TODO MAESTRILLO TIENE SU LIBRILLO (Sobre investigación en historia contemporánea, II)

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Descripción

TODO MAESTRILLO TIENE SU LIBRILLO

(Sobre investigación en historia contemporánea, II)



Ante todo dos observaciones preliminares. No pretendo haber descubierto la
pólvora. Tampoco merece la pena hacer referencia a las muchas dudas y a
los más que numerosos recovecos que he ido recorriendo a lo largo de casi
treinta años de investigación en archivo (salvo los que me dediqué a otras
ocupaciones). Lo que haré es describir el estado actual de mi librillo.





Siempre he abordado los temas en los que he procurado abrir brecha por
una razón primordial: una inmensa e insaciable curiosidad. Todavía no sé si
innata o inducida. Soy de quienes creen que si no hay curiosidad, no se
avanza. En este aspecto me considero un revisionista hecho y derecho,
porque la metodología me impulsa siempre a revisar lo que he escrito.
Tampoco he elegido sistemáticamente los temas que han sido objeto de mi
investigación. A veces me los han sugerido. A veces han respondido a
encargos o invitaciones. A veces los he elegido yo mismo (mi trilogía sobre
la República en guerra).

En cualquier caso, ya se haya escrito antes mucho o poco o nada sobre tales
temas, mi "librillo" exige los pasos siguientes.

1. Ante todo, y sobre todo, recopilar la más amplia base documental
posible. Es irrelevante que se haya publicado o no. Hay que ir a las
fuentes. Las citen otros autores o no. Son, por supuesto, de variadísima
naturaleza y dependen del objeto de la investigación. Su análisis crítico y
contextualizado exige verlas uno mismo. Esto era antes una tarea ímproba.
¿Quién no hay leído los recuerdos de Don Ramón Carande cuando transcribía,
penosamente y a veces aterido de frío, los documentos del Archivo de
Simancas? Hoy no lo es. En muchos archivos permiten hacer fotografías
digitales. En otros los funcionarios hacen fotocopias de los documentos
identificados. A veces, sin embargo, no hay más remedio que transcribir.
Con el ordenador es fácil hacerlo, aunque lleve mucho tiempo. En cuanto a
bibliotecas internet permite consultar los catálogos de las más
importantes. Las funciones de búsqueda permiten unir conceptos y encontrar
fuentes publicadas. No es un problema.

2. En ocasiones, por desgracia abundantes, encargar fotocopias o
fotografías es costoso. Pero el primer mandamiento es que, por desgracia,
la investigación, en general, lo es. Es necesario viajar, ir a varios -a
veces, numerosos- archivos. Comprar libros. No es difícil gastar varios
miles de euros. Hay becas y ayudas pero no siempre se consiguen. Yo he
contado con apoyos financieros en cuatro ocasiones (mi investigación
inicial en Alemania, la primera investigación sobre el oro de Moscú en
Madrid, un estudio sobre la política comercial exterior de España de 1931 a
1975, también en Madrid, aunque con algunas excursiones a Londres, y la
reconstrucción de la carrera diplomática republicana, de nuevo en Madrid).
En todas las demás la financiación ha sido con mis propios recursos, haya
indagado en Francia, España, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania o Rusia.

3. En la búsqueda de documentación pueden invertirse muchos, muchos meses.
Sin garantía de éxito. Ahora bien, un archivo lleva a otros. Una consulta a
fuentes mencionadas en la literatura secundaria impulsa a husmear en
archivos no imaginados a primera vista. Las indicaciones de los colegas
pueden ser preciosas. No me cansaré, sin embargo, de subrayar que cuanto
más amplias sean las fuentes localizadas, tanto mejores serán las
posibilidades de llegar a nuevos conocimientos, incluso aun cuando se
utilicen fuentes consultadas por otros autores. La regla de oro a seguir es
no fiarse absolutamente de nadie. Hay que ver la documentación uno mismo.

4. Ante un abanico y un volumen de fuentes muy amplios es casi inevitable
que la sensación inicial sea de desconcierto, incluso de congoja a veces
amarga. ¿Cómo dominar una masa de papel de, quizá, muchos metros de
longitud?. Las preces no ayudan. En tales casos lo primero que hago es
ordenarla cronológicamente. Por una razón simple. El pasado fluye en el
tiempo. Lo que ocurrirá mañana no tuvo lugar ayer sino, que se produce,
precisamente, al día siguiente de hoy. Los acontecimientos, las decisiones,
se encadenan. Unos son consecuencia de otros o se ven antedatados por
otros. Es preciso dejar de lado, en esta etapa, toda consideración en
cuanto a la presentación literaria. Los flash backs, u otras fiorituras de
presentación, vendrán después.

5. La ordenación cronológica, dependiendo del tema, puede ser muy amplia o
muy estrecha. En algunos casos cabe hacerla por años, o por semestres, o
por meses, o por semanas. En otros puede ser necesario a acudir a la
distribución por días, incluso por horas. Hecha esta tarea tediosa llega el
momento de la lectura. Exige también mucho tiempo. Para poder dominar la
evidencia acumulada no es preciso leerse de golpe tres metros de
documentación. Yo empiezo siempre por la primaria. Puede procederse por
etapas. De lo que se trata es de tener un primer contacto con el pasado
reflejado en la documentación amasada. Si, como es de esperar, en esta
última conviven diversas temáticas, después de una primera lectura
convendrá clasificarla según temas, pero siempre cronológicamente. Hay que
ir distinguiendo de forma separada la naturaleza de los diversos procesos
que han ido, conjuntamente, marcando el pasado.

6. Normalmente el investigador empezará en este momento a atisbar cosas que
desconocía o en las que no había reparado. Llega el momento de tomar una
decisión drástica y es en este momento en el que, tengo la impresión, mi
"librillo" quizá se diferencie del de otros. Ojo: una vez más no pretendo
dar una regla general. Lo único que pretendo es poner al descubierto mi
forma de proceder. Me sirvió en Alemania en 1971. Me ha servido ahora,
escribiendo tranquilamente en Bélgica, pero con fondos españoles, para
redactar el libro que sale en este mismo mes.

7. Lo que hice entonces, he hecho desde entonces y aplicado es ponerme a
escribir. ¡A la carga! A escribir, claro, sobre la base de la evidencia
acumulada. Antes era materialmente bastante tedioso con las máquinas
mecánicas o luego eléctricas (las famosas IBM). ¿Quién no se acuerda del
recorte y del pegado físico sobre el papel de párrafos cuando había que
rectificar? Hoy, con los ordenadores, es infinitamente más fácil.

8. Cuando he explicado a mis alumnos que mi primera reacción es la de
escribir he visto siempre impresiones de incredulidad. ¡Pero si el
investigador no sabe nada, o muy poco, del tema! ¿Y lo que se haya escrito
al respecto? ¿Qué habrán dicho otros autores? Cabe hacer una docena de
objeciones más a ese activismo que consiste en pasar a la acción
inmediatamente. Sin embargo, no me cansaré de subrayar este aspecto que, al
menos a quien esto escribe, le parece el más importante del "librillo" que
utilizo. La continuación la semana que viene.
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