Teologia Ficción: Dios para el siglo XXI

July 14, 2017 | Autor: Leo Harari | Categoría: Teologia, Antropología filosófica, Fe y Ateísmo
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Descripción

Para TEDx, 25-05-2015.Leo Harari



En Medio Oriente dicen: "hay que saber escuchar la sabiduría de los
locos".



Una tarde de junio, como hoy, pero en 1999, charlando con amigos y
comentando que se nos acababa el siglo, uno de ellos citó a un filósofo
que afirmaba que si la humanidad no era capaz de crear un nuevo dios, no
sobreviviría al siglo XXI. No entendí mucho que quería decir "crear un
nuevo dios", pero la frase me quedó dando vueltas, pegada como a veces nos
pasa con el estribillo de una canción. Finalmente decidí hacer un esfuerzo
por comprenderla.

Lo primero que pensé es que una característica fundamental de la segunda
mitad del siglo XX sería determinante en el siglo XXI: la importancia que
se le acordaría al conocimiento. Para la sociedad, para la economía, para
la salud o para los viajes interplanetarios, el conocimiento es la base,
éste es el siglo del conocimiento. Uno de los dioses más populares del
planeta dice que el primero de todos los pecados es comer el fruto del
árbol del conocimiento. Por tratar de saber lo que está bien y lo que está
mal, por tratar de entender la sabiduría, condenó al primer hombre a perder
el paraíso. Me pareció, efectivamente que era un mal antecedente para el
siglo XXI, y empecé a convencerme que puede ser una buena idea inventar un
dios más apropiado.

Si creáramos un dios nuevo éste podría decir que comer la fruta del Árbol
del Conocimiento es la virtud original, y no el pecado original. Ayudaría
al menos a los padres cuando insisten que sus hijos estudien. "Hacé los
deberes como dios manda, y comé una manzana de merienda, entendés?"
Práctico. Se me ocurrieron muchas otras cosas que un dios recién creado
podría pregonar, más en consonancia con el progreso de la humanidad. En
fin, me puse a hacer teología ficción. Hasta escribí un Manual para la
Construcción de Dios.

Hace quince años que esta melodía me sigue dando vueltas en la cabeza. En
cierto momento, luego de muchas lecturas tratando de desenredar mis
neuronas, me dí cuenta que no sólo se trata de crear un dios adecuado a
las necesidades modernas. Llegué a una conclusión insólita: dios no existe,
pero no nos queda más remedio que crearlo, por la sencilla razón de que
somos hijos de dios. Es lo que quiero mostrar en solo 15 minutos. De todas
maneras hay apuro, porque ya llegamos al 15% del siglo XXI, y el tiempo
pasa. Si no lo hacemos y el filósofo tenía razón, se nos viene el siglo
XXII y no habrá nadie para festejarlo.

Como he estado obsesionado con el tema, entre mis investigaciones encontré
que no fui el primero en buscar alternativas a los dioses que tenemos. El
único individuo que tuvo dos premios Nobel hasta ahora fue Linus Pauling,
un norteamericano químico y pacifista, un premio nobel de química y otro de
la paz. Pauling formó parte de la generación de científicos que ayudó a
construir la bomba atómica. Era ateo, como muchos otros de sus colegas,
cosa mal vista ya que en Estados Unidos en los años 50, como hoy, se
confundía ateísmo con comunismo. El y sus amigos habían descubierto que
había varias religiones que no creían en lo sobrenatural, llamaban a dios,
para decirlo simple, Naturaleza y a ese sentimiento de trascendencia y de
temor que a veces sentimos, naturaleza humana. No había en esas religiones
nada de "el camino del señor es misterioso" sino el convencimiento de que
hay cosas que no comprendemos y tendremos que estudiar e investigar para
saber qué son. Eran los humanistas, los universalistas y los unitarios.
Dejaron de decir que eran ateos y empezaron a decir que eran unitarios. Los
domingos de mañana se encontraban en la Iglesia para discutir novedades
científicas, cantar, comer, beber y buscar novia. Pero Linus Pauling no
pensaba que fuera necesario crear a dios, y jamás afirmó que somos hijos
de dios. Obviamente, para ser hijo de dios, se necesita que exista. Eso va
a pasar, porque lo vamos a crear. Me explico. Solo es necesario que sigan
mi razonamiento. Es fácil.

Estaremos todos de acuerdo que el avance tecnológico marca a nuestro
siglo, no solo es rápido sino que cada vez lo es más, podemos comunicar
mejor, más barato y a mas lugares, cada vez viajamos mas rápido y lejos.
Varios países han visitado la Luna, algunos están explorando Marte y hace
unos meses salió del sistema solar el primer satélite humano, camino a las
estrellas. Nadie puede negar que usamos y dominamos mejor enormes
cantidades de energía que producen la electricidad, el transporte, que
aseguran los trabajos más pesados.

El conocimiento también avanza de manera exponencial. Más del 90% de los
científicos que ha dado la humanidad están hoy vivos, y muchos son jóvenes,
seguramente algunos de ellos están en esta sala. El conocimiento producido
además, circula con gran velocidad, no vamos a la biblioteca, googleamos.
Creo que, hasta aquí es fácil estar de acuerdo que cada vez conocemos mas,
vamos a mas lados, podemos hacer más cosas.

Analicemos por un instante el tiempo. Estuvimos unos veinte mil siglos
dando vueltas, recolectando frutas y cazando animalitos, nómades,
dormíamos en las cavernas y tratábamos de entender cómo conservar prendido
el fuego que nos protegía y nos permitía asar la carne, cosa que aprendimos
al fin de esos veinte mil siglos. Hace más o menos 100 siglos empezamos a
plantar y cosechar y volvernos sedentarios. Hace 50 inventamos la escritura
y algunos inventaron la rueda, hace dos siglos el vapor y la electricidad,
el siglo pasado la energía atómica. Pareciera que la capacidad de nuestra
especie en avanzar tecnológicamente se acelera de una manera impresionante.


Estamos hoy aquí gente de la época del telégrafo y la radio a válvulas, de
la tele en blanco y negro, de la generación del transistor y la del
microprocesador y la del Iphone. Generaciones tecnológicas muy diferentes.
Es posible que haya en la sala también todavía alguno que no sepa muy bien
como mantener prendido el fuego en la parrilla.

Ahora pensemos en el tiempo hacia adelante. Supongamos que ninguna
catástrofe fatal frene esa manera uniformemente acelerada en que
desarrollamos nuestros conocimientos, nuestra movilidad y nuestra capacidad
de usar energía. En 50 siglos más, cuantos planetas del sistema solar o de
otras estrellas habremos visitado? No sería posible pensar que las
comunicaciones puedan ser de cerebro a cerebro entre humanos que lo
consientan? Podremos compartir nuestros conocimientos, poner nuestras
capacidades en serie o en paralelo para pensar y resolver problemas y tener
el placer de sentirnos uno y ser todos a la vez. Podremos usar la fuerza de
gravedad modificando el curso de los cuerpos celestes, habremos descubierto
como usar directamente la fuerza de las estrellas.

En pocos palabras, pensando 100, 1000, 20.000 siglos para adelante, llegará
el momento en que podremos comunicar universalmente, compartir la
totalidad del conocimiento. Habremos explorado todo el universo posible y
tendremos los medios de usar enormes cantidades de energía para lograr esos
fines. Es decir sabremos todo lo que se puede saber, estaremos en todos los
rincones del mundo a los que se pueda llegar y dispondremos de toda la
energía existente. A eso se le llama ser omniscientes, omnipresentes y
todopoderosos...Vaya que casualidad! esto coincide con la definición más
aceptada de dios, el Creador del Universo. La definición de la Humanidad
coincidirá un día con la definición de dios. A ese dios lo estamos
construyendo. Lo estamos creando gracias al desarrollo incesante del
conocimiento. Dios es como el futuro. No existe, porque cuando llegamos a
él, es el presente.

Si siguieron mi razonamiento, acordarán que ya estamos creando a dios. Es
un alivio porque da esperanzas a la humanidad de pasar este siglo,
problemático y febril. Además es la oportunidad de hacerlo más moderno,
cuidadoso del medio ambiente, tolerante con los gustos y diferencias de
cada uno, respetuoso de las diferencias y que le gusten las manzanas. Dicho
sea de paso, para quienes no lo saben, la manzana en latin se llama mala,
por esa historia del paraíso.

OK, algún día seremos dios, pero ¿porqué dije hijos de dios? Esto viene de
un pequeño pero inevitable problema que se llama la segunda ley de la
termodinámica.

Todos sabemos que en la naturaleza la materia y la energía ni se crean ni
se destruyen, solo se transforman. Pero no se transforman de cualquier
manera, sino de forma irreversible. Algunos de ustedes la conocen bien,
pero si no es así, podría explicarla con un ejemplo. Con agua caliente y
agua fría se puede hacer agua tibia, pero de un balde de agua tibia no se
puede hacer medio balde de agua caliente y medio de agua fría. Una vez que
los mezclamos no hay marcha atrás. Salvo que metamos más energía en juego,
la heladera y la cocina por ejemplo. Todo sistema necesita energía para
mantenerse organizado, y al usar energía un poco se dispersa en forma de
calor, siempre. Ese sistema que habremos organizado tan poderoso que lo
podremos definir como dios necesitará enormes cantidades de energía.
Usaremos estrellas hasta que se gasten, otras fuerzas que aun no hemos
descubierto, cuidaremos la manera de hacerlo pero en algún momento no habrá
mas energía utilizable, y el sistema empezara a enlentecerse, entibiarse de
manera homogénea y a desaparecer. Para ese entonces estará próximo el fin
del universo, un mundo tibio, buscando un equilibrio en la quietud, la
oscuridad y el silencio. Sin nosotros, destinados a desaparecer. Crear a
dios, tiene un precio y es que no puede ser infinito.

Pero puede haber un happy end. Hay una manera de trampear la ley de la
termodinámica para salvarnos del fin. Esta esa es la de colapsar el
universo, compactarlo, achicarlo hasta que sea un punto infinitamente
pequeño, hasta que todo él sea una singularidad. La contracción total, o
mejor dicho, la implosión es la sola manera de hacer reversible la segunda
ley de la termodinámica, pasando por otros estados de la materia, como el
plasma. Si se compacta suficientemente, materia y energía empiezan a
fundirse en una sola, el universo caerá adentro de sí mismo. Si lográramos
desencadenar ese Big Crunch, llegará un punto en que las leyes de la física
que conocemos hoy, entre las cuales el segundo principio de la
termodinámica, no tendrían más vigencia. Esto crea la posibilidad de un
"reset". El Big Bang, una explosión que dé nacimiento de nuevo al Universo,
en cuya evolución apareceríamos nuevamente nosotros para empezar de a
crecer, aprender, crear y poblar el mundo hasta ser nuevamente dioses,
padres del próximo big bang, como somos hoy nosotros hijos del mismo,
creadores del universo. Borrón y cuenta nueva. Hijos de dios, creadores de
él para poder renacer.

Ese es nuestro destino. Crecer hasta poblar el Universo, aprender,
explorar, controlar la energía, adorar el conocimiento y la vida, estar
mucho más cerca los unos de los otros. Crear a un dios que no sea
sobrenatural, que nos lleve lo mejor posible a nuevas etapas de una
historia que la hacemos nosotros mismos. Cuidar lo que tenemos, creciendo
siempre hasta ser capaces de planificar el renacimiento de una nueva etapa
de la vida, que si lo hacemos con cuidado hasta puede ser mejor que la que
conocemos.

Amén.
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