Tiempo precario y república en el siglo XIX colombiano

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Descripción

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La subversión del orden por la palabra Tiempo, espacio e identidad en la crisis del mundo ibérico, siglos XVIII-XIX

Javier Fernández Sebastián Cecilia Suárez Cabal (editores)

Universidad del País Vasco

Euskal Herriko Unibertsitatea

ARGITA L PEN ZERBITZUA SERVI CIO EDITORIAL

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Tiempo precario y republica en eLsiglo XIX colombiano Francisco A. ORTEGA1 ,-l :1 :1 :1

Universidad Nacional de Colombia Universidad de Helsinki, Finlandia [email protected]

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Todo nuevo estado que aparezca, todo pueblo que se emancipe ha de ser necesariamente republicano 2•

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Ajiaco Y,buñuelos en Nochebuena En un delicioso y divertido texto de 1799, en que se defiende con proposiciones silogísticas la tradición de comer ajiaco con pescado y buñuelos en la Nochebuena bogotana, el autor sentenciaba que el que se aparta de la costumbre [engendra escándalos porque] manifiesta desconfianza de hautoridad ~uprema del legislador, de cuyo consentimiento le viene a la costumbre la fuerza de ley, da a entender que como se aparta de la ley consuetudinaria, se apartará también de la ley escrita, siempre que no se confÓrme a su capricho, en lo que presenta una insufrible sobervia y elécción respecto del que govierna, a quien quiere enmendada plana, improvándole su tolerancia3.

La argumentación del jurista Felipe Vergara y Caicedo evidencia la primacía, ya en las postrimerías del periodo colonial, de un tiempo es1 Una versión preliminar de este texto se leyó durante el IV Congreso de Iberconceptos que se celebró en Bilbao el12 de septiembre de 2012. Deseo agradecer el apoyo de ·Javier Fernández Sebastián, sin cuyo liderazgo este ejercicio me habría resultado improbable, y la impecable gestión de Cecilia Suárez Cabal que hizo posible nuestro encuentro en Bilbao. El presente trabajo se enriqueció notablemente con los aportes y conversaciones de los participantes en el Congreso. A todos ellos mi reconocimiento. 2 AMuNÁTEGUI, Miguel Luis: La dictadura de O'Higgins, p. l. a Consulta de Doña Ángela Ysidra del Campo a Don Felipe de Vergara y su respuesta sobre si en Santafé de Bogotá será o no licito cenar la Nochebuena, y cenar buñuelos y pescado, transcripción del manuscrito por María del Rosario Aguilar y Perdomo, p. 49. En este, como en todos los demás textos de época citados, hemos respetado la ortografía ori· ginal.

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trictamente reglado, ajustado simultáneamente al calendario católico, al tiempo dinástico de la monarquía ibérica y a las exigencias de las tradiciones locales. Como se ha reiterado en diversas ocasiones, en esa vivencia del tiempo la experiencia social y las expectativas colectivas tienden a corresponderse4. Ese tiempo tradicional coexistía, no sin dificultades, con un emergente horizonte de expectativas abierto a la acción transformativa y a la perfectibilidad social a través del patriotismo o de la acción útil. De hecho, el mismo grupo de ilustrados al que pertenecía Vergara y Caícedo -y que luego asumirá la conducción de la primera república- se encargó durante la última década del siglo XVIII de elaborar una nueva representación de la riqueza, el trabajo, la naturaleza y el saber que, como señalaría Francisco José de Caldas, constituían «el camino del progreso» de la monarquía 5• Más allá de esta creciente fricción, la experiencia compartida del tiempo virreina! expresaba una probada consistencia y constancia. Esa estabilidad contrasta notablemente con las experiencias del tiempo que se abrieron a partir de las revoluciones políticas y la disgregación de la Monarquía hispánica a comienzos del siglo XIX. Más determinante aún para la historia de la nueva república que la emergencia de un tiempo y espacio secular, con sus importantes concepciones de progreso, industria y autonomía individual, resultó ser la aparición de este tiempo precario6. El objetivo de este artículo es doble. En primer lugar, tomando la

4 Aunque diversos autores han subrayado este fenómeno, Reinhart Koselleck elaboró de manera sistemática la existencia de una temporalidad tradicional y una de corte moderno, que emerge a finales del siglo XVIII. Véase, KosELLECK, Reinh~rt¡ historia/Historia. Aunque en las páginas siguientes no me referiré explícitamente a su elaboración teórica, buena parte de mi argumentación depende de ella. . 5 Semanario del Nuevo Reino de Granada, Bogotá, 1808. Para un desarrollo de la emergencia de estos nuevos lenguajes y representaciones en el Virreinato de la Nueva Granada, ver SILVA, Renán: Los ilustrados de Nueva Granada 1760-1808. Genealogías de una comunidad interpretativa, en especial pp. 399-505. 6 Decir tiempo precario es dejar aún la tarea sin hacer pues expresa de manera muy rudimentaria la naturaleza de esa temporalidad. Esto se debe en parte a que nuestro utillaje analítico para describir la pluralidad de modalidades y texturas posibles de la temporalidad es todavía muy tosco. Sin embargo, existen trabajos recientes sobre la escritura de la historia que han avanzado notoriamente en esa dirección. Vale la pena destacar los aportes de COLMENARES, Germán: Las convenciones contra la cultura: ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo xzx; ·F'RANCESCHI GONZÁLEZ, Napoleón: El culto a los héroes y la formación de la nación venezolana: una visión del problema a partir del estudio del discurso historiográfico venezolano del periodo 1830-1883; ZERMEÑO PADILLA, Guillermo: La cultura moderna de la historia: Una aproximación teórica e historiográfica; WASSERMAN, Fabio: Entre Clio y la Polis: conocimiento histórico y representaciones del pasado en el Río de La Plata (1830-1860); MEJÍA, Sergio: La revolución en letras: la historia de la revolución de Colombia de José Manuel Restrepo (1781-1863); BETANCOURT, Alexánder: Historia y nación. Tentativas de la escritura de la historia en Colombia.

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experiencia grancolombiana como punto de partida exploraré, durante la primera parte del ensayo, algunos aspectos constitutivos de esta precariedad de la experiencia. En segundo lugar, intentaré relacionar -aunque sea sólo de manera esquemática- esa continua precariedad con la dificultad de definir, implementar y consolidar las nuevas formas políticas adoptadas por las repúblicas americanas durante la primera mitad del siglo XIX.

Tan halagüeñas esperanzas nos lisonjeaban ... Múltiples registros sociales indican que el periodo de crisis y ruptura que empieza con la llegada de las noticias de la invasión napoleónica y las abdicaciones de Bayona se vivió como un tiempo de novedades, fecundo en posibilidades promisorias pero también percibido como inestable, fértil en circunstancias inesperadas, azarosas y hasta amenazantes7. Ese carácter dual del nuevo tiempo (promisorio y aciago a la vez) se prolongará más allá del enfrentamiento de las guerras de la independencia y se convertirá en elemento constitutivo de la experiencia social en las nuevas repúblicas. Por un breve lapso de tiempo pareció que el orden republicano lograría consolidarse y colmar las expectativas generalizadas. La ola de entusiasmo generada por la racha de victorias bolivarianas a partir de 1819 y por la rápida edificación de una institucionalidad republicana fundamentan la sensación de un· destino grandioso. El ecuatoriano Vicente Rocafuerte expresó ese optimismo al señalar en su reseña del constitucionalismo americano que las nuevas repúblicas privilegiaban de manera consistente los preceptos republicanos conducentes a la libertad, en contraste con las disposiciones típicas de las naciones europeas, conducentes al despotismo 8 . Del mismo modo, el historiador neogranadino José Manuel Restrepo daba cuenta del

7 La lectura de cartas, diarios, crónicas y viajeros fundamenta esta interpretación. Habría que aclarar que con excepción de aquellos sectores más reacios y cercanos al absolutismo fernandino, los actores del momento rehúyen el lenguaje apocalíptico. Para un ejemplo de la prosa eclesiástica condenatoria que, sin embargo, observa un tono relativamente sobrio; ver los memoriales dirigidos por el arzobispo de Caracas al rey: COLL Y PRAT, Narciso: Memoriales sobre la independencia de Venezuela. Para una visión de conjunto de las actitudes de la iglesia neogranadina, ver BIDEGAÍN, Ana María: «La expresión de corrientes en la Iglesia neogranadina ante el proceso de reformas borbónicas y la emancipación política (1750-1821)», en Historia del cristianismo en Colombia: corrientes y diversidad. Para el caso venezolano, véase VIRTUOSO, Francisco José: La crisis de la catolicidad en los inicios republicanos de Venezuela (1810-1813). 8 ROCAF1JERTE, Vicente: «Examen analítico de las constituciones formadas en Hispa-

noamérica)~.

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estado exultante que embargaba a los colombianos a comienzos del periodo republicano:

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Numerosos habían sido los laureles segados por Colombia en los campos de batalla; la historia de esta naciente República ofrecía más de una página brillante, hasta terminar de hecho la guerra de su Independencia. Eran también rápidos y felices sus progresos en la carrera política y civil. Al parecer todo le sonreía y creíamos que estaba llamada a ocupar un rango elevado y muy altos destinos_entre los Esta- · dos del Nuevo Mundo 9 •

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Sin embargo, el incumplimiento colombiano de las · obligaciones financieras en Londres y la progresiva polarización política y social en la escena local evidenció que el tiempo promisorio era efímero e ilusorio: «Tan halagüeñas esperanzas nos lisonjeaban la víspera de comenzar una larga serie de calamidades" 10 •

O Nauis, ... O quid agis?

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El exagerado pesimismo y el intenso ()ptimismo son dos caras de la misma moneda: expresiones· coyunturales posibles sólo porque existe otra característica aún más definitoria de la conciencia histórica y la experiencia colectiva de este tiempo de transición. Esa característica -que podríamos -definir de antemano como una textura precaria de la experiencia colectiva del tiempo histórico-- resulta a la vez obvia y · muy dificil de aprehender. Por eso, para acercarme a ella no apelaré a los conocidos textos programáticos y deliberadamente historicistas que se han convertido en el objeto de análisis privilegiado de las revisiones historiográficas del siglo XIX. Como punto de entrada apelaré, en esta ocasión, a un texto menor, el poema que el guayaquileño José Joaquín Olmedo publicó en la sección de «Pintura histórica» de El Repertorio Americano en 1827 11 . La selección puede parecer sorprendente una vez que Olmedo es mejor conocido por su Victoria de Junín (1825), el canto bolivariano más importante del periodo y cuya temporalidad triunfal 9 RESTREPO, José Manuel: Historia de la revolución de. la República de Colombia en la América Meridional, vol. 3, p. 497. 1o RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional, vol. 3, p. 497. · 11 En una conocida entrevista el historiador John G.A. Pocock señaló que , en «El trabajo sobre las ideas en el tiempo».

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-«será perpetua, ¡oh pueblos! Esta gloria/ y vuestra libertad incontrastable» (vs 707-8)-- no parece dejar resquicio para la fragilidad ni la precariedad. Sin embargo, como espero mostrar en las páginas que siguen la relación entre Olmedo y Bolívar resulta más compleja de lo esperado. Por lo pronto, detengámonos en la oda anunciada: ¿O nave, donde vas? No te amedrentan Las nuevas olas que a la mar te impelen? Ay! el peligro es cierto. Torna, torna veloz, ocupa el puerto. , Tu costado de remos vé desnudo, ; I vé tu mastil roto Al ímpetu del ábrego sañudo. iCuál crujen las entenas ! Sin cables, sin timon la frájil tabla Resistir podrá apenas Los asaltos del mar. - No hai vela sana, Ni Dios propicio que a tu voz descienda I en tu nuevo conflicto te defienda. No te valdrá tu nombre, ni el ser hija Del mas escelso pino Que fué honor de las selvas del Euxino. ¿1 pondrá en vano el tímido piloto En la pintada popa su esperanza? ... Guarte, nave infeliz. Cada momento Teme ser juego del furioso viento. Tú que otro tiempo fuiste Inquieto tedio a mi ánimo ajitado, I aora objeto triste De mi acerbo pesar i mi cuidado: Huye, vajel querido, Del mar embravecido Qué entre escollos corriendo peligrosos De viva roca i de ferviente arena, A seguro naufrajio te condenal 2 .

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El poema es una traducción -con todas las libertades propias de las traducciones poéticas de los modelos clásicos- de la Oda XN, del libro 1 de Quinto Horacio Flaco. Quintiliano fue el primero en señalar que la oda retoma la prestigiosa alegoría de la comunidad política como nave que emprende un viaje por aguas azarosas, tradición que se re12 El poema apareció por primera vez en El Repertorio Americano, 1827, vol. 1, pp. 70-71, publicación editada en Londres por Andrés Bello y Juan García del Río. Al llegar Olmedo a Londres, para asumir como Ministro Plenipotenciario del Perú ante el gobierno británico, Bello le solicitó una colaboración y Olmedo le ofrece su traducción. Ver ROSERO, Rocío: José Joaquín Olmedo: patriota, político o desertor 1800-1847.

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monta en la literatura política de occidente, a la poesía de Alceo de Mitilene ~ a la discusión que aparece al comienzo del libro sexto de La República de Platón 13 • Su lenguaje alegórico permite la exploración con relativa libertad de problemas políticos sensibles. La oda generalmente aparece en sus versiones hispánicas con el subtítulo «a la República», pero en la traducción de Olmedo este subtítulo está ausente. Su ausen· cía podría pensarse deliberada ...:...exigiendo un esfuerzo oblicuo de interpretación- pero resulta más acertado tomarlo como evidencia del hecho de que los lectores identificarían sin dificultad las referencias históricas y su pertinencia para el contexto americano 14 • No es este el lugar para ahondar en la interpretación del poema -tarea para la cual existen trabajos muy completos~ pero sí conviene identificar algunos de los elementos temáticos y estructurales más salientes que contribuyeron a que el poema resultara atractivo para Olmedo15. La nave, desprovista de remos y comandada por un «tímido piloto», queda a la merced de «los asaltos del mar» y «del furioso viento». Ante esta situación de gran peligro los antiguos valores --el nombre prestante, el linaje noble o las divinidades protectoras- no constituyen garantías seguras. La voz poética - para quien la nave había sido objeto de tedio a mi «ánimo ajitado» y «aora [es] objeto triste/ de mi acerbo pesar i mi cuidado»- le implora a la nave que regrese al puerto seguro, mientras ésta parece no escudiár la súplica angustiosa.

13 La referencia aparece en Instituciones oratorias, traducidas directas del latín por Ignacio RODRÍGUEZ y Pedro SAND!ER. Quintiliano señala que Horacio «toma la nave por la república, las tempestades de las olas por las guerras civiles, y el puerto por la paz y la concordia», Tomo II, libro VIII, capítulo 6, p. 76. FRAENKEL, Eduard: Horace, Oxford, Clarendon Press, 1957 y NISBET, Robin G.M. y Margaret HuBBARD, eds., A Commentary on Horace: Odes, Book 1, y apoyan esta interpretación, aunque recpnocen la existencia de otras lecturas . Para el mundo hispánico la interpretación de Quintiliano resultó decisiva y fue recogida por los diferentes traductores y editores 'de Horacio. Véase un ejemplo en las notas del padre Urbano CAMPO, compilador del muy popular Horacio español, esto es obras de Quinto Horacio Flacco, traducidas en prosa española e ilustradas con argumentos, epítomes y notas en el mismo idioma. 14 Horacio es uno de los poetas clásicos más traducidos y comentados en el mundo hispánico. Véase, MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino: Horacio en España: solaces bibliográfi· cos. Estudios más recientes son el de ANDRADE, José C.: Horacio, poeta lírico: su influjo ·en la literatura castellana; y MORALEJO, José Luis: Horacio, en especial el capítulo VIII , Stephen HARRISON, ed. The Cambridge Companion to Horace, p. 13.

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sus largos años de cárcel inquisitorial (c. 1580); la que Jonathan Swift l_e dedica a Irlanda en 1726, durante los turbulentos años del ascenso protestante y de la exclusión cató)ica; o las que Marie-Joseph Chénier y Pierre Daru hicieron durante el Terror en la mitad del siglo XVIII en París. En todos estos casos el poema pone en escena una tensión estructural representada por la voz que llama a la prudencia y a la virtud cívica, y la comunidad que ~se aboca a una experiencia histórica que amenaza con desintegrar todo lo que ella representa políticamente. El planteamiento circular del poema formula la tensión en términos de crisis, confusión e indecisión moral y política de la república. Esta tercera interpretación -Bn la que Augusto aparece como potencial amenaza de la República- exige que aclaremos un poco la relación de Horacio con Augusto. Como es bien sabido desde la antigüedad, entre otras fuentes por la biografía que Suetonio escribió de Horacio (c. 119 d.C.), Horacio fue hijo de un esclavo liberto y creció durante el periodo convulso que siguió al asesinato del dictador Julio César (tío de Augusto? a manos de los líderes republicanos Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino en 44 a.C., alteraciones que desembocaron en la confrontación militar entre' éstos, por un lado, y Marco Antonio y Augusto, por otro. Horacio se alistó como oficial en el ejército republicano de Bruto y fue finalmente derrotado por las fuerzas de Augusto en la batalla de Filipos en el 42 a.C. Derrotado y sumido en la pobreza, Horacio conoce a Virgilio, quien a su vez le presenta a su protector, Mecenas, confidente y consejero de Augusto. A partir de ese moJ1lento comienza un largo proceso de acercamiento al emperador que terminará convirtiendo a Horacío, muchos años después, en el poeta celebrado del nuevo régimen. Esa hábil adaptación al régimen opuesto al que había jurado defender le valió el reproche de algunos de sus mejores lectores posteriores. El poeta inglés John Dryden, por ejemplo, lo caracterizó como un «esclavo cortesano con buenos modales (... ) que es siempre decente porque es de naturaleza servil» 23 . Pero lo cierto que es que la ·mayor parte de los comentaristas posteriores han intuido un proceso mucho más ambiguo. Como Virgilio, el otro gran poeta imperial, la poesía de Horacio reconoce y ensalza la figura de Augusto; a diferencia del autor de la Eneida, Horacio toma distancia del emperador y con frecuencia lo humaniza 24 • Todos estos ele-

23 En el original: «a well mannered court slaue .. . who is eu'er decent because he is natu· rally servile>>, en «A Discourse Concerning the Original and Progress of Satire>> (1693). Reproducido en The Poetical Works of John Dryden (Londres, Routledge, 1867), p. 378. Tra-

ducción realizada por mí. 2< Michél LOWRIE escribe que Augusto «posed an aesthetic problem [para Horacio): how to represent absolute power and still maintain poetic Independence>>. HARRISON, ed., p. 78.

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mentas apoyan la afirmación de José Luis Vidal Pérez: que la relación que aparece plasmada entre Horacio y el emperador es mucho más ambigua de lo que habíamos supuesto (sobre todo en las primeras odas); es, a la vez, de cercanía y de distancia crítica con la figura del emperador, una visión poética imperial asociada, sin embargo, a las virtudes republicanas 25 . Esta tercera interpretación rios abre, a su vez, una lectura diferente de la traducción de Olmedo. Señalemos para empezar que no es desea- · bellado pensar que el mismo Olmedo entendiese la ambigüedad de la relación entre Horacio y Augusto como constitutiva de su relación con Bolívar26 . Así como Horacio se había convertido en el poeta semioficial del régimen imperiaP 7 , Olmedo -con su famosa «Victoria de Junín» (1825): «trueno horrendo», «rayo que en Junín rompe y ahuyenta (... ) proclaman a Bolívar en la tierra/ árbitro de la paz y de la guerra»- se convierte en el primer poeta bolivariano 28 • Y así como Horacio se había enfrentado inicialmente con Augusto, Olmedo también se opuso a la voluntad del Libertador en 1822 cuando como presidente de la junta autónoma de Guayaquil se enfrentó al anexionismo colombiano y, derrotado, terminó en el exilio 29 • Un año después, Olmedo regresa a Quito en representación de la constituyente del Perú para solicitarle a Bolívar su apoyo en la guerra contra los españoles de ese país 30 . Se suceden entonces las victorias de Junín y Áy-acucho Gunio y diciembre de 1824) y Olmedo empieza a escribir su «Victoria de Junín». En marzo de 1825 Bolívar lo nombra representante plenipotenciario del Perú en Londres. Un mes después, Olmedo le envía su poema a Bolívar, quien lo critica señalando que la caracterización de los héroes americanos - incluido él mismo- «nos ha sublimado tanto, que nos ha precipitado al abismo de 25 Véase VIDAL PÉREZ, José Luis: «La poesía augústea de Hora~Ío,>> en Rosario CORTÉS TOVAR y Juan Carlos FERNÁNDEZ CORTÉS, eds., Bimilenario de Horacio. 26 Antonio Cussen señala que Olmedo figuró su relación poética con Bolívar evocando a Horacio y colocando al Libertador en el lugar del princeps. CuSSEN, Antonio: Bello y Bolívar. Poesía y política en el revolución hispanoamericana, p. 127 y ss. 27 Véase «Horacio y Augusto>>, MORALEJO: Horacio, pp. 65-68. También Michéle LowRIE, «Horace and August>>, Harrison ed., pp. 77-89. 28 , vv. 1·14, en CARILLA, Emilio (ed.): Poesía de la Independencia, p. 8. 29 El 29 de julio de 1822, Olmedo le escribe a Bolívar: . OLMEDO, José Joaquin: Epistolario, p. 498-499. 30 Véase EsPINOSA PóLIT, Aurelio: in Temas Ecuatorianos I. Lengua y Literatura, pp. 419-421.

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la nada, cubriendo con una inmensidad de luces el pálido resplandor de nuestras opacas virtudes». Para Bolívar la consecuencia de esa exageración es «hacer uná parodia ~ la Ilíada con los héroes de nuestra pobre farsa» 31 . Olmedo se defiende y publica poco después el poema sin mayores correcciones. En 1826 Bolívar le pide que comente, traduzca y haga circular su proyecto para la constitución de Bolivia con los gobiernos europeos. Olmedo critica su centralismo y tendencia autoritaria pero cumple con la solicitud de Bolívar32 . Quizá la naturaleza de esta relación compleja contribuya a explicar la dificultad de comprender la traducción de Olmedo. En tanto el poema constituye /una advertencia sobre las amenazas a la república, sin duda Bolívar, el héroe republicano más importante de la «epopeya americana», ocupa un lugar preeminente. Si asumimos que la ausencia de Bolívar, ocupado en el Perú durante los años 1823-1826, explica la alusión al tímido piloto - pues Santander, vicepresidente competente, carece del carisma del Libertador- la oda es un llamado enérgico para el retorno de aquél que puede instaurar ese delicado y anhelado equilibrio de libertad y orden. Pero la oda no es una declaración de apoyo incondicional a la dictadura bolivariana. La asociación de Bolívar con Augusto resulta condenatoria justo en el momento en que las acusaciones de cesarismo contra Bolívar arrecian. Esta desvalorización del cesarismo resulta evidente en la correspondencia entre Bello y Olmedo, cuando el primero usa el epíteto «augusto» en relación a Bolívar para describir lo que percibe como su tendencia despótica 33 , Bolívar ocupa por lo tanto una doble posición: es a la vez figura salvadora y quien amenaza con liquidar a la república. En efecto, no es fácil saber cuál es la intención de Olmedo. Esa dificultad aumenta al leer sus propias admisiones sobre la calidad de la traducción. En carta a su amigo de infancia Joaquín Araujo Olmedo confiesa que la «versión [de la oda] está muy difusa» y alega dos razones: falta de talento natural-«yo no tengo ni jamás he tenido esa fuerza de ingenio o de razón que reconcentra los pensamientos en un punto para darles más luz»- y la falta de «más conocimiento de su lengua y de su historia, y más principios de política»34 • Según Olmedo, para lograr darle la «concisión» deseable al poema se necesita -además del talento natural- comprender los principios políticos que subyacen el sistema social. 31

. Cuzco, 27 de junio de 1825, en BOLIVAR, Simón:

Obras completas, ed. Vicente LECUNA and Esthel BARREL, vol. II, número 896, p. 154. La crítica de Bolívar continúa en una segunda carta del12 de julio de 1825. Ver el mismo volumen, pp. 174-176. 32 GRASES, Pedro: Proyecto de Constitución para la República Boliviana, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1978; pp. 27, 56. 33 CUSSEN, BelloyBoliuar, pp.137-138. ' 4 OLMEDO, José Joaquín: Epistolario, p. 233.

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Pero, ¿era esto posible en medio de la confusión q~e terminaría por liquidar la república romana o, para ser aún más precisos, en el momento de intensa experimentación política que constituía las dos primeras décadas de independencia hispanoamericana? ¿Cuáles eran esos principios que podrían arrojar claridad, cuando precisamente lo que parecía caracterizar la experiencia americana era un cierto carácter innovador? Quizá por eso Olmedo no nihúye el claroscuro y revindica precisamente ese carácter difuso. Para el poeta «el bello desorden es el alma de la Oda ... »35 . A los reparos que Bolívar le había presentado a su «Victoria de Junín», Olmedo le había respondido «¿quién es el osado que pretenda encadenar el genio y dirigir los raptos de un poeta lírico?» Y había rematado la carta señalando que «en caso de ser imperfecto [el poema], imperfecto se queda» 36 • La confusión -parece decir Olmedo- es una virtud, en especial si tomamos en cuenta épocas confusas, cuando la verdad no parece claramente enunciable. El poema recoge de ese modo elementos de las tres interpretaciones, afirmando y renunciando al mismo tiempo a la referencia imperial y sugiriendo que el barco a la deriva lo es porque precisamente desconoce cuál será el ordenamiento preciso que le asegure la libertad y le preserve el orden que tanto anhelan.

Sin experiencia ni principios Regresemos ahora a nuestro escenario colombiano y señalemos, a modo de conclusión de esta primera parte, cinco razones fundamentales para la emergencia de esta temporalidad precaria. En primer lugar, la región atraviesa por una ideologización intensa, y sin precedentes, de los lenguajes, prácticas e instituciones políticas. El lengilaje de revolución y reformas, las repetidas llamadas a cabildos extraordinarios, las proclamas, motines y sediciones y los temores ante la inminente anarquía indican que los valores inveterados se convirtieron rápidamente en objetos de disputa. Esta ideologización -o temporalización de lo político- se exacerbó con la eventual deslegitimación de los modos de convivencia asociados al ordenamiento moral y social del régimen monárquico, en especial después de la campaña de pacificación llevada a cabo por Pablo Morillo desde 1815. En segundo lugar, la ideologización de lo político y la deslegitimación de las formas monárquicas avanzaron de· la mano de la erosión de las antiguas lealtades con la metrópoli y las corporaciones que la constituían. Como ya ha señalado la historiografía política de la Indepen-

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dencia, el desmoronamiento de la Monarquía ibérica a principios del siglo XIX resultó del progresivo desgaste de una visión del mundo que aseguraba el orden y prevenía el .caos. Esa certeza imponía una historicidad (cristiana, monárquica y local) sobre la diversidad de historicidades seCtoriales (corporativas, regionales, grupales, etc.) que componían la comunidad política. La solidez de la temporalidad monárquica radica en su capacidad de organizar jerárquicamente otras historicidades; la precariedad del tiempo republicano radica en su relativa inefectividad para organizar la diversidad de trayectorias y expectativas sociales que componen las nuevas comunidades políticas. Es unai crisis que se manifestó muy tempranamente, como cuando el Diario político de Santafé señaló que los americanos «fluctuamos en un Oceáno de ideas inconexas, sin experiencia, y sin principios» (agosto de 1810) y ofreció, en cambio, las páginas del periódico para «que nuestros Franklines y nuestros Washingtones derramen luxes y fixen nuestra inconstancia y nuestra incertidumbre» 37 • Las respuestas llegaron de diversos•flancos pero más que acuerdo produjeron confusión y disenso. Por eso, más que afirmar con Walter Benjamín que «la ·gran Revolución introdujo un calendario nuevo», lo que resulta indudable es que las transformaciones políticas debilitaron el calendario antiguo 38 • Es decir, éstas no dieron como resultado la consolidación de un nuevo orden político y moral, sino en la enervación de las antiguas certezas políticas. En tercer lugar, estos procesos - de ideologización, deslegitimación y erosión de las lealtades- no se confinar.on, por lo menos en la zona grancolombiana, a grupos patricios y letrados sino que comprendieron amplios sectores sociales. Esto significó un incremento generalizado de las expectativas sociales en torno a las formas de adhesión social, las lealtades y la peFfectibilidad política. La generalización o democratización de expectativas diversas dio pie a una amplia movilización social que, sin embargo, no siempre dio expresión cabal a esas expectativas generalizadas. En cuarto lugar, la coexistencia de diversas e incluso antagónicas expectativas sociales agitó la contienda política (entre patriotas y las autoridades españolas) y las llenó de contenido social. Esos antagonismos no constituían nuevas realidades sino que eran extensión de la conflictividad colonial. Como señala José Manuel Restrepo, el periodo colonial se caracterizó por las continuas rivalidades entre pueblos y provincias, entre grupos reformistas y élites tradicionales y también entre grupos o estamentos sociales. De manera significativa Restrepo hace énfasis en estos últimos y señala: «Las castas de negros, indios y mulaDiario político de Santafé, Bogotá, núm. 1, agosto 27 de1810, p. l. BENJAMIN, Walter: «Tesis de filosofía de la historia (1940)>>, en Discursos interrum· pidas I, p. 186. 37

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Olmedo a Bolívar, 19 de abril de 1826, ibid., p. 264. Londres, 19 de abril de 1826, en ibid., p. 264.

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tos eran opuestas á los criollos blancos, que unidos a los españoles europeos obtenían el primer lugar en la sociedad» 39 . Hasta la crisis de 1810 estas pugnas habían permanecido socialmente organizadas, pero la descomposición del régimen monárquico agitó el espectro de las guerras de castas y amenazó -a través de la democratización de la ideologización política- con disolver el orden social. La eclosión social produjo -como lo ha señalado el historiador venezolano Germán Carrera Damas- una dislocación de la estructura de poder interno de la región 40 . Aun cuando la intensidad del conflicto no fue la misma en todas partes, las certezas habían sido debilitadas y las expectativas se habían generalizado de tal manera que el sistema ((Colonial» había perdido su aura de invencibilidad41. En quinto y último lugar, ninguno de estos grupos en conflicto -ni los diversos grupos de las élites, ni las regiones, ni los grupos sociales conocidos como castas- tuvo la capacidad ni la posibilidad de movilizar los recursos necesarios para realizar sus expectativas y someter las de los grupos sociales rivales. A cambio del Antiguo Régimen de historicidad se instaló la heterogeneidad de expectativas, algunas de la cuales remitían a universos conceptuales y morales antagónicos. Esto dio paso a un proceso de inestabilidad prolongada y a la dislocación de la estructura interna de poder y se convirtió en ((el semillero de las cuestiones jurídicas, políticas y socio-políticas - y de sus expresiones ideológicas- en torno a cuyo planteamiento, debates e intentos de respuesta giró el siglo XIX y buena parte del XX» 42 . El largo siglo XIX hispanoamericano es un intento agónico por recuperar un punto de equilibrio social y un lugar protagónico para las élites americanas que se consideraban llamadas para asumir la conducción de las nuevas repúblicas. Las élites americanas intentaron reanudar la pluralidad de historicidades, privilegiando algunas, y subordinando y desplazando otras que resultan - a su parecer- menos convenientes o apropiadas. Resulta casi natural que buena parte de los esfuerzos intelectuales durante las primeras décadas de la independencia sean dirigidos a elaborar, genera-

39 RESTREPO, José Manuel: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 1, p. 105. 40 «República monárquica o monarquía republicana», en CARRERA DAMAS, Germán (ed.) Historia de América Andina, vol. 4: Crisis del Régimen colonial e independencia, pp. 357-412. 41 Valga la pena señalar lo rápido que cambia el sentido de colonial entre la última década del siglo XVIII y la segunda del XIX. Para más sobre los cambios conceptuales del término, ver ORTEGA MARTÍNEZ, Francisco A.: «Ni nación ni parte integral. 'Colonia' de vocablo a concepto en el siglo XVIII iberoamericano>>. 42 CARRERA DAMAs, Germán: , p. 359.

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lizar e imponer expectativas colectivas a través - entre otras cosas- de

la adopción de una forma política. Pero la acogida casi unánime -como señala Amunátegúi en el epígrafe con que empiezo este ensayo- de la forma republicana resulta más una concesión al antagonismo social y a los choques de expectativas, que un despliegue incontestado de un proyecto histórico colectiyo: ((Huye, vajel querido,/ Del mar embravecido/ Qué entre escollos corriendo peligrosos/ De viva roca i de ferviente arena,/ A seguro naufrajiote condena».

Repúblicds de tintura particular La Historia de la Revolución en la República de Colombia (1827; 1858) de José Manuel Restrepo fue por mucho tiempo caracterizada como fundadora de la historia nacional. Su máxima - escribir ((COn imparcialidad y verdad»- definió el quehacer de la disciplina en las nacientes repúblicas por varias generaciones venideras. Más recientemente, Germán Colmenares la redescribió como la obra fundadora de la mitología nacional que había fijado ((Un repertorio fijo e inalterable» y que se había convertido en una prisión historiográfica 43. Con estas credenciales la Historia de Restrepo parecería ser evidencia irrefutable de la capacidad de un grupo social para imponer su visión histórica sobre el resto de la sociedad. Para los fines aquí consignados no la consideraré ni como historia verdadera, ni como mito fundante, sino, precisamente, como una respuesta histórica al problema de una temporalidad precaria. La propuesta de Restrepo, es decir su narrativa histórica, es en suma interesante y, en buena medida, paradigmática en su intento por imponer una historicidad permanente que consolidara la república. La revolución de 1810 -es decir, aquel evento que se percibe como 1~ ruptura con el régimen de historicidad monárquico- exige una nueva escritura de la historia, una que trace la genealogía del sujeto soberano emergente, eL.p.ueblo republicano. Esto sólo puede ocurrir de tres maneras: o la revolución constituye una restauración de las leyes originales y las antiguas libertades de la nación; o el mismo pueblo rompe con sus formas de ser en el pasado y ·se hace político, pueblo nuevo; o un pequeño grupo, en nombre de ese mismo pueblo, rompe con el régimen histórico para, de .ese modo, llevarlo a su nueva condición política. En el primer caso la historia se convertía en el camino para identificar las antiguas leyes fundamentales del Reino,

43 COLMENARES, Germán: en La Independencia. Ensayos de historia social, p. 11.

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«depósito de la constitución y el derecho que gobernó a nuestros abuelos (... )y las leyes en que vivimos nosotros» 44 . La reedición en 1807 de las Siete partidas alfonsinas, obra cumbre del constitucionalismo histórico hispánico, dejaba claro que el pueblo virtuoso germinaba en las. antiguas instituciones del reino 45 • La historia de Francia (1833-1867) de Jules Michelet hace del pueblo -no sólo de sus líderes e instituciones- el protagonista de la historia y su violenta ruptura con el Antiguo Régimen es prueba de su infinita capacidad para reinventarse en ese escenario 46 • Estas dos primeras alternativas son de carácter historicista. José Manuel Restrepo opta por la tercera opción: ese sujeto político, el pueblo, no existe y la historia de la república no es la historia de todos los habitantes. Para Restrepo la independencia fue producto de «una pequeña parte [de la población] de mas ilustración, la que tenía alguna riqueza y bastante influjo: ella esperaba que el resto seguiría sus pasos, luego que estallase el movimiento revolucionarioé 7. El pueblo se componía de hombres ignorantes que no sabían leer, ó que, cuando mucho, leían el Ejercicio cotidiano; absolutamente ignoraban el significado de las voces independencia y libertad, creyendo como artículo de fe que la autoridad de los reyes venía del Ci~lo, segun lo oían predicar á sus curas eri los domingos, y teniendo al rey de España por un semidios, á quien debían obedecer so pena de pecado mortal el mas grave48 •

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Movido por las pasiones y víctima del fanatismo, «la masa del pueblo era ignorante é incapaz de conocer sus derechos para oponerse y sacudir el yugo del gobierno real» 49 • El pueblo era espectador pasivo, cuando no adversario declarado de las gestas patrióticas. Si la acción histórica se conoce por tener consciencia de sí, entonces el pueblo no tiene historia y carece de historicidad; su temporalidad no es histórica.

44 JOVELLANOS, Gaspar Melchor de: «Plan de una disertación sobre las leyes visigodas. Presentado a la Academia de la Historia en 1785>> en Obras publicadas e inéditas de Don Gaspar Melchor de Jovellanos, p. 455. 45 Cinco años después Francisco Martínez Marina abordó las Cortes de Cádiz como el fruto de las antiguas instituciones democráticas españolas. Véase su «Discurso sobre el origen de la monarquía y sobre la naturaleza del gobierno español,>> prefacio a su Teoría de las Cortes o grandes Juntas Nacionales, Madrid, Imp. de Fermín Villalpando, 1813. 46 MlCHELET, Jules: Histoire de France. Selections. Por ejemplo, la s.ección denominada «Tableau de France>>, pp. 1-82. Para una elaboración más explícita, ver la segunda parte de MICHELET, Jules: Le Peuple , y en especial pp. 179-187. 47 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 1, p. 120. 48 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 1, pp. 119120. 49 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 1, p. 123.

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Esta visión rupturista tiene serias consecuencias. La revolución hispano-americana no constituía un hecho social; para escribir su historia sólo había que seguir los pasos, iltnhelos y frustraciones de los patricios que la hicieron posible. La revolución era ruptura con todo lo anterior por lo que la república, su consecuencia, no era producto de las costumbres e historias locales. Como señaló Germán Colmenares, «El pueblo soberano e independiente surgía a partir de cero. Debía crear nuevos roles, (... ) sacar de la nada nuevos recursos materiales, crear nuevas instituciones, en fin cuanto se necesitaba para formar una sociedad» 50 • La historia propiamente comenzaba con el periodo de la independencia51 • La acusación parecería injusta en virtud de la rápida movilización popular que caracterizó buena parte de las guerras en Venezuela y la Nueva Granada. Pero, según Restrepo, las acciones de ese pueblo, «al que se había lisonjeado con las ideas de libertad y con el título de soberano», son las que justifican el señalamiento. Durante los días que siguieron a la formación de la Junta de Bogotá en 1810, el pueblo «egerció el mando por algunos días en toda su plenitud» 52 . Pero ese pueblo no estaba preparado para la acción política. Preso de «las pasiones que agitan a la multitud cuando han sacudido el yugo de las autoridades», el pueblo cometió «muchos escesos» y sus acciones derivaron en anarquía. Su «costumbre de reunirse [en la calle] para exijir [el] cumplimiento» de sus deseos terminó haciendo de «la Junta( ... ) el juguete de los caprichos de la multitud» 53 • Aún más, su fervor y firmeza no representaban convicción alguna sino simplemente una b~uta inclinación por el desorden. De ese modo, «el pueblo sin opinión alguna podía ser conducido a la contrarrevolución por el dinero y la embriaguez» 54 • La acción popular desvirtuaba -no ratificaba- el hecho revolucionario. El escepticismo de Restrepo frente al papel político del pueblo se debe, en parte, a lo que considera su falta de ilustración. El indígena -según Restrepo- es «abyecto, ignorante en sumo grado, estúpido y esclavo de los curas y corregidores, que se aprovechan del fruto de su trabajo y de su industria»; el negro, por su parte, «tenía la ignorancia

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5 COLMENARES: Las convenciones contra la cultura: ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX, p. 62. 51 COLMENARES: Las convenciones contra la cultura., p. 69. La Historia de Restrepo

se abre con un capítulo que reseña los antecedentes más conocidos de la independencia y otro que da cuenta de la invasión napoleónica y la crisis en la península. 52 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 2, p. 180. 53 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 2, pp. 18, 190, 189, 181. Germán Colmenares desarrolla un análisis de la historia de Restrepo basado en la oposición entre virtudes y pasiones,- COLMENARES: Las convenciones contra la cultura: ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX, pp. 107-111. 54 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 2, p. 224.

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y los vicios que trae consigo la esclavitud» 55 • Y las castas participaban de todos esos defectos. Producto de las circunstancias sociales, estos defectos eran corregibles, por muy arraigados que estén, con un vigoroso plan de instrucción pública. Pero había otro elemento que le impedía a. ese pueblo encarnar la historia y ser agente político del nuevo orden. Al enunciar las razones por las cuales las colonias españolas habían permanecido sometidas durante tres siglos, Restrepo indicó -entre otrasque la sociedad colonial «estaba (... ) dividida en castas de indios, negros y pardos, blancos españoles y criollos; todas contrarias entre sí» 56 . Ese antagonismo sostenido era el efecto de lo que Humboldt había llamado «el principio odioso del sistema colonial» 57 . Un antagonismo que sobrevivía en la república y amenazaba con llevarla a una devastadora guerra de castas. Si la república no era producto de la acción histórica del pueblo - de la historia del pueblo, de la historicidad popular- sólo podía ser una solución precaria y provisional. La organización constitucional de la primera república - en la que figuran ensayos de corte federal y liberalresultaba un despropósito «para una provincia pobre, habitada por hombres que tenían los vicios que inspiran la esclavitud, la ignorancia, el fanatismo y sobre todo la diferencia de castas» 58 . La república democrática daba protagonismo a toda suerte de demagogos. Eso ocurre, por ejemplo, en Cartagena, donde se oponían dos partidos: uno, que reunía la mayor parte de los hombres de educación, y riqueza y probidad ... , y se le llamaba Aristócrata. El segundo amaba la libertad, así como las medidas revolucionarias; era mucho su poder porque dominaba a la multitud, y la ponía en movimiento cuando se le antojaba. (...) Gabriel [Piñeres, quien era el líder de esta facción] predicaba por todas partes la igualdad absoluta, ese dogma destructor del orden social. Siempre se le veía cercado de negros y m¡.t!atos sin educación y quería que los demás ciudadanos ejecutaran lo mismo, bajo la_ pena de ser tenidos por aristócratas 59. Lo que las nuevas naciones americanas necesitaban era un régimen fuerte, compacto y comprometido a mantener el orden social, incluso si eso significaba mermar las libertades. No sorprende entonces que Res55 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 1, p. 102. Restrepo es un heredero brillante de la Ilustración tardo-colonial local que había codificado jerárquicamente la diversidad social colonial a partir de lenguajes de las ciencias naturales. Véase NIETO ÜLARTE, Mauricio: Orden natural, orden social: ciencia y política en

el Semanario del Nuevo Reyno de Granada. 56 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 1, p. 123. 57 Hl}MBOLDT, Alexander de: Ensayo político sobre la isla de Cuba, p. 269. 58 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 3, p. 102. 59 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, voL 3, p. 99-100.

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trepo pase considerable tiempo - treinta años- defendiendo los ideales dé aquellos cercanos a Boiívar que consideraron la posibilidad de instituir una monarquía durante los, años más aciagos de la República de Colombia60 . Como tampoco debe sorprender que defienda, poco después, las constituciones altamente restrictivas promulgadas al disolverse la República de Colombia: «Quien ataque estas restricciones como injustas o inconvenientes, no conoce -dice Restrepo-- la población de Colombia (... )y se olvida que tenemos diferentes castas>> 61 . Los gobiernos fuertes pueden moldear ese conjunto de pueblos que permanecen disgregados. Parte de ese proceso ya había ocurrido para finales del periodo virreina! y los habitantes de «Venezuela y de la Nueva Granada [aparecen] marcado[s] con una tintura particular». Pero ese proceso de mezcla - y por lo tanto de liquidación de los grupos antagónicos- no había sido un proceso guiado por las autoridades. Más que vivir en sociedad, los pardos del llano -de quienes Restrepo habla en este pasaje-- viven Acostumbrado[s] desde la primera infancia á combatir con el tigre, con toros feroces, á vivir á caballo, montando con impavidez los mas indómitos, armados de una lanza, nada temían, y su ocupación favorita era pastorear y manejar los rebaños inmensos de aquellas llanuras; así atravesaban los ríos más caudalosos sin temer á los Caimanes y á otros peces voraces, apoyando una mano sobre el caballo que nadaba á su lado. El llanero era valiente, un «hombre propio para la guerra ...» pero notablemente incapaz para el ejercicio de la política62 . La revolución fue el intento concertado por introducir a estos hombres en el orden histórico. El pueblo, sin historia, no hizo la revolución, pero la Revolución patricia espera poder constituir el pueblo, dotarle de una historicidad. Después de todo «el mulato libre estaba dotado de viveza, penetración, atrevimiento y aptitud para las artes y ciencias lo mismo que para cualquier otro destino» 63 . Con das calidades de los criollos, blancos y pardos, de la Nueva Granada y Venezuela bajo 60 Restrepo: Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional, vol. 4, pp. 202-232. 61 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional, vol. 4, p'. 504. 62 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 1, pp. 103-

104. Restrepo es heredero de una Ilustración local brillante que había codificado la diversidad social colonial a partir de algunos de los lenguajes más estratifican tes de las ciencias naturales. Francisco José de Caldas y Jorge Tadeo Lozano, amigos y contemporáneos de Restrepo. 63 RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 1, pp. 103104.

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(... ) un buen gobierno (... ) [serán] capaces de formar un pueblo nuevo en poco tiempo, y de producir hombres grandes en todos los ramos. Al fin ha tenido lugar la revolución que debe ser la causa de tan grandes resultados» 54 • Esa voluntad de Restrepo por no reconocer historicidades plurales, ese compromiso con la idea de un pueblo embrutecido que divaga por la historia sin historia, esa férrea visión de una república aristocrática cuya historia es la historia de la nación, le valió a Restrepo que Bolívar lo llamara el «buril de la historia» 65 . Pero el mármol sobre el cual escribía esta historia resultaba notablemente débil en ese momento. Y hoy, tras esa prisión historiográfica, redescubrimos múltiples historias y posibilidades políticas66. ·

RESTREPO: Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. 1, p. 105. Carta a «J .M. Restrepo>>, 3 de junio de 1828, BoLívAR, vol. 2, pp. 884-885. 66 Véase MúNERA, Alfonso: El fracaso de la nación: región, clase y raza en el Caribe colombiano (1717-1 810); SANDERS, J ames: Contentious Republicans: Popular Politics, Race, and Class in Nineteenth-Century Colombia; LABSO, Marixa: Myths of Harmony: Race and

2 Discronías. Un sondeo en torno al tiempo histórico JaVier PAJviPARACUATRO MARTÍN -. Universidad del País Vasco (UPV/EHU) [email protected]

La noción de tiempo es difícil de definir y precisar debido a su complejidad, su multivocidad y su conexión con otras nociones afines o asociadas. San Agustín alude a esta dificultad cuando dice que todos tenemos idea de qué es el tiempo, pero cuando se nos insta a definir y precisar esa idea, no sabemos qué responder: «Si nadie me plantea la cuestión, 'lo sé. Si quisiera explicarla a quien Ia: plantea, no lo sé» 1. El tiempo es -aporético, no cabe duda alguna. Su carácter paradójico y problemático lo señaló también San Agustín cuando se preguntaba: «¿cómo podemos decir que existe aquello cuya razón de ser es dejar de ser?» 2• En efecto, ¿cómo concebir el ser del tiempo? El tiempo siempre está desvaneciéndose, justamente como si su modalidad de ser fuera ... no ser. Sin embargo, parece condicionar todas las cosas, mejor dicho, parece que es el ser, o al menos una primerísima dimensión óntica, de todas las cosas, sentido en el cual se ha llegado a afirmar: «El tiempo es la inquietud del ser» (Die Zeit ist die Unruhe des Seins) 3 . En definitiva, nos enfrentamos a la aporía fundamental de no poder concebir ni la existencia del tiempo ni su inexistencia. El concepto de tiempo dista de ser unívoco. Para empezar, es frecuente confundir la realidad con su medida, cualquier a que esta sea. · Como ya advirtió Locke, «debemos distinguir cuidadosamente entre la duración misma y las medidas que empleamos para determinar su longitud» 4• En el mismo sentido, Newton distinguió un tiempo absoluto y un tiempo relativo: «El tiempo absoluto, verdadero y matemático, en sí y por su propia naturaleza sin relación a nada externo, flu ye de modo unifor me, y se llama con otro nombre duración. El tiempo relativo, aparente y vulgar, es alguna medida sensible y externa (exacta o no) de la duración mediante el movimiento, usada co-

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Republicanism du ring the Age of Revolution, Colom bia 1795-1 831.

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SAN AGUSTÍN: Confesiones, XI, 14, 17. SAN AGUSTÍN: Confesiones, XI, 14, 17. NEUHÁUSLER, Anton: Zeit und Sein, p. 284. LOCKE, John: Ensayo sobre el entendimiento huma no, II, 14, 21.

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