urbe con una salamandra para explicarlo. Toledo -escribía Palencia-, ciudad que síente antes que ninguna los más ligeros trastornos ocurridos en el reino, y,

Toledo se rebeló hasta en 23 0ca§ñ§ne§ §ontra §u§ dirlgentes cuando formaba parte de A!Andalus

su dolor ni tormento... Esa fama de rebelde e indómita

que tenía la comunidad de Toledo en el siglo XV había nacido mucho tiempo atrás, en la época en que la urbe estaba en manos de los musulmanes. Toledo se rebeló hasta en z3 ocasiones contra sus dirigentes cuando formaba parte de Al-Andalus. Cinco siglos después, la fama de "revoltosa" que tenía la comunidad de los toledanos aun estaba ügente, y se iba a agudizar, debido en esencia a cuatro factores. Por una parte, los linajes nobles y las grandes familias de mercaderes se agrupaban en torno a dospargialidades que se odiaban: una bajo el liderazgo de los Silva y

(o, más despectivamente, morranos), a los Silva. A esta situación que viúa Toledo, sometida a un doble conflicto entre

lindos yjudeoconversos. y entre parLidarios de los Ayala y de los Silva,

habría que sumar un tercer factor: la rápida subida de precios que se produjo en la urbe durante ciertas coyunturas, eue fue manipulada por los distintos grupos de poder para movilizar al pueblo en defensa de sus propios intereses partidistas. Unos echaron la culpa a los otros del empeoramiento de las condiciones económicas de los vecinos de la ciudad, cuando Ia culpa solía ser de las cosechas y de los especuladores. Pero

la manipulación no sólo se produjo en cuestiones económicas. Un último factor, que también fue manipulado, contribuyó a deflnir la personalidad rebelde de Toledo: las crisis de la monarquía. El enfrentamiento entre la nobleza y los reyes, por un lado, y entre los distintos aspirantes a la corona, por otro, se manipuló, tanto por parte de los Silva como de los

Panóramica de Toledo sometida a un doble conflicto entre lindos yjudeoconversos, y entre partidarios de tos Ayala y de los Silva @ Patronato Municipal de Turismo. J.M.Moreno.

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AReti[or,oclA. HISToRI-\y vHJES

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La muerte en la horca era muy infamante; sin duda más deshonrosa que

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degollamlento, que era

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otra manera de acabar con la üda.

Cat. no. 4 in Vittoria Garibaldi Perugino

Ayala, para ganar adeptos que les a)'udasen a conseguir su meta, que no era otra que hacerse con el control de Toledo. Lo dejó claro Alonso de Palencia al referirse a esta urbe en st Crónica de los Reyes Católicos: la prolongada tiraníct había hecho a todos los ciudadanos cómplices de maldades A crímenes, y peruertido el corazón del pueblo... Más allá de los motivos que espolearan a la comunidad de Toledo a rebelarse (fuesen motivos económicos, políticos o religiosos), y más allá de las personas o instituciones contra quienes fuera la rebelión (el rey, los judíos, los judeoconversos), uno de los rasgos característicos de las rebeliones era la violencia brutal, a menudo cruel y sanguinaria, que en ellas se exhibía. Es cierto que los datos que se nos conservan no son muchos, pero los que tenemos sirven para hacernos una idea de la feroci-

Borbón, a los tres días de casarse con ella. La comunidad toledana se puso del lado de la mujer, y se alzó en armas en contra del rey y de sus hombres, entre los que se hallaban algunos judíos toledanos. Apenas hay

información sobre la suerte que corrieron talesiudíos, pero la violencia que en su contra se desató tuvo que ser terrible. No solo algunos fueron asesinados; además ciertas zonas de urbe, que tradicionalmente eran de los judíos, dejaron c1e serlo, pasando 1a

a manos cristianas.

Ent44o también se produjo una sublevación; esta vez en contra del rey Juan II, que se negaba a echar de su lado a su valido, el Condestable de Castilla, Á1varo de Luna, al que acusaban de hacer todo lo que quería, actuando como el verdadero monarca.

lJna de las primeras rebeliones que

La sublevación no fue muy grave, y pronto se sosegó, cerrándose en falso. Por eso ent44g volvería a reproducirse, por los mismos motivos, salvo que se recurrió a un argumento nuevo. Alvaro de Luna, decían los inductores de la rebelión, era un cristiano traidor

hubo en Toledo a fines de Ia Edad Media ocurrió en 1953, cuando Pedro I rechazó a su esposa, Blanca de

que se apoyaba en cristianos maléficos. en judeoconversos, para someter toda Castilla. Alvaro de Luna era la

dad del pueblo cuando, hastiado de su situación, reclamaba algo que para é1

erajusto, pero que

se le negaba.

personificación del mal; quería que el reino estuviera controlado por herejes.

YJuan II no podía obviarlo. Si el monarca no quería oír el lamento de sus súbditos, que le pedían que velase por 1a religiónyel bien común, no podía ser su rey; ypor eso la sublevación en su contra estaba más que legitimada, en opinión de Toledo. Fundamentándose en tales ideas, en L449, en plena rebelión, empezó a surgir un cierto misticismo entre los rebeldes. Se hablaba por entonces de la Santa Ciudad de Toledo, que, por inspiración del Espíritu Santo. se alzabacontra los enemigos de Cristo, para defender a toda la Cristiandad. Dios amparaba la sublevación, según los rebeldes, y, por tanto, la violencia desarrollada contra los enemigos de la fe católica erajusta. Así, se echó a los judeoconversos de los cargos públicos, y se les prohibió trabajar en un oficio (como el de boticario) que fuera peligroso para la sociedad; se desvalijaron muchas de susüüendas, algunostuüeron que irse al destierro, yno pocos

sufrirían una durísima represión. La casa de Nonso Cota fue incendiada. Una turba de lindos apresó a la mujer del alcaide que tenía la fortaleza de1

de la Torre, otro esbirro de los Silva, judeoconverso, solicitó a Alvar Gómez de Ciudad Real que se marcharan de la iglesia; y así 1o hicieron. Pero al poco rato regresaron con un grupo de :rl¿ :

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En todas las calles, y por todas las esquinas, empezaron a producirse peleas entre los distintos banclos.

puente de San Martín, y sobre una manta la expusieron a los tiros de los defensores de la fortaleza, para que se rindiesen. A Juan de Ciudad, por su parte, tras asesinarlo lo colgaron porlos pies en laplazade Zocodover, simbolizando que no sólo era un mal cristiano, sino alguien mucho peor: era un hijo de Satanás, un ser malévolo que, con engaños y astucias, se había introducido en la comunidad cristiana para destruirla.

El

ahorcamiento inverso era

simbólico, y, si bien en Toledo no se documenta hasta t449, iba a seguir üvo durante décadas en la ciudad de1 Tajo. Dy hecho, e\1467 se emplearía con sana. En principio, 1o que sucedió en el verano de t467 se produjo por un problema casi sin importancia. 90 rneu¡orocir,

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Alvar Gómez de Ciudad Real, señor de la villa de Maqueda, ordenó que apaleasen a unos recaudadores de impuestos que la catedral toledana envió a sus tierras, con el cometido de recibir para la hacienda eclesiástica el pago de cierto tributo. Ante semejante hecho, el domingo rg de julio de 1467, durante la misa mayor, que se celebraba en 1a catedral, un vicario catedralicio, Fernando Pérez de Ayala, recriminó públicamente a Alvar, diciendo que actuaba contra la ley. Alvar se indignó ante tal comen-

tario, y respondió a las acusaciones, haciendo surgir una disputa verbal que poco a poco fue subiendo de tono. trl vicario era de los Ayala, y Alvar Gómez de los Silva. Viendo que la situación empezaba a ponerse muy tensa, Fernando

hombres bien armados, que venían con las espadas fuera de las vainas, dispuestos a todo. Resguardados por corazas, irrumpieron en la catedral gritando " i Mueren, mueren, que na es ésta iglesia, sino congregación de malos e de uiles!". Golpearon al clavero catedralicio, Pedro de Aguilar, hasta asesinarlo. Mataron a otro más, e hirieron a un sinnúmero de personas. El lunes zo de julio intentó buscarse una solución al problema, pues los Ayala echaban la culpa de 1o ocurrido a los Silva. No obstante, era imposible encontrar una solución. Los dos bandos querían una guerra. Y la iban a tener. El martes 21 sonaron las campanas de las parroquias llamando á la ciudadanía a las armas. Los lfndos se pusieron a las órdenes de Pedro López de Ayala, y losjudeoconversos solicitaron al Conde de Cifuentes, líder de los Silva, que les liderase en su resistencia contralos lindos; una solicitud que el Conde aceptó gustoso. En todas las calles, y por todas las esquinas, empezaron a producirse peleas entre los distintos grupos de uno y otro bando, como si de una guerra civil se tratase. La üolencia fue terrible, porque se legitimaba, en gran parte, en un odio religioso (de los cristianos üejos hacialos nuevos, y üceversa). Según las fuentes que tenemos, en la lucha intervendrían más de mil hombres, algunos de los cuales se hicieron con el control de ciertas zonas de la urbe por Ia fuerza, a golpes de espada. El edificio de la catedral quedó en manos de 1os lindos, y los judeoconversos, furiosos, no dudaron en traer unos cañones ybombardear las puertas de la iglesia, hiriendo a más de cien personas. Por si fuera poco, intentaron incendiar un barrio que estaba al lado de la catedral, donde tenían su vivienda muchos canónigos; algo que indignó a los lindos. Hasta tal punto que su reacción fue desproporcionada. Respondiendo a lo realizado por los judeoconversos, los /indos pusieron fuego a un barrio donde üvían algunos de sus contrincantes. En el incendio ardieron más de r.6oo edificios, habitados por unas 4.ooo personas. La magnitud del fuego fue tal que la lucha hubo de concluir, pues 1as llamas amenazaban con devorar

Toledo en pocos días. No obstante, a pesar del fin obligado de la reyerta, los /¿ndos eran

los grandes vencedores. Mientras

que en la trifulca habían muerto 36 de sus combatientes, el número de cadáveres de sus enemigos rondaba los r5o. Además, el espantoso fuego

había arruinado a muchas familias conversas, que tuvieron que huir de la urbe tras el conflicto. Y es que el fuego dio paso a la represión. Los lindos buscaron por la ciudad a 1os principales judeoconversos para vengarse. Algunos se escondieron en casas privadas, en conventos o en monasterios. Otros se marcharon de la urbe rápidamente, procurando no ser vistos. Sin embargo, hubo quien, como Fernando de la Torre, no tuvo suerte. Fernando de la Torre intentaba huir de Toledo, el miércoles 22 de julio, cuando fue capturado por unas personas delbarrio de Santa Leocadia. Por entonces se acusaba

a

los vecinos

de ese barrio de haber dado aluda a los judeoconversos, así que, para clarificar su postura, la teacción de los captores fue categórica. Subieron a Fernando de la Torre al campanario de su iglesia, ordenaron que se

desnudase, le pusieron una soga al

Y se hizo.

cuello atada en su otro extremo al madero de las campanas, y lo arrojaron al vacío, quedando ahorcado por fuera del edificio, donde amaneció eljueves 23.

Primero decidieron ahorcar a un hermano de Fernando de la Torre, de nombre Álvaro, que habían capturado los vecinos del barrio de San Miguel. Lo ahorcaron en la Plazuela del Seco, situada cerca del alcázar.

Los cuerps§ estuvieron ds§ días en la plaza de Zocodover cúlsados cabeza abajc. Tcdo e! que pasaba a s§ lado los esc{;pía, los acucfiil!aba, tros gclpeaba, lo* maldecía"",

Posteriormente, en medio de una gran

multitud de personas, descolgaron

los cadáveres, y los llevaron en dos burros a la plaza de Zocodover (iban bocayuso,bocabajo, yademás, en el caso de Fertando de la Torre, desnudo en carnes). Delante de los burros un pregonero gritaba: " iEsta es lajusticia que mandafacer la comunidad de Toledo a estos traidores, capitanes de los conüersos herejes, por quanto fueron contra la lglesia! iMándalos colgar por los pies cabeza abajo! iQuién talface, que tal pague!". Los cuerpos de los hermanos Fernando y Alvaro de la Torre estuvieron dos días en laplaza de ZocodoLa venganza era terrible, pero no ver colgados cabeza abajo. Todo eI suficiente. El asesinato de Fernando que pasaba a su lado los escupía, los de la Torre quedaba vinculado a la acuchillaba, los golpeaba, los maldejusticia hecha por los vecinos de la cía... No obstante, no se trataba de parroquia de Santa Leocadia, no a una violencia irracional, sino todo la justicia ejecutada en nombre de Io contrario. Los que agredían a los la comunidad (cristiana úeja) de cadáveres estaban seguros de actuar Toledo. Había que hacer algo más. de manera legítima, y pensaban que

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Acusados y quemados en la hoguera. Xilografla el siglo XV.

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de Fernanelo de la Torre, c]oncle se eili-nnler¿tban 1os crí:renes ciue, segíln elios, ilat¡ía lealízado.

l.l .-rs.sir'rato r;E Le,':ta;ldo de l¡ Torre, ritllal, sirnhólico, casi neglaalo dentro de s,"r hrut¿rlidad, ohedecía a u:ra serie de p;rutas de actilación justiciera, -interiorizadas por el puebio" qlle se Lrlleden oirsen ar a io trargo den sigio XV r¡ c{ura::te el siglo XV{. Sin ir nxás lejos, dura.:ite [a rei¡eiién cte tras Comunidades, entre 152ü y 1522, eri Tolerio (ia priinera gran urlle que se

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[r;'Licionar a ]os comuneros" A uno tro riesde io aiio de una torre del aicázar, I al otro 1o arrasir¡-ron hasta Ce.jarle sin vida. LIna vez muertos,

tiraroil ¿rhorcarniento sc eirpleó con saña en e1 trágico ¿1ño de 1¿+67. I-cs I'rds l?-iches Flclucs clu duc cie Bei'lr-, Folio t47r'- NIuseo Condí:, Clrauiillr,. E1

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ataron unas sogas a los pies de los cadáveres y se los entregaron a unos jóvenes, para que los arrastrasen ylos acuchillaran por toda ]a urbe. Labrutalidadde acciones como éstas, realizadas por el pueblo enrabietado, en realidad obedecía a la forma de comportarse de la justicia de la época,

que mediante actos crueles yündicativos buscaba no sólo desagraviar a las víctimas de algunos delitos, sino, además, advertir a otros que osaran cometer semejantes actos de lo que les podía pasar. De hecho, sorprende el grado de interiorizaciln de las prácticas judiciales que manifiesta el pueblo cuando era é1, enfurecido, el que osaba hacer justicia. Basta con mencionar 1o referido de Fernando de la Torre. Una 1ey de las Partidas afirmaba que el que asesinase a alguien en una iglesia debía morir por ello irremediablemente, y así se encargó de cumplirlo la comunidad de Tolédo. Pero el que, además. hasta la parafernalia que rodeaba a las formas de la'Justicia popular" respondía,.de manera más o menos fidedigna, a los procedimientos de la justicia oficial, de la justicia pública o, si se quiere, de la justicia del Estado. En la ciudad de Toledo se documentan algunas acciones judiciales en verdad terribles, aunque extraordinarias. Determinados hechos requerían una crueldad atroz para ser castigados, y losjueces no dudaron en proceder con una frereza inusitada cuando 1o creyeron oportuno. Por ejemplo, en

r4B9 fueron condenados varios ju-

díos por haber blasfemado contra la Virgen y contra Jesucristo. A todos se les condenó a que fueran apedreados hasta morir. No obstante, al que había dicho las cosas más graves contra la fe católica, un judío de nombre Samuel

Valencia,le sentenciaron a que le pasearan por las calles de Toledo para que Ia comunidad se ensañase con é1. Debían sellarle los labios con unas tenazas al rojo vivo, para que no volüera a decir blasfemias como Ias que había pronunciado. Una vez hecho esto, debían apedrearlo como a los demás, hasta dejarle sin üda. De igual modo, también fue ex-

traordinaria, por su radicalidad, la forma de hacerjusticia que se usó contra Fernando de Alarcón. Acusándolo de auer mouido muchos escándalos en el reyno, e Ique] auía estoruado La paz.fue degollado públicamente, y su cabeza se tiró en una espuerta que fue situada en la plaza de Zocodover,

para que todos la vieran. El objetivo era aterrar a los que osaran cometer delitos como los suyos.

Santa Leocadia.Uno de los escenarios de üolencia en r467

Más allá de estas maneras extraordinarias de hacer justicia, motivadas

por la gravedad de 1os delitos que querían reprimirse, el procedimien-

to judicial común era el siguiente. A

las personas acusadas de cometer un delito las recluían en una de las cárceles de Toledo: 1a cárcel real, o cárcel pública. Incontinenti, pues la justicia era expeditiva, se sentenciaba

Debían seltrarle los lablos con unas tenazas al rolo vivo, para que no volvlera a decir blasfemias como las que había

pronunciado

el caso, y se procedía a 1a ejecución de la sentencia. Para esto último, si el preso era condenado a muerte o a un castigo físico, se le sacaba de la cárcel y, cau allero, a lomos de un asno, sele exhibía por la urbe con las manos atadas a la garganta, para que el pueblo le repudiase. Había un recorrido fijo (las llamada s calles acostumbrad"as) por el que iban los reos hacia la horca de Zocodover, en donde comúnmente se hacía justicia (había otra horca a las afueras). Mientras el reo recorría las calles a lomos de un asno, las manos atadas al cuello, a veces con una camisa de

esparto, muy a menudo con un verdugo detrás azotándole la espalda, y siempre con un pregonero publicando el delito que había cometido, el pueblo se burlaba de é1, le escupía,Ie É

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]*tt+' Masacre de los miembros de una familia (146o-147o). The J.Paul Get§ Museum. ( Califo¡nia)

la ejecución del casügo. En caso de que el reo hubiera sido condenado a perder una parte del cuerpo (una mano, las orejas, un pie, la lengua), a uista de

zirajanos se ejecutaba la sentencia. Al principio los gritos eran horribles; resonaban por toda laplaza deZocodover. Pero era habitual que los reos

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Se trataba de una procesión del descrédito, en la que el reo era traído a la vergüenza pública; unavergüenza que no solo le afectaba a é1, sino a toda su familia, en caso de que tuviera. Una vez en la horca, se procedía a

gritaba, le maldecía.

*te

En

ocasiones 1as hemorragias eran muy grandes; tanto, que el ieo fallecía en muy pocos minutos. Otras veces la

defunción llegaba al poco tiempo, a causa de la mala cura de las heridas. En caso de que no ocurriera nada de esto la persona quedaba lisiada de por üda, con serios problemas para poder trabajar. La pérdida de las orejas, de un pie o de una mano era algo que iba a estigmatizarla para siempre; más si tenemos en cuenta que los miembros que se cortaban debían quedarse en la horca,fxo s conunclauo,hasta pudrirse. Si, por el contrario, la sentencia era a muerte,la ejecución de la mismavariaba en función del estatus social del acusado. La muerte en la horca era muy infamante; sin duda más deshonrosa que el degollamiento, que era la otra manera de acabar con la üda. Pero no solo eso. La horca causaba pánico, porque a menudo producía una muerte lentísimaytrágica. Si al soltar el cuerpo del ahorcado éste se rompía el cuello la defunción era fulminante. De no ser así el reo podía estar colgado media hora hasta morirse, asfixiándose muy a poco, entre quejidos y pataleos. En ocasiones la angusüa era ta1 que las autoridades ordenaban matario clavándole una espada, o de un tiro.

poco

Pero, áporqué razónlajusticia mandaba aplicar castigos tan severos? Para que se decretase una condena a

Martirio {t+6g-t+Zt)'l]ne J. Paul Getty Museum.

94

ANOIIOTOCí,T. ItrSTOilA Y VIA,ILS SOBRE

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( California)

muelte, o la pérdida de un miembro del cuerpo, el delito cometido debíatener é"ót*" gravedad. Normalmente ""u eran los delitos de sangre los que se penaban de forma más cruda, aunque también podían penarse con igual crudeza otras forrnas de delinquir, como el robo de un patrimonio,lablasfemia, el insulto alos monarcas, el delito contranaturo fla homosexualidad), o, más generalmente, todas aquellas actuaciones que atentasen contia el orden moral, ético y religioso. Sin embargo, mientras que en algunos sucesos podían surgir dudas a la hora de aplicar un castigo

severo, en 10 referente a los delitos de sangre las dudas eran escasas, sobre todo de demostrarse que a Ia hora de cometer el mal había habido alevosía, ensañamiento o premeditación; algo que las úctimas de los delitos criminalés y / o sus familias siempre alegaban, de juzgarse el asunto, porque serwía para agravar las imputaciones contra

el agresor. Fijémonos, por tanto, en los delitos de sangre. El modo de ejercer Ia üolencia frecuentemente era c traiqión; si bien, hayque insistir, tal argumento se solía utilizar como agralante de la denuncia. Porlo cornún el arma del delito era una espada o un puñal. En cuanto al mór'il de las agresiones, era variado. Odio, mezquindad, deseo de len ganza,ansias de riqueza, avaricia, anhelo de poder, ambición, despecho, sentimientos de impotencia... Son muchas las razones quéllevaban alos indiüduos a delinquir v a cometer toda clase de crímenes. En bcasiones la tensión estaba a flor de piel, ybastaban algunas palabras para que se desatase la üolencia, a veces con

una ferocidad tremebunda. En otros casos eran las grupos armados de los omes poderosos los que, obedeciendo a su señor, se encargaban de hacer un

"trabajo sucio" (como, por ejemplo, apalear a un campesino para que vendiese sus tierras, e incluso matar a un

político) para defender los objetivos de la persona a la que servían. Existen no pocos sucesos, bien documentados, en los que un grupo de hombres, con toda

clase de armamento -espadas, escudos,

ballestas, o lanzas-, salía por las calles desde la r,ir-ienda de su poderoso señor, como si se tratara de un pequeño ejército, ¡r, desafiando a la justicia, daba de palos a alguien, o incluso le quitaba la üda, como Ie sucedió al jurado Diego

que ofrecían los templos, en caso de que la caridad no fuerabastante, yhubiese que cometer un robo pequeño, para ir tirando. Solo el amparo eclesiástico iba a servir de defensa aI pobre frente a la acción punitiva de la justicia (aunque fuese de forma coyuntural), de cometer

La pérdida de §as oreia§, d& N.§m p§c * de ur?a mano era alse q§,§* iba a *stigrmat§aar§a pere s§empr8 qr,re falieció de los golpes que dieron unos sicarios del marqués de

Terrín. 1e

Villena. En cuanto a los espacios de la urbe en donde más delitos se cometían, eran el prostíbulo, las tabemas y, sobre todo, 1as cal1es; en especial las más oscuras y ias menos transitadas. También eran especialmente peligrosas las proximidades de los templo s , nidos de malfechores en no pocas coy, rnturas, como durante el reinado de Enrique IV, o afinalesdelreinado de los Reyes Católicos. Más allá de los pobres vergonzantes, de quienes por considerarlo una deshonra se negaban a mendigar, el resto,los pobres públicos Jos pobres absolutos, dice a1gún autor-, pasaba casitodo e1üempo "enlas calles, o a las puertas de las iglesias, cuando no dentro". Allí era donde resultaba más

sencillo encontrar a personas que,11amadas a la caridad por los sacerdotes, estuüesen dispuestas a ofrecer una moneda u otras limosnas. Además, nadie dudaba de las posibilidades de amparo

un delito. De hecho, la "delincuencia menor", para sobrevivir, era bastante común en los núcleos urbanos. En definitiva, en Toledo, una urbe con más de veinte iglesias, la presencia de pobres puiulando por el entorno de

las parroquias, u ocultos tras los rinconés del sinuoso trazado de las calles, osclrras y a veces solitarias, siempre se consideró un problema a la hora de mantener el orden. Aunque la mentalidad de los toledanos en el siglo XV no difería de la de los habitantes de otras poblaciones, pues era propia de una época (durísima, por otro parte), no hay duda quela configuración de su ciudad, casi un laberinto, era un inconveniente. Yla riqueza de la misma también, pues atraía a muchas personas que llegaban al núcleo urbano en busca de unaüda mejor que al final se les escapaba. Así, vagabundeo, marginación y delincuencia acabaron ünculándose, para hacer de Toledo una urbe muy conflictiva; incluso más que otras de la época.

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Puente de San Maftín. Triste escenalio de l'iolencia

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