Tejido y Cestería en la Península Ibérica desde la Prehistoria hasta la romanización 4.

July 28, 2017 | Autor: Carmen Alfaro-Giner | Categoría: Textiles, Basketry (Archaeology), Fibres and textiles, Textile Technology, Colour
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Descripción

LAS INDUSTRIAS COMPLEMENTARIAS: TII§TORBNÍI Y BATANERÍA

CAPÍTULO X

MATERIAS PRIMAS muy antiguo parece comprobarse el gusto de la humanidad por el color, y cómo las más diversas técnicas y elementos para logralo se van combinando y perfeccionando con el paso del tiempo. Como ha puesto de manifiesto Clark, "el hecho de que del arte del paleolítico no nos quede de esta tendencia a colorear más gue el testimonio de las pinturas de las cavernas, no quiere decir que éste fuera su rinico fln. Poco a poco vemos aparecer el color en la cerámica, y es de suponer que el tejido no quedara atrás por mucho tiémpo". 1 Sin embargo hay que confesar que para épocas remotas son escasísimos los fragmentos de tejidos tintados o de cestería ESDE

coloreada que han llegado hasta nosotros. El caso de Egipto, en donde aparecieron restos muy antiguos de paños provistos de bandas de lana tintada, formando decorativas orlas, así como algunos cestos con parte de su entramado pintado,2 viene a ser algo excepcional. Por el contrario, la norma general en los hallazgos europeos es la ausencia de todo resto de color. Así en la Península Ibérica tan solo tenemos noticia de algunos fragmentos de cestería, que, según sus descubridores, en el momento de su hallazgo conservaban todavía muestras del color que en tiempos recibieron. Se trataba, al parecer, de una pintura poco sólida, puesto que bajo la acción del sol y del cambio de medio desapareció por completo. Nos estamos

t

EP, p. 355.

2 Yid. supra, p. 183, acerca de un cesto de Gurob, en el Fayum. 3 Vid. M. GóNcone, APA, p. 36. 4 Para una síntesis del tema de la utilización de tinturas

reflriendo a los restos de esparto de la Cueva de los Murciélagos de Albuñol (Granada). Las piezas, que fueron sacadas a la luz casualmente por unos mineros, todavía conservaban en el momento de ser estudiadas años más tarde por Góngora huellas de aquella tintura.3 Según sus propias palabras, "las vestiduras

y los cestos conservaban sus primitivos colores... Sabían teñir el esparto de sus trajes y utensilios, de los que aún se conservan los colores rojo y verde". Parece, pues, incontestable que en el momento de ser examinadas las piezas mencionadas por Góngora aún conservaban algo de su antiguo color. Hoy, desde luego, los materiales custodiados en el M.A.N. de Madrid y en el Museo Provincial de Granada no retienen en absoluto aquel supuesto estado de decoración. El paso del tiempo fuera del ambiente que los protegió durante tantos siglos puede ser la causa

de tal cambio. Lo que hoy día resulta claro es el empleo desde épocas muy remotas de tinturas, tanto minerales comó vegetales, e incluso animales, para la coloración de

indumentos. a Las mismas fuentes latinas nos transmiten el hecho de que los por ellas llamados pueblos bárbaros utilizaban una serie de hierbas con las que

imitaban todos los colores, comprendido el de la púrpura de Tiro, s que perrritían por ejemplo a las mujeres germanas llevar a menudo trajes talares rayados de púrpura.6

entre los pueblos primitivos vid. R. J. Fonnrs, SAT IV, pp. 139-143. s Plinio, NH XX, 3. r Tácito, Germ. 17.

199

Los ntvrnsos

pRoDUCTos EMpLEADos EN LA TTNTURA

DE TEJrDos REFERTDoS l r,.l PsNÍNsurl InÉnrc¡,

Vamos

a

trafar de estructurar

a

continuación aquellos elementos tintóreos (minerales, vegetales o animales), susceptibles de haber sido empleados como colorantes dentro de la industria textil en la Península Ibérica en épocas remotas, e intentaremos también examinar cómo con el tiempo y las influencias exteriores se fueron imponiendo nuevos productos, tales como la púrpura.

A)

Productos minerales

Veamos en principio los productos minerales la Península que pudieron haber sido empleados para tales flnes. Para ello nos basaremos ante todo en los testimonios que los escritores antiguos nos proporcionaron. Ciertamente, tratadistas como Plinio parecen indicar que tan sólo los productos derivados del nnundo vegetal y animal reunían las condiciones necesarias para su empleo en tintorería, al menos en su época.7 Por otra parte, ésta es la existentes en

fuente que podríamos considerar más explícita, puesto que el resto de ellas no hablan del asunto de una manera directa. En realidad podríamos decir que tal omisión deberíamos entenderla como una afirmación clara de que en época clásica el empleo de tinturas de origen mineral tuvo que ser prácticamente nulo. Sin embargo, existe un dato capaz de ampliar nuestro punto de vista, y es el hecho de que la nomenclatura de algunos de los colores o tonalidades de la púrpura apuntan hacia el reino mineral. Debió de darse, por un lado, una asimilación de nombre, fruto de la semejanza de tonalidad, entre los colores obtenidos por otros medios y los que de una manera natural ostentan algunos minerales; pero también es posible que el nombre de determinados colores que con técnicas más avatzadas se lograron a partir de compuestos vegetales o animales existiera ya antes del uso de tales procedimientos, y en tal caso lo habrían recibido por estar confeccionados precisamente con la ma-

7 Plinio, NH VIII, 193, serlala que "las lanas negras no toman ningrfn color; en cuanto a la tintura de las otras, hablaremos de ella cuando estudiemos los crustáceos mari-

nos o las plantas".

8 Catulo LXIY,225-227. e Vid. W. A. Scnrvrror, FGA,

p. 104, en donde recopila los testimonios sobre el ferrugineus, uno de los nombres que, entre los colores simples de la púrpura, se le daba al azul oscuro. r0 Aen. IX, 582: pictus acu chlamydem et ferrugine clarus Hibera.

teria mineral de la que se obtenía Ia tonalidad en cuestión.

No es éste el lugar de intentar plantearnos, pues como se ve carecemos de datos, hasta qué punto las culturas más primitivas de la Península harían uso de las materias de origen mineral en tintorería; mas interesa recordar que son varios los ejemplos que la literatura clásica nos proporciona acerca de esa asimilación del nombre de minerales y los colores obtenidos por otros medios. Así, Catulo alude poéticamente a la lerrugo Hibera al mencionar la tonalidad oscura de la vela de los navíos, que se empleaba en señal de duelo. s Catulo no emplea aquí el término ferrugo con el signiflcado de colorante derivado de un mineral de hierro, sino en el de un tono determinado dentro de la inmensa gama que la púrpura ofrecía, una vez teñidos los paños, y que por su color oscuro semejaba a la herrumbre. e Esta misma expresión fue ttilizada más tarde por Virgilio al describir una clámide purpúrea de color azul oscuro, 10 y así lo precisa claramente su comentarista Servio Gramático: ferrugo coloris genus est, qui vicinus est purpurae subnigrae.ll En este sentido puede también aducirse el testimonio de Isidoro de Sevilla, coment¿ndo el pasaje de Virgilio : lerrugo color est purpurae subnigrae, quae

Hispania,

ut

"ferrugine clarus

Iberd'.12

Mineral importante para la consecución de colorantes era la llamada chrysocolla, conocida por nosotros como bórax. Según algunos testimonios escritos era abundantísima en Hispania. 13 Esta se da, en principio, líquida, acompañando a las vetas de oro, cobre, plomo y plata, aunque al entrar.en contacto con el aire se solidifica. Como una variante de ella existía también una chrysocolla artifrcial, conseguida a base de.mezclar caeruleum y herba lutea. Fsta última es un producto típico de los lugares palustres o pantanosos, y se utilizaba en tintorería para conseguir el color azul de los paños, así como el verde añadiéndole amarillo. Por todo ello podemos suponer que la chrysocolla fue utilizada a menudo para fijar y obte11 Ad Verg. Aen. IX, 579. Naturalmente no se puede deducir de este pasaje, como pretende J. M." Br,izqunz, EESH, p. 75, que Servio aluda aquÍ a púrpura obtenida de moluscos, y que ésta fuera "un producto hispánico de exportación", puesto que ferrugo sólo hace referencia a un color, y no a una mercancía, y por tanto difícilmente podría exportarse. Del mismo Servio puede verse su comentario Ad Verg. Aen. XI, 772, et donde vuelve a utilizar la ex-

presión ferrugineus pa.ra calificar uno de los matices oscuros de la púrpura

l2 Orig. XlX, 28. 13

200

fit in

Vid. Floro, II, 33,

60.

ner algunas mezclas de colores en los procesos de con fines tintoreros. Destaquemos entre ellos el glasto tinturas de telas. Lo mismo pudo ocurrir con otra o pastel de los tintoreros (Isatis tinctoriq L.), la cual variedad d,e la chrysocolla: la llamada orobitis, tam- presenta una gran facilidad de manejo. El mecanismo bién abundantísima en Hispania, y que en fonna de es tan'simple que únicamente se necesita meter las polvo molido se empleó para la consecución de colo- hojas de la planta a fermentar en agua, y por oxidares mezclada con alumbre y con la herba lutea. ta ción va saliendo un.colorante antl o añil. En la maDel resto de los colorantes minerales que nos yoría de los autores cliísicos lo encontramos también citan las fuentes, como el minium o el chalcanthon, citado entre los productos empleados ¡ror los pintores no hay duda de que su empleo en tintorería es difícil para la realu;ación de pinturas murales,2l e incluso, de precisar, aunque ciertamente de ellos se obtenían como importante ingrediente para la decoración percolores de gran belTeza para otros usos. ls Lo mismo sonal del cuerpo.z Sin embargo algunos autores trrodemos decir del llamado caeruleum, una arena que modernos consideran a esta planta, procedente de se halló en Hispania y vino a rebajar el precio y la Siria y Palestina, y.definitivamente domesticada en importancia del armeniumrí en el mercado, y a la época helenística, como uno más entre los vegetales que correspondía un tono azul claro. 17 La falta de susceptibles de ser empleados en tintorería, B y pienotros datos escritos y la inexistencia de análisis quími- san que durante la Antigüedad no alcanzó la imporcos de fragmentos textiles y de cestería hallados en la tancia que tuvo luego, en época medieval. Península que pudieran haber estado tintados impiPara la obtención del azul también se utilizaba el den deducir nada en absoluto sobre el empleo de Ilamado indicum, índigo o añil, que se obtiene de la minerales en la tintorería de indumentos, cestos o Indigofera tinctoria L.,2a planfa originaria de la In18

Pero es lógico imaginar que estas substancias de origen mineral, junto con otras, que mencionan las fuentes, de uso común en tintorería (alumbre, vitriolo, sales de estaño, cobre, hierro y potasa), encueros.

contraron empleo, en cantidades reducidas, como mord-ientes, pues por medio de su intervención en el proceso de pigmentación se conseguía que la mayor parte de las plantas tintóreas cedieran el color y éste quedara fijado a las fibras textiles. le

B)

Tinturas vegetales

tat'lr;ación del hombre. Conocemos una gran variedad de plantas y arbustos que crecen salvajes y que pudieron ser empleados

t¿

Vid. Plinio, NH XXXIII, 89. Vid. Plinio, NH XXXVII, 203.

Otra substancia colorante de origen mineral; vid. sobre ello W. For., DS, l, 2, pp. 1326 ss., s. v. color. 17 Vid. Plinio, NH XXXIII, t6l; XXXV,47 @ra más detalles H. Br,ürvrNnn, TT, IV, pp. 499 ss. 18 En efecto, sabemos por Plinio, NH XXXN, 123, qlue el chalcanthon, o sulfato de cobre cocido, tuvo gran aceptación antiguamente como colorante para ennegrecer los cue-

ros; vid. H.

Br,ürr,rxrn, TT, I, p. 2S3. te Sobre las funciones y forma de actuación de los mordientes vid. A. Roqurno-C. Cónoona, MT, pp. 22-33; pT, pp.9-23 y 157 s. 20

J. G. D. Cranr, EP, p.

lila, color intermedio entre el azul y el rojo.2ó Sabemos que en la Galia el arándano se empleó para teñir con matices púrpura los trajes de los sirvientes. u.

Desde muy antiguo las tinturas vegetales fueron usadas por el hombre prehistórico, que pronto empezaría a dominarlas. Para autores como Clark, a esto debió de ocurrir con ocasión de la recolección alimenticia, y por tanto mucho antes de la definitiva seden-

15 1ó

dia, como su nombre indica, pero que alcanzó considerable difusión en el mundo romano. s Se trata de una secreción emitida por el tallo de la planta, que se espesa y solidifica en contacto con el aire, cambiando su aspecto incoloro por uno azulado. Del arándano (Vaccinium myrtillus L.), planta que hoy se extiende por toda la parte septentrional de España y por casi toda Europa, podía sacarse el

355.

Para la obtención del amarillo disponemos todavía en nuestros días de una planta, tanto silvestre como cultivada con fines tintóreos; es el lutum o gualda (Reseda luteola L.), cuyas flores, hojas y tallo sirven para la extracción del tinte. De su empleo en la Antigüedad como colorante textil nos hablan algunas fuentes, y entre ellas Virgilio, en concreto, se refiere a su utilización para la tintura de lanas. á

2t

Vid. Diosc.,

ll,

215 ( iodtrq,

890 (bdtrq,

fi oi

pageiq ¡¿póvtat

);

piv {pepoq, fi oi pageie 1póvtar); 911:".,XIt Plinio, NH XXII, 46; Vitrub., Vtt, 14,2. z Vid. Plinio, NH XXII, 2. B Cf. R. J. Fonrrs, SAT, IV, p. I10. 2a Vid. Plinio, NH XXXV, 46; Diosc., V, 107. 5 Vid. Plinio, NH XXXVII,84; cf. R. J. Fonrrs, SAT, IV, pp. II0-113. 2ó El producto tintóreo se obtenía de la raíz de la planta; vid. Vitrub., VlI, 14, 2. zz Vid. Plinio, NH XVI, 77: item vaccinía, Italiae in

{

aucupiis sata, Galliae vero etíam purpurae tínguendae causa

ad servitiorum vestes. x Vid. Plinio, NH XXXIII, Tib., I, 8, 52.

87; Virg., Ecl. IV,

44;

201

x

se obtenía del fucus o Íucus (Lichen roccella L.), que nosotros conocemarinus mos con el nombre de urchilla u orchilla de mar, una especie de liquen marino que produce un color rojo violeta a través de un sencillo tratamiento.b Una vez seco y convertido en polvo, al fucus se le añadía orina, lo que provocaba una putrefacción, producto de cuya reacción química era, entre otras cosas, la aparición del material colorante. El inconveniente de estos tintes así obtenidos residía en su escasa duración, pues con el uso continuado el color iba desapareciendo poco a poco de las telas. También se empleaba para la consecución del rojo la llamada rubia (Rubia tinctorum L.), en castellano rubia o rojo de los tintoreros, planta cuya raí2, una vez seca y pulverizada, servía para preparar una sustancia colorante usada en el tintado de lanas y de cueros. s Existía asimismo otra especie de hierba que, convenientemente preparada, producía el mismo efecto: el sandyx, nombre del que no sabemos a qué planta pudo corresponder. 31

El rojo más perfecto

Los colores rojos conseguidos gracias a estas plantas, con todas sus variedades, debían de parecerse mucho al de la púrpura, por lo que algunos autores clásicos pudieron confundirlos. En efecto, al entrar en contacto con los pueblos bárbaros los historiado-

res antiguos calificaron de púrpura muchos de los colores que adornaron los vestidos de aquéllos, teñidos en gran parte con tintes vegetales. 32 Ello no significa, sin embargo, que otros autores no conocieran la facilidad de estos pueblos para 7a fabricación de tintes a partir de sustancias vegetales.33 Terminemos esta sucinta relación de las plantas tintoreras de la Península Ibérica citando la retama de tintoreros, variedad de la retama común, a la que los latinos llamaron genista. Esta retama (Genista tinctorea L.) tiene la propiedad igualmente de segregar, cuando se le corta la raiz, una sustancia amarillenta, empleada aún hoy en día en tintorería. También sus flores, convenientemente preparadas, prolrcrcionan un colorante amarillo muy duradero; sabemos que los antiguos la valoraban ampliamente para estos fines. s

D Vid. Plinio, NH XXVI, lO3: fucus marinus..., quo ín Creta vestes tingunt; Hel. Acro, in Horat., Sat. I, 2, 83: fucus genus herbae est, unde lana ínticitur; Tert., De hab. mul. 2: ex tuco, quibus lanae colorantur. ¡o Vid. Plinio, NH XIX, 47; X){IY, 94. ¡t Vid. Virg., Ecl. IV, 45; Prop., Ill, 25, 45; sobre la

posible identificación cf. H. Br-Üurnn, TT, I, p. 245. P Polib. IY, 114,6, menciona que los iberos en la batalla de Cannas vestían túnicas de lino de color púrpura, según la costumbre de su país; es probable que se tratara simplemente de túnicas de este tono, pero obtenido mediante

202

Cuando Estrabón, hablando de Hispania, nos dice

que había en ella también gran cantidad de raíces útiles para teñir,3s se está reflriendo sin duda a todas estas plantas tintoreras que acabamos de citar, aunque no podemos precisar si en la Península se empleó la totalidad de estas especies, o sólo una parte de ellas. En la duda, hemos preferido hacer una rela' ción de las conocidas en el occidente antiguo mediterriíneo, puesto que todas ellas vivieron y siguen creciendo en las regiones peninsulares. Además, este testimonio de Estrabón viene a ratificar plenamente lo que antes decíamos al hablar de las tropas ibéricas al servicio de Aníbal; todo lo cual nos da base suñciente para pensar en un uso extendido dentro de la Península de las materias tintóreas vegetales. Por las mismas razones podemos también aceptar que determinadas plantas de raíces u hojas netamente colorantes, de las que se ha supuesto una utilización ya en edades prehistóricas, s debieron de seguir en uso durante la Antigüedad --de algunas, al menos, tenemos datos concretos-, y quizá se hallaban también entre aquellas a que se refería Estrabón en el pasaje antes citado. Tal sería el caso del Galium verum L., o galio amarillo, cuya parte aérea, hervida con alumbre, tiñe en amarillo, y su raíz en tonos rosados; del alazor o cártamo, Carthamus tinctorius L., cuyos estambres tiñen en rojo y sus flores en amarillo; del zumaque, Rhus coriaria L., que tiñe en grises y negros o en amarillo verdoso según el mordiente utilizado; de la orcaneta, Alkqnna tincto' r¿a Tausch., cuyas raíces tiñen en colores bejge y malva oscuro según los mordientes; de la Genista scorpius L., la aliaga o aulaga, con flores que proporcionan un amarillo vivo; de la caléndula o maravilla, Calendula officinalis L., de la que también se aprovecha la flor para obtener varios tonos de amarillo, que son brillantes si se usa la flor de la camomila o manzanilla, Anthemis tinctoria L. La planta de la gayuba, Arctostaphylus uva-ursi, tiñe en verde y azul verdoso; el espino de tintes, Rhamnus inlectoria L' tiñe en amarillo vivo o verde oliva según el mordiente que se emplee; el nogal, luglans regia L., proporciona sin mordientes un color marrón con la cáscara

tinte vegetal. El elevado coste de la auténtica tintura

de

púrpura lógicamente impediría un empleo indiscriminado de la misma entre estas poblaciones. Vid. asimismo Tac.,

Germ.

17.

3 Vid. Plinio, NH XX, 3, en donde

señala que los galos imitaban con hierbas todos los colores, comprendido el de la púrpura de Tiro.

s Vid. Plinio, NH XVI, 74:

nistae. 3s 3ó

Estrab.

tinguendis vestibus... ge-

lll, 4, 16 (C 163).

Vid. J. G. D. C¡-anr, EP, p.

355.

que envuelve la nuez; las hojas del moral o morera, Morus nigra L., sirven para la obtención de amarillo y amarillo verdoso: con los brotes de las zarzamoras, que componen el género Rubus, se tiñe en negro, y en grises azulados con los frutos; las hojas de la parra virgen, Parthenocisus quinquefolia L., tiñen en verde. Con los estambres del azafrán, Crocus sqtivus L., puede teñirse en tonos amarillos; de los frutos del saúco, Sambucus nigra L., se obtiene un tinte violeta azulado o púrpura, y del rizoma del lirio amarillo, Iris pseudacorus L., tintes negros y grisáceos.

37

Como elemento vegetal verdaderamente original, porque sólo aparece tras la intervención de un animal, hay que mencionar la galla o agalla. Se trata

de una

excrecencia producida sobre determinadas

plantas (encina, rosal salvaje, olmo, roble) por la picadura de ciertos insectos, que ocasionan la extravasación del jugo de la planta. Su composición engloba, principalmente, ácido gálico, tanino, mucílago y algo de carbonato de cal. Las agallas de la encina tienen un gran uso en tintorería. Se tiñe sumergiendo los tejidos en una infusión de nueces de agalla casi hirviendo, y este líquido actúa de dos formas: o bien como mordiente para fljar un color, o bien combinando sus principios con otros cuerpos, sobre todo con el óxido de hierro, dando así origen a los colores negros. Sabemos por Plinio que la agalla era conocida en el mundo romano como ingrediente especialmente adecuado para teñir lanas, sin duda en su aplicación como mordiente. s El elevado número =de encinas y robles que poseyó la Península en aquellos tiempos pudo proporcionar ciertas cantidades constantes de nueces de agalla, utilizadas posiblemente en el sentido indicado por Plinio.

C)

Tinturas de origen animal

Si bien desde épocas muy remotas se emplearon colorantes minerales y vegetales en el proceso del teñido en general, y de la tintura de los paños en algunas ocasiones, los de mayor calidad y los que obtuvieron mayor éxito durante la Antigüedad per-

37

Sobre esta serie de plantas tintóreas vid.

A. Roeurno -

C. Cónoo¡e, MT, pp. 38-120; PT, pp.98-109 y 177-182. ¡8 Vid. Plinio, NH XVI, 26:' cf. H. BrünlNsn, TT, I, p. 251. I Algunos de estos cóccidos son ritiles en tintorería, como los que nos ocuy¿n y el llamado Coccus cactí L., o cochinilla, originario de Méjico y que no llegó a Europa, por consiguiente, hasta después del descubrimiento de

América, por lo que no hay que confundirlo con los quermes anteriormente citados, que son los que se usaron en el Viejo Continente desde la Prehistoria. Vid. A. BaucHowsKy, Les Kermes (Hom. coccoidea) des chénes en

tenecen

al reino animal. Pero este tercer

gru¡ro de

materias tintóreas podemos dividirlo a su vez en otros

dos bien definidos, según que su procedencia terrestre o marítima.

1)

sea

Tinturas obtenidas de animales terrestres

Dentro de este apartado hay que citar al Kermococcus vermilio P1anch., que procrea en el Quercus coccifera L., Quercus ilex L. y Quercus suber L., y que pertenece al género de los cóccidos, y al Kermes ilicis L. (Kermococcus bauhini), que vive principalmente sobre el Quercus ilex L., y a veces sobre el Quercus suber L. en la región mediterránea. 3e Se trata simplemente de insectos hemípteros, parásitos de los vegetales (roble, encina, coscoja), con gran dimorfumo sexual, que se hace patente sobre todo en el carácter áptero de las hembras. Son ellas,

por otra parte, las que, hundiendo su aguijón en la planta, se aflncap en ésta de manera permanente, parasitándola. Es difícil reconocer en estos pequeños animales las características de un insecto, pues llegan a perder los elementos representativos de su especie, como patas y antenas, cubriéndose de secreciones que les confieren un aspecto completamente vegetal.4 Fueron tales características biológicas las que sin

duda pudieron provocar entre los autores antiguos alguna confusión con respecto a la naturaleza vegetal o animal de estas excrecencias, y aunque es evidente que desde antiguo se conoció el proceso de su metamorfosis, por Io que difícilmente los escritores técnicos incurren en esta equivocación, sucede que ciertos autores tienen al coccum por un producto del árbol. ar Por otra parte, como este producto fue muy buscado en su forma de grano con vistas a su em-

pleo en tintorería, por lo que llegó a adquirir unos precios elevadísimos, a2 las fuentes suelen aludir ante todo al grano que se recoge del árbol y que produce el buen colorante, sin entrar en descripciones biológicas, de todos conocidas seguramente, ya que si éste hacía eclosión (es decir, si hacía ostentación de su condición animal), el colorante obtenido era de mucha peor calidad. Europe et dans le bassin méditeruanéen, Estocolmo, 1950, pp. 739-754; W. T. Sre,{RN, Botanical Latin, Lon.don., 1973,

p.

239. 40

Vid. J. GóL¡ez-MENon, Las cochiníllas parásitas de los

RUM III, 1954, pp.223-249. Vid. E. Secr.ro, DS, I, 2, p. 1265, s. v. coccum; H. BlünNnn, TT, I, p. 248; R. J. Fonnes, SAT IV, páginas 104 s., y en especial A. Srrren, RE Suppl. VII, columnas 328 s., s. v. Kokkos. @ Hor., Sat. II, 6, 1O2; Plinio, NH XXXVII, 204; Silio It. XVII, 395; Marcial Y,35,2; 23,5; Juvenal III, vegetales,

4r

282-284; Suet., Ner. 30.

203

la facilidad de su recolección, que se reali- de escasos recursos económicos pudiera pagar la miet primavera seguramente, como se hace hoy tad de sus impuestos recogiéndolo en el campo y

Por zaba

en día, el Kermococcus ilicis debió de ser utilizado desde muy antiguo. a3 Su preparación y empleo también resultan sencillos, y proporciona, por añadidura, un color rojo vivo muy semejante al de la púrpura, si bien menos duradero y brillante.4 Por esta razón en época clásica se le distinguía muy bien de aquélla, as aunque su precio y estimación fueran también muy elevados. IJna vez recolectados, ayudándose para ello de las uñas,6 los granos, que son aproximadamente del tamaño de una lenteja, han de conservarse cuidadosamente; equivalen en este momento a un capullo formado por el cuerpo muerto de la madre, en el interior del cual estaban evolucionando los huevos fecundados, que se hubieran convertido nuevamente en insectos. Cuando el ciclo se perpetuaba en la naturaleza, los ejemplares alados (machos) nacidos de los huevos volaban para fecundar a otras hembras, y los ápteros (hembras) buscaban un nuevo lugar de la planta donde incrustarse, una vez fecundadas, para reemprender el ciclo. Aunque en la Antigüedad el coccum procedente de la Península Ibérica se situaba en último lugar para autores como Dioscórides, a7 o en segundo para otros, como Plinio, * hoy en día la mejor calidad es la de la grana quennes procedente de España, que alcanza unos tamaños semejantes a los de un guisante y que, bien seca, posee un color rojizo marrón. ae Mezclada con una sal de estaño proporciona un color escarlata casi tan bello como el obtenido a partir de

la cochinilla. coccum debió ser tan abundante en la Península que en época de Plinio servía para que la gente

El

43

Vid. J. G. D. Cr.em, EP, p. 355; A.

L¡urNo-Erupp-

nerne, DAT, ll, p, 597, s. v. Matiéres colorantes; E. Cu¡oxttoo, Corrientes comercíales..., p. 1251, O. y S. oa Vrrca Fennerne, A vída dos Lusitanos no teft7po de Yíriato, Lis-

boa, 1969, p. 202. ++ Vid. Plinio, NH as

IX,

141.

Vid. Petron., Sat. 38; Plinio, NH XXI, 45; Quint.,

XI, 1, 3l; Marcial, IV, 28. 46

Que se dejaban largas para facilit¿r

A. Sremq RE Suppl. VII, col.

332, s.

v.

la tarea;

vid.

Kokkos.

fr De mat. med. IV, 48; cita sólo cinco clases de cocy el de Hispania lo considera el de menos valor. 48 NH IX, l4l:' en su opinión el coccum recogido en los alrededores de Emerita se hallaba prácticamente a la altura del de Galatia. Vid. también NH XVI, 32, y XXII, 3. 4e Vid. F. Orcr, RE V, 2, col. 2043, s. v. Eiche. s Vid. Plinio, NH XVI, 32. A propósito de este pasaje conviene señalar que Plinio se está refiriendo al coccum como un único insecto, del que no podía distinguir, ni aquí cum,

ni en los restantes lugares en que lo menciona, las dos varie-

204

entregándolo a los recaudadores.50 Quizá en este sen-

tido deba de interpretarse la alusión de Estrabón a la abundante exportación delcoccum desde la Bética, sin duda canalizada a través de los comerciantes que adquirieran este producto a los publicanos. 51 No es de extrañar que si esta forma de pago se mantuvo durante largo tiempo, estuviera siempre asegurada la llegada de este producto a diferentes puntos del Mediterráneo, y ésta pudo ser una de las razones por las que Plinio aseguró que Hispania aventajaba a la Galia en la producción de materias colorantes.'

2)

Tinturas obtenidas de aruimales marinos

Vamos a 1'ratar a continuación de los animales de origen marino susceptibles de proporcionar sustancias tintóreas, y usados con este fin en la Antigüedad. Pertenecen, según la biología moderna, a dos especies diferentes de moluscos gasterópodos: s3

y

-

La Purpura, con

sus variedades haemqstoma

lapillus.

- El Rocher murex, con sus variedades brandaris, trunculus y erinaceus. La primera de ellas es un animal de tamaño pequeño y paredes lisas; la segunda, por el contrario, algo mayor y provista de una serie de protuberancias agudas a lo largo de todos sus anillos (ver fig. 196). Pues bien, los antiguos aunque usaron la misma no-

menclatura, xi¡pue , buccinum o murex y ropQópa, purpura o pelagia, la emplearon de forma cruzada a como hoy lo hacemos nosotros; s es decir, podemos observar cómo el molusco que para ellos recibía el nombre de purpura correspondía al que modernamente conocemos con el nombre de murex, miendades antes citadas. Este coccum con que se pagaba el tributo no es, pues, un insecto diferente al coccum citado por Plinio en lX, 141, como señala A. GancÍe v Brrrroo, ENE, pp. 264 s., a quien sigue J. M." Br,Ázqunz, Exportación e ímportación en España a linal de la República romana y durante el gobierno de Augusto, y sus consecuencias, AH.SE I, 1968, p.57; del mismo modo es incorrecto, como hacen estos dos autores, traducir en una ocasión coccum como cochinilla y en otra como queÍnes, y considerarlos como dos diferentes insectos, siendo así que se trata sierripre del quermes.

lll,2, 6 lC NH'XXXVll,203.

sl Estrab. 52

1441.

s3 Vid. H. Leceze-Durgmns, MP, pp. 70-80; sin embargo, hoy en día se distinguen unas cincuenta especies dentro de la familia de los murícidos; cf. A. Clrnrne, ffístoria Natural, II, Barcelona, 1965. r Vid. H. Lrceze-Durnrens, MP, pp. 70-80; M. Bes-

rIen, DS, IV, l, pp. 769-778, s. v. purpura,' H. BlÜlrNnx, TT, I, p.236; R. J. Fonres, SAT IV, p. lI8.

la palabra purpura no sólo designaba a tal o cual molusco, sino que llegó a emplearse también para el propio jugo tintóreo de ambos tipos de animales, y en último extremo como nombre de un color determinado. s Con respecto a la tintura obtenida de cada uno de estos diferentes tipos de moluscos, parece contradecirse Plinio cuando asegura que el color obtenido con el buccinum es poco duradero, y que debe mez-

Ftc. 196.-Purpura

haemastoma

y Rocher

murex

tras que por otro lado su mureJc o buccinum equiyalia a la actual purpura, en especial a su variedad haemastoma. ss Plinio, siguiendo a Aristóteles, r nos proporciona la descripción más evidente al respecto, dando todo tipo de detalles sobre la morfología de ambos moluscos, y los nombres que recibían en su tiempo: "hay dos tipos de moluscos que producen la púrpura y los colores 'conchilianos'...: el m¿ás pequeño es el buccinum lntestra púrpural, semejante al instrumento que emite un sonido de trompa, y de ahí su nombre; su abertura redondeada está escotada en el borde ; el otro es el llamado púrpura [nuestro murexf; su pico se alarga, adornado con acanaladuras, y la pared lleva interiormente un canal, para dejar pasar la lengua. Además la concha está enraada de agujas hasta la punta de la espiral; hay ordinariamente siete, dispuestas en redondo : el buccinum no tiene; pero uno y otro tienen tantas espirales como años. El buccinum no se encuentra más que pegado a las piedras, y se recoge alrededor de las zonas rocosas".



lo cual

todavía pudo proporcionar más facilidades para el error.6l Sin embargo, hay que hacer notar que, pese a lo dicho hasta aquí, autores como Virgilio @ o Isidoro, haciendo suya la metáfora del primero,63 parecen

identificar perfectamente al murex con el molusco cubierto de pinchos que es en realidad. Efectivamente, ambos emplean la palabra murex para designar las rocas puntiagudas de los arrecifes marinos.

sT

Por otro lado, si bien es cierto que en principio había una distinción clara de las nomenclaturas y los tipos de animales a que se aludía con ellas, pronto la palabra purpura emgnzó a usarse en un sentido muy amplio, englobando a ambos tipos de moluscos susceptibles de proporcionar líquidos con que tintar. Pero además la confusión todavía era mayor, ya que 5s

clarse con el jugo de la purpura [nuestro murex); e es más, incluso parece dar por sentado que sólo la purpura posee la famosa flor, el glande purpurígeno tan buscado para la tintura de las telas, aunque no lo dice explícitamente. s La realidad es que ocurre todo lo contrario. Porque, desde luego, lo que no ha cambiado con el paso del tiempo son las características de los dos moluscos y las de sus respectivas tinturas, y hoy sabemos con seguridad que nuestra purpura, es decir, el buccinum o murex de los antiguos, es la que proporciona un tintado casi imperecedero, mientras que su purpura o pelagia, es decir, nuestro murex, da un colorante que, aunque también es apto, es de mucha menor duración. Naturalmente no hay que olvidar que Plinio, ocupado de compendiar gran cantidad de informes sobre materias tan variadas, no pudo seguramente hablar por propia experiencia, sino que utilizó datos de unos y otros,

Vid. O. Krr-rnn, AT, II, p. 525. Hist. anim. VIII, 20 [603 a]; De Part. anim.

IJna vez sentadas estas bases preliminares, que pueden ayudarnos a entender mejor los textos, examinaremos, en una rápida exposición, lo que aguéllos nos dicen respecto a la naturaleza, formas de vida, captura, obtención de la tintura, etc., en relación a estos animales purpurígenos de origen marino. Conviene además señalar, previamente, el hecho imó1

III,

I

f66l al. 5/ NH IX, 130. s8 Vid. Virg., Aen. IV, 262; Non. Marc., De col. vest. XVII, 549, 15.. murex-- color purpureus; cf. H. Br-ü¡r¡¡¡en, TT, I, p. 235; M. BnsNren, DS, IV, pp.769 s., s. y. purpura. se NH IX, 134. 60 NH IX, 125.

Hoy conocemos tales características de las tinturas

de

púrpura gracias a los experimentos realizados por LacazeDuthiers en las Baleares; vid. W. A. Scxvrror, FGA, pp. 96123; L. Fnrror,iñoen, Über den Farbstoff des antiken Purpurs aus Murex Brandaris, Berichte der Deutschen Chemischen Gesellschaft 42, 1909, pp. 230 ss. @

Aen. V, 205.

o¡ Orig.

XII, 6, 50.

205

portante de que la purpura, con sus variedades, es un producto mediterráneo y atliíntico, mientras que el género Rocher murex pertenece por entero al Mediterráneo, lo que posiblemente debió de convertir a los murtces, en la práctica, en el más utilizado de los dos.

Los datos más exactos sobre la vida y las costumbres de estos moluscos nos los proporcionan, otra vez, Aristóteles s y Plinio.

ós

Según ellos, las púrpuras nacen hacia la primavera, cuando se reúnen los adultos en grupos compactos, formando como una masa,

envueltos en un líquido viscoso que segregan, y donde poco a poco irán desarrollándose las crías.

Mientras dura el calor permanecen en una especie de letargo, que llega a unos treinta días, y durante el cual no se les puede pescar, ya que no hacen caso de los cebos. Sin embargo, pasado este período, son animales de gran voracidad, que se lanzan sobre los pequeños moluscos. A base de ellos, precisamente, se les pescaba en la Antigüedad. Se usaban generalmente los bivalvos, depositados en el fondo de nasas, en las cuales iban cayendo poco a Fñco purpurae y murices en su intento de comerlos. Estos moluscos usados como cebo, del tipo de los mejillones, se depositaban medio muertos, por lo que al notar de nuevo el frescor del agua del mar se abrían instintivamente, a lo cual restrrondían las púrpuras atacándoles con su lengua, que, naturalmente, quedaba pnzada cuando aquéllos reaccionaban a la mordedura cerr¿índose.6 También se capturaba la púrpura con carne de rana enganchada en un anzuelo.6T El murex

o buccinum

parece ser que era también reco-

gido por buceadores especializados de las rocas a las que se adhiere.d

Lo que, desde luego, se consideraba primordial era el extraer a estos animales con vida, ya que al morir soltaban la materia purpurígena, mientras que mantenidos en las nasas bajo el agua podían durar perfectamente hasta unos cincuenta días.6 Las épocas ideales para las capturas serían o bien antes de la primavera, o bien después de la canícula, ya que para estas fechas no han soltado todavía la cera viscosa de que hablábamos, o se han recuperado ya,

n Hist. anim. V, 15 f546 b-547 bl. 6s NH IX, 125-133. 6 Vid. Aristot., De part. anim. III, t [66] a]; Plinio, NH VII, 34; X, 195; IX, 132; XXXII, 50; Eliano, Nat. anim. VII, 34; Opiano, Hal. V, 600 ss. ; H. Lecaze-DuTlrIERs, MP, pp. 77-80, comprobó en aguas de Mahón esta avidez por los bivalvos.

Plinio, NH XXXII, 50. Plinio, NH V, 12; IX, 130; XXII, 3. 6e Aristot., Hist. anim. V, 15 t547 al; VIII, 20 [603 a]; Plinio, NH IX, 126. 67

os

206

con lo que el jugo es más espeso, y por tanto de mejor calidad para la producción de tinturas. ro Ambos autores nos detallan cuidadosamente la an¿tomía del animal al que llamaban purpura fnuestro murexf, y sobre todo la ubicación del glande purpurígeno, que se hallaba entre el hepatopáncreas y el cuello, " y en cuyo interior sé encuentra una vena blanca que contiene una gotita; era de aquí de donde

se obtenía el precioso líquido de tonalidad rosácea oscura. z Con respecto al glande purpurígeno, la frase de Plinio "los murices hacen lo mismo (segregar la cera viscosa), pero' las púrpuras tienen en medio de la garganta la famosa flor", z: parece querer indicar una falta de este glande en el murex de los antiguos. Hoy sabemos que ambos tienen ese pequeño

glande hipobranquial oblongo, con el que segregan un líquido incoloro que bajo la acción del sol va transformiíndose en amarillo, verde, azul y rojo violeta.Ta Para Lacaze-Duthiers, que fue el primero en determinarlo anatómicamente, es "una tirilla o banda estrecha de tono blancuzco, a menudo con un amarillo muy ligero, y situado en la parte inferior del manto, entre el intestino y la branquia, más cerca de ésta que de aquéI, y no sobrepasando nada hacia delante el ano".7s

Con bases no demasiado sólidas, pues sólo disponemos al respecto de una frase suelta de Columela,1ó podemos pensar en una posible cría en cautividad de los moluscos tintoreros con fines no alimenticios, sino industriales, pues este autor no hace alusión de una manera explícita al objetivo qüe se perseguía con estos criaderos, ni consta el nrfunero real de animales que era posible mantener en el interior de los mismos.

Fonuns DE Expl.orAcróN y uso DE Los pRoDUCTos

DIFERENTES

twrónros

En principio, y como noflna general, debémos señalar que todos los productos vistos hasta aquí se emplearían siempre en forma de disoluciones acuosas, donde sumergir bien las telas ya manufacturadas,

70

Aristot., Hist. anim.

V, 15 1547 al; plinio, NH IX,

r33. 71

Aristol, Hist. anim. Y, 15

z Plinio, NH IX, 7¡ Plinio, 74

p.

NH IX,

1547

al.

125-126. 125.

Vid. W. T. SreanN, Botanical Latin, Lo¡don,

1973,

237.

zs

MP, p.



VIIII, 16,7-8: límosa regio... maxíme idonea est con-

37.

chyliís: purpurarum muricibus...

bien los hilos antes de ser tejidos, bien las fibras textiles en su más primitivo estado, es decir, antes del hilado. La lana, por ejemplo, era tintada preferentemente después del cardado de las fibras, y antes del hilado e incluso del peinado, pues el tinte pegaba las madejas, y había que volverlas a peinar; además el color no impregnaba uniformemente si se introducía directamente el hilo. Sin embargo, en el caso del lino y del algodón esta operación se realizaba, al menos en Egipto, después del hilado.77 El problema estriba en saber qué métodos se emplearían en la preparación de dichas disoluciones a partir de los elementos básicos utilizados en las mismas. Las tinturas vegetales, al igual que el coccum, es lógico suponer que se secarían primero, pulverizándolas después para su mejor disolución en el líquido que luego les serviría de vehículo de penetración en los tejidos y flbras. Por simple ebullición de las hojas o de las raíces de las plantas en el agua se puede, en otros casos, obtener también la coloración buscada. Pero hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría de estos colorantes no tienen demasiada f,jeza, es decir, que luego las telas, al ser usadas y lavadas,

hierba jabonera, de É que más adelante hablaremos. También es muy interesante la alusión al proceso que se seguía en Egipto eh su tiempo: "las telas se limpian primero, y luego se untan no con los colores, sino con medicamenta (roductos químicos mordientes) que absorban el color. Acabada esta operación, las telas no muestran ningrin signo de tratamiento, pero siendo después sumergidas en un caldero de tinte hirviendo captan el color. Y lo curioso es que, aunque el caldero tenga un solo color, se producen coloraciones diferentes en la tela, cuyo tono cambia con la calidad del mordiente empleado, y no puede después quitarse".8l Vitrubio da asimismo algunos otros datos sobre la obtención de colores con mordiente, si bien él lo aplica, naturalmente, a las pinturas murales. e En definitiva, lo que nos interesa es comprobar el hecho de que en la preparación de los tintes se producían una serie de reacciones químicas, provocadas por la introducción de materias adecua-

desteñirían, perdiendo poco a poco el color. Por tanto este inconveniente requería la adición de un nuevo

tintorería pudo constituir un descubrimiento temprano, dada la necesidad de su utilización para la obtención de un color duradero. Probablemente su aparición debió de ir ligada al desarrollo de las técnicas de limpieza de las flbras. s En efecto, hemos visto cómo Plinio aludía a la raíz de la planta llamada struthion como el principal mordiente que intervenía para el tintado de la lana. Si tenemos en cuenta que se trata de la radix saponaria, especialmente empleada, como veremos más adelante, en el desengrasado o lavado preliminar de la lana, la conclusión es evidente en el sentido de que desde ese primer momento de su uso como plantas de lavado debieron conocerse sus posibles cualidades en otro campo más complejo como es el del tintado y; sobre todo, el del fijado de ese tinte. Así,lo que en un principio fue un producto destinado únicamente a una tarea general de eliminación de las impurezas de la fibra, pasó a comprobarse que servía también como fijativo, puesto que las piezas que previamente no habían sido lavadas con esta planta no retenían adecuadamente el color. Otro ejemplo claro puede ser el del doble empleo de un producto como la orina, la cgal, como luego veremos, constituía no sólo un elemento esencial de limpieza en el trabajo de los fullon¿s, sino que al mismo tiempo nos aparece como uno

aditamento para fijar el colorante y darle durabilidad, y éste sería sin duda el mordiente a que aluden las fuentes. Desgraciadamente sabemos muy poco con respec-

to a estos procesos empleados por los antiguos,

lo cual es hasta cierto punto comprensible si pensamos

que el oficio de tintorero, como dice Forbes,78

se

transmitiría regularmente de padres a hijos, y ambos guardarían el secreto de sus combinaciones y fórmulas. No obstante, y aunque en escaso número, se conservan entre los papiros egipcios de época helenística fragmentos de prontuarios de este tipo, como es el caso del llamado P. Holmiensis, D en donde se recogen las recetas aplicadas en un taller tintorero de explotación familiar. Posiblemente fue a través de informaciones recogidas en estos talleres como lograron Plinio y otros autores las noticias generales que nos transmiten respecto a los diferentes procesos de tintura.

Es indudable que, durante la preparación del líquido, se llevaba a cabo también un proceso químico. Según nos comenta Plinio, la lana se preparaba con tintes y con la raíz llamada por los griegos struthion,so es decir, la radix saponaria, saponaria o z¡ Vid. E. Wrrszvcra, ITER, p. 78 7e

SAT

145.

lY, p. 127.

Vid. E. Wrpszvcxe, ITER, p. e Plinio, NH XXIV, 96.

das para ello.

Aunque la información que proporcionan los autores antiguos no es abundante, debemos pensar que la acción de los mordientes o fijativos aplicados en

IX, 138. Pollux, VII, 169, designa a los mordienfes phúrmaka. 82 Vitr., Yll, 14, l-2. 81

Plinio, NH XXXV, 150; cf. también

Onom. 145.

83

Vid. R. J. Fonnes, SAT IV, p.

133.

207

de los mordientes más empleados en la Antigüedad. Sus propiedades para tales usos hay que buscarlas en el proceso de descomposición que en ella se produce al poco tiempo de ser almacenada, pues con la liberación del amoníaco adquiere un alto grado de alcalinidad, que le da su carácter de detergente y fija-

color a causa de sus propiedades alcalinas.88 Como antes apuntamos, la galla o agalla, una excrecencia de árboles como el roble o la encina, se empleaba para fijar el color, además de como ingrediente en algunas mezclas para obtener colores oscuros. 8e

tivo.

En cuanto a la preparación de la tintura purpurígena, extraída de moluscos marinos, hay que decir ante todo que resultaba algo más laboriosa y complicada a causa de las varias etapas que englobaba. Una vez sacados del agua estos animales, había que actuar con gran pericia para obtener los glandes productores de tan estimado jugo. Para ello se realizaban unos agujeros especiales en un sitio determinado de la concha, justo sobre el glande. Vitrubio incluso apunta el hecho de que a tal fin eran empleadas un cierto tipo de herramientas para cortar en redondo. m Pa-

El poder de la orina como mordiente era tal,

que

algunos de los productos tintóreos que hemos visto hasta aquí eran mezclados con ella para lograr una mayor fijación del color en los paños. Por ejemplo, como señalamos antes, e la orchilla o fucus se incorporaba a la orina para la fabricación, a pafiir de este líquido, de la denominada falsa púrpura. s5 En el caso del índigo actuaba asimismo el amoníaco de la orina en la fermentación de la planta, con el fin de que

se realaara la disolución y ñjación posterior, en la tela o fibras a tintar, de la materia colorante. A este respecto dis¡ronemos de una información valiosísima sobre

el pro@so de tintado utilizando índigo:

..re-

coger la planta y guardarla a la sombra. Al día siguiente, airear y pisar para que seque uniforme, mente. Colocarla luego en una pila muy capmz y al sol. Echar abundante orina. Al día siguiente pisarla al sol, hasta que se moje bien. Dividir la masa en tres partes, y poner una al calor en una pila, hasta que hierva suficientemente. Cuando salga espuma, remover... Mezclar líquido suficiente con una mina [c. medio kilo] de saponaria, manteniéndolo a fuego lento y cubierto con una esterilla durante tres días. En otro caldero hervir saponaria con orina y meter la lana, escurrir y meter en el tinte, sacándola cuando el color parece bueno". e Como puede apreciarse ¡ror el texto, el empleo con fines de limpieza y de mordiente tanto de la orina como de la saponaria era fundamental a lo largo de todo el complejo proceso. Sin duda debieron emplearse también como fijativos varias arenas de batanería, como la sosa, el potasio, el convólvulo hervido (enredadera de la familia de las convolvuláceas), la escamonea, planta de la misma familia que la anterior, y algunas especies de cohombro. sT También algunos tipos de sales solubles, como las del aluminio, cromo, hierro o estaño, serían utilizadas como elementos fijadores del

u Yid. supra, p. 85

1938, 8ó

202.

D. y J. Hen¡Bn, La pourpre de Gétulie, Hesperis XXV,

p. 98. Vid. K. RrrNrrNc, über díe iilteste Beschreíbung der

Küpenfiirbereí im P. Graecus Holmiensis, Mell. Textilber. 5,

1925; R. J. Fonrrs, SAT IV, p. 136. 87 En una de las oficinas de batanero de Pompeya apareció almacenada cierta cantidad de estos productos; vid. también al respecto E. Wrpszycr¡,, ITER, p. 132.

208

rece ser que el sitio ideal para realizar este oriflcio se

localizaba en el paso de la primera espiral a la segunda, sobre todo en los casos del murex trunculus y de la purpura haemastoma. er En el caso del murex brandaris la abertura se realizaba, como lo demuestran los abundantes ejemplares de Tiro, en la primera espiral, entre dos púas principales. La existencia de tales agujeros nos ayuda a identificar, entre los ejemplares de estos moluscos hallados en excavaciones, los que fueron utilizados para procurarse tintes y los destinados a fines alimenticios.

La finalidad de estas aberturas debía de ser el facilitar la extracción del animal al producirse una entrada de aire en el interior, que evitase el efecto de vacío natural que se da dentro de la concha. por otra parte, los murices más pequeños eran simplemente aplastados junto con su concha, y de esta forma destilaban la materia colorante. e A esta operación parece referirse Pollux, e3 cuando señala que las púrpuras han de ser matadas de un golpe repentino. Pese a lo que acabamos de decir, del mismo texto de Aristóteles parece deducirse que el agujerito

rcalaado en la concha de los caracoles de tamaño grande no servía para la extracción directa del glande, sino simplemente para permitir Ia fácil salida del animal completo; en el pasaje en cuestión asegura que "a los de tamaño grande se les saca la B8

Vid. R. J. Fonras, SAT lV, p. 134. supra, p. 203; sobre su utilización como mor-

§ Yid.

diente, Plinio,

r

NH XVI,

26.

Vitrub. VII, 13, 3. el Vid. M. UBnpn+rNN, AAM, pp. 93

Onom.

I,

4.

164

ss.

concha, y después se le extirpa la flor, y dado que ésta se encuentra entre el cuello y el hepatopáncreas, se separan antes ambos...; esta separación es necesaria, pero se ha de hacer en vivo, ya que tiran la flor al expirar". Como puede comprobarse, es este final el que no queda muy claro, ya que si se saca al animal del caparuzón lógicamente morirá. q Tanto los glandes de los moluscos de gran tamaño como los restos machacados de los pequeños eran puestos a macerar en sal durante tres días, a razón de w sextarias de sal por cada cien libras de jugo. e5 A continuación se hacía cocer esta preparación en cubas de plomo, habiéndola rebajado, sin duda, con

cierta cantidad de agua para facilitar la concentración, evitando una excesiva perdida del jugo natural. s De cada cien ánforas de líquido (aproximadamente unas 8.000 libras) se obtenían tan sólo quinientas libras de producto terminado. La evaporación debía hacerse a fuego lento, para que poco a poco fuera madurando bien. Con el fin de limpiarlo de impurezas se recogían, posiblemente con un colador, los fragmentos que pudieran ir subiendo a la superficie. IJna vez transcurridos diez días, se filtraba todo el contenido, y comenzaban ya las pruebas, introduciendo pequeños fragmentos de lana en bruto, hasta compiobar que se disponía del color deseado. e Las maniobras de preparación de la tintura eran, como vemos, complicadas y costosas, sobre todo si pensamos que las cantidades flnales obtenidas eran el fruto del manejo de un gran número de moluscos. De ahí sin duda el elevadísimo precio que alcanzaban estos tintes en el mercado, o, más exactamente, los vestidos con ellos tratados; además del empleo de una materia prima muy abundante, se requería para su elaboración un trabajo delicado de mano de obra €xperta.

Efectivamente, con el hervor el líquido menguaba en gran manera. Si a ello añadirnos el hecho de que

de cada caracol sólo se lograba el rendimiento de unas pocas gotas de jugo, * podemos imaginar el volumen de moluscos empleados en una factoría diariamente. Para Stearn, de cada ocho mil caracoles de

s

Vid. para este problema, M.

Uener"re.NN,

AAM, p.

167.

Todo este proceso lo encont¡amos descrito en Plinio, IX. 133-135, aunque el texto transmitido adolece de

es

\H

a,gunas corrupciones

t

l.:'

y

lagunas.

Vid. J. P. Drsrecques - P. P:i,ptraires, Hesperis

XLII,

Mogador et les

1955, pp. 193

ss.

cf. asimismo J. W. JacrsoN, The geographical distributíon ,-.j the Shell- purple industry, Mem. Proc. Manchester Lit. and Phii. Soc.,60,7,1916, p.60, a quien sigue J. G. EveNs, ¿¡pLoiration

of

Un

aspecto muy importante dentro del proceso de fabricación de la prirpura viene determinado por las variadas mezclas que se llevaban a cabo para la obtención de las diferentes tonalidades. Como la bibliografía sobre el tema es abundante y exhaustiva, nos pareco superfluo reproducir los detalles técnicos del proceso. 101 Pero a todas estas combinaciones de colores, logradas según el grado de descomposición en que se hallara el jugo puro de púrpura en el momento de ser utilizado y de los baños que se le diera a la tela, no les faltaba, en cualquier caso, la inclusión de mordientes de todo tipo. 1@ La radix saponaria se empleaba en el caso de la lana, y como hemos visto para su lavado previo, aunque además con un segundo objetivo, cual es el de que luego esta misma lana asimilara más fácilmente el tinte al que se le iba a someter. t03 ps¡6 el elemento que con mayor eficacia fijadora se añadía de una manera sistemática en la obtención de gran cantidad de colores confeccionados con la púrpura era la orina. Por ejemplo, el anú heliotropo se obtenía mezclando, según el proceso antes apuntado, la púrpura oscura, el agua y la orina; el color malva, con los mismos ingredientes, pero añadiéndoles el buccinum,' el amarillo otoño con púrpura roja, agua, orina y buccinum, etc.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que este tipo de mezclas eran las destinadas a lograr los llamados colores conchilianos, es decir, los que podríamos cali ficar de segunda categoría, logrados a base de disoluciones de la tintura del molusco en líquidos muy diluidos, mientras que los de primera categoría serían los colores de púrpura auténticos, obtenidos en disorm L. Fnreor-iñonx, Über den Farbstoff..., p. 89. Desde el punto de vista experimental destaca el valioso tratado, ya citado varias veces, de H. de L,rceze-Du101

arrrERs,

KoBsBRLÉ,

- Cf,. además del pasaje pliniano, Aristót., De color. 40. ¡ \'id. Piinio, NH IX, 60. - \\'. T. Sr¡,r¡.N, Botanícal Latin, London, 1973, p. 238;

T;¡.

murex brandiris se obtiene un gramo de tintura pura. e La relación calculada por Friedlánder es semejante: un gramo y medio de tintura pura requiere el empleo de unos doce mil caracoles. rm Y la prueba arqueológica más palpable la constituyen los enornes depósitos de varios metros de profundidad, originados por el vertido sucesivo de los restos de los moluscos empleados en las diferentes factorías que el Mediterriíneo albergó.

molluscs, London, 1969,

p.

479.

MP, así como el trabajo de W. A.

Scnrraror, FGA.

Vid. también L. Fnrcor.iiNorn, Über den Farbstoff ...; K. Fevr'roxovu;-a, Die Purpurf iirberei der verschiedenen Kulturvólker des klassischen Altertums, Heidelberg,

IV, pp.

1900;

v. Purpura; A. DeoBrINo, Eír Beitag zur Purpurkunde, Berlin, 1898; J. Mm-

M.

BesNren,

DS,

769-778, s.

euARDT, op. cit., pp. 491-500, aunque todos ellos siguen los planteamientos de Schmidt. 1o2 Vid. Aristót., Hist. anim. V, 15 [547 a]. 103

Plinio, NH XXIV,

96.

209

Iuciones muy concentradas de tinte. Estos últimos no

necesitaban, por su alta concentración, de ningrin mordiente. Aristóteles alude claramente a ello cuando describiendo al animal observa que la flor es atravesada por una especie de vena, mientras que el resto

Ey,rrr. ,l'

J,

,AtD,r',.,

j'rirnr* /

del tejido tiene la misma función que el alumbre,le lo que viene a significar que, al ser machacado parte del cuerpo del animal junto con el glande purpurí geno, las sustancias químicas que aquel tejido encerraba actuaban ya como mordiente. Como es lógico suponer, de estos dos distintos tipos de tintado en púrpura, el auténtico y el diluido, se desprenden también consecuentemente dos tipos de resultados: unos tonos oscuros para los tejidos teñidos con los primeros, y otros mucho más claros para los liamados tintes artificiales o conchilianos. Los nombres que se les daba a los antiguos colores tenían mucho que ver con los de los pigmentos empleados en su fabricación,

r05

dándose

la circuns-

tancia de que los tonos que más se trabajaban, Ios más usuales y, generalmente, los más fáciles de obtener, son los que mayor número de apelativos recibieron, al contrario de lo que sucedía con los tonos menos frecuentes y más difíciles de elaborar. 16' Con el fin de comprobar experimentalmente todos estos métodos antiguos de tintado se han venido haciendo desde el siglo xvrrr toda una serie de pruebas, de las que ya hemos mencionado algunas. El primero en trabajar directamente con las conchas para obte-

ner la tintura manejada por los antiguos fue,

en

nuestro país, Juan Pablo Canals y Martí, quien redactó unas "Memorias sobre la púrpura de los antiguos, restaurada en España, que de orden de la Real Junta

y Moneda se dan al público', (Madrid, 1779). Paseando por las playas de Barcelona observó que los pescadores se teñían las manos con algunos moluscos. Llevó varios ejemplares a un tintorero y comenzaron a experimentar, siguiendo los métodos descritos por los autores clásicos. 1o Dice que, efectivamente, el líquido del murex, de la purpura y d,el buccinum expuesto al sol sufre una transformación de su color en poco tiempo (verdoso limón, verde claro, verde oscuro, violeta y púrpura), y que si el sol es muy fuerte dicha transformación General de Comercio

104

Vid. Aristót., Hist. anim. V, 15

1547

al.

Cf. W. T. SreanN, Botanical Lqtin, London, 1973, p. 236; J. KóNrc, Die Bezeichnung der Farben: Umfang, Kottsequenz und übereinstimmung der Farbenbenennung, Archiv für Gesamte Psychologie 60, 1927, pp. 129-204, en donde proporciona la nómina entera de los nombres de colores griegos y latinos. 10s

210

E.r7a,'ie

t,

/",1/,./ "/ ",t,, ), "r,,,"

Frc. 197.--Moluscos purpurígenos. Según !. p.

t

C.rNar_s y

ManrÍ.

se acelera, percibiéndose en poco tiempo un hermoso

color púrpura. Un fuego grande hace el mismo efecto, según é1, aunque con mayor lentitud y producien-

do un color no tan perfecto. rG En cuanto al tema de los mordientes, asegura que los experimentos demuestran que el material que más conviene a las fibras, sobre todo de lana, es una sal, bien de plomo, estaño, alumbre, sal gema, sal amoníaca, salitre, arsénico, etc.... Disueltas estas sales en agua hirviendo servirían, en su opinión, de base para introducir los tejidos que luego serían sumergidos en otros calderos, en donde ya estaría la tintura prepa-

rada.l@ Si la operación se repetía por dos veces, el color definitivo sería más oscuro, de forma que Canals considera que estaríamos ante el método empleado para la obtención de las tinturas que los anti106 Vid. W. T. SrrenN, op. cit., p. 239, así como W. A. Scnuror, FGA, pp. 104-151. 107 Es interesante comprobar, sin embargo, cómo en su

la nomenclatura estaba todavía alterada, y llama púrpura a nuestro Ínurex, y viceversa; ver figura 197. época

op. cit., p. 48.

108

J. P.

1@

Vid. J. P. C¡N¡rs, op. cít., p,

CANALs,

52.

guos llamaban dibafas o tintadas por dos veces. rr0 Una parte del algodón y del lino fueron tintados en el experimento de Canals con púrpura, y otra con grana kermes en frío, después de haber sido tratadas ambas por igual con alumbre y sal saturno. También a la seda se le hizo seguir el mismo proceso. 111 Es notable la af,rmación de Canals de que no hace falta tan gran cantidad de conchas para teñir una tela como quieren los relatos de los autores antiguos; en este sentido llega a decir: "vemos a menudo que unas cuantas gotas de licor tiñen muchos cubos de agua".1t2

Ya hemos tenido también ocasión de citar

los

trabajos experimentales de Lacaze-Duthiers. Al igual que Canals, utilizó de manera directa distintos ejemplares de moluscos, en este caso de la isla de Mahón. Comprobó en primer lugar que, efectivamente, la materia colorante de los glandes, si no era expuesta a la acción del sol, permanecía amarilla y sin ningrin olor; pero que sometida a la luz solar y a la humedad sufre transforrnaciones fotoquímicas, desprende un olor fuerte y va cambiando de color: amarillo, azul, verdoso, rojo y, finalmente, violeta. Como el

proceso es cuestión de tiempo, observó que si se intemrmpe en un momento determinado se obtienen, como es lógico, diversos colores, y, a su vez, diferentes tonalidades dentro de los mismos. 113 Años después fueron Desjacques y Koeberlé quienes volvieron a comprobar de manera inmediata los efectos del líquido purpurígeno. 114 Sobre la playa de Agadir dos mujeres comían unos moluscos en la orilla con las manos tintadas de rojo. Se trataba de purpura haemastona. De forma que a partir de ahí "probamos luego", nos dicen, "a tintar tela. Después de ha-

ber machacado, junto con arena, los glandes en un mortero, filtramos aquella mezcla sobre tejidos. Era una prueba con los métodos más simples. Lo flltrado era el primer día amarillo, después verde. Al cabo de cuatro o cinco días (temperatura de 10" a 15", luminosidad a un metro de una ventana orientada al norte) se tornó malva púrpura. El color se hizo cada vez más vivo siguiendo una exposición prolongada al sol. Un medio amoniacal o acético parece retrasar el viraje al violeta púrpura, sin disminuirlo. Si se hierve lo filtrado el primer día vira inmediatamente (oxidación). De todas formas el color es más fuerte

Vid. J. P. CeNers, op. cit., pp. 8l s. Vid. J. P. C,rN¡.rs, op. cit., p. 83. 112 Vid. J. P. C¡N¡rs, op. cit., p. 39. 113 Vid. H. de L,lc.lz¡-Dururens, MP, passim. 11{ Vid. J. P. Drsracques - P. KoenetrÉ, Mogador et Iles Purpuraires, Hesperis XLII, 1955, pp. 193-202.

cuando el filtrado no ha sufrido ninguna modificación brutal. La experiencia prueba una presencia absolutamente neta de sustancias colorantes malva y una gran estabilidad de esa tintura".

En cuanto a las'materias y flbras textiles susceptibles de ser tintadas, debemos destacar en primer lugar la lana, con unas condiciones inmejorables de absorción y mantenimiento del color. Para el caso de la Península Ibérica debió ser, desde luego, la materia prima que podemos considerar en cabeza en este sentido. La seda, sin embargo, con la que tapbién se obtenían magníñcos resultados, no llegó a implantarse en la Península como elemento de producción en la época que nos ocupa. Si se usaron manufacturas de seda tintada en el Bajo Imperio, y sobre todo a partir de Justiniano, 1ls serían fundamentalmente objeto de importación, de gran lujo, y reservados, por tanto, a círculos muy restringidos de Ia población. El lino, por su parte, nunca tuvo aceptación para este proceso del tintado, dadas sus escasas condiciones naturales de asimilación de la tintura, sea ésta del tipo que sea. Además, estudios realizados sobre tejidos antiguos de lino encontrados en zonas donde la utilización de esta fibra fue algo muy común, así vienen a demostrarlo. R. Pflster llevó a cabo una serie de análisis sobre los tejidos de Palmira, a los que cronológicamente hay que situar entre los siglos r y uI de nuestra era, y que han llegado hasta nosotros muy bien conservados gracias a haber sido depositados en el interior de grandes torres de varios metros de altura utilizadas a modo de necrópolis. 116 Según demuestran los restos de túnicas, chales, etc...., allí encontrados, las manufacturas se hacían de lino,

pero a la hora de decorarlas con colores no se recurria al tintado, cosa que resulta casi imposible, sino que se empleaba la lana, previamente teñida, para realizar con ella, como trama ocasional, bandas y decoraciones sencillas de color. En la mayoría de los casos, y en raz6n de las características específicas de cada fibra, estas bandas de lana han desaparecido, pero queda hueco el espacio por ellas ocupado antaño entre dos zonas de tejido liso de lino. La conclusión a que llega Pfister es que jamás el lino aparece tintado.

1ls Cf. C.J. t, 4, 40. ué R. PFIsTER, Textiles de Palmyre, découvertes par le service du Haut-Comissariat de la République Frangaise dans la Nécropole de Palmyre, Paris, 1934; idem, Nouveaux

110 111

les

textiles de Palmyre (Tour d'Elahbel), Pais, 1937; idem, Textíles de Palmyre III, Paris, 194O.

21t

En otro interesante estudio de Pfister sobre tejidos coptos, 117 se hace incluso hincapié en que "el lino es refractario a la tintura, y por ello no poseemos telas de lino de color". Pero tambíén las fuentes antiguas corroboran esta opinión, puesto que plinio afirma

ll7 Vid. R. Prrsrrn, Tissus coptes du Musée du Louvre,

y. Teinture. 118 Vid. Plinio, NH Xl)d,22. Los dós casos a que aquí

Paris, 1932, Introductíon, s.

se refiere parecen formar parte de historias anecdóticas atri-

buidas a Alejandro y Cleopatra; desde luego es difÍcil ima-

212

que se había intentado teñir el lino ¡mra conseguir el mismo efecto que en las demás telas, aunque él sólo puede aportar dos ejemplos, no exentos de inverosi-

militud, en que dicha prueba hubiera éxito.

alcanzado

rr8

ginar que las velas de lino de las naves de guerra de uno y otra estuvieran tintadas en su totalidad; en cualquier caso, podría tratarse simplemente de insignias o adornos de un material fácilmente tintable, cosidas con posterioridad sobre una parte de la vela.

CAPÍTULO XI

CE]VTROS DE TI]VT

OnrcrN REMoro

DE EsrA rNDUsrRrA

veíamos en el capítulo precedente, el arte del tintado de las telas remonta a época prehistórica, con el empleo de los productos vegetales de que se disponía y que tan sabiamente se llegaron a elaborar. Los restos de esta industria elemental y primitiva'no han llegado a nosotros, en parte tal vez por la desatención hacia la recogida de elementos como el polen, que nos hubieran permitido conocer la existencia en determinados momentos de algunas de las

f\oMo

\-/

plantas de uso en tintorería, en Imrte por el propio carácter perecedero de las piezas tintadas. En efecto, los únicos datos materiales que poseemos son los que nos proporcionan los escasos fragmentos tintados que en la actualidad se conservan, y a los que antes hacíamos alusión.

Sólo cuando el hombre comienza a atilizff en los procesos de la tintorería unos elementos más duraderos, por estar dotados de caparazones, como son los caracoles marinos, es cuando nos lega una huella clara y más o menos precisa de sus manipulaciones

y

trabajos.

Tradicionalmente se ha pensado que el descubrimiento del proceso del tintado a través del empleo de animales como la purpurc¡ y el murex se debe a los fenicios, y existe una bibliografía bastante unánime en este sentido. I Podría pensarse que la base de esta creencia se apoya exclusivamente en el hecho de que

I Vid. H. BrünrNsn, TT, I, p. 233;

ídem, Die gewerblí-

che Thiitigkeít der Vólker des klassischen Altertums, Leipzig, 1869, p. 291. M. Bnsxrnn, DS, IV, pp. 769 ss., s. v. purpura;

J. P. Desracquss - P. Koesnp¿É, loc. cit., p. 193; M.

RerN-

ttor-o, History of Purple as a Status Symbol ín Antiquity, Coll. Latomus 116, Bruxelles, 1970, pp. ll s.

O

RE

RÍA

es en las costas fenicias donde han aparecido los mayores amontonamientos de caparazones de desecho, fruto del funcionamiento de factorías de tintorería desde muchos siglos antes de Cristo. Algún otro autor ha querido precisar esta creencia haciendo alusión a textos de Ugarit que citan ya la púrpura en el siglo xw a. C.; 2 ciertamente recientes estudios lingüísticos señalan que el nombre mismo de fenicios con que fueron conocidos por los griegos, Ooivrxeq, las gentes de la piel bronceada o tostada, deriva de gotvcíe, rojo o rojizo, y que el derivado goivt( tiene el mismo sentido, ya que la industria de la púrpura de Tiro y Sidón hizo que la denominación de rojo en general se aplicase también para designar los tonos de piel rojiza.3 Según esto, es lógico suponer, si hay una relación del nombre-oflcio de estas gentes, que serían denominados así en consideración a dicho oficio. Las tablillas micénicas dan igualmente unas formas que corresponden a gotvtxia o gorvrxeia, y que designan el color rojo. Sin embargo, hoy en día el conocimiento más exacto de la antigua civilización cretense ha conducido a algunos a estimar, basándose en ciertas escenas representadas en los sellos minoicos, que ya a comienzos del II milenio a. C., y desde luego en plena fase de los segundos palacios, existió una artesanía dedicada a la captura y explotación de estos moluscos para dedicarlos, presumiblemente, a la tintorería. En este sentido se ha llegado a sugerir que pudo 2 Cf. E. Druoucnor, recensión

en REA LXXIV, 1972, pp. 239

a la obra de Reinhold

ss.

3 Vid. E. CtuNrntNe, A propos du nom des Phénicíens et des noms de la pourpre, SC XIV, 1972, pp. 7-15.

213

incluso existir un comercio con tales tintes, que se extendiese a Troya y al resto de Anatolia, a la Grecia micénica, y a Siria y Palestina. a Con todo, parece evidente que fueron los fenicios quienes se especializaron en la explotación de este solicitado producto, desarrollando sin duda las más perfeccionadas técnicas de aprovechamiento de los glandes de estos moluscos.

Según la leyenda, Melqart comprobó un día cómo perro su tenía, después de haber comido conchas ma-

rinas,

el morro manchado de rojo, y

éste fue el

comienzo de las experiencias posteriores hasta que se consiguió extraer d,el murex y de la purpura el pro-

ducto tintorero.s Sin duda la realidad fue otra y el descubrimiento se nos pierde en la noche de los tiempos y en el anonimato más absoluto. Lo que parece incuestionable es que en la zona del Mediterráneo oriental el dominio de esta técnica era muy superior al de otras partes, y que esa fama se extendió posteriormente hasta época romana, en que los productos de Tiro y Sidón tenían una enorme acogida entre la población pudiente de toda la cuenca mediterránea. Pero las costas fenicias no podían proporcionar el material suficiente, dada la gran cantidad de moluscos requerida para abastecer la abundantísima producción. Así, se explotó muy pronto el litoral de la isla de Citera,6 y luego poco a poco se iría extendiendo la búsqueda de estos moluscos por los navegantes hacia el oeste, a zonas como Tarento, la isla de Djerba, las Baleares, tal vez Cartago, en el fondo de la bahía de Algeciras,T para continuar posteriormente por la costa atlántica africana, de donde venía

la famosa púrpura de Getulia.8 En uno de sus libros Heródoto refiere cómo los buscadores de púrpura solían surcar ciertas partes del Mediterráneo, que exploraron con anterioridad incluso a los establecimientos coloniales griegos.

4

Vid. F.

ScHecnBnrr,reyn,

e

Die minoische Kultur y 237.

des

Alten Kretas, Stuttgart, 1964, pp. 175,225-228 s Cf. Pollux, Onom.

I, 45.

ó Vid. J. P. Drsrecques-P. KonsERLÉ, loc. cit., p. 193. 7 Cf. Estrabón lll,2,7 IC 145), quien indica que, segln se decía, Carteia proporcionaba púrpuras y múrices con una capacidad de diez cotilas (2,4 l.). 8 Algunos autores, como D. y J. Hrnrnn, La pourpre de Gétulie, Hesperis XXV, 1938, p. 97, mantuvieron que la

Ilamada púrpura de Getulia nada tenÍa que ver con la de origen marino, sino que se trataba de falsa púrpura fabricada con el fucus u orchilla de mar lvid. supra, p. 2081, alga muy abundante en este litoral, mientras que los moluscos purpurígenos no se daban. Sin embargo, recientemente se han encontrado abundantes ejemplares, tanto de

214

Anres DE ExpLorAClóN sN re P¡NíNsure

A nosotros nos interesa sobre todo el caso de la Fenínsula Ibérica. Sabemos que en la actualidad existen tanto el murac como la purpura en nuestro litoral mediterráneo y en las islas Baleares. Ya veíamos antes que Canals y Martí a flnales del siglo xvrrr experimentó con los especímenes que recogió en las playas de Barcelona, y que un siglo más tarde Lacaze-Duthiers trabajó con los extraídos en la costa de Mahón. En la actualidad sigue siendo frecuente encontrar a la venta en los puertos españoles mediterráneos, para el consumo alimenticio, ejemplares de moluscos purpurígenos, en especial

el murex bran-

daris.

Dada la nattraleza de los ingredientes empleados en la fabricación de la tintura, hay que pensar en principio en una instalación costera de las posibles factorías. En efecto, las fuentes escritas coinciden en este punto, e insisten en la necesidad de una manufactura rápida del proceso, habida cuenta del carácter perecedero del jugo de los animales. 10 Por otra parte sabemos que éstos sueltan el contenido de su glande al morir, lo que obligaba a la rápida extracción del mismo para evitar tal pérdida. La única posibilidad que tenía al alcance el artesano antiguo para mantener el material durante algunos días sin sufrir deterioros era, como apunta Plinio, la de conservar los moluscos recién capturados en agua de mar, con lo que, al parecer, aguantaban en buen estado hasta unos cincuenta días. 11 Si tenemos esto en cuenta, se podría pensar en un hipotético traslado de los caracoles en recipientes adecuados hasta algunos talleres situados en el interior. Sin embargo el sistema no parece muy lógico, y, en ausencia de pruebas arqueológicas, nos inclinamos a pensar que tales instalaciones serían, como todas las que se conocen, costeras. Seguramente 1o que sí se haría sería llevar por mar, desde playas más o menos lejanas, los animales así acondicionados hasta un determinado establecimiento

épocas prehistóricas como actuales, que los nativos emplean

en su alimentación, que prueban todo 1o contrario. J.

P.

Dnsracqurs y P. Koeuenr-É, loc., cit., pp. 197 ss., aseguran que la purpura haemastomd se encuentra en toda la costa en cantidades enormes, e incluso en relación con ánforas de los siglos I antes y después de Cristo. Asimismo, hacen alusión al hallazgo de un fragmento de plomo, que creen puede provenir de algún caldero de los utilizados en la fabricación de la materia colorante obtenida de los glandes (p. 201). e Vid. Herod. IV, I5l. 10 Vid. Plinio, NH IX, 133: macerari triduo íustum, quippe tanto maior vis, quanto recentior. tl Plinio, NH IX, 128: alioqui captae et díebus quinquagenis vivont saliva sua.

costero, que necesitara más materia prima que la conseguida en sus cercanías. Con el tiempo debió comprobarse que resultaba más económico y rentable, evitando pérdidas ¡ror deterioro, la instalación de nuevos talleres en las zonas de abundancia de murices y purpuroe, y así surgirían sin duda algunas colonias-factoría, como pudo ser el caso del baphium de Baleares, que funcionaba en época tardía. Pero la base para la identiflcación de antiguos centros de producción tintorera sigue estando en los amontonamientos de los caparazones de los moluscos empleados en ellos. 12 Los de la zona de Sidón alcanzan Ltrt espesor de unos 7 a 8 metros aproximadamente, y una longitud de unos 120 metros. 13 Los caparazones aparecen agujereados de una forma determinada, y en una parte precisa del molusco, como veíamos antes; así lo recoge la bibliografía abundante sobre el tema, centrada en el estudio de los restos de las factorías fenicias. 1a Esto es en realidad lo que los distingue de Ios caparazones que se emplearon con f,nes alimenticios, que aparecen intactos o bien

rotos sin ningún criterio especial, puesto que desde luego también en la Antigüedad fueron consumidos por la población, ls como lo demuestran Wra el caso de la Península los restos encontrados en muchos yacimientos costeros. 1ó Lo cierto es, sin embargo, que en nuestras playas no han aparecido todavía grandes depósitos de conchas que nos indiquen con claridad emplazamientos seguros de talleres tintoreros. Tal vez la acción del mar tenga algo que ver, al haber barrido con fuerza sus restos, o bien se pueda achaear al escaso valor que hasta ahora se les daba a los restos faunísticos

en nuestros yacimientos. Tampoco han aparecido, desgraciadamente, construcciones que podamos identif,car con seguridad como antiguos talleres tintoreros. 17 Lo que sí podemos comprobar es que existen muchos restos de estos moluscos diseminados por los diversos yacimientos costeros, así como por los por12

Vid. W. T. SrrenN, Botanical Latin, Londo¡,

1973,

p. ?38; J. W. J,lcxsoN, The geographical distribution of the Shell-purple industry, Mem. Proc. Manchester Lit. and Phil. Soc., 60,

7,

1916.

13

Vid. R. J. Fon¡ss, SAT IV, p. 119. 14 Vid. D. H,rnoru, Los fenicios, Barcelona, 1967, p. 170; A. JootN, Les établissements du Roí Juba II aux iles purpuraires (Mogador), Tanger, 196'7, Lám. III: N. J¡os¡rA.N, Tyre through the ages, Beirut, 1969, p. 142 M. UrnrlreNx,

AAM, p. rs

166.

Vid. Marcial XIII, 87, 7-2'. sanguíne de nostro ingrate, lacernas índuis, et non est hoc satis, esca

tinctas, sumus;

Hor., Sat. lf,4,32; Plinio, NH IX,60; Columela VIII, 16. 16 Vid. J. M. BrÁzquoz, EESH, p. 92, quien señala que en la villq romana de Tossa de Mar, del s. rv, aparecen asÍ empleados, 1o mismo que en otros yacimientos romanos de la Costa Brava, como Ampurias.

tugueses, pero en pequeñas cantidades; es decir, que dado el volumen de material que veíamos como nece-

sario en este tipo de manufacturas, no aparece nada claro el hecho de que tales restos se hallen en relación estrecha con un determinado taller. Pero consideremos directamente los hechos de que disponemos. En principio hay que hacer constar que la zona cantábrica es mucho más pobre en estos moluscos que el litoral de otras partes de la Península, dada la frialdad de las aguas, lo que impide la proliferación normal de estas especies. Existe sin embargo un testimonio no muy reciente, pero válido, de que en las

playas de Asturias las había hace dos siglos. 18 En Portugal la purpura haemastoma se da, según O. da Veiga, 1e desde la playa de Ancora, en el Miño, hasta el Algarve, y la purpura lapillus fue en su opinión utilizada con fines tintóreos en plena Edad del Hierro o incluso en la del Bronce. Aunque no compartimos muchas de sus aseveraciones, da Veiga nos proporciona una lista interesante de estaciones prehistóricas en donde se pudieron identificar ejemplares de estas dos especies: Gruta de Porto Covo, Gruta da Casa da Moura (Torres Vedras), Grutas de Cascais, Castro de Liceia, Estagao do Forno da Cal (Soure), poblado eneolítico de Parede, Mancoa de Carrego (sólo purpura lapillus), Castro da Fonte de Rotura (aparecen también murex brandaris y murex trunculus) I se trata, en todos los casos, de yacimientos costeros. Pese a que da Veiga asegura que nos encontramos siempre ante ejemplares utilizados para tintorería, r desgraciadamente no proporciona datos concretos para basar tal aseveración, como serían por ejemplo el estudio de los tipos de abertura es -si que las hay, lo que tampoco dice- o del número aproximado de ejemplares en cada yacimiento. Tam-

bién en Portugal, el Castro de Zambujal ha proporcionado tres ejemplares de thais haemqstoma, uno de los cuales, hallado en el estrato 3, ofrece una rotura en la primera fila de pinchos; 21 no es seguro por 17 J. M. Br-izquzz, EESH, p. 75, afirma inexpiicablemente que existen talleres de tintorería excavados en España, y se apoya para ello en la obra de A. G¡ncí,1 y BpLttoo, Fenicios y Cartagineses en Occídente, Madrid, 1942, p. 90. La realidad es que tal afi¡mación deriva de no haber caído en la cuenta de que García y Bellido se estaba refiriendo a talleres de salazón de pescado. 18 Así lo indica el P. Furoo, Teatro crítico (Jnivcrsal, ed. de 1765. r. VI. p. 225. 19 O. o,r Vprc¡ Fsnnerut, Acerca da presenga de "Purpura haemastoma" e "Purpura lapillus" Linné nas estuEoes pré-histórícas portuguesas, RDG LXVIII, 1958, pp. 378 s. m Loc. cit., p. 377. 21

Vid. A. voN

DEN Dnrsscn -

J. BosssNrc«, Die

Fauna

von Castro do Zambujal (Fundmaterial der Grabungen von 1966 bis 1973, mit Ausnahme der Zwíngerf unde), SF ll}{, 5, München, 1976, pp. 104 s.

215

tanto si se trata de restos de comida o pudieron ser utilizados para otro menester. Tenemos noticia de la existencia en Villaricos, la antigua Baria, de conchas de múrices y púrpuras, si bien no en abundancia, y sin haber sufrido, además, ninguna rotura.z Sin embargo, en el cercano yacimiento del Bronce conocido como Parazuelos aparecieron acumuladas ciertas cantidades de estos moluscos, que presentaban el típico agujero paru la extracción del material colorante. ¿ Muy interesante es el estudio recientemente realizado de los ejemplares encontrados en la factoría fenicia de Toscanos, en la desembocadura del río Yélez, una zona muy rica en fundaciones fenicias y aprovechada luego, como demuestra la arqueología, por los romanos. Tras un detenido análisis de los caparazones,2a se aprecia que las huellas de apertura de los moluscos allí encontrados (vid. lám. LXXVI, 1) son idénticas a las gue almrecen en los moluscos pertenecientes a los yacimientos de Tiro y Sidón, por lo que se refiere a los ejemplares hallados en estratos fenicios, mientras que los de época romana parecen haber sido empleados tan sólo para la alimentación. De todas formas no hay que olvidar que tanto en un caso como en otro las cifras que se nos ofrecen son muy reducidas en general, o y oo permitirían en absoluto fundamentar grandes teorías de que en esta factoría se industrializatan necesariamente tintes con tan exiguo material. Sin embargo es de muchísimo interés la idea apuntada ¡ror Uerpmann de que el posible taller o talleres estuvieran situados fuera del recinto estricto de la ciudad, como era corriente en la época, por otra parte. Naturalmente con esta posibilidad abierta para éste y para otros yacimientos, el hallar tales talleres se hace todavía más complicado y problemático, a no ser que intervengan factores casuales, y explicaría posiblemente el hecho de que no conozcamos más que contadas factorías para todo el mundo mediterráneo, pese a que por las fuentes antiguas, la epigrafía, y simplemente por pura lógica, sabemos que su número debió de ir en aumento y llegar a ser bastante considerable. 22 Vid. A. G,ucÍa v Brr-r,roo, Fenicios Occidente, Madrid, 1942, p. 90.

y

Cartagineses en

23 Vid. L. Swsr, Yillarícos y Herrerías, Mem. de la Real Acad. de la Historia, 1907, p. 387. 24 Vid. M. UunruaNN, AAM, pp. 164-l7t; H.-P. y M.

UnnrueNN, Tierknochenfunde aus der phónizíschen Faktorei von Toscanos und anderen phóniaisch beeinllussten Fundorten der Provinz Málaga in Südspanien, SFTIH, 4, München, 1973, 2s

p.

haemastoma

120 ejemplares de estratos fenicios, 14 de los fenicio-romanos

yI

de los romanos; murex brandaris 41, vamente; murex trunculzs 10, 18 y l.

216

2l y 5, respecti-

y de origen fenicio,

como

es

líquido purpurígeno. 27 En el caso de los fenicios, en estos talleres de instalación costera debía llevarse a cabo el proceso de extracción del jugo de la púrpura de los moluscos para, después de una serie de manipulaciones que durarían más o menos tiempo, poder expedirlo, convenientemente acondicionado, a determinados puntos

de distribución. No es aventurado suponer que la mayor parte de la producción fenicia obtenida en la Península fuera objeto del envío a ciudades de mayor grado de desarrollo, fueran peninsulares o no, y posi-

blemente se traficase con ella por todo

el Medite-

rráneo.

En el caso romano conocemos, a través de algunas inscripciones, la existencia de determinadas personas dedicadas al manejo de la púrpura. Así, por ejemplo, una inscripción procedente de Cádiz haúa referencia, en opinión de Hübner, a una purpuraria, es decir, a una comerciante en púrpura. B Sin embargo en este caso hay que reconocer que la restitüción es bastante dudosa, pues se trata de una inscripción dañada en su margen izquierdo, en la que tras el nombre de la difunta aprece el oficio que desempeñaba en vida, pero con la particularidad de que falta el comienzo de la palabra-» El propio Hübner, ante la duda de haber leído correctamente las dos primeras letras que se conservan, piensa incluso en una po-

sible lectura tu)raria, es decir, perfumista. $ Por su parte Mommsen, a quien consultó Hübner, parece inclinarse por la resolución de la linea crllmo lilbra2ó

Vid. A. G¡ncfu y BEr¿rDo, Fenicios y Cartagineses en

Occüente, Madrid, 1942, p. 90.

z Vid. A. voN DEN Dnrescn, Nahrungsreste tíerischer Herkunft aus einer tartessischen und einer spiitbronzezeitlichen bis iberischen Síedlwtg in Südspanien, SF"[IH, 4, München, 1973, pp. lt y 30. 28

CL II

cretamente

Suppl.,

p.

873,

a

1743. Hübner propone conequival-

la lectura purlperaria, que, a su juicio,

dría a purpuraria.

89.

M. Urnpu¡NN, AAM, p. 165: purpura

También en lbiza,

lógico, debieron de existir varios de estos talleres, tal como podrían atestiguarlo la gran cantidad de moluscos encontrados por toda la isla. 26 En el Cabezo de San Pedro (Huelva), un yacimiento que cronológicamente comprende desde el siglo, vrrr al u a. C., aparecieron caparazones de murex trunculus en estado fragmentario, lo que impidió reconocer la existencia de posibles aberturas; también en este caso, por consiguiente, podemos hallarnos ante restos de comida o de animales utilizados para la obtención del

2e CIL U 1743: D.M.S. / BaEBIA. VENERIA / ...... PERARIA / c.s. AVO. DVLCIS / ANN. XXV / BaEBIVS / VENERIOSVS / aNN. I. M. III. S. V. T. l.

n clL tt

1743.

ria, es decir, celadora.3r Por último, la denominación del oficio ha sido todavía objeto de la interpretación de Párvan, quien prefiere la lectura pilperaria, comerciante en especias. ? De Córdoba procede otra lápida cuya lectura es mucho más segura, que menciona a dos purpurarii que trabajaron en Hispania, de quienes se incluyen los correspondientes cognomina.33 El problema que se nos plantea aquí es el de la identificación de las denominaciones de estos trabajadores con una determinada especialidad dentro del proceso de transformación industrial seguido en tintorería. No es fácil discernir si varios operarios cubrían las etapas de tal proceso o si varias de estas etapas eran efectuadas por una misma persona; hasta qué punto existía una división del trabajo y qué denominaciones, de las muchas existentes en las fuentes, debemos aplicar a cada especialista en una determinada tarea. En efecto, el proceso del tintado tiene, como veremos, varios momentos bien diferenciados, que podrían esquematizarce en cinco puntos: 1. Pesca de los caracoles. 2. Fabricación del jugo mediante extracción del ,

3. 4: 5.

Posible comercio de esta materia colorante. Tintado de las telas o de las flbras. Comercio de los productos ya tintados. Las denominaciones que se daban a los realizadores de eada una de estas tareas las analizaremos

al hablar de las oficinas de tintoreros, pero ahora conviene plantearse, aunque muy sucintamente, las relaciones o delimitaciones entre estas cinco fases, con el fin de intqntar esclarecer cuál pudo ser la función de tales purpurarii y si el hecho de su mención presupone la existencia en un determinado lugar, como por ejemplo Córdoba, de auténticas industrias de explotación del líquido colorante que albergaban los moluscos. En la primera fase ¡rodemos señalar que existen tres posibilidades: a) hubo pescadores dedicados a la captura de estos moluscos, y que se limitarían a llevarlos a un segundo trabajador; las fuentes desde luego nos hablan de murileguli y conchylioleguli, incluso con asociaciones profesionales de por medio. b) Existieron pequeños talleres costeros de extracción de púrpura, que tendrían sus propios pescadores. CIL II 1743. Vid. V. PÁnveN, Die Nationalit¿it der Kaufleute im

riimischen Kaisserreiche, Diss. Breslau, 1909, p. 120.

CIL U 2235:

DIOCLES. PVRPVRARM. PryS / MATER (haedera) PIA / ... EMA. EX. TEST. FRATRIS. 33

F. C. I ... oTrMvS. pvRpvR. H. M. H. N.

podemos igualmente contemplar varias posibilidades : a) Los pescadores independientes pudieron al mismo tiempo encargarse de sacar el jugo y, depositándolo

en cubas, llevarlo con cierta premura al lugar adecuado. b) Existieron centros dedicados en exclusiva a la extracción y preparación de las tinturas, centros pequeños en donde un segundo trabajador, que no era el pescador, obtuviera el preciado líquido. c) Fueron los propios tintoreros quienes, gracias a los caracoles que recibían, prepararon sus tintes. Obtenido el jugo purpurígeno por el medio que fuera, es lógico pensar en la existencia de un comercio del mismo, previamente envasado. Los pescadores y los centros costeros de extracción de tinte podrían proporcionárselo tanto a comerciantes como a tintoreros directamente; a su vez los comerciantes 1o venderían a los tintoreros. s Los tintoreros, por último, reservarían para sí mismos la materia colorante en el caso, que estimamos poco probable, de

que fueran ellos mismos quienes prepararan

los

tintes.

glande.

31 32

c) Los tintoreros independientes, si estaban cercanos a la costa, pudieron tener sus propios pescadores. En el proceso de extracción del líquido para teñir

S.

En lo que se refiere al proceso de tintado de telas o fibras ¡rodemos encontrarnos con dos posibilidades: o bien una tintorería dispone de instalaciones propias para extraer y preparar el jugo de los caracoles que alguno de sus trabajadores pesca o que compran a un tercero, o bien el tintorero es simplemente dueño de un taller urbano o nistico en el que se limita al tintado de telas, y rcaliza sus mezclas de colores con el líquido que alguien le suministra. Por último, la fase de venta de los productos tintados creemos que pudo realizarse ya'por el tintorero en su taller directamente, ya por un intermediario, si el taller tuvo mucha producción. Pues bien, vistas todas las posibilidades que cabría plantear hay que confesar que la documentación existente no nos permite resolver satisfactoriamente la serie de hipótesis formuladas. En efecto, desde antiguo se han venido explicando términos como purpurarius, negotiator artis purpurariae, purpurae venditor, en el sentido de que tanto pueden entenderse referidos a comerciantes intermediarios de tinturas y de materiales teñidos, como a tintoreros que vendían

3 Phillema Hübner, Artlema Mommsen Dilotimus Hübner.

/

4 Zlotimus Rivas,

3a Aunque podría pensarse en una venta de la tintura al público, en nuestra opinión la complicación del trabajo del tintorero es tanta, como luego veremos al describir algunas oficinas de Pompeya, que no vemos factible una tintura en púrpura de tipo doméstico.

217

.estos mismos productos preparados en sus talleres; en este último caso las tabernae purpurariae, es decir, las tintorerías, serían el lugar de venta directa, sin perder su condición prioritaria de centro de tintura.3s

Pero ello no explica de qué manera estos purpurarii y estas tabernae se hacían directamente con la

materia colorante.

Lo cierto es que tanto

podemos

pensar en una compra inmediata al que la fabricara, fueran éstos pescadores, simples talleres de extracción

del jugo de la púrpura, o bien tintoreros especializados en ello, como en la existencia de comerciantes intermediarios que lo adquirieran de los antes citados y los vendieran a otros, como, por último, en que la totalidad de los talleres fueran al mismo tiempo tintorerías, o, lo que es lo mismo, que la mayoría de las tintorerías fabricaran sus propios tintes. s En nuestra opinión, todo este tipo de combinaciones fueron posibles, y es difícil decidirse por una de ellas. Purpurarius fue sin duda el tintorero, y concretamente el especialista en tintura de color púrpura,

impedimento para imaginar que esta última tarea pudo ser llevada a. cabo, en ciertos casos, por el mismo tintorero especialista en púrpura, y, en los restantes, p,or una persona distinta. al Esto explicaría la aparición en zonas del interior, como muestralalápida de Córdoba, de inscripciones en las que figuran tales purpurarii, que pudieron ser tanto comerciantes como tintoreros. Así pues, el transporte de caracoles hacia el interior aunque no fuera imposible, como se demuestra en el caso de Munigua, es muy probable que constituyera tan sólo un procedimiento de excepción.42 Por el contrario, no debía revestir ningún problema el remitir los tintes convenientemente envasados en pequeños frascos, a3 e incluso pudo también recurrirse

ffie

como los flammarii eran los tintoreros especialistas en rojo, los violari en azules, los cerinarii en amarillos,37 los crocotaili en color azafrán, $ y los spadi-

ccrii en

marrones,3e especialidades que podrían completarse tal vez con unos atramentarii, dedicados al manejo de los colorantes negros.4 Pero además de esta acepción, el purpurarius pafece que hay que entenderlo como un traficante en tintes purpúreos, o en fibras y telas tintadas con púrpura. No hay ningún 3s Vid. W. A. Soruror, FGA, I, pp. 163 ss., a quien siguen J. Manquenor, Das Privatleben der Rómer, II, páginas 496 s., M. BesNren, DS, IV, pp. 771 s., s. v. Purpura,

y H. Br.ürraNen, TT, I, pp.

247 s. Ninguno de ellos llega a distinguir claramente el problema que plantea la presencia de purpurarii en zonas del interior, seguramente por la escasez de fuentes, aunque reconocen en general la necesidad

de distingür entre tintoreros por un lado y mercaderes y comerciantes por otro. 3ó Pensamos que pudieron existir pequeñas tintorerías, sucursales de otras mayores, que recibieran el tinte ya preparado. 37

Vid. Plauto, Aul. 510. Vid. Plauto, Aul. 521. ss Vid. Fírmico Materno, Math.

s

III, 7, ll. o Tal es la interpretación que hace de C.IL lY 9lZ7 W. Moerr.rn, The "Atamentarius" at Pompeii, T&C IX, 1968, pp. 5l-54 (: *CIL IV, 9127", Mnemosyne XXIV, 1971, pp. 396-398); idem, WTAP, p. 14. 41

Por eso en los papiros griegos se distingue claramente

entre estas dos actividades:

nopgupopcigoq,

o

tintorero, y

E.

Wrrszvcre,

nopguponó).rie o comerciante en púrpura; vid. W. A. Scrtvno:r, FGA, p. 164. En el caso del Egipto romano sí poseemos en cambio medios de información para conocer que algunos tintoreros adquirían sus colores no sólo en casa del nopg,opordr).r¡e, sino incluso en tiendas de negociantes que

traficaban con diversas mercancías; vid.

ITER, p. a2

Los

153.

capa.razones

de moluscos purpurígenos

hallados

en Munigua proceden seguramente de la bahía de Cádiz y

218

VIVO S. rE( IT .JIBI. ET. SVf S INFPXHNAPXX Flc. l98.-Ir¡scripción ele

alusiva' a un tintotero y d sus mentos de trabajo. Parma. Según P. o¡ L¡v,c.

llegarían a la ciudad en las embarcaciones que remontaban el curso del Guadalquivir; vid. J. BosssNscr-A. voN orN

Dnlrscn, Knochenfunde aus dem rómischen Munigua (Mulva), Sierra Morena, SFTIH, 7, München, 1980, p. 165. Cabe incluso imaginar que, en ocasiones, eventuales traficantes llegaran por el rÍo hasta Córdoba para vender allí los caracoles. 43 Conservamos una inscripción, hallada en Parma, que fue reproducida por P. de Lenae, Iscrizíoni antiche collocate ne' muri della scala Farnese, Parma, 1818, p. 102, ¡:úm. 79, que incluye un bajorrelieve, hoy en el museo de esta ciudad, aplicado como decoración al monumento funerario de un purpurarius, en donde figuran representados varios objetos en relación con su profesión: una espátula para mezclar los

tintes, una balanza pa.ra pesar lalana, de la que penden dos pequeñas madejas, tres recipientes para guardar el tinte, y dos madejas de lana sueltas (ver nuestra ñgura 198; aunque H. BrüNfi.tsn, TT, I, p. 248, interpreta tales madejas como conchas de moluscos tintóreos, debemos señalar que su idea nos parece totalmente errónea; existe otro bajorrelieve procedente de Burgos, en el que prrede apreciarse lo que nosotros interpretamos como una escena de hilado: sentada en un sillón una matrona sostiene en su mano derecha una rueca, y en el ángulo izquierdo una segunda mujer se halla de pie y se acerca a su señora trayendo una madeja para hilar, la cual es idéntica a las que figuran en el relieve de Parma; ver lámina V, 2). Por la lápida de Parma se puede apreciar cómo el jugo era envasado en pequeños frascos fáciles de manejar, y que este purpurarius pudo comprarlos

a algún fabricante

costero.

a algún otro

a En deflnitiva,

después de este largo excurso podemos concluir que la mención de un purpurari¿¿s en una lápida no signiflca en absoluto que estamos ante un área de producción. De todas formas, es conveniente llamar aquí la atención sobre el hecho de que no debemos desmesurar el problema del tintado de púrpura en su aspecto cuantitativo. Si cualitativamente es el más afamado de los productos tintóreos, hay que pensar en un bajo porcentaje de utilización por parte de la población, debido a su alto coste. Creemos firmemente, y los restos textiles conservados vienen a confirmarlo, que bastante más del 90 "/" de las telas usadas en la Península lo serían sin tinte alguno, y que del restante L0 /" una buena parte llevaría tintes vegetales o de animales no marinos (coccum, fucus, etc...), sobre todo en las zonas del interior. Para época tardía conservamos el interesante dato que nos proporciona la Notitia Dignitatum sobre los procuratores baphiorum de la parte occidental del Imperio. La lista es reducida y bien conocida: el de Tarento en Calabria, el de Salonae en la costa dálmata, el de Cissa en Venecia e Histria, el de Siracusa en Sicilia, el de toda Africa, el de Djerba en Tripolitania, el de las islas Baleares en Hispania, el de Toulon en lá Galia, y el de la Narbonense. as El principal problema que se nos plantea es el de si debemos considerar el baphium de Baleares como una fábrica imperial de producción de púrpura en toda regla, o simplemente como un conjunto de instalaciones particulares, explotadas indirectamente por el estado a través de los impuestos. En efecto, últimamedio.

mente se ha considerado que estos procuratores serían los regentes de sendos talleres imperiales de fabricación de púrpura. 6 El hecho en sí resulta realmente sorprendente, desde el momento en que ya en el siglo

pasado W.

A.

Schmidt dejaba bien sentado que fá-

Como demostró en sus experimentos J. P. CeNe¡,s, y 84, existe curiosamente una posibilidad distinta de traslado de la materia colorante; según añrma, "con calor moderado subirá el licor purpúreo sobre el baño, a modo de espuma; pero si se quiere transportar para usarlo cuando sea menester, no hay más que sacarlo con cucharas y dexarlo secar al aire". De este modo consiguió Canals una especie de laca dura, fácil.de manejar y que luego, si se quería reutilizar, no habÍa más que pulverizarla y volverla a mezclar en una cuba con suficiente líquido disolvente. Por desgracia no disponemos de noticias que corroboren el empleo de este procedimiento durante la Antigüedad; sin embargo, si Canals fue capaz de captar esta posibilidad a lo largo de sus simples expériencias, fal vez pudo ocurrir lo mismo en tiempos antiguos, en los que fue muy frecuente, como señaló Plinio, el hervido de la púrpura y su exposición al sol. Desde luelo sabemos por Casiodoro, Var. I, 2, 3, qte, al menos en el siglo VI d. C. se había aprendido ya a conservar la púrpura durante casi seis meses 44

op. cit., pp. 81

brica imperial de púrpura durante el período comprendido entre la aparición de la Notitia y la división del Imperio entre.Arcadio y Honorio hubo soiamente una : el famoso taller de Tiro. a7 La fábrica de Tiro fue en esa época un centro de suficiente producción como para cubrir todas las necesidades del falacio. s Ahora bien, cuando el poder imperial se desdobla es lógico que el emperador de Occidente no quisiera depender de la fábrica oriental, por lo que necesitaba crear otro taller imperial en su área de dominio. De este modo junto a la fábrica de Tiro, que hasta ese momento había cumplido su cometido en solitario, surgió en el Adriático una instalación paralela. Para ello se aprovechó la existencia de un área de explotación privada enclavada en Hidrunte. ae Casiodoro, transcribiendo una carta de Teodorico enviada al director de la fábrica, que se hallaba en pleno funcionamiento en el año 500 d. C., señala que esta instalación de Hidrunte era, junto con la de Tiro, la única existente con carácter imperial. $ Sólo la púrpura fabricada en estos dos centros recibía la denominación de blatta, o sacer murex, con que era conocida la púrpura de la casa imperial. sl Así pues, las fábricas que aparecen citadas en la relación de procuratores de la Notitia hay que considerarlas, según Schmidt, tan solo como manufacturas privadas, como centros de producción independientes del monopolio estatal; t el hecho de que al frente de cada una de ellas flgurara uno de estos funcionarios no es una contradicción, "puesto que la institución de los baphiis praepositi o baphiorum procuratóres ya existía antes de que se cteara una fábrica de púrpura imperial". Lampridio refiere que en época de Alejandro Severo el cargo tenía por misión controlar que se llevaran a cabo los pagos al Fisco establecidos para este tipo de talleres, impuestos que eran, al parecer, en especie. 53 El procurator erz pues, en origen, sin que sufriera cambios notables, y que bastaba disolverla en un líquido para que recuperase sus cualidades tintóreas. as Not. Dign. Occ. (ed. O. Seeck), 11,65-73. 46 Vid. A. B.¡tll,-, Una índustria estatal en la Hispanía del Bajo Imperio, Boletín de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Palma de Mallorca, núm. 648, 1965. 47 Vid. W. A. Scnuror, FGA, pp. 169 ss.; el hecho está bien atestiguado en C.Th. XV[I, 10,20, y en C.J. V, 11,8. 48 Vid. W. A. Soruror, FGA, pp. 183 y 194. 4e Vid. W. A. Scr*rror, FGA, pp. 191-193. $ Casiod., Yar. 1, 2. sl Vid. W. A. Scrrvror, FGA, p. 193. sz Vid. W. A. Sc¡ruror, FGA, p. 184. 53 Lampr., AI. Sev. 40. El hecho de que la púrpura se exigiera como impuesto no era nuevo en el mundo mediterráneo. Los reyes hititas sabemos que la exigían como tributo; es rnás, la misma voz arkaman o argaman significaba a la yez en asirio-babilonio tributo y púrpura: vid. M. RstNuoLo, History of Purple as a Status Syrnbol in Antiquity,

219

un simple vigilante del cumplimiento de la ley

en

cuanto al pago de impuestos; pero esta misión se fue complicando con el paso del tiempo, sobre todo porque a medida que se fueron dictando prohibiciones de venta al público de determinados tipos de tejidos tintados en púrpura, patrimonio del uso imperial,

el procurador debía controlar también el que no

se

confeccionaran en los talleres privados los colores de

la realeza. * Hay toda una serie de sucesivas leyes a lo largo de estos años, y de medidas para evitar incluso la imitación por medio de productos vegetales de estos colores prohibidos. s En la práctica tan solo dos tipos de púrpura muy específicos fueron totalmente prohibidos en el mercado, mientras que el uso de la gran mayoría de las variedades estuvo siempre permitido. s Sólo se prohibió de forma aislada y temporal lo que constituía el indumentum regale, que representaba la dignidad real. En varias constituciones de Graciano, Valentiniano y Teodosio sólo se impide de manera tajante, y con la amenaza de la deminutio capitis, la púrpura blana, con sus variedades oxyblatta, es decir, la de Tiro o doblemente teñida, y la llamada hyacinthina o amethystina. Y Todos los demás colores y variedades, por tanto, podían ser usados y confeccionados, y precisamente para su rcalización se contaría con las fábricas privadas, conrtroladas por los procuradores. No se puede creer, desde luego, que los ocho centros tintoreros citados por la Notitia para la parte occidental produjeran en exclusivo paru la corte imperial, sobre todo si pensamos que a ello habría que Coll. Latomus, Vol. 116, Bruxelles, 1970, pp. l0 s, Incluso posteriormente y en otro orden de cosas, tenemos un interesante texto de Plinio (NH XVI, 32) segrin el cual los mismos

a los nativos de la, Península Ibérica la posibilidad de pagar sus impuestos con una materia colorante también muy apreciada, como era la cochinilla; vid. supra, p.204. romanos dieron

v Eran conocidos como sacer murex, adorandus murex y adoranda purpura; vid. los textos citados de C.Th., C.J. y Casiodoro. Cf. M. RerNnor,o, op. cit., pp. 62 ss. Vid. W. A. Scrryrrpr, FGA, pp. 182 ss. s7 c.l. r, 4, 40. 58 Así, J. P. W¡¿rzrNc, CP, U, p. 234, y A. BtrrL, loc.

5s só

cit. 5e Sería un error concebir la fábrica imperial como un gran edificio donde los obreros se agrupa.ban en número más o menos considerable con el fin de producir una serie de bienes con el material que ponÍa el estado a su disposición. El hecho de que la legislación nos hable del patrimonio personal de los obreros y de las circunstancias de su transmisión ¿ la muerte de éstos nos hace pensar precisamente en una realidad bien distinta. por patrimonio del obrero debe entenderse la propiedad de sus mismos medios de producción: en el caso del tintorero de las fábricas imperiales, las pilas, los tintes, los mordientes necesarios, en definitiva, el taller, que muy ¡rrobablemente formaría parte

220

sumar el gran número de centros que sin duda existió en la parte oriental. Ello hubiera exigido un ritmo de consumo fuera de toda lógica. Es absurdo, por tanto, considerar que todos ellos, incluido el de Baleares, fueran convertidos automáticamente en un determinado momento en fábricas imperiales, tal como algunos han apuntado. s Además, no existe ningún

decreto imperial haciéndolo constar así, otro dato a tener en cuenta.

lo que es

Pero además el trabajo del procurador era todavía más complejo, ya que hay que considerar que el término baphium designa no solamente un taller de tintorería, sino una serie de talleres de dimensiones desconocidas diseminados en un territorio. e El procurador, pues, sería el encargado de todos los tintoreros existentes en una amplia zona de producción. El procurator baphiorum omnium per Alricam es un título que da a entender perfectamente que estamos ante el responsable de todas las tintorerías del terr! torio, y lo mismo se podría decir para el de Baleares

o para el de Tarento. ú En nuestra opinión, en el caso de Baleares su competencia abarcana el conjunto de las islas, en donde sin duda funcionó más de un taller; pues si la Notitiq se hubiera querido referir a que los talleres estaban ubicados sólo en un mismo lugar (como fue el caso de Tarento o Salona), creemos que hubiera citado el nombre exacto del mismo. Es más, pese a que las Baleares no se configuran como provincia 61 hasta las fechas que median entre el 365 (en que Festo aun no la señala) y el 398 d. C., en que empezó a usarse la Notitia dé la de su propia vivienda; es decir, todo lo que para el estado pueda tener interés desde el punto de vista productivo. Si no es así, ¿a qué propiedad se referiría una legislación encaminada siempre al incremento de Ia producción? por tanto creemos que debe entenderse como fábrica imperial el conjunto de una serie de pequeños talleres, en principio particulares y completamente libres, pero que luego fueron asociados entre sí a través de la corporación correspondiente, que es la que, en realidad, es administrada directamente por el estado. De esta forma cobra sentido el deseo permanente de éste de que en caso de no ser sustituido el obrero en sus tareas por parte de su heredero (hijo, hermano, yerno, pariente, etc...), sus bienes pasarán automáticamente a inciementar los de Ia asociación. Por consiguiente las instalaciones de los talleres imperiales serían similares a las de los privados, con la diferencia de que en los primeros toda la producción ilía a parar a la administración del estado, y en los segundos existiría una supervisión y control mediante el cobro do impuestos y la vigilancia para que no se produjeran las variedades que la ley prohibía que fueran vendidas al público, labor que estaba encomendada al procurator baphii.

o Vid. Not. Dign. Occ. (ed. O. Seeck), tl, jO; cf. W. A. Scnn¿Iot, FGA, p. 185; en el caso de Tarento el procurador tenía que vérselas con muchos talleres en el mismo lugar. 61 Con la categoría de presidial, y no consular.

parte Occidental,62 sin embargo este latérculo concede a Baleares el rango de cabeza de control de la púrpura para toda Hispania, en razón, seguramente, a la tradición de fabricación existente en las islas desde mucho antes, que se traduciría sin duda en la existencia entonces de numerosos talleres privados. Este hecho pudo forzar a crean precisamente en Baleares un puesto de control de tal naturaleza, desde donde el procurator gkaría visitas de inspección a cualesquiera otros talleres que pudiera haber en la

propia Península.63 Por tanto, considerando el baphium como una zona extensa en la que existen diversos talleres de tintorería más o menos cercanos entre sí, hay que pensar que la labor del procurador, además de vigilar el pago de impuestos en especie y la no fabricación de los tipos de tintura considerados prohibidos, estaría centrada también en una serie de continuos desplazamientos reglamentarios por toda su área. Todo ello viene pues a ratificar la idea de que la mayoria de las fábricas de púrpura citadas por lás fuentes, y entre ellas, desde luego, el baphium de Baleares, a las que, como hemos visto, algunos han considerado erróneamente "fábricas imperiales", no serían más que fábricas o conjuntos de talleres de tipo privado bajo"la supervisión de un procurator, en las que los obreros estarían ligados al estado sólo por medio de las corporaciones correspondientes, y que no tendrían otro fin más que la venta de productos ya tintados al público de clase alta, que pudiera pagarlos, en las distintas provincias.

s

Del baphium de Baleares no conocemos, desgraciadamente, resto alguno que pueda inducirnos a identificar algin antiguo taller de tintorería, tanto desde el punto de vista arquitectónico como de amontonamientos de conchas de desecho. Es de su¡roner, sin embargo, que el procurador encargado de é1, único dato seguro del que disponemos, viviera en una de las ciudades importantes que las islas tenían, y que los talleres fueran de localización costera. Una labor interesantísima a este respecto sería el llevar a cabo una prospección aérea de estos litorales con 62 Vid. J. H. Weno, The Notitia Dignitatum, Latomus XXXIII, 1974, p. 420. ó3 Tal es la opinión de W. A. Scnrvrror, FGA, p. 185, lo

que parece lógico puesto que en casos similares los procuradores residían allí donde estaba la mayor concentración de talleres, pero bajo su su¡¡ervisión quedaban los demás que hubiera en el territorio que le correspondía administrar. « Algunas de estas ideas están recogidas ahora por J, Ancs, El tiltimo siglo de la España romana: 284-409, Madrid, 1982, pp. l2l s., a quien comunicamos las páginas de nuestro manuscrito referentes al baphíum de Baleares.

Vid. O. Knnrn, AT, 6ó tlt, 5, 1 [C 168].

6s

II,

p.

534.

el fln de buscar indicios de estas antiguas factorías. Ya hemos hablado de la estrecha relación que hubo siempre entre el pueblo fenicio y las manufacturas de púrpura I pues bien, dado el hecho de que la ciudad de Ebusus nació como colonia de los cartagineses, es lógico suponer la introducción de tales técnicas en las islas a través del influjo de este pueblo, como quieren algunos autores. 6s Estrabón parece querer darlo a entender también así,6 cuando al hablarnos de las Baleares y mencionar su ocupación por los cartagineses asegura que los habitantes de Ebusus fueron los primeros hispanos a quienes los fenicios habituaron a usar las túnicas con franjas anchas de púrpura. La iniciativa romana no hizo seguramente sino continuar con las instalaciones de talleres especializados allí donde la materia prima era abundante y abarataba por tanto el producto final.67

DrscnrpcróN DE Los TALLERES TINToRERos

Dado que, como anticipamos, no conocemos hasta ahora de la existencia de ningún taller de tintorería en toda la Península, y puesto que a funciones iguales corresponderían elementos de trabajo muy semejantes,

vamos a examinar en qué consistía un taller de tintorería. Para ello podemos basarnos en un ejemplar que se conserva en muy buen estado y que fue exca-

vado por Flinders Petrie en Athribis, en el Alto Egipto,6 aunque más adelante, al hablar de las distintas técnicas de tintado que podían realizarse de acuerdo con las instalaciones de cada taller, veremos también algunos de los interesantes ejemplos que proporcionó la ciudad de Pompeya. Las diferencias de este taller egipcio con el resto de los existentes en el mundo romano estribarían en el tamaño, según su importancia económica y cantidad de producción, y en la distribución interior, pero los elementos básicos serían los mismos. Precisamente este taller descubierto por Petrie parece responder al tipo medio más común (ver flg. 199). Consta en total de tres habitaciones en la planta baja, y la vivienda, comunicada ó7 Esta misma norma se seguía también a la hora de elegir el emplazamiento de centros textiles, como destacan numerosos testimonios: vid. A. H. M. JoNBs, The cloth industry under the Roman Empire, EHR, XIII, 1960, p. 186; L. Gnecco RucGrNr, Le associazioní professionali nel mondo romano-bízantino, Atti XVIII Setimana di Studi sull' Alto Medioevo, Spoleto, 1971, p. 148. Y ya hemos puesto de manifiesto anteriormente cómo hasta mediados del siglo pasado en las aguas que rodean a estas islas abundaban las

especies de caracoles de prirpura.

ó8 Vid. W. M. F. PsrRre, Athribis, British School of Archaeology in Egypt and Egyptian Research Account, London, 1908.

221

por el público para tratar con los artesanos. Está

cooo

desprovista de todo elemento de trabajo, e incluso de mostrador de obra, aunque pudo haberlo de madera. En ella está la escalera a que aludíamos. Parece ser pues que debemos considerar el taller de tintorero en un principio como parte integrante de su vivienda, lo mismo que ocurre, como veremos, con los talleres de los bataneros, aunque en éstos últimos

tal interdependencia se aprecia de una manera

Ftc. l99,-Taller de tíntorería de Athribis (Alto Según F. Perrue.

Egipto).

con ellas, a la que se accedía por una escalera interior, de la que se conservan algunos peldaños. La fachada se abre en dos entradas; una de ellas da acceso a la sala número 1. En su interior hallamos un pozo en el centro, del que se extraía el agua necesaria. En el ángulo noroeste se destaca un pequeño estanque poco profundo, de ladrillos y sin duda recubierto interiormente con algún revestimiento. El resto de los muros, menos el del lado Este, poseen un banco corrido para manipular las telas fácilmente, y con la pared del fondo recubierta de pequeños ladrillos, que la protegerían de las posibles salpicaduras. El banco del muro Norte incluye tres cubetas fijas. Otras dieciséis de estas cubetas aparecen insertas en bancos semejantes en la sala número 2. Su interior de cemento apareció teñido por colorantes con bastante intensidad, tintes que además estaban distribui dos en las diferentes cubetas siguiendo una gama de tonalidades, lo que signiflca que para obtener cada color se utilizaba siempre la misma cubeta. El techo estaba sujetado por unos pilares centrales, que aparecen marcados en el plano. Y en comunicación con esta estancia aparece una tercera, que tiene asimismo salida a la calle, y que sin duda sería la empleada

Vid. a este respecto W. O. Momlrn, WTAP, pp. 35-39. Vid. R. J. Fonnrs, SAT IV, p. 142; W. O. Mopurn, Infectores and offectores at Pompeii, Latomus XXXII, 1973, pp. 368 s. 6e 70

mente, conocemos dos tipos distintos de instalaciones, que respondían a unas necesidades fljas: el inlectorium

y el offectorium.To Las dedicadas al tintado primero de los paños, o bien a las fibras sin hilar o a las madejas, es decir, las encargadas de tintar los productos nuevos que se coloreaban por primera vez, eran los infectoria, mientras que los offectoria tenían por misión únicamente el retintado de los vestidoi ya usados, y a los que se quería dar otro color, con el fin de ponerlos al día y así poder continuar usándo-

ir Es decir, que los primeros serían algo así como los obradores de tintorero, y los segundos algo parecido a las actuales tintorerías en su aspecto de vuelta a teñir, pues el trabajo concreto de la limpieza de un vestido estaba encomendado a los talleres de los los.

fullones, como luego veremos. Como dijimos antes, en estos dos tipos de talleres se realizaban operaciones muy diferentes y para las que cada uno necesitaba sus propios elementos. Los hallazgos de Pompeya vienen a conf,rmar este hecho; así, por ejemplo, el infectorium de la calle del Efebo (I, viii, 19) consta de abundantes pilas de gran tamaño, acordes con el volumen de material a tintar, al

que siempre hay que suponer como manejado en 71 Vid. Festo, 112,6'. infectores, qui alienum colorem in lanam coiciuttf; offectores, qui proprio colori novum officiuttt; Carisio Cramm. V, p. 401, I (ed. Barwick): offecforem et infectorem. infector colorem mutat, offector ollicio

obest.

222

más

clara, posiblemente porque conocemos mayor número de ellos. El reciente libro de Moeller sobre el trabajo de la lana en Pompeya demuestra, en la parte dedicada a la descripción de los talleres en donde esa lana era teñida, cómo en la mayoría de ellos existía también una escalera de comunicación con el piso superior, en donde se hallaba la posible vivienda del dueño y de su familia. @ Pero dentro de lo que podríamos llamar talleres de tintorería hay que hacer necesariamente una clara diferenciación, según el tipo de trabajo en ellos realizad,o. Las fuentes lo corroboran, y lo mismo sucede con la arqueología, sobre todo en el caso de la ciudad de Pompeya, que es el más directo. Efectiva-

grandes cantidades, con un proceso previo de acondicionamiento a base de mordientes, etc..., para todo lo cual se emplearían distintos tipos de pilas, algunas de las cuales serían muy grandes. Sin embargo la officina offectoria sería de mucho

más reducido tamaño, ya que

el reteñido se haría por piezas o vestidos aislados, para los que unos pequeños calderos-horno serían suficiente. Tal es el caso del también pompeyano taller de Ubonius Q, ni, 2), que consta únicamente de tres pequeñas tinas de mam¡rostería adosadas al muro (ver fig. 200).

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