Tesis de grado: Dimensión subjetiva de la práctica del boxeo: disposiciones y cambios a nivel subjetivo a partir de la práctica pugilística en jóvenes pertenecientes a diferentes gimnasios de la Ciudad de Córdoba

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Descripción

Dimensión subjetiva de la práctica del boxeo: disposiciones y cambios a nivel subjetivo a partir de la práctica pugilística en jóvenes pertenecientes a diferentes gimnasios de la Ciudad de Córdoba. Introducción ------------------------------------------------------------------------------------------------------------ 2 I- Consideraciones preliminares --------------------------------------------------------------------------------- 7 

A- Consideraciones teóricas-----------------------------------------------------------7



B - Consideraciones metodológicas ------------------------------------------------ 10

II- Descripción de los espacios estudiados----------------------------------------------------------------- 21 

A- Características generales del gimnasio del Polideportivo General Paz --- 21



B- Características generales del gimnasio del Club Tigre ---------------------- 22



C- Modalidad de entrenamiento ---------------------------------------------------- 23

III- Importancia de la trayectoria social en la generación de disposiciones para la competencia pugilística. ----------------------------------------------------------------------------------------- 27 

A- Condiciones concretas de existencia y experiencias significativas para la estructuración de las disposiciones hacia la práctica pugilística: análisis del grupo de boxeadores competitivos del Polideportivo General Paz.------------ 27



B- Condiciones sociales de existencia de jóvenes de clase media: análisis del grupo de boxeadores recreativos del Gimnasio del Club Tigre ---------------- 39



C- Trayectoria social generadora de disposiciones viriles ---------------------- 47



D- El deporte como especialización de atributos de género: violencia y masculinidad como componentes del capital corporal boxístico. ------------- 58



E- El aguante como forma de adquirir el derecho de ingreso al campo boxístico y elemento central del capital simbólico del púgil competitivo. --------------- 67

IV- Disposiciones para la práctica como elemento central en el ingreso a los espacios sociales analizados ------------------------------------------------------------------------------------ 74 

A- Ingreso al Gimnasio de boxeo competitivo del Polideportivo General Paz.74



B- Ingreso al Gimnasio de boxeo del Club Tigre --------------------------------- 83

V- Gestión y transformación del componente violento del habitus a través del entrenamiento para la práctica competitiva del boxeo. ---------------------------------------------- 88 

A- Incidencia del régimen y la gestión corporal en el proceso de adecuación al campo boxístico ----------------------------------------------------------------------- 94

Conclusiones-------------------------------------------------------------------------------------------------------- 107 Referencias bibliográficas -------------------------------------------------------------------------------------- 113

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Introducción Considero que ninguna disciplina científica podría en la actualidad gozar del privilegio de tener la última palabra acerca de una determinada parcela de la realidad, si es que en algún momento esto hubo de ser posible. Aún así, existen disciplinas con herramientas teóricas y metodológicas desarrolladas de manera tal que viabilizan un abordaje más acorde a determinados temas. De acuerdo al estado del arte que se pudo establecer hasta el momento, el tema de la presente investigación, el proceso de socialización de los boxeadores, no cuenta con demasiados precedentes en el campo de la psicología. La casi totalidad de estudios a que se pudo acceder provienen de uno de sus subcampos disciplinares, la psicología del deporte, y poseen un énfasis importante en las diferentes facetas que hacen al rendimiento deportivo. En este sentido, estos trabajos no contienen aportes al análisis de la esfera subjetiva de los agentes que desarrollan la práctica boxística, si por subjetividad entendemos, siguiendo a Bourdieu, una cierta manera de ver, desear y actuar generada, y continuamente transformada, a partir de la inmersión en diferentes espacios sociales (Bourdieu, 1991:104)1 En virtud de no contar con estudios y formulaciones de corte netamente psicológico que permitan vehiculizar una investigación de estas características, la perspectiva estructural constructivista elaborada por Pierre Bourdieu y, puntualmente, los aportes de Loic Wacquant realiza desde esta perspectiva en referencia a la práctica boxística, brindan un complejo teórico dotado de herramientas conceptuales capaces de brindar un marco sistemático a la observación, la reflexión y el análisis sobre este particular objeto de estudio que es el boxeo. Este abordaje no solo se vio favorecido por el hecho de que los innumerables puntos de contacto existentes entre la psicología y la sociología en la producción teórica acerca de la subjetividad difícilmente permitan hablar de una separación disciplinar rígida, sino también porque las capacidades heurísticas propias de la formulación bourdiana se mostraron ajustadas al interés que le dio origen. La presente investigación parte de un postulado central: la esfera subjetiva de esta práctica social es inescindible de las condiciones sociales de existencia de los agentes que 1

Refiriéndose a los estudios del ámbito deportivo en general, Eduardo de la Vega expresa una severa crítica a los enfoques teóricos imperantes en el marco de la psicología del deporte por haber desatendido aspectos vinculados a la subjetividad del deportista en favor de un excesivo énfasis en su rendimiento individual. “Las teorías psicológicas que se han podido insertar en el ámbito del deporte, especialmente los desarrollos cognitivistas y conductuales, centraron sus preocupaciones en el rendimiento individual del deportista y excluyeron las determinaciones contextuales y sociales de la subjetividad” (De la Vega, 2006).

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la realizan en sus diferentes modalidades. En este sentido, estuvo situada desde el comienzo entre ambas disciplinas, postura que se afianzó en el transcurso de todo el trayecto de la indagación hasta el punto de terminar por invertir la pregunta acerca de la pertinencia que la misma podría tener para la psicología. Al momento de escribir esta pequeña introducción, y luego de haber reflexionado acerca de si las producciones de la sociología significarían aportes para la psicología, considero que el mejor camino es preguntarse justamente lo opuesto ¿Por qué razón el funcionamiento del macrocosmos social en su conjunto, sus diferentes campos y las prácticas que se desarrollan en su seno podrían ser indiferentes a la formación y la praxis de un psicólogo? El psiquismo no es una esencia autónoma ubicada en la interioridad de las personas de la cual surgen manifestaciones, ni la sociedad una realidad externa que condiciona las voluntades para adaptarlas a su funcionamiento. Si leemos la propuesta bourdiana podremos ver que es el proceso de incorporación de lo social, desde la posición en la estructura que ocupan los agentes sociales, lo que genera un modo de percibir, comprender, desear y actuar en sociedad. El camino a través del cual se cumple este proceso de socialización constituye un legítimo interés para la psicología ya que nos permite comprender por que las personas piensan como piensan, hacen lo que hacen y dicen lo que dicen, preguntas simples cuyas respuestas parciales no se agotan dentro de sus límites y han de buscarse por la vía de la interdisciplinariedad. En este marco, la presente, investigación constituye una indagación acerca del modo en que se estructuran las disposiciones hacia la práctica boxística a partir de la trayectoria social de diferentes grupos de jóvenes y la transformación que, de generarse el proceso de socialización específico al campo, implica el constituirse en uno de sus agentes. Es además una manera de comprender, a través de una práctica específica, como se da el íntimo entrelazamiento entre lo social y lo subjetivo. La relevancia de esta problemática puntual para el terreno de la psicología reside, en primer lugar, en el hecho de que se ha podido describir y analizar el significado de una práctica cuyas exigencias implican, en algunos casos, una profunda transformación a nivel subjetivo. De manera tal que, además de marcar un antes y un después en la historia vital de determinadas personas, deja huellas imborrables en su identidad. Por otra parte se ha accedido a diferentes sentidos de aspectos importantes de la subjetividad, presentes jóvenes pertenecientes a distintos sectores de la sociedad, tales como el cuerpo, la masculinidad, la violencia, el trabajo, la sociedad, el grupo de pares, etc. Si bien existen diferencias significativas entre la práctica boxística en el terreno amateur y profesional, a los fines de la presente investigación, centraré la atención en las diferencias que presenta la dimensión subjetiva de la práctica de boxeo en jóvenes que la realizan a modo competitivo respecto de aquellos que no tienen el objetivo ni el deseo

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de competir, la mayoría de los cuales practica boxeo a efectos de ejercitar su cuerpo a través del entrenamiento pugilístico. En el gimnasio de boxeo del Polideportivo General Paz entrenan boxeadores que compiten en el terreno profesional o como aficionados, siendo estos últimos el grupo mayoritario, mientras que al Club Tigre asisten jóvenes que realizan esta práctica a modo de recreación. La diferencia entre ambos grupos radica en que mientras el primero atraviesa un proceso de socialización específico al campo del boxeo cuyo producto será la conformación del agente social que le es propio, el boxeador, el segundo grupo no persigue esta finalidad ni llega a constituirse en un agente activo en el seno del mismo. Esto dota la dimensión subjetiva de la práctica de rasgos diferenciales que se reflejan fundamentalmente en el grado de compromiso y la importancia que unos y otros jóvenes asignan a su régimen de entrenamiento, como veremos en el desarrollo del presente trabajo. El desarrollo de este proceso de socialización está fuertemente condicionado por las disposiciones estructuradas en el marco de las condiciones de existencia propias de los sectores sociales a los que pertenecen ambos grupos. Los jóvenes boxeadores a los que he denominado “recreativos”, en los que no se han podido observar rasgos disposicionales para la práctica competitiva, pertenecen en su mayoría a sectores de clase media y conciben el entrenamiento como una distracción que ocupa un lugar marginal en su economía de vida. En cambio, estos rasgos disposicionales se manifiestan con fuerza en los jóvenes de clase baja que habitan el gimnasio de boxeo del Polideportivo General Paz. Estos perciben el boxeo y la competición como un espacio de realización personal ubicando el entrenamiento y el régimen deportivo como un eje en torno al cual giran las demás actividades de su vida cotidiana. En el marco del presente trabajo se ha denominado a este grupo “boxeadores competitivos”. El principal supuesto de la presente investigación es que, en virtud de sus diferentes trayectorias sociales, ambos grupos de agentes se encuentran ligados a la práctica del boxeo y las exigencias que emanan de ella de manera diferente. Si bien el origen del boxeo, como el de otros deportes devenidos populares, se encuentra asociado a las elites, dueñas del tiempo de ocio necesario a la actividad deportiva no remunerada (Sebreli, 1998: 19), una vez profesionalizado2, sus cultores y principales referentes surgieron mayoritariamente de los sectores marginales y de clase baja. La rica mitología, muchas veces exagerada por los medios de difusión, en torno a la imagen del self made man que por su destreza deportiva logra escapar a un destino de

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Hans Ulrich Gumbrecht concibe al boxeo como el primer deporte profesional de la modernidad completamente desarrollado. Si bien el autor ubica el surgimiento del deporte moderno a comienzos del siglo XIX, sostiene que durante el siglo XVIII las competencias boxísticas desarrolladas en Inglaterra atraían multitudes y ponían en juego fuertes sumas de dinero, por lo que en algunos niveles el boxeo se habría anticipado al resto de los deportes profesionales por espacio de un siglo (Gumbrecht, 2005: 119 - 122).

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miseria, hecho que puede ser fácilmente puesto en cuestión3, no invalida la existencia de esta asociación y catapulta uno de los interrogantes que guían la presente investigación: ¿Por qué son los jóvenes de clase baja los que mayoritariamente se encuentran dispuestos a desenvolverse en esta exigente disciplina exponiéndose a sus riesgos, sometiéndose a sus exigencias y soportando sus rigores? Si la subjetividad implica la incorporación de la estructura social de acuerdo a la posición que el agente ocupa en ella: ¿Qué relación existe entre las condiciones sociales de existencia asociadas a esta posición y la entrega a la práctica boxística? Por otra parte la práctica recreativa del boxeo, más propia de los sectores de clase media, no implica el grado de compromiso y exposición inherente a la competencia y permite ver de que modo un grupo puede ligarse al boxeo sin comulgar con sus valores, realizar las apuestas que le son inherentes ni constituirse como un agente ajustado al campo propiamente boxístico. En consecuencia, el análisis comparativo de la dimensión subjetiva del boxeo competitivo y recreativo plantea los siguientes interrogantes: ¿Qué significado posee la práctica para ambos grupos? ¿Qué diferencias a nivel subjetivo pueden percibirse en los púgiles recreativos y los púgiles competitivos? ¿De que modo se relacionan ambas modalidades de práctica con el estilo de vida de los agentes que la realizan? El estudio de la relación a la práctica que estos jóvenes mantienen se abordará a partir del análisis de la incorporación de sus condiciones concretas de existencia bajo la forma de disposiciones y los rasgos básicos de la estructura y volumen del capital que poseen. A través de los aportes de la perspectiva estructural - constructivista, elaborada por Pierre Bourdieu, se intentará analizar los diferentes modos de percibir, sentir y actuar en el microcosmos social del boxeo, abordando para ello la principal instancia material en la que transcurre el proceso de socialización del boxeador: el gimnasio. Para ello se consideró conveniente exponer sintéticamente la perspectiva teórica que hace de marco a la elaboración de este trabajo, la estrategia metodológica utilizada y las decisiones que fue necesario adoptar en el transcurso del proceso de investigación. El informe, producto del análisis de las unidades de observación seleccionadas, da comienzo con una descripción de sus características generales y los principales rasgos que hacen a la modalidad de entrenamiento que les es propia. En el apartado subsiguiente se analizan diversos aspectos de la trayectoria social de los agentes que las componen y su relación con la generación de disposiciones para la práctica a nivel competitivo o recreativo. Posteriormente, se describen y analizan las relaciones que los 3

De hecho Wacquant sostiene que existe la ilusión de una “escala de movilidad continua” o una “gran cadena del Ser” pugilístico que conduciría desde el anonimato hasta la cúspide de la jerarquía boxística a quien demuestre el talento y el coraje necesario. Esto puede verse desmentido en los hechos con la existencia de segmentos y redes separados cuyo acceso está restringido por los agentes poseedores del capital social específico (Wacquant, 2006: 48).

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distintos agentes establecen entre sí en el seno de los espacios observados y las exigencias que impone la práctica en los niveles recreativo y competitivo. Por último se realiza un análisis de algunas prácticas corporales, privativas de los boxeadores competitivos, consideradas esenciales en el proceso de socialización específico por el que deben atravesar para constituirse como agentes activos en el seno del campo boxístico.

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I- Consideraciones preliminares A- Consideraciones teóricas Según Pierre Bourdieu la sociedad está compuesta por campos sociales, entendidos como: “microcosmos sociales relativamente autónomos, espacios de relaciones objetivas4 que forman la base de una lógica y necesidad específicas que son irreductibles a las que rigen los demás campos” (Bourdieu y Wacquant, 1995: 64). Estos campos se estructuran de acuerdo a una o varias especies de capital que pueden hallarse en dos estados: objetivado en instituciones, obras, títulos, etc. o incorporado en los propios agentes (Bourdieu, 1991: 98)5. El valor de cada uno de estos tipos de capital viene dado por el campo en el que pueda ser utilizado como un factor eficiente. Esto último equivale a decir que cada tipo de capital posee valor dentro de los límites de un campo determinado aunque, bajo ciertas condiciones, puede convertirse en otra especie de capital. Haciendo referencia a sus propiedades en el plano heurístico, Bourdieu denomina la relación existente entre las nociones de campo y capital “circulo hermenéutico” (Bourdieu. Wacquant 1995: 72) ya que para definir uno, tanto en el plano empírico como puramente teórico, es necesario el conocimiento acerca del otro y, de hecho, uno solo tiene valor en referencia al otro. El boxeo competitivo constituye un microcosmos social estructurado a partir de una forma específica de capital: el capital corporal, es decir, “trabajo acumulado en su forma incorporada” (Wacquant en Auyero, 1999: 241). El proceso de socialización del boxeador competitivo, agente central de este campo social, gira en torno a la gestión, desarrollo y la manipulación racional de su cuerpo a efectos de alcanzar lo que en este espacio se concibe como la excelencia. En primer lugar, el trabajo corporal del púgil, definido como “una manipulación altamente intensiva y finamente regulada del organismo, cuyo objetivo es imprimir en el esquema corporal del boxeador un conjunto de posturas, de patrones de movimiento y de estados cognitivo – emocionales que lo convierten en un practicante versado en la sweet science del pugilismo” (Wacquant en Auyero, 1999: 252), constituye la actividad mediante la cual los recién llegados al campo se transforman en agentes sociales activos, es decir, capaces de producir efectos en su seno gracias a la estructura y volumen del capital acumulado. En segundo lugar, el trabajo corporal puede concebirse como el producto de la activación de un modo de interés o illusio propio del campo boxístico que actúa como el principal 4

Bourdieu entiende por relaciones objetivas relaciones entre agentes que se dan independientemente de su conciencia y voluntad individual. Un campo es una red de relaciones objetivas entre agentes situados en diferentes posiciones, en función de la distribución de las diferentes especies de capital. (Bourdieu y Wacquant, 1995: 64) 5 Existen tres clases fundamentales de capital: económico, cultural y social a las que se les suma una cuarta, el capital simbólico que es el modo que adoptan las demás especies al ser reconocidas, mediante determinadas categorías de percepción, en el marco de su lógica específica (Bourdieu y Wacquant., 995: 81)

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motor del compromiso del púgil con su actividad. Bourdieu entiende la illusio como la condición y el producto de la pertenencia a un campo, un axioma de la sociología que expresa la inversión del agente en lo que está en juego en un espacio social determinado. La illusio es lo que mueve a un agente a adaptarse a las exigencias del campo en pos de la consecución de lo que en el se propone como la excelencia (Bourdieu, 1990: 141). El gimnasio constituye la instancia material fundamental para la conservación y reproducción del campo boxístico puesto a que es en él donde transcurre el proceso de socialización específico de los púgiles. Este espacio sirve tanto al objetivo de hacer del capital corporal capital pugilístico, expresado bajo la forma de habilidades y tendencias adecuadas al fin de producir valor en el campo del boxeo (Wacquant en Auyero, 1999: 276), como a la transmisión y conservación de la creencia en su axiomática particular (Wacquant, 2006 a: 30). La conservación y reproducción de un campo depende además de la existencia de agentes dispuestos a participar en él, es decir, que por su trayectoria social particular, se encuentren dispuestos a otorgar valor a la lucha y las apuestas por la obtención del capital en juego y a respetar las reglas inherentes a la propia lucha (Bourdieu, 1990: 1937). Es este reconocimiento del campo que realizan determinados agentes, como un espacio de luchas en las cuales vale la pena participar, una de las razones que permiten comprender su ingreso. La existencia de agentes dotados de intereses específicos dispuestos a ingresar a este espacio de lucha en función de un tipo de capital, a partir de cuya distribución se determinan las diferentes posiciones que lo estructuran, son los elementos esenciales en la composición de un campo social, Bourdieu lo explica de la siguiente manera: “Un campo –podría tratarse del campo científico- se define, entre otras formas, definiendo aquello que está en juego y los intereses específicos, que son irreductibles a lo que se encuentra en juego en otros campos o a sus intereses propios (no será posible atraer a un filósofo con lo que es motivo de disputa entre geógrafos) y que no percibirá quien no haya sido construido para entrar en ese campo (cada categoría de intereses implica indiferencia hacia otros intereses, otras inversiones, que serán percibidos como absurdos, irracionales, o sublimes y desinteresados). Para que funcione un campo es necesario que haya algo en juego y gente dispuesta a jugar, que esté dotada de los habitus que implican en conocimiento y el reconocimiento de las leyes inmanentes al juego, de lo que está en juego, etcétera” (Bourdieu, 1990: 136). El reconocimiento del valor del juego implica para los recién llegados, en primer lugar, el pago de un derecho de ingreso6 el cual se materializa en el campo boxístico en una serie de prácticas corporales que, a grandes rasgos, se podrían reducir, por una parte, al conjunto de actividades que hacen al régimen deportivo, desde el entrenamiento cotidiano, a los cuidados corporales y, por otra, en el despliegue y sostenimiento de 6

La selección y cooptación de un agente dependen en gran medida a los signos de adhesión e inversión en el juego que manifieste y del conocimiento práctico de del funcionamiento del mismo (Bourdieu, 1990: 137).

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determinados atributos viriles que giran en torno a la violencia física, elemento central de esta práctica deportiva. El compromiso y reconocimiento del valor del juego y las apuestas, lejos está de ser una elección intencional y reflexiva si no que constituye un efecto propio de las disposiciones de un colectivo determinado de agentes que de ordinario queda reprimido y no se presta a cuestionamiento alguno. En el marco de la teoría bourdiana, la disposición inconsciente a concebir el capital que estructura un campo como un valor a ser apropiado en la lucha, este acuerdo tácito entre los competidores que constituye la razón de ser de sus pugnas y que se produce con el solo hecho de participar del juego7, se denomina doxa. La potencialidad para manifestar determinados atributos viriles del capital corporal, fundamentalmente su capacidad de resistir, de aguantar y de sacrificarse, que se manifiestan a lo largo del entrenamiento, y muy especialmente en el enfrentamiento a golpes, formaría parte de las disposiciones de los boxeadores competitivos y encontrarían en este ámbito un lugar donde actualizarse. Las condiciones sociales de existencia en las que transcurre el proceso de socialización de un agente constituyen el marco en el cual se moldea su habitus. Este se puede definir como una estructura disposicional a partir de la cual un agente determinado percibe, piensa y actúa en el cosmos social (Bourdieu, 1999: 197. Bourdieu, 1991: 94). “Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas capaces de funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente “reguladas” y “regulares” sin ser el producto de la obediencia a reglas, y, a la vez que todo esto, colectivamente orquestadas sin ser el producto de la acción organizadora de un director de orquesta” (Bourdieu, 1991: 92) Estas disposiciones, en tanto incorporación de posibilidades e imposibilidades, libertades y necesidades, facilidades y prohibiciones inscriptas en sus condiciones objetivas de existencia, orientan a los agentes a producir un espectro de prácticas compatibles con su entorno social (Bourdieu, 1991: 94). La presente investigación parte del supuesto de que los dos grupos de jóvenes con los cuales se ha trabajado formarían parte de lo que Bourdieu denomina clases lógicas8, es 7

También los agentes, especialmente los recién llegados, pueden luchar para subvertir ciertos aspectos del funcionamiento de un campo. Esta estrategia subversiva se despliega en el marco de ciertos límites, que de ser atravesados, implicarían la exclusión. Aún así existe una axiomática fundamental incuestionable sobre la que reposa la totalidad del juego (Bourdieu, 1990: 137). 8 Diferenciándose de la noción de clase sostenida desde la teoría económica de tradición marxista, que entiende por tal un “sector de la sociedad que incluye a individuos con niveles similares de ingresos, situación laboral de parecidas características y pertenecientes a un medio al que le corresponde una determinada condición cultural e ideológica (De la Vega 1991: 90. El resaltado es mío), Bourdieu entiende que no es correcto hablar de clases reales, si no de clases

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decir, personas que ocupan una posición similar en la estructura social y que, a lo largo de su trayectoria social particular, por estar inmersas en similares condiciones de existencia y sometidas a similares condicionamientos, poseen mayores probabilidades de tener disposiciones e intereses semejantes y, por lo tanto, de producir también prácticas semejantes (Bourdieu, 1990: 283 - 284). Dada la amplitud de términos tales como clase baja, clases populares urbanas, clases trabajadoras o clase media, etc. es necesario puntualizar que con ello se quiere designar grupos de agentes que, por su posición en la estructura social, estuvieron expuestos a experiencias y condicionamientos cualitativamente diferentes, estructurando lo que Bourdieu entiende como un habitus de clase: un “sistema subjetivo pero no individual de estructuras interiorizadas, principios [shemes] comunes de percepción, concepción y acción que constituyen la condición de toda objetivación y de toda apercepción,…” (Bourdieu, 1991:104). La génesis del habitus de clase no se produce de la misma manera en la totalidad de los agentes dotados del mismo. Desde esta perspectiva se entiende que las diferentes posiciones sociales, traducidas en diferencias de acceso a bienes, servicios, y poderes hacen más o menos probable para los agentes el enfrentar similares situaciones. Esto estructuraría además una manera de percibir y ubicarse en el cosmos social haciendo de sus diferentes espacios lugares habitables, vedados, indiferentes o invisibles (Bourdieu, 1991: 103). Esta incorporación de la estructura objetiva como un principio de percepción, interpretación y acción, interiorización de la exterioridad, es lo que hace eficaces los condicionamientos externos que imponen las diferentes condiciones de existencia (Bourdieu, 1991: 95 - 103 - 104). En este orden de cosas, la práctica boxística presentaría diferencias significativas en los jóvenes pertenecientes a los espacios analizados que pueden ser interpretadas a partir de sus trayectorias sociales. La perspectiva de Bourdieu, al disolver la disyunción entre individuo y sociedad permite comprender parte de las diferencias halladas en las disposiciones hacia determinados aspectos de la práctica pugilística que presentan ambos grupos analizando, a partir de las condiciones concretas de existencia en las que estas disposiciones se estructuraron, las modalidades de socialización que se generan a partir de ella. B - Consideraciones metodológicas Siguiendo los lineamientos del muestreo teórico la selección de unidades de observación y las decisiones respecto a la recolección de datos se tomaron a partir de las preguntas de investigación planteadas (Glasser y Strauss, 1967: 1).

construidas científicamente y por tanto lógicas o probables, en las que el capital económico tiende a imponer su estructura pero constituye tan solo una dimensión más en el análisis de los espacios sociales, en los que actúan además diferentes tipos de capital (Bourdieu, 1990: 281).

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En virtud del objeto de la presente indagación, el análisis de la generación de disposiciones para la práctica boxística a partir de la trayectoria social de agentes situados en determinadas posiciones de la estructura social, se seleccionaron dos gimnasios de características diferenciales a efectos de proceder a su comparación. En concreto, las unidades de observación seleccionadas son los siguientes gimnasios de boxeo de la ciudad de Córdoba: Gimnasio de boxeo del Club Polideportivo General Paz, ubicado en el Barrio General Paz (Ciudad de Córdoba). Gimnasio de boxeo del Club Tigre, ubicado en Barrio Alto Alberdi (Ciudad de Córdoba). Los sondeos previos realizados en ambos espacios permitieron constatar diferencias significativas en cuanto a su modo de funcionamiento, el nivel de compromiso con la práctica exigido y el contexto de procedencia de los púgiles que asisten a ellos. La diferencia fundamental entre ambos espacios radica en que mientras el primero persigue el objetivo de convertir a sus asistentes en agentes activos en el campo boxístico, adaptándolos a sus exigencias, el segundo se limita a ofrecer una práctica recreativa que intenta realizar el movimiento inverso, es decir, adaptar la práctica a las necesidades de los asistentes. A efectos de dar cuenta objetivamente de las condiciones concretas de existencia en que transcurre el proceso de socialización de los jóvenes “boxeadores recreativos” y competitivos sería necesario acceder a datos estadísticos precisos que permitan establecerlas9. Con este objetivo se han utilizado aquí datos referidos a la estratificación sociodemográfica de la ciudad de córdoba.10 Esta división se compone de seis estratos sociales: clase alta, clase estudiantil, clase media, clase media baja, clase baja e indigentes. Estos han sido diferenciados a partir de indicadores sociodemográficos como: ocupación y nivel de ocupación, nivel educativo, acceso a bienes y servicios, cantidad de hogares por vivienda, porcentaje de hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI), entre otros. Los mapas sociodemográficos, elaborados a partir del análisis estadístico de lo datos mencionados, permiten ubicar demográficamente los sectores en que residen los púgiles

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En su abordaje del tema Loïc Wacquant tomó como indicadores de precariedad del contexto en el cual se emplazaba el gimnasio de boxeo por el estudiado los siguientes datos: cantidad de familias monoparentales, cifra oficial de desempleo, porcentaje de familias que percibían algún tipo de asistencia social, categorías socio - profesionales, cantidad de familias con vivienda propia, instituciones culturales activas, índice de mortalidad infantil, nivel de las escuelas públicas, instituciones dominantes, estadísticas de delitos violentos cometidos, entre otros (Wacquant, 2006: 35 – 38). 10 Si bien el análisis de los datos estadísticos utilizados por Díaz para la división de la población de la Ciudad de Córdoba en estratos sociodemográficos (Díaz, 2002: 8 – 10) fueron obtenidos a partir de una concepción de clase diferente a la que se utiliza en la presente investigación, brindan un amplio panorama acerca de las condiciones de existencia de los grupos seleccionados. Como indica Bourdieu, el hecho de que el análisis estadístico permita recortar clases en el espacio social no implica que estas clases existan como grupos reales pero pueden explicar la probabilidad de los mismos en constituirse como grupos prácticos como pueden ser la familia, los clubes, los movimientos sociales y políticos, etc. (Bourdieu, 1990: 285). Es por ello que la investigación citada, aún partiendo de presupuestos teóricos y metodológicos que se alejan de la presente, posee pertinencia respecto al propósito de la misma.

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de ambos espacios brindando información acerca de sus características socioeconómicas (Díaz, 2002: 28 – 38). Entre los “púgiles competitivos” que asisten al Gimnasio del Polideportivo General Paz solo un número ínfimo proviene del Barrio General Paz. En su gran mayoría los pupilos de este gimnasio provienen de barrios aledaños al mismo. Los que actualmente entrenan en el gimnasio pertenecen en su gran mayoría al barrio Yapeyú, Ampliación Yapeyú y Maldonado, colindantes a barrio General Paz. Algunos provienen de barrios más alejados entre los cuales se pueden mencionar: Observatorio, 1º de Mayo, Las Violetas y Las Flores. El análisis sociodemográfico de las zonas mencionadas brinda un panorama general acerca de las condiciones sociales de existencia de las personas que habitan en ellas. En estas zonas predominarían los estratos de clase baja que pueden ser caracterizados, en el marco del estudio arriba citado, a partir de los siguientes indicadores: alto porcentaje de jefes de hogar que no accedieron a niveles superiores de educación, elevada tasa de desocupación respecto a la población total, privación convergente de recursos corrientes (hogares con ingresos insuficientes estimados a partir de los años de escolarización de los miembros del hogar ocupados o jubilados/pensionados y la cantidad de personas que componen el hogar), privación de recursos patrimoniales (hogares con deficiencias en las viviendas que habitan, tanto en las características de los materiales como en las instalaciones sanitarias), alto porcentaje de hogares con necesidades básicas insatisfechas11, capacidad subsistencia, es decir hogares que tuvieran cuatro o más personas con solo un miembro ocupado. La población joven es la que caracteriza este grupo, su amplia base queda de manifiesto en el hecho de que el 27% de la población es menor de quince años y sólo el 8% son mayores de sesenta y cinco años. (Díaz ,2002: 50–52)12. Es conveniente destacar que en el Barrio General Paz, al igual que en Alto Alberdi, predominan

estratos

sociales

de

clase

media,

sin

embargo,

como

se

destacó

anteriormente, no se han podido constatar casos de púgiles competitivos residentes en este barrio (Exceptuando el caso de un joven residente en el barrio “Bajo General Paz” donde predominan estratos de “clase media baja”).

11 El porcentaje de hogares con NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas) se calcula a partir de los siguientes indicadores: 1Hacinamiento: Hogares que tuvieran más de tres personas por cuarto; 2- Tipo de Vivienda Deficitaria: hogares en una vivienda de tipo inconveniente (pieza de inquilinato, vivienda precaria u otro tipo, lo que excluye casa, departamento y rancho). 3- Instalaciones Sanitarias: hogares que no tuvieran ningún tipo de retrete. 4- Escolaridad: hogares que tuvieran algún niño en edad escolar (seis a doce años) que no asistiera a la escuela.

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El cálculo del promedio de edad es relevante para la descripción de la composición de una población determinada en virtud de que constituye un indicador de comportamiento demográfico (Díaz ,2002: 33)

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1- Distribución sociodemográfica de sectores de clase baja en Córdoba Capital. Ubicación del Gimnasio de boxeo competitivo.

Los jóvenes que asisten al Gimnasio de Boxeo del Club Tigre provienen en su gran mayoría del Barrio Alto Alberdi. Los datos sociodemográficos de la zona mencionada permiten ver una preponderancia de hogares de clase media. Estos pueden ser caracterizados de la siguiente manera: el promedio de edad es algo mayor que el del sector de clase baja, no se evidencian problemas socio-económicos, casi la totalidad de las familias viven en un hogar por vivienda, además son propietarios de la vivienda y el terreno, la mayoría de la población posee obra social o plan médico y existe una alta proporción de afiliados a servicios de emergencia médica. Los jefes de familia poseen

calificación

operativa

y

relaciones

laborales

de

dependencia.

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N MERCANTIL

ARGUELLO

LOS BOULEVARES

Clase Media PARQUE JORGE NEWBERY

LOS GIGANTES MARQUES DE SOBREMONTE PANAMERICANO GENERAL SAVIO ALTO VERDE CENTRO AMERI CA VILLA AZALAIS

ALTA CORDOBA

LOS PARAISOS

RESIDENCIAL AMERICA

TALLERES OESTE

PATRICIOS

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LA HORTENSIA

VILLA CABRERA GENERAL BUSTOS TALLERES ESTE

PARQUE DON BOSCO

YOFRE SUD

GENERAL PUEYRREDON ALTO ALBERDI

INDUSTRIAL

LAS PALMAS

SAN MARTIN

TRANVIARIOS

CENTRO

ALTO ALBERDI CASEROS CENTRO LOS JACARANDAES

SAN VICENTE OBSERVATORIO

SAN RAFAEL

CRISOL NORTE MIRADOR GUEMES

AERONAUTICO

NUEVA CORDOBA ANEXA AMEGHINO SUD MAIPU SECCION 1 PARQUE VELEZ SARSFI ELD PARQUE CAPITAL SUD

JARDIN RESIDENCIAL SAN CARLOS

CIUDADELA

DEAN FUNES ALTOS DE VELEZ SARSFIELD

SAN FERNANDO

PARQUE SAN CARLOS

LAS FLORES LAS FLORES SAN LORENZO

LOS OLMOS

VILLA SAN ISIDRO

ITUZAINGO

SANTA ISABEL SECCION 1

15

2- Distribución sociodemográfica de sectores de clase media en Córdoba Capital. Ubicación del Gimnasio de boxeo recreativo.

3 División sociodemográfica acotada a los lugares de residencia de púgiles "competitivos" y "recreativos"

13 GENERAL BUSTOS

TALLERES OESTE

VILLA PAEZ

SAN MARTIN

ALTO ALBERDI

ALTA CORDOBA

GENERAL PUEYRREDON

HOGAR PR OPIO

GENERAL PAZ YAPEYU

CENTRO ALTO ALBERDI JUNIORS OBSERVATORIO

SAN VICENTE NUEVA CORDOBA GUEMES

N

BELLA VISTA

Rio Ferrocarril Límite de Barrio Avenidas principales Clases Sociales 1 - Clase Alta 2 - Clase Media 3 - Clase Media Baja 4 - Clase Baja 5 - Clase Indigente

13

El presente mapa es una elaboración propia a partir de la estratificación sociodemográfica realizada por Díaz (Díaz, 2002)

16

En virtud del diseño cualitativo que guía la presente investigación, la adscripción social de los agentes se verificó fundamentalmente a través de los datos obtenidos durante la observación y el análisis de los testimonios obtenidos durante las entrevistas. En ellos no solo se reflejan diferencias significativas respecto a la representación que ambos grupos de jóvenes poseen del macrocosmos social y la posición que ocupan en él sino al significado que le otorgan a la práctica y al espacio material en el que esta se desarrolla, el gimnasio. Dentro del amplio espectro que conforma las condiciones de existencia de un agente se han abordado prioritariamente los testimonios referidos a su estructura familiar, a las actividades educativas y/o productivas que desarrollan y su relación con la practica boxística, a la percepción de su entorno social y los vínculos que se desarrollan en él, a la posición que le asignan a este espacio en el macrocosmos social y a los espacios de sociabilidad que habitan prioritariamente. El trabajo, en tanto categoría axiomática central, y eje nuclear de la experiencia social de las personas, es una referencia ineludible en el análisis de las condiciones de existencia en que se desarrolla su proceso de socialización (Agulló Tomás, 1998: 154). Por este motivo se tomó como un eje importante de la indagación de ambos grupos de jóvenes. El nivel educativo alcanzado, tanto por los púgiles como por las personas que conforman su entorno familiar, constituye otra referencia clave para abordar la posición de estos agentes en la estructura social, debido a que el grado de instrucción alcanzado constituye un condicionamiento para la inserción en el mercado laboral (Díaz, 2002: 10). Como señalan Formichella y London, desde el análisis macroeconómico, la educación y el sistema laboral constituyen dos esferas de la realidad estrechamente relacionadas “mayor educación entraña mayor acumulación en capital humano, que deriva en un incremento en la eficiencia individual y colectiva de los trabajadores, que se traduce en un aumento del crecimiento y desarrollo económicos” (Formichella y London, 2008: 30).

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En estrecha asociación con lo anterior, el análisis de material referido a las categorías morales utilizadas para la valoración de determinados atributos masculinos, permitió abordar distintas facetas que hacen al ajuste entre las disposiciones estructuradas en diferentes condiciones de existencia y determinados aspectos de la práctica boxística. Debido a las diferencias encontradas en ambos grupos y siguiendo la metodología de construcción de tipologías se procedió a la construcción de dos tipos. Esta metodología es de utilidad para “resumir en un conjunto reducido y significativo de categorías o tipos a los individuos, grupos, instituciones, sociedades o a cualquier otra unidad de análisis que es objeto de estudio” (López Roldán, 1994: 10). 14

Aún así, la decisión individual de educarse, para ambas autoras depende de lo que ellas denominan variables microeconómicas, termino que engloba desde las expectativas de los individuos en lo referente a su inversión en educación, posibilidades de acceso al sistema educativo, historia familiar y social de cada individuo (Formichella y London, 2008: 30).

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La construcción de dos tipos: “boxeadores recreativos” y “boxeadores competitivos” constituye una división teórica, a partir del análisis de la generación de disposiciones para la práctica boxística y del proceso de socialización específico desarrollado en el seno de dos espacios materiales concretos, tal como se presenta en dos grupos de jóvenes con diferentes trayectorias sociales. Esta modalidad responde a lo que López Roldán denomina clasificación intensiva (López Roldán, 1994: 13). El proceso de recolección de datos consistió en, primera instancia, en insertarme en las unidades de análisis como un observador participante. Esta estrategia encuentra su fundamento en la siguiente indicación de Wacquant: “Si es verdad, como sostiene Pierre Bourdieu, que “aprendemos con el cuerpo” y que “el orden social se inscribe en el cuerpo a través de esta confrontación permanente, más o menos dramática pero que siempre deja un gran espacio a la afectividad”, entonces es imperativo que el sociólogo se someta al fuego de la acción in situ, que sitúe en la medida de lo posible todo su organismo, su sensibilidad y su inteligencia en el centro del haz de fuerzas materiales y simbólicas que pretende diseccionar, que se afane por adquirir las apetencias y competencias que hacen de catalizador al universo considerado, para penetrar en lo más profundo de esta “relación de presencia en el mundo, de estar en el mundo, en el sentido de pertenecer a él, de estar poseído por el, en el que ni agente ni objeto se presentan como tales” y que, sin embargo, los define como tales y los une por mil vínculos tanto más fuertes cuanto más invisibles” (Wacquant, 2006 a: 16) Este proceso transcurrió durante el espacio de tiempo que abarcaban las sesiones de entrenamiento de los púgiles, en las que intenté adaptarme a la modalidad propia de cada espacio acatando las órdenes de ambos entrenadores y realizando la mayoría de las prácticas que el resto de los asistentes15. Esta estrategia de recolección de datos responde a las dificultades propias que presentaría la indagación del proceso de socialización específico a través de métodos puramente verbales. Según Wacquant la habituación de los púgiles al campo del boxeo, es decir, la reestructuración temporal y remodelación física que este exige, se efectúa a través de una pedagogía implícita y poco codificada, en la que lo más esencial se transmite, se adquiere y se despliega más allá del lenguaje y la conciencia (Wacquant, 2006 a: 32 y 67). Solo a través de la propia práctica y de las interacciones con los demás agentes implicados de una forma u otra en el proceso de entrenamiento boxístico que se produjeron durante el desarrollo del mismo es posible obtener una perspectiva propia de la temática en cuestión. No solo la relación establecida con los actores de ambos espacios se hubiera visto desnaturalizada y en buena medida dificultada de haberme atenido a la pura

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Desde el año 2003 hasta la actualidad he permanecido vinculado, a través del entrenamiento, a varios gimnasios de la ciudad de Córdoba, tanto competitivos como recreativos. Esto me permitió acoplarme con mucha facilidad a los dos gimnasios estudiados, establecer vínculos al interior de los mismos y realizar todas las actividades inherentes a la preparación boxística.

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observación, sino que además, de haber estado un lapso de tiempo prolongado importunando a los púgiles con preguntas, mi presencia se habría vuelto inconveniente. Este tipo de abordaje hubiera presentado además la dificultad de limitar la indagación a lo que Bremmer denomina “prácticas relatoras” (Brenner, 1985: citado por Valles, 1999: 194), que en este caso habrían asumido la forma de construcciones retóricas o desmedidas de determinadas facetas de la práctica que los púgiles tienden a utilizar en los testimonios acerca de su actividad. El proceso de observación participante de ambas unidades de análisis se extendió desde el mes de diciembre del año 2007 hasta el mes de abril de 2008. El registro de lo sucedido en cada sesión de entrenamiento se realizó a través de notas de campo efectuadas durante y con posterioridad a las mismas. Dada la exigencia en el plano físico que conllevaba cada sesión de entrenamiento y para estar presente con cierto grado de continuidad en los diferentes espacios, durante los primeros meses, prioricé mi asistencia al gimnasio de boxeo recreativo para, posteriormente, hacerlo con el gimnasio de boxeo competitivo. Durante este periodo se realizaron entrevistas conversacionales informales, técnica caracterizada por “el surgimiento y realización de preguntas en el contexto y en el curso natural de la interacción” (Patton, 1990: Citado por Vallés, 1999: 180). Esta técnica posibilitó además una mejor utilización de la instancia de entrevistas en profundidad ya que permitió un acercamiento previo al marco discursivo propio de estos jóvenes y a las modalidades de interacción que se generan entre ellos. Por otra parte, se mostró de mucha utilidad para recabar datos de muchos púgiles de asistencia irregular al gimnasio, con algunos de los cuales fue imposible pautar una entrevista en profundidad. Dada la alta tasa de rotación y deserción de los púgiles, fenómeno que ya fuera señalado por Wacquant (Wacquant, 2006 a: 56), se hacía indispensable obtener la mayor cantidad de datos posible a través de un método utilizable en la espontaneidad de la interacción y que no plantee excesivos requerimientos de tiempo a los actores. Para el registro de estas entrevistas se utilizó un método similar que para el registro de los sucesos observados en el campo. Una serie de factores dificultó el proceso de recolección de datos del gimnasio de boxeo recreativo del Club tigre. Entre ellos cabe destacar que se contó con un grupo sumamente variable en el cual se daba una mayor rotación y deserción de púgiles. Por otra parte este espacio se encontraba disponible para el entrenamiento solo tres días a la semana durante dos horas. Ambas factores hacían bastante dificultoso establecer un vínculo mínimo que permitiera el desarrollo de las entrevistas conversacionales informales y las posteriores entrevistas en profundidad. Salvando estas dificultades, se pudo obtener un cierto volumen de datos de relevancia para la problemática en cuestión, aunque algo menor en comparación al gimnasio de boxeo competitivo en el que los jóvenes asistían una mayor cantidad de días a la semana y con mayor frecuencia.

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Las pautas para la selección de los boxeadores del Polideportivo General Paz a ser entrevistados en profundidad intentaron abarcar púgiles que estuvieran en diferentes tramos del proceso de socialización específico al boxeo. Si bien la mayoría son púgiles amateurs, se seleccionaron casos que se encontraran en los periodos previos de su primer combate oficial, otros de mayor trayectoria en este nivel de competencia y un púgil profesional. De esta manera se intenta acceder a una información lo mas variada y amplia posible. Además se entrevistó en profundidad a los entrenadores responsables del lugar, puesto a que constituyen agentes fundamentales en el proceso de socialización de estos jóvenes. Incluyendo a entrenadores y púgiles de ambos gimnasios se realizaron un total de diez entrevistas en profundidad de aproximadamente cuarenta minutos de duración. Para el análisis de los datos obtenidos se procedió a la creación de una unidad hermenéutica mediante la utilización del software Atlas.ti. Además de esto se procedió al estudio del reglamento de boxeo amateur y profesional masculino, a la lectura de publicaciones especializadas y al registro fotográfico de sesiones de entrenamiento desarrolladas en ambos espacios. Esto último responde la riqueza de información que aporta este tipo de material que, como lo indican Domínguez, Davenigno y Pozzi, trasciende la función documental del trabajo de campo permitiendo captar e ilustrar situaciones difícilmente transmisibles mediante el lenguaje (Domínguez, Davenigno y Pozzi, 2002: 1 y 2).

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II- Descripción de los espacios estudiados A- Características generales del gimnasio del Polideportivo General Paz El Polideportivo General Paz se encuentra ubicado en el barrio homónimo sobre la calle 24 de Septiembre esquina Roma. La práctica de boxeo es solo una las actividades que se realizan en él, aunque es una de las pocas que cuenta entre sus asistentes con deportistas que compiten en el terreno profesional. En este club además se practica voleibol, básquet, fútbol de salón, escalada, natación (en verano), karate, gimnasia deportiva, paleta, etc. El Polideportivo sostiene sus instalaciones y al personal que trabaja en él a través de los aportes económicos del Gobierno Municipal. El gimnasio de boxeo comenzó a funcionar aproximadamente en el año 1992, según me informa quien fuera su fundador, A. Este ex – boxeador de 73 años se desempeña como director técnico y tiene a su cargo todas las actividades que se desarrollan en el gimnasio y el material con el que este cuenta. Este lugar, de características muy precarias, se encuentra instalado debajo de las gradas del estadio de básquet, que han sido utilizadas como pared lateral y en torno a las cuales se ha ido ampliando y reformando todo su espacio físico.

4- Interior del Gimnasio del Polideportivo General Paz

Los elementos que componen el gimnasio son los siguientes: un ring bastante desvencijado, seis bolsas de distinto tamaño y peso, un cielo tierra (balón liviano tensado con dos cuerdas elásticas amarradas al piso y al techo que al ser golpeado se mueve a gran velocidad), un punchig ball (balón en forma de pera colgado de una base de madera), una plataforma de madera de dos metros de largo y medio metro de ancho que es utilizada para salar la cuerda, un espejo pequeño ubicado al fondo del gimnasio y espejos grandes en la pared central, guantes de diferentes tamaños para combates de entrenamiento (guanteos) y cabezales de diversos colores, dos hileras de casilleros donde guardan algunos elementos los boxeadores profesionales y algunos amateurs, un estante con diversos materiales: vendas, gasa, vaselina para prevenir cortes en el rostro, un baúl con un candado para guardar guantes y elementos de valor, una goma de tractor acostada en el piso que es utilizada para dar saltos balanceando el cuerpo y colchonetas grandes utilizadas para hacer abdominales. El entrenador a su cargo no percibe ningún tipo de retribución económica directa de parte de los púgiles que asisten al gimnasio. La Municipalidad de Córdoba le abona un

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sueldo mensual de setecientos pesos en calidad de prestador de servicios. Este abono es independiente de la cantidad de púgiles asistentes o del trabajo realizado. El gimnasio se encuentra disponible de lunes a viernes y en ocasiones también los sábados desde las quince hasta las diecinueve horas aproximadamente. Solo pueden asistir al gimnasio los jóvenes que se encuentren afiliados al Polideportivo. Para ello es necesario presentar un electrocardiograma, someterse a una somera revisión médica y mantenerse al día con las cuotas de la contribución mensual cuyo valor es de diez pesos. B- Características generales del gimnasio del Club Tigre El Club Atlético Tigre funciona en Barrio Alto Alberdi sobre la calle Olegario Correa nº 862. Entre sus instalaciones cuenta con un pequeño escenario, una cancha de básquet que es utilizada para realizar diversos deportes por los niños de la zona y por alumnos de algunos colegios para recibir clases de gimnasia, una cantina utilizada como lugar de reunión por un grupo de

5- Puerta de entrada Club Tigre

adultos mayores donde se juega a las cartas y se ven deportes por televisión, una cancha de bochas en desuso desde hace algunos años, baños y vestuarios.

El gimnasio de boxeo del Club Atlético Tigre comenzó a funcionar durante el mes de agosto del año dos mil siete, en 6-Entrenador del gimnasio del Club Tigre

uno de los salones del Club, por iniciativa de su actual director técnico R., un púgil profesional nicaragüense de

veintinueve años de edad, próximo a obtener su título de Profesor de Educación Física. El gimnasio de boxeo se encuentra ubicado entre la cancha de básquet, que hace de frente al club, y a la izquierda de la cantina y cuenta con los siguientes elementos: cinco bolsas, un cielo-tierra, una cuerda que atraviesa un extremo del gimnasio a lo ancho utilizada para hacer ejercicios de cintura, una goma de tractor utilizada para saltar balanceando el peso del cuerpo de una pierna a la otra, cuerdas para saltar, colchonetas para hacer abdominales, tres pares de guantes para golpear las bolsas que utilizan los asistentes que no cuentan con los suyos propios, un juego de manoplas. Si bien los asistentes solo deben contar con sus propias vendas para las manos y la ropa que consideren adecuada para el entrenamiento, también son aconsejados por el entrenador de comprar sus propios guantes que el mismo vende a un precio algo menor

22

que el disponible en el mercado. Vale la pena destacar que este espacio no cuenta con un ring de boxeo. Una

vez

finalizada

desmantelado

por

cada

clase

completo

y

el

gimnasio

sus

es

materiales

almacenados en las instalaciones del Club, esto se debe a que este espacio es también alquilado por la Dirección del establecimiento para la realización de otros eventos privados. El entrenador cobra una cuota mensual de treinta

7- Interior del Gimnasio del Club Tigre

pesos por alumno. De lo obtenido abona un alquiler mensual al club mientras que el dinero restante forma parte de su ganancia personal. Los días disponibles para el entrenamiento son los lunes, miércoles y viernes desde las veinte hasta las veintidós horas. C- Modalidad de entrenamiento Los púgiles de cada gimnasio observan la rutina de entrenamiento que le es propia. En primer lugar se realiza un precalentamiento que consiste en ejercicios aeróbicos y de fortalecimiento de partes del cuerpo esenciales para la protección o destreza del púgil: abdominales, hombros, cuello, piernas y bíceps, entre otros.

8- Precalentamiento

Posteriormente se realizan los siguientes ejercicios que son ejecutados en un orden determinado durante lapsos de tiempo preestablecidos que por lo general abarcan tres minutos de actividad por uno de descanso, asemejándose a la temporalidad propia de un combate: sombra (ejercicio que consiste en lanzar golpes al vacío delante de un espejo o dentro del ring), bolsa (consiste en golpear bolsas de diferente forma, peso y tamaño), manoplas (consiste en golpear manoplas sostenidas por el entrenador siguiendo sus instrucciones) cielo tierra (consiste en golpear el artefacto descrito anteriormente esquivando sus golpes), punchig ball (golpear velozmente alternando ambas manos una pelota en forma de pera que rebota en recorridos cortos), saltos de cuerda y saltos encima de una goma de tractor tendida en el piso.

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9- Sombra

12- Punching Ball

10- Bolsa

11- Manoplas

13- Goma

El siguiente extracto de mi diario de campo describe las características generales de la rutina de entrenamiento del gimnasio de boxeo recreativo del Club Tigre: “Cada sesión de entrenamiento abarca entre una hora y una hora y media y consta de los siguientes ejercicios que son ejecutados sucesivamente: Una entrada en calor que consiste en trotar durante algunos minutos alrededor de la cancha de básquet, diferentes tipos de rotaciones de cintura, flexiones de piernas, movimientos de brazos, hombros y cuello. Una vez que los púgiles han entrado en calor, realizan saltos de cuerda que abarcan de tres a cinco minutos. Posteriormente vendan sus manos, calzan sus guantes y golpean las bolsas durante tres rounds más o menos libremente ya que el entrenador interviene solo para corregir fallas técnicas groseras o indicar movimientos o combinaciones de golpes de fácil ejecución. A veces, aunque muy raramente, realizan ejercicios de “sombra” que consisten en lanzar golpes a un rival imaginario y realizar movimientos propios del combate. Frecuentemente los púgiles son puestos en parejas para realizar un round de un ejercicio denominado “escuela de combate” en el cual practican aplicar diferentes combinaciones de golpes previamente establecidos al rival, ambos contendientes se alternan para ejecutar el ataque y la defensa. Posteriormente golpean durante un round una pelota liviana sostenida por sogas elásticas desde el suelo al techo denominada “cielo tierra”. Este ejercicio es de mayor complejidad que los anteriores y es realizado con dificultad por la totalidad de los púgiles asistentes. Luego de golpear los diferentes 14- Cintura

tipos de bolsas se suele dedicar un round a caminar moviendo la cintura cual si se tratara de esquivar golpes, para ello se pasa por debajo de una cuerda extendida de un extremo a otro del gym a un

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metro y medio de altura flexionando levemente las piernas e inclinando el torso hacia delante. La sesión finaliza con una determinada cantidad de ejercicios abdominales a la que siguen los ejercicios de elongación. El entrenador posee un estilo condescendiente y permisivo con sus alumnos, no da demasiadas indicaciones. Cuando lo hace utiliza un tono amable y no exige ni insiste en que sigan sus instrucciones. Su atención suele concentrarse en los boxeadores que asisten por primera vez, a los que enseña los rudimentos técnicos necesarios a fin de que logren adaptarse a la rutina del entrenamiento. Excepto los ejercicios de precalentamiento y abdominales, todos los demás se realizan respetando los tiempos propios del combate, es decir, tres minutos de actividad por uno de descanso. Los púgiles abocados a estos ejercicios comienzan y finalizan las rondas todos juntos a la orden de “tiempo” impartida por el entrenador. Los tiempos de actividad y descanso no se respetan estrictamente, a veces los alumnos descansan durante los rounds, se muestran displicentes o conversan entre sí. En estos casos el entrenador simula reprenderlos pero su comportamiento es tolerado En términos generales cada sesión intenta mantener a todos los asistentes ocupados en algo, siendo la actividad global de la sala lo que más se intenta regular independientemente de la actuación o performance individual de cada púgil” (Nota de campo: 10/12/2007)

La

rutina

de

entrenamiento

del

gimnasio

del

Polideportivo

General

Paz

abarca

aproximadamente unos noventa minutos. A nivel general, la intensidad en la ejecución de los

diferentes ejercicios es notablemente

mayor que en el espacio mencionado

anteriormente. En primer lugar los púgiles respetan las órdenes del entrenador al pie de la letra, excepto algunos comentarios o gestos cordiales durante los minutos de descanso, raramente conversan entre si durante el entrenamiento ya que de hacerlo podrían ser severamente reprendidos. A. concentra su atención en los púgiles próximos a algún combate o en los que ya poseen habilitación para la competición, el resto de los asistentes es instruido acerca de los aspectos básicos de la práctica. Una diferencia notable entre ambos espacios radica en que mientras en el Club Tigre existe un clima cordial y de relajada distensión, en el Polideportivo prima la seriedad, tanto del entrenador como de los púgiles, respecto a la tarea que realizan y el respeto por las normas de comportamiento a seguir. Por otra parte, los púgiles del Polideportivo General Paz realizan regularmente sesiones de Sparring o guanteo (sesiones de boxeo con un compañero, de menor violencia que un combate, en las que se utilizan protectores como el casco, el protector bucal e inguinal y guantes rellenos), que son supervisadas especialmente por A. Esta práctica solo hubo de ser implementada en los últimos meses de mi participación en el Club Tigre y se ejecuta una vez por semana, en un corto periodo de tiempo y con un grado de violencia notablemente inferior.

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15- Sesión de guanteo del Polideportivo General Paz

Además del entrenamiento en el gimnasio los púgiles del Polideportivo deben realizar sesiones de jogging16 unas horas antes o después del entrenamiento. Estas consisten en correr una determinada cantidad de kilómetros alternando ejercicios aeróbicos con el objetivo de lograr una mayor resistencia física, fundamental para obtener un buen rendimiento en los entrenamientos y en los combates. Esta práctica se encuentra, con algunas excepciones, ausente en los púgiles del gimnasio del Club Tigre. Es conveniente aclarar que, si bien no existen impedimentos formales para que los asistentes al Gimnasio del Club Tigre se inserten en el circuito competitivo de boxeo, ninguno de ellos ha manifestado interés en hacerlo limitando su compromiso con la práctica a la modalidad de entrenamiento anteriormente descrito.17

16

Jogging: (voz inglesa) paseo higiénico que se realiza corriendo a velocidad moderada al aire libre. (Diccionario de la Real Academia Española 2001:1322) 17 Cualquier persona que cumplimente los estudios psico - físicos necesarios para la tramitación de la licencia puede insertarse en el circuito de boxeo competitivo. Para la obtención y mantenimiento de la licencia habilitante , se debe cumplir con los siguientes requisitos a) Solicitarla a la Federación Argentina de Boxeo o a quien la misma autorice, después de haber cumplido catorce años de edad y antes de cumplir veintiocho años de edad, mediante la presentación de formularios emitidos por la FAB ;b) Poseer seis meses, previos a la solicitud, en la actividad boxística de un gimnasio de boxeo c) Saber leer y escribir o comprometerse a lograrlo en un tiempo prudencial; d) Someterse a exámenes médicos en los plazos y condiciones que determine este reglamento y/o normas complementarias emitidas por la FAB ;e) Poseer una conducta compatible con la exigida a un deportista; f) Poseer las condiciones técnicas necesarias, según determine la FAB ;g) Someterse a una prueba de control de entrenamiento y estado físico cuando lo requiera la FAB. (Federación Argentina de Boxeo. Parte II Cáp. IV. Art.16).

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III- Importancia de la trayectoria social en la generación de disposiciones para la competencia pugilística. A- Condiciones concretas de existencia y experiencias significativas para la estructuración de las disposiciones hacia la práctica pugilística: análisis del grupo de boxeadores competitivos del Polideportivo General Paz. Del análisis de los datos obtenidos a través de las conversaciones y entrevistas con los “púgiles competitivos” del Polideportivo General Paz se pudo obtener la siguiente información: La mayoría de estos jóvenes forman parte de lo que se denomina familia nuclear, unidad familiar compuesta por los progenitores y sus hijos. Durante el periodo de observación no se han podido observar casos de púgiles que pertenezcan a familias monoparentales ni a familias extendidas. En la mayoría de los casos existe cierta estabilidad familiar en el plano económico. Los jóvenes cuentan además con el apoyo material y moral por parte de sus padres y familiares para poder desarrollar una actividad deportiva. Acerca de este punto uno de ellos me decía lo siguiente:

Ent: O sea que en tu casa es como cotidiano que uno tenga que salir a correr, entrenarse. Es como normal. Ent: Claro, porque mi papá es loco del deporte también y él es él que nos incentiva a hacer el deporte también a todos nosotros, hasta a mis hermanas, él les busca, les dice “anda a hacer esto”. Nos da opciones, él nos dice, ahora depende de nosotros si lo queremos hacer o no. Ent: Pero es importante porque en tu casa ya están acostumbrados a que ustedes hagan esas cosas. M: Claro, mi casa es deporte, deporte y deporte. Somos locos del deporte, todos. (M. 15 años. Estudiante del Ciclo de Enseñanza Media)

Los asistentes por lo general son adolescentes cuyas edades se encuentran comprendidas en la franja que va desde los trece o catorce años hasta los treinta y cinco años aproximadamente. En los casos de boxeadores competitivos analizados, se da un inicio temprano en el trabajo para contribuir al propio sostenimiento económico o con el objetivo de colaborar con la economía familiar. Este fenómeno se ve favorecido por la alta frecuencia de la deserción escolar durante los primeros años del ciclo de enseñanza media, hecho por el cual tanto los jóvenes como sus familias ven en el trabajo una manera productiva de

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emplear el tiempo. Cabe destacar que muchos de los entrevistados se inician en la misma actividad que sus padres o dan sus primeros pasos en el trabajo junto a ellos. Las actividades laborales que desempeñan no requieren de una alta calificación y en su gran mayoría exigen la utilización de sus capacidades físicas. Se pueden mencionar entre las más frecuentes las de peón, pintor, albañil, jornalero, changarín, empleado de fábrica, vendedor ambulante, etc. En muy pocos casos la jornada laboral es menor a ocho horas diarias. En su gran mayoría tanto los “púgiles competitivos” como sus progenitores abandonan sus estudios durante los primeros años del ciclo de enseñanza media. Consultados acerca de este punto la mayoría de los entrevistados manifiesta no tener expectativas de continuar estudios de ningún tipo. En algunos casos muestran interés en calificarse laboralmente en las distintas ramas de actividad para lograr un mayor grado de autonomía, mientras que en otros optan por las actividades productivas a fin de sostenerse económicamente hasta alcanzar el nivel profesional de su carrera boxística y poder dedicarse exclusivamente a ello. El hecho de que estos jóvenes posean la aspiración de sostenerse económicamente pura y exclusivamente de las ganancias de la actividad boxística a nivel profesional es útil a los efectos de ilustrar lo que impulsa su inversión específica en el campo. Un púgil recientemente incorporado a la práctica lo expresaba del siguiente modo:

Ent: ¿El trabajo sería una prioridad? O: Una prioridad, si. Porque hasta que no tengamos frutos de lo que estamos haciendo no vamos a tener nada…si no trabajo, no tengo nada… Y si, yo te digo, si a mi me da frutos, yo viviría de esto, levantarme a entrenar y acostarme entrenando, ahora no puedo hacer eso porque si o si tengo que trabajar” (O. 19 años. Pintor de obras.).

Un púgil algo más joven y experimentado en la práctica, anhelaba la posibilidad de continuar en el pugilismo como profesional concibiéndolo también como un medio de sostenimiento económico:

Ent: ¿Qué trabajo te ves haciendo en el futuro, cuando seas mayor digamos? J: No, no tengo pensado, pero…pero si se me da primero…quería seguir estudiando pero no se si voy a seguir estudiando porque… Ent: Lo de martillero que me habías dicho J: Claro…porque rendí mal para entrar, así que perdí este año y de ahí, no se si voy a seguir…porque yo…no se si quiero laburar, yo quiero ser boxeador profesional, quiero ser profesional y llegar a algo. Ent: A vivir del boxeo J: A vivir del boxeo (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

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Las exigencias laborales en ocasiones entran en colisión con el entrenamiento. Muchas veces se resignan diferentes fases del mismo por falta de tiempo o energía, situación que incluso puede precipitar en el abandono total o temporal de la práctica. Uno de los púgiles entrevistados, próximo a debutar como boxeador profesional, detallaba la primera situación:

C: No, no, no hago [gimnasia]…aparte que vengo acá no hago porque no me da el trabajo…el horario. El horario no me deja por lo menos salir a correr, lo corro pero cuando voy a la noche. Pero con lo que estoy ahora…en coso a la mañana no me deja hacer nada, así que aparte de eso no hago nada…y otra porque llegas a la casa y no tenés ganas de hacer nada. Ent: Venís muy cansado C: Muy cansado, porque trabajas, porque si no cualquiera estaría… Ent: ¿Si pudieras vos que harías ponele, si tuvieras el tiempo? C: Estaría entrenando todo el día, si no trabajaría y tuviera eso, estaría entrenando todo el día…hay veces que…para los boxeadores viste que son tres turnos, dos turnos, bueno estaría así” (C. 30 años. Peón de obras.).

En la misma línea otro de los jóvenes púgiles amateurs ubicaba las exigencias laborales como uno de los principales obstáculos para la dedicación intensiva a la práctica:

J: Si, laburar, el laburo, porque hay veces que…ponele…estás acostumbrado a correr a la mañana y toca el laburo y ya tenés que como cortar y más exigente es el laburo y hay veces que llegas cansado del trabajo y no tenés tantas ganas de entrenar, no entrenas con esa fuerza porque te impide… ENT: Te desgasta… ¿y que laburos? J: Ponele, yo laburaba siempre en obras, es un laburo pesado ese. O laburaba en ferreterías así…pero siempre trabajos pesados así han sido Ent: ¿Claro, que tenés que cargar cosas, llevar…? J: Claro, ponele entrar arena, cal, bolsas de cemento, cargar descargar, ladrillos, entrar ladrillos, todas esas cosas…es un trabajo pesado Ent: Claro, llegas al gimnasio... J: Muerto. (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

Si bien las actividades productivas actúan en detrimento del rendimiento deportivo, tanto el entrenador como los demás púgiles las conciben como prioridades que no deben ser desatendidas en ningún momento. El entrenador adoctrina constantemente a sus pupilos en este aspecto. Una breve conversación que sostuve con F., un joven púgil amateur de dieciséis años que debía mantener a su pareja e hija de un año y que, posteriormente, se vería obligado a

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abandonar la práctica para dedicarse a su trabajo, no solo ilustra la centralidad que posee el entrenamiento en la vida de los púgiles sino que además permite ver la incidencia que pueden tener los consejos del entrenador en las decisiones de sus pupilos:

F: Yo tengo diecisiete, no quiero que se me pase la edad [para realizar su carrera boxística] Ent: Y, sos chico todavía, podes hacer las cosas bien, entrenarte, dedicarle el tiempo etc. ¿Vos vas al colegio? F:- No, dejé. Tengo una nena… Ent: Claro, tenés que trabajar para mantenerla F: Si, trabajo en una zapatería Ent:- ¿Ah si? ¿Y te alcanza lo que ganas para mantenerla? F: Y… ahora estoy sacando mil cuatrocientos pesos mensuales, más o menos alcanza. Pero lo que yo quiero es boxear. ¿Viste cuando querés algo? Hay algunos que vienen para entrenar, otros para pelear de vez en cuando, pero lo que yo quiero es “llegar”. Yo estaba mal el año pasado, estuve yendo a psiquiatra y todo. Pasaba que me trataban mal en el trabajo al principio, no se por que pero todos me trataban mal. Yo solo pensaba en entrenarme y ahora también, entrenarme, entrenarme. Ent: -Y bueno, vas a poder, todo es cuestión de ganas. Me imagino que mal debes haberte sentido, es feo cuando uno quiere algo y no se puede o es muy difícil. F: Si, yo andaba mal todo el día. Ahora mejoré en el trabajo, me pagan más, incluso puedo llegar a los dos mil quinientos. Con dos mil quinientos podes vivir…no bien, pero podes vivir más o menos…pero no… Ent:- ¿Vos no quisiste? ¿Cuántas horas tenés que trabajar ahí para ganar esa plata? F: Y… entre doce y trece horas… Ent: Claro, dejas la vida ahí F: -Si, no podes hacer nada más y yo quiero entrenar. El año pasado quería dejar el trabajo para poder venir acá al gimnasio, estaba harto. A. [Se refiere al entrenador] se enojó conmigo. (F. 17 años. Empleado de Fábrica)

Más allá del beneficio económico que se obtiene de ello, la dedicación y la responsabilidad en el trabajo son atributos personales valorados en este espacio y otorgan cierta cuota de reconocimiento. El esfuerzo físico en el trabajo es además un aspecto en torno al cual los púgiles construyen ciertas narrativas que, de alguna manera, ensalzan su capacidad de soportar ciertos rigores. Al referirme parte de su historia personal el entrenador del lugar, hacía constante referencia a este tema:

A: Yo le ayudaba a mi papá en las canteras de arena, un trabajo fuertísimo ese. Descargar camiones, con piedras, con arena, con granos…y después fui a trabajar en el campo. Ent: Siempre trabajos que tenían mucho que ver con poner el lomo digamos.

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A: Si, trabajos fuertes…cosecha de papa, cosecha de maíz, trabajar en obras…en obras no trabajé mucho, pero siempre trabajos así. Y como ser en Rosario no, en Rosario ya vivía del boxeo. (A. 73 años. Ex boxeador profesional y actual Entrenador)

La exigencia física que implica el trabajo puede ser puesta en ocasiones en continuidad con las exigencias del entrenamiento boxístico ya que ambas actividades colocan el centro ciertos atributos corporales, particularmente su capacidad para resistir.

O: Siempre he laburado así en laburos pesados así que no me hago problema…no me…como te diría, me cansa, porque si me cansa, pero igual puedo seguir entrenando. Ent: Claro estás acostumbrado a que… a exigirte O: Claro a exigir el cuerpo Ent: A exigir el cuerpo O: Estoy acostumbrado ya de chico nomás, yo no tengo drama. Ent: Ah, mira vos O: Trabajo con mi viejo, el laburo es liviano con mi viejo, ya cuando he laburado con otra gente es laburo pesado. Ent: Claro, es como que estás acostumbrado al cansancio. O: Si, ya estoy acostumbrado, no siento por ahí, te digo la verdad yo no siento el cansancio, puedo sentir el cansancio por ahí cuando estoy medio enfermo o medio engripado pero si no, no siento el cansancio. (O. 19 años. Pintor de obras)

Las construcciones discursivas que hacen referencia a la capacidad para soportar duras condiciones laborales no se reducen al espacio analizado. Es muy frecuente hallarlas también en los testimonios biográficos de boxeadores profesionales, por lo cual podría pensarse que es un rasgo propio de la mayoría de los agentes del campo boxístico. Juan Domingo “Martillo” Roldán, célebre boxeador argentino, que llegó a combatir en varias ocasiones por el título del mundo de la categoría mediano, se refería al tema de la siguiente forma:

“¿Te cuento las otras cosas que hacía? Cargaba un tacho lleno con cincuenta litros de leche en cada brazo, corría cien metros sobre tierra arada con una bolsa de sorgo de setenta kilos sobre los hombros y, a los trece años, entre cuatro llenamos cuatro mil bolsas de sorgo. Eso fue en noviembre, porque en Freyre se hace la Fiesta Nacional del Sorgo para esa fecha…” (Irusta: 2006: 183)

Refiriéndose a los miembros de las barras bravas, Alabarces proporciona la siguiente interpretación de las prácticas a través de las cuales los miembros de las clases populares exhiben rasgos de dureza o “aguante” frente al dolor u otros factores adversos: “La práctica de resistencia al dolor debe ser relacionada con la concepción que el

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imaginario social otorga a los integrantes de los sectores populares: una capacidad para soportar el dolor basada en el trabajo pesado y la experiencia en la lucha, un cuerpo duro porque es soporte del trabajo manual y la violencia cotidiana” (Alabarces, 2006: 6) Por otra parte la valoración del esfuerzo físico puede implicar en algunos casos cierta degradación del trabajo limitado a las facultades intelectuales a una forma de ocio:

C: Por eso, como te decía, a mí me gusta más el trabajo pesado, me gusta más el trabajo pesado, que estar, viste como te decía, en una oficina. Por eso prefería más el trabajo pesado porque como que te sentís, cuando estás quieto así, como que te sentís que no haces nada, que no servís, que no haces nada, en cambio estando así, en movimiento vos mismo te sentís, te sentís que estás haciendo algo. Te sentís mejor haciendo cosas, haciendo cosas, haciendo trabajos, que sean trabajos pesados o no no …cosas así como si fueran trabajos pesados, pero si tuviera que estar así (hace un gesto de estar sentado cómodamente) no… Ent: ¿Y como ser que trabajo? C: Y siempre trabajé por ejemplo en lo que eran las obras o trabajos que eran…Caminos de las Sierras que era todo cavar, hacer…alzar chapas largas de seis metros, hacer carteles, todo trabajo…viste todo el día tenías que estar cargando carteles, traer palos…hubiese preferido eso antes que estar en una oficina o estar tranquilo así. (C. 30 años. Peón de obras.)

En algunos casos los púgiles también expresan estar limitados en el acceso a ciertos circuitos productivos de mayor calificación o que brinden mejores condiciones de trabajo. Sirva de ejemplo el siguiente extracto:

J: No, lo que hay disponible ahora son los trabajos esos pesados porque como nadie los quiere hacer, hay algunos que tienen necesidad de trabajar van y los agarran. No pero eso de trabajar en kioscos todo eso también…cansa…porque es como una rutina y cansa. Pero no es tanto como… (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

Estos testimonios también pueden estar expresando discursivamente parte de la construcción práctica del mundo social que, en virtud de las circunstancias, orienta a estos agentes hacia la temprana incorporación a actividades laborales de las características antes mencionadas. Siguiendo a Bourdieu pueden comprenderse estas prácticas, y las representaciones asociadas a ellas, como el producto de la incorporación, en la forma de habitus, de los condicionamientos asociados a una determinada posición en la estructura social: “El mundo práctico que se constituye en la relación con el habitus como sistema de estructuras cognitivas y motivacionales es un mundo de fines ya realizados, modos de empleo o caminos a seguir, y de objetos dotados de un “carácter teleológico permanente”, como dice Husserl, útiles o instituciones; pues las regularidades

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propias de una condición arbitraria (en el sentido de Saussure o Mauss) tienden a aparecer como necesarias, naturales incluso, debido a que están en el origen, de los principios [shèmes] de percepción y apreciación a través de los que son aprehendidas” (Bourdieu, 1991: 93). Un ejemplo de cómo determinados condicionamientos orientan hacia la temprana incorporación en la actividad productiva puede verse reflejado en el siguiente fragmento:

Ent: ¿Vos cuando trabajaste ayudabas en tu casa? J: Yo cuando laburaba en las obras, si, después llegaba y la ayudaba a mi vieja un rato en el kiosco Ent: Y con guita que vos ganabas ¿pasabas o era plata para tus gastos? J: No, ayudaba también porque…estábamos pobrísimos, pobrísimos, mi viejo sin laburo… ENT: Estaba tu papá sin trabajo, tu mamá en el kiosco J: Claro y todas las deudas que teníamos, había veces que no comíamos directamente. (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

Puede mencionarse también el caso del famoso boxeador antes citado que, a diferencia de J. debió abandonar totalmente su formación educativa en pos de la actividad laboral. En este fragmento lo explica de manera escueta:

“Cuando llegué a los once años había aprobado el quinto grado y no estudié nunca más. Había que trabajar” (Irusta, 2006: 181)

Las actividades productivas a que acceden estos agentes brindan ocasión de actualizar disposiciones que hacen a las capacidades viriles del cuerpo masculino. La aptitud para resistir y soportar esfuerzos y cierto ideario que asocia el trabajo a la esfera física, excluyendo la intelectual, hacen del cuerpo masculino y resistente algo valorado y dignificante para su poseedor. En este sentido el cultivo de estas virtudes podría ser interpretado como prácticas que en ciertos contextos contribuyen a la obtención de un cierto capital simbólico. Como lo señala Wacquant a propósito de la asociación histórica entre cierto sector del proletariado y el boxeo “Cuando se trabaja en la fábrica o en la mina, hay que ser capaz de tragarse cosas e incluso de hallar gloria en el sufrimiento físico. De ahí la afinidad histórica entre las clases obreras –sobre todo sus facciones inmigrantes- y el boxeo así como los demás deportes que se apoyan en el ideal de virilidad, rugby, fútbol, ciclismo más que tenis, esgrima o yudo” (Wacquant 2006: 11. El subrayado es propio). La sensibilidad a esta forma de reconocimiento podría formar parte de las disposiciones hacia la práctica boxística que, con las variantes que le son propias, se sustancia en el cuerpo masculino exaltando sus atributos.

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Por otra parte el que tanto los púgiles como las personas de su entorno familiar tengan acceso a trabajos poco calificados, muchas veces con regimenes informales de contratación y remunerados con estipendios escasos, serían indicios de que estos agentes estarían ocupando una posición relegada y precariamente integrada a los circuitos de producción e intercambio social. Si bien esta posición brindaría a los púgiles una cierta estabilidad en lo personal y en lo económico, indispensables para el sostenimiento de la práctica, los condicionamientos asociados a ella estructurarían un dominio práctico de la estructura social y de su posición en ella, un sentido de los límites, de los espacios permitidos y de aquellos que les están vedados. La percepción que los jóvenes poseen de su espacio social y de las modalidades vinculares que se desarrollan en él es otro elemento de utilidad para esclarecer en que medida sus condiciones sociales de existencia contribuyen al ingreso a la práctica competitiva del boxeo. En lo que hace a la representación de su entorno social inmediato, he podido percibir en los púgiles un esfuerzo constante por sustraerse, distanciarse y diferenciarse a través del entrenamiento deportivo de un grupo de pares que definen por su afición a ciertas conductas estigmatizadas socialmente. La delincuencia, el consumo de drogas y alcohol, la violencia callejera, el ocio, la ausencia de cuidados corporales, etc. constituyen aspectos centrales en la descripción de los espacios de sociabilidad que habitan cotidianamente y respecto a los cuales el ambiente cerrado y disciplinado del gimnasio contrasta de manera notable18. La oposición entre la práctica boxística y las conductas arriba mencionadas en muchas ocasiones es abonada al exterior del gimnasio de boxeo por los organismos sociales que utilizan esta u otras prácticas como una manera de atraer a los jóvenes de clase baja al mundo del deporte. La concepción del boxeo como un bálsamo que aleja de la “calle” y los vicios es un lugar común utilizado en muchos lugares del mundo. Como ejemplo se puede citar el gimnasio de Woodlawn, donde Wacquant desarrolla su trabajo de campo, cuyo espíritu se encontraría cifrado en el siguiente extracto: “su misión es en oposición a “la calle” y a la marginalidad económica y social a partir de donde se define. Su objetivo es ofrecer una estructura social capaz de arrancar a los jóvenes del gueto de la exclusión urbana y su triste cortejo de criminalidad, bandas, droga, violencia y miseria” (Wacquant, 2006 a: 43)19 A fin de acercar esta idea a la realidad de América Latina puede mencionarse el Programa Nacional “Knock out a las drogas”, que se desarrolla desde el año 2005 bajo el auspicio de

18 Este distanciamiento también puede operarse en la dedicación a diferentes tipos de actividades socialmente aceptadas como pueden ser la educación o el trabajo. Los extractos citados hacen referencia a las modalidades de distinción más frecuentemente utilizadas. 19 Este gimnasio fue uno de los numerosos clubes establecidos por una organización benéfica llamada “United Way” con fuerte presencia en los barrios de Chicago (EE.UU.) habitados por la población marginal afro americana y de origen hispano (Wacquant, 2006: 43)

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la presidencia de la República de Uruguay. Este programa tiene por objetivo prevenir el consumo de drogas y las prácticas delictivas entre los jóvenes de clases marginales (Anónimo, 2006)20. La intendencia de la Ciudad de Córdoba promovió la apertura de un gimnasio de boxeo en barrio Muller que tiene por objeto promover la participación en esta actividad entre los jóvenes de clase baja (Diario La Voz del Interior, 07/05/07). Recientemente el Gobierno de la Provincia de Córdoba lanzó el programa “Formando en el Ring”, sus responsables explican el objetivo del mismo en los siguientes términos: “Este programa es un trabajo conjunto entre distintas áreas del Gobierno de la Provincia que ofrece un instrumento más para la inserción de nuestros jóvenes a través del deporte […]. El boxeo es una excelente herramienta para la formación y la incorporación de valores. Ojala que en el ring podamos formar a muchos campeones de la vida” (Gobierno de la Provincia de Córdoba. Gacetilla de prensa 02/09/2008) Teniendo en cuenta los discursos que rodean el ingreso a estos espacios se hace más comprensible el hecho de que en muchos casos los “boxeadores competitivos” expliquen el ingreso y la permanencia en el gimnasio asimilándolo a un proceso de transformación personal y de alejamiento de un entorno peligroso, hostil y dañino cuyo motor sería la gestión deportiva del cuerpo. Uno de los púgiles afirmaba lo siguiente en relación a este tema:

“Si, si, me alejé un montón, me decían “eh ya no salís ya no…” pero nunca les dije…ellos mismos se daban cuenta que era por el boxeo, pero nunca les dije que era por eso, por eso, por eso. Nunca me lo dijeron pero era porque yo…encima me quería alejar porque veía, no me iba a perder de nada ¿para que voy a entrenar si voy a seguir siendo el mismo? Por eso me alejé un poco” (C. 30 años. Peón de obras.).

Las exigencias del régimen deportivo en ocasiones obligan a sustraerse de actividades compartidas por su grupo de pares. Son frecuentes las frases a través de las cuales se sostiene una concepción balsámica de la práctica deportiva, punto sobre el cual se ampliará más adelante.

“Si, porque yo me levantaba a la mañana, iba al colegio, pero antes de ir al colegio nos juntábamos con los chicos, nos poníamos a drogar, entrábamos drogados al colegio, después salíamos y nos juntábamos todos en una esquina…vivíamos …vivía que nos llevaba la policía a cada rato, pelea, mujeres, todo eso, pero…después cuando empecé dije “bueno, acá me voy a rescatar” y me rescaté un tiempo hasta las dos primeras peleas y después volví…pero ahora no es tanto como antes que no hacía” (J. 16 años. Peón actualmente desempleado-).

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Recuperado el 9 de Julio de 2007 del portal: http://www.universia.edu.uy

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En este punto es conveniente realizar una pequeña digresión acerca de una faceta con fuerte presencia en los discursos sociales referidos a las bondades del deporte. Una de las virtudes más comúnmente evocadas es la de contribuir a evitar en los jóvenes, especialmente en los jóvenes pobres, prácticas estigmatizadas socialmente algunas de ellas ilegales. En la actualidad es posible analizar la trama subjetiva que envuelve las prácticas deportivas en el marco de lo que Foucault denominó el poder disciplinario. Esta forma de poder invade todas las esferas de la vida y tiende hacia la normalización del sujeto en el marco del sistema productivo capitalista. Este autor sostiene la existencia de relaciones de poder que se dan en diferentes puntos del cuerpo social con una configuración propia y relativa autonomía respecto al poder del estado y que estarían en la base de su funcionamiento. Esta forma de poder penetra los cuerpos y produce efectos independientemente de la conciencia, la representación y la voluntad de las personas (Foucault, 1977: 166 - 167). En esta línea y para referirse al modo existencia de las relaciones de poder propias de los discursos disciplinarios Uribe Alvarado afirma lo siguiente:“La cárcel es el modelo por excelencia de la nueva concepción del poder disciplinario; se instaura en el siglo XVIII y hasta nuestros días es una forma de castigo y readaptación a todos los cuerpos de individuos marginales, rebeldes, delincuentes, tiene como objetivo reubicar a los sujetos dentro de la normalidad del sistema capitalista” (Uribe Albarado, 2003: 137) Según Ignacio Barbero González el deporte, desde su origen, respondería a la necesidad de las clases dominantes de controlar los cuerpos de las poblaciones productivas. Estas apoyándose en el discurso de la salud implantaron y promovieron las bondades del ejercicio físico, que irían a contrarrestar los efectos negativos de las condiciones laborales: hacinamiento, explotación, condiciones sanitarias deficientes, etc. (Barbero Gonzalez, Citado por Huerta Rojas, 2002:52) Si bien los modos de cuidado del cuerpo actuales responden a una coyuntura histórica de características específicas, están fuertemente imbuidos de una axiomática moral que, validada y por momentos oculta en la asepsia propia del discurso médico, motoriza representaciones y prácticas corporales. Vicente Pedraz sostiene que el discurso médico, supuestamente objetivo, se muestra incapaz de sustraerse a los estereotipos culturales de una sociedad “…estereotipos fisiognómicos, somatotipos o, simplemente, symptomas que trascienden lo orgánico para indicar categorías morales tales como las que suelen establecerse, de una parte, entre la enfermedad y la desidia ante la dieta, la higiene o el hábito deportivo; y, de otra, entre la salud y la perseverancia, la regularidad abnegada o el voluntarismo superador, lugares comunes enormemente dependientes de patrones culturales que históricamente se han mostrado relativamente estables y que hacen que tanto la salud como la enfermedad no puedan ser consideradas como condiciones moralmente neutras” (Vicente Pedraz, 2007: 73)

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La adaptación o readaptación es el objetivo de múltiples sistemas disciplinares (familia, iglesia, ejercito, escuela) que intentan crear cuerpos, sanos, fuertes, dóciles y eficaces para el actual sistema productivo. Las instituciones deportivas, ya sea que se propongan crear cuerpos sanos y se sostengan como actividad recreativa o cuerpos productivos, como el caso del deporte profesional21 constituyen una institución disciplinaria de este tipo y el análisis de sus efectos subjetivos debe incluir esta dimensión. En los “boxeadores competitivos” existe una transformación del habitus producto de la práctica corporal y social del boxeo que se genera a partir del reconocimiento del cuerpo como un capital a producir y explotar a través del trabajo corporal y, al mismo tiempo, un modo de sujeción generado a partir del ingreso a una institución disciplinaria cuyo discurso se enmarca, en parte, en el discurso médico deportivo propio de la sociedad disciplinaria contemporánea. Por otra parte los jóvenes de este grupo hacen constantes referencias a un cierto clima de violencia imperante en las relaciones con las personas de su entorno. Esto puede reflejarse en el uso de la violencia física como modalidad de resolución de conflictos o como una forma de afirmación, obtención de reconocimiento y respeto.

“Si, ¿pero que vas a hacer? Si no te agarran de gil. En el barrio es igual, una vez agarré a uno que le había arrebatado unas bolsas a mi abuela, yo estaba pintando y lo vi pasar por la calle unos días después, fui y lo clavé de una, ¡¿que se tiene que andar haciendo el atrevido?! Con ese nos cagamos a trompadas un rato y después lo clavé (le clavó un cuchillo o una “punta”) por acá (se toca el dorsal derecho). A otro, que me había venido a patear la puerta de mi casa lo agarre con la hebilla del cinto, le desfiguré la cara” (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

Aunque la modalidad prevalente de construcciones discursivas tienda a eludir la referencia a los episodios de violencia que pudieran haber protagonizado y contenga un énfasis en transmitir que en todos los casos es conveniente evitar este tipo de conflictos, es posible reconocer que se percibe un entorno de rasgos hostiles frente al cual es dificultoso evitar la confrontación.

“Claro, como que vos tenés ahí, tenés que aguantártela y si te la aguantas tenés que aguantártela de todas formas y uno no entiende que vos haces boxeo porque te gusta, te gusta, porque es algo para pelearte arriba del ring nada más, pero en la calle no. Más que nada por eso. Ahora, últimamente, después cuando ya se enteraron que yo peleaba… siempre viste hay uno que te dice ah, vos sos boxeador…así que vos sos boxeador bueno vení…y tratas de evitar, porque uno ya trata de evitar. Y un par de veces habrá 21

El sistema deportivo al formar parte de la organización capitalista produce sus propias mercancías. La producción de un campeón se enmarca en lo que Jean – Marie Brohm denomina proceso de producción deportiva que guarda semejanza respecto a los demás procesos de producción propios de esta organización económica (Huerta Rojas, 2002: 49).

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sido…porque era muy cargoso y me agarre a pelear y me pararon, viste, me separaron así porque ya veían que no…ya decían “lo va a matar este”. Eso nada más, más que nada, pero tratas de evitar siempre” (C. 30 años. Peón de obras.).

Otras modalidades de resolución de conflictos son subvaloradas puesto que pueden ser interpretadas como signo de temor, debilidad o cobardía, aspectos estigmatizados que afectan fundamentalmente al capital simbólico de estos agentes.

“No porque hay veces que sin que vos hagas nada te buscan problemas, entonces yo siempre arreglaba…no hablaba yo, yo iba y pegaba…iba de una y pegaba, no me importaba nada caer marcado, cortado o que te metieran una puñalada o…que te agarraran entre muchos…porque yo no soy de dialogar, yo me empiezo a poner mal cuando uno me viene a querer apurar y reacciono… agresivamente […]. Claro, es como si…se la cuentan…Yo una vez quise… yo una vez intenté hablar porque mi vieja me decía…que no quería tener más problemas…yo tenía muchos problemas…me iban a buscar a mi casa, iban armados. Después la amenazaban a mi hermana a la salida del colegio, que le iban a hacer esto, lo otro…Después agarraban a mis amigos y los amenazaban, entonces yo agarré una vez y arreglé así…hablando, y yo ya había empezado ya con este tema del boxeo, además el guaso sabía que yo boxeaba, entonces yo quise hablar, además para tener disciplina, porque yo ya lo quería hacer por deporte y no quería tener problemas en la calle, porque tenía licencia y no quería que por un boludo me quitaran la licencia y…Entonces quise hablar y el guaso ahí me dijo bueno…arreglamos así hablando y a mi me molestó que después fue y se la contó por todo el barrio que yo me le había cagado y decía “mira, ahí está, el boxeador se me cagó”. Entonces…eso fue tipo siete y media, ocho y a las once, yo lo anduve buscando por todos lados y a las once pasó a cuatro cuadras de mi casa y cuando lo encontré le desfiguré la cara a trompadas y de ahí es como si ya no me molestaran más. Porque si vos hablas ya no te tienen respeto. Y aparte ahora ya no se pueden evitar los problemas en la calle, nadie quiere hablar, ahora ya todo es a los puñetes, nadie habla, nadie dialoga. (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

Los datos a los que se han hecho referencia permiten obtener un panorama del contexto social en el cual se estructuraron las disposiciones para la práctica competitiva del boxeo en los jóvenes del Polideportivo General Paz y constituyen un aspecto central para el posterior análisis del ajuste a los requerimientos del campo boxístico.

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B- Condiciones sociales de existencia de jóvenes de clase media: análisis del grupo de boxeadores recreativos del Gimnasio del Club Tigre Al igual que los púgiles del Polideportivo General Paz, estos jóvenes provienen de familias nucleares. El promedio de edad de los asistentes varía desde los diecisiete hasta los treinta y ocho años aproximadamente. Muchos de ellos poseen o alquilan su propia vivienda en la que viven solos, en pareja o junto a su propia familia. La mayoría de estos jóvenes desarrollan actividades productivas que requieren de cierto grado de calificación, entre las que se pueden mencionar: atención de clientes, trabajos administrativos de diferente índole, representantes de ventas, jefe de personal, consultoría, operario, guía de turismo, actividades en el rubro informático, etc. Cierto número de asistentes cursan estudios de nivel superior. En ciertos casos desarrollan de manera paralela trabajos part time en alguno de los rubros antes mencionados. Un pequeño número de asistentes posee título universitario y se desempeña laboralmente como profesional en su área de incumbencia. Cabe destacar que, a lo largo de su trayectoria social, muchos de estos jóvenes han tenido experiencias laborales temporales en trabajos de menor calificación. Estas experiencias se dan frecuentemente una vez finalizado el ciclo de enseñanza media y no están condicionadas por necesidad de contribuir a la economía familiar, sino por interés en obtener los medios para solventar gastos personales cuando no por calificarse en un área en particular. Se puede observar en las trayectorias sociales de estos jóvenes un fenómeno similar al observado por Agulló Tomás en jóvenes españoles. Esto consiste en cierta rotación por trabajos de características precarias hasta tanto se logre la inserción en actividades laborales que brinden mejores condiciones (Agulló Tomás, 1998: 163). Los contrastes que presentan, en cuanto a las expectativas en el plano laboral, los grupos seleccionados constituyen un dato importante a la hora de analizar las disposiciones presentes en ellos. Mientras que muchos de los boxeadores recreativos poseen ambiciones de desarrollarse en esta esfera, los “boxeadores competitivos” conciben de manera algo pesimista sus opciones de crecimiento laboral. Consultado acerca de este punto uno de los “boxeadores recreativos” afirmaba:

Ent: Y más allá de esto, ¿vos realizaste actividades de otro tipo que tuvieran exigencias físicas similares al boxeo? Puede ser cualquier tipo de actividad, no solamente deportiva que requiera de esfuerzo físico. E: Bueno, en un trabajo también, cuando trabajaba en la pinturería, bueno ahí levantaba los tachos y todo eso.

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Ent: Este tipo de trabajos, como los ves vos ahora, suponte que te tocara hacerlos ahora ¿qué pensás de ese tipo de trabajos? E: No, son una cagada, pero si los tengo que hacer los hago. Ent: ¿Y son una cagada por? E: Y... por esa exigencia física y por lo mal pagos que están Ent: Como que son explotadores E: Si, si, una cosa así Ent: ¿Y vos te ves realizando ese tipo de trabajo ahora en la actualidad? E: No, no, ahora no. O sea, si la necesidad me lleva si, si yo ahora me quedo en la calle y lo tengo que hacer lo hago, pero no aspiro a eso. (E. 27 años. Representante de ventas mayorista.)

Las expectativas de posicionarse laboralmente en mejores condiciones también se traducen en la inversión que la mayoría de los púgiles recreativos realiza para lograr diversos grados de calificación, fundamentalmente a través de la educación. Como se mencionó anteriormente, a nivel global, el nivel educativo alcanzado por este grupo es superior al de los púgiles competitivos y raramente se observa deserción antes de finalizado el ciclo de enseñanza media. La gran mayoría de los agentes pertenecientes a este grupo se inicia en actividades productivas a una edad superior respecto al grupo de “boxeadores competitivos”. En algunos casos estas actividades se comienzan a realizar ni bien finalizan sus estudios de nivel medio, alrededor de los dieciocho años de edad y en otros durante o al finalizar los estudios de nivel superior, alrededor de los veinticinco años de edad. Las modalidades de trabajos en los que se desempeñan estos jóvenes se caracterizan por requerir una mayor, cuando no exclusiva, utilización de sus facultades mentales. De manera inversa a los “púgiles competitivos”, estos jóvenes conciben el trabajo físico como una modalidad de trabajo inferior respecto al trabajo que requiere la utilización de conocimientos, habilidades verbales, imagen, etc. Uno de los púgiles que posee estudios superiores concebía el valor del trabajo intelectual de la siguiente forma:

E: Yo en mi trabajo tengo que usar la cabeza. Por ahí me pasa que me llama un cliente con un problema grave, te sentás, y en un rato vos se lo resolvés. Después te dice “eh, por diez minutos yo no te voy a pagar esto” pero lo que el no sabe es que vos estuviste estudiando diez años para hacer eso en diez minutos. (G. 28 años. Consultor de Empresas)

A diferencia de lo que sucedía en con algunos de los “púgiles competitivos”, los púgiles recreativos conciben el trabajo físico como una modalidad subvalorada a la que solo accederían de verse obligados a ello por las circunstancias. Uno de ellos, que a lo largo de su trayectoria había realizado ambos tipos de actividades, decía lo siguiente:

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Ent: Y tu trabajo actual, que es tu prioridad en la vida, si vos tuvieras que decir diferencias, entre ese trabajo que vos tuviste con el actual ¿qué diferencias se te ocurrirían? E: Bueno, la primera diferencia es que en el trabajo en el que estoy ahora tengo que usar la cabeza y en el que estaba antes tengo que usar el físico. Ent: ¿Esa es la diferencia fundamental? E: Si, esa es la principal diferencia. Donde estoy ahora tengo que usar mucho la apariencia y la cabeza. Tengo que aparentar ser una persona confiable, segura. Tengo que usar la cabeza para aparentar eso también y en el otro no [se refiere a su trabajo actual], en el otro tenés que usar el físico nada más. (B. 25 años. Vendedor – Atención al público)

Tanto la esfera laboral como educativa constituyen una prioridad en la vida cotidiana de los jóvenes de este grupo. Este hecho puede deberse a que en algunos casos constituye su principal medio de obtener autonomía respecto a sus familias de origen pero, más allá de este hecho, gran parte de estos jóvenes cifran en estas actividades expectativas que hacen a su desarrollo en el plano personal, económico y social. Este hecho marca diferencias importantes respecto a los “boxeadores competitivos” que, a pesar de verse muchas veces compelidos a trabajar, asignan un papel central tanto al entrenamiento como al régimen de vida deportivo e intentan amoldar sus demás actividades a partir de ello. Los “boxeadores recreativos” colocan a la actividad boxística en un plano bastante relegado de su vida cotidiana y no se imponen más exigencia que la de asistir más o menos frecuentemente a los entrenamientos. Uno de ellos lo explicaba de esta manera:

“Para mí era un hobby, yo iba al gimnasio para sentirme bien, si estaba cansado o tenía que hacer otra cosa faltaba, como todos me parece, pero siempre tratas de ir los tres días de la semana, tampoco es cosa de no ir nunca porque si no para que” (L. 28 años. Empleado Administrativo)

Los “boxeadores recreativos” no ignoran las exigencias que exige la práctica competitiva pero en ningún caso se encuentran dispuestos a someterse a ellos, ya sea por concebirlos como incompatibles con otras actividades o por asignarles escaso valor para su vida. La centralidad de la práctica en la economía de vida, que se observa claramente en los testimonios de los “púgiles competitivos”, está ausente en este grupo, como así también los problemas que le son inherentes. Estos jóvenes exigen de la práctica el ser compatible con las demás actividades que realizan y que esta se adapte a sus necesidades. Uno de ellos lo expresaba de la siguiente manera:

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E: No, yo lo que sabía es que era una vida muy sacrificada la de los boxeadores pero yo no iba a ese nivel digamos, yo lo tomaba más como un hobbie. Ent: ¿Y vos veías que era sacrificada en que? ¿Que sacrificios que hacen los boxeadores vos no estabas dispuesto a hacer? E: Y por ahí de ir todos los días, de estar más comprometido con el trabajo [Con este término se refiere al entrenamiento] Ent: ¿Y por que? E: Y porque yo digamos lo tengo como un segundo plano. Yo voy cuando tengo tiempo o cuando tengo ganas, no es algo que me valga en mi vida digamos. Ent: ¿Y que es lo central en tu vida en este momento? E: Y...mi laburo, mi trabajo (E. 27 años. Representante de ventas mayorista)

El gimnasio es concebido por este grupo de jóvenes como un espacio para el cuidado corporal que además brinda la posibilidad de obtener cierto alivio de las presiones cotidianas. Consultado acerca de este punto E. respondía:

Ent: Vos me decías que tiene una relación directa el boxeo con el tema del cuidado del cuerpo ¿Qué sentido le das a esto de cuidar el cuerpo? E: No, una cuestión estética nada más. Ent: ¿Lo fundamental es la cuestión estética? E: Si, una cuestión estética. También me servía mucho en una época, lo usaba en una época como una descarga de las situaciones que vivía a diario en el trabajo. En una época al boxeo lo usaba como una descarga, porque ahora que estoy empezando a hacer memoria, antes yo trabajaba bajo mucha presión, entonces el boxeo me ayudaba a descargarme de eso. Y después cuando mejoré el trabajo, la calidad de trabajo, lo empecé a usar en una forma recreativa, mantenerme en peso (E. 27 años. Representante de ventas mayorista).

Otros púgiles dejan la cuestión de la imagen corporal de lado para referirse a un cierto sentimiento de vitalidad o comodidad que deriva del propio entrenamiento, como si la práctica fuera de utilidad para sentirse bien con su cuerpo.

Ent: ¿Vos hacías boxeo para cuidar tu imagen? S: No, no tanto la imagen, no le doy demasiada importancia a ese tema. Si a sentirme bien con mi cuerpo. El deporte en general te hace sentir bien. Yo antes hice fútbol y natación y más o menos era lo mismo, pero con el boxeo un poco más creo. (S. 33 años. Docente Universitario).

Si bien se ampliará acerca de la relación que el entrenamiento boxístico posee con el cuidado del cuerpo, puede mencionarse que este aspecto de la práctica fue también

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mencionado como beneficioso por los “púgiles competitivos”. Tanto la descarga de las presiones

cotidianas

como

el

mejoramiento

estético

que

proporciona

el

entrenamiento, se presenta en ambos grupos de distinta manera. Mientras para los boxeadores competitivos es algo que se da por añadidura, los recreativos suelen ubicar en este beneficio el motor del entrenamiento. Las concepciones de la práctica como un modo de cuidar de la salud y la imagen corporal constituyen un signo importante para obtener un panorama acerca de la representación del propio cuerpo que podrían poseer los agentes situados en estos sectores de la estructura social. No debe olvidarse que la representación del cuerpo constituye una proyección del propio deseo a la vez que la internalización de los mandatos del colectivo social (Carballo y Crespo, 2003: 234 - 235) y por lo tanto se encuentra estrechamente relacionada a la posición del agente en la estructura social. A partir de esta posición los sujetos estructuran un imaginario corporal determinado a partir del cual se generan hábitos, prácticas y predisposiciones al aprendizaje o desarrollo de tal o cual destreza (Vicente Pedraz, 2005: 68) Wacquant señala que la sacralidad de la envoltura corporal del self individual constituye uno de los sentidos propiamente burgueses asignados al cuerpo que la violencia propia de la práctica pugilística viola (Wacquant en Auyero, 1999: 276). El daño corporal que podría implicar el derecho de ingreso al campo pugilístico sería una apuesta que este grupo de jóvenes no estaría dispuesto a realizar, lo que podría constituir una de las principales causas del desajuste entre el habitus estructurado en estas condiciones de existencia respecto a las exigencias del campo boxístico. Como se explicó anteriormente, la existencia de un campo social depende de la existencia de agentes capaces de reconocer el valor del capital en juego y de discernir entre las apuestas propuestas en él. Esta situación genera, en los “púgiles competitivos” un compromiso con el trabajo corporal a través del cual logran constituirse como agentes activos del campo boxístico. El reconocimiento o la indiferencia respecto al valor del juego y las apuestas que le son inherentes se encuentra relacionado con la trayectoria social del agente en cuestión, que es incorporada en forma de habitus. De esta manera, el habitus puede ajustarse a las exigencias de un campo o experimentar desajustes. En el caso de los púgiles recreativos, estos desajustes se refieren a la gestión corporal que exige el boxeo en términos de trabajo corporal y exposición a la violencia, elementos centrales de la producción del capital pugilístico. Por otra parte, esto permite ver que la modalidad del capital corporal valorado en este espacio tiene más relación con los ideales de salud y belleza, propio del “estilo de vida saludable” extendidos en los sectores medios urbanos (Vicente Pedraz, 2007: 74) que con las valoraciones viriles del cuerpo que ensalzan su capacidad de soportar la violencia y el deterioro corporal, muy extendidas en los jóvenes de clase baja cultores de la práctica a nivel competitivo.

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La adaptación de la práctica a las necesidades de este grupo de jóvenes puede interpretarse a partir de la concepción del propio cuerpo que manejan, estrechamente asociada a sus condiciones de vida y a su trayectoria social particular. Como señala Vicente Pedraz al respecto “De la misma manera que no existe ninguna práctica independiente de los gustos ni de las necesidades de clase, e, igualmente que no hay ningún habito que sea independiente de una ideología por la que se define, tampoco la representación del cuerpo sobre la que se sustenta cada práctica está exenta, en su configuración, de dichos gustos, de tales necesidades ni de esos elementos ideológicos” (Vicente Pedraz: 2005: 59). En numerosas conversaciones los jóvenes que habitaban este grupo manifestaban como uno de los principales motivos para no comprometerse con el entrenamiento boxístico venía dado por el riesgo de ser lesionados en el rostro, lo que afectaría distintas relaciones sociales con agentes de su entorno y particularmente las relaciones laborales, en las que la imagen juega un papel importante.

Ent: Vos en tu práctica no tuviste mucha experiencia de peleas, si esto no hubiera sido así, si hubiera habido combates de entrenamiento muy habituales, donde hubiera habido este tipo de lesiones frecuentemente ¿vos hubieras perseverado en la práctica o hubieras evitado exponerte de esa forma? E: No, lo hubiese tratado de evitar por una cuestión de imagen que tengo sobre mi prioridad, que es el trabajo. En mi trabajo tengo que ver clientes, cosas así y no puedo caer con un ojo morado o con la nariz rota. Ent: Suponete que te dijeran “bueno, yo quiero que compitas” ¿Por qué le dirías que no? E: Porque no estoy dispuesto a salir, que se yo, con un ojo cortado, con una ceja cortada o que se yo, que me rompan la nariz. Ent: Porque es demasiada exposición para…porque digo, la exposición en el boxeo es para ganar digamos ¿para vos sería demasiada exposición para lo que hay que ganar? E: Claro como que no se justifica lo que ganás con lo que expones. Ent: ¿Y por que pensás que hay gente que si lo hace, si no se justifica? E: Y por la necesidad o porque no encuentran otra manera más fácil, por ahí hay gente que les resulta más fácil ir a cagarse a trompadas para ganar doscientos pesos que otra gente que ir a laburar todos los días y ganarse dos mil quinientos pero sin riesgos de salir lesionado y eso. Ent: Vos te lo planteas como una cuestión racional digamos, la exposición no justifica la ganancia. El riesgo no justifica lo que hay para ganar E: Si, si, es más, me parece por ahí mucho más inteligente el promotor que el boxeador. Ent: Porque aparte es el que usa la cabeza (E. 27 años. Representante de ventas mayorista)

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El riesgo potencial de dañar la imagen corporal era una de las razones que los demás agentes del entorno inmediato de estos jóvenes evocan para disuadirlos de asumir cualquier tipo de exposición en el marco de la práctica boxística. A diferencia de los “púgiles competitivos”, que cuentan con el apoyo y el aliento de familiares y amigos para desarrollarse en el boxeo, el entorno de los púgiles recreativos era en buena medida indiferente a la actividad cuando no veía en la práctica como algo peligroso y desaconsejable.

Ent: ¿Cómo vieron las personas de tu familia, tus amigos, el que vos practiques boxeo? L: No se, les parecía raro, algunos me decían que no me hacían haciendo eso y en mi casa me dijeron que me iban a romper la nariz (L. 28 años. Empleado Administrativo)

En estos jóvenes la imagen corporal adaptada a ciertos cánones de salud y belleza podría constituir una virtud socialmente valorada contrapuesta a las exigencias de la competencia boxística, pero no al entrenamiento propio de la disciplina. Siempre que se excluya su aspecto violento y el alto grado de exigencia que implica el trabajo corporal, la práctica se muestra tan adaptada como cualquier otro deporte recreativo a que pudieran acceder estos jóvenes. La adaptación del cuerpo a los patrones de belleza dominante a través de diversas prácticas, entre las que el deporte ocupa un lugar de relevancia, se muestra como un signo de la época actual. Apoyándose en el paradigma bourdiano, Javier Ferreyra sostiene que “El valor comercial de la belleza tiene que ver con el interés que las propiedades corporales pueden tener en el mercado de las relaciones sociales, de tal manera que la belleza funciona como un capital, al otorgar al cuerpo una representación particular a través de un lenguaje de signos que pone de manifiesto los rasgos que el sujeto pretende revelar, ingresando de esta manera en un espacio de pugnas por imponer la propia representación de uno mismo y lograr un reconocimiento que puede traducirse en beneficios y utilidades de diversos tipos” (Ferreyra: 2008, 113). La modelización del cuerpo no es exclusiva de este grupo, como se mencionó anteriormente, los boxeadores competitivos tienen presente este tema como uno de los beneficios de la práctica, pero no es lo que buscan en ella, sino algo que viene dado por añadidura. Por último hay que destacar que los boxeadores recreativos asocian la práctica del boxeo a sectores sociales de estratos inferiores al propio, del cual se distinguen. Aún realizando rutinas deportivas en apariencia similares pero limitando su vínculo con el boxeo solo al entrenamiento, excluyendo el combate, aspecto central de la práctica para los “boxeadores competitivos”, los “boxeadores recreativos” se distinguen constantemente de estos. La siguiente conversación no solo me permitió conocer parte de la representación

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que los púgiles recreativos poseen de los boxeadores competitivos sino también la percepción que, por contraste, tienen de si mismos:

“K. (32 años. Operario), se ha enterado de que estoy entrenando en el Polideportivo y me hace la pregunta obligada ¿vas a pelear?22 Respondo que posiblemente. Me comenta que el practicaba escalada en el Polideportivo, en los muros que rodean la cancha de básquet que se encuentra abajo del gimnasio de boxeo. “Que caritas van ahí, siempre bajaban a correr, eran todos así chiquitos, flacos y se movían ahí en la cancha…imaginate que te agarre un chiquito de esos en la calle”. El comentario de K no es para nada infrecuente en la gente externa al universo del boxeo cuya característica distintiva es estar rodeado por el halo del “mal ambiente”, término ligado directamente a la baja extracción social de los púgiles pero que condensa muchos significados como, violencia, delitos, etc. Aunque sea un lugar común tan utilizado, su valor reside en el hecho de que a través de el K se ubica como un agente totalmente externo al campo boxístico” (Nota de campo: 06/03/2008)

En la misma línea y marcando cierta distancia respecto a los boxeadores competitivos, se ubica lo afirmado por otro de los jóvenes entrevistados, que adscribe la práctica competitiva exclusivamente a los sectores de clase baja:

Ent: Y dicen que no es para todos, que no es un deporte para todas las personas, ¿Quiénes pueden dedicarse a esto y quienes no? E: Y yo pienso que por lo general las personas que se dedican a esto son personas muy humildes, yo pienso que tratar de salir de la pobreza es lo primero que buscan. (E. 27 años. Representante de ventas mayorista)

La particular adaptación de la práctica boxística a los gustos de clase que realizan los púgiles recreativos, que sintéticamente consistiría en practicar boxeo sin boxear, probablemente pueda ser comprendida, mutatis mutandis, a la luz de un fenómeno descrito por Sebreli a propósito de la relación de las elites respecto al fútbol. Este consiste en distinguirse de los propios estándares de clase adoptando costumbres de los sectores subalternos como una especie de refinamiento, en términos del autor, un esnobismo al revés (Sebreli, 1998: 293). Desde este punto de vista, se puede obtener cierto beneficio simbólico de una práctica, sin reconocerse ni buscar constituirse como un agente propio del campo que le es propio y siendo en buena medida indiferente al capital que lo estructura. Posiblemente este sea, además de la producción del capital corporal adaptado ciertos estándares de clase, uno de los beneficios que los “púgiles recreativos” obtienen a través de la práctica. 22

La pregunta de K. se debe a que en este periodo me encuentro entrenando simultáneamente en el gimnasio de boxeo competitivo y recreativo y he manifestado cierto interés por iniciarme en la competencia boxística, proyecto que luego de algunos combates de entrenamiento con algún grado de violencia, dejaría de lado.

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C- Trayectoria social generadora de disposiciones viriles El entrenador del Gimnasio del Polideportivo General Paz profetiza el éxito como aprendiz de boxeador exclusivamente a los jóvenes que comulgan con los valores viriles de “la calle”, en una ocasión advertía a un nuevo pupilo:

“Si ustedes son chicos callejeros, acá van a andar bien, si son nenes de mamá, les digo algo: entrenen y váyanse” (A. 73 años. Ex boxeador profesional y actual Entrenador)

Se ha podido observar que los agentes pertenecientes al universo del boxeo competitivo, púgiles, ex – púgiles y entrenadores, expresan discursivamente, con mucha frecuencia, los distintos atributos que componen lo que Wacquant denomina el ethos viril que inunda el campo social analizado. La fuerza física, la dureza o capacidad para padecer o infligir dolor, la tenacidad y la valentía, sumados a un sentimiento inexpugnable del honor masculino y la expresión del comportamiento y el estilo personal, atributos que hacen a las disposiciones necesarias para la práctica boxística y que deberán ser sostenidos y manifestados corporalmente en las actividades relacionadas al entrenamiento y la competencia (Wacquant, 2006 a: 47 - 51; Wacquant, 2006 b: 11; Wacquant en Auyero, 1999: 239). Estos aspectos son concebidos como una cualidad innata, algo del orden de la naturaleza, que se tiene o no se tiene pero que, en ningún caso, se adquiere. “Huevos”, “aguante”, “corazón” y “sangre” son algunos de los términos utilizados con mayor frecuencia por los púgiles para referirse al tema. Este hecho puede interpretarse desde el corpus bourdiano a través del concepto de habitus. Al ser el habitus una energía potencial, una fuerza durmiente, la vis insita (fuerza inherente de la materia), conserva todas las apariencias de lo innato (Bourdieu, 1997: 223). Esta apariencia constituye una verdad incuestionable desde la óptica propia del campo y no se limita al discurso de los agentes, si no que además se manifiesta en la literatura especializada en el boxeo. Mientras un púgil amateur argumenta que la disposición a aceptar el funcionamiento propio del campo, su doxa específica, constituye una virtud independiente del aprendizaje:

“Vos si tenés huevos en la calle peleás con cualquiera y en el boxeo es para perfeccionarte y para aprender un poco más, nada más. Porque lo otro ya es de uno... es así…los huevos y las ganas de ganar” (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-),

una publicación especializada apela a la cita culta para ilustrar una idea similar:

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“Había nacido con las manos vendadas en cintas de acero y un espíritu guerrero que parecía heredado de los dioses que plasmó Homero en La Illiada” (Revista Ring Side, octubre de 2007: 16. El resaltado es mío).

Sin embargo los esquemas de percepción, evaluación y acción que disponen hacia la práctica competitiva del boxeo, lejos de ser una esencia natural, son el producto de una determinada incorporación de la estructura social (Bourdieu, 1999: 225 - 197).23 Esto hace del abordaje de las disposiciones para la práctica del boxeo, que se manifiesta n en los “púgiles competitivos”, algo inseparable de la indagación acerca de las condiciones sociales de existencia, tal como han sido incorporadas a lo largo de su trayectoria social. El principal elemento que explica la relación simbiótica que se da entre el gimnasio de boxeo y el contexto social en el que se encuentra inserto (Wacquant, 2006 a: 32) no solo radica en que las disposiciones generadas su seno encuentran en esta práctica un modo de manifestarse. Los neófitos boxeadores se encuentran además dotados de una parte importante del componente viril del capital propio del campo que hace de su ingreso un hecho que se da con espontaneidad. Como señala Wacquant: “Los jóvenes se acostumbran desde muy pronto a las formas más variadas e imprevisibles de violencia callejera; y en comparación, la violencia estrictamente reglamentada del boxeo apenas resulta agresiva” (Wacquant, 2006 a: 39). Esto constituye una ventaja comparativa respecto a quienes deben asimilar la violencia de la práctica una vez insertos en ella y marca una diferencia central respecto a los “boxeadores recreativos” que conciben la violencia física como uno de los elementos de la práctica que los excluye del ingreso al campo boxístico. Uno de ellos me decía al respecto:

“Yo averigüé en otros lado antes de venir acá, ahí en Alas. No sabes las caras que van ahí, además se cagaban a trompadas mal cuando guanteaban, dije no, acá no, además yo buscaba algo como esto” (K. 32 años. Operario)

Al consultarle a un joven boxeador amateur acerca de sus primeros combates de entrenamiento en el ring, práctica central para pagar el derecho de entrada al campo puesto a que, como se verá más adelante, se ponen en juego las virtudes mencionadas, expresaba la relación de continuidad que se da entre esta experiencia respecto a las que transcurren en el cosmos social que habita:

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En este punto es conveniente puntualizar que el habitus de un agente no lo dispone hacia una práctica particular, como señala Bourdieu “Las disposiciones no conducen de manera determinada a una acción determinada, solo se revelan y se manifiestan en unas circunstancias apropiadas y en relación a una situación […], cada una de ellas puede manifestarse mediante prácticas diferentes, incluso opuestas según la situación” (Bourdieu, 1999: 197). Por otra parte, lo que hace de determinadas situaciones estímulos específicos, capaces de disparar la actualización de las disposiciones previamente constituidas, es una tendencia constante del agente a posibilitar este proceso (Bourdieu, 1999: 197).

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“No, porque yo lo tomaba como sí…yo me mentalizaba que era…que yo venía caminando a la salida del baile y uno se me cruzaba pero nada más que con guantes y un cabezal que te protegía un poco más y nada más y ahí me olvidaba todo” (J. 16 años. Peón actualmente desempleado-).

Esta construcción encuentra eco en muchos otros casos. Sirva de ejemplo la historia del boxeador cordobés Diego “Rocky” Jiménez cuya promisoria y fugaz carrera se inspiro en las reyertas callejeras que protagonizaba a diario. Un periodista especializado lo retrata de manera jovial:

“Cuando tenía quince años Diego se peleaba a piñas con cualquiera. En el único lugar donde no se agarraba a los golpes era a la salida del colegio porque ya no iba. Un día conoció al “Campera Calderón”. Lo vio pelear en un club de barrio. Viendo que los boxeadores se peleaban con guantes, un referí, y hasta tenían un minuto de descanso y todo, le pareció que eso era facilísimo, mucho más que hacerlo en la calle. Y cuando debutó en el pueblito de Ordóñez, y encima le dieron sesenta pesos, sintió que era una cosa de locos; imagínate que yo me peleaba todos los días en la calle, y gratis, y acá, encima, estos me pagaban una barbaridad” (Hirusta, 2006: 56).

Siguiendo a Bourdieu puede caracterizarse la práctica del boxeo competitivo como un estímulo eficaz, algo que en las circunstancias apropiadas dará lugar a la manifestación de disposiciones previamente constituidas (Bourdieu, 1997: 197), para el habitus de los agentes ubicados en estos sectores de la estructura social. Esto se debería, entre otras cosas, a que el capital específico que estructura el campo pugilístico, el capital corporal en su forma masculina, es altamente valorado en los espacios en los que transcurre su proceso de socialización. De lo contrario difícilmente el gimnasio podría por si mismo producir la incorporación del ethos viril que dota a la práctica del boxeo de un sentido subjetivo profundo haciéndola trascender al mero hecho deportivo. Es decir que si el habitus de los púgiles no estuviera previamente ajustado a las exigencias del campo, o le fueran indiferentes los signos de reconocimiento imperantes en él, como es el caso de los “boxeadores recreativos”, el proceso de socialización específico se vería dificultado. Utilizaré la descripción de una situación que tiene como protagonista a un ex boxeador, cuya participación en el gimnasio se limitaba ahora solamente al entrenamiento, que ilustra esta idea con humor: Un púgil era temido en el Polideportivo por golpear demasiado fuerte a sus compañeros durante los combates de entrenamiento. Ante esto el entrenador le indica al ex púgil

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arriba mencionado: “Ponete los guantes que me lo vas a domar”, a lo que este contesta “¿Usted lo quiere domar? Entonces lleveló a Jesús María”24. La negativa a la orden del entrenador y la modalidad de broma que estructuraba la situación, expresa lo que Bourdieu caracteriza como un impensable para cualquier púgil activo en este espacio social: manifestar temor ante la violencia física. La posición del entrenador y del ex púgil, definida fundamentalmente por el capital simbólico obtenido a lo largo de su trayectoria como boxeadores25, los autoriza a expresarlo a través de esta teatralización. Conviene señalar que, exceptuando este tipo de casos, nadie pensaría en dar una respuesta de este tipo, ya que la misma no solo derivaría en la expulsión del espacio o el descuido sistemático del entrenador respecto del púgil temeroso, sino que afectaría la imagen que tanto el entrenador como los demás púgiles trazan de él. El axioma fundamental del boxeo consiste en asumir este riesgo y está vinculado estrechamente a la existencia misma del campo. Como lo señala un promisorio púgil amateur:

“Porque el boxeo es para aguantársela, como me dijo el profesor hoy día “el que sube al ring tiene huevos” por más que pierdas, vos tenés que tenerlos para subirte ahí arriba, recibir tantos golpes y no saber si vas a pegar uno…y ahí tenés que aguantártela, si no te la aguantas no vengas” (O. 19 años. Pintor de obras)

Según Bourdieu, existe entre los agentes de cualquier campo una lucha por la obtención del capital en juego, una complicidad objetiva acerca de aquello sobre lo que amerita la competencia y el valor de apuestas. Esta aceptación doxica queda reprimida en lo ordinario y se produce desde el momento mismo en que se ingresa al espacio de pugnas que constituye un campo social dado. Si, como lo señala este autor, “Los recién llegados aportan al campo disposiciones constituidas con anterioridad en el seno de un grupo familiar socialmente situado y que, por lo tanto, ya están más o menos ajustadas […] a las exigencias expresas o tácitas de aquel, a sus presiones o sus solicitaciones, y son más o menos sensibles a los signos de reconocimiento o consagración que implican una contrapartida de reconocimiento respecto al orden que los otorga” (Bourdieu, 1997: 218), latir al ritmo del gimnasio implica comulgar con la doxa del espacio que dota de sentido al atravesamiento cotidiano por el ritual de prevalecer a los golpes y soportar el castigo físico. Las experiencias previas de violencia callejera por las que hubieron de atravesar muchos de los púgiles o aprendices de “púgiles competitivos”, reclaman cierta importancia en relación a la estructuración de un habitus afín al campo social estudiado. 24

Sede del festival de Doma y Folklore que se realiza anualmente durante los primeros días del mes de enero.

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El autor de esta negativa nunca dejaba de exponer ante cada nuevo miembro su carrera como boxeador. Incluso mostraba una vieja nota periodística que daba cuenta de la veracidad de sus dichos.

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Debe entenderse que el habitus como principio organizador de un mundo práctico que dota a los estímulos de un carácter teleológico permanente, genera hipótesis prácticas que se anticipan a lo que efectivamente sucede en un determinado espacio social y, a partir de ello, lo hace habitable o no al sentido práctico de un agente (Bourdieu, 1991: 93 – 94). Bourdieu sostiene que la connaturalidad entre las exigencias del campo y las disposiciones del agente a satisfacerlas borra el carácter coactivo que en definitiva poseen:“Cuando la gente puede limitarse a dejar actuar su habitus para obedecer a la necesidad inmanente del campo y satisfacer las exigencias inscritas en él (lo cual constituye para cualquier campo la definición misma de la excelencia) en ningún momento siente que está cumpliendo con un deber y aún menos que busca la maximización del provecho especifico” (Bourdieu, 1999: 141). Existen algunos ejemplos contrastantes a este despliegue espontáneo del habitus en un campo social dado. El relato ficcional en el que Simmoens, aquel personaje creado por Roberto Arlt a partir de sus propias experiencias como boxeador, se encuentra ante un inminente combate de entrenamiento y “quisiera terminar sin que le pegaran mucho” mientras pensaba “tuviste que llegar aquí, ¿eh? Llegaste hasta aquí ¿eh? […] no puede explicarse semejante mal deseo” (Arlt, 1931: 356 – 357) expresa la coacción que este agente imaginario debe ejercer sobre si mismo para someterse a esta prueba. Nada más alejado de la espontaneidad que la evaluación racional de los riesgos, expresada en el relato de la experiencia, esta vez real, que atravesó Wacquant en el gimnasio de Woodlawn cuando un boxeador profesional se disponía a iniciarlo en los combates de entrenamiento mientras él se debatía entre la duda y el consuelo: “¿Es razonable subir al ring y enfrentarse a un atleta así? […] ¿Y si me da un mal golpe y me lesiona? ¿Y si me deja KO?26 Vamos, es solo un mal momento, como el dentista. (Wacquant, 2006 a: 77 - 78). También las sensaciones previas a una sesión de guanteo registradas a partir de mi propia experiencia en el Gimnasio del Polideportivo General Paz, reflejan más el hecho de estar cumpliendo con una obligación que la tendencia a responder naturalmente a la exigencia del campo:

“Hoy debo realizar rounds de guanteo con pupilos del gimnasio. Aunque hace ya tiempo que practico boxeo estoy muy nervioso desde el día de ayer, tengo miedo de ser golpeado y me siento en inferioridad de condiciones respecto a los demás pupilos” (Nota de campo: 23/01/08)

Las construcciones discursivas citadas tienen en común el haber sido producidas por agentes estructurados en espacios sociales muy distantes del mundo del boxeo y que, por lo tanto, poseen el rasgo común de reflejar un desajuste entre su habitus y el campo. 26

KO es la abreviatura del término Knock Out, que hace referencia a una de las definiciones posibles de un combate de boxeo, aquella en la cual el púgil es derribado por su adversario y se ve imposibilitado de seguir combatiendo.

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Estas construcciones se dan con frecuencia en algunos de los “boxeadores recreativos” adquiriendo fuertes visos de racionalidad, lo que contrasta de manera notable con la lógica del todo o nada propia de los “boxeadores competitivos”. Uno de los jóvenes del primer grupo intentaba explicarme de que modo minimizaba las posibilidades de ser golpeado del siguiente modo:

“Si, como que tenía mis límites digamos. Si por ahí, una vez a la semana hacer guantes todo bien. También yo analizaba, en el momento de hacer guantes analizaba con quién también, no iba a hacer con un guaso que me iba a cagar a palos” (E. 27 años. Representante de ventas mayorista)

Frases como estas estaban ausentes del discurso propio a los boxeadores competitivos para los cuales, de cualquier manera, había que responder al desafío que implicaba el combate asumiendo los riesgos que le son propios:

Conversamos con R. (30 años. Boxeador profesional de origen nicaragüense)27 y me comenta acerca del periodo de tiempo que entrenó en Buenos. Aires a su llegada a la Argentina. El me dice: “Cuando llegué al gimnasio todos querían guantear conmigo: Chacón, “La Hiena” Barrios, etc. [los mencionados son boxeadores profesionales de primer nivel, ambos campeones del mundo] porque decían que tenía lindo boxeo. Guateaba siempre y con los mejores, en esa época andaba bien, gané todas las peleas que hice. Pero allá era distinto, el guanteo era pelea, tipos ensangrentados, todos. La Hiena y Chacon, Castro, todos esos se mataban. Yo también cobré mucho en esa época (Nota de campo: 30/01/08)

Este mismo púgil profesional me explicó también el significado que poseía para él superar los momentos de temor ante la posibilidad de ser golpeado:

R: Y así empecé y ya la segunda, la tercera, la cuarta, la gané por knock out y la quinta, que fue por la medalla, la gané por knock out. En esa si tenía mucho miedo. El que no tiene miedo es un robot. Eso que te dicen los técnicos “ah, que sos cagón” y si, es que soy humano les digo, es que son tarados, piensan que uno es un robot. Incluso el mismo Tyson28 ¿viste Tyson que se movía? Estaba así, eso era nervios y eso, creo yo, que hay que vencer el miedo, todo el mundo tiene miedo y hay que vencer eso, eso es lo que te hace macho, superar el miedo. Ent: Claro, no, no tenerlo

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Este púgil, que entrena en el Polideportivo General Paz, es además profesor de educación física y entrenador de púgiles recreativos en el Gimnasio del Club Tigre. 28 Mike Tyson, ex – campeón mundial categoría pesado. Fue el boxeador más joven en conseguir el título mundial de esta categoría, a los 22 años, y es una verdadera leyenda en el mundo del boxeo.

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R: Todo el mundo tiene miedo, es superar el miedo para hacer lo que vas a hacer ¿a vos no te da miedo rendir un examen? Ent: Y si R: Y bueno, pero lo superas y lo rendís (R. 30 años. Boxeador Profesional-Profesor de Educación Física)

Las narrativas evocadas anteriormente dan cuenta de uno de los aspectos más importantes en lo que hace a las disposiciones de ambos grupos de jóvenes. Se puede percibir que mientras los jóvenes “boxeadores competitivos” conciben como valorable el superar la difícil prueba de soportar la violencia, los jóvenes “boxeadores recreativos” perciben esto como algo irracional. Un agente dotado de un habitus estructurado en un espacio social caracterizado por otorgar un reconocimiento implícito del valor en juego, el capital corporal en su manifestación viril y en el que son habituales los episodios de violencia física, posee una menor posibilidad de experimentar este desfase. La historia oral del boxeo de Córdoba, a la que tuve acceso en entrevistas y conversaciones con ex boxeadores activos entre los años cincuenta y setenta, es un buen ejemplo de ello. La población de pupilos de la época se nucleaba en torno al mítico gimnasio “Córdoba Sport” y contaba con una gran proporción de niños y adolescentes pobres que se dedicaban a la venta ambulante de periódicos para contribuir a la economía familiar. Tal es así que incluso hubo de instituirse un campeonato de boxeo exclusivo para canillitas. La particularidad de este oficio, que lo ponía en relación de continuidad con la práctica boxística a nivel competitivo, era la frecuencia de los episodios de violencia callejera que se producían a causa de la competencia por lograr mejores rutas de venta. En este contexto en que las peleas eran el orden natural de las cosas, el boxeo se presentaba como un espacio a habitar por los jóvenes, donde además podrían obtener cierto beneficio económico y reconocimiento social. A., un pedazo de historia viva del boxeo de la época y actual entrenador del gimnasio, formaba parte de la troupe de canillitas – boxeadores, relata sus inicios de esta manera:

Todos los canillitas aprendían boxeo y yo era canillita. La verdad que yo…ni cuenta me di cuando ya me encontré que yo era boxeador. Era una cosa que para mí era como si jugara con algo, para mí era como una diversión no me daba cuenta de nada y de pronto ya era boxeador, y así sería para todos los canillitas29 ¿no? […] Por lo general todos los chicos que se metían en el boxeo era porque les gustaba pelear en la calle…exactamente. Yo… si, he 29

El oficio de canillita surge a mediados del siglo XVIII y era ejercido mayoritariamente por niños pobres que de esa manera contribuían a la economía de sus familias. Los niños eran muy requeridos para este trabajo por ser más rápidos y más arriesgados en un oficio que requería correr de un lado a otro, subir y bajar de tranvías rápidamente, etc. Recuperado el 18/04/08 de:

http://www.eldiariocba.com.ar/anteriores/2004/07%20de%20noviembre%20de%202004/opiniones/opiniones.htm

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sido peleador cuando he sido chico, que vendía diarios y esas cosas. Porque en el Diario ahí si que se peleaba, todos los días se peleaba. Una vuelta iba vendiendo diarios en Alta Córdoba y venía uno y me dice “yo paso por acá” “no, paso yo” y dejamos los diarios en el suelo y ¡paaa!, venía una pareja de novios y no nos podía separar… “ah la mierda” decían…estos…no los podemos separar” […]. Siempre peleábamos porque siempre queríamos vender más diarios que los otros para ganar una moneda más (A. 73 años. Ex boxeador profesional y actual Entrenador).

Los enfrentamientos a golpes fuera del gimnasio son un hecho más o menos común en el entorno social de los “boxeadores competitivos”, pero más allá de esto, la actitud que ellos adopten en estas situaciones reviste una gran significación a nivel simbólico. Mostrar cobardía o sumisión frente al o los agresores, constituye una conducta estigmatizada en tanto enfrentar la situación es prácticamente la reacción obligada. Esto no quiere decir que la totalidad de los entrevistados posea una conducta violenta en su vida cotidiana, sino que al ser la violencia corporal una modalidad frecuente de resolución de conflictos, la posición adoptada frente al fenómeno, sea que se opte por la evitación, la confrontación o la provocación, es parte constitutiva de la imagen de “hombres” que los púgiles trazan de si mismos y para su entorno. La riña callejera puede estar ausente en la vida de los boxeadores pero, en todos los casos, los púgiles dan muestras de estar dispuestos a enfrentar una situación como esta, lo contrario entraría en profunda discrepancia con la doctrina de la masculinidad imperante. Algunos de los entrevistados se describían “tranquilos” en su vida cotidiana, más inclinados a evitar conflictos con otras personas, sin embargo, en algunas ocasiones el enfrentamiento a golpes se les presenta como algo ineludible. J. concebía el enfrentamiento a golpes como el único modo de obtener respeto en los espacios sociales que habitaba. El recurso del diálogo era infravalorado y percibido como signo de debilidad. El riesgo de exhibir esta característica radicaría, en algunos casos, en convertirse en víctima potencial de frecuentes abusos. Consultado sobre este punto el mismo púgil explicaba que el peligro era:

“Que te agarren de hijo, si. Porque es como que todos los días te hacen algo. Porque todos los días te hacen algo, te molestan, te pegan, te tienen a los cachetazos. Estás tomando una gaseosa vienen te la quitan. Te hacen maldades, te sacan la carpeta. Por eso…” (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

C. se describe como alguien que ha aprendido a controlar sus impulsos violentos con el tiempo, ya que en su juventud mostraba una actitud más confrontativa, sin embargo relata episodios en los que es imposible evitar el uso de la fuerza:

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“Si, si, era más arrebatado, más arrebatado…cualquier cosa quería pelear, cualquier cosa quería pelear. Más que nada porque jugaba al fútbol y viste que en el fútbol siempre hay roce y cualquier cosa quería pelear, me pegaban una patada, o veía la mala intención del rival y yo quería el desquite y quería…y ya después cuando uno se va haciendo más grande y ya se va calmando y trata de evitar, trata de evitar, pero llega un momento que no se puede y…” (C. 30 años. Peón de obras.)

En algunos casos el ingreso al gimnasio se ve precipitado por la búsqueda de una competencia que permita enfrentar este tipo de situaciones. M. lo explicaba de la siguiente forma:

“Si, en la calle te sentís más seguro, por ejemplo yo antes de empezar boxeo, yo era un chico que no me metía con nadie y siempre tenía la cabeza gacha…abajo ¿viste?, pero ahora no, salgo con la cabeza bien arriba y ando con más confianza de mi mismo. Por ejemplo antes tenía miedo que me vengan a robar y…tenía miedo de eso, que me roben y que me peguen. Si me pegaban yo no iba a hacer nada, si yo no tenía idea de lo que era pelear. Ahora me vienen a robar y yo…yo les rompo la cara (risas)” (M. 15 años. Estudiante del Ciclo de Enseñanza Media)

Al parecer el principio rector en las distintas construcciones discursivas gira en torno al hecho de que no ha de buscarse la confrontación, incluso la actitud provocativa es rechazada, pero de ningún modo se debe ceder ante ningún tipo de afrenta. Ser víctima de ello no solo habilitaría, sino que obligaría, al uso de la violencia. Tal es así que la totalidad de los entrevistados, si bien se mostraban orgullosos de su historial de enfrentamientos violentos, argumentaban haberse vistos obligados a ello por las circunstancias. Digno de mención es el hecho de que enfrentarse a la situación no implica la evaluación del riesgo que le es inherente, se debe aceptar el desafío de la manera que se presente, el compromiso debe ser total. No se trata de prevalecer sobre el otro si no de resistir ante quién proponga la justa. La lógica del aguante, término sobre el que se ampliará en capítulos siguientes, como un componente fundamental del capital simbólico que deriva del capital corporal se encuentra explicado exhaustivamente en el siguiente extracto.

“Claro por más…, te tienen ese respeto porque dicen “no a este no lo molestemos porque no se va a dejar agarrar de hijo, por más que lo hagamos cagar, pero el se va a parar”. Y aparte el otro también porque …a un guaso que está acostumbrado a agarrar de hijo a todos, vos te le paras y le haces pelea ya ese ya…es como si quedara mal entre ellos…con él mismo porque el dice…Es como si se sorprende porque está acostumbrado a…Entonces cuando vos lo apuras…ponele que dicen “este es de mamá, este es de mamá” cuando el

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nenito de mamá se te para y alguna te pega ya el que queda mal es él, porque van a decir “ahh el nenito de mamá se te paró” 30 y si te la ganó peor todavía, porque el que queda mal es él”. (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

El capital simbólico se expresa en el reconocimiento por la posesión del capital corporal viril. Según la explicación de este entrevistado, el que se limita a defenderse de la afrenta tiene todo por ganar, en tanto el provocador pone en juego, apuesta su reputación y prestigio, cada vez que realiza un acto de provocación con el riesgo de perderlo. Las características del o los partenaires de los enfrentamientos son un elemento de importancia. Posee valor exhibir resistencia o “aguante” en espacios habitados por agentes de posiciones cercanas en la estructura social, en tanto los enfrentamientos que pueden darse con agentes que ocupan posiciones sociales más elevadas constituyen hechos simbólicamente anodinos.

“Claro como si fuera un logro porque si vos decís “me largué a pelear en un boliche” no es tanto, no es un cartel, en cambio si vos decís “me largué a pelear en el baile de La Mona ¡ah! se imaginan, ha peleado…como va gente…no va gente así de clase buena. Es siempre guasos violadores, que han estado presos, que han matado, que han estado en la cárcel…violadores…van todos entonces es como si…. Vos decís “si, me largué a pelear en el baile de La Mona”, la gente que escucha dice “ah, no ha peleado con cualquiera”, en cambio si decís en un boliche dicen “ah, son esos chetitos que son “nenitos de mamá” quien no les pega” (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

Este ethos viril, incorporado de diferentes maneras por cada uno de los púgiles, es una parte fundamental de las disposiciones para la práctica y encuentra en el boxeo un espacio en el cual desplegarse de una manera reglamentada y ordenada que, sin excluir la violencia la contiene y la dota de otros sentidos. No se ha podido constatar la presencia de esta disposición en los jóvenes “boxeadores recreativos”, al menos no con la fuerza de hacer de la práctica competitiva un disparador de su habitus o como motor de conductas violentas en otros contextos ajenos al boxeo. En la mayoría de los casos estos jóvenes aceptan la exposición a la violencia física en los boxeadores como algo que se encuentra justificado por su actividad, pero no conciben que este grado de exposición se ajuste a su propio caso. Es decir, se conciben como agentes externos al campo del boxeo

“Ellos [los boxeadores] se arriesgan para conseguir un objetivo. Está bien, es como alguien que invierte para obtener una ganancia. En lo que hacen es así. Además lo ven como una 30

Un término muy similar es utilizado por los adolescentes negros de los barrios bajos de EE.UU. Mediante el término Poot Boot se designa una persona socialmente inexperimentada, demasiado joven biológica y emocionalmente para mantenerse en la calle y que, aún así, intenta amoldar su comportamiento al de los jóvenes con más status y experiencia. (Judith Folb. Citado por Wacquant, 2006: 42).

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posibilidad buena salir de la situación en la que están. Yo pongo mi capacidad en otras cosas, en mi laburo, en estudiar, en cosas que me van a servir” (G. 28 años. Consultor de Empresas)

“Para lo que uno busca no tiene sentido, ¿Para que te vas a hacer pegar por alguien que está entrenando todo el día? ¿Qué ganas?” (K. 32 años. Operario)

Los jóvenes de este grupo manifestaron haber tenido algunas experiencias de violencia callejera a lo largo de su infancia pero la gran mayoría no reconoce estos hechos como algo habitual en los contextos sociales que habitan ni en sus vínculos con las demás personas. La utilización de la violencia como una modalidad de resolución de conflictos, en la mayoría de los casos es excluida o infravalorada, en cambio la utilización de la negociación y el diálogo es una modalidad valida e incluso recomendable.

“Porque no solucionás nada agarrándote a piñas, siempre podés arreglar de otras formas. Además tenés mucho que perder y poco que ganar, mirá si pasa algo, si le hacés mal en serio, podes tener problemas, ir en cana. Cuando sos más pendejo bueno, es normal, en la escuela yo me peleaba, pero después no da, aprendés otras formas de encarar los problemas” (G. 28 años. Consultor de Empresas)

Más allá de estos testimonios, se puede ver que los episodios de violencia tanto en la práctica deportiva, en la que estos se encuentran casi excluidos, como en la vida cotidiana, es más bien un hecho infrecuente y al que no se encuentran expuestos, por lo cual no es algo que posea mayor significación que un hecho anecdótico.

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D- El deporte como especialización de atributos de género: violencia y masculinidad como componentes del capital corporal boxístico. Se entiende por boxeador “el atleta, que debidamente habilitado, convenientemente preparado y dotado de requisitos técnicos y físicos enfrente adversarios en equivalentes condiciones” (Federación Argentina de Boxeo, en adelante F.A.B -Parte I .Cáp.1 Art.3). La producción de este agente social es la razón de ser del Gimnasio del Polideportivo General Paz. Más específicamente, el elemento que lo diferencia respecto al Gimnasio del Club Tigre es que todo el espacio se rige en función de las exigencias de la competencia boxística, cuyo objetivo es el de “infligir daño físico en el rival, pegarle golpes a su cara y a su cuerpo para ganarle de mano y volverlo temporalmente inconciente, incapaz o renuente a continuar la pelea (Wacquant en Auyero, 1999: 275)31. En este orden de cosas la dimensión subjetiva de la práctica contiene como elemento central una cierta concepción de la virilidad algo extendida en los sectores populares urbanos. Como lo señala la escritora Joyce Caroll Oates “El boxeo es para hombres, sobre hombres y son los hombres. Hombres que pelean con otros hombres para determinar su valor, es decir, su masculinidad, excluyendo a las mujeres” (Oates, 1987. Citado por Wacquant, 2006: 59). La valoración, exaltación y cultivo de valores tradicionalmente adscriptos al género masculino invade al universo deportivo en su conjunto. Huerta Rojas, desde el enfoque de la antropología de género feminista y apoyándose en el paradigma configuracional sociológico de Norbert Elias, aborda la temática mediante el concepto de deportivización de la sociedad. Este se desarrollaría paralelamente al proceso de industrialización de occidente, afianzándose con la consolidación del sistema capitalista e incidiendo poderosamente en la construcción cultural de identidades genéricas a través de la especialización deportiva de atributos de la masculinidad hegemónica tales como el esfuerzo, la disciplina, el éxito, el rendimiento, el dominio y la competencia (Huerta Rojas, 1992). Desde otra perspectiva, Vicente Pedraz enfatiza el efecto discriminatorio o masculinizante que los valores viriles dominantes en el espacio deportivo pueden tener respecto a quien posea atributos de gusto o sensibilidad ligados a lo femenino: “Pese a que cada vez es más habitual la práctica deportiva entre las mujeres y no está tan mal vista como hace tan

31

En un combate de boxeo aficionado son posibles los siguientes desenlaces. Un boxeador puede ganar o perder un combate por puntos, por Knock Out (imposibilidad de seguir combatiendo), por suspensión de la pelea debido a factores tales como la notoria superioridad de un púgil sobre otro, excesivo castigo, etc., por descalificación, por abandono, o porque su rival no se presenta a combatir. El empate constituye otro resultado posible en un combate y este puede quedar también sin decisión o ser suspendido totalmente por el árbitro. (FAB. Parte II. Cáp. 5 Art. 29). Los resultados posibles de una pelea profesional tienen variaciones mínimas respecto a los anteriores y son seis: Decisión por puntos, empate, knock out, knock out técnico, descalificación y combate sin decisión. (Reglamento – FAB. Parte III. Cáp. V. Art. 31).

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solo un par de décadas, los valores del deporte siguen siendo valores viriles y su práctica – masculina

o

femenina-

aparece

inevitablemente

–salvo

casos

excepcionales

de

especialidades inventadas ex – profeso para mujeres- ligada a ellos en un entorno cultural que, no obstante, ha acabado por asumir cierta masculinización o androgenización de la mujer” (Vicente Pedraz, 2007: 77).3233 Juan José Sebreli, analizando puntualmente el universo del fútbol, enumera algunos de los atributos masculinos que la actividad promueve y permite desplegar: guapeza, agresión, brusquedad, frialdad, falta de sentimientos, capacidad para soportar el dolor, fortaleza física, fanfarronería, desprecio por la debilidad, obsesiva necesidad de triunfar, obediencia a la autoridad y voluntad de dominio ante los iguales e inferiores, escasa sensibilidad hacia el prójimo, menosprecio hacia la mujer y todo lo femenino (Sebreli, 1998: 253). Ligado al ideario viril que le es propio, las disciplinas deportivas contienen en menor o mayor medida los rasgos violentos inherentes al objetivo de prevalecer sobre un adversario. No debemos olvidar que solo a partir del siglo XVIII el deporte, progresivamente, comienza a concebirse como un fin en sí mismo y no como una preparación para la guerra, por lo cual la violencia y el dominio del otro constituyen factores esenciales en su análisis. Si bien el proceso civilizador del deporte se orientó a excluir la violencia como componente legítimo en la competencia, en el caso del boxeo, cuya base es la agresión física, este proceso se limitó al establecimiento de controles civilizadores, reglamentos, que intentan regular la violencia propia de la competencia34. Por lo expuesto anteriormente puede sostenerse que, si bien tanto los valores asociados a la masculinidad como a la violencia constituyen elementos inherentes al mundo del deporte, en el boxeo, que al igual que otros deportes de contacto se hace de lo prohibido en otras disciplinas su razón de ser, ambas dimensiones se encontrarían exacerbadas. 32

Sebreli cita algunos ejemplos concretos de discriminación hacia las mujeres en el deporte apoyados en la utilización del discurso científico que, más allá de su grado de validez, son significativos del hecho de que el ideario viril, lejos de constituir una esencia inmanente se erige en buena medida en oposición a lo femenino. Pueden mencionarse entre ellos el feminity control, controles médicos obligatorios que intentaban hallar caracteres somáticos masculinos en las deportistas participantes, de las Olimpiadas de Montreal de 1976. Estudios psicológicos orientados a hacer del interés femenino por el deporte una patología, sostenían la existencia de un complejo de Diana, nombre derivado de la diosa itálica y romana identificada con la viril Ártemis griega, protectora de las amazonas, guerreras y cazadoras e independientes del yugo del hombre (Grimal, 1979: 53-54-136). 33 El boxeo femenino a nivel profesional y amateur es legal en nuestro país desde el año 2001, en el que la Federación Argentina de Box aprobara su reglamento. La primera licencia de boxeadora profesional fue expedida a Marcela “la Tigresa” Acuña, actual Campeona Mundial de la categoría Super Gallo de la Asociación Mundial de Boxeo. (recuperado el 30/09/08 de http://www.terra.com.ar/canales/deportes/14/14072.html). Cabe destacar que la primera licencia de boxeador profesional masculino fue entregada a comienzos del siglo XX a Miguel Ángel Firpo “El toro salvaje de las pampas”, por lo que la existencia legal de la práctica masculina de boxeo se habría adelantado aproximadamente por espacio de un siglo respecto a la práctica femenina Recuperado el 30/09/08 de: http://www.launiondigital.com.ar/index.php?module=displaystory&story_id=35687&format=html).El presente trabajo solo abordará el análisis del la práctica boxística masculina. 34 El desarrollo del boxeo se da a partir de las “Reglas de Broughton” establecidas en el año 1740, que regulaban algunos aspectos básicos de los enfrentamientos y que irían sufriendo algunas modificaciones, como la introducción de guantes en 1747 y categorías de peso predefinidas en 1880, hasta quedar posteriormente plasmados en las “Reglas de Queensberry”, que sientan las bases definitivas del boxeo moderno (Dunning, 1999: 69 - 75)

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La masculinidad, la capacidad de infligir y soportar violencia junto a la adquisición de las aptitudes físicas inherentes a la competencia, forman parte del capital corporal viril del boxeador, elemento que estructura el campo del boxeo y hace de su poseedor un agente activo en el. La práctica recreativa del boxeo excluye en buena medida algunos de los componentes esenciales a la producción de este tipo de capital. Tanto el componente violento del entrenamiento y la competencia boxística, como las exigencias en cuanto a la preparación necesaria para constituirse como un agente ajustado al campo boxístico, están ausentes de ella y constituyen elementos concebidos como incompatibles respecto a las finalidades que persiguen sus adeptos. En los “boxeadores recreativos” el reconocimiento y la creencia en el valor de atributos tales como la dureza, la fuerza física y la resistencia al dolor se encuentra en gran medida atemperada y es reconocida como algo propio de sectores sociales de clase baja, de los cuales se encontrarían excluidos.

E: Y yo pienso que por lo general las personas que se dedican a esto son personas muy humildes, yo pienso que tratar de salir de la pobreza es lo primero que buscan […]. Y por ahí también el ambiente es muy machista, a ver quien aguanta más, quien es más fuerte, quien pega más fuerte, pienso que se trata mucho de eso. Por ahí decís, en el ambiente de los boxeadores, por ahí el decir perdí por abandono o decir perdí porque tuve miedo se ve mal. Ent: Y para vos que sentido tiene el demostrar estas virtudes. Quien pega más fuerte, quien aguanta más ¿tiene sentido?, ¿le ves algún sentido o solamente tiene sentido para ellos? E: No, tiene sentido para ellos, es un código que tiene sentido para ellos. Ent: ¿Vos no lo compartís? E: No lo comparto, para nada. Es un código que deben manejar ellos, de mostrar una imagen de fuertes. (E. 27 años. Representante de ventas mayorista.)

Esta modalidad de práctica también excluye la disposición a realizar cualquier tipo de sacrificio en pos de la producción del capital corporal propiamente boxístico, aspecto que como se verá más adelante es central en el código de conducta de los boxeadores competitivos. Consultado acerca de este punto uno de ellos me lo explicaba de esta forma:

Ent: Y en la práctica, porque es muy exigente físicamente ¿Cuándo te agotabas o estabas cansado, tratabas de seguir o, en virtud de que vos no querías ser boxeador descansabas? ¿Tratabas de que fuera algo más placentero que esforzado? E: Claro si, así es el tema, como una especie de relajación o desconexión con lo primero digamos. Ent: Tratando de dejar el esfuerzo al grado que te sirva digamos.

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E: Claro, claro. No sobre exigirme. O no tratar de superarme, era ahí, estar ahí. (E. 27 años. Representante de ventas mayorista.)

La ausencia del objetivo de competir es la clave para comprender las características de la modalidad recreativa de la práctica boxística. El hecho de que estos jóvenes no deban, ni posean el interés, de medir cotidianamente sus dotes físicas y técnicas a través del enfrentamiento boxístico, hace del entrenamiento deportivo una especie de alivio y descarga de tensiones respecto a las demás actividades de la vida cotidiana más que una autoexigencia por lograr la excelencia deportiva, tal como sucede con los “boxeadores competitivos”. Los “guanteos” o combates de entrenamiento eran, en este grupo, la práctica que más se asimilaba a la competencia, sin embargo no constituían algo significativo en este espacio, solo una parte más del entrenamiento en la que se ponía cierto cuidado debido a los riesgos que implicaría recibir algún golpe. Este aspecto es importante también para comprender la diferencia entre los espacios sociales analizados. En el boxeo competitivo la virilidad, sostenida y manifestada corporalmente, forma parte esencial del capital simbólico del púgil. El enfrentamiento a golpes es la instancia en la que se materializa su reconocimiento y la apuesta de los agentes en pos de su acumulación. El hecho de que los boxeadores recreativos no se muestren dispuestos a reconocer su valor ni a apostar por su acumulación, viola el acuerdo tácito, la doxa, que regula el funcionamiento del campo analizado. El aspecto marginal que ocupa el boxeo en la vida el grupo de boxeadores recreativos hace que sea mucho menos frecuente encontrar en ellos narrativas en torno a los valores viriles arriba mencionados. Por otra parte, la ausencia de competencia boxística impide la manifestación del atributo viril del capital corporal por lo cual, comparando ambos grupos, se podría suponer que, mientras los aspectos que hacen a los atributos del género masculino no invadirían con demasiada fuerza la dimensión subjetiva de la práctica recreativa del boxeo se presentarían como un elemento central en la práctica competitiva. Aún así es digno de mención que en las entrevistas con boxeadores recreativos se han podido constatar algunos de los atributos de género mencionados por Huera Rojas, como el esfuerzo, la disciplina y el éxito, pero aplicados a esferas de la vida alejadas del deporte o el cuerpo y de mayor significación en el marco de su estilo de vida. En diversas ocasiones estos jóvenes, al ser consultados acerca de su disposición a comprometerse en el entrenamiento y competencia boxística, respondían que, si bien consideraban destacable el compromiso y la exposición en pos del éxito boxístico para quienes se dedicaran seriamente a este deporte, ellos intentaban ejercer estas virtudes en ámbitos alejados del deporte y de mayor significado para su vida. Al respecto se pueden citar los siguientes testimonios:

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“Los que se dedican a eso saben que es así, que tienen que intentar ganar hasta el último, tratan de dar todo lo que tienen. En mi caso también yo trato de rendir todo lo que puedo, si me tengo que quedar trabajando sin dormir, o estoy con muchas cosas y no doy más, trato de hacer lo que puedo para llegar, en todas las actividades es lo mismo” (G. 28 años. Consultor de Empresas)

“Y pero [el boxeo] es tu laburo, es como si fuera tu laburo. Es como si yo empiezo mi día laboral en la oficina y yo veo que viene mal mi día y digo no, entonces me voy a mi casa, no, tenés que terminarlo al día laboral, tratar de revertirla a la situación. Si yo voy a ver a un cliente y me atiende con cara de culo, voy a ver a otro y me atiende con cara de culo. Entonces puedo decir “a lo mejor soy yo” voy a ver si el tercero o el cuarto me atienden bien, o si cambio algo, tratar de terminar el día y ponerle pilas, en el caso del boxeador yo creo que debería hacer lo mismo, no abandonar” (E. 27 años. Representante de ventas mayorista.)

La trascendencia que poseen los atributos viriles ligados al capital corporal para los “boxeadores competitivos” adquieren la forma de narrativas que circulan constantemente en el espacio material del gimnasio y que no se limitan al boxeo propiamente dicho, si no a todas las actividades en las que este capital pueda ser puesto en juego, ya sea en episodios de violencia callejera o en cualquier tipo de actividad que permita desplegar las potencialidades ligadas a esta forma de capital. Esfuerzo y el sacrificio constituyen para los púgiles competitivos las claves para el logro de la excelencia en la disciplina. Frases como “Sin sacrificio no llegás a nada…” (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-), o explicaciones referidas al beneficio futuro que depara el sacrificio puesto en el entrenamiento actual, “El sacrificio después responde en otras cosas…siempre ganás algo ¿Cómo se dice?... el valor…después da frutos…” (O. 19 años. Pintor de obras) constituyen algunos ejemplos de lugares comunes muy evocados en las entrevistas. Ambos aspectos inciden fuertemente en la socialización específica de estos púgiles debido a que funcionan como una especie de reaseguro contra los riesgos de sufrir daños físicos, a la vez que garantizan de alguna manera el éxito o la buena actuación en la competencia.

[La preparación física previa a un combate] Es distinta porque como que te exige más, tenés responsabilidad de salir a correr todos los días y entrenarte bien porque si vas mal entrenado vas a perder seguro, por más que seas buen boxeador perdés. Es así, perdés, si o si tenés que entrenar, salir a correr, estés cansado o no estés cansado, correr y correr (M. 15 años. Estudiante del Ciclo de Enseñanza Media)

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C. refiriéndose a R., sostenía: de amateur salía todos los días a correr y peleaba todos los viernes. Incluso salía a correr también los sábados posteriores a las peleas. Él de amateur se cuidaba así, como un profesional. También se cuidaba con las comidas y no tomaba. Este oficio es así, si no te cuidás te haces mal vos” (C. 30 años. Peón de obras.)

Esta característica se presenta en grados diferentes según sea el nivel de competencia en que se desarrolle la actividad del púgil. Wacquant, que tuvo la oportunidad de observarla elevada al extremo en un grupo de boxeadores profesionales, afirmaba: “Oportunamente, la moral propia de los boxeadores profesionales está encapsulada en una sola palabra: sacrificio. Sacrificio –la idea y las prácticas reguladas que prescribe- se filtra e inunda las vidas de los boxeadores dentro y fuera del gimnasio, del dormitorio al ring y en todos los demás lugares. Es al mismo tiempo leimotiv, motto, mantra, formula mágica para abrir la puerta del éxito y descubrir la escalera dorada que conduce al gran momento” (Wacquant, 2006 a: 139).

El éxito en el universo boxístico es otro de los tópicos que motoriza el compromiso con la práctica competitiva, muchos de los púgiles entrevistados anhelaban ser reconocidos por sus logros deportivos y, de esta manera, adquirir un cierto status social. Uno de estos logros vendría dado por el hecho de acceder a la categoría profesional de competencia:

“Más

que

nada

por

la

edad…quiero

llegar

a

decir

“por

lo

menos

llegué

a

profesional”…tantos años haciendo boxeo, por lo menos uno quiere…es como si fuera un título y una cosa…porque a uno le ha gustado tanto…decir “llegué a profesional” por lo menos…uno se acuerda más cuando es profesional que decir “no… era amateur” en cambio decir “mira llegó a profesional” (C. 30 años. Peón de obras.)

Uno de los púgiles expresaba el éxito, y el reconocimiento social ligado al mismo, como el camino y la oportunidad de salir del anonimato:

No solamente por la plata, si no que me gusta y me gustaría ser alguien ¿me entendés?... y he tenido la oportunidad yo de ser alguien y no la he aprovechado ¿entendés? ahora la quiero aprovechar. Ent: O sea que venir al gimnasio y hacer todas las cosas del boxeo a veces son más que un placer, una responsabilidad en algún momento O: Una responsabilidad, para mí es una responsabilidad más que otra cosa, si es placer vendría para joder nomás, más como un hobby, pero para mí es responsabilidad, porque ya te digo, me gusta y quiero que me de frutos lo que yo estoy haciendo, no solamente plata… Ent: No, no, querés ser un buen boxeador

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O: Un boxeador reconocido, ser alguien entendés, eso es lo que me gustaría a mí (O. 19 años. Pintor de obras.)

El compromiso del boxeador competitivo respecto a su actividad constituye un signo de la illusio o inversión en este campo social. Como se dijo anteriormente, esta inversión se ve motorizada por la idea de que a través del sacrificio y el trabajo corporal es posible lograr beneficios en lo económico y en lo social. Este fenómeno está estrechamente vinculado a las posibilidades de acceso a los diferentes campos sociales que la estructura y el volumen del capital de un agente le proporcionan. En el grupo de “boxeadores competitivos” el boxeo se muestra como un espacio en el que es posible adquirir cierto status social. Wacquant describía un fenómeno similar en los boxeadores profesionales norteamericanos de la siguiente manera: “…, el boxeo profesional difiere poco de los otros juegos sociales a los que tienen acceso los jóvenes proletarios de barrios pobres, tomando en cuenta las oportunidades truncadas que ofrecen una educación pública en quiebra y la marginalidad a largo plazo prometida por un mercado de empleo no calificado plagado de mano de obra barata” (Wacquant, 2005: 21)

Al igual que la capacidad viril de resistir y responder a la violencia física en diferentes contextos, el deseo de alcanzar el éxito es concebido también como una virtud innata, algo que se manifiesta en mayor o menor medida en los combates pero que forma parte de la personalidad del púgil más que de las adquisiciones a nivel técnico que pueda obtener del entrenamiento o las posibilidades concretas de prevalecer sobre el rival:

“Tenés que estar mentalizado, porque si vas con fe perdedora no te sirve de nada” (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

En otra ocasión, refiriéndose a un púgil que, durante un combate en el que tenía pocas posibilidades de triunfo, demostró esta actitud, el mismo joven sostenía:

“Es porque él tiene la fe ganadora, por eso sigue, sigue en pie, porque no se quiere dar por vencido porque el estaba mentalizado en la cabeza que quería ganar, quería ganar, entonces por eso seguía parándose, poniéndose de pié”. (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

La disciplina es otra de las virtudes valoradas por los púgiles, fundamentalmente en el cumplimiento de todas las obligaciones inherentes al entrenamiento. La regularidad en la asistencia a los entrenamientos, los cuidados en la alimentación, el descanso y las actividades recreativas que pudieran entrar en colisión con el régimen de vida deportivo son la sustancia común de muchas de las valoraciones morales que se tienen en cuenta a la hora de juzgar el comportamiento de un púgil.

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Por constituir un aspecto central de la dimensión subjetiva de la práctica, esto se expresa en

construcciones

discursivas

diversas

orientadas

a

ensalzar

los

buenos

comportamientos o estigmatizar los comportamientos que pudieran transgredir las normas impuestas por el régimen. En ocasiones el orden que imprime el régimen deportivo a la vida cotidiana de los púgiles es valorado como uno de los principales beneficios del entrenamiento.

“Si, como ya te dije, el orden que le puse a mi vida porque yo antes era un desorden, estaba de vago en mi casa, iba al colegio y después dormía todo el día, nada más, yo ahora me ordeno todo, ocupo o intento ocupar todo el tiempo, haciendo deporte, yendo al colegio, eso es lo que me cambió[…] Me incentivan mucho, del deporte que haga el deporte, que es sano para la vida, antes que andar fumando, chupando…no sirve de nada eso… (M. 15 años. Estudiante del Ciclo de Enseñanza Media)

Según se ha reflejado en las entrevistas, el orden en las costumbres cotidianas que imprime la práctica boxística es una característica recurrente en estos deportistas. Orden que lejos de ser vivido con frustración es motivo de orgullo, como si respetarlo fuera en algún punto un desafío que se plantean a si mismos. No es infrecuente escuchar narraciones referidas a los maratónicos días que implica cumplir con la cantidad de exigencias que se acumulan entre el entrenamiento y las demás actividades cotidianas.

“Y me “turneaba” para todo porque si yo entraba al colegio a las ocho menos cuarto, yo me levantaba a las seis a correr, me bañaba me cambiaba y me iba al colegio. Salía del colegio, entrenaba, después me iba a laburar, hacía doble turno en el laburo, dejaba a la tarde y ahí pedía permiso y después a la noche, por más que terminara tarde, pero lo mismo terminaba el laburo que tenía que hacer y me daban permiso y después…entonces terminaba de entrenar y me iba a laburar hasta la…hasta la noche. Después llegaba y me ponía un rato a atender el kiosco hasta las doce, una y después hacía todo eso” (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

“Yo trabajaba de ayudante de mecánico automotriz, estaba aprendiendo…entonces que hacía: me levantaba a las cuatro de la mañana a correr, de ahí me iba a trabajar hasta las doce, de las doce a las cinco me iba a estudiar y de las cinco a las ocho me iba a entrenar” (R. 30 años. Boxeador Profesional-Profesor de Educación Física)

Tanto la disciplina como el sacrificio son funcionales a obtener un buen rendimiento en la competencia y, de esta manera, poder superar a los ocasionales rivales. En síntesis, los púgiles competitivos intentan llevar una vida ordenada y, en la medida de lo posible, dedicada al entrenamiento, a efectos de lograr el éxito en su carrera deportiva. El

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alejamiento de actividades nocivas para el cuerpo, la valoración de la actividad en oposición al ocio, el esfuerzo cotidiano por respetar cierto régimen de vida, son cuestiones que adquieren sentido en cuanto contribuyen al logro de la excelencia que el púgil solo puede mostrar en la competencia. La significación que adquiere la competencia, como el motor del compromiso con la práctica, ha sido manifestada por los púgiles de diversas maneras. Una de ellas, quizá la más difundida, viene dada por el hecho de no ceder ante la adversidad ni resignarse a ser superado:

“No, si el chico yo veo que me supera yo voy a seguir entrenando y seguir para adelante hasta el final para intentar superarlo a el yo. Me da bronca, me enojo conmigo mismo y entreno más para mejorar y para guantear la próxima vez y intentar…ser mejor que él o estar a su mismo nivel. Más ánimo para mejorar y todo eso” (M. 15 años. Estudiante del Ciclo de Enseñanza Media)

A partir de lo anterior puede decirse que efectivamente se corrobora en los boxeadores competitivos, en su condición de protagonistas del juego boxístico, la presencia de cierta especialización deportiva de atributos ligados al género masculino tales como el esfuerzo, la disciplina, el éxito, el rendimiento, el dominio y la competencia.

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E- El aguante como forma de adquirir el derecho de ingreso al campo boxístico y elemento central del capital simbólico del púgil competitivo. “El capital simbólico […] no es sino el capital, de cualquier especie, cuando es percibido por un agente dotado de categorías de percepción que provienen de la incorporación de la estructura de su distribución, es decir, cuando es conocido o reconocido como natural” (Bourdieu, 1990: 293). En el ámbito del boxeo competitivo el capital simbólico constituiría un derivado del capital corporal viril, producido a través del entrenamiento y la competencia deportiva, que se manifiesta fundamentalmente bajo la forma del reconocimiento. Muchas son las virtudes que se le pueden atribuir a un boxeador. Su habilidad, su complexión al entrenamiento, su rigurosidad en el respeto del régimen deportivo, etc. Pero entre ellas cabe destacar una que, a mi entender, se presenta como la disposición ineludible para el ingreso y la permanencia en el campo: el aguante. El siguiente extracto de mi diario de campo contiene la descripción de una conversación mantenida con el entrenador del Gimnasio del Polideportivo General Paz que me permitió percibir la importancia que esta disposición posee en el gimnasio de boxeo competitivo y su posterior interpretación:

“[Refiriéndose a I. (20 años. Peón de albañil.)] Si, va a aprender, no va a ser un fenómeno, pero va a aprender. Además se la aguanta. Eso es importante, un boxeador se la tiene que aguantar, cuando le pegan tiene que seguir (hace un gesto poniéndose en guardia como si quisiera golpear a un rival imaginario). Hay muchos chicos que tienen grandes condiciones pero si les falta eso no van a llegar nunca a ningún lado. El que le pegan y después se borra por un mes no sirve. (A. 73 años. Ex boxeador profesional y actual Entrenador) En

esta

breve

charla

se

refleja

claramente

lo

que

determina

el

proceso

de

selección/exclusión que A. realiza con cada pupilo que ingresa al gimnasio. La selección está fuertemente determinada por lo que Wacquant entiende como la “capacidad de soportar e infligir dolor sin temblar ni flaquear”. Si bien las capacidades físicas son tomadas en cuenta a lo largo del proceso de socialización del boxeador, solo lo son cuando este ha dado muestras de que “se la aguanta”. Aguantárselas es el paso del rubicón por el cual debe atravesar todo el que aspira a ser tenido en cuenta por el entrenador. Por este motivo nadie objeta jamás hacer guantes cuando el lo indica, este es el rito de iniciación, que luego se transforma en desafío cotidiano, imposible de eludir. En esta actividad se paga el precio exigido para ser considerado un pupilo” (Nota de campo: 08/04/2008)

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Puede concebirse “el aguante” como la disposición esencial en lo que hace a la illusio de un boxeador. La actitud y las prácticas que prescribe esta categoría moral son el derecho de ingreso que debe abonar todo aquel que desee constituirse como un agente activo en el seno del campo boxístico. El término “aguante”, entendido como la capacidad de exponer el cuerpo a la violencia física (Alabarces, 2006: 1), constituye para los “boxeadores competitivos” una de las principales virtudes a cultivar en el marco del boxeo y una de las formas predominantes en que se expresa el capital simbólico derivado del capital corporal. “El aguante”, al presentarse como atributo valorado y cargado de significados para este grupo, permite marcar una diferencia central respecto a los “boxeadores recreativos”, que poseen una visión bastante más atemperada y menos radical del tema. Mientras los “boxeadores competitivos” expresan, a través de ciertas conductas asociadas a este término, su inversión en el juego, a comprometerse en la lucha en pos del mejoramiento de la posición en el campo, el grupo de “boxeadores recreativos” lo consideran un exceso o una irracionalidad. El contraste que presentan ambos grupos de agentes en sus disposiciones respecto a la exposición a la violencia inherente a la competencia boxística y las prácticas que derivan de ellas tiene como efecto la exclusión de los “boxeadores recreativos” del campo boxístico, mientras posibilita el ingreso de los “boxeadores competitivos”. En esta línea considero pertinente interrogarme acerca de si las condiciones sociales de existencia en las que se estructuraron las disposiciones de los agentes activos del campo boxístico tienen relación con la sensibilidad a los modos de reconocimiento derivados de este tipo de capital específico. ¿Por qué los boxeadores otorgan tanta importancia al coraje, al honor masculino, a la fuerza, a la supremacía física respecto al otro o a la capacidad para no retroceder y soportar la violencia mientras que los boxeadores recreativos son en buena medida indiferentes a estos atributos? ¿Qué relación existe entre las condiciones de existencia de los jóvenes de clases bajas con las categorías de percepción determinadas por la incorporación de la estructura de la distribución de este tipo de capital? ¿A través de que experiencias concretas los púgiles dan muestra de poseer estas categorías de percepción? Si bien en el gimnasio del Polideportivo General Paz se reconoce a quién exhibe dedicación al entrenamiento, es decir al trabajo corporal, la obtención del capital simbólico

en

juego

depende

de

la

exposición

del

cuerpo

en

la

competencia.

Específicamente se reconoce en este espacio a quien es capaz de soportar los rigores de la práctica. La preparación solo se valora en tanto su fin es la competencia, en su ausencia esta no tendría ningún sentido. La condición para ser tenido en cuenta en este espacio es orientarse según los dictados de la ética del aguante, una ética en la que la violencia

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física es una práctica legítima que no puede ser rechazada e incluso se presenta como obligatoria (Alabarces, 2006: 2). Los púgiles miden su actuación como la de sus pares en la competencia boxística, ya se trate de combates oficiales o “guanteos”, haciendo especial énfasis en su capacidad para aguantar los golpes sin acobardarse. Esta supuesta virtud puede dar origen a una reputación en todo este ámbito y constituye un atributo infaltable en todo gran boxeador. La capacidad de resistir los golpes es valorada incluso en los púgiles cuyo estilo y destreza les permite eludirlos fácilmente, como si su arte y habilidad valieran muy poco en ausencia de su resistencia. Este fenómeno se expresa en el frecuente adagio boxístico, especie de amonestación para quienes se suponen exentos del riesgo de ser golpeados: “Para saber ganar hay que saber sufrir”. La virtud de aguantar el castigo sin mostrar debilidad puede velar incluso la derrota a nivel deportivo, como lo ilustra el siguiente extracto:

Me comenta P. (Ex boxeador. 35 años) que en mi ausencia [Del Polideportivo General Paz] se presentó un ex boxeador conocido como “La Bruja” Pérez. Pregunto acerca de él y me informan acerca de su dilatada trayectoria como amateur y profesional. Tanto P. como A (A. 73 años. Ex boxeador profesional y actual Entrenador) dos agentes que cuentan con una gran cuota del capital cultural propio del campo, realizan el mismo comentario para dimensionar la importancia de este púgil: “peleó tres veces con Martillo Roldan (boxeador famoso por su gran fuerza para noquear adversarios) y [este] nunca lo pudo noquear” (Nota de campo: 07/02/2008).

Haciendo referencia a este tema, un púgil amateur me manifestaba que su ingreso al gimnasio se produjo luego de haber visto por televisión una brutal pelea en la que un boxeador argentino, luego de recibir un golpe que lo tendió en la lona, intentó pararse en pésimas condiciones para continuar combatiendo. El resultado de esta pelea fue adverso para este boxeador, sin embargo, tanto el periodismo como la gran mayoría de los boxeadores entrevistados manifiestan admiración por su actitud.

Yo empecé a los dieciséis años…empecé porque vi la pelea de “La Hiena” [Rodrigo “La Hiena” Barrios. Ex campeón Mundial. Categoría Super Pluma] con “Popó” Freitas [Acelino “Popó” Freitas. En ese momento Campeón Mundial. Categoría Ligero] y…la estaba viendo con mi viejo y ahí me vino esas ganas de pelear, de que empecé a boxear. Además porque mi viejo siempre…yo fui siempre chico de tener así problemas en la calle y lo arreglaba todo así… a los puñetes entonces como veían que me la aguantaba, todo, me dijo mi viejo que empezara a hacer boxeo. Y ese día estábamos viendo la pelea, que la televisaban, y ahí empecé a sentir más ganas así de entrenar, y empecé. […] No, pero a mí me gustó porque, por más que no haya ganado, me gustó los huevos que le ponía y como se la aguantaba, esos huevos que tenía cuando tiraba se paraba, peleaba

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cortado, no quería que le pararan la pelea… (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

En ambos casos el no retroceder ante la violencia, aún sin posibilidades de prevalecer sobre el adversario, es percibido como una virtud que trasciende la competencia deportiva y que es necesario demostrar. Así lo expresaba P. un ex boxeador que frecuentaba el Polideportivo.

“Yo podría [“Hacer guantes” con él], hice guantes con chicos mucho mejores y más pesados que ese, pero no, ¿para que? mira si me golpea, estando entrenado es otra cosa, asimilas mejor los golpes, pero así no. Si yo ya demostré que me las aguanto, hice como treinta peleas. Ya está”. (P. Ex boxeador. 35 años).

Es conveniente destacar que esta forma de capital simbólico posee una connotación que lo liga de manera estrecha a una cierta noción del honor masculino y que su valor es, en buena medida, independiente rendimiento deportivo logrado. Al respecto Wacquant sostiene “El único valor que tienen en tanto ser social, es el que les confiere el status de púgil que “pagó lo que debía” y que obedeció a la moral guerrera de la profesión. –a los que pierden y no son “volteados” en una actitud femenina de sumisión, si permanecieron erguidos, rígidos, como una erección entre las cuerdas, se les concede el status de hombre viril, miembro de pleno derecho de la cofradía de hombres auténticos” (Wacquant, 2006 b: 11). En tanto que el “aguante” constituye un valor social que otorga, en ciertos ámbitos, un status a quién lo demuestre, trasciende la competencia deportiva propiamente dicha y permite ubicar el hecho de soportar castigo físico, aún sin chances de prevalecer sobre el antagonista, en el marco de la racionalidad específica de este grupo de agentes. Los boxeadores no solo “se la aguantan” para ganar una competencia y, tampoco, como sostenía un boxeador recreativo, les resulta más fácil “cagarse a trompadas para ganar doscientos pesos que ir a laburar todos los días para ganar mil quinientos” (E. 27 años. Representante

de

ventas

mayorista).

A través de

ello

demuestran

que

son

verdaderamente hombres y que, aún en una derrota considerada “digna” de su condición, continúan siéndolo. Por ello, ante la ausencia de posibilidades de triunfo, posee más valor la derrota precedida de “aguante” que el abandono, estratégico podría decirse, de la pelea, decisión inaceptable en el ambiente boxístico. Un ejemplo de ello son las siguientes palabras de J.

“Es preferible que te tiren pero perdés con honor, no perder porque quisiste abandonar, porque ahí quedas como un cagón”. (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

Sin importar su grado de calificación, los “púgiles competitivos” se encuentran dispuestos a dar y recibir golpes. C., boxeador amateur de treinta años próximo a

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debutar como profesional luego de once años de práctica, apelaba a la metáfora militar para expresarlo:

“Es una cosa que tenés que ir al frente, al frente…tenés que ir al frente, cuando querés ganar, por más que recibas manos. Porque hay una que va a entrar, la tuya, que la va a sentir. La podes sentir vos como la puede sentir él”. (C. 30 años. Peón de obras.)

Ineludiblemente los púgiles competitivos también se exponen cotidianamente al riesgo de sufrir golpes o lesiones que en ocasiones revisten gravedad. Algunos aceptan este hecho como algo inherente a la práctica, sin por ello renunciar a su propósito.

“No, este…el deporte este es muy duro. Por los golpes en la cabeza. A veces eso les preocupa a mis papás, a mis padres les preocupa. Tienen miedo que me peguen mal y quede mal yo ¿viste? Por eso, es muy riesgoso, por los golpes…más riesgoso que todos los deportes, que el fútbol y todo eso […] Pero no, a mí me gusta el boxeo y yo voy a seguir boxeando (M. 15 años. Estudiante del Ciclo de Enseñanza Media)

Otros jóvenes se consideran en cierta medida exentos del riesgo por sus virtudes personales y se expresan a través de diferentes tipos de construcciones discursivas cargadas de un evidente tinte de fanfarronería:

“Si…soy duro ¿entendés?, por ahí soy duro y tengo el aguante para aguantar una mano” (O. 19 años. Pintor de obras.).

En esta línea también se ubica lo expresado por otro entrevistado que, inmediatamente después de describirme un severo corte en el labio inferior sufrido en su último combate, me explicaba:

“No, este fue ilegal35, pero no, después en las otras peleas nunca, nunca tuve así…nunca me dejaron marcada la cara, ni el ojo morado, ni la nariz, nunca me sangró la nariz nada, porque…tengo una guardia muy cerrada, una guardia muy cerrada. Y…si me pegan…si me pegan abajo tampoco lo siento. Me han pegado manos así que el público grita, pero yo no lo siento, es como si no hubieran sido nada los golpes cuando me los pegan abajo y después, al otro día, me siento como, como normal…no me siento así dolorido o me despierto con toda la cara marcada nada. Nunca me dejaron marcada la cara”. (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

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El reglamento de boxeo establece como golpes correctos: “los que se apliquen con la parte del frente del guante cerrado que cubre los nudillos de la mano sobre cualquier parte del frente o de los lados de la cabeza o el cuerpo, encima de la cintura y con una sola mano por vez” (FAB. Parte II. Cáp. 5. Art. 27)

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Este entrevistado deja entrever en su construcción la idea de que, en el estricto cumplimiento de las reglas del juego, habría sido invulnerable puesto que los golpes legales no hacen mella en su físico. Al respecto cabe destacar que, durante el breve periodo de mi observación participante, fui testigo directo de lesiones sufridas por este pupilo en su rostro y su cuerpo durante los entrenamientos. Esto me permitió reconocer en la explicación de este entrevistado lo que Wacquant denomina una “estrategia de denegación”, producto inherente al funcionamiento del campo pugilístico que explica la indiferencia de los púgiles respecto a las evaluaciones racionales de los riesgos del deporte (Wacquant en Auyero, 1999: 281-282) Por otra parte, el ser capaces de sostenerse como hombres viriles utilizando sus capacidades físicas no es un hecho indiferente en la vida cotidiana de los boxeadores competitivos, sino algo que se ven empujados a demostrar al interior o al exterior del ring de boxeo, a riesgo de perder su status de “hombre”. Un joven púgil en plena actividad trasladaba la virtud del aguante al exterior de la esfera de la práctica:

“Sobre todo en el barrio o en el baile también. Hay veces que te ven chiquito o te ven con tu novia, le gritan algo a tu novia. Y eso te molesta, porque te lo hacen con la doble para que vos pelees. Y no podes arreglar, porque si vos te parás tenés que pelear, no hay forma. Tenés que pelear. No podés hablar porque quedás como un maricón” (J. 16 años. Peón actualmente desempleado-).

El hecho de no retroceder ante la violencia, aún sin posibilidades de prevalecer sobre el adversario, es percibido por este púgil como una virtud que trasciende la competencia deportiva y que es necesario demostrar cada vez que la ocasión lo requiera, sea boxeando o peleando en la calle. También su actitud respecto a los riesgos que implica la exposición a la violencia desregulada de la calle responde a los mismos postulados.

“No hablaba yo, yo iba y pegaba…iba de una y pegaba, no me importaba nada caer marcado, cortado o que te metieran una puñalada o…que te agarraran entre muchos…” (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

En este caso se puede ver con claridad el modo en que un habitus, estructurado en un entorno social que hace del coraje, la valentía y el no retroceder ante la violencia características valorables, susceptibles de ser trasladadas y actualizadas en la práctica boxística. No podría decirse que la noción de aguante esté ausente en los boxeadores recreativos. Pero existen dos diferencias importantes respecto al grupo anterior. En primer lugar esta noción no genera conductas relacionadas a exponer el cuerpo a la violencia ejercida por

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uno o varios partenaires, ya sea en el contexto de la competencia boxística o en situaciones conflictivas que pudieran darse (y que en este grupo constituyen un hecho excepcional), al exterior de la misma. Su concepción se asemeja más a lo que Alabarces entiende como la “versión light” del aguante, una forma subsidiaria en la que el cuerpo aparece soportando un daño leve y que excluye la violencia física directa.36 Las prácticas que los púgiles recreativos asocian al aguante están relacionadas con ámbitos que poseen un mayor significado, en el marco de su estilo de vida, que el boxeo. En ocasiones se asocia este término a situaciones en las que es necesario ejercer cierto dominio sobre sí mismos en pos de cumplir con determinados objetivos. Puntualmente este término fue utilizado por los boxeadores recreativos en referencia al esfuerzo necesario para cumplir con obligaciones laborales y académicas, como así también al hecho de brindar apoyo a familiares o amigos en caso de ser necesario.

36 En el contexto de la hinchada de fútbol esta versión del aguante abarca hechos como alentar incesantemente al equipo, yendo siempre a la cancha, tanto de local como visitante, aguantar incomodidades como pueden ser las inclemencias del tiempo, etc. (Alabarces, 2006: 1)

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IV- Disposiciones para la práctica como elemento central en el ingreso a los espacios sociales analizados Si bien en ambas unidades de observación se desarrolla una práctica deportiva de rasgos similares, la dimensión subjetiva asociada al entrenamiento para la competencia y a la competencia misma, es radicalmente diferente respecto al entrenamiento recreativo. A- Ingreso al Gimnasio de boxeo competitivo del Polideportivo General Paz. El comienzo del proceso de transformación en boxeador se da con la entrada del púgil al gimnasio. La selección de los aspirantes depende en buena medida del entrenador a cargo del lugar, A.37 Los interesados en comenzar a practicar boxeo, además de solicitar la autorización del entrenador, deben asumir el compromiso de prepararse con vistas a la competencia.38 En el Gimnasio del Polideportivo General Paz, impera lo que Wacquant entiende como una cultura igualitaria: “la cultura del gym es ostensiblemente igualitaria en el sentido de que todos los participantes son tratados de la misma forma: independientemente de su status y sus ambiciones, disfrutan de los mismos derechos y deben aceptar las mismas obligaciones, comenzando por la de “trabajar” duro y mostrar un mínimo de bravura entre las cuerdas llegado el momento […] Cualquiera que sea su nivel de competencia pugilística, todos los que “pagan lo que deben” en la sala, son aceptados como miembros de pleno derecho del club” (Wacquant, 2006 a: 61. El resaltado es mío) De acuerdo a lo anterior, puede decirse que el acceso al gimnasio, y al status de igual respecto a los demás boxeadores, requiere del atravesamiento por ciertos ritos de paso en los que el aspirante debe demostrar su disposición a respetar los mandatos de esforzarse en el entrenamiento y mostrar valor en el combate. En otras palabras, la cultura igualitaria del gym solo rige para aquellos que pagaron corporalmente el precio exigido para pertenecer al espacio. A todo aspirante se le brinda la posibilidad de atravesar por esta prueba. En mi estadía en el gimnasio manifesté a uno de los pupilos mi interés por iniciarme en esta experiencia, que luego daría comienzo con la propuesta del entrenador de “guantear” y entrenar para realizar un combate oficial como amateur. Registré lo sucedido de la siguiente manera:

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Como se indicó anteriormente, A. es un ex boxeador profesional de 73 años cuyo proceso de socialización transcurrió en el marco de condiciones sociales de existencia de clase baja. Finalizada su carrera deportiva se mantuvo ligado a la actividad boxística como entrenador de púgiles amateurs y profesionales en diferentes gimnasios de la Ciudad de Córdoba. Desde hace aproximadamente catorce años desarrolla su tarea en el gimnasio de de boxeo del Polideportivo General Paz. 38 Como se indicó oportunamente, los jóvenes deben además completar el trámite de afiliación al Polideportivo y abonar una contribución mensual de diez pesos.

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Llego después de diecinueve días de ausencia y me encuentro con A. y J. conversando al borde del ring. Saludo e inmediatamente el entrenador me pregunta: ¿Cuántos kilos tenés? Esta es la pregunta obligada para todo pupilo del gimnasio que muestre condiciones técnicas para la competencia o, en ausencia de estos atributos, manifieste interés por competir. Respondo que mi peso aproximado es setenta y ocho kilogramos. El entrenador me dice la razón de su pregunta, en tono de broma: “R. [El pupilo a quien había manifestado mi interés por competir] anda buscando que te peguen, te vamos a buscar un mediano debutante… setenta y cinco kilos.”. Pido la opinión del entrenador acerca de esta iniciativa de R., a la que he dado mi asentimiento, y responde con las siguientes palabras: “Y…, ya vamos a guantear con alguno de los chicos de acá para ver como andás. Vos hace mucho que practicás, tenés que andar bien. Bueno, dale anda haciendo la gimnasia”. Esta última indicación marca un cambio respecto a los días de entrenamiento anteriores, en los que yo debía pedir permiso al entrenador cada vez que comenzaba a entrenar, ahora me mandó a entrenar él y, además me dio algunas indicaciones a lo largo del entrenamiento, como por ejemplo: “subí la izquierda”, gesto técnico para cuidar el rostro de los golpes del adversario repetido infinitas veces a muchos boxeadores o “uno dos y gancho rápido”, combinación básica cuyo dominio exige horas de repeticiones. Esto último tampoco es algo frecuente en él ya que su atención se agota en los púgiles que van a combatir o en las indicaciones técnicas básicas de los recién iniciados excluyendo a los que solo van a practicar y no van a combatir. (Nota de campo: 22/01/2008)

El temor que despierta la mera posibilidad del enfrentamiento pugilístico es a veces utilizado como un factor disuasorio. Digno de mención es que solo en algunos casos el entrenador es tan explícito en la formulación del desafío que implica la práctica. En otras ocasiones se muestra cordial con los asistentes y deja que ingresen al gimnasio a entrenar sin mayores preámbulos. A partir de la observación de varias situaciones de este tipo, puedo suponer que una y otra actitud depende fundamentalmente, como se verá a continuación, de la adscripción social que el entrenador atribuya al potencial pupilo. La diferenciación entre los jóvenes aptos y los no aptos para la práctica boxística depende, en alguna medida, del sentido que otorgue A. (A. 73 años. Ex boxeador profesional y actual Entrenador) a determinados signos (vestimenta, modo de hablar, color de la piel, etc.) que se manifiestan en la apariencia de los recién llegados al gimnasio y a través de los cuales es posible adscribir al agente que los exhiba a un determinado sector de la sociedad (clase baja, clase media, clase alta, etc.). La adscripción social que A. suponga en el agente hará, desde su óptica particular, más o menos probable su posterior ajuste a las exigencias del entrenamiento y la competencia. Esto desencadenará en A. prácticas de exclusión o de inclusión en el espacio social que faciliten o dificulten el proceso de socialización específico al campo. Como consecuencia,

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los jóvenes de clase baja, que respeten la disciplina imperante en el gimnasio y, llegado el momento, atraviesen por las pruebas a través de las cuales abonan su derecho de ingreso al campo, se verán acogidos paternalmente por A. y acompañados a lo largo de todas las fases del entrenamiento. En cambio, para los jóvenes de clase media este proceso se verá dificultado en ocasiones por la indiferencia de A. respecto a su entrenamiento. En caso de que los jóvenes de clase media demuestren su disposición a aceptar las exigencias de la práctica a través de las prácticas habituales, quedarán asimilados al resto de los agentes activos en el campo. Mas allá de esto, existen casos en que a través de un vistazo y una somera conversación el entrenador mueve a los agentes a no iniciarse en la práctica, o sea que, ni siquiera se les otorga la posibilidad de atravesar por las diferentes fases del entrenamiento39. El acto a través del cual los agentes sociales, en este caso A., interpretan los hechos de la realidad depende del imaginario social imperante en el cosmos social que habitan. Gómez sostiene que “Este esquema, constituido socialmente permite percibir / aceptar algo como real, explicarlo e intervenir operativamente en lo que en cada sistema social se considere como la realidad. Proceso que se realiza mediante la adscripción de estos datos a un “…patrón de categorías preceptúales organizadas sobre esquemas básicos de representación” (Gómez, 2001: 198 – 199). En esta línea, puede concebirse a la selección de los púgiles como una práctica social que se sostiene en un imaginario social determinado, compartido por todos los agentes de este campo social. Como sostiene Gómez “El imaginario no es la suma de todas las imaginaciones o imaginarios individuales; no es tampoco un producto acabado y pasivo, sino que se organiza como una compleja red de relaciones sobre las que se sostienen los discursos y las prácticas sociales” (Gómez, 2001: 200). Durante el proceso de observación fui testigo de diversos modos de excluir aspirantes interesados. Dos de ellos me dieron la pauta de los estándares utilizados por el A. El primero fue registrado de la siguiente manera:

“Ingresan tres adolescentes delgados, prolijamente vestidos con impecables remeras largas de colores llamativos, amplias bermudas, adornados con collares con grandes esferas de madera y cabello largo hasta los hombros. Los jóvenes vienen a solicitar permiso para entrenar en el gimnasio. Rápidamente y con gesto de sorpresa el entrenador les responde “¿Ustedes se la van bancar para competir?”. Algo azorados los jóvenes se retiran del gimnasio. Inmediatamente el entrenador se vuelve hacia mí para explicar, entre sonrisas de complicidad, la razón de su ruda actitud: [Con gesto de

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En mi caso particular, la inserción al gimnasio que me permitió desarrollar el proceso de observación participante, se vio facilitada, en primer lugar, por el hecho de que R. (30 años. Boxeador Profesional-Profesor de Educación Física) intercedió a mi favor frente al entrenador. En segundo lugar, contribuyó a esto el hecho de haber trabado conocimiento con R. durante un periodo de entrenamiento anterior realizado en este gimnasio, en el que también R. facilitó mi incorporación.

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incredulidad] “Mirá si esos van a ser boxeadores, vienen un tiempo, te rompen las bolsas y después se van”. (Nota de campo: 04/02/08)

Otra forma de exclusión, algo menos brusca, puede darse incluso entre los pupilos que asisten al gimnasio a través de la indiferencia y el desden sistemático del entrenador. Al observar durante algunas semanas tres noveles púgiles, de características gestuales y de vestimenta similar a los protagonistas de la escena anterior, ensayando los rudimentos técnicos consulto a A. sobre sus progresos a lo que responde:

“Ninguno tiene condiciones… hay que dejarlos hasta que se aburran y se vayan”. (Nota de campo: 25/01/08)

Le pregunto si a pesar de no tener condiciones técnicas pueden aprender algunas cosas y me responde incrédulo:

“Sí… aunque muy poco, pero después les meten una mano buena, se acobardan y se van” (Nota de campo: 25/01/08)

Durante los primeros días de mi entrenamiento también tuve ocasión de experimentar la total indiferencia del entrenador en cuanto a mi preparación deportiva. El siguiente extracto fue registrado durante este periodo:

“Me cambio y comienzo a entrenar, hago quince minutos de gimnasia, me vendo y golpeo la bolsa durante seis rounds, termino con un round de sombra frente al espejo y abdominales. A. no me presta atención en ningún momento ni me da ninguna indicación”. (Nota de campo: 17/12/07)

El proceso de selección de A. consiste en discernir entre los púgiles que contarían con disposiciones hacia la práctica y los púgiles que difícilmente se adaptarían a sus exigencias. Como se desprende de los pasajes citados anteriormente, el entrenador posee cierta representación de los jóvenes en los que la disposición a soportar golpes está ausente y que, por lo tanto, no son aptos para formarse como boxeadores. La vestimenta, el color de piel, el modo de hablar, algunos breves datos de la biografía personal y hasta la hexis corporal son rasgos que le permiten adscribir a los jóvenes a un determinado sector social y discernir a partir de ello y de manera más o menos arbitraria entre los posibles candidatos, siendo los jóvenes de clase baja trabajadora su población predilecta. Junto a la disposición a aceptar la violencia de la práctica, los pupilos deben estar dispuestos a comprometerse a realizar su mejor esfuerzo en el entrenamiento. Los púgiles que no respetan esta norma pueden ser severamente reprendidos:

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Mientras hacemos esto A. amonesta severo a los cuatro amigos que están acostados en las colchonetas del fondo conversando. “¡Váyanse a su casa! ¡¿Qué se van a quedar haciendo ahí dando un espectáculo?! ¡Esto es un gimnasio! ¡Para estar así váyanse! (Nota de campo: 05/02/08)

Si bien he sido testigo de la buena acogida que tienen en el gimnasio los jóvenes de sectores de clase baja, en ocasiones también he podido ver que la aceptación puede depender

exclusivamente

del

grado

de

compromiso

que

se

demuestre

en

el

entrenamiento. El entrenador, siempre de manera fría e impersonal al comienzo, hace lo necesario para que determinados ingresantes den los primeros pasos como aprendices de boxeador y los acompaña paternalmente a lo largo de todas las pruebas que implica el avance en la práctica, comprobando de esta manera, la presencia o ausencia de los rasgos necesarios para convertirse en boxeadores.40 A medida que pasa el tiempo de entrenamiento, el entrenador exige aumentar el valor de la apuesta en pos de la práctica. En mi caso particular el primer paso consistió en asistir regularmente y en aplicarme en el entrenamiento. Posteriormente el desafío fue “guantear”, primero a un ritmo suave con J. y C. y luego con mayor intensidad con O. La exigencia, el compromiso y los riesgos que atribuí al siguiente paso de la experiencia, obtener mi licencia de boxeador y realizar una pelea amateur, marcaron su culminación. En un primer momento, luego de alrededor de cuarenta días de entrenamiento regular, la propuesta fue expresada por A. de la siguiente manera:

A: Tenés que ir sacando la licencia [de boxeador] si Tenés interés en pelear. Vos ya estás para pelear. Ent: ¿Usted dice profe? A: Si…falta guantear más, pero vamos a hacer [guantes], día de por medio, cuando haya alguno de tu peso. (Nota de campo: 21/02/08)

Durante una conversación casual, y ante mi demora en iniciar el trámite para la obtención de la licencia de boxeador, el entrenador me transmite que solo realizando esta apuesta podría sostenerme como un participante más del gimnasio:

Ent: Cuando yo “guantee” con él me costó un huevo profe… A: Y si, es muy alto. Vos con ese chico tenés que tener un resorte en las piernas, entrar y salir, no quedarte quieto, si no el otro te alcanza con las manos. Ent: Si, sabe que yo cuando muevo las piernas me desarmo arriba. 40

Es conveniente aclarar que A. no puede prohibir realmente a nadie que asista al gimnasio ya que se trata de un espacio público de ingreso irrestricto. De hecho la selección de los púgiles, exceptuando los casos mencionados, funciona más alentando la permanencia de los jóvenes de clase baja que excluyendo a los indeseables.

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A: Y bueno, eso hay que practicarlo, es coordinación. Hay que poner un palo en el suelo y entrar y salir saltando, moviendo la cabeza Ent: Yo lo veía a F. cuando guanteaba y se movía, pero estaba armadita la guardia. A: Si, eso es lo básico. [Con gesto de resignación] Vos tenés que sacar la licencia. Ahí vamos a empezar a trabajar más fuerte, te voy a hacer manoplas, vas a guantear con los otros chicos si no, ¿para que? (Nota de campo: 27/02/08)

El gradual mecanismo de selección llevado a cabo por A. no debe ser interpretado como una decisión racional sino como la resultante de una relación objetiva que se genera entre agentes situados en diferentes posiciones del macrocosmos social y del campo social específico del boxeo. Las relaciones objetivas que se establecen entre los agentes sociales son independientes de su conciencia y voluntad individual (Bourdieu y Wacquant, 1995: 64). Las prácticas a través de las cuales se manifiestan estas relaciones tampoco nacen de una intención individual sino de una intención objetiva. Al respecto Bourdieu sostiene “Automáticas el impersonales, significantes sin intención de significar, las prácticas ordinarias se prestan a una comprensión no menos automática e impersonal, la recuperación de la intención objetiva que expresan no exige de ninguna manera la «reactivación» de la intención «vívida» de aquel que las lleva a cabo […]. La «comunicación de las conciencias» supone la comunidad de «inconscientes» (es decir las competencias lingüísticas y culturales” (Bourdieu, 1991: 101). En esta línea puede decirse que tampoco el imaginario social que sostiene las prácticas que se desarrollan en el seno de un campo está presente en el campo de conciencia o en la voluntad de los agentes sociales. Gómez sostiene “Lo imaginario comienza a trabajar como tal cuando adquiere independencia de las voluntades individuales, aunque necesita de ellas para materializarse. Los sujetos, a partir de la valoración imaginaria colectiva, disponen de patrones espacio – temporalmente definidos para sus juicios y acciones, los cuales inciden a su vez en los imaginarios que funcionan como principio regulativo de las conductas” (Gómez, 2001: 201) En la buena acogida de los jóvenes de clase baja se percibe claramente una manifestación de la afinidad ética y estética que une a los agentes ubicados en posiciones similares de la estructura social (Huerta Rojas, 2002: 52). Hecho que tiene incidencia al interior del microcosmos del gimnasio ya que los jóvenes que el entrenador alienta a comprometerse en la práctica se encuentran dotados de las disposiciones necesarias para pagar el derecho de admisión al espacio, reconocer el valor del juego y ciertos principios de su funcionamiento (Bourdieu, 1990: 137). El papel de A. Consiste en verificar la presencia de estas disposiciones y brindar el marco adecuado a su actualización en las diferentes fases del proceso de socialización específico de la práctica.

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El aceptar la exposición corporal a la violencia e incluso, en palabras de Wacquant, “hallar gloria en el sufrimiento físico” (Wacquant, 2006. b. 11), sería el uno de los requisitos de ingreso que impone de manera práctica el entrenador. Esto, además, contribuye a la reproducción del propio campo haciéndolo habitable solo para agentes dispuestos a jugar. El entrenador es el principal promotor del ingreso del nuevo agente en condición de pupilo. Su opinión, que hasta ese momento puede fundarse solo en la percepción de los distintos aspirantes, posee un peso decisivo. Las sentencias del entrenador tienen altísimas probabilidades de ser compartidas por el resto de los pupilos del gimnasio. Como señala Bourdieu “Si, es cierto que existen en la objetividad configuraciones perceptivas, gestalten sociales, y que la proximidad de las condiciones, y por tanto de las disposiciones tiende a retraducirse en vínculos y agrupaciones perdurables, unidades sociales directamente perceptibles, como por ejemplo regiones o barrios socialmente distintos (con la segregación espacial) o conjuntos de agentes dotados de propiedades visibles enteramente semejantes…” (Bourdieu, 1990: 291). Este hecho se me hizo patente en una de las conversaciones que mantuve con J. (16 años. Peón -actualmente desempleado-), pupilo del gimnasio, a propósito de uno de los tres fugaces asistentes a los que se refería el entrenador en las líneas anteriores.

Mientras J. me señala un chico del gimnasio que conoce de su barrio (Yapeyú) me comenta: J: -No se que hace acá ese gil de ahí, no lo aguantoEnt: -¿Esos no vienen a boxear, vienen a joder nada más no? J: Son todos unos giles, pero a ese le voy a romper la cara. Acá me contengo, pero lo veo y lo quiero hacer cagar. El otro día volvía de laburar todo sucio y este estaba con la novia y se burlaba, yo vengo así porque estoy trabajando, no me rasco las bolas todo el día como él que es un mantenido. Son así, ellos están con las minas y las motos y no se que se creen, son todos nenes de mamá, apenas pueda, lo cago a trompadas (Nota de campo: 22/01/08)

El término despectivo “nene de mamá” es utilizado con frecuencia por muchos pupilos del gimnasio y denota desprecio por quienes, amparados en la contención familiar, situación que es metaforizada mediante la imagen de cuidado materno que satisface todas las necesidades del recién nacido, no han aprendido a valerse por sus propios medios. El contraste que marca la referencia a su propia imagen, dignificada en este caso por su dedicación al trabajo, se basa en cierta percepción de la distancia de clase que lo separa del otro joven. Mientras este, gracias al apoyo familiar, puede dedicar su tiempo al ocio y al disfrute de ciertos bienes tanto en lo material como en lo social, J., al igual que la mayoría de los pupilos del Polideportivo, debe trabajar para contribuir a su sostenimiento y, en ocasiones al de su grupo familiar.

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En este y otros casos se puede observar una cierta comunidad de experiencias que hace de punto de encuentro entre la trayectoria social del entrenador y sus pupilos. Además es posible constatar que ambos poseen una percepción común de su posición en la estructura social y las actividades que les están reservadas. La asociación entre posiciones sociales más elevadas en la estructura social con rasgos de feminización como puede ser el cultivo de la propia imagen, la coquetería o el resguardo del propio cuerpo ante cualquier forma de violencia, para mencionar solo algunos ejemplos, es una idea compartida por el universo social del Polideportivo. Quien posea estas características probablemente se vea expuesto a algunos de los modos de exclusión del espacio. El entrenador cumple una función importante en iniciar en el proceso de socialización específico al campo del boxeo solo a los agentes que a su criterio valorizan y aceptan o se, encuentran dispuestos a hacerlo, la violencia y agresión de la competencia pugilística. Como se ha podido ver, su decisión depende en buena medida de las condiciones sociales de existencia de los aspirantes por ser estas las que disponen al agente a aceptar las exigencias del campo. El objetivo competitivo del espacio se entrelaza a una cierta concepción de la virilidad y de la adscripción social de la propia práctica con las inclusiones y exclusiones que le son inherentes. Es llamativo que el capital deportivo, las aptitudes físicas para la competencia, del aspirante constituya un factor prácticamente desatendido por A,. que al parecer solo toma en cuenta las disposiciones viriles del interesado. Los siguientes extractos, se refieren a un púgil sin condiciones físicas ni técnicas pero que demuestra gran coraje en las peleas y guanteos da cuenta de ello.

Ingresa I. (20 años. Peón de albañil) al gimnasio. Es la primera vez que lo veo y no da la impresión de ser un boxeador demasiado dúctil. Aspecto desgarbado, prominente estómago, que se insinúa debajo de su remera y que será posteriormente el blanco de los chistes del entrenador, junto a sus muecas de desgano y dejadez le brindan un aspecto bastante alejado de la hexis corporal deportiva que exhiben los demás asistentes al gimnasio. Más allá de todo esto, el entrenador lo trata paternalmente. Indago acerca de esto: Ent: ¿Ese chico tiene peleas? A. (con gesto de resignación): Si, pero no sirve para esto. Ha hecho buenas peleas sin embargo. Luego el entrenador se dirige a I. mientras este asiente tímidamente “Calentá un poco que acá el R. te va a pegar un rato”. R. y I. Calientan durante un round golpeando la bolsa, el entrenador se acerca a R. y dice en voz alta para que escuchemos todos los presentes “¡Dale R., quiero que agarres velocidad, vos siempre fuiste un rayo… para abrir la botella!”

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I. ha extraviado su protector bucal, es reprendido por el entrenador que además instruye a R. para que no lo golpee en el rostro. Ni bien comienza el primer round A. dirige las primeras indicaciones a I. “Estás muy abierto, tenés una pierna en Roma y otra en Viamonte”, “¡subí las manos al salir, R. no te tira las contras, pero no te hubiera errado ni una!” (Nota de campo: 23/01/08)

Cuatro meses después, durante los cuales R. faltó a muy pocos entrenamientos, se produce la siguiente conversación:

Ent: Anda bien ahora I. A: Si, va a aprender, no va a ser un fenómeno, pero va a aprender. Además se la aguanta. Eso es importante, un boxeador se la tiene que aguantar, cuando le pegan tiene que seguir (hace un gesto poniéndose en guardia como si quisiera golpear a un rival imaginario). Hay muchos chicos que tienen grandes condiciones pero si les falta eso no van a llegar nunca a ningún lado. El que le pegan y después se borra por un mes no sirve. Una vez teníamos un chico que andaba muy bien, pero era “cagoncito”, peleaba con otro que pegaba como una bestia y tiraba una y corría. Le decía otro entrenador que había acá desde el rincón “dale cagón de mierda, métele cinco manos seguidas, encáralo, no ves que te tiene miedo” y el otro le contesta “bueno, vení vos a encararlo” (risas). (Nota de campo: 08/04/2008)

El notorio cambio de actitud de A. responde al hecho de que, durante un tiempo considerable y a pesar de no haber tenido grandes progresos en el plano físico y técnico, I. mostró regularidad en el entrenamiento y realizó guanteos con varios púgiles del lugar, algunos de ellos con mayor experiencia que él. A través de esto dio cuenta de poseer las disposiciones necesarias para ser considerado un agente activo en el campo. Este ejemplo es paradigmático del tipo de relación que se genera entre el entrenador y sus pupilos y de la lógica que sigue A. en la selección y acompañamiento de los púgiles a lo largo de su proceso de socialización.

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B- Ingreso al Gimnasio de boxeo del Club Tigre R. (30 años. Boxeador Profesional-Profesor de Educación Física) es el entrenador del gimnasio de boxeo recreativo del Club Tigre. En la actualidad se desempeña paralelamente como boxeador profesional y profesor de educación física. Como se verá a continuación, este último detalle es importante para comprender tanto la concepción de la práctica que sostiene como el manejo del grupo que posee. Por otra parte R. es uno de los pocos pupilos profesionales que entrenan en el gimnasio de boxeo competitivo del Polideportivo General Paz. Dadas las características de la presente investigación, esto lo convierte en un “informante clave” (Ortí Porcar y Zafra Aparici, 2005: 5 - 6) no solo porque puede dar testimonio de importantes detalles diferenciales de las unidades de análisis seleccionadas sino que, además, es un agente dueño del respeto, reconocimiento y de relaciones muy fluidas con los agentes pertenecientes a ambos gimnasios. El ingreso al Gimnasio de Boxeo del Club Tigre comienza con una primera clase de prueba. En ella R. instruye al o los interesados acerca del objetivo del gimnasio, poniendo especial énfasis en los aspectos benéficos que la práctica deportiva posee para la salud y resaltando, a través de un speech que adapta a las necesidades que percibe en los distintos aspirantes, las virtudes del entrenamiento boxístico. Muchos de los interesados plantean interés en bajar de peso, lograr una mayor resistencia física o lograr algún grado de distensión de sus obligaciones cotidianas. En algunas ocasiones se explicita el fin recreativo que persigue la práctica y en otras se sugiere la posibilidad futura de iniciarse en la competencia si existe el deseo de hacerlo. De esta forma me explicaba R. la manera en la que concebía la modalidad de práctica que brindaba a los asistentes:

“Si, si. Yo vendo un servicio […] Yo tengo que quedar bien, porque si a él le gusta, le va a decir a otro y viene otro y así. Mi función en el gimnasio es solamente enseñar, lo importante es que lo hagan, corregir ciertos errores, tampoco quiero que sea perfecto, como tendría que ser un boxeador competitivo, que lo haga bien, que se mueva, que le guste y ya. Ellos se van contentos y, como ellos me están pagando por un servicio, me pueden exigir, entonces lo adapto a sus necesidades” (R. 30 años. Boxeador Profesional-Profesor de Educación Física)

Una vez que el recién ingresado abona al profesor la primera cuota mensual (treinta pesos) comienza su entrenamiento. Durante las primeras clases la atención del entrenador se dirige principalmente a los nuevos asistentes hasta que logren desarrollar algunas destrezas básicas que les permitan realizar los ejercicios correspondientes de manera autónoma.

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A diferencia del Polideportivo, que propende a que los pupilos apuesten su integridad corporal con vistas a instruirse como púgiles, el gimnasio del Club Tigre podría definirse como un espacio de distensión, cuidado y embellecimiento corporal que utiliza partes del exigente entrenamiento boxístico para lograr estos objetivos. En palabras de R. la diferencia entre ambos espacios podría ser la siguiente:

Ent: ¿Vos que diferencia ves entre los chicos que vos entrenas en el club Tigre y los chicos que van y entrenan en el Polideportivo General Paz? R: La diferencia es el interés en la práctica. Los chicos que van al Tigre lo hacen por un interés de aprender a pelear, como un hobby, como una actividad física cualquiera. A ellos no les importa si es boxeo o es cualquier otro deporte, ellos quieren hacer una actividad, entonces se lo toma desde ese punto de vista. Ellos les interesa como un hobby y se les da como eso. A mí lo que me interesa es que los chicos hagan la actividad, se cansen, se sientan bien y ya. En cambio con los chicos del Polideportivo se necesita estar encima porque lo que ellos quieren es competir, entonces lo que no querés es que los golpeen, entonces están corrigiéndoles “subí la mano, saca así la mano, subila acá…” es la disposición. Acá en el club lo que me interesa es que lo hagan, en cambio allá importa como lo hacen, entonces son diferentes intereses, uno es “hacélo” y el otro es “hacélo bien” (R. 30 años. Boxeador Profesional-Profesor de Educación Física)

El énfasis, por momentos insistente, del entrenador en torno a los beneficios de la práctica, sumado a la ausencia de contacto violento entre los púgiles, se orienta a no violar e incluso a abonar lo que Wacquant denomina el carácter sagrado del self individual y su envoltura corporal propio del ideario en torno al cuerpo presente en los agentes situados en los sectores medios de la sociedad (Wacquant en Auyero, 1999:276). En vista de que para la mayoría de estos jóvenes el cuerpo es algo que debe mantenerse saludable, bello y alejado de cualquier tipo de peligro, el entrenador debe ajustar el entrenamiento a fin de compatibilizarlo con estas necesidades. Para ello es fundamental excluir o atemperar cualquier tipo de ejercicio que pudiera poner en riesgo la integridad física de los asistentes. Acerca de este punto R. me comentaba lo siguiente:

Ent: Suponte que a los chicos del club tigre les exigieras lo mismo que a los del Polideportivo, guantear, lo de la gimnasia todo ¿vos pensás que los chicos responderían a eso? R: No, definitivamente no. No porque no van a tener la disciplina que hay que tener en el boxeo, sobre todo no van a hacer dieta para bajar de peso, que es difícil, no digamos correr, no van a querer correr todas las mañanas Ent: ¿Y guantear y pelear? R: Si, les va a gustar para probar, hacen una pelea y se retiran. Y con los guanteos los corren, dos guanteos fuertes como se guantea en los gimnasios competitivos y los corren,

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no van a aguantar el ritmo, la intensidad, no van a aguantar ser golpeados. Ellos mientras están golpeando ellos si les gusta, pero cuando son golpeados no les va a gustar. Ent: Como que les va a faltar el aguante digamos, incluso para hacer ciertos sacrificios, porque en definitiva eso también es el aguante. R: Si, es una vida estrictamente como para el boxeo ¿Te acordás el texto ese “Caja de herramientas”? [R. Se refiere al texto de Wacquant “Un arma sagrada. Los boxeadores profesionales: capital corporal y trabajo corporal”, contenido en el libro de Javier Auyero “Caja de herramientas. El lugar de la cultura en la sociología norteamericana”] ¡Que buen texto ese! Lo que tu cuerpo [el cuerpo del boxeador profesional] es un templo, es una herramienta, una máquina, todo eso es tu cuerpo, nadie va a someterse a eso, nadie va a privarse de salir de joda (R. 30 años. Boxeador Profesional-Profesor de Educación Física)

No debe olvidarse tampoco que este espacio es una iniciativa comercial con fines de lucro e intenta adaptarse a las necesidades de sus usuarios. Esto constituye una diferencia importante respecto al Polideportivo General Paz, lugar en el que los púgiles deben retribuir la buena disposición del entrenador con su compromiso en la práctica. Mientras que los púgiles competitivos deben ganarse la confianza y la ayuda del entrenador los boxeadores recreativos adquieren esto por su condición de clientes que abonan por un servicio. La actitud de ambos entrenadores también es diferente. Mientas R. adapta todo lo relacionado al entrenamiento a las necesidades de sus clientes, A. (73 años. Ex boxeador profesional y actual Entrenador) intenta adaptar a sus pupilos a las exigencias de la práctica. El motor que impulsa a los asistentes del Polideportivo, la competencia, se encuentra ausente en los boxeadores recreativos para los cuales el entrenamiento constituye un fin en si mismo. En definitiva este espacio aloja justamente a los jóvenes que el Polideportivo rechaza y permite comprender uno de los elementos fundamentales que excluye el gimnasio de boxeo competitivo: un agente social que otorga valor al cuidado, la integridad y la imagen del propio cuerpo y para el cual sería irracional, cuando no un impensable, exponerlo a cualquier tipo de riesgo. Por sus características, la trayectoria social de R. lo ha dotado de una cierta flexibilidad para leer las exigencias que poseen la práctica de boxeo recreativa y competitiva. R. creció en una familia de clase media baja de un pueblo llamado Mina la India, a ochenta kilómetros de la Ciudad de León (Nicaragua). Su ingreso al boxeo se debió a la necesidad de adquirir ciertas competencias para defenderse de las agresiones que sufría en su colegio.

R: Empecé en marzo del noventa y cinco. Estaba en segundo año en la carrera y bueno, empecé a enamorar chicas y las chicas tenían novio por casualidad (risas) y, para colmo,

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todos eran más grandes que yo, yo tenía quince años más o menos y los tipos me cagaban a trompadas. Entonces yo tenía un vecino que era boxeador y le dije que me enseñara. Ent: ¿Esto se daba fundamentalmente en el colegio? R: Ah si, eran chicas del colegio…pero no era que yo era “pleitista” eh, ojo, ellos me pegaban simplemente y no me daban oportunidad de esconderme. Ent: Había como cierto abuso digamos R: Es que ellos eran mas grandes que yo, había diferencia de cuerpo y de edad, eran tipos de diecisiete años, dieciocho…porque allá no existe como acá que tenés tal edad y tenés que estar en tal lado. Allá tipos de diecinueve años podían estar en primer año del secundario. (R. 30 años. Boxeador Profesional-Profesor de Educación Física)

Luego de algunos años de práctica boxística a nivel amateur R. se convirtió en boxeador profesional y, en el año dos mil se trasladó a vivir a la Argentina, primero a Buenos Aires y luego a Córdoba, con intenciones de seguir una carrera universitaria. Previamente hubo de cursar los últimos años del Ciclo de Enseñanza Media. Cursó su carrera universitaria en un Instituto Privado solventando los gastos a través de las ganancias producidas mediante su carrera boxística. Desde su llegada a la Ciudad de Córdoba vivió en barrios de clase media, este hecho, sumado al grado de calificación obtenido a través de su formación profesional, lo dota de un capital cultural, social y económico mas o menos similar a los boxeadores recreativos. Por otro lado, las condiciones sociales de existencia en las que transcurrió su niñez y adolescencia le permiten compartir ciertas experiencias con el resto de los boxeadores competitivos. R. se inició desde muy temprana edad en la actividad laboral para contribuir a la economía familiar y, al igual que muchos boxeadores competitivos creció en un contexto caracterizado tanto por la pobreza como por la omnipresencia de ciertas formas de violencia.

ENT: ¿Y, aparte de las peleas en el colegio, en otros lugares, en tu barrio, en los otros espacios en que vos estabas, había un clima medio tenso? R: Si, mirá, había mucho las pandillas, a esa edad, de adolescente se armaban mucho las pandillas. Me acuerdo, yo vivía en Batahola sur, estaban los de Batahola Sur, los de Batahola Norte, los de Alta Batahola, ahí estaba yo, entonces existía esa rivalidad entre los grupos por tonterías, vos te fijas ahora y por chicas se peleaban. Por ejemplo, el grupo de nosotros, los que estábamos en Batahola, en la parte de arriba, éramos un grupito de siete y íbamos a Baja Batahola a ver a las chicas que casi la mayoría eran compañeras del colegio, entonces los vecinos, los amigos, los “amigovios”, nos querían hacer cagar, las veces que nos sacaron corriendo. Y bueno, los de Batahola Norte ya eran gente pesada. ENT: Pero había como un clima violento.

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R: Totalmente violento, en el barrio muchísimo, teníamos que aprender a pelear para defendernos o correr muy rápido. Eran peleas todas las noches, todas las noches nos sacaban cagando cuando íbamos a buscar a las chicas. ENT: ¿Y ahí vos peleabas o mas que todo evitabas? R: Y yo ahí trataba de correr (Risas). (R. 30 años. Boxeador Profesional-Profesor de Educación Física)

Estos hechos permiten comprender el hecho de que, en el caso particular de R. exista un ajuste de su habitus con las exigencias de la práctica a la vez que, en su función de entrenador, cierta flexibilidad para adaptarla a las necesidades de los jóvenes de clase media, convirtiéndola en una iniciativa comercial.

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V- Gestión y transformación del componente violento del habitus a través del entrenamiento para la práctica competitiva del boxeo. El escritor Argentino Abelardo Castillo sostiene: “Para saber por que el boxeo no es esencialmente violento hay que imaginarse a dos hombres peleando en la calle. Dos hombres se pelean en la calle y no hay quien los separe. Se patean, se dicen de todo y son realmente como dos animales. ¿Cómo puede ser que dos boxeadores terminen de pelear y se abracen? ¿Qué a los tres minutos de cada round suene un timbre o una campana y cada uno se vaya a un rincón? Todo eso quiere decir que no hay rencor ni odio. Lo que existe es la práctica de un deporte. Como deporte puede llegar a ser cuestionable. Yo también lo cuestiono”. (Principí, 2006: 34.El resaltado es mío).

A diferencia de la violencia callejera, el combate de boxeo es una actividad sujeta a normas que posee un puntilloso reglamento. Básicamente, cada enfrentamiento está dividido en periodos de combate denominados rounds y periodos de descanso alternados, cuya duración varía de acuerdo al nivel de competencia del púgil. En el boxeo profesional, cada round tiene una duración de tres minutos separados por descansos de un minuto (F.A.B. Parte III Cáp. V Art. 24). En el boxeo aficionado los límites de tiempo se establecen en función de la división a la que pertenece cada boxeador, de esta manera los menores (catorce a dieciséis años) combaten por rounds de un minuto por uno de descanso, en tanto que los juveniles (dieciséis a dieciocho años) y mayores (dieciocho años en adelante) lo hacen por rounds de dos minutos por uno de descanso. (F.A.B. Parte II Cáp. V Art. 22). Los boxeadores pueden hacer uso durante el combate de los siguientes seis golpes: el Jab, golpe que consiste en extender perpendicularmente respecto al cuerpo el brazo más adelantado (izquierdo si el boxeador es derecho, o derecho si es zurdo); directo, consiste en extender con fuerza el brazo izquierdo o derecho; gancho, golpe que se ejecuta con el brazo izquierdo o derecho flexionado de manera ascendente en forma de gancho; uppercut, similar al anterior en su ejecución pero con una mayor trayectoria; cross, gancho ejecutado lateralmente en el que la trayectoria del brazo es paralela al suelo, y swing; golpe similar al anterior de trayectoria más amplia. En todos los casos se considera golpe correcto “los que se apliquen con la parte del frente del guante cerrado que cubre los nudillos de la mano sobre cualquier parte del frente o de los lados de la cabeza o el cuerpo, encima de la cintura y con una sola mano por vez” (FAB. Parte II. Cáp. 5. Art. 27). Una de las diferencias importantes del boxeo aficionado respecto al profesional consiste en que en el primero los boxeadores utilizan un cabezal de protección y guantes de

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mayor tamaño, además de que en este se contabilizan los golpes ejecutados correctamente como puntos, independientemente de la potencia o el daño que produzcan en el rival.

La ausencia de este tipo de protección en el boxeo profesional, sumado a que en este nivel posee mayor importancia el daño inflingido al rival, independientemente de la cantidad de golpes correctos asestados, hace que el riesgo de sufrir lesiones sea incomparablemente mayor (FAB. Parte II. Cap. V Art. 24 y 26). En las peleas oficiales, el árbitro es la máxima autoridad dentro del cuadrilátero y el encargado de aplicar el reglamento. Para ello está prevista una intervención verbal mínima que se limita a la frase pronunciada en el centro del ring antes de comenzar el combate:

"Les recuerdo no aplicar golpes incorrectos y el uso indebido de la cabeza. Obedezcan mis órdenes de inmediato. Cumplan con el reglamento. Salúdense y a sus rincones” (FAB. Parte III. Cáp. 2. Art. 9).

Está previsto además el uso de tres voces de mando: stop: la usara para detener el combate por cualquier inconveniente o llamar la atención de boxeadores o segundos, lo que hará en forma breve y rápida; break: la usara para separar a ambos boxeadores del clinch o abrazo; box: la usara para reanudar las acciones después de toda interrupción, cuidando que los boxeadores hayan cumplido con la obligación de dar un paso atrás (FAB. Parte III. Cap.II. Art. 9). La división de los púgiles aptos para enfrentarse entre sí varía de acuerdo a su peso corporal. Existen once categorías de peso para los boxeadores aficionados, en tanto los boxeadores profesionales han de encuadrarse en alguna de las dieciocho categorías cuyos rangos de peso poseen menor amplitud que los anteriores41. Como se expuso anteriormente los boxeadores aficionados se encuentran divididos por edades (además de estar divididos por su peso corporal). En el caso de los profesionales

41

Por ejemplo, la categoría Ligero abarca el rango de peso que va desde un mínimo de 60 Kg., por debajo del cual no se permitiría al púgil combatir en ella, hasta un máximo de 63,500 Kg. que de ser superado lo excluiría de la categoría. En el boxeo profesional el mismo rango de peso está dividido en tres categorías, a saber, Súper Pluma (58.967 Kg. - 61.235 Kg.), Ligero (61.235 Kg. - 63.503 Kg.) y Súper Ligero (63.503 Kg. -66.678 Kg.).

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se aplica un criterio de equivalencias que contempla como variable la experiencia adquirida según la cantidad y el tipo de peleas realizadas en el pasado.42 El objetivo fundamental de este cuerpo normativo es hacer de una riña una competencia entre dos agentes dotados de equivalentes posibilidades de triunfo. Estos, para acceder a la competencia, han de transformarse en agentes competentes, dotarse de las aptitudes y habilidades necesarias, en una palabra, hacerse boxeadores. Como se indicó oportunamente, todo este proceso de transformación viene impulsado por el aguijón de la competencia ya que en su ausencia perdería el sentido que posee para los jóvenes del Polideportivo. Lo único que justifica el someterse a la disciplina de la práctica es adquirir esta aptitud. Por este motivo y aunque pueda parecer algo alejado del tema en cuestión, la referencia al cuerpo normativo que rige la competencia es esencial para comprender distintos elementos que hacen al proceso de socialización específico en el marco del gimnasio de boxeo del Polideportivo General Paz. El boxeador competente es aquel que ha logrado un determinado peso corporal, cierta calificación técnica, aptitudes

físicas y normas

de conducta acordes a la

competencia. El estricto reglamento que rige los enfrentamientos aleja el boxeo de la riña callejera y al boxeador del peleador de la calle excluyendo algunas de sus características y adaptando otras. Dado que el objetivo del juego es justamente infligir violencia, el reglamento no propende a excluirla del ejercicio de la práctica, lo que no impide sostener que esta se aleja, en lo fenoménico como en lo experiencial, de una riña callejera. En las narrativas en torno al tema se puede percibir cierta relación de semejanza entre las peleas sucedidas dentro y fuera del gimnasio. Pero, se ha podido ver a lo largo de las entrevistas, que en algunas ocasiones los púgiles asimilan ambas cosas y en otras las diferencian tajantemente. Sirva de ejemplo de esto último las expresiones de algunos púgiles respecto a ambas experiencias:

“Es que por ahí [en el boxeo] el más petizo puede voltear al más grande o el más grande puede voltear al más petizo ¿entendés? Cuando estás en la calle es una cosa y acá adentro es otra, te sorprenden muchas cosas del boxeo. Aprendés a golpear, aprendés donde pegar, aprendés muchas cosas” (O. 19 años. Pintor de obras.)

“C: Si, si. Si porque el boxeo solamente es…, si yo mismo digo “pero mirá vos, suben dos hombres a pelear arriba del ring y después vos los ves, están tomando una gaseosa los locos”. Es un deporte, ¡bah! ser boxeador para…para otros lo ven como si fueran… pero para el que le gusta el boxeo es un deporte el boxeo. 42

Preliminaristas: Solo pueden combatir hasta seis rounds, semifondistas: pueden combatir hasta ocho rounds y deben haber realizado no menos de tres peleas como preliminaristas, Fondistas: pueden combatir hasta doce rounds y deben haber realizado no menos de tres peleas como semifondistas. (FAB. Parte III. Cap IV. Art 16)

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Ent.: Es totalmente distinto que pelearse en la calle digamos C: Claro, claro porque no es lo mismo pelearse …es decir vos sabés como pelear…en la calle es otra forma de pelear, ya no…te sirve un poco y no te sirve pero…porque en la calle se pelea…vale todo en la calle ¿viste? y no vas a estar como un boxeador en la calle, en la calle tenés que pelear de cualquier forma…pero te sirve un poco porque ya más o menos sabes donde pegar, como pegar para más que nada que eso” (C. 30 años. Peón de obras.).

En este párrafo el púgil hace uso además de una distinción terminológica que no sólo se utiliza para referirse a los episodios de confrontaciones físicas dentro y fuera del ring, sino que además se refiere a los diferentes estilos del boxeador desde la óptica de la idoneidad técnica que hubo de lograr. El término “pelear” es utilizado para hacer referencia tanto a los episodios de violencia callejera como a un desempeño boxístico opaco, en la que uno o ambos contendientes no sacaron a relucir las virtudes propias del “noble arte”. El entrenador del Polideportivo me explicaba algunos matices de esta diferencia de estilo recurriendo a su propia experiencia, a partir de la cual concluye que el boxeador de buena línea técnica y estilo definido es potencialmente superior a los otros competidores, pero permite percibir que existe una separación tajante entre lo propiamente boxístico y el enfrentamiento físico violento.

Después cuando me fui a Rosario este…, siendo que tenía pocas peleas, me daba cuenta de que tenía un nivel superior al boxeo de Rosario, que en ese tiempo no había grandes técnicos. Después, cuando se incorporó Humberto Natale al boxeo, toda esa gente, sacaron muy buenos boxeadores, pero no eran boxeadores de muy buena línea. El boxeador cordobés estaba considerado de muy buena línea, una línea creada prácticamente por Miguel Domínguez Ent: -Muy de escuela digamosA: -Si, muy de escuela, catedrática digamos-43 (A. 73 años. Ex boxeador profesional y actual Entrenador)

La preferencia de estilo del entrenador es también reconocida por sus pupilos ya que toda la instrucción que reciben está orientada a partir de ello:

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Las divisiones entre boxeadores por sus características de pelea abarcan sutiles graduaciones que van desde niveles bajos de gracia y destreza hasta niveles superiores, encarnados por los boxeadores estilistas. Wacquant menciona la siguiente diferenciación: animal, banger (pegador o tosco), conterpuncher (boxeador más agresivo), slugger (movedizo), brawler (peleador), boxer (estilísta) (Wacquant, 2006: 61). Es conveniente destacar que el término “boxeador” está reservado, tanto en la diferenciación del autor como en la que me expresaban los agentes del Polideportivo, solo a los estilistas, es decir a los que encarnan la máxima especificidad de la práctica.

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Más que nada, en el sentido de A., ¿viste? que a el le gusta más que nada el boxeo más que nada que pelear, pero si transmite…según, cada uno lo toma…hay algunos que no les gusta, algunos si les gusta, pero transmite, si un poco transmite (C. 30 años. Peón de obras.).

El hecho de que, a pesar de reconocer estas diferencias, los púgiles en ocasiones pongan en continuidad la práctica boxística con episodios violentos de otra naturaleza podría radicar, básicamente, en que ambas situaciones conllevan un alto componente violento y constituyen un estímulo que pone en juego la valorada capacidad viril de estar a la altura de las circunstancias exponiéndose al riesgo de ser lastimado y superando el temor que esto pueda ocasionar.

O: Me gusta agarrarme a puñetes Ent: (risas) O: Me gusta mucho en el sentido de puñetes ¿entendés?... agarrarme a trompadas, siempre trato de evitar… que se yo, por ahí trato de evitarlo ¿no?, prefiero pelear arriba del ring antes que pelear en la calle. Ent.: ¿Pero en la calle sos de pelearte con frecuencia? O: No, no, muy pocas veces. Me tienen que sacar mucho de las casillas para…[pelear] Ent.: Y se da mucho así que haya muchas oportunidades que sean así de resolverse… O: Por ahí, muchas veces me ha ido así…por querer resolver con las manos en vez de con la boca, que se yo, el otro día ¿viste lo que me pasó? Pelee y volví ¿y donde estuve? [En el momento de esta entrevista O. acababa de ser liberado luego de cuatro días de detención en una comisaría por protagonizar una pelea en un bar] (O. 19 años. Pintor de obras.).

Lo imprevisible del enfrentamiento callejero, contrasta además con las estrictas normas que rigen el enfrentamiento boxístico y que hacen de él una situación que no varía en sus aspectos estructurales. En tanto la primera situación exige arrojo y coraje esta, sin excluirlo, exige además preparación, entrenamiento y experiencia. La modificación del esquema de percepción, evaluación y acción, en lo referente al ejercicio de la violencia física, de manera tal que esta se adecue a las reglas de la práctica, constituye un elemento central en el proceso de socialización específico al boxeo. Si la disposición a ejercer y soportar estoicamente la violencia corporal es parte fundamental para el ingreso y permanencia en el campo, no lo es menos su adaptación a la gestión altamente codificada que exige el combate propiamente deportivo. El proceso de transformación del habitus se produce a partir del ingreso al espacio concreto del gimnasio, la progresiva adecuación a sus exigencias y modo de funcionamiento.

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Debe otorgarse toda la importancia al término “transformación” puesto que las características propias del ethos viril a que se hizo referencia en el capítulo anterior, continúan siendo un motor de la práctica pero, en el marco de la misma, este se modifica considerablemente. Esta transformación subjetiva se logra en gran medida corporalmente a medida que se ejecutan las diferentes fases del entrenamiento. Los cuidados alimentarios, la abstinencia sexual, el respetar los periodos de descanso, someterse a las diferentes fases de la preparación, el interminable perfeccionamiento técnico, etc., aspectos que serán explicados con mayor detalle en las páginas siguientes, son realizados en pos de la excelencia boxística pero difícilmente formen parte de la apuesta corporal del púgil en ausencia del componente viril que lo atraviesa y sostiene en el campo dotando de valor el soportar sus exigencias. Respecto a la transformación del habitus en el seno de un campo específico Bourdieu sostiene: “Los habitus cambian sin cesar en función de experiencias nuevas. Las disposiciones están sometidas a una especie de revisión permanente, pero que nunca es radical, porque se lleva a cabo a partir de premisas instituidas en el estado anterior” (Bourdieu, 1991: 211) En los apartados anteriores se han podido analizar las condiciones sociales de existencia que estructuran las disposiciones necesarias a la práctica. Las sutiles diferencias que establecen los púgiles entre las experiencias de violencia que pudieron contribuir a estructurar parte de estas disposiciones respecto a la violencia codificada del boxeo, da cuenta de una de las incidencias que posee la práctica a nivel subjetivo y permite ver que la posesión de las disposiciones necesarias para el ingreso es algo tan necesario como la adecuación de las mismas a las exigencias del campo. Dada la ausencia del objetivo competitivo esta adecuación al campo está ausente en los boxeadores recreativos y constituye un aspecto a tener en cuenta en la diferenciación de ambos grupos.

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A- Incidencia del régimen y la gestión corporal en el proceso de adecuación al campo boxístico El proceso de socialización específico al campo del boxeo competitivo implica la adaptación del agente a la economía moral que rige su funcionamiento. Según Wacquant esta se condensaría en un postulado susceptible de ser aplicado a múltiples esferas de la vida con diferentes grados de incidencia en la gestión del capital corporal: el sacrificio. “Oportunamente la moral propia de los boxeadores profesionales está encapsulada en una sola palabra: sacrificio. “Sacrificio” – la idea y las prácticas reguladas que prescribe – se filtra e inunda las vidas de los boxeadores dentro y fuera del gimnasio, del dormitorio al ring y en todos los demás lugares. Sus energías físicas, mentales y emocionales deben cultivarse a conciencia, valorarse y estar encaminadas metódicamente hacia un único y exclusivo objetivo: maximizar la destreza de los puños y conseguir el mayor rendimiento en el cuadrilátero. Para ello la tradición pugilística ha establecido una estricta observancia en tres aspectos cruciales de la existencia carnal: nutrición, vida social y familiar y comercio sexual. Juntas estas tres convenciones del culto componen la santísima trinidad de la fe pugilística” (Wacquant, 2006 a: 139 - 140). El arraigo de la noción de sacrificio en pos de la excelencia boxística es un aspecto que ha sido observado con exclusividad en los jóvenes boxeadores competitivos. Los púgiles recreativos no observan un régimen especial adaptado a la práctica. Quizás la noción misma de sacrificio entre en contradicción con el objetivo recreativo que persiguen a través del tipo de entrenamiento que realizan. Acerca del régimen alimentario, uno de ellos manifestaba lo siguiente:

“Si, trataba de comer un poco más liviano para que no sentirme tan pesado a la noche [para entrenar], pero dieta no, eso me parece que es más para cuando te dedicas en serio, pero no, yo no hacía” (S. 33 años. Docente Universitario).

Por otra parte, la ausencia de competencias formales y de guanteos, episodios a través de los cuales se miden las mejoras en el plano físico y técnico, que difícilmente podrían lograrse sin un régimen medianamente compatible con las exigencias en el cuidado físico que los púgiles se imponen, podría ser otra de las características del espacio que exime de estas prácticas a los asistentes. Se ha podido observar en los “púgiles competitivos” que el postulado del “sacrificio” se traduce en prácticas corporales concretas que se encuentran dotadas de diversos sentidos.

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Los tres elementos del régimen de un boxeador mencionados anteriormente son temas omnipresentes en muchas de las conversaciones que se desarrollan en el gimnasio y ocupan un lugar central en la economía de vida de estos jóvenes. Wacquant traza el siguiente esquema de los aspectos más relevantes del régimen de vida de un boxeador:

- La dieta alimentaria de un boxeador por lo general consiste en el consumo de carnes blancas y pescado, vegetales hervidos, frutas, te o agua. Se debe evitar toda comida que produzca (o se crea que produzca) el aumento de peso. Los días previos al combate, la gran mayoría de los boxeadores realiza algunas de las siguientes prácticas con el objetivo de perder la cantidad de libras o kilos necesarios para encuadrarse en la categoría de peso a combatir: ayuno durante jornadas de ejercicio compulsivo, abstenerse de ingerir líquidos (Wacquant en Auyero, 1999: 266), correr y saltar la soga con sacos de vinilo para perder mayor cantidad de líquido mediante la transpiración, utilización de productos químicos aceleradores del metabolismo (Wacquant 2006:142).44

- Respetar los periodos de descanso para soportar el entrenamiento diario obliga a los boxeadores a dormir una determinada cantidad de horas (alrededor de ocho horas) y a amoldar sus actividades cotidianas a fin de maximizar su rendimiento deportivo. (Wacquant 2006: 73 y 144)

- Evitación de todo tipo de afrodisíaco o contacto sexual durante los días, semanas o meses anteriores a un combate. Especialmente se intenta evitar la descarga de semen puesto que se considera que esto incide negativamente en la preparación física45. Esta prohibición también abarca los días previos a las sesiones de sparring o combate de entrenamiento, para las cuales, y debido a su intensidad, es necesaria una cuota mayor de resistencia física. (Wacquant 2006:146 - 147. Wacquant en Auyero, 1999: 269). Si bien las prácticas a las que hace referencia el autor se encuentran algo atemperadas en el grupo de boxeadores competitivos observado, puede decirse que todos estos aspectos son tenidos en cuenta como ejes reguladores de las actividades cotidianas. De esta forma, a través del régimen, la práctica del boxeo se traslada a las más diversas esferas de la vida de los púgiles obligándolos a adaptarse a ciertas exigencias.

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Debe tenerse en cuenta que el peso corporal apto para la competencia, o sea el que se encuentra en el rango que establece la categoría en la que compite el boxeador, es menor que el peso habitual del púgil. Esto obedece al un motivo práctico de competir en el límite de peso mayor en la categoría de peso más baja a la que pueda acceder el púgil sin deteriorar su fuerza física (Wacquant en Auyero, 1999:262; Wacquant 2006:142), lo que genera prácticas de adelgazamiento, a veces compulsivas. En nuestro país estas prácticas están implícitamente admitidas reglamentariamente en lo establecido por la de la Federación Argentina de Boxeo en lo referido al mecanismo de pesaje de los púgiles previo a los combates. 45 La misma concepción predomina en el mundo del fútbol deporte en el cual existe un “Jefe de disciplina” encargado de vigilar, entre otras cosas, la abstinencia sexual de los jugadores antes de los partidos. (Sebreli 1998: 255 - 256).

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Los entrevistados testimonian constantemente el esfuerzo para “cuidarse” que deben realizar, especialmente cuando hay una competencia en ciernes, periodo en el cual el sacrificio va in crescendo hasta el día del combate.

Ent.: ¿Y la preparación para una pelea es distinta? ¿En que consiste digamos básicamente? ¿Es más intensiva? C: Si ya…es casi lo mismo que vengo a entrenando todos los días pero tratas de hacer las cosas…porque por ahí, cuando vos sabes que no tenés que pelear, desaceleras un poco, aceleras, desaceleras, en cambio cuando vos sabes que tenés que pelear uno dice “me voy a reventar estas tres semanas” y trato la forma de buscar salir a correr. Porque ahora por ejemplo, que todavía no se si tengo que pelear, no salgo a correr, pero cuando se que tengo que pelear yo mismo digo “no, salgo a correr porque después si uno está arriba del ring es uno el que está, así que busco la forma de salir a correr dos o tres veces. Por ejemplo el domingo que no tenía ganas, el sábado salí a correr, el domingo no tenía ganas y no salí y digo “si no tengo que pelear” pero si yo supiera que tengo que pelear…” (C. 30 años. Peón de obras.).

Cabe mencionar que en, aún en ausencia de competencia, existe, aunque en menor grado, el interés en mantenerse en las mejores condiciones físicas y solo unos kilos por encima del peso de pelea para que, en caso de presentarse la posibilidad de combatir, no tener que eliminar en poco tiempo este exceso. Para ello, además del entrenamiento diario, los púgiles deben abstenerse de ingerir alimentos que contribuyan al aumento de peso, escollo difícil de superar en la mayoría de los casos, y sustituir estos por otros bajos en azucares y grasas.

Ent: ¿Y cuales son los sacrificios estos más difíciles de cumplir digamos? C: La comida… Ent: La comida C: Si, la comida y la gaseosa, más que nada la bebida, gaseosa más que nada, comida y gaseosa…claro, es que a cada rato uno está comiendo…viste, eso es lo que te cuesta más Ent.: ¿Qué cosas evitas comer? C: Frituras, pan, lo dulce, cosas…es que uno se cuida así toda la semana y digo “un día que comás no te va a hacer nada” como ese día, no como y al otro día sigo comiendo, como ese día y después en la semana vuelvo otra vez a hacer todo Ent.: Frituras, gaseosas, pan… C: Pan, cosas dulces, facturas, todas esas cosas Ent.: ¿Y que cosas tratas de ir comiendo más? C: Frutas, cereales, cosas que tengan vitaminas, vitaminas, que te cubran lo que no comes… (C. 30 años. Peón de obras.).

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Las abstenciones en cuanto a las comidas requieren de un significativo esfuerzo de voluntad que difícilmente se logra durante periodos prolongados. En las temporadas en las que los púgiles logran plegarse a los dictámenes del régimen, experimentan esto como un triunfo sobre sí mismos y como uno de los principales beneficios que les aportó la práctica respecto a su modo de vida anterior.

M.: Ah sí eso de la comida, es mi punto débil porque a mí me gusta comer y ¡me cuesta!... ¡cuesta pero lo hago! De a poco voy…me cuido, este último mes me estuve cuidando mucho y… Ent.: ¿Estás comiendo más sano o estás comiendo menos? M: Estoy comiendo sano y tomando así leche, yogur, cereales todo eso, no comida tan mala como la milanesa, así que te cae muy pesado, así que no… Ent.: ¿Antes vos que comías? M:: Mucha comida chatarra, así panchos, cosas que tienen muchas calorías, pizza, milanesa, sándwiches de milanesa así que son …pero no, ya no como eso, me cuido mucho, más verduras, más frutas, todo eso… Ent.: ¿Y te hace sentir bien eso o lo sentís como una frustración así de decir ¡uh!? M: ¡Oh!, algunas veces me frustro, si porque decís “tengo ganas de comerme…castigarme con un sándwich y algo así pero no, dentro de todo yo me siento bien haciendo todo eso, me siento bien… (M. 15 años. Estudiante del Ciclo de Enseñanza Media)

Consultado acerca de este punto, otro púgil hacía referencia a la dimensión subjetiva que rodea el régimen alimentario de la siguiente manera:

J: Claro ponele si…claro no acostarse tarde porque…acostarte temprano, comer bien, no comer comida chatarra, que se yo, a la mañana hay algunos que… sobró pizza de anoche a la mañana se comen dos porciones de pizza, no en vez de…agarrar tomar un vaso de leche, un vaso de yogurt…comer…galletas de salvado con queso fresco…un vaso de licuado…después…al mediodía un bife con ensalada o verdura, comer mucha fruta, no tomar gaseosa, tomar agua… Ent: Es llevar como una alimentación muy distinta al resto de la gente… J: Una alimentación adecuada para andar bien…y aparte te sentís bien con vos mismo Ent: Cuando cumplís con todo eso te sentís bien con vos J: Si, te sentís bien pero…si haces todo lo contrario…comes a cualquier hora, tomás gaseosa, comes un sándwich… (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

El consumo de bebidas alcohólicas es otro de los elementos que es necesario excluir del régimen. En algunos casos los púgiles testimonian que rara vez consumen alcohol, por lo cual esto no sería un inconveniente. En los casos en que se da esta conducta es concebida como incompatible con la práctica e intentan abstenerse en la medida de lo posible

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C: No, si tomo ahora, que se yo, de acá a un mes vuelvo a tomar así otra cosa. O podes tomar en las comidas, viste que hay gente que toma, pero así tomar todos los sábados o cualquier día no. Ent: ¿Vos siempre fuiste de esta costumbre de no tomar o con el boxeo se hizo más intensa? C: No, no, con el boxeo se hizo más intensa. Pero en la vida siempre, nunca fui de tomar, tomaba pero viste así cuando uno sale, pero no así de andar borracho. (C. 30 años. Peón de obras.).

Al igual que el logro de la abstención en las comidas, el no ingerir bebidas alcohólicas puede ser en ocasiones experimentado por los púgiles como el logro de cierto dominio sobre si mismos. En el testimonio citado a continuación las abstenciones y el respeto por el régimen estaban relacionados directamente con el rendimiento deportivo puesto a que luego de reiterados fracasos en la competencia se tornó para este joven cada vez más difícil seguir con este estilo de vida.

No, porque si yo me pongo las pilas sé que lo hago. Y si yo me pongo así en ser profesional…pero nada más que ahora…antes tenía el…que me incentivaban mucho así los que me conocían y me veían entonces, como yo estaba incentivado, como que me decían “no, vos sos bueno, no” entonces yo agarraba y yo veía que estaban chupando y me iba o me daban un vaso y se lo tiraba y le decía no, no, no. (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

La pertenencia al aséptico ambiente deportivo puede constituir en algunos casos un signo de distinción respecto a los jóvenes de su entorno. Así se ha podido observar en los siguientes testimonios:

Claro, en vez de irte a juntarte con gente que no sirve, en una palabra, así, te cruzas con chicos así deportistas todo, y te da gusto. Porque aparte algunos te sorprenden porque en vez de decir “vamos a tomar un vino” vos agarras y dicen “compremos un yogurt”, se ponen a tomar un yogurt… (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

M.: Claro, yo tengo compañeros ahí en el colegio que se dedican a la vida de vago, así a drogarse y todo eso y no me gusta, no me gusta esa vida yo los veo y no… Ent: ¿Te haría sentir mal con vos también ser así? M.: Si, si me sentiría mala persona Ent: O sea que más allá de aprender a boxear aprendés como vivir

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M.: Como vivir la vida, vida sana. (M. 15 años. Estudiante del Ciclo de Enseñanza Media)

C: Si, puede ser, puede ser. Si porque no se, capaz hubiera sido otra cosa, y uno dice… uno dice “es vida sana” más que nada viste vida sana. Vos ves hay algunos que tienen la edad mía y digo “loco mira no puede ser tiene la edad mía y mira como está” y uno se pone a pensar “mira si hubiera estado ahí, capaz que hubiera estado así” y por eso digo bueno por lo menos gracias, de que uno se haya alejado por… Ent: O sea que eso le aportó el boxeo a tu vida C: Si, eso le aportó, si, si, si. (C. 30 años. Peón de obras.).

Al igual que el “aguante”, el llevar una vida sana y costumbres ordenadas o, en términos técnicos, el disciplinamiento del cuerpo a partir del discurso médico - deportivo (Vicente Pedraz, 2007: 71), puede ser concebido como otro de los componentes del capital simbólico del púgil derivado del capital corporal. Como lo muestran los siguientes ejemplos, la valoración y el reconocimiento de la disciplina en las costumbres se dan tanto al interior como al exterior del gimnasio. Un ejemplo de esto último puede observarse en el siguiente testimonio:

J: Claro…ponele…yo tenía, tengo, amigos que se drogan y venían las madres y me decían “¿Cómo hiciste?” porque los habían mandado a institutos de rehabilitación…mi primo también vino un día, el padre que es mi padrino, me venían a preguntar como había hecho y yo le dije del boxeo y…y quisieron intentar porque decían…me veían una cosa, antes yo era, era cualquier cosa, antes no me quería nadie en el barrio, porque me veían “uh ahí viene J.” o…era mala fama, después empecé a cambiar y empecé a notar que la gente me saludaba, me preguntaba como me iba, me veían correr y me saludaban, me decían “eh, estás corriendo ¿Tenés una pelea?” ...gente que yo veía, cuando yo pasaba a la noche con mis amigos, es como si se asustaran…o chicas así, que no me daban bola en una palabra porque me veían de…de mala fama así…y yo quería hacer amistad con ellas y yo sabía que no iban a hacer nunca amistad porque, era una ruina, entonces…y después cuando yo empecé a boxear, yo pasaba corriendo y me empezaban a saludar, después me frenaban, me preguntaban cosas, me preguntaban que ellas querían, algunas, bajar de peso o hacer gimnasia, si podían venir a correr conmigo, todo eso y…y empezó a cambiar todo Ent.: Vos viste que es como si ellos te vieran como vos veías a los chicos del entorno, del ambiente, todos chicos más o menos sanos J: Me veían, bien, bien me veían. (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

Al interior del gimnasio las valoraciones se refieren a los beneficios en la competencia que se pueden obtener mediante el respeto por normas del régimen, como se puede ver en este extracto de una conversación mantenida con el entrenador:

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“D. (Ex boxeador profesional. Peluquero. 53 años) es gente muy sana. No fuma, no chupa, come bien, se cuida” además me comenta que la clave del boxeo está en “romperse con la gimnasia” aunque muchos púgiles se crean que entrenar se trata de pegarle a la bolsa (que por lo común constituye la mayor parte de su entrenamiento). En relación a esto me comenta que hay unos chicos, alumnos de un gimnasio del que no puedo escuchar el nombre, que boxísticamente (entiéndase, técnicamente) no saben nada, pero hacen gimnasia, entonces están fuertes y te ganan (Nota de campo: 17/12/07)

La centralidad y las exigencias de la práctica boxística, en la mayoría de los casos, dejan escaso a margen a otras actividades de la vida cotidiana. Las actividades recreativas y de ocio propias del grupo de pares al que pertenecen estos jóvenes se muestran, en ocasiones, incompatibles con el entrenamiento y son en gran medida rehuídas por los púgiles competitivos, especialmente en víspera de alguna competencia. En primer lugar se ha podido observar a partir de los testimonios recogidos una merma significativa en las salidas nocturnas a fiestas, bailes y demás actividades sociales a partir del ingreso a la actividad.

No, salir, salía pero dejé de salir, porque veía que no, ¡bah! no me perjudicaba, porque veía que venía cansado, no rendía lo mismo que cuando descansado. Dejé de salir, salía todos los fines de semana. Salía una vez al mes, dos veces al mes, pero no, antes salía todos los fines de semana y después venía cansado. A veces los mismos días de semana salía y dejé de salir para poder venir acá (C. 30 años. Peón de obras.).

O: Claro ya estoy acostumbrado ¿entendés? Pero, te digo la verdad, a mi me gusta el boxeo, por más que esté…y mira que nunca he sido así, a mi me gusta salir todos los sábados, antes salía todos los sábados, ahora ya no, he cortado la joda, todo, porque me gusta. Ent: Antes de empezar a practicar salías… O: Salía todos los sábados…viernes, sábados…el día que había…salía, me juntaba me tomaba una cerveza, en días de semana me tomaba una cerveza Ent.: Ah mira, o sea de que a partir de que empezaste a practicar… O: Mermé un poco la joda…me” porté en bobo”, salgo… salgo pero muy poco Ent.: Por ser una actividad incompatible… O: Si…si Ent.: ¿Y todo fue pasando? ¿Vos no te lo planteaste? O: No, de a poco me puse yo…yo mismo me he puesto a decir “no, si estoy haciendo el deporte este y me gusta me pongo las pilas porque me gusta…” y yo quiero ser alguien en este deporte ¿entendés? He tenido varias oportunidades y no las he aprovechado, ahora tengo otra oportunidad más y la quiero aprovechar ¿entendés?

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Ent: Claro…la forma es…un poco el sacrificio responde a… O: El sacrificio después responde en otras cosas…siempre ganas algo ¿Cómo se dice?... el valor…después da frutos… Ent.: Si, si…después da frutos O: Pero en base al sacrificio que vos tenés que hacer (O. 19 años. Pintor de obras.).

En los niveles de competencia profesional este tipo de actividades puede verse reducido al máximo, uno de los púgiles de mayor actividad dentro del grupo abordado lo expresaba de la siguiente manera:

Ent: ¿Y lo de la cuestión de la vida social? R: Lo de la vida social no existía, no existía, mis compañeros me invitaban a cumpleaños y nunca fui, nunca fui, me invitaban a “La piñata”, que era un boliche nunca fui, de vez en cuando iba a lugares como ser, el Chateau Carreras, o sea, [irónicamente] mi vida social muy buena. No podía trasnochar, no podía…me dediqué cien por ciento al boxeo. Ent: ¿y ya era responsabilidad en un momento, ya no era por ganas? digo porque en un momento ya se transformó como en un trabajo. R: Si, si, porque yo empecé a tener ganancias de lo que hacía, entonces me esforzaba para hacerlo más para obtener más ganancia. A mí me patrocinaba una Universidad, una Línea Aérea. Aparte que lo mía ya era, yo tenía que justificar que por que me daban esa plata, yo tenía que dar explicaciones, si acaso perdía yo tenía que explicar por que había perdido, que había pasado esto, esto y esto. Ya era un compromiso grande. (R. 30 años. Boxeador Profesional-Profesor de Educación Física)

La incompatibilidad que se genera entre estas actividades y el régimen deportivo puede deberse al desgaste que, sumado al exigente entrenamiento, significa no respetar los periodos de descanso necesarios.

M.: Y…yo de salir no soy de salir mucho pero si también de no salir un fin de semana, por ejemplo yo estoy entrenando toda la semana y en un fin de semana salís y no te sirve de nada haber entrenado toda la semana, te sacrificaste toda la semana para perderlo en un sábado a la noche no, por eso no…cuando puedo salir salgo cuando no, no. Ent: Cuando estás entrenando preferentemente no M.: Cuando estoy entrenando no así. Me entreno para una pelea ya no... ya no salgo, me cuido, todo eso y después cuando entreno así y no tengo que pelear me doy algunos…a algunos…¿como es que se dice? algunos… ¿permitidos?... comiendo y salgo un fin de semana de por medio, así. Ent: ¿Y donde salís? M.: Y mayormente salgo a boliches con mis hermanos y amigos… nada más eso Ent: ¿Y vos por que decís que se arruina el entrenamiento? ¿Porque salen, toman o…?

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M.: Y…porque…o sea, yo no tomo nunca, ni fumé nunca nada gracias a Dios y una noche salir así y trasnocharte es malísimo para la salud, eso es lo malo, yo las veces que salí nunca tomé…es trasnochar… Ent.: Es acostarte tarde digamos M: Acostarse tarde Ent: Es como más que todo cansancio que te da M: Claro (M. 15 años. Estudiante del Ciclo de Enseñanza Media)

Frecuentemente los púgiles del Polideportivo respetan periodos variables de abstinencia sexual durante las semanas o días previos a la competencia a efectos de reservar sus fuerzas para este momento. Cabe observar que el efecto debilitante de las relaciones sexuales carece de fundamento científico y responde más a lo que Duriff caracterizó como cierta fisiología profana (Duriff, 1992. Citado por Wacquant en Auyero: 270) Los efectos perniciosos de las relaciones sexuales para el régimen deportivo son resumidos por Wacquant de la siguiente manera: “…el sexo, en sentido amplio tiende a ablandar, debilitar, tranquilizar, en una palabra “feminizar” el cuerpo del boxeador” (Wacquant, 2006 a: 148) Durante los primeros días de observación en el Polideportivo pude registrar el siguiente comentario acerca del tema en boca de un boxeador profesional que acababa de recibir la noticia de la suspensión de su próxima pelea:

“Me acerco a L. (Boxeador profesional y empleado de una Estación de Servicio. 35 años) y R. mientras hacen ejercicios de calentamiento, el tema de conversación central es la suspensión de la pelea. L. hace referencia a los cuidados que estuvo siguiendo durante los últimos tiempos con la comida y sobre todo la abstinencia sexual, tema al que se refiere en tono de broma. Al respecto dice que hace alrededor de dos semanas que no tiene relaciones con su esposa (utiliza un eufemismo que no alcanzo a escuchar), R., socarronamente, le pregunta si ella ha guardado la abstinencia también a lo que L. le responde que no sabe, que “ella no pelea”. (Nota de campo: 11/12/07)

Otro púgil relacionaba los periodos de abstinencia sexual con el nivel de exigencia que podía plantear la competencia. De acuerdo a la lógica de su explicación, el periodo de abstinencia debe ser directamente proporcional al requerimiento en el plano físico que podría requerir el combate.

C: Si, no, para mí sí. No se para otros, no digo, que se yo, un mes, bueno según, pero para mí pienso…si vos estás por pelear por un título, viste que se entrenan…pienso que en ese sentido si. Ent: Tenés que tratar de evitar

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C: Tenés que tratar de evitar si, ¡bah!, en algunos no, pero yo pienso para mí en un sentido si, porque más que nada para mí es psicológico eso, porque uno piensa o se pone a pensar que uno ha tenido relaciones…pero hay algunos que no…algunos lo toman…pero para mí si influye, antes de la pelea que no… Ent: ¿Y debilita? O sea, ¿influye porque debilita? C: Porque debilita, es decir, te quita piernas, te quita piernas más que nada, sentís más cansancio en las piernas. Para mí, o sea yo no he visto otro efecto, otro…que influya eso. Pero si lo haces muy próximo, si lo haces…podes pelear el viernes y vos lo haces el miércoles, el martes, miércoles si influye. Pero en el caso de amateur, vos haces hoy viernes y tenés que pelear al otro viernes no, no influye. Ent: Pero en profesional si influye C: En profesional si influye. (C. 30 años. Peón de obras.).

En ocasiones el elemento central que evocan los púgiles para explicar la merma en sus capacidades físicas que producen las relaciones sexuales se encuentra acotado a la descarga de semen en la eyaculación. Como señala Wacquant al respecto, con la abstinencia sexual se intenta controlar lo que sale del cuerpo, de modo inverso a lo que sucede en la esfera de la alimentación donde lo que se busca es controlar lo que entra en él (Wacquant, 2006 a: 148). En muchas ocasiones he podido escuchar la utilización de una metáfora que asocia la fuerza física con la retención de semen, aunque no me ha sido posible acceder a testimonios más amplios al respecto, en parte por la negativa de los púgiles a explayarse en el tema.

O: Te cuida, te exige mucho [el entrenamiento boxístico]…hasta cuidarte de tu novia te exige… (Risas) Ent: No, porque es verdad, también hay algunos profesionales que también, antes de las peleas no tienen relaciones con sus novias O: Claro, tienen un mes, podes estar un mes, dos meses sin…yo te digo la verdad, yo ahora me estoy cuidando también, para ir con toda la leche, para ir con toda la fuerza a voltear, yo voy con la idea de querer voltear y ganar, ganarle a lo que sea, no quiero perder, pero si pierdo bueno, es otro tema, mientras que no me voltee el a mí (O. 19 años. Pintor de obras.).

Como se indicó anteriormente, normalmente el peso de los púgiles supera su peso de pelea y existe un interés en combatir en el límite superior de la categoría más baja a la que se pueda acceder. Consultados acerca de este punto los púgiles atribuían esta práctica a dos motivos. En primer lugar se asocia el mayor peso a una mayor potencia de los golpes, por lo tanto, ingresar en el límite inferior de la categoría colocaría al púgil en desventaja respecto a su adversario.

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Ent.:: ¿Y no pensaste en subir de categoría para no tener problemas con el peso? [Este púgil manifestaba problemas para bajar de peso, y así, encuadrarse en la categoría a combatir] J: […] y aparte, si peleo en los sesenta y uno, sesenta y dos, es otra cosa porque los que tienen sesenta o sesenta y uno, ellos bajan…es más alto…son más grandotes, aparte yo soy chico para esa categoría, no me queda la categoría esa (J. 16 años. Peón actualmente desempleado-).

Ent: ¿Vos pensás que sería mejor pelear en una categoría más baja? C: Si, pienso que si…porque si no tenés que practicar la pegada, pasa que no tengo pegada yo, pienso que en sesenta y tres kilos podría… Ent: En sesenta y tres kilos si C: Podría andar si… (C. 30 años. Peón de obras.).

Este principio, respetado por la totalidad de los púgiles, se encuentra en el origen de las prácticas de adelgazamiento compulsivo previas a los combates en las que se debe rebajar, en reducidos periodos de tiempo, todo el exceso de peso necesario para encuadrarse en la categoría a combatir, a riesgo de que se suspenda el combate.

J: Claro en el gimnasio te podés…en cambio en la pelea no, tenés esa presión de no equivocarte porque vos vas a ganar estés como estés pero…esa es la…esa es la presión y aparte la debilidad porque hay veces que bajo cinco o seis kilos y yo lo bajo en dos días porque me estoy cagando de hambre y hago mucha gimnasia y llego re débil a la pelea Ent: ¿Eso fue lo máximo que bajaste para una pelea, cinco o seis kilos antes de…? J: Y…una vez bajé ocho…ocho kilos… Ent: ¿Y en cuanto tiempo?

16- Púgil entrenando con campera de vinilo

J: Y…lo bajé en tres días, pero no tomaba ni agua, me abrigaba mucho y…entrenaba, entrenaba, corría, corría, corría, débil. Empecé un miércoles, pero lo mismo me sentía débil en el gimnasio al no comer. Después, al otro día, hacía gimnasia fuerte y no comía y ese mismo viernes hasta la pelea, por más que no hiciera nada, lo mismo estaba con el estómago vacío para ir y dar el peso…porque a mi siempre me gustó ser…siempre me gustó respetar el peso aunque hay veces que a mí no me lo han respetado, nunca me lo respetaron. Hay veces que yo regalaba dos, tres y hasta cuatro kilos regalaba y lo mismo peleaba. (J. 16 años. Peón -actualmente desempleado-).

Las rebajas de peso en ocasiones se logran mediante la eliminación de líquido a través de la transpiración. En ocasiones los púgiles competitivos entrenan abrigados con camperas

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de vinilo o se cubren con una frazada o manta de nylon durante los minutos de descanso entre un round y otro. La utilización de estas técnicas persigue un objetivo práctico, competir en la categoría mas baja que se pueda acceder sin debilitarse excesivamente, pero, en ocasiones, se observan las mismas prácticas en ausencia del objetivo de competir por lo cual podrían adquirir el sentido de cierto rito de disciplinamiento del cuerpo y mortificación del cuerpo.

13- Púgil cubierto con una manta de nylon luego de entrenar. Lugar: Polideportivo General Paz

14- Nicolino Loche (Campeón Mundial, categoría Welter (1968 a 1972) cubierto con una manta al finalizar un round de entrenamiento.

La incidencia subjetiva de estas prácticas podría radicar en que, a través de ellas, se abona la ética del sacrificio imperante en el campo del boxeo. La prueba de ello está en que, como lo observó Wacquant en los boxeadores profesionales, prácticas tales como dejar de ingerir líquidos y entrenar abrigados durante días de mucho calor son habituales incluso en púgiles que no poseen sobrepeso por formar parte de “… la rutina mediante la cual ellos se “afinan” física y mentalmente” (Wacquant en Auyero, 1999: 266) Después de observar que en uno de los jóvenes esta conducta coincidía con la reincorporación a los entrenamientos, luego de semanas de ausencia, pude percibir parte de la función que poseían estas prácticas en determinados casos:

Le pregunto a J. a que se debió su ausencia y me dice que “ha andado de joda”, pregunto por donde y dice que no hay lugar por donde no haya ido, que hasta se fue a Los Hornillos un día. Me enseña toda la ropa transpirada que se acaba de sacar, una remera de mangas largas y una musculosa totalmente empapadas en sudor. Además tiene puesto un pantalón largo y una calza hecha con una especie de goma fina. Hoy hace al menos treinta y cinco grados en el gimnasio y el ambiente es sofocante, seguramente no ha sido nada cómodo entrenar abrigado de esa manera en un día como este. La práctica de abrigarse para sudar más es usual entre los boxeadores en vísperas de combatir, aunque no es el caso de J. que, además, normalmente entrena con un pantalón

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corto y una musculosa. El está visiblemente más gordo o hinchado de lo normal, supuestamente con esta técnica logrará bajar de peso, ese es su argumento. (Nota de campo: 05/02/08)

Las prácticas corporales descriptas, junto al entrenamiento en el gimnasio y el footing cotidiano, hacen de la actividad boxística algo que forzosamente va tornándose el eje en torno al cual gira la vida cotidiana de estos jóvenes. La adecuación a las exigencias de la competencia, tanto en el plano físico como en el técnico, es el motor que empuja a los púgiles a respetar tan estricto régimen de vida, exponerse a la violencia propia de la práctica y desarrollar todas las destrezas necesarias para convertirse en un agente activo en el campo boxístico. La ausencia del objetivo de competir en los boxeadores recreativos los exime de plegarse a estas exigencias. Se verifica en este grupo una adaptación de ciertas características del entrenamiento boxístico a fin de poder utilizarlo como una forma de distensión que contribuya al cuidado del propio cuerpo. Esta adaptación implica la exclusión o atemperación de cualquier tipo de violencia y exigencia que pudiera ser incompatible con el fin puramente recreativo que persiguen estos jóvenes. En virtud de las características anteriormente mencionadas, el boxeo ocupa un lugar marginal en la economía de vida de este grupo de jóvenes.

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Conclusiones La observación y el análisis de las unidades seleccionadas para la presente investigación arrojan diferencias significativas respecto a la dimensión subjetiva de la práctica del boxeo. El tipo “boxeador competitivo” se define por su disposición a ingresar al campo boxístico e invertir, a través del trabajo corporal, en pos de mejorar su posición en la red de relaciones objetivas que se desarrollan en este ámbito. La práctica boxística ocupa un lugar central en la economía de vida de los jóvenes incluidos en esta tipología propulsando, en el marco de la misma, un proceso de socialización específico que los conduce a constituirse en agentes activos del campo boxístico. La mayoría de estos jóvenes provienen de sectores de clase baja. El tipo “boxeador recreativo” se define por la ausencia de disposición a ingresar al campo boxístico y por la reticencia a realizar la inversión en términos de trabajo y exposición corporal inherentes a la práctica. El entrenamiento ocupa un lugar marginal en su economía de vida y no lleva adelante ningún tipo de estrategia para erigirse en un agente activo en el seno del campo boxístico. La mayoría de los jóvenes de este grupo pertenece a sectores de clase media. El “boxeador recreativo” presenta diferencias fundamentales respecto al “boxeador competitivo”. En primer lugar no se encuentra dotado de intereses específicos que lo orienten a constituirse en un agente activo en el campo. El trabajo corporal no se concibe como un medio para mejorar la posición al interior de un espacio social, sino como un fin en sí mismo cuyo único beneficio sería la recreación personal. Tampoco se reconoce la forma específica del capital corporal del campo boxístico, especialmente los atributos viriles a los que se hizo referencia, como un valor del que se deba dar cuenta a través de prácticas corporales concretas. En definitiva, este grupo manifiesta indiferencia hacia el capital en juego, o lo que Bourdieu denomina un “rasgo axiológico de no preferencia”, que implica además un determinado estado de conocimiento del campo que imposibilita discernir las apuestas propuestas. Lo que, sintéticamente, sería el opuesto exacto de la illusio propia de todo agente que aspire a pertenecer a un campo social (Bourdieu y Wacquant, 1995: 80). Mientras que los boxeadores recreativos limitan su compromiso a las facetas de la práctica boxística que se muestran compatibles con su estilo de vida, los boxeadores competitivos intentan adecuarse a las exigencias que impone el campo boxístico. Los testimonios de los jóvenes de este último grupo reflejan un antes y un después a partir de su inserción en el gimnasio. El hacer de su cuerpo un valor a ser utilizado de manera eficaz en el microcosmos social del boxeo implica respetar constantes cuidados

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corporales e imponer orden y disciplina a las costumbres cotidianas. El capital que estructura este campo social solo existe bajo la forma incorporada y esta incorporación hace que sus exigencias se trasladen a las más diversas esferas de la vida. A partir de ello se puede comprender el hecho de que los boxeadores testimonien que, al adquirir la condición de tales, no volvieron a ser los mismos que antes. Si, como sostiene Joyce Carol Oates, “el boxeador es su cuerpo” (Oates, citada por Wacquant en Auyero, 1999: 240) se es boxeador las veinticuatro horas del día. Esta omnipresencia del campo en la existencia cotidiana, toma la forma de una ascética particular que, por momentos, lo abarca todo. El respetar los dictados del sacrificio constituye uno de los signos de la adhesión dóxica al campo boxístico y un elemento clave

para

comprender

el

proceso

de

socialización

específico

que

implica

la

transformación en boxeador. Si bien muchos de los boxeadores recreativos poseen conocimiento acerca del régimen de vida propio del boxeador, no muestran una adhesión al mismo. Dados los fines que persigue la modalidad de práctica que realizan, esta no exige una inversión de tal magnitud. En este grupo, la gestión corporal posee límites espacio – temporales más o menos acotados a los entrenamientos en el gimnasio. Esta concepción instrumental del entrenamiento, responde a la lógica social de producción de las diferentes especies de capital. En este caso la producción de capital corporal no se orienta por el interés específico del campo boxístico sino por intereses externos al mismo como son la salud, la belleza, el bienestar y el cuidado de la imagen. El concebir el entrenamiento boxístico de esta forma excluye en estos agentes la intención objetiva de ingresar a este campo y viola el axioma fundamental que deben respetar los agentes de todo campo social: el estar comprometidos en la lucha por aumentar el volumen del capital que determina las diferentes posiciones. El boxeo es un deporte en el que dos personas se golpean con los puños. A partir de esta simple definición se puede deducir que, para poder hablar propiamente de boxeo, se hace necesaria la existencia de dos contendientes que no solo se encuentren dispuestos a propinar golpes sino que también estén preparados para recibirlos de su rival. La incorporación de las habilidades y aptitudes en el plano físico, obtenidas fundamentalmente mediante el trabajo corporal, no poseen valor si no se despliegan en el enfrentamiento a golpes. El compromiso en el entrenamiento y el régimen son condiciones necesarias pero no suficientes para constituirse en boxeador. Es la capacidad de resistir la violencia física propia de la competencia, el elemento decisivo y de mayor significación para los agentes que integran el campo. Si, como se sostiene líneas arriba, el régimen es un signo de adhesión dóxica al campo del boxeo, el exponer el capital corporal producido a su destrucción, constituye su axioma fundacional (Wacquant en Auyero, 1999: 275). El cultivo del cuerpo en el boxeador competitivo solo puede comprenderse como un interés específico al campo si es realizado en pos del desempeño en la competencia.

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Los boxeadores competitivos conciben el hecho de entrenar sin boxear como algo carente de sentido, mientras que, para los boxeadores recreativos, es casi una irracionalidad el exponerse a los riesgos de la competencia. Para los boxeadores competitivos la afirmación de la masculinidad a través del enfrentamiento violento posee significados que trascienden la competencia boxística. Resistir a la violencia física sin temor constituye un atributo valorado en muchos de los espacios en los que transcurre la socialización de los púgiles competitivos, en los que la violencia es casi una forma obligada de afirmación personal. Esto hace de la práctica boxística una posibilidad de actualizar disposiciones previamente constituidas. En cambio, la exposición a la violencia, viola la concepción del cuerpo que poseen los jóvenes de boxeadores recreativos y hace de su comunión con este axioma de la doxa boxística un hecho menos probable. La aceptación de las exigencias del boxeo no se limita solo al sentido que posee la violencia física. Las posibilidades concretas de integración a los circuitos de producción e intercambio social inscriptas en el habitus de los agentes como posibilidades e imposibilidades, caminos a seguir y principios de concepción, percepción, volición y acción (Bourdieu, 1991:104) pueden hacer del boxeo una oportunidad de adquirir cierto status social o una mera distracción. Las disposiciones y los intereses específicos al campo del boxeo y el reconocimiento del capital corporal viril que lo estructura requieren de disposiciones constituidas previamente, a lo largo de toda una trayectoria social. Esta esfera permite acceder a la racionalidad específica que posee la práctica para sus agentes y la dimensión subjetiva que le es inherente. El caso de los boxeadores recreativos que, a partir de sus posibilidades, condicionadas por la estructura y el volumen de su capital, y su trayectoria en campos estructurados por otras formas de capital, puede comprenderse, desde la perspectiva de Bourdieu, por el hecho de que el reconocimiento de las apuestas que requiere un campo implica indiferencia hacia otras apuestas en caso de que estas no sean simplemente concebidas como irracionales o desinteresadas. En líneas generales se puede observar que los boxeadores competitivos, agentes mayoritariamente situados en sectores precariamente integrados a la estructura social, sostienen una creencia en el juego boxístico y en el valor de las apuestas que deben realizarse en pos de la acumulación de su capital específico, el capital corporal en su forma viril, mientras que los boxeadores recreativos, situados en sectores sociales de clase media permanecen en buena medida indiferentes a él asignándole un significado acorde a su modo de percibir y actuar en el cosmos social. Desde esta perspectiva puede comprenderse el ajuste o desajuste a las exigencias del boxeo como una manifestación de habitus estructurados en diferentes condiciones de existencia.

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A continuación se exponen en un cuadro comparativo las diferentes categorías analíticas utilizadas para la construcción de los tipos de boxeadores “recreativos” y “competitivos”.

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Cuadro descriptivo de boxeadores tipo “recreativos” y “competitivos” Aspectos de importancia en el proceso de socialización de boxeadores tipo “competitivo” y “recreativo”

Boxeador Competitivo •

Condiciones socioeconómicas según estratificación sociodemográfica de la Ciudad de Córdoba. • • • Actividades laborales: características generales

• • •

Los púgiles competitivos provienen de barrios de clase baja: Yapeyú, Ampliación Yapeyú y Maldonado (colindantes a barrio General Paz), Observatorio, 1º de Mayo, Las Violetas y Las Flores Actividades laborales que no requieren alto grado de calificación (Esto se da tanto en los púgiles como en los miembros de su familia) Frecuentemente se observan modalidades de contratación informal (trabajo en negro), tanto en los púgiles como en los integrantes de su entorno familiar. Elevados requerimientos en el plano físico (peón, pintor, albañil, jornalero, changarín, empleado de fábrica, vendedor ambulante, etc.) Inicio temprano en la actividad laboral (aproximadamente a partir de los 15 años) Jornadas laborales extensas (abarcan alrededor de 8 horas diarias) Generalmente desarrollan una actividad laboral similar a la de sus padres.

Boxeador Recreativo •

La totalidad de los púgiles pertenece a un barrio de clase media, Alto Alberdi.



Actividades laborales calificadas y/o profesionales (Esto se da tanto en los púgiles como en los miembros de su familia). Modalidades de contratación formal e informal. Uno o ambos progenitores trabajan bajo modalidades de contratación formal. Utilización de capacidades intelectuales (atención de clientes, trabajos administrativos de diferente índole, representantes de ventas, jefe de personal, consultoría, operario, guía de turismo, actividades en el rubro informático, etc.) Incorporación a las actividades laborales luego de finalizado el periodo de enseñanza media (18 años), durante el cursado del ciclo de enseñanza superior (18 en adelante) o una vez finalizado el mismo (25 años en adelante). En algunos casos, los jóvenes de este grupo poseen mayor nivel educativo que sus padres.

• • •



• • Actividades Educativas • •

Frecuentemente se da la deserción escolar durante los primeros años del Ciclo de Enseñanza Media. En los casos en los que se finaliza esta etapa no se continúan estudios de nivel superior. En algunos casos se realizan cursos o aprendizajes informales de distintos oficios. Familias nucleares



Buen número de asistentes cursan estudios de nivel superior. La mayoría finalizó el Ciclo de Enseñanza Media.



Familias nucleares

Composición familiar

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• Edades • • Ingreso a la práctica

Capital Simbólico

Las edades de los asistentes se encuentran comprendidas en el rango que va desde los 13 hasta los 35 años (aproximadamente) Motorizado por un proceso de transformación y alejamiento de un entorno hostil y dañino para la salud. Búsqueda de reconocimiento social a partir de su desempeño deportivo.

• • • •



Derivado del capital corporal viril y del capital pugilístico.









Acreditación institucional



Dado que la violencia física es una modalidad frecuente de resolución de conflictos, la confrontación reglamentada del boxeo en ocasiones no es percibida ni experimentada como violenta o peligrosa. Los púgiles se exponen a la violencia propia de la actividad tanto en competencias formales como en entrenamientos. Poseen licencia de boxeador.

Competencia



Regularmente participan de competencias formales.



Cuota mensual





Régimen de entrenamiento (Trabajo corporal)

• • •

Abonan una cuota mensual de 10 pesos al Polideportivo General Paz en calidad de contribución. Asisten al gimnasio cinco o seis días a la semana. Realizan footing diariamente Complementan el entrenamiento con dieta alimentaria y diversos cuidados corporales. El entrenamiento se intensifica ante la proximidad de una competencia. Impone una rigurosa disciplina y respeto por las normas de funcionamiento del gimnasio. Selecciona los púgiles aptos para la competencia y frecuentemente utiliza diversos modos de exclusión para los no aptos. Propende a la adaptación del púgil a las exigencias de la práctica.

Violencia física •

• Estilo del entrenador

• • •





• • • •

Las edades de los asistentes se encuentran comprendidas en el rango que va desde los 17 hasta los 38 años (aproximadamente) Interés en el cuidado de la salud y en el cultivo de la propia imagen. Distensión y recreación a través de la práctica deportiva. No hay interés en obtener reconocimiento social a través del desempeño deportivo. No se observa la búsqueda ni la obtención de reconocimiento derivado del capital corporal o pugilístico. El boxeo es percibido como excesivamente violento. Raramente se dan confrontaciones que impliquen violencia física en este grupo, ya sea durante la práctica box. Este grupo no realiza actividades que impliquen grados significativos de violencia física. No poseen ningún tipo de acreditación institucional. No participan de competencias. Abonan una cuota de 30 pesos mensuales al entrenador a cargo del lugar. Asisten al gimnasio tres veces por semana.

Tolerante, permisivo y cordial. Se limita a mantener el funcionamiento global del gimnasio sin atender a ningún púgil en particular. En la medida en que abone la cuota mensual exigida no excluye a ningún asistente Propende a la adaptación de la práctica a las necesidades del púgil.

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