Territorio Comanche para la policía: peligrosidad y seguridad en el centro de Madrid a partir de la génesis de dos de sus barrios.

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“Territorio comanche” para la policía: peligrosidad y seguridad en el centro de Madrid a partir de la génesis de dos de sus barrios. Autor: Santiago Ruiz Chasco. [email protected] Doctorando en el Departamento de Sociología IV, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Universidad Complutense de Madrid. Eje 2. Conflictos por el espacio, estrategias y resistencias. Palabras clave: Barrios, Seguridad, Lavapiés, Salamanca, Historia.

Los buenos y los malos barrios de Madrid… No creo que haya barrios ricos y pobres, Madrid es una ciudad plural y abierta1. Quizás no sea casualidad que estas palabras vengan de una presidenta de uno de los distritos acomodados de la ciudad. Lo cierto es que, incluso antes de la crisis, la renta per cápita de los madrileños llegaba a ser cinco veces mayor dependiendo del barrio en que vivieran2. Decir que en Madrid se ha sufrido menos la crisis que en otras regiones es, igualmente, ocultar las enormes desigualdades que existen a nivel de barrio3. La concentración de riqueza en determinados barrios es concomitante a la escasez de la misma en otros, o en palabras de uno de los pioneros en adentrarse al estudio de la ciudad: es la miseria de los barrios pobres la que posibilita la existencia de los barrios ricos (Engels, 1965). La histórica frontera que divide social y económicamente la ciudad entre un Noroeste de clases medias y altas, y un Sureste de barrios de clases populares y trabajadoras, se ha venido fortaleciendo en las últimas décadas (ver mapas 1-4 en anexo gráfico). Quizás tampoco sea cuestión de azar que en los barrios donde se concentran las clases populares y trabajadoras sea donde existe una mayor preocupación por la delincuencia (ver mapa 5 del anexo gráfico). No obstante, es ya una hipótesis más que contrastada el hecho de que la existencia de una mayor o menor inseguridad no tiene por qué corresponder con los niveles objetivos de delincuencia. Como ejemplo, valga la comparación entre la distribución de la preocupación por la delincuencia y los robos contabilizados por la policía municipal de Madrid (Mapas 6 y 7 del anexo documental). Para profundizar nuestro conocimiento sobre esa brecha, exploramos ciertos foros a través de los cuales diferentes usuarios que ya viven en la ciudad aconsejan sobre los barrios más y menos recomendables para vivir. Es interesante, en primer lugar, el consenso existente en cuanto a la división entre barrios buenos y barrios malos, así como el lugar central que ocupa la seguridad en dicho juicio de valor; y en segundo 1

Palabras de Isabel Marítnez Cubells, presidenta-concejala de la Junta de distrito de Chamberí http://madridiario.es/noticia/195664 2 La renta per cápita de los madrileños se quintuplica según el barrio en que vivan http://www.abc.es/hemeroteca/historico-26-10-2004/abc/Madrid/la-renta-per-capita-de-losmadrile%C3%B1os-se-quintuplica-segun-el-barrio-en-que-vivan_96384254914.html 3 Los 65.000 superasalariados madrileños con más de 100.000 euros de ingresos anuales (sin contar inversiones inmobiliarias y financieras), gana más que la suma de los salarios del millón de trabajadores con menor sueldo de la región. https://www.diagonalperiodico.net/global/la-comunidad-madrid-lacrisis-va-por-barrios.html

lugar, la estrecha identificación entre barrios peligrosos y la composición social de los mismos (ver anexo documental). De esta forma, se dibuja una frontera entre barrios peligrosos y barrios seguros que prácticamente se ajusta a la frontera socioeconómica anteriormente citada. El hecho de ver repetida la imagen de un Norte con barrios más seguros, y un sur con barrios más peligrosos, corrobora ese estrecho vínculo entre condiciones de vida y seguridad ciudadana: “de Atocha para arriba empieza lo bueno”, “de Legazpi para abajo, huye”. El espacio es uno de los lugares donde se ejerce el poder de una forma mucho más sutil, aceptada y naturalizada: una auténtica violencia simbólica inadvertida (Bourdieu, 2010). La imposición de un cierto orden espacial está íntimamente relacionada con el orden socioeconómico en el que se desarrolla. Por ello, para seguir profundizando en la forma en la que opera la estigmatización territorial en Madrid, se hace necesario arrojar algo de luz sobre la propia génesis del dispositivo securitario, así como de lo hoy entendemos como un barrio seguro, necesaria contrapartida del barrio peligroso. Bajo la premisa de que la mejor forma de conocer el presente es a través de la historia, proponemos algunas reflexiones en relación a la seguridad en la ciudad de Madrid a través de dos de sus barrios social e históricamente antagónicos: Lavapiés y Salamanca.

Lavapiés y la muchedumbre Como explicaron Passeron y Grignon (1991), todo lo que envuelve lo popular como categoría de análisis debe ser revisado de una forma crítica. En este sentido, es común leer y oír que Lavapiés, uno de los barrios populares del centro de Madrid, fue una judería4. Habría que empezar por desmentir lo que es producto de una construcción romántica del siglo XIX extendida a través de zarzuelas y literatos costumbristas, ya que no existe evidencia arqueológica alguna que corrobore esa idea. Lo que sí es cierto es que este barrio comenzó siendo un arrabal donde fueron llegando diferentes pobladores empobrecidos del campo castellano, empezando a constituir uno de los espacios donde se movía la temida muchedumbre, ese sujeto histórico sin el cual se hace difícil la comprensión de todo el conjunto de medidas de seguridad e higiene implantadas a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, y que constituyen la espina dorsal del posterior desarrollo capitalista de la ciudad en cuanto a seguridad pública. Durante la Edad Media, esta zona extra-muros de la ciudad fue poblándose por grupos empobrecidos que gracias a una “economía de la improvisación”, con tanta historia en Madrid, sobrevivían en los arrabales que crecían alrededor de algún convento o palacio ubicado en las afueras. Al estar relativamente lejano del centro de la ciudad (Plaza Mayor), el barrio fue acogiendo en su interior algunos oficios “molestos” que, por reales decretos, fueron emplazados a estas zonas. Un ejemplo son los curtidores, que por decisión de Felipe II nada más llegar con la Corte, fueron emplazados a seguir con su actividad en lo que se conocerá como Ribera de Curtidores. En el cuartel de Lavapiés se irán levantando las primeras fábricas de la ciudad, como la fábrica de 4

El origen del barrio es hebraico. La judería madrileña tenía su núcleo de población en el paraje…que estaba precisamente donde se alza hoy la Iglesia de San Lorenzo. (Veksler, 2004; p.48).

coches o la de cervezas, ambas en la plaza de Lavapiés. Pero la fábrica que dará mayor carácter al barrio será la de Tabacos, así como sus trabajadoras: las cigarreras. Con la muralla, de arrabal, Lavapiés pasó a ser uno de los barrios populares de Madrid, donde se concentraba buena parte del pueblo bajo madrileño, compuesto mayoritariamente por jornaleros y artesanos que (sobre)vivían con los ingresos obtenidos de vender su fuerza de trabajo. Era el colectivo más numeroso de cuantos había en Madrid, y serían los protagonistas de los motines, como el de Esquilache en 1766 (López, 2006). Lavapiés será uno de esos espacios urbanos donde se concentren todos los males objeto de reforma de los ilustrados. Las consecuencias políticas y administrativas que traería consigo el motín son de una importancia crucial para comprender el desarrollo posterior de las cuestiones de orden público en la ciudad. Así, dos años después del Motín, Carlos III dictará la Real Cédula de 6 de octubre de 1768 por la que se divide la población de Madrid en ocho Cuarteles, y cada Cuartel, a su vez, en ocho barrios. Es la primera vez que aparece el término barrio en una división administrativa de la ciudad, y los motivos hay que buscarlos precisamente en los temores que el motín suscitó. Al mismo tiempo, se crea una institución encargada de su vigilancia: el Alcalde de Barrio, cuya principal misión será controlar con mano dura el orden público, tan seriamente amenazado por el motín. El precedente inmediato de lo que será la policía moderna nacía con unos fines muy claros, pero igualmente, muy amplios. Esa multitud que, progresivamente, iba siendo proletarizada por la propia imposición de las relaciones sociales capitalistas en la ciudad, era vista por parte de las autoridades de la ciudad con cierto desdén, como una muchedumbre iletrada e indisciplinada. Producto de una visión de las clases populares desde arriba, lo cierto es que despertaba en las élites del Antiguo Régimen un ambiguo sentimiento de miedo, fascinación y desprecio. Para los campesinos recién llegados a la capital, la pertenencia a un barrio suponía una oportunidad de regenerar una identidad social dentro del anonimato al que la ciudad obligaba en un primer momento. Será igualmente significativo el hecho de que, el propio desarrollo de dicha conciencia identitaria barrial entre las clases populares permita a la Superintendencia General de Policía, auténtica policía secreta de la opinión pública a finales del siglo XVIII, identificar los discursos antiliberales según patrones espaciales. El miedo al terror contrarrevolucionario se mezcla con el desprecio a las masas proletarizadas, conformando la imagen de unas “clases peligrosas” tanto social como políticamente. (París, 2013; p.359). La génesis moderna de las clases peligrosas (Chevalier, 1958) está en estrecha relación con el desarrollo de todo el dispositivo de seguridad e higiene que se irá implantando en las ciudades occidentales. Es el modelo de la peste, que Foucault usó para señalar las nuevas formas de gestionar la seguridad en las ciudades (Foucault, 2008). El nuevo poder que se va perfilando a través de las medidas tomadas por los ilustrados aspira a la seguridad de la sociedad respecto de los que se empiezan a definir como enemigos internos, de esa población-

objeto que comienza a ser el instrumento principal de esa forma concreta de dominación social que Foucault llamará biopoder5.

Salamanca: la burguesía se protege Cuando se habla de seguridad se empieza a hacer referencia, no sólo a la defensa de los intereses de clases dominantes, sino a toda una serie de mecanismos e instituciones capaces de maximizar los elementos positivos, entre ellos, una buena circulación de bienes y personas, minimizando todo lo posible los riesgos u obstáculos a ésta, como el robo, las enfermedades, o las insurrecciones populares. El desarrollo del proyecto de dominación de la burguesía irá de la mano de la creación de instituciones de control social como el medio de responder a la naciente cuestión social (Castel, 2002). En regímenes políticos y sociales en los que se estaba proclamando la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, el fin de estas instituciones no es otro que evitar el estallido de la guerra social ante una estructurada desigualdad. De esta forma, la institucionalización de la policía como un saber-poder vendrá a llenar el vacío dejado por otras instituciones, como la Inquisición6. Una forma de ejercer el poder que articula necesariamente la disciplina (dirigida al individuo, a los cuerpos) y la seguridad (dirigida a la población, a los enemigos internos) como dos conjuntos de mecanismos complementarios que conjugan el propio ejercicio del poder (Foucault, 2008). De lo que se trata es de re-situar la ciudad en los espacios de circulación más amplios que se empezaban a tejer con el mercantilismo. La policía moderna aparece como una función estatal, conjuntamente a la Justicia o la Hacienda, pero lo que la diferencia es precisamente el interés por lo que los hombres hacen o dejan de hacer, lo que está en estrecha relación con la producción de un nuevo espacio urbano higiénico. Es desde esta perspectiva desde la que hay que interpretar la gran reforma urbana del siglo XIX. En Madrid este proyecto higiénico comienza tras el derribo de la muralla en 1860 y el desarrollo del Plan de Ensanche de Castro, del que saldrán las tres partes del nuevo Madrid: Chamberí (Norte), Salamanca (Este) y Arganzuela (Sur). Los ensanches, como el que proyectó Haussmann en París, hay que entenderlos como la plasmación en el espacio urbano de un modelo de sociedad concreto. Entre otras cosas, necesitaba crear una ciudad segura, es decir, donde las clases peligrosas estén relativamente controladas, y en la que no les sea tan fácil, como lo había sido hasta ese momento, hacerse con la ciudad y parapetarse tras barricadas. La modernización de las ciudades no refleja simplemente una mejora del ornato, belleza o monumentalidad de las mismas, sino que está inscrita a fuego en las propias luchas políticas que la burguesía empezaba a entablar con una cada vez mejor organizada clase obrera. Un ejemplo del “éxito” de la reforma de Haussmann fue lo rápido que el ejército pudo aplastar la Comuna de París en 1871.

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Mecanismos por medio de los cuales los rasgos biológicos fundamentales podrán ser parte de una política, una estrategia de poder (Foucault, 2008) 6 La Inquisición se abolió formalmente en las Cortes de Cádiz (1812), sin embargo, no será eliminada de forma definitiva hasta 1834.

El urbanista de la Ilustración había imaginado individuos estimulados por el movimiento de la muchedumbre de la ciudad. El urbanista del siglo XIX imaginó individuos protegidos por el movimiento de la muchedumbre (Sennet, 2010; 346). Quedaba patente que la modernización no iba a ser igual de próspera para todos. Una mayoría social seguía viviendo en la miseria en los arrabales de la periferia y las corralas del centro de la ciudad, mientras tanto, en el otro lado de la estructura social, y también de la ciudad, la Castellana se convirtió en un coto cerrado de aristócratas y burgueses, lo que aumentó el precio del suelo, y creó una verdadera frontera socioespacial entre un Norte rico y un Sur pobre, una frontera que sigue definiendo socialmente la ciudad a día de hoy. Los únicos integrantes de las clases populares en esos barrios eran sirvientes de las familias de la burguesía o aristocracia. La burguesía escapa así, de la mezcolanza social, y se protege en barrios homogéneos (como el barrio de Salamanca), a través de los cuales va dando forma a una ciudad moderna y segregada que condicionará a través del propio espacio las diversas formas de sociabilidad de las diferentes clases. La cuestión de la seguridad es indisociable de todo este proyecto: la propia segregación social supuso todo un dispositivo a través del cual la burguesía, al mismo tiempo que creaba sus propios espacios de reproducción social, alejaba a las clases peligrosas, que serían vistas como intrusos en sus espacios de seguridad.

Reflexiones finales La cuestión urbana (Castells, 1976) remite necesariamente a la coacción por los recursos comunes a lo largo del tiempo, pero igualmente, a su reapropiación. El espacio está marcado por las desigualdades sociales y conflictos (abiertos o soterrados) que apuntan a las relaciones de poder en un determinado orden social. De esta forma, el espacio no sólo existe en su dimensión material, sino que también es una categoría de percepción de la realidad y de acción pública. Un ejemplo es la forma en que el urbanismo, a través de palabras que designan espacios, contribuye a su producción y organización (véanse los barrios sensibles o peligrosos). Se ponen en juego toda una serie de oposiciones que se reproducen en las categorías de pensamiento y apreciación de los diferentes espacios: centro/periferia, capital/provincia, barrio seguro/peligroso. Esta es una de las formas en que incorporamos a nuestra propia capacidad de interpretación del espacio las estructuras del orden social, ya que es a través de la exposición prolongada a las distancias espaciales en que se afirman las distancias sociales (Bourdieu, 2010; p.121). La ciudad ha servido de laboratorio de toda una serie de estrategias y prácticas de control social dirigidas a disciplinar una pobreza que, desde los ilustrados, será sinónimo de vicio y vagancia. Es a partir de entonces cuando se marcan los dos caminos de la asistencia social y la política penal para el gobierno de la población. Las resistencias populares a la implantación de medidas dirigidas a la felicidad de la Nación, llevará a indexar como peligrosas toda una serie de conductas, grupos, discursos y saberes. Los barrios como Lavapiés se convertirán en laboratorios privilegiados de disciplina y seguridad, a través de los cuales el Estado reclame para sí el monopolio de la violencia legítima. Con esa lógica de prevención nace, a partir del

siglo XIX, un nuevo espacio higiénico donde la burguesía desarrollará un entre-sí selectivo (Pinçon y Pinçon-Charlot, 1989), como el barrio de Salamanca atestigua. Un dispositivo de seguridad que sirve, a su vez, de condición de posibilidad de la reproducción de la dominación social a través del espacio: la propia disposición espacial de la ciudad demuestra una de las paradojas de la burguesía: una clase que se apoya en valores profundamente individualistas, pero que en la práctica es necesariamente colectivista. Siendo la clase social más movilizada: una clase en y para sí (Pinçon, 2003). Una idea se impone sobre todas las demás: seguridad. A partir de elevar esta categoría al nivel de realidad autónoma, se legitima que la acción gubernamental pueda actuar arbitrariamente. Sin embargo, la seguridad, en democracia, no tiene contenido propio, sino que está vinculada a toda una serie de necesidades sociales, es decir, se define a partir de los derechos, no contra éstos. Es por esto que hablar de seguridad en abstracto permite abrir la vía de estrategias y prácticas autoritarias como únicas salidas políticas ante determinadas amenazas al orden. Por motivos de seguridad se podrá, de este modo, establecer una suerte de régimen que suprima de facto las libertades civiles de los ciudadanos. Una instrumentalización de un miedo localizado en unos grupos concretos, para hacerlo un miedo de todos. Ese es el espíritu de la ideología de la defensa social (Foucault, 2000). Si esos actos de terrorismo de baja intensidad se reproducen, sus protagonistas tienen que sentir sobre ellos todo el peso de la Ley, de una Ley que tiene que defendernos a todos de la voluntad liberticida y totalitaria de esos pocos7. Las reformas contemporáneas del Código Penal o la Ley de Seguridad Ciudadana llevan a definir la seguridad como el derecho del que dependen los demás. Toda la prevención y el poder punitivo del Estado encuentran en el mantenimiento de la seguridad su justificación existencial. De este modo, la culpabilidad pasa a un segundo plano y se consolida la peligrosidad como condición social, a través de normas penales que, en lugar de asegurar, impiden el ejercicio de los derechos y libertades. Esto se ha traducido en una criminalización de la pobreza, y de la protesta. En un contexto en el que la Fiscalía General del Estado pide numerosos años de cárcel para trabajadores por participar en huelgas generales o en la primera manifestación del movimiento 15M en Madrid, al mismo tiempo que se destapan el “caso Pujol”, “la Operación Púnica”, “las tarjetas black de Bankia”, la colaboración de bancos con las mafias internacionales, etc., quizás sea buen momento para replantear críticamente la definición de la peligrosidad social en sociedades que se definen a sí mismas como democráticas. De este modo, quizás ya no hablemos de clases peligrosas para referirnos a los que viven en barrios como Lavapiés o el Raval, sino en otros, como Salamanca o Pedralves8, heurísticamente hablando.

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Artículo de Esperanza Aguirre en ABC el 31/03/2014 sobre los hechos acaecidos en las manifestaciones del 22 de marzo de ese año. http://www.abc.es/espana/20140331/abci-aguirre-manifestaciones201403310904.html 8 Para finalizar, acudimos a un artículo sugerente de Joan Subirats acerca de la pertinencia de llamar gueto al Raval o a Pedralves. http://elpais.com/diario/2005/07/21/catalunya/1121908045_850215.html

ANEXO GRÁFICO Mapa 1. Porcentaje de parados en la ciudad de Madrid por distritos. 2011

Mapa 2. Distribución de la renta per cápita por distritos en la ciudad de Madrid. 2008

Mapas 3 y 4. Nivel de estudios por distritos en la ciudad de Madrid. Izquierda: porcentaje de personas con tercer grado. Derecha: porcentaje de personas sin estudios. 2010

Mapa 5. Porcentaje de personas que considera que hay delincuencia y/o vandalismo en su zona. 2001

Mapa 6 y 7. Porcentaje de tirones (izquierda) y robos con intimidación en bancos sobre el total (derecha)

ANEXO DOCUMENTAL Extractos de algunos foros de internet donde se mencionan los barrios que los participantes consideran más peligrosos y más seguros. Foro 1. Embajadores- Lavapiés, Entrevías, Tetuán, Moratalaz, Orcasitas, Ciudad de los Angeles, Usera, Puente y Villa Vallecas, Vicálvaro y Villaverde…Igualmente, yo no diría puramente peligrosos, diría menos buenos, tampoco es la jungla, sólo hay que ir con cuidado Como ya han dicho antes, cuanto más caro, más seguridad creo yo…Castellana, Retiro y Chamartin pues muy bien y muy caro. Para la máxima seguridad, claramente seria una urbanización en plan La Moraleja o el Encinar de los Reyes. LOS PEORES BARRIOS SON: Vicalvaro, Orcasitas, Usera, Carabanchel, Vallekas… Hortaleza, Simancas Lavapies, La Latina y demás son barrios donde mas que nada predomina un alto nivel extranjero. LOS MEJORES BARRIOS SON: -El Barrio de Salamanca incluyendo, Goya, Retiro, Serrano, Principe de Vergara, Lista. Moncloa, Arguelles, Isla Filipinas y Alrededores de la Castellana... Yo también te diría que ni se te ocurra cogerte un barrio de Madrid (así a grandes rasgos) por el sur, véase Usera, plaza elíptica, Villaverde, Carabanchel… Luego de Madrid Madrid, olvídate de Embajadores (Lavapiés) y la zona de Bravo Murillo más pegando a la glorieta de cuatro caminos (es panchilandia). Distritos buenos: Salamanca, Chamartín, Chamberí, Retiro, Hortaleza, Fuencarral y Moncloa. Distritos malos: Usera, Villaverde, Carabanchel. Los demás tienen zonas buenas y malas… En el Centro especialmente, hay zonas que son lo mejorcito y lo peor de Madrid. Lo mejor (aunque más caro) es Pozuelo, Majadahonda y tal (pijolandia)

Foro 2. Quisiera saber, cuales son los barrios y distritos mas "peligrosos" de Madrid, donde vive mucha gente pobre, juventud sin futuro, inmigrantes ilegales, trafico de drogas, etc.

Foro 3. Por lo general, de legazpi para bajo huye…Ciudad de los angeles ni se te ocurra, hay un carrefour al lado y es gitano-land.

De lo que conozco evita todo lo que esté al sur de Atocha. De Atocha hacia arriba empieza lo bueno... y lo caro, claro. Lavapiés…A mí me gusta salir por ese barrio por las noches, así que no es un sitio que no recomiende, al contrario, pero también te diré que por la noche es mejor no meterse por sus calles con una cámara reflex colgando del cuello, con joyas a la vista y bueno, yo creo que hasta perderse puede acabar con un susto, no porque te vaya a pasar nada, sino por miedo a que te pase, jaja, es por el ambiente, da más percepción de inseguridad de la que realmente tiene. …pero hay muchas otras zonas céntricas como el barrio de Salamanca, Chamberí, etc dónde no tomaría ninguna precaución en particular

BIBLIOGRAFÍA Bourdieu, P. (2010); La miseria del mundo. México DF. Fondo de Cultura Económica. Castel, R. (2002); La metamorfosis de la cuestión social: crónica del salariado. Madrid. Paidós. Castells, M. (1976); La cuestión urbana. Madrid. Siglo XXI Editores. Chevalier, L. (1958); Classes laborieuses et clases dangereuses. Paris. Pluriel editions. Engels, F. (1965): La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845). Buenos Aires, Editorial Futuro. Foucault, M. (2000); Defender la sociedad. México D.F. Fondo de Cultura Económica. (2008); Seguridad, Territorio, Población. Madrid. Ediciones Akal. López, J.M. (2006); El Motín contra Esquilache. Madrid. Alianza editorial. París, A. (2013); La construcción del pueblo bajo en Madrid. Trabajo, cultura y política popular en la crisis del Antiguo Régimen (1780-1833). Revista “Sociología Histórica” nº3, pp. 337-366. Passeron, J.C. y Grignon, C. (1991); Lo culto y lo popular: miserabilismo y populismo en sociología y en literatura. Buenos Aires. Nueva Visión. Pinçon, M. y Pinçon-Charlot, M. (1989); Dans le beaux quartiers. París. Editions du Seuil. Pinçon, M. (2003); Sociologie de la bourgeoisie. París. Editions La Decouverte. Sennet, R. (2010); Carne y piedra: el cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. Madrid. Alianza editorial.

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