¿Tienen \"sentido\" las proposiciones éticas? Un análisis a partir del Tractatus de Wittgenstein

October 17, 2017 | Autor: Brian Diaz | Categoría: Wittgenstein, Wittgensteinian Ethics, Early Wittgenstein
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Descripción

Pontificia Universidad Javeriana Seminario: Tractatus Logico Philosophicus Director: Miguel Angel Perez Brian Felipe Díaz

El sentido de lo ético en el Tractatus En una carta a Ludwig von Ficker, Wittgenstein explica que la clave para entender el Tractatus es comprender que el sentido general del libro es una cuestión ética. Sin embargo, el propio Wittgenstein define el horizonte de trabajo del Tractatus como una búsqueda para definir los límites del pensamiento a través de un análisis lógico del lenguaje. En este trabajo, a partir del horizonte mencionado y mediante dos preguntas directrices, voy a tratar de dar contenido a lo que podría denominarse como el sentido de lo ético en el Tractatus. 1. ¿Por qué en el Tractatus no se pueden dar proposiciones éticas con sentido? En la ontología que Wittgenstein expone en el Tractatus1, se propone una teoría figurativa del significado, según la cual nos hacemos figuras de los estados de cosas (TLP, 2.1) en la medida que estos son pensables (3.001). En este sentido, el espacio lógico en que consiste el mundo delimita el universo de nuestras figuraciones posibles de estados de cosas, y en la medida que nuestro pensamiento consiste en figurarse lógicamente los hechos (3), el espacio lógico se constituye en límite del pensamiento. Por ello, en se afirma que la totalidad de las proposiciones es el lenguaje (4.001), pero sólo en tanto que estas proposiciones tienen sentido (4), es decir, en tanto que dichas proposiciones se contienen en el espacio lógico de lo concebible y pensable. En otras palabras, “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo” (5.6). Delimitado el ámbito de lo pensable y expresable mediante el lenguaje, el Tractatus se enfrenta con el problema de qué decir sobre aquello que no siendo un hecho del mundo -es decir un posible estado de cosas-, sin embargo reclama nuestra atención. La sensibilidad respecto aquello que excede el espacio lógico delimitado en la ontología tractariana, se deja notar en la conocida afirmación según la cual: “Sentimos que, aún cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han En dónde el mundo está compuesto de hechos (y no de cosas) (TLF 1.1), y la totalidad de dichos hechos determinan lo que es o no el caso (TLF 1.12). Lo que es el caso constituye lo que Wittgenstein denomina estados de cosas, que se definen como combinaciones de objetos. Que el mundo consista en los hechos en el espacio lógico implica que el mundo no es sólo el conjunto de las cosas tal como a primera vista se nos aparecen, pues dichas cosas no se dan de manera caprichosa sino dentro de unas posibilidades de variación y combinación. Por tanto, el mundo es el espacio lógico que determina las distintas posibilidades de existencia de diferentes estados de cosas, e incluye, por tanto, lo que es el caso, y lo que podría ser el caso. El espacio en que consiste el mundo es lógico, pues él define qué estados de cosas son lógicamente posibles. Sobre la base de esta arquitectura lógica del mundo, el Tractatus desarrolla a partir de TLF 2.1 una epistemología que tendrá importantes consecuencias para la concepción de la ético-estética en esta primera “fase” del pensamiento de Wittgenstein. 1

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rozado en lo más mínimo. Por supuesto que ya no queda pregunta alguna; y esto es precisamente la respuesta” (6.52). Este reconocimiento, da pie a Wittgenstein para reconocer la existencia de lo inexpresable (6.522), que él denomina lo místico, y que si bien no es susceptible de expresión mediante el lenguaje (por estar fuera del ámbito de lo concebible) sí es susceptible de mostrarse. Entonces, ¿dónde se sitúa la ética dentro del edificio tractariano que brevemente he tratado de resumir? Wittgenstein equipara lo místico con el ámbito del valor, y sitúa en este a los juicios éticos y los juicios estéticos llegando a establecer la que sin duda es su tesis fundamental a este respecto: “Es claro que la ética no consiente en que se la exprese. La ética es trascendental. (Ética y estética son uno y lo mismo)” (6.421). ¿Qué significa esto en el Tractatus2? Significa que las proposiciones de la estética, al igual que las de la ética, no hacen referencia a hechos del mundo, tal como sí lo hacen las ciencias naturales, y en consecuencia carecen de sentido. Pero esta falta de sentido de lo ético no lo vacía de su interés, porque en tanto que parte de lo místico, la ética consistiría en una visión del mundo ‘alterna’ (Kenny, 51). Es decir, con la ética, como con la estética, no se trata de aprehender los hechos del mundo, porque no cabe concebir, como tales, hechos estéticos o éticos, sino que los dos ámbitos describen una actitud o manera de ver el mundo en su totalidad limitada. Este especial punto de vista del mundo como totalidad, obliga a situarles “fuera del mundo”, y en ello reside su carácter de trascendental (Kenny, 52). Por lo tanto debemos analizar las consecuencias que tiene para la ética su ubicación “fuera del mundo”. En concreto, ¿condena esto a un silencio absoluto sobre lo ético?, o cabe pensar que su ubicación en el ámbito de lo místico expresa todo el potencial de la ética como visión valoradora del mundo con posibilidad de desplegar efectos prácticos sobre el mismo. Esta cuestión nos obliga a analizar la Conferencia sobre ética que Wittgenstein dictó en 1929. Expongo algunas consideraciones de esta conferencia, ya que mantiene la línea argumentativa de la concepción tractariana. En ella, Wittgenstein distingue entre juicios relativos, que son aquellos que se materializan en enunciados “sobre el mundo”, y juicios

El lector no acostumbrado al discurrir wittgensteiniano podría quejarse: ahí no habla de ética y estética, sino de ética y arte. Es cierto, pero Wittgenstein acostumbraba a usar los términos arte y estética indistintamente, probablemente porque consideraba que la experiencia estética es el fundamento mismo de la creación artística, como ha señalado Isidoro Reguera (1994, p. 145) 2

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absolutos, que no se corresponden con ningún enunciado de hecho3. El filósofo austriaco plantea que las expresiones éticas no carecen de sentido porque aún no conozcamos la expresión correcta, sino que carecen de sentido en sí mismas, pues con ellas se trata de ir más allá del mundo y eso quiere decir ir más allá del lenguaje significativo (Edwards, 52)4. Pero Wittgenstein finalizará la Conferencia reconociendo que si bien la ética no añade nada a nuestro conocimiento, “..es un testimonio de una tendencia de la menta humana que, personalmente, no puedo evitar respetar profundamente y que no ridiculizaría por nada del mundo” (Conf. Ética, 65). La Conferencia de Ética, por tanto, caracteriza a la ética como concernida con los juicios absolutos sobre lo que es valioso, lo que es realmente importante, el significado de la vida, etc. En consecuencia, podemos decir que la actitud de la ética y la estética consisten en una manera de ver el mundo. En una entrada de sus Diarios Filosóficos5, Wittgenstein parece darnos una clave sobre esta cuestión cuando afirma que si el deseo de lo bueno o de lo malo afecta al mundo, sólo puede afectar a los límites del mundo, no a los hechos del mundo. Es decir, el ámbito de lo ético no puede afectar a los hechos dentro del mundo, pero sí a los límites que establecen y definen el espacio lógico en que consiste dicho mundo (Edwards, 52). 2. ¿En qué consiste pues la “afectación” de la ética? Dicho ahora en términos wittgenstenianos entendemos que afectar dichos límites es equivalente a que lo ético, en tanto que peculiar manera de ver el mundo, podría no dejar todo como está. Esto teniendo en cuenta que el contexto en que se afirma que “la ética es trascendental”. Esa trascendentalidad de la ética, que también se enuncia de la lógica, remite a un “sujeto” que, sin embargo, no está más allá de los límites del mundo, sino que se determina como “un límite del mundo” (Edwards, 54). Lo trascendental es, por tanto, el límite (y el sujeto como “sujeto” de ese límite, o “sujetado” a dicho límite).

En su conferencia sobre Ética, Wittgenstein señala que todos los términos éticos tienen dos sentidos: un« sentido trivial o familiar (relativo)… y el sentido ético o absoluto ». Todos los juicios relativos de valor son en realidad manifestaciones de hechos y pueden ser analizados en una forma tal que explicitarlo. Los juicios absolutos de valor, a diferencia de los relativos, usan términos éticos, como `bueno 'y' malo ', en un sentido absoluto. Wittgenstein hace la afirmación fundamental de que todas los `proposiciones éticas" son juicios absolutos de valor. Es decir, no es posible un estado de cosas en el espacio lógico que justifique las declaraciones absolutas de un juicio ético, de donde se sigue que es «imposible para que haya proposiciones de ética» (6,42). 3

Esta afirmación se puede fortalecer reiterando que para Wittgenstein todas las proposiciones se limitan a afirmar hechos posibles y, como todos los hechos son de igual valor, se deduce que «todas las proposiciones son de igual valor» (6,4). Pero hemos visto que las afirmaciones éticas tratan de señalar hechos absolutos, lo que implica la necesidad de que haya algunos hechos que tienen un valor superior a otros hechos. 4

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5 de septiembre de 1916

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Como ya mencioné, ningún enunciado de hecho puede implicar un valor absoluto, y en este sentido considero que acertadamente sostiene Tomasini que en el Tractatus no existe ni remotamente la posibilidad de recurrir a criterios objetivos, modelos ideales, valores impersonales o principios divinos que puedan garantizar que hemos actuado bien. "La moralidad que nos incumbe es la moralidad de la primera persona, en el sentido más estricto de la expresión", dice. Por eso, la fuerza del imperativo moral no puede venir nunca desde el mundo externo; su fuerza proviene de que yo mismo quien la imponga. Por tanto, no cabía hablar de ética, sino actuar éticamente. Frente a la teoría ética, la vida ética. Vemos entonces que la experiencia ética implica una determinada manera de ver el mundo. Porque, como dijera Wittgenstein, el mundo del feliz es muy distinto al del infeliz. Al ‘salir’ del mundo y lo verlo con el ojo del feliz, de repente se cae en la cuenta de que la solución del enigma de la vida reside fuera del espacio y del tiempo6. Porque lo cierto es que no hay enigma, no hay problema. La cosa más allá del mundo es, para Wittgenstein ‘el sujeto’; la ‘voluntad’7. Sobre el tema metafísico Wittgenstein escribe: “El tema [metafísico] no pertenece al mundo; más bien, se trata de un límite del mundo” (5.632). Wittgenstein intenta explicar esta afirmación a través de una analogía con el ojo en la nota visual: así como el ojo mira, pero no está en el campo visual, de manera similar el sujeto metafísico mira pero no está en el mundo. Además, al igual que el ojo es el límite exterior más allá del campo visual, de manera similar el sujeto metafísico es el límite exterior de su mundo. Por lo tanto, como el sujeto metafísico, o como su sinónimo ‘la voluntad’, no está en 'el mundo', se deduce que no podemos decir nada al respecto (5.631). Es manifiesto entonces que el ‘sujeto metafísico’, o ‘voluntad’, siendo el límite del mundo, esta, pues, necesariamente relacionado con el mundo de alguna manera pero no puede afectarlo causalmente. Sin embargo, esto no implica que la voluntad sea

De hecho “el milagro estético es la existencia del mundo. Que exista lo que existe”. Quizás la esencia del modo de contemplación artística signifique “contemplar el mundo con ojo feliz”. A diferencia del modo estético “el modo científico de ver un hecho no es el de verlo como un milagro”. 6

Wittgenstein también examina la relación causal entre la voluntad y el mundo. Él sostiene que no hay razones lógicas para creer en la ley de la causalidad, o para creer que existe una obligación de hacer una cosa suceda porque otro ha pasado (6.361). Es decir, las cosas pueden, lógicamente hablando, ocurren de otro modo que lo hacen, y por Wittgenstein sólo hay necesidad lógica (6.37). Pero como hay «ninguna conexión lógica entre la voluntad y el mundo» (6.374), se deduce que mi voluntad no puede interferir con los hechos del mundo, porque todo el mundo lo que sucede es, para Wittgenstein, meramente accidental (excepto lo que es lógicamente necesario). Por lo tanto se deduce que los hechos del mundo son causalmente independiente de mi voluntad. Por lo tanto, la libertad de la voluntad, en cuanto a la acción en el mundo, no es más que la imposibilidad de conocer las acciones que se encuentran en el futuro (5.1362), fuera de las que son lógicamente necesario o imposible. Por lo tanto, no hay ni una relación física lógica ni contingente entre mi voluntad y el mundo (6.374) y por lo tanto los dos son causalmente independientes. 7

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completamente impotente. Wittgenstein lo ilustra en los Cuadernos de la siguiente manera: “La voluntad es una actitud del sujeto [metafísico] para el mundo” (Notebooks, 87). Esto si implica entonces que algunas actitudes del sujeto metafísico pueden afectar directamente a los límites del mundo. En los Cuadernos de Wittgenstein hace explícito lo que sólo está implícito en el Tractatus: que “la vida feliz es bueno, lo malo infeliz” (Notebooks, 78) o más precisamente, el buen ejercicio de los resultados en un mundo feliz, el mal ejercicio de la voluntad en un mundo infeliz. El Tractatus pone esto de la siguiente manera: “El mundo del hombre feliz es otro que el del infeliz” (6,43). Sin embargo, esta felicidad sólo puede ser el resultado de la actitud de la voluntad hacia el mundo. Estas consideraciones me llevan a la conclusión de que el mundo feliz es éticamente bueno y que es provocado por el buen ejercicio de la voluntad, sin embargo por extension y recursos este no es el momento para extenderme sobre esto. Sin embargo, creo que si puedo afirmar, siguiendo lo explícito del Tractatus, que Wittgenstein considera que la vida feliz, que debemos vivir, «en cierto sentido es más armoniosa que la infeliz»8. (Notebooks, 78) Esta declaración, teniendo en cuenta el horizonte que mencioné al comienzo, parece implicar entonces que la actitud del sujeto feliz -la tarea de la ética- es una de aceptación contenta completa del mundo, exactamente como es. El sujeto infeliz es aquella cuya actitud hacia el mundo es uno de un deseo de que sea diferente a lo que es. La satisfacción del éticamente feliz es su propia recompensa, así como el descontento del infeliz éticamente mal es su propio castigo. Bibliografía A.J.P. Kenny. Wittgenstein (1995) (traducción de Alfredo Deaño Gamallo) Madrid: Alianza. Edwards, James C (1982) “Ethics Without Philosophy: Wittgenstein and the Moral Life”: University Press of Florida. Glock, Hans-Johann (1996) A Wittgenstein Dictionary, Wiley-Blackwell Reguera, Isidoro. (1994) El feliz absurdo de la ética (El Wittgenstein mistico) Ed. Tecnos Tomasini Bassols, Alejandro, “Notas sobre la felicidad”, en Del espejo a las herramientas. Ensayos sobre el pensamiento de Wittgenstein, Alfonso Florez, Magdalena Holguín (compiladores), Colombia, Universidad Nacional de Colombia, (2003). Tomasini Bassols, Alejandro, Lecciones wittgensteinianas, Buenos Aires, Grama, 2010 Wittgenstein, L. (2004). Tractatus logico-philosophicus. (Trad. Isidoro Reguera). Madrid: Gredos. Wittgenstein, L. Notebooks 1914-1916 (Trad. Elizabeth Anscombe). Chicago Press. Wittgenstein, Ludwig, “Conferencia de ética”, en Ocasiones filosóficas, Madrid, Editorial Cátedra, (1997).

Esto nos lleva al problema de la definición de lo que una vida armoniosa es. Tendría que ser objeto de un trabajo más amplio en el que se analice el tema de la voluntad en relación a lo religioso. 8

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