Tierra y territorios rurales. Usufructo de la tierra y presión de compra en el Uruguay

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Descripción

Tierra y territorios rurales, usufructo de la tierra y presión de compra en el Uruguay.1.

PAULA FLORIT (FCS-FHUCE-UdelaR) [email protected] MAXIMILIANO PIEDRACUEVA (FCS-FHUCE-UdelaR) [email protected]

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El presente documento es resultado del Proyecto “Extranjerización de la Tierra: una caracterización” realizado en el marco de los Proyectos de Iniciación a la Investigación de CSIC – UdelaR. El trabajo de campo en el que se asienta el proyecto es la ejecución de una encuesta a establecimientos rurales, realizada mediante un muestreo por conglomerado en dos etapas, y la conjugación con un proceso de entrevistas semi-estructuradas a actores vinculados a diversas áreas y rubros de las producciones nacionales y extranjeras.

Tierra y territorios rurales. Florit-Piedracueva.

VII Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales. 1, 2, 3 y 4 de noviembre de 2011. Buenos Aires. Publicación Digital: Facultad de Ciencias Económicas. Universidad de Buenos Aires. ISSN: 1851-3794.

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Tierra y territorios rurales. Florit-Piedracueva.

i.

El fenómeno de extranjerización de la tierra. Si bien la adquisición de tierras por parte de extranjeros cuenta con larga data en el Uruguay2 las

discusiones y estudios sobre el fenómeno son recientes y se relacionan con otro fenómeno: la concentración. Esta tampoco es un fenómeno nuevo en el país, puesto que el Uruguay se ha caracterizado por contar con grandes latifundios principalmente al norte del territorio nacional, por lo que la discusión y el tratamiento actual del tema deben contemplarse de manera compleja. “La concentración de la tierra en el Uruguay se produce en forma relativamente constante desde 1956 hasta la actualidad, y tiene el carácter de ser creciente y acumulativa” (Vasallo; 2006; 56), asimilando la relación del fenómeno al contexto de globalización, de la nueva centralidad del factor tierra y del proceso nacional de búsqueda de una estrategia de crecimiento.

El actual proceso de

extranjerización en el país se vincula principalmente al asentamiento del agronegocio en el continente y a profundas transformaciones en cuanto a la demanda de tierras como factor productivo. El proceso de extranjerización de la tierra se desarrolla a nivel mundial como consecuencia de varios procesos que se yuxtaponen y superponen alterando el mercado de commodities. En este encuadre los diversos países y sus agentes privados, según su situación financiera y su potencial económico pre existente, responden a la alteración del mercado desde sus recursos y potenciales. En esta configuración los países latinoamericanos, y el Uruguay en particular, se ubicaron como países anfitriones, buscando la captación de inversión extranjera mediante diversas estrategias de apertura y privilegios para las mismas.

La tierra aparece en el nuevo mercado de commodities como un

recurso de gran valor puesto que en ella se asientan las diversas producciones que al unísono son mundialmente demandadas. El mercado de tierras uruguayo aparece como objeto de interés tanto dentro como fuera de la región y la política de captación de inversiones nacional refuerza los beneficios de la compra de tierras uruguayas. En consecuencia el Uruguay sufre a partir del 2003 un proceso profundo de transacción de tierras tanto en forma de compra como de arrendamiento. Estas inversiones extranjeras se concentran en cierto tipo de modelo de producción y en algunos rubros en particular, removiendo la base de distribución y condiciones de la fuerza de trabajo y el perfil productivo del país. El impulso de la forestación –habilitado y estimulado a nivel de política pública- y el proceso de arrendamiento principalmente sojero configuran un nuevo paisaje agropecuario. Una de las principales consecuencias de los cambios sucedidos en la última década es precisamente la competencia intrasectorial por el dominio del factor tierra a nivel mundial, lo que ha impactado en el Uruguay y la región. La competencia intrasectorial por el factor tierra se da a partir de la explosión de los mercados de commodities (demanda y precio) impulsada principalmente por la agricultura, que cobra importancia en la producción agropecuaria a partir de una mayor demanda de

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Por ejemplo las colonias ubicadas en el litoral suroeste del país.

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granos tras el ingreso de China e India al mercado, y por otra parte a través de la mayor demanda con destino a los Agrocombustibles. En este contexto la agricultura, principalmente la de secano, comienza a ejercer una presión de acceso a tierras productivas sobre otros rubros como la ganadería y lechería, entre otros rubros “tradicionales”. Se suma a estos rubros, el hecho de que Uruguay cuenta con la particularidad de fomentar la inversión en tierras a través de la forestación lo que agrega un nuevo competidor a la pugna por la tierra nacional. Los intereses de estos dos rubros (agricultura de secano y forestación) son distintos en cuanto a los requerimientos del tipo de suelo por lo que sus intereses, en principio, no se enfrentaban entre ellos, siendo los otros rubros, principalmente los ganaderos, quienes se vieron relegados. Según Vasallo (2010) fueron 4 los espacios de competencia intrasectorial en el Uruguay: 1) Forestación-ganadería de cría; 2) Agricultura de secano-Lechería; 3) Agricultura-Agrícola ganadero; 4) Ganadería de engorde-Lechería. Por otra parte, hubieron sectores productivos que no cedieron lugares por distintas razones (arroz, citricultura, fruticultura) sin embargo los sectores ganaderos, principalmente los dedicados a la cría, fueron quienes se vieron mayormente afectados. Los niveles de la competencia, según lo manejado por Vasallo, refieren al análisis del Margen Neto o del Margen Bruto de la producción donde un productor ganadero se ve sometido al análisis de su opción de cambiar de rubro a través del cálculo diferencial entre las ganancias de los rubros. En este escenario a los costos del productor ganadero se debe computar el “alquiler que la ganadería debe pagar a la agricultura por el uso de la tierra” (Vasallo; 2010: 165) puesto que la rentabilidad de la agricultura es mayor. Los dos rubros expulsores, la agricultura de secano y la forestación, son relativamente nuevos en el país y han llegado principalmente a través de agentes externos a la economía nacional. La llegada de las transnacionales forestales y sojeras, como así también el desembarco de productores argentinos de granos3. En este terreno el Uruguay cuenta con algunas ventajas competitivas y comparativas con los países de la región, en primer lugar el precio de la tierra en Uruguay es menor que en sus países vecinos; por otra parte en cuanto a la forestación el Uruguay cuenta con ventajas en su suelo que permiten un rápido crecimiento de los árboles, y en la fase industrial cuenta con el beneficio de las zonas francas, a diferencia de sus vecinos. “En el caso de la agricultura de secano, la expansión de la producción agrícola Argentina llevó a una creciente presencia de productores y empresas de este origen en el Uruguay.” (Vasallo, 2010: 80) La calidad de extranjeros de los mencionados rubros implica ciertos cambios a nivel socio-productivo en el país que al mismo tiempo generan repercusiones a nivel global. La novedad de los rubros trajo consigo nuevas estrategias de organización empresarial, nuevas culturas de inversión, un know how determinado, nuevas estructuras laborales, entre otras. Al mismo tiempo el desplazamiento de otros rubros, como la

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Éstos deciden llegar a Uruguay principalmente por dos cuestiones: el precio de la tierra y las medidas tributarias en Argentina. (Vasallo, 2010)

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ganadería, llevó a que éstas también debieran modificar sus modelos productivos, como por ejemplo la incorporación del engorde en corrales dada la escasez de tierras. Otro de los cambios directos e indirectos de la llegada de producciones con lógicas externas al país fue el desarrollo de la agroindustria. Los tópicos en torno al desarrollo de la agroindustria caen por razones cuantitativas y cualitativas en los complejos forestales de fase industrial a través de la instalación de BOTNIA (hoy UPM) y más recientemente con el Joint Venture Montes del Plata en el que se prevé una inversión de 1500 millones de dólares en una nueva planta. Estas megainversiones extranjeras son el reflejo más alto de un proceso agroindustrial que viene acaeciendo en el Uruguay liderado principalmente por empresas transnacionales. Si bien el proceso extranjerizador del país se explica a través de la incursión de empresas transnacionales a través de la modalidad de instalación de industrias y acceso a tierras, la magnitud del fenómeno sigue siendo hasta la actualidad una interrogante. La presencia de empresas extranjeras que adquieren tierras nacionales en modo de propiedad o arrendamiento son un indicador útil de la magnitud del fenómeno, sin embargo el Uruguay no cuenta con cifras exactas debido a dificultades metodológicas de relevamiento y por otra parte por la legislación y reglamentación vigente. No obstante existen algunos intentos reflexivos sobre la temática los que se apoderan de la escasa información accesible. Para ello se articulan datos del último Censo agropecuario del año 2000 con información obtenida de ciertas empresas extranjeras. Según el Censo Agropecuario del año 2000 en el Uruguay existían 1730 predios en manos de propietarios extranjeros, aproximadamente un 3% quedando un 0,8% sin conocer debido a que figuraban como Sociedades Anónimas. Los discursos actuales rezan que ese porcentaje se vio incrementado y para ello se toman en cuenta algunos datos de empresas y los contratos de compra-venta y arrendamientos de los últimos años. Tabla 1. Nacionalidad de propietario según Censo Agropecuario 2000 Nacionalidad

Frecuencia

Porcentaje

Uruguayos

54908

96,1

Extranjeros SA (otros Grupos)

1730 493

3,02 0,8

TOTAL

57131

100

Fuente: Elaboración propia en base a Censo Agropecuario 2000

Piñeiro (2011) señala que entre el año 2000 y el 2008 se tranzaron en el país cerca de 5 millones de hectáreas de las cuáles un 6% fueron adquiridas por extranjeros, no obstante existe un 55% de las hectáreas que fueron adquiridas por Sociedades Anónimas. El análisis que se realiza actualmente es que gran parte de las SA son empresas extranjeras y por ello se entiende que el proceso de extranjerización y concentración de la tierra viene creciendo de manera precipitosa.

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Tabla 2. Superficies vendidas y adquiridas según nacionalidad. 2000-2008.

Fuente: Piñeiro, 2011

Según el mismo informe y algunos relevamientos de este equipo, existen empresas extranjeras como RMK (38.000 hás), UPM (220000 hás)4, Montes del Plata (250.000 hás), El Tejar (160.000 hás), Weyerhaeuser (140.000 hás), Agronegocios del Plata (100.000 hás) que muestran indicios sobre un proceso de adquisición de tierras de parte de extranjeros en una cuantía significativa. “La información muestra que la situación es más compleja: las tierras perdidas por los uruguayos es ganada por “adquirentes que no son personas físicas” es decir que son Sociedades de diverso tipo cuya nacionalidad no es posible conocer aunque se pueda suponer que posiblemente muchas de ellas sean de inversores extranjeros.” (Piñeiro, 2011: 23) No obstante esta información, no se cuenta con datos

exactos pues muchos provienen de las mismas empresas y no cuentan con una

corroboración empírica consistente, sobre todo por las falencias de registro a nivel nacional. Es menester prestar atención a que el fenómeno de extranjerización a través de la adquisición de tierras en propiedad se acompaña de un proceso paralelo de adquisición de tierras en administración y en medianería. La administración de tierras en arrendamiento y en medianería cuenta con sus particularidades y en muchos casos depende del rubro productivo al que se aplique, es más común el arrendamiento de tierras para la agricultura de secano que para la forestación debido a los plazos de productividad5. Por otra parte las empresas forestales y dedicadas a la agricultura de secano desarrollan estrategias de medianería con productores en las que la empresa brinda insumos y asistencia técnica y el productor brinda la tierra compartiendo ganancias en época de cosecha. A modo de ejemplo se puede citar el Programa de Fomento de la empresa UPM en el que administran a través de arrendamientos totales y parciales aproximadamente unas 20.000 hás manejadas a partir de 106 contratos con productores.

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En propiedad y en administración.

Si bien a partir de la reforma de la Ley de Arrendamientos se extienden los plazos para el sector forestal lo que puede implicar un aumento en este tipo de contratos en el rubro.

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Según la información proporcionada por DIEA la cantidad de contratos de arrendamiento en el año 2009 asciende a 2091 de los cuales un 6% (incluyendo extranjeros y personas no físicas) arrendaron aproximadamente un 55% de la tierra tranzada.

Tabla 3. Arrendamientos según nacionalidad 2009.

Como puede deducirse de los anteriores apartados, el desafío de la medición de la extranjerización de la tierra radica en las (a) dificultades propias de las encuestas o censos en el medio rural, y (b) la existencia de una alto porcentaje de las transacciones realizadas en el último período que se presentan en forma de sociedades anónimas o de grupos no identificables por su nacionalidad. En este sentido, existe un elemento legal de protección que obstaculiza el acceso a la información y que se mantiene en vigencia en el censo agropecuario actualmente en desarrollo. Desde ese enclave de desconocimiento el presente proyecto supuso, por ende, buscar adicionar al debate una estimación de la extensión del fenómeno en los departamentos del norte del país. Las limitantes financieras de un proyecto como el presente, proyecto de iniciación a la investigación, obligan a manejar amplios márgenes de error en los procesos de inferencia, no obstante, los hallazgos obtenidos permiten echar luz sobre algunas de los acercamientos anteriormente presentados6. Como lo muestra la tabla 4. la encuesta realizada a predios del norte del país permitió identificar la existencia de entre un 8,4% y un 11,2% (α = 0,05) de los predios en propiedad de capitales extranjeros.

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Se destaca que se ha considerado que en la instancia de medición e identificación el relevamiento de arrendamientos ha sido poco confiable, encontrándose casos de subdeclaración voluntaria de los arrendamientos por parte de capitales extranjeros o estrategias de medianería con capitales extranjeros viabilizadas mediante intermediarios nacionales. Esta situación llevó a desestimar la credibilidad de los datos en torno a arrendamiento y a exponer únicamente los datos vinculados a la extensión de la extranjerización de la tierra en propiedad.

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Tabla 4. Extranjerización en propiedad al norte del país. Valor

Límite inferior

Límite superior

Puntual

(α=0,05)

(α=0,05)

Establecimientos en manos de extranjeros.

9,8%

8,4%

11,2%

Tierra en manos de extranjeros.

14,2%

5,7%

22,7%

5,9%

1,1%

Tierras en manos de extranjeros que figura como S.A.

10,7%

Fuente: Elaboración propia a partir de Encuesta por Conglomerados a Establecimientos Rurales.

Este porcentaje resulta significativamente diferente a los valores conocidos hasta el censo 2000 y contempla la existencia de predios comprados a nombres de titulares de capital extranjero como inscriptos a través de sociedades anónimas u otros no identificables. Las características concentradoras del modelo extranjerizador, características previamente mencionadas, obligan a señalar que si bien se realiza una estimación de los predios puntuales en manos de capitales extranjeros –identificación de gran relevancia para el análisis de desarrollo local-, los mismos pertenecen a un número menor de empresas, ya que las mismas empresas trasnacionales realizan compras de múltiples predios en diferentes locaciones. En consonancia con esta perspectiva concentradora, la tabla evidencia que el porcentaje de tierra en propiedad supera ampliamente el porcentaje de predios, denostando la compra de predios de gran envergadura o la fusión de predios más pequeños a manos del capital extranjero, de modo que el alcance de este se ubica entre un 6% y un 23% de las hectáreas del norte del país. Si bien el tamaño de la muestra resigna a un intervalo de confianza amplio, se evidencia que el 6% identificado por Piñeiro (2010) aparece como el menor valor posible para las hectáreas en propiedad directa (únicamente compra). Asimismo, y en consonancia con lo identificado por el autor, la tabla evidencia que el peso de las Sociedades Anónimas es de enorme importancia entre las propiedades extranjeras, encontrándose en esta situación aproximadamente el 60% de los predios extranjeros identificados. De ese modo las sociedades anónimos u otro tipo de sociedades no identificadas de origen extranjero abarcan entre el 1,1 y el 10,7% de las hectáreas del norte del país. Este dato es significativo, porque evidencia al unísono una forma de apropiación extranjera –un modelo empresarial a través de S.A.- pero también modera la concepción de que el 55% de los predios transados a grupos no identificados se han vendido a extranjeros, al desnudar la existencia de un porcentaje importante transadas en propiedad de grupos o sociedades anónimas que –por descartese han comprado por capitales nacionales no identificados. Retomando un análisis conjunto de los predios en propiedad de capital extranjero, más allá de la forma de titulación, se puede reforzar la idea de que es un modelo concentrador al contraponer el número promedio de hectáreas de sus predios (905 há promedio por predio) frente al promedio

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de hectáreas de los predios nacionales (595 há). Profundizado al considerar la cantidad promedio de há por empresas extranjeras –con la desigualdad interna que sabemos existe- las mismas incrementan ampliamente su há promedio hasta alcanzar una media de 1488 há por empresa extranjera. Por último, cabe señalar que la distribución de hectáreas tanto entre los nacionales como entre los extranjeros no sigue una distribución normal, por el promedio aparece como una primera ilustración algo desfigurada de la real distribución de la tierra, en particular para el caso nacional que se asienta como muestra el gráfico 1 sobre una amplia base de pequeños predios inferiores a las 50 há. Gráfico 1. Comparación en la concentración de la tierra por predio en propiedad entre nacionales y extranjeros al norte del país. 45 40

EXTRANEJROS NACIONALES

35 30 25 20 15 10 5 0 0-49

50-99

100-199 200-499 500-999

10002499

2500 y más

Fuente: Elaboración propia a partir de Encuesta por Conglomerados a Establecimientos Rurales.

En suma, el capital extranjero, además de concentrarse en ciertos rubros –prácticamente reproduce sólo dos rubros a saber, agricultura de secano y forestación- se asienta sobre un modelo de producción concentrador, disponiendo de porcentajes altos de la tierra en manos de las mismas empresas trasnacionales. La diversidad de tamaños y rubros de la producción nacional confronta su estructura agraria con un proceso extranjerizador que se asienta sobre un modelo de gran escala, al unísono concentrador y de rubro único.

ii.

La extranjerización de la tierra y el impacto sobre los actores territoriales. La sección anterior se orientó a mostrar el contexto en que el proceso conocido como

“extranjerizador” se ha desarrollado, así como la dimensión del fenómeno a nivel mundial y en particular su extensión en el Uruguay. A este enfoque, cabe adicionar la mirada de la sociología rural y la economía agraria que entiende determinante para comprender la centralidad del

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acontecimiento el hecho de que el objeto de la inversión sea la tierra de uso agropecuario. El contexto mundial anteriormente presentado re centra al recurso tierra en la agenda mundial y fuerza para su comprensión el retorno a dos debates clásicos, a saber, el debate en torno al acceso a la renta de la tierra mediante relaciones de apropiación del recurso, y la llamada “cuestión agraria” orientada a desnudar la polémica en torno a quiénes deben y pueden ser los usufructuarios de este recurso en los diversos modelos de desarrollo. En consecuencia, el presente trabajo se ha destinado a ilustrar la vigencia de estas temáticas en el proceso de extranjerización de la tierra en el Uruguay, así como a evidenciar algunos impactos de las mismas para los restantes actores de la escena agropecuaria.

ii.a. Renta de la tierra. La concepción subyacente a un proceso de extranjerización como el presente, tanto al impulso foráneo como a su admisión desde el territorio nacional, parece ser la de concebir a la tierra como un capital más en el proceso de comercialización y enriquecimiento individual. Desde esta perspectiva, típicamente neoclásica, la tierra es otro capital que se introduce en el mercado y cuyo valor se rige por los mismos criterios de oferta y demanda de los restantes capitales, a los cuales cada actor individual –desvinculado de una clase social de pertenencia- se acerca o distancia en función de sus posibilidades en el mercado. No obstante, la posición teórica clásica desarrollada especialmente por Ricardo y Marx, señala que la tierra no aparece como un capital más, sino como un recurso y que los productos agropecuarios si bien toman valor por la aplicación de trabajo humano –trabajo socialmente requerido-, demandan para su producción del uso de los recursos naturales. Desde esta mirada la tierra como factor de producción no es homologable a otros factores de la producción, ya que la misma no es producida por el trabajo humano, es finita, no reproducible, es de uso ilimitado si se la conserva adecuadamente, pero agotable por sobre uso, no es transferible o movilizable, y tiene según el territorio capacidades de producción variables vinculadas a la calidad o fertilidad de la misma. Este factor, siendo imprescindible como los restantes recursos naturales, se distingue de los mismos por ser el único recurso sobre el que existe un criterio consensuado7 sobre la legitimidad de la apropiación individual. De modo que la propiedad de la tierra actúa como base física de la apropiación de los restantes recursos naturales en el acto de la producción agropecuaria. En tanto los bienes que producen son de enorme importancia para la supervivencia de las sociedades (alimentos y crecientemente alimento para el ganado, insumos para biocombustibles y para papel), la producción agropecuaria tiene el efecto de subir los precios de venta de los productos en el 7

No se ignora que es un consenso visible pero que se asienta sobre la existencia de disensos por parte de actores sociales varios, no obstante a nivel nacional existe una legislación habilitante y proteccionista en este sentido y desde los principales partidos y programas políticos no existe cuestionamiento real sobre el tema.

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mercado, sin habilitar su sustitución. Esta demanda creciente se traduce entonces en la sobre valoración de la producción, pujando por la utilización de toda la tierra, y alzando los valores hasta que la porción menos fértil del suelo logre producir de manera redituable. En consecuencia es el trabajo que es necesario añadir a la última parcela de tierra el que signará la pauta de valor para los productos agropecuarios. “El aumento de la fuerza productiva del trabajo que emplea no emana del capital ni del propio trabajo, sino del mero empleo de una fuerza natural diferente del capital y del trabajo, pero incorporada al capital. (…) Emana por el contrario, de una fuerza natural monopolizable que, como la caída de agua, sólo se halla a disposición de quiénes a su vez dispongan de determinadas porciones del planeta… “ (Marx, 1894: 828 – 829) Esta particularidad de la tierra se traduce en la existencia de una renta de la tierra, abonada al propietario de la misma como una fracción del ingreso obtenido en la comercialización de los productos agropecuarios. De forma tal que la ecuación de la producción agropecuaria desglosa su ingreso dinerario o su potencial de intercambio en el mercado en tres componentes, a saber, la renta pagada al terrateniente, el salario remunerado por el trabajo y la ganancia obtenida por el capitalista. Este fraccionamiento en componentes que señalaba la literatura clásica al observar una producción donde aparecían tres figuras –el trabajador, el “inversor - productor” y el dueño de la tierra-, no pierde vigencia por la existencia de configuraciones disímiles como la convivencia en uno de varias de estas figuras. La primacía natural de la producción agropecuaria frente a las restantes producciones establece la posibilidad de la producción en las peores condiciones, como se señalaba anteriormente, generando una presión sobre los precios que siempre sitúe la tasa de ganancia de esta producción por encima de la ganancia media a fin de que el capitalista logre una tasa de ganancia que lo inste a su producción y le permita asimismo el pago de la renta de la tierra correspondiente al uso de la misma. En el marco mundial de una fuerte crisis alimentaria y de la creciente presión por la generación de fuentes alternativas de energía, esta configuración en torno a la preeminencia de los productos agropecuarios y su consecuencia sobre la renta de la tierra tiene inusitada vigencia.

La

puja de demanda por escasez se traduce entonces en el incremento de la ganancia de los terratenientes, y en particular de aquellos terratenientes dueños de las tierras más productivas. En tal sentido, la producción agropecuaria tiene aparejada una diferenciación estructural que impide que la producción se sitúe mayoritariamente en el nivel medio de ganancia vía mercado8, sino que se sitúa en el nivel de rentabilidad del suelo menos fértil. (Benchimol y Romero, 2007) Esta valorización más allá de la inversión en trabajo y capital trae aparejada la existencia de una sobre ganancia (renta

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En las restantes ramas el capital invertido y el trabajo se vuelcan al mercado, de manera que uno y otro factor pujan entre sí para estabilizar un precio del producto, precio que resulta del nivel medio de productividad.

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diferencial9) nacida en las propias diferencias de la tierra (Giarraca, 2008). La tierra produce un excedente económico nacido del diferencial de fertilidad y cuyo valor es producto del trabajo agregado para permitir la producción en condiciones disímiles propias de cada parcela de tierra. Esa ganancia diferencial que produce las condiciones del recurso natural por sí mismo irá a las manos de su poseedor, quien se apropia de los excedentes de un recurso natural bajo la forma de propiedad de la tierra. Asimismo la rama agropecuaria se relaciona con las restantes ramas de producción al ser la fuente principal de insumos para las mismas. En aras de mantener la tasa de ganancia de la producción agropecuaria por arriba de la tasa media de ganancia, la rama agropecuaria actúa de manera de apropiarse de la plusvalía de las restantes ramas, adueñándose de las ganancias de los restantes sectores. En la práctica eso traduce en que la producción agropecuaria tiene precios de intercambio notoriamente altos frente a los restantes precios en el mercado nacional, y en que los costos de los alimentos se ubican en valores particularmente altos ya que compiten entre sí y con otros posibles usos de la tierra. Del mismo modo, la renta de la tierra, y por ende el precio por el cual la misma se comercializa, se ubica en niveles extraordinariamente elevados.

Esta relación entre

ramas sin embargo no siempre toma la configuración antedicha, sino que en ciertas condiciones sociales y políticas la producción agropecuaria y su rentabilidad es utilizada como fuente de ingresos para el estímulo de las restantes ramas. Fue esa la estrategia vigente en el Uruguay batllista donde el precio de los alimentos se ubicaba especialmente alto para la comercialización mediante exportaciones y la estrategia nacional hacía uso de destrezas impositivas que permitían financiar el proceso de industrialización uruguayo. En este sentido quién y cómo se da la apropiación de la renta de la tierra, en particular en contextos de incremento de su costo, es un elemento central en el modelo de desarrollo nacional.

ii.b. Mercado de tierras: aumento del precio y presión de compra. El Uruguay fue objeto de paquetes de inversión e inversiones individuales que se facilitaron por las normativas vigentes y suscritas en el país, así como por el modelo de crecimiento adoptado que estimuló la inversión extranjera. Esta definición nacional, aunada a la coyuntura global que presiona por el uso de tierras, coadyuvó para configurar un nuevo mercado inmobiliario rural y una remoción de las estructuras de propiedad y distribución de la tierra pre existentes. El año 2003 significó para el país un año de quiebre en cuanto al comportamiento del mercado de tierras e instauró hasta el año 2008 un mercado con gran actividad y donde el precio de la misma sufrió un vertiginoso incremento. Vasallo (2011) identifica la existencia de tres períodos en el mercado de 9

Se entiende que no es necesario entrar en la lógica propia de la división de los diversos tipos de renta en la perspectiva marxista para continuar con el razonamiento, para profundizar la cuestión puede leerse el tomo 3 de “El Capital” (Marx, 1941)

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tierras uruguayas en los últimos 30 años, un período entre 1981 y 2002 de precios bajos y escasa actividad, un período entre 2003 y 2008 donde los precios comienzan a ascender y el porcentaje de tierra transada se dispara, y un período a partir de fines del 2008 donde el precio de la tierra se mantiene alto pero mercado se ha enlentecido. Entre el primer y el segundo período la hectárea aumento en promedio cuatro veces su valor en dólares corrientes, aumentando de 300 a 800 dólares a precios constantes (Vasallo, 2011: 143). El precio de la tierra, como se ha señalado ya, deviene de la estimación de la renta por los productos que en la misma es posible producir, al igual que el precio de arrendamiento supone una estimación futura de la renta que es dable percibir por el período de arrendamiento. En consecuencia las definiciones conceptuales anteriores dan sentido al incremento del precio de las tierras que el país sufrió a partir de 2003. Este proceso de fijación de precio, si bien fue vertiginoso para el mercado de tierras nacional, se fue desarrollando progresivamente, en diálogo con acontecimientos puntuales y con la generación de un mercado de demanda dispuesto a comprar o arrendar la tierra uruguaya. Previo al año 2003 el país contaba con una distribución de tierra que reflejaba una baja presencia de capitales extranjeros, inferior al 4% si se consideran tanto los productores extranjeros como sociedades anónimas de origen desconocido, asentándose pues sobre una producción nacional de conformaciones disímiles. La generación de una novel demanda exógena, y de un mercado inmobiliario rural diferente, “aterrizaron” en consecuencia sobre una base de productores pre existentes en torno a los cuales parece pertinente reflexionar. La producción agropecuaria nacional arribó al siglo XXI en un proceso de endeudamiento profundo y extendido, acentuado en la década del ‘90, que atentaba contra la rentabilidad de la producción agropecuaria en el país. Este proceso de endeudamiento sistemático del campo constituía un

Cuadro 2.Comparación de PBI Agropecuario y endeudamiento del sector.

objeto de preocupación económica y política que requirió en diferentes instancias la intervención estatal y el particularismo en el tratamiento del sector. La concepción de un agro estancado y en particular la crítica situación del mismo en tanto a concretar un negocio redituable captaba fracciones de la agenda pública y cuestionaba el destino “pastoril” de nuestro país. Esta visión del agro no era homogénea y varias10 fueron las explicaciones dadas en torno a cómo amplios sectores del agro llegaron a la situación de endeudamiento mencionada, variando en cada una de estas versiones la nobleza asignada a los productores rurales, no obstante ninguna de ellas negó la existencia de un fuerte endeudamiento.

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Al respecto se recomienda la revisión de Piñeiro 1996, Hernández 2004 y Picerna 2005.

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A modo ilustrativo el gráfico 211, tomado de Hernández (2004) compara el crecimiento del sector con el crecimiento de su endeudamiento, señalando la dificultad del mismo para romper la situación de “retén” que las deudas contraídas le suponían. Este esquema de endeudamiento y el estancamiento precedente comenzó a generar en el país una visión de ineficiencia del agro y de incapacidad del sector en particular y del país en general de hacer un uso rentable de los recursos disponibles. Esta percepción de incapacidad, identificada por Agter – IFAD - ILC (2009)12 como un patrón común a los países que posteriormente se ubicaran como “países anfitriones”, forjó a nivel de ciertos sectores del país una predisposición a considerar modelos alternativos para el uso de la tierra agropecuaria, desestimando la eficiencia de la producción nacional. En este contexto la crisis económica que atravesó el país en el año 2002, y el aditivo particular de la fiebre aftosa para el sector agropecuario, constituyeron dos elementos lapidarios para la producción agropecuaria rural. Desde este encuadre los productores asentaban su producción sobre una tierra depreciada por la escasa demanda interna de tierra y

buscaban la

subsistencia desde una posición de endeudamiento que hacía casi imposible la búsqueda de alternativas desde el propio predio. De modo que en el territorio nacional, y desde una perspectiva regional,

conviven tres

procesos que estimulan el traspaso de predios agropecuarios a manos extranjeras. Por una parte la producción uruguaya busca sin éxito escapar a la situación de mora y rezago financiero, viendo reducido su capital de inversión y enfrentando una dura crisis nacional. En segundo lugar el Uruguay, como se ha visto ya, desarrolla a partir de 1988

una política

de estímulo

a la

producción forestal y a la subvención, típicamente desarrollada por empresas del llamado primer mundo. Por último, un nuevo

escenario

para

la

“Lo que pasa que tenías una crisis que agarró hasta el año 2003 donde el productor uruguayo se endeudó mucho y ahí había que empezar a vender para pagar las deudas. En ese momento aparecieron extranjeros, argentinos, italianos, holandeses y brasileros y les compraron los campos muy baratos. Entonces este proceso separó aguas, los que tenían deudas se fueron del campo y los que no tenían deudas… Había mucha gente endeudada! Entonces el efecto fue este, acá quedó mucho extranjero con campo.” (José Antonio, Propietario de Escritorio Rural)

producción

agropecuaria re posiciona la tierra como un factor de interés, con buenas perspectivas de rentabilidad futura lo que estimula a inversores privados de los países de la región a invertir en las

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Fuente: C. Bautes con datos de OPYPA, BCU Y BROU. Tomado de Hernández, 2004. Cap. VIII. Merlet y Jamart en la publicación “Presiones comerciales sobre la tierra en el mundo” Co financiada por Agter, IFAD y la International Land Coalition identifican el proceso de incremento de compras de tierras extranjeras como un patrón de comportamiento no únicamente de inversores privados sino como una estrategia de estados a los cuales escinden en “estados inversores” y “estados anfitriones”. A su entender los estados inversores se auto presentan como estados con fuerte “inseguridad alimentaria” y por ende construyen estrategias de previsión fuera de sus territorios, mientras los anfitriones son países donde predomina un discurso de ineficiencia y reducida capacidad de inversión tecnológica de los propios estados o de los capitales nacionales, erigiéndose una perspectiva de que la captación de inversión extranjera y gestión foránea de los recursos viabiliza el crecimiento del país en una estrategia de relacionamiento entre Estados que han denominado de discurso de “gana – gana”. 12

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Tierra y territorios rurales. Florit-Piedracueva.

tierras uruguayas que se ubicaba más baratas y con menos trabas comerciales e impositivas que los países circundantes. La demanda sobre la tierra, en particular en condiciones de presión alimentaria, supone un incremento en el precio de la misma cuya cota está afectada por los términos de escasez de sus productos y por los límites de la demanda. La escalada que sufrió el precio de la tierra en Uruguay no supuso únicamente el pasaje de salida de la crisis del 2002 sino que combinó la presión por los insumos agropecuarios con la capacidad de compra de los inversores extranjeros que, al disponer de una escala de capitales diferente a la nacional pero actuar sin trabas en su posibilidad de compra en el Uruguay, rápidamente se incorporaron al mercado de tierras uruguayo como parte de la demanda. Estos capitales foráneos, privados individuales o paquetes de inversores organizados, pujaron por la tierra nacional colmando y superando las expectativas de compra en el territorio y desplazando con su escala la capacidad de compra de los capitales uruguayos. Si esta escalada de precios apareció en una primera instancia como una estrategia “salvavidas” para una amplia gama de productores rurales, el posicionamiento de la tierra en el centro de la escena comercial, el incremento de la renta agropecuaria y las nuevas inversiones en el agro alteraron la escena para aquellos productores que buscaron continuar con la producción agropecuaria. El debate clásico de la cuestión agraria sobre quiénes pueden y deben permanecer en el campo y producir la tierra re surge “Al principio era un tema más bien especulativo, el que venía comparaba barato, entonces se compraba todo. El Argentino que venía compraba todo, no había de grande o de chico, comparaba todo. Para que tengas idea en el 2002 un campo acá valía 300 dólares, 400 dólares la hectárea y hoy vale entre 2000 y 3000 dólares, o sea que esta gente que en su momento compró multiplicó por 10 su valor. No sabían que iba a multiplicar por 10 pero era tan barato que vinieron y compraron y después se dieron cuenta que hicieron una ganancia terrible. Y bueno, principalmente extranjeros porque el Uruguay estaba mal, algún uruguayo compró que tenía el capital fue y compró, pero poca gente de campo porque el campo estaba en crisis, los uruguayos que compraban no eran tampoco productores, en general.” (José Antonio, Propietario de Escritorio Rural)

entonces cuando el mantenimiento de la pequeña producción aparece como una acto de resistencia ante el capital extranjero.

“El aumento del precio de las tierras es una ventaja para aquellos que dejan de ser agricultores, y que venden sus lotes, no para aquellos que se transforman en tales adquiriéndolos o heredándolos. Nada más errado que creer que aumentar el precio de las tierras y mantenerlo artificialmente elevado, redunde en el beneficio de la agricultura: favorece, en todos los casos a los propietarios de momento, a los bancos de crédito hipotecario, a los especuladores en tierras, pero no a la agricultura y mucho menos a su porvenir, al porvenir de las futuras generaciones de agricultores.” (Kautsky, 1989 [1899]: 239)

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Tierra y territorios rurales. Florit-Piedracueva.

ii.c. Presión de compra y cuestión agraria.

La cuestión agraria clásica confrontaba en torno al futuro de la pequeña producción rural, el campesinado, en el contexto de la expansión de la producción capitalista en el campo. En el marco de la Europa del transformador siglo XIX, la conformación de nuevos estados nacionales burgueses y nuevos vínculos entre los mismos, así como la senda definitiva de la industrialización, fueron elementos claves en el asentamiento del capitalismo

"Lo que pasa es que si los dejas te comen vivo, fíjate que nosotros ya tuvimos que vender unas 200 hectáreas el año pasado, y antes ya habíamos vendido otras 100 porque te ves obligado a vender...." (Productor Quebracho, rodeado de forestales)

en el campo, propiciando el debate en torno a quiénes sobrevivirían. En 1816 la liberación de los siervos en Rusia y la progresiva desaparición de toda forma de feudalismo daban paso a esta instauración “Las condiciones de vida de los trabajadores agrarios empeoraron sensiblemente con el abandono de la tutela feudal. La “liberación” significó la mayoría de las veces la separación del campesino y su familia de la tierra que ocupaba, dejando como resultado individuos totalmente desposeídos.” (Capobianco, 2009:1) La desposesión no parecía una situación peor que la de aquellos que lograron hacerse de pequeños fragmentos de tierra que tampoco mejoraron con ello sus condiciones de vida. Quiénes y en qué condiciones sobrevivirían a estos embates fue la pregunta que estructuró lo que se dio en llamar “la cuestión agraria”. Se entiende que el debate en el Uruguay se posiciona hoy sobre la misma diyuntiva para la pequeña producción, restando a la misma dar respuestas individuales a las siguientes interrogantes sobre su destino productivo y familiar: ¿resistencia?, ¿sobrevivencia y sobre explotación?, ¿expulsión?, ¿transformación al proletariado? Las mutaciones que ha sufrido el campo uruguayo a partir

del

proceso

de

extranjerización y en particular de la instauración de modelos alternativos de producción y usufructo

de

la

tierra,

crecientemente proletarizados y estandarizados, así como su

“Lo que pasa que te explico, esto es zona de colonización si vos le preguntás no te pueden decir la verdad. La gente con la locura que hay con la soja arrienda y se va para la casa. Entonces viene y ellos arriendan, pero a vos te dicen que le hacen el servicio, la mayoría que hace entrega las hectáreas a los y toma mate sentado en la casa. Viene uno con el mosquito, le echa y se va, otro siembre… entonces la gente esta complicada porque no se puede hacer eso con los campos de colonización, pero 400 dólares por há no lo van a sacar nunca entonces todos hacen la vista gorda…” (Tambero uruguayo, plantador de soja en forma complementaria)

impacto directo sobre la renta de la misma, remiten necesaria_ mente a este problema clásico pero desde una escala global, como señalara McMichael13. 13

El autor señala que la cuestión agraria tiene hoy vigencia pero desde una escala global, acuerdos como el NAFTA cuestionan las condiciones de supervivencia de campesinos de los países en desarrollo –para el Uruguay podría pensarse en el “acuerdo marco uruguay – nordic investment bank” o las leyes vinculadas al estímulo de la forestación-. A efectos de ampliar esta posición se recomienda la lectura de McMichael, P. “The Agrarian Question revisited on a global scale”. Ponencia presentada al Congreso Internacional sobre la Cuestión Agraria, Wageningen, Holanda, 1995.

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Tierra y territorios rurales. Florit-Piedracueva.

Dos posiciones contrarias en sus conclusiones se resaltarán para leer la situación actual a la luz de este debate, a saber, las posiciones de Kautsky y Chayanov. Se eligen estas perspectivas porque sus posiciones contrarias expresan buena parte de la palestra de la realidad hallada durante el trabajo de indagación, no obstante se señala que esta polémica en modo alguno queda agotada en esas posiciones y cuenta con varios interlocutores entre los que se destacan además a Lenin y a Marx. La posición de Kautsky (1899) será esquemáticamente presentada señalando que su análisis orientaba a indicar que la

pequeña producción agropecuaria no sobreviviría ante el avance del

capitalismo en el agro. Ello se debía a que identificaba en una enorme superioridad técnica de la gran escala, ya que la misma cuenta con una base económica más amplia, aprovecha al máximo los recursos, maneja relaciones comerciales que le permiten disminuir precios y utiliza la división del trabajo en beneficio de su productividad. Por el contrario, la pequeña producción carece de estos beneficios de escala y compensa la desigualdad de rendimientos desarrollando “sobretrabajo” de la fuerza familiar, aún a costa de

años de escolarización de los menores. Este autoexplotación se

combina a los ojos del autor con condiciones de “subconsumo” que resultan en la mayoría de los casos en condiciones de vida paupérrimas. “…el apego de los campesinos a la propiedad de su pequeño medio de producción - la tierra - los lleva al sacrificio extremo. Y al mismo tiempo se transforma en una dura cadena para su progreso.” (Capobianco, 2009:2 – 3) Estas condiciones sitúan la vida del campesinado por debajo de las condiciones de vida de los asalariados del campo, instando a abandonar la pequeña producción en pro de relaciones de asalarización. Desde esta perspectiva "El tema es que hoy en día pal productor chico el campo no da, y vienen los argentinos y te ofrecen 400 dólares la hectárea (para arrendar) y se la tenés que dar...porque sino no te da" (Productor familiar de Constitución)

señala

Kautsky que

el

asentamiento progresivo

del

capitalismo en el campo lleva al campesinado a condiciones de desamparo y miseria, estimulando de forma progresiva la transformación de estos campesinos en proletarios de los establecimientos de mayor escala, abandonando la parcela como espacio de producción y reproducción. Desde esta percepción la renta de la tierra, en particular en contextos de expansión, aparece como un atractivo para la producción agropecuaria con fines capitalistas y basada en el trabajo asalariado.

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Tierra y territorios rurales. Florit-Piedracueva.

Esta posición de Kautsky sin duda puede encontrar sobradas evidencias empíricas en el proceso concentrador y extranjerizador que es objeto de este estudio. Como se ha señalado en múltiples antecedentes el proceso extranjerizador tuvo un primer impulso en la instauración de un modelo de producción agropecuaria forestal que emergió en el Uruguay sustituyendo hectáreas de producciones nacional de diferente tamaño y rubro. El proceso productivo de la forestación se asienta “El Uruguay se prestó para que todo ese loco que aparecía con una valijita con un millón de dólares acá la abríamos los brazos. Todos se los abrimos capaz, si a vos te cae un loco que te dice yo te voy a dar 50.000 dólares para que vos te compres una sembradora y me la pagas como puedas ¿cómo no le van a abrir los brazos? Viene al dueño del campo y le dice yo te voy a arrendar y te pago por adelantado 400 dólares por há… Acá en la zona había eso. Y claro hay mucha más plata, porque cualquier loco ahora anda en camioneta nueva. Porque alguien le arrendó el campo o se compró una sembradora, con plata de otro ¿no? Porque qué pasa, esta gente también te presta. La gente no se metió en los bancos, al Argentino “vos dame la plata, yo compro la sembradora y te firmo un vale y yo te siembro todo pa’ vos, soy exclusivo tuyo.” Los bancos la ven pasar por el costado. Vos te das cuenta que hay plata pero yo quiero saber ¿cuántos productores uruguayos uruguayos hay plantando soja? Casi que no hay. Los uruguayos le hacen el servicio pero dueños del cultivo son muy pocos. A mí no me gusta entrar en esa, porque sos empleado de ellos, para lidiar con esos Argentinos arrogantes yo no sirvo. Pero capáz que es mejor negocio, le arrendás el campo, comprás una sembradora y le hacés el servicio con el mínimo riesgo. Mucha gente ha hecho eso, que no está mal, pero pasas en tu propio campo a ser empleado de los otros, a mí no cierra.” (Tambero uruguayo, planta soja como complementario)

sobre

contratación

de

la trabajo

asalariado, estable y zafral, en modelos de tercerización y cuadrillas, y profundiza el fraccionamiento

de

la

vivienda y el trabajo en los trabajadores

rurales.

Consecuentemente afianzamiento

el de

la

producción forestal en el agro uruguayo puede, y ya se ha hecho, interpretarse como

un

proceso

de

proletarización de la fuerza

de trabajo agropecuaria. Esta ventaja de las escalas de producción de las empresas trasnacionales permite al unísono abarcar costos y relaciones laborales más altos, así como sostener un incremento de la renta de la tierra y el precio que se ubica en niveles admisibles para estas empresas pero inalcanzables para las empresas nacionales y en particular para los pequeños productores. Desde este esquema la predicción de Kautsky en torno a la creciente proletarización de la fuerza de trabajo agropecuaria y la reducción de la producción familiar parece tener su expresión empírica. La constatación empírica del avance del capitalismo, de la proletarización y de la reducción de las formas familiares de tenencia y explotación de la tierra puede deducirse con facilidad del análisis del crecimiento de ciertas formas de producción propiamente proletarizadas y de los datos de DICOSE que permiten constatar un proceso concentrador. No obstante, este proceso sólo puede valorarse – apreciarse- desde una mirada comprensiva al fenómeno, permitiendo incorporar a la descripción de lo acaecido las resistencias, victorias, expectativas y frustraciones de los actores involucrados. Aparecen en consecuencia tres respuestas –resultantes de acciones y discursos- de los actores pre

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existentes, a saber, la proletarización, el rentismo o la venta y la “resistencia” de la agricultura familiar14. Un primer elemento a consignar son los trabajadores que se han sumado a las producciones forestales y sojeras en condiciones de asalariados, integrantes de cuadrillas, contratistas o vendedores de servicios. Las nuevas formas de producción vinculadas a la forestación y la agriculturización, han gestado conformaciones laborales que habilitan a los pobladores rurales y aún a porciones de familias productoras a vender fuerza de trabajo de forma ocasional o en zafras que cubren buena parte del calendario anual. Este grupo, que se ha identificado esencialmente con población de pueblos o de ruralidad nucleada, visualiza un cambio en la dinámica del agro, y señalan el incremento de las fuentes de trabajo. Este elemento de carácter simbólico se ha asentado entre los trabajadores y se reproduce en los espacios locales, conformando un discurso extendido en los pueblos de incidencia forestal o sojera, y erigiendo una construcción de antes y después, donde el hoy aparece como una panacea a la falta de trabajo. No obstante, no existe una percepción homogénea sobre las condiciones y satisfacciones de estas formas laborales, contraponiéndose el beneficio de la “seguridad” del salario mensual y su nivel, contra las condiciones de riesgo y zafralidad de estas formas de trabajo. De igual forma la proletarización parcial de las familias permite el mantenimiento del núcleo familiar, complementando el ingreso de la producción en el caso de los productores familiares y quebrando la dependencia plena del núcleo en relación al ciclo anual de la producción y el clima. Sin embargo parece pertinente destacar que, un sinnúmero de las fuentes laborales de las producciones extranjeras son provistas por intermediarios que toman los trabajadores en ciudades cercanas. Un segundo grupo de relevancia para comprender el fenómeno extranjerizador y sus impactos, lo constituyen los propietarios que optaron por la venta de sus tierras o por el arrendamiento de las mismas.

Este contingente aparece como un

grupo con discursos e

identificaciones variables, siendo parte de él tanto los propietarios endeudados que vieron en la venta una estrategia de resolución, como aquellos que utilizaban las tierras con fines comerciales o de negocios y visualizaron la venta o el arrendamiento como una forma más de reproducción del capital. Finalmente componen este grupo productores radicados, productores familiares, que o bien por el ciclo de vida familiar en que se encuentran o bien por carecer de un/a sucesor proyectan la ausencia de fuerza de trabajo familiar en la propiedad. En condiciones radicalmente diferentes estas propiedades transfieren el dominio productivo –venden o arriendan- como una estrategia racional para afrontar cierta estructura de metas y estrategias de supervivencia. El tercer grupo, central para valorar el fenómeno, es el grupo de productores familiares que ha optado por la persistencia en el campo y en la producción agropecuaria. Existe un contingente de 14

Tomando prestado el nombre a Piñeiro (1994)

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productores que a diferencia de lo que augurara Kautsky conciben la producción familiar como un modelo de producción y reproducción y se resisten a abandonar el modelo de producción independiente, basado en la utilización de la fuerza de trabajo familiar y en la acumulación de conocimientos e idoneidades de producciones agropecuarias diversas. Estas producciones, no necesariamente pequeñas, cargan sobre el acto productivo y la propiedad de la que son dueños, históricos arrendatarios o colonos, connotaciones simbólicas y culturales. Asimismo se forjan como productores con trayectoria dentro de ciertos rubros aquilatando en su experiencia familiar, habitus de producción, y consciente o inconscientemente resguardando la subsistencia de productos agropecuarios heterogéneos, algunos de dudosa rentabilidad pero básicos para la complementación de la producción principal y el autoconsumo. Estos productores familiares, orientados a la venta de su producción en un mercado capitalista, parecieran sin embargo conservar rasgos de lo que culturalmente observara Chayanov en relación al campesinado ruso15. Para el autor el campesinado persistiría más allá de la instalación del capitalismo en el campo dada la existencia en este grupo de una lógica diferente a la de la empresa capitalista. Este tipo de producción se guía por el equilibrio “consumo – trabajo” y produce familiarmente en la medida de satisfacer ciertas necesidades de consumo del núcleo familiar, sin atender al origen del capital. Desde esta perspectiva la familia campesina para llegar a un cierto estándar de vida producirá más intensamente, o durante más horas. En última instancia venderá trabajo y/o incorporará insumos e innovaciones para mejorar la capacidad productiva del predio. Estos esfuerzos y estrategias en el equilibrio “trabajo – consumo” estarán siempre supeditadas a condicionantes del ciclo de vida familiar y de la proporción de población que trabaja/ no trabaja en el núcleo familiar. Este equilibro deseado añade Djurfeldt16 (1992) hace que la producción campesina pueda flexibilizar sus condiciones de producción, necesidades de rentabilidad y consumo, incrementando y disminuyendo el uso de su fuerza de trabajo a fin de que la unidad de producción satisfaga las necesidades de la unidad de reproducción. En el campo uruguayo conviven aún estas conformaciones destinadas a una producción familiar, persistentemente alternativa a la proletarización completa, y que explotan su tierra como unidad productiva y reproductiva. Estas explotaciones, sin embargo, encuentran para su subsistencia un espacio simbólico y un contexto que persistentemente se presenta como detractor. El incremento de la renta agropecuaria y en consecuencia el costo de oportunidad de la producción frente a la venta o al arrendamiento se han disparado y se traduce para estos productores en un

15

Piñeiro (1994) ha desarrollado en profundidad una detallada discusión sobre la distinción entre campesinado, pequeña producción y producción familiar, esta instancia no tiene la intención de discutir con su escisión sino evidenciar algunos hallazgos realizados en el territorio y que designan un grupo con un comportamiento y un discurso particular frente al valor de renta de la tierra y sus consecuencias sociales. 16 Djurfeldt, Göran (1992) “Classical discussions of capital and peasantry: a critique”, en Harris, John, (compilador) Rural Development, Routledge.

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proceso de violencia simbólica que persistentemente cuestiona su modelo de vida. Asimismo, la convivencia con las producciones típicamente extranjerizadas resulta un desafío incremental para la producción familiar que visualiza perjuicios directos en su producción al convivir con modelos agresivos con los espacios naturales y logísticos compartidos. Por último este grupo es objeto de una presión de compra o arrendamiento explícita por “En este campo pero antes andábamos en otro campo, pero bueno, de ahí nos corrió la forestal. Teníamos un campo allá y nos cerraron de monte. Plantaron forestal todo en la vuelta y teníamos un camino de 15 kilómetros que ya quedábamos 3 productores, 4 y el camino era intransitable, no podíamos salir a estudiar. Era horrible, no podíamos llevar la luz porque como éramos 3 productores la UTE no le interesaba. Todos esos problemas. Y después la última que nos empezamos a quedar sin agua, un arroyo que era muy buen arroyo, que no se había secado en la seca del ‘89 según mi padre a la primer seca que hubiera se secó olímpico. Nosotros teníamos 200 há y las tres estancias de 2000 y pico de há que nos rodeaban se plantaron todas de eucaliptos y tuvimos que salir de ahí. Se hace difícil por un tema de número, a veces uno se pone a pensar, uno trabaja lo de él. Peor se pone a pensar pero si yo lo arriendo, no trabajo, estoy más tranquilo y saco 3 4 mil dólares más del campo que si yo lo trabajara. Y eso lo hace pensar a uno. Eso pasa!” (Tambero joven, productor familiar)

parte

de

inversores extranjeros

o

intermediarios, y dialoga con las

presiones

de un anhelo de

bienestar que

resquebraja la histórica solidaridad intergeneracional. La palestra aparece para las producciones familiares pequeñas o de reducida rentabilidad como una contienda entre un modelo de vida asentado en el trabajo propio y un rubro particular de producción pero con escasas o nulas retribuciones financieras, y la resignación en aras de un arrendamiento cuya sustentabilidad ambiental los propios productores cuestionan. Esta insistencia de compra y arrendamiento de la gran producción extranjera, así como la percepción de aislamiento y sitio, son vistas desde los productores familiares que anhelan persistir como estrategias de socavamiento de un convencimiento más valórico que económico. En esa configuración emergen configuraciones intermedias con productores familiares que arriendan parcialmente sus campos y mantienen una parte de la unidad productiva como forma de soporte simbólico de la unidad reproductiva.

iii. En suma… Los impactos del proceso extranjerizador han removido la estructura de posesión de tierras en el Uruguay y han dinamizado un mercado anquilosado, disparando el precio de la tierra en el país. El proceso de venta y arrendamiento supuso una demanda nueva que incrementó el costo de este factor dejando el mismo fuera del alcance de los capitales nacionales, generando presión hacia la concentración de la tierra y construyendo un discurso en torno al costo de oportunidad de usufructo de la misma. En ese marco, la producción familiar de rentabilidad media o baja convive con presiones externas e internas que deslegitiman un modelo de producción que la bibliografía acredita como de gran valor para el mantenimiento de la población rural, las condiciones de biodiversidad, el

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Tierra y territorios rurales. Florit-Piedracueva.

“pluricultivo” y la seguridad alimentaria. La convivencia de estas producciones con producciones especialmente sojeras y forestales, contiguas o en sub arrendamiento, hacen especialmente dificultosa la subsistencia de las primeras, encontrándose en una disyuntiva en la que la persistencia en la tierra aparece como sinónimo de “mala inversión” o de “hipoteca” del futuro. La existencia de estos núcleos de productores que vivencian la presión de compra como una modalidad de violencia y coexisten –“agonizan”- con una política nacional que favorece y prioriza la producción extranjera, aparece como los últimos rastros de una forma de vida que no tiene cabida si no recibe un apoyo explícito y decidido. Estas voces, ecos de una producción que el país apreció y que hoy se autopercibe “resistiendo en solitario”, se interpretan como una denuncia ante un Estado que ha de decidir si cree que los resabios de la producción familiar del norte del país, con sus debilidades y con sus beneficios, debe seguir siendo parte de la estructura agropecuaria nacional.

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