Teología y pastoral en los tiempos líquidos

June 6, 2017 | Autor: Aurelio Gonzalez | Categoría: Teologia Pastoral
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Descripción



Bruno Forte es quizá el teólogo católico más representativo en esta primera y segunda década del siglo; su conferencia, aún no publicada, se pronunció en el Congreso Mundial de Universidades Católicas, el 19 de julio de 2013: "A crise de sentido, que atravessa a 'aldeia global', tem suas raizes fincadas na parábola da modernidade".
Publicación original: "Le pluralisme religieux et I'indifférentisme, ou le vrai défi de la théologie chrétienne", Revue théologique de Louvain 31 (2000) 3-32. Publicación resumida: Sal Terrae 158 (abril-junio 2001), p.83.
Dietrich BONHOEFFER, Ética, Trotta, Madrid 2000, p. 104.
Joseph RATZINGER, El nuevo pueblo de Dios, Herder, Barcelona 1972.
La obra de Zygmunt Bauman es muy basta, y la década de 1980 a 1990 se convierte en una fijación temática para tratar y reflexionar la modernidad, que dice tiene dos caras, una es modernidad sólida y otra es modernidad líquida: dos caras de la misma moneda.
Cfr. Zygmunt BAUMAN, Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, Fondo de Cultura Económica, México 2005.
José María BAUTISTA, Del imaginario rancio a la pastoral líquida, en Iglesia viva 231, julio-septiembre 2007.


8 Cfr. Documento de Aprecida, nn. 509-519.
Teología y pastoral en los tiempos líquidos

Recientemente, Monseñor Bruno Forte, comenzaba una conferencia con la siguiente frase: "La crisis de sentido, que cruza la "aldea global", tiene sus raíces firmemente incrustadas en la parábola de la modernidad". Me parece el mejor inicio, también, para esta sencilla reflexión; la frase, llena de luz y sabiduría, bien puede resumir nuestra actualidad y, sobre todo, puede motivar búsquedas y propuestas.
Comprender con cierta profundidad esta llamada parábola de la modernidad nos llevará a indagar raíces de esta crisis y proponer caminos pastorales, propiciar nuevas respuestas con audacia, con creatividad y con el sello del viento del Espíritu que sopla donde quiere.
El esquema puede ser muy sencillo en tres breves números; primero, un acercamiento de comprensión de la parábola de la modernidad. Segundo, la elección y descripción de la realidad con la metáfora de la modernidad líquida. Y tercero, una propuesta desde la urgencia, la emergencia urbana como pastoral líquida.
LA EXPERIENCIA HISTÓRICA O LA PARÁBOLA DE LA MODERNIDAD COMO UN "LEER LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS"

Al buscar comprensión a la complejidad del paradigma de modernidad, y sus consecuencias y aprendizajes, habremos de situarnos en el horizonte de la hermenéutica, para nuestro caso de la teología hermenéutica, que subraya la interpretación de las experiencias, precarias y provisionales, como cultivo para nuestras afirmaciones y convicciones en el hoy del mensaje permanente del cristianismo.
Alguien que ha trabajado, inmejorablemente quizá, la teología hermenéutica en nuestros tiempos, Claude Geffré dice:
"Nuestra experiencia histórica está siempre determinada por el presente histórico que nosotros vivimos hasta el punto de encuentro entre un espacio de experiencia que nos precede y un horizonte de espera aún mal definido. Lo que caracteriza lo que se llama la crisis de la modernidad es que nuestro espacio de experiencia se estrecha en el momento mismo en que el porvenir deviene más incierto y más indeterminado".
El espacio de experiencia, así llamado por Geffré, es la historia que va desde el triunfo iluminista de la razón, hasta el puente construido entre la utopía y el desencanto de los siglos XIX y XX. El denominado "siglo largo" comenzó con la Revolución Francesa y concluyó con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Aquí reinó la utopía de un pensamiento en continuo progreso y un ser humano cada vez más "Señor" que quiere destruir sus miedos y afianzar sus conquistas. Le siguió el siglo breve (1914-1991) marcado por ideologías y totalitarismos que terminaron por llevarnos al desencanto (con los horrores de la guerra, el exterminio y muros de divisiones); la mejor explicación se encuentra en "la Dialéctica de la Ilustración" de Max Horkheimer y Theodor W. Adorno. Así, la tierra totalmente iluminada hace brillar una calamidad triunfante.
El presente histórico, en la parábola moderna, se marca como crisis de sentido, el rostro de la decadencia donde no se soportan las tensiones serias, así describe con singular percepción Dietrich Bonhoeffer en su libro de ética:
"En lugar de las «grandes convicciones» y de la búsqueda del propio camino, se prefiere el fácil navegar en alas del viento. De este modo se confunde de manera funesta la fuerza con la debilidad, la vinculación histórica con la decadencia. Porque no hay nada estable, por eso se destruye la base de la vida histórica, la confianza en cualquier forma. Porque no hay confianza en la verdad, por eso ocupa su lugar la propaganda sofística. Porque no hay confianza en la justicia, por eso se declara como justo lo que es útil. Pero también la confianza tácita en el otro, que se basa en la estabilidad, se convierte cada hora en sospechosa observación de los hombres entre sí".
Tal es la situación de nuestro tiempo, tiempo de decaimiento. El horizonte de espera, como conclusión dialéctica de la parábola, camina entre el naufragio y una frágil balsa que se divisa en una aurora futura. El naufragio es la total desilusión como un nihilismo imperante o el relativismo aplastante, sería el primer escenario como amenaza. La frágil balsa en la aurora que empieza a despuntar no es la búsqueda o vuelta a los tiempos perdidos, sino una pequeña esperanza de salvación que nos lleve al puerto seguro de la Verdad, la Belleza, la Bondad. Esta balsa, en la teorización de los pensadores, tiene tres barrotes: el primero ha sido el redescubrimiento del otro (nuevo humanismo, nueva antropología), el segundo es el haber visto la cara de los demás en su desnudez que nos provoca la necesidad de una solidaridad a nivel interpersonal, y de allí, un salto al encuentro del Otro, como retorno a lo sagrado; quizá el pensamiento que resume este horizonte es la obra de Emmanuel Levinas.
Esta parábola moderna está desafiando al mundo y, por supuesto, a la Iglesia. Los retos parecen enormes; y más cuando hemos comenzado a reconocer que, como católicos en el mundo, somos una iglesia minoritaria. El porvenir del cristianismo se juega en América latina, en África y en Asia, que afianzan un mosaico teológico donde los ingredientes son los recursos culturales y las experiencias históricas completamente diferentes. Si podemos decir más, la postmodernidad no es un fenómeno reservado a Occidente. Se debe tomar en serio el imperialismo de una cultura mediática bajo el signo del consumo, del éxito material, del culto al cuerpo y a la belleza. En una palabra: uno de los rasgos más acusados de la nueva cultura es el relativismo de la verdad. Es preciso admitir que el cristianismo más extendido satisface poco a muchos de nuestros contemporáneos. ¿Alguien puede ver en esta aurora una balsa provisional?
Finalmente, cabe mencionar una obra de 1972 que llevaba como título "El nuevo pueblo de Dios": se convertía en un llamado a la reflexión y al compromiso con la realidad; se convertía en célebre su frase: "Vivir lo cristiano como actual". El autor era un entusiasta teólogo, Joseph Ratzinger. Veía una postura cristiana de condena y rechazo para la modernidad; hablaba de los pontificados de Pío IX y Pío X que condenaron el modernismo. Decía, si malentendemos modernidad con modernismo, entonces vamos a perder nuestra oportunidad de caminar con el mundo e iluminar el camino, vamos a dejar que el mundo tome su camino y la Iglesia tomará el propio; al final los dos perecerán. Si condenamos, entonces vamos a dejar que el mundo se vaya por su lado, que no nos tome en cuenta, que no nos escuche y por lo tanto que no nos pregunte tampoco (dejaremos de ser protagonistas de nuestra historia). Creo que en ciertos ámbitos de la Iglesia en la actualidad, ya ha sucedido algo de esto. No tomamos en serio estas advertencias y sufrimos las consecuencias.
LA MODERNIDAD LÍQUIDA, METÁFORAS DE LA MODERNIDAD TARDÍA

Antes de hablar de una balsa que nos salve del inminente naufragio epocal, elijamos y abundemos con una metáfora que nos diga más sobre nuestro presente histórico. En las últimas décadas se han venido proponiendo diferentes metáforas, imágenes y conceptos que clarifican las características complejas de nuestra actualidad. El retrato de nuestra cultura global tiene, pues, nombres como las generaciones next, light, X o Y, ahora la generación net. Hay rasgos comunes y hay los propios y característicos.
También se han presentado, más anteriormente, conceptos como propuestas de generalización, recordemos ciertos modelos, ciertas obras; empecemos por la Escuela de Frankfurt (M. Horkheimer, T. Adorno y W. Benjamin), la Escuela de Tubinga (que propone toda una renovación desde una teología crítica), la nouvelle théologie nos empezaron a inquietar, a invitarnos a la reflexión seria, a un cristianismo maduro. En medio de los pesimismos se encendían luces de esperanza.
También llegaron las metáforas; para enfatizar las distancias que se acortan y la comunicación que toma tinte de inmediatez, el sociólogo canadiense M. McLuhan nos propuso la metáfora de la aldea global. Para hablarnos del fin de la guerra fría, del colapso comunista y la nueva época de un liberalismo democrático, el norteamericano Fukuyama nos creó la metáfora del Fin de la historia; seguramente conocemos otras importantes metáforas.
Hay una metáfora que me parece sutil y encantadora, y que se ha convertido en parte del título de esta reflexión; el fenómeno que se percibe es una serie de generaciones que están propiciando modelos de vida en cambio constante y acelerado como impronta de su ser. La metáfora es modernidad líquida y su autor es el sociólogo, filósofo y ensayista Zygmunt Bauman.
La imagen es elocuente y seductora porque refleja en imaginación las notas significativas de nuestra realidad histórica; veamos, los líquidos se desplazan con facilidad, fluyen, se derraman, se desbordan, salpican, se vierten, gotean, inundan, rocían, chorrean, manan, exudan, características que, sí empezamos a entender la metáfora, descubriremos en los seres humanos que habitamos este momento de tiempos líquidos. A diferencia de los sólidos, no es posible detenerlos fácilmente. Si estamos pensando en las generaciones jóvenes, también nos lo reflejan, sortean algunos obstáculos, disuelven otros o se filtran a través de ellos empapándonos, emergen incólumes y sólo los sólidos sufren un cambio, se humedecen o se empapan. Las generaciones sólidas (cuarenta años y en adelante) estamos empezando a sentirnos como empapados, humedecidos; nosotros, que traíamos pensamientos sólidos, modelos de vida muy sólidos, principios, valores, ética, responsabilidades, mandamientos, comportamiento, agrupación nos vemos cuestionados, enfrentados y, en no pocas veces, ignorados.
De la imagen, pasemos a la descripción, de manera rápida y superficial quizá: la modernidad líquida, como categoría sociológica, es una figura del cambio y de la transitoriedad, de la desregularización y de la liberación de los mercados. Da cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones, el amor se vuelve flotante; hay una obra del mismo Bauman, el amor líquido, sin responsabilidad hacia al otro, se reduce al vínculo sin rosto que ofrece la web, surfeamos en la olas de una sociedad líquida siempre cambiante, incierta y cada vez más impredecible; es decadencia del estado del bienestar. La modernidad líquida es un estado sin certezas, donde los hombres que lucharon en la ilustración por la libertad se encuentran ahora obligados a ser libres.
Junto a la metáfora, Bauman nos explica que las identidades en la modernidad líquida son semejantes a una costra volcánica que se endurece, vuelve a fundirse y cambia constantemente de forma. Parecen estables desde lo externo, pero al llegar al propio sujeto y su interior, aparece la fragilidad y el desgarro constante. Así, la identidad es flexible y versátil para hacer frente a las mutaciones de sentido que debe enfrentar en las distintas etapas de la vida. La felicidad se transforma en un deseo individual constantemente transformado como aspiración en un péndulo que se mueve vertiginosamente entre la excitación y la insatisfacción.
Habría también una narrativa de la condición humana que nos dé la imagen global de esta parábola: el ser humano de la modernidad líquida vive en una sociedad en emancipación, es decir, revolucionaria de raíz, y recordemos que lo revolucionario tiene su tiempo, no es de ahora, tres décadas, cuatro décadas. Se vive al extremo la individualidad, donde el tiempo y espacio siguen siendo muy importantes pero ahora con algunas características más; el tiempo siempre y cuando nos ofrezca velocidad, velocidad pero en todos los sentidos, desde los automóviles más veloces hasta las informaciones tienen que ser más veloces: esto lleva a no jerarquizar ni profundizar; el espacio sigue siendo importante, pero que sea un espacio libre, que nos deje fluir, ir y venir, entrar y salir sin membrecías, normativas o compromisos; por lo tanto sí hay olvido y desprecio para las obligaciones domésticas (el retrato del joven sigue siendo este modelo de vida, y que de ninguna manera habría que empezar a juzgarlo, sino solamente a describirlo para empezar a valorarlo desde ese modelo). Después del olvido a las obligaciones domésticas y a los deberes éticos, nos encontramos comunidades artificiales, liquidas, frágiles… por lo tanto, aparecen y desaparecen (comunidades o miembros de ellas), un rato están en una y luego están en otra, fácilmente se pueden cambiar; su estrategia no es de conquista, sino no que se acaben las barreras, que no haya fronteras, que no haya limites, que dejen ir y venir; no se trata de conquistar y entonces establecerse o establecer el imperio, no; no quieren ser emperadores. La sociedad líquida quiere ir y venir, sentirse libre, sin responsabilidades ni programas, sin perfiles definidos.
¿Quiénes están entendiendo mejor esta metáfora con sus contenidos y características para evitar un colapso total de la humanidad? La escena parece de la película Titanic; es cuestión de tiempo, pero el barco está dañado en su estructura; viene el hundimiento. A nuestro alrededor no hay puerto cerca, no hay barco próximo, busquemos una balsa que nos salve la vida y nos lleve a lo nuevo con sentido.
UNA PROPUESTA DESDE LA URGENCIA, LA EMERGENCIA URBANA. ¿ES POSIBLE UNA PASTORAL LÍQUIDA?

Un maestro, tutor de Madrid, dice: "La trasmisión era la estructura de aprendizaje de la modernidad sólida, pero hoy ha quebrado. Necesitamos una nueva pedagogía de la fe, que dote de competencias espirituales a las personas, en lugar de medicarlas con altas dosis de contenidos doctrinales que vacunan contra toda sensibilidad religiosa y espiritual". Nuestra Teología católica tendrá que seguir abriendo ventanas de luz, como lo están haciendo varios autores, que alumbren caminos de diálogo y ayuda para los tiempos líquidos. El papel importante de la teología será con el horizonte que espera, siguiendo la parábola de la modernidad, señalar el despunte de una aurora y, entonces, la pastoral tendrá que hacer sus primeros pasos donde ha señalado la Teología; no habrá claridades pero sí rumbo y dirección. Es aquí donde nos atrevemos a hablar de una pastoral de emergencia, de urgencia, una pastoral in-formal (en cierto modo, improvisada), que la llamaremos pastoral líquida.
La era de la modernidad sólida ha dado lugar a la nueva etapa con la modernidad liquida, sin llegar a concluirse ni a eliminarse la primera. En la pastoral ha llegado el momento de una propuesta de lado, que atienda y que acompañe a la oveja u ovejas que pastan fuera del rebaño. ¿De qué se trata?, habría que ser sencillos y honestos, se trata a lo mejor de la fragilidad de una propuesta.

LA PASTORAL SÓLIDA, ENTE LO FORMAL Y LO NO FORMAL

Si hacemos el símil de la educación con la pastoral, podemos hablar de que existe una pastoral formal que se relaciona con la atención y crecimiento de la persona en su fe y pertenencia desde la institución eclesial: parroquia, centros de formación, grupos y movimientos. La estructura de la Iglesia atiende y forma a todos los que pertenecen y acuden con ella. La gradualidad y metodología se expone sistemáticamente en una Teología pastoral.

También existe una pastoral no formal, se trata de un proceso de crecimiento espiritual y de fe donde cada persona adquiere conocimientos, actitudes y criterios en la periferia de la estructura pastoral, y no de manera sistemática sino muy personal. Es el creyente que sin pertenecer a los grupos o movimientos, a veces sin acudir a su parroquia de origen sino a la que le atrae, se forma madura y responsablemente en su fe.
Es importante señalar que tanto la pastoral formal como la no formal son una sola, en ambientes diferentes, son una pastoral sólida. Ésta tendrá que seguir existiendo, es muy necesaria, es insustituible. Para muchos de nosotros, nos seguirá respondiendo una pastoral solida, pero recordemos que nuestras iglesias cada vez se van quedando vacías de jóvenes y adolescentes… Entonces, ¿qué vamos a hacer? Vamos haciendo una alternativa: a los que nos siga respondiendo la pastoral sólida, sigamos en la pastoral sólida. Sigue siendo válida, pero cada vez mas insuficiente; desde la parábola de la oveja perdida, nos vamos encontrando mas fuera que dentro. Las de dentro ocupan toda nuestra atención y las de fuera necesitan ser encontradas.
LA PASTORAL LIQUIDA, UNA PASTORAL INFORMAL

Siguiendo la misma línea, la pastoral informal será un proceso de aprendizaje continuo y espontáneo que se realiza fuera de las estructuras de pertenencia. Se trata de un acontecimiento o una serie de acontecimientos como hechos sociales no determinados que agrupan a quienes lo viven y, primero sin intención y luego con toda la intención, se convierten en camino de atención y pertenencia. En una pastoral que se autogenera desde una realidad, por lo regular de limitación o sufrimiento: indígenas en la ciudad, migrantes, niños de la calle, etcétera.
Para una pastoral informal no hay contenedores: una norma, un grado escolar, una membresía. Recordando la imagen de la balsa y sus tres barrotes, la pastoral informal solo tiene estas tres exigencias: primera, el redescubrimiento del otro que vive una situación semejante a mi; la segunda, haber visto la cara de los demás en su desnudez, que nos provoca la necesidad de una solidaridad a nivel interpersonal; surge la importancia de salvar la vida antes que cualquier otra necesidad; y la tercera, que ese otro sufriente me refleje y me lleve al Otro trascendente.
El documento de Aparecida afirma que las grandes ciudades son laboratorios de la cultura contemporánea compleja y plural, diríamos nosotros, allí se gesta cultura de la liquidez.
Esto provoca, muy probablemente, el bienestar de pocos y el malestar de las mayorías; por eso se notan actitudes de miedo a la pastoral urbana, pastoral informal; tendencias a encerrarse en los métodos antiguos y de tomar una actitud de defensa ante la nueva cultura, de sentimientos de impotencia ante las grandes dificultades de las ciudades8. Los nuevos retos pastorales y espirituales también pueden entenderse como exigencias de respuestas creativas que ''supondrá desarrollar nuevas capacidades y alfabetización dentro de la Iglesia''.
Para concluir este número, es importante descubrir que hay malestar desde hace tiempo en la Iglesia y los que somos de la Iglesia; nos estamos quedando solos y ''viejos''. Diversos estudios de la religión y la teología apuntan al hecho de que actualmente existe un verdadero divorcio entre la mayoría de las sociedades y la mayoría de las religiones establecidas, cada quien va estableciendo sus intereses donde unos y otros no se interesan mutuamente. Las sociedades seculares están, cada vez más, basadas en innovaciones tecnológicas y de comunicación; las religiones, las pastorales, las teologías nos mantenemos fieles a los lenguajes antiguos. Dice el ya citado José María Bautista: ''A veces nuestros lenguajes ya están viejos, ya están rancios''. En resumidas cuentas, queremos proponer una pastoral líquida.
Conclusión
Nuestros modelos pastorales y nuestras propuestas actuales tendrán que seguir desarrollándose pero, junto a ello, tendremos que hacer crecer la ''pastoral de la alteridad'', la pastoral liquida. La pastoral sólida ya no está llamando la atención, ya no está diciendo algo importante a las generaciones jóvenes, por lo tanto se necesitan respuestas creativas, probablemente ya están dándose, será necesario abrir la mirada a los nuevos agentes de pastoral líquida: representantes sociales, taxistas, abuelas, jóvenes en sus tribus urbanas, comerciantes, profesionistas, etcétera.
Las nuevas generaciones católicas, sí necesitan nuevos lenguajes y nuevos signos, nuevos símbolos y nuevos lugares; de esta manera, que interesante resulta para nuestros jóvenes una celebración litúrgica, sin tener que obedecer tanto a una rúbrica como al misterio, que importante se vuelve para ellos una oración, cuando no privilegia el espacio o el lugar si no la experiencia y la particularidad de la persona.
Urge una pastoral líquida como propuesta, que no quiere ser impuesta, ni desordenada, no es un llamado a la desobediencia, es una alternativa en el cosmos pastoral, donde la pastoral orgánica sigue siendo, también necesaria.
Se necesita una pastoral líquida como invitación a construir ''sentido'', a formar en lo social y lo comunitario. En esta pastoral son los problemas, la vida cotidiana y no los programas los que se encuentran en el centro para ofrecer horizonte.



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