Todos entran
José Chalco Salgado
¡Que todos ingresen al país! No importa su perfil. Tan sólo basta con que sean de gusto del que sabemos, con eso ya es suficiente.
Sí. La Constitución del Ecuador reconoce a la ciudadanía universal, y la jurisprudencia de las cortes internacionales en materia de derechos humanos (dd.hh) también exalta el sentido democrático de la libre movilidad de ciudadanos de diferentes Estados. Así el ordenamiento jurídico ampara y protege el arribo de todas las nacionalidades, etnias, saberes y cosmovisiones a un país.
Todos pueden visitarnos. Todos entran. ¡Qué mejor si en su estadía procuran más de un escándalo! Seguro inmediatamente serán protegidos por el súper anfitrión ecuatoriano. Por ejemplo, como cuando se recibió la visita del presidente de Turquía, Erdoğan, -cuyo gobierno fue señalado por la ONU como uno de los más transgresores de los dd.hh, en razón de las destrucciones masivas y asesinatos- mismo que en Ecuador puso a prueba todas sus destrezas infrahumanas con el empleo de represión de sus guardias que atacaron ecuatorianos que criticaban la presencia del gobernante.
Pero como estamos en época de alegría y una patria que nos dijeron era de todos, también recibimos a cuestionados -pero indultados- personajes para las sui géneris relaciones exteriores del Gobierno de Ecuador. En la lista: un presidente que administra el poder desde la continua represión, exclusión de libertades y vulneración de los derechos de asociación, quien además mantiene fuertes programas de desarrollo nuclear que preocupan al mundo entero. El mandatario iraní Mahmud Ahmadineyad de la misma forma, fue huésped de honor en Carondelet. Y es que, en esta última época ya casi casi, que ni las formas importan.
Hubo espacio para la China oriental y el gobierno de Jinping, quien ha sido fuertemente acusado de ser parte de una construcción social que desatiende a mínimas condiciones humanas a fin de instaurar, a todo precio, un insaciable consumismo. Antes, el turno fue de Hugo Chávez. Luego, a Maduro le tocó.
Como se ve, todos ingresan al país. Son bienvenidos; y sus pecados políticos, olvidados; pues el eslogan de la construcción de una América contra hegemónica, todo aguanta. Ya no se cuidan ni las formas. El camino a seguir se lo ha resuelto sin banderas ni respeto a los derechos humanos; tan sólo es importante: la visita, el discurso y la foto.
Parezca lo que parezca, al Ecuador todos ingresan, algunos con más y otros con menos solemnidades. A la final, como dirían por ahí, cualquiera entra; menos uno: quien defienda los derechos humanos. Es decir, todos entran porque entran. Disculpe las molestias señora Lilian Tintori.
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