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Columna PD 89 TODAS MIS RELACIONES Por: Alfredo Gutiérrez Borrero
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(Con agradecimientos a mi dilecto colega, diseñador industrial tadeísta Fernando Álvarez Romero). Los lakota y otras tribus del pueblo sioux (nakota, dakota) del norte de los Estados Unidos, tienen la expresión Mitakuye Oyasin que traduce “todas mis relaciones” e involucra un modo entrañable de participar en interconexión con el mundo y vivir la creencia del vínculo con cuanto es. En lengua lakota la palabra ‘yo’ es inconcebible sin asociación con la dimensión existencial completa: vivir, sentir y pensar. Mitakuye oyasin, que vinculo con lo apuntado, en 1984, por el diseñador alemán Gert Selle (a quien seguro cité ya en otra columna, aunque no evoque cuál como ‘diomedesdiésca’ noticia de mi vejez): “El hecho es que el ordinariamente bello diseño del mundo es, en su conjunto, diseño, mientras todos los esquemas de gran diseño cargados con esperanzas de pedagogía cultural han corrido hacia el vacío o sido absorbidos por la belleza de lo cotidiano. El liderazgo que reclama el diseño ejemplar se ha vuelto extremadamente cuestionable. Y de seguro es equivocado mirar de reojo despreciativamente a los creadores anónimos de todas las bellezas cotidianas como si no fueran de pleno diseñadores. Porque lo son. Y es necesario aprender de ellos”. Selle y los lakota advierten contra la sofisticación de la práctica académica, o el elitismo hermético del oficio profesional, que encarcelan la posibilidad, cuando los diseñadores perdemos contacto con todas sus (mis/nuestras) relaciones. Hocoka ohomni wacinyekiyapi (nos reunimos en el círculo con esperanza), murmura la plegaria lakota. Y acaso en diseño sea propio reunirnos, no con la utopía occidental hostigada por fantasmas que plantean canónicamente cómo deben ser un mundo y una sociedad futuros crecientemente mejores y más desarrollados, sino con el aprendizaje paciente de la galaxia de alternativas que siempre estuvo, ha estado y estará allí, aquí, allá. Todas nuestras relaciones, cantemos con los lakota, las honramos en este círculo vital, a todas con nosotros hoy. Yo agradezco la oportunidad de reconocerlas en mi prosa. Al Creador, por el don supremo de la vida, agradezco (y aquí Dios asume tantas interpretaciones como interlocutores haya). A la nación mineral que construye y mantiene nuestros huesos y las bases de la experiencia de nuestras vidas, le agradezco. Por el plástico que nutren distantes seres prehistóricos a través del camino del petróleo, y por el metal que conduce la energía y la electricidad, y por la joya que con pericia configuran manos conocidas y anónimas en toda época y sector, por el cuarzo y por el yeso, y por el polimorfismo de la roca, los diseñadores encontramos motivos de cariño a la nación mineral. También profesamos cuantiosas gratitudes hacia la nación vegetal, por sus resinas y maderas; por sus fibras y hebras, y sus tintes y las sustancias todas que sustentan nuestros órganos, y brindan a los lakotas hierbas curativas y frutas gustosas para
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quienes diseñan alimentos. Agradecemos igual a la nación animal que nos da de comer su propia carne y ofrece su compañerismo leal; y honramos la inspiración biónica del hueso, las urdimbres de la lana, y las ligerezas de la pluma y la crin y el vellón de los pinceles. Diseñadores y lakotas giramos en la rueda sacra de la coexistencia terrenal engranados como un alma que aflora multitudinaria. Usamos y habitamos artefactos para el uso de mentes saludables que vengan del este, y de fuertes espíritus internos oriundos del sur; formas y colores que condensan paz interna del oeste, y atléticos cuerpos sanos que traen los vientos del norte. Para los lakota, la nación es: conjunto, dimensión vivencial, más que estructura económica, cultural y sociopolítica geográficamente limitada. Para los diseñadores, la rueda que configuran todas nuestras relaciones es espejo que nos refleja inspiración en la convergencia de los instantes medibles, sentibles y eternos. Quienes peregrinamos las vías del diseño requerimos hacerlo en concordia con la nación del espíritu que nos guía invisiblemente por entre los altibajos de la vida y preserva una antorcha lumínica a través de las edades, pues en cada acto creativo hay razones para agradecer, en las mareas del cambio y el crecimiento, en el ir y venir tecnológico que muta centros en periferias y viceversa. Todos ustedes, los que nos hacen ser lo que somos, señala el canto lakota, que por simpatía y capricho convierto en leitmotiv diseñador, son nuestras relaciones, nuestros parientes, sin los cuales no viviríamos, sin los cuales esta columna no existiría, ni en el papel, como atrapada dicción entintada, ni en la informática malla por donde mis párrafos brincan entre refulgentes pantallas. Vivientes y presentes, personas y materiales, rodamos en el círculo de la vida juntos, con nuestra existencia y codependencia entretejiendo destinos. Nadie más significativo que otro. Sin tecnopías, ni dictadores de cánones o “tiradores de línea”, cada nación evolucionando de la otra y cada una dependiente de las demás en un gran diseño. Así, cuando la vorágine del Eclesiastés técnico señala “Nada hay nuevo bajo el sol”, Nos, las gentes de la nación del diseño, procuramos con cariño e inteligencia cuidar, transformar, recuperar y preservar en servicio de las demás para que “Todo lo antiguo reaparezca y permanezca renovado. Todo “buena medicina”, en sentido lakota (¡y de diseño!), sanadora de todos los pueblos, seres y artefactos de la tierra que se mueven a ritmos diferentes de los del progreso. Medicina sin laboratorios farmacéuticos, ni tratamientos, ni doctores. Agradezcamos a todas nuestras relaciones, por la curación del frenesí y de la ambición, por negar el estatus de basura despreciable a cualquier partícula material. Diseñemos no para volver a la cotidianidad, sino para asumirla en su “perennemente-‐estoy-‐aquí” como laboratorio del diseño que permite a cada ser humano y a cada criatura de la naturaleza y la artificialeza existir, con el valor de uso y la función que le corresponde en el sinnúmero de la circunstancia. Por ello todas mis relaciones, les agradezco, y hago mis votos porque muchos diseñadores abracen la totalidad de las naciones, mineral, vegetal, animal, humana, espiritual y del diseño, libres de la agenda reduccionista del mercantilismo. ¡Mitakuye Oyasin!
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