TODOS QUEREMOS SER FELICES TANTO SAN AGUSTIN COMO SCHOPENHAUER

September 13, 2017 | Autor: Ana Gutierrez | Categoría: Arthur Schopenhauer, San Agustín de Hipona, Felicidad
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Descripción

TODOS DESEAMOS SER FELICES, DESDE SAN AGUSTÍN HASTA SCHOPENHAUER
Es cierto que no todos los filósofos han escrito un manual para conseguir la felicidad. Sin embargo, llama la atención que tanto Agustín de Hipona (SA) en el 386 dC, como Arthur Schopenahuer (AS) en 1822, incluyan en sus legados filosóficos obras específicas dedicadas a reflexionar sobre un tema considerado como frívolo, fútil o propio de gente con aspiraciones poco elevadas.
Si bien AS es considerado un maestro del pesimismo, sin ser fatalista se ocupa de la eudaimonia o arte de ser feliz, en su obra del mismo nombre. Así mismo, SA, en su conversión temprana, en el Casiciaco, después de peregrinar por un mundo en descomposición, sin conseguir respuesta en los Maniqueos, en su lucha por librarse de la vanagloria, las pasiones y los apetitos carnales, se dedica a reflexionar sobre la felicidad a través del diálogo De la Vida Feliz, tomando de los griegos y los romanos el centro de su especulación moral básicamente eudaimonista.
SA, a lo largo de su vida, y respecto a la filosofía, asume dos posiciones bastante diversas y, bajo cierto punto de vista, contrastantes, sobre todo en lo que se refiere al conocimiento y a su valor salvífico. En la primera parte de su vida (hasta su ordenación sacerdotal), hace coincidir el horizonte noético de la filosofía con el horizonte de la realidad y de la verdad, y asigna al saber filosófico un valor salvífico indiscutible. Pero este giro no significa para Agustín la supresión de la filosofía, sino simplemente su asunción en un horizonte más vasto. Purificada y santificada en el agua del bautismo, la razón especulativa es puesta en condiciones de desarrollar ahora mejor su trabajo de reconocer y abrazar la verdad, SA conserva inalterada su concepción de la naturaleza, metodología, división y finalidad de la investigación filosófica.
Para SA, todos deseamos ser felices, sin embargo, nadie puede ser feliz si le falta lo que desea, como tampoco es feliz quien reúne todo a la medida de su afán. Un hombre debe procurar para ser feliz algo permanente y seguro, no sujeto a la suerte o al azar, y puesto que Dios es permanente, luego, entonces, es feliz el que posee a Dios. Sólo es feliz aquel al que le falta lo que desea, nadie busca lo que no quiere hallar, los Académicos buscan la verdad porque quieren poseerla y al no hallarla son infelices. Nadie es sabio sin ser feliz, por lo tanto, los académicos no son sabios. Para SA si no se admite el argumento anterior, se debe admitir alguno de estos absurdos: o es feliz el que carece de la verdad como bien y la busca con afán, o los académicos no desean la verdad, o el infeliz es sabio, o los académicos son unos trastornados.
Es feliz el que tiene a Dios, cumple su voluntad, hace lo que a Dios le agrada (vive bien, castamente, libre de todo pecado y tiene el corazón puro). El que busca a Dios no lo tiene aún, lo tiene propicio, entonces, es feliz no el que tiene a Dios sino el que lo tiene propicio. No es feliz el desgraciado (miser) e indigente (el que padece necesidad) que se aleja de Dios por sus vicios y pecados.
Para AS nuestro mundo está hecho del mismo material que el de los sueños, el "Velo de maya" de los hindúes. Sólo existe una fuerza cósmica: la voluntad; que tanto hace nacer estrellas como crecer las plantas o generar y liquidar nuevos seres humanos sin cesar. Éstos se ven atrapados en una dolorosa paradoja: no pueden resistirse al impulso de la voluntad ciega e irracional de su propia naturaleza que muchas veces les acarrea el sufrimiento, y a la vez aspiran a estar libres de él. Sólo hay dos formas al parecer de liberarnos o de al menos reducir este sufrimiento. La primera es con la muerte, pero esto es algo de carácter completamente ilusorio y engañoso. Un trance en el que la naturaleza, una vez acabada su función en nosotros, pondrá otro nuevo individuo en nuestro lugar para continuar su tarea sin fin, y el sufrimiento no terminará, haciendo que actos como el del suicidio sean totalmente inútiles. La segunda es la tarea que llevan a cabo místicos y ascetas, que mediante la aniquilación de su voluntad y su victoria sobre la naturaleza consiguen rasgar el velo de maya, ver "más allá". Ésta es la única salida y victoria posible.
En su libro Parerga y Paralipómena AS se dedica también al estudio de la eudemonología. Se basa en la Etica a Nicómaco de Aristóteles para realizar una división de los bienes de la vida según el siguiente esquema:
1.- Lo que se es: la personalidad (salud, fuerza, belleza, temperamento, carácter moral, la inteligencia y su desarrollo)
2.- Lo que se tiene: toda propiedad material de cualquier clase
3.- Lo que se representa: Cómo los demás se representan al individuo (honor, posición, gloria).
Para AS, el malestar o la bienaventuranza del hombre se encuentra dentro de sí mismo, el hombre es lo que representa, el bienestar propio es donde radica la felicidad. Por consiguiente, las riquezas materiales son banales y buscadas por imbéciles que no cultivan su intelectualidad, aunque esto los lleve a la soledad, que acompaña al hombre en todo lugar y momento y le da dolor y sufrimiento.
Lo que se es, es lo más esencial para la felicidad, no puede ser robado, es más valioso que cualquier riqueza. Los hombres que quieren más pierden su individualidad, es decir, lo que son y no pueden ser felices.
Según SA, el hombre feliz es el que no necesita nada (no es indigente), pero no se puede deducir que todo el que no padezca indigencia es feliz. Tratándose del alma, donde radica la felicidad y la cual está libre de necesidades corporales, el sabio no teme a la muerte ni a los dolores, no los desdeña, pero los evita. La necesidad consiste en no tener y no en el temor de perder lo que se tiene, y la más miserable indigencia es la falta de sabiduría. Todo no necio es sabio y todo necio es desdichado y todo desdichado necio. Toda necesidad es miseria y toda miseria es necesidad. La estulticia es indigencia, la indigencia es pobreza. El necio es vicioso y la estulticia es el resumen de todos los vicios. La sabiduría es plenitud, donde nada sobra ni falta hay plenitud. Abundancia y opulencia implican indigencia porque carecen de medida. La medida del alma es la sabiduría. Sabiduría es moderación, no cometer excesos por lujuria, ambición o soberbia ni limitarse por miedo, tristeza o codicia. Quien llega a la suprema medida por la verdad es feliz porque tiene a Dios en el alma. En consecuencia, ya no es el hombre o la razón la medida de todas las cosas, sino que la suprema medida es Dios. La verdad es tener a Dios en el alma. La vida feliz es a la que podemos ser llevados por una fe firme, una alegre esperanza y una caridad ardiente.
AS dice que hay dos grandes enemigos de la felicidad humana: el dolor y el fastidio, mientras nos alejamos de uno nos acercamos al otro y la vida oscila entre ambos ya que la necesidad y la privación engendran el dolor y la comodidad y abundancia hacen nacer el fastidio. Esto nubla la visión de la felicidad humana y vemos a las clases más necesitadas tratando de obtener dinero y a los más privilegiados tratando de ocupar su tiempo, creyendo que en sus necesidades se encuentra la felicidad. El hombre inteligente aspira ante todo, huír del dolor, buscar una vida tranquila y modesta, alejada de cualquier problema que se interponga en su reflexión intelectual.
Para SA, el deseo de una vida feliz anida en el corazón del hombre y este hace cuanto puede para conseguirla. Esta fue la aspiración central de la antigua filosofía y de toda su dialéctica, que enlaza felicidad, verdad y sabiduría para ser feliz. En su polémica con los Académicos, SA tiene certeza de la posibilidad de alcanzar la verdad y la sabiduría a través de la guía divina, trascendiendo todas las virtudes naturales y quitándole al hombre el poder de obtenerla por él mismo. El deseo de la vida feliz, que es el más profundo deseo humano, debe necesariamente ir acompañado de la necesidad y aspiración del auxilio divino para lograrla. Es así como se prepara el terreno para la futura teología de la gracia, conservando la relación entre la bienaventuranza y el bien moral.
De la vida feliz proporciona una base para explicar y entender el nacimiento de SA a la fe cristiana, su conversión al cristianismo y su desarrollo intelectual.
AS divide al hombre en dos categorías: el hombre imbécil que no dedica su vida a la reflexión intelectual, se siente agobiado por su miserable individualidad, sólo trata de pasar el tiempo empleando absurdos juegos como las cartas, las apuestas, las drogas y el alcohol, ocupa su mente en banalidades. Es una especie miserable. No es capaz de soportar su soledad, puesto que se encuentra vacío en sí mismo, y tiene que vivir en sociedad entre lujuria y distractores que llenen su tiempo de sobra, ya que no es capaz de reflexionar ni comprende las necesidades intelectuales.
En cambio, el hombre dotado tiene como propósito la vida solitaria y contemplativa, se reduce a sus propios recursos y se tiene a si mismo y puede poblar con sus pensamientos cualquier desierto. Emplea bien el tiempo y para su contento y distracción pide poco o nada al mundo exterior. Todas las fuentes exteriores de felicidad son inciertas, equívocas, figurativas y caducan fácilmente. El hombre con grandes dotes intelectuales, será capaz de interesarse en cualquier cosa por la vía de la razón, con el paso del tiempo adquiere más conocimientos y sabiduría, los cuales serán una desventaja que lo llevarán a un abismo solitario. El conocimiento llevará al hombre que lo posee a la tristeza y al dolor, pero en cambio, encontrará la felicidad.
AS, al igual que Epicuro, observa que la condición para una vida tranquila y feliz consiste en no buscar directamente el placer, pues en el balance de la vida no hay que hacer la cuenta de los placeres que se han saboreado, sino de los males que se han evitado, y retoma la conocida máxima estoicasustine et abstine como un precepto para obtener la felicidad por medio de la limitación de los deseos y las apetencias, pues en sus palabras "querer es esencialmente sufrir". No obstante su doctrina pesimista, AS, concibe a la felicidad de acuerdo con las tradiciones aristotélica, epicúrea y estoica que consiste en limitar las aspiraciones de placer.
En el libro El Arte de Ser Feliz AS, al igual que SA, coincide en que el fin último del hombre es alcanzar una vida feliz. También están de acuerdo con que el hombre tampoco tiene total poder sobre su felicidad, sino que es algo mayor (para SA Dios, para AS el destino) lo que define una vida plena de goce.
¨Todos entramos en mundo llenos de aspiraciones a la felicidad y al goce y conservamos la insensata esperanza de realizarlas, hasta que el destino nos atrapa rudamente y nos muestra que nada es nuestro, sino que todo es suyo. Luego viene la experiencia y nos enseña que la felicidad y el goce son meras quimeras que nos muestran una ilusión en las lejanías, mientras que el sufrimiento y el dolor son reales, que se manifiestan a sí mismos inmediatamente sin necesitar la ilusión y la esperanza. (El Arte de Ser Feliz Regla número 1 fragmento)
Otro punto en común entre ambos filósofos es considerar a la falta de sabiduría el origen de la infelicidad. SA se refiere a la falta de sabiduría como a la más miserable indigencia y para AS, el hombre imbécil es una especie miserable. También ambos están de acuerdo que las riquezas materiales, los excesos y los placeres no son lo que nos hace felices.
Si bien para AS lo real es el sufrimiento y el dolor y la felicidad consistiría en mantenerlos lo más alejados posible sin necesidad de ilusiones ni esperanzas, así pues, la única forma de redención que encuentra el hombre, es liberarse de esta voluntad de vivir, fuente de todo dolor, y esto implica explícitamente, dejar de querer. El camino a tal fin, asume tres trayectos vitales, no sistemáticos: los dos primeros, parciales, a través de la contemplación del arte y del ejercicio de la compasión, y un tercero con un carácter más radical, por medio de la ascética.
Para SA, la fe, la esperanza y la caridad nos llevan a una vida feliz por medio de la gracia divina. El medio para ser feliz, será la frugalidad, dirá SA citando a Cicerón " la frugalidad, es decir la moderación y templanza, es la máxima virtud" pues la moderación del alma permite un equilibrio del deseo, un tipo de ascesis que renuncia a explayarse en demasía, evitando así, la causa del dolor concebido por AS. Es ésta la verdadera sabiduría, donde la razón gobierna sobre la voluntad, para poder dirigirse a la búsqueda del bien más pleno que lleva a la felicidad: Dios.

BIBLIOGRAFÍA
Arthur Schopenhauer. Parerga y Paralipómena I, II. (traducción de Pilar López de Santamaría) 2 vol. Ed. Trotta. 2006.
Arthur Schopenhauer. El arte de ser feliz explicado en cincuenta reglas para la vida. Herder, 2007.
Arthur Schopenhauer. El mundo como voluntad y representación (2 vol). (traducción de Pilar López de Santamaría), Trotta, Madrid, 2003 y ediciones posteriores. 
Arthur Schopenhauer Web
B. Mondin, Storia della Teologia, vol. 1, Edizioni Studio Domenicano, Bologna 1996, p. 377-393.
Frederick Copleston, S. L. Historia De La Filosofía vol. II De San Agustin A Escoto Editorial Ariel, S. A. Barcelona
San Agustín, De la vida feliz, [Trad. del latín Ángel Herrera Bienes, Prólogo Antonio Rodríguez Huescar], Ed. Aguilar, Buenos Aires, 1980, pp. 92
www.augustinus.it/spagnolo

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