Todas las muertes

July 19, 2017 | Autor: Milagro Carón | Categoría: Visual Arts
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Descripción

Todas las muertes
¡Él ha muerto! Sus restos descansan ahora en este ataúd para que podamos despedirlo como él hubiese querido. Se murió en la búsqueda de la verdad, de la verdad de la muerte, la única verdad que importa. ¡Él ha muerto!
¡No! ¡Esperen! ¡Creo que respira!
¡Sí! ¡Yo lo veo! ¡Aquí está!
Entonces Él se levanta y nos mira enfadado como culpándonos de algo.
¿Qué es lo que le pasa?
¡No sé! ¡Es como si no estuviera contento de estar vivo!
Sale del ataúd, y camina entre nosotros. Nos habla, lee, revuelve dentro del ataúd como si fuese una máquina en la que algo no funcionó.
Se para y frente al ataúd grita desaforado: - ¡He muerto! ¡He muerto!
Nadie se atreve a contradecirlo pero algunas sonrisas nerviosas se esbozan entre los presentes.
De repente se mete de nuevo al ataúd. Lo cierra, lo abre, lo cierra y lo vuelve a abrir. Mueve las obras, las tira, las vuelve a meter, se pone a escribir. Nos mira y repite: - ¡He muerto! ¡He muerto! ¡No sé si se entiende!"


Lo contemporáneo, que antes era un destino, casi inconsciente de algún modo, porque no se podía vivir en otra época, … desde ahora se ha vuelto un pensamiento. "¿Es cierto que estamos acá? ¿Es audible esta tristeza?" diría un poeta. Puesto que una mayor conciencia del presente implica siempre una especie más aguda de padecimiento.
Silvio Mattoni
Repetir hasta el hartazgo (hasta el fracaso). Repetir todo hasta que quede claro, de una claridad imposible. La repetición es un mecanismo a la que el ser humano está acostumbrado, es parte intrínseca de su ser. Salvo el nacimiento y la muerte todo lo demás se repite, no podemos hacer otra cosa que repetirnos.
Sólo podemos estar cansados de muerte, de sus infinitos instantes. De morir y morir siempre una y otra vez sin llegar a la real muerte, que no es tal porque no es posible, porque no puede ser dicha. La pequeña e insignificante muerte que somos la decimos hasta que al final nadie más puede escucharnos.
Para Macedonio Fernández las muertes que implican una separación trágica, una aniquilación radical, no pueden ser verdaderas muertes. Él no puede creer en ellas porque falta algo por decir.
Pablo Rosales nos presenta tantas muertes como temas o muchos temas que parecen muertos. La muerte del arte, la muerte de su tiempo, la muerte de la belleza y lo verdadero, la muerte de la obra, la muerte de la crítica, etc., etc. ¿Pero es él un quejoso nihilista que se regodea en su propio vacío? ¿Es su tiempo el del verdadero vacío? ¿Un vacío de qué? llega él mismo a preguntarse.
¿Por qué sonreímos cuando lo leemos? Porque él mismo se ríe de su tono tragicómico y sincero. Es trágico y al mismo tiempo no podemos creer en la tragedia. Él dice estar a destiempo, como su propia muerte. Al hablar de estos temas muertos, al morir y hacer morir cada una de las cosas en realidad lo que muestra es su transitividad mortuoria. Anula la muerte y la sobrepasa. Vuelve entonces a todos los tiempos, a todos los temas.
Fracasa al morir, ¿fracasa entonces la obra? Sí, y su fracaso es finalmente su último éxito. Porque al poner en obra aquello que no es, que no puede ser más que otra cosa, realza su contradicción constitutiva.
Nos encuentra entonces en esta muerte donde todo está aún por decir.
Mili Carón






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