Todo lo sólido lo desvanece el mercado…

September 23, 2017 | Autor: Daleysi Moya | Categoría: Contemporary Art, Art Market
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Descripción

Todo lo sólido lo desvanece el mercado…

Para nadie constituye un secreto que las dinámicas contemporáneas de los procesos creativos en el mundo entero se hallan atravesadas por el componente económico. El mercado es una realidad imposible de eludir si se quiere comprender a fondo los modos en los que la producción artística de nuestro tiempo se integra y transita por los grandes circuitos internacionales. Los sólidos y aún crecientes lazos entre arte y el universo mercantil se han estrechado de tal manera, que hoy podemos aseverar que este último –el factor comercial– constituye uno de los agentes fundamentales, sino el principal, en el otorgamiento de valor simbólico a toda obra de arte. Con vistas a estimar cuán valiosos puede ser un creador y su propuesta, primero nos preguntaremos con qué galerías trabaja, en qué contextos feriales se mueve, cuáles son sus cotizaciones y su incidencia en las subastas más notorias. Una vez trascendido este escenario primero es entonces, y solo entonces, que nos preocuparemos por la crítica que le acompaña, su pertenencia a colecciones de museos e instituciones culturales de relevancia, su desempeño expositivo. La obra como objeto estético será lo último en este tipo de escrutinio, a fin de cuentas, no se trata del hecho artístico en sí, sino de su revestimiento simbólico de cara al constreñido espacio del arte. Esto no quiere decir que no continúen operando el resto de los mecanismos clásicos de legitimación. Las voces críticas y las publicaciones especializadas, los expertos e investigadores, los curadores de prestigio se mantienen incidiendo enérgicamente en el fenómeno de la canonización de las producciones del presente. Sin embargo, estos son mucho más efectivos cuando se trata de artistas emergentes, sin un historial conocido (o construido) dentro de los medios masivos de difusión y el gremio galerístico. Cuando el artista ha logrado sortear exitosamente este momento inicial, y ya sea por su calidad como creador o la rentabilidad de su trabajo, dio el paso clave para su carrera: formar parte del engranaje comercial, muy poco puede afectarle una crítica desfavorable1 o ser preterido por ciertos segmentos de la Academia. Su pertenencia al “Olimpo” de las artes visuales ya ha quedado garantizada, y solo una caída abrupta en sus indicares económicos podría revertir este estado de gracia. Eso o la indetenible pujanza de figuras de mayor atractivo, nuevos centros de atención en los que fijar la mirada y así saciar la sed de estreno de coleccionistas y dealers. La fuerza del mercado es tal, que en ocasiones nos resulta difícil precisar la lógica de los procesos de elaboración y reconocimiento de la artisticidad de un quehacer o autor dados, sin implicarle como variable mediadora. Nunca llegamos a determinar con certeza hasta dónde se internan sus redes. Por un lado, sabemos que las galerías, dentro de sus mecanismos de búsqueda de artistas a representar, toman en cuenta la opinión y los juicios de los agente históricos de legitimación (críticos, instituciones, centros culturales, publicaciones periódicas, premios). Por otro, dudamos de la “conveniente” coincidencia entre las figuras manejadas por las principales galerías del mundo, las de mayor impacto 1

En muchas oportunidades, la crítica negativa puede resultar incluso un incentivo para los compradores e interesados en el mundo del arte contemporáneo. Esto tiene que ver, según Stuart Plattner, con el legado de ineficiencia de gran parte de los juicios críticos durante el desarrollo de los movimientos occidentales de vanguardia.

mediático y las expuestas en los grandes museos –primordiales plazas de validación simbólica de cara a la sociedad. Esta sospecha viene a reforzarse con la constatación de la vasta influencia del capital privado en muchas de las colecciones de estos mismos museos, así como con la emergencia de una larga lista de centros no estatales en los que se expone una necesariamente tendenciosa selección del quehacer contemporáneo. El coleccionista constituye en la actualidad un catalizador esencial para la circulación de toda obra o firma autoral, y su incidencia en la configuración del escenario artístico mundial es innegable. Piénsese si no, en el crecimiento de los espacios comerciales a escala planetaria y en la vertiginosa emergencia de eventos direccionados a estimular el funcionamiento del mercado del arte (dentro de los cuales las Ferias llevan la delantera). No obstante, lo más llamativo de todo viene a ser que el papel desempeñado por el coleccionista como dispensador de validez artística y comercial, comienza a competir peligrosamente con el del resto de los actores culturales. El asunto, por supuesto, es bien complicado e imposible de reducir a un juego de opuestos binarios. Los caminos asumidos por el arte contemporáneo forman parte de un fenómeno mayor y sintonizado con el modo en el que las políticas económicas se articulan en todos los espacios del globo. Los resultados son varios (y no siempre negativos), sin embargo, queda claro que lo primordial viene a ser la hegemonía del elemento comercial en el ámbito de la producción artística ¿Quién, sino el dinero, es el gran protagonista de nuestro tiempo? Ante la pujanza del pensamiento racionalista, y sus cambios perceptivos con respecto al hombre y la sociedad modernos, Marx apuntaría que todo lo sólido se desvanece en el aire. Hoy podríamos afirmar, sin miedos a resultar tremendistas, que todo lo sólido se desvanece en los terrenos pantanosos del libre mercado –incluso, y sobre todo, el arte.

Daleysi Moya Noviembre, 2014

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